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Derecho Administrativo I
Capítulo 1: El Derecho Administrativo. Caracterización
general
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administrativa está asumiendo de manera progresiva nuevas funciones, hasta hace poco
por completo ajenas a la responsabilidad del poder público.
No se trata ya sólo de que el ejercicio de las potestades administrativas requiera disponer
de información previa sobre la realidad misma en la que se ha de actuar, sino que esa
información tiene que ser administrada debidamente u quedar sujeta al principio de
transparencia.
Puede concluirse que el Derecho Administrativo, si por un lado puede presentar cierta
estabilidad conceptual al configurarse como el Derecho Común de la Administración
Pública personificada, por otro no deja de ser un Derecho en constante evolución,
siempre en función de los cambios de la sociedad y del propio Estado. Un Derecho que
ha de dar respuesta a la transformación del Estado, tanto en sus fines como en su misma
organización ye estructura territorial.
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Capítulo 2: Las fuentes del Derecho Administrativo
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LA JURISPRUDENCIA
Establece el artículo 1.6 CC que “la jurisprudencia complementará el ordenamiento
jurídico con la doctrina que, de modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al
interpretar y aplicar la ley, la costumbre y los principios generales del Derecho”. De
esta definición legal se desprende que la jurisprudencia no es propiamente fuente del
Derecho; sin embargo, se trata de un elemento muy relevante para la plena comprensión
del ordenamiento jurídico.
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norma dictada por el Gobierno en ejercicio del poder normativo reglamentario que le
atribuye la Constitución no puede contradecir ninguna disposición de la ley.
La superior jerarquía normativa de la ley también significa que esta puede regular
cualquier asunto o materia, siempre que, lógicamente, su contenido no contradiga lo que
al respecto haya previsto la norma constitucional, pues no puede olvidarse, a este
respecto, que a la supremacía de la ley se sobrepone la supremacía normativa de la
Constitución (art. 9.1 CE).
La ley puede abarcar cualesquiera tipos de asuntos y contenidos, sin condicionamiento
alguno por la razón de la materia o la cualidad de estos, ya que la Constitución no ha
establecido reserva alguna a favor de la Administración.
El principio de reserva de ley
Este principio circunscribe los ámbitos en los que resulta posible el ejercicio de la
potestad reglamentaria, lo que no significa que en dichos ámbitos quede excluido de raíz
que el Gobierno pueda dictar normas reglamentarias. Esas normas sólo serán viables si
previamente existe una ley reguladora que habilite expresamente al Gobierno para
dictarlas.
La Constitución incorpora reservas específicas de Ley para muy concretas materias,
incluso ciñendo la reserva a determinados tipos de leyes, como es el caso de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, Ley de PGE, o los Estatutos de Autonomía; a los que se
vinculan determinados contenidos que sólo ellas pueden establecer y sin que puedan
incorporar otros distintos.
Las remisiones delegatorias
El principio general de libertad que la Constitución consagra autoriza a los ciudadanos a
llevar a cabo todas aquellas actividades que la Ley no prohíba, o cuyo ejercicio no
subordine a requisitos o condiciones determinadas y el principio de legalidad impide que
la Administración dicte normas sin la suficiente habilitación legal.
La deslegalización
En el sistema jurídico español la ley puede regular cualquier materia, desplazando a toda
norma reglamentaria previa en virtud del principio de jerarquía y ello, claro es, aun
cuando esa regulación legal no venga exigida por el principio de las materias
constitucionalmente reservadas a la ley.
Pero la ley puede ulteriormente reiterarse, con lo que, en tal caso, se produce una
deslegalización que permite de nuevo intervenir a la norma reglamentaria sin previa
habilitación legal.
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CLASES DE REGLAMENTOS
La distinción entre reglamentos jurídicos y reglamentos organizativos
Mientras que las organizativas regulan aspectos y cuestiones relativas a la configuración
y estructura orgánica de la Administración, sin que tales normas tengan, en principio, otra
proyección que la estrictamente interna al aparato administrativo, los reglamentos
jurídicos o normativos acometen la regulación de cuestiones que se dirigen y afectan a
los derechos e intereses de las personas.
Las competencias autonómicas, en aquellos ámbitos materiales en los que queda
reservada al Estado la legislación, se concretan en las actividades típicamente ejecutivas,
caracterizadas precisamente por la nota tradicional de ausencia de innovación normativa,
y, además, en el dictado de reglamentos de organización, de efectos exclusivamente ad
intra.
Clases de reglamentos jurídicos
Dentro de los reglamentos jurídicos o normativos suelen distinguirse los ejecutivos, los
independientes y los de necesidad.
- Reglamentos ejecutivos: El reglamento ejecutivo no sólo ejecuta la ley,
adoptando las medidas necesarias para que se cumpla, sino que también la
desarrolla, de manera que pasa a ser algo más que un mero complemento
indispensable para asegurar su aplicabilidad.
- Reglamentos independientes: Se refiere a las normas que no cuentan con una
expresa habilitación legal para ser dictadas.
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Capítulo 3: La Administración Pública
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Capítulo 4: Las entidades institucionales y las entidades
corporativas
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Se clasifica para el conjunto de entidades del sector público estatal en tres grupos:
❖ Entidades que componen el sector público administrativo
❖ Entidades que integran el sector público empresarial
❖ Entidades que conforman el sector público fundacional
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Organismos Autónomos
Se caracterizan por desarrollar actividades propias de la Administración General del
Estado.
Son organizaciones instrumentales diferenciadas, pero a la vez dependientes de la
Administración General del Estado, para lo cual se les dota de personalidad jurídica,
tesorería y patrimonio propio y autonomía de gestión.
Entidades Públicas Empresariales
Son personas jurídico-públicas (entidades de derecho público) que cuentan con
patrimonio propio y autonomía de gestión y desarrollan actividades prestacionales,
de gestión de servicios o de producción de bienes de interés público, susceptibles de
contraprestación.
Pueden disponer de potestades administrativas y dependen de la AGE o de un
organismo autónomo estatal, que ejercerán la dirección estratégica, la evaluación de los
resultados de su actividad y ejercerán el control de eficacia.
A diferencia de los organismos autónomos, las referidas entidades públicas
empresariales se rigen por el Derecho Privado en:
❖ La formación de la voluntad de sus órganos
❖ El ejercicio de las potestades administrativas que tengan atribuidas
❖ Los aspectos o cuestiones específicamente regulados en la propia LRJSP, en
sus leyes de creación y en sus estatutos, en la LPAC, en la legislación de
contratos del sector público, en la LPAC y en el resto de las normas de Derecho
Administrativo general y especial que les sean de aplicación.
Como regla general, el régimen del personal a su servicio es el régimen laboral y se
distingue entre el personal directivo y el resto del personal.
Las entidades públicas empresariales se financian con los ingresos que se deriven de
sus operaciones, obtenidos como contraprestación de sus actividades comerciales.
Autoridades Administrativas Independientes
Son aquellas entidades de derecho público (dotadas de personalidad jurídica propia)
que tienen atribuidas «funciones de regulación o supervisión de carácter externo sobre
sectores económicos o actividades determinadas».
Este tipo de entidades gozan de «independencia funcional o una especial autonomía
respecto de la Administración General del Estado» y deben actuar «con independencia
de cualquier interés empresarial o comercial».
Se rigen por lo dispuesto en la correspondiente ley de creación y en sus estatutos y por
la legislación especial de los sectores económicos sometidos a su supervisión.
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Capítulo 5: Principios de la organización y actuación
administrativa
EL PRINCIPIO DE JERARQUÍA
La estructura interna de la Administración-persona jurídica descansa en la jerarquía de
los órganos que la componen y del personal al servicio de estos. El artículo 103.1 CE
alude expresamente a la jerarquía como uno de los principios que la caracterizan.
Los órganos administrativos actúan jerárquicamente, de manera subordinada unos
respectos de otros. Esta jerarquía sólo se excepciona por relación a los órganos de
carácter consultivo y de asesoramiento, así como en los casos de órganos que deben
adoptar decisiones estrictamente técnicas y por lo que se refiere exclusivamente al
contenido material de sus decisiones.
Por tanto, a través de la jerarquía se asegura la coherencia y eficacia de la actuación
administrativa, razón por la cual los órganos superiores disponen de un poder de
dirección y mando sobre los inferiores, lo que, entre otras manifestaciones, se refleja en
que los actos de éstos, como regla general, son susceptibles de ser revisados por aquéllos
en vía de recurso administrativo.
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Esta operación de concreción de las competencias que han de ser ejercitadas por unos u
otros órganos es, en principio, una cuestión interna a la propia Administración que, sin
embargo, no deja de tener trascendencia desde la consideración de la legalidad misma de
la actuación administrativa.
Por consiguiente, el ejercicio de las competencias atribuidas a los órganos administrativos
queda sujeto a un conjunto de reglas que se pueden sistematizar de la siguiente manera:
Delegación
La delegación de competencias a la que referimos es la delegación llamada interorgánica,
por cuanto se produce entre órganos de la Administración. La delegación del ejercicio de
la competencia podrá efectuarse aun cuando los órganos no sean jerárquicamente
dependientes.
La delegación interorgánica queda presidida por las siguientes reglas:
- En primer lugar, el ejercicio de cualquier competencia es, en principio, susceptible
de delegación
- En segundo lugar, las resoluciones administrativas que se adopten por delegación
indicarán expresamente esta circunstancia y se considerarán dictadas por el
órgano delegante
- En tercer lugar, la delegación puede ser revocada por el órgano que la hubiere
conferido en cualquier momento
- En cuarto lugar, tanto la delegación como su revocación deberán ser publicadas
en el correspondiente periódico oficial
- En quinto lugar, cuando el órgano delegante sea un órgano colegiado y el ejercicio
de la competencia requiriera un quórum especial, el acuerdo de delegación deberá
adoptarse observando dicho quórum.
Por otra parte, junto a la delegación de competencia interorgánica (entre órganos de una
misma Administración y las entidades institucionales de ella dependientes), cabe la
posibilidad de articular delegaciones de competencia intersubjetivas entre
Administraciones territoriales distintas. Un supuesto destacado es la transferencia o
delegación de competencias del Estado a favor de las Comunidades Autónomas previsto
en el artículo 150.2 CE.
Avocación
Si el órgano titular de una competencia puede delegar su ejercicio en un órgano inferior,
ese órgano superior también puede asumir el ejercicio de la competencia que corresponde
como propia al órgano jerárquicamente inferior. Avocación es el término con el que se
denomina esa traslación del ejercicio de la competencia de un órgano inferior al órgano
superior, si bien lo sea para la resolución de un caso concreto.
La avocación puede referirse a una competencia propia o a una competencia delegada.
Cuando se trate de una competencia delegada a favor de un órgano no jerárquicamente
dependiente del delegante, la avocación sólo podrá ser acordada por el órgano delegante.
La avocación ha de realizarse mediante acuerdo motivado que debe ser notificado a los
interesados en el procedimiento con anterioridad o simultáneamente a la resolución que
se dicte en ejercicio de la competencia avocada.
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El principio de la buena fe
Buena fe equivale a la confianza que fundadamente se puede haber depositado en el
comportamiento ajeno y que impone el deber de coherencia en el comportamiento.
Este deber de las Administraciones Públicas de respetar en sus actuaciones el principio
de buena fe tiene como correlato el deber de los ciudadanos de ejercitar sus derechos
conforme, asimismo, a las exigencias de la buena fe (artículo 7.1 CC).
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Capítulo 6: Potestades administrativas y principio de
legalidad
INTRODUCCIÓN
El Principio de legalidad consiste en toda acción singular del poder que debe estar
justificada en una ley previa. Y ello porque la legitimidad del poder procede de la
voluntad del pueblo, cuya expresión característica es precisamente la ley.
La atribución de potestades a la Administración ha de ser expresa. Excepto determinados
poderes, los cuales se pueden inferir del ordenamiento en su conjunto. En todo caso, esa
inferencia tiene límites. No puede hacerse en abstracto y de manera forzada, sino que se
ha de hacer a partir del reconocimiento de otros poderes expresamente atribuidos o
reconocidos por la ley a la Administración (poderes derivados), sin interpretaciones
expansivas.
Asimismo, la atribución de la potestad debe ser específica, con un contenido concreto,
lo que significa que no son admisibles poderes indeterminados, con pretensiones de
totalidad.
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EL PRINCIPIO DE AUTOTUTELA
Significado y alcance
El privilegio de la autotutela significa que, a diferencia de lo que sucede con cualquier
otra persona, la Administración Pública, para hacer ejecutorias sus decisiones, no
necesita someterlas a un juicio declarativo (ante el juez o tribunal), ya que esas
decisiones tienen tal carácter por su propia autoridad.
Se desprenden dos tipos de autotutela:
- Autotutela declarativa: La Administración no tiene que acudir a los tribunales
para lograr que sus decisiones produzcan de forma imperativa sus efectos y
se impongan a sus destinatarios, sino que éstos serán los que tengan que hacerlo
en caso de que discrepen y se opongan a las mismas, a fin de lograr su anulación.
- Autotutela ejecutiva: en caso de resistencia a cumplir la decisión
administrativa, la Administración tampoco necesita de la intervención de los
tribunales para imponer coactivamente el cumplimiento, sino que puede lograrlo
a través de sus propios medios de ejecución forzosa.
La intervención judicial sólo se producirá cuando la autotutela declarativa se haya
hecho efectiva y sólo para verificar si su ejercicio se ajusta a Derecho. Rige, por tanto,
el principio del «acto previo» y de ahí la tradicional caracterización de la jurisdicción
contencioso-administrativa como una jurisdicción «revisora» de actos administrativos,
lo que significa que sin acto previo no hay lugar a la intervención del juez.
Además, el ordenamiento vigente prohíbe la interferencia judicial en el desarrollo
de las funciones administrativas. El artículo 117.4 CE asevera que «los Juzgados y
Tribunales no ejercerán más funciones que las señaladas en el apartado anterior y las
que expresamente les sean atribuidas por la ley en garantía de cualquier derecho».
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