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El teatro de 1939 a finales del siglo XX.

Tendencias, autores y obras


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El teatro de postguerra se sitúa en un periodo convulso, muy agitado históricamente y con continuos
cambios desde esos años en los que la Guerra Civil finalizaba, hasta la muerte de Franco y la eclosión
de un género en todas sus vertientes pasada la década de los 70, llegando a nuestros días en el que el
teatro es protagonista directo en nuestras vidas. El teatro ha ido evolucionado, sin duda, con los
tiempos que le tocó vivir.

Tras vencer en la Guerra Civil, Franco se erige caudillo. Se produce en los años 40 un aislamiento
internacional por el rechazo a una dictadura, que aparentando neutralidad, apoya a la Alemania nazi
en la Segunda Guerra Mundial. Son años de pobreza y represión política para España. La década de
los 50 supone el fin del aislamiento y el comienzo del desarrollo del país, que en los 60 experimenta
un gran desarrollo económico. Finalmente, tras la muerte de Franco en 1975, comienza la transición
hacia la Democracia.

El panorama teatral pasada la Guerra Civil refleja el horror vivido años atrás, tenemos que lamentar la
desaparición de dramaturgos consecuencia directa de la guerra, y otros tantos se tuvieron que exiliar
por no querer correr la misma suerte. Es pues en estos duros años 40 que el teatro cumpliría dos
funciones: entretener y transmitir una ideología. Se niegan las aportaciones más relevantes de la
preguerra, de Lorca y Valle, mientras se ensalzan los valores de los vencedores. Y de nuevo la
censura se convertirá en protagonista, tendrá un papel fundamental, llegando a ser tan fuerte que entre
los propios escritores habrá un autocensura provocada por ellos mismos.

Los años 40 se reflejan en las vertientes teatrales que se darán lugar en esa época. El teatro burgués de
Jacinto Benavente sigue teniendo protagonismo entre las clases sociales más altas, junto con Pemán,
Luca de Terna o Calvo Sotelo obras que entretenían a la par que educaban, dividas en tres actos que
ensalzaban los valores de la familia, el matrimonio, con una total intranscendencia. El astracán
continuará cautivando al público, pero se empieza a abrir paso un drama testimonial, un teatro de
circunstancias. Pero no solo triunfará la comedia burguesa, sino que irrumpe con fuerza el teatro de
humor tan necesario. Jardiel Poncela, alejado de la preocupación, presenta un teatro de evasión
consiguiendo la risa el público a través de los diálogos y las situaciones que se representaban en su
obras como Eloísa está debajo de un almendro o Cuatro corazones con freno y marcha atrás; por otra
parte, Miguel Mihura, el otro fiel representante de este tipo de teatro, creador de la revista literaria
“La cordorniz” obtuvo el aplauso del público y de la crítica, los personajes de Tres sombreros de copa
o Maribel y la extraña familia, estaban llenos de bondad y la ternura triunfaba. Pero en estos años 40
no solo debemos mirar a España, sino al teatro español que se hacía fuera de sus fronteras a cargo de
los autores exiliados. Un teatro que se desarrolló principalmente en México y Argentina y que, a
diferencia del peninsular, destacaría por la importancia escénica y del director y los actores, lo que
hizo que se incluyeran novedades vanguardistas y evolucionará a través de escritores como Alberti
que defendió un teatro político con el protagonismo de elementos poéticos en El adefesio o Noche de
guerra en el museo de El Prado. La presencia vanguardista también la veremos en Aub que
evolucionó a un teatro de urgencia con temas de guerra San Juan que reflejará no solo la situación,
sino la experiencia vivida en primera persona por el autor. Alejandro Casona, tomará otra vertiente y
se alejará de la situación social con un teatro de evasión representado en La dama del alba.
Entramos en la década de los 50, donde el giro temático es obvio, e igual que pasará en la novela y en
la poesía, nos adentramos en un teatro social, un teatro realista que se inauguró Historia de una
escalera en 1949 y que se consolidará con Escuadra hacia la muerte. Se empieza a hablar de una
realidad directa, con una complejidad de espacios que conlleva a una profundización de los caracteres
de los personajes. Buero Vallejo con su moderna tragedia española busca la catarsis del espectador a
través de sus obras El tragaluz o La fundación, Ese talante luchador lo compartirá Alfonso Sastre,
autor muy censurado con obras como La sangre y la ceniza. Este teatro terminará derivando en un
realismo cruel y testimonial con personajes ansiosos de libertad a manos de Martín Recuerda y Los
salvajes en Puente San Gil, Lauro Olmo, Antonio Gala o Carlos Muñiz.
Con el cambio de década se abre una nueva concepción del teatro. Arrabal ( Pic-nic), heredero del
teatro de lo absurdo y de la crueldad, presentó un teatro innovador que tuvo como temas principales el
sexo, la muerte o la religión y que tuvo poca aceptación en el panorama general. Nieva le añadirá el
componente de esperanza y el corte cinematográfico con un escenografía compleja que desarrollaría
el mensaje directo de denuncia que tenían sus obras Maldita sean Coronada y sus hijas o Pelo de
tormenta. A finales de la década irrumpen con fuerza los simbolistas Ruibal y Riaza con un enorme
pesimismo, un lenguaje escatológico y agresivo que anunciaba la apertura del género teatral que se
viviría en los años sucesivos. Y es que en la década de los setenta, además de volver a triunfar la
nueva comedia burguesa, con personajes alejados del momento histórico con Paso, Armiñán o Alonso
Millán aparecerá un teatro independiente que surge de grupos universitarios, una estética peculiar de
la que serán pioneros Els Joglars, con su teatro del silencio, Els Comediants o La fura dels baus que
desarrollan el teatro en grandes espacios. Empieza a cobrar importancia el teatro y por ello se creará el
Teatro estudio de Madrid, que introducirá el método Stanislavski, y se impulsará finales el teatro en la
calle con primacía de los elementos paraverbales.
Llega el año 1975 y con él la libertad en el teatro, que se traducirá en una heterogeneidad de temas,
subgéneros…Se recupera a Valle y a Lorca, el tema realista cobra fuerza con Marsillach y Fernando
Fernán Gómez y Las bicicletas son para el verano¸ se representan a los vanguardistas, mientras los
simbolistas dejan de escribir o toman caminos diferentes, la comedia burguesa sigue estrenando con
éxito y comienza a crearse el teatro neorrealista. Este teatro llamado también Generación del 82 o de
la transición se forma de la escisión de los grupos independientes que recuperan con una actitud
realista elementos del sainete o el vodevil con personajes fracasados todo regado con una gran dosis
de humor e ironía, que se verá reflejado en obras como ¡Ay, Carmela! de Sanchís Siniesterra o La
estanquera de Vallecas de Alonso de Santos.
A partir de los años 80 surge un teatro alternativo, en salas pequeñas, en grandes ciudades y con
entradas a bajo coste.
Y llegamos a finales de S.XX y principios del S.XXI en el que el teatro ha evolucionado siendo uno
de los referentes más importantes en nuestras vidas. Se crean cafés-teatro, hay un gran auge de los
musicales, que se traduce en la creación de grandes espectáculos. Se incorpora la música en directo y
la gran variedad de personajes, escenografía y temas serán protagonistas de un teatro que rompe la
cuarta pared e interacciona con el público de manera directa y autores que estrenaban en salas
alternativas empiezan a triunfar en los grandes teatros. Es el caso de Mayorga con La paz perpetua,
Lüisa Cunillé, la inclasificable Angélica Lidell que ha arrasado con Y como se pudrió…Blancanieves,
autores que son galardonados dentro y fuera de nuestras fronteras y aplaudidos como el desterrado
Rodrigo García. Sin duda, en el panorama actual el teatro es protagonista de la cultura, de las calles,
de la vida, de una gran época de esplendor.

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