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LICENCIATURA EN EDUCACIÓN RELIGIOSA – ÉTICA

TRABAJO DE SEMINARIO 2021


“Análisis moral de un tema actual”
Alumno: Facundo Galliani

Ética en la escuela

La ausencia de la ética verdadera en la escuela, ¿cuál es la ética verdadera? La


necesidad de su presencia en estas instituciones, y algunas líneas de acción
para lograrlo.
Este breve escrito quiere ser una reflexión que invite a la acción decidida y
resuelta del “maestro cristiano”, al que le toca enfrentar en las difíciles y actuales
circunstancias históricas, un desprestigio, un relegamiento y casi desaparición de la
enseñanza de la ética verdadera en la escuela. Esta acción educativa por parte del
maestro, debe ser orientada hacia el bien integral del alumno, que busque su
perfección como ser humano, que como enseña Santo Tomás, sólo se da en el status
virtutis.
En primer lugar, cabe aclarar que, en este trabajo, cuando hablamos de la
enseñanza ética en la escuela, nos estamos refiriendo sólo a las instituciones
educativas de nivel inicial, primario y secundario de gestión estatal, públicas y
privadas, asentadas en nuestro país.
Haciendo un breve recorrido por los diseños curriculares, sugeridos por las
autoridades (nacionales y provinciales) supuestamente competentes en educación,
nos encontraremos con el siguiente panorama: en su gran mayoría la ausencia total de
un espacio curricular denominado “Ética”, ni nada que se le parezca. Sólo por citar un
caso paradigmático- el de la provincia de Buenos Aires- y, según el sitio web de la
Dirección General de Cultura y Educación conocido como “abc”, en sus escuelas, y
sólo en el nivel secundario, nos encontramos con diferentes espacios. “Construcción
de la Ciudadanía” es uno de ellos, perteneciente al ciclo básico secundario (1ero a 3er
año); otro es el denominado “Filosofía” perteneciente sólo al ciclo superior del
secundario (6to año). En cuanto a la materia “Construcción de la ciudadanía” es
evidente su total ausencia de un marco referencial ético para hablar de los derechos y
deberes del hombre, y de su integración y colaboración con el bien común social. En el
espacio “Filosofía” se dedica sólo un módulo de entre seis a la enseñanza ética.

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Es evidente que, aun cuando se enseñara una ética verdadera en estos


espacios, sería insuficiente por el escasísimo tiempo y contenido dedicado a tan
importante asunto, como es el perfeccionamiento moral del alumno en orden a
alcanzar la madurez humana y personal.
Por otro lado, en los pocos casos en donde se enseña algún contenido ético en
las escuelas de nuestro país- podríamos poner aquí no sólo el caso de la citada
materia “Filosofía”, sino también el del espacio llamado “Formación ética y ciudadana”
impartido en colegios de la Ciudad de Buenos Aires en el nivel secundario- ésta
evidencia errores y ausencias gravísimas en sus contenidos. Estos desvaríos se
desprenden en su gran mayoría de los equivocados fundamentos en que asienta su
doctrina. Sólo por citar algunos, se desconoce y niega por completo la finalidad
trascendente del ser humano y de la verdad, hablando numerosas veces de consenso
y de diálogo en la construcción de una moral universal, de normas universales de
conducta, “olvidando con frecuencia que el consenso es fruto de un diálogo que
presupone, por definición, una verdad anterior y superior a él”. 1 Veámoslo en las
propias palabras del enfoque dado en la materia ya citada “Formación ética y
ciudadana”: “Formación Ética y Ciudadana se constituye así en un espacio en el que el
diálogo puede permitir la convivencia de un pluralismo axiológico que no renuncia a la

búsqueda conjunta de acuerdos, de valores universales y de proyectos comunes.”2 No


estamos diciendo aquí que estos acuerdos y proyectos comunes no se puedan
alcanzar muchas veces en la sociedad. Sólo que sin ninguna referencia- y no parece
haberlas en esos espacios curriculares- a un bien y a una verdad que nos trascienda
no es posible fundamentar ningún valor o norma universal.
Un conocimiento suficiente del ser, del bien y de la verdad de las cosas,
aprendido en una Metafísica –hoy negada e inexistente en el currículo escolar de la
mayoría de los casos- es indispensable para hablar del obrar moral del hombre. Una
correcta Antropología que nos diga qué y quién es el hombre, será necesaria para
determinar su recto obrar en orden al fin, que se desprende de la verdadera naturaleza
del hombre.
A su vez, estos fundamentos metafísicos y antropológicos de la ética, se
asientan en última instancia, en la verdad del Ser Trascendente Personal, en Dios
mismo, ya que “la acción ética sólo puede fundamentarse incondicionalmente por un
incondicionado”3. Sólo en Dios hallará el hombre la roca sólida en quien asentarse
para una vida moral buena, que lo perfeccione como ser humano, haciéndolo salir de

1
Carlos Alberto Scarponi (2017). El Ethos Humano, Ética Filosófica Fundamental, Ágape, Bs.As.
2
Recuperado de: ENTRAMA (educacion.gob.ar), Presidencia de la Nación, Ministerio de Educación.

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cualquier círculo en que se vea encerrado por la lógica de la inmanencia, de la


autonomía subjetivista y absoluta en la que muchas doctrinas éticas, llevadas a la
práctica, lo encierran constantemente.
Nuestra fe nos enseña que el mundo y todo lo que ha salido de las manos de
Dios, en especial el hombre, son realidades buenas. Con una bondad querida y
donada por Dios, pero intrínseca a las cosas mismas, una vez han sido creadas. Esta
bondad, que solemos llamar desde la metafísica realista, un trascendental del ente, no
nos impide reconocer que en el mundo haya un gran desorden, pecado y confusión.
Esto se debe a la desobediencia de la creatura, ya sea de los ángeles caídos, o del
hombre. Este pecado en cuanto se refiere a una acción del hombre que lo aleja de su
Creador, se constituye en un mal moral concreto.
Un gran filósofo cristiano, Emilio Komar nos dice: “Ante esta trágica realidad del
pecado no hay que cerrar los ojos. Porque si se cierran los ojos entonces tampoco se
puede comprender a fondo la bondad de la Creación. En pocas palabras: la rebelión
de las creaturas libres dañó y ensombreció el orden creado, lo deshizo. Pero los
pedazos que perduran siguen siendo buenos. Es decir, los añicos son buenos, la
naturaleza humana es buena.”4 Si esto es así, quiere decir que el mal no tiene
verdadera entidad, es accidental, es agregado, añadido. Sólo el bien tiene peso,
entidad. En el fondo de todo ser humano hay algo muy valioso, un verdadero tesoro,
que es la naturaleza humana según fue pensada y creada por Dios. Por más
oscurecida que esté, por más que a veces cueste reconocerla en su integridad y
bellezas primeras, esta realidad está.
Si esto es así, entonces la tarea de la educación ética consistirá en ayudar a la
persona a que esa estructura buena y fundamental se imponga sobre el mal accidental
que muchas veces la ensombrece y domina. Con la fortaleza propia de las virtudes,
que en su conjunto constituyen lo que San Agustín denominó el ordo amoris, el orden
del amor, el educando podrá ir asimilando este orden en su naturaleza herida por el
pecado. Se podrá ir configurando así, mediante estos hábitos virtuosos, una “segunda
naturaleza”, que enderece su vida hacia el verdadero fin para el que fue pensado,
aunque en esta vida no llegue a ver plenamente realizado esto.
En síntesis, la tarea del maestro cristiano (aunque también del que no lo es- ya
que con la luz de la razón se puede llegar a ver todo esto-) consistirá en primer lugar,
en reconocer que toda la realidad tiene una bondad intrínseca, incluido el hombre; en
convencerse que esta bondad metafísica no desaparece con el mal moral; que este
3
Juan José Medina Rodriguez y M. Isabel Rodriguez Peralta (2014). Ética y escuela, Fundación Europea
para el Estudio y Reflexión Ética, Madrid.
4
Emilio Komar (2012). El optimismo cristiano, Ediciones Sabiduría Cristiana, Avellaneda, Bs.As.

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mal moral es a su vez, producto de las acciones libres del hombre que lo inclinan a
realizar acciones en contra de su naturaleza debido a una especie de “falla” o herida
en su misma naturaleza (que nosotros los cristianos sabemos que es el pecado
original). Por último, reconocer, que para enderezar la vida del hombre hacia el bien
es necesaria una verdadera promoción y educación en las virtudes, tanto humanas
como trascendentes, que tenga como fin en el alumno, llevar a la práctica lo
aprendido, haciéndolo carne y vida; “como afirma Aristóteles en su Ética a Nicómaco
(L. II, cap.2), no estudiamos Ética para saber que es la virtud, sino para aprender a
hacernos virtuosos y buenos”.5
La ética, la entendemos entonces, como “el obrar racional que tiende a establecer
un orden racional, que es el orden del amor (de las virtudes), fundado en la verdad
acerca del hombre, que constituye una morada en la cual la persona es amada y
respetada en sí misma y por sí misma” 6. Sólo así la persona se siente y es feliz. La
virtud nos hace felices. Y creo que todos coincidiríamos en que una escuela en donde
se prioriza y se contribuye a la felicidad de sus alumnos, es una escuela que cumple
su cometido principal.
Es evidente entonces, la importancia de la enseñanza de la ética en la escuela,
que está para educar, ya que la finalidad educativa coincide en gran medida con la
finalidad moral de la persona. La pregunta que nos hacemos ahora es ¿cómo?
En primer lugar, es necesario, además de formalizar un espacio curricular en
donde se enseñen contenidos éticos fundamentales, sobre todo en el nivel secundario,
contar con maestros y profesores que encarnen verdaderas virtudes éticas. Que sean
coherentes con su obrar, pensar y decir. Esto es obvio, el problema es que, al no
contar con esta realidad ideal, al momento de encarar un plan de formación integral en
las virtudes, solemos desanimarnos y cansarnos en demasía luchando por este
objetivo. La primera actitud sería entonces la esperanza, no desanimarnos en la lucha,
y confiar en que nuestra tarea, por más inacaba e imperfecta que sea, y por pocos
frutos visibles e inmediatos que genere, no caerá en saco roto, sino que germinará y
dará mucho fruto a su debido tiempo.
No nos ocuparemos aquí de las formas en las que se podría intentar en
nuestro país cambiar la currícula escolar para que incluya contenidos éticos
verdaderos. Tampoco de la astucias y estrategias de un buen representante legal o
directivo de una escuela, para conseguir docentes que encarnen esas virtudes, en la
medida de lo posible. Si bien estas dos cosas serían indispensables, muchas veces el
cambiar dichas situaciones, no está al alcance de aquellos docentes que se preocupan
5
Carlos Alberto Scarponi (2017). El Ethos Humano, Ética Filosófica Fundamental, Ágape, Bs.As.
6
Carlos Alberto Scarponi (2017). Op. Cit.

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por la mala calidad educativa en materia moral y por la escasa perfección de recursos
humanos en la institución que trabajan.
Una propuesta concreta y ahora sí, quizás más posible de lograr en las
escuelas del día de hoy en nuestro entorno cultural, podría ser la siguiente: contar con
espacios curriculares extraprogramáticos, o simplemente espacios y tiempos cedidos
por la institución en donde no se imparta materia alguna, donde se realicen charlas,
talleres, encuentros, convivencias, simposios, debates, diálogos, etc. que traten sobre
formación de la personalidad en base a las virtudes, como la justicia, la templanza, la
fortaleza y la prudencia; sobre el respeto, sobre la dignidad del hombre, sobre las
relaciones de noviazgo, sobre la sexualidad, sobre el amor, la amistad, sobre la
justicia, sobre la felicidad, etc. todos ellos desde una mirada que haga hincapié en
despertar, incentivar, motivar, ayudar, conducir y promover virtudes humanas en el
alumno.
Otra estrategia sería idear en conjunto con los directivos y docentes de la
institución, un plan sistemático de formación transversal en virtudes, que abarque las
diferentes etapas de la vida del niño, joven o adolescente, y que se implemente en
todas las materias o espacios curriculares. Además, se podría incluir un proyecto
institucional que implique a toda la comunidad educativa, padres, docentes, alumnos,
directivos, auxiliares, etc. en donde cada uno haga su aporte en una obra en común,
que puede ser realizar una acción o acciones conjuntas solidarias por el barrio o por lo
comunidad educativa misma, o por algún sector social vulnerable que exista en la
región y necesite de una colaboración o ayuda integral, desde lo material hasta lo
educativo o espiritual.
Estas y muchas otras estrategias y acciones que se puedan realizar o
incentivar en otros docentes para que las realicen deben ir acompañadas obviamente
de un compromiso activo y de una sólida coherencia de vida y moral por parte del
maestro, que siempre que sea uno verdadero y bueno, será siguiendo el modelo
ejemplar de todo educador, Jesucristo.

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