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SANTIAGO AGURTO CALVO

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' N C A 5 f £
Edición y Diagramación: Elias Mujica B.
Carátula, dibujos y fotos: Santiago Agurto Calvo

Fotografías:

B O U C H A R D . pág. 233
G U IL L E N , págs. 45. 52. 165
M EA NS, páq. 75
S E R V IC IO A E R O F O T O G R A F IC O N A C IO N A L ,
págs. 56. 77, 81. 88

Ilu stra cio n e s :

A L C IN A . págs. 206. 212


B IN G H A M . pág. 112
B O U C H A R D . pág. 233
C A B A D A , pág. 189
C O L E C C IO N ROZAS, pág. 99
C H O IS Y . pág. 126
E A R L E V D 'A L T R O Y , pág. 52
G A L L E G O S Y A SO CIAD O S, págs. 242. 247. 248.
251
GASPAR IN I Y M A R G O L IE S . págs. 1 8 .9 2 . 180.
181, 186, 215
G O R D O N , pág. 132
IN S T IT U T O N A C IO N A L DE C U L T U R A , pág. 217
LE C O R B U S IE R , pág. 261
L E O N A R D O D A V IN C I, pág. 261
M O R R IS Y THO M PSO N, pág. 101, 214. 256
ROWE, pág. 257
S Q U IE R , pág. 103, 185
W IE N E R , pág. 70
Z E IS IN G . pág. 261

Artes e Impresión: Perugraph Editores S.A.


© C á m a ra Peruana de la Construcción (CAPECO)
Primera edición: Lima, setiembre de 1987
INDICE

PRESENTACION 5

INDICE 7

PROLOGO 9

INTRO DUCCION 15

I.- LA P LA N IFIC A C IO N EN EL IMPERIO DELOS INCAS 23

1.1.— El Tahuantinsuyu 25
1.2.— La Planificación Inca 29
1.3.— La Planificación Física 31

I I . - EL P LA N E A M IE N TO URBANO INCA 55

11.1.— El Urbanismo Inca 57


11.2.— La Traza Urbana del Cusco Inca: 76
hipótesis de reconstrucción.

I II.—A R Q U IT E C T U R A Y CONSTRUCCION INCA 117

111.1.— Tecnología Inca en la Construcción de


Muros de Piedra 119
111.2.— Los Aparejos de los Muros Inca 144
111.3.— La Estructura de los Tejados Incaicos 177

IV .—SISTEMAS 253

IV . 1.— Medidas de Longitud en el Incario 255


IV .2.— Análisis del Sistema de medidas Incas 265

B IB L IO G R A F IA 283
PROLOGO

Ciertamente es necesaria e im portante tarea del profesional


indagar y d ifu n d ir los antecedentes -personas, eventos, artes y
técnicas- que posibilitaron, crearon y desarrollaron el patrim o nio
cie n tífico y tecnológico que im p lícita o explícitam ente enriquece
y condiciona el ejercicio profesional y sus frutos.

La investigación de la realidad precolom bina peruana se


apoyó en su in icio en las narrativas que acerca de la vida inca fue­
ron escritas en base a inform ación de testigos presenciales de even­
tos ocurridos en los siglos X V y X V I. Más atrás de ese horizonte
nada era conocido. De o tro lado, la destrucción de la expresión
simbológica autóctona, al tratarse de "p ro p ic ia r" el bienestar espi­
ritu a l y e xtirp ar la idolatría, fue completada en el siglo X V II. Hoy
la cortina ha sido empujada hacia atrás p o r medio de la investiga­
ción arqueológica y el fechado p o r carbono 14, perm itiendo d istin ­
guir aspectos de la existencia continua, desde hace unos 18,000
años, de grupos no médicos de la era paleolítica y de su gradual
transformación en agricultores sedentarios hasta llegar a las gran­
des comunidades religiosas y a la eclosión inexplicable de la c iv ili­
zación incaica, particularm ente de su rapidísim a expansión de la
ú ltim a centuria de existencia inmediatamente antes de la llegada
del cristiano; esta inform ación, las huellas que quedan de las obras
públicas inca y la permanencia de costumbres ancestrales co nstitu ­
yen el p u n to de partida de nuestro conocim iento del pasado.

En el contexto precedente es indudable que el A rq uite cto


Santiago A gu rto Calvo está cum pliendo la tarea de enriquecer el
conocim iento de nuestro acervo tecnológico indagando de manera
pionera e insustituible diversos aspectos relativos a la construcción
precolombina. El lib ro que estoy prologando desarrolla siete temas

9
que demuestran una vez más Ia profundidad, a m p litu d y sentido
práctico de su trabajo. De o tro lado, su análisis del m undo tecnoló­
gico inca establece que las obras cuyos restos hoy podemos adm i­
rar no fueron en ningún m odo fru to n i de la improvisación n i tam­
poco de decisiones técnicas aisladas. Sin lugar a dudas existió un
ordenamiento p lanificador y un ordenamiento tecnológico; el p r i­
mero las situó en el contexto de una sociedad con una organiza­
ción u tilita ria y pragmática y el segundo orden, el tecnológico, per­
m itió llevarlas a cabo con eficiencia y repetitivamente en los casos
en que esto era necesario.

Los incas fueron sin lugar a dudas grandes constructores,


particularm ente constructores de obras públicas. E dificaron tem­
plos, fortalezas, palacios y tambos, trazaron y construyeron cam i­
nos. Condujeron el agua y prepararon andenería para aprovechar
agricolamente las fuertes pendientes de los Andes. Los incas fue­
ron también planificadores insignes, previendo la producción y el
consumo, incentivando la prim era y organizando alrededor de ella
un sistema trib u ta rio que les p erm itía atender las necesidades del
imperio, del cu lto y de la sociedad. Por el mismo m o tivo tuvieron
que co ntro la r el ciclo agrícola y el producto de la tierra. Todos es­
tos hechos y sus inevitables consecuencias, como son m edir longi­
tudes y áreas, pesar, nivelar, trazar y delim itar, m edir y prever el
tiempo, u tiliz a r la escala y otras demandas de su tarea constructo­
ra y planificadora, tenían que apoyarse en un sistema de medidas.

Todas las civilizaciones antiguas acerca de las que se cono­


ce sus sistemas de m edición usaron partes del cuerpo humano para
sus medidas más cortas mientras que para las más grandes, reflejan­
do el interés de los usuarios, utilizaban desde el paso y el doble
paso humano hasta los recorridos diarios del hom bre y de anima­
les. Para la aplicación de las medidas emplearon, usualmente, la
cuerda, la que les p e rm itió extenderlas en subdivisiones y m ú lti­
ples. El análisis de Santiago A g u rto Calvo, acerca del sistema de
medidas de lo n gitu d en el incario se ubica claramente dentro de
esta tradición antropom orfa, aporta conceptos particulares de la
utilización inca de las mismas y abre la posibilidad de que ellos
hubieran inventado dispositivos de m edición que les perm itieran
precisión para medidas menores. Pero más que nada abre el camino
a la indagación acerca de aspectos de las bases tecnológicas de la
vida y el quehacer inca y también de los niveles de su competencia
tecnológica y de su capacidad de abstracción, temas todos aún
inexplorados.

En "L a estructura de los tejados incaicos", que es para m í


el trabajo más creativo de los que contiene este nuevo lib ro , el aná­
lisis y la síntesis de A gu rto Calvo adquieren particulares niveles de
excelencia. E l proceso indagatorio es ceñido a la lógica, se apoya
en una amplia, p o r no decir total, versación en lo escrito acerca de

10
lo inca, adquiere vida p o r /a experiencia del a uto r en su peregrinar
p o r nuestra sierra actual, p o r su respeto p o r el contexto socioeco­
nóm ico. u tilita rio , rígido y eficiente de la civilización inca y p o r la
pasión y cariño que él, aún sin querer, deja traslucir p o r lo perua­
no.

Dos son los hechos medulares que definen la culm inación


del proceso investigatorio y que constituyen, a la vez, el funda­
m ento del análisis del techado de los diferentes tipos estructurales
que encuentra el a utor en las construcciones incaicas. El prim ero
de ellos postula que los incas conocieron y usaron (aunque segura­
mente sin entender, así como con la palanca, su p rin cip io abstrac­
to), el com portam iento de barras conformadas en triángulo que,
p o r extensión en un plano, forman el tijera! y p o r extensión en el
espacio form an el tetaedro. que es a su vez origen de cualquier fo r­
ma espacial. E l segundo hecho es que emplearon el sistema cons­
tru ctivo p o r agregación.

Analicemos prim ero el tijeral. La base del tijera! es una es­


tructura de barras en forma de triángulo; el triángulo tiene la vir­
tu d de ser indeformable, aunque las barras tengan libertad de giro
en sus conexiones. No es rígido, como lo es e! triángulo, ningún
otro políg o no formado de barras articuladas. Por esta v irtu d los
t i je rales, formados de estas figuras indeformables, constituyen uno
de los sistemas estructurales principales para c u b rir grandes luces
con peso reducido. La ampliación del tijera! a la estructura de ba­
rras espacial, mediante tetraedros, si bien no es in tuitiva, se da con
facilidad una vez que se ha practicado la utilización de los prim e­
ros. E l tijera! puede ser de materiales m uy diversos, pero en el caso
de los incas hablamos exclusivamente, como en toda la antigüedad,
de los techos de madera, en que las uniones eran amarradas con f i­
bras orgánicas.

Este tip o de estructura tiene su origen en las tribus danu­


bianas que habitaron la zona centra! de Europa en la vecindad de
áreas lacustres y boscosas, com o las suizas, y que fueron grandes
tecnólogos de la madera. Su cultura existió y perteneció a! n e o líti­
co europeo (alrededor de! q uinto m ilenio a.C.) y los primeros si­
glos del chalcolítico cuando se iniciaba el dom inio de la metalurgia
de! cobre. Los danubianos eran nómadas agricultores que practica­
ban un tip o de agricultura tem poral trasladándose con frecuencia,
sembrando trigo y cebada en los suelos limosos, eólicos y m uy fér­
tiles al norte y al oeste del R ío Danubio. Ellos construyeron vi­
viendas transitorias en forma de cabañas rectangulares de hasta 50
m. de largo por, aproximadamente, 10 m. de ancho, con muros de
madera no de adobe, como era usual en esa época, techadas con
tijerales de trozos de madera amarrados con fibras y acabados con
cobertura de heno. Estas grandes casas eran ocupadas p o r num ero­
sas familias y servían también de refugio a sus animales dom ésti­
cos.

11
De o tro lado la historia del hombre como navegante mués
tra desde un inicio, unos 4.500 años antes de Cristo, soluciones a
la necesidad de contar con embarcaciones rígidas usando m ateria­
les flexibles o m al ensamblados. Por ejemplo, las embarcaciones
mesopotámicas y egipcias eran construidas de paja en largos con­
siderables; en estas embarcaciones la flo ta b ilid a d está provista p o r
el centro de la embarcación y poco p o r los extremos, pero no im ­
pide que personas o carga se ubiquen en los extremos lo que oca­
siona que ellos deflecten y que el centro suba y que, consecuente
mente, la embarcación pierda flotabilidad. Este problema estruc­
tural sólo puede ser resuelto proveyendo rigidez longitudinal. E llo
se lograba en dichas embarcaciones mediante un tijera! formado
p o r la misma embarcación, una especie de palo m ayor y 2 cables
de liana atados a los dos elementos anteriores. La misma necesidad
y otra solución al problem a se dio desde época inm em orial en las
islas polinésicas en el Pacifico. En esta cultura la tecnología estaba
y está restringida a la piedra, la madera, las fibras vegetales, los
huesos y las conchas, pero en todas ellas su desarrollo es sobresa­
liente; p o r ello y como grandes navegantes desarrollaron, con m a­
dera y fibras vegetales, embarcaciones hasta de 50 m. de largo, con
rigidización triangulada en el in te rio r de lo que podría llamarse el
casco de la embarcación lo que les perm itía, con poco peso, buena
flo ta b ilid a d y competencia marina.

Es n o to rio que el tijeral desapareció totalm ente p o r 30 si­


glos hasta reaparecer en la construcción romana. No se le encuen­
tra, seguramente porque no había madera local, en la construcción
mesopotámica y no se le encuentra inentendiblemente n i en Egip­
to n i en Grecia. En este u ltim o lugar es indudable que la brillantez
constructiva de Ic tin io y Mnesicles, arquitectos del Partenón y los
Propileos respectivamente, concluía súbitamente en el arquitrabe
de sus obras ya que sus techados eran estructuralmente escuálidos.

Los incas vivieron en una franca edad de bronce, tardía en


comparación con el desarrollo de otros continentes. En este con­
texto es indudable que, aún sin contacto con otras culturas más
avanzadas o con otras especializaciones tecnológicas, pudieron
co ncu rrir inexorablemente al desarrollo de formas estructurales,
com o el tijeral. que aunque desarrolladas ya en épocas equivalentes
en otras partes del m undo les eran desconocidas. Es asi que en
aplicación del p rin cip io de la convergencia tecnológica los incas,
sin lugar a dudas, pudieron haber inventado independientemente el
tijeral y luego su ampliación a las formas espaciales.

E l segundo hecho m edular que se deriva del proceso inves-


tigatorio de Santiago A gu rto Calvo es la afirm ación de la aplica­
ción de la agregación como sistema constructivo en el incario. Se
entiende como agregación al proceso p o r el cual se van logrando
estructuras estables en cada etapa de una construcción, al añadir y
u n ir a la estructura ya existente y estable nuevas partes, que fo r­

12
man en conjunto con las anteriores una nueva estructura estable.
El sistema de agregación está en la esencia misma de los procesos
constructivos previos al desarrollo de las ciencias que han p e rm iti­
do predecir analíticamente el com portam iento estructural. En la
época moderna el sistema de agregación se usa en la construcción
de las grandes estructuras (por ejemplo, la Torre E iffe l) y de todas
las estructuras espaciales. En épocas antiguas la agregación nace y
se confunde con el tanteo, el "tria ! and e rro r” , que ciertamente es
la única posibilidad constructiva para avanzar la tecnología en to­
das las sociedades hasta mediados del siglo X V III. El tanteo no e li­
mina la necesidad de que alguien, el constructor, tenga en la men­
te. en un papel o en una maqueta, como fue seguramente el caso
de los incas, la concepción cabal y to ta l de la obra terminada; esto
explica la existencia de construcciones organizadas y sistemáticas
com o son las incas, sin e xclu ir al mismo tiem po el tanteo como
inseparable de un procedim iento de agregación en el sistema cons­
tru ctivo de los techados. Es indudable que una vez comprobada
una tipología ella ya podía construirse p o r agregación sin tanteo.

A l llegar a la conclusión de este prólogo quizás es im p o r­


tante recalcar aspectos que ya he mencionado al in icio del mismo.
E l prim ero de ellos es que este lib ro además de aportar en s í mis­
m o al conocim iento de nuestro acervo tecnológico y cu ltural es
semilla y m o to r de investigación futu ra ; investigación que Santiago
A gu rto Calvo visualiza en manos de tecnólogos. arquitectos e inge­
nieros de diversas especialidades, apoyándose en la necesaria inves­
tigación arqueológica y antropológica. Además el lib ro pone las
bases para el reconocim iento de la indudable competencia tecnoló­
gica inca, planteando algunos hechos y reflexiones que ameritan
iniciar el análisis de la capacidad de abstracción que puede inferirse
tuvieron y que repetidamente les ha sido negada.

Eranse una vez lugares, como el incario. donde arquitecto


e ingeniero eran sinónimos y no eran dos personas sino una, que
construía. Hoy, como ingeniero, me place poder integrarme aun­
que sea en pequeña medida al trabajo de Santiago A gu rto Calvo,
tratando de recrear esa antigua y valiosa unidad.

HECTOR G ALLEG O S VAR G AS

Lima, 15 de Junio de 1987.

13
INTRODUCCION
El conocim iento de los hechos y realizaciones del pasado
tiene gran importancia en la vida de un pueblo. Permite enterarse
de los orígenes y desarrollo de su cultura, así como de las d ific u lta ­
des encontradas en ese largo proceso integrador y de los niveles de
excelencia alcanzados en un momento determinado de su historia.
También esclarece, ilum inándolos con la cruda luz de la verdad,
pasajes oscuros o rincones desconocidos del tránsito de ese pueblo
a través de los vericuetos de la historia.

Dicho conocim iento faculta un mejor ju icio acerca de su


com portam iento, una mayor comprensión de su idiosincracia y
una más justa valoración de sus méritos y posibilidades. Es decir,
el conocim iento de la historia de un pueblo permite juzgar su pasa­
do, actuar en su presente y preveer su porvenir.

Por tanto, la trascendencia de la investigación de las formas


de vida que tuvo un pueblo supera ampliamente los lím ites de la
inquietud cultural o de la curiosidad científica y alcanza los cam­
pos de acción de la adm inistración y planificación del quehacer ac­
tual y fu tu ro de una nación o estado. Esa trascendencia, en mayor
o menor grado, es válida para todos los pueblos del mundo, pero
tiene especial importancia para aquellos cuya situación socio­
económica es calificada, eufemísticamente, de estar en proceso de
desarrollo.

Para esos infortunados pueblos del tercer mundo, el subde-


sarrollo en que se encuentran determina que la calidad de vida que
padecen sea, en muchos aspectos, igual o similar a la que sufrieron
sus ancestros. Debido a ello, las experiencias históricas, que para
los estados desarrollados son simplemente lecciones pretéritas dig­
nas de conservarse en las páginas de la historia o en las salas de los
museos, cobran la importancia y vigencia de cosas útiles, aplicables
a la solución de problemas de la vida diaria.

Entre esos países el Perú, ju n to con algunos otros, consti­


tuye caso especial, dado que las experiencias y logros del pasado
pueden, o deberían, tener una enorme trascendencia en el enfren­
tam iento y solución de muchos de los problemas que aquejan al
desarrollo nacional y al bienestar de los más pobres.

Esta pecualiridad del caso peruano se debe, entre otras


razones, a las siguientes:

A) Hace menos de cinco siglos se dio en el Perú la gran civiliza­


ción Inca, compendio y resumen de muchas otras grandes cul­
turas que la habían antecedido. El grado de desarrollo cu ltu ­
ral alcanzado por los Incas fue de tal magnitud que les perm i­
tió el buen gobierno y eficaz adm inistración del extenso te rri­
to rio y numerosa población que constituyó el Tahuantinsu-

16
yo. Los niveles de vida y organización socio-política del esta­
do Inca, su manejo del te rrito rio imperial y de sus recursos,
así como su nivel tecnológico y desarrollo infraestructura!,
fueron únicos en América e, inclusive, superiores en muchos
aspectos a los que existían en Europa.

B) La invasión española significó, entre otras cosas, la interrup­


ción del proceso de desarrollo de la cultura Inca y la imposi­
ción de los ideales, objetivos, formas y maneras que caracte­
rizaban a la civilización occidental y cristiana. Ello significó
un brusco cambio en las bases económicas de desarrollo del
país y también en los usos y costumbres de la población. Ob­
viamente, el desenvolvimiento de la ciencia y técnicas nativas
se interrum pió, cayendo en desuso muchas de sus prácticas y
siendo otras combatidas y prohibidas por las acciones y dis­
posiciones de los perseguidores de idolatrías.

Durante los, prácticamente, 300 años de coloniaje la situa­


ción se agravó para el pueblo vencido. Los beneficios de la
nueva cultura sólo alcanzaron a las clases gobernantes y a sus
allegados, manteniéndose a las grandes masas campesinas en
la miseria e ignorancia. Comuneros, yanaconas y pongos sólo
conocían de las nuevas técnicas aquello que necesariamente
tenían que saber para mejor servicio de sus amos, pero en lo
relacionado a su propio beneficio seguían aferrándose, terca­
mente, a los viejos conocimientos que se habían salvado del
olvido y la destrucción y que ellos atesoraban como parte
entrañable de sí mismos.

De esa manera, el cu ltivo de la tierra, la irrigación de los cam­


pos, la conservación de los alimentos, la construcción de las
casas y la infraestructura necesaria, la cura de las enferme­
dades, y tantas otras cosas propias de la vida campesina,
siguió efectuándose de acuerdo a prácticas ancestrales, a veces
modificadas por el proceso de aculturación.

C) Durante la República, especialmente en este siglo, el contras­


te de los niveles de vida entre los sectores pudientes y popula­
res, entre costeños y serranos, entre citadinos y campesinos
se hizo aún más grave; las diferencias entre el Perú oficial y el
Perú profundo se hicieron abismales. En ciertos círculos so­
ciales y sectores empresariales, capitalinos y costeños, impe­
ran la alta calidad de vida y niveles científicos y tecnológicos
propios de los últim os adelantos del siglo X X ; en muchas de
las ciudades y lugares del in terior del país el progreso se re­
trae a la época pre-industrial, en la mayoría de los recónditos
villorrio s y campos serranos imperan las prácticas y costum­
bres de fines del medioevo y en la anchurosa amazonia la vida
de los selváticos orilla las dificultades de la edad de piedra.

17
El contraste se especifica entre lo moderno y lo ancestral;
entre lo sofisticado y lo popular; entre la alta tecnología y las
prácticas tradicionales. El progreso sólo alcanza y beneficia a
unos pocos, con el agravante que en muchos casos la costosa
e importada tecnología moderna se aplica equivocadamente,
sin verdadero conocim iento de las características del proble­
ma que pretende resolver y sin tom ar en consideración los
factores humanos y ecológicos del contexto.

En tales casos, que infortunadam ente son muchos, los resulta­


dos han sido catastróficos. Por ejemplo: En el campo de la
agricultura, en ciertas ocasiones, se han efectuado grandes y
onerosas operaciones, en las que la inapropiada aplicación
tecnológica ha conducido a estrepitosos fracasos, mientras
que los modestos campesinos de la región implicada obtenían
buenos rendimientos agrícolas, mediante el uso de prácticas
ancestrales.

En resumen: en la situación socio económica presente nos


vemos en la im posibilidad de extender, apropiadamente, a todos
los rincones y pobladores del país los beneficios de la moderna y
alta tecnología y no queremos reconocer la eficacia de la menos­
preciada tecnología andina. A l mismo tiempo, grandes masas po­
pulares, urbanas y campesinas, se encuentran en pleno siglo veinte
en las mismas condiciones que sus antepasados pre-hispánicos en lo
referente a la satisfacción de sus necesidades básicas y al desempe­
ño de muchas de sus actividades económicas.

Hasta hace pocos años el Perú oficial ignoró esta situación,


que tenía su más dura expresión en el interior de la República. A c ­
tualmente, el fenómeno de la migración campesina a los centros
urbanos y, en especial, hacia las más prósperas capitales departa­
mentales ha convertido el problema en un hecho dramático e ino­
cultable. En la propia Lima una gran parte de la población, consti­
tuida por inmigrantes provincianos, vive y mora marginalmente al
mundo oficial, dentro de ese gran m ovim iento de la inform alidad.
Si analizamos algunos aspectos de ese fenómeno hallaremos que en
muchos casos los "info rm a le s" en la forma de organizarse, en la
manera como se prestan m utua colaboración, en las modalidades
con que comercian, en los sistemas con que construyen sus vivien­
das, en los métodos con que se curan, etc, se basan en prácticas
tradicionales.

Tenemos así que, actualmente, tanto en el campo como en


la ciudad, la vieja tecnología andina, peyorativamente llamada tec­
nología nativa, intermedia o aplicada, tiene una extraordinaria vi­
gencia. En muchos casos esa tecnología es la que, realmente, co­
rresponde aplicar; en otras circunstancias su uso debe ser previa­
mente enriquecido por los aportes de la ciencia y técnicas contem ­

18
poráneas y, finalmente, en frecuentes ocasiones el empleo de la
tecnología andina representa un sustituto tem poral de la moderna
tecnología mientras se dan las condiciones socio económicas para
la correcta im plantación de esta última.

En todo caso, la im portancia de la tecnología andina es


vital y puede co n trib u ir grandemente a resolver muchos de los
problemas que aquejan a las masas populares y a enfrentar, en las
penosas circunstancias en que vivimos, los avatares del desarrollo
nacional. Por ello la investigación de los orígenes de esa tecnolo­
gía, de la forma como se efectuó su desarrollo, del nivel de excel­
situd que alcanzó y del grado de supervivencia que actualmente
tiene, es una tarea de gran trascendencia cultural y económica.

Empeñados en esa tarea hay muchos profesionales y estu­


diosos de las ciencias sociales y naturales, pero, lamentablemente,
muy pocos arquitectos e ingenieros. Esa es una omisión que el país
padece porque la participación de esos profesionales en los citados
estudios podría tener una repercusión muy favorable en la p la n ifi­
cación física, en el asentamiento de poblaciones, en el planea­
m iento de carreteras, en la construcción de viviendas, en la imple-
mentación de obras hidráulicas y de irrigación, en el cu ltivo de la
tierra y la selección de los cultivos, en el control de la ecología y
las fuerzas de la naturaleza, etc. Como vemos.hay un extenso cam­
po de acción para arquitectos e ingenieros de todo tip o y, quizás,
muy en especial para los constructores.

Soy un convencido de que la investigación tecnológica, y


a través de ella el conocim iento del pasado peruano, no prosperará
sin la intervención de los técnicos. Sólo con su numerosa y decidi­
da participación se logrará darle un vuelco a la form a en que ac­
tualmente se la encara y poner los valiosos e innumerables recursos
de la tecnología andina al servicio del país.

Movido por ese afán me acerqué a Capeco y conversé larga­


mente con su Gerente General, el ingeniero Alfonso Merino Rey-
na, viejo y dilecto amigo, con quien muchas veces habíamos char­
lado respecto a la importancia de la ingeniería pre-hispánica. Como
resultado de esa entrevista surgió la iniciativa de que el Fondo Edi­
torial de Capeco, en su "Colección del C onstructor", publicara un
libro acerca de la tecnología Inca.

Dado al escaso material que existe sobre el tema, acorda­


mos que el lib ro recogiera algunos de los trabajos que tenía p ub li­
cados al respecto y que el texto se completara con nuevos estudios
de manera de dar una amplia visión sobre el nivel técnico alcan­
zado por los Incas. Así surgió el presente libro, "Estudios acerca
de la Construcción, A rquitectura y Planeamiento Incas", cuya in­
tención y propósito es dar a conocer el alto desarrollo tecnológico

19
alcanzado por los antiguos peruanos y despertar el interés de los
actuales constructores por la investigación de los métodos y siste­
mas constructivos del pasado.

El libro contiene los siguientes estudios que cubren los


campos de las actividades técnicas y profesionales indicados en su
títu lo : La planificación en el im perio de los Incas; El planteamien­
to urbano Inca; La traza urbana del Cusco Inca; Tecnología Inca
en la construcción de los muros de piedra; Los aparejos de los m u­
ros Incas; Estructuras de los tejados incaicos; y Medidas de longi­
tud en el incario.

"L a planificación en el im perio de los Incas" trata de dar


cuenta de la im portancia que tuvo en el Tahuantinsuyo la organi­
zación y priorización de todos los aspectos de la vida en el impe­
rio. El estudio pone especial énfasis en la planificación física y en
sus manifestaciones en cuanto al asentamiento poblacional, la via­
lidad y la infraestructura de comunicaciones, alojam iento y abas­
tecimiento. El trabajo, que ha sido perfeccionado, fue publicado
en 1983 por Capeco, en el No. 17 de su revista "C onstrucción e In­
dustria", bajo el títu lo "L a planificación física de los Incas".

"E l planeamiento urbano Inca” , pretende dar a conocer la


concepción y características del urbanismo oficial del Tahuantin­
suyo y los factores e influencias que determinaban el diseño urba­
no de las ciudades y asentamientos humanos imperiales. El estudio
es parte de una investigación acerca de dicho asunto que estoy lle­
vando a cabo en mi condición de profesor investigador de la U ni­
versidad Particular San M artín de Porras.

"L a traza urbana del Cusco Inca", intenta form u la r una h i­


pótesis de reconstrucción de la capital imperial, incidiendo en las
características de su ubicación, extensión, población, m orfología
y patrones de diseño urbano y arquitectónico. El estudio fue pu­
blicado en 1980 como parte integrante del lib ro "Cusco, la traza
urbana de la ciudad Inca", editado por el Proyecto Per 39 de la
Unesco y el In stitu to Nacional de Cultura.

"L a tecnología Inca en la construcción de ios muros de


piedra", aspira a explicar el proceso constructivo envuelto en la
extracción, traslado, manipulación, trabajo y asentado de los b lo ­
ques de piedra constitutivos de los muros Inca. El estudio resume
lo poco que se ha publicado al respecto y ofrece algunos nuevos
aportes sobre el tema.

"L o s aparejos de los muros Inca", propone una clasifica­


ción de la form a de asentado de dichos muros, ordenándolos en
cinco tipos y coordinando sus características de acuerdo al mate­
rial de los sillares y a su form a detrabajo y aparejo. El estudio se

20
basa en el registro de los muros Inca existentes en la ciudad del
Cusco, que efectué, en 1978-79, para el Proyecto Per 39 de la
Unesco y el In stitu to Nacional de Cultura.

"L a estructura de los tejados incaicos", form ula un inven­


tario de los tipos de coberturas inclinadas incas y de los sistemas
constructivos utilizados. Además, apoyándose en dicha investiga­
ción, especula acerca de posibles logros estructurales y plantea re­
construcciones hipotéticas del techado de grandes construcciones.
El estudio procura demostrar la alta tecnología alcanzada por los
Incas y aclarar las falsas informaciones y malas interpretaciones
que, a lo largo de los siglos, han desfigurado la capacidad construc­
tiva de los antiguos peruanos.

"Medidas de longitud en el in ca rio ", ensaya una exposición


acerca de los sistemas de medición e instrumentos que usaron los
Incas para llevar a cabo sus obras. El estudio perfecciona una po­
nencia, que, con el mismo títu lo , fue presentada al III Congreso
Peruano del Hombre y la Cultura Andina, celebrado en Lima en
1977 y posteriormente publicada en la revista Cuadernos, Nos. 24-
25, 1977.

Finalmente, deseo testim oniar mi agradecimiento a las si­


guientes instituciones y personas que, con su apoyo y colabora­
ción, han hecho posible este libro:

A la Cámara Peruana de la Construcción, a su directorio,


y a su gerente general, ingeniero Alfonso Merino Reyna, por el
honroso encargo de preparar la presente investigación y por la f i­
nanciación de su publicación.

A la Comisión Fulbright y a su directora en el Perú, Dra.


Marcia K oth de Paredes, por la beca que me perm itió visitar las
más importantes entidades y universidades de Estados Unidos de
Norteamérica que investigan el Perú prehispánico. Asimismo, al
Council fo r International Exchange o f Scholars de Washington
D.C., y al In stitu to o f International Education y a los coordina­
dores de Fulbright en las distintas universidades que visité.

A la Universidad Particular "San M artín de Porres" por su


nom bram iento como Profesor Investigador, condición que me ha
perm itido dedicar largas horas a la investigación de la tecnología
del A ntiguo Perú, y por su autorización para publicar el estudio
relativo al Planeamiento urbano Inca.

A las siguientes entidades que me brindaron generosa aco­


gida durante mi visita a los Estados Unidos, así como a los profe­
sionales y funcionarios que gentilmente me atendieron:

21
— División Hispánica y Departamento de Cargografía de la Bi­
blioteca del Congreso.
— In stitu to Dum barton Oaks.
— Departamento de A ntropología del Smithsonian Institute.
— Departamento de A ntropología del Museo de Historia Natu­
ral de New Y ork.
— Departamentos de A ntropología y Bibliotecas de las Univer­
sidades de: Austin, Columbia, Cornell, Harvard, Los Angeles,
Stanford y Yale.

A l ingeniero Héctor Gallegos por su generosa colaboración


en la evaluación de los sistemas estructurales propuestos y por las
sabias y gentiles opiniones formuladas en el prólogo de este libro.

A l arqueólogo Elias Mujica Barreda por su eficaz participa­


ción en la coordinación y edición de esta publicación.

A los amigos y a los arqueólogos, arquitectos, historiado­


res, ingenieros agrónomos y civiles que me ayudaron y estimularon
con sus opiniones y consejos, así como a las personas que sacrifica­
da y eficientemente se ocuparon de la d ifíc il tarea de convertir in­
descifrables manuscritos en pulcras páginas mecanografiadas.

SAN TIAG O AG URTO CALVO


A rq uite cto

Lima, agosto de 1987

22
LA PLANIFICACION EN EL IMPERIO
DE LOS INCAS
L e Y E N D A
------- ------- -------- LIM ITE» ACTUALCS

■ m m u M iT t i o cl

T A H U A N T IN S U Y O

^ — RIOS
C3 IS L A S

ENTINf

L t a h u a n t in s u y o Y E l PERU
UBICACION G E OG R A F I C A
'^ ^ ^ O O ^ ^ O O O ^ J S O O Z O O O Km

•ANTIAOO AQUKTO CALVO


1.1. El Tahuantinsuyu

El Tahuantinsuyo, el Imperio Inca de las Cuatro Regiones,


llegó a su apogeo durante el gobierno de Huayna Cápac, alrededor
de 1532, prácticamente cuando los españoles arribaban a las costas
del Perú.

EXTENSION Y POBLACION En esa época el Tahuantinsuyo era un gigantesco estado


que abarcaba casi la totalidad de los territorios que hoy co nstitu­
yen Perú, Ecuador y Bolivia; llegaba por el norte hasta el Depar­
tam ento de Pasto, en Colombia, por el este cubría parte apreciable
de la Argentina, hasta Tucumán, y por el sur incluía las dos ter­
ceras partes del Chile actual, teniendo como lím ite austral las ribe­
ras del río Maulé.

El Im perio se extendía desde el grado 4. sobre el Ecuador,


hasta el 36 de la titud sur, encerrando dentro de sus lím ites 3 m i­
llones de kilóm etros cuadrados aproximadamente, es decir más
del doble de la extensión del Perú contemporáneo. La longitud
de ese inmenso te rrito rio llegaba a los 5,000 km. y su ancho, en
la parte de mayor profundidad, alcanzaba los 640 km, albergando
dentro de su perím etro una población estimada entre los 12 y 18
millones de habitantes.

Las cifras dadas, para cuantificar las dimensiones y la po­


blación del Tahuantinsuyo, son apreciaciones acerca de las cuales
existen grandes diferencias de opinión. Evidentemente, es d ifíc il
distinguir entre las fronteras políticas del Imperio y las áreas suje­
tas a su influencia cultural y, por tanto, resulta igualmente aventu­
rado tratar de precisar la cantidad de habitantes que existía en el*
mismo. Este problema se agrava por la carencia de informaciones
demográficas acerca de la población del Tahuantinsuyo y por la
terrible m ortalidad que, entre los indígenas, causaron la crueldad
de la conquista, los trabajos forzados y las pestes que im portaron
los europeos.

No obstante las diferencias de opiniones existentes entre


los estudiosos sobre los lím ites y la población del Tahuantinsuyo,
hay concenso respecto a la inmensidad del te rrito rio y a la gran
población que contenía.

Asimismo, todos los autores están de acuerdo en que el


Im perio Inca tenía una extraordinaria organización p olítica y que
los niveles de vida de sus habitantes eran muy satisfactorios para
los parámetros de la época.

25
Es indudable que los Incas llegaron a tener un eficaz mane­ O R G A N IZA C IO N
jo te rrito ria l de casi toda la extensión del Imperio. La presencia de Y DESAR RO LLO
obras de infraestructura, aún en los más apartados rincones del
mismo, así lo atestigua. Cuando se visita cualquiera de los países
que conform aron el Tahuantinsuyo se encuentran, a cada paso,
restos de estructuras que muestran claramente el sello in co nfu n ­
dible de la tecnología Inca y, también, huellas, a veces m uy hon­
das, de su influencia en el campo social. La difusión del quechua,
de los m itos y tradiciones incas, de las formas de organización del
trabajo comunal de las corrientes estilísticas imperiales, etc. en
regiones tan apartadas com o Tucumán, en la Argentina, son mues­
tras incontrastables de la incanización de casi todo el te rrito rio del
Tahuantinsuyo.

Los españoles se pasmaron de amiración ante el número y


organización de las poblaciones, ante la extensión y trazado de los
caminos, ante la cantidad, tamaño y capacidad de los tambos, ante
la variedad, riqueza y abundancia de los productos almacenados
en ellos, ante las obras de irrigación y las inmensas andenerías agrí­
colas. En suma, ante una organización estatal que perm itía el go­
bierno eficaz de un inmenso te rrito rio y garantizaba un alto nivel
de vida a una numerosa población.
Andenes en Pisaq. valle del Urubamba

26
Caravana de llamas transportando carga
por el camino de Saqsahuamán

El asombro de los conquistadores por el estado de cosas


existentes en el Tahuantinsuyo, estaba plenamente justificado,
pues la Europa de la época dejaba mucho que desear en cuanto a
organización estatal y niveles de vida populares. En la Europa de
Carlos V, a pesar de que culturalm ente estaba iluminada por los
resplandores del Renacimiento, no existían redes viales practica­
bles, las ciudades no tenían servicios de sanidad y el pueblo se de­
batía en la ignorancia y la miseria y, periódicamente, era diezmado
por el hambre y las pestes.

Los elogios prodigados, desde entonces, al sabio y eficaz


gobierno de los Incas son, indudablemente, más que merecidos,
pues la tarea de administrar tan extenso te rrito rio exigía de v irtu ­
des y capacidades realmente fuera de lo común.

Dicha tarea llega a considerarse prácticamente un milagro


cuando se constata que se realizó, en toda su desmesurada dim en­
sión, en poco menos de un siglo.

En efecto, el apogeo de los Incas se inicia recién alrededor


de 1438, cuando Pachacútec derrotó a la confederación Chanca y
sentó las bases de la organización imperial; de ahí data el Tahuan­
tinsuyo. Hasta entonces los Incas habían sido un pequeño cura-
cazgo. poco más im portante que sus vecinos de Anta, Muyna, Cal­
ca y Tucay, con quienes sostenían frecuentes confrontaciones.
Tan era así, que el propio Pachacútec, ya coronado inca, contrajo
enlace con Mama Anahuarque, hija del curaca de Choco. Es decir.

27
Lucrepata. salida al Collasuyu
estableció una alianza dinástica con el reyezuelo de un pequeño
pueblo situado a menos de 15 km. del Cusco. En cambio, pocos
años más tarde, su h ijo Túpac Yupanqui devino en un monarca tan
poderoso que sólo pudo contraer m atrim onio dentro de su propio
linaje y lo hizo con su hermana Mama Ocllo; desde entonces dicha
costumbre rigió para los gobernantes incas.

La arqueología comprueba fehacientemente que, antes de


la derrota de los Chancas, los Incas habían estado confinados al
valle del Cusco y alrededores, pues solamente en dicha región se
encuentran testimonios de la evolución de su cultura, mientras que
en toda la vastedad del Tahuantinsuyo las expresiones culturales
del Incanato corresponden íntegramente al estilo tardío denomina­
do Imperial.

Es un hecho probado, pues, que la formidable organización


política-social que tanto adm iró a los españoles se construyó en
poco menos de un siglo. Tal hecho tiene necesariamente que lla­
mar a sorpresa y obliga forzosamente a preguntarse- ¿Cómo se
produjo el milagro Inca? ¿De qué medios se valieron los Incas para
llevar a cabo tan portentosas obras en tan poco tiempo?

28
1.2. La Planificación Inca

El estudio de la historia de los Incas, y de las peculiarida­


des de su organización y desarrollo, demuestra que la planificación
de todas sus actividades fue la llave maestra del é xito meteórico
que nos asombra aún hoy, en el siglo de los portentos vertiginosos.

Una planificación integral, vertical, inexorable, de las que


practican hoy en día los estados que llamamos totalitarios, cubría
en form a sistemática los más importantes aspectos de la vida y de
los pobladores del Tahuantinsuyo. Planificación social, económica
y física, a la que nada le era indiferente en su propósito de asegu­
rar la grandeza del Imperio y el bienestar de sus habitantes.

La máxima preocupación de los Incas era lograr una eficaz


organización del trabajo con miras a obtener una abundante pro­
ducción; todo el sistema estaba supeditado a la consecusión de
dichos objetivos.

Don Luis Valcarcel sostiene que la eficacia del proceso pro­


ductivo era la razón de ser de la organización incaica y que, inclusi­
ve, la escala de valores de la sociedad Inca estaba regida por dicho
propósito. Se tenía, así, que los códigos morales, el derecho y las
costumbres estaban impregnados de esa intención. El clásico pre­
cepto Inca: Am a Llulla, Am a Sua, A m a Quella (no mientas, no
robes, no holgazanees) parece que apuntaba a im pedir daños a la
producción; evitando que se falsearan sus datos, se le mermara
mediante sustracciones o se disminuyera su m onto por falta de
esfuerzo.

En pro de una mayor producción y una m ejor p ro du ctivi­


dad, se tendía hacia la sim plificación de los procesos de toda ín­
dole y a su rígida sistematización. Nada escapaba a ello, ni siquie­
ra el arte en cualquiera de sus manifestaciones. El m undo Inca era
ordenado, simétrico, reiterativo, con leyes permanentes e inalte­
rables que aseguraban una rápida y eficiente producción.

LAS M EDIDAS SOCIO ECONOMICAS

En el Tahuantinsuyo todo llevaba el sello inconfundible de


lo Inca. Se tendía a la homogenización, a la creación de un orden
eficaz, en el que podía existir la diversidad pero enmarcada dentro
de parámetros que aseguraban la unidad. Pera lograr tal propósito
contaron los Incas con instrumentos, tales como, la planificación
social, la planificación económica y la planificación física.

29
Es probable que los Incas no hubieran logrado el é xito que
alcanzaron, sino hubieran establecido acciones de índole socio­
económica, como:

El uso forzoso del Runa S¡m¡ y la adoración obligatoria del


A p u ln t¡, com o sistema para lograr una unidad cultural.

La división de las tierras de cu ltivo en partes dedicadas al Sol,


al Inca y al Estado, y la dotación a cada jefe de fam ilia de
una cantidad de topos proporcional a las características fam i­
liares, como medios de asegurar una justa distribución de la
producción.

La inamovilidad de los habitantes del Im perio y el traslado


forzoso de grupos humanos, como recursos para lograr un
equ ilibrio entre producción y consumo en las distintas regio
nes del Tahuantinsuyo.

Estas y muchas otras medidas de carácter socio económico


fueron instrumentos importantes de la administración Inca, pero
es posible que ellas no hubieran alcanzado tan exitosos resultados
sino hubieran sido complementadas por una extraordinaria p la n ifi­
cación física.

30
1.3. La Planificación Física

La planificación física del Tahuantinsuyo p erm itió su real


ocupación territo ria l, asegurando las comunicaciones entre las más
apartadas regiones del Imperio, garantizando su seguridad y abas­
tecim iento y perm itiendo su cabal administración.

Tal cosa fue posible gracias a una sabia p o lítica de integra­


ción espacial, mediante:

El establecimiento de un sistema de asentamientos poblado


nales.
* La creación de una red vial.
* La implementación de una infraestructura de comunicacio­
nes, alojam iento y abastecimiento.

LA CO BER TURA Y La puesta en práctica de importantes aspectos de la plani­


A D M IN IS T R A C IO N ficación física posibilitó una verdadera cobertura territo ria l, me­
T E R R IT O R IA L diante la creación de una estructura física que p e rm itió la sabia
adm inistración de todas las regiones del Imperio.

De esta manera se pudieron implementar, conservar y p ro ­


mover las medidas y decisiones determinadas por la planificación
socio económica, con una rapidez extraordinaria inclusive para
nuestros tiempos.

Gracias a la referida estructura, nada acontecía en el Im ­


perio sin que los gobernantes incas se enteraran del asunto a los
pocos días y prontamente tomaran las medidas del caso. Así, las
acciones estatales que la situación de una provincia pudiera re­
querir eran rápidamente proporcionadas, evitándose que el pro­
blema existente hiciera crisis. Muchas situaciones graves fueron
conjugadas en el Tahuantinsuyo gracias a la celeridad con que la
adm inistración imperial podía actuar.

En poco tiem po el Inca era capaz de levantar un podero­


so ejército, abastecerlo debidamente y trasladarlo al lugar en que
fuera necesaria su presencia. Por ejemplo, cuando Túpac Yupanqui
se encontraba combatiendo a los Opatiris, Manaríes y Chunchos
en las riberas del P aititi, en pleno corazón del A n tisu yo , los Collas
y Lupacas del altiplano del Titicaca se sublevaron creyendo que la
ausencia del Inca les p erm itiría triu n fa r en su rebelión. Pues bien,

31
la noticia llegó rápidamente a Túpac Yupanqui y éste se trasladó
vertiginosamente de Madre de Dios al A ltiplano, levantó un ejér­
cito en el camino y cayó como un alud sobre los insurrectos, des­
baratándolos total y definitivam ente.

Todo el Tahuantinsuyo estaba cubierto y servido por un


sistema de poblaciones, centros administrativos, tambos, depósitos
y estafetas, que jalonaban la inmensa red de los caminos imperiales
y perm itían una vital integración del espacio andino y su conse­
cuente buena administración.

Con esa finalidad el Tahuantinsuyo estaba d ivid id o en


cuatro suyos o regiones que, a partir de Cusco, se orientaban hacia
el nor oeste, nor este, sur este, recibiendo los nombres de Chin-
chaysuyo, Antisuyo, Collasuyo y Contisuyo, respectivamente.

C U IM C U A Y
SUYO
A N T l-S U Y O
f U U R lN

rM A N A N

AYLLU Y SAYAS

C OLLA
SUYO

CURACAZG C1
YAYLLU S

1C O N T I-S U Y O

S U Y O Y UUNU Y
P R O V IN C IA S CURACAZJSCXS
O M U A M A N IS

ELTAUUANT1NSUY0
Y LOS CUATRO S U YO S P R O V IN C IA Y U U N U S
05°

L E Y E N 0 A

----« ---- h ---- LIMITES OCL IMPERIO

— -----------LIMITES 0€ LOS SUYOS

CAMINOS

CHAN C N AN C A B E Z A OC PROVINCIA

V E L IL L E O TRAS CIUOAOES

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AREOUIP

C 0 N T I5 U Y 0

*<r -

ORIENTACION DELOS CAMINOS A LOS SUYOS

EL T i f t H U A N T I N S U Y O
EL IM P E R IO Y LOS CAMINOS DEL INCA
O 200 400 ¡ 6 0 0 Km

SANTIAGO A6URT0 CALVO


Cada Suyo era gobernado por un A po Cuna o Suyuyoc
A p o y tema dentro de su jurisdicción a varias provincias o Huama-
n i, cuyos jefes eran llamados Cápac A po y gobernaban alrededor
de 50,000 familias. Cada Huamani se dividía en varios Hunu con
10,000 familias cada uno y comandados por un Hunu Camayoc.
A su vez, dentro de cada Hunu existían varias Huaranga, que po­
dían tener de 1,000 a 5,000 familias cada una y cuyos jefes reci­
bían los nombres de Huaranga Camayoc o Pisca Huaranga Cama­
yoc, según el caso.

Finalmente, en la base de la estructura p olítica del Imperio


se encontraban los A yllu s, cuya importancia estaba en función de
la cantidad de familias que las integraban. Los jefes de los A yllu s
eran los Camachic y su jerarquía, así como su nombre, estaban en
función del número de familias que comandaban, pudiendo ser
Chunca Camayoc, Pisca Chunca Camayoc, Pachac Camayoc y Pis­
ca Pachac Camayoc. según mandasen 10, 50, 100 ó 500 familias.

Sobre esa organización política, que conjugaba a todas las


partes del Im perio y las relacionaba dentro de una rígida clasifica­
ción jerárquica, se extendían las estructuras que la planificación
física había creado para manejar el espacio e implementar las de­
cisiones de la planificación socio económica, en pro del buen go­
bierno del Imperio.

La política de asentamientos poblacionales intentaba obte­ LOS ASENTAM IENTO S


ner los siguientes objetivos: PO BLACIONALES

* Lograr una apropiada distribución poblacional en función de


los recursos y necesidades regionales.

* Garantizar la paz y el orden en el Imperio, estableciendo ins­


talaciones de control, creando fronteras vivas y erradicando
grupos humanos de las zonas conflictivas.

* Homogenizar la sociedad imperial con miras a su progresiva


incanización, mediante la presencia de enclaves Inca a lo largo
y ancho de todo el te rrito rio .

* Crear las sedes de los organismos de gobierno y adm inistra­


ción necesarios.

Con dichos propósitos los Incas crearon muchas nuevas


ciudades y m odificaron algunas de las existentes, adecuándolas a
sus planes y necesidades. Un ejemplo de lo prim ero es Huánuco
Pampa, im portante centro adm inistrativo situado en la provincia
de 2 de Mayo del Departamento de Huánuco, que fue creado.

34
£7 Concejo Real conformado por el Inca
y sus apocunas; el Administrador de
Provincias, y el Corregidor de Provincias.
Según la pluma del cronista indio
Huam in Poma de A y ala
desde sus cimientos, com o respuesta a la necesidad de contar con
una sede de gobierno y de administración de recursos en una zona
tardíamente incorporada al Imperio.

Un exponente del segundo tip o de planeamiento urbano es


el caso de Cajamarca, antigua capital de los Cajamarca, que al ser
incorporada al Tahuantinsuyo fue convertida en capital de provin
cia. En este caso la ciudad conservó su nombre original, Hatun
Cajamarca. y fue sometida a un proceso de cirugía urbana para sa­
tisfacer las necesidades de su nueva función. Dicho proceso, por lo
general, consistía en: la creación de una gran plaza a la que con­
vergían los caminos que conducían a los distintos Suyos, la cons
trucción de un tem plo para el Sol, un convento para las aellas y
un palacio para el Inca, y la edificación de las facilidades necesarias
para alojar al cuerpo adm inistrativo y a la guarnición m ilita r y al­
macenar los frutos del trib u to de la región.

La im portancia de las poblaciones obedecía también a una


clasificación jerárquica, en cuya cúspide se encontraba el Cusco, el
O m bligo del Mundo, la Cabeza de los reynos y pueblos del Perú.
El Cusco era el axis mundi del Tahuantinsuyo. ciudad y templo,
altar y m odelo urbanístico, a cuya imagen y semejanza esencial se
trazaban las principales ciudades del Imperio.

Inm ediatamente después de la capital imperial, debían se


guir en categoría las ciudades provinciales en las que teman su sede
los gobernantes de los Suyos o Suyuyoc A poc y a continuación de
bían ubicarse jerárquicamente las capitales provinciales o Huama-
ni, tales como: H atun Cajamarca. Hatun Chachapoyas. Hatun
Jauja, ... Luego correspondía la procedencia a las poblaciones des
de las que se gobernaban los Hunu y eran seguidos por los asenta­
mientos que albergaban al gobierno de los Huaranga.

Por ejemplo, en el caso de la comarca de Lima, parece ser


que el gobierno estaba en Pachacamac, donde tema residencia el
gobernante Inca Taurichum bi; Iss sedes de los Hunu estaban en
Carabayllo, Mateo Salado y Armatambo y los Jefes de las Huaran­
ga gobernaban los poblados como el de Lima, cuyo Jefe era el
curaca Taurichusco.

Por debajo de las poblaciones cabeza oe Huaranga, se u b i­


caban asentamientos de importancia decreciente, que eran sede de
los Ayllus.

Naturalm ente, en todas esas poblaciones se contaba con las


facilidades adm inistrativas que demandaba el rol que jugaban en
la organización im perial y su ubicación geográfica. En especial,
como ya hemos indicado, se prestaba atención a la necesidad de
almacenar productos y alojar personas.

36
Según Huamán Poma de Ayala (| 1613| 1936), las pobla­
ciones en las que se ubicaban los Mesones Reales, es decir, las ca
sas donde se alojaban los Incas o sus representantes durante sus
visitas a las distintas circunscripciones territoriales, adquirían cier­
ta im portancia jerárquica.

Las poblaciones se ubicaban tratando de cubrir el espacio


andino para integrarlo debidamente y así poder administrarlo.
Con ese objetivo se distribuían en forma sistemática, ordenadas
por un ritm o permanente que cubría todo el te rrito rio imperial.
Se trataba de lograr una modelación espacial regida por una m o­
dulación inalterable que permitiera una fácil superposición de los
sistemas de asentamiento poblacional, comunicaciones, alojamien­
to y abastecimiento. Dicha organización espacial era vertebrada
por la red de caminos locales y regionales que cubría todo el ám­
b ito del Tahuantinsuyo.

El m ódulo que normaba la planificación física en referen­


cia era, aproximadamente, la distancia de 20 km. o sea el reco
rrido que una recua de llamas era capaz de hacer en una jornada de
viaje. Las llamas eran el único medio de transporte con que conta­
ban los Incas y se utilizaban masivamente, en recuas de hasta 500
animales que cargaban cerca de 40 kilos cada uno.

Dichas recua recorrían en un día de camino distancias que


variaban entre los 15 y los 25 kilómetros, según las características
topográficas del terreno. Durante la jornada de viaje, a m itad de
camino, las recuas hacían una pascana y al finalizar el día pernoc­
taban en establecimientos especialmente preparados para ello.

Tenemos asi que, todos los elementos de la infraestructura


de caminos, en cuanto a comunicaciones, alojam iento y abastecí
miento se refiere, estaban ubicadas a distancias aproximadas de
20 km. Los tambos de todas las categorías, tanto como los depósi
tos, se escalonaban a lo largo de los caminos en función de ese
m ódulo y las ciudades hacían lo propio. Debido a ello, en todo el
Tahuantinsuyo los pueblos se encontraban a distancias múltiples
cada 100 o 200 km; mejor dicho, las poblaciones que eran Cabezas
de Comarca se encontraban a 5 días de viaje y las que eran Capita­
les de Provincias a 10, dado que el m ódulo no era una determ i­
nada cantidad de kilóm etros sino la distancia que una recua de
llamas era capaz de recorrer en determinado tiempo. En promedio,
como ya se ha indicado, esa distancia era de alrededor de 20 km.
diarios.

Si estudiamos un mapa del Perú comprobaremos que la


modulación te rrito ria l Inca fue asombrosamente precisa y que gran
parte de las poblaciones actuales se encuentran ubicadas de acuer­
do a la norma en referencia. Por ejemplo, Pachacamac, el gran

37
centro religioso sede del oráculo del Ichma, se encuentra a 20 km.
de Arm atam bo y de Huaycán. a 100 km. de Asia, donde se a fin ­
caba el pueblo de Coayllo, y a 200 km. de Chincha. Igualmente,
podemos comprobar que a lo largo del camino que recorre longi­
tudinalmente la sierra, las ciudades que constituyeron establecí
mientos de importancia en el Incanato se encuentran a 200 km,
la una de la otra, tal es el caso de Jauja, Bombón, Huánuco Viejo,
etc.

La implantación de una red vial pretendía: EL SISTEMA V IA L

• Lograr la integración territo ria l mediante la comunicación de


todas las regiones y lugares de im portancia del imperio.

• P erm itir el rápido intercam bio de inform ación entre las dis
tintas marca, sayas y suyos, entre estas y los centros de go­
bierno y, especialmente, el Cusco.

• Posibilitar una eficiente producción, recolección y redistri­


bución de productos, ligando los lugares de explotación eco
nómica con las poblaciones y éstas con los centros de alma
cenajes y de administración.

• Facilitar la rápida movilización de los ejércitos y su abaste­

cim iento al paso, así como el desplazamiento de las c o m iti­


vas oficiales que, periódicamente, inspeccionaban todas las
regiones del Tahuantinsuyo.

Los caminos del Inca constituían una gigantesca red que


cubría el Imperio y que se estructuraba, fundamentalmente, en
una macro retícula que se extendía a lo largo de todo el te rrito rio .

Esta estructura primaria del sistema vial estaba conform a­


da por dos caminos longitudinales, uno por las alturas y o tro por
los llanos, que eran unidos transversalmente por caminos que in ter­
comunicaban la costa con la sierra y, en algunos casos, se interna
ban en la selva. Esta retícula, parte fundamental de la red cami­
nera, era lo que dentro del sistema vial se conocía propiamente
con el nombre de Inca Ñan o Caminos del Inca, llamándose al ca­
m ino que recorría la sierra Jahua Ñan y el de la costa Ura Ñan.

Estos caminos eran las rutas oficiales del Imperio, las vías
de prim er orden que usaban el Inca y los altos funcionarios en sus
visitas periódicas a los Suyos y que perm itían los rápidos despla­
zamientos de los ejércitos imperiales. En su largo recorrido estos
caminos ligaban entre sí a los Tambos Reales, como Lim atam bo;
a los Centros Adm inistrativos, como Huánuco Pampa; a los Cen­
tros Religiosos, com o Pachacamac; a las poblaciones Cabezas de

38
Comarca, como Suculachumbi, el actual Chancay; y a las ciudades
capitales de provincia o Huamani, como Hatun Sausa, Hatun Sora
y Hatun Colla.

La extensión de los caminos reales debió ser muy grande,


puesto que se afirma que durante el periodo de Huayna Cápac se
construyeron más de 16,000 km. En todo caso, parece ser que la
red de caminos primarios, o Cápac Ñan, tuvo entre 10,000 y
25,000 km. y el sistema vial, con los demás caminos, llegó alcan­
zar los 40,000 km. Caso fundamental de la estructura primaria
fueron los cuatro caminos que, partiendo de la Huacaypata cus-
queña, conducían a los cuatro Suyos que formaban el Tahuantin­
suyo. y cuyos puntos terminales eran Pasto, Colombia, por el
Chinchaysuyo; el Maulé, Chile, por el Collasuyo; Pilcopata, Madre
de Dios, por el A ntisuyo; y Camaná, en la costa del Pacífico, por
el Contisuyo.

Dicha macro retícula de caminos principales era com ple­


mentada por mallas viales cada vez más apretadas, conformadas
por caminos secundarios, terciarios y aún de menor importancia.

Se tenía, así, caminos imperiales o inter-regionales, regio­


nales, comarcanos, distritales y locales. Los caminos estaban je­
rarquizados, dividiéndose en dos grandes categoría: Inca Ñan o
caminos reales, dedicados a la atención de regiones y comarcas
de importancia y Runa Ñan o caminos para el pueblo, que aten­
dían las comunicaciones de los distritos y localidades.

Manuel Chaves Bailón (1970), sostiene que los caminos


se dividían, también, de acuerdo a la finalidad a la que estuviesen
dedicados, teniéndose así caminos de índole m ilitar, religiosa y
comercial. Caracterizándose los primeros por su seguridad, que los
obligaba a marchar por las alturas; los segundos por su sentido pe
regrinacional, que los impelía a ser rectilíneos sin consideración
por la topografía del terreno y los terceros por su interés econó­
mico, que los hacía discurrir por los sitios de producción y con­
sumo.

Es un hecho probado que los Inca Ñan se clasificaban de


acuerdo a su importancia, por ejemplo: al funcionario encargado
de la supervisión de todos los caminos imperiales se le llamaba
Cápac Ñan Tocrico; al gobernador de los caminos reales, Hatun
Ñan Camayoc; y al inspector dedicado a la conservación de un
camino cualquiera, Ñan Camayoc.

Parece, pues, que por lo menos había dos categorías entre


los caminos reales, el Hatun Ñan y el Cápac Ñan. Esta clasificación
puede corresponder a las vías de orden prim ario y secundario, a las
que hemos hecho referencia.

40
J r«~*. .w>f capac
SI supervisor de los caminos imperiales,
el capac ñan tocrico Los caminos secundarios complementaban la cobertura te­
rrito ria l primaria, surcando en form a longitudinal y transversal los
vastos espacios creados por las retículas de la red principal.

De esta manera, las ciudades de importancia resultaban li­


gadas entre sí y relacionadas a las poblaciones distritales y sitios
económicamente valiosos. Alrededor de cada una de dichas ciuda­
des se conformaba un sub sistema vial de elementos radiales unidos
por anillos concéntricos, que era complementado por el tejido de
los caminos distritales y locales. La modelación espacial resultante
perm itía que cualquier punto situado dentro de una de las unida­
des más pequeñas de la retícula vial, estuviese a 8 o 10 km. de la
población más alejada. En buena cuenta, la distancia máxima entre

41
los sitios de producción y los poblados vecinos, o entre dos de és­
tos, podía recorrerse en poco más de una hora. Naturalmente, la
importancia de este hecho en la eficacia del proceso productivo era
de enorme trascendencia.

El ejemplo más ilustrativo de la modelación espacial logra­


da por el sistema vial del Tahuantinsuyo es, obviamente, el caso
del Cusco. La Ciudad Imperial se asienta en una región que pode­
mos considerar el “ h in te rla n d" del Im perio Incaico y que está deli­
mitada por tres grandes ríos: el Apurím ac, el Urubamba Vilcanota
y el Paucartambo. El Saphy-Huatanay, a cuyas orillas se afinca el
Cusco, es un elemento menor de este gran sistema hidrográfico.

Los ríos citados y sus afluentes hacen del Cusco una región
privilegiada, en cuanto a la producción agrícola se refiere, y al mis­
mo tiem po convierten la zona en bastión prácticamente inexpug­
nable, al conjugarse con las cadenas montañosas que forman los
valles regionales. La ciudad del Cusco se asienta en el pequeño va- La red v,ald0 la rc^'on de/ Cusco

42
La red vial de I.1 suh región del Cusco
lie form ado por el río Saphy, poco antes de que su confluencia
con el Tullum ayo, el Chunchulmayo y el Huancaro de origen al
Huatanay. La ciudad se form ó a p artir del cruce de los caminos
que conducían a los Cuatro Suyos y alrededor de dicho punto,
situado en el centro de gravedad del gran espacio co nstitu id o por
las plazas Huacaypata y Cusipata, se desarrolló la Capac Llacta
imperial.

Los caminos a los Suyos se orientaron de acuerdo a los


medios rumbos y en su recorrido, como ya se ha indicado, estaba
jalonados por las instalaciones infraestructurales de las comunica­
ciones, el alojam iento y el abastecimiento estatal.

En los lím ites del "h in te rla n d ", los Tambos o casas reales
de Limatambo, Paucartambo, Urcostambo y Tambobamba asegu­
raban la invulnerabilidad del Cusco y señalaban el in icio de la ju ­
risdicción de los Suyos.

Los grandes sectores comarcanos comprendidos entre d i­


chos caminos fueron subdivididos por vías secundarias, que par­
tían también del Cusco, y que eran unidas entre sí y con los ca­
minos principales por anillos concéntricos cuyas circunferencias
pasaban por poblaciones ubicadas a lo largo de los referidos cami­
nos. A su vez, los espacios encerrados por la trama de los caminos

43
secundarios era subdividida, en igual forma, por el tejido de los
caminos de orden terciario. Como resultado de dicho sistema, to ­
davía hay alrededor del Cusco anillos concéntricos de poblaciones
que se escalonan a distancias de 5, 10, 20, 30 y 40 kilómetros,
dentro del gran lindero form ado por los Tambos Reales. El primer
anillo está form ado por Poroy, Ceremarca, Tambo Machay, San
Sebastián, Choco y Cachona; el segundo por Pucyura, Chinchero,
Chitapampa, San Jerónimo, Huanacaure y Corea; el tercero por
Anta, Huayllabamba, Lamay, Pisac, Condebamba, Vaurisque y
Huanoquite, sucediéndose con el mismo orden y paracida co nfo r­
mación los demás anillos.

Es fácil de imaginar que, con un sistema como el descrito,


toda la comarca cusqueña estaba bajo un absoluto co ntro l guber
nativo y que las condiciones de seguridad, explotación económica,
comunicaciones y abastecimiento del "h in te rla n d " eran inm ejora­
bles y, debido a ello, la situación de la Capital Imperial era incon­
trastable.

Todos los caminos del sistema contaban con una infraes­


tructura que los complementaba adecuadamente y perm itía su
permanente funcionam iento.

Existían los puentes, viaductos, terrazas, túneles y calzadas


que fueran necesarios, así com o las imprescindibles obras de arte,
tales como: muros de sostenimiento, badenes, canales, alcantarilla­
dos, etc. El cuidado y m antenim iento de los caminos estaba a car­
go de los A yllu s por cuyas tierras pasaban, pero existían, como ya
se ha citado, funcionarios estatales, de d istin to nivel encargados de
supervigilar dichas tareas y asegurar su cum plim iento. El ancho de
los caminos Inca era muy variable, ajustándose a las necesidades
que tenía que satisfacer y a las condiciones imperantes; por ello
los caminos comunales y los pasos difíciles llegaban a tener tan
sólo 2 metros de ancho, mientras que las grandes vías de los llanos
podían alcanzar hasta 14 metros. En general, los caminos principa­
les tenían entre 4 y 8 metros de anchura, pues varios cronistas, en­
tre ellos Francisco de Xerez (11534) 1947), nos indican que por
los caminos más amplios podían pasar hasta ocho caballeros a la
vez.

El uso de los caminos estaba destinado a los extrarodina-


rios caminantes que eran, y todavía son, los hombres andinos y
al lento y seguro paso de las recuas de llamas. Por eso no había
mayor preocupación por mantener la horizontalidad de las vías
y con frecuencia estas alcanzaban fuertes pendientes y tenían
tramos de empinadas gradas en algunos lugares.

Los caminos no estaban íntegramente pavimentados, co


mo erróneamente se sostiene. Tal hecho hubiese sido contrario al

44
Camino Inca entre el Cusco y Machu sentido económico que regía las actividades de los Inca y conside­
Picchu (foto GuillenI
rado un despilfarro. En la costa era casi imposible pavimentar los
caminos y en la sierra era totalm ente innecesario, dada la natura­
leza del terreno. Sólo se pavimentaba, con grandes y pulidas losas,
los tramos en que era imprescindible hacerlo, como los sitios por
donde podía discurrir un eventual curso de agua.

En la sierra los caminos se trazaban por las alturas, a media


ladera e inclusive por el fondo de los valles, paralelos a los ríos,
pero en estos casos las obras de canalización garantizaban que las
aguas no se salieran de madre y estropearan las obras viales.

Son ejemplos notables de estas canalizaciones y defensas


sibereñas, las realizadas en el Huatanay y en el Vilcanota, en las
ribereñas, las realizadas en el Huatanay y en el Vilcanota, en las
inmediaciones de Pisac, canalizaciones que también perm itieron in­
corporar nuevas tierras para el cultivo.

En la costa los caminos iban por las laderas de los cerros,


por los desiertos o atravesando los valles. En el prim er caso en
nada se diferenciaban de los caminos serranos; en el segundo caso,
cuando el terreno lo perm itía, el piso de los caminos era de tierra
apisonada y su anchura llegaba a dimensiones asombrosas, estando
lim itada por bajos muretes de barro. Cuando los caminos cruzaban

45
Camino en la costa, cruzando el valle del
Chillón

los desiertos costeños, en los que la arena y Ia9 paracas impedían


hacer obra alguna, la solución adoptada por los ingenieros Inca fue
verdaderamente práctica e ingeniosa. A todo lo largo del trazo del
camino, de trecho en trecho, hincaban en el suelo gruesas varas
que unían entre si mediante cuerdas que servían de guía al cami­
nante, aún en medio de la más oscura noche o la más cerrada de las
paracas.

Finalmente, cuando los caminos discurrían por los valles se


angostaban para inhabilitar la menor cantidad de tierras de cultivo
posible y estaban cercados por altos y recios tapiales que impedían
el ingreso a las chacras y proporcionaban agradable sombra a los
viajeros. En algunos casos, no muy frecuentes y al parecer obra de
culturas anteriores a la Inca, los caminos se elevaban a alturas de
4 y 5 metros sobre el nivel dé los cultivos y, encaramados sobre
poderosas estructuras de barro, recorrían muchos kilómetros, a la
manera de los caminos de ronda de una muralla. Estos caminos
epimurales, de los que hay todavía numerosos restos a lo largo de
la ribera del río C hillón por ejemplo, no se sabe si fueron hechos
para vigilar desde lo alto los campos de cu ltivo o para controlar al
paso de los viajeros en determinadas zonas mediante su pública
exposición.

46
LA INFRAESTRUCTURA DE SERVICIOS PUBLICOS

La implementación de la infraestructura de comunicacio­


nes, alojam iento y abastecimiento, pretendía:

Lograr la rápida intercom unicación de las regiones del Impe


rio y en especial de todas ellas con el Cusco, mediante el sis­
tema de chasquis.

P erm itir la seguridad, descanso y aprovisionamiento de los


viajeros en tránsito, así como un eficaz transporte de produc­
tos y mercaderías, mediante la existencia de una red de tam ­
bos.

Posibilitar la captación de recursos tributarios, al almacenaje


de los mismos y su redistribución, mediante la implantación
de una malla de depósitos estatales.

Los chasquis El sistema de chasquis estaba constituido por un cuerpo de


corredores cuyos miembros se estacionaban, cada cierto trecho,
a lo largo de los más importantes caminos del Imperio, o sea de
aquellos que integraban la red de los caminos del Inca o Inca Ñan.

Lo chasquis o correos del Inca, eran jóvenes especialmente


adiestrados para recorrer velozmente la distancia que mediaba en­
tre dos Chasqui Huasi y transm itir el mensaje que habían recibido
COREOMMAJOPI MfcMOR al corredor de la estación siguiente. Los mensajes eran generalmen­
te orales, aunque también podían estar constituidos por elementos
materiales que tuvieran algún significado, como Quipus, por ejem­
plo. En casos especiales podía tratarse del transporte de verdaderas
encomiendas, com o cuando se llevaba pescado fresco desde la eos
ta hasta el Cusco.

Según la mayor parte de los cronistas la distancia promedio


entre dos Chasqui Huasi, era de media legua o sea 2,800 m. posi­
blemente. Como en el caso de los tambos, la distancia debió estar
en función de la naturaleza del lugar, teniendo en consideración
factores com o las características del terreno, el clima y la altitud.
De hecho algunos autores señalan com o distancia prom edio 2,000
m, mientras que otros llegan a sostener que la distancia entre
postas era de legua y media. Lo más probable debió ser que la dis­
tancia variara entre los 2,000 m. y los 2,800 m. o sea que tuviere
un promedio bastante cercano a los 2,500 m, medida que está de
acuerdo con la escala de 5 y 10 que usaban los Incas.

La dotación de una estación de chasqui estaba constituida


" Hatunchasqui" o correo, según dibujo
por dos corredores, uno descansaba mientras el o tro vigilaba el
de Huamen Poma de A yala camino desde un poyo o prominencia del terreno. Tan pronto co­

47
mo éste avistaba la aproximación de un corredor, daba voces para Reconstrucción hipotética de una
chasquiwast o estación de chasquis
avisar a su compañero y avanzaba al encuentro del mensajero que
se aproximaba para recibir el mensaje, a la manera de una posta, y
luego emprender veloz carrera.

El servicio de los chasqui era initerrum pido, llevándose a


cabo 24 horas al día, sin tener en consideración las condiciones
climáticas imperantes. Debido a ello y a la velocidad que alcanza­
ban los corredores, la rápidez del servicio era im presionarte y su­
peraba ampliamente a todos los sistemas de comunicaciones de la
época, inclusive a los que existieron en Europa hasta antes del in ­
vento del telégrafo.

Según los cronistas un mensaje podía llevarse del Cusco a


Q uito, que distan alrededor de 2,400 km, en cinco días y de Lima
al Cusco en sólo un día y medio. Von Hagen (1973), quien realizó
valiosos estudios sobre los caminos incaicos y el sistema de chas­
qui, demostró experimentalmente, sobre un tramo de camino in­
caico entre Jauja y Bombón, que los jóvenes quechuas que lo
acompañaban eran capaces de recorrer la distancia de un kilóm etro
en aproximadamente 4 minutos. Dichos jóvenes, sin entrenamien­
to alguno, eran capaces de mantener, en distancias hasta de una
legua, una velocidad que les perm itía recorrer 100 m. en 24 se­
gundos.

48
Por tanto, es indudable que los Chasqui Inca podían reco­
rrer de 15 a 20 kilóm etros en una hora y, consecuentemente, la
increíble distancia de 360 a 480 km. al día. Tenían razón, pues,
los cronistas que aseguraban que el Inca en el Cusco, comía pes­
cado fresco que le era llevado descie Chala, a orillas del Pacífico.

Las Chasqui Huasi, escalonadas cada 2 1/2 km. formaban


la malla primaria sobre la que se sobreponía la retícula más amplia
que modulaba, cada 20 km, la ubicación de los tambos y las pobla­
ciones. Obviamente, con frecuencia coincidía la ubicación de las
Chasqui Huasi, los tambos y las poblaciones, siendo posible en es­
tos casos que las instalaciones se complementaran.

Asimismo, aunque tampoco hay referencias al respecto,


debieron existir en ciertos sitios, estratégicamente ubicados, esta­
ciones mayores de chasqui encargadas de garantizar la eficacia del
servicio, el relevo y la manutención de los corredores, etc. Parece
lógico que en este asunto se mantuviera el mismo principio de or­
ganización jerarquizada que existía para las poblaciones, los Tam ­
bos y los depósitos.

Es posible que, complementando el servicio de los chas­


quis, el sistema de comunicaciones estatales contara con un medio
de inform ación a base de señales desde lugares elevados u oteado­
res, pues quedan todavía algunos restos de dichas instalaciones.

Los tambos Los tambos, como ya se ha indicado, se encontraban ubica


dos cada 20 km. o sea a distancias equivalentes a un día de camino
al paso de una recua o tro pilla de llamas de carga.

Los tambos eran establecimientos destinados a alojar y


abastecer a los viajeros y a las recuas de llamas que transportaban
productos a los almacenes imperiales.

Las instalaciones fundamentales de los tambos consistían


en albergues para personas, almacenes para vituallas y alimentos y
corrales para animales. Los establecimientos más pequeños o tam-
billos estaban constituidos, apenas, por un local de alojamiento
colectivo y un corral, mientras que los tambos más importantes
podían contar con una o varias amplísimas kallancas para el aloja­
m iento colectivo, con algunas estancias de uso individual, con d i­
versos almacenes y con muchos corrales.

Los tambos estaban jerarquizados según su importancia y


la calidad del servicio que prestaban, alternándose a lo largo de los
caminos los tambos mayores con los de menor importancia según
la necesidad que hubiera de las facilidades que ofrecían. Guarnan

49
7ZS

Poma de Ayala (116131 1936), señala que en su tiem po existían


cinco categorías de tampus o tambos. Como el cronista escribió a
inicios del siglo X V II, es posible que dicha estructura reflejara ade
cuadamente la que existió en tiem po de los Incas.

Las cinco categorías eran las siguientes:

* Ciudad y Mesón Real

* V illa y Tambo Real


1 4 5 KM
* Pueblo y Tambo Real

* Tambo Real, y

* Tam billo.

El tam billo, como se sabe, sólo tenía facilidades para el


alojam iento colectivo. El Tambo Real, en sus distintas dim ensio­
nes, perm itía el alojam iento diferenciado y el abastecimiento. El
Mesón Real proporcionaba, además de los servicios citados, las ex­
traordinarias instalaciones que requería el alojam iento del Inca o
de sus representantes.

Los tambos y tam billos se alternaban a distancias de un día


de marcha, existiendo cada 40 ó 50 km. una Casa o Mesón Real. 77J5
Estos establecimientos se encontraban, promedialmente, a mitad
de camino entre dos ciudades de importancias o Cabezas de Co­
marca, siendo casi seguro que esa distancia fuera la recorrida por el 20
Inca en un día de viaje, pues los portadores de la litera real cam i­
<>
naban a una apreciable velocidad.
20
En los cuatro caminos que salían del Cusco hacia los d istin ­ li
tos Suyos existían Casas Reales, situadas a cerca de 50 km. de la 22.5
Ciudad Imperial. Estos eran: Lima Tambo, sobre el camino al
Chinchaysuyo; Paucartambo, sobre el camino al A ntisuyo; Urcos <I
Tambo, sobre el camino al Collasuyo; y Tambo Bamba, sobre el 20
camino al Contisuyo. Si analizamos uno cualquiera de estos cami­
nos, constataremos que los tambos se ubicaban a lo largo de su
recorrido de acuerdo a norma. Por ejemplo, en el camino hacia el
Colla-Suyo tenemos, a p artir del Cusco, poblaciones cada 10 km,
como San Jerónimo, Quispicanchis, Oropesa y Urcos Tambo y a C H A S Q U I HUASI • 2 J-3 .1 Z 5 I
continuación una serie de antiguos tambos como Quiquijana,
T A M B IL L O ® 1 0 -1 1 *
Cusipata, Combapata, Sicuani, etc. situados a distancias promedio
de 20 km. TA M B O • Z O -2S K M
T A M B O R EA L O 40-8o k h
Dado que los habitantes del Tahuantinsuyo no podían via­
jar sin contar con permiso oficial y que el comercio particular era C A R C O K A 6 C A (§) ¿ o - \ o o *j
de poca monta, la mayor parte de los viajeros debieron ser comi- C A P P R O V I N C IA # ifeo-aoo»

50
Reconstrucción hipotética de un tambo
inca, a partir de las descripciones del
siglo X V I y X V III
tivas de funcionarios y cuerpos de ejército, salvo la excepción que
pudieron representar los asistentes a los fía y m i o los vasallos que
concurrían a las ceremonias oficiales de coronación o celebración
de los gobernantes Incas.

El transporte de mercadería estaba constituido, fundamen­


talmente, por el traslado de los productos de la tributación a los
centros de almacenamiento y /o redistribución de dichos productos
a los depósitos de las zonas en que eran necesitados.

Debido a estas condiciones el funcionam iento de los tam ­


bos era relativamente sencillo y la contabilidad oficial de viajeros
y. de productos podía ser sumamente rigurosa y exacta.
Los depósitos Los almacenes y graneros estatales seguían la norma gene­
ral de distribución jerarquizada que existía para las poblaciones y
los tambos.

Según su destino, los depósitos estaban dedicados a guar­


dar los productos destinados a Sol o al Inca. Los primeros servían
para mantener al aparato religioso, a la casta sacerdotal, a las ne
cesidades del cu lto y al ingente consumo que demandaban los sa
crificios. Los segundos se dedicaban a satisfacer las necesidades de
la organización estatal, es decir a mantener al Inca, a la nobleza,
a los funcionarios, al ejército, a los artífices, en buena cuenta a
todos aquellos que por estar dedicados al servicio del estado, no
producían directamente los insumos necesarios. Además, eran
atendidos por dichos depósitos los ancianos, los enfermos y las
viudas y todos aquellos a quienes un caso imprevisto hubiese co­
locado en situación de emergencia, como los damnificados por
sequías, inundaciones o catástrofes de cualquier tipo. También
servían estos depósitos reales para equilibrar la oferta y la deman­
da de alimentos que pudiera existir en regiones de poca produc­
tividad.

Por su ubicación los depósitos podían ser: locales, d istrita ­


les y regionales; encontrándose al pie de las mismas cementeras,
y a lo largo de los caminos y en las cercanías de las poblaciones y
ciudades sedes de gobernación, respectivamente. Luis Valcárcel
(1925), sostiene que en cada pueblo había un granero y que en los
caminos se encontraban depósitos ubicados cada tres leguas o sea,
aproximadamente, cada 15 km. En todas las ciudades de im portan­
cia había innumerables graneros en sitios cercanos y bien ventila
dos, siendo notables los depósitos que existían en el Cusco, Tarma,
Jauja y Cajamarca. Eran de especial im portancia los depósitos de
los Centros A dm inistrativos encargados de la captación y redistri­
bución de productos. Entre estos son de destacar los correspon­
dientes a Huánuco Pampa, Pumpu o Bombom, Incahuasi, Tambo
Colorado, etc. Por la función que cum plían los depósitos podían
ser: coicas o depósitos de cosechas, generalmente soterradas o
subterráneos; pirhuas o graneros y coptras o almacenes reales para
toda clase de productos.

Los almacenes reales se clasificaban según el producto que


guardaban, existiendo así: Cumpi Coptra o almacén de tejidos;
Racchi Coptra o almacén de cerámica, etc.

Para p erm itir la conservación de ciertos productos, especial­


mente de víveres, los depósitos se ubicaban en sitios altos, ventila­
Sistema de depósitos; plano de los dos y drenados, eran relativamente pequeños y se ordenaban en
depósitos de Hatun Xauxa y dibujo de
Huamán Poma mostrando a un grupos de 20 a 30 unidades, estando cada depósito separado varios
Quipucamayoc dando cuenta del metros del más cercano, para evitar los riesgos de incendios y ca­
contenido de unas coicas o depósitos
reales tástrofes en general.

53
M AÍO

Portadores llevando productos


alimenticios a los depósitos reales, según
ilustración de Huaman Poma

El sistema de abastecimiento cubría todo el Imperio, de


manera que drenaba la tributación que era capaz de producir cual­
quier región y la distribuía en la red de almacenes. Posteriormente

casi no había necesidad de trasladar producto alguno, pues estos


estaban almacenados en el lugar preciso en que podían ser necesi­
tados.

Esta situación perm itía a los ejércitos imperiales viajar


prácticamente sin acompañamiento alguno, puesto que el apoyo
logístico se encontraba a lo largo de los caminos, pudiendo así de­
sarrollar una increíble velocidad en sus desplazamientos. Muchos
de los triunfos de los ejércitos Inca, especialmente en el aplasta­
m iento de las rebeliones que se producían frecuentemente en todo
el Imperio, se debió a esta especial circunstancia.

54
Ih EL PLANEAMIENTO URBANO INCA
Machu Picchu. vista aérea del Servicie
Aerofotogréfico Nacional 11964)
11.1. El Urbanismo Inca

Las poblaciones que existieron en el Tahuantinsuyo pue­


den ser clasificadas urbanísticamente en dos grandes grupos:

* Las que fueron resultado del Planeamiento Urbano O ficial


ejercido por el Estado Inca, y

* Las que fueron fru to del Urbanismo Inform al.

EL P LA N E A M IE N TO O F IC IA L La m ayor parte de las poblaciones del Im perio eran creadas


Y EL URBANISM O IN F O R M A L por el urbanismo espontáneo e inform al que practicaban sus pobla­
dores, ya fueran estos Incas o miembros de las otras naciones que
integraban el Tahuantinsuyo. Salvo el caso de algunas ciudades y
asentamientos de importancia, ubicados en las costas Norte y Cen­
tral y pertenecientes al Período Interm edio Tardío, en los que to ­
davía se acusaban las características del urbanismo Huari, la casi
totalidad de las poblaciones Tahuantinsuyanas prácticamente care­
cía de un trazado urbano form al y eran resultado de un desorde­
nado crecim iento espontáneo.

Tenemos así que, en el Incario, los establecimientos urba­


nos no Incas que se destacaban por la organización de su traza eran
los de origen Chimú, como Chan Chan, Pacatnamu, El Purgatorio
y Apurlec en la costa norte y los edificados por la cultura Rímac,
tales como Pachacamac, Cajamarquilla, Arm atam bo y Chaya Vilca
en la costa central.

Fuera de dichas regiones sólo es posible cita r algunas otras


poblaciones en cuyo planeamiento parece haberse aplicado ciertos
principios urbanísticos, tales como Tambo de Mora en Chincha,
Cuelap y Pajatén en la cuenca del Marañón, y Rupac y Chiprac en
Canta.

Con la excepción de estos casos y de los establecimientos


construidos por los Incas, las poblaciones en que habitaban los
súbditos imperiales no mostraban en sus características formales la
intervención o presencia de principios o normas de ordenamiento
urbanístico. Dichas poblaciones, como todos los asentamientos hu­
manos creados por generación espontánea, tenían una traza desor­
denada, sectores y barrios poco definidos, manzanas y lotes irre­
gulares y vías tortuosas y de ancho variable. En su co nte xto urba­
no, en el que frecuentemente existían soluciones de continuidad
urbanística, las plazas y monumentos constituían elementos de
ordenamiento espacial y de atracción visual. En todos esos pueblos

57
Lurin

Huaycán de CieneguMa
existía, por lo menos, una plaza que era centro de las actividades
religioso-administrativas de la población y en la que se ubicaban
los templos, palacios y edificios más importantes. Usualmente, en
las cercanías del poblado y en lo alto de un prom ontorio, existía
una Pucará o fortaleza, acrópolis Tahuantinsuyanas encargada
de prestar refugio y protección a los habitantes de la vecindad.
Así debieron ser las capitales de las naciones sojuzgadas e incor­
poradas al Imperio, las importantes Hatun Hacías de las nuevas
provincias imperiales. Las noticias que los cronistas nos hacen
llegar respecto a Tumbes, Cajamarca, Jauja y tantas otras "ciu d a ­
des" del Incario, se acercan bastante a la imagen urbanística des­
crita.

Las poblaciones sedes de los curacazgos de menor im p o r­


tancia constituían una aproximación, en cuanto a grado de orga­
nización, tamaño y ornato se refiere, a la estructura urbana citada
y, generalmente, carecían de la protección de la fortaleza. Man­
chan y Chimo Cápac, en la costa norte; Lurín Chincha y Pueblo
Viejo, en la costa sur; y Pisquillo, Guatea y Huaycán, en la costa
central, fueron exponentes de este tip o de localidades.

La sede del curacazgo de Lima, trib u ta rio del Hatun Cura­


ca de Ichma, puede tomarse com o arquetipo de la estructura u r­
bana de estos poblados. El pueblo de Lima estaba constituido,
según Bernabe Cobo (| 16531 1964), otros cronistas y las eviden­
cias arqueológicas subsistentes, por una plaza trapezoidal de apre-
ciables proporciones, ubicada en el encuentro del Camino de los
Llanos con vías que conducían a la Sierra, a Piti-Piti, ju n to al mar,
y a los otros curacazgos del valle. La plaza estaba delimitada por el
palacio del curaca, el tem plo principal y otras huacas menores y al­
rededor de ella, y en las márgenes del inicio de los caminos, se
agrupaban, desordenadamente, las viviendas de los pobladores. La
población bordeaba los 5,000 habitantes, pues parece que Tauli-
chusco, el ú ltim o jefe nativo de Lima, era simplemente un Huaran-
ga Camayoc o sea el curaca de un grupo de 1,000 familias.

La inmensa mayoría de la población imperial formaba


parte de los A yllu s y habitaba a lo largo y ancho de su te rrito rio
o Camachina Suyu, ju n to a los campos de cultivo, en los ropos
que el estado había confiado a su cuidado. Así, las modestas
viviendas campesinas, las Chucyas de barro, ¡cchu y carrizo, se
esparcían en la campiña teniendo como núcleo de actividades y
servicios comunales un pequeño centro, conform ado por una
plaza, un tem plo y varios locales de uso y /o servicio público.
Prácticamente todas las comunidades campesinas existentes en
la actualidad mantienen ese patrón de diseño urbano, especial­
mente las serranas. El asentamiento de las comunidades de la
sierra alta de Ayacucho, como las de la zona de Iquicha, pueden
tomarse com o modelo de esta tipología urbana.

59
Asentamientos poblacionales del
urbanismo informal: sede de un pequeño
curacaigo. población dispersa de un
ayllu: y pequeña población rural


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En resumen, las poblaciones no planificadas por el Esta­
do Inca eran resultado de un crecim iento espontáneo e inform al
y acusaban las características propias de las formas de vida y del
desarrollo tecnológico alcanzado por las diversas naciones y etnías
que integraban el Tahuantinsuyo. Naturalmente, el medio físico
en que se ubicaban las poblaciones también in flu ía grandemente
en su planeamiento y m orfología.

Esa variedad en el planeamiento urbano de las poblacio­


nes imperiales se acusaba en el propio Cusco, donde según Garci­
laso Inca de la Vega y otros cronistas, los curacas y representantes
de los citados grupos sociales construían sus complejos residencia­
les en los barrios de la Ciudad Imperial de acuerdo a sus usos, cos­
tumbres y tecnología originarios. Debido a ello, en el Cusco, den­
tro del macro planeamiento urbano Inca, se daban todas las in ­
formalidades urbanísticas y arquitectónicas propias de los pueblos
que habitaban en lossi/yos imperiales.

CONCEPCION Y CAR AC TER ISTIC AS DEL


P LA N E A M IE N T O URBANO O F IC IA L

Como ya lo hemos indicado anteriormente, el Urbanismo


O ficial estaba concebido como parte de la planificación física Inca
y, por tanto, como un agente encargado de c o n trib u ir a conseguir
los objetivos que correspondían a ésta, dentro de los planes fijados
por la planificación integral.

En tal sentido el planeamiento urbano, o sea la fundación


de nuevas poblaciones y /o la m odificación y desarrollo de las exis­
tentes, tenía com o objetivo prim ordial coadyuvar a la ocupación
te rrito ria l y, consecuentemente, colaborar a la m ejor adm inistra­
ción y buen gobierno del Tahuantinsuyo. Por eso, el asentamiento
y desarrollo de las ciudades y poblaciones estaba indisolublemente
ligado a la im plantación del sistema vial y ellas, prácticamente,
eran parte de la infraestructura de la red caminera, conjuntamente
con los chasqui huasi. los tambos y las coicas, pirhuas y coptras.

Por ello, también, los establecimientos humanos que se


planificaban, cualquiera que fuera su clase, eran aquellos que se
asentaban a lo largo de los caminos del Inca, ya sea ju n to a las dos
grandes vías longitudinales o en los bordes de aquellas que trans­
versalmente las ligaban o unían con sitios de especial interés. Fuera
del ám bito de acción del sistema vial, el planeamiento urbano o fi­
cial prácticamente desaparecía y el urbanismo inform al campeaba
por sus fueros.

61
CUSCO ©
5 \
Dichas localidades planificadas cum plían, dentro de los ob­ ^ « S A N S E B A S T IA N
jetivos de la planificación física, el rol de co n trib u ir a modelar el 7 & S A N 3 E R O N IM O
espacio y a satisfacer una determinada función administrativa.
í SAY L IA
Con esa doble finalidad, el planeamiento urbano Inca estableció 7 \
una vasta tipología urbana, cuyos exponentes se ubicaban, como OROPESA o
se ha expresado anteriormente, a determinadas distancias unos de 5 1
6 ¿ MOUIKJA
otros y de acuerdo a una modulación constante.
p A N D A U U A Y L IU -A S
7 /
Dentro de cada una de dichas clases o tipos de estableci­ s / M U A PO
mientos humanos, creados para dar respuesta a las más im portan­ UPCOS Q
tes y típicas necesidades de la planificación Inca, se establecieron
patrones de diseño que perm itieron crear verdaderos modelos o
arquetipos urbanísticos.

El espíritu que probablemente animó a los diseñadores en


la concepción de esos modelos fue lograr simplicidad en el diseño,
rapidez en la materialización de los mismos y facilidad en su re­
producción.

Es conveniente aclarar que dichos arquetipos si bien exis­


tían físicamente, no se tomaban como modelos materiales, sino
más bien como ejemplos conceptuales.

Es evidente que esa era la form a lógica de enfrentar el


asunto, pues pretender copiar los modelos urbanísticos de una
manera rígida hubiera sido materialmente imposible, dado que es­
tos eran fundamentalmente serranos y las regiones del Imperio
varias y todas ellas de una compleja geografía. El no entenderlo
así, ha llevado a confusión a muchos estudiosos del urbanismo
Inca, que pretenden encontrar un parecido físico donde deben
buscar un parentesco conceptual y organizativo.

Entre el Cusco, la ciudad matriz de todas las de su clase,


asentada en las montuosas laderas de un valle y Huánuco Pampa,
afincada en una planicie uniform e, existen diferencias formales
muy notorias, pero la concepción y organización de su diseño
urbano son similares.

También es un error frecuente tom ar al Cusco como ú n i­


co modelo urbanístico y, por tanto, como patrón de diseño de
todos los establecimientos Incas, sin considerar que estos eran
de distintas clases y que para cada uno de ellos existía un arque­
tip o o cabeza de serie. El Cusco sirvió de modelo a poblaciones
de importancia como Vilcashuamán, Pumpu o Huánuco Viejo,
pero tratándose de Centros Adm inistrativos debemos comparar
a Uquira con Tambo Colorado y en cuanto a establecimientos de
Mitmas o Mitayos, a Balconcillo de A villay con Chucuito o el
pueblo de Ollantaytambo.

62
Balconcillo de Auillay en el valle de Lurin

FACTORES E IN FLU E N C IA S EN EL DISEÑO URBANO

El diseño de las poblaciones características del Planea


m iento Urbano O ficial fue fuertemente influenciado por una se­
rie de factores originados en las creencias, idiosincracia y costum­
bres del pueblo Inca. La forma, ubicación, orientación, organi­
zación, tip o de composición, dimensionamiento y relación con el
medio ambiente de las poblaciones, resultaban, asi, consecuencias
de la presencia más o menos vigorosa de esos factores. Entre ellos,
los que influían más fuerte y frecuentemente en el diseño urbano,
eran los siguientes:

63
A .— Las Creencias Mágico-Religiosas

El pueblo Inca, además de creer en Huiracocha, el Sol y


diversos elementos y fuerzas de la naturaleza, rendía cu lto a los
espíritus. Estas creencias se manifestaban urbanísticamente de
diversas maneras. Por ejemplo, la devoción a un tótem podía de­
term inar que la población edificada en su honor o puesta bajo su
protección, asumiera la forma de su imagen. Tal es el caso del
Cusco, ciudad a la que Pachacútec edificó siguiendo la form a de
su deidad tutelar, el puma, o de Vilcashuamán y Pisaca, cuyos
trazados evocan las figuras del halcón y la perdiz, respectiva­
mente.

El cu lto a la Tierra, la Pachamama, la dispensadora de la


alimentación y el bienestar popular, provocaba un profundo am or
por ella que obligaba a respetarla, evitando su alteración o des­
trucción por mano del hombre. Así, el urbanismo se integraba a las
formas naturales en un tip o de composición que W right calificara
de "com unión con la naturaleza", y de la que Machu Picchu es el
ejemplo más notable (M um ford 1959).

El animismo determinaba que los pobladores def Tahuan­


tinsuyo creyeran que todo ser, cosa o elemento existente en la na­
turaleza era poseedor de un espíritu y que, por tanto, el ser hum a­
no estaba constantemente vigilado por ellos y expuesto a su ju icio .
En tal situación, el A u q u i o A p u que pudiera disgustarse o se ntir­
se ofendido por una acción de los humanos podía hacer recaer
sobre ellos un terrible castigo. De ahí que la posición de los a n ti­
guos peruanos ante las cosas y seres de la naturaleza, se e x te rio ­
rizaba en una actitud de no introm isión en el orden natural exis­
tente.

Esta disposición de ánimo tuvo profundas consecuencias


en el planeamiento físico y, obviamente, en el urbano. Los inge­
nieros, arquitectos y planificadores Incas ante un obstáculo na­
tural que tuviera cierta notoriedad en su calidad o condición, pre­
ferían rodearlo o incorporarlo al diseño antes que elim inarlo, por
tem or a las represalias de los espíritus que pudieran resultar in vo ­
lucrados en la operación.

En Machu Picchu hay numerosos ejemplos de esa actitud.


Así vemos que frecuentemente grutas, grandes piedras o form a cio ­
nes rocosas de forma original o extraña, han sido incorporadas al
trazado urbano o a la arquitectura, no obstante que técnicamente
hubiese sido más aconsejable su eliminación.

La necesidad de que la imagen áurea del Padre Sol, que se


ubicaba en el m uro testero de los templos que le eran dedicados,
fuera bañada por los primeros rayos solares en los solsticios, o b li­
gaba a que el eje mayor de dichos templos tuviera una cierta orien­
tación NE-SO y a que, consecuentemente, la traza urbana siguiera

64
Machu Picchu. ciempio de la “comunión esa alineación. El caso más claro al respecto lo constituye el diseño
con la naturaleza" del urbanismo Inca d g | g n e |q u g |g s c g l|e s t r a

ción que les impone el C ori Cancha. En todas las ciudades del Im ­
perio se mantenía dicha orientación en los templos solares, inclu­
sive en aquellas que no eran de origen Inca. Por ejemplo: en Caja-
marca, población que era capital de la nación de los Caxamalcas,
el llamado Cuarto del Rescate, que formaba parte del tem plo so­
lar, tiene la orientación citada en franca oposición a la predom i­
nante en el resto de la población pre-lnca. Tal hecho se debe a la
práctica de imponer a las ciudades conquistadas los patrones de
diseño Inca, sometiéndolas a un proceso de cirugía urbana para
adecuarlas a las necesidades imperiales.

La obligación de proteger, mediante cercos o espacios no


construidos, la sacralidad de algunos lugares in flu ía también en el
planeamiento urbano. El núcleo central del Cusco, sede del Cori
cancha y lugar de Habitación de los Incas de sangre, estaba aislado
de los barrios de la ciudad por un espacio, no construido, que lo
contorneaba.

Asimismo, la existencia de huacas o sitios donde los dioses


hubieran manifestado su presencia daba origen a la creación de
vías procesionales o Ceques, que eran de vital trascendencia en el
trazado y vida de la ciudad. En el Cusco, el sistema de Ceques,
constituido por 42 alineamientos y 333 huacas, prácticamente de
termina la organización de sectores urbanos y barrios y fija la posi­
ción de los caminos que, radialmente, parten del centro.

65
B. Ei Pragmatismo y el Sentido Económico

Los incas eran un pueblo de agricultores en un país de es­


casas tierras y d ifíc il geografía, donde la economía estatal se basa
ba en la explotación del agro. Parte im portante de las tierras de
cu ltivo fue laboriosamente creada mediante la construcción de
sistemas de andenes y el traslado de tierra vegetal desde lejanos
lugares, así como por la irrigación de sitios eriazos, gracias a vastas
obras hidráulicas. Su condición de agricultores llevó a los Incas a
tratar a la tierra, la sagrada Pachamama, con avaro cariño, im po
niéndose al deber de utilizarla fundamentalmente para el cultivo.

Ello determ inó que el Urbanismo Inca fuera un planea­


m iento de ingenieros más que de arquitectos, en el que las conce
siones a la monumentalidad y a la estética estaban prácticamente
ausentes y en el que la ubicación de los establecimientos humanos,
su diseño urbano y dimensionalmente, estaban condicionados al
menor dispendio en el uso de la tierra y al m áxim o aprovechamien­
to agrícola de ella.

Tenemos así, que las poblaciones se asentaban en la parte


más agreste del lugar elegido o en las laderas de los cerros que en­
marcaban las áreas de labranza y que, la estructura urbana se su­
bordinaba a las características de la topografía, incorporaba tierras
de cu ltivo dentro del contexto urbano y economizaba el uso del
terreno al máximo, dándole a las calles al ancho m ínim o necesario.

Obviamente el Cusco, la "ciudad m a triz", es el modelo pa­


radigmático de la aplicación de todos estos principios, aunque
también podemos encontrarlos debidamente implementados en
Machu Picchu y en los pequeños asentamientos tributarios que lo
rodean, tales como Huiñay Huayna, Puyupatamarca, Choque Suy-
suy, etc.

En el Cusco cabe destacar, como ejemplo de esa austeridad


espacial, el caso del I n t i K ijllu , la vía procesional de m ayor jerar­
quía de la urbe, pues por ella el Inca y sus mandatarios se dirigían
del Aucay Pata al I n t i Cancha, después de haber recibido al Padre
Sol al iniciarse el solsticio de invierno. A pesar de su importancia,
esa vía tiene un ancho promedio de apenas 3.60, variando su am­
p litu d entre los 3 mi. y los 4.2 mi. escasos.

Un buen exponente de la habilidad y sentido práctico con


que los urbanistas incas hacían uso de las condiciones del terreno,
lo constituye el conjunto de O llantaytam bo. Dicha Casa Solar está
situada sobre ambas márgenes del Patacancha. En el lado izquierdo
se ubica una pequeña población, cubriendo una planicie lim itada
por el río y cerros casi verticales, y en la ribera derecha, sobre em­
pinadas laderas que rematan en un caballete, se afincan las cons­
trucciones religiosas y sus locales de servicio.

66
tntik jjllu o Callejón del So/
El trazado de la población es ortogonal, con calles y can­
chas delineadas a escuadra, haciendo uso apropiado de la pequeña
y chata planicie.

En el diseño urbano del monum ento religioso las estructu­


ras se adosan a la impresionante topografía, creando una escalina­
ta de andenes que remata en una estrecha meseta, donde un tem ­
plo luce sus pétreos e inconclusos muros "tiw anacoides". El con­
ju n to es de una impresionante belleza y una señera muestra de las
virtudes y características del urbanismo imperial.

El contraste del diseño urbano de las dos partes del con­


junto, cartesiano el de la población y orgánico el del monum ento
religioso, hace resaltar lo invariable de la actitud Inca ante la na­
turaleza, así como su probado sentido económico y desarrollado
pragmatismo. La aparente contradicción entre el diseño de dichos
sectores es, por lo contrario, afirmación del permanente propósi-

67
to de dar a cada problema el tratam iento más conveniente para Ollantaytambo. valle del Urubamba.
obtener el m áxim o beneficio con el menor esfuerzo. A riba: plano del sitio según Gasparini y
Mogolles, al frente: vistas fotográficas

El sentido económico y espíritu pragmático inducían a los


incas a no malgastar esfuerzos y hacer sólo aquello que era impres­
cindible para lograr determinado objetivo. Esa actitud llevó a los
urbanistas, arquitectos e ingenieros Tahuantinsuyanos a hacer uso
de la infraestructura física de los pueblos vencidos, adecuándola a
sus fines, y a adoptar la tecnología local incanizándola.

De esa manera las poblaciones y construcciones Incas que


se edificaron en la costa, a p artir del reinado de Túpac Vupanqui,
muestran una marcada influencia Yunga, tanto en su concepción
espacial cuanto en su decoración y métodos constructivos. Dichas
obras constituyen la expresión de los primeros pasos de una fusión
cultural, que no llegó a lograrse plenamente por la interrupción
que significó la conquista española.

La riqueza y complejidad de la concepción arquitectónica-


urbanística costeña, la variedad y sensualidad de su tratam iento es-

68
pacial y la suntuosidad y el colorido de su decoración, impactaron
fuertemente en el austero arte Inca enriqueciendo sus realizado
nes.

En tal sentido, es evidente que Puruchucu en el valle del


Rímac está, conceptualmente, muy lejos del Palacio de Sayri Tú-
pac en Yucay, e Inca Huasi del valle de Cañete de la fortaleza de
Inca Llacta, en Bolivia. Ello no obstante que se trata de obras que
cumplen, por parejas, la misma función; residencial en el caso de
las dos primeras y m ilita r en el de las últimas.

Es igualmente evidente que algunas formas constructivas se


incorporaron a la arquitectura Inca recién a p a rtir de la conquista
de las etnías y reinos Yungas; tal es el caso de las plataformas cere
moniales llamadas Ushnus, cuya forma de pirámide truncada dice
m uy claro de su origen. El parentesco formal entre el Ushnu de
Vilcashuamán, el más im portante de los pocos que construyeron
los incas, y las pirámides costeñas no deja lugar a dudas.

El "ushnu" de Vilcashuamán, según


grabado de Wiener 118801

70
C. Los Principios de Orden y de A utoridad

La estratificación social del mundo Inca establecía una r í ­


gida jerarquización que se expresaba a través de un orden que n o r­
maba toda manifestación de vida en el Imperio. Dentro de ese
m undo planificado cada ente, cosa u objeto tenía asignado una
función, señalada una manera y oportunidad para llevarla a cabo y
fijado un lugar apropiado para ello.

La ubicación y/o distribución de lugares y espacios estaba


decidida por la aplicación de los principios de Bi, T ri y Cuatripar-
tición, Simetría, Oposición, Repetición y Subordinación. Tal a cti­
tud tuvo una gran importancia en el diseño urbano y, en general,
en todo tip o de expresión artística.

Si analizamos el patrón de diseño urbano del Cusco, cons


tataremos que en la traza de la ciudad se pueden apreciar- dos par
tes. Hartan Saya y H urin Saya; cuatro sectores, correspondientes al
Chinchaysuyo, Antisuyo, Collasuyo y Contisuyo; doce barrios,
resultantes de la partición en tres de cada Sector, y la subdivisión
de cada Barrio en tres sub Barrios. Collana. Payan y Cayao.

También podemos comprobar que Hanan primaba sobre


H urin y que Chinchaysuyo se contraponía a Collasuyo, en tanto
que Contisuyo lo hacía respecto al A ntisuyo.

Asimismo, es de destacar la posición central del núcleo bá­


sico, sede del Inca y de las panacas Imperiales, en relación a los
Barrios, lugares residenciales de los Incas de privilegio, de dignata­
rios y de representantes de las naciones integrantes del Tahuantin­
suyo.

Dentro de cada Barrio se mantenía, igualmente, un rígido


ordenamiento jerárquico pues, según los cronistas, sus pobladores
se ubicaban de acuerdo al lugar de procedencia y a la fecha de su
incorporación al Estado Inca. 0 sea que, en un Barrio ubicado en
un sector relacionado con el Chinchaysuyo, sólo podía habitar
gente procedente de dicha región y su localización era más o me­
nos cercana al núcleo básico según su grado de antigüedad como
miembros del Imperio,

D. La Posición Integralista

La actitud integral que caracterizaba todos los actos de los


Incas y que se expresaba plenamente en su p olítica estatal, organi­
zación social y planificación, impregnaba muy hondamente a la
Composición Urbanística O ficial.

71
Ella era ¡ntegralista y, como tal. consideraba tema de estu­
dio a todo el ám bito circundante a la población planeada. Para
lograr tan ambicioso objetivo la Composición Urbanística se valía,
especialmente de tres grandes medios:

El uso del paisaje o de sus componentes como factores y ele­


mentos de diseño.

La compenetración de las obras de urbanismo y arquitectura


con la geografía del lugar; y

La modelación escultórica de las estructuras de ingeniería y


de los elementos arquitectónicos usados

Debido a ello, Machu Picchu y Pisac, entre otros casos, pa


recen ser parte del paisaje que los rodea, con cuya especifidad fo r
mal se integran sin mengua de su función urbanística.

Desde cualquiera de esos monumentos se puede apreciar,


hasta donde alcance la vista, que todo el ám bito en que están in
mersos ha sido considerado como sujeto de la composición urba
nística.

Los elementos geográficos más notorios han sido tomados


como factores determinantes de la ubicación, orientación y forma
de la traza urbana; aceptados como focos de interés en el diseño
e incorporados al contexto urbano mismo, mediante juegos volu­
métricos en que se repiten sus formas o se establecen sutiles reía
ciones con las mismas. Inclusive, la geografía ha sido retocada en
sus contornos y perfiles, mediante el escalonamiento de los ande­
nes y la talla de sus acantilados.

En Machu Picchu, quizás el más notable ejemplo Inca de


integración urbanística con la naturaleza, se pueden señalar los si­
guientes aspectos al respecto

Las cumbres de todos los cerros inmediatos, Machu Picchu,


M uyo Orco, Huayna Picchu y Uña Huayna Picchu, forman
parte de un juego espacial de curvas ascendeijtes, que tienen
su origen en la cima del m ontículo sobre el que se ubica el
Ushnu, adoratorio en el que remata la vía procesional del
conjunto religioso.

En el altar que se encuentra entre la llamada "Plaza Sagrada"


y el camino que conduce al Huayna Picchu, la piedra que
Machu Picchu: fotografías mostrando el
conforma el ara ha sido trabajada de manera que su contorno uso del paisaje como elemento del
repite la silueta de un imponente picacho que se destaca en la diseño, la compenetración urbanística
con la naturaleza y la modelación
lejanía. Así, gracias a ese a rtificio , el A pu que se deseaba reve­ escultórica de los elementos
renciar ha sido usado como un h ito en el diseño, determina arquitectónicos

72
Modelación escultórica de los andenes dv
. . . . .• • i ■ _ »-_i i Pisac. en el valle del Urubamba.
dor de vistas y perspectivas, e inclusive convertido en un ele A, ,rent¿ lotodeMeans 1938 252
mentó físico de la composición espacial del conjunto. Cosa
parecida sucede respecto al Huayna Picchu, cuya forma se
reproduce en un peñón, bellamente labrado, que se encuentra
en el lado sur este de la "Planicie Sagrada” .

* Los andenes que cubren todos los cerros de Machu Picchu,


desde la cumbre hasta las orillas del Vilcamayo, son, como d i­
rían los cronistas, cosa de pasmo. Son cientos de escalones,
empinados unos y descansados los otros, que se extienden
por miles de metros, pegándose sensualmente a las faldas y re
pliegues de la abrupta topografía.

Hay andenes dedicados al cultivo, probablemente de plan


tas usadas ceremonialmente; otros destinados a servir de asiento
a depósitos y, también, a caminos y senderos; varios construidos
para complementar a la naturaleza, estabilizando sus flaquezas y
reforzando sus debilidades, y algunos diseñados, simplemente, para
hacer más bella a la Pachamama, demostrándole así devoción y
afecto.

Estos últim os son caso único en la ingeniería Inca, pues en


su concepción y construcción se han hecho amplias concesiones a
la estética. A l respecto, creo que razones mágico-religiosas deben
ser las causantes de tan insólito caso dentro de la ortodoxia del
planeamiento Inca. No cabe otra explicación para los deleitosos
juegos de curvas y contracurvas, de quietas rectas y restallantes
zigzags que se producen en esos andenes, sin que la topografía y/o
la función sean responsables de su presencia.

74
La vertiente nor occidental de Machu Picchu constituye un
buen ejemplo de este sui generis diseño ingenieril, en el que la u ti -
lidad confraterniza con el arte asumiendo formas escultóricas.

En Pisac, el "e scu lp id o" de las laderas de los cerros llega a


su m áxim o esplendor, pues en el lado oriental del conjunto, ju n to
a Hanan Pisac. la forma como se conjugan los anchos de los ande­
nes y la curvatura de los muros de sostenimientos es realmente be­
llísima. No hay lugar a dudas de que se trata de la búsqueda con­
cierne de un determinado efecto estético. La armonía de las reía
ciones existentes entre los escalones de la andeneria y el refina­
m iento de sus formas no pueden ser el resultado casual de un frío
y u tilita rio constructivismo.

Por últim o , para que no quede duda respecto a este insó


lito vuelo artístico de los constructores incas, en la margen izquier­
da del Urubamba, poco antes del pueblo colonial de Pisac, se inicia
una interminable y hermosísima escalinata de andenes, cuyo pri
mer peldaño, que sirve de m uro contención al río, dibuja en su lar­
go recorrido la forma inconfundible de dos senos femeninos.

Es inocultable la inspiración religiosa de tan sui generis ex­


presión artistico-constructiva. En este caso, como en otros pocos
ejemplos, la religión y el arte se confabulan para, jugando un poco
con los u tilita rio s objetivos de la ingeniería Inca, rendir homenaje
a la fertilidad, a cuyo servicio se había construido la interminable
serie de empinados y fru ctífe ro s andenes.

75
11.2. La Traza Urbana del Cusco Inca:
hipótesis de reconstrucción
El Cusco Inca tuvo el mismo asentamiento que tiene ac­
tualmente la ciudad, es decir la parte alta del valle del Cusco, cu­
yos datos geográficos son: la titud 13° 29' 1", longitud 71° 58' 4 3 ”
y a ltitu d 3,555 metros sobre el nivel del mar. El sitio tiene el as­
pecto de un gran hem iciclo conform ado por una cadena de altos
cerros y está cruzado por los cauces de varios ríos. G E O G R A FIA DEL LUGAR Y
UBICACION DE LA C IU D A D
La orografía del valle tuvo gran importancia para el Cusco
Inca, no sólo por su presencia física que co ntribu yó a determinar
la form a y extensión de la ciudad y a fijar, a través de sus abras, el
trazo de los caminos, sino porque varios de los cerros de esa her­
mosa e impresionante geografía, fueron lugar de cu lto y peregri­
naje para los antiguos cusqueños.

Los cerros más importantes que circundan la ciudad, son:

* Al Norte: Sacsayhuamán, Pucamoco, Tococache, Fortaleza


y Senca
* A l Noreste: Socorropata, Ccorao, Bandorani y Picol
* A l Este: Bambanusaca, Cordorcata y Sacsacata
* Al Sureste: Taucaray, Quispiquilla. Muyuorco, Huanacaure
y Anahuarque
* Al Sur: Condoroma. Arahuay. Choco, Cachona y Checollo
* A l Suroeste: Puquin, Quilque y Mamasimona
* A l Oeste: Picchu y Apuyawira
* A l Noroeste: Huaynacorca

De ellos tuvieron especial significado religioso: el Huana


caure, la primera huaca del Tahuantinsuyo, el Apuyawira, sacro lu
gar de peregrinaje, el Senca, oráculo clim atológico y el Pantanaya,
cuya partición da origen a los, también sagrados, cerrillos de Q u il­
que y Puquín. Aunque m uy lejanos, están incorporados a las
creencias y paisaje cusqueños los nevados Salcantay y Pachatusan.

El sistema hidrológico, a cuya riqueza le debe el valle su


extraordinaria feracidad, está constituido por un gran número de
ríos, arroyos y quebradas que, al llegar a la zona de asiento de la
ciudad, se integran en los cauces del Quencomayo, Tullum ayo,
Saphy, Chunchulmayo y Huancaro. La confluencia de los mismos
da origen al río Huatanay, que discurre por el valle hasta su en­
cuentro con el Vilcanota, el antiguo y sagrado Wilcamayo.

En el citado sistema hidrológico son aluentes del T ullum a­


yo, los arroyos Rumi Puncu y Fortaleza; del Saphy, los riachos
Katunga, Chacan y Tica Tica; del Chunchulmayo, los arroyuelos

76
Vista general del Cusco con
Sacsayhuamén a la izquierda.
F o to :S e rv id o A erofotográfíco N acion.it Picchu, Sipasmayo y K itim a yo y del Huancaro los riachuelos Ro-
copata. Choco y Cachona.

Entre la parte baja del Cusco y la población de San Jeró­


nim o existen otros ríos, arroyos y quebradas, siendo los más im ­
portantes los llamados: Cachimayo, Ticapata, Tancarpata y Pillau.

El anfiteatro que forman las montañas en la parte superior


del valle, tiene en la zona Norte una fuerte escarpa de más de 100
m. de altura, formada por los cerros Pucamoco, Tococache y Soco-
rropata, que lo separa en dos partes: una baja, donde se asienta la
ciudad y otra alta, a manera de meseta, que constituye lo que es el
parque arqueológico de Sacsayhuaman. Tanto el sector bajo del
anfiteatro como su meseta, tienen partes prácticamente planas y
suaves pendientes hasta del 12%, en cambio las laderas de los ce­
rros, si bien ofrecen en ciertos sectores inclinaciones que van del
12% al 30%, generalmente, tienen fuertes pendientes superiores a
esta últim a cifra.

77
SAN JERONIMO

PARURO
La form a general del Cusco Inca recordaba la de una gigan FORMA Y EXTENSION
tesca ameba, cuyo cuerpo se asentaba sobre el cruce de los cuatro DE LA C IUDAD
caminos imperiales y sus seudópodos se extendían a lo largo de
ellos, al mismo tiem po que elongaciones menores se proyectaban
hacia el exterior siguiendo el curso de caminos secundarios. Esta
inmensa form a cubría prácticamente toda la parte baja del anfitea­
tro, se derramaba valle abajo, trepaba por las laderas de los cerros,
ocupándolas en las partes practicables, y alcanzaba la meseta cu­
briéndola en un gran porcentaje.

Alrededor de dicha forma, a la manera de un sistema pía


netario, se organizaban en órbitas, casi circulares, decenas de po­
blaciones intercomunicadas por la red de caminos como ya se ha
dicho, cuyos radios y anillos aseguraban una rápida y segura rela­
ción entre todas las partes del sistema, tanto del cuerpo central
con los elementos periféricos, como de estos entre sí. El complejo
urbanístico así conform ado cubría un área de aproximadamente
50 km. de radio y estaba constituido por una Zona Urbana, una
Suburbana y una extensa Zona Rural.

La Zona Urbana conformaba el centro de la figura y en ella


se distinguían: a) un Sector Central, sede político-religiosa de la
capital, formado por un Núcleo Básico y un Area de Expansión ur
baña del mismo; b) un Sector de Aislam iento del Núcleo Básico
que, rodeándolo a manera de cinturón verde, aseguraba su sacrali­
dad; y c) un Sector Periférico, en el que se asentaban los barrios
propiamente urbanos.

Alrededor de esta zona se extendía la Zona Suburbana, en


la que los asentamientos y poblaciones rodeaban a los barrios, ra
diándose a lo largo de los caminos u orbitando en circuios concén
tricos, hasta de 5 km. de radio.

Más allá, como ya se ha dicho, constelaciones de tambos,


pueblos y centros administrativos ocupaban la Zona Rural, que
constituía el "h in te rla n d " de la Capital Imperial, llegando hasta los
cauces del Apurím ac, Urubamba. Paucartambo y Vilcanota.

La superficie territo ria l cubierta por el sistema era realmen


te extraordinaria y estaba constituida por las siguientes partes:

* Una Zona Urbana con 476 Há. de extensión, conformada


por:

- El Núcleo Básico del Sector Central con 40 Há.

- El Area de Expansión del Sector Central con 48 Há.

- El cinturón del Sector de Aislam iento con 105 Há.

80
Vista aérea del Cusco.
fo ro . Servicio Aerofotogrifico Nacional. . L q s b a rr¡o s d g | p e r ¡ f é r ¡ c o CQ n 2 8 3 Há.

- Una Zona Suburbana con 540 Há. de ocupación urbana,


estando el resto del área cubierta por otros usos, tales
como explotación de recursos naturales, obras h id ráu li­
cas, campos de cultivo, etc. y

- La Zona Rural, comprendida dentro de un polígono de


alrededor de 50 km. de radio. En esta zona, las poblacio­
nes se ubicaban a jornadas de marcha de la capital,
constituyendo anillos concéntricos situados, aproxim a­
damente, a 10, 20, 30, 40 ó 50 km. de la ciudad, o sea a
1/2, 1, 1 1/2 y 2 jornadas de marcha.

81
Como ya se ha explicado, las cifras citadas están determ ina­
das por el esfuerzo diario que una recua de llamas puede realizar,
dado que dichos animales, con la carga correspondiente, pueden
avanzar entre 15 y 20 km. diarios, dependiendo el recorrido de la
naturaleza del terreno. Consideramos oportuno reiterar que el ani­
llo que se situaba a dos jornadas de marcha de la capital encerraba
al "h in te rla n d " cusqueño y estaba delim itado por la presencia de
los grandes tambos que se ubicaban sobre los caminos a los Cuatro
Suyos.

Es posible que el anillo en referencia haya marcado los l i ­


mites de la jurisdicción de la capital Inca y el in icio de losSi/yos,
pues, evidentemente, por competencia de poderes, los Suyos que
tenían como gobernadores a Apucunas, miembros del Consejo
Real, no podían extenderse hasta la Ciudad Sagrada, residencia del
Zapa Inca, el Solo Señor.

El Cronista Anónim o, quien escribe en 1580 y al parecer es


el único que trata del asunto, le da al Cusco lím ites mucho más
amplios, pues señala que el Chinchaysuyo comenzaba en Vilcacon-
ga, el Collasuyo en Vicos y el A ntisuyo en Avisca, no señalando,
infortunadamente, los lím ites con el Contisuyo.

82
A l respecto, bueno es recordar que Francisco Pizarro al
efectuar la fundación de la ciudad española, le d io al Cusco una ju ­
risdicción muy amplia, tan lejanos como Vilcas, el Océano Pacífi­
co y las profundidades de las "tierras de Caribes" y que, para re­
mate, tem iendo haberse quedado co rto al fija r los términos y lí ­
mites de la ciudad, Cabeza de los Reynos del Perú, Pizarro añadió
que le otorgaba "to d o lo demás que sirve y ha servido a esta ciu­
dad y a los señores que en ella han sido".

La Ciudad Imperial tenía, pues, "té rm in o s", donde su ju ­


risdicción acababa y empezaba la de los Suyos, que estaban sitúa
dos a muchas leguas de distancia de su lugar de asiento.

Desde el punto de vista histórico cabe resaltar, respecto a


la forma y extensión de la ciudad, que la hipótesis de reconstruc­
ción, cuyo trazado se basa en evidencias arqueológicas y en estu­
dios arquitectónico-urbanísticos, coincide grandemente con las
descripciones que muchos de los cronistas hicieron de la Capital
Imperial.

Tenemos, así, que Pedro Sancho de la Hoz (115431 1917),


al tratar de su extensión, dice: " Desde esta fortaleza se ven en to r­
no de la ciudad muchas casas a un cuarto de legua y media legua y
una legua y en el valle que está en medio rodeadas de cerros hay
más de cien m il casas...".

Gianbattista Ramusio, ocupándose del mismo tema en


1556, cita: “ desde la fortaleza se pueden ver muchas casas en las
proxim idades de la ciudad, hasta una legua a la redonda. Entre las
altas colinas hay también miles de casas... "

Pedro Cieza de León (| 15531 1967) y el Padre Vasquez de


Espinoza (| 16291 1948) al referirse a las características de la ciu­
dad, acotan sucesivamente que " Cerca de ella, a una parte y a otra
son muchos los edificios que hay. de aposentos y depósitos que
hubo... "Estos doce barrios eran como arrabales de la ciudad en
que tenían hechas sus casas los curacas de todas las provincias...".

V Garcilaso de la Vega, el Inca (| 161 7 1 1976), aporta un


dato de im portancia respecto a la residencia de sus antepasados,
cuando indica: "a l poniente del arroyo no habían hecho edificios
los Reyes Incas, sólo había el cerco de arrabales, que hemos dicho.
Tenían guardado aquel sitio para que los Reyes sucesores hicieran
sus casas...

Finalmente, creemos de interés hacer notar que la exten


sión del Cusco actual es de alrededor de 1000 Há, estando San Se
bastián incorporado al tejido urbano y habiendo sido ocupadas por
los pueblos jóvenes casi todas las faldas de los cerros cuyas pen

83
dientes son menores de 30;?. Así mismo, la ciudad se ha extendido
hacia Camino Blanco, Huancaro y T iti Tica y empieza a ascender a
la planicie, situada al Norte, a través de las escarpas de Tococache
y Socorropata.

Dado que el patrón de asentamiento urbano de los pueblos


jóvenes es, prácticamente, el mismo que el de los Inca y que tam ­
poco ha variado, en lo sustancial, el patrón de asentamiento arqui
tectónico, ni los procedimientos constructivos usados, la visión
que ofrece el Cusco actual debe parecerse en mucho a la que brin
daba el Cusco Inca, prescindiendo naturalmente del tip o de e d ifi­
cación del Sector Central y de las tejas de las casas de los alrede
dores.

De acuerdo a las áreas estimadas para la Ciudad Imperial, al POBLACION DE LA C IU D A D


estudio de antiguos pueblos actualmente ocupados y de asenta
mientos campesinos contemporáneos y al análisis de la población
del Cusco de hoy, podemos estimar que la Ciudad Inca tuvo alre­
dedor de 125 m il habitantes, sin considerar la población rural

En efecto, si al Sector Central, a los Barrios Periféricos y a


la Zona Suburbana, cuyas áreas se han estimado en 40. 283 y 540
hectáreas, respectivamente, les adjudicamos densidades brutas de
400, 200 y 100 habitantes por hectárea, la población resultante
sería:
* Para el Sector Central, 16,000 personas.
* Para los Barrios Periféricos, 56,000 habitantes.
* Para la Zona Suburbana, 54,000 pobladores.

En realidad la población de esta zona ha debido ser bastan­


te mayor, dado que las 540 Has. en que se ha calculado su exten
sión han sido resultado de un rápido reconocim iento superficial.
Estamos seguros que cuando se realice una minuciosa prospección
arqueológica se encontrará muchos más restos de asentamientos
Inca y, consecuentemente, se incrementará notablemente el área
estimada en form a provisional.

Se tiene, pues, 72,000 personas para la Zona Urbana y


54,000 para la Zona Suburbana, lo que daría para la Ciudad una
población aproximada de 126,000 habitantes, sin considerar los
correspondientes a la Zona Rural.

La población de dicha Zona es d ifíc il de calcular, pero si


se considera la constitución de la fam ilia Inca, los "tu p u s " que le
correspondían y la extensión del valle, es posible hacer una esti­
mación. En efecto, la fam ilia monogámica prom edio tenía cinco

86
miembros, padre, madre, un hijo y dos hijas, y de acuerdo a las
normas de distribución de la tierra le correspondía tres topos: uno
por la pareja, uno por el hijo varón y medio topo por cada hija.
Puesto que un topo tiene, según Valcárcel y otros autores, apro­
ximadamente 2,700 m 3 o sea 0.27 Há, cada fam ilia disponía de al­
rededor de 1 Há. para su m antenim iento Ahora bien, al referirse
a la población rural del Cusco Inca varios cronistas, entre ellos el
Jesuíta A nónim o (| 15941 1968), y Cristóbal de Molina ((¿1553?|
1916), manifiestan que ella se ubicaba a lo largo de "u n valle que
corre diez leguas hasta el pueblo de Quiquisana” . En dicha zona de
más de 60 km. de largo, fácilmente han debido e xistir 20,000 Há.
de tierras cultivables, teniendo en consideración el sistema de an-
denerías Inca. En dichas hectáreas podían albergarse cómodamen­
te 20,000 familias o sea 100,000 personas, aproximadamente.

Es dable, pues, estimar la población rural del Cusco Inca en


una cifra cercana a dicha cantidad, con lo que la población total
del Cusco Imperial llegaría a alrededor de 225,000 personas.

Las densidades de población adoptadas se han establecido


teniendo en consideración los siguientes factores:

A. En O llantaytam bo, antiguo pueblo Inca cuyo trazo se ha


conservado y es plenamente usado por la población actual,
la densidad poblacional bruta es de 235 habitantes por Há, aproxi­
madamente. Dado que el patrón de asentamiento urbano usado en
O llantaytam bo, asi como las características socio-demográficas de
su población, deben ser sumamente parecidos a los patrones que
existieron en los Barrios Periféricos del Cusco Inca, hemos asumi­
do para estos una densidad bruta sim ilar a la que actualmente exis­
te en el citado pueblo, de 200 hab./Há.

B. Así mismo, y por iguales razones, hemos asignado a la Zo­


na Suburbana la densidad que tienen en la actualidad los
pueblos jóvenes de los suburbios cusqueños, o sea una densidad
bruta de 100 hab./Há.

C. En cuanto al Sector Central, la densidad bruta asignada de


400 hab./Há, equivale a una densidad neta de, aproxim ada­
mente, 500 hab./Há.

En el Cusco Imperial y en general en el patrón de asenta­


m iento Inca, la ocupación de la tierra era muy alta, siendo usual­
mente del 75% del área total. Esto se debía a lo precario de las
áreas libres y a la estrechez de las calles del trazado Inca.

En el Sector Central actual, existen varias secciones en las


que se alcanzan densidades netas de 300, 400 y 500 hab./Há. Tal
es el caso que varias manzanas situadas en Pumacurco, San Blas y

87
Vista de la plaza principal del Cusco.
Foto: Servicio Aerofotográlico Nación.-'
191 ’

Tullum ayo. Cierto es, que en dichas manzanas hay gran hacina
m iento en las tugurizadas construcciones, pero también existen
grandes áreas baldías en el in terior de los lotes, lo que posibilita
una apropiada remodelación de las viviendas, manteniendo la den
sidad habitacional y mejorando las condiciones de vida.

Parece, pues, que la densidad asignada al Sector Central


del Cusco Inca es apropiada, sobre todo si se considera que, se­
gún cronistas y estudiosos, la Ciudad Inca estaba sobrepoblada y
en cada cancha habitaba un gran número de personas. Por ejem­
plo, respecto al A clla Huasi, Alden Masón (1957) señala que
3,000 mujeres vivían en él, y Betanzos ((15511 1880) relata que
Pachacútec ordenó que 500 mujeres habitaran en el convento para
su servicio; por su parte, Garcilaso ([1617| 1976) añade que " ha­
bía veinte porteros de ordinario para llevar y traer hasta la segunda
puerta lo que en la casa hubiese de entrar y salir".

88
De o tro lado, Valcárcel recuerda que el Palacio Real de
Túpac Vupanqui o Huayna Cápac, estaba guardado permanente
mente por 2,000 soldados cañaris y chachapoyas; que la Cámara
del Tesoro tenía 50 mayordomos y que los sirvientes del palacio
constituían una increíble m u ltitu d que se apiñaba en salas y re­
cintos.

Si tenemos en cuenta que el A clla Huasi y el Amaru Can­


cha tenían áreas de solamente 8,000 m J y 5,500 m \ respectiva­
mente, y que el número de sus habitantes, por razones obvias,
debe haber sido bastante mayor uue el citado, llegaremos a la con­
clusión que la densidad poblaciontil del Núcleo Central del Cusco
Inca debe haber sido bastante alta y que la adoptada en este estu­
dio es conservadora.

En cuanto a la población que habitaba la ciudad y el valle


cusqueño, existe gran cantidad de referencias proporcionadas por
los cronistas. Entre ellas consideramos de especial interés, por sin­
tetizar prácticamente a todas las demás, las referidas por el Padre
Vicente Valverde (1539), quien indica: "que la ciudad tenía de
tres a cuatro m il casas y que en to m o de ella había como quince o
veinte m il” .

Pedro Sancho de la Hoz (| 1543] 1917), quien, como se re­


cordará, refiere: "se ven en torno de la ciudad muchas casas a un
cuarto de legua, y media legua y una legua, y en el valle que está
en medio rodeado de cerros hay más de cien m il casas "

Cristóbal de Molina (| 15531 1919), quien señala: que


" cuando los españoles entraron p o r prim era vez en ella había gran
cantidad de gente, sería pueblo de más de cuarenta m il vecinos, so­
lamente lo que tomaba la ciudad, que arrabales y comarcas alrede­
d o r del Cuzco, a diez o doce leguas, creo yo que habría doscientos
m il indios" .

Si en función de los datos proporcionados calculamos la


población del Cusco, considerando que la fam ilia prom edio tenía,
y tiene, cinco miembros, obtendremos los siguientes resultados:
* Padre Valverde.
• Para el Núcleo Central de 15,000 a 20,000 personas.
- Para los Barrios Periféricos y Zona Suburbana de 75,000
a 100,000 personas.

* Sancho de la Hoz.
- Para la Zona Suburbana y Rural, 500,000 personas.

* Cristóbal de Molina.
- Para el Núcleo Central, 40,000 personas.
- Para los Barrios Periféricos, Zona Suburbana y Zona Ru­
ral, 200,000 personas.

89
A primera vista los datos parecen contradictorios, pero si
los analizamos con cuidado podemos comprobar que, a pesar de
las diferencias en la apreciación de cantidades y que unos conside­
ran el número de casas y otros el de personas, las cifras pro po rcio ­
nadas llegan a tener sentido y a correlacionarse.

Creemos que hay dos factores que inducen a los cronistas


a error. Primero, no haber considerado la importancia de la pobla­
ción flotante en una ciudad como la Capital Inca, sobre todo cuan­
do se realizaban en ellas actos de importancia. Asi', Molina estima
la población en cuarenta m il personas, "cuando los españoles en­
traron p o r prim era ve¿ en e lla ", oportunidad en que con seguridad
la afluencia de gente de los alrededores bien pudo doblar la pobla­
ción de la ciudad, en cuyo caso esta sería de solo veinte m il habi­
tantes. Segundo, no haber caído en cuenta que las unidades habi-
tacionales fámiliares o "casas" Inca, estaban constituidas por va­
rios edificios aislados agrupados alrededor de un patio. Estos con­
juntos estaban conformados por tres, cuatro, seis u ocho edificios;
para el caso del Cusco, dado su carácter, generalmente los bloques
eran cuatro, estando dedicados dos de ellos a fines habitacionales y
los otros dos a funciones recepcionales y de servicio.

De esta manera, cuando el Padre Valverde cuenta los b lo­


ques y, con crite rio occidental, considera que cada uno de ellos es
una casa, involuntariamente está doblando el número de los e d ifi­
cios unifamiliares. Por tanto, la población era, en el mejor de los
casos, de diez m il vecinos mas el personal de servicio permanente,
el que, por lo menos, sería de cinco m il personas. Por lo expuesto,
podemos constatar, en cuanto al Núcleo Central se refiere, que las
cifras que se deducen de los datos del Padre Valverde son bastante
parecidas a las inferidas de los datos proporcionados por el Padre
Molina, o sea que la población del Núcleo oscilaba entre quince
m il y veinte m il habitantes.

Si aplicamos el segundo crite rio a las estimaciones relativas


a la población de los Barrios Periféricos y las Zonas Suburbanas y
Rural, tendremos que.

A. Las 20,000 casas que el Padre Valverde estimaba existían


alrededor de la ciudad, o sea en los Barrios Periféricos, se
reducen a 10,000 unidades equivalentes a una población de 50,000
perpersonas.

B. Las Zonas Suburbanas y Rural, estaban dedicadas funda­


mentalmente a la agricultura y su densidad habitacional era
lógicamente menor que la existente en la Zona Urbana. En ellas las
familias monogámicas, de cinco miembros en promedio, se aloja
ban en "casas” constituidas por tres bloques, dedicados cada uno
Vistas mostrando la densidad de
de ellos a fines distintos de tip o recepcional, habitacional y de ser ocupación de zonas urbanas, sub-urbanas
vicio. Las familias extensas, de diez miembros en promedio, se alo y rurales del Cusco

90
O 6 10____________ ** m

Reconstrucción hipotética de una


manzana con doble kancha en
jaban en conjuntos de cuatro bloques, en los que dos de ellos esta­ OUantaytambo. según Gasparini y
ban destinados al alojam iento de la fam ilia original y a la del hijo Margo!i'"s 11977: 195)
mayor, y los otros dos dedicados a los fines generales ya señalados.

Si consideramos que las familias monogámicas y las exten­


sas se daban en número parecido, y hacemos un prom edio de las
mismas y de sus condiciones habitacionales, podemos establecer
que cada tres y medio bloques, de los conjuntos arquitectónicos
suburbanos y rurales, alojaban a siete y media personas.

Aplicando este criterio, tendremos que: a) El Padre Molina


señala 200,000 habitantes para los Barrios Periféricos y las Zonas
Suburbanas y Rural, pero si consideramos la población de los pri
meros en 50,000 personas, de acuerdo a los cálculos del Padre Val-
verde, tendremos 150,000 habitantes para las Zonas Suburbanas y
Rural, b) Pedro Sancho señala más de 100,000 casas para las Zonas
Suburbana y Rural, aplicando a esta cantidad el procedim iento es­
tablecido tendremos alrededor de 28,000 casas y 210,000 habitan­
tes para ambas zonas; y c) Si recordamos que de acuerdo a la capa­
cidad agrícola del valle, hemos fijado en alrededor de 100,000 per­
sonas la población rural que pudo existir durante el incanato, las
cifras para la población de la Zona Suburbana serían de 50,000
habitantes según Molina y de 110,000 de acuerdo a Sancho.

En resumen, del análisis de los datos de los cronistas tene­


mos las siguientes cifras poblacionales:

* Para el Núcleo Central de 15,000 a 20,000 habitantes.


* Para los Barrios Periféricos más 50,000 habitantes.
* Para las Zonas Suburbanas de 50,000 a 110,000 habitan­
tes.
* Para la Zona Rural más de 100,000 habitantes.

Es interesante comprobar que las cifras que se desprenden


del análisis de datos puramente históricos, son bastante parecidas
a las que hemos determinado, por un procedim iento totalm ente
diferente, para la población de la Ciudad Inca.

92
ESTRUCTURA URBANA Sobre este punto se han adelantado varios aspectos en los
DE LA CIUDAD acápites anteriores, y por ello trataremos de resumir al máximo los
asuntos ya tratados y dedicarnos a la descripción y explicación de
los aspectos de la estructura de la ciudad que aún están inéditos.

Como se recordará, de las tres zonas (Urbana, Suburbana y


Rural) que componían el "G ran Cusco Im perial” , la Zona Urbana
estaba constituida por un Sector Central, un Sector de Aislamiento
y un Sector Periférico. El Sector Central constaba de un Núcleo
Básico y un Area de Expansión; el Sector de Aislam iento propor
cionaba protección a la sacralidad del Núcleo Básico, y el Sector
Periférico albergaba a los barrios circundantes del Sector de Aisla­
m iento.

Alrededor de esta Zona se desarrollaba la Suburbana, que


a su vez estaba inmersa en la extensa Zona Rural, conteniendo am­
bas innumerables pueblos, tambos y centros administrativos.

Todo el sistema se organizaba, como ya se ha indicado, me­


diante una red vial que tema como estructura fundamental los cua­
tro caminos que conducían a los Suyos Imperiales y como elemen
tos complementarios a las vías de segundo y tercer orden que, en
form a de radios y anillos concéntricos vinculaban la Capital con las
poblaciones y centros de peregrinaje o de producción de su hinter-
land.

Este gran complejo urbano y, en especial el Sector Central,


estaban divididos siguiendo una costumbre inmemorial, en dos
Sayas o partes: Hanan y Hurin (A rriba y Abajo),que se situaban
al Norte y al Sur, respectivamente, del cruce de los caminos im ­
periales.

Los dos Sayas se subdividían en cuatro Secciones o Cua­


drantes, que se formaban alrededor de los caminos que conducían
a los Cuatro Suyos, o sea al Chinchaysuyo, A ntisuyo, Collasuyo
y Contisuyo. Dichos Cuadrantes tenían formas y magnitudes
distintas, y estaban orientados, siguiendo el orden en que se les ha
citado, hacia el Noroeste, Noreste, Sureste y Suroeste. Los Cua­
drantes, por acción de los caminos que radiaban desde el Sector
Central, se descomponían en tres barrios cada uno (Barrios Peri­
féricos) y estos, a su vez, por la presencia de diversos ceques, se
partían en un número determinado de sub barrios.

El centro y origen de todo el sistema, el Sector Central,


se organizaba alrededor del cruce de los Cuatro Caminos Imperia­
les y tenía como parte fundamental de su desarrollo urbano al
Núcleo Básico, puesto que el Area de Expansión no tenía cons­
trucciones y estaba surcada, únicamente, por los caminos que con­
ducían a los Barrios Periféricos. El Area de Expansión Urbana se

93
9RsfK

M ESA REOONOA

M U N AYIE- N C

o u iu u p a :

IC C H U

m'p^ awa Ñurto-A

M A N A N C U S C O HURIN CUSCO
W SANCA CANCHA I» A M A N U C A N C H A - P A L A C IO OC M U A V N A C A P A C ( •
1 > T A M » 0 S O C L C H IN C H A T t U V O P A L A C IO
1 - P A L A C IO OC C O L C A N PATA * - H A T U N C A N C H A - P A L A C IO OC T U P A C YU PAN C
4 - PU M A C U R C O 4 - H A T U N N U M IV O C -P A L A C IO OC IN C A NOCA
! • Y A C H AY H U A S I S.» A C L L A HUASI
* - C A S S A N A - P A L A C IO O t P A C H A C U T tC 5 -P U C A M A N C A -P A L A C IO OK A M A N U IN C A VU PAN
I - CON A C O N A • P A L A C IO OC IN C A N O C A T -C A N P A C A N C H A
• -rO N Y A L C Z A OC H U AJIC AN 0 H U A Y P A N S -M U T U C H A C A PAMPA
% - P A L A O O OC H U A S A C A N S .-C U N T U N PATA
1 0 -P A L A C IO OC C U N TU N C AN C H A t O 'P A L A O O OC M A Y T A CAPAC
I I - HUANACO HUASI O YACH AYH UASI II- * P A L A C IO OC C U S IC A N C H A
a PALAQ O OC C A P A C V U PA N O U I Ct-INTIPAMPA
I S * TAM BOS OCL A N T IS U Y O I V P A L A C IO OC L L O O U C YU PAN QU I
M -P L A T A OC A M A N U C C A T A 1 4 -N IM A C PA M P A
If t - O U a W A N C A N C H A -T E M P L O OC V IN A C O C H A
1 5 - P A L A C IO OC S lN C M I N O C A
M .* P A L A C IO OC V IN A C O C H A IN C A • • C O N IC A N C H A
r r • C U T U S M A N C O - COMSCWO n c a l IT - A H U A J P I N T A
• - USNO « .T A M B O S OCL C O LLA S U Y O
ÍS -S U N T U N H U A S I
IS - T C M P L O OC L A P A C H A M AM A
M -H U A C A V P A T A
n CU S IP A T A
t l r T A M B O S OCL C O N T IS U Y O

94
estructuraba en función del sistema de andenerías agrícolas exis­
tente y, a la espera del crecim iento del Núcleo Básico, estaba in ­
tensamente cultivada. El Centro Político-Religioso de la Capital o
Núcleo Básico, se estructuraba alrededor de la plaza principal
Huacaypata, se dividía, a uno y o tro lado del camino Contisuyo-
A ntisuyo, en una parte alta o Hanan Saya y otra baja o Hurin Saya
y tenía un sistema circulatorio de calles y callejones que creaba un
tejido urbano sensiblemente ortogonal, en el cual se conjugaban
plazas. Barrios Centrales y Recintos o Conjuntos Vecinales.

Los Barrios Periféricos Mucho se ha especulado acerca de las características de los


barrios que, según Garcilaso, iban "en cerco hacia el o rie n te ", alre­
dedor de la Ciudad Nuclear. Sobre todo, el número de los mismos
ha sido m otivo de preocupación, discutiéndose si los barrios eran
diez, doce, catorce o aún más numerosos. Parece ser que los relatos
de los cronistas han co ntribu id o a crear esta situación, pues ellos,
indistintam ente, llaman barrios a los suburbios de la ciudad o a lo
que, propiamente, sólo son grandes manzanas del Sector Urbano.

El mismo Garcilaso, a quien le debemos una extraordinaria


descripción del Cusco Inca y de la ciudad española de alrededor de
1550, denomina ''barrios” a recintos centrales como Hatun Can­
cha y Pucamarca, a sectores urbanos com o Pumacurco y a sitios
tan alejados del centro de la ciudad com o Cayao Cachi o Picchu.
Así la relación de Garcilaso. en la que se om ite citar a Coripata y
se incluye, indebidamente, a Pumacurco y Q uillipata, fija en trece
el número de los barrios cusqueños.

De o tro lado, crónicas como las de Gutiérrez de Santa


Clara (1963) y Betanzos (| 15511 1880), inform an que Pachacútec
d ivid ió al Cusco en diez partes o barrios, durante su reconstruc­
ción. Este dato contribuye a aumentar la confusión acerca del nú­
mero de los barrios cusqueños, al no diferenciarse entre los barrios
urbanos o partes del centro de la ciudad y los barrios periféricos,
que son los que iban "siguiendo el mismo viaje en cerco al levante"
alrededor del Núcleo Central.

Las investigaciones arqueológicas realizadas, al ubicar una


gran cantidad de los caminos que constituían los elementos estruc­
turales de los barrios y /o sus vías procesionales o ceques. al v e rifi­
car la existencia de antiguos restos de ocupación K illke e Inca en el
Sector de Coripata; al fija r la ubicación de Q uillipata, delante de
Picchu, en pleno Sector de Aislamiento, etc. han perm itido fija r en
doce el número de los Barrios Periféricos de la Ciudad Imperial.

Manuel Chávez Bailón quien, con toda seguridad es una de


las personas que más conoce acerca del Cusco Inca, en su descrip­

95
ción de "Cusco, Capital del Im perio” (1970), fija en doce el núme­
ro de barrios, asignándole tres de ellos a cada uno de los Cuadran­
tes y aclarando que cada barrio tenia, a su vez, tres caminos y tres
ceques. estando estos últim os al cuidado de las Panacas Imperiales.
Además varios son los cronistas, entre ellos Garcilaso y Vasques de
Espinoza, que respaldan una organización de la Capital Inca similar
a la descrita.

Asi', pues, si a la lista de Garcilaso, la más extensa y detalla­


da de las que existen al respecto, se le suprime la inclusión de Pu
macurco y Q uillipata y se le añade la presencia de Coripata, se
obtendrá una relación de los barrios cusqueños Inca que, probable­
mente, es la más cercana a la realidad y la que hemos adoptado.

O tro factor que ha in flu id o en esta decisión es el estudio


realizado acerca de la ubicación y distribución espacial de los
ceques. Como se sabt, estos eran líneas imaginarias que, supuesta­
mente, partían del Coricancha y a lo largo de las cuales se ordena­
ban una sucesión de huacas, constituyendo así verdaderas vías p ro ­
cesionales. Los ceques se distribuían equitativamente entre los ba­
rrios y estaban al cuidado de las Panacas Imperiales. Bernabe
Cobo, quien proporciona la relación de los adoratorios del Cusco
fijándolos en cuarentaiun ceques y trescientos treinta y tres hua­
cas, refiere, que: " Del tem plo del sol salían, como de centro, cie r­
tas líneas, que los indios llaman ceques; y hacíanse cuatro partes
conform e a los cuatro caminos reales que salían del Cuzco; y en
cada uno de aquellos ceques estaban p o r su orden las guacas y ado­
ratorios que había en el Cuzco y su comarca,... y cada ceque esta­
ba a cargo de las parcialidades y familias de dicha ciudad...".

La relación de Cobo da nueve ceques para el grupo que


"hacíase parte" alrededor del camino al Chinchaysuyo, así como
para los que se agrupaban en torno a los caminos al A ntisuyo y al
Collasuyo; en cambio fijaba en catorce el número de los ceques
correspondientes al camino al Contisuyo. En realidad estos ceques
eran quince, pues el octavo de los mismos era doble al tener "la
mitad, callao y la otra m itad, collana...".

El increíble número de datos que proporciona la relación


de ceques permite fijar, con bastante precisión, la zona que abar­
caba cada uno de los Cuadrantes, al dar la posición, entre las de
todos los demás, del prim ero y el ú ltim o de los ceques que se agru
paban alrededor de cada uno de los caminos que conducían a los
Suyos.

Así, hemos podido determinar que el cuadrante correspon


diente al Chinchaysuyo cubría un área que se extendía desde el
cerro Apuyawira hasta Tambo Machay y abarcaba 108° aproxim a­
damente, mientras los cuadrantes correlacionados con el Antisuyo,
el Collasuyo y el Contisuyo tenían 90°, 36° y 126°respectivamente.

96
Diagrama de la organización de los
ceques en relación con los caminos a los
suyos Así mismo, la relación de ceques, al indicar la ubicación de cada
una de las huacas que se alineaban a los largo de ellos y relacionar­
las con una serie de accidentes geográficos, sitios urbanos y obras
arquitectónicas, ha perm itido fija r la posición y lim ites de los Ba­
rrios Periféricos.

Todo ello, unido a los resultados de la investigación realiza­


da y al conocim iento de que los ceques se repartían uniform em en­
te entre los barrios, nos ha perm itido determinar que en cada uno
de los Cuadrantes se ubicaban tres Barrios Periféricos.

0 sea, que serían doce barrios, conteniendo tres ceques


cada uno de ellos, excepto los barrios del cuadrante correspondien­
te al Contisuyo que tendrían cinco ceques cada uno. Lógicamente,
también podrían ser quince barrios conteniendo tres ceqqes cada
uno, pero en tal caso el número de barrios por cuadrante sería dis­
tin to , puesto que el correspondiente al Contisuyo tendría cinco y
los otros solo tres.

97
La posibilidad de que los barrios hayan sido diez, que se
apoya en el hecho de que los ayllos y panacas encargadas del cu i­
dado de los ceques sólo eran una decena, tendría el serio incon
veniente de im posibilitar el reparto uniform e de los barrios entre
los cuadrantes y de los ceques entre los barrios. Además, ambas
posibilidades no concordarían con las referencias históricas y con
la ubicación de los caminos Inca que se han encontrado en la peri
feria de la ciudad.

La ubicación de los barrios con respecto al Núcleo Central,


es posible que haya estado determinada por alguna norma relativa
a las características que debía reunir el C inturón de Aislam iento
con la finalidad de asegurar la sacralidad de la Ciudad Nuclear. No
olvidemos que los cronistas citan que a una distancia del Concan­
cha de 200 pasos, había que descalzarse para aproximarse al tem ­
plo; o sea que el Coricancha estaba protegido por un espacio de
aproximadamente 150 m de radio, dado que el paso de la época se
estimaba entre los .70 m y .80 m.

En el caso de los Barrios Periféricos, Garcilaso relata que


Cayao Cachi y Choquechaca se encontraban, en 1560, a 1,000
pasos de las últimas casas de la ciudad, es decir a 750 m. de las
mismas. Esta distancia es precisamente la que existe entre la casa
de Garcilaso, una de las "ú ltim a s'' de la ciudad en esa época, y
el puente (hoy de la Almudena) que daba ingreso al Barrio de
Choquechaca (Puente de las ovas).

Si recordamos la referencia del Padre Velasco con respecto


a Tococachi y algunas otras de Garcilaso en relación con Picchu y
Q uillipata, tendremos que llegar al convencimiento que los Barrios
Periféricos se encontraban bastante alejados del Centro de la ciu
dad. Su ubicación estaba relacionada con accidentes geográficos de
cierta importancia, ya sea porque las "distancias sacras” así lo o b li­
garon o porque simplemente pagaron respeto a la naturaleza, cosa
a la que eran tan afectos los Inca. Por una razón u otra, lo cierto es
que los lím ites de los barrios están señalados por los cauces del
Chunchulmayo y de la quebrada de Ayahuayco, por las laderas de
los cerros Carmenca, Sacsayhuaman, Pucamoco y Tococachi y por
los canales de riego existentes al Este de la ciudad.

El trazado urbano de los Barrios Periféricos, en términos


generales, se organizaba en torno a los caminos que salían del Sec­
to r Central, a la manera de prolongaciones de las calles del mismo.
Pero, al decir de Rowe (1967), una de las indiscutidas autoridades
sobre el Cusco Inca, su tejido urbano era confuso y desordenado
y estaba constituido por la yuxtaposición de conjuntos urbanos
que, sin mayor relación entre ellos, se desarrollaban siguiendo los
usos y costumbres de los lugares de donde provenían sus pobla
dores.

98
VVira del Cusco de mediados del siglo
pasado IFotografía. Colección Rozas)
Con la excepción de las residencias de los Curacas de las
naciones incorporadas al Imperio, que posiblemente tuvieron un
standard constructivo superior, la mayor parte de las construccio­
nes de los barrios estaba constituida por modestas edificaciones de
barro y piedra sin labrar, techadas con ¡cchu. La precariedad cons­
tructiva de esas chujlla, determ inó que a los pocos meses de haber
sido abandonadas por sus habitantes, m itm a y forasteros, como
consecuencia de la llegada de los españoles, las construccciones
estuvieran prácticamente destruidas, habiendo acabado de desapa­
recer durante el cerco del Cusco, por Manco Inca.

El Cinturón de Aislam iento Aunque estos elementos constitutivos de la Zona Urbana


y el Area de Expansión Urbana pertenecen a sectores distintos (Sector de Aislam iento y Central,
respectivamente), conviene tratarlos juntos puesto que a la llegada
de los españoles, en 1533, ambos se hallaban dedicados a fines
agrícolas.

Como ya se ha indicado, en toda la vasta extensión que


ocupaban ambos elementos urbanos no se ha encontrado ningún
resto correspondiente a construcciones de tip o habitacional, sino
más bien testimonios de la presencia de muros de contención y
andenes agrícolas. Ello, unido a las abundantes referencias de tip o
histórico, en el sentido de que la zona estaba desocupada y c u lti­
vada, da la seguridad de que alrededor del Núcleo Básico existía
una gran extensión de tierras dedicada a fines puramente agro­
pecuarios.

99
A l respecto, Garcilaso recuerda que, en 1550, vio arar a la
primera pareja de bueyes que llegó al Cusco, en los andenes que,
más tarde, serían de San Francisco... y que, en el posteriormente
llamado llano de Santa Clara, se ejercitaban caballos hasta 1560.
Por su parte, el Padre Velasco cuenta que entre la ciudad y San
Blas, antiguo pueblo in d io de Tococache, había más de tres tiros
de flecha.

No cabe duda, pues, que la Ciudad Nuclear estaba rodeada


de una zona no construida, que la separaba del resto de la pobla­
ción. Dicha situación tenía que producirse necesariamente, puesto
que, dentro de la más rancia tradición de las ciudades antiguas, la
urbe, el lugar de asiento de la asociación religiosa y p olítica de las
familias, las fatrias y las tribus que la habían fundado, se conside­
raba santuario del cu lto común de los fundadores y, por tanto, era
lugar sagrado que había que protejer del medio externo y de los
extraños. Para ello, según Coulange en "la Ciudad A ntig u a", se la
rodeaba del "p o m a riu m " y se la encerraba en un recinto sagrado
que la separaba del exterior, porque, como las casas y las tumbas,
la urbe era cosa sagrada y debía estar aislada y protegida.

El Cusco era, por antonomasia, la ciudad sagrada de los In­


cas; la primera huaca del Imperio. Según Pease (1972), era el pun­
to de contacto de los tres mundos que constituían el universo re li­
gioso del Tahuantinsuyo. Polo de Ondegardo, dice: "la ciudad del
Cuzco era casa y morada de dioses... y así no había en toda ella
puente, n i pozo, n i pared que no dijesen que no tenia m isterio".

La sacralidad de la ciudad tenía, pues, que protejerse y


esto significaba no sólo la existencia de un elemento, un "p o m a ­
riu m ", que la aislara del resto del universo, del caos del que se
había aislado por el rito de la fundación, sino también la periódica
renovación del rito para purificar la ciudad y a sus pobladores.
Naturalmente, en estas ceremonias no podían estar presentes per­
sonas ajenas a la ciudad y a su culto, extranjeros, porque ello hu­
biera significado la violación del recinto sagrado. A l respecto, el
Padre Acosta (11590) 1940) relata que en Diciembre, durante el
Cápac Rayme, "ningún extranjero podía estar este mes y esta fies­
ta en el C usco" y que durante la celebración del Y tu, "todos se
juntaban en una plaza donde no hubiese forasteros n i animales.

No hay duda, pues, de la sacralidad del Cusco y que los


Inca tomaban medidas, a veces drásticas, para protejerla. Tampoco
es de extrañar, por tanto, la existencia de una zona de aislamiento
que materializara dicha protección, sobre todo si se tiene en con­
sideración que, en el propio Cusco, en torno al Coricancha existía
una extensa área que preservaba su calidad de lugar sacro y o b li­
gaba a dar especiales muestras de respeto al mismo.

100
De o tro lado, en el m undo andino de la época, la costum­
bre de separar lugares mediante recintos y de protejerlos con cin tu ­
rones de aislamiento se practicaba con frecuencia. El Padre Velas-
co relata que en el reino de los Sciris las ciudades se organizaban
en círculos concéntricos y que tanto el sector central como cada
uno de los sectores que formaban la ciudad, estaba separado de los
otros por extensas áreas no construidas.

El C inturón de Aislam iento rodeaba al Núcleo Central y al


Area de Expansión del mismo y se extendía hasta la ubicación de
los Barrios Periféricos; es posible que, como en el caso del Concan­
cha, sus dimensiones hayan estado determinadas por estrictas re­
glas de índole religiosa.

En cuanto al Area de Expansión Urbana del Núcleo Cen­


tral, existen testimonios, como el de Garcilaso, que hacen referen­
cia a que existía al Oeste del Saphy un área no construida, que se
reservaba para los palacios de los "Reyes Sucesores". Aún cuando
no se contara con datos históricos al respecto, la más elemental
lógica y los imperativos de la planificación, obligarían a aceptar la
existencia de dicha área.

Probable palacio Inca en el sector sur de En efecto, el Cusco fue divid id o por Pachacútec en diez
Huánuco Pampa, compuesto de 19
estructuras rodeadas por un muro (plano
grandes barrios centrales para residencia de sus antecesores, de él
de Morris y Thompson 1985 691 mismo y de su hijo Túpac Vupanqui. Con dicho reparto del Nú-
cleo Central, como se puede observar con claridad en el plano ar
queológico del Cusco, se saturó la capacidad de alojar Panaca Im ­
periales que tenía el sector. Además, hay que tener presente que
los reyes Inca jamás habitaban el palacio de sus antecesores, dado
que esas instalaciones quedaban en poder de la Panaca respectiva
con la finalidad de rendir permanente culto a la momia del desapa­
recido monarca. La obligación del nuevo Inca de construir su p ro ­
pio palacio y el de la Coya su esposa, generalmente más grandes
y suntuosos que los ya existentes, generaba a co rto plazo una tre­
menda necesidad de espacios libres dentro de la sede del Gobierno
Imperial. Aún en el caso que dentro del Núcleo Básico se hubiese
podido ubicar algunos palacios más, es evidente, dado el tamaño
de los mismos, que no hubieran podido ser muchos y que, en plazo
relativamente corto, la crisis se hubiese producido.

Es obvio suponer que un planificador de la envergadura


técnica y política de Pachacútec, no podía cometer un error tan
manifiesto y peligroso com o el de no preveer sitio para la residen­
cia de sus sucesores. Es de imaginar que, como todo gran funda­
dor, Pachacútec previo que la duración del Imperio sería poco me­
nos que eterna o que, por lo menos, se prolongaría hasta el adveni­
m iento de un nuevo Pachacútec (Cambio fundamental) y, para
ello, según las tradiciones Inca debían pasar quinientos años o su-
cederse nueve Incas más. Pachacútec, que según testigos se ocupa­
ba personalmente de decidir, en dibujos y maquetas, la ubicación
de poblados, puentes y caminos y que dirigió, durante la recons
trucción del Cusco, a cincuenta m il trabajadores durante varios
años, seguramente previó la necesidad de expansión del Núcleo
Central y le señaló lugar de asiento.

Además, en apoyo de la tesis figuran las razones de sime­


tría y oposición tan importantes para los Inca en todas sus m ani­
festaciones culturales (Hanan y Hurin, A rriba y Abajo) a las que
hace referencia John Rowe al ocuparse de las características urba­
nas del Cusco Inca. Finalmente, hay que señalar que la forma y
extensión que se le ha asignado al Area de Expansión, está deter
minada no sólo por las razones expuestas, sino por la existencia de
andenes y caminos que prácticamente indycen a ella.

La form a del Núcleo Básico, considerando el triángulo EL NUCLEO BASICO


formado por la confluencia del Tullum ayo y del S jp h y y la im ­
pronta de Sacsayhuamán, tenía, según John Rowe (1967), la fig u ­ La form a del conjunto
ra de un felino yacente, cuya cabeza estaba representada por la
fortaleza, el cuerpo por el área comprendida entre los ríos y la
cola, Pumachupan, por la confluencia de los mismos. Apoyándose

1 0 2
Forma de puma en el tru/o del Cusen, en la circunstancia de que la forma de la ciudad realmente recuer­
según John Rowe 119671 en base a un
plano de Squier (1877) da a la de un felino, y en el hecho de que Pachacútec tom ó al pu­
ma por tótem de la ciudad, se ha sostenido que el Inca diseñó la
traza del Centro de la Capital Imperial dándole la forma de dicho
animal. Pachacútec, quien era un consumado planificador y diestro
arquitecto, efectivamente trazó la ciudad y la puso bajo la advoca­
ción del puma. Betanzos ([1551] 1880) dice al respecto: "a toda
la ciudad ¡unta la nom bró " Cuerpo de León", diciendo que los ta­
les vecinos y moradores déI eran miembros del tal León, y que su
persona era la cabeza dé!".

103
Hay, pues, m otivo para suponer que la sim ilitud de la fo r­
ma de la ciudad sagrada con la de un puma, no es fru to de la casua­
lidad. Pero cabe preguntarse si un planificador previsor y m inucio­
so, como lo era Pachacútec, le daría a la ciudad una form a que de
mantenerse constreñiría su desarrollo o en caso contrario, sería
rápidamente desfigurada por la expansión urbana. Graziano Gas-
parini, en su lib ro "A rq u ite ctu ra Inka " (1977), se hace esta misma
pregunta y, con gran agudeza, sugiere que quizás la form a del
puma cubría una parte mayor de la ciudad, previendo su expan­
sión, y que en vez de un puma echado sobre el Saphy podía tra ­
tarse de un felino sentado sobre el río Chunchulmayo.

Lo interesante del caso consiste en que el plano de expan­


sión de la ciudad, elaborado de acuerdo a nuestra hipótesis de re­
creación del Cusco Inca, sugiere la figura de un puma precisamen­
te sentado. La cabeza del felino sigue siendo Sacsayhuamán, su
dorso el Tullum ayo y su cola Pumachupan, pero en vez de yacen­
te, echado sobre el Saphy, el puma se agazapa con sus patas pos­
teriores asentadas sobre el Chunchulmayo y las delanteras apoya­
das en la quebrada de Ayahuayco.

La aparente presencia de estas dos figuras del puma en la


traza urbana del Cusco Imperial, obliga a formularse estas pregun­
tas:

¿La imaginación y la capacidad creadora de Pachacútec


habrán sido tan extraordinarias como para diseñar la ciudad de
manera tal que, al desarrollarse, mantuviera la figura de su tótem
haciéndola crecer ju n to con ella? ¿O será la figura del puma, tanto
la yacente como la agazapada, simplemente fru to de la casualidad
y de nuestros íntim os deseos de hacer más bella y sugerente la
historia de la Ciudad Sagrada?
E L PUMA YA CEN TE

105
El planeamiento del Núcleo Básico estaba determinado La Traza Urbana
por el Patrón de Asentamiento Urbano, al que ya hemos hecho
referencia. Como se recordará se trataba de un trazado práctica­
mente ortogonal, constituido por manzanas o recintos vecinales
de form a sensiblemente rectangular y un sistema de calles prác­
ticamente rectilíneas y sumamente estrechas. Dicho planeamien­
to estaba fuertemente influenciado por los accidentes naturales
y por las obras que estabilizaban la geografía del lugar y la hacían
más propicia para la producción agrícola. Se trataba, al parecer,
de un planeamiento urbano fuertemente influenciado por facto­
res agrícola-religiosos, que se adaptaba a la naturaleza, respetán­
dola, e incorporando al trazado urbano todos aquellos accidentes
que en alguna forma se destacaban. "L a prudencia ordena no tu r­
bar el orden establecido y desconfiar de todo lo que es anorm al",
dice Baudin al respecto (1959). Esta actitud basada en el animis
mo, creencia profundamente arraigada entre los Inca, obligaba
respetar a las rocas, a las fuentes, a los árboles, etc. pues "lo s ojos
de las cosas" vigilaban constantemente el com portam iento de los
humanos.

Esta permanente adaptación a la naturaleza hace que el


planeamiento urbano Inca sea hipodámico en los llanos y, prác
ticamente, orgánico en las sierras. En el caso del Cusco, la cua­
drícula original se deforma pegándose a las anfractuosidades del
terreno, las calles serpetean adhiriéndose a las sinuosidades de las
curvas topográficas y los espacios abiertos se escalonan siguiendo
los dictados de las andenerías. La tierra, la Pachamama, fuente de
vida y de felicidad para un pueblo de agricultores, es tratada amo
rosamente, preservándola avaramente para su fin prim ordial de
producción de alimentos. Así las plazas son escasas y pequeñas,
salvo la principal en la que las exigencias de la religión se imponen
sobre los reclamos de la agricultura; las calles son tortuosas y estre­
chas, inclusive el In tik ijllu , la más im portante de las vías procesio­
nales de la ciudad, y todo espacio abierto es estabilizado y enri­
quecido por la magia de los andenes e intensamente cultivado.

El resultado de esta actitud, y de sus premisas planificado-


ras sobre el trazado urbano del Núcleo Central, se tradujo en:

* La organización de la traza urbana alrededor del cruce


de los caminos a los Suyos, y en función de los polos de desarrollo
urbanístico que constituían los centros religiosos del Coricancha,
el tem plo de Viracocha y Sacsayhuamán;
* La fuerte vinculación de la Ciudad Nuclear con los Ba­
rrios Periféricos y con los alrededores, mediante un im portante sis­
tema vial que, en mucho, condicionó y determ inó las característi­
cas de la traza del Sector;
* La división de la Ciudad Nuclear en dos mitades, Hanan
y Hurin, estructuradas, cada una de ellas, en cinco grandes Barrios
Centrales;

106
Intikijllu o Calleón del Sol . . . .
La existencia de una gran trama o retícula, formada por
las calles más importantes y anchas, dentro de la que se conjugaba
otra trama más menuda, conformada por calles estrechas y angos
tos callejones;
* La presencia de grandes conjuntos urbanos, verdaderos
Barrios Centrales, que estaban delimitados por las calles de la gran
retícula vial y conformados por numerosos y pequeños conjuntos
habitacionales o Recintos Vecinales; y
* La escasez de áreas libres, dado que las calles eran estre­
chas y las plazas pocas y pequeñas, salvo la ya citada excepción de
Huacaypata.

En resumen, se trataba de un sector en el que la traza era


sensiblemente rectangular, el tejido urbano estaba conform ado por
pequeñas unidades agrupadas en conjuntos mayores, la superficie
de im plantación era sumamente alta, el porcentaje de áreas libres
m uy exiguo y la densidad poblacional alcanzaba cifras bastante
elevadas.

Finalmente, creemos de interés precisar que la retícula o


trama principal que organizaba el planeamiento urbano del centro

107
Agua/pinta Ladrillos

del Cusco Imperial, estaba constituida, como todavía se puede ob­


servar, por cuatro vías longitudinales y seis transversales. Dichas
vías aseguraban, longitudinalm ente, la conexión de la parte Hanan
con la H urin así com o la de los tres grandes centros religiosos de la
ciudad y, transversalmente, la vinculación de esta con los Barrios
Periféricos y los alrededores. Naturalmente, los Caminos Imperia­
les, que contribuían a form ar la retícula en cuestión, relacionaban
a la capital con los Cuatro Suyos.

Las arterias longitudinales, de Este a Oeste, eran:

* La vía que seguía la canalización del Saphy y que, en


buena cuenta, era parte de los caminos que conducían al Chin-
chaysuyo y al Collasuyo;
* La vía formada por el camino que se encuentra al costa­
do izquierdo de Colcampata, la cuesta de San Cristóbal, una calle
hoy desaparecida, que era paralela a Suecia, el costado derecho de
la plaza Huacaypata, el In tik ijllu o Callejón del Sol y la Pampa del
Castillo. Esta vía unía Sacsayhuamán, el Tem plo de Viracocha y el
Concancha;
* La actual calle San Agustín, que conducía directam en­
te desde el Coricancha hasta Sacsayhuamán, pasando por Kiswar-

108
Huaynapata Siete Culebras

cancha, lugar de asiento del Tem plo de Viracocha; y


* La calle que seguía la canalización del Tullum ayo, desde
Sapantiana hasta Pumachupan.

Las arterias transversales, de Norte a Sur, eran las siguien­


tes:

* La vía que era continuación de Alcopata y estaba form a­


da por la calle Amargura, la prolongación de la misma, el camino
que pasaba al pie del anden de Colcampata y las calles Concepción
y Siete Borreguitos, continuándose a lo largo de Quiscapata;
* La vía que era prolongación de un camino paralelo a
Nueva A lta y estaba formada por un tram o hoy desaparecido, y
por las calles Huaynapata y Ladrillos, continuándose en Atoe Say-
cuchi;
* La vía que era prolongación de un camino que, seguía el
trazo de Nueva Baja, atravesaba por su parte alta las plazas de Cusi-
pata y Huacaypata y estaba formada por las calles Alm irante, Tu-
cumán y Siete Culebras, continuándose, al parecer, a lo largo de un
callejón paralelo a Canchipata;
* La vía conformada por las calles Mantas, lado inferior
de Huacaypata, T riu n fo y Hatun Rumiyoc, y que se continuaba en

109
Calle San Aguttít,

la subida de San Blas. Esta vía era, en realidad parte del camino al
A ntisuyo;
* La vía que estaba formada por las calles Afligidos, Maru-
ri y Cabracancha, y que principiaba y terminaba en caminos rura­
les; y
* La vía que era continuación del camino al Huancaro y
estaba formada por la cuesta de Arrayan, la plaza Intipampa y las
calles Zetas y Abracitos, continuándose, a través de la plaza Rí-
macpampa, en el camino al Collasuyo.

Como ya se ha indicado, el cruce de estas vías constituía


una trama que formaba diez grandes unidades urbanas o Barrios
Centrales, cinco en el Hanan Saya y cinco en el Hurin Saya.Ejem­
plos típicos de estos barrios son Cassana en la parte Hanan y Ha-
tun Cancha en la Hurin. El prim ero estaba form ado por la calle
Plateros, las prolongaciones de Huaynapata y San Cristóbal y los
portales de Panes y Harinas. El segundo, el más grande de los
Barrios Centrales cusqueños, estaba delim itado por el portal de
Carrizos y las calles T riun fo, Herrajes, San Agustín, Maruri y el
llamado Callejón de Loreto.

110
Dentro de estas grandes unidades urbanas se daban otras
de menor tamaño, que, a su vez, estaban constituidas por los pe­
queños Recintos Vecinales. Por ejemplo, en el caso de Hatun
Cancha aún se nota claramente, en el plano arqueológico del
Cusco, la existencia de tres conjuntos: el impropiamente llamado
Hatun Cancha, el Acllahuasi y Pucamarca. Así mismo la existencia
de los Recintos Vecinales se puede apreciar con nitidez, en el an­
tiguo Barrio Central de Cusicancha, actualmente delim itado por
las calles Maruri y San Agustín, por la plaza de Santo Domingo y
por la Pampa del Castillo. En esta unidad se observa la presencia de
nueve Recintos Vecinales cuyos lados tienen entre 40 m. y 47 m.
El sistema de circulación de este conjunto de pequeñas unidades
urbanas, está form ado por una cuadrícula de callejas y callejones,
uno de cuyos típicos ejemplos está dado por el Callejón de Ro-
merito.

El Patrón de Agrupamiento El patrón consistía, fundamentalmente, en el agrupamien­


A rquitectónico to de varias construcciones alrededor de un espacio abierto, es
tando todo el conjunto encerrado dentro de un recinto con un
sólo ingreso. Las construcciones eran de planta rectangular, u n i­
celulares, y su número para integrar un co njun to podía variar en­
tre dos y ocho.

En caso de que las construcciones o bloques fueran única­


mente dos, estos se ubicaban enfrentándose a ambos lados del
patio o cancha, cuya forma era sensiblemente rectangular, en tanto
la topografía lo permitiera. Este tip o de agrupamiento arquitectó­
nico era la form a más simple que podía adoptarse y generalmente
servía de alojam iento a una fam ilia monogámica, poco numerosa,
que usaba uno de los bloques como habitación y el o tro como de­
pósito, desempeñándose la m ayor parte de las funciones familiares
al aire libre, en la cancha central.

Un tip o de agrupamiento más frecuente que el descrito, era


el co nstituido por tres bloques que se ordenaban en form a de ” U "
alrededor de una cancha En este caso la fam ilia monogámica, que
generalmente lo ocupaba, destinaba uno de los bloques a fines ha-
bitacionales, y los otros dos a funciones generales de recepción,
servicio y depósito.

El tip o de agrupamiento más usual, que constituye el ejem­


plo típ ic o del Patrón A rq uite ctón ico Inca, es el form ado por cua­
tro bloques extremos que encierran una cancha rectangular y cu­
yos muros forman, ju n to con el cerco del recinto, cuatro pequeños
patios esquineros. En este caso el conjunto sirve, normalmente,
para alojar una fam ilia extensa, que ocupa el agrupamiento dedi-

111
HIWAM IIN OH AM -l«ll

cando dos de los bloques a fines habitacionales (D orm itorios de la Agrupannentos arquitectónicos típicos
fam ilia paterna y de la del hijo mayor) y los otros dos a los fines ei caso de Pata L i^ t a (tegún Bingham

generales ya descritos.

Manuel Chávez Bailón sostiene que en O llantaytam bo, que


es un ejemplo clásico de este tip o de agrupamientos, el bloque u b i­
cado hacia la calle, por el cual generalmente se ingresa, es una
huayrona con fines recepcionales y de trabajo; los dos bloques la­
terales son puñuna huasi. es decir dorm itorios, y la últim a de las
construcciones, que cierra el cuadro, es un depósito con un a ltillo
o marca al que se sube por una escalera exterior ubicada en uno de
los patios esquineros (Chávez Bailón 1970).

Respecto a estos, vale la pena aclarar que su presencia se


debe a la costumbre Inca de construir unidades aisladas, evitando
el encuentro o intersección de las mismas e, inclusive, hasta las me­
dianerías. Se ha interpretado esta actitud como una form a de elu­
d ir complicaciones en el techado de las construcciones, pero ello
no explicaría la razón por la cual también se evitaba, cuidadosa
mente, la yuxtaposición de bloques o la partición in terior de ellos.
Es posible, quizás, que el m otivo de esta form a de construir, poco
económica y razonable para un pueblo tan práctico como los Inca,
tenga raíces de índole religiosa.

Coulange decía, refiriéndose a las casas de la antigüedad,


que cada una de ellas era morada de los dioses familiares y que por
ello "n o menos prohibido estaba juntar dos familias en una misma
sepultura que reunir dos hogares domésticos en una sola casa". Y
para ser aún más e xplícito, Coulange agrega: "A s í como las casas
no debían estar contiguas, las tumbas tampoco debían tocarse; co­
mo la casa, tenía, cada una de ellas, una especie de recinto aisla­
d o r".

112
Patrón de agrupamiento arquitectónico
Inca. Aba/o reconstrucción hipotética
de la cancha "A "

LJL.J L.

J r - ^ C D r -

113
El agrupamiento de cuatro bloques podía, sin variar funda­
mentalmente, hacerse más com plejo y, posiblemente, cu brir un
mayor número de funciones mediante la m ultiplicación del núme­
ro de bloques que enmarcaba la cancha central. Para ello, simple­
mente, los bloques originales se sustituían, todos o algunos de
ellos, por dos unidades, pudiendo así form ar conjuntos de cinco,
seis, siete y hasta ocho bloques. El caso más frecuente, posible­
mente por razones de simetría, es el conform ado por seis bloques.

Estos conjuntos de construcciones alrededor de un patio,


independientemente del número de bloques que los formaban,
constituían la unidad básica del Patrón de Agrupam iento A rq u i­
tectónico Inca. Su repetición y /o combinación podían asumir fo r­
mas muy complejas y variadas y, a no dudarlo, satisfacer cualquie­
ra de las necesidades habitacionales de los Inca, las misma que,
dadas sus costumbres e idiosincracia, no eran muy difíciles de
resolver. En O llantaytam bo se juntan dos agrupamientos para
form ar una manzana, en cuyo caso el bloque central es una huay-
rona o masma de tip o doble. En Machu Picchu, tres agrupamien
tos forman el conjunto llamado de las "Tres Puertas” , y en Pata-
llacta se combinan hasta cuatro unidades para dar lugar a la más
hermosa e imaginativa solución de la urbanística Inca.

Lo dicho se ha referido específicamente a las soluciones


habitacionales de la arquitectura Inca, pero dadas las característi­
cas de esta disciplina, así como las del planeamiento urbano,lo ex­
puesto se puede generalizar sin m ayor inconveniente. La diferencia
entre una modesta habitación de 3.60 m. por 4.20 m. y una Ka-
llanca de 20 m. por 60 m. es materia, únicamente, de dimensiones,
la concepción espacial y el sistema constructivo eran básicamente
los mismos. Igualmente, entre la casa de un m itm a o la de un ha­
tun runa y el palacio de un Inca, sólo había un problema de escala
y obviamente de riqueza en los acabados. Tanto la arquitectura
como el urbanismo Inca tenían un vocabulario sumamente simple,
con el cual a base de combinaciones y reiteraciones satisfacían to
das las necesidades y problemas que pudieran presentárseles.

Rowe señala sabiamente: "se trata de una arquitectura


que, al igual del idioma 'quechua', consiste en unidades irre d u cti­
bles agrupadas en patrones complejos e irregulares; pero sin perder
nunca su identidad". Así los más ricos de los palacios Inca, como
Cassana o Amarucancha y los templos más importantes y suntuo­
sos, com o el Coricancha, no eran a la larga otra cosa, guardando
las distancias, que una versión magnificada del modesto conjunto
de habitaciones en que se alojaban los hombres del pueblo.

Los Palacios Inca estaban encerrados por un alto muro,


con un sólo ingreso y constituían recintos de apreciables dim en­
siones, que eran elementos de importancia en el tejido urbano de

114
Reconstrucción hipotética de un b.irn las ciudades Inca. Fray Bartolomé de las Casas dice al respecto...
central constituido por seis recintos
vecinales "las casas o Palacios Reales del Rey Cuzco eran... hechas en cuadra
y tenían de esquina 350 pasos.. . " (115251 1948).

En el in terior del recinto amurallado podía e xistir un en­


jambre de construcciones que se agrupaban alrededor de dos, tres
y hasta cuatro patios. En ellos había aposentos para la nobleza,
cuarteles para los soldados, habitaciones para los sirvientes, cáma­
ra del tesoro, armerías reales, depósitos de vituallas, baños impe
ríales, lagunas, jardines, pájaros y flores. Fray M artín de Morua

115
(|1 5 9 0 | 1946) refiere que en los palacios reales " había verjeles y
huertas, estanques, puentes, baños, templos, capillas de sus dioses
y lo p ro pio era en casa de los señores orejones y demás caciques"...
y respecto a la residencia de Mama Micay, la colla de Inca Roca,
cuenta que tenía cien piezas, veinte huertas y cuatro grandes pa
tios.

O tro cronista relata, asombrado, que: "E n muchas casas o


en todas tenían baños con grandes tinajones de oro y plata, en que
se lavaban, y caños de plata y oro. p o r los cuales venia el agua a los
tinajones..." V Francisco de Xerez, al describir el palacio de Huay-
na Cápac, en Tomebamba, expresa que: "las paredes interiores del
palacio estaban ornamentadas con trabajos de marquetería de
" m u llu ", especie de concha, cuyo co lo r se asemeja al co ra l"... V
naturalmente, los muros tenían los más finos aparejos que podían
labrarse en la andesita o la d io rita y, así, las hiladas de grises silla­
res isodomos o de piedras verdosas, que armoniosamente decre­
cían en tamaño conform e cobraban altura, se erguían majestuosas
y solemnes para recibir los recios y pintados rollizos que sostenían
las m últiples capas de cuidadosamente seleccionado y entretejido
icchu.

Los palacios, pues, han debido ser realmente extensos, ri­


cos e imponentes, pero todos ellos, en el fondo, no eran otra cosa
que una versión agigantada y suntuosa del mismo patrón arquitec­
tónico que servía para trazar los más modestos conjuntos habita
cionales y que tenía su origen e inspiración en la experiencia m ile­
naria de los campesinos, de los hatun runa que cultivaban la tierra
tallando graderías y vivificando las hoscas peñolerías de los Andes.

Interesante experiencia es la que se deriva de la actitud de


estos Inca, que en un medio duro y a veces inhóspito, hicieron de
la necesidad virtu d y con medios simples y contados, a base de
habilidad, esfuerzo y pertinacia supieron enfrentar y vencer las
más complejas y difíciles tareas para alcanzar la grandeza del Im ­
perio y el bienestar de su pueblo.

116
III. ARQUITECTURA
Y CONSTRUCCION INCA
III.1. Tecnología Inca en la Construcción de
Muros de Piedra

La arquitectura Inca fue, en lo fundamental, una obra pé­


trea. Si bien empleaba muros de adobe para erigir ciertas construc­
ciones y para completar otras, encimándolos sobre recias paredes
de sillar, la casi totalidad de sus edificios más importantes fue reali­
zada en piedra.

La piedra fue consustancial con la arquitectura Inca. A ella


se deben tanto la concepción como la materialización de las fo r­
mas arquitectónicas. La simplicidad en el planeamiento, la senci­
llez en el diseño, la robustez de los elementos constructivos, la re­
ciedumbre de los volúmenes, la ausencia de elementos decorativos,
la sobriedad de la expresión estética, etc., son consecuencia directa
del uso de la piedra.

En fin, todo dependía de la naturaleza y posibilidades de


trabajo de ese material. Funcionalismo, belleza y durabilidad, fac­
tores básicos del hecho arquitectónico, eran consecuencia directa
de la personalidad de la piedra y de su com portam iento ante las so­
licitaciones de que era objeto. De la calidad de la piedra a usarse y
del tip o de tratam iento que se le diera dependían, pues, los valores
sustanciales de la arquitectura Inca.

No obstante ello, poco es lo que se conoce acerca de los as­


pectos científicos y técnicos envueltos en la construcción arquitec­
tónica y, por tanto, en el tratam iento de los sillares a los que debe
su presencia material y características espirituales. A lo largo de los
años, desde los cronistas hasta estudiosos de principios de siglo, la
m ayor preocupación fue por la apariencia de los muros. Pasmaban
las dimensiones y tonelaje de ciertos bloques, la hermeticidad del
ajuste de muchos de ellos, la complejidad de la forma de algunos y
la belleza, plena de contraluces, de casi todos los pétreos aparejos.
Pero casi no preocupaban o intrigaban los problemas técnicos que
los Incas habían tenido que superar para alcanzar esas tan celebra­
das realizaciones.

Así, hasta ahora, poco es lo que se sabe, y mucho es lo que


se desconoce, acerca de los diferentes aspectos del largo proceso
tecnológico que culmina con la ejecución de cualquiera de los her­
mosos aparejos incaicos. En ese proceso están comprendidos desde
la correcta elección de la calidad de la piedra a emplearse en deter­
minada función, hasta la perfecta colocación del sillar ” in situ” ,
pasando desde luego por su extracción de la cantera, traslado al
lugar de trabajo, desbastado y tallado de los bloques y manipula­
Muro Inca de apare/o sedimentario
(Calle Maruri. Cusco) ción de ellos para su asentado.

119
Ultimamente, el tema ha sido enriquecido por el estudio de
ciertos aspectos del problema, pero subsisten muchos vacíos tanto
en aspectos específicos cuanto en el planteamiento general del
asunto.d)

Tal situación y la importancia del tema me han llevado a


intentar este resumen, en el que, hasta donde llega mi conocim ien­
to, he considerado los más importantes aportes existentes y me he
perm itido añadir algunas experiencias y reflexiones personales.

CARACTERISTIC AS FISICAS Y EXTRACCIO N DE LOS BLOQUES

Las piedras rnás usadas por los Incas en las construcciones Canteras y Tipos de Piedra
del Cusco y alrededores, fueron: calizas, andesitas, dioritas y gra
nitos. También se usaron en el "h in te rla n d " imperial basaltos, are­
niscas y cuarcitas, aunque su uso fue más frecuentes en otros luga­
res del vasto Tahuantinsuyo.

Las canteras más importantes (Rowe 1946) en la región


cusqueña, fueron las de: Sacsayhuamán, para la extracción de cali­
zas y dioritas; Huaccoto y Rumicolca para andesitas; Yucay, para
calizas; y Cachiccata para granitos.

Las características físicas, arquitectónicamente más im p o r­


tantes de las piedras citadas son:

DU R EZA RESISTENCIA COLOR


Achocolatado

A m arillento

TIPOS
Blancuzco

DE
| Verdoso
Rosáceo

Según grados A la compresión 8 §


Rojizo

PIEDRAS de la escala en kilos por ■8 1


w 0)
de MOHS cm 2 O 2

ANDESITAS 6 1200 X X X X X

ARENISCAS 7 300 - 800 X X X X X

BASALTOS 5 -6 1200 X X X

C A LIZ A S 3 200 - 500 X X X X X

CUARCITAS 5 800 X X X X X

D IO R ITA S 6 1200 X X

G RANITO S 6 7 1200 X X X X

120
Extracción de los Bloques La extracción de las piedras de las canteras es uno de los
aspectos del proceso que ha sido más frecuentemente tratado y se
puede resumir en lo siguiente:

En algunos sitios, por ejemplo en Cachiccata, no se llevaba


a cabo un trabajo propiamente de cantería. Los bloques no se ex­
traían de las paredes o subsuelo de la cantera sino, simplemente,
se escogían entre los peñascos sueltos que abundaban en el sitio,
como resultado de la rotura de las rocas del lugar por agentes natu­
rales que provocaban la desintegración de los yacimientos. Debido
a ello, las rocas se fracturaban según sus planos de clivaje, o se
rompían al caer desde lo alto de los acantilados. Por tanto, la la­
bor de los canteros se reducía a la selección de los peñascos más
convenientes para el uso en cuestión, en razón de su tamaño, fo r
ma, color, textura, etc.

En la mayor parte de las canteras los Incas tenían que efec­


tuar un verdadero trabajo de extracción del material, pero para
sim plificar la tarea seleccionaban los sitios de manera de evitar los
"cortes de espalda” en la liberación de los bloques (Outwater
1978).

Prácticamente, todos los estudiosos del tema están de


acuerdo en que la extracción se producía mediante la acción de pa­
lancas, que se introducían en fisuras de las rocas, y /o por la percu­
sión de pesados m artillos sobre las líneas de clivaje o fallas existen­
tes en dichos materiales. En cambio, no hay acuerdo respecto a la
posibilidad de que se hayan usado cinceles de piedra o metal para
romper las piedras, mediante la ejecución de huecos sucesivos que
producían la rajadura de la roca según el alineamiento de las per­
foraciones. Tampoco hay consenso en relación al uso de cuñas de
madera que, introducidas en huecos practicados previamente, al
remojarse producían la rotura de las piedras por efecto de su pos­
terio r dilatación.

121
Actualmente, también hay unanimidad en descartar el pro­
cedim iento de romper las rocas mediante calentamiento y súbito
enfriam iento por efecto de un chorro de agua, pues tal operación
produce la fracturación de la materia en muchos e irregulares pe
dazos. Es posible, sin embargo, que dicho procedim iento haya
sido usado cuando se deseaba obtener material para trabajos bur­
dos, como para la ejecución de terraplenes, andenes, rellenos, etc.
Recientemente (H ollow ell 1985), se especula con la posibilidad
de que la rotura de bloques se haya producido mediante la talla de
una ranura profunda y la acción dilatadora del agua depositada en
ella, al congelarse durante la noche. Una variante del uso de la ra­
nura consistiría en llenarla con carbón incandescente hasta produ­
cir la rotura de la piedra.

Las dimensiones de las piedras usadas en los distintos apa­ T A M A Ñ O DE LOS BLOQUES
rejos Incas son muy variadas e, inclusive, se producen grandes d i­
ferencias de tamaño entre los elementos constitutivos de un mismo
tip o de aparejo. A grosso modo, podríamos intentar clasificar el
tamaño de las piedras usualmente empleadas de la siguientes ma­
nera:

Tamaño pequeño: cuyas dimensiones son de alrededor de


0.20 m. Por ejemplo: bloques de 0.20 m. x 0.20 m. x 0.20 m, o
sea de un volumen de 0.008 m3 y un peso de 18 a 24 k.

Tamaño mediano: cuyas dimensiones varían entre 0.20 m.


y 0.40 m. Por ejemplo: bloques de 0.20 m. x 0.30 m. x 0.40 m, o
sea de 0.024 m 3 de volumen y un peso de 53 a 72 k.

Tamaño grande: cuyas dimensiones varían entre 0.40 m. y


0.80 m. Por ejem plo: bloques de 0.40 m. x 0.60 m. x 0.80 m, o
sea de 0.192 m 3 de volumen y un peso de 420 a 575 k.

Tamaño muy grande: cuyas dimensiones varían entre 0.80


m. y 1.60 m. Por ejemplo: bloques de 0.60 m. x 0.80 m. x 1.60 m,
o sea de 0.77 m 3 de volumen y un peso de 1700 a 2300 k; y

Tamaño ciclópeo: cuyas dimensiones varían entre 1.60 m.


y 7 m. o más. Por ejem plo: bloques de 2 m. x 3 m. x 6 m; o sea de
36 m 3 de volumen y un peso de 80,000 a 110,000 k.

Las variaciones en el peso dependen naturalmente del tip o


de roca de que se trate, pues las diferencias entre el peso específico
de las mismas son importantes. Por ejemplo: las rocas calizas tie ­
nen un peso específico de 2200 k/cm 3, mientras que las dioritas
pesan 3000 k/cm 3.

Aparejos con bloques de tamaños


1 2 2 distintos: medianos, muy grandes,
pequeños y grandes, y ciclópeos
Obviamente, el esfuerzo necesario para trasladar y /o maní TR A S LA D O DE LOS BLOQUI
pular dichas piezas es proporcional a su tamaño y peso, pudiendo
bastar el trabajo de un solo hombre o requerirse el esfuerzo con­
certado de centenares de ellos. Garcilaso sostiene que la famosa
"Piedra Cansada", que se encuentra en un llano antes de la forta
leza de Sacsayhuamán, fue conducida por más de 20,000 indios
y que en una de las cuestas " venció el peso de la peña a la fuerza
de los que la sostenían, y se soltó p o r la cuesta abajo y m ató tres
o cuatro m il indios de los que la iban guiando". A l parecer se trata
de una exageración del cronista, pero si consideramos el peso de
las más grandes piedras que conforman las murallas de Sacsayhua­
mán y el esfuerzo que es capaz de realizar un hombre, en forma
continua y sostenida, halando dicha mole a través de un terreno
fragoso, llegaremos a la conclusión que fácilmente se necesitan
más de 2000 personas para tal empresa (Ponce Sanjines 1981).

El modo de traslado de las piedras, desde la cantera hasta


el lugar de su uso, debe haber sido determinado, com o ya se ha
indicado, por sus características físicas. Los bloques pequeños de
ben haber sido cargados por portadores individuales, a hombro,
haciendo uso de mantas y ceñidores frontales. Los bloques media­
nos deben haber requerido el uso de parihuelas o angarillas, car­
gadas por dos individuos. Los bloques grandes y muy grandes pue­
den haber sido halados, como lo fueron con seguridad los bloques
ciclópeos, pero lo más probable es que fueran llevados "en andas",
por los cargadores que fueran necesarios. La forma sui generis en
que los devotos cusqueños, durante la celebración del Corpus
Christi, cargan las efigies de San Sebastián y San Jerónimo, con las
vigas de las andas perpendiculares a la dirección del m ovim iento, y
com piten en una desaforada carrera, de más de 5 km, hasta la Pla­
za de Armas del Cusco, nos da una clara idea de la rapidez y capa
cidad de carga de este original modo de transporte. Los bloques
ciclópeos, necesariamente, tuvieron que ser halados; varios cronis
tas, especialmente Garcilaso, se refieren a ello y Huamán Poma nos
ofrece un hermoso dibujo del traslado de la "Piedra Cansada” .

Parece ser que el traslado de estas piedras se hacia de d i­


versas maneras: por arrastre, por rodadura, y por alzamiento y des
lizamiento.

Por Arrastre.— Halando los bloques sobre su propia base y


lubricando las superficies de tránsito con arcilla húmeda. También
se dice que algunas piedras tenían la base trabajada en form a de
fondo de barca, o sea con quilla, para facilitar su deslizamiento
(H ollow ell 1985). Dado lo fragoso del terreno de nuestras serra
nías, el simple arrastre de los grandes bloques debe haber sido su­
mamente d ifíc il y demandado un gran esfuerzo, por lo que es posi
ble que los antiguos peruanos hayan buscado la manera de facilitar
dicho medio de transporte. Para ello, al igual que los egipcios o asi

124
E LH O V E M O C A P 1TH

T '^
Traslado de la piedra cansada, según
Huaman Poma de Ay ala
ríos, pueden haber colocado los bloques sobre una armazón de ma­
deros que desempeñaría el rol de patín o trineo. La existencia de
protuberancias y/o encajaduras en los bloques, que facilitarían su
amarrado y fijación al aparato de transporte al ser halados, da base
a esta suposición. En buena cuenta, el sistema funcionaría en fo r­
ma parecida al del carguío de los aríbalos, en el que la soga del
portador, al pasar por el mogote posterior y las asas del cántaro,
no sólo lo sostiene en el aire, sino que, también, lo fija a la espalda
del cargador. Naturalmente, para poder ser haladas las piedras eran
atadas con gruesas maromas que, como lo indica Garcilaso, servían
tanto para halar las piedras, guiándolas, como para sostenerlas,
aguantándolas, y así evitar que se desbarrancaran en las cuestas de
fuerte pendiente.

125
Por Rodadura.— Colocando los blOC|U6S sobre rodillos de Pni/westas sobre maneras de trasladar li
madera dura y halándolos según el procedim iento ya descrito. bloques: amba. por arrastre, abato. p<
_ . , ' ' alzamiento y deslizamiento (segu
Rowe inform a que en Ollantaytam bo, cerca de la cantera de Cachi- choisyi. y ai frente, por rodadui
cata, bajo una gran piedra se han encontrado restos de los rodillos
de madera que se usaron para moverla. Con tal fin, el camino a
usarse debió haber sido convenientemente preparado, nivelándolo
y /o terraplenándolo. También es posible que para facilita r la m ar­
cha de los rodillos se hayan empleado, a manera de rieles, juegos
de tres o cuatro largos troncos que se colocaban sobre el camino
conform e progresaba el avance del bloque (O utwater 1978).

Por A lzam iento y D eslizam iento.- Dado que son muy es­
casos los restos de rodillos que se han encontrado, es posible que
su uso haya sido poco frecuente, en cuyo caso es dable que se em­
pleara algún o tro sistema que ofreciera mayores facilidades que el
de, simplemente, arrastrar los bloques a través de la abrupta geo­
grafía de la región. Augusto Choisy, en su clásica "H istoria de la
A rq uite ctura", nos indica con lujo de detalles que los hombres pre A-
históricos, desde los máé remotos tiempos, trasladaban enormes
bloques de piedra valiéndose de lo que él llama la "m archa por
gradas". El sistema, sumamente simple y grandemente ingenioso,
consiste en levantar un bloque mediante series de palancas coloca
das a sus lados y luego rellenar el espacio producido debajo de el.
Repitiendo la operación se logrará levantar el bloque hasta la altu
ra que se desee y después bastará construir una rampa, con la pen­
diente necesaria, para que el bloque se deslice hasta la base de la
misma, avanzando así un apreciable tramo. Para dicho deslizamien­
to el labrado en forma de q u ila de la base del bloque facilitaría la
operación. La repetición de todo el procedim iento, o sea la puesta
en funcionam iento de una nueva "grada", perm itirá que la "m a r­
cha" del bloque hasta su lugar de destino se haga con relativa fa ­
cilidad, mediante sucesivos alzamientos y deslizamientos. Otra
gran ventaja de este antiquísim o sistema, que no requiere de ma­
yores instrumentos ni artificios, es que permite el avance en con­
trapendiente. Para ello basta regular apropiadamente la pendiente
de las rampas, o gradas, con la gradiente de la cuesta que se quiere
vencer.

126
M A N IP U LA C IO N La manipulación de los bloques para asentarlos debió rea­
DE LOS BLOQUES lizarse de diversas maneras, habida cuenta de las grandes diferen
cias de volumen y peso existentes entre ellos. Naturalmente, como
en el caso del traslado o transporte, la manipulación de los bloques
se dificultaba en función del incremento de sus características f í ­
sicas y requería no sólo de mayor esfuerzo, sino, también, de pro­
cedimientos más ingeniosos y difíciles.

Tenemos asi, que los bloques pequeños, que constituían


verdaderos mampuestos, eran manipulados sin d ificu lta d en forma
individual durante todo el proceso de su colocación. Huamán Po­
ma nos proporciona un dibujo que describe el asentado de bloques
pequeños y medianos en un m uro de aparejo sedimentario. Se pue
de apreciar a dos individuos manipulando dichos bloques, uno
de ellos los está colocando en el muro, el otro, al parecer, simple­
mente los transporta o se los alcanza al primero. Las distintas ves­
timentas de los personajes indican diferencias jerárquicas y de fun ­
ción entre ellos; parece ser que se trata de un maestro albañil
(amojonador y medidor) y de su ayudante.

Dado que los muros de piedra incas rara vez alcanzaban al­
turas mayores de tres metros, la colocación de los bloques en las
hiladas superiores no debió representar m ayor problema. Un sim­
ple andamio y unas cuantas escaleras de mano deben haber sido
todo el equipo necesario para construir tales muros.

127
Los bloques medianos deben de haber sido asentados me­
diante un procedim iento sim ilar al descrito, constituyendo una de
las diferencias más importantes el empleo de dos individuos para
la manipulación de los sillares. El levantamiento de los mismos has
ta las hiladas superiores, puede haber requerido de plataformas es
caloñadas capaces de perm itir el paso dos o más cargadores, o de
un par de vigas inclinadas, a manera de rampa, para subir los b lo­
ques halándolos desde arriba.

La operación de ajuste y reajuste de la form a de los blo


ques para conseguir su perfecta adecuación a la talla de las piedras
vecinas, tampoco debe haber sido mayormente complicada y con
la ayuda de unas cuantas palancas dicha operación debe haberse
efectuado sobre la misma superficie de los andamios.

Los bloques grandes y muy grandes requerían de procedi­


mientos bastante más complicados y laboriosos para su asentado.
Dado su gran peso no podían ser colocados en sitio y posterior
mente ser removidos para reajustar su encaje, p o r lo que el proce
dim iento para lograr tal propósito debió ser d is tin to al usado con
los bloques pequeños y medianos. Asimismo, su levantamiento a
niveles superiores al del suelo requirió, desde el principio, la cons
trucción de sólidas rampas y plataformas que crecían conforme lo
hacían los muros. Naturalmente, las plataformas de trabajo, que
sustituían a los andamios, rodeaban perim etralm ente a las cons­
trucciones y el material de relleno que las co nstituía debe haber
estado entibado o estructurado por fuertes pircas.

128
Al frente: grabado de Huoinan Poma
mostrando a dos personas apare/ando Las rampas se construían en la misma form a y se ubicaban
bloques pequeños, y reconstrucción
hipotética de andamios para la en sitios estratégicos para servir eficazmente a toda la construc­
construcción de muros de bloques ción; podían estar adosadas a las plataformas de trabajo o ser per­
pet)uoños. Arriba sistema de andamios.
rampas y rellenos para el apare/amiento pendiculares a ellas, según la disponibilidad del terreno existente.
de bloques medianos y grandes Bernabé Cobo declara haber sido testigo de la construcción de la
Catedral del Cusco mediante el uso de dicho sistema por trabaja­
dores indígenas. Los españoles, durante los primeros años de la
conquista, al com probar la eficacia de la tecnología nativa, perm i­
tieron a los constructores Incas que continuaran usando sus pro­
pios sistemas, en tanto aprendían las técnicas hispanas.

Sobre estas amplias rampas y plataformas los bloques se


trasladaban haciendo uso de los sistemas de arrastre y rodadura,
ya descritos. Sobre ellas se efectuaba también el reajuste y reto
ques de los bloques antes de su colocación, siendo esta operación
una de las razones de la gran anchura de las plataformas. Dados
este hecho y el que la mayor parte de los edificios Incas tenía un
ancho relativamente pequeño, es posible que, para la construcción
de los muros de una de esas edificaciones, en vez de construir las
plataformas perimétricas se rellenara el espacio com prendido por
dichos muros. Se obtendría así, fácilmente, una mayor superficie

129
Sacsayhuamán. e/emplo de aparejos
ciclópeos
de trabajo, con la ventaja de que los propios muros asumirían el
rol de elementos de contención del relleno.

Dicho sistema, que Choisy denomina de "cavazones", de


biendo llamarse de rellenos, fue practicado desde la pre historia,
siendo, más tarde, exhaustivamente usado por los egipcios.

Los bloques ciclópeos, paradojalmente, cuanto más grande


resultaban más fáciles de asentar, por el sencillo m otivo que, por
sus características físicas, se constituían en elementos fundam en­
tales de la construcción de la que formaban parte, siendo puntos
de apoyo y desarrollo de los demás integrantes del sistema cons­
tructivo. Así, se asentaban directamente sobre la tierra, determ i­
nando orientaciones y alineamientos e im poniendo sus característi­
cas morfológicas a los bloques adyacentes.

Por lo dicho, para colocar en posición uno de esos peñas


eos gigantescos, los bloques esquineros de las murallas de Sacsay­
huamán, p or ejemplo, bastaba con llevarlos, arrastrándolos o ro­
dándolos, hasta el sitio preparado para recibirlos. A llí, mediante
simples juegos de palancas, tirantes y puntales se ajustaba la posi­
ción y verticalidad del bloque y se retiraban los rodillos, en caso de
que hubieran sido usados en el transporte. Ya en sitio el bloque,
las caras laterales podían ser retocadas, si se juzgaba que tal cosa

130
era conveniente, para un más fácil ajuste con las piedras a colocar­
se posteriormente.

En buena cuenta, podemos decir que esos bloques son ver


daderos ORTOSTATOS de la construcción en que figuran; son las
columnas de un muro en el que los demás elementos son práctica
mente relleno.

Los bloques ciclópeos de menor tamaño tenían para su


asentado dificultades parecidas a las sufridas por los bloques del
tip o muy grande y, por supuesto, requerían de procedimientos
parecidos, aunque más laboriosos, para su colocación.

FRABAJO Y H E R R A M IE N TA S El trabajo de los bloques para darles su form a definitiva


fue hecho de diversas maneras y usando distintos instrumentos. La
mayor parte de ellos fue trabajada mediante m artillos y cinceles
de piedra, de naturaleza muy compacta y pesada. Probablemente
guijarros y cantos rodados de basalto o epidorita, aunque según los
cronistas se usaban instrumentos de un mineral de color negro lla­
mado H IH U A Y A , al parecer algún tip o de roca meteoritica. Los
m artillos usados, generalmente ovoidales, teman pesos que varia­
ban según la función a cum plir. Así, para desbastar las rocas se
empleaban instrumentos de alrededor de diez kilos de peso, mien
tras que para regularizar la form a deseada y, finalmente, reajustar
sus bordes y aristas se hacía uso de m artillos más ligeros de apro
ximadamente 5 k. y 1 k. de peso respectivamente.

El trabajo se hacía por percusión y se le perfeccionaba por


abrasión, mediante el frotam iento con piedras chatas o maderas
duras y uso de arena de río como material abrasivo y, naturalmen
te, abundante agua.

Para la realización de depresiones con planos y ángulos ¡n


ternos muy claramente definidos (cajas o bajos relieves, por ejem
pío), es casi imposible el uso de instrumentos de piedra y la prác
tica de la percusión. Para tal finalidad se requiere de herramientas
bastante finas y de poco volumen capaces de "c o rta r" la piedra en
formas muy pequeñas y precisas. Es decir, se necesita de verdade
ros cinceles, necesariamente metálicos. Los Incas hicieron uso in­
tensivo del cobre y del bronce para todo tip o de armas y herra­
mientas, existiendo en los museos algunas colecciones entre las
que se hallan elementos de bronce de distintas aleaciones, debida
mente templados y de gran dureza.

Recientemente, Robert B. Gordon, del Kline Geology La-


boratory de la Universidad de Yale, estudió la colección de 150
objetos de metal encontrados por Hiram Bingham en Machu Pic-

131
chu y determ inó que había 13 instrumentos de bronce que pare
cían haber sido fabricados para trabajos pesados. Análisis posterio
res de la naturaleza y calidad del material, forma y peso de los
instrumentos, así como de las huellas, distorsiones y roturas deja
dos en ellos por el trabajo a que habían sido sometidos (pruebas
micro-estructurales), llevó a la conclusión de que 1 de ellos había
sido empleado para trabajos en madera; 2 habían sido diseñados
para el trabajo en piedra, pero no habían tenido uso alguno; y
que los 10 restantes se habían empleado como verdaderos cince
les. Es decir, para arrancar partículas de material pétreo mediante
el impacto producido al ser golpeados en su extrem o superior. p1t n
Es de resaltar que con los análisis y experimentos de Gor
don se superan, definitivam ente, las dudas acerca de la utilización,
¿_3 L
por los Incas, de instrumentos metálicos para el trabajo en piedra.

Asimismo, se hizo uso de "sierras” metálicas para cortar


piedras, tanto para fines decorativo y /o de acabado como para des
bastar piedras en grandes planos. En O llantaytam bo existen varios
ejemplos de piedras trabajadas con incisiones y canales, efectuados
mediante la ejecución de dos cortes paralelos de 1 cm. de profun
didad y la rotura por golpeado del material com prendido entre
ellos (Rowe 1946). Tales cortes se pueden hacer mediante fro ta ­
m iento con un hilo o una fina hoja metálica, de cobre o bronce, y
el empleo de agua y de arena de río, esta últim a com o material
abrasivo.

Este sistema de aserrado de la piedra fue empleado por los


antiguos egipcios para el tallado de los grandes colosos sentados
con que recordaban a sus faraones; primeramente aserraban los in­
mensos bloques de granito o de basalto desbastándolo en grandes
planos y luego terminaban el trabajo por percusión. Se economiza­
ban, así, en el desbastado de la piedra, una gran cantidad de tie m ­
po y de esfuerzo, pues hacerlo mediante el uso de m artillos y cin
celes, aunque fueran metálicos, hubiese demandado una inversión
de mano de obra extraordinaria. Es posible que los Incas también
hayan usado el sistema para trabajos similares, la talla escalonada
de peñascos y roquedales, por ejemplo. El llamado "T ro n o del
Inca” , en Sacsayhuamán, puede ser un arquetipo de este sistema
de trabajo pétreo.

Finalmente, también se practicaba la perforación para ha


cer hoyos y huecos cilindricos, de diversos tamaños, para hincar
soportes, mástiles y astas de estandartes y para alojar pines que
aseguraban la inserción de láminas metálicas en ranuras ejecutadas
en los muros.

En Machu Picchu, O llantaytam bo y Tiwanaku (H ollow ell


1986), hay varios ejemplares de esas perforaciones y en el "C uarto t í
del Rescate", de Cajamarca, Id ilio Santillana descubrió, durante in- 5 0 mm

132
f / llamado "trono del Inca" en
Sacsayhuamán vestigaciones arqueológicas realizadas en 1982, hasta tres hoyos de
distintas dimensiones, alcanzando la profundidad del mayor de
ellos 0.55 m. En las investigaciones realizadas por H ollowell en
O llantaytam bo, se ha llegado a com probar que los hoyos existen­
tes han sido efectuados por un perforador rotatorio. Para ello se
empleó un barreno de madera dura, al que se hizo girar mediante
un arco, agua y arena de río como abrasivo.

Este antiquísim o sistema de perforación hace uso de barras


y agujas metálicas cuando los hoyos requeridos son de muy peque
ñas dimensiones.

ASENTADO DE LOS BLOQUES La trabazón de las piedras conformantes de los aparejos


rústicos no ofrecía problema alguno, dado el tip o de su asentado.
La de los bloques constitutivos de los aparejos sedimentarios, por
su form a regular y dimensiones no m uy grandes, tampoco debe ha­
ber significado mayor d ificu lta d para los expertos talladores in­
caicos.

Los aparejos Sedimentario Isódomo y Pseudoisódomo per­


miten preestablecer la exacta dimensión de cada uno de los sillares
que conformaran los muros. Por tanto, puesto que se trata de
paralepípedos, su labrado y posterior asentado debe haberse reali­
zado con toda facilidad.

Inclusive el trabajo de los sillares de los aparejos Sedimen­


tario Decreciente e Irregular debe haberse realizado fácilmente, ha-
píédrmlsegúndR.™o?don798S,i' abSI0*" bida cuenta de la extraordinaria capacidad de reproducir volume-

133
nes y formas que tienen los artesanos nativos. Muchos hemos pre­
senciado, asombrados, cómo, durante la restauración de los m onu­
mentos del Cusco destruidos por el terrem oto de 1950, los picape
dreros del lugar reproducían elaboradas tallas y complicados or­
namentos de pilastras, columnas y perillones, simplemente tenien­
do a la vista el modelo original; estas increíbles copias de pasmosa
exactitud se realizaban tomando, únicamente, ciertas medidas bá­
sicas

Por tanto, en los aparejos sedimentarios los bloques deben


haber sido previamente tallados y asentados uno tras otro, hilada
sobre hilada, sin que se produjeran mayores reajustes en su coloca­
ción. En todo caso, la operación de poner y sacar el bloque de su
posición para reajustar su encaje con los sillares ya colocados, debe
haberse practicado, usualmente, una sóla vez. Esta suposición se
afirma en el hecho de que los sillares, paralepipedos rectangulares
en su mayoría, se labraban previamente y sólo tenían dos caras de
contacto con los bloques precedentes: la in fe rio r o lecho de asen­
tam iento y una de las caras o llagas laterales.

El procedim iento para asentar los sillares debe haber sido,


aproximadamente, el siguiente:

1.— Se escogían los sillares, previamente trabajados, de cada h i­


lada, según el ritm o y estructura que se deseaba dar al apa­
rejo;

2.— Se labraban las caras inferiores y laterales de los dos prim e­


ros bloques de la hilada de base;

3 .— Se preparaba el lecho del bloque primero, de acuerdo a la


cara in ferior de este, y se colocaba el sillar en posición;

4 .— Se retiraba el bloque prim ero y se preparaba el lecho del


bloque segundo, según lo descrito;

5 .- Se perfeccionaba el ajuste lateral, o llaga, de ambos b lo­


ques, adecuando la cara del segundo a la del primero, y se
colocaba en su posición definitiva a este últim o ;

6 .- Se retiraba el bloque segundo y se repetía el procedim iento


con el tercer sillar y con todos los demás integrantes de la
hilada; y

7.— En las hiladas superiores se repetía el proceso en forma


idéntica, teniendo cuidado de cu m p lir con la regla de la
E/emplos de distintos aparcios de tipo
sedimentario. De izquierda a derecha y
"ju n ta de lecho"; es decir de, siempre, adecuar la cara su­
de arriba hacia abajo: aparejo con perior de los bloques de la hilada in ferior a las característi­
protuberancias: aparejo de tex tura
pulida; apárelo de estructura horizontal
cas de la cara in ferior de los sillares de la hilada superior.
ondulante: apare/o almohadillado.
apare¡o de estructura horizontal
ondulada variable; y aparejo 135
almohadillado tendiente a lo engastado
decorado con relieves
En esta forma, el reajuste del labrado de los bloques, pre­
viamente trabajados, sólo se efectuaba en dos de sus caras:
la cara de arriba, para preparar el lecho del bloque superior
y la cara lateral adyacente al sillar vecino precedente.

Dado que en este tip o de aparejo los sillares son, usualmen­


te, de tamaño pequeño o mediano y de un peso fácil de manejar,
la manipulación requerida por el proceso descrito no debe haber
presentado mayores problemas.

Naturalmente, el reajuste de los sillares se simplificaba


grandemente cuando su asentado era de tip o Denticular. Los te to ­
nes presentes en los sillares de regulares dimensiones perm itían el
rebatim iento de los bloques sobre su arista inferior, y la existencia
debajo de los mismos de una luz facilitaba su manipulación duran­
te la operación de reajuste de sus caras.

En los aparejos Celular, Engastado y Ciclópeo el asentado


de los bloques se complicaba grandemente por lo variado de su fo r­
ma y en el caso de los dos últim os tipos por el gran peso de la ma­
yoría de los sillares. En los tres aparejos citados, cada uno de los
sillares es distin to a los otros, de form a poligonal irregular y con
muchos ángulos y lados. Su labrado para conseguir un amarre per­
fecto con los bloques vecinos debe haber sido sumamente d ifíc il
y requerir del ajuste y reajuste de su forma, o sea que " era forzoso
probarla muchas veces", tal como lo recordaba el Padre Acosta.

Tal procedimiento, de poner y sacar los sillares, es d ifíc il


de realizar en cualquier caso, y materialmente imposible de efec
tuar cuando el peso de las piedras es de varios centenares de kilos.
Procedimiento hipotético relativo al
rea/uste del labrado de un sillar yrjnde

137
Por tanto, los Incas debieron tener un sistema especial de labrado
y asentamiento de esos bloques, que les permitiera un trabajo reía
tivamente sencillo y les garantizace el adecuado ajuste de los si
llares.
4

En los aparejos celulares, las formas de los sillares son m u­


chas y muy variadas, poligonales irregulares casi todas ellas; el
tamaño es, generalmente, mediano y /o grande y el peso no muy
importante. La d ificu ltad del asentado de los bloques de este apa­
rejo radica en lo com plejo de su diseño que impide prever la forma
de los sillares y su ajuste con los vecinos. Tal cosa obligaría a ensa­
yar, reiteradamente, el asentado de cada bloque hasta conseguir
su unión con los sillares ya colocados.

Dicho procedimiento, no obstante la abundancia de mano


de obra y de tiem po de que se disponía en la época, no parece ser
consecuente con el pragmatismo e ingeniosidad que caracterizaban
todas las acciones de los Incas. Indudablemente, debe haber exis­
tid o un sistema que facilitara la d ifíc il labor de labrar un bloque,
en forma de poliedro irregular, que encajara perfectamente en
el vacío dejado por los bloques ya asentados. Tal labor, no obstan­
te la extraordinaria habilidad para reproducir objetos de los can­
teros incaicos, hubiese demandado mucho tiem po y, sobre todo,
excelentes artesanos. No parece lógico que se realizara dicha inver­
sión en muros que, en su mayor parte, estaban dedicados a servir
de elementos de sostenimiento y /o contención.

Aún cuando no hay referencias al respecto, es posible que


los Incas usaran de un sencillo método que los canteros de Carrara
practican, desde tiempos inmemoriables, para copiar objetos. Se
trata del uso de un grueso alambre, o angosta lámina metálica, que
se ajusta a los contornos del objeto a copiar y luego se aplica sobre
la superficie del bloque en trabajo. La silueta, así lograda, permite
desbastar apropiadamente el bloque y ahorrar una gran cantidad
de trabajo.

Para los Incas, grandes metalurgistas y expertos orfebres en


todo tipo de metales y aleaciones, era sumamente fácil fabricar
alambres o láminas de cobre o bronce para efectuar dichos calcos.
Así, nos perm itim os suponer que los aparejadores incaicos para
asentar un muro de tip o Celular procedían, en general, tal como en
el caso de la erección de un muro Sedimentario, pero haciendo uso
del dispositivo metálico, o plantilla, para darle forma primaria a las
piedras y luego asegurar su ajuste.

En buena cuenta, en la primera hilada sólo tenían que


preocuparse del ajuste lateral de los sillares, hecho que podían lo ­
grar muy fácilmente copiando con la plantilla metálica el perfil del
bloque asentado y trabajando la cara lateral del sillar adyacente se-
Diversas formas de apare/os engastados,
138 sobresaliendo las "piedras hinchadas"
de la esquina inferior derecha
gún dicho modelo. En las hiladas superiores debió requerirse algo
más de trabajo, en razón de que también había que ajustar las ca­
ras de abajo y arriba de los bloques superpuestos. En este caso, ins­
talado un bloque cualquiera debe haberse copiado con la plantilla
la silueta formada por la cara lateral de dicho bloque y las superio
res de los sillares de la hilada in fe rio r que constituían el lecho del
bloque a colocarse. Con el modelo de dicha plantilla debe haberse
escogido una piedra parecida a esa forma y, luego de trabajarla p ri­
mariamente, procedido a su reajuste y colocación; teniendo siem­
pre en mente que en dicha operación primaban las formas de la
cara lateral del bloque ya instalado y la cara in ferior del sillar por
asentarse.

Obviamente, durante todo el proceso se hacía uso de la


plantilla, que servía para desbastar las piedras y para perfeccionar
la form a de los sillares y conseguir su ceñido ajuste con poco más
de un ensayo.

Los aparejos Engastado y Ciclópeo, como ya se ha indica­


do, a la complejidad de la form a de los bloques que los conforman
añaden el gran peso de los mismos, lo que hace materialmente im ­
posible la operación de poner y sacar los bloques para lograr su
ajuste con los colocados previamente. Por dicha razón el método
de la plantilla, tal com o se ha descrito, sólo podría usarse en los
aparejos engastados en los que, excepcionalmente, existieran algu
nos sillares de tamaño mediano En el aparejo Ciclópeo los bloques
varían de grandes a enormes, o propiamente ciclópeos, por lo que
el método citado es de imposible aplicación

En ambos aparejos el uso de la plantilla d e l» haberse ade


cuado a la d ificu ltad de mover los bloques debido a su gran peso.
Para ello bastaba con recurrir al a rtific io de colocar los bloques de
la primera hilada dejando un vacío entre cada dos de ellos, es decir
alternando bloques y espacios vacíos. Por supuesto los bloques
comprendidos en esta operación debían ser los más voluminosos y
pesados del conjunto. Luego, se plantillaban los vacíos existentes;
se escogían las piedras parecidas a las siluetas resultantes y se labra
ban dichas piedras hasta alcanzar las formas deseadas.

Posteriormente, los bloques se ponían en su ubicación, pa­


ra lo cual bastaba, haciendo uso de palancas, con arrimarlos o des-
tizarlos desde la plataforma de trabajo hasta el vacío pertinente.
Para mayor facilidad en la operación es de suponer que dichas pla­
taformas se construían frente a los sitios respectivos y a muy poca
distancia de ellos.

Finalmente, se reajustaba la unión de los sillares envueltos


en la operación, y como era posible, dada la pequeña tolerancia
para el encaje, que la piedra "m oldeada" sobresaliera del paramen­
to del m uro, se rebajaba dicha cara en lo que fuera necesario. El

140
Propuesta acerca de la forma de colocar
frontalmnnte. las grandes piedras de los procedim iento se repetía sucesivamente con los demás bloques de
muros Inca
la hilada y luego con los de las hiladas superiores.

En este tip o de asentado, tal como en el caso del aparejo


Celular, al insertar una piedra en el vacío existente en una hilada
superior debían respetarse la regla de la "ju n ta de lecho". Es de
notar que en ambos aparejos la gran mayoría de los bloques debie­
ron introducirse en sus alveolos frontalm ente, dado que, debido
a su forma, era imposible colocarlos por arriba. Ello hace resaltar
la necesidad de que los bloques se tallaran en form a tal que se ajus­
taran perfectamente a los vacíos correspondientes, lo cual hubiera
sido casi imposible de lograr sin recurrir a un sistema como el des­
crito.

Las llamadas "Piedras Hinchadas” que se dan en algunos


aparejos engastados (por ejemplo: el m uro de Hatun Rumiyoc),
dan pie a otra interesante hipótesis de trabajo Las "Piedras H in­
chadas" deben su nombre al perfil que las caracteriza, el que se
parece a la curva de una gota de agua, produciendo un fuerte al­
m ohadillado.

En cierta forma el perfil de las "Piedras Hinchadas" re


cuerda la deformación que sufren las champas, con que se cons­
truyen las viviendas altiplánicas llamadas " P utukos", o los adobes
cuando se han usado frescos. Esa sim ilitu d con la apariencia de
elementos constructivos de barro permite la siguiente suposición:

Las "Piedras Hinchadas" pueden ser el resultado de llevar


a la piedra la forma de un modelo de barro, realizado para lograr
el perfecto ajuste de los sillares de los aparejos Engastado y/o

141
Ciclópeo. Se trataría del reemplazo del modelado por plantilla,
ya descrito, por el de una maqueta de barro a tamaño natural o
"m o ck-u p ". Dicha maqueta, que necesariamente tendría una ar
mazón leñoza, se armaría "in situ ", es decir ocupando el vacío
existente entre dos o más bloques y se recubriría de arcilla. La
humedad requerida por la arcilla para ser moldeada sería respon
sable de la deformación de la cara exterior de la maqueta al se
carse.

Parece ser que los aparejadores gustaron de la forma asu


mida por la maqueta-modelo y decidieron aplicarla al labrado de
todos los sillares del muro, resultando así el hermoso y sui generis
alm ohadillado de las "Piedras Hinchadas".(2)

Para terminar, me perm ito expresar que no es mucho más


lo que se puede decir acerca de los sistemas Incas de transporte,
manipulación y asentado de sillares. La ausencia de datos y /o re
ferencias producidos por los propios protagonista? del asunto; la
poca atención que los cronistas prestaron a este tema y a casi to
dos los relativos a la tecnología nativa; la escasez de estudióse in
vestigaciones arqueológicas sobre los Incas en general y sobre su

142
Arriba: muro megalftico en
Sacsayhuamén (foto: Isabel Bonet). al . . . . , , , ....
frente propuesta sobre w uso de tecnología en especial, asi como la naturaleza perecible de rodillos,
-maquetas"para determinar ia forma de patines, trineos, palancas, andamios y maronas, que debieron ha
los bloques de piedra . . . ...
ber sido usados, hace que, actualmente, no podamos probar varias
de las hipótesis que hemos form ulado. Estamos seguros que en el
fu tu ro cercano, con el desarrollo de las investigaciones arqueoló
gicas, históricas y tecnológicas, encontraremos respuestas satisfac
torias a muchas de las dudas e interrogantes que hoy nos desorien­
tan y preocupan.

NOTAS

(1) Robert B. Gordon se ha ocupado de comprobar la utilización incaica


de herramientas metálicas en el trabajo de la piedra y la madera. J. L.
Hollowell ha investigado las herramientas y técnicas usadas en el Pe­
rú Prehispánico para labrar la piedra y Jean Pierre Protzen ha realiza­
do experimentos demostrativos de la forma como los Incas labraban
los sillares de los aparejos sedimentarios y estudiado el trabajo de ex­
plotación de las canteras y el traslado y asentado de los bloques.

(2) J. Odgen Outwater Jr. (1978) plantea la posibilidad de que en la


construcción de los muros de la fortaleza de Ollantaytambo se hayan
usado maquetas de arcilla para lograr el ajuste de los sillares.

J L. Hollowell (1985) prefiere, para lograr tal propósito, la fabrica


ción de moldes mediante el sistema, que él llama, de "palo y ligadu­
ra"; o sea la elaboración de maquetas, estructuradas por varillas ata­
das entre sí. que reproducen el espacio a ocupar por el sillar en tra
bajo

143
111.2. Los Aparejos de los Muros Inca

Uno de los aspectos de la arquitectura Inca que más llama


la atención cuando se visita el Cusco, o cualquiera de los grandes
monumentos incaicos, es la belleza de los aparejos que ostentan
los muros de sus construciones. Naturalmente, es en el Cusco, la
Capital del Imperio, donde la técnica en el asentado de los sillares
llega a la perfección, alcanzando una variedad de formas, ritm os
y texturas verdaderamente asombrosas.

En las calles de la ciudad, en los paramentos de templos y


palacios, en las canalizaciones de los ríos y aún en los u tilita rio s
muros de contención de terrazas y andenes, existe un alarde de
dom inio de la materia y de recreación estética. Desde las rústicas
"pircas” , cercos de terrenos agrícolas, hasta los elaborados orde
namientos de los sillares de las canchas reales, pasando por los re
cios peñascos que estabilizan la geografía comarcana y la hacen
más segura y propicia para el cultivo, todos los muros acusan un
parco funcionalismo, una alta tecnología, una bella expresión y
una gran diversidad de formas v acabados.

No obstante lo n oto rio de este im portante logro arquitec


tónico-constructivo, no existe, o por lo menos no hemos encon
trado, un estudio integral del mismo.

Fuera de las referencias de los cronistas que se asombran


del tamaño de los tormos de Sacsayhuamán (que según el Padre
Acosta eran "ta n grandes que espantan") o celebran la perfección
de la unión de las piedras de templos y palacios (que estaban tan
"bien labrados, y con sus junturas, que no parecían sino toda
una” , de acuerdo a Fray Bartolomé de las Casas), no se halla en el
pasado mayor inform ación relativa a las técnicas constructivas Inca
y mucho menos respecto al aparejo de sus muros.

Tampoco los estudiosos y viajeros de épocas más recientes


aportan mayormente al conocim iento de este asunto. Squier,
Wiener y M iddendorf lo tratan ligeramente y Bingham, Pardo,
Valcárcel, Masón, Rowe y tantos otros autores que han estudiado
la cultura Inca, proporcionan valiosos datos referentes a la cons
trucción de los muros imperiales, pero no un estudo específico de
la técnica y estética de los mismos.

Los primeros esfuerzos en este sentido son los trabajos del


Arq. E m ilio Harth Terré (1964), quien en el artículo "Técnicas y
A rte de la Cantería Incaica" analiza el tema y propone una clasifi­
cación de los aparejos y estilos de los muros Inca.

144
El enjundioso estudio de Harth Terré ha sido enriquecido
por los aportes efectuados posteriormente por Héctor Velarde,
A tilio S ivirichi y Carlos Astete y, últimamente, por las investiga
dones de Ann Kendall y Graziano Gasparini, pero a pesar del tiem ­
po transcurrido, más de treinta años, el trabajo del Arq. Harth
Terré aún perdura com o el único enfoque específico sobre el tema
y, también, como el más valioso.

La bibliografía sobre el asunto es, pues, sumamente corta,


debido a lo cual casi todos los datos y elementos de ju icio que in­
forman la presente nota son resultado de experiencias personales
y de trabajos de campo efectuados durante un largo lapso.

Recientemente, la oportunidad de llevar a cabo el "Regis­


tro de los Restos Inca de la Ciudad del Cusco", por encargo de la
UNESCO y del Institu to Nacional de Cultura del Perú, me perm i­
tió reunir el material necesario para elaborar el trabajo que, como
anticipo de un estudio mayor, presento ahora.

El registro arqueológico efectuado en la Ciudad del Cusco


ha significado la catalogación y relievamiento de, prácticamente,
todos los restos Inca de superficie que se encuentran en dicha ciu­
dad.

Durante dos campañas de seis meses de duración cada una,


en los años 1978 y 1979, se ha investigado el área que constituye
al actual Centro Histórico Monumental y los barrios que lo rodean,
es decir toda el área que fue asiento de la sede político-religiosa
del Imperio Inca y de los barrios periféricos que tan detallada­
mente describe, entre otros cronistas, Garcilaso Inca de la Vega
([16171 1976).

La extensión estudiada alcanza las 400 Há. y se han elabo­


rado más de 700 fichas de los restos arqueológicos ubicados. Las
fichas de registro contienen datos relativos a la ubicación, tip o lo ­
gía, cronología y características técnicas de los muros y elementos
arquitectónicos estudiados, así como abundante inform ación grá­
fica y fotográfica de los m ism os.d)

La inform ación que se ha recolectado es, pues, m uy copio­


sa y proporciona abundante material de estudio para investigacio­
nes relativas al campo de la construcción, arquitectura y planea­
m iento urbano Inca. Apoyándome en dicho registro arqueológico
he elaborado el presente trabajo, el mismo que, por hacerlo más
claro y superar diferencias idiomáticas, he tratado de presentarlo
con un gran número de gráficos y fotografías y un texto lo más
suscinto que me ha sido posible.

Uno de los factores que más ha pesado en esta decisión ha


sido la d ificu ltad de contar con una term inología que cubra los

145
PERU C I U DAD
DEL
INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA
UNESCO
P R O Y E C T O PER 7 1 / 5 3 9
ARQUEOLOGI
A R O U I TE C TUR
FICHA | | CODIGO
C U S C O CUSCO REGISTRO DE RESTOS INCA 266

DENOMINACION Y DESCRIPCION U B IC A C IO N C L A S IF IC A C IO N TIPO DECONSTRUCCIt


PROVINCIA VIVIENOA
Dos c u a rto s gemelo» y un p a a a ja in te rm e d io
DI STRI TO Euacc PRE INCA PALACIO
U b ic a d o s sn e l I n t lc a n c h a , a n tig u o s e c to r d e l LOCALI DAD .U6CO TEMPLO
SECTOR II fo r t a le z a
Q u ln t ic a n c h a , p o s te r io r m e n te C o rlc a n c h a , c o n s t it u ­ INCA
BARRIO OEPOSITO
yen p a r t e da la s " C a p illa s d e l Templo d s l S o l" CALLE S anto DomIn g o BASAMENTO
MANZANA Ü1U TRANSICION PUENTE CAMINO
PREDIO 1 ACUEDUCTO

UBICACION LOCALIZACION V er p la n o de la Manzana 07<«

REGISTRO DIBUJO REVISO > COLABORO DIRI GI O FECHA >


f .f l o r e z JOS BUYS
j.a. J FLO R ES S A C. x 'T A L O O B E R T I S AG U R TO C A LV O Oic. 1 9 7 8

aspectos técnicos del problema. Para muchos de ellos no existen Anverso y reveno de la ficha usada an el
. . . .. , . Registro de Restos Incas
en nuestro medio las voces correspondientes, o los términos usados
en España resultan extraños al vocabulario latinoamericano, por lo
que me he visto en la necesidad de "b a u tiza r" a ciertos hechos y
elementos arquitectónicos con denominaciones que, a mi juicio,
describen bastante bien su personalidad y características.

A sí se usan palabras tales como: canteado, encimado, enca­


jado, engastado, trabado, amarrado, etc. que en el Perú tienen sig­
nificado en el argot constructivo y que esperamos que con la ayu­
da de los croquis adjuntos resulten aceptables para la generalidad
de los lectores.

Se ha tratado de organizar el trabajo, o sea la clasificación


de los muros de piedra Inca, en la form a más sencilla, no obstante
la gran complejidad que tiene el asunto por la casi in fin ita variedad
que ofrecen los aparejos de dichos muros.

Con esa intención, se ha reducido toda la gama de aparejos


existentes a cinco tipos que consideramos básicos, teniendo en
consideración para establecer esta clasificación el im pacto emocio-

146
^TQ S TIPOLOGICOS DATO S CRONOLOGICOS D A TO S T E C N IC O S
CIMIENTOS ----- -ni R UST ICO
;Ar ACTERISTICAS ESENCIALES CONSTRUCCION Y MODIFICACIONES ANDENES CELULAR
MUROS ENSAMBLADO
- ja r to s g a ^ a lo a , da p ie d r a , da a p s ra - In c a - 1200-1533
SOBREMUROS TSÍTOlTSRWr"
■o s s d lm e n ta rlo r e c t a n g u la r , uno de - In c a I m p e r ia l 1<»38-1533 MOJINETES SEDIMENTARIO
CUARTOS C IC LO PE O
os c u a rto s , d e d ic a d o a la s E s t r e lla s D e s tr u id o p a rc ia lm e n te d u ra n te lo a PUERTAS NATURAL
p rim e ro s años de l a C o lo n ia , p e ra VENTANAS POL CURVILINIA
.ja n e 2 p u e rta s de In g re s o , e n tr e
HORNACINAS PO L RECTILINÍÁ
i l l a s May una h o rn a c in a g ra n d e muy or c o n s t r u i r e l Templo C r ia t la n o que CAJUELAS huecqT] Í>ÓL mT x T I L I N I Í -
d e s tru y 6 e l te rr e m o to de 1650| ha a i P R OTU R BE RANCIAS cuaorang c u r v il .
g e n t a d a . En la a c a ra s I n t e r i o r e s se
CUAORANG RCCTIL
tr c u a n tr a n , en t o t a l , 23 h o rn a c in a s . T r id o a lt e r a c io n e s desde e n to n ce s y C L A V O S - ARBOLLAS CUAORANG m IX T il
r í c T A n g ü lí r
£n tr» lo s c u a r to s hay una p u e r ta de - ha s id o m o d ific a d o nuevamente dea - CUADRAOA

ja o la Jamba. pufes d e l te rr e m o to de 1950; a c t u a l­ TRADAS SARUTAS NATURAL


Abóte CANTEADA
La o t r e " C a p i l l a " , d e d ic a d a a la Luna m ente e s té p e n d ie n te de r e s t a u r a c ló r , p i e ó r a c Am p o ALMOHAO. CONVEXA
CALIZA ALTrefiADV 'PLANA
na s id o d e s t r u id a en un 50%, p a ra
A N 0 E SI T A PL ANA BISELADA
c o n s t r u ir a l te m p lo de S anto Domingo DI0RITA J P L A N A B R u B A DA
PLANA LLANA
BASALTO R UGOSA
TZT&T A t f r f RA
MEDIANO------- L IS A rx
6 AANCI— Pulida
MUY é R A N Ó t VA H'IA BLF~
MEGALITICO ON D UL ÁB O
NATURAL RECTO
3AT0S LEGALES DEL PREDIO 6 a n Te aó o ~ DESIGUAL
LABRADO Alterno
estado P R O T E C C IO N P ROPIETARIO 0 E r R E ¡TmEñ T T "
NOI VI S O G R A DO I ARCILLA ¡CUAL
jusdivioido GRADO'M Convento S to . Domingo TIERRA NATURAL
ITOMIZAOO GRADO III TIERRA r u S T i c a

PltORA~~CAM06 la b r a d a
OCUPACION CATASTRO LOSAS PU LID A'
PROPIETARIO Q npu-1950-M za. No. 7*» 05 LARGO ! H.UE BUENA
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OBSERVACIONES Y PROPUESTAS
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§1 T S H V E M A U
REGULAR
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Ea u rg e n te a Im p r e s c in d ib le que aa te rm in a l a r e s ta u r a c ió n d e l C o ric a n c h a ,
previa a x h a u a tlv a I n v e s t ig a c ió n a rq u e o ló g ic a a h i s t ó r i c a . Uno de lo e muroa
IDO5 TuremrTTw
INCLINACION

TECNICO
j£6 1.2 LI B ER AR
DESENC0MBRAR
DESCARGAR
ARQUITECTONICO DESECAR
líe laa " C a p illa s " s o p o rta una pesada p a re d da adoba q u e , a su v e z , B o s tia n e DESARMAR
URBANISTICO
una bóveda c o lo n ia l que te c h a un p a a a je a d y a c e n te ; t a n to p o r razp n e a e s t r u c AROUEOLOOICO APUNTALAR

turalea como p o r re e p e to e l C o ric a n c h a deben e lim in a r s e aaaa c o n s tru c c io n e a


HISTORICO tA llA ff'
5HÍ¿i HAl CUHl*
¡oO RESTAURADO EXCAVAR
Itj O REHECHO RESTAURAR

nal y las asociaciones que en el observador despiertan el aspecto


general y la im pronta del m uro contemplado.

Así se han establecido los tipos de aparejos; Rústico, Celu­


lar, Engastado, Sedimentario y Ciclópeo.

Para determinar dentro de cada uno de ellos diferencias


estilísticas y tipológicas, se han considerado tres formas de sub-
clasificarlos, teniendo en cuenta:

* Las características del material que conform a los sillares,

* La form a y calidad del trabajo a que se les ha sometido, y

* La manera en que se ha ordenado su aparejo.

Cada una de estas subclasificaciones relativas al material,


al trabajo y al asentado de los sillares, esta subdividido, a su vez,
en varios rubros que intentan cu brir los aspectos más característi­
cos e importantes de las citadas subclasificaciones.

147
M A T E R l A L T R A B A j O A s E N 1 A 3

■ n p o s o e T E X _
N A T U R A L E Z A T A M A RO FO RM A C O L O R E S T A D O P E R F IL J U N T A
T U R A
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C IC LO P E O
1
Clasificador de aparejos y el caso di
Coricanch

En el cuadro "C lasificador de Aparejos", que se adjunta, se


ha identificado con un número cada uno de los detalles señalados,
de manera de poder designar mediante una clave el tip o y caracte
rísticas de un determinado aparejo. Dicha clave se conform a de
una sigla constituida por las tres primeras letras del nombre del
tip o de aparejo en cuestión y de una serie de cifras, ordenadas nu­
méricamente, que pormenorizan, com o ya se ha indicado, las ca­
racterísticas de las subclasificaciones del caso.

Así, por ejemplo, el m uro del Concancha, cuya ficha se


acompaña, tendría la siguiente clave:

SE D 04-08-16 20 26 31 36 39-44 51 55

Los distintos tipos de aparejos son los siguientes:

Es el aparejo constituido por piedras sin labrar, de campo o TIPO RUSTICO


de cantera, que se colocan o "encim an” unas sobre otras, sin ma­
yo r acomodo, rellenándose los vacíos que quedan entre las piedras
con tierra y guijarros o cantos rodados pequeños.

Las piedras empleadas en este tip o de muros son de natura­


leza m uy diversa, siendo las más usadas las areniscas y las calizas,
que se encuentran regadas en toda la comarca; excepcionalmente,
existen andenes rústicos de piedra diorita.

El tamaño de los elementos varía grandemente, desde pie­


dras de dimensiones pequeñas y medianas, o sea verdaderos mam­
puestos, hasta rocas de proporciones muy grandes que requieren
el esfuerzo concentrado de varios hombres para moverlas. En bue-

150
Ejemplos de aparejos del tipo rústico y
de su evolución a celular Iaba/o na cuenta el tamaño de las piedras varía entre menos de 0.20 m. y
izquierda) y sedimentario íabajo cerca de 2 m.(2)
derecha)

Las formas y colores de los componentes de estos aparejos


son, lógicamente, todos los que se dan en la naturaleza, así como
el perfil de la junta y textura de los mismos.(3)

El asentado de las piedras, como ya se ha indicado, es sim­


plemente una superposición o "e n cim a d o" de una sobre otras y,
en tal sentido, el aspecto de este aparejo ofrece una textura un
tanto desordenada.

El aparejo Rústico se usa principalm ente para la construc­


ción de muros de contención y sostenimiento de terrazas y ande­
nes, así como para la edificación de las paredes de las modestas
casas campesinas o chujllas.

151
Las piedras que conforman las esquinas o las jambas de
puertas y ventanas de este tip o de construcción son ''desbastadas''
o sea groseramente labradas, con la finalidad de poder cum plir la
función estructural indicada.

Hay varios casos en que el aparejo Rústico parece evolucio


nar hacia el Celular e, inclusive, hacia el Sedimentario, por la fo r­
ma que asumen las piedras y el ordenamiento que muestra la dis­
posición de las mismas.

Se encuentran ejemplos de aparejo Rústico en todos los


alrededores del Cusco y en algunas calles, tales como: Pantipata,
Tres Cruces, Atoe Saicuchi, Huaynapata, Callejón de la Conquista,
Quiscapata, Sapantiana, etc.

Este aparejo está constituido por elementos que se ordenan TIPO C E LU LA R


en form a tal, que su aspecto recuerda la disposición de las células
de ciertos tejidos orgánicos o la estructura de un panal de abejas.

Las piedras más usadas son generalmente calizas y andesi-


tas, encontrándose también algunas areniscas, su tamaño se da en­
tre el mediano y el grande, o sea más de 0.20 m. y alrededor de
1 m.

La forma de las piedras varía entre la poligonal y la penta­


gonal, siendo muy frecuente la hexagonal.

Con la finalidad de lograr el perfecto ajuste que es impres


cindible en este tip o de aparejo, las piedras tienen sus lados fin a ­
mente trabajados conform ando juntas bien labradas e inclusive
muy pulidas.

El color de estos muros, como consecuencia de las piedras


que las forman, puede ser: blancuzco, gris, plomo, negro, rosado y
granate.

El perfil de las caras de los sillares es generalmente conve­


xo, hallándose también algunos bellos almohadillados; en el caso
de los aparejos que tienden al Rústico se encuentran perfiles sim­
plemente desbastados.

La textura de los paramentos usualmente es áspera o lisa,


salvo en el caso citado anteriormente en que puede alcanzar una
gran rugosidad.

El asentado de los sillares, en cuanto a su estructura trans


versal, es de tip o "encajado" y a veces "d e nticu la d o ” ;cuando este

152
Ejemplos de apare/os de tipo celular. Los
de la derecha muestran "puntos focales"
a partir de los cuales se irradia el tip o de aparejo constituye muros de carga o de cerco la sección
ordenamiento de las piedras
transversal de los mismos no tiene amarre entre sus caras.

El aspecto general que este tip o de aparejo ofrece es el de


una textura reticular o alveolar, como ya se ha indicado. En algu­
nos casos, al aparejo tiene ciertos puntos focales desde los que se
irradia el ordenamiento del conjunto. Visualmente estos focos o
polos de interés recuerdan la figura del sol radiante o de una flor,
aunque también se dan otros motivos. Asimismo, existen algunos
muros en los que el aparejo asume disposiciones sumamente pecu­
liares como, por ejemplo, en el anden in terior de Colcampata, en
el que las piedras parecen ordenarse en columnas, aunque sin per
der las características fundamentales de su form a de composición.

153
Como en el caso del aparejo Rustico, este tip o de muros
refuerza sus esquinas y jambas mediante el labrado, en forma de
paralepípedos rectangulares, de las piedras que forman dichos
elementos estructurales. Debido a ello, el aparejo Celular deviene
en Sedimentario, en dichas partes, lo que ha llamado a confusión
al interpretarse el hecho como una evolución de estilos. También
es usual que las esquinas se refuercen haciendo uso del aparejo
Engastado, tal es el caso del encuentro de las calles Cabracancha
y Tullum ayo o de Ahuacpinta y Zetas.

Como ya se ha citado, hay ejemplos de los que podría ser


la transición del aparejo Rústico al Celular y, también, de éste al
Engastado e inclusive al Sedimentario.

Los muros de aparejo Celular se usan en canalizaciones,


andenerias, contención de terrazas y rellenos, cercos de canchas
y, muy raramente, en paredes de edificaciones. Apare/o celular reforzado por una
esquina engastada (Cabracancha y
Tullumayo); celular tendiente a
Hay abundantes ejemplos de este tip o de aparejo en las sedimentario (Tullumayo). y celular
inmediaciones del Cusco y en las canalizaciones del Saphy, Tullu- reforzado por esquina sedimentario
(calle A tauil)

154
mayo y Huatanay, así como en las calles: Pumacurco, Lucrecalle,
Saphy, Cabracancha, Santa Mónica, Santa Clara, Ataúd, etc.

El más notable de los aparejos Celulares del Cusco es, po­


siblemente, el que se encuentra en los andenes de Colcampata y,
con seguridad, el más hermoso de todos los muros Inca de este
tip o es el que conform a la gran terraza de Tarawasi, en Limatam-
bo, sobre el camino real al Chinchaysuyo.

TIPO ENGASTADO Este aparejo está constituido por grandes piedras que se
unen unas con otras a la manera de piezas de un rompecabezas,
es decir engastándose mutuamente. La unión que produce este
tip o de aparejo es de una gran estabilidad, aún m ayor que la
proporcionada por el Celular, dado que, por el extraordinario
número de ángulos que tiene cada pieza, la superficie de contacto
con unidad es mucho mayor que la obtenida en el citado aparejo.

Por el tip o de labrado que requiere este aparejo, se necesi­


tan piedras de gran dureza como la andesita, la d io rita y los basal
tos, las mismas que se emplean en tamaños que varían entre el
grande y el muy grande, es decir entre 1 m. y 2 m.

La forma de las piedras es la de un polígono irregular, con


el perím etro quebrado en muchos ángulos. En algunos casos la
apariencia de los sillares recuerda la de algunos escudos medioeva­
les, razón por la que E m ilio Harth Terré llamó a este aparejo Escu-
diform e.

El color de los muros puede ser rosado, granate, gris, p lo ­


mo, verde y negro.

El labrado de las piedras es de una extraordinaria perfec­


ción, dada la cuidadosa estereotomía que requiere el engaste de los
numerosos lados y ángulos que forman el perím etro de cada pieza.
Por las mismas razones, las juntas son una ostentación de pericia
y su pulido de una calidad intachable.

La sección de las caras de los sillares puede ser almohadilla


da o convexa, pero en todos los casos su perfil se realza por estar
la junta rehundida debido a la existencia de un fuerte biselado. El
juego de luces y sombras que se logra mediante dicho trabajo es
poderosamente expresivo y contrasta hermosamente con la textura
lisa o ligeramente áspera del acabado de los paramentos.

El asentado de este aparejo es realmente extraordinario,


porque se repite en profundidad el alarde de conocimientos este
reotómicos y de pericia tecnológica que se muestra en el trata

155
m iento de los paramentos del muro. Cada piedra resulta, así, un Aparejo tipo engastado, £ I caso de la
esquina superior derecha, que
arduo problema a resolver, cuya solución parece imposible de al corresponde a Machu Picchu. es un
canzar si se tiene en cuenta los escasos medios con que contaban ejemplo de la transición del tipo
engastado hacia el ciclópeo
los Incas para labrar las piedras. El resultado estructural del "E n ­
gastado" tridimensional de este tip o de aparejo, es de una indes
tru ctibilid ad a toda prueba.

La estructura visual del paramento de los muros "engas


tados” tiene cierto ordenamiento horizontal, muy irregular por
cierto, que está contrastado por la verticalidad de la mayor parte
de los sillares.

El vigor de la composición resultante es form idable y es re


forzado, en ciertos casos, por el almohadillado de las llamadas

156
Cjemplos de apare/os tipo engastado. La
vista de la izquierda corresponde al
callejón Inca Roca y la de la esquina "piedras hinchadas", que aparentan estar a punto de "chorrearse"
superior derecha es un e/emplo de tipo
i-ngastado tendiente a lo sedimentaria de su engaste, y por los acentos que significan las protuberancias
en San Pedro
o "te to n e s" que ostentan muchos de los sillares.(4)

Hay algunos ejemplos en que el aparejo Engastado se orde­


na en hiladas sensiblemente horizontales, en forma tal que casi
deviene en Sedimentario, aparentando ser una posible forma de
transición de un tip o al otro.

Los muros de este tip o se usan en ciertos casos, muy espe


ciales, como elementos de contención de rellenos o laderas (caso
de Hatun Rumiyoc y del tem plo de Machu Picchu) y, generalmen
te, com o elementos de refuerzo de otros aparejos o como parte
de edificaciones de gran importancia. El primero, es el caso de las
esquinas de Cabracancha y Ahuacpinta y el segundo, el de las pa
redes del tem plo de las "Tres Ventanas" de Machu Picchu.

En el Cusco, además de los ejemplos citados, se encuentran


aparejos engastados en el pasaje llamado Inca Roca, en algunos so­
lares de la calle Suecia y en ciertos sectores de los Baluartes de
Sacsayhuamán. Fuera de la ciudad hay hermosos ejemplos de m u­
ros engastados en T o ro nto y, O llantaytam bo y Machu Picchu.

157
Está constituido por piedras que se asientan en hiladas sen TIPO S ED IM EN TAR IO
siblemente horizontales, recordando los mantos sedimentarios o
estratos de ciertas formaciones geológicas.

Las piedras que conforman este tip o de aparejo son usual­


mente calizas y andesitas. encontrándose menos frecuentemente
dioritas e inclusive algunos basaltos.

El tamaño de los sillares oscila entre el mediano y el gran­


de de 0.20 m. a 0.80 m, siendo muy raro que sobrepasen esta ú lti­
ma dimensión o que estén por debajo de la primera; en este ú ltim o
caso, los sillares son llamados m icrolitos.

La form a de la cara de las piedras varia entre la tetrangular,


usualmente trapezoidal, y la rectangular, pudiendo esta últim a f i ­
gura ser un rectángulo o un cuadrado.

En general, los sillares constitutivos del aparejo sedimenta­


rio tienen la volum etria de un paralepípedo rectangular.

El color, dada la naturaleza de las piedras que conform an


este aparejo, puede ser: blancuzco, gris, plom o, rosado, granate,
verde y negro.

Los sillares normalmente son finamente labrados, pero en


el caso de que el aparejo se acerque a la apariencia de los muros
Rústicos o Celulares, el trabajo de las piezas puede ser simplemen­
te desbastado o canteado.

Salvo en los casos señalados, el perfil de las caras de las pie­


dras puede ser: almohadillado, convexo, plano y biselado; siendo
su junta labrada o pulida. La textura de estos paramentos es co­
munmente áspera o lisa, pudiendo ser rugosa en los casos especia
les ya citados.

La estructura transversal de los muros puede ser de tipo


"d e n ticu la d o " o "encajado" y los sillares que form an lascaras ex
teriores pueden estar "am arrados" o no estarlo en lo absoluto. En
el caso de la sección "d e n ticu la r” sólo existe unión o junta entre
las aristas de los lados que constituyen la cara exte rior de los silla­
res, de form a tronco cónica. En el asentado "encajado" el contac
to de las piezas se da en toda la superficie que constituye las caras
internas de las piedras, cuya forma es la de un paralepipedo. En
casos especiales los sillares pueden tener trabas, espigas o grampas,
que aseguren su unión .(5)

La estructura visual de los paramentos de este tipo, se


ordena claramente tanto en el sentido vertical como en el hori
zontal. Verticalmente, las piedras pueden superponerse formando

Ejemplos de apare/os sedimentarios. La


158 dos vistas del centro corresponden.
bloques tallados especialmente pa>
asegurar una mejor trabazón entre ello
I templo de apare/o sedimentario i,
hiladas de ijgual altura o de dimensiones distintas o también crean- apológicamente seacerca Ja ^ '
do ritmos, en que los "altares" de las hiladas se alternen arm onio­
samente o decrezcan en forma paulatina.(6)

En algunos casos, más por razones estéticas que estructura­


les, las esquinas de estos muros son reforzadas, visualmente, por la
introm isión de grandes piedras de aparejo engastado

Como ya se ha dicho, hay aparejos Rústicos, Celulares y


Engastados que se acercan tipológicamente al Sedimentario, p ro ­
duciéndose también el fenómeno inverso.

Los muros de tip o Sedimentario se usan fundam entalm en­


te para construir cercas y paredes de recintos y edificios públicos
y habitacionales; en forma excepcional se les usa para otros fines,
como, por ejemplo, en las canalizaciones de los ríos Huancaro y
Huatanay.

En el Cusco hay numerosos y bellos ejemplos de este tipo


de aparejo; en templos, como el Coricancha. en palacios, como
Cassana; en fortalezas, como Sacsayhuamán y en muchas calles
como en Ahuacpinta, Maruri, Santa Catalina Angosta, callejones
de Rom erito y del Sol, etc.

Las más hermosas muestras del aparejo Sedimentario en el


Cusco, son, sin lugar a dudas, las siguientes: el m uro curvo del lla­
mado "ta m b o r solar" del Coricancha; la esquina redondeada del
portal de Belén y la Calle T riu n fo ; el muro de sillares decrecientes
del In tik ijllu o Callejón del Sol y los recios almohadillados de la
calle Maruri.

Fuera de la ciudad del Cusco existen notables ejemplos de


aparejos Sedimentarios en, prácticamente, tod o el te rrito rio del

160
Muro sedimentario tendiente a lo
decreciente, en el Calle/ón del Sol.
Cusco (foto: A. Guillénl: v detalle de la Perú, pero son de especial interés los que se encuentran en Chin­
esquina de un muro sedimentario en la chero, Tambo Machay, Quenco, Pisac, Machu Picchu, etc.
calle Triunfo

TIPO CICLOPEO Se denomina asi' a los muros cuyas piedras son tan desme
suradamente grandes, que su construcción no parece obra de hu
manos sino más bien de superhombres o ciclopes.

Las piedras de estos portentosos muros son generalmente


calizas y con menor frecuencia andesitas, siendo sus colores, con­
secuentemente: blancuzcos, grises, plomos, rosados, granates y
negros.

El tamaño de las piedras, como ya se ha anotado, es verda


deramente gigantesco. Según Garcilaso, refiriéndose a las de Sac
sayhuamán, " eran más peñas que piedras" ; eran torm os o sea pe
ñascos desasidos de las montañas mismas para ir a conform ar esas
otras masas pétreas que constituían los bastiones de la fortaleza.

Las dimensiones de esas peñas miden como m ínim o tres


metros y algunos alcanzan hasta 7 metros de altura, siendo su fo r ­
ma la que la naturaleza les proporcionó, salvo en la parte de su ju n ­
ta o unión, en que se les ha dado algunos retoques para facilitar su
conjunción o enlace.

La labra de las piedras es, pues, mínima, reduciéndose a un


desbastado de los bordes para asegurar la unión entre ellas.

El perfil de la cara de las peñases, lógicamente, el natural,


así com o su textura; dicho acabado, por razón del intemperismo
y de la erosión eólica, es relativamente áspero y en algunos casos
liso.

161
La junta es muy bien labrada y asegura la unión, tanto físi
ca com o visual, de tan gigantescos elementos.

Como caso de excepción a lo dicho, tenemos el aparejo


ciclópeo llamado de "colum nas y relleno" de clara influencia T¡-
wanaco, cuyo único y solitario ejemplo se yergue majestuoso en lo
alto de O llantaytam bo. En este caso, las losas rectangulares que
constituyen el "re lle n o " y las angostas piedras que conforman la
"c o lu m n a " están concienzudamente trabajadas y sus paramentos
finamente alisados.(7)

En el caso de Sacsayhuamán, que es el más bello e im por


tante de los escasos ejemplos de este tip o de aparejos, las piedras
están simplemente yuxtapuestas a la ladera que tratan de estabili
zar y defender y parecen surgir de la tierra misma, mimetizándose
armoniosamente con el paisaje en un acto de interna comunión
con la naturaleza.

Este tip o de muros se usa para estabilizar laderas inestables


o para co nstitu ir murallas y bastiones de fortalezas o de lugares
sacros fortificados; tal es el caso de Sacsayhuamán y también de
Machu Picchu y de la lejana fortaleza de Sajra Pucara.

Para terminar, considero oportuno aclarar algunos concep CONSIDERACIONES F IN A l


tos acerca del funcionalism o de los muros y de su posible crono­
logía.

Es evidente que la calidad de la piedra a usarse en los m u­


ros (dureza, facilidad de labrado, tamaño de extracción, etc.) se
escogía de acuerdo al tip o de trabajo y de talla a la que iba a so­
metérsele. Así, por ejemplo, los más grandes dinteles de piedra
eran de andesita o d io rita, lo mismo que las piedras cuyo engaste
requería de elaboradas aristas y de numerosas entrantes y salientes.

Asimismo, los muros de contención, que eran m uy nume­


rosos y que por su naturaleza no requerían de m ayor trabajo este-
reotóm ico, estaban hechos de burdas piedras de campo o de calizas
sin labrar, mientras que las canalizaciones de los ríos, cuya fin a li­
dad era asegurar la hermeticidad de los cauces, estaban construidas
con duras andesitas de ajustado aparejo sedimentario.

También parece e xistir una estrecha relación entre el aspec­


to de los aparejos y la función a cum plir, es decir que se escogía
determinado aparejo para construir tal tip o de m uro, no sólo por
razones técnicas y económicas sino también estéticas y probable­
mente religiosas.

162
Sacsayhuamán, y el empleo de b lo tj.
ciclópeos en la construcción I n
Asi' lo sugiere el uso permanente de Aparejos Rústicos y
Celulares para obras utilitarias; aparejos Engastados para reforzar
basamentos y esquinas y construir muros de edificios sacros; apa
rejos Sedimentarios para form ar las cercas y paredes de los más
importantes edificios públicos y de aparejos Ciclópeos para cons
tru ir las defensas y bases de las acrópolis Inca y /o de las "Casas de
Fuerza" dedicadas al Sol.

De otro lado, el mayor refinam iento en la técnica construc


tiva o acabado de los aparejos, no indica, necesariamente, menor
antigüedad. Es obvio que, en los orígenes de la cantería Inca, los
aparejos rústicos debieron anteceder a los demás y que los aparejos
sedimentarios decrecientes debieron suceder a los simplemente isó-
domos, pero del estudio de los muros del Cusco de Pachacútec,
que actualmente contemplamos, no se pueden establecer tales di
ferencias y mucho menos determinar "genealogías" murales.

Además, es casi seguro que en el Cusco todos los restos de


superficie que se ofrecen a nuestra vista son contemporáneos no
obstante su diversidad. Así lo indican la coexistencia de aparejos
distintos en un mismo muro, con la finalidad de alcanzar diversos
objetivos. Tales como: reforzar ciertos elementos constructivos
(Cabracancha y Ahuacpinta), conseguir una mayor altura en cercos
y recintos (Sacsayhuamán y H atunrum iyoc), o de lograr un mejor
acabado en la ejecución de portadas y hornacinas (Choquechaca y
Pumacurco).

Una posible explicación al uso de tan distintos y variados


aparejos al mismo tiem po y en el mismo espacio, es que ello haya
sido consecuencia de una manera especial de ver las cosas y apre
ciar la vida de ciertos grupos sociales, como resultado de la organi
zación p olítica religiosa de las Panacas Imperiales que habitaban en
el Cusco y que construían sus edificaciones para mayor gloria y
memoria de sus Incas fundadores.

Poco más se puede decir, por ahora, respecto a este asunto;


cuando se realicen excavaciones en el corazón de la Ciudad Impe
rial y se desvelen los misterios del Cusco subyacente, nuestro co­
nocim iento de la construcción Inca se profundizará grandemente
y seremos capaces de comprender las motivaciones tecnológicas y
estéticas que impulsaron la ejecución de tan bellos monumentos.

{1) En el presente trabajo se han hecho algunas modificaciones a la ficha NOTAS


con la que se llevó a cabo el "Registro de Restos Inca". La experien­
cia adquirida durante dicho trabajo determinó que se realizaran va­
rios cambios en los términos usados originalmente, así como ciertas
ampliaciones en la forma de clasificar las características de los muros
de piedra.

164
Aparejo ciclópeo de influencia Así tenemos que entre la "Ficha de Registro" y el cuadro "Clasiti-
Ttwanaku. en Oilantaytambo. Cusco cador de Aparejos", existen las siguientes diferencias:

Tipos de Aparejos:
Los tipos se redujeron de 6 a 5, fusionando los términos ENSAM­
BLADO y ESCUDIFORM E en el de ENGASTADO.

Naturaleza del Material:


Se suprimió el término ADOBE por tratarse únicamente de muros
de piedra.

Tamaño del Material:


Se cambió el término CHICO por el de PEQUEÑO.

Forma del Material:


Los términos P O LIG O N AL C U R V IL IN E A , P O LIG O N AL RECTI
LIN E A y PO LIG O N AL M IX T IL IN E A se redujeron el de P O LI­
GO NA L y las expresiones C U A D R A N G U L A R R E C T IL IN E A y
C U A D R A N G U LA R M IX T IL IN E A , se fusionaron en la de TE

165
T R A N G U L A R . Asimismo, la palabra C U A D R A D A se cambió por
la de C U A D R A N G U L A R .

Color del Material:


Se introdujo este criterio de clasificación que no figuraba en la Ficha
de Registro.

Estado de las piedras después del trabajo al que fueron sometidas:


Se introdujo el término DESBASTADO y se suprimió el de PULIDO.

Perfil de las piedras después del trabajo...:


Se cambió el nombre de este clasificador de SECCION a PER FIL.

Asimismo, se cambió el término CAN1 EADA por DESBASTADO;


se fusionaron las expresiones A L M O H A D IL L A D A C O N V E X A y
A L M O H A D IL L A D A PLANA en la de A L M O H A D IL L A D O ; se redu­
jeron las clasificaciones PLANA B ISELA DA y PLANA L LA N A a las
de BISELADO y PLANO, respectivamente; se suprimió el término
PLANA B R U Ñ A D A y se creó el de CO N VEXO .

Textura de las piedras después del trabajo...:


Se suprimió el término P ULID A .

Estructura transversal del tipo de A S E N TA M IE N T O usado en la


construcción de los muros:
Se creó esta forma de clasificación.

Estructura Vertical:
Se cambió el nombre del clasificador de O R D E N A M IE N T O a ES­
T R U C T U R A y el término A LTE R N O por el de A LT E R N A .

Estructura Horizontal:
Se cambió el nombre del clasificador de O R D E N A M IE N T O a ES­
T R U C T U R A y las expresiones O N D U L A D O y RECTO se convirtie­
ron en O N D U L A D A y R E C T IL IN E A .

Las dimensiones de los bloques usados en los distintos aparejos incas


son muy variadas, inclusive dentro de un mismo tipo, y, consecuen­
temente, lo son también los pesos de dichos bloques, los que, ade­
más, varían en función de los pesos específicos de las piedras que los
constituyen.

En forma muy general podemos intentar clasificar el tamaño de los


bloques usados en las construcciones incas, de la siguiente forma:

Tamaño Pequeño, bloques de dimensiones hasta de 0.20 m. y cuyo


peso promedio, teniendo en consideración sus distintas calidades, es
de alrededor de 20 k.

Tamaño Mediano, bloques de dimensiones que verían entre los 0.20


m. a los 0.40 m. y cuyo peso promedio es de alrededor de 60 k.

Tamaño Grande, bloques de dimensiones entre los 0.40 m. y los 0.80


m. y cuyo peso promedio es de alrededor de 500 k.
Ejemplo de refuerzo de esquinas en un
muro de apare/o rústico (c:x,umj dt
Cabra Cancha con Tulumayo, CuscoI Tamaño Muy Grande, bloques de dimensiones entre los 0.80 m. y el
1.60 m. y cuyo peso promedio es de alrededor de 2000 k.

Tamaño Ciclópeo, bloques de dimensiones mayores de 1.60 m,hasta


los 7 m, aproximadamente, y cuyo peso es de alrededor de 100,000
k.

(3) Las piedras más usadas por los incas fueron las siguientes:

Andesitas.— De colores gris, rosáceo, verdoso y negruzco, de dureza


grado 6, según la escala de MDHS, y resistencia a la comprensión de
1200 k/cm 2.

Areniscas.— De colores blancuzco, gris, amarillento, rojizo y verdoso,


de dureza grado 7 y de resistencia a la compresión de 300 k/cm 2.

Basaltos.— De colores gris, verdoso y negruzco, de dureza grado 5-6


y de resistencia a la compra de 1200 k/cm J.

Calizas.— De colores blancuzco, gris, rosáceo, amarillento y beige, de


dureza grado 3 y de resistencia a la compresión de 200 - 500 k/cm 2.

Cuarcitas.— De colores similares a los de las colizas, de dureza grado


5 y resistencia a la compresión de 800 k/cm*.

Dioritas — De colores gris y verdoso, de dureza grado 6 y de resisten­


cia a la comprensión de 1200 k/cm 2.

Granitos — Do colores gris, rosáceo, rojizo y verdoso, de dureza gra­


do 7 y de resistencia a la compresión de 1200 k/cm 2.

167
(4) Las protuberancias que muestran algunos sillares incas en su cara ex­
terior son llamadas vulgarmente "tetones" y, generalmente, son dos
por piedra y van ubicadas en el borde inferior de las mismas. Su for­
ma es sensiblemente ovalada, teniendo en algunos casos el borde in­
ferior recto, y se proyectan del paramento a la manera de perillas o
de ménsulas invertidas.

La longitud de los tetones varía entre 6 y 12 cm; su ancho entre 5 y


7 cm. y su proyección entre 3 y 6 cm.

La razón de ser de los tetones fue indiscutiblemente funcional, inde­


pendientemente del valor estético que quiera dársele a la presencia
de los pocos que no fueron eliminados después de terminado el muro.

Parece ser que los tetones sirvieron para la manipulación de ios blo­
ques, sirviendo de apoyo a las amarras usadas en su transporte y evi­
tando que los sillares se "pegaran" al suelo y dificultaran, así, el uso
de palancas para moverlos.

También pueden naber servido de apoyo a puntales para sostener,


provisionalmente, los bloques en su posición, especialmente en el
caso de tratarse de hiladas a cierta altura del suelo.

(5) El amarre de los sillares de un muro mediante trabas, ubicadas en las


caras interiores, para asegurar la unión de los bloques y la indefor-
mabilidad de algunos de los muros incas parece ser de origen Tiwana-
kota. En efecto, la abundancia de dichas trabas en Tiwanaku; la si­
militud con ellas de los pocos ejemplos incas que se conocen; la
asociación de estos con otros elementos arquitectónicos de indu­
dable procedencia tiwanakota y su presencia, únicamente, en restos
de estilo imperial, parecen demostrar que las trabas murales fueron
llevadas al Cusco desde Tiwanaku Probablemente fue Pachacútec,
quien visitó la antigua urbe después de derrotar a los lupacas, el que
llevó a cabo dicha importancia tecnológica.

Según varios cronistas el Inca mostró gran admiración por los restos
arquitectónicos de Tiwanaku, especialmente por el trabajo de la pie
dra, y dispuso que varios canteros del lugar fueran llevados al Cusco.

La trabazón interior de los muros se hacía mediante uniones pétreas


de caja y espiga o haciendo uso de grapas o grampas de cobre arseni-
cal, vaciado en depresiones labradas en las caras contiguas de los si­
llares. Ponce Sanjines (1981) relata que en Pumapunku, para la fija­
ción de un bloque de arenisca roja de 131 toneladas, se usaron gram­
pas de cobre, vaciadas en sitio, de 15 kilos de peso cada una.

La forma de dichas grampas era variable, pero usualmente se trataba


de barras rectangulares que terminaban en extremos o cabezas trape­
zoidales y/o circulares.

En el Perú, el monumento arqueológico en el que se da la influencia


Tiwanaku en forma sumamente bella e importante, es Ollantaytam-
bo. En el muro ciclópeo que se supone es parte del inconcluso Tem­
plo de Viracocha, y en los muchos sillares que lo rodean, se puede
apreciar las excelencias de la tecnología tiwanakota.

168
R e cin to del Kaiasa&aya en Tiwanaku. (6) bn buena cuenta se trata de aparejos ISODOMOS y PSEUOOiSO
de d o n d e parece originarse el aparejo -<1, DOMOS y de variaciones de los mismos, entendiéndose por:
columnas y relleno

Aparejo ISOUOMO, aquel, de tipo sedimentario, cuyos sillares son


de la misma forma y dimensiones y se asientan en hiladas de igual
altura.

Aparejo PSEUDOISODOMO, aquel, sedimentario también, en el que


existen dos alturas que se alternan de hilada a hilada, siendo ios silla­
res de cada una de ellas iguales entre sí.

(/) En realidad, el muro frontal del templo inconcluso de Ollantaytam-


bo no es un buen ejemplo del tipo de aparejo llamado de "columna
y relleno", pues en dicho sistema, como es lógico, las grandes piedras
verticales, hincadas como columnas u O R fO S T A TO S , son los ele­
mentos estructurales y las más pequeñas, que conforman los muros,
son los elementos de relleno.

En Tiwanaku, Bolivia, los muros ilel Kalasasaya están construidos se­


gún ese sistema y, hasta antes de la infortunada reconstrucción del
monumento, las grandes columnas pétreas, sin relleno alguno entre
ellas, se alineaban formando el perímetro de la planta rectangular del
templo. El aspecto que ofrecía el conjunto, de 135 m. de ancho por
130 m. de largo, era impresionante, a punto tal que los viajeros del
siglo pasado, confundiendo las columnas con menhires, llamaban al
monumento "El Stonehenge Americano".

En el Perú, el Templo de Sachin, Casma, constituye un extraordina­


rio eiemplo de este tipo de construcción, pues el centenar y medio
de monolitos, u ORTOSTATOS. que estructuran tres de los lados
del edificio, tienen sus caras exteriores labradas, mostrando una serie
de personajes, posiblemente sacrificadores, y de seres sacrificados
que se ordenan en procesiones alucinantes.

En Ollantaytambo, es posible que la construcción del muro templa­


rio tenga su origen en el sistema de "columna y relleno", pero en tal
caso la evocación es errónea, pues se han invertido los roles estructu­
rales que juegan los elementos que constituyen el muro. En Ollantay­
tambo, las supuestas columnas son realmente un relleno entre las
enormes piedras que forman los paramentos del muro.

169
A P E N D I C E : D IC C IO N A R IO G RAFICO

M A T E R i a L T R A B A J O A s E N 7 A D O
TIPO S DE TEX.
NATURALEZA TAM AÑO FO RM A COLOR ESTADO P E R F IL JU N TA TU R A ES TRU CTU RA T R A N S V E VERT E HOR
A P A R E JO S ■ m ► •
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R U S T IC O

CELULAR

EN G A S TA D O

S E D IM E N T A R IO

C IC L O P E O

Poligonal
Pentagonal Natural

1-i I i LO j I
r-y r
ir n /
/ J_TI
i
Tetrangular Rectangular
TRAB AJO : ESTADO

TRABAJO: PERFILES

Natural Desbastado Almohadillado Convexo Biselado Plano


TRABAJO: JUNTAS

1 1 1 1

1 1 1 1
Pulida

TRABAJO: TEX TU R A S
ASENTADO: ESTRUCTURA TRAN SVERSAL

Encimado Denticulado

Trabada
ASENTADO: ESTRUC TU RA V E R T IC A L

Desigual Alterna
l y Y i y / rM V A V I I , Ll -L -J
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Decreciente Igual

ASEN TA DO : ESTR U C TU R A H O R IZ O N T A L

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111.3. La Estructura de los Tejados Incaicos

Los tejados usados por los Incas, o sea las cubiertas de edi­
ficios formadas por uno o más planos inclinados o vertientes, son
uno de los aspectos de la construcción sobre los que menos cono­
cim iento existe. Para colm o de males, la mayor parte de esos
precarios datos adolecen de serios errores productos de una mala
inform ación original, de equivocados juicios de valor, de aprecia­
ciones prejuiciosas y de falta de rigor cie n tífico en el tratam iento
del problema. Tenemos asi' que, ante ciertos tabúes y supuestos
impases tecnológicos, establecidos por los cronistas más tem pra­
nos, poco es lo que hemos avanzado, en más de cuatro siglos, en
el dom inio del asunto.

ANTECEDENTES Los pocos autores que se han ocupado de la construcción


Inca, casi sin excepción, se han lim itado a o rilla r el tema o a repe­
tir los lugares comunes y mistificaciones que echaron a rodar los
cronistas que tuvieron la oportunidad de contem plar los m onu­
mentos del Tahuantinsuyo, antes de su rápida y casi total destruc­
ción. Entre ellos, sólo unos pocos dedican algún comentario a las
construcciones Incas y una que otra frase a sus tejados.

Cristóbal de Mena, Francisco de Xerez, Miguel de Estete,


• Pedro Sancho y Diego de T ru jillo , vivieron los avatares de lacón
quista y se maravillaron ante la grandeza de las ciudades y monu
mentos que arrasaban a su paso. Luego Pedro Cieza de León y
Juan Diez de Betanzos, en medio del turbión de las guerras civiles,
hicieron un inventario de la destrucción efectuada y registraron el
saldo del desastre.

Algo más tarde, Pedro Sarmiento de Gamboa, Cristóbal de


Molina, Miguel Cabello de Balboa, José de Acosta y Fray M artin
de Morúa, durante el afianzamiento de la orgnización colonial,
admiraron los remanentes monumentales del incario y trataron de
explicarlos. Más tarde aún, Garcilaso Inca de la Vega, Felipe Gua­
rnan Poma de Ayala, Santa Cruz Pachacútec Yanque Salcamayhua
y Bernabé Cobo, en pleno auge virreynal, recuerdan cosas y hechos
ocurridos en su juventud y los hilvanan con los datos proporciona
dos por testigos presenciales de las magnificencias del Tahuantin­
suyo.

Después, las crónicas y relatos se esterilizan y confunden


en farragosas repeticiones de textos ya publicados, sin ahondar en
Dibu/o de Huamán Poma, mostrando la los problemas, sin aportar nada nuevo y, lo que es peor, reiterando
tipología arquitectónica Inca y magnificando los errores y falsos conceptos que, así, con el co­
rrer de los años, adquieren la categoría de verdades incontrastables.

177
Como ya se ha dicho, poco es lo que los citados cronistas
aportan al conocim iento de la tecnología Inca y mucho de ese
aporte es discutible o rechazable. En realidad, no debería sorpren­
dernos ese balance. Después de todo, los cronistas, especialmente
los tempranos, eran en su mayoría frailes o soldados, y casi todos
hombres de pocas letras y no muchas luces. Para ellos, los hechos
o temas fundamentales eran aquellos en los que les iba la vida, la
fortuna o el éxito de la empresa en la que estaban empeñados. La
organización política, la religión, el poderío m ilitar, los recursos,
la geografía del Imperio, etc, eran los asuntos que ocupaban la
atención de los cronistas y les perm itían zurcir historias y u rdir
explicaciones para justificar la destrucción y despojo en los que
estaban involucrados. Poco tiem po y ánimo les quedaba, entre
cargas de caballería y vigilias angustiosas, para preocuparse por los
problemas tecnológicos de las edificaciones que tenían que tom ar
por asalto o desde las cuales se defendían.

Por eso, sólo observan y destacan aquello que los sorpren­


de por su importancia y magnitud o por su contraste con las edi­
ficaciones de su tierra natal o de Europa en general. Así, se adm i­
ran ante la extensión y excelencias de la red vial; la provisión ina­
gotable de los tambos; el buen orden y la importancia de las po­
blaciones; la desmesurada dimensión de las piedras de ciertas cons­
trucciones; la hermeticidad del ajuste de los sillares de los aparejos,
etc. Pero, prácticamente nada indican respecto al planeamiento,
diseño y construcción de los monumentos que, en algunos casos,
los pasman de admiración.

Dentro de este contexto de vaguedades, imprecisiones y


equívocos, las referencias a los tejados son casi inexistentes. Sólo
unos cuantos cronistas (principalmente Xerez, Pizarro, Cieza,
Betanzos, Molina "E l Cuzqueño", Morúa, Garcilaso, Huaman Po­
ma y Cobo), anotan algunas referencias respecto al tamaño de las
habitaciones techadas, la naturaleza de las coberturas, el tip o de
materiales usados en ellas y la forma de emplear dichos materiales.
Pero, ju n to a esos pocos datos, nos entregan también afirmaciones
y comentarios equivocados y /o totalm ente falsos, fru to de su des
conocim iento del medio y de la tecnología Inca, del desinterés por
las cosas que no les atañeran directamente y del pnenosprecio por
la cultura del pueblo vencido.

De esa manera, dichos cronistas acuñan especies falsas que


con el tiem po se convierten en valores sólidos de uso aceptado y
corriente. Por ejemplo, la creencia de que los Incas no sabían hacer
soberados o segundos pisos, ni trabar habitaciones o sea u nir te­
chumbres, ni trabajar la madera, ni usar columnas, ni estructurar
el maderamen de las coberturas, etc; que no disponían de árboles
de fuste largo, ni de gente dedicada a la carpintería, ni de herra­
mientas con que practicar dicho oficio, etc.

178
En descargo de ia falta de inform ación e inexactitudes de
los cronistas, respecto a las características de los tejados Incas, se
puede argumentar que únicamente algunos de ellos pudieron apre­
ciarlos personalmente. Efectivamente, sólo los cronistas tempra­
nos, aquellos que formaban parte de los "Conquistadores Prime­
ros” o sea de los protagonistas del drama de Cajamarca, tuvieron
ocasión de contemplar algunos tejados Incas en todo su esplandor

Pocos años después casi no quedaba ningún ejemplo de las


magníficas coberturas de los edificios públicos del Tahuantinsuyo,
como secuela de los siguientes hechos: primero, la guerra fraticida
entre Huáscar y Atahualpa que asoló el Im perio desde Q uito hasta
el Cusco; segundo, la acción vandálica de la conquista española que
esparció la destrucción por todo el te rrito rio del Im perio; tercero,
la insurgencia de Manco Inca que, en su guerra de reconquista, lle­
vó la devastación hasta la propia capital imperial; cuarto, las gue­
rras civiles entre conquistadores que casi term inaron de arrasar los
pocos edificios que quedaban en pie; y quinto, el desarrollo de las
ciudades españolas que usaron para satisfacer sus necesidades, tan­
to constructivas como de calefacción, el maderafnen de los e d ifi­
cios Incas.

Allá por 1555, Garcilaso alcanzó a ver techados los únicos


cuatro galpones que habían quedado en pie después del sitio del
Cusco por Manco Inca y, luego, presenció la destrucción de tres de
ellos para dar cabida a tiendas de comercio y a la construcción de
los portales de la Plaza Mayor.

El galpón restante, el antiguo Cuyusmango, donde los


españoles instalaron su Iglesia Matriz, es posiblemente el ú ltim o de
los edificios públicos cusqueños que, a esa fecha, conservaba su
tejado original. Pero poco después es retechado de acuerdo a las
normas occidentales.

Garcilaso recuerda el suceso de la siguiente manera:

" Luego está la iglesia Catedral, que sale a la plaza principal. Aquella
pieza, en tiem po de los Incas, era un hermoso galpón, que en días
lloviosos les servía de plaza para sus fiestas Fueron casas del Inca
Viracocha, octavo R ey; yo no alcancé dellos más de el galpón; los
españoles, cuando entraron en aquella ciudad, se alojaron todos en
él. p o r estar ju n to s para lo que se les ofreciese. Yo la c o n o c í cubierta
de paja y la vi c u b rir de tejas.''

Pocos fueron, pues, los cronistas que vieron los tejados


Incas y, en verdad, no fue mucho lo que pudieron observar. He­
mos señalado com o durante la adolescencia de Garcilaso desapare
cieron los últim os tejados existentes en el Cusco y creemos que,
salvo los casos de excepción, igual cosa sucedió simultáneamente

179
en todo el Perú A ntiguo. Lustros después, la acción de los agentes
atmosféricos debe haber borrado totalm ente todo vestigio o huella
de lo que fue la monumental coronación de los edificios públicos
del Incario.

A p artir de esa fecha, sólo las precarias notas de los cronis­


tas y la tradición oral de los vencidos podían servir de asidero
para recordar las desaparecidas estructuras. Por ello, cuando los
cronistas desaparecen y son sustituidos por narradores y cuentistas
repetidores de los textos de los primeros, los errores a fuerza de
reiterarse se convierten en mitos y tabúes, de manera que la solu­
ción del problema de los tejados se da por sabida y no despierta el
interés de los pocos estudiosos de la construcción prehispánica.
Inclusive, puestos ante un problema cuya complejidad rebasaba los
lím ites del simplismo de las soluciones constructivas de los cronis­
tas, dichos estudiosos optaron por negar la existencia de locales
cuyos tejados fueran capaces de generar tales problemas o por a fir­
mar que esas edificaciones nunca estuvieron techadas.

Así, se puso en duda que hubieran existido las gigantescas


kallanka o galpones capaces de albergar 3,000 personas, a las que
se referían, entre otros: Xérez, Pizarro, Cieza, Molina y Garcilaso.
Felizmente, el hallazgo de restos como los de Rajche, Incallacta,
Huánuco Pampa, etc. dio la razón a los cronistas y reabrió el deba
te sobre la problemática de los tejados.

No obstante ello, hemos tenido que esperar hasta fines de


la centuria pasada para, gracias a las observaciones de Squier, tener
nuevas luces sobre el tema y más tarde, ya en este siglo, verlas enri­
quecerse con los trabajos de Bingham y de Alcina Franch. Recien­
temente algunos autores se han ocupado, específicamente, del
problema de los tejados incas y han hecho valiosas contribuciones
a su estudio. Entre ellas cabe destacar los trabajos de Eulogio Ca
bada (1962), Jean Frangois Bouchard (1976) y Graziano Garpa-
rini y Luise Margolies (1977). Kallanka de Inkallacta. Solivia Iscgi
Gasparini y Margolies 1977: 21.

rr
o

180
CAR AC TER ISTIC AS DE LOS TEJADOS

Clases de Tejados Los tejados se clasifican según las formas de sus cubiertas y
de acuerdo a ese c rite rio los tejados incas pueden clasificarse en las
siguientes clases:

— A una sola agua o vertiente,


— A dos aguas.
— A cuatro aguas, y
— Cónicos

Como caso especial pueden darse techos que podríamos


llamar a "Tres Aguas" y que en realidad serían techos a dos aguas
con un faldón en uno de sus extremos.

Los tejados a "U na Agua" también son llamados coberti


zos y pueden ser cerrados o abiertos; simples o pareados. En gene­
ral se trata de habitaciones angostas y no muy largas, destinadas
a funciones tales com o almacenaje, depósito, etc. A l parecer los
cobertizos no fueron muy usados en la arquitectura Inca o quizás,
por lo precario de su construcción, sólo unos pocos restos han lle­
gado hasta nosotros. En Machu Picchu podemos apreciar tres o
cuatro de ellos, muy angostos, adosados a los muros de contención
y totalm ente abiertos en su frente. Ann Kendall señala la existen­
Te¡ado de una vertiente o cobertizo
cia de varios cobertizos en Patallacta, que tienen paredes laterales
escalonadas.

181
Los tejados a "D os Aguas" pueden subdividirse en dos t i ­
pos: tejados con pendientes simétricas y tejados con pendientes
asimétricas. Todos ellos cubren edificaciones rectangulares con
mojinetes o hastiales en sus lados más cortos, pudiendo tener d i­
chos locales hasta dos pisos de altura.

Los tejados simétricos cubren locales destinados a todo


tip o de función, y en cuanto a la forma de su planta puede subdi­
vidirse en cerrados o abiertos. En este ú ltim o caso se llaman Mas-
ma o Huayrona y pueden ser simples,dobles o pareados. Frecuen­
temente las Huayronas tienen una columna al centro del lado
abierto, para dism inuir la luz a salvar entre los muros de apoyo.

Hay numerosos ejemplos de edificios de planta cerrada que


tuvieron este tip o de tejado, siendo los más notables el Coricancha,
el tem plo de Huaytara, las Kallanka de Huánuco Pampa, el llama­
do tem plo de Rajche, etc. Las Huayrona son propias de climas cá
lidos y por tanto se encuentran principalmente en las cercanías de
la selva alta o región Rupa Rupa. En Machu Picchu, consecuente
mente, se hallan varios hermosos ejemplos de Huayrona.

Los tejados asimétricos usualmente sirven de depósito, tie­


nen dos pisos, y se ubican en terrenos de fuerte pendiente de ma­
nera que al segundo piso se ingresa directamente por la parte supe­
rio r del terreno. En O llantaytam bo existen varios ejemplos típicos
de este tejado.

Los tejados a "C uatro Aguas" se subdividen en dos tipos:


el form ado por dos vertientes largas y dos cortas, o sea por un teja­ Tetado de dos vertientes simétricas
mojinetes; tejado con vertió
do a dos aguas, simétrico, rematado en dos faldones; y el c o n stitu i­ asimétricas, y huay
do por cuatro vertientes iguales, usualmente llamado "C ubierta de
Pabellón".

182
Tejado a dos aguas con faldones o cuatro
aguas

Los tejados con faldones cubrían edificaciones cerradas de


una sola planta y de form a rectangular. Usualmente las construc­
ciones más modestas, como las viviendas campesinas, tienen este
tip o de techo pues, al parecer, la erección de los mojinetes debe
haber sido costosa o d ifíc il de ejecutar. Obviamente, todos los res
tos sin m ojinete deben haber sido techados asi y.naturalmente, los
ejemplos son incontables.

Como casos principalísim os de este tip o de tejado tenemos


los locales dedicados al cu lto de la Luna, las Estrellas, el Rayo y el
A rco Iris en el Coricancha. Garcilaso recuerda que dichos locales
estaban techados en form a de pirámide; por las proporciones de
sus plantas, rectangulares, no cabe duda que se trataba de tejados
con faldones.

Los tejados de pabellón cubrían edificaciones cerradas, de


hasta tres pisos de altura y de planta, lógicamente, cuadradas. No
son muy frecuentes en la arquitectura Inca los locales de planta
cuadrada, aunque se encuentran algunos bellos ejemplos de esas
características. En Juchuy Cusco existen varios edificios, tres si
mal no recuerdo, cuya planta es un cuadrado perfecto y cuyos m u­
ros tienen los retallos indicativos de que soportaban tres pisos. En
Machu Picchu se encuentran hasta una docena de habitaciones
cuadradas, sin mojinetes, que deben haber tenido tejados de pa­
bellón.

Garcilaso sostiene haber visto un edificio con ese tip o de


tejado y cuenta al respecto:

"U na cuadra alcancé en el valle de Yúcay, labrada de la manera que


hemos dicho, de más de setenta pies en cuadro, cubierta en form a de
pirám ide, las paredes eran de tres estados en a lto y el techo tenia
más de doce estados; .. ."
Los tejados "C ónicos", tal como su nombre lo indica, tie­
nen la forma de ese sólido y, por tanto, cubren edificios de planta
circular. Son muy pocos los restos Incas de construcciones c ilí n - ,
dricas de cierta im portancia, abundando en cambio los correspon­
dientes a depósitos y almacenes de granos. Sin embargo, varios cro ­
nistas se refieren a notables edificios "redondos" ubicados en el
corazón mismo de la capital imperial.

Pedro Pizarro, al reseñar uno de los palacios reales de la


Huacaypata, dice:

" Esta Caxana tema dos cubos, uno a un lado de la puerta y o tro a
o tro ; quiero decir casi a las esquinas de esta cuadra. Estos cubos eran
de cantería m u y labrada y m u y fuertes, eran redondos, cubiertos de
paja m u y extrañam ente puesta..."

Garcilaso al describir la ciudad del Cusco y el palacio de


Amaru Cancha se refiere a un e dificio de techo cónico, con las si­
guientes palabras:

" Era un herm osísim o cubo redondo, que estaba (fe p o r s í antes de
entrar en la casa. Yo le alcancé; las paredes eran com o de 4 estados
en alto , pero la techum bre tan alta, según la buena madera que en las
casas reales gastaban, que estoy p o r decir, y n o es encarecimiento,
que igualaba en altura a cualquiera torre de las que en España he vis­
to. sacada la de Sevilla Estaba cubierto en redondo, com o eran las
paredes, encima de toda la techumbre, en lugar de m ostrador del
viento (porque los indios n o miraban en vientos), tenía una pica m uy
alta y gruesa, que acrecentaba su a ltu ra y hermosura; tenía de hueco
p o r derecho más de 6 0 pies; Iamábanle 'Sunturhuasi'. que es casa o
pieza aventajada. "

Finalmente, parece que el techo cónico, por motivos cons­


tructivos, sufre una ligera variación en su forma, mejor dicho en el
remate del techo, dando lugar a un térm ino redondeado en vez de
ahusado. Debido a ello el techo asume una form a de cúpula muy
peraltada.

Huaman Poma de Ayala, al tratar acerca de los palacios


reales, cita la existencia de "casas redondas" o sunturhuasi e ilustra
el caso con un interesante dibujo. Muchos años después, Squier tie ­
ne la oportunidad de contem plar el ú ltim o de los ejemplares de ese
tip o de cubiertas y lo describe minuciosamente de la siguiente ma­
nera:

" E l Sondor-huasi es un e d ific io circular, aparentemente de arcilla


consolidada, de 4 .8 m etros de diám etro exterior. Las paredes, que
tienen 3 5 .5 centím etros de espesor y 3¿J m etros de altura, son pe r­
fectamente lisas e x te rio r e interiorm ente y descansan sobre un c i­
m ie n to de piedras. La entrada tiene lugar p o r una puerta, que da a l Tc/ado a cuatro aguas con o i
norte, de 17 centím etros de ancho y 1.8 m etros de altu ra . " mojinete; y tetado cupular o peralta.

184
El "Sonclor Huasi" de Atányaro (Punit)
tegún SQuier I 1877 394)

"L a cúpula del Sondor-huasi es perfecta y está formada p o r una serie


de bambúes de igual tamaño y ahumamiento, cuyos extremos más
grandes descansan en la parte superior de las paredes; están doblados
en form a pareja hasta un p u n to central sobre una serie de aros del
m ism o m aterial y de tamaños graduados En los puntos en que se
cruzan los soportes verticales y horizontales, éstos están atados entre
s i con finas cuerdas de hierba delicadamente trenzada, que se cruzan
y recruzan con adm irable habilidad y gusto. Sobre este esqueleto de
cúpula hay una m agni fica estera hecha con la epidermis trenzada del
bambú o rota que, p o r no e x h ib ir costuras, casi induce a creer que
fue trenzada a llí mismo. Sea com o fuere, se la ejecutó en diferentes
colores y artesonados cu yo tamaño se adecuaba a los espacios decre­
cientes entre el armazón, que también estaba pintado... Sobre esta
estera in te rio r hay otra, abierta, basta y fuerte, a la que se fijó una
capa del ichu más fin o , que pende com o una pesada orla más allá de
las paredes. Luego viene una capa transversal de pasto más grueso o
cañas, a la que sigue el ichu. y a s i sucesivamente, de m odo tal que el
conju'nto se eleva en el centro para fo rm a r un cono ligeramente acha­
tado. Los extrem os salientes de las capas de ichu fueron cortados en
form a tajante y regular, lo cual produce el efecto de tejas trasla­
padas. "

185
PARTICULARIDADES FORMALES DE LOS TECHADOS

Las medidas que tienen una importancia fundamental en la


conformación de los tejados son: a) las dimensiones de la superfi­
cie a techar; y b) la magnitud del ángulo de inclinación de las ver­
tientes o sea las pendientes de las mismas.

Las áreas de las construcciones Incas, o sea las superficies Las dimensiones
que cubrían los tejados o coberturas, eran de una variedad in fin i­
ta, pudiendo estar representadas por el reducido espacio de una
Chujlla o casa campesina, hasta por los miles de metros cuadrados
de una gigantesca kallanka. Por ejemplo, en Machu Picchu la habi­
tación más pequeña mide 3 m. de ancho por 4.70 m. de largo,
mientras que la más grande tiene 6.50 m. de ancho por 47.50 m.
de largo. O sea que la segunda, con 308 m J de área, es 22 veces
más espaciosa que la primera, que sólo tiene una extensión de 14
m J.

En realidad, las viviendas campesinas pueden ser aún más


pequeñas que la tomada como ejemplo; pues es suficiente que su
ancho sea capaz de acomodar una tarima o pata, de alrededor de
1.70 de longitud, y que el resto del cuarto permita realizar la
cocción de los alimentos. De esa manera, esos habitáculos pueden
llegar a tener hasta 8 m J, incluyendo muros, pero lo usual es que
tengan alrededor de 10 m 1 en total, o sea 2.50 m. de ancho por
4 m. de largo.

En contraste, la más grande kallanka, cuyos restos pode­


mos apreciar, tiene un área de 2,323 m J o sea 25.25 m. de ancho
por 92 m. de largo (Gasparini y Margolies 1977). Se trata del edi­
fic io mayor del mal llamado "T em p lo de Rajche", situado cerca
del pueblo de San Pedro de Cacha, en la provincia de Canchis, del Kallanka Inca de fía/che fseg
Gasparini y Mjrgoliits .1977: 2<
Departamento del Cusco, y que discutiremos más adelante. Otra

0 .5 10

V • • • • • • • • • • •

i ___ ___________- ___________ ____________ ___


186
kallanka de excepcionales dimensiones es la que se encuentra en el
conjunto monumental de Incallacta, cerca de la localidad de Poco
na, en la provincia de Carrasco, del Departamento de Cochabam-
ba en Bolivia. Esa estructura, según Gasparini y Margolies, tiene 26
m. de ancho por 78 m. de largo y ocupa, por tanto, un área de
2,028 m 2.

Dichas kallanka, no obstante su enormidad, parece que no


han sido las más grandes que construyeron los Incas, pues varios
cronistas sostienen que las hubieron aún mayores. Tenemos así
que Cristóbal Molina (el de Chile), recuerda haber visto en muchos
pueblos grandes construcciones "que algunas y las más había de
ciento cincuenta pasos de largo, (97.50 m) m uy anchas y espacio­
sas, donde en cada una cabía gran cantidad de g e n te ../'. Por su
parte, Garcilaso, quien es el cronista que más se ocupa del tema,
sostiene que "... había galpones m uy grandes de a doscientos pasos
de largo y de cincuenta y sesenta de ancho..." o sea kallanka cuyo
largo era de 130 m. y el ancho de 32.50 m. a 39 m. Asimismo,
como ya se ha indicado, el Inca Garcilaso afirma la existencia de
un e dificio de planta cuadrada de más de 70 pies (45.50 m) de
lado y de un " cubo redondo", cuyo diámetro in terior tenía más
de 60 pies (39 m).

Por lo expuesto, podemos apreciar que las dimensiones de


las plantas que tenían que cu brir los tejados Incas llegaban a mag­
nitudes extraordinarias que significaban un d ifíc il problema
constructivo-estructural. Naturalmente, en ese aspecto, el proble­
ma realmente radicaba en la dimensión de la luz a salvar por la es­
tructura del tejado; o sea en el ancho de las edificaciones.

Para una más clara visión del asunto presentamos el si­


guiente cuadro, en el que figuran algunos de los más importantes
y espaciosos edificios Incas:

Kallanka Ancho Largo Area en


o Exterior Exterior Metros
Templos en Metros en Metros Cuadrados

MACHU PICCHU 6.50 47.50 308.75


CO RICANCHA 10.00 37.00 370.00
HUANUCO PAMPA 14.25 74.40 1,060.20
IN C A L LA C T A 26.00 78.00 2,028.00
RAJCHE 25.25 92.00 2,323.00
M O LIN A 26.80* 97.50 2,613.00
G ARCILASO 32.50 130.00 4,225.00
G ARCILASO 39.00 130.00 5,070.00

* Estim ado p roporcionalm ente

187
La pendiente o inclinación de los tejados de paja fue muy Las pendientes
fuerte, variando de acuerdo a las características del clima en que se
ubicaban las construcciones. Naturalmente, la mayor intensidad y
frecuencia de las precipitaciones pluviales determinaba un aumen
to del ángulo de inclinación del tejado o sea de la relación entre la
altura y la mitad de la luz cubierta por el techo. Obviamente, la
existencia de granizadas o nevadas también in flu ía notablemente
en la inclinación de las vertientes de las coberturas.

Usualmente, los techos de paja tienen como m ínim o 45° de


inclinación, pudiendo llegar hasta 80°. Si se emplean pendientes
menores el agua no se escurre apropiadamente, y debido a su ab­
sorción por la paja y de fenómenos de capilaridad, el techo deja
parte del líquido, produciéndose incómodas filtraciones o goteras.

O tro factor que debe haber in flu id o en la pendiente de los


tejados, contribuyendo a aumentar su inclinación, es la convenien
cia estructural de dism inuir el empuje lateral de los techos sobre
los muros de apoyo. Como bien se sabe, dicho empuje disminuye
conform e se incrementa la pendiente de los tejados acercándose a
la verticalidad.

Como ya se ha indicado, la pendiente varía con la calidad


de los materiales en un clima dado; disminuyendo conform e au­
menta la impermeabilidad de ellos. Por esa razón los techos in tro ­
ducidos por los españoles, que usaban la llamada teja árabe, tenían
una pendiente notablemente in ferior a los de ¡cchu.

Ernst Neufert, en su conocido tratado "A rte de proyectar


en A rq uite ctura", recomienda las siguientes pendientes para los te­
chos citados:

Inclinaciones Inclinaciones Porcentajes


TEJADO Posibles Usuales de la
Inclinación

TEJA ARABE 40° - 60° 45° 100%


o

O
CD
O

O
r^

PAJA 45° - 80° 173%


275%

Como resultado lógico de la influencia española, los teja­


dos de tejas poco a poco fueron sustituyendo a las coberturas de
¡cchu, a punto tal que ellos quedaron relegados a cu b rir construc­
ciones sin m ayor importancia o viviendas campesinas. Inclusive,
en el cum plim iento de esa modesta función los tejados de /cchu
sufrieron las consecuencias del impacto de los nuevos techos y,
así, redujeron su inclinación tratando de im ita r la que es privativa
de las tejas.

188
Como consecuencia, los techos de paja perdieron eficacia,
su tecnología prácticamente desapareció con el correr de los años
y hoy son muy pocas las personas que conocen las características
propias de esos tejados. Por eso, en muchas reconstrucciones hi­
potéticas de edificios Incas nos encontramos con tejados de icchu
con pendientes menores de 45°, lo que, como bien sabemos, es
técnicamente imposible.

El ingeniero Eulogio Cabada, quien durante varios años


fue residente en Machu Picchu, realizó en 1962 un interesante
estudio sobre el grupo llamado de las "Tres Puertas". Con tal f i­
nalidad, Cabada efectuó el relevamiento de los edificios del con­
ju n to y m idió, especialmente, el ángulo de inclinación de los
piñones o hastiales de dichas construcciones. Las mediciones de­
terminaron que los ángulos variaban entre 61° 6 ' y 65° 30' siendo
la abertura de la mayor parte de ellos de, prácticamente, 63°.

Grupo de "las tres puertas" en Machu


0icchu y corte del piñón 7-8, cara norte,
itgün el Ing, E. Cabada 119621
. Estructuras con hastiales i
Los datos proporcionados por Garcilaso respecto a ia conservados, en Machu ph
"cuadra de Y ucay", permiten establecer que la inclinación de
esa cobertura era de, aproximadamente, 61° 30'.

Huamán Poma, en sus invalorables dibujos de diversos


tipos de edificios Incas, establece pendientes que oscilan entre
48° 25' y 64°

Observaciones realizadas personalmente, mediante me­


diciones "in s itu " y estudio de fotografías, me llevan a sostener
que el ángulo de inclinación de los tejados Inca variaba entre
50° y 65° 30', aproximadamente.

Los edificios estudiados se encuentran en:

Chachabamba Urubamba Cusco Perú


Chanamarca Espinar Cusco Perú
Huánuco Pampa Dos de Mayo Huánuco Perú
Huaytara Castrovirreyna Huancavelica Perú
Incallacta Carrasco Cochabamba Bol ivia
Machu Picchu Urubamba Cusco Perú
Ollantaytambo Urubamba Cusco Perú
Pisac Calca Cusco Perú
Rajche Canchis Cusco Perú
Wiñay Wayna Urubamba Cusco Perú
Yucay Urubamba Cusco Perú

190
Las inclinaciones de esos tejados deben sus variaciones,
fundamentalmente, a las características climatéricas (lluvias, gra­
nizadas, vientos, temperaturas, etc.) las que se ven grandemente
afectadas por la a ltitud de los sitios en que se ubican dichas co­
berturas. Para mayor conocim iento del tema incluimos un cuadro
en el que se comparan los datos pertinentes de algunos de los edi­
ficios en estudio:

RELAC IO N ENTRE LA PENDIENTE DE


LOS TEJADOS Y LA A L T IT U D

A L T IT U D PENDIENTE
EDIFICIO S UBICADOS EN: M.S.N.M. DE LOS
TEJADOS

MACHU PICCHU
Cusco - Urubamba - Machu Picchu 2,350 63°

HUAYTARA
Huancavelica - Castrovirreyna -
o
(O
O

Huaytara 2,658

O LL A N T A Y T A M B O
Cusco - Urubamba • O llantaytam bo 2,750 65°

YU C AY
Cusco - Urubamba Yucay 2,863 61° 50'

PISAC
Cusco - Calca - Pisac 3,010 62°

CUSCO
Cusco - Cusco - Cusco 3,399 53°

RAJCHE
Cusco - Chanchis - San Pablo de
o
O
LO

Cacha 3,420

CH A N A M A R C A
Cusco - Espinar - Pichigua 3,527 52° 50'

HUANUCO PAMPA
Huánuco - Dos de Mayo - La Unión 3,800 55°

191
M A TE R IA LE S Y SISTEMAS DE CONSTRUCCION

Los materiales empleados en la construcción de los teja­ Los materiales


dos Incas eran: madera, cañas, mimbres, agaves, cañamos y pajas.

Las maderas y las cañas resistentes o bambúes se usaban


para construir la estructura de los tejados; las cañas corrientes y
pajas, especialmente el icchu, para conform ar la cobertura de los
mismos, y los mimbres, agaves y cañamos para trenzar las criznejas
o soguillas con que se ataban, entre si', los materiales mencio­
nados.

El ingeniero Pablo Chalón, en su trabajo "E l A rte de Las cañas y materiales accesorj
Construir de los Antiguos Peruanos", proporciona la siguiente re­
lación de las cañas y otros materiales usados en la construcción de
las coberturas Incas:

''Las cañas empleadas eran: la caña de Guayaquil (bambú-


sa gradúa); la caña brava (gynerium sagittatum); la caña hueca
(arundo); el maíz (zea maíz).

La pajas, auxiliares de las cañas en la confección de las te­


chumbres, eran: el ichu (stipa ¡araba) que se hacía secar y daba ha
ces largos, flexibles y resistentes; la totora (thypha truxillensis)
con la que tejían esteras para los suelos y techos, y canastos; la paj
paja de maíz; y los m
con la que tejían esteras para los suelos y techos, y canastos; la
paja de maíz; y los mimbres, que unían en haces gruesos en la
construcción de sus puentes colgados".

El uso de dichos materiales en la fabricación de techos


está claramente explicado en la relación de Squier, acerca del Sun-
tu r Huasi de Azángaro. Para abundar en el tema y darlo por term i­
nado, en esta oportunidad incluimos a continuación citas de Ber­
nabé Cobo y Garcilaso de la Vega, respecto a la construcción de
coberturas.

Dice Cobo:

"E n su enmaderam iento y cubierta, no se gastaba clavazón, ... p o r­


que sólo las vigas o varas atan y tejen con cuerdas y ramales delga­
dos un zarzo de varillas y ramas sobre el cual en lugar de tejas p o ­
nen cantidad de h ic h o ."

Relata Garcilaso:

"Sus techos estaban hechos con palos atados entre s i transversal­


mente mediante cuerdas fuertes. Estos sostenían una capa de paja
deI espesor de 1,8 m etros o más en algunas casas, que no sólo servia

192
de cornisa a las paredes, sino que se extendía fuera de ellas más de
un m etro, com o un tejado colgadizo para resguardar las paredes de
la lluvia y b rin d a r protección a las personas debajo de él. La parte
que sobresalía más allá de las paredes estaba recortada en form a
m u y pareja..."

Las maderas Existe un profundo desconocimiento respecto a las made­


ras que los Incas usaron en la construcción de sus tejados. Sólo Be-
tanzos se refiere al tip o de madera empleado en dichos techos, cu­
ya estructura se formaba con " largos y derechos maderos de aliso".
Cobo también cita el uso de alisos en las construcciones cusqueñas,
pero refiriéndose a las edificadas por los españoles, en la siguiente
forma:

" E l á rbol más general de este género que se halla en todas las p ro ­
vincias del Perú es e l aliso, e l cual nace en los valles templados de la
sierra, de cuya madera se gasta gran cantidad en los edificios de la
ciudad del Cuzco y en otras partes donde no se alcanza maderas
más fuertes".

Es indudable que el aliso, uno de los típicos árboles serra­


nos, se empleó en la estructuración de las coberturas Incas, pero,
necesariamente, deben haberse utilizado otras maderas más resis­
tentes en el techado de los grandes galpones a los que se refieren
los cronistas. El aliso es un árbol de fuste recto ahusado, de 0.40 a
0.60 m. de diámetro y de una altura de hasta 20 m, de los que por
lo menos 15 m. son maderables. Su densidad es baja, de 0.3 a 0.4
g /cm ’ , lo que determina que su madera sea suave y liviana, lo que
no es conveniente para el uso estructural.

Usualmente, las maderas que se emplean en estructuras son


de densidad media (0.41 a 0.60 g/cm ') alta (0.61 a 0.75 g/cm 3) y
muy alta (más de 0.75 g/cm 3). Así, entre los árboles más conoci­
dos de la Selva A lta y Baja tenemos (PNDU FAO, 1982):

De densidad media:
— Cachimbo, caim ito, caoba, casho moena, cedro, diablo
fuerte, huairuro, ishpingo, lagarto cashi, moena, sacha-
vaca micuna, to rn illo , yanchama y zapote.

De densidad alta:
— Almendro, copaiba, huacamayo caspi, huairuro, man-
chinga, palo sangre y quina quina.

De densidad muy alta:


— Estoraque, quiñi lia colorada y tahuari.

193
Boceto de árboles alisos

Los árboles de la sierra, apropiados para construcciones,


pueden agruparse de la siguiente manera:

De densidad baja:
— Aliso

De densidad media-
— Nogal y saúco.

De densidad alta:
— C'olle, chachacomo y molle.

De densidad muy alta:


— Huarango y Q'eñua.

194
Por tanto, el aliso por sus dimensiones y tip o de fuste es
de gran utilid ad para estructuras cuyas condiciones de trabajo no
sean excesivas, pero su uso no es conveniente cuando se trata del
techado de grandes luces. Cobo parece referirse a este problema,
cuando en la cita precedente indica que el aliso se usaba en el Cus­
co " y en otras partes donde no se alcanzan maderas más fuertes

El hecho que no haya referencias a las otras maderas que


debieron usarse se debe, probablemente, a la gran destrucción que
sufrió la región cusqueña, tanto en sus edificaciones cuanto en sus
recursos forestales. La deforestación de la comarca del Cusco p rin ­
cipia a producirse bastante antes ae la conquista española. El con­
sumo de leña de una gran ciudad como la capital imperial, de alre­
dedor de 200,000 habitantes, debe haber puesto en aprietos a los
M a llki Kamalloc, o sea a los funcionarios encargados del cu i­
dado y m antenim iento de los bosques. Dicha situación se agra­
vó con el caos que significó la guerra entre Huáscar y Atahualpa,
pues ella determ inó la ruptura de la organización adm inistrativa y
la destrucción de muchos de los recursos naturales.

Parece, pues, que, cuando los españoles llegaron al Cusco,


la comarca se hallaba en proceso de deforestación, el que como ya
hemos dicho se agudizó tremendamente por el sitio del Cusco, por
Manco Inca, las guerras civiles entre los conquistadores y el desa­
rrollo urbano del Cusco. Ese estado de cosas, que adquirió caracte­
rísticas de catástrofe, produjo la destrucción de prácticamente to ­
dos los viejos tejados y bosques de la región.

Lo prim ero hizo desaparecer, muy tempranamente, los


ejemplos de los materiales y técnicas que los Incas usaban en la
construcción de los tejados. Lo segundo determ inó una m o difica­
ción en la ecología regional y que muchos árboles casi desapare­
cieran de la comarca cusqueña o que, al cambiar su habitat, su­
frieran una transformación en sus características físicas. Por ejem­
plo: los árboles, en general, cuando viven agrupados dentro de un
bosque tienden a crecer verticalmente en busca de la luz; en cam­
bio, si se encuentran solos tienden a expanderse y achaparrarse,
desarrollándose en grosor y follaje pero no en altura.

Ese fenómeno ocurrió, y sigue ocurriendo en la actualidad,


con muchas especies nativas como: el Chachacomo, C'olle, Hua-
rango, Molle y el mismo Aliso, etc. Dichos árboles en sus bosques
originales debieron ser mucho más altos y derechos que lo que lu ­
cen hoy en día, a punto tal que algunos de ellos en su forma o rig i­
nal nos serían irreconocibles, acostumbrados como estamos a su
apariencia actual. Es explicable, por tanto, que los españoles to ­
maran al aliso como el único árbol maderable para fines estructu­
rales y que creyeran que en la sierra no existían otras especies ap­
tas para ser usadas con ese objeto.

195
Los árboles serranos más importantes para la construcción son:

C A R A C T E R IS T IC A S
N U M U H t NOMBRE
COMUN C IE N T IFIC O Forma D ií m etro Altura USOS
T ronco en metros en metros

A L IS O o LA M B R A N A LN U S JO RULLENSIS Recto 0.60 15 20 Estruc­


Ahusado turas

C 'O L LE o 0 U IS H U A R B U D D L E T A Spp. Recto 0.40 - 12 20 Estruc­


(B U D D L E T A IN C A N A ) Torcido 1 00 turas

CH ACHACOM O o PAUCO E S C A LLO N IA Sp. C ilfnd. 0 60 12 C onstruc­


Irregular ción

H U A R A N G 0 o FAIQ U E A C A C IA M A C R A C A N T H A C ilín d 020 3 4 Construc


T orcido ción

M O LLE SCHINUS M O LLE C ilínd. 0 50 6 •8 Carpin­


Rec y Torc. tería

N O G A L o TOCTE JUG LANS NEO TRO PICA Recto 0 50 20 Estruc­


C ilínd. turas

O 'E Ñ U A PO LYLEPIS Spp T orcido 27 C onstruc­


ción

SAUCO SAMBUCUS P E R U V IA N A C ilínd. 040 3 - 12 C onstruc­


Rec. y Torc. ción

TARA C A E S A LP IN A SPINOSA C ilín d 0.20 - 3 ■ 10 Construc­


Rec. y Torc. 0 40 ción

Los árboles de la selva alta más apropiados para la construcción son:

C AR AC TER ISTIC AS

COMUN C IE N T IFIC O Forma Diám etro A ltu ra USOS


T ronco en metros en metros

C A IM IT IL L O C H R Y S O P H Y LLU M SP Recto 0.60 20 Estructuras


C ilínd.

C A IM IT O P O U T E R IA SP Recto 0 40 15 Estructuras
C ilfnd.

C A N E L A M O ENA Recto 0 47 8 Estructuras


Ahusado

CASHO OCO TEA SP Recto 1 00 20 Estructuras


C ilín d

C O PAIBA CO PA IFE R A Recto 1.07 30 Estructuras


O F F IC IN A L IS L. Cili'nd.

H U A C A M A Y O CASPI S IK IN G IA SP Recto 060 25 Estructuras


C ilín d .

S A C H A V A C A M IC U N A TROPHIS SP Recto Estructuras


C ili'nd

YANCHAMA PO ULSERIA Recto 15 Estructuras


A R M A T A (M IO ) S T A N D L Cil fnd

ZAPOTE M A T IS IA C O R D A T A Recto Estructuras


HUMB. ET. BONPL. C ilín d

196
Poco tiem po después de la ocupación hispana del Cusco, la
demanda de madera, producida por las construcciones y el uso des
medido de leña, fue de tal magnitud que, en 1556, (Sherbondy
1986) el virrey Mendoza tuvo que p ro h ib ir la tala de árboles en las
quebradas del Cusco y, algo más tarde, en 1590, el Cabildo de la
ciudad dispuso la reforestación del valle del Huatanay, desde San
Sebastián hasta Quiquijana, o sea en una longitud de 56 kms.

Dada la situación descrita, no es de extrañar que los cronis­


tas no proporcionen datos respecto a las maderas usadas en los te
jados Incas. Tampoco debe llamar a sorpresa que, desde entonces,
se haya olvidado lo poco que sabía y, además, creado una serie de
infundios al respecto.

De esa manera, actualmente se cree que en la sierra no cre­


cían árboles de grandes dimensiones; se ha olvidado que el aliso
en comunidad es capaz de superar los 20 m. de altrura y que todas
las otras especies alcanzaban un tamaño bastante m ayor que el
que hoy tienen; se ignora que en la ceja de selva o selva alta, a poca
distancia del Cusco, existen muchas especies de árboles madera­
bles, de gran tamaño y excelente calidad; se desconoce, también,
que los Incas sostenían una m uy activa relación con regiones de la
selva alta, situadas bastante cerca del Cusco, com o los valles de
Vilcabamba y Pilcopata. La presencia de Machu Picchu y Paucar-
tambo, a la entrada de dichos valles, basta y sobra para demostrar
la importancia de la citada relación. Se encuentran a menos de 100
km. del Cusco, por lo que el transporte de la madera hasta la capi­
tal no debe haber significado m ayor problema para la organización
imperial.

A l respecto, hay que considerar que un tronco de 0.35 m.


de diám etro y 20 m. de largo llega a pesar tan sólo 1,152 y 1,920
k, según la calidad de la madera, y que los Incas estaban tan acos­
tumbrados a transportarlas que hasta tenían una parihuela especial
para esa labor. En efecto, el Padre Gonzales Holguín registra en su
diccionario la voz callapi que significa "angarillas de dos o tres
palos o atravesaños en que llevan vigas". De o tro lado, cuando se
refiere a una litera para transportar personas anota la palabra que­
chua huanturampa.

Como resultado de ese desconocimiento la m ayor parte de


los estudiosos no encuentra explicación al techado sin columnas de
los grandes edificios Incas y algunos llegan a suponer que fueron
simplemente recintos sin techo alguno. Luis A . Pardo (1957), al
referirse a la kallanka mayor de Juchuy Cusco, que tiene 12 m. de
ancho por 40 m. de largo, reflexiona respecto a su techumbre:

"Este aspecto plantea un problem a serio: e d ificio , de magnitudes


catedralicias, tuvo techo de dos aguas. ¿fue uno solo o n o lo tuvo?
E l ancho del e d ificio , de que se trata, hace pensar justamente en un

197
MOBÍEUBRB .
lAMAf?fAI " _ M 0 4 T

|>»suu «í
Dibujos de Huamán Poma de A ya
ilustrando diversos tipos de literas usad,
techo de dos aguas, entonces hay que suponer que en el centro de por los Inc.
este santuario había una hilera de pilares, algo semejante a lo que
existe en las ruinas del tem plo de Huiracocha de San Pedro de Cacha,
con e l fin de sostener la armazón de palos De lo co n tra rio tendría­
mos que llegar a la conclusión de que los edificios de esta naturaleza
no tenían techo, eran adoratorios descubiertos, al aire Ubre".

La verdad es que los Incas contaron con todo el material


necesario para fabricar los techos de sus colosales kallanka, pues en
la misma sierra teman árboles utilizables y en la cercana selva alta
todas las especies que podían desear.

Respecto a la form a en que los Incas trabajaban la madera, El trabajo de la madera


hay el mismo desconocimiento que en todo lo que se relaciona con
los tejados y, lo que es peor, se han acuñado una serie de especies,
totalm ente falsas, que denigran la capacidad creativa y habilidad
tecnológica de tan insignes constructores.

Por ejemplo, se sostiene que la madera la usaban, práctica­


mente, en bru to y que para unirla simplemente la ataban, tanto
por falta de conocim iento como por carencia de las herramientas
apropiadas. Por tanto, se afirma que los Incas no aserraban, ni
desbastaban, ni cepillaban, ni pulían la madera; que tampoco la Bloque de piedra con resalte.
horadaban o entallaban y que mucho menos la empalmaban o Ollantaytam

198
ensamblaban. Es decir, los hombres que en materia de tecnolo­
gía cerámica, te xtil, metalúrgica, hidráulica, agrícola, etc. eran
capaces de producir obras cuya perfección todavía asombra, en
cuanto al tratam iento de la madera estaban a la altura de los po­
bladores paleolíticos.

Esta sorprendente contradicción se convierte en increíble


cuando las mismas personas, que niegan a los Incas toda capacidad
para trabajar racionalmente la madera, celebran apologísticamente
sus trabajos en piedra, o sea su habilidad para cortar, p ulir, encas­
trar y hasta engrampar pétreos bloques de dura andesita. En buena
cuenta, se alaba que los Incas trabajaran la piedra como si fuera
madera y no se les reconoce la capacidad de trabajar la madera en
la form a que es propia de ese material.

En el a trio de la iglesia de Santo Domingo, en el Cusco, o


sea al lado del antiguo Concancha, se aprecia actualmente una
enorme piedra de 5 m. de largo, 0.90 m. de ancho y 0.25 m. de
espesor, aproximadamente. La forma es de una perfecta geometría
y su acabado casi pulido, luciendo como si fuera un grueso tablón.
En lo alto de O llantaytam bo, al pie de los restos del tem plo incon­
cluso, hay un enorme bloque de piedra que tiene en su parte cen­
tral un resalte, en forma de prisma rectangular, para asegurar su

199
unión con o tro bloque mediante una encajadura o encastre de caja
y espiga. Finalmente, en el in terior de la citada iglesia de Santo
Domingo hay numerosos bloques pétreos procedentes de diferen­
tes construcciones, que constituyen, en conjunto, un muestrario
de la técnica magistral de los Incas para trabajar la piedra. Entre
ellos, destacan algunos que muestran evidencias de que su unión
estuvo asegurada por grampas o grapas de bronce. Para tal fin, se
labraba en bloques adyacentes depresiones en forma de barras con
extremos ensanchados y se vaceaba bronce fundido en ellos.

Como podemos apreciar, resulta realmente increíble que


no se acepte que los Incas podían hacer con la madera lo mismo
que tan hábilmente realizaban con la piedra. Garcilaso, general­
mente tan bien enterado de los hechos, costumbres y habilidades
de sus antepasados, para nuestra sorpresa es otro de los cronistas
que ha co ntribu id o a crear los infundios que criticamos. A l co­
mentar "la inhabilidad que los oficiales mecánicos tuvieron en sus
o fic io s ..." y con que " falta de las cosas necesarias vivían aquellas
gentes..." dice al referirse al trabajo de la madera:

"N o tuvieron más habilidad los carpinteros; antes parece que andu­
vieron más cortos, porque de cuantas herramientas usan los de p o r
acá para sus oficios, n o supieron hacer una sierra n i una barrena n i
ce pillo n i o tro instrum ento alguno para o fic io de carpintería, y asi
n o supieron hacer arcas n i puertas más de co rta r la madera y blan-
quealla para los edificios. Para las hachas y azuelas y algunas pocas
escardillas que hacían, servían los plateros en lugar de herreros, p o r­
que todo e l herram ental que labraban era de cobre y azófar. N o usa­
ron de clavazón, que cuanta madera ponían en sus edificios toda era
atada con sogas de esparto y no clavada. "

Garcilaso estaba totalm ente equivocado y la única explica­


ción para error tan garrafal es que era muy niño cuando vio los
últim os restos de la arquitectura Inca y muy viejo cuando escribió
acerca de ella, después de casi 50 años de e xilio . En efecto, cuando
se destecharon las últimas kallanka cusqueñas, alrededor de 1550,
Garcilaso tenía 11 años.

En 1560 viajó a España y, luego de una azarosa vida, se de­


dicó a escribir treinta años después, siendo los Comentarios Reales
su últim a obra. La Primera Parte de ellos se publica en 1609, a
cincuentinueve años de su partida del Cusco.

Si unimos estas circunstancias a los factores que, a nuestro


juicio, han contribu id o a la desinformación que existe acerca de la
tecnología prehispánica, es explicable que el cronista Inca se equi­
vocara. Entre las formas de probar la citada equivocación de cro ­
nistas y estudiosos, quizás la más definitiva, a falta de pruebas ar­
queológicas, es la de tip o lexicológico.

200
Raúl Porras Barrenechea en su introducción al Lexicón
de Fray Domingo de Santo Tomás, editado por la Universidad Ma
yo r de San Marcos, dice lo siguiente:

" E l vocabulario de un grupo hum ano es com o un inventario de sus


adelantos y adquisiciones culturales. La falta de una palabra dice
Ihering, equivale a la falta de la cosa, com o la existencia de la palabra
prueba la de la cosa. "

Indudablemente tenía razón el ilustre maestro San Marqui


no y siguiendo su razonamiento hemos revisado tanto el " L e x i­
cón", publicado originalmente en 1560, como el "V ocabulario de
la lengua general de todo el Perú", del Padre Diego Gonzales Hol-
guín, editado por primera vez en 1608.

El estudio de tan valiosos documentos ha producido datos


de gran valor, para demostrar la capacidad Inca de construir, e fi­
cazmente, el maderamen de sus tejados y, asimismo, nos ha abierto
el camino para otras interesantes investigaciones. Tenemos así, que
los Incas:

a) Diferenciaban entre troncos, rollizos, leños o rollos y vigas o


palos, o sea madera trabajada, refiriéndose a ellos como:

A rbol Malí k i
Tronco de árbol Cullu (L)
Leño Cullu (L)
Viga Quero - Curco (L)
Palo Quero (L)
Palo grande Curco (L)
Palo o madero pequeño Cafpi (L)
Madera Curco - Quero (L)
Tabla Llaplla - Llapsa cullu (V)

b) Reconocían los siguientes oficios:

Carpintero Llacllac o Quero Camayoc (L)


Entallador Llacllac (L)
Edificador de techo Huaci ccatak (V)

c) Efectuaban las siguientes labores:

Carpintear Llacllacuni gui (L)


Maderar Curcunchani gui (L)
Hender con cuñas Chectani gui (L)
Aserrar, cortar con sierra Tupani gui (L)
Descortezar Caracta hurccuni (V)
Desbastar madera para
labrarla Huampachani (V)
Labrar madera Llacllani gui (L)

201
Acepillar - Llacllani gui (L)
Alisar - Lluch kayachini (V)
Entallar - Llacllani gui (L)
Empalmar madera - Iskay curcucfa - Lucchani (V)
Escopiar - Lluch kayachini (V)
Horadar - Hucchuni gui ( L)
M artillar - Tacani gui o Tacacunigui(L)
Clavar - Tacani gui o Tacacunigui(L)
Barrenar con barrena - Hucchuni gui (L)

d) Tenían los siguientes elementos y herramientas de carpintería:

Tarugo o estaca Tacarpu (V)


Cuña Q quillay tacarpu (V)
Barrena Huthcona (L)
Cepillo Llacllana (L)
Escoplo Llacllana (L)
M a rtillo Tacana • Tacaycona (L)
Cartabón de carpintero T o p o (L )

Como se puede apreciar por las palabras existentes en el


runa sim i o quechua, los Incas estaban muy lejos del rústico estado
técnico de sólo saber "c o rta r la madera y blanquealla", o sea des­
cortezarla, para luego usar estructuralmente dichos troncos, unién­
dolos por simples ataduras. Tal como lo indican las voces recogí
das por Fray Domingo de Santo Tomás (marcadas con una L) y
por Fray Diego Gonzales Holguín (marcadas con una V) los Incas
sabían labrar la madera, convirtiendo los troncos en vigas y tablas,
cuyas superficies aliñaban mediante el cepillado y posterior alisado
de sus caras.

Igualmente queda demostrado que las vigas podían añadir­


se, o sea ensamblarse y que, asimismo, podían unirse o form ar nu ­
dos mediante entalladuras. También es posible que dichos empal­
mes, ensambles y uniones se aseguraran mediante paradores de
madera o tarugos, además de usar ligaduras hechas con cuerdas o
tiras de pellejo de llama.

Lo más probable es que en los edificios más importantes de


la arquitectura oficial se hayan usado vigas y viguetas (madera cor­
tada a escuadra) con uniones entalladas y reforzadas con tarugos
o clavijas de madera y amarres, mientras que en las demás e d ifi­
caciones se usaban troncos desbastados con uniones simplemente
amarradas.

202
LOS SISTEMAS CONSTRUCTIVOS Y DISEÑOS ESTRUCTURALES

Como se sabe, los cronistas sostienen que la estructura de


los tejados Inca se reducía a form ar "tixe ra s” con maderas sobre
las que se apoyaban los elementos estructurales secundarios y, f¡
nalmente, el ¡cchu que formaba la cobertura. En otras palabras, se
pretende que los Huaci Ccatak conformaban "pares” con maderos
cuyos extremos inferiores se apoyaban sobre los muros de la e d ifi­
cación y los superiores se unían amarrándose con soguillas de cá­
ñamo o tiras de cuero de llama. Sobre esta estructura primaria se
apoyaban la viga cumbrera, el resto del maderamen y la cobertura.
En buena cuenta, se trataba del sistema constructivo que se puede
denominar de "Pares Simples".

Garcilaso, entre otros cronistas, se refiere al asunto de la si


guíente manera:

"Echaban suelta sobre las paredes toda la madera que servía de tise­
ras p o r lo a lto della. en lugar de clavos, la ataban con fuertes sogas
que hacen de una paja larga y suave, que asemeja al esparto. Sobre
esta prim era madera echaban la que servia de costaneras y cabios,
atada asimesmo una a otra, y otra a otra, sobre ella echaban la cobija
de paja en tanta cantidad, que los edificios reales que vamos hablan­
do tenían de grueso casi una braza e l ya no tenían más. La misma co­
bija servía de corm /a a la pared para que no se mojase Salía más de
una vara afuera de la pared a verter las aguas, toda la paja que salía
fuera de las paredes la cercenaban m u y pareja."

El sistema estructural descrito es apropiado para el techado


de edificios cuyo ancho no sea m uy grande, pues en caso contra­
rio se requeriría de vigas de mucha longitud y, consecuentemente,
de gran sección. Aún así, dado que en el sistema de "Pares Sim­
ples” no existen elementos que unan transversalmente los "pares”
o vigas principales, estos tenderían a flexionarse y, además, deter­
minarían un fuerte empuje lateral en los muros de apoyo.

Por ejemplo, si con ese sistema pretendiéramos techar el


Concancha, cuya planta tuvo aproximadamente 10 m. de ancho
por 37 m. de largo, se necesitarían "pares" de una longitud mayor
de 8 m, considerando una pendiente de 55°. Es posible que en el
Coricancha la pendiente haya sido aún mayor, debido a las exigen­
cias del clima y a razones estéticas. Garcilaso recuerda respecto al
tejado del tem plo del Sol: "... /a techumbre era de madera m uy
alta, poque tuviese mucha c o rrie n te ..." (pendiente). Y en referen­
cia a los techos de las kallanka cusqueñas, de 20 m. de ancho por
130 m. de largo, dice: "Era... cosa increíble que hubiera madera
que alcance a c u b rir tan grandes piezas". Si intentáramos cubrir
una de esas kallanka con el sistema citado y usando 55° de pen­
Sistema de techado de pares simples diente, necesitaríamos pares de, aproximadamente, 33 m. de largo.

203
Como se puede apreciar, es imposible que el sistema de
"Pares Simples" se haya usado para techar luces grandes, pues, aún
en el caso del modesto ancho del Concancha, se requeriría que los
pares estuvieran amarrados por travesanos para impedir la flexión
y controlar, en parte, los empujes laterales; o sea, habría que llegar
a la estructura llamada de "Par y N u d illo ". Para luces mayores
como las de las kallanka, inclusive el sistema de "Par y n u d illo "
resultaría insuficiente, por lo que es evidente que los Incas usaron
otras soluciones estructurales para techar esos enormes edificios.

LOS ANTECEDENTES EXISTENTES

Hay tres fuentes que nos proporcionan datos acerca de los


tejados Incas, ellos son: A) Los restos arqueológicos; B) Los do­
cumentos; y C) La arquitectura popular andina.

A) LOS RESTOS ARQUELOGICOS

Los restos arqueológicos nos muestran que existieron por


lo menos, tres tipos de soluciones estructurales para techar las edi­
ficaciones Incas: a) El techado sin columnas; b) El techado con
una hilera de columnas; y c) El techado con tres hileras de co lum ­
nas. .

Fsquemas de las distintas posibilidao


estructurales para construir techados: s
columnas, con una. dos o tres column
de made

204
El techado sin columnas Al tratar del prim er tip o de tejado prescindiremos de los
techos de Pabellón y de los Cónicos, los que, por su naturaleza,
no representan un mayor problema estructural y nos dedicaremos
a estudiar los tejados que cubren plantas rectangulares, que son los
más numerosos y los que techan las superficies más grandes.

Como bien sabemos, estos techos cubrían edificaciones


que pueden tener mojinetes o carecer de ellos. En el prim er caso,
los tejados son de Dos Aguas; en el segundo de Cuatro Aguas, tam ­
bién llamados de Dos Aguas con Faldones.

Conocemos, asimismo, que estos últim os tejados se usaban


en construcciones comunes y en edificios de poca importancia, los
que, obviamente, no alcanzaban dimensiones muy grandes. Las
plantas que han llegado hasta nosotros no ofrecen m ayor problema
en su techado, ya que sus anchos, o sea las luces a salvar estructu­
ralmente, rara vez son mayores de 6 m. Por tanto, es probable que
para techarlas se haya usado el sistema de Pares Simples. En los
casos de las construcciones con a ltillo , o marca, se debe haber em­
pleado el sistema de Par y N udillo, para usar el n udillo, o tirante,
como apoyo de las varillas que formaban el piso de la marca, o sea
del soberado español. En estos casos la construcción recibía el
nombre de Marca huasi o Casa con a ltillo . Hasta la fecha, es usual
que las casas campesinas tengan ese tip o de a ltillo para guardar los
productos agrícolas.
Sittema de techado con par y nudillo
(izquierdaI y huayrona con estructura de
par hilera con tirante y soberado
(derecha)

205
El ancho de las construcciones sin mojinetes varía entre
2.50 m. y 6 m, y su largo puede llegar hasta los 16 m. En los edi
ficios de más de 6 m. de largo el maderamen debe haber estado
constituido por varios pares, espaciados cada 4 a 4.50 m, sobre los
que se ubicaban las correas, cabios y listones o alfajías y finalm en­
te el icchu.

Los edificios con hastiales o mojinetes deben haber form a ­


do parte de la arquitectura oficial y, por ende, su construcción era
de mejor calidad que la de los edificios comunes y sus dimensiones
mucho mayores, aunque también existían edificios de tamaño pe
queño.

Tenemos así que en Machu Picchu existen construcciones


con mojinetes cuyo ancho varía de 3 m. a 9.60 m ;e n Chincheros
hay casos en que el ancho exterior de las construcciones llega a
13 m. y en Huchuy Cusco a 22.60 m; y, por ú ltim o , según Garcila­
so y otros cronistas, en el Cusco existían galpones cuya anchura
era de 32.50 m. a 39 m.

Por tanto, el techado de esos edificios podía ser muy senci­


llo o convertirse en un problema serio, que aún hoy en día tendría
ciertas dificultades en su solución. Naturalmente, la longitud de los
edificios también in flu ía en el grado de d ificu ltad que ofrecía el
techado, aunque no tanto como el ancho de la edificación, puesto
que el problema se resolvía mediante el uso de pares de apoyo su
cesivos.

Para ilustrar las variaciones que pueden existir en las di


mensiones de este tip o de edificios, damos a continuación las me­
didas exteriores de las construcciones cuyos anchos hemos citado

Machu Picchu — 3.00 m. por 4.70 m.


Machu Picchu — 9.60 m. por 25.70 m.
Chinchero — 13.00 m. por 43.70 m.
Huchuy Cusco — 22.60 m. por 36.00 m.
Garcilaso — 32.50 m. por 130.00 m.
Garcilaso — 39.00 m. por 130.00 m.

Dado que el espesor de los muros Incas puede ser de 0.60


m, 0.90 m, 1.20 m. y 1.50 m, según los casos, y que los elementos
estructurales principales de los tejados se apoyan en el eje de los
muros, para determinar la luz a techar de un edificio hay que res
tarle al ancho exterior una cantidad equivalente al espesor de sus
muros.

Al parecer, en este tip o de edificios la luz máxima que se


techaba haciendo uso de Pares y Nudillos, como apoyos interme
dios, era de 12.00 m, más o menos. Lo dicho se apoya en el hecho Kallanka de Chinchero (según Alcino 1
de que la kallanka de Huánuco Pampa, cuyo techo se sustentaba 1976: 7t

206
Kallanka de Chinchero y la manera como
pudo ser techada con estructura de par y en una hilera central de columnas, tiene una distancia de 12.80 m.
entre los ejes de sus muros laterales. Asimismo, los restos de varios
grandes edificios que probadamente no tuvieron columnas, alean
zan una luz entre apoyos de, aproximadamente, los citados 12.00
m. Por ejemplo el palacio de Vilcashuamán tiene 11.60 m. y una
de las kallanka de Chinchero y el aposento dedicado al servicio del
Coricancha llegan a los 11.80 m.

Hay varios edificios Incas de dimensiones superiores a los


mencionados, cuyos techos se estructuraron sin necesidad de apo­
yarse en columnas. En esos casos, la luz a salvar es tan grande, de
21 a 36 m, que es imposible hacerlo mediante el sistema de Pares y
Nudillos, por lo que es de suponer que los constructores Incas
hayan contado con un método especial para resolver tal problema.

207
En las construcciones con mojinetes, cuya separación no es
muy grande, la viga cumbrera o hilera se apoya directamente sobre
ellos y los pares se afirman sobre dicha viga maestra y los muros la­
terales. En tal caso el sistema se llama de Par e hilera o de Parhile­
ra. Los ejemplos de esta clase son muy numerosos en la arquitec­
tura Inca, encontrándose en Machu Picchu varios de ellos.

En las construcciones con mojinetes también es posible


usar el sistema de techado llamado "C ubierta sobre piñones” , en el
que los elementos estructurales principales son correas en vez de
pares o cabios. En buena cuenta, se emplea como estructura prim a­
ria una serie de vigas que, al igual que la cumbrera, se apoyan d i­
rectamente sobre los piñones o mojinetes y sostienen el resto del
maderamen del techo. Los Incas, para sujetar las correas sobre el
talud de los mojinetes y evitar que resbalaran, las ataban a unos
anillos o argollas de piedra que, con esa finalidad, habían insertado
en los cantos de los mojinetes. En Machu Picchu se encuentran al­
gunos de los pocos ejemplos del uso de este dispositivo.

En los casos en que la separación de los mojinetes es de im­


portancia, la viga maestra o cumbrera necesita de apoyos interm e­
dios, para lo que, como ya se ha indicado, se emplean pares estruc­
turales. Una manifestación de tal hecho la encontramos en algunas
de las Huayrona simples de Machu Picchu. En dichas construccio
nes, para acortar la luz existente entre los muros que forman los
mojinetes, se ha construido un pilar rectangular al centro del lado
Estructuras de tejados: par hilen
sobrepar, y par hilera sim/

208
abierto, dando, así, un apoyo a la viga que constituye el sostén del
techo en ese lado.

Parece lógico que con el mismo crite rio estructural se haya


dado un apoyo interm edio a la viga cumbrera, mediante la in clu ­
sión en el maderamen de un par central, una de cuyos maderos se
Cubierta sobre piñones y estructura de afirmaba sobre la columna citada.
par hilera con sobrepar y soberado:
aba/o: huayrona doble con techado de
pares simples y apoyo en columna El análisis de los restos arquitectónicos de Machu Picchu,
intermedia
estudio que hemos efectuado "en extenso" para este trabajo, nos
ha proporcionado una serie de datos de gran interés respecto a la
estructura de los tejados Incas y a las dimensiones de sus elemen­
tos. Así, mediante la detallada observación del diseño y construc­
ción de las Huayrona, hemos podido aproximarnos a las dimensio­
nes que tenían las grandes vigas que se usaban en la estructuración
de los tejados.

En las Huayrona sin columna intermedia en el lado abierto,


la distancia existente entre los muros que flanquean ese lado nos
proporciona un dato irrefutable acerca de la longitud de las gran­
des vigas usadas en la arquitectura Inca.

En efecto, dada la naturaleza del diseño de ese tip o de


Huayrona, si sumamos la distancia entre muros de apoyo, el espe­
sor de dichos muros y las salientes de los extremos de las vigas a
cada lado, tendremos la longitud total de las vigas usadas. En los
casos en estudio, dicha medida llega a tener entre 6.60 m. y 10.60
m. y el diámetro de las vigas, a juzgar por las entalladuras existen­
tes en los muros de soporte, entre 0.25 m. y 0.35 m.

Si hacemos un análisis de los locales cerrados con m ojine­


tes, o sea techados a dos aguas, comprobaremos que las vigas cum ­
breras pueden llegar a medir 13.20 m, aunque es posible que algu-
ñas hayan tenido elementos de apoyo intermedios, lo que cambia
ría las condiciones de trabajo de las vigas y, consecuentemente, sus
secciones.

En todo caso, podemos estar seguros que los Incas u tiliza ­


ban en sus tejados maderas de alrededor de 12 m. de longitud y
0.30 m. de diámetro.

De o tro lado, si estudiamos comparativamente las longitu­


des estructurales de las kallanka que existen en Machu Picchu, o
sea las distancias entre los ejes de sus muros extremos, encontrare­
mos que ellas pueden subdividirse en módulos estructurales cuya
longitud varía entre 4 m. y 5 m. Gracias a ello, los Incas podían
reemplazar las grandes y pesadas cumbreras por otras vigas, más
pequeñas y ligeras, que se apoyaban en pares ubicados a distan
cias determinadas por el m ódulo estructural del caso.

Por ejemplo, en una kallanka de 16.10 m. de longitud en­


tre los ejes de los mojinetes se puede estructurar el tejado hacien­
do descansar la cumbrera en 1 o 3 elementos de apoyo interm e­
dios; es decir, estableciendo entre mojinetes 2 dobles módulos de
8 m. o 4 módulos de 4 m. cada uno. Demás está decir que dichas
soluciones serían mucho más resistentes y económicas que cual
quier estructura cuya cumbrera fuese una sola gran viga apoyada
directamente sobre los mojinetes.

D IM ENSIONES DE E D IFIC IO S TIPICOS

EJEMPLOS Ancho Ancho entre Largo Ancho


Exterior Apoyos Exterior Muros

Machu Picchu 2.70 2.10 6.00 0.40


Machu Picchu 4.60 3.80 8.00 0.60
Machu Picchu 6.50 5.40 47.50 0.90
Machu Picchu 8 00 6.90 12.60 0.90
Machu Picchu 9.60 8.50 25.70 0.90
Cor ¡cancha 10.00 880 36.50 0.90
Huaytará 11.00 9.70 26.50 1.00
Chinchero 12 00 10.50 4000 1.00
Vilcashuamán 12.80 11.60 43.80 0.90
Chinchero 1300 11.50 43.20 1.20
Coricancha 13.00 11.80 36.50 0.90
Huánuco Pampa (1 Col.) 14.25 12.75 74.40 1.20
Chuquiabo (Cobo) 1500 90.00
Cusco (Cieza) 20 00 18.50 120 00 1.20
Templo Vilcashuamán 21.00 19 50 73.50 1.20
Huchuy Cusco 22 60 21 10 36.00 1 20
Rajche (3 col.) 25.25 23.75 92 00 1.20
Incallacta 26.00 24 35 78 00 1.20 - 1.50
Cusco (Cieza) 30.00 28.20 120.00 1.50
Cusco (Garcilaso) 32.50 30.70 120.00 1.50
Cusco (Garcilaso) 39.00 37.20 120.00 1.50

210
ESTUDIO C O M PAR ATIVO DE LAS M EDIDAS DE LAS K A L L A N K A EN
MACHU PICCHU

CUA DR O No. 1

K A LLA N K A Medidas Medidas Ancho de


Exteriores Estructurales Muros

K-1 5 40 x 14.20 m. 4 .50 x 13.30 m. 0.90 m.


K-2 6 00 x 14.50 m. 5 10 x 13.60 m. 0.90 m.
K3 4.60 x 15.00 m. 3.70 x 16.10 m. 0.90 m.
K4 6.60 x 16.00 m 5.70 x 15.10 m. 0.90 m.
K-5 6.50 x 16.00 m. 5 60 x 15.10 m. 0 90 m.
K6 8.00 x 17.00 m. 7.10 x 16.10 m. 0.90 m.
K-7 6.50 x 18 40 m. 7.60 x 17.50 m. 0.90 m.
K-8 7.20 x 19.20 m. 6 30 x 18 30 m. 0.90 m.
K-9 9.60 x 25.70 m. 8.70 x 24.80 m. 0.90 m.
K-10 6.50 x 47.50 m. 5.60 x 46.60 m. 0 90 m

CUA DR O No. 2

Long.
Lat. 46.60 24.80 18.30 17 50 16.10 15.10 14.10 13.60 13.30

Partes
300 15.46 8.26 6.1 5 83 5.36 5.03 4.70 4.53 4.43

4.00 11.65 6.2 4.57 4.37 4.02 3.77 3.52 3.4 3.27

5.00 932 4.96 3.66 3.50 3.22 3.02

6 00 7.73 4.13 305

7.00 6.62 3.54

8.00 5.82 3.1

9 00 5.17

10.00 4.66

11.00 4.23

12.00 3.88

211
En resumen, creemos que con este tip o de estructura se
pueden construir tejados que techen edificios de un ancho exterior
de 13.50 m, aproximadamente. Basamos nuestra afirm ación en
que existen varios edificios importantes, como el Coricancha, el
tem plo de Huaytará, varias kallanka en Chinchero, el palacio de
Vilcashuamán, etc., cuyos anchos exteriores tienen 10 m. o más.
Asimismo, uno de los locales del Coricancha (el actual refectorio
del convento) y la mayor de las kallanka de Chinchero miden
13 m. de anchura. Respecto a esta últim a, José Alcina Franch,
Director de la Misión Arqueológica Española que estudió Chinche­
ro, buscó dentro de la kallanka pruebas o indicios de la posible
existencia de columnas, sin encontrar resto alguno. Cabe pues la
probabilidad de que el techo se apoyaba sobre los muros de la
construcción.

Si proyectáramos, a la manera Inca, el tejado de un edificio


cuyo ancho exterior sea de 13.50 m, nos encontraremos con que
su estructura básica tendría las siguientes características:

A) La luz a salvar sería de sólo 12 m, porque al ancho exterior,


medido en la base, hay que restarle el desplazamiento pro du ­
cido por la inclinación de los muros (m ínim o 5% por lado, o
sea 0.30 m, en total, para muros de 3 m. de altura), y una can­
tidad equivalente al ancho de los mismos (entre 0.90 y 1.50 m;
en este caso 1.20 m), ya que los apoyos estructurales se ubican
en los ejes de los muros laterales.

Posible techado de una kallanka de


Chinchero haciendo uso de ti/eral ts e g ú n
Alcina 1976 74)

212
B) La longitud de los maderos que forman los lados de los pares
estructurales seria de 11 m, aproximadamente, y el largo del
nudillo, más o menos, de 8.50 m.

C) Dichos pares se ubicarían a distancias entre 4 y 5 m. y sosten­


drían una cumbrera que se hallaría a 13 m. de altura, conside­
rando muros de 3 de alto. Naturalmente los cabios, correas y
listores de la sobre estructura demandarían unas dimensiones
muy por debajo de las citadas.

Como se puede apreciar, los maderos que se necesitarían


para construir un tejado como el descrito, serían de dimensiones
ligeramente inferiores a las empleadas en los edificios de Machu
Picchu.

El techado con una hilera Los únicos ejemplos de ese tip o de estructura que han lle­
de columnas gado hasta nosotros, son los constituidos por los restos de las dos
kallanka del Palacio Real de Huánuco Pampa.

El Centro A dm inistrativo de Huánuco Pampa o Huánuco


Viejo, se encuentra en el d is trito La Unión, de la provincia Dos de
Mayo del Departamento de Huánuco. En dicho im portante centro
urbano Inca, de construcción tardía, existen todos los típicos edi­
ficios que caracterizan a las ciudades planificadas del Tahuantinsu-
yo. Entre ellos, naturalmente, se encuentra el que servía de resi­
dencia permanente al gobernador del centro y de alojam iento tem
temporal al Inca, cuando se dignaba visitar el lugar. Dicho conjun­
to arquitectónico ha sido bautizado como Palacio Real y en su
planeamiento considera numerosos pabellones organizados alrede­
dor de patios de d istin to orden, magnitud y función.

A l ingreso del conjunto, custodiando la entrada y c o n tri­


buyendo a form ar el prim er patio del Palacio, se ubican dos gran­
des kallanka, destinadas, al parecer, a alojar al cuerpo de guardia
real. Dichas kallanka tienen las características arquitectónicas pro­
pias de ese tip o de edificios, pero ofrecen la peculiaridad de que
sus tejados se apoyaban en una hilera central de columnas de ma­
dera.

El buen estado de conservación de ambas construcciones y


las huellas de la presencia de las columnas, permiten reconstruir,
con seguridad, la imagen de dichas kallanka.

La kallanka situada hacia el norte es la más grande de las


dos y la que ha sido excavada por la misión arqueológica dirigida
por el arqueólogo norteamericano Craig Morris, quien da cuenta
de sus hallazgos en varias publicaciones, especialmente en la ú lti-

213
Palacio Inca en Huánuco Pampa con los
dos grandes kallankas a la izquierda del
ma de ellas titulada, precisamente, Huánuco Viejo. La edificación plano ísegún Morns y Thompson 1985
mide, exteriormente, 14.25 m. de ancho y 75 m de largo; sus m u ­ 831
ros laterales tienen un espesor de 1.20 m. y una altura de 4 m. y
los mojinetes un grosor de 1.50 m, una altura de 11.50 m, aproxi­
madamente, y un ángulo de inclinación de 55°, más o menos.

La kallanka (Gasparini y Margolies 1977) tiene 9 grandes


puertas en el muro que da hacia la plaza y otra más en el m ojinete
que contribuye a conform ar el vestíbulo de ingreso al conjunto.
En los otros muros existen las típicas ventanas y hornacinas de la
arquitectura Inca. En el piso original de la kallanka se encuentran
7 huecos circulares, rodeados de piedras y ubicados sobre el eje
longitudinal de la edificación. El diám etro de los huecos es alre­
dedor de 0.30 m. y su separación de 9 m, aproximadamente.

La otra kallanka es similar a la descrita pero difiere de ella


en su longitud (que es de 68 m.) y en el número de puertas, ven
tanas y hornacinas.

La estructura de ambas construcciones tiene que haber es


tado necesariamente apoyada sobre columnas de madera, en vista
del diámetro de los huecos en que se basaban dichas columnas.
Sobre ellas se apoyaba la viga cumbrera, que debe haber tenido
un par de apoyo interm edio, dada su gran longitud, o quizás unas
riostras o jabalcones, los que, además de acortar la luz a salvar la
amarraban con las columnas.

Encima de esta estructura primaria se echaban los cabios


o sobrepares, a manera de tixeras, para form ar el apoyo de las

214
Techado con columna central y tirante:
el caso de la kallanka de Huánuco Pampa •correas y sobre ellas se afirmaban los parecillos. Finalmente, se co­
(perspectiva de Gasparmi y MargoliesJ
locaban los listones o alfajías y las capas sucesivas de ¡cchu.

Por razones estructurales y por la necesidad de contar con


una marca, soberado o harneruelo, debieron e xistir travesaños que
amarraban las columnas con los sobrepares. Obviamente, los apo­
yos intermedios de la cumbrera estaban conformados por pares
estructurales o sea por pares amarrados con nudillos.

Como se puede apreciar en el croquis respectivo, el sistema


estructural descrito estaba al alcance de la tecnología Inca y la
dimensión de las vigas y columnas dentro del orden de medidas de
las maderas que se empleaban usualmente. En efecto: a) La luz a
salvar era de 12.80 m. entre apoyos (descontando al ancho exte­
rior, la inclinación de los muros y el espesor correspondiente de los
mismos); b) la longitud de las columnas, incluyendo su empotra­
m iento en el suelo, debe haber sido de 12.50 m, aproximada­
mente; y c) el largo de la viga cumbrera y de los pares y sobrepares
de 9 m. y 11.50 m, respectivamente.

Es viable que los maderos hayan sido(escuadrillados y sus


uniones ensambladas, además de amarradas, pero, en todo caso, la
estructura planteada es realizable usando rollizos debidamente liga­
dos con amarras de cuerdas o cuero.

Los tejados apoyados en columnas centrales deben haber


cubierto edificios bastante más anchos que las kallanka de Huánu­
co Pampa, pues, realmente, la única lim itación al respecto podía
ser la im posibilidad de conseguir maderos apropiados para tal fin a ­
lidad. Como ya hemos visto, los constructores Incas podían contar
con árboles, de fuste recto, que les proporcionaban maderos de
15 m. a 20 m. de longitud.

215
Si consideramos columnas de esa longitud, incluyendo
1.50 m. de em potram iento en la base, podríamos techar edificios
de 15.40 m. y 21.40 m. de luz entre apoyos, respectivamente. Pa
rece razonable no llegar a extremos y, por tanto, tom ar como l í ­
m ite para este tip o de estructura alrededor de 18 m. de luz entre
apoyos o sea edificios de un ancho exterior de 19.50 m.

Hay que resaltar que la longitud de los pares y cabios no


sería m ayor problema, pues ellos podrían estar conformados por
varios maderos debidamente empalmados en los puntos o nudos de
unión con los travesaños y nudillos.

El mal llamado tem plo de Viracocha, en Rajche, es el ú ni­ El techado con tres hileras
co ejemplo de esta clase de estructuras que se conoce. En realidad, de columnas
se trata de una gran kallanka que form a parte de un conjunto ar­
quitectónico que, a nuestro juicio, constituía un A clla Huasi cuyas
habitantes estaban dedicadas a la producción de objetos de cerá­
mica. El conjunto se ubica ju n to al pueblo de Rajche, d istrito de
Cacha, provincia de Canchis del departamento del Cusco y está
constituido, fundamentalmente, por la gran kallanka, un sector
habitacional y un sector de almacenaje.

La kallanka (Gasparini y Margolies 1977) mide exterior-


mente 25.25 m. de ancho por 92 m. de largo, sus muros laterales
tuvieron 1.20 m. de espesor y, probablemente, 3 m. de altura, y
los muros de los mojinetes 1.80 m. de grosor.

Sólo quedan restos del mojinete ubicado hacia el sur, pero


en base a ellos, a la posible altura de las columnas y del m uro cen­
tral, a la ubicación de las ventanas-puertas existentes en dicho m u­
ro y a la inclinación probable de las vertientes del tejado, ha sido
posible reconstruir hipotéticam ente las características de los cita ­
dos hastiales. Según esa reconstrucción la altura de ellos habría
sido de 16.60 m, al vértice, y la inclinación de su pendiente de
50°.

Los restos de mojinete muestran claramente la existencia


de dos grandes puertas y de varias hornacinas, así como de venta­
nas ubicadas, aproximadamente, a la altura del dintel de las puer­
tas.

La construcción de la kallanka considera, también, un gran


m uro central y dos hileras de columnas. El m uro divide lon gitu d i­
nalmente la kallanka en dos partes iguales, trabándose en sus ex­
tremos con los dos mojinetes. Tiene un espesor de 1.65 m. en la
base, y la sección vertical trapezoidal, por lo que en su parte supe-

216 Rajche, Provincia de Sicuani


rio r debe haber tenido 1.30 m. de grosor. Su altura, al igual que
la de los mojinetes, debe haber alcanzado 16.60 m; actualmente
tiene 12 m. y en 1888 llegaba a los 15 m, según la relación de
Middendorf.

En el m uro existían 10 grandes puertas, sobre los que, a


manera de sobreluces, habían amplias aberturas; a su vez, cada
una de ellas tenía encima un vano de menor tamaño que, al pare­
cer, cum plía la función de ventana-puerta.

Las hileras de columnas estaban situadas en el eje lo n gitu ­


dinal de cada una de las naves, en que el m uro central dividía a la
kallanka. Existían 11 columnas de sección circular en cada hilera;
el eje de las extremas estaba a 2.70 m. del paramento in terior de
los mojinetes y la distancia axial entre el resto de columnas era de
8.30 m, aproximadamente; el diámetro de las columnas era de
1.60 m. y su altura probable de 9.80 m. a eje (actualmente, el
resto de la única columna que existe tiene 6 m. de altura).

En toda la construcción, tanto en muros com o en colum ­


nas, se empleó piedra hasta los 3 m. de altura y luego adobe. Na­
turalmente, el techo debió edificarse con madera, caña y paja, o
sea con los materiales y procedimientos típicos de la construcción
de coberturas inclinadas.

Como se puede apreciar, la estructura del tejado del e d ifi­


cio tenía como puntos de apoyo transversales, además de los m u­
ros laterales, al m uro central y a las dos hileras de columnas, sien­
do la distancia de separación entre esos elementos de 4.50 m. En
resumidas cuentas, las luces entre los ejes de los apoyos eran de
5.90 m, para los muros y columnas, y de 6.125 para estas y el m u­
ro central.

Un detalle de gran im portancia, para la recreación hipoté­


tica de la estructura y la comprensión del crite rio constructivo de
los Incas, es la presencia en cada uno de los entrepaños del muro
central, a eje con las columnas y a una altura casi coincidente con
el punto medio de las sobreluces, de los restos de dos vigas y de
una especie de soporte colocado sobre ellas. Las vigas han sido se­
rruchadas, de manera que sólo quedan las cabezas empotradas en
el muro. Por su posición es evidente que no estuvieron destinadas a
soportar piso alguno, sino a u n ir al m uro con las columnas para
servir de enlace estructural, a la manera de tirante-puntal.

El soporte citado debe haber servido de apoyo a un puntal


que co ntribuía a arriostrar el conjunto. Infortunadam ente, los tra­
mos de m uro que existían entre los vanos han desaparecido al des­
truirse los dinteles correspondientes, de modo que, hoy día, es
d ifíc il calcular la altura exacta de las sobreluces y ventanas-puertas

218
Reconstrucción hipotrtu a del techarlo
de la kallanka de Ra/che
e imposible conocer los elementos estructurales (vigas, ménsulas,
apoyos, etc.) que pudieron empotrarse en los referidos tramos.
Aún asi', hay a nuestra disposición los suficientes datos y elemen­
tos de ju icio para intentar una reconstrucción válida de la estructu­
ra de Rajche.

El corte transversal que presentamos, muestra las caracte­


rísticas estructurales fundamentales de dicha reconstrucción y se
basa en las siguientes reflexiones:

— Las alturas del m uro central y de las columnas tienen que ha­
ber sido, indefectiblemente, superiores a las que actualmente
tienen (hace casi un siglo, M iddendorf com probó que el muro
tenía alrededor de 15 m. de alto).

— Los vanos que se encuentran encima de las puertas abiertas en


el m uro central, tenían las siguientes funciones:

* Las aberturas ubicadas inmediatamente encima de las puer­


tas son parte integral de las mismas, constituyendo una espe­
cie de sobreluces de dichos vanos. Prueba de ello es que sus
lados se encuentran sobre la proyección de los costados de
la puerta, o sea que los trapecios formados por ambas es­
tructuras se inscriben dentro de un trapecio mayor, form a­
do por la figura de la puerta, el sobredintel y la forma de la
sobreluz.

* A nuestro juicio, los arquitectos Incas quisieron lograr mo-


numentalidad en el diseño de las puertas sin atentar contra
la seguridad de la construcción. En efecto, si hubiera abierto

219
en el muro central vanos de 8.55 m. de altura por 2.75 m.
de ancho en la base, la estabilidad del m uro se hubiera visto
seriamente afectada.

Las aberturas superiores, ubicadas en lo alto del muro, enci­


ma de las sobreluces, son similares a las ventanas cuyos res­
tos existen en el m ojinete meridional. El tamaño de esas
aberturas es parecido al de las ventanas puertas que servían
para ingresar desde el exterior a las marcas o soberados que
tienen la mayor parte de los edificios con mojinetes.

La ubicación de dichos vanos no sigue el alineamiento del


gran trapecio al que hemos hecho referencia, y se ubica lejos
de éste, conservando únicamente una relación axial. A l pare­
cer, se trata de una ventana-puerta cuya finalidad era ínter-
comunicar espacios existentes a uno y o tro lado del muro.

— La pendiente del techo tiene que haber sido parecida a las usa­
das en Yauri, sitio con a ltitu d cercana a la de Rajche, donde
existen los restos de Chanamarca cuyos mojinetes tienen una
inclinación de 52’ . Además, si consideramos la altura del muro
central en tan sólo 15 m. (la dimensión medida por Midden
d o rf casi 400 años después de la posible construcción del e d ifi­
cio), la pendiente de las vertientes resultantes tendría un ángu­
lo de 46° aproximadamente. Es de suponer, por tanto, que d i­
cha inclinación fue algo mayor, tendiendo a alcanzar las pen­
dientes de Chanamarca.

220
Con las premisas citadas como base, al diseñar la estructura
hemos tenido en consideración que las vigas longitudinales, que se
apoyan sobre las columnas y sirven de sustento a los pares y ca-
bios.deben ubicarse al centro o eje de dichas columnas. Mas aún,
las citadas vigas también tienen que haber servido de apoyo a los
maderos que formaban el soberado; el piso del soberado debe ha­
ber estado a ras del umbral de las ventanas-puertas existentes en el
muro central o ligeramente debajo de su nivel.

Conjugando todos esos criterios y pautas de diseño, hemos


llegado a la estructura mostrada en el croquis, cuyo maderamen no
sólo soportaría al tejado, sino que reforzaría fuertemente la esta­
bilidad del muro y las columnas.

Debido a la destrucción de los entrepaños del m uro, a la


que hemos hecho referencia, nunca sabremos, a ciencia cierta, co­
mo se soportaba el soberado, pero existen varias posibilidades, una
de las cuales se muestra en el croquis respectivo.

En resumen, las características fundamentales de la estruc­


tura serían las siguientes:

Luces transversales, entre ejes.......................... : 5.90 y 6.125 m.


Luces longitudinales, entre ejes ..................... : 8.30 y 3.60 m.
A ltura de soportes, a eje: 16.60 m. para el muro central y 9.50 pa­
ra las columnas.
Longitud de pares de cabios, entre apoyos . . : 8.50 y 9.50 m.
Pendiente del te ja d o .......................................... : 50°

Por lo expuesto, podemos estar seguros que la edificación


de la gran Kallanka de Rajche estaba dentro de las posibilidades
tecnológicas y de realización de los constructores Incas.

Una últim a reflexión, respecto al tema: ¿Por qué se realizó


el gran esfuerzo de construir la kallanka con albañilería, cuando
pudo ser mucho más sencillo hacerlo utilizando madera?

Dado el pragmatismo y sentido de la economía que tenían


los Incas, deben haber existido poderosas razones para emplear ese
sistema constructivo. Es posible que la deforestación, a la que he­
mos hecho referencia, tenga que ver con el asunto. La carestía de
madera que ella determinó, tiene que haberse agravado, en el caso
de Rajche, tanto por lo tardío de la fecha de su construcción como
por las características ecológicas de la región.

O tro factor que pudo haber sido determinante en el uso


del adobe en la construcción, es el hecho que el sitio estaba dedica­
do al trabajo del barro por un pueblo de ceramistas. Quizás el siste-

221
Posible solución de la estructura de l.i
. kjllanka de Rajche haciendo uso de tres
ma de construcción de la kallanka fue una form a de rendir home- columnas de madera
naje al dios que, al decir de Bingham, imperaba en el lugar y pro­
porcionaba a sus habitantes la preciada arcilla con que hacían sus
ceramios y, al parecer, también sus adobes.

B) LOS DOCUMENTOS

Hemos podido apreciar a lo largo de lo expuesto, que po­


co es el aporte de los cronistas al conocim iento del tema y que,
aún más, sus equivocaciones y falsas interpretaciones acerca de la
tecnología Inca han co ntribu id o a crear una gran confusión al
respecto.

Los demás documentos escritos, tales com o probanzas, li­


bros de cabildo, contratos y transacciones comerciales, etc., tam
poco ayudan mayormente a disipar la espesa bruma de dudas y
complejos que impide a nuestro etno centrismo occidental, apre­
ciar las posibilidades de la tecnología andina.

Afortunadam ente, una de esas crónicas fue enriquecida por


los dibujos de un indio andariego y contestatario, quien con sus
dibujos com plem entó y cla rificó el decir de unas notas de farrago
sa redacción y, frecuentemente, de muy d ifíc il comprensión. Real
mente, los dibujos con que Felipe Guamán Poma de Ayala ilustra
su "Nueva Corónica y Buen G obierno'', publicada alrededor de
1615, constituyen una extraordinaria descripción gráfica de los
usos y costumbres de la época.

Dichos dibujos, que son fuente inagotable de datóse indi


cios sobre asuntos de la vida andina no tratados literariamente por
la m ayoría de los cronistas, sólo tienen parangón con las acuarelas
mandadas a pintar por el obispo tru jilla n o Baltazar Jaime Martínez

222
de Compañón Bujanda, para ilustrar la historia de la diócesis de
T ru jillo (alrededor de 1785), o con las traviesas aguadas que, apro
ximadamente un siglo más tarde, el moreno Pancho Fierro pintara
acerca de la vida limeña.

A mi entender, si bien es cierto que el te xto de la crónica


de Guamán Poma ha sido reiteradamente analizado por muchos in­
vestigadores, los dibujos que, tan generosamente, complementan
dichos escritos no han recibido toda la atención que se merecen.
Recientemente algunos estudiosos, entre ellos Tom Zuidema, están
llegando a importantes conclusiones respecto a aspectos de la vida
prehispánica en base al análisis e interpretaciones de los croquis del
cronista dibujante.

En cuanto a lo que a construcción, arquitectura y urbanis­


mo se refiere. Guamán Poma nos proporciona una docena y media
de apuntes plenos de interés y sugerencias. En el tema que nos
ocupa hay unos pocos dibujos que ofrecen valiosos datos acerca de
la construcción de los tejados Incas. La falta de un estudio especia­
lizado ha propiciado que lo representado en esos gráficos haya pa­
sado desapercibido o que se haya tom ado como resultado del pro­
ceso de aculturación sufrido por la tecnología Inca.

Efectivamente, a pesar de mi condición profesional y de mi


viejo interés por la arquitectura prehispánica, hasta hace pocos me­
ses, al repasar las láminas referentes a los tejados, no prestaba ma-,
C A M ÍH A ELA V T O R yo r atención a ciertos detalles de las mismas. Equivocadamente,
tomaba dichos trazos com o imprecisiones en el d ib ujo o como sim­
ple copia de los procedimientos y sistemas empleados por los es­
pañoles.

A raíz de la preparación del presente trabajo tuve que reali­


zar algunas investigaciones en los campos de la arquitectura y la
construcción, tanto en lo referente a las técnicas españolas de la
época como a las prehispánicas. La ampliación de mis conocim ien­
tos en la materia y mi dedicación al tema determinaron que al vo l­
ver a revisar los dibujos de Guamán Poma lo hiciera con un interés
específico en los mismos y una m ayor comprensión del asunto que
describían.

El resultado de esa intencionada búsqueda fue sorprenden­


te. Descubrí detalles y soluciones técnicas que había contemplado
ciento de veces sin advertir su importancia y originalidad y, así, lo­
gré avisorar la creatividad y capacidad de la tecnología andina para
resolver los problemas constructivos del mundo prehispánico.

Entre los hallazgos tecnológicos ubicados en el venero Po-


Peregrina/e de Guamán Poma de A yala. mista, cabe resaltar en relación con los tejados los siguientes asun­
según su propia pluma tos:

223
En los dibujos en que se grafica la elevación lateral de una
construcción con techo a dos aguas, es decir se muestra uno de los
hastiales o mojinetes, la representación de la proyección de las ver­
tientes del tejado sobre el hastial figura como dos formas triangu­
lares, unidas por el vértice, que se ensanchan notablemente en los
extremos que se apoyan sobre los muros laterales. Dada la manera
simplista en que los cronistas describen la estructura de los tejados
Incas, la forma de los lados de dicha visera debió estar compuesta
por elementos rectangulares, constituidos por los pares, apoyados
sobre los muros laterales, las correas, los cabios, los listores y la co­
bertura de ¡cchu.

De acuerdo a esa toma de posición, el ensanchamiento de


forma triangular, que Guamán Poma daba al extrem o in ferior de
los aleros, parecía deberse a una imprecisión en el dibujo, o sea a
una mala representación del paralelismo que debía existir entre los
bordes de los lados de la visera. Ahondando en el problema y apo
yándonos en experiencias de la arquitectura folklórica, llegamos a
la conclusión que Guamán Poma quería representar, muy dentro
de su estilo por cierto, la forma de los soportes que permiten cons­
tru ir los aleros usados para protegerse de las precipitaciones p lu ­
Reconstrucción hipotética de la
viales. A l ensanchar la base de los lados de la visera, el cronista tra estructura de alares de los techados
taba de expresar la form a triangular que resulta de la conjunción Incas, en el dibu/o de Huam in Poma u
de los canes y ristreles que son necesarios para armar un alero. insinúa dicha solución
Así, gracias a la correcta interpretación de los croquis de
Guamán Poma, al fin teníamos una explicación constructiva que
avalara la afirmación de Garcilaso de que los tejados Incas tenían
m uy amplios alares. Dichos alares, que se proyectaban más de una
vara del paramento de los muros, form ando umbrosos pasajes que
protegían de la lluvia tanto a paredes como a viandantes, no hu­
bieran podido construirse sin los soportes que tan apropiadamente
sugiere el cronista.

O tro caso de gran interés es el mostrado en varios de los


dibujos que ilustran el nacimiento del niño Jesús. En ellos figura
un rústico cobertizo cuya estructura está constituida por un tije-
ral de madera o armadura de cuchillo. No obstante la ingenua sín­
tesis que caracteriza a los dibujos de Guamán Poma, en la citada
estructura se pueden apreciar todos los elementos que identifican
a un tijeral. A h í están, claramente expresados, los pares, que en la
unión de sus extremos superiores reciben la cumbrera; el puente o
nudillo, que arriostra los pares en su parte media para im pedir de­
flexiones y el tirante o cordón in ferior de la armadura, que ama­
rra los extremos bajos de los pares para asegurar la rigidez de la es­
tructura y anular los empujes laterales de dichos elementos. El t i­
jeral se apoya, indeformable y estático, sobre dos poderosos hor­
cones; es de suponer que dos o más de estos pórticos se unían me­
diante correas para conform ar el maderamen del citado cobertizo.

La impresión que, antes de profundizar en el tema, me pro­


ducían dichos dibujos, era que graficaban una mala representación
del sistema estructural de par y nudillo im portado por los españo­
les. En otras palabras, que los dibujos eran resultado de la acultu-
ración de Guamán Poma, quien usaba, equivocadamente, de fo r­
mas y sistemas españoles para representar hechos y situaciones
ocurridos en épocas prehispánicas.

Esa apreciación del asunto se fundaba también en los d ibu­


jos contenidos en la lámina referente a los palacios Incas. En dicha
ilustración, que es un verdadero compendio de la tipología arqui­
tectónica Inca, figura un edificio llamado Carpa huasi (Casa de
tres paredes) cuyo techo está sostenido por un fuerte tijeral. Aquí
no se trata ya de una simple armadura capaz de estructurar el teja­
do de un modesto cobertizo. El edificio conocido como Carpa
Huasi era una especie de loggia, desde donde el Inca recibía ho­
menaje y trib u to , por lo que debió ser una construcción de impor
tancia.

En otro dibujo Guamán Poma ubica un ushno dentro de


del Carpa huasi, lo que confirm a la creencia de que dicho edi­
fic io era un monum ento de grandes proporciones. El tijeral que f i­
gura techando el citado Carpa Huasi así parece indicarlo, pues a lo
apropiado de su diseño se aúna la robustez de las piezas que lo

225
constituyen. En efecto, dicha armadura está compuesta por dos
gruesos pares, un recio cordón in ferior y dos piezas ligeramente
, 1/lACÍMÍEHTO
inclinadas que, al unir el vértice del tijeral con el cordón o tirante,
sustituyen al clásico pendolón.

Como ya hemos expresado, como fru to de una mala in fo r­


mación acerca de la tecnología prehispánica, del etnocentrismo in­
culcado por los españoles y del menosprecio por las realizaciones
y capacidades del pueblo andino, estamos acostumbrados a asociar
la alta tecnología a los aportes occidentales y las más elementales
expresiones científicas o técnicas a los logros de las culturas n a ti­
vas. Debido a ello, repito, mi prim er ju icio respecto a los tijerales
representados por Guamán Poma fue que eran consecuencia de la
influencia cultural española sobre el cronista.

Poco tiem po después, al profundizar en el conocim iento de


la arquitectura y de las formas constructivas traídas por los espa­
ñoles a América, me encontré con la tremenda sorpresa de que el
tijeral no figuraba entre ellas y que tampoco se usaba en la España
de la época. Los sistemas constructivos usados por los conquista­
dores para techar los grandes edificios coloniales fueron esencial
mente dos: a) el abovedado, haciendo uso de bóvedas de piedra o
ladrillo y de cerchas de madera recubiertas de cañas y barro, y
b) el de techos planos o inclinados, haciendo uso de vigas de made­
ra y coberturas de tablas o cañas, recubiertas de barro, losetas ce­
rámicas o tejas.

El tip o de techo que nos interesa es, naturalmente, el de las


coberturas inclinadas o tejados, usualmente a dos aguas, recubier­
tos de tejas. En este caso, el techo se estructuraba mediante el
sistema llamado de Par y N udillo que, como se recordará, tiene
como elementos fundamentales a dos maderos inclinados que se
apoyan en la cúspide de los muros laterales de la construcción y
se cruzan en sus extremos superiores para soportar la viga cumbre­
ra. Los pares se amarran entre si mediante un puente, llamado nu­
dillo, que se ubica en la mitad o tercio superior de la altura de los
pares y que tiene por finalidad evitar su deflexión y, en parte, ser­
vir com o tirante. La armadura formada por el Par y N u dillo no lle­
ga a co nstitu ir un tijeral y, por tanto, los empujes laterales, que
ejerce sobre los muros tienen que ser contrarrestados por una viga
de madera que amarra la parte superior de éstos y que juega el
papel de tirante.

Como vemos, la diferencia fundamental entre un tijeral y


una estructura de Par y N u dillo radica en la existencia del tirante.
En el tijeral el tirante es parte integrante de la armadura, mientras
que en el Par y N udillo es una pieza ajena a dicho elemento encar­ Arriba; d i bu¡o de Huamán Poma
mostrando el uso de pares y nudillos en
gada de contrarrestar sus empujes laterales. el techado de cobertizos. A l frente: se
muestra el uso de un ti ¡eral en el techado
de una kallanka

226
La sucesión de varias armaduras de Par y N udillo co n fo r­
maba la estructura básica de los techos coloniales; sobre ella se
apoyaba la sobreestructura, conformada por cabios o sobrepares,
correas, parecillos y listones, que recibía la cobertura de tejas.Inte­
riorm ente. el maderamen constituido por los pares y nudillos era
forrado con tablas o cañas y barro, creando un cielo raso cuya f i­
gura era trapezoidal o en forma de artesa. La ornamentación de esa
superficie con artesones, o sea con molduras diversas, daba lugar a
la decoración conocida con el nombre de artesonado. Tanto el sis­
tema estructural de Par y N u d illo como el estilo decorativo del ar
tesonado deben tener sus orígenes en la cultura árabe.

La falta de maderas apropiadas para la construcción, tanto


en calidad como en longitud, determ inó que los árabes se ingenia­
ran para dar una respuesta estructural a esa situación. La armadura
de Par y N u dillo tiene sus antecedentes, al parecer, en los resulta­
dos de esa búsqueda y su afianzamiento y difusión como sistema
de techado puede deberse, en parte, a la amplia superficie de deco­
ración in terior que ofrece su intradós. Para los árabes era im por­
tante contar con una vasta área, sin obstrucciones, que pudiera
ser ornamentada con los diseños geométricos a los que fueron tan
afectos.

Es posible que por eso no incorporaron los tirantes a las


armaduras y que prefirieran mantenerlos alejados de ellas, ama­
rrando las cabezas de los muros de apoyo. Así, la decoración geo­
métrica del intradós, el artesonado, podía apreciarse integralmente
sin interrupciones que perturbaran su contemplación.

Los árabes invadieron Hispania en 710, afianzaron su con­


quista en la batalla de Guadalete, ese mismo año, y rindieron su
ú ltim o reducto, el reino de Granada, en 1492. Es decir, permane­
cieron en la península ibérica casi 800 años. Naturalmente, la in ­
fluencia de su cultura fue enorme, no sólo por su condición de
vencedores, sino también porque en muchos asuntos científicos,
tecnológicos y artísticos habían alcanzado un mayor desarrollo
que el de los Visigodos que gobernaban el te rrito rio peninsular.

Por ello, y probablemente también por razones religiosas,


los árabes impusieron sus prácticas y realizaciones, aún cuando en
algunos casos les hubiera sido más conveniente y ventajoso m o d ifi­
carlas de acuerdo a las circunstancias y características propias del
medio conquistado. Tal parece ser el caso de la armadura de par y
n udillo; probablemente algo evolucionó, con el correr de los años,
pero esencialmente se mantuvo como una estructura conformada
por piezas cortas destinada a salvar luces relativamente pequeñas.
Dado que en España existían zonas boscosas, con buenos árboles
maderables, era de esperar que las estructuras de madera hubieran
alcanzado un desarrollo apreciable, similar al detentado por países
vecinos o cercanos.

227
En Inglaterra, por ejemplo, las estructuras de madera al­
canzaron en los siglos X y XI, bajo la dominación de los norman­
dos, un alto grado de desarrollo, que, poco después, llegó a la per­
fección al iniciarse el período medieval. En contraste, durante el
largo dom inio de los árabes las estructuras de madera práctica
mente no evolucionaron en España, conservándose en sus formas
más simples. El tijeral prácticamente se desconoció, o se usó muy
poco, y el par y n ud illo mantuvo su hegemonía como sistema para
construir tejados.

En esa condición llegó hasta nosotros y se alternó con las


bóvedas para techar las construcciones más espaciosas. En toda la
América española, hasta donde llega nuestro conocim iento, no se
construyó tejado que no estuviera sustentado por los clásicos pares
y nudillos. El tijeral jamás se usó durante la colonia; si alguna vez
fue empleado no se guarda recuerdo de tal hecho. En el Perú con
toda seguridad, no se hizo uso de tijerales durante todo el Virrey-
nato y hay que esperar hasta mediados del siglo pasado para en
contrar algún ejemplo de su empleo.

Esperamos que esta larga exposición haya perm itido de­


mostrar que los tijerales no fueron usados por los españoles en el
Perú colonial y que, inclusive, es probable que los alarifes hispanos
no lo conocieran como forma estructural. En respaldo de esta a fir­
mación cabe indicar que en el "Breve Compendio de la Carpinte­
ría de lo blanco y Tratado de alarifes", del maestro Diego López
de Arenas, publicado en Madrid en 1630, al tratar de la estructura
de los tejados se da instrucciones para la construcción de armadu­
ras de Par y Hilera y de Par y N udillo, pero no se menciona siquie­
ra la existencia de tijerales. Es un hecho cierto, pues, que los espa­
ñoles no trajeron los tijerales al Perú.
Tejado español de par y nudillo
Por tanto, los tijerales que Guarnan Poma dibujó entre
1575 y 1615, no fueron resultado de su aculturación española,
sino fru to de sus conocimientos ancestrales, del recuerdo de las
estructuras incaicas que debió contemplar en su niñez. Guarnan
Poma nació alrededor de 1535, tres años después del arribo de los
españoles al Perú y, por ende, tuvo oportunidad de ver, durante su
niñez y parte de su juventud, muchas de las grandes construcciones
Incas o por lo menos los restos recientes de su destrucción. De ahí,
de esa visión que debió deslumbrarlo, se originan los recuerdos que
lustros más tarde, durante cuarenta años de arduo peregrinar, lo
llevaron a borronear cientos de páginas, en las que quejas y denun­
cias se alternan con ingenuos pero sugerentes trazos que describen
situaciones y hechos de la época. En conclusión, los tijerales que
Guamán Poma representa son elementos estructurales incaicos.

La construcción de los tejados Incas era, pues, de una avan­


zada tecnología que sabía como manejar los esfuerzos resultantes
del techado de grandes luces. El maderamen de sus coberturas no
se lim itaba, como citan los cronistas, a colocar una serie de made­
ros a la manera de tixeras para sobre ellos echar cabios y correas y,
finalmente, encimar haces de paja. Sus estructuras se componían
de m últiples piezas encargadas de contrarrestar o canalizar las dis­
tintas fuerzas. Pares, bridas, cordones, puentes, tirantes, péndolas
y pendolones, riostras y jabalcones, se conjugaban sabiamente
constituyendo fuertes armaduras que. al parecer, tenían una de sus
mejores expresiones en los tijerales representados por Guamán
Poma.

Con razón, los Incas acuñaron una hermosa expresión para


distinguir a los constructores de esas impresionantes estructuras.
Huasi ccatak, los llamaron, "lo s edificadores de techos".

¿Cuál sería el universo de conocimientos de esos Amauta


de la construcción? Por lo visto, su creatividad fue muy grande y
su experiencia constructiva enorme, de manera que bien pudieron
ir bastante más allá del m agnífico logro estructural que significó la
invensión del tijeral.

Por tanto, el techado de las enormes kallanka, de aquellos


desmesurados espacios en los que sesenta jinetes podían dragonear
cómodamente, deja de ser un imposible y deviene, simplemente,
en un reto para la tecnología Inca.

C) LA A R Q U ITE C TU R A POPULAR

La arquitectura popular en el Perú es de una gran riqueza,


tanto en su diseño, propiamente arquitectónico, cuanto en su
construcción. Naturalmente, es en el campo, en las zonas apartadas

229
de las grandes urbes, donde esa arquitectura se exterioriza con ma­
y o r originalidad y fuerza expresiva. En dichas áreas la creatividad
popular se manifiesta en todo su ingenuo encanto y directo prag­
matismo, ajena a la influencia e introm isión de modas, usos y téc
nicas que le son extraños y, la mayor parte de las veces, inconve­
nientes o perjudiciales.

Obviamente, en los sitios más apartados del llamado pro­


greso es donde se hallan los mejores y más puros ejemplos de la ar
quitectura popular y donde, a veces, se conservan formas arquitec
tónicas y sistemas constructivos ancestrales. Debido a ello, esa ar­
quitectura es una extraordinaria fuente de inform ación de nuestra
evolución arqu i tectónica-constructiva y, por tanto, de la form a orí
ginal de muchos de los elementos y procedimientos de ese proceso.

No es raro que, con cierta frecuencia, se encuentren en el


mundo rural andino edificaciones construidas con tecnología pre-
hispánica o, por lo menos, de ese origen. Por ello, en la investiga
ción de las técnicas y procedimientos constructivos de los antiguos
peruanos, especialmente de los Incas, es de gran interés el estudio
de las construcciones rurales de nuestro país.

Por supuesto, por motivos obvios, pocas son las e dificad o


nes costeñas dignas de ese estudio, pero en cambio en el agro serra­
no y en el medio rural selvático hay muchas construcciones que
nos ofrecen extraordinarias muestras de lo que podríamos llamar
paleo-arquitectura o arqueo-construcción.

Personalmente he tenido la fortuna de apreciar algunos de


esos interesantes ejemplos, en los que parece que el tiem po se hu­
biera congelado y las viejas formas constructivas se mantienen sor­
prendentemente inalterables desde hace cientos de años. En ver
dad, el asunto no debería asombrarnos porque, ciertamente, en
muchos lugares del campo peruano el tiem po culturalm ente se ha
detenido y, por tanto, siendo el medio el mismo y las necesidades
y capacidades de los antiguos pobladores similares a las de los ac
tuales, es lógico que ante parecidas exigencias las respuestas de
éstos sean iguales a las de aquellos.

Debido a esas circunstancias, paradógicamente, la in fo rtu ­


nada calidad de vida de nuestros campesinos actuales posibilita una
afortunada recolección de datos a los investigadores de las formas
de vida del pasado.

En ese sentido, respecto al tema de los tejados, tuve una


experiencia extraordinaria en las cercanías de la ciudad del Cusco.
En 1979 me encontraba realizando el Registro de Restos Inca de
la Comarca Cusqueña, por encargo del Proyecto Per-Unesco-INC, y
con tal objeto efectuaba extensos recorridos por los alrededores de

230
Construcción con tetrápodos

la ciudad. En una de esas ocasiones visité el sitio arqueológico de


Curacapampa, situado al NO del Cusco, camino hacia Arcopunco,
y encontré a un grupo de campesinos que estaban techando una
construcción de cierta importancia. Al acercarme pude apreciar
que se trataba de un depósito o galpón de form a rectangular, de
6 m. de ancho por 14 m. de largo, cuyos muros, de piedra rústica,
teman un grosor de 0.90 m. y una altura de cerca de 2.50 m.

En uno de los extremos del recinto, apoyada sobre los m u­


ros perimétricos, se levantaba una armazón conformada por cuatro
puntas de eucalipto, de 0.10 m. de diámetro, cuyos extremos supe­
riores se unían mediante fuertes amarras. La estructura formaba
un tetrápodo, se rigidizaba mediante travesanos de madera de me­
nor diám etro que el de los parantes y lucia sólida y estable.

Los campesinos, que estaban ocupados en la colocación de


una armazón sim ilar en el o tro extrem o del recinto, me inform a­
ron que estaban construyendo el tejado de acuerdo a prácticas tra­
dicionales que se usaban en la región desde tiempos inmemoriales.
Abundando en razones, dijeron que, para evitarse la construcción
de los mojinetes, fabricaban los citados tetrápodos con la finalidad
de contar con puntos estables de apoyo para la viga cumbrera y de­
más elementos estructurales encargados de sostener la cobertura de
icchu. La madera empleada era de eucalipto para las piezas m ayo­
res y de arbustos diversos para los vástagos que formaban la so-
breestructura. Naturalmente, todos esos elementos estaban atados
entre sí con soguillas y pitas de agave.

231
El procedim iento constructivo empleado me llamó grande­
mente la atención, pues no tenía conocim iento de su existencia y
su simplicidad, eficacia y economía resultaban verdaderamente
notables. En efecto, el uso de los tetrápodos permite contar, con
gran rapidez y facilidad, con dos puntos de apoyo para soportar
una viga maestra o hilera que sirva de sostén a los pares corres­
pondientes. En buena cuenta, cuatro delgados maderos, atados por
uno de sus extremos, que se colocan sin mayor d ificu lta d sobre los
muros del caso, se convierten, tan p ronto como se fijan en posi­
ción, en un sólido y estable punto de apoyo. El costo demandado
por esa labor es mucho menor, en esfuerzo humano y materiales,
que el necesario para construir dos altos y gruesos mojinetes de
piedra o para afianzar en sitio una serie de armaduras de par y
nudillo. Encima de ello, la estructura resultante del uso de los te­
trápodos constituye una especie de cesto, en el que todos los ele
mentos constitutivos trabajan complementándose, por lo que di
chos miembros pueden conformarse mediante piezas ensambladas
o empalmadas y, además, tener secciones muy reducidas.

Esta economía en el uso de la madera resulta de gran im ­


portancia en una región com o la sierra peruana, en la que tradicio­
nalmente ha existido escasez de ese recurso. Esa situación, que se
ha agravado fuertemente por la desforestación perpetrada desde
la colonia hasta hace pocos años, determina que el sistema cons
tru ctivo de los tetrápodos sea de gran importancia y beneficio para
la economía de los campesinos serranos.

Como hemos dicho anteriormente, no hay referencia his­


tórica del uso de tetrápodos com o elementos de apoyo del made­
ramen de un techo a dos aguas, pero si de su empleo como forma
estructural. Garcilaso de la Vega cita el caso de un edificio de plan­
ta cuadrangular, existente en Yucay, cuyo techo estaba estructu­
rado por cuatro grandes maderos inclinados que se apoyaban en las
esquinas de los muros y se unían por el vértice, form ando una "c u ­
bierta en form a de pirám ide". O sea que se trataba de una Cober­
tura de Pabellón cuya estructura primaria estaba constituida por
un tetrápodo. Es posible que de ahí se origine el sistema estructu­
ral que comentamos, pues hubiese sido lógico que los constructo­
res Incas ante el cubo de techo piramidal, descrito por Garcilaso.
se imaginasen el volumen resultante de la yuxtaposición de dos o
más de ellos.

Tiem po después de la citada experiencia tuve la oportuni


dad de leer el valioso trabajo de Jean Francois Bouchard, titulad o
"C o n trib u tio n a l'etude de l'architecture Inca", editado por la
Maison des Sciences de 1'Homme" de París, en 1983. En dicho
interesante estudio Bouchard dedica un capítulo a los tejados y
cita el caso de varias viviendas rurales, en Wayllabamba, Cusco, cu­
yos techos, a dos aguas con faldones, se soportaban en trípodes,
apoyados sobre los muros en vez de hacerlo en los clásicos m o ji­

232
Vivienda contemporánea con techo en
base a trípodes IBnuchard 1983) netes o en una sucesión de pares. Lichos trípodes estaban form a­
das por delgadas varas cuyos extremos superiores se entrecruzaban
y aseguraban con fuertes ligaduras. Es decir, el sistema, salvo el uso
de trípodes en vez de tetrápodo, era en todo igual al observado en
Curacapampa.

Bouchard también relata que las viviendas pequeñas tenían


dos trípodes como apoyos de la cumbrera y que las construcciones
mayores empleaban varios de ellos, colocados en forma alterna a
lo largo de los muros de apoyo. Asimismo, el investigador resalta
la rigidez y estabilidad de los soportes, su originalidad como siste­
ma constructivo, su gran economía y facilidad de erección y el he­
cho de que el sistema empleaba materiales y procedimientos que
databan de la época incaica.

Finalmente, Bouchard especula acerca de que dicho siste­


ma haya podido usarse en el techado de los grandes edificios pre-
hispánicos y lo supedita a la posibilidad de que los constructores
incas pudieran haber dispuesto de madera de más de 15 m. de
largo.

Los trípodes de Bouchard se encuentran en la pequeña po­


blación de Wayllabamba, situada en el parque arqueológico de Ma-
chu Picchu, en la provincia de Urubamba, es decir cerca de 100
km. del sitio donde se ubican los tetrápodos, o sea Curacapampa,
ju n to al Cusco, en la provincia de ese nombre. Tal situación de­
muestra que el sistema tenía una difusión territo ria l im portante y
que había sufrido una evolución en su forma. Ambos hechos sue­
len ser resultado de un largo proceso, durante el que la invención
original paulatinamente va popularizándose, expandiendo su área
de influencia y perfeccionando su forma.

El sistema de los apoyos piramidadesl aislados debe tener,


pues, una gran antigüedad y bien pudo ser una práctica construc­
tiva incaica. El cambio del trípode al tetrápodo parece ser un per­
feccionamiento de la forma, pues con los primeros no se constru­
yen fácilmente los faldones del tejado. Para lograrlo hay que aña­
d irle una varilla adicional a cada uno de los trípodes ubicados en
los extremos de la construcción, de manera de form ar los planos

233
triangulares que constituyen los faldones. En otras palabras, hay
que construir la limatesa faltante a cada uno de los faldones, ya
que la form a y posición de los trípodes extremos sólo permite
contar con una de las dos que son necesarias.

También es posible que la cercanía de Curacapampa al


Cusco, la Capital Imperial, haya determinado que sus procedim ien­
tos constructivos, los tetrápodos, hayan sido más evolucionados
que los de la lejana Wayllabamba, basados en los arcaicos trípodes.
De todos modos, sea el que fuera el proceso de desarrollo de los c¡
tados soportes, lo que cuenta es que nos encontramos ante un va
lioso aporte de la tecnología andina que debió brindar grandes po­
sibilidades a la capacidad constructiva de los antiguos peruanos.

O tro interesante sistema dé construcción folkló rica es el


practicado, en la selva baja, por los grupos étnicos que todavía
mantienen cierta forma de vida propias de su cultura original.
Dichas actividades tienen expresiones culturales que son de sumo
interés, tanto por el logro artístico y /o tecnológico que ellas re­ Techado de una vivienda campesina
mediante el sistema de trípodt
presentan, cuanto por su arcaísmo. En muchos casos, esas mani­
festaciones alcanzan un grado de refinam iento y sofisticación que
contrasta fuertemente con el de otras expresiones culturales menos
evolucionadas y, especialmente, con los niveles y formas de vida
que practican dichos grupos selváticos.

Esas diferencias parecen indicar que las formas más evo­


lucionadas son testimonios de que dichos grupos tuvieron en el
pasado un nivel de desarrollo bastante más avanzado que el actual,
posiblemente fru to de una influencia cultural foránea.

Al respecto cabe recordar que la penetración Inca en cier­


tas regiones de la selva baja data de la época de Pachacútec, quien
penetró hasta el río Tono, en Madre de Dios. También en esa épo­
ca se produjo la fuga de Anco Huallo y sus huestes Chanca a las
selvas del Huallaga, ante la orden de exterm inarlos que había dicta­
do Pachacútec. Como se recordará, los Chanca formaban parte del
ejército Inca que comandaba Cápac Yupanqui, en la expedición
contra el Chinchaysuyo, y se habían destacado tanto en los com ­
bates que despertaron el celo del Inca.

Los contactos de la civilización Inca con los selváticos se


intensificaron posteriormente, a punto tal que Manco Inca tenía
flecheros A ntis a sus órdenes y los últim os defensores de Túpac
Amaru eran indios Mamaries, cuando fue capturado por García de
Loyola en las espesuras del Apurím ac. Es dable, pues, que algunas
de las actuales expresiones culturales selváticas, que tanto nos lla­
man la atención, sean de origen Inca.

En lo que respecta a los procedimientos constructivos, si


bien es cierto que no muestran un gran desarrollo tecnológico, son
sumamente prácticos y de gran interés. En algunos de ellos, el p rin ­
cip io que rige la construcción es el de la agregación de partes o en­
cimado de elementos. Es decir, el proceso se basa en la unión de
piezas relativamente cortas que se unen para form ar edificaciones
que van creciendo, paulatinamente, conform e se van añadiendo o
sobreponiendo secciones estructurales.

El procedim iento resulta un tanto extraño al medio, p o r­


que dada la existencia de árboles de gran fuste en la región, lo ló­
gico sería emplearlos para construir la estructura básica de las
edificaciones, en vez de recurrir al armado sucesivo de varias sec­
ciones estructurales formadas por piezas pequeñas. Esta o riginali­

Sistema de construcción por agregación


en la Selva Ba/a peruana

235
dad del sistema, que podemos considerar entre los clásicos entra­
mados de madera, puede ser consecuencia de una influencia cu l­
tural foránea, posiblemente Inca.

En los croquis adjuntos se pueden apreciar las característi­


cas del procedimiento. La vivienda representada, de planta rectan
guiar, se estructura sobre tres hileras de fuertes maderos que sopor­
tan un entramado de vigas. Sobre dicho maderamen, que sirve de
base al segundo piso o desván de la vivienda, se afirman dos hileras
de columnas que, a su vez, reciben o tro entramado de maderos.
Sobre este se levantan las columnas que, finalmente, soportan la
viga cumbrera y permiten el techado de toda la estructura.

El sistema, de entramados sucesivos, permite la económica


construcción de importantes estructuras sin u tiliza r grandes made­
ros, equipos complicados o numerosas personas.

LAS POSIBLES SOLUCIONE:

Al revisar lo precisado hasta ahora, respecto a los sistemas


de techado incas, nos encontramos con dos interrogantes: ¿Exis­
tieron estructuras con dos apoyos intermedios? ¿Fue posible el
techado de las grandes kallanka sin hacer uso de apoyo interm edio
alguno?

La primera pregunta parece tener una fácil respuesta de El techado


tip o afirm ativo. No existe ningún resto arquitectónico que muestre con dos columnas intermedias
pruebas o indicios de que existió dicha estructura, pero es bien sa
bido que no son muchos los trabajos arqueológicos que se han rea­
lizado con la finalidad de estudiar la tecnología constructiva de
los Incas. Es posible, por tanto, que cuando se excave el subsuelo,
dentro del recinto de las kallanka, se encuentren las fundaciones
de las columnas que hoy echamos de menos. Naturalmente, es casi
imposible encontrar restos de los maderos y demás elementos de
origen vegetal que conformaban los tejados Incas, pues su natura
leza putrecible, los incendios que asolaron las construcciones impe
riales y el sistemático acopio de todo material leñoso que practica­
ron los conquistadores con fines constructivos y de calefacción,
determinaron la desaparición de tod o vestigio de su existencia.
Además, hasta ahora, se ha prestado poca atención al tema y los
trabajos arqueológicps realizados no han incidido mayormente en
su investigación.

236
No obstante ello, por razones lógicas, tenemos que suponer
que un pueblo, tan racional y práctico como los Incas, que emplea­
ba estructuras apoyadas en una y tres columnas, entre muros,
tenía que conocer y u tiliza r el paso interm edio que representaban
las estructuras soportadas por los muros laterales y dos columnas
internas. Si repasamos los datos establecidos para las estructuras
con uno y tres apoyos intermedios, veremos que entre la distancia
máxima entre muros de apoyo del prim er tip o y la m ínim a del se­
gundo hay un gran vacío, que sería imposible de salvar con aquel
y antieconóm ico hacerlo con este.

En efecto, tales distancias son de 17.50 m. y 25.55 m. res­


pectivamente, o sea hay una diferencia de 8.05 m. entre ellas. Si
pretendiéramos salvar la distancia m ayor con sólo una columna in­
termedia, la luz entre apoyos alcanzaría la respetable dimensión de
12.775 m; en cambio, si quisiéramos usar tres columnas interm e­
dias en el caso de la distancia menor, la luz entre apoyos sólo sería
de 4.375 m. Por tanto, la solución estructural de dos columnas in­
termedias debe haber caído por su propio peso.

El proceso lógico del desarrollo de los sistemas estructura­


les con columnas debe de haber partido del ejemplo de Huánuco
Pampa; por experimentaciones sucesivas debe haber llegado al sis
tema de dos columnas intermedias, para, finalmente, proyectarse
al caso de Rajche.

Creemos que los constructores Incas, ante la necesidad de


techar espacios más grandes, principiaron por aumentar la luz en­
tre los muros laterales y la columna central hasta llegar a dimen-

TIPOS DE SISTEMAS ESTRUCTURALES

D IS T A N C IA D IS T A N C IA
ANCHO
TECHADOS ENTRE MUROS ENTRE EJEMPLOS
E X TE R IO R
DE APOYO APOYOS

Sm apoyos intermedios 2.70 m. 2 lO m . 2 00 m. Viviendas


13 00 m 11 50 m. 11 50 m. Chinchero
13 50 m 12 00 m. 12 00 m . H ip o té tico Máx.

Con 1 apoyo interm edio 13.50 m. 12 00 m 6 00 i- 6 00 m. H ipotético


14 30 m. 12 80 m. 6 4 0 + 6 40 m. Huánuco Pampa
17 .50 m 16 00 m 8 00 + 8 00 m H ip o té tico Máx

Con 2 apoyos interm edios 19 50 m. 18 00 m 6 00 f 6 00 i 6.00 m. H ip o té tico


20 70 m 19 20 m. 6 40 f 6 40 + 6 40 m H ip o té tico
22 30 m 20 80 m 6 40 + 8.00 + 6 40 m H ip o té tico
25 50 m 24.00 m 8.00 + 8 00 + 8 00 m. H ip o té tico Máx

Con 3 apoyos interm edios 25.55 m 24 05 m. 5.90 + 6.125 +■ 6.125 + 5 90 m. Rajche


27 10 m 25 60 m 6 40 + 6 40 +■ 6 40 + 6 40 H ip o té tico
32.30 m 30 80 m. 6 40 + 9.00 + 9 00 + 6 40 H ip o té tico
37 50 m. 36.00 m. 9 00 t 9.0 0 + 9 .0 0 + 9.00 H ip o té tico
39 00 m. 37 00 m 9 25 + 9 25 + 9 25 + 9 25 H ip o té tico Máx

237
Reconstrucción hipotética del techado
de una kallanka mediante dos columnas
intermedias
siones cuyo manejo les significó serias dificultades. El p ró xim o pa­
so, lógicamente, era el aumento del número de elementos de apo­
yo, y lo más fácil era trabajar con los módulos y sistemas con los
que ya habían experimentado.

De esa manera deben haber construido las primeras estruc­


turas de dos columnas intermedias, con luces entre apoyos pareci­
das a las empleadas en las kallanka de Huánuco Pampa, vale decir
alrededor de 6 m. Luego, deben haber repetido el proceso descrito,
llegando al m áxim o de las posibilidades del sistema de dos colum ­
nas intermedias para pasar al de tres apoyos.

En el cuadro que se adjunta se muestran los lím ites te n ta ti­


vos de los distintos tipos de estructuras y sus posibles característi­
cas. Para el dimensionamiento de ellos se han empleado las medi­
das que, usualmente, se encuentran en las construcciones Incas.
A saber: en Huánuco Pampa, la distancia entre las columnas y los
muros laterales es de 6.40 m. y la luz entre columnas de 9 m, en
Rajche, la distancia transversal entre apoyos es, aproximadamente,
de 6 y la longitudinal entre columnas de 8.30 m.

La posibilidad de idealizar tales techos parece imposible, si El techado sin columnas


nos atenemos a los sistemas y procedimientos constructivos que de las grandes kallanka
hemos estudiado para techar espacios sin apoyos intermedios.

Como hemos visto, dentro de ese sistema, el edifico techa­


do de mayor ancho era una de las kallanka de Chinchero, cuya luz

238
entre ejes de muros laterales alcanza 11.50 m. También sabemos
que, posiblemente, la luz máxima a techar con ese tip o de estruc­
tura jugaba alrededor de los 12 m.

Sin embargo, es de nuestro conocim iento que varios cro­


nistas (Cieza, Cobo y Garcilaso, entre ellos) sostienen, reiterada­
mente, que existían grandes galpones, sin columnas internas, cuyos
anchos exteriores eran de 15 m, 20 m, 30 m, 32.50 m. y 39 m.
Garcilaso precisa respecto a los "galpones" ubicados en la Huacay
Pata cusqueña, que: "... servían de plaza, en los cuales hacían sus
fiestas y bailes cuando el tiempo con aguas no le p erm itía estar en
la plaza al descubierto" y que "e l m ayor era el de Cassana, que era
capaz de tres m il personas" y "tan grande que m u y holgadamente
pudieran sesenta de a caballo jugar cañas dentro de é l"

Aunque los cronistas no indican específicamente la ausen­


cia de columnas, la idea está im p lícita en la redacción de las citas,
pues no es posible imaginarse a 3000 personas bailando en un bos
que de columnas o a 60 caballeros cabalgando a través de él. El
juego de cañas, al que se refiere Garcilaso, era un remedo de una
justa caballeresca medieval, en la que las lanzas se sustituían por
cañas. Dicho juego se llevaba a cabo con tal entusiasmo y ardor
que frecuentemente degeneraba en duras peleas, a punto tal que
originó la siguiente sentencia: "Las cañas tornáronse en lanzas".

Era, pues, poco menos que imposible que dos bandos, de


treinta jinetes cada uno, se dieran furiosas acometidas teniendo en
su camino los obstáculos que representarían las columnas. Por tan­
to, tod o lleva a aceptar la existencia de grandes tejados que se apo­
yaban únicamente en los muros perimétricos de las construcciones.

Si intentáramos techar uno de esos gigantescos galpones


con el mismo sistema constructivo empleado en el caso de la ka­
llanka de Chinchero, tendríamos los siguientes resultados:

Ancho e x te r io r .............................................. : 30.70 m.


Distancia entre muros de a p o y o ................ : 28.70 m.
Inclinación de la p en d ie nte .......................... : 55°
A ltura de la cu m b re ra ................................... : 26.00 m.
A lto de los muros la te ra le s.......................... : 5.00 m.
Ancho de dichos m u r o s .............................. : 1.50 m.
Longitud de los pares y c a b io s ................... : 26.00 m.
Longitud del n u d illo ..................................... : 19.00 m.

Como se puede apreciar, las dimensiones de algunos de los


maderos necesarios sobrepasarían la máxima longitud de los árbo­
les disponibles en la sierra y selva alta y, lo que es peor, su mani­
pulación para construir la estructura requerida sería casi imposible

239
para la tecnología de la época. Es, pues, imprescindible que los In­
cas hayan contado con un sistema estructural especial para techar
los citados grandes espacios.

En la búsqueda de tal solución he revisado cuidadosamente


todos los procedimientos, sistemas y a rtificios constructivos que
estaban al alcance de los Incas y he llegado a la conclusión de que
era posible techar los referidos espacios haciendo uso, en lo funda­
mental, de dos recursos de la tecnología andina. Ellos son: a) los
trípodes o tetrápodos de apoyo; y b) el sistema de construcción
por agregación.

Lo prim ero permite la fácil erección de elementos de apo­


yo autoestables, y lo segundo la creación de grandes estructuras
por etapas, mediante el uso de partes que se van añadiendo y su­
perponiendo hasta com pletar un conjunto de elementos que traba­
ja unitaria e integralmente. Este sistema perm ite una gran econo­
mía, tanto en esfuerzo humano como en el costo de los materiales.

En realidad, esas estructuras son del tip o llamado espacial


y se construyen como si se tratara del juego conocido como "M e ­
cano".

Haciendo uso de dichos recursos, traté de resolver el te­


chado de una kallanka de 3U.70 m. de ancho y 93.50 de largo y
muros de 1.50 de grosor. Cabe aclarar que en dicha kallanka los
muros laterales alcanzarían los 5 m. de altura y la cúspide de los
mojinetes alrededor de 26 m, en vista de la inclinación de 55J que
tendría la cobertura. Asimismo, conviene señalar que, debido a la
inclinación de los muros que caracteriza a las construcciones incas
(5% en este caso), la distancia entre los ejes de los muros laterales
sería únicamente de 28.70 m. y la comprendida entre mojinetes
alcanzaría solamente 90 m.

El resultado de esa reconstrucción hipotética se puede


apreciar en los croquis adjuntos y el procedim iento constructivo
que podrían haber empleado los Incas sería, a grandes rasgos, el
siguiente:

Primero: Se construirían 5 tetrápodos cuyas patas se apo­


yarían en el eje de los muros laterales y estarían distanciadas, entre
sí, 18 m. Los tetrápodos se reforzarían mediante nudillos transver­
sales y vigas longitudinales que los ligarían en conjunto.

Segundo: Sobre dichos tetrápodos se levantarían otros me­


nores, que se apoyarían en los nudos existentes y llegarían hasta la
altura determinada por el ángulo de inclinación de las vertientes
del tejado. Este segundo tetrápodo se reforzaría igual que el ante­ Arriba: esquema estructura transversal
iir l uso de tetrápodos para el techado
rio r; se uniría a este mediante riostras que triangularían el espacio hipotético de la kallanka de fía/chi
entre los nudillos de ambos tetrápodos y, finalmente, se ligaría Aba/o: vista lateral

240
longitudinalm ente con todos sus similares por acción de la viga
cumbrera.

Tercero: Se colocarían los pares, sujetándolos sobre la pro­


yección de los nudillos de los tetrápodos; sobre ellos se apoyarían
las correas longitudinales que sustentarían a los cabios o parecillos
y, por últim o , se afirm arían los listones o alfajías para recibir la
cobertura.

Cuarto: Se colocarían las capas sucesivas de icchu y cañas


para conform ar la cobertura.

La estructura asi planteada lucía atractiva y factible, pero


cabía la duda de que su diseño y dimensionamiento fueran capaces
de resistir las condiciones de trabajo a que se verían sometidos en
caso de construirse. Era necesario, por tanto, calcular la estructura
propuesta, lo que se escapaba a mis conocimientos sobre el tema.
En esas circunstancias recibí la invalorable ayuda del ingeniero
estructural Héctor Gallegos, destacado profesional y apasionado
estudioso de la tecnología popular. El ingeniero Gallegos, a quien
enteré de los estudios que realizaba sobre los tejados incaicos y
mostré los croquis que había diseñado, me ofreció generosamente
su ayuda. Gracias a ella, pude contar con los servicios del m agnífi­
co equipo de com putación de la oficina de Héctor Gallegos y con
la colaboración de los especialistas del caso. Dichos profesionales
efectuaron una evaluación estructural del esquema propuesto u tili­
zando un programa de computadora para la solución de sistemas
espaciales de barras con uniones consideradas como nudos a rticu ­
lados.

Como resultado de esa colaboración, fue necesario reforzar


con unas riostras la base de los tetrápodos mayores y aumentar su
ángulo de inclinación, llegándose al diseño de una estructura capaz
de salvar una gran luz haciendo uso de una tecnología y de unos
materiales totalm ente al alcance de los constructores incas.

El diseño final de la estructura se muestra claramente en


las ilustraciones adjuntas, siendo conveniente resaltar lo siguiente:

— La madera a utilizarse requeriría de un m ódulo de elasticidad


entre los 60,000 y 80,000 k /c m J, condición que satisfacen
varios de los árboles existentes en la sierra y la ceja de selva,
entre ellos el aliso. Demás está decir que en la selva baja exis­
ten muchísimos árboles que superan dicha condición. En
cuanto a las dimensiones de los elementos estructurales nece­
sarios, los más importantes tendrían una longitud de cerca de
20 m. y un diám etro de 0.40 cm, teniendo el resto de ellos
características bastante menores. El aliso, así como muchos Solución de la techumbre propuest-i
según h evaluación del esquemj
otros árboles de la ceja de selva, llega a tener hasta 60 cm. de estructural propuesto por Héctor
diám etro y sobrepasa fácilmente los 20 m. de longitud. Tam- Gallegos y asociados

242
y j+- n Aft ( ^ U 1)
GRUC I h

Te cho In c a

M í^ ítu ^ C ttM A C t lA P tU , :

( U j u Q C Í h E <*, C * J i4 h « )
bién es de resaltar que los más poderosos miembros de la es­
tructura diseñada, o sea las maderas principales de los tetrá­
podos mayores, pesarían alrededor de 2000 k, es decir un
peso fácilmente manejable por la tecnología inca.

— La cobertura del tejado sería, naturalmente, de icchu, dis­


puesto en varias capas que alcanzarían un espesor de 0.90
m. y un peso de 50 k /m J.

— La estructura ha sido considerada tal como ya se ha indica­


do, como un sistema espacial de barras con nudos articula­
dos y conformada por rollizos, o sea maderos descortezados,
unidos mediante amarras de cuerdas o tientos de cuero de
llama.

— Se ha escogido esta solución constructiva, la más simple de


todas las posibles, para ponerse a cubierto de todo riesgo y
tener la seguridad que el sistema funcionaría aún en esas
precarias circunstancias. Por ello se ha desechado el escua­
drillado de los maderos y su unión mediante empalmes,
grampas y espigas, aún cuando se cree en la posibilidad de
que tales dispositivos fueron usados por los constructores
incas.

— En el cálculo de la estructura se han tenido en considera­


ción: El peso propio del maderamen y la cobertura; las car­
gas vivas necesarias para construir y/o reparar la techumbre
y la acción del viento sobre el tejado.

— La fuerza eólica ha sido estimada en 30 k /m J y se ha con­


siderado no sólo su presión sobre las vertientes, sino también
la succión que establecería sobre todo el techo.

— La carga que cada una de las patas de los tetrápodos deter­


minaría sobre los puntos de apoyo seria de 20 T, aproxima
damente. Dicha carga actuaría sobre un tramo de m uro de
cerca de 5 m. de longitud y se descompondría en una carga
vertical de 11 T, una axial, a lo largo de los muros, de 9 T, y
una perpendicular al mismo de 15 T.

Las dos primeras fuerzas serían despreciables dadas las ca­


racterísticas y naturaleza del muro, cuyos sillares de d io rita o an-
desita tendrían una resistencia a la compresión de 1200 k /c m : .

La tercera fuerza, o sea propiamente el empuje lateral sería


perfectamente absorvida por los tramos de m uro correspondientes,
cuyas masas de 5 m. de largo, 5 m. de altura y 1.50 m. de grosor,
tendrían un peso de 112 T, aproximadamente, considerando que
la d io rita y la andesita pesan más de 3000 k / m \ También in flu iría,
favorablemente, en el control de dicho empuje la inclinación hacia

244
Otras soluciones posibles: sin columnas y
I con una o dos columnas intermedias

245
adentro que es característica de los muros inca. Dicha inclinación
varía entre el 4% y el 10%, siendo de uso frecuente el 5% ó 6%; si
consideramos el antepenúltim o porcentaje el m uro lateral de la
kallanka en referencia tendría un desplome hacia el interior de
0.25 m.

Por supuesto, en el com portam iento del muro serían de


vital importancia el tamaño y la trabazón de los sillares que lo
compondrían. Las grandes kallanka, dedicadas a la congregación
de multitudes, eran parte de la arquitectura oficial y construidas
con gran solidez y decoro. Por tanto, el aparejo de sus muros debe
haber sido de tip o celular, engastado o sedimentario y sus sillares
de tamaño grande o muy grande.

En los dos primeros casos la naturaleza de los aparejos p ro ­


porcionaría una extraordinaria trabazón a los sillares, asegurando
así la cohesión e indeform abilidad del paño de m uro sobre el que
se d istribuiría el empuje lateral.

En el caso del aparejo sedimentario por las características


de su asentado, cobraría importancia el tamaño de los bloques y
podría requerirse de un reforzam iento de su estructura transversal
mediante uniones de caja y espiga, uso de trabas o de grampas me­
tálicas. En principio, el uso de bloques de respetables dimensiones,
es decir de 0.80 x 0.80 x 1.60 m, significaría jugar con sillares de
más de 3000 k. de peso, los que dadas la inclinación de las llagas
de su asentado y la fricción entre sus caras, serían más que sufi­
cientes para garantizar la solidez del muro.

En resumen, gracias a nuestra moderna tecnología se ha


comprobado el alto nivel técnico alcanzado por los constructores
incas y, también, que Garcilaso, el gran mestizo, tenía razón cuan­
do ponderaba las extraordinarias realizaciones constructivas de los
antiguos peruanos.

246
EVALUACION DEL ESQUEMA ESTRUCTURAL

Ballegos-flios-Casabonne-Ucellí-Icochea-Arango Ingenieros Civiles * 6allegos-Rios-Casabonne-Ucelli-Icochea-Arango Ingenieros Civiles

Archivo de Ditos de Eeoietru [inca.BRJ] Reticulidos Triditensionales

1.0 Cowntarios

TECHO INCAICO

2.0 Paraietros Básicos

Nutero de Nudos 17
Nuiero de Nudos conRestricciones 4
Nutero de nudos conApoyosElásticos 0
Nu»ero de Perfiles 2
Nutero de Barras 40

3.0 Unidades

a) Unidades de los Datos L1 t


F1 T
L3 t
b) Unidades de los Resultados L3 ct
FJ T

4.0 Nodulo de Elasticidad

a) Unidades : kg/ct/ci
b) Valor a asutir por otision en Sección 6.0 : 80000

5.0 Coordenadas de los Nudos (•)

Nudo I Y l Nudo I Y l Nudo I Y 2


1 0.000 28.500 0.000 2 17.500 28.500 0.000 3 17.500 0.000 0.000
4 0.000 0.000 0.000 5 3.330 23.070 4.000 6 14.170 23.070 4.000
7 14.170 5.430 4.000 8 3.330 5.430 4.000 9 8.750 14.250 16.250
10 3.330 14.250 4.000 11 8.750 23.070 4.000 12 14.170 14.250 4.000
13 8.750 5.430 4.000 14 (>.110 IB.540 10.500 15 11.390 18.540 10.500
It 11.390 9.960 10.500 17 6.110 9.960 10.500

4.0 Nudos con Resticciones t l 'f i j o OMibre )

Nudo D» Dy Dz
1 1 1 1
2 1 1 1
3 1 1 1
4 1 1 1

8.0 Inforucion de los Perfiles

Perfil Notbre Areali»») E(Kg/ca/ca)


1 P20 .0314
2 P30 .0707
9 .0 In fo rta c io n de U s Barras

Barra Perf i j Barra Per< i ) Barra Perf i j Barra Perf i i Barra Perf > j
1 2 1 5 2 2 2 6 3 2 3 7 4 2 4 B 5 í 11 6
6 1 12 7 7 1 13 B B 1 10 5 9 l 5 14 10 1 6 15
11 1 7 16 12 1 e 17 13 t 14 11 14 1 15 11 15 1 15 12
16 1 16 12 17 1 16 13 IB 1 17 13 19 1 17 10 20 1 14 10
21 l 14 15 22 1 15 16 23 1 16 17 24 1 17 14 25 l 14 9
26 1 15 9 27 1 16 9 26 1 17 9 29 2 1 11 30 2 2 11
31 2 2 12 32 2 3 12 33 2 3 13 34 2 4 13 35 2 4 10
36 2 l 10 37 1 5 11 36 1 6 12 39 1 7 13 40 1 B 10

» FIN t

Archivo de Ditos de Cargas (1MCA.CR31 Reticulados Tn di tensiones

1.0 Paraietros Básteos

Mmero de Hipótesis de Carga 2


ORUCIB
Nuiero de Co»binaciones 2 Tec ho Inco
Fuerzas er> b o r r o s
2.0 Paraietros de Control Peso

Hipótesis Noibre Cargas


1 0 1
2 VIENTO 1

3.0 Cargas

Cargas en Hipótesis 1 ID)


Carga Especificación
1 NO 5,6,7,8,9,14,15,16,17,0,0,-4.76

Cargas en Hipótesis 2 (VIENTO)


Carga Especificación
l NO 5,6,7,8,9,14,15,16,17,0,.95,0

4.0 Cotbinaciones
&RUC10
Tec ho l u c o
Fuerzas í» barros
i Coibinacion(i) Peso ♦ viento
1 1. * H1
2 H1 ♦ H2

♦ FIN ♦
B llle g o s-R io s-C a s a b o n n e -U c e lli-Ic o c h e a -A ra n g o Ingenieros C iv ile s ♦ B allego s-R ios-C asab onne-U ce lli-lc och ea-Ara ngo Ingenieros C iv ile s

Archivo Resultados del Análisis t INCA.RR3 ] Reticulados Tridimensionales

I Archivo Datos de 6eo»etria:lNCA.GR3 Archivo Datos de Cargas:INCA.CR3 )

HIPOTESIS 1 D

Desplazamientos Nodales le»)

Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.x desp.y desp.z
I 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 2 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 3 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00
4 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 5 0.13810*00 -.36660*00 -.11190*01 6 -.13810*00 -.36660*00 -.11190*01
7 -.13810*00 0.36660*00 -.11190*01 B 0.13810*00 0.36660*00 -.11190*01 9 -.21340-06 0.43730-07 -.11980*01
10 0.29970*01 -.10820-07 -.24950*01 11 0.16720-07 -.17490*01 -.23740*01 12 -.29970*01 -.11030-07 -.24950*01
13 0.16490-07 0.17490*01 -.23740*01 14 0.21100-01 -.55920-01 -.11850*01 15 -.21100-01 -.55920-01 -.11850*01
16 -.21100-01 0.55920-01 -.11850*01 17 0.21100-01 0.55920-01 -.11850*01

Fuerzas en las Barras (T)

Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial
1 -20.224 2 -20.224 3 -20.224 4 -20.224 5 -6.398 6 -10.436 7 -6.398
B -10.436 9 -7.71B 10 -7.718 11 -7.718 12 -7.718 13 -0.000 14 -0.000
15 0.000 16 0.000 17 0.000 18 0.000 19 -0.000 20 0.000 21 -2.007
22 -3.273 23 -2.007 24 -3.273 25 -1.589 26 -1.589 27 -1.589 28 -1.589
29 0.000 30 -0.000 31 0.000 32 -0.000 33 0.000 34 0.000 35 -0.000
36 0.000 37 -6.398 38 -10.436 39 -6.398 40 -10.436

cciones en los Apoyos (T)

Nudo Rx Ry Rz
l 8.954 -14.600 10.755
2 -8.954 -14.600 10.755
3 -8.954 14.600 10.755
4 8.954 14.600 10.755

HIPOTESIS 2 VIENTO

Desplazamientos Nodales (c«)

Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.x desp.y desp.z
1 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 2 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 3 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00
4 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 5 0.90010-02 0.31960-01 -.12560-01 6 -.90010-02 0.31960-01 -.12560-01
7 0.90010-02 0.31960-01 0.12560-01 8 90010-02 0.31960-01 0.12560-01 9 -.17840-08 0. 14840*00 0.27720-10
10 -.11460-07 0.22490-01 0.95380-08 11 0.10480-08 -.13380*00 -.18160*00 12 0.13600-07 0.22490-01 0.11320-07
13 -.87460-09 -.13380*00 0.18160*00 14 10520-03 0.10410*00 -.15880-01 15 0.10520-03 0.10410*00 -.15880-01
16 -.10520-03 0.10410*00 0.15880-01 17 0.10520-03 0.10410*00 0.15880-01

rzas en las Barras IT)

Barra Axial Barra Axial 1Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial
1 -1.937 2 -1.937 3 1.937 4 1.937 5 -0.417 6 -0.270 7 0.417
8 0.270 9 -1.330 10 -1.330 11 1.330 12 - 1.330 13 -0.000 14 -0.000
15 0.905 16 -0.905 17 -0.000 18 -0.000 19 -0.905 20 0.905 21 0.010
22 0.000 23 -0.010 24 0.000 25 -0.423 26 -0.423 27 0.423 28 0.423
29 0.000 30 -0.000 31 -0.787 32 0.787 33 -0.000 34 -0.000 35 0.787
34 -0.787 37 -0.417 38 0.270 39 0.417 40 -0.270

Rtacciones en los Apoyos 'TI

Nudo R» Ry R2
l 1.030 -2.138 1.237
2 -1.030 -2.137 1.237
3 1.030 -2.137 -1.237
4 -1.030 -2.138 -1.237

rnHBINAClON 1 1. t Ht

Desplazamientos Nodales (ct)

Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.i desp.y desp.t Nudo desp.i desp.y desp.z
1 0.00000+00 0.00000*00 0.00000*00 2 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 3 0.00000*00 0.0000ü*00 0.00000*00
4 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 5 0.13810*00 -.34660*00 -.11190*01 6 -.13810*00 -. 36660*00 -.11190*01
7 -.13810*00 0.36460*00 -.11190*01 8 0.13810*00 0.36440*00 -.11190*01 9 -.21340-06 0.43730-07 1198D+01
10 0.29970*01 -.10820-07 -.24950*01 11 0.16720-07 -.17490*01 -.23740*01 12 -.29970*01 ,11030-07 -.24950*01
13 0.1649D-07 0.17490*01 -.23740*01 14 0.21100-01 -.55920-01 -.11850*01 15 -.21100-01 -.,55920-01 -.11850*01
16 -.21100-01 0.55920-01 -.11850*01 17 0.21100-01 0.55920-01 -.11850*01

Fuerzas en las Barras IT)

Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial
1 -20.224 2 -20.224 3 -20.224 4 -20.224 5 -6.398 6 -10.436 7 -6.398
B -10.436 9 -7.718 10 -7.718 11 -7.718 12 -7.718 13 -0.000 14 -0.000
15 0.000 16 0.000 17 0.000 IB 0.000 19 -0.000 20 0.000 21 -2.007
22 -3.273 23 -2.007 24 -3.273 25 -1.589 26 -1.589 27 -1.589 28 -1.589
29 0.000 30 -0.000 31 0.000 32 -0.000 33 0.000 34 0.000 35 -0.000
36 0.000 37 -6.398 38 -10.436 39 -6.398 40 -10.436

Reacciones en los Apoyos (T)

Nudo Rx Ry Rz
t 8.954 -14.600 10.755
2 "8.954 -14.600 10.755
3 -8.954 14.600 10.755
4 8.954 14.600 10.755

COMBINACION 2 H1 * H2

Desplazamientos Nodales (cal

Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.x desp.y desp.z Nudo desp.x desp.y desp.z
1 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 2 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 3 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00
4 0.00000*00 0.00000*00 0.00000*00 5 0.14710*00 -.33460*00 -.11310*01 4 -.14710*00 - .33440*00 -.11310*01
7 -.12910*00 0.39860*00 -.11060*01 8 0.12910*00 0.39860*00 -.11060*01 9 -.21510-04 0.14840*00 -.11980*01
10 0.29970*01 0.22490-01 -.24950*01 11 0.17770-07 -.18820*01 -.25550*01 12 -.29970*01 0.22490-01 -.24950*01
13 0.15420-07 0.16150*01 -.21920*01 14 0.21000-01 0.48170-01 -.12010*01 15 -.21000-01 0.48170-01 -.12010*01
16 -.21210-01 0.16000*00 -.11700*01 17 0.21210-01 0.16000*00 -.11700*01

zas en las Barras (T)

Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Axial Barra Anal
l -22.160 2 -22.160 3 -18.287 4 -18.287 5 -6.815 4 -10.705 7 -5.981
8 -10.166 9 -9.049 10 -9.049 11 -6.388 12 -4.388 13 -0.000 14 -0.000
15 0.905 16 -0.905 17 0.000 18 0.000 19 -0.905 20 0.905 21 -1.997
22 -3.273 23 -2.017 24 -3.273 25 -2.012 26 -2.012 27 -1.165 28 -1.165
29 0.000 30 -0.000 31 -0.787 32 0.787 33 0.000 34 0.000 35 0.787
36 -0.787 37 -6.815 38 -10.166 39 -5.981 40 -10.705

Reicciooes en los Apoyos (T)

Nudo Rx Ry Ri
1 9.984 -16.737 11.992
2 -9.984 -16.737 11.992
3 -7.923 12.462 9.517
4 7.923 12.462 9.517

♦ FIN «

iRUCIA
Te cho In ca
D ( l « r M ( iones
Viento

«RUCIA ’ GAUCIO

251
Maqueta Inca en pialra. representando
probablemente un templo o "casa <lrl
sol". La distribución de sus elementos
hacen recordar al Coricancha
IV. SISTEMAS
IV. 1. Medidas de Longitud en el Incario
Poco es lo que se sabe sobre el sistema de medición que se
usaba en el Im perio Incaico y tal cosa llama a sorpresa. Dada la
complejidad de las obras que los Incas llevaron a cabo, necesaria­
mente teman que contar con un sistema, por rudim entario que
fuera, que les permitiera dimensionar las numerosas e importantes
obras de arquitectura e ingeniería que realizaron a lo largo y ancho
de todo el Imperio. Es pues sorprendente que casi nada se conozca
al respecto y que no hayan llegado hasta nosotros abundantes ves­
tigios de los conocimientos e instrumentos que indudablemente
debieron existir.

Las referencias que tenemos de la manera de medir de los


Incas, tanto de los cronistas como de los estudiosos modernos, son
pocas pero valiosas y sugerentes y permiten suponer que en el In-
cario existió un sistema de medición de longitudes que perm itió
dimensionar técnicamente obras y construcciones. En efecto, d ife­
rentes y notables cronistas y estudiosos citan la existencia de ins
trum entos de medir, la realización de actos de medición e, inclusi­
ve, el hecho de que en circunstancias especiales el propio Inca lle­
vaba a cabo las mensuraciones.

El cronista Betanzos sostiene que el mismo Pachacútec to


mó unos cordeles e in ició el trazo de la nueva ciudad del Cusco. El
historiador Luis Valcárcel afirma, igualmente, que en el trazado de
la nueva capital Imperial "e l propio Inca cogió una cuerda y m i­
diendo el terreno" fijó las dimensiones de lotes y calles.

Infortunadam ente, no son muchos los cronistas que se ocu­


pan del asunto, ni abundan los estudiosos contemporáneos que ha­
yan profundizado el tema. María Rostworowski de Diez Canseco,
quien representa una excepción al respecto, ha realizado un valioso
estudio denominado "Pesos y medidas en el Perú Prehispánico".
En dicho trabajo cita y resume muchos de los datos que existen
y, además, fija importantes conceptos sobre el asunto; la relación
de lo que sobre el tema han tratado los pocos autores que se han
ocupado del mismo, me exime de ocuparme del asunto en esta
ocasión y permite que me remita directamente a lo que la Dra.
Rostworowski ha escrito al respecto.

De la lectura de dicha cita se podrá constatar que lo que


han aportado Rowe, Bennett, Kroeber, Larco, etc, es relativamen
te poco, que las referencias son imprecisas y en algunos casos con­
tradictorias. A ún así, tanto de lo citado por los cronistas como de
lo afirm ado por los estudiosos contemporáneos se desprende que
en el Incario debió existir un sistema de medición, que se u tiliz a ­
ban instrumentos para medir y que se empleaban medidas basadas
en la antropom etría.

255
Si se indaga sobre el sistema de medición que emplean ac
tualmente los campesinos del Cusco, se llega a comprobar la vigen
cia de gran parte de lo afirmado por cronistas y estudiosos Prácti­
camente en todo el Perú, en especial en el Cusco y en la región al
tiplánica, se siguen usando las viejas medidas basadas en el cuerpo
humano. El empleo del jeme, la cuarta, el pie, el codo, la vara, el
paso, la braza, etc. expresados en las viejas voces quechuas de
yuku, capa, chaqui, cuchuch, sikya, th a tky y riera refleja la super
vivencia de un sistema ancestral.

A l analizar dichas medidas, tratando de buscar una relación


entre ellas, se comprueba que existen 2 tipos de relación: uno que
tiene como base el número 2 y o tro que se funda en el 3. Tal situa­
ción, que parece poco lógica para un pueblo tan práctico com o los
Incas, induce a pensar que la segunda de dichas relaciones podría
ser resultado de la influencia del sistema de medición usado en la
España del Siglo X V I.

En efecto, del estudio de las antiguas medidas españolas,


especialmente de las destinadas a medir longitudes, se desprende

256
I .................

Plano del posible aqllawasi de Huánuco


Pampa IMurris y ThompsonI y del
palacio de Ollantay (fíowe). cuyas
realizaciones tienen que haber requerido que, como en toda la Europa de la época, las mismas no consti
un sistema de medidas
tuían un sistema coherente; que se usaban indistintam ente medi­
das basadas en un incipiente sistema decimal y en relaciones a ntro ­
pométricas e, inclusive, fundadas en hechos tan aleatorios como
el alcance de la flecha de una ballesta, de la bala de un arcabuz o
cañón, o el recorrido de una muía de buen andar.

También existían las medidas llamadas "itine ra n te s", que


eran m últiplos del paso humano y medidas para dimensionar dis­
tancias y objetos relativamente pequeños, que empleaban como
base partes del cuerpo humano tales como el dedo, el jeme, la pal
ma, el pie, el codo y la brazada. Algunas de dichas medidas eran
resultado de m u ltip lica r y d ivid ir una base determinada entre 2 y
otras de hacerlo entre 3. Se tenía así, de un lado la Ochava, la
Cuarta, la media Braza y la Braza y d e o tro el Punto, la Línea, la
Pulgada, la Sesma y el Tercio.

En los viejos diccionarios de la lengua Inca, elaborados en


fecha cercana a la de la conquista, como el del Padre Gonzales
Holguín y el de Fray Domingo de Santo Tomás, existen palabras y
conceptos que confirm an que en el Incario se hacían mediciones;
que habían unidades de medida y que existían, por lo menos, las
bases de un sistema de medidas. Las expresiones: dar por medida,
medir a brazas, medir a jemes, medir a palmas, p a rtir por la m itad,
p artir en dos o diez partes, reglar, reglado, etc, así lo demuestran.

También se comprueba que si bien existían palabras o ex­


presiones equivalentes a mitad, cuarta parte, octava parte y décima
parte, no existían las correspondientes a tercia, sexta, novena y do-
ceava partes.

257
En el supuesto de que en una cultura la inexistencia de una
palabra o expresión, significa que la cosa o idea que definen tam ­
poco existe; se finca la suposición de que las medidas que están en
función del número 3 no son de origen incaico sino resultado de la
influencia española.

Asimismo, al estudiar la organización m ilita r incaica y la de


los quipus, se comprueba que el sistema decimal era usado para o r­
ganizar y contar grupos de cosas y personas y que las cantidades se
agrupaban en unidades, decenas, centenas y millares; haciéndolo
generalmente en grupos que seguían la serie 5, 10, 50, 100, 500,
1,0000, 5,0000, 10,000. Casi todos los cronistas y en especial Fal-
cón, Cieza, Bandera, Castro, Ortega Morejón, Polo, Acosta, De las
Casas, Santillán, Montesinos, Sarmiento, Cobo y Garcilaso, se ocu­
pan extensamente del tema.

Lo expuesto induce a pensar que los Incas tenían una ma­


nera de medir en base a la antropom etría y a la organización deci­
mal y que, en alguna forma, esos sistemas se combinaban para lle­
var a cabo el dimensionamiento de las obras incaicas.

Con esa inquietud se estudiaron los abundantes restos de


arquitectura incaica que existen en el país, preferentemente los del
Cusco, llevándose a cabo muchas mediciones y recopilándose nu­
merosos datos de los levantamientos existentes de dichos m onu­
mentos. Los datos se ordenaron de acuerdo al elemento arquitec
tónico que dimensionan, estableciéndose asi'series de dimensiones
correspondientes a habitaciones, puertas, ventanas, hornacinas, es­
caleras, muros, etc. y también a elementos urbanísticos, como ca­
llejones, calles y plazas.

Dichas medidas y grupos de medidas muestran las siguien­


tes características:

a) Las medidas que dimensionan elementos relativamente


pequeños, tienen como expresión máxima 80 cm, aproximadamen­
te, y en ellas se dan prácticamente todas las variaciones posibles.
Es decir, en esa serie las medidas varían de centím etro en centím e­
tro, siendo su m ínim a expresión 20 cm.

b) En las medidas mayores de 80 cm. las variaciones se pre


sentan de 5 en 5 cm, no existiendo en la práctica ninguna dim en­
sión intermedia. Cuanto más grandes son las medidas, mayor es la
variación entre ellas; llegando las diferencias a ser de 10 cm. y 20
cm. entre medidas consecutivas.
Medidas antropométricas y promedio
c) En las medidas menores se repite con frecuencia la de 80 de las muestras tomadas durante la
cm. y sus m últiplos y submúltiplos, o sea una serie conformada investigación

por los números 20, 40, 80, 1.60.

258
A -alcance I07.q5
B -B R A Z A ií>o.ao
C-ALTURA. 157.25
A D - C O D O * 1/2. B R A Z A nq«»6
E- METRO 96-«e
F -V A R A © 1.02
G - YARDA 6 4 -0 6
H-CODO 4 (0 4
I-P IB 2 3 .7 6
J - M ANO tfc.54
K -P A L M A a46
L -D U D O M ftO lO -P U U á A R 7.67
_ M -O E D O P U L G A R 5.61


M E D ID A S AN TRO PO M ETRICAS

A B C D E F G H 1 J PROM EDIO

Alcance 210 0 203.0 203.0 193.0 197.0 182.0 194 6 197.5 201.1 1983 197.95
Braza Riera 166 0 162.5 161.5 159.7 160.0 153.5 159.0 165.5 166.1 154 2 160 80
A ltu ra • Sayai 163.0 159.0 157.0 157.0 155.5 148 5 157 0 154.5 161.8 158 8 157 25

Vara ■Sikya 82 5 81.5 79.0 81.5 81.0 76.0 79.7 83.5 84 7 808 81.02
Yarda ------ — — 64.00 660 61 0 630 64.0 66.3 64.1 64 06
Codo ■Cuchuc 41.0 45.0 41.0 40 0 40 5 40.0 41.0 41.5 40 6 39.8 41.04
Pie ■Chaqui ----- — ----- 22 0 228 24 0 25.0 23.5 24.7 24.3 23.76
Cuarta - Palmo 19.5 19.5 20 5 18.2 20.0 21.3 21.3 22.3 21.0 18.3 20.14
Mano • Maqui — — ----- 16.0 17.0 17.55 174 17.0 15.7 15.2 16.54
Jeme - Y uku 17 5 15.5 17.0 13.0 14.2 17.8 16.4 17.8 17.5 14.9 16.16
Palma - Tajlla 85 7.5 8 0 7.4 8.4 8.3 9.4 8 8 96 8.6 845
Pulgar-Dedo M edio — — --- 7.8 8.0 7.6 8.5 7.2 8 7 7.3 7.87
Pulgar
Ñaupa rucana — — — 4.8 5.1 6.2 6.0 5.5 64 5.3 5.61

259
Lo expuesto reafirma la hipótesis de que los Incas, para
medir longitudes, relacionaron el sistema decimal con un sistema
antropom étrico. Con la finalidad de comprobar esta suposición se
llevó a cabo la medición de un grupo de individuos procedentes de
la Sierra, encontrándose que las medidas de las partes fundamenta
les del cuerpo humano prácticamente coincidían con las de la serie
citada. También es notoria la sim ilitud existente entre las referen­
cias históricas proporcionadas por Rowe, Rostworowski y Baudin
y las medidas determinadas antropométricamente.

Asimismo, resulta interesante comprobar que si se aplican


métodos de modulación y proporcionam iento del cuerpo humano
a las características físicas del quechua, los resultados son casi
idénticos a los determinados por la muestra. Por ejemplo. Si se usa
el patrón de dimensionamiento que emplea el A rchitectural Gra
phical Standard, para determinar las dimensiones fundamentales
del cuerpo de un hombre de 1.60 m. de estatura, o sea la altura
promedio del quechua, se llega a determinar dimensiones que se
parecen mucho a las del muestreo. Parecido resultado se obtiene
si se emplea el método de Zeising, usado por Neufert en su "A rte
de Proyectar". Se constata asi', que las medidas 20, 40. 80, 1.60
prácticamente corresponden a las dimensiones de partes importan
tes del cuerpo de un hombre de 1.60 de estatura y que basta rea
justar ligeramente estas dimensiones para que coincidan con la
serie citada primeramente.

Dicho reajuste, que racionaliza la serie de medidas huma­


nas, se debe haber desprendido de la simple observación y del he­
cho de que si intentamos plegar por la mitad un lienzo, cordel,
etc, es d ifíc il hacerlo más de cuatro veces sucesivas, sin que influ
yan mayormente en la operación la longitud y el grosor que dicho
elemento pueda tener. En otras palabras, es prácticamente imposi
ble d ivid ir una cuerda, mediante dobleces en más de dieciseis par­
tes.

Los Incas, que tenían grandes dotes de observación y prac-


ticidad, debieron notar tal coas y, asimismo, que una cuerda de
longitud igual a la de los brazos extendidos, plegada sucesivamen­
te 4 veces, tiene como medidas de las partes resultantes, es decir
de la mitad, la cuarta, la octava y la dieciseisavas partes, dimen
siones sumamente parecidas a las correspondientes a la Vara, el
Codo, el Palmo y la tajlla.

De ahí a racionalizar el sistema, no quedaba más que un


paso y era lógico que la parte final de la cuerda, que ya no podían
Cánones de medidas y proporciones de
seguir dividiendo mecánicamente, la dividieran en diez partes, acuerdo al cuerpo humano, según
usando el sistema que tan magistralmente manejaban para organi­ Leonardo, Le Corbusier y Zeising

zar sus milicias y llevar a sus cuentas.

260
© Leonor do do V ih o : <anon J« p r o p o r c ió n * »

D *v «iló " é» ur* i » « m w » o


prooor- armónico.
(S«c<'0 flurt*j)

261
1 /2 1/2

1/4

■l i l i
.10 .20 .30 .4 0 .50 .60 .70 .6 0

.80
Ñañu huasca o cuerda, y cota kaspi o

Suponemos que asi' se crea la cuerda de que hablan los cro ­


nistas, la Ñañu Huasca que Pachacútec usó para dimensionar la
nueva traza de la Ciudad Imperial y que así, igualmente, debe ha
berse inventado la Vara o patrón de medida para dimensiones pe­
queñas, la Cota Kaspi de que habla Rowe.

El m ódulo del sistema debe haber sido la Vara o Sikya, la


misma que al ser m ultiplicada por 2, 4 y 8 dividida entre los mis­
mos -números, determ inó una serie de medidas que se usaron para
el dimensionamiento de cosas, objetos y elementos a rq uitectóni­
cos.

Dicha serie de medidas condujo, para una m ayor facilidad


en su uso, al establecimiento de 2 instrumentos de m edición: la
Cota Kaspi (Vara, regla o bastón) para dimensiones relativamente
pequeñas y la Ñañu Huasca o cuerda, para dimensiones mayores.
En relación al dimensionamiento arquitectónico, el prim er instru­
m ento se empleaba en la medición de los elementos y el segundo
para dimensionar los ambientes y espacios. Su uso se combinaba,
cuando después de usar la cuerda para medir una distancia grande
quedaba un saldo por medir menor que la cuerda o cercano a los
80 cm.

A l parecer, los Incas no se contentaron con disponer de d i­


chos instrumentos de medida y para facilitar, aún más, la medición
de dimensiones relativamente pequeñas, hasta de 1.60 m, inventa
ron una regla movible o deslizante.

262
Q lo 20 30 4 0 SO 6 0 _______ 7¡ o _ a o

<
9>
C 70 60 50 40 30 20 K> O

M — . 8 0 -f .0 5 “ • 6 5 m

W iI l, , “n -mJ

M « é O tB S a L ? 5 m

M --dO +.7o » ueom

ffeg/a deslizan te

Von Hagen sostiene que los incas “ poseían una rudim en­
taria regla de cálculo y usaban la plom ada" y Rowe afirma que
usaban una "S L ID IN G R U L E " para tom ar medidas y que la regla
consistía en 2 maderas unidas, de manera tal que al deslizarse au­
mentaban o disminuían su tamaño. Es posible que los Incas inven­
taran un dispositivo sim ilar al que se indica en el diseño que se
acompaña. Tal "Regla Deslizante” habría consistido en 2 reglas
metálicas o de madera, de 80 cm. cada una, unidas en forma que
pudieran deslizarse la una sobre la otra, hasta alcanzar la dim en­
sión de 1.55 m.

Dichas reglas habrían estado acotadas cada 10 cm. y nu­


meradas en sentido inverso, es decir, la fija de izquierda a derecha
y la movible al revés. Haciendo uso de ellas puede medirse de cen­
tím e tro en centím etro elementos hasta de 1.55 m. de longitud.

A p artir de dicha medida eran muy poco frecuentes las d i­


mensiones que no fueran m últiplos de 5 cm. Como ya se ha in d i­
cado, las dimensiones mayores variaban de 5 en 5 cm. y con mayor
frecuencia de 10 en 10 cm. y de 20 en 20 cm. Para medir dim en­
siones mayores de 1.55 se usaba la Vara o Bastón, se empleaba la
Cuerda o se combinaban ambos instrumentos.

263
CONCLUSIONES

1. Es evidente que las medidas de la arquitectura incaica


no son fru to de la casualidad y que ellas sugieren la existencia de
uno o varios sistemas de medición.

2. Es igualmente evidente que los Incas usaban un grado


diferente de aproxim ación o escala, de acuerdo al tamaño del
objeto a medir y al grado de precisión que el objeto requería. Por
dichas razones usaron de aproximaciones al cm, para los elemen­
tos arquitectónicos de dimensiones próximas a 80 cm. y medidas
que variaban de 5 en 5 cm, de 10 en 10 cm. o de 20 en 20 cm,
para los espacios y ambientes arquitectónicos de dimensiones
superiores. Dichas variaciones se producían de acuerdo al tamaño
de la distancia a medir.

3. Los Incas usaban el Sistema Decimal para contar y un


dimensionamiento antropom étrico para medir. En tal sentido, el
dimensionamiento se basaba en partes del cuerpo humano, tal co­
mo lo indican las palabras quechuas usadas al respecto, (rucana,
chaqui, tajlla, yuku, cuchuch, sikya, riera) y se expresaba numé­
ricamente haciendo uso del Sistema Decimal.

4. Parece ser cierto que los Incas utilizaron instrumentos


para medir tales como: La Ñañu Huasca o Cuerda, de 1.60 m. de
longitud y la Cota kaspi o Vara, de 80 cm. Siendo ambos patrones
de medida para el dimensionamiento de obras Agrícolas y de A r­
quitectura e Ingeniería. Para medir las grandes distancias usaban
medidas itinerantes basadas en el paso humano siendo las p rin c i­
pales el Tupu y el Guamanin.

5. Finalmente, es posible que los Incas se hubieran inge­


niado para inventar un dispositivo movibie o Regla Deslizante,
para medir con mayor comodidad y precisión objetos y elementos
menores de 1.60 m.

264
IV.2. Análisis del Sistema de Medidas Inca

IV .2.1. M EDIDAS REGISTRADAS;

1. H ABITAC IO N ES

SITIO LARGO ANCHO ESPESO R MURO

Lanlakuyoj 3 30 2.65 .75 80 1.60


3.25 2.65 .80 1.60 .78* .75
3.25 2 65
2.54* 1.65

Cunyupampa 3.40 3.00 65


3.40 3.00 .40
3 00 3.00
3.80 300
4.70 3.00
2.60 3.00
2.30 3.00
2.50 3.00
3.60 3.00 .40
340 3.00
300 3.00
3.00 3.00
4.00 3.00
10.40 5.40 .40

Sacsayhuamán 6 60 4.45 85 1 65 .81* 69*


6 88* 4.52* 84* 94* .85 1.65
3.89* 1.39* 1.14* 1.03* .85 .63*
1.59* .76* 1.10 1 07* 1.14*
3 60 1.62* 1.06* .96* 1.10 1.00
8.75 11.10 1.20

Janan Kosko 5.35 9.10 .90 1.10


9.55 6.15 .80 .75 .58*
2.50 2.40
7.20 4.40 .75 1.40
8.00 4.25 .72* .75 .60 1.40
10.75 4.30 .60 .75 80 1.40
6.00 7.10 .78* .80 .80 .60

Mac.hu Picchu 13.80 3.30


9.40 4.00

Juchuy Kosko 36.00 22.60


12.20 3.00
7.50 7.50

NOTA:
Se ha marcado con un asterisco las cifras que no representan decenas o medias
decenas.

265
Pisao
SITIO LARGO ANCHO ESPESO R MURO

Caña Racay 8.00 6.00

Patallacta 4.00 4.00


6.00 4.00

Chaupillacta 54 00 6.70

T. de Huiracocha 13.00 4.00


11.00 5.60
12.50 8.80
12.00 8.60
8.80 7.60
12.20 8.80
8.80 5.10
8.80 7.10
9.20 8 80
12.40 8.80
4.60 4.00
8 50 2.00
13.00 4.40
15.00 10.80
10.60 8.80
12.00 8.80
12.80 8.80
8 80 8.80
8.80 8.00
12.00 8.00
12.00 8 80
35.00 15.60
8.60 2.00

Piiac 11.00 7.00 .82*


11.60 5.80 .80
12.90 3.40 .80
5.80 2.30 .80
15.70 5.70 .81*
7.30 5.90 .84*

266
MaukdllBt/tj

SITIO LARGO ANCHO ESP E S O R MURO


Pisac 7.90 6.30 .78*
19.70 6.80
8.50 5.00
14.00 3.00
6.30 3.60
13.10 6.70
10.30 7.30
5.10 3 60
9.50 4.40
11.88* 7.93*
10.40 7.70
10.90 7.75
10.10 5.00
2.45 2.00
4 85 2.70
7 50 5.00
6.00 4.60
9.60 4.10
6.10 5.00
5.72* 3.96*
11.40 7.98*
5.95 5.50
11.32* 7.88*
17.70 8.30

Huacra Pucará 2.45 2.00


4.85 2 70
2.58* 2.07*
2.60 2.05

Maukallacta 54.00 6.70


4 00 4.00
6.00 4.00

267
J ffa'JTÉj-----

Sacsayhuamán

SITIO LARGO ANCHO ESPESO R MURO

Sacsayhuamán 5.25 2.15


14 34* 2.66*
5.66* 2.66*
4.40 3.10
4.15 308
19 30 5.80
14.70 4.00
5.70 4.00
17.31* 7.00
12.71 * 3.30
5.60 2.70
10.75 3.29*
17.50 6.05
2.40 1.30

Juchuy Kosko 40.00 12.00


11.20 6.00
17.50 6.05
7.50 7.50
7.70 6.70
36.00 22.60
12.00 3.00
7.20 2.60

Machu Picchu 9.40 4.00


8.65 3.20
2.15 2.10
5.10 3 70
<• 6.30 4 60
11.30 4.50
13.80 3 30
4 00 3.20
4.90 2.70
7.50 4.40

T. de Huiracocha 3.70 1.20


6 35 1.50
17.50 5.10

268
2. C O N S TR U C C IO N E S O V A L A D A S

S IT IO D IA M E T R O D IA M E T R O ESPESOR
MAYOR M EN O R MURO

Cupi 4.20 3.70 2 A*


5.25 4 80 .24*
5 15 4.00 .24*
5.65 5.10 .24*
4.65 4 00 .24*
5.40 4.80 24*
4.80 4.40 .24*

D IA M E T R O IN T E R IO R ESPESOR M U R O

Murkhapata 80 .4
80 .40
80 .40
.80 40
1.00 .50
.80 40
.60 .25
.60 .40
.80 .60
95 .40
1.35 .40
1.20 40
80 60
1 00 .60
1.00 .60
M achii Picchu

269
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Huánuco Pampa y Cusco


d oto Guillénl
3. PUERTAS

SITIO A LTO ANCHO ESP. MURO

Pisac ___ 2 25 .80


----- 1.00 80
1.70 1.55 .56*
2.20 1.10 .80
1.95 1.14* - 1.10 1.15
2.15 .84* • 63*
2.30 1.13* - 1.00
2.12 1 22* • 1.10 1 38*

Maukallacta 3.15 2.10 1 58*


1.90 1.25
2.90 1.40
3.15 2.10
2.90 1.40

Juchuy Kosco 4.50 3.00


2.10 1.20

Sillustani .80 .85 • .80

Mollocahua 3.00 1.50

Huacra Pucará 2.00 1.00

Chaupillacta 1.90 1.25

Machu Picchu 2.50 1.35 • 1.05 .85


2.30 1.50 -1 .3 0 1.10
2.20 1.38* • 1.10 .82*
2.00 1.00 .80 80
1.60 8 8 * • 86*

270
Machu Picchu

4. V E N T A N A S

S IT IO ALTO UMBRAL D IN T E L ESPESOR

Pisac 80 .55 .80

Machu Picchu 1.30 1 00 .90 90

Juchuy Kosko .80 .60 .55

T. de Huiracocha .81* 465* .53*


83* 56* .47* 39

5. H O R N A C IN A S

S IT IO ALTO UMBRAL D IN T E L ESPESOR

Pisac .70 .35


71* .39* .34* 45
77* .42* .35 .33*
76* .47* .46* .37*
74* 46* 40 .33*
80 .80 48* .38*
73* 46* .37*
74* 46* 36* 33*

Maucallacta .65 .45

Sillustani .90 .49* .45 .66

271
PlSál)

S IT IO ALTO UMBRAL D IN T E L ESPESOR

Huacrapucará .77* .45 .37* .52*

Machu Picchu 1.60 .75 .65 .38*

Canaracay .80 .40 .30

Chaupinllacta .65 .45

6. ESCALERAS

S IT IO PASO C O N TR A PA SO

Tarawasi .30 .24*


.30 .23*
.30 .22*
.30 .20
30 .24*
.29* .23*
.28* .23*
.30 .24*
.30 .24*
.30 .23*
.30 .23*
.30 .23*
.30 .22*

272
IV.2.2. ORDENACION DE LAS MEDIDAS EXISTENTES EN LOS CASOS ESTUDIADOS:

.20 .22 + 23 + 24 + 25 .27 + .28 + 29 + 30 .31 + .33+ .34 +


35 36 + 37 + 38 + 3 9* 40 42 + .43 + .44 + .45 46 + 47 + 48 + 49 +
50 52 + 53 + 54. 55 56+ .58+ 60 63 +
65 .66 + 69 * 70 .71 + .72+ .73+ .74 + .75 .76+ 77 + 78 +
80 81 + 82 + 83* 84* 85 86+ 88+ .90 94 +
95 .96 + 1 00 1.03+ 1 05 106* 1 07+
1.10 1 13* 1 14. 1 15 1 20 1 22 +
1.25 1 30 1.35 1 38 + 1 39 +
1.40 1 46 + 1.50
1.55 1 56 + 1 59* 1 60 1 62 + 1.65 I

1 90 1.95
2 00 2 05 2 10 2.12 +
2 15 2.20 2.25
2 30 2.40
245 2.50 2 54+
2 60 2 65 2 70
2 75 2 85
2.90 3 00
3.10 3 15
3 25 3.29 + 3 30
3 40
3 60
3 70
3 80 3.89 +
396* 400
4 10 4 15 4 20
4.25 4 30
4 40 4 45 4 50 4.52+
4 60
4 70 4.80
4 85 4 90
5 00 5 02 + 5 10
5.15 5 25
5 35 540
5 50
560 5 66 + 5 66* 5 70
5 80
5 90 5.95 6 00
6 05 6.10 6 15
6 30
6.35 6 40
6 58 + 6.60
6 70
6 80
7.10 7 20 7 30 7.50 7 60 7.70 7.75 7 .8 8 * 7.90 7.93+
8.00 8 30 8 50 8 60 865 8.75 8 80
9.10 9.20 9 40 9.50 9.55
10 10 10 30 10.40 10.60 10 75 1080 10.90
11.00 11.10 11.20 11.30 11.32 + 11.40 11 60 11 80 11 88 +
12.00 12.20 12.40 12 50 12.71 + 12.80
13.00 13.20 1380
14 00 14.34 + 14 80
15.00 15 50 15.70
17.31+ 17.50 17.70
19 20 19.40 19.70
22 60
35 00 36 00 40 00 54.00

273
O B S E R V A C IO N E S SOBRE LAS M E D ID A S

— En las medidas estudiadas no hay ninguna in ferior a 0.20 m.


Parece ser que en arquitectura no había elemento cuyas di­
mensiones fueran inferiores a dicha cifra.

Las medidas menores deben haber estado destinadas al dimen-


sionamiento de objetos. Las maquetas pétreas, existentes en
el Museo Arqueológico del Cusco, prueban fehacientemente,
con la precisión de su dimensionamiento, el uso de medidas
menores (inclusive inferiores al centím etro).

— Hasta los 0.85 m. (aproximadamente la Sikya), las medidas


prácticamente varían de centím etro en centím etro; de los 0.20
m. a los 0.85 m. sólo faltan las medidas 0.21 - 0.26 - 0.32 -
0.41 - 0.51 - 0.57 - 0.59 - 0.61 - 0.62 - 0.64 - 0.67 - 0.68 - 0.79.
Ello puede deberse a lo reducido de la muestra o a errores en la
medición.

— De los 0.85 m. al 1.60 m. (la Riera), las variaciones se p ro du ­


cen prácticamente cada 0.05 m; existiendo entre decenas y me­
dias decenas máximo dos medidas excepcionales. Ello puede
deberse a error; si suprimimos las cifras que difieren en un cen­
tím e tro de dichas cantidades, las excepciones casi desaparecen.

— Del 1.60 m. a los 6.40 m (la Ñañu Huasca), las variaciones con­
tinúan produciéndose, prácticamente sin excepciones, cada
0.50 m.

— De los 6.40 m. a los 12.80 m. (Dos Ñañu Huasca), las variacio­


nes se efectúan cada 0.10 m, prácticamente.

— De los 12.80 m. hasta los 19.20 m. (aproximadamente tres Ña­


ñu Huasca), las variaciones son mayores de 0.10 m, no perm i­
tiendo lo pequeño de la muestra determinar un m ódulo de va­
riación. Lo mismo sucede con el resto de medidas registradas,
pero, al parecer, en las grandes dimensiones las variaciones son
mayores de 1 metro. Maquetas Inca de piedra

274
IV.2.3 MEDIDAS INCAICAS DE LONGITUD

Medidas Itinerantes

Guamanin: 1 = 180,000 a 234,000 m;


1 = 30 Tupu.

Tupu - Legua India: 1 = 7,800 m = 6,000 pasos;


1 = 7,250 m = 7.25 km = 6.577 pasos;
1 = 6,268 m = 1 1/2 leguas =41/2 millas = 4,821 pasos;

1 = 6,000 m. = 4,615 pasos.

T h atkiy - Paso: 1 = 1.30 m = 5 pies.

Chaqui - Pie: 1 = 0.266 m.

Medidas Racionalizadas

Huasca: 1 = 6.40 m = 4 Riera.

Riera 1 = 1.60 m = 2 K ikya.

Sikya: 1 = 0.80 m = 2 Cuchuch.

Cuchuch: 1 = 0.40 m = 1 1/2 Chaqui.

Chaqui: 1 = 0.266 m = 1 1/3 Capa.

Capa: 1 = 0.20 m = 1 1/2 Yuku.

Yuku: 1 = 0.33 m = 1 1/3 Tajlla.

Tajila: 1 = 0.10 m.

275
V I.2.4 M EDIDAS DE LO N G ITU D SEGUN REFERENCIAS HISTORICAS

ROWE ROSTWOROWSKI B A U D IN Promedio


Histórico

Riera 1.62 1.68 1.60 1.62 1.625

Sayai 1.62 1.62

Thatkiy 1.30 1 20 1.25

Sikya 0.81 0.84 0.825

Cuchuch 0.45 0.45

Capa 0.20 0.21 0.205

Yuku 0 .1 2 -0 .1 4 0 .1 0 -0 .1 2 0.12

Rucaría 0.0175 0.0175


IV.2.5 ANTIGUAS MEDIDAS ESPAÑOLAS DE LONGITUD

Medidas Itinerantes

Legua Común: 1 = 8,359.2 m = 6,000 pasos = 30,000 pies;


1 = 5,572.66m = 4,000 pasos = 20,000 pies.

Legua Castellana: 1 = 4 ,1 7 9 m = 3,007 pasos = 15,015 pies.

M illa Española: 1 = 1,393.16 m = 1,000 pasos = 5,000 pies.

Cable: 1 = 200.62 m = 144 pasos = 720 pies.

Cuadra: 1 = 125.39 m = 90 pasos = 450 pies.

Cordel: 1 = 696 m = 5 pasos = 25 pies.

Paso: 1 = 1.3932 m = 5 pies; 1 = 0.6966 m = 2 1/2 pies.

Pie: 1 = 0.2786 m.

Medidas de longitud

Braza - Toesa • Estado: 1 = 1.6718 m = 2 varas.

Vara: 1 = 0.8359 m = 2 medias varas = 1 codo.

Codo - Media Vara: 1 = 0.4179 m = 1 1/2 pies o tercios.

Pie - Tercio de Vara: 1 = 0 2786 m = 1 1/3 palmos.

Palmo - Cuarta de Vara: 1 0.2089 m 1 1 /2 sesmas.

Sesma - Jeme - Sexta c'e Vara: 1 = 0.1393 m 1 1/3 ochavas.

Ochava de Vara 1 = 0.1044 m - 6 dedos.

Dedo • Cuarentiochavo de Vara: 1 0.0174 m.

Pie: 1 = 0.2766 m = 12 pulgadas.

Pulgada: 1 = 0.232 m = 12 líneas.

Línea: 1 = 0.0019 m = 12 puntos.

Punto: 1 0.0001612 m.

277
Tambo Colorado, centro administrativo
Inca en el valle de Pisco
IV.2.6 M ULTIPLO S Y SUB M ULTIPLO S DE LA S IK Y A (Racionalizados)

25.60 m. 32 48 38.40 m.
12.80 m. 16 24 19.20 m. •
Huesca 6.40 m. 8 12 9.60 m.
3.20 m. 4 6 4.80 m.
Ricray Sayai 1.60 m. 2 3 2.40 m.

Cuchup .40 m. 1/2 1/8 Chaqui .266m.


Capa .20 m. 1/4 1/6 Yuku .133m.
Tajlla .10 m. 1/8 1/12 ,066m.
Ñaupa Rucana .05 m. 1/16 1/24 .033m.
,025m. 1/32 1/48 Rucana .016m.

NOTA:
La Maqui (0.15 m) es 1/5.3 parte de la Sikya.
El Thatky (1.20 m) es 1 1/2 veces de la Sikya.

IV .2.7 M ULTIPLO S Y S U B M U LTIP LO S DE L A V A R A

26.7488 m. = 32 48 = 40.1232 m.
13.3744 m. = 16 24 = 20.0616 m.
Cordel = 6.6872 m. = 12 = 10.0808 m.
8 L
3.3435 m. = 1 6 = 5.0154 m.
4 n
Braza = 1.6718 m. = 3 = 2.5077 m.
2

VARA

0.8359 m.

Codo o = 0.4179 m. = 1/2 1/3 = Pie - Tercio = 0.2786 m.


Media
Vara
Palmo o= 0.2089 m. = 1/4 \ 1/6 = Sesma • Jeme = 0.1398 m.
Cuarta
1/12 = 0.0696 m.
Ochava = 0.1044 m. = 1/8
1/24 = 0.0348 m
0.0522 m. = 1/16
1/48 = Dedo = 0.0174
0.0261 m. = 1/32

278
Machu Picchu

IV .2.8 E Q U IV A LE N C IA S ENTRE LAS M EDIDAS INCAICAS Y LAS ESPAÑOLAS

M EDIDAS INCAICAS M EDIDAS ESPAÑOLAS M EDIDAS


R A C IO N A LIZ A D A S

Rukana Dedo 0.016 m

Ñaupa Rucana Pulgar 0.05 m

Tajlla Palma 0.10 m

Yuku Jeme 0.133 m

Maqui Mano 0.15 m

Capa Cuarta 0.20 m

Chaqui Pie 0.266 m

Cuchuch Codo 0.40 m

Sikya Vara 0.80 m

T hatky Paso 1.20 m

Sayai Altura 1.60 m

Riera Braza 1.60 m

Alcance 2.00 m

Huasca Cuerda Cordel 6.40 m

279
IV .2.9 PALABR AS QUECHUAS QUE TIEN EN RELAC IO N CON
EL TEM A

Según el "D ic c io n a rio " de Fray Domingo de Santo Tomás (Publicado en 1560).

Dedo = Rucana Pulgar = Ñaupa Rucana

Mano = Maqui Una vez = Fuccuti

Medida = Topo Dos veces = Ifcay guaranga

Palmo = Capa Cinco palmos = Pixca capa

Según el Diccionario del Padre Diego González Holguín (Publicado en 1608).

Cordel = Chahuar ñañu huasca; ñañu chahuar.

Dar por medida = Tupucamalla; T upu Yacctacuni

Dedo = Rukana

Distancia = Carucay

De dos en dos = Iscay Iscay

Docena o doce = Chuncaiscayniyok

Espacio o distancia = Carucay

Medir = Tupuni tupurcayam

Medida = Tupu

Medida de una Braza = Huc rikra tupu

Medida de un Palmo = Huc ccapa

Medida de un Xeme = Huc Yuka

Medir a Brazas = Rikrani

Medir a Xemes = Yukuni

Partir en dos o diez partes = Iscay quimsa chuncaman raquini patmani

Cuantos pies = Haycachaqui chicam; Chayccachicam chaquica

280
Cuantos palmos = Huaycacopachicam

Regla = Checan ceqquena

Reglar = Checan ceqqueni

Reglado Checan ceqquesca

Soga o Cordel = Huasca

Medir a Palmos = Ccopani

Mitad o el Medio = Chaupi

Mitad = Chekta - patma chektani

Partir la mitad = Patmani

Partir en diez partes = Chunca patma

M u ltip lico = Mirarcany miray

Palmo medida = Huckapa Iscaykapa

Medir a palmos = Kopani

Pares = Yananten yananten

Parte = Huchatma Iscayhatma

Partes, hacer dos, o mas = Chectani

Partes, hacer muchas = Pat maní

Maquetas Inca de piedra, para cuya


realización fue necesario el uso de
medidas pequeñas

281
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