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SENTENCIA NÚMERO:

Córdoba, 10 de Noviembre de dos mil veintiuno.-

VISTOS:
Estos autos caratulados: “ROBERTO GARCIA GONZALEZ Y OTROS
C/ CONEFERAL SACIF Y OTROS S/ DAÑOS Y PERJUICIOS (ACC. TRAN.
C/LES. O MUERTE) – EXP. Nº 12.355”, en estado de dictar sentencia, de cuyas
constancias,

RESULTA:
I. Que a fs.1 / 51 se presentan los Sres. Roberto García González y su hija
menor FG, Juan García González y José García González, todos por apoderado, y
promueven demanda por daños y perjuicios contra Coniferal SACIF o contra quien
resulte civilmente responsable del interno 55 de la línea de colectivos B60, dominio
LBP 277, al 22 de Enero de 2020. Solicitan asimismo la citación en garantía de San
Cristobal Sociedad Mutual De Seguros Generales.
Relatan que, en la fecha indicada, aproximadamente a las 18:30 horas, la
Señora Mirta González se encontraba viajando junto con su nieta Florencia García a
bordo del interno 55, de la línea de colectivo B60, perteneciente a la demandada
circulando en direccion Este – Oeste por la Avenida Colon y que al llegar a Plaza Colon
entre las calles Nicolas Avellaneda y Rodriguez Peña el interno 55 desciende la
velocidad en la parada correspondiente y una vez detenido abre las puertas traseras para
el descenso de los pasajeros, al tratar de descender y al haber bajado una pierna en la
acera, el chofer inició la marcha sin verificar que la víctima y la menor hubieran
descendido correctamente.
Que el colectivo en cuestion reinicio la marcha a excesiva velocidad y sin
verificar que todos los pasajeros hubieran descendido del mismo y que al cerrar la
puerta trasera no hubiera quedado sujeta la ropa de la causante y una vez que el
colectivo reiniciara la marcha arrastraria a la misma provocando heridas traumaticas en
su cuerpo.
Que como consecuencia de los golpes y heridas provocados a la causante
debio ser intervenida quirurgicamente, no soporto la cirugia y fallecio prematuramente
debido al agravamiento de su estado de salud.
Que como consecuencia de haber sido testigo directa de como su abuela era
arrastrada por el pavimento la menor FG sufrio un daño psicologico severo con secuelas
que llegan al dia de hoy.
Explica las consecuencias del hecho, detalla y estima los distintos perjuicios
cuya indemnización requiere, ofrece prueba y funda en derecho, solicitando que
oportunamente se haga lugar a la demanda, condenándose a la demandada y a la citada
en garantía a abonarle lo reclamado con más intereses, costas y desvalorización
monetaria.

II. Que a fs.60 / 89 se presenta San Cristobal Sociedad Mutual


de Seguros Generales y contesta la citación en garantía.
Admite la existencia de un seguro de responsabilidad civil en favor de la
empresa demandada, con una franquicia obligatoria a cargo de la asegurada de
$100.000.
Niega en general y en particular los hechos invocados y la documental
acompañada. Niega que el hecho haya ocurrido como lo relata la parte actora.
En subsidio impugna los rubros y montos reclamados.
Plantea la pluspetición inexcusable.
Solicita que se rechace la demanda, con costas.

III. A fs.110 / 121 se presenta Coniferal SACIF, por apoderado, y contesta


demanda en iguales términos a lo hecho por la citada en garantía.
Plantea la pluspetición inexcusable.
Solicita el rechazo de la demanda, con costas.

IV. A fs.167 / 168 la parte actora plantea la inoponibilidad de la franquicia a


su parte. Sostiene que la discusión doctrinaria y jurisprudencial acerca de la
oponibilidad o no de la franquicia contenida en las pólizas de seguro que amparan a las
empresas de transporte público de pasajeros fue zanjada definitivamente por la
resolución Nro. 39.927 y sus anexos I y II de la Superintendencia de Seguros de la
Nación, de fecha 14 de julio de 2016, que estableció que la franquicia se elevaba a la
suma de $120.000 y que no es oponible al tercero damnificado, debiendo la aseguradora
asumir el pago de la indemnización y el asegurado reintegrarle el monto del descubierto
obligatorio dentro de los diez días de efectuado el pago.

V. A fs.140 / 141 la actora desistió del co-demandado genérico, a fs.153 /


156, en la audiencia preliminar que prevé el artículo 360 del CPCCN, se abrieron a
prueba las actuaciones, a fs. 493 / 494 se clausuró el período probatorio. Luego de
agregarse los alegatos presentados ambas partes, a fs. 621 se llamaron los autos para
dictar sentencia, providencia que se encuentra consentida; y,

Y CONSIDERANDO:
I. Ante todo deben analizarse las constancias de la causa penal, en orden a lo
establecido por los artículos 1774 a 1780 del Código Civil y Comercial.
En tal sentido, en primer lugar, cabe decir que constituye una excepción a la
exigencia de suspensión del dictado de la sentencia definitiva en sede civil hasta tanto
concluya el proceso penal, que la acción civil por reparación del daño esté fundada en
un factor objetivo de responsabilidad (conf. art. 1775, inc. c), del Código Civil y
Comercial), lo que ocurre en el caso y es suficiente entonces para prescindir de este
recaudo.
Por otra parte y sin perjuicio de lo anterior, se advierte que a fs.503
(fotocopias certificadas de la causa penal), se resolvió archivar las actuaciones hasta que
eventuales probanzas permitan proseguir con la realización de nuevas medidas dirigidas
a desentrañar el auténtico acontecer de los hechos denunciados, “sin perjuicio de quedar
expedita la vía civil”. Ya en vigencia del Código Civil se había interpretado que, cuando
se resolvía de este modo en sede penal, no correspondía diferir el pronunciamiento en
sede civil en los términos del artículo 1101 del citado código, en tanto ello tenía los
mismos efectos que el sobreseimiento provisional (conf. CNCiv., sala G, in re “Almeira
Chialvo, María Julia C/ Reyes Andino, Daniel S/ Daños y Perjuicios”, del 30 de
noviembre de 1998). Entiendo que ello ahora es expresamente previsto en el Código
Civil y Comercial en cuanto dispone, en el artículo 1775, inc. b), que resulta una
excepción a la suspensión del dictado de la sentencia civil hasta la conclusión del
proceso penal, el hecho de que la dilación del procedimiento penal provoque, en los
hechos, una frustración efectiva del derecho a ser indemnizado.
Así, ningún obstáculo existe para dictar la presente sentencia valorando la
responsabilidad de las partes.
II. Al tratarse el presente de un reclamo por daños y perjuicios, debe
verificarse, para la procedencia del reclamo, la existencia de un daño injusto (entendido
como una lesión a intereses jurídicos protegidos por el ordenamiento, conf. artículo
1737 del Código Civil y Comercial; Bueres, Alberto J. “La responsabilidad por daños
en el Proyecto de Código Civil y Comercial de 2012”, en Revista de Responsabilidad
Civil y Seguros, Ed. La Ley, Nro. 2 febrero de 2013, pág.10), de una relación de
causalidad adecuada entre el hecho productor del daño y sus consecuencias dañosas
(artículo 1726 del Código Civil y Comercial), y de un factor de atribución respecto de
aquél a quien se pretende atribuir responsabilidad (conf. Zavala de González, Matilde,
Resarcimiento de daños – t. 4, Presupuestos y funciones del derecho de daños,
págs.75/76).
Se trata en definitiva de cuatro elementos o requisitos indispensables –vale
decir que ninguno de ellos puede faltar- para que exista un daño resarcible:
antijuridicidad, causalidad, factor de atribución y daño (conf. Vázquez Ferreyra,
Roberto, Responsabilidad por daños – elementos, pág. 124), que ahora están
expresamente enunciados en los artículos 1716, 1717, 1721, 1726 y 1737 del Código
Civil y Comercial de la Nación.
En lo que hace al factor de atribución, resultan aplicables al caso de autos los
artículos 1721, 1722, 1757, 1758, 1769 y concordantes, del Código Civil y Comercial.
En efecto, ya en vigencia del Código Civil se entendía aplicable el artículo
1113 de dicho ordenamiento a los accidentes de tránsito, al entenderse que los
automotores en movimiento son cosas riesgosas (conf. Mosset Iturraspe, J., Estudios
sobre responsabilidad civil, T. IV, pág. 83; Borda, Guillermo, "La reforma del Código
Civil", en ED 30-809; Trigo Represas, Félix, Responsabilidad civil en materia de
accidentes de automotores, p. 114 y ss., CNCiv. Sala C, 17/11/1992, “Tattoli c/
González, LL 1993-D, 90 entre muchos otros) y ahora, expresamente, el artículo 1769
del Código Civil y Comercial establece que “los artículos referidos a la responsabilidad
derivada de la intervención de cosas se aplican a los daños causados por la circulación
de vehículos”.
Así, el factor de atribución en el caso es objetivo, y por ello la culpa del
agente es irrelevante a los efectos de atribuir responsabilidad, bastando con probar la
intervención de la cosa riesgosa en el hecho y debiendo el responsable liberarse
demostrando la causa ajena –esto es, la fractura del nexo causal debido al caso fortuito o
fuerza mayor, o a un hecho de la víctima o de un tercero por quien el dueño o guardián
no deban responder- y debiendo responder tanto el dueño cuanto el guardián de las
cosas riesgosas en forma concurrente (artículos 1721, 1722, 1757, 1758 y concordantes
del Código Civil y Comercial).
Así las cosas, y considerando que se negó que el hecho haya ocurrido,
corresponde analizar las pruebas producidas para determinar si quedó acreditado, así
como también la responsabilidad que pueda caber a las partes en el mismo.
Al respecto, cabe recordar que el juez no está obligado a ponderar todas la
probanzas producidas en el juicio, ni a hacerse cargo de todos los argumentos aducidos
por las partes, sino sólo aquellos que estime conducentes y relevantes para el caso,
haciendo mérito de los elementos del juicio que estime suficientes para apoyar sus
conclusiones (conf. art. 386 in fine del ritual; Fassi-Yañez, Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, comentado y anotado T. I, p. 620, CSJN, Fallos 144:611;
258:304; 262:222; 265:301; 272:225, 274:113; 280:320 entre muchos otros).
En tal sentido, señalo que la lectura de las fotocopias certificadas de la causa
penal agregadas a fs.161 / 183 y 421 / 430, resulta suficiente para tener por probada la
existencia del hecho alegado en autos. Allí obran los datos –incluso títulos de propiedad
o informes de dominio- de los vehículos intervinientes, así como de las partes de estas
actuaciones (vgr. “acta visu” de fs.168 y fotografías de fs.172 / 176), un croquis del
lugar del hecho a fs.180, etc.
En particular, de la declaración testimonial de Lorena Gomez, obrante a
fs.143, quien declaró haber viajado como pasajera de la unidad de la demandada que
protagonizó el hecho, le llamo mucho la atención que el colectivo cerrara la puerta
trasera siendo que aún no todos los pasajeros habían descendido, luego escucha a una
menor que empezó a gritar y al ver por la ventana ve como el colectivo arrastra a una
persona, en ese momento la mayoría de los pasajeros comienzan a hacer señas y a gritar
hasta que uno saca al chofer y detiene el colectivo, ahí descienden a dar asistencia a la
víctima hasta que llega la ambulancia que habían llamado otros pasajeros. Hace un
croquis que se agrega.
Así, quedó acreditado que el hecho ocurrió y, al no haber alegado ni probado
la demandada y la citada en garantía circunstancia alguna que obste a la responsabilidad
que se atribuye, corresponde hacer lugar a la demanda.
Por lo expuesto, entiendo que corresponde admitir la presente acción al haber
la parte actora acreditado debidamente no sólo el acaecimiento del hecho motivo de la
presente litis, sino también la relación causal entre los daños sufridos y la cosa de la
cual aquellos provinieron.
En consecuencia, corresponde considerar a Coniferal SACIF - Línea B60
civilmente responsable de las consecuencias dañosas del hecho, responsabilidad que
debe hacerse extensiva a “San Cristobal Sociedad Mutual De Seguros Generales” en la
medida del seguro, en los términos del artículo 118 de la ley 17.418.
III. En lo que hace a la existencia e importancia de los daños que se dicen
producidos, de la pericia psicológica de fs.450/457 resulta que la menor FG presenta un
trastorno por estrés postraumático, con una incapacidad del orden del 30% de la total,
que tendría relación concausal con el hecho de autos. Recomienda asimismo que realice
un tratamiento psicoterapéutico de frecuencia semanal y de una duración de al menos
dos años.
En cuanto al co-actor Roberto Garcia Gonzalez, el experto señala que padece
de un trastorno de ansiedad no especificado, que se aprecia dentro del denominado
desarrollo reactivo, con grado moderado, y se traduce en una incapacidad del orden del
15% que tendría relación concausal con el hecho de autos. También recomienda el
perito que la nombrada realice un tratamiento psicológico de una duración de un año y
medio y una frecuencia semanal.
Del informe médico del Hospital de Urgencias de fs. 221 / 225, se informo
que llego una mujer mayor con golpes, hematomas y raspaduras en todo el cuerpo, que
al realizar radiografias se evidenciaron fracturas y daños internos por lo que tuve que
ser llevada a quirofano de urgencia para controlar un sangrado interno y que finalmente
fallecio en quirofano durante la cirugia, corrida vista al perito medico para que analice
la historia clinica de la victima y dictamine el experto en cuya conclusion establece que
por las las lesiones que presentaba y su edad avanzada no le permitio resistir la cirugia.
Si bien los citados informes fueron objeto de impugnación, habiendo
ratificado los expertos sus conclusiones, es sabido que si bien las conclusiones de una
prueba no obligan al juez, no tratándose de un elemento vinculante ni de una prueba
legal, éste para poder apartarse de ellas sólo deberá hacerlo fundándose en razones
serias, en fundamentos objetivos que demuestren que la opinión del experto es ajena a
principios lógicos básicos o contraria a la experiencia o a elementos probatorios en
sentido contrario y de mayor eficacia obrantes en el proceso (conf. Palacio, Lino
Enrique, Derecho Procesal Civil, T. IV, pág.720). Es que, al importar el informe
pericial la necesidad de una apreciación científica específica, para desvirtuar tal
apreciación es preciso arrimar elementos de juicio que permitan concluir
fehacientemente con mayor rigor científico o técnico que la propia pericia sobre el error
o inadecuado uso que el técnico haya hecho de los conocimientos científicos propios de
su profesión, título o saber (conf. Colombo-Kiper Código Procesal… T. IV, pág.433;
CNCiv. Sala "F", 6-9-89, "Cassina c/Calvo s/daños y perjuicios", sum. 5710 del
microisis; idem, Sala "E", 15/10/1999 "Di Lisio c/Sánchez", nro. 42.737-S, publ. en
diario L. L. del 16/6/2000; idem, Sala "I", agosto 5-1999, "Guebel c/Fernández
Musiak", nro. 49.921, publ. en diario E.D. del 17/3/2000; idem Sala "C", mayo 21-2001
"Cornes c/Rolero s/ homologación", nro. 958, publ. en diario E.D. del 11/9/01).
Asimismo, el artículo 252 del Código Procesal, consagra la soberanía del
juzgador en la apreciación del dictamen pericial. Cuando se trata de un informe técnico,
científico, etc., ajeno a la formación cultural del juez, éste, para apartarse de sus
conclusiones, deberá oponerle argumentos debidamente fundados; pero por el contrario,
en esos mismos casos, si el juez comparte las conclusiones del dictamen, bastará con
que así lo exprese sin necesidad de rebatir en su sentencia las impugnaciones que le
hayan opuesto las partes.
En tales condiciones, siendo que los peritos brindaron explicaciones
convincentes, entiendo que las impugnaciones no hacen mella en el valor probatorio de
los dictámenes periciales, cuyas conclusiones comparto, considerando los fundamentos
propios de sus respectivas ciencias que los expertos expusieron.
IV. Estando –como quedó visto- determinados el encuadre jurídico, la
existencia de daño antijurídico y de factores de atribución de responsabilidad, así como
de un nexo causal adecuado, entiendo corresponde hacer lugar a la demanda, restando
precisar los daños sufridos por los actores a raíz del hecho de autos y fijar la
correspondiente indemnización o resarcimiento, considerando su magnitud y el
principio de reparación integral que tiene jerarquía constitucional (CSJN, Fallos 321:
487 y 327: 3753 entre otros).
Asimismo, ambos co-actores reclaman una indemnización por la incapacidad
psíquica que sostienen haber sufrido como consecuencia del hecho de autos.
La incapacidad, en general, es “la inhabilidad o impedimento, o bien, la
dificultad apreciable en algún grado para el ejercicio de funciones vitales” (Zavala de
González, Matilde, op. cit., t. 2 a, pág.343).
Conforme a los principios generales expuestos -cabe insistir- debe atenderse
en primer lugar a las consecuencias que las lesiones –físicas o psíquicas- de existir,
producen en la esfera patrimonial de la víctima.
En cuanto al llamado “daño psíquico”, se ha sostenido que el mismo debe
resarcirse en la medida en que se verifique un perjuicio en la psiquis que se traduzca en
una disminución que justifica su inclusión dentro de la incapacidad sobreviniente o bien
cuando su entidad lo justifica su indemnización autónoma; o aun cuando quedando
incólumes las posibilidades laborales y el resto de los aspectos vitales de un ser
humano, considerados en su proyección hacia el mundo exterior, produzca
consecuencias disvaliosas en lo que genéricamente puede denominarse la vida interior
del individuo, revistiendo connotaciones de índole patológica (conf. CNCiv., sala M,
28/2/94 "Garriga, Olga C/ El Puente S.A.", J.A. 1994-IV-695). También se ha decidido
que la autonomía del daño llamado psicológico se da cuando aparece con entidad
propia, revistiendo connotaciones patológicas, a lo que correspondería agregar un grado
de permanencia o de fijación en el damnificado. No siendo así, la jurisprudencia
considera más adecuado evaluar los trastornos de esta índole, como elementos
componentes de la denominada lesión por daño moral (conf. CNCiv., sala B, 17/6/94,
"Scardulla, Carlos A. C/ Barujel Azulay y Cía. S.A.", J.A. 1994-IV-516). Por último se
ha dicho que no cabe identificar al daño psicológico o psíquico con la afección emotivo-
espiritual, el padecer de los sentimientos -que configura el daño moral- sino que
consiste en la merma o disfunción de las aptitudes cerebrales y/o psíquicas. Esas
alteraciones o secuelas en la esfera psicológica del individuo, que dan lugar a una
anulación o disminución de su rendimiento, son de por sí indemnizables, no obstante la
concepción del sujeto entendido como un todo inescindible. Mientras el primero es de
naturaleza espiritual, y por ende extrapatrimonial, el segundo es de tipo material, y se
halla comprendido dentro la órbita del daño patrimonial (conf. CNCiv., sala H, in re “Di
Feo de Lapponi, Ana C/ Libertador S.A.C.I. y otro S/ Daños y Perjuicios”, L. 271.705,
de febrero de 2000).
Así las cosas es claro que, cuando se habla de “daño psíquico”, se hace
referencia a la lesión en la psiquis de la persona y comparto que –por los motivos supra
explicados- no se trata de un daño autónomo, sino que, de existir tal lesión, habrá que
valorar si sus repercusiones importan una merma en la capacidad del sujeto para realizar
actividades mensurables patrimonialmente (caso en el cual, al existir un lucro cesante,
hay que incluirlo dentro del daño patrimonial, como incapacidad sobreviniente),
debiendo en tal caso valorarse en forma conjunta con el “daño físico” en tanto la
incapacidad padecida por el damnificado repercute unitariamente, y fijarse una partida
indemnizatoria que abarque ambos aspectos que, en definitiva, se traducen en el mismo
daño, consistente en la merma patrimonial que sufre la víctima por la disminución de
sus aptitudes y para el desempeño de cualquier trabajo o actividad económicamente
mensurable. Por el contrario, si la repercusión es en la esfera extrapatrimonial, su
indemnización debe incluirse dentro del daño moral (conf. CNCiv. Sala A, 20/9/13,
“A.,S. M… cit.).
Por lo demás, a efectos de determinar el monto de la indemnización,
corresponde aplicar el artículo 1746 del Código Civil y Comercial, que dispone que “en
caso de lesiones o incapacidad permanente, física o psíquica, total o parcial, la
indemnización debe ser evaluada mediante la determinación de un capital, de tal modo
que sus rentas cubran la disminución de la aptitud del damnificado para realizar
actividades productivas o económicamente valorables, y que se agote al término del
plazo en el que razonablemente pudo continuar realizando tales actividades. Se
presumen los gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan razonables en
función de la índole de las lesiones o la incapacidad. En el supuesto de incapacidad
permanente se debe indemnizar el daño, aunque el damnificado continúe ejerciendo una
tarea remunerada. Esta indemnización procede aun cuando otra persona deba prestar
alimentos al damnificado”.
Respecto del tratamiento psicológico, como se ha dicho, el pago de un
tratamiento de este tipo es independiente de la indemnización por incapacidad psíquica,
en tanto éste apunta a resarcir un aspecto diferente del daño patrimonial padecido, que
no es alcanzado por tal indemnización. Mientras esta última se dirige a las
consecuencias permanentes del menoscabo de la integridad, el primero se ordena a
compensar las erogaciones que debe efectuar el damnificado para abordar los aspectos
reversibles de la disminución de aptitudes o para evitar su agravamiento (conf. CNCiv.
Sala G, 29/10/2007, “Albornoz, Alberto Sebastián c. Villavicencio, Marcelo Ariel y
otros”, LL online AR/JUR/8938/2007).
Por ello, y dado que, como quedó dicho, el perito psicólogo recomendó que la
menor FG realice un tratamiento psicoterapéutico de frecuencia semanal y de una
duración de dos años, y que el co-actor Roberto Garcia Gonzalez, realice un tratamiento
psicológico de una duración de un año y medio y una frecuencia semanal, corresponde
fijar por este rubro, a valores actuales, la suma de $130.400 (ciento treinta mil
cuatrocientos pesos) para la menor FG y la de $107.200 (ciento siete mil doscientos
pesos) para el co-actor Roberto Garcia Gonzalez.
Los co-actores reclaman, además, una indemnización por daño moral.
Ante todo, debe considerarse que, como señala Pizarro, “el daño moral
importa… una minoración en la subjetividad de la persona, derivada de la lesión a un
interés no patrimonial. O, con mayor precisión, una modificación disvaliosa en el
espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir,
consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial, que habrá de traducirse en un
modo de estar diferente de aquel al que se hallaba antes del hecho, como consecuencia
de éste y anímicamente perjudicial” (Pizarro, Daniel R.,-Vallespinos, Tratado de
Responsabilidad Civil, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires-Santa Fe, 2017, T. I, pág.
138). El daño moral no se reduce al resarcimiento del sufrimiento o el daño (el llamado
pretium doloris), sino que, al decir de Bueres, “importa una lesión a un interés espiritual
protegido por el ordenamiento que genera consecuencias desfavorables en las
capacidades de sentir, de querer y de entender”, aun en ausencia de dolor (conf. Bueres,
Alberto J., op. cit. pág.11). Al decir de Orgaz, si la acción antijurídica “ocasiona un
menoscabo en el patrimonio, sea en su existencia actual, sea en sus posibilidades
futuras, se tiene el daño material o patrimonial, cualquiera que sea la naturaleza,
patrimonial o no, del derecho lesionado; y si ningún efecto tiene sobre el patrimonio,
pero hace sufrir a la persona en sus intereses morales tutelados por la ley, hay daño
moral o no patrimonial” (Orgaz, Alfredo, op. cit. pág.200).
ello cabe agregar que para acreditar el daño moral no es necesaria la prueba
objetiva de un determinado padecimiento, ya que basta con que se acrediten las
circunstancias en las cuales, según las reglas de la vida constatables por la experiencia
común, el contenido de aquél es una consecuencia normal del evento dañoso (Conf.
Cámara 4ª de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Minas de Paz y Tributaria de
Mendoza, 04/07/2006, Pasten de Valdez, Gloria P. c. Obra Social de Empleados
Públicos y otros, LLGran Cuyo 2007 (febrero), 107).
También se ha dicho que, dada su naturaleza espiritual, no requiere de la
producción de prueba directa. Ello así, basta tenerlo por configurado ante la razonable
presunción de que el ilícito debatido pueda haber conformado un sentimiento lastimado,
un dolor sufrido o una lesión al equilibrio espiritual que la ley presume y tutela. Por otra
parte, no debe guardar una correspondencia o relación de proporción con la entidad del
daño material (conf. CNCiv., Sala H, 25/04/1995, A.H.M. y otro c. Quilmes S.A.
Expreso y otros, LL 1997-A).
Para estimar pecuniariamente la reparación del daño moral falta toda unidad
de medida, pues los bienes espirituales no son mensurables en dinero. Sin embargo, al
reconocerse una indemnización por este concepto, no se pone un precio al dolor o a los
sentimientos, sino que se trata de suministrar una compensación o reparación a quien ha
sido injustamente herido en sus afecciones íntimas (conf. Orgaz, Alfredo, op. cit., pág.
187; Brebbia, Roberto, El daño moral, N° 116; Mosset Iturraspe, Jorge, "Reparación del
dolor: solución jurídica y de equidad", en L.L. 1978-D-648).
Sin perjuicio de ello, debe considerarse que “a los fines de la fijación del
quantum del daño moral debe tenerse en cuenta el carácter resarcitorio de este rubro, la
índole del hecho generador de la responsabilidad, la edad de la víctima, la entidad del
sufrimiento causado y que no tiene necesariamente que guardar relación con el daño
material, pues no se trata de un daño accesorio a éste” (CSJN Fallos: 321 (1):1117).
Es así que –pese a la primacía en la cuestión del criterio del juez- para valorar
la entidad del daño moral debe atenderse a la gravedad objetiva del daño causado y a las
circunstancias del caso (conf. Pizarro, Ramón D., “Valoración del daño moral”, LL
1986-E-831 y sus citas).
Por otra parte, como se ha dicho, aun cuando el dinero sea un factor muy
inadecuado de reparación, puede procurar algunas satisfacciones de orden moral –
satisfacción, goces y distracciones-que pueden compensar, en alguna medida, el daño
extrapatrimonial consumado; tales daños pueden ser apreciados en su intensidad y
grado y justipreciar asimismo la satisfacción que procede para resarcirlos dentro de lo
humanamente posible (conf. CSJN, 12/4/2011, “Baeza, Silvia Ofelia c/ Provincia de
Buenos Aires y otros”, RCyS de La Ley, noviembre de 2011, pág. 261; conf. asimismo
CNCiv. Sala A, “S., K. E. y otros c/ B., L. y otros s/ daños y perjuicios”, expte.
45.848/2001, del voto del Dr. Picasso, publicado en Internet por Thompson Reuters, el
29/5/2015).
Tal idea ha sido recogida por el artículo 1741 del Código Civil y Comercial
en cuanto dispone que “el monto de la indemnización debe fijarse ponderando las
satisfacciones sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las sumas
reconocidas”.
No obstante se ha dicho que el límite para fijar la indemnización por “daño
moral” es la suma solicitada en el escrito inicial, no siendo aplicable la cláusula “o lo
que en más o menos resulta de la prueba a producirse en el juicio” o, para el caso,
estimaciones provisorias, por no ser necesario probar la existencia y extensión del daño
moral ya que se trata de una lesión a los sentimientos de los damnificados demostrada
por el sólo hecho de la acción antijurídica (conf. CNCiv, sala M, del 20 de abril de
1989, microisis, sum. 0000113), entiendo que ello no obsta a considerar que los montos
fijados en la sentencia deben serlo en valores actuales, lo cual lleva a fijar una suma con
la que se puedan adquirir aproximadamente los bienes y servicios que podían adquirirse
con la suma que correspondía fijar por este concepto a la fecha en la que se solicitaron
los montos que resultan de la demanda, tomando en cuenta tales montos.
Concretamente en lo que hace al caso de autos, de las pruebas analizadas –
como quedó visto- se desprende que como consecuencia del hecho, los co-actores
sufrieron lesiones psíquicas por la situacion traumatica de perder a su madre / abuela de
una manera tan repentina y violenta como fue el hecho de autos, habiendo resultado
algunas de ellas incapacitantes en forma irreversible, en particular para menor FG.
Es indudable que esto debió provocarles necesariamente una modificación
disvaliosa en el espíritu con los alcances ya explicados, por lo cual deben ser resarcidos,
correspondiendo fijar por este concepto y por todos los motivos expuestos, y en los
términos del artículo 333 del Codigo Ritual, la suma de $850.000 (ochocientos
cincuenta mil pesos) para el co-actor Roberto Garcia Gonzalez y la menor FG, y la
suma de $280.000 (doscientos ochenta mil pesos) para los co-actores Juan García
González y José García González.
VI. Respecto de los intereses relativos a la indemnización de los daños
sufridos, deben comenzar a correr desde que se produjo el perjuicio (art. 1748 del
CCCN) y los de los gastos ya producidos desde que se abonaron, en la medida en que se
encuentren acreditados. Los gastos presumidos, en cambio, al no contarse con la fecha
precisa de su erogación, devengarán intereses desde la fecha de ocurrencia del hecho
dañoso, que cabe presumir cercana a la primera.
En lo que hace a la tasa, en virtud de lo dispuesto por el artículo 7 del CCCN
correspondería, a partir del 20 de febrero del año 2020, aplicar el artículo 768 inc. c) de
dicho ordenamiento legal, como se dijo al principio. Si bien el texto de dicha norma es
algo confuso y ha llevado a distintas interpretaciones, lo que me hizo, en un primer
momento, considerar que para poder aplicarse efectivamente la misma, restaba una
reglamentación específica del BCRA, una relectura del mismo me lleva a variar el
criterio, en la comprensión de que el legislador, en ausencia de pacto o normas legales
expresas, deja librada al criterio del juez la fijación de la tasa de interés, aunque
limitándolo a que elija entre alguna de las tasas bancarias, que se fijan en el marco de
las reglamentaciones del BCRA (conf. CNCiv. Sala E, 21/9/2016, “O., M. A. c.
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/ daños y perjuicios”, LL online
AR/JUR/94654/2016).
En tal sentido, y por varias de las mismas razones que expondré a
continuación, aplicaré la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a
treinta días del Banco de la Nación Argentina, desde la fecha indicada hasta la del
efectivo pago.
En cuanto al período anterior, el fallo plenario de la Excma. Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Civil en autos "Samudio de Martínez, Ladislaa c. Transportes
Doscientos Setenta S.A. s/ daños y perjuicios", del 20/4/2009, obligatorio en los
términos del artículo 303 del CPCCN (redacción conforme ley 27.500), estableció que
"corresponde aplicar la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a
treinta días del Banco de la Nación Argentina. La tasa de interés fijada debe computarse
desde el inicio de la mora hasta el cumplimiento de la sentencia, salvo que su aplicación
en el período transcurrido hasta el dictado de dicha sentencia implique una alteración
del significado económico del capital de condena que configure un enriquecimiento
indebido".
Pues bien, entiendo que, al día de hoy, y considerando la inflación ocurrida
desde la fecha del hecho de autos, no resulta –como dije al principio- que la tasa de
interés activa signifique una ventaja o desventaja excesiva para ninguna de ambas partes
ya que, más allá de que en su cálculo pueda incluirse entre otras cosas el de la
depreciación monetaria, no parece prima facie que –en el período indicado, que es el
que nos interesa- lo esté contemplando in totum ni que sea sensiblemente inferior al
rendimiento de las inversiones que pudieron haber realizado las partes en el mismo
período que es lo que, en definitiva, importa.
Es que –insisto- se está buscando compensar de algún modo la falta de
resarcimiento del daño en tiempo adecuado, y no actualizar una suma de dinero debida,
como sucede en otro tipo de procesos –vgr. cobro de sumas de dinero- a lo que no obsta,
por ello, la fijación de montos indemnizatorios “a valores actuales” en tanto ello
excluye lo segundo pero no lo primero.
Por lo expuesto, las sumas por las que prospera la condena devengarán
intereses desde las fechas ya indicadas en cada caso y hasta el momento del efectivo
pago, y se liquidarán conforme a la tasa activa cartera general – préstamos - nominal
anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina.
VII. Ante el planteo efectuado en tal sentido por la demandada y la citada en
garantía, cabe destacar que hay pluspetición cuando la pretensión excede los límites del
derecho reconocido en la sentencia (conf. Fenochietto - Arazi, Código Procesal
Comentado, Tomo 1, pág. 282).
Por otra parte, para que sea procedente la eximición de costas es necesario
que sea inexcusable, o sea que la parte actora haya pretendido a sabiendas o por
negligencia grave mucho más de lo que se le debía; y que el demandado haya
reconocido el monto hasta el límite establecido en la sentencia (conf. Fassi - Yañez,
Código Procesal, Tomo 1, pág. 445).
En ese sentido se ha sostenido que también es inaplicable en los casos en que,
como en el caso, la ponderación depende del magistrado, situación que se da en los
supuestos en que se demanda la reparación de daños (conf. CNCiv., Sala F, febrero 5-
998, “M., A. N. c/ F., E. S. s/ daños y perjuicios- resp. prof. médicos y aux.”, ED 186-
256).
Esta es la situación que se presenta en el caso, en tanto, más allá de los
montos por los que prospera el reclamo, se trata de un supuesto de reparación de daños
en el cual la parte demandada y la citada en garantía solicitaron el rechazo de la
demanda, de modo que no cabe ninguna duda de que debe rechazarse la petición
formulada, más aún si se tiene en cuenta que la parte actora sujetó su reclamo a lo que
en definitiva resultase de las probanzas de autos.
VIII. En cuanto a las costas, el Codigo Ritual consagra en su artículo 130 el
criterio objetivo de la derrota, siendo así las costas un corolario del vencimiento que
tienden a resarcir al vencedor de los gastos de justicia en que debió incurrir para obtener
el reconocimiento de su derecho.
Se ha sostenido que la circunstancia de que el éxito de la demanda sea
“parcial” no le quita al demandado la calidad de vencido a los efectos de las costas. Esto
pues “la noción de vencido ha de ser fijada con una visión sincrética del juicio; y no por
análisis aritméticos de las pretensiones y los resultados. El fundamento aludido del
hecho objetivo de la derrota no sufre desmedro por la sola circunstancia de que el
reclamo inicial no prospere en su totalidad o contra todos aquellos a quien se reclamó el
resarcimiento. Se sigue de ello que, si el actor estuvo forzado a formular la demanda, un
progreso parcial no implica restar relevancia a la necesidad de litigar, por lo que las
costas deben imponerse a la demandada, ni las circunstancias de que la sentencia no
haga lugar en todo a la demandada, implica la liberación de costas al vencido. De tal
modo, las costas deben ser soportadas por quienes se opusieron al progreso de la acción
y resultaron vencidos, a lo que cabe agregar que las sumas indemnizatorias que se
conceden tienen como finalidad restablecer el equilibrio patrimonial de la víctima, lo
que no se alcanzaría si se le impusiesen a ésta las costas correspondientes a las
actuaciones de los co-demandados a cuyo respecto la demanda en definitiva no
prosperó. Así, se respeta el principio de reparación integral de los daños (conf. CNCiv.,
Sala M, "Alvarez Cristian M. c/ Cordero Amalia F.", del 03-02-97, LL 1997-D, 872;
CNCiv. Sala M. Rodríguez, Luis A. c. Gómez, Vicente E. y otros. 21/11/2006, del voto
de la Dra. De los Santos; Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial, Laboral y de
Minería de La Pampa, 15/8/2010, “Fiks c/ Muñoz s/ daños y perjuicios”, nro.15409/09,
publ. en www.jusonline.gov.ar, con cita de Morello).
En similar sentido se ha señalado que, en materia de controversias que versan
sobre reclamos indemnizatorios, las costas deben ser soportadas por el responsable del
daño inferido, con abstracción de que las reclamaciones del perjudicado no hayan
progresado íntegramente en relación a la totalidad de los rubros resarcitorios, ya que la
noción de vencido de ser fijada con una visión global del juicio y no por meros análisis
aritméticos de las pretensiones y sus respectivos resultados (conf. Loutayf Ranea,
Roberto, Condena en costas en el proceso civil, págs. 402 y 403).
Por tales motivos, considerando que los actores se vieron obligados a
accionar en virtud de la conducta de la demandada y de la citada en garantía, que
resultan perdidosas, además de que no debe disminuirse la indemnización por las
razones expuestas, se impondrán las costas, en su totalidad, a la demandada vencida, y a
la citada en garantía de conformidad con lo establecido en los artículos 109, 110, 111 y
cdtes. de la ley 17.418.

Por todo lo expuesto, normas legales, jurisprudencia y doctrina citada;-


RESUELVO:
I.- Haciendo lugar a la demanda deducida y, en consecuencia, condenando a
Coniferal SACIF - Línea B60 a abonar, dentro de los diez días de notificada y bajo
apercibimiento de ejecución a los co-actores Roberto García González y su hija menor
FG la suma de $1.087.600 (un millon ochenta y siete mil seicientos pesos) y a los co-
actores Juan García González y José García González la suma de $280.000 (doscientos
ochenta mil pesos), con más las costas del juicio y los intereses que deberán ser
calculados de la manera que se especifica en el considerando correspondiente.
II.- La presente condena se hace extensiva a “San Cristobal Sociedad Mutual
De Seguros Generales”, quien responde en forma concurrente y en los términos de los
artículos 109, 110, 111, 118 y cdtes. de la ley 17.418.
III.- Se difiere la regulación de los honorarios de los profesionales
intervinientes, hasta tanto exista liquidación definitiva.

Protocolícese, hagase saber y dése copia.-

JUAN MANUEL FERNANDEZ


JUEZ EN LO CIVIL Y COMERCIAL

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