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TEMA 11 UNIDAD
PREVENCIÓN DE
DROGODEPENDENCIAS
Luis Alberto González Gómez
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1 INTRODUCCIÓN
2 CONCEPTOS BÁSICOS DE DROGODEPENDENCIAS
2.1 Glosario de términos
2.2 Clasificación de las sustancias
2.3 La necesidad de relativizar la importancia de las sustancias
3 EL CONCEPTO DE RIESGO
3.1 Factores de riesgo y protección
3.2 Las conductas de riesgo
4 LOS ADOLESCENTES Y LAS DROGAS
4.1 Características evolutivas de la adolescencia y las conductas de riesgo
4.2 Adolescentes, ocio y drogas
5 LA PREVENCIÓN
5.1 Algunas consideraciones generales sobre prevención
5.2 Qué es y qué no es prevención
6 EL OCIO Y EL TIEMPO LIBRE COMO ESPACIO PARA LA PREVENCIÓN
6.1 Drogas, adolescentes, jóvenes, ocio y tiempo libre
6.2 La prevención en y desde el tiempo libre
6.3 Pautas para prevenir desde y en las actividades de tiempo libre
7 EL PAPEL DE LOS MONITORES DE TIEMPO LIBRE. ALGUNAS CLAVES DE
ACTUACIÓN
8 RESUMEN
9 RECURSOS PARA LA PREVENCIÓN
9.1 Información sobre drogas
9.2 Programas de prevención
10 BIBLOGRAFÍA DE REFERENCIA
11 RECURSOS EN LA RED
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1. INTRODUCCIÓN
Este tema deberá ayudar al monitor de tiempo libre a entender el papel de la prevención de las
drogodependencias en el marco de la Educación para la Salud. Igualmente intentaremos aportar
contenidos técnicos y teóricos sobre la realidad de las drogas y de su consumo entre los adoles-
centes y los jóvenes, que sirvan como herramientas para la correcta comprensión del tema de las
drogas, así como de base teórica para afrontar con ciertas garantías la prevención.
A continuación nos acercaremos al ámbito del ocio y su relación con el consumo de drogas,
como uno de los componentes más importantes del modelo de diversión más comúnmente acep-
tado y asumido por los más jóvenes.
Para finalizar analizaremos el papel del tiempo libre como modelo alternativo de ocio y como
elemento de prevención, así como las estrategias y ventajas que nos ofrece este marco para inter-
venir eficazmente y el rol que va a desempeñar el monitor de tiempo libre en este proceso.
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Dependencia: proceso por el cual, a medida que se repiten los momentos de consumo, el orga-
nismo se va adaptando a la presencia regular de la sustancia, creando la necesidad de seguir con-
sumiendo dicha sustancia.
Podemos decir que la dependencia tiene dos dimensiones:
1. Dependencia física: en ella, el organismo se ha habituado a la presencia de la sustancia, de
manera que necesita mantener un determinado nivel en sangre para funcionar con normali-
dad. Cuando este nivel desciende por debajo de cierto límite aparece el síndrome de absti-
nencia propio de cada droga. La dependencia física está muy asociada a la tolerancia.
2. Dependencia psíquica: compulsión por consumir la droga de que se trate, para experimentar
un estado afectivo agradable (placer, euforia, sociabilidad...) o librarse de un estado des-
agradable (aburrimiento, timidez, estrés...).La dependencia psíquica suele ser más costosa
de desactivar que la física, ya que requiere introducir cambios en la conducta y en las emo-
ciones del sujeto que le permitan funcionar psíquicamente (obtener satisfacción, superar el
aburrimiento, afrontar la ansiedad, establecer relaciones, etc.) sin recurrir a las drogas.
Tolerancia: proceso de adaptación derivado del consumo repetido de una sustancia, que provo-
ca la reducción del efecto de una misma dosis, y por tanto, produce la necesidad progresiva de
aumentar la cantidad consumida para obtener los mismos efectos.
Síndrome de abstinencia: conjunto de efectos que se producen en un organismo al interrumpir
el consumo de una sustancia determinada.
Algo que debemos aclarar desde un primer momento, es que consumir una droga no le convier-
te a uno automáticamente en adicto, así como por otro lado, el consumo de drogas en el que no
haya dependencia no es necesariamente inofensivo. Las situaciones derivadas del consumo de
drogas son muy diversas y, como veremos más adelante, la gravedad de las relaciones problemá-
ticas con las diversas sustancias van a depender de múltiples factores. Por tanto es necesario dis-
tinguir entre los distintos tipos de consumos y sus consecuencias, para lo cual puede servirnos de
ayuda distinguir las tres categorías básicas que existen: uso, abuso y dependencia. (“Tu guía:
Drogas: + información – riesgos”. Ministerio de Interior. 2003).
Uso: es aquella relación con las drogas en la que, tanto por su cantidad, como por su frecuen-
cia y por la propia situación física, psíquica y social del sujeto, no se producen consecuencias
negativas sobre el consumidor ni sobre su entorno. Es preciso reflexionar mucho antes de valorar
como uso una determinada forma de consumo. No basta sólo con la frecuencia, porque podrían
darse consumos esporádicos en los que el sujeto abusara rotundamente de la sustancia. Tampoco
podemos atender sólo a la cantidad, ya que podría haber consumos en apariencia no excesivos,
pero repetidos con tanta frecuencia que estarían sugiriendo alguna forma de dependencia. No es
ajeno a este proceso el estado en que se encuentre el consumidor, ya que, por ejemplo, un mismo
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consumo moderado de alcohol puede derivar en abuso si el sujeto está tomando tranquilizantes
prescritos por su médico. Es preciso también poner la vista sobre el entorno del sujeto, ya que
podría darse un consumo de drogas que no perjudicara al sujeto, pero sí a terceros (por ejemplo,
un trabajador de la construcción que fuma hachís justo antes de subir a un andamio y provoca un
accidente que afecta a sus compañeros). Por último, aclaremos que no todas las drogas permiten
una relación de este tipo. Por ejemplo, la mayoría de los fumadores son dependientes del tabaco.
Abuso: es aquella relación con las drogas en la que se producen consecuencias negativas para
el consumidor y/o para su entorno. Por ejemplo, alguien podría consumir cocaína en una sola oca-
sión, pero hacerlo en tal cantidad que desencadenara algún tipo de accidente cerebral. Puede que
una mujer sea moderada en sus consumos habituales de alcohol, pero si los mantiene durante el
embarazo estará incurriendo en abuso. Analizando las pautas de consumo, y el contexto personal
y social de cada caso podremos decidir si nos encontramos ante un uso o abuso.
Adicción: hablaríamos de adicción cuando se prioriza el uso de una sustancia psicoactiva frente
a otras conductas consideradas antes como más importantes. El consumo de drogas, que quizás
empezó como una experiencia esporádica, pasa a ser un eje de la vida del sujeto. Este dedicará la
mayor parte de su tiempo a pensar en el consumo de drogas, a buscarlas, a obtener dinero para
comprarlas, a consumirlas, a recuperarse de sus efectos, etc.
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En este grupo están el tabaco, las anfetaminas, las xantinas (cafeína y teína) y la cocaína.
Obsérvese como el tabaco, a pesar de ser una droga estimulante, provoca frecuentemente un
estado de relajación dependiendo de las expectativas (por ejemplo eliminar el estado de
ansiedad que se produce en un fumador al no poder fumar), el contexto o la dosis.
• Drogas perturbadoras/alucinógenas: el efecto predominante de estas drogas es la alteración
de la percepción de la realidad. Los efectos van desde simples distorsiones a ilusiones e
incluso a alucinaciones visuales o auditivas.
En este grupo podemos incluir al cánnabis, las drogas de síntesis y el LSD. El cánnabis esta-
ría ubicado entre este grupo y el de los depresores. Las drogas de síntesis son en realidad
más difíciles de situar, porque en su composición entran las anfetaminas en proporción
variable, por lo que sus efectos suelen estar a medio camino entre la activación y la pertur-
bación, si bien con grandes diferencias según las “pastillas” que se consuman.
Utilizando como base la publicación del Plan Nacional sobre Drogas “Tu guía: Drogas:+informa-
ción–riesgos”, edición 2003 y los contenidos del portal de Internet
http://www.energycontrol.org, podemos confeccionar una relación básica con las principales
sustancias de consumo en España, sus principales características y sus riesgos. (Ver tabla de cla-
sificación en anexos CD)
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5. Creencias sobre las drogas. El nivel de información o desinformación sobre las drogas, los
mitos y las creencias sobre ellas van a determinar, por ejemplo la percepción de riesgo de
cada individuo ante el consumo y, por tanto, va a influir en las posibilidades de consumo y
en las formas en las que éste va a producirse.
Sin embargo el análisis de cómo se producen las diferentes relaciones con las drogas no esta-
ría completo si no consideráramos el entorno en el cual se produce el consumo. El entorno social
y familiar en el que se desenvuelve el individuo, el discurso social (lo que se piensa, se cree y/o
se dice sobre las drogas) en ese entorno, el grupo de iguales en el que se socializan los adoles-
centes, el entrono físico en el que viven (vivienda, calle, barrio, ciudad…), la cultura en la que se
desarrolla la persona y el papel que en ella desempeñan las distintas sustancias, los modelos de
diversión predominantes, el medio escolar o los espacios (tanto físicos como de relación) en los
que se producen los consumos son variables que también debemos tener muy presentes para
entender las diferentes relaciones existentes con las drogas y analizar las problemáticas que pue-
dan surgir asociadas a éstas.
3. EL CONCEPTO DE RIESGO
Recordemos que vivimos en un contexto social, en una comunidad, en un espacio. No somos
ajenos a lo que nos rodea: familia, grupo de iguales, comunidades, sociedades, que generan com-
portamientos y conductas e influyen en nosotros de forma positiva o negativa.
Hablaremos más adelante de la vulnerabilidad del momento de la adolescencia, ahora nos cen-
traremos en lo que rodea al adolescente. En la situación en la que se encuentra y que favorece o
no las conductas de riesgo.
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do grupo de variables incluye aspectos relativos a los individuos y a sus ambientes interpersona-
les (la familia, la escuela y el grupo de amigos).
Otros autores, por ejemplo, Petterson, Hawkins y Catalano (1992), y Pollard, Catalano, Hawkins
y Arthur (1997) organizan los factores de riesgo en cuatro categorías: de la comunidad, familia-
res, escolares e individuales o del grupo de iguales.
Merikangas, Dierker y Fenton (1998) hablan de dos tipos de factores: factores específicos del
consumo de drogas y factores generales de un número amplio de conductas problemáticas en la
adolescencia. Estos factores no específicos incrementarían la vulnerabilidad general a problemas
de conducta en la adolescencia. Es decir, algunas de las variables que explican los problemas de
abuso de drogas están muy relacionadas con aquellas que intervienen en la génesis y manteni-
miento de los comportamientos perturbadores en general (Espada y Méndez, 2002).
Una estructuración de los factores de riesgo que nos puede resultar interesante para ayudarnos
en el desarrollo de este tema es la que propone S. Moncada (1997), siempre con la salvedad de
que existen multitud de clasificaciones e infinidad de aspectos y circunstancias susceptibles de
aumentar las probabilidades de consumo.
La clasificación que propone Moncada sería la siguiente:
Para completar la clasificación anterior y resumiendo algunos de los conceptos expuestos ante-
riormente es interesante revisar algunas de las conclusiones de Moncada (1997) sobre los facto-
res de riesgo y protección (E. Becoña, 2003):
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• Se puede afirmar que existen factores asociados al consumo de drogas, así como otros que
aparecen asociados a la abstinencia de las mismas.
• Estos factores han sido clasificados en la literatura en factores del individuo y sus relaciones
con el entorno (intrapersonales e interpersonales) y factores ambientales o del contexto.
• A mayor concentración de factores mayor será el riesgo o la protección.
• Existen diferentes factores de riesgo para las distintas drogas: por ejemplo, un alto nivel de
depresión se asocia con el uso de drogas como la heroína o el alcohol, pero no con el consu-
mo de otras como el cannabis.
• Los factores de riesgo del consumo de drogas y otros niveles de consumo tampoco son los
mismos, aunque en general lo que muestran los estudios es una agudización de los factores
de riesgo a medida que el sujeto pasa a fases más intensas o más problemáticas de consumo.
• Algunos factores de riesgo tienen una influencia constante a lo largo del desarrollo, mientras
que otros agudizan su impacto en determinadas edades, como puede ser la presión del grupo.
• No todos los factores tienen la misma validez externa.
• Los diferentes factores muestran mayor o menor correlación con el uso de drogas depen-
diendo muchas veces de los instrumentos de medida y los indicadores que se utilizan.
• Algunos factores son más remotos; son causas relativamente indirectas de la conducta, aun-
que no por ello son menos importantes, sino que su efecto está mediado por otros que son
más próximos. Estos son altamente predictivos, pero no explican las raíces del problema a
largo plazo.
• Se han encontrado factores de riesgo y protección comunes a una gran cantidad de conduc-
tas problemáticas o desadaptadas, tales como los embarazos no deseados, el fracaso esco-
lar, la violencia, la delincuencia juvenil. Algunas de estas conductas, además, predicen el
uso problemático de drogas.
Para finalizar y para entender mejor el funcionamiento de los factores de riesgo y protección es
necesario no olvidar sus principales características:
1. Concepto co-relacional. Si una característica actúa como factor de riesgo no significa nece-
sariamente que tenga que producirse un resultado.
2. Concepto condicional y probabilístico. El resultado depende de un número determinado de
variables, unas características del propio riesgo (intensidad, duración, tiempo de exposi-
ción…), otras relacionadas con la población a la que se asocia (edad, sexo, clase social…),
y otras son variables que pueden estar asociadas con el propio factor de riesgo (presencia o
ausencia de otras características, de experiencias del individuo).
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las con eficacia y autonomía es un aspecto importante de nuestra capacidad de adaptación, pero
que suele desarrollarse bastante tarde. Es importante conocer estas características para ser capa-
ces de adaptar tanto los programas de prevención como los de intervención y asegurarnos así un
mayor grado de eficacia.
Empezaremos por no olvidar tres aspectos básicos:
1. La adolescencia es una etapa dinámica y cambiante. Como señala Funes J. “en este proceso se
suceden etapas, acontecimientos y circunstancias, algunas de los cuales serán enriquece-
doras y estabilizadoras y otras problemáticas”.
2. Cada adolescente se ve influenciado por el medio social en el que vive. Distintos espacios y
comunidades humanas producen diferentes maneras de ser adolescente. “La adolescencia
verdadera no existe y no se puede observar más que en su medio”. (R. Zazzo).
3. La expresión de las dificultades y los conflictos de los adolescentes suelen expresarse de manera
social. Dan origen a comportamientos y conductas en el área social tales como conductas vio-
lentas, arriesgadas, transgresión de normas, mostrando estilos de vida poco integrados…
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Este proceso de autonomía personal lleva al adolescente a rechazar la protección de los adul-
tos. Ya no es el niño que les reclama ante una situación de amenaza.
Cuando la búsqueda de identidad no se resuelve de forma adecuada, se pueden producir res-
puestas que generen ciertos desequilibrios que si se prolongan en exceso pueden llevar a:
La difusión de la identidad, ese sentimiento de no saber quién es uno mismo y hacia dónde va
que se acompaña de:
• Ausencia de objetivos y apatía.
• Incapacidad de ser constante y de esforzarse en una determinada dirección en un tiempo
prolongado (efecto veleta).
• Dificultad para decidir o comprometerse con las propias decisiones.
La fijación prematura de identidad, con objetivos claramente definidos consecuencia de una
presión social excesiva y/o de la propia dificultad para soportar la incertidumbre de cuestionar la
identidad propuesta por otros. Esto limita las posibilidades de desarrollo del individuo y puede
desembocar en graves incoherencias entre las decisiones adoptadas y las propias características
o motivaciones personales.
La identidad negativa, cuando resulta muy difícil la búsqueda de alternativas
constructivas/positivas y se reacciona en sentido contrario. Como características de este compor-
tamiento: fracaso escolar, baja tolerancia a la frustración y estrés, nivel poco desarrollado de
razonamiento moral, vulnerabilidad a la presión social, personalidad autoritaria, baja autoestima,
problemas de adaptación social…
Enlazando con el concepto de pensamiento formal, aquello que, como expusimos antes, nos
permite valorar las distintas posibilidades, cuestionar las experiencias o buscar otras nuevas y que
supone el paso del pensamiento lógico concreto al abstracto, debemos entender que esta nueva
herramienta cognitiva lleva consigo una cierta forma de egocentrismo, caracterizado por el cues-
tionamiento de las normas establecidas, necesidad de transgresión, (“Como si el mundo debiera
someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad” (Piaget)) y el reconocimiento de las
contradicciones del mundo de los adultos.
Este comportamiento egocéntrico adolescente explica también otras dificultades que surgen
en este periodo (Elkind 1967)
El auditorio imaginario. Se produce cuando, al comenzar el pensamiento formal, existen pro-
blemas para diferenciar entre el objeto del pensamiento de los demás y el objeto del propio pen-
samiento, lo que hace que se piense que los demás prestan tanta atención al aspecto y conducta
propios como uno mismo. El adolescente cree así tener ese “auditorio imaginario”. A medida que
disminuye este egocentrismo de la adolescencia temprana, este auditorio imaginario se sustitu-
ye por otro real, al reconocer las diferencias entre las preocupaciones propias y las de los demás.
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su ocio. El consumo de alcohol y otras drogas se configura como una actividad fundamental en el
ocio de nuestros jóvenes, en particular durante los fines de semana. De este modo el uso de dro-
gas “recreativas” ha pasado a convertirse en un elemento clave de la diversión, junto con la músi-
ca, el baile y la compañía de otros jóvenes.
La generalización de estas prácticas, junto a algunas de las características del patrón de uso de
drogas dominante entre los jóvenes (consumos asociados a contextos lúdicos, compatibilización
del uso de drogas con las actividades académicas y/o laborales, etc.), han contribuido a que estas
sean percibidas desde una posición de “normalidad”, no sólo por los propios jóvenes que las con-
sumen, sino también por una gran parte de la sociedad española. De este modo, el consumo de
drogas en entornos recreativos se está convirtiendo en un hecho cotidiano, socialmente acepta-
do, y considerado como una actividad más de ocio
5. LA PREVENCIÓN
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sal se dirige a todos los adolescentes, beneficiándolos a todos por igual. Son perspectivas
amplias, menos intensas y menos costosas que otras que se orientan a conseguir cambios de com-
portamientos duraderos. Se incluirían en estos programas la mayoría de los programas preventi-
vos escolares, como los que tratan de fomentar habilidades y clarificar valores, habilidades para
la vida, etc. La prevención selectiva es aquella que se dirige a un subgrupo de adolescentes que
tienen un riesgo de ser consumidores mayor que el promedio de los adolescentes. Se dirige a gru-
pos de riesgo.
Finalmente, la prevención indicada es más intensiva y más costosa. Se dirige a un subgrupo
concreto de la comunidad que son consumidores o que ya tienen problemas de comportamiento,
dirigiéndose los mismos tanto a los que son consumidores como a los que son experimentadores,
por tanto, a individuos de alto riesgo (Eggert, 1996).
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Prevenir no es alejarse de todo contacto con las drogas. Como ya hemos planteado con anterio-
ridad, no debemos entender la prevención como el intento de evitar todo contacto de los adoles-
centes con las drogas, ya que no es cierto que el “problema de las drogas” resida en “la droga”,
es decir, la propia sustancia. Estos planteamientos lo único que persiguen es reducir la oferta de
las sustancias, pero resulta ingenuo pensar que con ello se va a eliminar la posibilidad de acceder
a ellas.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos legislativos y policiales para reducir su oferta, las dro-
gas, las ilegales y desde luego las legales, han estado presentes y seguirán estándolo, probable-
mente en mayor cantidad y variedad. En algunos casos será posible evitar todo contacto (al menos
con alguna de ellas); en otros, el objetivo se centrará en retrasar la edad de experimentación con
las mismas; otras veces tenderemos al desarrollo de estrategias de reducción de daños y riesgos
derivados del consumo. Pero en cualquier caso, consideramos que el mejor planteamiento pre-
ventivo es trabajar para que “no consuman porque no quieren o no lo necesitan, no porque no
puedan, porque en realidad todos sabemos que, más tarde o más temprano, tendrán la oportuni-
dad de consumir”.
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Intentaremos exponer a continuación alguna de estas iniciativas, sin otra intención que hacer
una breve presentación de las posibilidades de actuación en este terreno, centrándonos en aque-
llas que, por considerarlas potenciales espacios de trabajo de los profesionales del tiempo libre,
pueden ser interesantes en este bloque formativo:
a. Actuaciones preventivas de proximidad en los espacios de ocio nocturno.
Si bien es evidente que no todos los jóvenes que podemos encontrar en los contextos de ocio
nocturno desarrollan consumos problemáticos de drogas, también es cierto que la mayoría de los
que podemos encontrar en estos momentos de diversión utilizan diferentes sustancias (principal-
mente alcohol) como elemento importante de sus momentos de diversión. Ahora bien, no debe-
mos olvidar que se trata de escenarios muy particulares, y que requieren, por tanto, tener muy en
cuenta los elementos propios de su dinámica y elaborar estrategias de intervención específicas.
Algunas de las actuaciones que se pueden desarrollar desde este planteamiento son:
• Divulgación de información sobre reducción de riesgos utilizando diferentes soportes
(folletos, cartelería, etc….). Sin embargo, en este punto hay algo que no debemos olvidar y
que ya hemos tratado anteriormente: La transmisión de información adquiere sentido úni-
camente en el marco de una actuación más integral.
• Búsqueda de estrategias de comunicación, que permitan establecer relaciones más cercanas
desde las que poder convertirse en recursos (del tipo que sean) en esos espacios de diversión.
• La intervención en medio abierto nos permitirá hacer llegar propuestas preventivas y de
reducción del daño (formas de consumo de menor riesgo) desde una relación más cercana
con los adolescentes y jóvenes. Ésta, aún siendo la opción más costosa en tiempo y recur-
sos, es probablemente la que mayor eficacia tendrá a medio plazo, siempre que se eviten
tentaciones moralizadoras que no lograrían otra cosa que el rechazo de las personas a las que
se pretende llegar.
En este tipo de actuaciones, probablemente sea una combinación de todas ellas (y otras
muchas) lo que proporcione los mejores resultados.
b. Uso del tiempo libre como estrategia preventiva
El tiempo libre en sí mismo no es sólo un espacio real en el que cabe desarrollar actuaciones
con vocación preventiva. El disfrute del tiempo libre es, en sí mismo, una vivencia con potencia-
lidad para inhibir el recurso sistemático a las drogas. Podemos desarrollar este planteamiento al
menos en dos sentidos:
• Fórmulas de tiempo libre que no incluyan la noche
Prevenir el abuso de drogas pasa, entre otros muchos elementos, por impulsar formas diversas
de ocio. En el reconocimiento e impulso de esta diversificación del ocio que no pasa necesaria-
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mente por la noche, adquiere un papel prioritario el fomento, por ejemplo, del asociacionismo
juvenil u otras formas de organización juvenil, desde donde sea posible proponer y gestionar otras
formas de ocio atractivas y de calidad que no se desarrollen necesariamente durante las noches
del fin de semana.
• Alternativas de ocio nocturno
Desde que hace casi 10 años se pusiera en marcha en Gijón la primera iniciativa de este tipo a
gran escala, han ido naciendo iniciativas semejantes en los más diversos municipios de toda
España. Este modelo, que por otra parte se encuentra en pleno desarrollo, consistiría, básicamen-
te, en la propuesta de escenarios alternativos en los mismos momentos en los que se desarrollan
las conductas que se pretenden prevenir, principalmente durante las noches del fin de semana.
c. La educación para el tiempo libre como momento para la prevención
• En contextos educativos formales
Consistiría, básicamente, en abordar el tiempo libre y la diversión como elementos de refle-
xión, invirtiendo para ello tiempo educativo en los centros escolares. Igualmente incluiría la uti-
lización de estos espacios para presentar información sobre propuestas alternativas de ocio.
• En contextos educativos no formales
Si bien los monitores y coordinadores de tiempo libre van teniendo cada vez más espacio de
actuación en los contextos anteriores, es en éste donde, sin duda, desarrollan la mayor parte de
su trabajo.
El tiempo libre es, cada vez más, un tiempo educativo especial, sin imposiciones, en el que
niños, niñas y adolescentes reciben educación en valores, más allá del mero entretenimiento, y
en el que experimentan otras maneras de vivir el tiempo de ocio.
Esta experiencia educativa resulta interesante desde el punto de vista de la prevención, al
menos desde dos perspectivas: primero porque se trata de un tiempo educativo flexible, en el que
es posible integrar, de manera natural, actuaciones preventivas. Es posible poner en marcha infi-
nidad de propuestas de carácter preventivo desde y en un espacio (tanto físico como de relación)
privilegiado para llegar a los niños, niñas y adolescentes. Y segundo porque, por sí mismo, ofre-
ce a los menores alternativas de ocio saludable, positivo y cada vez de mayor calidad.
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durante la adolescencia, es que estos dos referentes han sido sustituidos por dos ámbitos nuevos,
con un mayor peso específico: el grupo de iguales y los medios de comunicación, principalmen-
te. Partiendo de aquí hemos de crear un modelo nuevo de “adulto de referencia”, intentando no
reproducir los roles de los padres o profesores (recuérdese que los adolescentes van a rechazar,
por principio, esa ayuda planteada desde un modelo tradicional).
• La utilización del medio inmediato como recurso
El medio natural del menor no es un elemento pasivo, por el contrario, es el componente fun-
damental de la intervención educativa. En este sentido creemos importante apuntar dos criterios
a tener en cuenta:
a) Utilización de los recursos humanos y materiales que estén disponibles.
b) Implicación de todos sus componentes en la actuación.
Con todo lo planteado hasta ahora, resulta evidente la necesidad de plantearse, por ejemplo, el
papel que está jugando el grupo de iguales en el problema que pretendemos abordar, así como las
posibilidades que nos ofrece este elemento de referencia para aprovecharlo como recurso.
• Efecto preventivo en red
Uno de los principales errores que cometemos al afrontar actuaciones preventivas es intentar,
valga la expresión, “salvar el mundo nosotros solos”. La labor educativa debe partir de la premisa
de completar las actuaciones de los diversos agentes que interaccionan con el adolescente: fami-
lia, escuela, otros profesionales, etc. Es imprescindible complementar acciones conjuntas y coor-
dinadas en el medio familiar, en la red social de amigos no consumidores, en el medio educativo,
con compañeros, profesores y tutores, en su barrio o municipio, y esto nos obliga a la actuación
coordinada con otras entidades y recursos que, directa o indirectamente, tienen alguna compe-
tencia con relación al menor, lo cual, por otra parte, resulta esencial para:
• Establecer indicadores para la detección de los menores en situación de especial riesgo.
• Fijar estrategias de captación de los menores.
• Establecer criterios para la derivación a los distintos recursos.
• Utilizar adecuadamente todos los recursos disponibles con objeto de dar una respuesta efi-
caz e integral a los menores.
• Actualizar permanente los programas, actividades y servicios de cada recurso, evitando el
solapamiento de actividades.
• Necesidad de trabajo interdisciplinar
La prevención de drogodependencias, al igual que prácticamente todas las intervenciones de
carácter social, va a resultar más efectiva si su planteamiento, planificación, desarrollo y evalua-
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ción se realiza en el seno de equipos ínter y multidisciplinares, con una estructura de relaciones
y con una capacidad de organización y autodeterminación para alcanzar objetivos comunes de
todos sus miembros.
La complejidad de la situación a abordar nos obliga a una estrecha colaboración entre distintas
disciplinas, lo que favorece la obtención de un mejor conocimiento y una mayor comprensión de
la realidad del menor, de su proceso evolutivo y socializador y donde los monitores de tiempo
libre, como veremos más adelante, van a tener su propio rol, partiendo de las ventajas que les
ofrece la relación, en muchos casos privilegiada, con los menores.
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• La distancia educativa, que ya hemos tratado en otro apartado, es importante para no perder
el rol de educador/monitor cayendo en el “coleguismo”, posición desde la cual el aporte
educativo resulta imposible.
• Saber mostrar desaprobación y solicitar cambios. Si el monitor logra ganarse una cierta
“autoridad moral” sobre los menores (y con una base formativa adecuada), es posible apor-
tar límites sin necesidad de provocar situaciones conflictivas, así como proponer modifica-
ciones de conducta con probabilidades de ser escuchado.
8. RESUMEN
Por droga entenderemos, “toda sustancia que introducida en el organismo vivo, puede modi-
ficar una o más funciones de éste” (Kramer y Cameron, 1975) y por droga de abuso “cualquier
sustancia, tomada a través de cualquier vía de administración, que altera el estado de ánimo”.
Cuando el organismo se va adaptando a la presencia regular de la sustancia, creando la necesidad
de seguir consumiéndola, se entra en la dependencia que puede tener dos dimensiones:
Dependencia física: en ella, el organismo se ha habituado a la presencia de la sustancia, de
manera que necesita mantener un determinado nivel en sangre para funcionar con normalidad.
Dependencia psíquica: compulsión por consumir la droga de que se trate, para experimentar
un estado afectivo agradable (placer, euforia, sociabilidad...) o librarse de un estado des-
agradable (aburrimiento, timidez, estrés...).
Las sustancias pueden ser clasificadas como: drogas depresoras, drogas estimulantes y drogas
perturbadoras/alucinógenas.
A la hora de hablar sobre los factores de riesgo de la drogadicción, entendidos como aquellas
circunstancias o características personales o ambientales que podrían resultar facilitadoras para
el inicio o mantenimiento del uso o abuso de las drogas, Merikangas, Dierker y Fenton (1998)
hablan de dos tipos: factores específicos del consumo de drogas y factores generales de un núme-
ro amplio de conductas problemáticas en la adolescencia. Estos factores no específicos incremen-
tarían la vulnerabilidad general a problemas de conducta en la adolescencia. Es decir, algunas de
las variables que explican los problemas de abuso de drogas están muy relacionadas con aquellas
que intervienen en la génesis y mantenimiento de los comportamientos perturbadores en gene-
ral (Espada y Méndez, 2002).
Para poder llegar a tener el suficiente conocimiento del tema, es imprescindible no olvidar tres
aspectos básicos sobre la adolescencia:
• Es una etapa dinámica y cambiante.
• Cada adolescente se ve influenciado por el medio social en el que vive.
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