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Expte.

Nº 44363-8 - "Gisbert Pedro Alejandro c/ Ruzo Marcela Beatriz del y ots s/


daños y perjuicios" - CÁMARA DE APELACIONES EN LO CIVIL Y COMERCIAL
DE SAN ISIDRO (Buenos Aires) – SALA SEGUNDA – 05/12/2016

En la ciudad de San Isidro, Provincia de Buenos Aires, a los 5 días del mes de Diciembre
de 2016, se reúnen en Acuerdo los señores Jueces de la Sala Segunda de la Cámara Primera
de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento Judicial San Isidro, doctores
JORGE LUIS ZUNINO y MARÍA IRUPÉ SOLÁNS, para dictar sentencia en el juicio:
"GISBERT PEDRO ALEJANDRO C/ RUZO MARCELA BEATRIZ DEL Y OTS S/
DAÑOS Y PERJUICIOS" causa nº 44363-8; y habiéndose oportunamente practicado el
sorteo pertinente (arts. 168 de la Constitución de la Provincia y 263 del Código Procesal
Civil y Comercial), resulta que debe observarse el siguiente orden: Dres. Zunino y Soláns,
resolviéndose plantear y votar la siguiente:
CUESTION
¿Corresponde modificar la sentencia apelada?
V O TAC I O N
A la cuestión planteada el señor Juez doctor Zunino, dijo:
1. La sentencia de fs. 1337/1347 vta. admitió la demanda resarcitoria promovida por Pedro
Alejando Gisbert contra Marcela Beatriz del Carmen Ruzo, Santiago Álvarez, Transportes
Olivos SACIF y José Alberto Falgares condenando a abonar al primero la suma total de
$377.600. Asimismo rechazó la acción promovida contra Autopistas del Sol S.A.. Atribuyó
la responsabilidad por el evento dañoso a la señora Ruzo y al señor Álvarez en un 60%, a
Transportes Olivos SACIF y José Alberto Falgares en un 20% y a la víctima en un 20%.
Impuso las costas conforme la responsabilidad imputada a cada parte e hizo extensiva la
condena a Federación Patronal Seguros S.A. y Provincia Seguros S.A., en los términos de
sus respectivos contratos (cf. art. 118, L.S.).
Para así decidir, la Sra. Juez de Primera Instancia tomó en consideración que los daños y
perjuicios reclamados se produjeron a raíz del accidente ocurrido el 2 de junio de 2008,
cuando el señor Gisbert, quien circulaba por Colectora Panamericana, sentido hacia Capital
Federal, auxilió a la señora Ruzo cuyo vehículo (Fiat Palio) presentaba un desperfecto,
encontrándose detenido en la proximidad de la intersección con Camino del Buen Ayre.
Puso de relieve que el mencionado automotor se hallaba con las balizas puestas y el capot
levantado a la espera del auxilio mecánico. Transcurridos varios minutos sin que arribara la
asistencia, el señor Gisbert ofreció su colaboración, intentando remolcar el rodado averiado
hacia un lugar seguro.
En dicha circunstancia, un camión recolector de residuos –propiedad de la empresa
demandada- se colocó pegado al lateral izquierdo del Fiat Palio, cuando al intentar
sobrepasar al mismo, enganchó con su lateral trasero al rodado menor y lo arrastró,
aprisionando al señor Gisbert, quien se encontraba intentando amarrar ambos vehículos.
El siniestro generó diversas lesiones al incoante.
Afirmó el decisorio que la controversia debía encuadrarse en lo previsto en el art. 1113 del
Código Civil y Comercial (v. fs. 1342 ss.).
Tras analizar las constancias que surgen de la causa (pruebas documental, informativa,
testimonial y pericial), tuvo por acreditado el hecho, la relación de causalidad entre el
riesgo de la cosa y el daño esgrimido, entendió probada la culpa –aunque parcial (20%)- del
damnificado, quien –aseveró- infringió las normas de tránsito al intentar remolcar el
vehículo detenido, asumiendo una conducta por demás riesgosa. Desestimó la
responsabilidad imputada a Autopistas del Sol S.A. y consideró que el camión recolector de
residuos participó causalmente en la generación del siniestro (20%), como así también la
codemandada Ruzo a quien atribuyó un porcentaje de responsabilidad mayor, por ser quien
al intentar abrir su puerta, generó el enganche de su rodado y el arrastre que culminó en el
embestimiento del actor 60%).
Dicho pronunciamiento fue apelado por el incoante (v. fs. 1358), por los codemandados
Ruzo, Álvarez y su aseguradora (v. fs. 1362) y por Transportes Olivos SACIF y José
Alberto Falgares (v. fs. 1350). A fs. 1429/1441 expresó agravios el demandante, haciendo lo
propio los accionados Ruzo y Álvarez a fs. 1421/1424. A fs. 1445 se declaró el recurso
articulado por el resto de los demandados. Corrido el pertinente traslado, el mismo fue
evacuado a fs. 1447/1453 y fs. 1454/1459.
2. Los agravios.
2.a. Agravios de la parte actora.
Esencialmente disconforma al reclamante, la responsabilidad que se le atribuye en la
causación del siniestro (20%).
Pone de relieve que Autopistas del Sol S.A. no respondió oportunamente frente a la
emergencia, generando ello, las condiciones necesarias para la ocurrencia del evento
dañoso.
Destaca que los testigos Quintela y Rochietto (empleados de la mencionada empresa) no
precisaron el tiempo transcurrido desde que tomaron conocimiento de la existencia de un
vehículo detenido hasta el envío de la asistencia mecánica requerida, cuando –asevera-
pesaba sobre la firma demandada la carga de acreditar su diligencia frente al riesgo creado.
Aduce que la situación de fuerza mayor generada por el desperfecto del rodado propiedad
de la señora Ruzo, justificaba intentar remolcarlo contrariando la prohibición contenida en
la Ley de Tránsito (cf. art. 59, inc. 24, Ley 11.430), ello por la peligrosidad del lugar de
detención, como por la presencia de una niña de muy corta edad en el mencionado
vehículo.
Seguidamente califica de injustificadamente bajas las sumas acordadas por incapacidad
sobreviniente, daño psicológico, pérdida de chance y daño moral.
Finalmente cuestiona la tasa de interés fijada en primera instancia, requiriendo la aplicación
de la tasa pasiva que abona el banco provincial en su modalidad digital (tasa BIP).
2.b. Agravios de los co-demandados Ruzo, Alvarez y su aseguradora.
Los co-demandados por su parte, entienden que no existen elementos en la causa que
acrediten que la señora Ruzo fuera responsable de la generación del accidente y aseveran
que el actor debe responder por las consecuencias negativas del siniestro, en tanto asumió
una conducta por demás temeraria.
Niegan que la mencionada hubiera intentado abrir la puerta de su rodado y destacan que el
accionar desplegado por el conductor del camión debe ser ponderado en el marco de la
culpa profesional.
Los disconforman asimismo, los importes que fueran establecidos en concepto de
incapacidad sobreviniente, daño psicológico, lucro cesante y daño moral, pues los
consideran excesivos.
3. Ley aplicable.
Conviene anticipar –a fin de evitar la afectación de derechos amparados por garantías
constitucionales, conforme lo dispuesto por el actual art. 7 del Código Civil y Comercial-
que como los hechos debatidos, de acuerdo a las características del caso, se consumaron
bajo el régimen normativo por entonces vigente, corresponde que la materia de la
responsabilidad sea juzgada por dicha legislación, dado que la ley nueva, en principio,
carece de efecto retroactivo (conf. en similar sentido SCBA C. 107.423 del 2.3.2011; C.
104.168 del 11.5.2011).
3. Planteo de deserción.
Al contestar el traslado que le fuera corrido, la parte actora solicitó que se declare desierta
la apelación deducida por los codemandados Ruzo, Álvarez y Federación Patronal Seguros
S.A., por no reunir aquel escrito los requisitos mínimos exigidos por el art. 260 del C.P.C.C.
(v. fs. 395/398).
He de puntualizar que en salvaguarda de la garantía de defensa en juicio (cf. arts. 18 y 28,
C.N.), únicamente cabe utilizar la facultad que acuerda el art. 261 del mismo Código en
caso de insuficiencia de fundamentación en forma restrictiva y cuando el incumplimiento
resulte flagrante (causas 95.193 y 42.415/08 de la Sala 2). La facultad del Tribunal de
Alzada, que en definitiva depende de la apreciación subjetiva de los Magistrados, debe ser
ejercida con suma prudencia, ya que en tales supuestos siempre se corre el riesgo de caer en
arbitrariedad (Causas de esta Sala 2 nº D 2.141-0 y D 3288-6, y de la anterior Sala 1 de este
Tribunal nº 80.831, 89.891, entre otras muchas).
La inconsistencia de los agravios derivará, en su caso, en el rechazo del recurso pero no es
suficiente para declarar su deserción (Causas de esta Sala n° 108.001, 79-2009, entre
muchas otras y causa 85.559 de la anterior Sala 1 de esta Cámara).
En este caso, entiendo que los accionados han expuesto los argumentos en base a los cuales
postulan como errada la atribución de responsabilidad en el hecho dañoso, así como
arbitraria, la cuantificación de los rubros impugnados.
En consecuencia, no considero que en la especie pueda declararse desierto su recurso, sin
desmedro del ejercicio del derecho de defensa (cf. arts. 18, C.N.; 10 y 15, Const. provincial.
Por los fundamentos expuestos, propongo denegar el planteo en estudio.
4. Fundamentos de la responsabilidad objetiva.
El caso encuentra solución por aplicación de la doctrina del riesgo creado que establece el
art. 1113, párrafo segundo, segunda parte, del Código Civil. La norma determina que, en
casos de daños causados con intervención de una cosa peligrosa o que presenta un vicio, su
dueño o guardián sólo se eximirá total o parcialmente de responsabilidad, acreditando la
culpa de la víctima o la de un tercero por quien no deba responder. En este orden, la ley
presume, ante hechos ilícitos en el que participaron cosas riesgosas, que ese riesgo fue la
causa determinante del daño. Para desvirtuar esa presunción legal es necesario el aporte de
prueba acabada de una causalidad ajena (doct. art. 1113 citado; art. 375 del C.P.C.C.; causas
de esta Sala, n° 103.800, 107.985 y 1447-6, entre muchas otras).
En los presentes liminarmente corresponde determinar, si efectivamente se demostró que el
daño tuvo su origen en la culpa del propio damnificado o de un tercero.
Al apreciar la prueba deberá contemplarse que a quien demanda le basta acreditar el
perjuicio sufrido a raíz del hecho en el que participó una cosa riesgosa de propiedad o
guarda de aquel a quien pretende obligar (causa de esta Sala 8.884-2010, reg. 40/2013).
Es carga del demandado que intenta deslindar su responsabilidad objetiva, probar de
manera rotunda que el daño tuvo una causa ajena (causa nº 1.447-6 de esta Sala 2).
Tratándose de una circunstancia excepcional que impide la aplicación de la norma general,
eliminando o disminuyendo los efectos de la responsabilidad objetiva basada en el riesgo
creado, se impone una interpretación rigurosa de las circunstancias eximentes. La falta de
prueba acerca de los pormenores del hecho hace que cobre relevancia jurídica la
responsabilidad objetiva basada en el riesgo propio del vehículo en movimiento (doct. arts.
1113 del Código Civil y 375 del C.P.C.C.; causas de esta Sala 2, n° 106.920, 106.661,
96.345, 107.493, 107.343, entre otras).
En el caso, donde han convergido conductas con atingencia causal en el hecho que dio
lugar al litigio, cobran relevancia las transgresiones a las reglas de tránsito, pues si dichas
conductas aparecen vinculadas causalmente con el resultado dañoso, existirá culpa del
transgresor por producirse un daño que no habría acaecido si no hubiese omitido las
diligencias debidas (doc. arts. 512 y 902 del Cód. Civ., en igual sentido, arts. 1724 y 1725
del CCCN).
En efecto, si el hecho del damnificado o víctima es concurrente con el riesgo creado por la
contraparte, o en su caso la producción del daño se debe a la culpa de la última,
corresponde disminuir adecuada y proporcionalmente la indemnización. Ello, puesto que el
resultado dañoso —total o parcialmente— ha sido causado por el propio hecho de la
víctima. En este supuesto, la incidencia de la conducta del damnificado es solamente
parcial, por lo que se debe considerar que el daño es el resultado o interferencia de dos
corrientes causales distintas, existiendo entonces lo que se denomina concurrencia de
causas o concausas (Cf.: Brebbia, Roberto H., "Problemática jurídica de los automotores",
Astrea, Bs. As. 1982, Tº I, pág. 262, nº 9).
En la especie, mientras los accionados aseveran que no se ha acreditado que la señora Ruzo
hubiera intentado abrir la puerta de su rodado generando el enganche del camión y posterior
embestimiento del actor, éste niega su participación causal en el siniestro, afirmando que la
magistrada de grado no merituó adecuadamente que fue él quien brindó asistencia a la
accionada en la emergencia.
La pericia mecánica describió detalladamente la mecánica del hecho. Así expuso“… el Sr.
Gisbert ofrece su ayuda a la conductora del Fiat Palio, de sacarla de tal situación, la cual
obstruía parte de la calzada. Consecuentemente, para remolcar a dicho vehículo, coloca su
propio rodado Chrysler con su parte trasera, delante del frente del Fiat Palio, para tal
operación instala una soga entre los vehículos. En momentos en que el Sr. Gisbert se
encuentra entre ambos rodados instalando la mencionada soga, el semáforo habilita la
circulación (cambia a verde); instante en que el camión Fiat Iveco … que circulaba por
detrás del automóvil Fiat Palio (detenido), advierte el estado anormal de dicho automóvil,
maniobra así hacia la izquierda para su sobrepaso; se infiere que el lateral derecho del
camión pasa muy próximo al lateral izquierdo del Fiat Palio Weekend, … casi finalizando
[el sobrepaso] … el borde trasero del guardabarro trasero derecho del camión (segundo eje
trasero) colisiona con el borde trasero de la puerta delantera izquierda del automóvil Fiat
Palio. A resultas de dicha colisión, el automóvil Fiat Palio se desplaza hacia adelante,
colisionando al actor que se encontraba instalando la soga de remolque…” (v. fs. 1132
vta.).
Dicha reseña no ha sido refutada por ningún otro elemento probatorio. Veamos.
De las actuaciones policiales glosadas en el expediente surgen fotografías que corroboran
que la puerta delantera izquierda del vehículo de la señora Ruzo resultó con serios daños,
permaneciendo parcialmente abierta, fuera de línea y deformada en el borde trasero de su
parte media baja (v. fs. 1018).
Respecto de la imagen incorporada a fs. 1018 vta. el Ingeniero Valente señaló: “… se
observa puerta DI semiabierta, la misma presenta deformación en parte delantera y fuera de
línea, colapsada por colisión de dirección longitudinal y sentido de atrás hacia delante (v.
fs. 1132).
Cabe consignar que dada “…la especificidad técnica sobre la que versa la prueba pericial,
el rechazo por el juez del dictamen de los expertos … debe basarse en razones serias con
sustento en un análisis crítico, tanto de los fundamentos como de las conclusiones de la
tarea desempeñada por el auxiliar y de su conjugación con las demás pruebas colectadas
sobre los mismos hechos. Este accionar debe formar en el tribunal el convencimiento de
que, o bien aquellos estudios técnicos no aparecen suficientemente fundados o son
contradictorios entre sí, o bien no existe la relación lógica indispensable entre los
fundamentos y sus conclusiones o éstas contrarían normas generales de la experiencia o
hechos notorios y otras pruebas más convincentes o resultan absurdas o increíbles o
dudosas por otros motivos. (conf. C. 118.280, sent. del 04-III-2015; C. 99.934, sent. del 9-
VI-2010; C. 115.771, sent. del 2-V-2013; entre muchas).
Dichas circunstancias no se materializan en los presentes, no correspondiendo entonces
apartarse de las conclusiones arribadas por el Ingeniero Valente, quien conforme se ha
reseñado, infiere de los daños que presentaron los rodados involucrados, que la señora
Ruzo entreabrió la puerta de su vehículo, generando ello el arrastre del camión y ello, el
embestimiento del actor (cf. arts. 384, 457, 462, 474 C.P.C.C.).
Se observa a fs. 1033 vista delantera del sector medio derecho -parte baja- del Fiat Palio,
donde cuelga una soga (doble cabo), también rotura de óptica derecha y deformación leve
del capot en el sector delantero derecho (v. asimismo fs. 1131 vta.).
En las fotografías de fs. 481 se distingue deformación del guardabarros trasero derecho del
camión Fiat Iveco, en su parte externa, a la altura del tercer eje (v. tb. Fs. 432, 1034).
De las manifestaciones espontáneas efectuadas por la señora Ruzo a los agentes policiales
que arribaron al lugar momentos después del accidente se desprende que aquella estaba
siendo remolcada por el incoante y que “… en un momento dado constató que la soga se
había cortado y al querer descender del vehículo para avisarle al hombre lo de la rotura de
la soga, es que abre la puerta, siendo colisionada por el vehículo recolector de residuos…”
(v. fs. 994 vta.).
Ponderados los elementos rendidos en la causa, no cabe más que concluir que la conducta
desplegada por la señora Ruzo ha contribuido en la causación del accidente, siendo aquella
la que en mayor medida lo hizo, pues, dada la poca distancia que existía entre su rodado y
el vehículo de gran porte que intentaba sobrepasarla, resultaba a toda luces imprudente abrir
la puerta, sin cerciorarse que el camión hubiera culminado la maniobra (cf. art. 1113, 509,
C.C.; cf. en similar sentido Cám. C.C., Sala M, sent. del 30/12/2008 “González Héctor
Pablo c. Cañiza, José Gregorio”, La Ley Online AR/JUR/22178/2008).
El Decreto 40/70, define en el art. 9 al “conductor” como toda “persona que dirige,
maniobra o está a cargo del manejo directo de un vehículo durante su utilización en la vía
pública” ello implica no sólo la adopción de resguardos propios de circulación vehicular
sino también todas aquellas acciones que resultando precedentes o consecuentes, integran
las obligaciones de cuidado inherentes a quien se sirve de la cosa riesgosa (cf. similar
sentido conf. Sala Segunda, Tribunal de Casación Penal, causa 2331 caratulada “Donato
Godoy...”, sentencia del 19/07/01 Reg. N° 667, asimismo causa n° 20.741, sent. del
12/06/07).
En dicha tesitura se ha expresado que vulnera el deber objetivo de cuidado el conductor
que, al tiempo de abrir la puerta izquierda de su automóvil estacionado, lo hace sin
asegurarse de que nadie transitaba en el mismo sentido y muy próximo al costado del
vehículo, lo que claramente demuestra un menosprecio no sólo por las normas de
conducción y estacionamiento, sino por la integridad física de terceros (cf. en similar
sentido Cám. C.C. de Pergamino in re “Barrera Carlos Andrés c/ Tiverón Gustavo y otros s/
daños y perjuicios autom.”; Cám. C.C. de san Nicolás, Sala I, “Sayago …2 sent. del
11/06/96, Rev. Derechos de daños, 2002-1, pág. 316, Ed. Rubinzal culzoni 2002).
Ello así, entiendo que no corresponde acoger las críticas que en relación al punto plantea la
accionada, debiendo en relación al punto, mantener lo resuelto por la señora jueza de grado,
disponiendo que Marcela Ruzo y Santiago Álvarez, han contribuido en un 60% en la
causación del accidente de marras(cf. art. 1113 C.C., art. 9, decreto 40/70).
En cuanto a la actitud asumida por el señor Falgares (conductor del rodado mayor), de lo
expuesto por el perito ingeniero surge su condición de embistente (v. fs. 1133) y la
imprudencia de intentar el adelantamiento, encontrándose a escasos centímetros del Fiat
Palio que se encontraba detenido averiado y a instantes de ser remolcado (cf. art. 902,
C.C.).
En este punto es dable señalar la ley de tránsito provincial, en su artículo 51 inc. 3,
establece que en la vía pública, los conductores deben circular con cuidado y prevención,
conservando en todo momento el dominio efectivo del vehículo, teniendo en cuenta los
riesgos propios de la circulación y demás circunstancias del tránsito (cf. art. cit. ley 11.430,
S.C.B.A., C. 112.337, sent. del 10-X-2012).
De acuerdo a lo descripto por el Ingeniero Valente, el señor Falgares comenzó el
adelantamiento sin respetar una distancia prudencial respecto del vehículo que estaba
detenido (cf. pericia cit.), emprendiendo en un lugar de gran flujo vehicular –Colectora- una
maniobra por demás imprudente, la cual resultó en el arrastre del rodado de la señora Ruzo,
el cual tuvo una incidencia causal indiscutible en los daños esgrimidos por el damnificado
Gisbert.
En función de lo expuesto, corresponde mantener el porcentaje de responsabilidad (20%)
que le fuera atribuido en la instancia inferior a José Alberto Falgares y Transportes Olivos
SACIF (cf. art. 51, inc. 3, LT, art. 902, 1113 C.C.).
En otro orden encuentro que no existió controversia respecto a que el actor intentó auxiliar
a la señora Ruzo en la emergencia.
Resulta imprescindible destacar que, el art. 82 inc. ñ, de decreto 40/07 (vigente al momento
del hecho) prohibía “…remolcar automotores, salvo para los vehículos destinados a tal fin.
Los demás vehículos podrán hacerlo en caso de fuerza mayor utilizando elementos rígidos
de acople y con la debida precaución”.
El art. 87 por su parte establecía: “El conductor debe circular siempre a una velocidad tal
que, teniendo en cuenta su salud, el estado del vehículo y su carga, la visibilidad existente,
las condiciones de la vía y el tiempo y densidad del tránsito, tenga siempre el total dominio
de su vehículo y no entorpezca la circulación. De no ser así deberá abandonar la vía o
detener la marcha.”
Conforme se ha expresado, la fotografía de fs. 1033 corrobora que el señor Gisbert intentó
retirar el vehículo de la señora Ruzo de la calzada donde obstruía el tránsito, soslayando la
previsión legal.
Cabe puntualizar que la norma autoriza la maniobra ante una emergencia, pero bajo ciertas
condiciones, que tras valorar los elementos rendidos en este caso, encuentro que aquí no se
han cumplido.
En efecto, del acta policial glosada a fs. 994 ss. y de las fotografías antes reseñadas, se
desprende que el señor Gisbert no utilizó elementos rígidos de acople entre los vehículo, ni
mantuvo la debida precaución en oportunidad de su auxilio. No advirtió que a escasa
distancia se encontraba el peaje (v. croquis fs. 996) y que el personal de la autopista debía
intervenir en la remoción del vehículo de Ruzo, pudiendo tomar el incoante otras acciones
de asistencia a la mencionada y a su pequeña niña, sin asumir mayores riesgos.
Claramente omitió ponderar el señor Gisbert que el rodado detenido implicaba un obstáculo
prácticamente insalvable, por su posición, el horario y el flujo que presentaba la Colectora
en oportunidad de la avería, pero sobre todo, no tomo en cuenta que colocarse entre los dos
vehículos en tales circunstancias, implicaba un enorme peligro para su integridad (cf. art.
1109, C.C; art. 1724 C.C.C.).
Aquella imprevisión, que constituyó un exceso de confianza de alguien que no estaba
entrenado, ni contaba con las señales adecuadas para advertir al resto de los conductores la
maniobra que estaba realizando, ha interrumpido –aunque parcialmente- el nexo de
causalidad entre el embestimiento y los perjuicios invocados, en los términos que impone el
art. 1113 del Código Civil, correspondiendo en consecuencia, mantener en relación al
mencionado, la solución arribada en la instancia inferior (cf. art. 1113 C.C.; arts. 82 inc. ñ y
87, de decreto 40/07).
Finalmente he de abordar el tema de la responsabilidad atribuida a Autopistas del Sol S.A.,
planteado por los impugnantes.
Ya sea que se analice como eximente de la responsabilidad objetiva o como prueba del
incumplimiento de la obligación de medios, lo cierto es que en el caso, la accionada -
Autopistas del Sol S.A., logró probar la concurrencia de una causal de eximición de su
responsabilidad objetiva (cf. art. 40 de la ley 24.240 de Defensa del consumidor, texto
según ley 24.999, art. 1113, C.C.).
Según surge del informe policial citado (v. fs. 992 ss.) y la demás prueba aportada, llegó al
lugar minutos después del accidente, no habiendo transcurrido largo lapso desde la
emergencia suscitada a la señora Ruzo.
Los testigos Rocchietti y Quintela, empleados de la firma, se manifestaron respecto de la
actuación de la empresa, no pudiendo inferirse de sus testimonios falta de cuidado o
diligencia luego de ocurrir la obstrucción –parcial- de la colectora por la presencia del
vehículo averiado.
Lo informado por el Órgano de Control de Concesiones Viales (OCCOVI) se refiere a la
situación general y no al caso concreto, por lo que carece de relevancia probatoria a los
fines que se analizan. (v. fs. 423/425).
Las peculiares circunstancias que rodearon la detención del vehículo de la señora Ruzo en
la colectora imponen insistir respecto de su condición de cosa riesgosa, pues
indudablemente afectaba la fluidez del tránsito y generaba un peligro, que fue en mayor
medida, causa adecuada del accidente (cf. art. 512, 1113, C.C., causa 102.106 RSD 114/07
de Sala 1).
Se ha consignado que la detención de un rodado en el carril de circulación de una autopista
o ruta por un hecho ajeno a la voluntad del conductor, supone inexorablemente que éste, en
la medida en que el desperfecto mecánico se lo permita, realice aquellas maniobras y
medidas de señalización tendientes a mitigar el riesgo propio en estas contingencias para no
obstruir la circulación y dar aviso a los demás conductores, actuación que debe realizar en
forma inmediata para reducir el riesgo propio y ajeno (cf. causa “Monteserin, Adrián C/
Olivera, Luciano”, Cámara Nacional en lo Civil, Sala L, 30.06.2003, Argentina Jurídica,
Suplemento Nº 30, 25.08.03).
En casos como el presente, donde el siniestro se generó por un objeto inerte que
interrumpió la circulación, la concesionaria responde sólo en la medida en que el daño
pueda atribuirse al incumplimiento de su deber de vigilancia y control, por la permanencia
del obstáculo sobre el pavimento durante un lapso que exceda al suficiente como para que
su presencia hubiera podido ser advertida y retirada (causas de la ex Sala 1 nº 83.478, reg.
2, del 2/2/00; n° 91631, reg. 754, del 22/10/03; n° 92.597, reg. 399, del 5/6/03; 98341,
11/10/05, reg. 476, entre otras).
En la especie, juzgo que la forma en que se desarrollaron los hechos –detención del
vehículo de la señora Ruzo, auxilio de parte del actor, embestimiento del rodado mayor que
generó lesiones en el incoante- permite inferir, sin elementos que lo contradigan, que
existieron conductas de la víctima y terceros, que interrumpieron el nexo de causalidad
adecuada entre la conducta desplegada por la Autopistas del Sol S.A. y la generación de los
perjuicios reclamados (cf. art. 40 de la ley 24.240 de Defensa del consumidor, texto según
ley 24.999).
En efecto, en los presentes no es factible sostener que la concesionaria soslayó las
exigencias que le imponía el contrato, pues una vez que fue advertida de la detención del
rodado y de la ocurrencia del accidente, en breves minutos se apersonó al lugar (v. acta
policial cit.), no correspondiendo en consecuencia, atribuirle responsabilidad en la
causación del hecho dañoso.
Se ha demostrado que no fueron las falencias en las tareas de despeje de la traza o
advertencia a los usuarios, lo que ha provocado el siniestro sino una combinación de
conductas imprudentes de parte de la propietaria del vehículo y del actor en su afán de
superar la emergencia, las que aportaron las condiciones para el embestimiento (v. pericia
mecánica cit.).
En consecuencia, entiendo que corresponde desestimar las críticas planteadas por los
recurrentes y consecuentemente, en relación al punto, mantener la decisión adoptada en la
instancia de grado (arts. 375, 384 del CPCC; 901/904, 1102, 1109, 1111 y 1113 del Cód.
Civil, y Ley de Defensa al Consumidor nº 24.240, con su modif. y art. 42 de la Constitución
Nacional).
6. El resarcimiento.
6.a. Incapacidad sobreviniente.
El fallo fijó el resarcimiento por incapacidad sobreviniente en $200.000 a favor del señor
Gisbert; importe que es apelado por ambos recurrentes.
Luego del accidente, el actor fue trasladado al Sanatorio La Florida, donde recibió su
primera atención, ingresando al mismo con traumatismo de pelvis (v. fs. 534).
Seguidamente fue trasladado al Sanatorio Anchorena, donde continuó el tratamiento de las
lesiones recibidas (v. fs. 528/532).
A criterio del experto interviniente en la causa, el damnificado presenta diversas secuelas
del traumatismo pelviano sufrido, entre ellas diastasis pubiana, lumbalgia y depresión, las
que considera vinculadas al hecho de marras. Atribuyó a dichas dolencias una incapacidad
total y permanente del 17% (v. fs. 807/812).
Al expresar sus agravios los recurrentes aducen que la magistrada de inferior instancia
valoró equivocadamente las conclusiones arribadas en la experticia y el resto de los
elementos acreditantes del rubro bajo examen.
Pues bien, el art. 473 del Código procesal establece que a instancia de cualquiera de las
partes, o de oficio, el Juez podrá ordenar que los peritos den las explicaciones que se
considere conveniente, en audiencia o por escrito, atendiendo a las circunstancias del caso.
De las constancias de autos surge que las partes tuvieron oportunidad de ejercer la facultad
que les confiere el art. 473 (v. fs. 836, 856, 860/861 y 864/867).
Luego, no es factible afirmar en esta causa que la sentencia haya incurrido en arbitrariedad
o yerro al analizar la pericia bajo análisis, no siendo suficiente sustento para la revisión de
lo decidido, la disconformidad que pudieran evidenciar los impugnantes respecto de las
explicaciones oportunamente vertidas por el perito médico.
En relación al tema se ha consignado que “…sin perjuicio del derecho que tienen las partes
de solicitar explicaciones al perito, una vez que se ejerció la misma, el principio de
preclusión excluye que se pueda continuar desplegando el pedido de sucesivas
explicaciones. Con la respuesta que suministró el experto, se estará en condiciones de
evaluar, en la ocasión de pronunciar la sentencia de mérito, cuál es la atendibilidad de la
experticia (arts. l55, l63 inc. 6º, 473, 474 y 487, Código Procesal), pues si las explicaciones
son insuficientes o inatendibles, basta con que la parte interesada exteriorice esa situación a
los fines de que el magistrado, al dictar la sentencia, valore la crítica formulada a la labor
pericial…” (cf. Cám. 2 C.C. de La Plata, Sala 2, in re “Insaugarat, Guillermo Jesús y ot. c/
Jauregui, Rafael Abelardo y ot. s/Daños y perjuicios, Inter. del 07/10/2008, sumario JUBA
B256938; Cám. 2 C.C. de La Plata, Sala 1, in re “Farinelli, Alfredo c/ Leruga, Juan s/Cobro
de honorarios”, Inter. 03/05/1999, sumario JUBA B253389; esta Sala causa SI-20155, sent.
del 31/03/2016; RDS 30/16)).
A la luz de lo expuesto, he de otorgar plena eficacia probatoria al dictamen médico, pues
cuenta con el conocimiento del profesional en la materia que es de su incumbencia
específica y no fue desvirtuado con otra prueba de parejo tenor (cf. arts. 374, 384,
C.P.C.C.).
Asimismo entiendo que la señora Jueza de grado ha ponderado la experticia conforme las
previsiones impuestas por la norma procesal (cf. art. 384, C.P.C.C).
En definitiva, las manifestaciones vertidas por los recurrentes evidencian su discrepancia
con las conclusiones arribadas por la magistrada, más no aportan elementos técnicos que
autoricen revisar lo decidido en la inferior instancia (doct. arts. 384, 462, 474 del C.P.C.C.).
Consecuentemente, he de tener por acreditadas las secuelas físicas remanentes que padece
el damnificado en la zona pelviana y el porcentaje de incapacidad dictaminado por el
experto (cf. arts. 901, 1068 y ccs. del Código Civil).
En el plano patrimonial, que es el que aquí se analiza, lo que se indemniza a título de
“incapacidad” no es la lesión considerada en sí misma, sino el daño económico ocasionado
como consecuencia de las secuelas que ella dejó, una vez completado el plazo de
recuperación o restablecimiento, que se traduce en una merma de la capacidad de la víctima
en el sentido amplio, no sólo en su aptitud laboral, también en la relacionada con la
actividad social, cultural, deportiva (S.C.B.A., Ac. 79.922, sent. del 29-X-2003; C. 97.143,
sent. del 17-IX-2008; esta Sala, causa D-3308-6; art. 1086, Código Civil). Ella actúa como
hecho indiciario, haciendo inferir una consecuente repercusión desfavorable en el nivel de
ingresos del agraviado, ya que verosímilmente dificultará su desempeño en todos los
aspectos de la vida plena (arts. 901, 1068, 1083 y ccs. del Código Civil; arts. 1740, 1746
C.C.C.; arts. 163, inc. 5° del C.P.C.C.; causa de esta Sala nº 15.416/09).
Es dable puntualizar que la tutela de la dignidad humana en su dimensión constitucional,
exige en casos como el presente, la reparación integral de los daños injustamente sufridos
por el damnificado (cf. arg. arts. 14, 17, 19, 28, 33, C.N. y arts. 15 y 36, C. prov.).
Dicho precepto fue emplazado por la Corte federal, en numerosos fallos, como derecho
constitucional, se trató de un proceso evolutivo que alcanzó un punto culminante en la
trascendente causa “Aquino” (cf. C.S.J.N., causas “Santa Coloma”, “Gunther” y “Luján”, v.
Pizarro, Ramón, “La Corte consolida la jerarquía constitucional del derecho a la reparación
(primeras reflexiones en torno a un fallo trascendente y a sus posibles proyecciones
futuras”, pub. LL- 2004, Supl. Especial, “Responsabilidad Civil. Doctrinas Esenciales,
Tomo I, pág. 529, asimismo arts. 39, L.C.T. y arts. 1738 y 1740 C.C.C.).
A la luz de los mencionados paradigmas he de tomar en consideración las condiciones
personales del actor (hombre que tenía 40 años al momento del siniestro, con cargas de
familia, que se desempeñaba como profesor de gimnasia (v. testimonios señoras Pagola y
Rey -fs. 595 y 619- y señores Van Kregten y Scudan -fs. 596 y 598-), las características de
la disfunción física remanente (secuelas pelvianas; v. pericia cit.), el tiempo que
presuntivamente insumió su recuperación, la necesidad de efectuar tratamiento fisio-
kinésico, (v. pericia cit.), el tiempo que debió utilizar silla de ruedas. Es decir evaluaré
aquellas circunstancias que repercutieron desfavorablemente en diversos aspectos de la vida
del damnificado (social, familiar y laboral). Todo ello hace a la medida del daño por el que
debe responder el accionado (doct. arts. 1068, 1069, 1071, 1083, 1086 y ccs. C.C., arts.
1740, 1746 C.C.C.).
Cabe señalar que las secuelas psíquicas evaluadas por el perito, serán motivo de tratamiento
al abordar el rubro daño psicológico.
Tras ponderar cuidadosamente los elementos rendidos en la causa, considero que
corresponde acoger los planteos elevados por la accionada y en consecuencia, reducir la
indemnización fijada a favor del señor Pedro Alejandro Gisbert en concepto de incapacidad
física, de la suma de doscientos mil pesos ($200.000) a la cantidad de ciento veinte mil
pesos ($120.000) la que considero justo resarcimiento de los menoscabos físicos
acreditados (arts. 901, 1068, 1069, 1083, 1086 y ccs. C.C.; arts. 1727, 1737 a 1741, 1740,
1746 C.C.C.; arts. 165, 384, 462, 474 y ccs. del C.P.C.C.).
6. b. Daño moral.
Se fijó la suma de $150.000 en concepto de daño moral a favor del incoante, importe que
descalifican ambos recurrentes.
Si bien el daño moral no siempre guarda una relación directa con la gravedad de las
lesiones padecidas, sí deben tenerse en cuenta para su determinación, los sufrimientos y
sensación de pérdida y angustia que su curación debió ocasionar en la víctima del hecho
dañoso, las contingencias posteriores que debió atravesar a partir del suceso, las secuelas
irreversibles y toda otra circunstancia que permita dimensionar la real extensión del agravio
que afecta el plano no patrimonial de la requirente (doct. art. 1078 C.C., art. 1741 C.C.C.;
causas de esta Sala 2 n° 98.078, 106.026, 108.266, 15.416/09, entre otras, y de la anterior
Sala 1, nº 77.926).
La Corte Suprema de Justicia de la Nación se ha pronunciado manifestando que: “Aun
cuando el dinero sea un factor muy inadecuado de reparación, puede procurar algunas
satisfacciones de orden moral, susceptibles, en cierto grado, de reemplazar en el patrimonio
moral el valor que del mismo ha desaparecido. Se trata de compensar, en la medida posible,
un daño consumado (…). El dinero es un medio de obtener satisfacción, goces y
distracciones para restablecer el equilibrio en los bienes extra patrimoniales. El dinero no
cumple una función valorativa exacta, el dolor no puede medirse o tasarse, sino que se trata
solamente de dar algunos medios de satisfacción, lo cual no es igual a la equivalencia.
Empero, la dificultad en calcular los dolores no impide apreciarlos en su intensidad y grado,
por lo que cabe sostener que es posible justipreciar la satisfacción que procede para resarcir
dentro de lo humanamente posible, las angustias, inquietudes, miedos, padecimientos y
tristeza propios de la situación vivida” (CSJN, 12/4/2011, “Baeza, Silvia Ofelia c/ Provincia
de Buenos Aires y otros”, RCyS, noviembre de 2011, p. 261, con nota de Jorge Mario
Galdós).
Específicamente, contemplo las condiciones personales del incoante, las características del
siniestro, la importancia de sus lesiones (cf. art. 401 del C.P.C.C.). En definitiva, todo
detrimento no patrimonial imputable al hecho generador de los daños y que verosímilmente
afectaron el goce de su vida plena (cf. arg. art. 1740, C.C.C.).
Evaluando la verdadera extensión del daño no patrimonial en consideración, propongo
acoger en este punto la apelación deducida por el accionado y consecuentemente, reducir la
condena en relación al presente rubro, de ciento cincuenta mil pesos ($150.000) a la
cantidad de sesenta mil pesos ($60.000) por entender que dicho importe guarda adecuada
proporcionalidad con la realidad del caso y los padecimientos morales acreditados en autos
(cf. art. 1740, C.C.C.; art. 384, C.P.C.C.).
6.c. Daño psicológico.
El mencionado ítem se estableció en $15.600, fue cuestionado por ambos apelantes.
Se ha consignado que el daño psicológico debe ser tratado como incapacidad sólo si se
probara su carácter irreversible. De no ser así, habrá que tenérselo en cuenta al considerar el
daño moral, sin perjuicio del tratamiento de recuperación que se imponga (causa de la Sala
1 de esta Cámara, nº 107.733, “Stroczuk, Vladimir c/ Jockey Club S.A. y otros s/ Daños y
Perjuicios”, sent. 28/9/09 y causa 31.695-2009 de esta Sala 2). Tal es el caso de autos.
Veamos.
El perito suministró al paciente las técnicas de psico-diagnóstico que cita (v. fs. 810 ss.).
Conforme el art. 474 del Código Procesal Civil y Comercial la fuerza probatoria del
dictamen pericial debe ser estimada por el juez teniendo en cuenta la competencia de los
peritos, la uniformidad o disconformidad de sus opiniones, los principios científicos en que
se funden, la concordancia de su aplicación con las reglas de la sana crítica y demás
pruebas y elementos de convicción que la causa ofrezca (conf. doctrina B. 59.895, "M.,
J.R.", sent. del 27-VI-2007, entre muchas).
La Suprema Corte provincial ha sostenido que no es dable acordar fuerza de convicción a la
opinión del perito que carece de racionalidad y no explicita el detalle del cual deriva la
incapacidad determinada (conf. doctrina causas B. 58.326, "Ikelar", sent. del 3-IX-2008; B.
52.861, "Conyco S.A.", sent. del 30-IX-2009; B. 52.821, "Conyco S.A.", sent. del 1-VI-
2011).
En el caso, la experto claramente desarrolló con rigor su labor diagnóstica y expresó los
fundamentos de las conclusiones (v. fs. 809 vta. ss.), luego, he de otorgar plena eficacia
probatoria a la labor emprendida, pues no se han aportado en el caso razones de peso
científico para apartarse de las conclusiones expuestas por aquella (cf. arts. 384, 457, 462,
474 C.P.C.C.).
Con los resultados obtenidos, afirmó que el señor Gisbert sufre estado anímico depresivo,
que atribuye causalmente al hecho de autos. Indicó sesiones de tratamiento psicológico con
frecuencia semanal, durante dos años, a efectos de resolver el cuadro descripto (v. fs. 810).
Ponderando el diagnóstico detallado por el profesional, que las secuelas no fueron
ponderadas como irreversibles, considero que no luce atingente la crítica expuesta por la
parte accionada.
Por lo demás propongo conforme los costos de la terapia indicada –y en los límites del
recurso examinado-elevar el resarcimiento otorgado en la instancia inferior en concepto de
tratamiento psicológico al importe de treinta y tres mil seiscientos pesos ($33.600) el que
luce acorde a los elementos acreditativos incorporados al proceso (cf. arts. 1068, 1069,
1071, 1083, 1086 y ccs. C.C.; art. 1738, 1740, 1746 C.C.C.; arts. 163, inc. 5º, 165, 384, 474
del C.P.C.C.).
6. d. Lucro cesante.
El mencionado item se fijó en la suma de $6000. La parte demandada cuestiona su
procedencia, mientras que el actor critica –por bajo- el monto otorgado.
Resulta indispensable advertir que la suma estipulada por la señora Jueza a quo responde a
la actividad que el actor desarrollara como profesor de gimnasia. Dicho resarcimiento, fue
fijado de manera prudencial, pues en los actuados no se incorporó prueba documental o
contable que precisara la gravitancia de los ingresos que dicha labor generara al
damnificado.
Así, basándose en los testimonios vertidos por las señoras Pagola y Rey -fs. 595 y 619- y
los señores Van Kregten y Scudan -fs. 596 y 598-), quienes coincidieron en afirmar que el
señor Gisbert daba clases particulares de gimnasia, la magistrada adquirió suficiente
convicción respecto del detrimento patrimonial que generó el siniestro, pues las lesiones
padecidas por el señor Gisbert en la zona pelviana, obstaron al ejercicio regular de dicha
actividad lucrativa.
Ahora bien, en el escrito introductorio de sus pretensiones, el señor Gisbert manifestó que
desarrollaba una segunda actividad, en cuyo marco constituía sociedades comerciales a
efectos de alquilar y acondicionar locales destinados a instalar autoservicios o
minimercados.
Como dijera Pedro N. Cazeaux, “Entre lo actual y lo futuro, lo cierto y lo incierto, lo
hipotético y lo seguro, hay zonas limítrofes o zonas grises, como las llama la doctrina. Tal
el caso de la “chance” u oportunidad. Es decir, se trata de una noción fronteriza con el daño
eventual o hipotético que nunca son indemnizables (doctr. arts. 1067 y 1068 Cód. Civ;
autor citado, “Daño actual. Daño futuro. Daño eventual o hipotético. Perdida de Chance”,
en “Temas de Responsabilidad Civil en honor al Dr. Augusto M. Morello”, ed. Platense,
pág. 23).
Se ha dicho al respecto, que la "chance" como mera expectativa no es indemnizable.
Requiere un grado de certeza acerca de que, conforme el orden natural u ordinario de las
cosas, las previsiones tenidas en mira ofrecen posibilidades serias de concretarse, pues de lo
contrario se convierten en un daño eventual no alcanzado por la obligación de reparar
(C.Civ. arts. 901, 903, 904, 1067, 1068; Cam.CyC. San Martín, Sala II, causa 37.640 del
18/5/95).
En el daño por pérdida de chance, debe existir la certeza de que, de no mediar el evento
dañoso, el damnificado habría mantenido la esperanza normal y razonable de obtener en el
futuro una ganancia, o evitar una pérdida patrimonial. Ello significa que dicha ganancia
habría debido suceder según el curso natural y ordinario de las cosas. Cuando la posibilidad
de obtener una ganancia o de evitar una pérdida es bastante fundada, o sea, cuando más que
una posibilidad es una probabilidad suficiente, la frustración de ella debe indemnizarse;
pero esta indemnización es con respecto a la chance que el juez apreciará en concreto, y no
de la ganancia o pérdida que era objeto de aquélla, ya que la frustración es propiamente de
la chance, la cual, por su naturaleza, es siempre problemática en su realización (Cazeaux-
Trigo Represas, “Compendio de derechos de las obligaciones”, 2ª Ed. actualizada, T° I,
pág.149).
Por lo dicho, en caso de pérdida de chance, la probabilidad debe superar el terreno de la
conjetura o hipótesis, y el requisito de la certidumbre del daño -actual o futuro- se configura
en base al acontecer regular de los hechos -el llamado "principio de regularidad"- es decir
lo que sucede "según el curso natural y ordinario de las cosas", como expresó Vélez
Sarsfield en el art. 901 del Código Civil (cf. Causa nº 110.368 rsd. 39/11 del 5.4.11 “Shinya
c/VW SA”).
En los presentes, surge de la informativa glosada a fs. 954 que el incoante resultaba socio
gerente de diversas Sociedades de Responsabilidad Limitada cuyo objeto era la explotación
de autoservicios, las cuales operaban en localidades del interior de la provincia de Buenos
Aires (General Castelli, Los Toldos, Alberdi, Pérez Millán, entre otras).
En relación a la sociedad Lujusan S.R.L., La Municipalidad de Lisandro N. Alem informó
(v. fs. 708/719) que el señor Gisbert solicitó su habilitación, que la obtuvo el 12/03/2008,
que el comercio nunca fue abierto al público y luego fue dado de baja.
Aún cuando el accionante esgrime que por la venta de aquel fondo de comercio esperaba
una ganancia de $100.000, adjuntando a los fines acreditativos un aviso de venta por
US$55.000 publicado en el diario “Info Mundo” de la comunidad china (v. fs. 146/149, fs.
830), cierto es que no existe certeza respecto al beneficio frustrado, pues pese a que el señor
Gisbert esgrime haber estado en tratativas, no encuentro en los actuados elementos que
corroboren tal afirmación ni el precio ofrecido por el valor llave o por la venta del fondo de
comercio.
En efecto, de la informativa rendida por la Inspección General de Justicia surge su calidad
de gerente de diversas sociedades, infiriendo de ello que la constitución de aquellas se
efectuaba en el marco de una operatoria habitual, mas no surge de la causa prueba
documental, fiscal o contable que permitan establecer con algún grado de certeza la
trascendencia económica del giro comercial del señor Gisbert o, en este caso, la pérdida de
chance que reclama (cf. art. 375, C.C.).
Ello así, no cabe más que desestimar los agravios bajo examen, manteniendo lo decidido en
primera instancia en relación al tema (cf. doc. arts. 901, 903, 904, 1067, 1068 C.C., art.
375, C.P.C.C.).
7. Tasa de interés aplicable.
La señora Jueza de grado estableció que al monto de condena correspondía aplicar la tasa
que paga el Banco provincial en sus depósitos a treinta días, vigente en los distinto períodos
de aplicación, desde la fecha del ilícito y hasta el efectivo pago. Pues bien, en materia de
daños y perjuicios, el Máximo Tribunal ha ratificado su doctrina en un fallo relativamente
reciente, al decidir que desde la fecha del hecho ilícito hasta el efectivo pago, debe
aplicarse la tasa de interés que paga el Banco de la Provincia de Buenos Aires en sus
depósitos a 30 días, vigente en los distintos períodos de aplicación (Ac. SCBA causa
101.774, L 94.446 del 26.10.09; causa 102.410 en autos “Núñez, Enrique Agustín
c/Ivancich, Raúl Leopoldo s/daños y perjuicios”, del 4/4/2012; causa 107.097 en autos
“Lescano, Gustavo Ariel c/Cepeda, Edgardo Omar s/daños y perjuicios, del 27/6/2012;
causa 105.187 en autos “Spadaro, María Lorena c/Salezzi, Claudia y otros s/daños y
perjuicios”, del 15/8/2012).
Entiendo que las decisiones que emanan del Superior Tribunal deben ser aplicadas por los
jueces y Tribunales de la instancia ordinaria, ya que el acatamiento que hagan a la doctrina
legal de la Corte, tiene como objetivo procurar mantener la unidad de la jurisprudencia,
propósito que se frustraría si los Tribunales insistieran en propugnar soluciones que
irremediablemente serían casadas, con el consiguiente dispendio de actividad judicial
(causas nº 49207/08, sent. del 21/8/12; 79-2009, sent del 18/10/12, 2476/2008, entre otras).
Sin embargo, dada la variedad de tasas pasivas a 30 días ofrecidas por el Banco Provincia,
no encuentro obstáculo para utilizar una que a mi juicio, resulta más equitativa, como la
aplicada en la sentencia.
El Superior Tribunal provincial, en la causa 118.615 del 11/3/2015 (autos “Zocaro, Tomás
Alberto c/ Provincia ART S.A. y/o s/ Daños y Perjuicios”), interpretó que su aplicación no
habilita la instancia extraordinaria, ya que no vulnera la doctrina legal de la Corte elaborada
en torno a la tasa de interés (art. 622 del Cód. Civil).
Ratificó esta doctrina en un fallo dictado el 18 de mayo del corriente año, en la causa
62.488. En ese precedente se dispuso, por mayoría, la aplicación de la tasa pasiva más alta
fijada por el Banco de la Provincia de Buenos Aires para la captación de depósitos a plazo
fijo a treinta días, vigente durante los distintos períodos de aplicación (SCBA., B. 62.488,
“Ubertalli Carbonino, Silvia contra Municipalidad de Esteban Echeverría. Demanda
contencioso administrativa”). Recientemente aplicó idéntico criterio en la causa C. 119.176,
"Cabrera, Pablo David contra Ferrari, Adrián Rubén. Daños y perjuicios" (sent. del 15-VI-
2016).
En consecuencia, siguiendo dicha doctrina, que comparto plenamente, propongo admitir el
recurso del actor y consecuentemente disponer que desde la fecha en que ocurrió el
siniestro (2/06/2008) y hasta el 18 de agosto de 2008, al monto de condena deberá
adicionarse la tasa que paga el Banco Provincia de Buenos Aires en sus operaciones de
descuento a 30 días vigente en los distintos períodos de aplicación y desde el 19 de agosto
de 2008 y hasta el efectivo pago, aquella que abona el Banco de la Provincia de Buenos
Aires en sus operaciones a treinta días respecto a fondos captados en forma digital, es decir
a través del sistema “home banking” de la entidad, que se denomina comercialmente como
Banca Internet Provincia o BIP en su modalidad tradicional, por ser la más alta al momento
del dictado de la presente.
8. Las costas.
Las costas de esta instancia se imponen en el orden causado atento el resultado de las
respectivas impugnaciones (cf. arts. 68 y 69 C.P.C.C).
La condena se hace extensiva a la citada en garantía Federación Patronal Seguros S.A. y
Provincia Seguros S.A. en los términos del respectivo contrato (cf. art. 118, L.S.).
Por todo lo expuesto, voto por la AFIRMATIVA.
Por los mismos fundamentos, la Señora Jueza doctora Soláns, votó también por la
AFIRMATIVA.
Con lo que terminó el Acuerdo dictándose la siguiente
SENTENCIA
Por lo expuesto en el Acuerdo que antecede, se modifica el pronunciamiento apelado,
estableciendo que el resarcimiento reconocido a favor del actor, se reduce de trescientos
setenta y siete mil seiscientos pesos ($377.600) a doscientos veinticinco mil seiscientos
pesos ($225.600).
Se establece que al monto de condena corresponde aplicarle desde la fecha en que ocurrió
el siniestro (2/06/2008) y hasta el 18 de agosto de 2008, la tasa que paga el Banco Provincia
de Buenos Aires en sus operaciones de descuento a 30 días vigente en los distintos períodos
de aplicación y desde el 19 de agosto de 2008 y hasta el efectivo pago, aquella que abona el
Banco de la Provincia de Buenos Aires en sus operaciones a treinta días respecto a fondos
captados en forma digital, es decir a través del sistema “home banking” de la entidad, que
se denomina comercialmente como Banca Internet Provincia o BIP en su modalidad
tradicional, por ser la más alta al momento del dictado de la presente.
Se confirma el fallo en lo demás que fuera materia de agravios.
Las costas de esta instancia se imponen en el orden causado atento el resultado de las
respectivas impugnaciones (cf. arts. 68 y 69 C.P.C.C).
La condena se hace extensiva a Federación Patronal Seguros S.A. y Provincia Seguros
S.A., en los términos de sus respectivos contratos (cf. art. 118, L.S.).
Se difiere la regulación de los honorarios para la etapa procesal oportuna (art. 31 de la ley
8904).
Regístrese, notifíquese y devuélvase.
Fdo.: María Irupé Soláns - Jorge Luis Zunino
Guillermo Daniel Ottaviano
Secretario

Citar: elDial AA9D04


Publicado el: 01/03/2017
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