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C J a ilZ 1 9 1 2
de la Universidad de Colum w»
El individuo y su sociedad
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' L ' LA O R' O A' N B, ^O
t: ÓN
SOCIAL PRIM ITIV A
PREFACIO
te, por una parte, y las ideas y actitudes que m otivan esas m odalidades típicas
de conducta, por otra. Tal división va im plícita en las recientes obras de
varios antropólogos, especialmente los D res. Benedict y M ead. El autor del
presente libro, que enfoca el problema desde el punto de vista psicoanalítico,
haciendo el consiguiente hincapié sobre la personalidad, em plea una di vi'
sión diferente. Em plea los conceptos de instituciones y de ego o estructura
d e la "personalidad básica*'. El primero es ya de uso común en las ciencias
sociales. Difiere principalm ente del concepto de pauta de conducta de los
antropólogos en q u e agrupa constelaciones de pautas de conducta funcional'
m ente relacionadas en tre si y las trata com o unidades. La estructura d e la
personalidad básica (ego) será u n concepto menos familiar. Se deriva del con'
cepto psicológico d e la personalidad y difiere de este últim o en que su d eli'
m itación se basa en el estudio de la cu ltu ra y no en el del individuo. La
estructura de la personalidad básica tal como el término se em plea en este
lugar, representa la constelación de las características personales que resul-
tasen congruentes con la gama total de las instituciones com prendidas dentro
d e una cultura determ inada. Se la ha deducido del estudio del contenido
y organización de la cultura y es, por consiguiente, una abstracción del mismo
orden que la propia cultura» Hasta dónde esta estructura de la personalidad
básica representa u n denom inador com ún de las personalidades de los in
dividuos que participan en una cultura, constituye u n punto q u e sólo puede
determ inarse m ediante el estudio efectivo de series de individuos pertene-
cientes a varias sociedades y, hasta la fecha, no se han verificado estudios
d e esa índole»
Basando sus conclusiones en los resultados d e psicoanálisis clínicos de
individuos formados en nuestra propia cu ltu ra, complementados con las prue*
bas aportadas por las otras culturas estudiadas, establece el a u to r una dialéc
tica entre la estructura de la personalidad básica y las instituciones. Esa día-
láctica opera, a través d el medio del individuo. Las instituciones con las qu e
el individuo está en contacto durante su período formativo producen en él
u n tipo de condicionam iento que crea, con el tiempo, un cierto tipo de per-
sonalidad. Recíprocamente, u n a vez establecido, ese tipo d e personalidad,
determ ina las reacciones del individuo sobre otras instituciones establecidas
con las qtpe entra en contacto y sobre las innovaciones. Y así, los cambios
operados en ciertas instituciones se traducen en mutaciones d e la estructura
d e la personalidad básica al tiem po que los cambios experim entados por ésta
conducen, a su vez, a la modificación o reinterpretación de las instituciones
existentes. De esa m anera, en los continuos sociales y culturales coexistentes
los individuos que integran la sociedad son modelados, prim ero, por las ins
tituciones de la cu ltu ra para, más tarde, m oldear o crear, a su vez, nuevas
PREFACIO 9
Com o consecuencia de ello, sería muy probable que una nueva pauta para
la práctica d e la magia maléfica fuese aceptada de m uy buen grado por un
grupo en el q u e el individuo norm al se sintiese poco seguro y padeciese de
numerosas hostilidades personales, en tanto que un grupo cuyos miembros se
sintiesen norm alm ente seguros y no sufriesen apenas de hostilidades, la re
chazaría. Citem os otro ejemplo: conform e a la presente definición, las acti
tudes culturalm ente establecidas de los miembros de una sociedad hacia los
de otra serían parte de la estructura de su ego* Tales actitudes desempeñan,
aparentem ente, un gran papel en relación con la transferencia de las pautas
de conducta d e una cu ltu ra a otra. U na determ inada sociedad estará m ucho
m ás dispuesta a toma* tales normas de un grupo al que adm ire que de otro
al que desprecie* v
El concepto de estructura de la personalidad básica ilum ina también otro
fenómeno del cam bio de la cultura* Se ha observado que aunque los elemen
tos culturales tomados de otro grupo sufren siempre algunas modificaciones
formales en el curso de su integración en una nueva cultura, es lo más pro
bable que los cambios m ás amplios tengan lugar en su sentido. La palabra
sentido se em plea en este caso paira designar a la totalidad del complejo de
actitudes y racionalizaciones unido a cada p au ta de conducta. A sí, por ejem
plo!, en la difusión de la Danza d el Sol en tre los indios de las llanuras, tanto
el rito com oel cerem onial han seguido siendo cari los mismos a pesar de las
repetidas transferencias, m ientras que el sentido de la Danza del Sol ha va
riado am pliam ente. En un grupo se ha convertido, prim ordialm ente, en
m edio de obtener visiones personales, en otro se efectúa com o tributo dado
en contrapartida de la ayuda sobrenatural recitada en m om entos de nece
sidad aprem iante, m ientras qué en u n tercero se ha erigido en técnica para
comprobar la validez de las alegaciones de u n nuevo hechicero. T ales modi
ficaciones puedan ser consideradas como intentos de ajustar las nuevas pautas
de conducta recibidas objetivam ente a las actitudes y sistema d e valores pre
existentes en la com unidad que las h a adoptado. El hecho d e que diferen
cias ta n am plias d e sentido puedan estar asociadas con pautas de conducta
m uy apólogas prueba la poca trabazón esencial de toda integración cultural.
Y sin embargo, en todos y cada u n o de los casos, los sentidos estarán en
relación íntim a y constante con la estructura de la personalidad básica del
grupo. La integración resulta ser m ás estrecha en este punto que en nin
gún otro..
Intim am ente ligada con esta reinterpretación de pautas d e conducta to
m adas de otros grupos está la reinterpretación de norm as ya presentes en la
cultura cuando sus sentidos corrientes llegan a ser in ad ecu ad o s^ insatisfac
torios para una estructura del ego distinta. En ciertos aspectos característicos
PREFACIO 13
Por ejemplo, las actividades de los hombres form arán un todo coherente y
lo m ism o ocurrirá con las desarrolladas por las mujeres, aunque p ara su ac
tuación eficaz eso6 todbs serán recíprocam ente interdependientes* Si el hom -
bre no caza y trae carne al hogar no podrá ejercitar la m ujer la pauta de
cocinar que 4a cultura le adscribe. Debido a esta diferenciación form al en
la participación cultural es un error fundam ental considerar una cu ltu ra de
term inada como el com ún denom inador d e las actividades, ideas y actitudes
d e los miembros com ponentes de u n a sociedad* E n realidad esos denom i
nadores comunes solam ente pueden ser establecidos para los individuos que
tienen un status com ún. La cu ltu ra considerada com o u n todo es una con
figuración intrincadam ente organizada, integrada por dichos denom inadores
propios de los status. ^ ¿
incluso dentro del m arco de u n a sola sociedad y u n a sola cultura» los di
versos status exigen d e quienes los tienen cosas m arcadam ente diferentes.
P or ejemplo* la misma sociedad que espera d e los varones adultos que sean
agresivos y com petidores puede esperar de las hem bras adultas q u e sean dó
ciles y cooperadoras. S e puede, incluso, avanzar un paso más y sugerir qu e
las personalidades que corresponden a los diferentes status son, con frecuen
cia, complementarias e n ferm a m uy parecida a como lo son las actividades.
Y así, cuanto m ás dom inantes y agresivossean los varones* m ás dóciles serán
las mujeres, quedando com o única alternativa posible los constantes fuegos
artificiales domésticós. Citem os otro caso: si una sociedad espera que su
jefe m uestre u n exaltado oigulló y una viva rivalidad eóntra los jefes de los
otros grupos, es preciso que se le prevea, desde u n principio, d e súbditos
extraordinariam ente dóciles; C abe sospechar que las investigaciones d e cam
po m ostrarán que la estructura d e la personalidad bárica sorietal es e n reali
d a d un compuesto integrado por las normas de personalidad para los grupos
e individuos d e diferentes status. Sin embargo* es probable que todas esas
norm as tengan en com ún un determ inado sistema de valores y u n a organi
zación de actitudes básicas. La m ujer que no puede ser agresiva a causa de
las exigencias de sus status, creerá, sin embargo* que la agresión es la cuali
d a d inherente al varón, fom entará la conducta agresiva de su m arido y sus
hijos varones y experim entará una satisfacción vicaria por sus victorias. C uan
do hayamos logrado determ inar tales sistemas básicos de estructura de la
personalidad en su correlación con series d e status en diversas culturas, dis
pondrem os de una herram ienta que podrá ser usada igualmente por los^ an
tropólogos y los psicólogos»
Mi participación e n la obra que ha dado por resultado la form ación del
presente libro comenzó casi por casualidad. C uando llegué a N ueva York, el
sem inario del D r. K ardiner contaba ya con varios años de existencia. D urante
16 PREFACIO
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24
, PARTE I — METODOLOGIA
D e t e ^ i l te é to d p j ^ r . d í
cual se o t i M i t e O p ;v#Mwdte*"«Sl'lfc*
6) C ontrolan todas ellas la agresión m utua con arreglo a una gran varie
dad de normas»
7) T odas ellas se m antienen por ciertas fuerzas psicológicas discernibles.
8) C rean todas ellas fines de vida definidos y distintos, que varían am plia
m ente e incluso cam bian dentro de la misma cultura.
Las unidades en que puede ser subdividida una cultura son muy num e
rosas e incluyen todas las actividades físicas y actitudes psíquicas posibles,
tales como costumbres, prácticas, regulaciones que gobiernan todas las varie
dades de las relaciones hum anas, disciplinas, etc. Se podría form ular una
serie interm inable de esa clase. Por razones de brevedad, es conveniente esta
blecer un concepto que puede ser usado como nombre general. El que m ejor
se adapta a nuestro propósito es la palabra institución. Usarem os ese con
cepto como nom bre general. C uando se haga necesario especificar para poder
identificar la institución especial m ediante otra designación, emplearemos
palabras tales como mos, organización fam iliar, disciplina, tradición, costum
bre, etc.
Puede, por lo tanto, definirse una institución como cualquier modalidad
fija de pensam iento o de conducta m antenida por un grupo de individuas
f es decir¿ p o r una sociedad) que p u ed e ser comunicada, que g ocede aceptar
cuín común y la infracción o desviación de la cual produzca cierta pertur
bación en el individuo o en el grupo. Cuando obsérvennos cierta uniformidad
de conducta en un grupo, podemos hablar de conducta instim ciondkada.
Las instituciones son los medios de la continuidad social y constituyen los
instruntcntpé «ectívos.del^uiÍ^osociaLr , t
. Una.¿tritura adquiere su conformación y carácter específico merced a la
unidad de sus instituciones. A sí, la necesidad de protección que experimenta
el niño durante un largo periodo se resuelve en casi todas las culturas con
cierta ut^otTpidad. \ja inadre nutre, y cuida al niño, peto la. duración-,de ese
cuidado varía. Es preciso que el niño se mueva, pero no existe unif<xmi^Íad
acerca de cómo ha de conseguirse ese objeto; algunos fletan al niño, al bastidor
d e la cuna, otros lo caigan sobre sus hombros dentro de un artefacto de
cualquier cíase. Ele la mema manera, varia ancham ente la técnica de criar
a los niños. Análogamente, la necesidad de la proximidad ,<iel macho y la
htphra satisface mediante una institución, universal —$1 nrotiimpnio—,
pero la regulación que establece con quién no es posible casarse; difiere en
las diversas culturas. Y aún más variadas, sondas instituciones relativas a las
relaciones sexuales e n general.
Una ves que hemos coleccionada^ descrito y catalogado todas estas institu
ciones, tenemos la descripción de una cultura. En este punto, encontramos
muy útil la diferencia que establece Linton entro sociedad y cultura; una
LA RELATIVIDAD DE LAS CULTURAS 33
sociedad es un agregado perm anente de seres hum anos; las instituciones m er
ced a las cuales viven juntos, constituyen su cultura.
Todas las instituciones tienen una característica común: llegan a conoci
m iento del individuo por m edio del contacto con otros individuos. M ás ade
lante nos ocupáronos de la gran variedad de técnicas pedagógicas y discipli
narias m ediante las cuales se perpetúan las mores. E ntre tanto, teñamos que
reconocer que el individuo es el portador de las instituciones y el m edio a
través del cual se perpetúan. Los productos de algunas instituciones consisten
en obras m ateriales perm anentes tales como herram ientas, edificios, etc., a las
que se denom ina cultura m aterial; pero todas ellas son también producto de
técnicas q u e se comunican a través del individuo. En otros términos, p a ra
aplicar los métodos psicológicos, habremos de identificar a las instituciones
con precipitados fijos de las acciones recíprocas d e unos humanos sobre otros
y del hom bre con el medio am biente externo. “ La cultura, en cuanto no es
más que u n a abstracción hecha por el investigador, sólo existe en las psiques
de los individuos que com ponen una sociedad.” Linton® llama, perspicaz
mente, a la cultura, “herencia social”. Las características del hombre que
hacen posible la cultura, constituyen los objetos suprem os de estudio. Según
Linton, son la habilidad de los seres humanos p ara aprender, com unicar y
transm itir la conducta aprendida de generación en generación.
C uando un observador form ado en nuestra propia cultura nos hace una
relación d e las instituciones de una sociedad aborigen, existe un límite n atu
ral para q u e las comprendamos. De ordinarios, tales relaciones están dispues
tas siguiendo cierto orden que coincide con las condiciones del investigador
para el pensamiento sistemático, pero no necesariam ente con la forma en que
están funcionalm ente integradas en la m ente indígena. Así, por ejemplo, una
serie de instituciones puede ordenarse bajo la rúbrica de religión, otra bajo la
de organización fam iliar y otras bajo epígrafes tales como formación de los
grupos propios y economía de subsistencia. U na vez reunidas todas ellas, p o
dremos form ular las siguientes preguntas: ¿Están esas instituciones relaciona
das causalm ente unas con otras? ¿Tiene la economía de subsistencia alguna
relación causal con la organización social? ¿Y, tienen ambas alguna relación
con la religión? Podemos caracterizar provisionalm ente esa relación “causal”
dando por hecho que si la economía de subsistencia y la organización social
se alterasen, cambiaría igualm ente la religión.6
* EL MÉTODO
NOTA
Con fines de obtener la m ayor claridad, deben tenerse en cuenta las
siguientes definiciones:
O bjeto sexual' El objeto m ediante el cual ha de conseguirse la satisfacción
sexual. Los tabús de objeto se refieren, por consiguiente, a los individuos
considerados como tabús.
Finalidad sexual: El objetivo d e la actividad sexual; la satisfacción sexual.
NOTA 37
J..T ^V-vfT
9 El térm ino “grupo propio” empleado en este capitulo (v. p. 31) es traducción de
in-group, que el diccionario de sociología editado por H. Pratt Fairchíld define: “Cualquier
grupo considerado desde el punto de vista de tino dé sus miembros, por oposición "'trios
grupos de fu e ra Vártaalmente equivale a ‘grujxvnosotros’ [E.J
CAPITULO II
ORIENTACION ES BASICAS
i Freud no es de opinión que los tipos de reacción del niño se deban enteramente a un
complejo cultural especifico. A firm a... “u n niño recurre a su experiencia filogénica allí
donde su propia experiencia fracasa. Colma los huecos presentes en la verdad individual
con la verdad prehistórica; remplaza los sucesos de su propia vida con otros que tuvieron
lugar e n la de sus antepasados1*. S. Freud, Colíécted Papers, vol. m: The H istóiy of an
Iñfantile Neurosis (Londres, 1924), pp. 577-578. Los numerosos tipos de organización fa
miliar que se encuentran en las culturas aborígenes y los diversos tipos de disciplina
existentes, suscitan cierta duda sobre la uniformidad de esa herencia cultural de la cual
se supone que saca el niño sus recuerdos inconscientes. El propio Freud es de opinión
de que debe explorarse la experiencia del niño antes de recurrir a explicaciones filogénicas.
ASPECTOS PSICOLOGICOS DE LA CULTURA 41
. nes y aquella parte del aparato de adaptación del individuo que está en
contacto directo con las instituciones, es decir, el ego. En efecto, el concepto
de “instinto” comprende demasiados procesos eondensados dentro de uno.
En biología se llegó a la determ inación del “instinto” desde el punto de vista
de la conducta; en psicoanálisis, partiendo dél conato subjetivo del im pulso.
El concepto coínprende, prácticam ente: l ) la causa d e una actividad; 2 ) la
finalidad d e una actividad; 3) el com portam iento necesario para consum ar
lá actividad. Esas tres unidades no pueden ser ttátadas como una sola entidad.
Es difícil form ular una definición del ego porque ni los conceptos es
tructurales ni los funcionales lo tratan satisfactoriam ente. Los segundos son
más útiles puesto que conocemos al ego a través de su actividad. U na defi
nición superficial consistiría en describirlo como la sum a to ta l de todos sus
procesos de adaptación subjetivam ente percibidos. El ego está “ colocado” eñ
el límite entre el m undo interior y el exterior y es m oldeado por influencias
procedentes de ambos; tiene funciones perceptivas, coordinadoras y ejecu
tivas; rudim entario en el m om ento del nacimiento, crece y se desarrolla; sus
funciones se m odifican coincidiendo con el tamaño, el vigor y las potencia
lidades del individuo; es integrador en su desarrollo, lo que quiete decir
que todos los procesos de adaptación se basan en aquéllos que han probado
su utilidad en el pasada Es el "órgano” de la continuidad y de la organi
zación de la experiencia.
U na psicología del ego se basa en un doble axiom a: que los instrum en
tos de adaptación del individúo están moldeados, en parte, por el medio am
biente; y q u e las instituciones son resultado de los esfuerzos hechos para
controlar o estim ular la conducta; Esa noción nos sum inistra u n sistema con
ceptual q u e se puede aplicar igualm ente al individuo y a las instituciones
en las que vive.
Podemos dam os cuenta ahora de la utilidad d e las conclusiones que
hemos form ulado en el capítulo anterior. Las características del ego hum a
no, su len to crecim iento y su carácter integrador hacen muy grande el papel
funcional d e las instituciones con las que está en contacto. A quellas criaturas
cuyas adaptaciones son más estables en el momento del nacimiento que en
la edad adulta, no acum ulan nuevas integraciones en el mismo grado n i son
tan susceptibles a la influencia del m edio inmediato como el hombre. Así,
en el hom bre, sólo el impulso hacia ciertos fines de adaptación es filogénico,
pero los procedim ientos específicos están poderosamente influidos, si no en
teram ente moldeados, por las influencias culturales.
El grado de influencia de la cultura varia con cada una de las activi
dades que examinemos. No todos los impulsos son igualm ente susceptibles
44 ORIENTACIONES BASICAS
d e control. Por ejemplo, los impulsos calificados generalm ente como sexuales
y agresivos están m ucho más sujetos al control que los del hambre. El im
pulso y la conducta sexual no pueden ser influidos hasta un grado ilim itado.
El impulso sexual tiene un fundam ento orgánico y las ideas y actividades
necesarias para conseguir su satisfacción están sujetas a desarrollo, crecim iento
e integración; de aquí que la conducta en relación con los fines sexuales
pueda ser influida durante el curso de toda la vida del individuo. Las in
fluencias m ás duraderas sondas primitivas, por cuanto que el equipo ejecutivo
resultante d e que dispone el ego para obtener la satisfacción del im pulso es,
en gran m edida, integrador. Sin embargo, hasta los erotismos pueden estar
determ inados culturalm ente; prueba de ello es el hecho de que en algunas
sociedades el frote de la nariz constituye un estim ulante erótico y el beso no.
Lo contrario es igualmente cierto en otras culturas. La neurosis constituye
el mejor indicador general d e los diversos resultados finales de los tipos
d e actividad específicamente integradores. Sin embargo, la neurosis no indica
m ás que variantes dentro de una pauta cultural. Pero la pauta cultural in
fluye en el m olde general de la pauta de adaptación. En este punto el acuer
d o es generaL8
Abrigamos, pues, la intención de describir las instituciones en térm inos
d e las prem isas delineadas y en términos de loe instrum entos efectivos de
adaptación, es decir, en térm inos del ego. Tenem os que preguntarnos ahora:
¿Qué individuo debamos elegir para poner de m anifiesto los efectos de las
pautas culturales? Com o quiera q u e existen innum erables variantes indivi
duales, variaciones de neurosis y de carácter, solam ente podemos seguir u n
cam ino: estudiar toda la gama d e las variaciones. Para apreciar los tipos de
las variaciones individuales y para observar lo que todas ellas tienen en co
m ún, disponemos de los instrum entos del psicoanálisis.
Tratarem os de describir la acción recíproca en tre el ego y la institución
d e acuerdo con la siguiente finalidad: ¿Qué efecto produce la institución so
b re las a rm a r de adaptación d e l individuo? ¿Qué efecto producen las nece
sidades d el individuo sobre la institución? En la práctica, podemos em plear
el siguiente plan:
1. Describir la institución que, por ejemplo, interfiere con u n impulso.
2. Describir los efectos d e esa interferencia sobre el individuo con res
pecto a:
. a) los qunbios en la percepción del im pulso..
b ) las modificaciones q u e produce en las funciones ejecutivas.
c) los sentimientos con respecto de aquellos que la imponen.2
2 Vid. K. Horney, T h e Neurotic Personality o f Our Tim e (Nueva York, 1937), cap. i.
FAMILIA Y GRUPO FAMILIAR PROPIO 45
bres relativos a ese últim o uso y esas funciones están asociadas con una
actitud permisiva de los padres. No se reconoce al órgano sexual com o ór-*
gano de placer; no se asigna nom bre alguno a la función y el niño se percata
de que la región genital es u n a zona erógena m ediante u n descubrim iento
habitualm ente casual para el cual no puede obtenerse aprobación. C onstituye
una de las más antiguas creencias de nuestra cu ltu ra la de qué la m astur
bación, principal actividad sexual de la niñez, es nociva, idea respaldada por
toda una biblioteca de leyendas. El descubrim iento por los padres de la mas*
turbación del niño se traduce, por regla general, en la adopción de u n a a o
titud prohibitoria o punitiva d e parte de aquéllos. La conducta de los pa
dres es institucionalizada; el proceder del niño, natural. Ignoran, p o r régla
general, por qué prohíben la actividad sexual del niño limitándose a creer que
aquélla le causa algún daño. T al es la opinión sustentada por varias au to ra
dades en la materia que nunca han sometido esa creencia tan antigua a al
guna verificación empírica. La disciplina se orienta a hacer que el niño se
conform e en su conducta a las instituciones; En otras palabras: el descubri
m iento del placer sexual por el niño lo deja sin ninguna clase de instrum entos
pára entenderlo, sin palabras y sin conceptos y de aquí que ésa" actividad
sexual carezca de lugar aprobado y aceptado en el m undo del niño* Se apreté
de de otros niños ó dé peitísonas pervertidas. La actitu d de los padres de conde*
nación, desdén, prohibiciones expresas y explícitas, respaldadas por castigos
y amenazas de daños o el retiro del apoyo y del cariño^ conspiran p ara dejar
sin desarrollo un ciérto sector de la personalidad d e l n iñ a Esa situación im
pone al niño lá necesidad de crear canales para nuevas compensaciones o
gratificaciones en lúgar de las que le son negadas* D e esa m anera se h a in tro
ducido el elemento del dolor» en una u otra form a, en lo que es placentero
por naturaleza. Los efectos de esas instituciones varían m ucho según los in
dividuos * La reacción que tiene más probabilidades de ser uniform e es la
que llevará a imponer cargas adicionales sobre otras satisfacciones que llevan
consigo el afecto de la perm isibilidad y a conceder u n mayor valor a la recom
pensa correspondiente a la renunciación.
Los efectos producidos sobre el individuo por esta represión sistem ática
deben ser valorados en relación con otras necesidades biológicas, en relación
con las condiciones sociales institucionalizadas para garantizar la protección,
la aprobación y el cariño. En otras palabras, si el niño tiene que inventar
nuevas actitudes con respecto del impulso sexual, d e la actividad desarro
llada en respuesta a esa necesidad, de sus padres y de sí mismo, debem os
esperar que ocurran cosas definidas en la personalidad que se está desarro
llando. U no de los resultados de ello es que su propia estimación sufre.
Necesita v teme a los padres v, por lo tanto, debe obedecerles, pero el odio
48 ORIENTACIONES BASICAS
hacia el progenitor represor, aunque sofocado, tiene que estar presente en al
gún lugar. Se ha introducido, además, un elemento d e frustración y de dolor
que debe conducir a un nuevo método de encarar toda la situación por
cuanto q u e la influencia de la cultura, lo mismo q u e la necesidad sexual, es
continua. C ada individuo hace frente a esa situación en una forma individual
Es preciso describir unas cuantas de las consecuencias.
Desde el punto de vista d el sentido común, u n a costumbre o mos es
igual que otra. U n grupo de personas hace una cosa y otro grupo otra. Esas
diferencias pueden no representar sino idiosincrasias o predilecciones dife
rentes. Este punto de vista es sostenible respecto d e ciertas prácticas, pero
no de otras. La forma en que el hom bre lleva su caballo o come sus alim entos
puede no afectar m aterialm ente la estructura del ego. Lo que reviste im por
tancia en el estudio de la sociología no es la diferencia de individualidad
expresada en la s costumbres sino el que éstas afecten o no la naturaleza esen
cial del individuo y la forma en qué la afectan. A llí donde un im pulso
biológico o u n a necesidad urgente tropieza con tm a mos, se producen conse
cuencias cuyos efecto» son im portantes, Sin embargo, esos efectos varían
según el m pfnento del ciclo de Ja vida en el cual se inician. Si el efecto se
registra sobre el individua en los años tempranos, formativos, de su vida,
afectará a todo el crecim iento y desarrollo del ego, por lo menos en cuanto
se refiere a la función particular d e que se trate. Si se instituye un precepto
contra una función que ya ha sido completada, la influencia será enteram ente
distinta q u e en el prim er caso. Para nuestro propósito, el tipo de interfe
rencia con la fundón sexual en los años de formación, que obliga a un ajuste
m uy específico, es el más apropiado para e) estudio, Podemos elegir los tipos
más extremos de adaptación con el fin de obtener el contraste.
Todas las reacciones registradas en los párrafos que siguen, son clínicas;
han sido observadas en individuos afectados de graves inhibiciones en su vida
sexual. Se dedujeron, en parte, de reacciones frente al analista y en parte
de recuerdos de acontecim ientos crudales ocurridos durante la niñez. La
bibliografía psicoanalítica abunda en datós que apoyan esas conclusiones. Las
observaciones relativas al curso d e un im pulso no inhibido constituyen una
reconstrucción por contraste. Si el individuo inhibido encuentra dificultades
en ciertos sectores de una actividad compíetadá, sé deduciría que el individuo
"norm al” no habría de tropezarse con tales dificultades. Algunos de esos
aspectos puédén ser observados y otros inferidos. E n el caso de la persona
inhibid^ todos pueden ser observados, comenzando con la queja del paciente
de que es im potente y dé que ta l impotencia no puede ser explicada por el
paciente, en modo alguno, por cuanto tiene deseos sexuales exactam énte
DISCIPLINAS BASICAS 49
lo m ism o que la persona “norm al”. C on objeto de esclarecer los efectos de las
instituciones podemos contrastar la actividad inhibida con la no inhibida.
C uando no se colocan obstáculos entre un im pulso dado como* por ejem
plo, la necesidad de la m asturbación en un niño y la conducta necesaria para
consumarla, la actividad conduce a la gratificación. Este concepto d e “ grati
ficación” es una idea psicobiológica; implica “liberación”, alivio de la “ten-
sión” y “placer”. Cuando el impulso surge de nuevo, se produce una previsión
de la ratificación y una movilización de las funciones ejecutivas necesarias
para inducir la actividad o com portam iento que son, a la vez, psíquicas y
motoras. La consumación feliz de la actividad lleva & un sentim iento de sa
tisfacción, un sentim iento d e elevación del ego, de contento, de descanso, etc*
Se produce, además, una consecuencia im portante en form a del cu ad ro . q
imagen del yo consumando con éxito la actividad. T al es la base del Senti
m iento del ego que en el lenguaje corriente se llam a “confianza en sí mismq”*
y se expresa con la fórm ula “puedo hacer eso”. •
En el caso de la m asturbación infantil, esa actitud adquiere u n signifi
cado m uy im portante. La actividad £ntre jas edades de uno a cuatro años
tiene lugar en una época en ja quedas achuales, d e dependencia con respecto
a los padres son más fuertes. Es tam bién la época pn que eá más persistemte la
dem anda social de, independencia, el aprendizaje d el carácter del m undq exte-
rio ry la m anera de tratar con él, hasta el pupto de que quizás nunca vuelva
a ser igualado durante toda la historia de la vida del in d ividua Las actividad
des autoeróticas del niñq desem peñan una función extrem adam ente im por
tante al contribuir al crecim iento y com pletar la separación del pecho m a
terno. H asta ese m om ento es la m adre el principal soporte de los anhelos
de dependencia al mismo tiem po que la fuente principal de satisfacción.
El descubrim iento del placer sexual constituye u n anexo im p u tan te de todo
el proceso del destete.3 E l niño aprende tam bién a apreciar gratificaciones
análogas en relación con actividades asociadas a otras partqs del cuerpo,
como el andar, etc. La m asturbación no inhibida añade a la vida psíquica
niño una idea extraordinariam ente im portante, la que se expresa con la frase:
“Puedo obtener placer de m í mismo”, idea que contribuye a romper el lazo
de dependencia de la m adre. Es, por lo tanto, un anexo del crecimiento y
no una influencia retardadóra, como ha quedado dem ostrado en cas® gra
ves de frigidez e impotencia en los que esa idea básica de “puedo obtener el
placer de mí m ism o”, falta enteram ente en la m asturbación infantil y, como
consecuencia, jam ás llega a convertirse, más tarde, en p arte del acervo sexual
del individuo e n sus relaciones con el sexo opuesto. Puede demostrarse de
modo sim ilar la destrucción de esa “confianza” expresada en la idea “puedo
hacer eso”, en funciones que no son sexuales; en las neurosis traum áticas se
destruye esa “ confianza” en aquellas funciones que corresponden a la orien
tación hacia el mundo exterior. T o d o el concepto de “voluntad” descansa
en la capacidad de formarse tal im agen de sí mismo. N o puede ejercerse la
voluntad sobre fundones en cuyo desarrollo se han om itido detalles esen
ciales. N o existe el punto de apoyo en el que pueda descansar la palanca
de la acción. Resulta, en consecuencia, que el individuo lucha en vano por
conseguir un objetivo, sin ninguna clase de instrum entos que pudieran faci
litarle efectividad o precisión.4
La consumación feliz e ininterrum pida d e esa actividad sexual, lleva a
uná actitud confiada, vehem ente y amistosa h ad a el im pulso cuando éste
surge de nuevo y a previsiones agradables. T odo eso está representado por
constelaciones d é palabra, idea y m ovilidad que son fácilm ente asequibles,
plásticas y psíquicam ente móviles.
A hora bien, cuando se introducé el elem ento de dolor en esa actividad,
eri form a de am enizas d e castigo y pérdida d e cariño y ayuda, especialm en
te éñ la época e n la que el niño tem e el castigo y precisa de más protecdón
y aprobación q u é nunca, se crean condidoñes que favorecen el' abandono
de la actividad placentera como form a de eludir el conflicto. La previsión del
castro , rescaldado por fuerza suficiente, directa o im plícita, acaba por llevar
a un abandonó de la actividad necesaria para satisfacer el impulsó. En lu
gar de una actitu d amistosa h ad a el impulso, se produce una ansiedad que
es una anticipación del peligro. E n vez de la confianza en sí mismo i de la
idea “puedo obtener placer de mí mismo y pór m í m ism o” aparece una idea
exagerada de la crtieldad del progenitor que prohíbe. E n lugar de la actitud
de confiáhza e n sí mismo se desarrolla la contraria — la carenda de ella,
juntam ente con un aum ento desordenado de la dependencia y de la timidez—.
4 La relación entre la psicología del ego y la psÍ£ok$% “profunda” se pone perfec
tamente de manifiesto en la relación entre la confiaras en sí mismo y el proceso subya-
cente del que es resultado final. El sentimiento de confianza en sí mismo no es más
que una indicación de que, por lo que se refiere a los aspectos ejecutivos del ego, no
existe ningún obstáculo interno que pueda impedir la ejecución de un impulso y que
lós éxitos obtenidos en él pasado, han puesto a disposición del ego imágenes relacionadas
con la actividad motora. Forman éstas u n contraste notable con las imágenes produci
das en sueños o fantasías de individuos que son inhibidos. Las representaciones del ego
son las de continuo fracaso.
DISCIPLINAS BASICAS 51
determ inada por el nacim iento y que continúa siendo electiva durante los
años form a tivos. Su persistencia con posterioridad a la época en que debería
haber term inado norm alm ente, constituye una indicación infalible de u n fra
caso fundam ental del crecim iento y desarrollo d e los recursos. Ningún indi
viduo llega a perder nunca com pletam ente la actitu d de dependencia, en
especial durante crisis que trascienden de su capacidad. Pero en algunos
caracteres neuróticos, perdura durante toda la vida como técnica predom i
nante d e adaptación.
E n el niño, la dependencia está determ inada biológicamente; se fu nda
en el estado incompleto y desvalido en que nace la criatura hum ana. Esa
situación parece constituir, al principio, una gran desventaja y desgracia.
Si se la estudia más a fondo, pierde ese carácter y resulta ser una de las
auténticas características biológicas a las que se deben las grandes ventajas
de que m ás tarde goza el hom bre sobre muchas form as inferiores de vida
animal que están mucho m ejor equipadas en el m omento de nacer; esas
ventajas tom an la forma de plasticidad y m ultiplicidad de posibilidades de
adaptación.
Este hecho biológico reviste la mayor im portancia para di estudio dé
cómo está organizada y cóm o se perpetúa la sociedad. Significa esencial
mente que el hombre es una criatura con tipos de reacción aprendidos y no
congénitos. Pero, pudiera preguntarse, ten dónde intervienen los “instintos”
de los cuales tiene el hombre, por lo menos, tantos como los animales infe
riores? Y la contestación consistirá en decir que sum inistran el im pulso
hada u n a m eta, pero no proporcionan la conducta necesaria para conseguirla.
Es este u n hecho de la m ayor im portancia sociológica porque deja lugar a
la influencia del medio sodal en el modelado de esos tipos d e conducta.
Este estado de cosas depende en parte de la condición anatómica* El
cuerpo del niño está formado, principalm ente, al nacer, de torso, abdom en y
cabeza, ya que las extrem idades están m ucho menos desarrolladas. La circu
lación se concentra prim ordialm ente en el área visceral. El sistema nervioso
central es incompleto; las ram as que conectan la m edula espinal con el cere
bro no funcionan todavía, lo que equivale a decir que los movimientos
voluntarios directos son aún imposibles. Esas ramas no entran en actividad
funcional hasta que se com pleta el proceso de mieljnización, lo que no tiene
lugar hasta pasados de veinticuatro a treinta meses. Eso significa que no surgen
todavía las tensiones organizadas que dependen del contacto con el m undo
exterior a través de los sentidos y del aparato m uscular, y que para las tensio
nes que se van produciendo no existe aún ningún aparato ejecutivo. El proce
so de mielinización y las funciones sensitivom otoras se completan, por lo
tanto, en conjunción con contactos del m undo exterior. La dirección general
56 ORIENTACIONES BASICAS
citas* Hay que hacer esas subdivisiones bajo el epígrafe general de disciplina.
La enseñanza debe ser consideradá com o disciplina; puede llevar aparejadas
recompensas o castigos. Pero el aprendizaje del idioma por el niño, que es al
parecer la m enos dolorosa de todas las disciplinas, puede ser considerado
también como una de ellas por ciianto lleva anexas recompensas y castigos:
Quizás sea necesario hacer otro distingo: el de que una disciplina restrictiva
tiene que interferir con el tipo de proceder o con una inclinación natural de *
una persona* La disciplina significa, pues, en cada caso, la interferencia
con una adaptación existente, biológica o sociológica,' y lim ita la oportunidad
de elección de acción.
En muchas d e las disciplinas, los niños no pueden apreciar los fines hacia
los cuales se les dirige. Pero no hay ninguna época en la que el niño no pueda
darse cuentá d e que si no obedece será castigado o no se le querrá. Los padres
son demasiado explícitos en este punto. De aquí que sea im perativa la acep
tación de la disciplina por el niño, incluso cuando aquélla choca con una
inclinación n atu ral ó con una adaptación pie-existente, con objeto de conser
var el interés de ser aprobado o protegido o con el de gozar del beneficio,
reál o imaginario, de los poderes mágicos del progenitor. Si, ccwno consecuen
cia de ello, abandona el niño, por m andato paterno, un placer establecido,
lo hará solam ente con la esperanza de que el progenitor le proteja contra sus
temores y ansiedades* No podemos pasar de aquí e n el em peño de identificar
el equilibrio de fuerzas que se term ina con el m antenim iento de aquellas
mores que interfieren con gratificaciones básicas. Existen, igualm ente, otros
mecanismos, pero no es preciso que los examinemos en este lugar.
Tenemos que seguir ahora las consecuencias de esa aquiescencia por parte
deí niño., De en tre un gran núm ero d e casos registrados, podemos sacar un
ejemplo extrem o de una grave neurosis de compulsión que dem uestra la
fuerza de la dependencia en forma verdaderam ente dram ática. Nos servire
mos para» ello de uivcaso de prohibición sexual im puesta p o r el progenitor a
un niño extrem adam ente sometido a dependencia. Los padres im ponen esa
disciplina con amenazas de castigo o d e pérdida de La aprobación. M uy pocos
niños creen en esas amenazas, a menos que estén convencidos d e ja seriedad
de los U no de mis pacientes de ese tipo continuó m asturbándose en
secreto a pesar de las órdenes m aternas, pero su m adre podía observar su pene
irritado y acusarle de quebrantar la prohibición. U n día su m adre le prohibió
comer nieve y al llegar a la casa le acusó de haberla comido, lo q u e era cierto^
Esto convenció al paciente de que su m adre lo sabía todo y d e que no servía
de gran cesa tratar de engañarla. A bandonó entonces la m asturbación manual
y la sustituyó con fantasías de ser golpeado que se term inaban en una gran
DEPENDENCIA Y REACCIONES 61
El dom inio oral constituye u n aspecto d e todos los seres hum anos, sea cual
fuere la cu ltu ra en que viven. El estudio de las neurosis traum áticas ha demos*
trado, en form a concluyente, q u e cuando llegan a inhibirse todos los tipos
subsiguientes d e dominio, éste es el más inconmovible* M uchas de las m ani
festaciones patológicas de dicha neurosis deben su origen a esa forma de
dominio. Es igualm ente exacto que m uchos de los fenómenos que tienen lugar
en las culturas aborígenes corresponden a tipos d e dom inio oral, pero no
porque supongan una “regresión” a esa etapa de desarrollo. Los fenómenos
orales pueden indicar inhibiciones de tipos posteriores de desarrollo o el fra
caso de los recursos para enfrentarse con ciertas eventualidades. Tal es, espe
cialmente, el caso de las ansiedades de alim entación y algunos de sus deriva
dos. No quiere esto decir q u e exista paralelo alguno en tre ontogenia y
filogenia. Indica m eramente que cuando todos los dem ás recursos fracasan en
el hombre prim itivo y en el contem poráneo, ambos se apoyan en la m ism a
experiencia ontogénica. Y significa, además, que cuando no se ha aprendido
ninguna otra técnica, esta experiencia, inmediata y universal, sigue siendo el
sustituto m ás próximo.
¿Qué es lo-esencialm ente característico de esa etap a y a q u é se debe su
tenacidad? La boca es la primera zona de efectividad y sigue siendo, a lo largo
cíe toda la vida, un anexó im portante de la existencia, pero su función se
convierte, posteriorm ente, en especializada. D urante la niñez se usa, con
frecuencia, cóm o arm a ofensiva y defensiva, como en él acto de m order.
Pero en la infancia es la zona exclusiva de efectividad, con relación ál m undo
exterior. Está asociada con la im potencia absoluta con respecto de otros ins
trum entos eficaces; los miembros son inútiles y los órganos d e los sentidos
insuficientes. Por otra parte, las necesidades más sencillas* y el trabajo real
necesario p ara aliviar las tensiones corre habitualm ente a cargo de la m adre o
de otras personas. En otras palabras, la boca es el único órgano eficaz de dom i
nio durante el estado más dependiente. Este tipo'de dom inio puede calificar
se de dom inio oral, término q u e es preciso no confundir con la fase oral
pregenital de la libido. Es cierto que la bibliografía psicoanalítica describía
ese tipo d e dom inio bajo el epígrafe de libido, pero no trazaba la distinción
entre la función de utilidad d el órgano y su función de placer, y se conside
raba únicam ente a las formas d e dom inio como fases del desarrollo d e la
“libido”. Podemos decir, por lo tanto, que la expresión “gratificación oral”
puede representar el éxito total d é esa tem prana adaptación.
En esa etapa de dominio o ral hay varios tipos d e pensam iento, descritos
con frecuencia en estados patológicos. El niño considera el acto de m am ar (o
lo reconstruye así en fecha posterior) como el de comerse a la madre, form a
TIPO S r e DOM INIO 67
mgenuá d e canibalismo»15 C ontiene la idea o constelación de: ‘‘Com iéndote,
me hago m ás grandevo te absorbo dentro de m í m ism a”
Podemos dibujar otro tipo d e constelación q u e surge del acto d e llorar
como agente mágico, porque va seguido, frecuentem ente, por un alivio de la
tensión, alivio que t í niño no ha hecho nada por procurarse.
Podemos, por lo tanto, resum ir la etap a de dom inio oral diciendo q u e es
aquella en la qué se crean las siguientes constelaciones:16
1) T u (la m adre) y yo, somos uno mismo.
2 ) A l comerte, lo controlo todo; me convierto en ti, puedo hacer lo que
tú haces por mí.
3) Separarm e de ti equivale a perder el control sobre ti y sobre el m u n d a
4 ) M ediante el llanto (exclam ación oral) puedo invocar la ayuda mágica.
Esas constelaciones se observan con frecuencia en estados patológicos, no
sólo en la forma positiva de deseos de comer expresados en sueños, sino tam
bién en su forma negativa de ser comido, de la q u e nos ocuparemos m ás ade
lante en el estudio de los tipos de frustración. E n tre tanto, tenemos unos
cuantos indicios que perseguir. Si la etapa del dom inio oral está asodada con
el control sin esfuerzo, la v u elta a los fenómenos orales, asociada a la inhibi
ción de funciones desarrolladas posteriormente, indica un retomo* del dom i
nio oral y d e las actitudes anejas al m ism a Se com prueba esto en las neurosis
traum áticas en las que se observan, con frecuencia, fenóm enos de dom inio
oral en conjunción con un aum ento de las actitudes de dependencia. . -
Esas constelaciones basadas en eh dominio oral son muy im portantes en el
estucho d e la cultura prim itiva al tratar d e reconstruir la técaÚCT del pensa-
m iento. '
N o es eséncfáT para los fines que perseguimos describir t í crecim iento y
eficacia d e aquéllas funciones "del ego que se refieren a la orientación, loco
moción y perspectiva y a las infinitas habilidades que es capaz de desarrollar
la m ano hum ana. Sólo:es necesario recordar un pu n to : que en relación con
ese desarrollo se encuentra úna serie de éxitos, asociados todos ellos con cua
dros o imágenes psíquicos, tan to de sí mismo com o de si mismo en relación
con una actividad y las satisfacciones derivadas d e la misma. En tanto q u e en
la infancia d cam inar puede ser un acto asociado con un sentim iento de
triunfo, en fases posteriores la gratificación va fijada con el objetivo; n o reside
ya en el acto de andar sino en el objetivo para el q u e se ha instituido el acto.
Es un hecho probado que algunas lesiones traum áticas pueden inhibir esas
funciones de orientación y locomoción.17 Las vicisitudes .a que pueden estar
sujetas ésas funciones completas d e l ego, son: 1) El m undo exterior puede
retirar su hospitalidad, como ocurre en los casos de inundación, terremoto,
hambre, etc* 2 ) Algunas de las funciones pueden quedar invalidadas por
lesión de los propios órganos ejecutivos, como en la ceguera, pérdida de un
miembro y casos análogos. 3) La oportunidad de em plearlas con fines de
subsistencia puede desaparecer com o en el caso del sin trabajo. Cada una
de esas vicisitudes ejerce influncias definidas sobre el conjunto de la perso
nalidad.
dase, la raza, los éxitos, etc., todos los cuales son instrum entos que contribu
yen a establecer grados relativos de prestigio* E n una sociedad democrática,
las líneas de d ase social son relativam ente perm eables y la m ovilidad d e
status es considerable. La propiedad y la riqueza son bastante móviles, espe
cialm ente por el valor económico de las capacidades especiales..
El valor de prestigio .dp la dase, y la casta, está unido esencialm enteal
acódente del nacimiento, respaldado por la propiedad y la riqueza. En las
democracias el valor de prestigio de la riqueza es muy p aread o al d e ln a c i-
miento en las aristocracias. El individuo que goza d e prestigio está siempre en
situación de exigir acatamiento, am or, consideración y admiración. En otras
palabras, el prestigio es poder. Coloca a quien lo posee en posición d e autori*
dad y a quienes lo confieren en uña situación d e subordinación* E l deseo de
adquirirlo es, en consecuencia, una respuesta a la ansiedad relativa a la
vergüenza, la degradación y la pérdida del respeto de sí mismo. Suconsecu-
ción lleva al aum ento de la propia estim ación y a la: seguridad de que esta
.propia estim ación se refleja en la estim ación de >los demás. ^ ^ r .
En la constelación de la riqueza observamos los usos para que se emplea
el poder “económ ico”. La riqueza tien e un valor de u tilid ad como m edio d é
cambio para conseguir bienes d e subsistencia, pero posee a d m á s u n poder
mágico p ata conseguir prestigio. La riqueza realza d tam año del egb; cuánto
más se tiene, m ayor es el ego. La propiedad se convierte en una p arte d e si
mismo* Esto se prueba por el contenido de las fobias d e empcbrecimieñtó;
cuando se pierde dinero, se pierde un a parte d e si mismo. M ediante el dine
ro se puede erigir amor y lealtad. Las propiedades mágicas de la riqueza
son contagiosas. Las gentes que no poseen riquezas deséan asociarse con las
que las tienen, como si al hacerlo así-adquiriesen un aum ento ficticio o tem
poral d el ego. Esta cualidad contagiosa del prestigio Constituye u n factor
im portante en la solidaridad social. T iende a dism inuir los conflictos relati
vos al prestigio m ediante u n a satisfacción vicaria de lá necesidad del mismo.
La búsqueda del prestigio (riqueza, estimación, fam a, etc.) conduce a
una actitüd especial —la rivalidad— respecto dé las dem ás personas que
persiguen la misma finalidad. C uando consiste ésta en ofrecer a un usuario
común los bienes o habilidades de uno, ésa acritud recibe el nombre de com
petencia. El efectó habitual de la actitud de rivalidád es el de engendrar la
hostilidad, el deseo de destruir, de disminuir la eficacia, de intimidar,, ate
rrorizar o hum illar al rival, pero en el caso del com petidor, consiste en ase
gurarse beneficios a expensas del contrario.
Las fuerzas psicológicas que actúan en la rivalidad se ponen m ejor de
m anifiesto en la establecida entre los hermanos. En este punto debemos re
77 ORIENTACIONES BASICAS
currir nuevam ente a las neurosis para poner en claro lo que sucede. En
nuestra exposición de la dependencia hemos visto los factores que favorecen
el origen y persistencia de esa actitud. Es natural suponer» por lo tanto, que
cuando nace un herm ano durante el período en q u e el niño experim enta la
mayor necesidad de dependencia, no puede aquél por menos de reconocer
ese acontecim iento como una llam ada para ceder parte de sus derechos sobre
sus padres* C uanto más necesite al progenitor, mayores serán la ansiedad y
e l desam paro creados en el niño. Pueden producirse entonces tres reacciones:
1) odio contra el nuevo niño y deseo de poner fin a sus exigencias, 2) renun
cia a las exigencias propias sobre los padres, 3) odio hacia los padres. La
prim era no puede ser expresada y la segunda es m uy difícil de realizar. El
odio h a d á e lriv a l y hacia los padres conduce a innumerables consecuencias.
Exam inem os dos resultados clínicos de esa situación de rivalidad infantil.
Se queja un joven de cleptomanía. Las cosas que se siente obligado a
robar carecen en absoluto de valor intrínseco, pero no puede resistir a la ten
tación cuando sabe que “ puede escapar con ellas”. El síntoma es muy antiguo
y comenzó en la niñez. Ha sido e l tercero d e cincó hijos de padres pobres.
Su odio por sus herm anos, tan to mayores como menores, era muy agudo,
pero en e t momento actual m uestra muy poca hostilidad hacia sus rivales
y, a l mismo tiempo, m uy poca iniciativa. Se comprobó que su cleptom anía
era resultado de un conflicto irreprimible representado siempre, en sus sue
ños, por alim entos. Lo que reclamaba en esa form a, con sus robos, era el
p e c h o q u e le* había sido “robado”. Sin embargo, coexistía ese síntom a con
o tro sistema com plicado de justicia compulsiva en cuya base se encontraba la
fórm ula: “Si yo obtengo mi parte, cuidaré d e que todos los dem ás tengan
la suya”, solución evidentem ente muy feliz de su situación de rivalidad con
sus hermanos. Sin embargo, el carácter compulsivo d e su “justicia social”, in
dicaba que no todo iba bien en el fondo. Era una fachada que ocultaba
m uchas inhibiciones profundas, ansiedades acerca del éxito, m iedo de que
otras personas tuviesen conocim iento de sus éxitos, juntam ente con esfuerzos
furtivos para conseguir su libra d e carne* Por otra parte, se veía obligado
constantem ente a protegerse de la hostilidad d e los dem ás que podría desenca
denar, su auto-afirmación o éxito; de aquí que eligiese en todo m om ento la con
ducta menos visible e ignorase en absoluto sus inhibición^ de trabajo y el
p a p d que Hésémpeñában en su “corrección” compulsiva* En resum en, el pre
cio que pagaba pbr un sistema, de igualar las rivalidades con sus hermanos,
consistía en som eterá a u n pacto recíproco d e garantizar la igualdad y de dar
salida, al propio tiempo, a su agresión acorralada en la forma de un síntoma
cleptom aníaco. El plan de im pedir que los demás hermanos obtuviesen
más qtte él mismo, conducía a otro en el q u e sus propias actividades queda
CONFLICTOS DE SUBSISTENCIA Y PRESTIGIO 73
21 Jacob von Uexküll* Vmwelt und Umenwelt der Tiere (Berlín, 1909).
76 ORIENTACIONES BASICAS
24 Seria demasiado largo proseguir este problema que es irrelevante en relación con
nuestro tenia principal.
LA AGRESION 79
sino que abarcan también la fuente más extensa de los modos d e vida, los
medios de producción y la estructura social que es consecuencia de los mismos.
Podemos decir, en resumen, q u e en su ensayo sobre “la Psicología del
grupo” intentó Freud contestar, a base de la teoría de la libido, la pregunta
de qué es lo q u e mantiene unida a la sociedad. Introdujo Freud en esta ma-
teria dos conceptos: la identificación y los lazos libidinosos entre los indivi
duos, reduciéndose estos últimos a formas d e amor sexual. Com plem enta
Fromm los aspectos “libidinosos” de la unión de los miembros d e la socie
dad, con otro concepto mucho m ás útil —el de autoridad— con ayuda del
cual se ponen en claro m uchas relaciones. El ojo mágico del jefe no m antiene
unido al grupo por virtud dél am or sexual pasivo de los miembros del mismo
hacia él, sino más bien por virtud de su autoridad. T al es la modificación
introducida por Fromm.
Si todas las sociedades estuviesen organizadas com o la nuestra podrían
ser suficientes conceptos tales como los de autoridad y super-ego. En ningún
caso puede decirse que esos conceptos sean erróneos. La única crítica a la
que están expuestos es la de que n o son suficientem ente precisos. Las obje
ciones que pueden oponerse con respecto a su utilidad en otras sociedades,
derivan de dos problemas. Es difícil aplicar el concepto d e autoridad a ciertos
tipos de organización social y el concepto del super-ego m antiene ocultos algu
nos detalles m uy im portantes que es preciso poner en c la ra
La autoridad es ún concepto behaviorista; describe una relación exis
tente entre los individuos o entre u n individuo y un grupo. Hay que exami
narla, por lo tanto, con relación a los factores psicológicos que la establecen
tanto en el sujeto como en el objeto y con respecto a las funciones que
pueden ser atribuidas a su acción. Pero, además, hay q u e redefinirla en tér
minos d e experiencia directa. La posición adoptada en el presente libro es la
de que no debe confundirse la experiencia directa con los conceptos behavio-
ristas que definen los efectos combinados de experiencias directas diferentes,
ya que el concepto behaviorista se lim ita a asignar un nom bre a u n fenómeno
que puede ser resultado dé tipos diferentes d e experiencia directa.
Desdé e l punto de vista del sujeto la autoridad puede ser im puesta o
delegada. Los procesos psíquicos sólo pueden ser comprendidos, en ambos
casos, partiendo de la psicología de la dependencia. Esta últim a se convierte,
a su vez, en u n problema d e los recursos d d ego. C u án d o se impone la auto
ridad, los recursos psíquicas del sujeto nó dism inuyen necesariamente, y la
aceptación d e la autoridad puede, ser debida únicam ente a la situación. El
sujeto puede verse obligado a conform arse con las'condiciones im puestas por
otro córi d fin de conservar otros determ inados intereses más básicos. U n
ejemplo de ello es la esclavitud. Lá autoridad delegada deoende de la
FUERZAS QUE MANTIENEN UNIDA A LA SOCIEDAD 83
27 No es eso cierto en todos los casos. En muchos de ellos, el niño considera a la disci
plina como impuesta y reacciona contra ella ofreciendo una gran resistencia. La gratificación
obstaculizada es la de ejercer la autonomía irresponsable sobre si mismo y la tiranía mega lo
man iaca sobre los padres. El acceso de cólera es el resultado corriente de esa reacción.
66 ORIENTACIONES BASICAS
joven de veinticinco años-de edad m ostró que, durante dos meses consecuti-
vos al traum a causado por concusión, habían desaparecido la visión, la audi
ción, la sensación epidérmica, el gusto y el olfato. La tercera variedad se
observa más com únm ente en las neurosis, en las cuáles las inhibiciones se es
tablecen por una fuerza externa contenida en las disciplinas. En estos casos, se
desarrolla la función, pero la ansiedad la tiene enfrenada.
El aspecto característico más notable en todas las in hibiciones ea la si
m ilitud de m uchas de sus características y manifestaciones, cualquiera que
sea su origen, en tanto que en otros aspectos el origen de la inhibición decide
sus manifestaciones. En la mayoría de los casos no es difícil determ inar cuál
es el tipo porque las disciplinas producen una serie altam ente selectiva de
inhibiciones, m ientras que las de origen traum ático son m ucho más difusas.
El rasgó com ún de todas las inhibiciones es el de que n o es asequible la
actividad ejecutiva. En todos los casos en que persiste la necesidad de
una actividad d ad a m ientras la capacidad ejecutiva está inhibida, se produ
cen ciertos fenóm enos identificables. Esa situación creará, sin duda alguna,
perturbaciones psíquicas, qúe ya hem os reseñado anteriorm ente (véase p. 50).
Es im portante re c o rd s cjue, cómo Tesultadó de esas perturbaciones, tienen
lugar alteraciones: 1) en el concepto que el individuo tiene d e sí mismo; 2> en
la representadónr ideadonal de la actividad y 3 / accidentalm ente en la gra-
tificación anticipadá. En las prim eras e l ego puede ser representado como
fracasando o como dominado abrum adorám ente; en las segundas, la acti
vidad se representa como destructora; y en las terceras, el objetivo puede
mostrarse ostensiblem ente cam biado en dolor en lugar d e placer. T odo el
síndrome está com prendido bajo el nom bre general de masoquismo.
Los fenóm enos de masoquismo y.las inhibiciones p u eden ser producidos
por la falla de los recursos y no se deben, necesariam ente, a la imposición
de fuerza exterior. Más específicam ente pertinente a nuestro tem a es el
hecho de que los fenómenos m asoquistas pueden producirse sin la posibili
dad de la actividad del super-ego, la concienciadla culpa, o el ideal del ego.
La existencia de fenómenos de masoquismo no constituye, p o r lo tanto, una
prueba absoluta de la actividad del super-ego.
Sin embargo, el super-ego puede producir tales fenómenos y, como hemos
indicado, el super-ego se forma por la disciplina, o, como afirm a Freud, por
una identificación con los ejecutores originales de la disciplina, el padre, la
madre, etc. Esta definición cubre, ciertam ente, los hechos clínicos. Peso este
concepto del super-ego crea la im presión de que es uri com partim ento de la
psique, una porción especializada del ego; y a veces se le considera, antro-
pomórficamente, como oteo individuo (A lexander). T al es e í aspecto del
super-ego que da lugar a la mayor confusión.
83 ORIENTACIONES BASICAS
2® Los conceptos de miedo de “ser abandonado por el super-ego” o de “ser amado por
el super-ego propio”, parecen introducir una ambigüedad y un antropomorfismo originadores
de confusiones. Sin embargo, esas fórmulas describen una condición Importante para esta
blecer y mantener la propia estimación* Ningún individuo puede tolerar en sí mismo una
conducta o unas actitudes incompatibles con su ideal, que se deriva del ideal social y que
representa, ocasionalmente, los efectos condensados de la disciplina. La formulación de “ser
amado por el super-ego propio” destruye la relación que mantiene constantemente el
super-ego con el mundo exterior. Esto es fácil de probar en individuos que, presumiblemente,
carecen del sentimiento de culpabilidad con respecto de ciertas actividades hasta que se ven
obligados a hablar acerca de ellas con cualquier otra persona. En condiciones de secreto, se
90 ORIENTACIONES BASICAS
idea nos ayuda a com prender el funcionam iento del super-ego en las socie
dades donde no se dan las relaciones obediencia-amof y desobediencia-cas
tigo. En la sociedad 2uñi y en la de las islas Trobriand es la pérdida de
reconocimiento y no la culpabilidad o la conciencia lo que constituye la
sensación efectiva y ello se muestra por el elevado sentim iento de vergüenza.
Pero la sociedad de los chuckchis, m uestra una combinación de disciplinas
rígidas y de ausencia de ayuda o dependencia m utuas; en ella se reconoce
socialmente el crim en y se derogan los tabús con relativa facilidad. La no
agresión puede ser m antenida en la sociedad zuñí gracias al extraordinario
grado d e dependencia m utua creado por la fuerte formación del grupo propio.
La relación de la represión con la culpabilidad y la conciencia, m otiva un
problem a extremadamente im portante con relación a los afectos (em ociones).
La determ inación de si el afecto registra diferencias en el estancam iento o
descárga de la energía en relación con las actividades que conducen a las
satisfacciones, constituye un problema que dejarem os para otro capítulo.
Podemos resum ir nuestra exposición de las fuerzas que m antienen unida a
la sociedad. Esas fuerzas son, básicamente, las m ismas que hacen de la m adre
y el riiíkfW primera unidad social, pero su carácter y manifestaciones cambian
según crecen los recursos del individuo.
Puede usarse el concepto del super-ego si se le traduce ei* térm inos de
experiencia directa, y a q u e al estudiar fe sociología en form a'com parada no
se pueden buscar super-egós. Se puede bfcscáiy solam ente, esa combinación
dé atctón íeeíproca entre el hombre y las instituciones que crea el supér-ego»
C órrese objetó, usamos com o prototipo nuestro al super-ego norm al y no al
néurótico. Se pueden estudiar las disciplinas im puestas en cada sociedad y
la relación que las mismas tienen con el establecim iento del sistema de segu>
ridad d el individuo. Esto tiene que reflejarse en la religión, ya que la religión
forma parte dél-sistem a d e seguridad del grupo. La técnica em pleada para
solicitar ayuda de la divinidad tiene qífe estar conforme, en todos sus aspectos,
con el carácter d e las disciplinas impuestas al n iñ o por sus disciplinadores.
Tendrem os que comprobar esto en forma com parativa. Más allá de lo expues
to no puede form ularse respuesta satisfactoria alguna a la cuestión del super-
ego hasta que se estudie la situación de aquellas fuerzas que m antienen unidos
a los individuos en sociedades que m uestran poca disciplina, ausencia de cas
tigo y ninguna oportunidad d e explotar al prójimo.
tolera la culpabilidad o la discrepancia entre el ego y el super-ego, sin que el conflicto sea
muy grande. Tan pronto como se incluye al mundo exterior, se manifiesta nuevamente la
culpabilidad.
OBJETIVOS E IDEALES DE VIDA 91
¿Qué fines» objetivos e ideales d e vida crea nuestra sociedad? Es ésta una
pregunta que sólo podarnos contestar con referencia a la vida contem poránea
de Norteamérica* Los fines, objetivos e ide^íes han cambiado, m aterialm ente,
durante la generación pasada, y las alteraciones ocurridas durante los dos m il
años últimos constituirían una historia larga. Esos objetivos e ideales tienen
m ucho que ver con la posición particular en que nace el individúo y con la
cantidad de m ovilidad social que existe para él. Las conclusiones referentes
a ese punto apenas serian válidas para m ás de unos pocos años, ya que las
condiciones e ideales cambian continuam ente.
Pese a que es muy peligroso deducir conclusiones acerca de los objetivos
e ideas de la vida en el pasado d e nuestra cultura, n o se puede por menos
de quedar im presionado por algunos cambios de gran entidad. La “salvación”
—palabra con la que queremos significar ventajas o bienaventuranzas de algu
na vaga especie de las que habrá de gozarse después de la m uerte— parece
haber desaparecido), com o meta d e la vida, d e la burguesía m oderna. No es
posible sobreestimar la utilidad de esa fe en la inm ortalidad como arm a pode
rosa para conservar el equilibrio social, ya q u e los hombres tienen una extra
ordinaria capacidad de posponer determ inadas satisfacciones. C om o ha seña
lado Freud en su obra T h e Future of coi Musion, la fe en la inm ortalidad fué
una ilusión creada por la debilidad del hom bre. A eso puede añadirse que
era una esperanza de ser amado por el padre, como en la niñez, sin responsabi
lidad. Esa idea deriva básicamente de las disciplinas de la niñez; d e aquí que
se tolere el sufrim iento en el m undo como m edio de ser restituido en la buena
g rad a de Dios. Pero como han hecho notar Fromm y Reich, esa ilusión fué
fom entada y explotada porque constituía u n instrum ento muy eficaz para
obtener el equilibrio social.
En la burguesía de nuestra sodedad no existe ese ideal. O cupa su lugar el
objetivo del éxito y con él la seguridad de la propia estim ación suficiente,
reflejada en la estim ación de los demás. Son innumerables las formas a las
que puede ir unida la idea de éxito. Los objetivos “narcisistas” de prestigio se
identifican con los valores del poder de influir o explotar a los demás, con
el gran temor de ser el explotado y el impulso poderoso de ser superior.
Com o quiera que en las democracias están íntim am ente ligados los valores de
subsistencia y los de prestigio, pará el hom bre medio los objetivos actuales
se dirigen, en su mayor parte, hacia lo6 canales económicos.
Así, pues, e n nuestra cultura, la interferencia con los objetivos de prestigio
constituye una poderosa fuente d e hostilidad inttásocial, por cuanto que las
92 ORIENTACIONES BASICAS
ideas que connotan dichos objetivos, las emociones que los acom pañan y
los impulsos necesarios para conseguirlos, no están fácilm ente sujetos a la
regresión. En, realidad, la proposición inversa es verdadera* N o sólo no están
sujetos a represión, sino que, por lo menos d u ran te algún tiem po, fueron de
ordinario estimulados* A falta de ilusiones que hagan posible para algunos
individuos el diferir la satisfacción de esos objetivos, se agudiza el conflicto
social relativo a su consecución*
$é podría continuar, desde este punto, exponiendo fás consecuencias de
tal conflicto, pero queda fuera de nuestros objetivos inmediatos.*0
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CAPITULO III
1 B. Malinowski, The Argonauts of the Western Pacific (Londres y Nueva York, 1922)
y The .Vxuc! Life of Sarages (Nueva York, 1929).
93
94 ESTUDIOS PRELIMINARES
ra, algunas interacciones entre las instituciones y el sujeto. Merced a tal narra
ción, obtuvimos un cuadro dinám ico del individuo en acción contra una
gran variedad de instituciones sim ultáneam ente. D e esa relación compleja
seleccionamos y aislamos ciertos tipos de reacción con el objeto de estudiarlos.
N ada podemos obtener de un individuo sino de sus experiencias directas.
M uchas de las cosas que llam am os “instituciones” no afectan al individuo
como tales. Sólo las conoce como costum bres—dem andas que se le form u
lan— restrictivas. Ni siquiera se da cuenta de las actividades “perm itidas”; se
lim ita, sencillam ente, a llevarlas a cabo sin percatarse de que puede obrar así
en virtud de la ausencia de restricciones. De ese relato tenemos que inferir
las instituciones de la práctica.
D e la resum ida descripción de la cultura de las islas Trobriand hemos
obtenido un tipo de datos, enteram ente diferentes, con los que tratar. El
observador q u e nos ha inform ado acerca de la cultura en cuestión ha reali
zado ya cierta labor de redacción y clasificación de los datos, tomándolos del
contexto vivo d e las actividades complejas interrelacionadas y reduciéndolas a
determ inadas categorías de experiencias. Contamos con un& serie de prácticas,
creencias, costumbres, etc* Parte d e las pruebas que el observador nos h a
facilitado son directas, es decir, nos m uestran cómo actú an y sienten los indi
viduos. Pero nos ha proporcionado además una gran >cantidad de pruebas
indirectas, cristalizadas en el folklore y en la m ítica.
Si hemos d e sacar algo en claro de esa nebulosa de experiencias registra
das, precisamos de algunas ideas focales respecto de cómo hemos d e organizar
el m aterial, ya que la descripción d e las instituciones no nos las sum inistran.
A ntes de decidirnos por aquéllas que hemos de utilizar, debemos estudiar,
brevem ente, algunas de las que yá h an sido usadas con ese objeto.
H an sido descritas las culturas m ediante analogías con las variantes encon
tradas en el carácter hum ano, sacadas bien de la psicopatología, o bien de
fuentes literarias o mitológicas. De esa m anera se Ha calificado a algunas
culturas de “ paranoides”, “ introvertidas” o “extravertidas”; y a otras se les
lia calificado r base de figuras literarias como “Fausto”, o de deidades griegas
como “A polo” o “Dionisos”. En todos esos casos, se ha tratado de dar, con
tales denominaciones, una im presión general de la dirección predom inante
de los fines d e vida, de los valores morales o de una técnica mitológica.
Las denominaciones de ese tip o no pueden aspirar a ser m uy exactas.
N inguna cultura es exclusivam ente introvertida o extravertida. N inguna cul
tura es predom inantem ente “paranoide”. Todos esos calificativos se fundan
en connotaciones muy vagas. El térm ino “paranoide”, puede referirse a mega
lom anía, a persecución o, m eram ente, a ansiedad, y la selección de una de
ellas por el lector depende d e su concepto de “ paranoide”. La palabra “extra-
IDEAS FOCALES Y TECNICAS 99
generales que describan los rasgos predom inantes conform e a los afectos»
síndrom es patológicos» rasgos de carácter o tipos caracterológicos tal com o se
encuentran en el individuo. Tales comparaciones sólo pueden establecerse
con seguridad com parando las instituciones y poniendo después en parangón
los resultados finales sobre el individuo. t
í e s =tabús relativos al. incesto, las disciplinas básicas» las técnicas d e la
magia y los métodos de invocar la ayuda divina son icfénticos para todos los
individuos de una misma sociedad. Son esas instituciones las que c o n stitu y a
la órbita cultural. Dentro de esa órbita puedei\ desarrollarse individualm ente
diferencias de carácter. U n grupo no puede tener u n carácter, como no puede
tener u n alma. Ese antropom orfismo induce a arror. Lt> que crea la impresión
de la estisteneiade un carácter del grupo es la actuación de las sanciones
generales que» cuando son observadas universalm ente, pueden conducir a la
ausencia aparente d e ciertos rasgos de carácter. Por ejemplo» se puede obser-
var q u e los todas no son celosos. Esa observación puede ser correcta fenome-
nológicamente, pero m etodológicam ente es m uy grande la diferencia si se
considera la falta de celos como una idiosincracia racial» “una pauta culto
ral” o si se m antiene en v irtu d de sanciones. N inguna cultura puede prohibir
una emoción; sólo puede crear condiciones que la hagan innecesaria; p u ed e
hacer aceptable la supresión-de la-emoción o p u e d e prohibir sus manifestacio>
nes. E l resto es: u n problem a que atañe al individuo. La form a en que nafa
ese problem a depende de su carácter y eso no tiene-nada que ver co n su
status, a menos que, por ejemplo, sea indecoroso *para: un jefe estar celoso de
un v asallo —y esto últim o es una mos— . V ^
Si np podemos hacer uso de eso6 criterios descriptivos» resulta im portan
te encontrar otros que estén libres de las objeciones que hem os form ulado.
Podemos observar los efectos de las instituciones sobre el individuo. Son
varios los que se "ofrecen a nuestra selección^ Hay afectos que podemos
em plear no como causas» sino como indicadores de tensión. El más universal
de ellos es la ansiedad. A m ayor abundamiento» los efectos de la ansiedad, en
fo rm a.d e defensas organizadas» pueden ser fácilm ente identificados. O tra
guía im portante se encuentra en los efectos de la frustración de las necesida
des básicas. Todavía podemos em plear un tercer criterio estudiando aquellas
condiciones que acaban por d ar al individuo u n sentim iento de seguridad y
aquellas otras que no son capaces de hacerlo. La falta de seguridad puede
ser percibida por las ansiedades que origina y por las medidas com pénsate
rías q u e ese fracaso hace necesarias.
P ara poder usar con eficacia esos criterios, es necesario algún conocimien
to, tan to de la psicología norm al como de la anorm al. U n ejemplo práctico
pondrá claram ente de m anifiesto esta circunstancia. Partiendo de cuanto
102 ESTUDIOS PRELIMINARES
conocemos acerca de nuestra propia cultura, podríamos suponer que las rigi-
das restricciones sexuales impuestas en la niñez, así com o los tabús erigidos
contra los objetos y fines sexuales, habrían de producir, e n un considerable
núm ero de casos, perturbaciones en la potencia viril. Podríam os confirm ar
esto m ediante la observación directa, es decir, investigando si los varones
padecen de im potencia de cualquier clase en su período de funcionam iento
sexual. Si tomamos en consideración una sociedad en la que no existan tales
restricciones, sería lógico que pensásemos en no encontrar perturbaciones
relativas a la potencia genésica. Supongamos que comprobamos este hecho y
que, efectivam ente, no hallamos prueba alguna de la aberración. Empero, esta
ausencia aparente puede ser debida a inadvertencia por nuestra parte. Existe
una forma segura de controlarla Es m ás que probable que las perturbaciones
en la potencia viril produzcan ansiedad en cualquier sociedad. Es casi seguro
que en la sociedad primitiva se racionalicen achacándolos a la magia maléfica
de alguien. Si encontram os en esa sociedad la idea de q u e la magia maléfica
no es capaz de causar impotencia, podremos estar com pletam ente seguros
d e q u e no existen perturbaciones en el campo de la potencia viril y de que
la tests original d e que las restricciones sexuales im puestas en la niñez son
causa de perturbaciones sexuales, es em inentem ente probable.
Sin embargo;, la ansiedad no es el único afecto que necesitam os vigilar.
Hay otros que nos sum inistran indicios valiosos. Los celos pueden ser em
pleados a m odo d e indicador igualm ente valiosa No sólo es im portante su
presencia, sino tam bién su ausencia en aquellas situaciones a i las que sería
enteram ente n atu ral el encontrarla. T al ausencia es u n a invitación para
investigar en busca de sanciones contra sus m anifestaciones o de compensacio
nes tangibles de $ú represión.
C om ocorolario a ese uso de los afectos y d e las reacciones producidas por
la frustración, así como de los efectos de ambos sobre la personalidad total,
podemos em plear otro concepto como idea focal: la constelación “sistema de
seguridad” que vamos a explicar a continuación. ~
Las defensas contra la ansiedad son extrem adam ente variadas y constitu
yen excelentes indicadores de los recursos de q u e dispone el individuo y éstos,
a su vez, dependen de los recursos dé q u e dispone la cultura en conjunto. Con
respecto de la aplicación práctica d e este conocimiento, surge un problema
im portante. Dichos afecto y defensas deben describirse en la forma en que se
presentan en el ego consciente y no e n la form a en que se expresa la conste
lación inconsciente de ellos derivada. Por ejemplo, si nos encontram os con
una constelación que puede caracterizarse como de “m iedo de ser Comido”,
podemos hacer lo que se ha hecho en el pasado: describirla en térm inos de
la teoría de la libido como “ una regresión hacia la fase sádica oral de des-
IDEAS FOCALES Y TECNICAS 103
arrollo’VTal afirm ación no riós da, en esa form a, ni inform ación acerca de la
fuente institucional de dificultad n i u n cuadro muy ex acto de los efectos d e
la institución sobre el individuo. P or otra parte, si la definim os en términos
de la personalidad total, sonará en form a algo diferente. Confirm am os enton
ces que existe u n a ansiedad m anifiesta y que la forma que adopta —el miedo
de ser comido— constituye una representación incdnsciénte de u n a frustra
ción real de la vida. Tenem os que hacer la afirmación en térm inos de la
personalidad total, puesto que es ésta la que entra en contacto directo con
la realidad. D e ese modo se puede estudiar e identificar la realidad externa
o la institución que crea la presión. La situación de frustración puede refe
rirse a cosas tales c ó m a la dependencia, el sexo, el prestigio ó el alimento.
C u ál de ellas sea, debe decidirse partiendo del cuadro general é t la cultura.
Podemos caracterizar los dos puntos d e vista diciendo que la prim era teoría
em plea la fantasía oral de ser com ido tom o prueba de una gratificación
sucedánea y la otra como diagnóstico indicador de una frustración que p ro
cede de alguna parte dentro de la realidad efectiva del individuo.
La dinám ica que ha d e emplearse es, esencialmente, la descrita por Freud.
El punto de p artid a es él de que las ideas focales se expresan en el lenguaje
de la experiencia en la que ocürrefi conscientemente. La constelación incons^
d e n te se usa com o prueba de una presión creada hístitucionalraente, presión
que se identifica. Así, p o r ejemplo, cuando hacemos usó de un concepto tal
como el de seguridad o sistema de segundad, que significa intentos institu-
dónales organizados para aliviar la ansiedad, estamos hablando d é la defensa
organizada provocada por una ansiedad específica que es preciso identificar.
Se describe, entonces, la ansiedad en térm inos de los deseos o necesidades
básicas, tal com o sor* percibidos conscientem ente surgiendo del alimento^ la
dependencia y así sucesivamente.
Si aceptamos una idea focal tal como la seguridad, debemos ordenar los
datos en la form a adecuada para estudiar los tipos de organización que
producen un sentim iento de seguridad al individuo y los que n ó tienen esa
virtud. Pero u n a vez q u e hayamos elegido una tal idea focal, tenemos que
permanecer fieles a sus condiciones. Tenemos que identificar la ansiedad y
su fuente e identificar, igualmente, la defensa institucionalizada. Por ejemplo,
se ha escrito m ucho acerca de los empeños del hombre para conseguir la
inm ortalidad. Dichos empeños pueden ser considerados de dos maneras:
o representan u n afán en pos de la vida perdurable, es decir, u n deseo po
sitivo, o una repulsa de un hecho doloroso y provocador de ansiedad: la
m uerte. Cada una de esas dos form as de aproximación conduce a Conceptos
enteram ente distintos de la sociedad particular de que estamos tratando. La
ideología subyacente en relación con la inmortalidad es producto de muchas
104 ESTUDIOS PRELIMINARES
A — X B — X
A - Y B - Y
A — Z B — Z
rante la infancia determ inan tan com pletam ente los recursos del ego que
el individuo es capaz de hacer frente a los problem as subsiguientes d e acuerdo
con su libertad anterior. Damos por supuesto que en la cultura d e las Tro-
briand crece el n iñ o libre d e las restricciones a las que está sometido en la
cultura de Occidente. Después, una vez que su personalidad se ha desarrolla
do por completo, se tropieza el niño con graves restricciones im puestas sobre
libertades de las que gozaba antes plenam ente y sobre las oportunidades de
usar d e aquellos recursos que, durante el período de desarrollo, estaban libres
de obstrucciones sociales. ¿Puede esperarse vque, en esas condiciones, el indi
viduo acepte sin protestas que se restrinjan sus posibilidades? D ecididam ente,
no. T al individuo está reducido a una situación de desventaja más grave que
aquél cuya actividad está restringida desde la infancia y que se h a acostum
brado a las adaptaciones masoquistas que son socialmente aceptables. Existe,
empero, una diferencia entre ambos: las reacciones ante los dos tipos de
restricción serán diferentes y los precipitados culturales de uno y otro diferi
rán radicalm ente.
É l individuo cuya expresión de las necesidades biológicas se ve estrangu
lada por las presiones sociales, desarrolla u n a actitud definida para con los
ejecutores de tales disciplinas. Presta su aquiescencia a sus dem andas con el
fin de conservar otros intereses que, hasta cierto punto, se satisfacen real
m ente. Aprende, por ejemplo, que si obedece, es aprobado y protegido. Por el
contrario, el individuo que no hace frente a esas condiciones m ediante la
restricción de necesidades esenciales, no form a similares actitudes básicas de
adaptación;
En resumen: las restricciones impuestas en la cultura de las Trobriand
confrontan al individuo después de que se ha perm itido adquirir a la persona
lidad un desarrollo irrestricto dentro de los lím ites culturales. Esta situación
tiende a agudizar los conflictos entre individuos con respecto a los beneficios
que todos ellos esperan disfrutar posteriorm ente. El margen entre la derrota y
el éxito se hace así extrem adam ente reducido y no existen reacciones inter
medias que sean asequibles o aceptables. Quizás es esta circunstancia la que
explica la eficacia del sentim iento de vergüenza y la facilidad con que los
trobriandeses se suicidan como resultado del fracaso o de la degradación. Ese
sentim iento sólo deja al individuo un lím ite m uy bajo de frustración.
7 D e r E in b r u c h d e r S e x u a lm o r a l (Berlín, 1932).
8 El autor sólo ha podido comprobar el mito de que la madre salió del agujero y de que
el hijo y la hija nacieron, pero no de que hayan vivido en unión incestuosa. La narración
acentúa la práctica efectiva de que el hombre es el custodio de tu hermana y el drciplina-
dor de los hijos de aquella.
114 ESTUDIOS PRELIMINARES
Vid. A E W. Blufee, Osiris and the Egyptian Resurrección (Nueva Yode, 1911), i, 1-96.
PAPEL DEL FOLKLORE Y DEL MITO 115
progenitor único era la m ujer y que. el m ito de K hepera fue una edición
“patriarcal” de la narración más antigua. Esto puede ser cierto; empero, el
significado d e “ patriarcal” es m uy o scu ra La gran im portancia y prestigio
del varón deben sor resultado de u n a complicada serie d e cambios operados
en los valores personales y sociales* En consecuencia, n o es posible aceptar
los mitos dándoles su valor aparente* El ejem plo de Egipto dem uestra que los
mitos tienen u n a relación funcional con la organización social y q u e se cam
bian cuando se agota su utilidad. S in disponer de u n a orientación histórica
respecto de la relación del m ito con el cambio social, las deducciones rela
tivas al pasado no pasan de ser m eras conjeturas. Los antropólogos han
dem ostrado q u e los m itos están constantem ente sometidos a revisión*10
Reich encuentra en la organización social de los Trobriand pruebas de
la mezcla de pautas m atriarcal y patriarcal. Esta mezcla no tiene nada de úni
ca; se encuentra en muchas culturas* C om idera a la libertad sexual prem a
trim onial como una supervivencia d el m atriarcado prim itivo y a la severidad
postm atrim onial como debida a la influencia despótica del patriarcado. La
institución que m arca la transición es la dote m ediante la cual compensa el
hombre al que hasta entonces h a tenido en su poder a la m ujer por quitár
sela con fines sexuales* La dote es la form a original de los bienes y del
capitalismo; y la persecución sexual del hijo, que es u n a prenda económica,
se convierte en privilegio del padre. El argum ento no es muy claro. ¿En qué
forma aum enta el valor económico de la m ujer por la castidad prem atrim o
nial en una sociedad en la que se desconoce la conexión entre la preñez y el
coito? Más difícil aún es contestar a la pregunta relativa a cómo aum enta
el valor del varón que está som etido a la misma persecución. E n esa forma
queda más fácilm ente sujeto al dom inio d el padre* E n realidad, tal es el ¡
efecto práctico que producen las prohibiciones sexuales en la infancia, pero
ponemos en d u d a que la sujeción d el niño fuera el m otivo original: porque
de haber sido así, el grupo hubiera conocido, por adelantado, los efectos de
esa restricción sexual, lo que es m uy improbable.
Lo m alo d e la teoría parece ser que tanto el m atriarcado como el patriar
cado se aceptan como orientaciones básicas de poder o políticas en las cua
les el conflicto esencial se refiere al prestigio relativo d e cada sexo. Si acep
tamos al m atriarcado y al patriarcado como influencias m otivadoras básicas,
podemos estar d e acuerdo con Reich. Si esas pautas son resultados finales y
no causas en sí mismas, tenemos que buscar las causas subyacentes del cambio.
esa situación es el hecho de q u e esos m achos más vigorosos gozan del derecho
de preferencia con respecto d e todas las prerrogativas sexuales causando con
ello una gran m olestia a los m ás débiles que se ven así condenados a una
especie d e soltería forzosa. Esas observaciones pueden ser válidas respecto
de los hechos a que se refieren, pero cuando se hace uso de las mismas para
sostener la teoría de que la sociedad hum ana comenzó en esa forma, em pie
zan a hacerse presentes las dificultades.
N o es la teoría de los orígenes sociales hum anos lo que origina la difi
cultad en la d e Roheim: estriba en la insistencia que en la misma se hace
sobre la afirm ación de que los hechos correspondientes a esos orígenes se re
cuerdan (inconscientem ente) o se perpetúan m ediante los mitos y en que
la culpa d el parricida primigenio se perpetúa, igualm ente, en alguna forma
misteriosa; y en que puede conseguirse la prueba de todo esto en los xaipas
acerca del prim er hombre y en los sueños de los individuos contemporáneos.
Es enteram ente nuevo el encontrar en la obra del D r. Roheim las si
guientes frases: “ ¿De qué m aterial inconsciente están formados los demonios?
Ya sabemos, gracias a los sueños de U ran-Tukutus, que son proyecciones de
los m iem bros de la familia y podemos, con ello, descubrir al padre, la
y los hijos bajo el disfraz de seres sobrenaturales. Representan, indudable
mente, la p an e no sublimada d e la relación em otiva y libidinosa entre los
miembros del circulo fam iliar” (p* 29). Sin embargo, al intentar valorar lo
que son esas tensiones entre el hijo y el padre, afirm a: “A penas podemos im
curtir en error si buscamos en la escena primaria15 la fuente original de toda
la fe en los demonios” (p. 31). En otras palabras: según Roheim, los efectos
de esas impresiones tempranas, perduran sin tener en cuenta las restricciones
sexuales d e cualquier ciase im puestas subsiguientemente al niño o la ausen
cia de tales restricciones. La experiencia clínica no confirm a esa conclusión.
Esas impresiones producidas por el contacto sexual entre los padres son re
construcciones efectuadas, en fecha m uy posterior, por individuos inhibidos
en sociedades donde los frenos sexuales son severos. Si tal es el caso, ¿cómo
es posible utilizar los sueños o fantasías como indicadores de los orígenes
sociales?
Roheim lo hace de la m anera siguiente: “Si tratam os de deducir los
rasgos específicos de determ inadas culturas partiendo de la experiencia in
fantil d e los individuos que viven en dichas culturas, tenemos que adm itir
la posibilidad de definir el origen de la cultura en general en términos onto
génicos, es decir, de deducirlo de una forma específicamente humana de in
fancia, d e una causa perm anente, universal y, al propio tiempo, histórica”13
13 La escena primaria significa la observación del coito de los padres por el niño.
118 ESTUDIOS PRELIMINARES
(p. 173). “Q uedan, sin embargo, ciertos elementos que no pueden ser fácil
m ente deducidos del complejo de Edipo tal com o se representa en la familia...
M e refiero a los mitos. La peculiaridad de esas narraciones no estriba en
que puedan ser interpretadas analíticam ente como representaciones más o
menos falseadas de la situación de Edipo. Describen el conflicto como plan
teado entre el uno y los demás, entre el superhom bre y la hum anidad. Se
refieren, con frecuencia, a mayor abundam iehto, a algún acontecim iento de
la historia prim itiva del hombre, a algún cambio decisivo, tal como el origen
de la civilización o de u n a cultura particular que está asociada con su tra
gedia” (p. 174).
En otros térm inos: es el mito, interpretado como testim onio histórico, lo
que constituye el nexo entre la ontogenia y la filogenia. El hecho d e que los
padres estén representados en los m itos como demonios constituye u n a repre
sentación de u n conflicto corriente entre hijo y padre, pero el hecho de que
el conflicto se represente entre un superhom bre y la hum anidad, tes historia!
Es ésta una deducción arbitraria que no se basa en ningún principio conocido
de psicología. N o se puede establecer una norm a, dejando aparte la conve
niencia, acerca d e cuándo se ha de usar la interpretación ontogénica y cuando
la filogénica.
Es absolutam ente evidente, a juzgar por eí m aterial aducido por Roheim,
que el lazo de unión en tre el presente y el pasado se establece por medió dé
las instituciones y no de los recuerdos, reminiscencias inconscientes o mitos.
Conform e van cam biando las instituciones (es decir, la organización de la
fam ilia y las disciplinas impuestas al hijo), cam bian tam bién los productos
de la fantasía d é quienes viven sometidos a las mismas. Sólo hay un nú
mero limitado d e tipos de organización fam iliar y de disciplinas impuestas
en L|f infancia. Si está la fuente disponible, toda la teoría de los orígenes so
ciales es, pues, gratuita y perturbadora. Es difícil trabajar con la creencia de
que las características adquiridas ontogénicam ente se trasm itirán por heren
cia, cuando es así que toda la organización biológica del hom bre indica su
apartam iento de la influencia de la filogenia. La cosa transm itida es la ins
titución primaria; las fantasías resultantes de las t presiones originadas por
esas instituciones sobre el individuo n o tienen por qué ser heredadas. Cada
individuo las crea de nuevo.
Es esta últim a consideración la que nos hace dudar del poco discreto
uso que de los m itos y del folklore hacen Freud, Reich y Roheim. Si el folklo
re nos sum inistra indicios acerca de las* tensiones sociales corrientes, sola
m ente podemos deducir conclusiones acerca d e los “orígenes” en el caso de
que estemos en posesión d e todos los datos acerca de los cambios experimen
tados por el folklore y los mitos. Egipto nos confiere una buena oportunidad
PAPEL DEL FOLKLORE Y DEL MITO 119
1 Esas necesidades no son tampoco tan constantes; porque la necesidad sexual puede
ser manejada en un pran número de formas, en tanto que otras necesidades biológicas son
mucho menos plástic:»;.
120
LOS ZUÑIS 121
en que cada uno de los tipos de realidad efectiva crea sus propios sistemas
conceptuales. Debido a lás diferencias efectivas que se m anifiestan en las
experiencias genéticam ente condicionadas y acum ulativam ente, integradas, el
concepto d e ‘‘padre” de una indígena de las islas T robñand es muy distinto
d e concepto de padre en nuestra cultura.
El sistema de seguridad del individuo puede definirse com o aquel sis
tem a de adaptaciones que le aseguran la aceptación, la aprobación, el apoyo
cuando sea necesario, la estimacáón y el m antenim iento de su status. Exige el
control del im pulso y el desarrollo de lee recursos, siguiendo lim a s específicas.
El sistema de seguridad del grupo puede ser definido com o las activida
des o actitudes que se esperan de cada individuo y que salvaguardan al grupo
contra los peligros procedentes tanto de fuera como de d en tro del mismo
grupo. D entro del prim er apartado están com prendidas actividades de índole
tan diferente com o la guerra y la religión. Los peligros procedentes del inte
rior del grupo están constituidos por las influencias dislocadoras de indivi
duos o grupos comprendidos en la sociedad. Los sistemas de seguridad varían
m ucho, pero generalm ente los métodos principales que se em plean para hacer
frente a esas influencias dislocadoras que proceden del interior son las san
ciones, las compensaciones y el ejercicio de la fuerza.
Las sanciones son tanto m ás efectivas y más im portantes, si comienzan
a actuar en la infancia del individuo y se incorporan así a la estructura d e la
personalidad en concepto de instrum entos eficaces de adaptación del indi
viduo. En esa form a, el carácter genético y cum ulativo d e las adaptaciones
hum anas acaba por hacer del individuo u n aliado en la perpetuación de adap
taciones, de cuyo propósito y función puede no darse cuenta en absoluto.
Los bosquejos que van a continuación pueden usarse com o ejemplos de
los diferentes sistemas de seguridad de los grupos y d e los individuos, en con
traposición a los diversos sistemas de efectivas realidades sociales, creadas por
cada cultura.
LOS ZUÑIS
Los zuñís viven sobre una lengua d e tierra a lo largo d e l río Zuñí que
corre entre las M ontañas Rocosas y la cadena de las Sierras. La aldea d e los
zuñis tiene una población de unos 1,900 habitantes aproxim adam ente. El
m edio es muy inhóspito. Los veranos son cálidos y los inviernos fríos, di ré
gimen de lluvias es m uy inseguro y las inundaciones originan muchos daños.
Las tormentas de aren a son frecuentes y devastadoras. A pesar d e todas esas
circunstancias del am biente, los zuñis h an venido viviendo d e la agricultura
por espacio de más d e 2,000 años. La caza ha constituido siem pre una ocu
122 SISTEMAS DE SEGURIDAD
pación im portante, pero en época más reciente h a sido sustituida por la cría
de ganado lanar que ha desplazado la atención d e la habilidad a la riqueza.
N o usan arados ni anim ales en la agricultura. Sin embargo, el alim ento es
abundante. H abitan en casas construidas con fines de defensa. La fam ilia está
integrada por la m ujer y el marido, las hijas y sus hijos. El parentesco se cuen
ta por línea m aterna y los zuñís son m atrilineales y matrilocales. El papel social
dal padre es claram ente subordinado. La propiedad pertenece a todo el grupo
y la tierra se explota m erced al trabajo común d e los hombres en beneficio del
clan. El m atrim onio es monógamo pero se disuelve con facilidad. La regla
general consiste en un solo m atrim onio a la vez, y no hay ocasión d e relacio
nes secretas duraderas. La m ujer elige al que h a de ser su esposo. E l m atri
m onio zuñi no es cuestión de intereses. La infidelidad es corriente y el
divorcio se obtiene fácilm ente.
Existen trece clanes de prestigio diferente. Todas las mujeres d e un clan
reciben el nombre de “m adre” y a todos los herm anos del padre se les llama
“padre”. El padre biológico no goza de autoridad especial y ésta constituye
para los zuñís u n concepto absolutam ente vago. Las lealtades fam iliares más
fuertes se dirigen hacia los parientes m aternos. Existe una estructura guber
nam ental completa copiada de los invasores españoles, pero no pasa de ser
una m era envoltura externa ya que nadie quiere la autoridad política y no
hay sanciones d e ese orden.
• La religión es muy complicada. La principal cuestión religiosa es la
lluvia. Tanto los dioses com o los difuntos son espíritus benévolos cuya prin
cipal fundón consiste en hacer llover. N o hay tem or a los difuntos; n o existen
terrores asociados con la m uerte. Las danzas, en las cuales llevan máscaras
los hombres, son sagrados ritos mágicos, con los cuales se trata d e influen-
d a r a los catchmas o hacedores de lluvias. Las danzas son ritos mágicos me
diante los cuales los zuñís solicitan de los dioses que atiendan a sus ne
cesidades.
Se carece de detalles acerca de sus mores sexuales, pero, en general, exis
ten pocos tabús. N o se valora la castidad fem enina. Los ritos de iniciación
del varón no son rigurosos y tienen carácter preparatorio, no punitivo como
en m uchas sodedades prim itivas. El padre no está investido de autoridad
alguna y la m adre es la figura más estable de la comunidad. El papel del
m acho y de la hem bra es, en esta cultura, diferente del que Ies corresponde
en la nuestra, dom inando la m adre por su interés e influencia. Con respecto
de la disciplina d e la in fan d a, se sabe solam ente que el niño está som etido a
un largo periodo de lactancia y que se le trata con mucha dulzura. Ignoran
los zuñís lo que es el castigo pero se dedican m ucho a crear en el niño el
sentido d e la vergüenza. La hechicería es el único crimen perseguido.
LOS ZUÑIS 1Z3
Procedamos ahora a valorar esa cultura de acuerdo con los criterios esta
blecidos. Las condiciones biológicas de la vida — elevada fecundidad y alto
porcentaje d e m ortalidad— m antienen constante la población. De a h í que por
este lado no haya presión alguna para cambios en la economía. E l m edio,
aunque difícil, rinde suficientes alimentos pero la incertidum bre d e la pre
cipitación d e la lluvia constituye una causa de ansiedad constante indomi-
nable. La técnica de trabajo de los zuñís es sencilla y consiste en el ejercicio
d e una horticultura prim itiva que no ha cam biado en el curso de dos mil años,
aunque, como ya se ha dichos su economía h a pasado, en algunos aspectos,
d e la habilidad a la propiedad, es decir, a la cría de ganado ovino.
Su organización social es m atrilineal y m atrilocal y, según todos ios in
dicios, la represión m ayor recae sobre el im pulso de agresión m utua. Son
m uchos los ejemplos que indican que tanto las emociones como la agresión
son, por lo general, atenuadas. Sus instituciones tienden a hacer inútiles esos
rasgos. A penas existe necesidad de recurrir a la competencia o a cualquier
form a de agresión franca y declarada dentro del grupo. No quiere eso decir
q u e falten en absoluto la envidia y los celos. Significa m eram ente que la
organización social reduce a un mínimo las oportunidades de ejercitarlas y
existen, además, poderosas sanciones contra su ejercido. Fuera del grupo
tienen los zuñís am plias y abundantes oportunidades de agresión; son beli
cosos aunque, quizás, no tan to como sus vecinos. Tienen danzas rituales para
inm unizar de la culpa a l hom bre que ha tom ado el cuero cabelludo de u n
enem iga Existe una cooperación general d e toda la comunidad y no hay
sanciones para im ponerla, salvo el sentido d e la vergüenza. $i es correcto
nuestro supuesto de que debemos ver en la religión la resultante d e las an
siedades procedentes de la economía y de las tensiones intrasociales que es
preciso reprim ir, encontrarem os aquí una religión que satisface pocas nece
sidades, y esto es lo que hallam os en realidad. Es una religión que satisface
la única ansiedad que padecen esas gentes: la lluvia. N o se aprecian otros
síntom as de fuertes tensiones intrasociales; no existe tem or a los m uertos ni
ritos complicados para aplacarlos. N o existe ninguna deidad poderosa y exi
gente, ni una jerarquía escalonada de dioses; no se conoce el suicidio, con
cepto que les hace reír. N o existe punto alguno en su organización donde
puedan acum ularse las tensiones hasta el p u nto de sufrir, primero, la repre
sión e influir después e n los objetivos del ego en su época de desarrollo.
Se atiende inm ediatam ente a la rivalidad entre los “herm anos”, recurriendo a
la oportuna sustitución d e una serie de “m adres”. Y como quiera que esos
anhelos no están reprim idos en la infancia, no se origina ninguna tensión
especial como resultado de una apetencia d e autoridad ya que n o existe la
m enor oportunidad de explotar a nadie. La autoridad es difusa. De aquí
124 SISTEMAS DE SEGURIDAD
que para el ego adulto no haya ninguna utilidad especial en esos conceptos
y que aborten las emociones que los acompañan. El ego tiene muy poca
ansiedad que canalizar. La religión de los zuñis se deriva, principalm ente,
de ansiedades referentes al m undo exterior y no de fuentes intrasociales. Las
religiones son muy diferentes en aquellas sociedades donde es grande la
hostilidad m utua como, por ejemplo, en Egipto y en Grecia. Sin embargo,
cuando los zuñis dan rienda suelta a su im pulso agresivo sobre u n enemigo,
arrancándole el cuero cabelludo, necesitan de un antídoto para inm unizar al
ofensor de su culpabilidad. Esto prueba que abunda e l impulso d e agresión
pero que hay poderosas sanciones que se oponen a su uso dentro del grupo
propio.
Es digno de notar su desdentado gobierno fantasm a. Como ya hemos
indicado* su form a fue copiada de los españoles, pero en la práctica real no
se parece a su modelo. C arece de función y nadie anhela la autoridad po
lítica. Parecen saber los zuñis que la autoridad atrae el o d ia
Debemos recalcar, igualm ente, la preeminencia psicológica d e las m u
jeres. A juzgar por la actitud desam parada del varón y por las sociedades
secretas masculinas* no sólo se deduce que la sociedad está polarizada hacia
la. m ujer, sino q u e la función m aterna de ten er hijos parece ser objeto de in
finita adm iración y m aravilla y que los hombres han form ado, en consecuen
cia# u n grupo propio secundaria Los sueños d e varias mujeres, recogidos por
R uth Bunzel, indican, tam bién, una ansiedad básica; eí temor d e ser depa
radas d e la m adre -y el m iedo de verse-abandonadas.
Por lo que se refiere a las fuerzas intrapsíquicas que m antienen la esta
bilidad de estsr 'cultura, volvemos a encontram os con que el sentim iento de
la vergüenza es el más poderoso.
H ay varios aspectos característicos de la cultura de los zuñis que debe
mos señalar cuidadosam ente. Existe una gran exageración del valor asignado
a la dependencia con respecto de la madre, un m iedo a la agresión dentro
del grupo y u n a capacidad lim itada de explotar el m edio. La incom patibi
lidad entre la dependencia y el tem or a la agresión o la auto-afirmación, cons
tituye un hecho clínico com probable en cualquier caso en el que se puedan
notar inhibiciones o recursos lim itados. Más adelante insistiré sobre este m is
mo p u n to con la esperanza de obtener algún indicio acerca de los incentivos
para inventar una técnica más eficaz para dom inar al m undo exterior.
Es de señalar la presencia en esta cultura. de la actuación de un nuevo
p rin cip ia Los zuñis ejercen una influencia represiva sobre todos los im pul
sos agresivos incluso aunque la organización d e su sociedad tiende a procurar
pocos elementos de provocación para ese tipo d e respuesta. Si se ejercitasen
LOS ZUÑIS 125
esos impulsos agresivos, tendrían una influencia altam ente perturbadora sobre
la cultura. Empero, las sanciones de esa clase no pueden ser im puestas a
base de autoridad y, ni siquiera, fundándolas sobre el sentido d e la ver
güenza. Tales sanciones deben estar respaldadas pdr el conocimiento positivo
d e las ventajas m utuas; cuando éste se quebranta, se perturba la seguridad
com ún y se deja en libertad á la ansiedad. Es, pues, la de los zuñís una so
ciedad e n la c u a ltí individuo esté protegido p o r garantías recíprocas contra
el aislamiento, el sentim iento de empobrecim iento, la deflación d el ego, la
hum illación, la inanición y el abandono. De aquí que ese pueblo n o nece
site recurrir a otros medios de reform ar la seguridad que en él exista como,
por ejemplo, la riqueza o el prestigio. E n consecuencia, la riqueza carece de
im portancia. Los derechos d e propiedad nunca están claram ente definidos
ni se imponen rígidam ente. Existen, sin duda alguna, la envidia, la codicia
y otros muchos vicios domésticos, pero en grado reducido; se les considera
como antisociales y no pueden adquirir dem asiada fuerza ni cosechar gran
des beneficios. Se aprecia la propiedad en cuanto se refiere a su valor utilitario
pero está despojada de sus facultades mágicas d e imponer el amor y el respeto
al que lo posee. D e ahí q u e la generosidad constituya la regla general y
que el robo sea m uy poco frecuente. C uando se piensa sobre esta cultura,
salta a la vista e impresiona inm ediatam ente la ausencia" de la tendencia
hacia t í propio engrandecim iento que tan natural nos parece en la nuestra
propia. ■-
Podemos comparar? por un'm om ento, este últim o fenóm eno con el que
se encuentra en nuestra cultura, constituido por el fin y objetivo com ún de
llegar “a la cúspide”, de sobrepujar a los demás, de conseguir una posición
de dom inio, que se considera, corrientemente, como una característica ins
tintiva, y a la que Se Califica, a veces, de tendencia de “auto-exaltación” ¿Qué
ocurre con respecto de esta tendencia entre los zuñís? Es evidente que la
hipertrofia del ego no constituye un fin en sí mismo. ¿Cuál sería la inter
pretación narrisista (sexual) de lá auto-exaltación? Nada tiene que ver con
el orgullo derivado de la propia eficiencia o efectividad, que puede existir
sin auto-glcxificarión alguna. ¿Podemos form ular alguna idea definida acarca
de esta cultura con referencia a la form a en que se m antienen durm ientes
aquellas ansiedádes que en la nuestra encuentran su expresión en el deseo
de poder y riqueza? C reo que sí. La debilidad del individuo frente* al mundo
exterior está am ortiguada por la existencia de un fuerte grupo propio en el
cual se conoce la dependencia m utua. La ansiedad relativa al desamparo
carece de oportunidad para adquirir m ucha fuerza. No existe oportunidad
de que el individuo se sienta pequeño por comparación con los demás. Está
126 SISTEMAS DE SEGURIDAD
LOS KWAKIUTL
Hemos de decir aún una palabra acerca d e las fuerzas externas e intra-
psíquicas que m antienen la estabilidad social. A unque el sentim iento de la
vergüenza es extraordinariam ente sensible, parece que fa lta el sentido de
la culpabilidad. U na persona que pierde, por m uerte, a u n o de sus parien
tes, puede lavar la deshonra m atando a otra persona de categoría correspon
diente y saldar la cuenta diciendo: “ N o soy yo el que está de luto sino tú.”
Es interesante poner en parangón el sistema de seguridad del individuo
en las culturas d e lo6 zuñis y de los kw akiud. Entre los primeros, la movili
dad social del individuo es muy libre. Son muy pocas las m etas que no están
al alcance de cada uno de ellos. E ntre los kw akiud no existe esa movilidad.
El individuo nace con una categoría social; el rango fam iliar impone, inme
diatam ente, un lím ite natural al ob jetiv a Los hijos mayores obtienen mas
y los menores m enos. Estos últimos pueden alcanzar alguna categoría per
sonal m ediante u n a gran variedad d e esfuerzos en competencia.
Es lástima q u e nuestros conocimientos respecto de las disciplinas de la
infancia en esta cultura sean tan deficientes, que no podamos deducir conse
cuencias fidedignas acerca de su influencia sobre la formación de la personali
dad. La historia d el caníbal que hemos m encionado, constituyeuna indicación
de las poderosas rivalidades entre los hijos y el padre. Se oponen, dicho sea en
otras palabras, graves obstrucciones al libre desarrollo de Ips individuos hada
objetivos a los q u e se confiere la m ás alta aprobación sodaL Está también
presente la ansiedad expresada en la form a del tem or a ser comido, pero no
podemos establecer de modo definido su significación. N uestra única guia en
este punto, es la expresión institucional de la importancia d e salvar las apa-
riendas, el m iedo a la hum illación y los c a n a l» socialm ente perm itidos a
través de los cuales puede conseguirse el status, que son la herencia, la com
pra, el asesinato y el convertirse en persona religiosa. La ansiedad causada por
la vergüenza de la pérdida de status puede ser aquilatada por el hecho de que
se llega a sobornar, m ediante dádivas, a los testigos para q u e no divulguen la
hum illación que han presenciado. La reacción extrema a n te la hum illación,
que conduce al suicidio o a la m uerte por inanición, indica las terribles tensio
nes que se encuentran en el fondo de la pérdida del prestigio personal.
El contraste en tre las culturas de los zuñis y de los kw akiud se evidencia
marcadamente, adem ás, por cuanto respecta al sentim iento d e seguridad del
individuo en relación con el grupo propio. El grupo propio en la sociedad de
los zuñís, protege contra la pérdida de la propia estimación así como contra las
necesidades de subsistencia.
La frustración implica probablem ente en la cultura de los kw akiud ve
hem entes anhelos de dependencia. T al puede ser el significado dé la ansie
130 SISTEMAS DE SEGURIDAD
dad mostrada por el temor de ser comido, y la eclosión de los impulsos antro-
pofágicos en el joven poseso. Sin embargo, como quiera que nuestra informa
ción acerca de la educación tem prana es deficiente, debemos aplazar la com
probación de este punto hasta que examinemos otra cultura en la cual dispCK
nemes de información sobre dicha materia.
Nos es eséncial tener una relación completa del ciclo vital del individuo
en relación con las instituciones, porque nos es preciso para servimos del
mismo corno guía acerca de las constelaciones básicas establecidas en el indi
viduo. Si éstas se convierten en parte integrante de la organización del ego,
contribuyen parcialm ente a la form ación de las instituciones. Se plantea inme
diatam ente la cuestión del huevó y la gallina: ¿Que vino primero, la organiza
ción de la personalidad especifica o la institución que la originó? Es ésta una
cuestión histórica. Pero puede afirm arse una cosa con certeza: dadas ciertas
disciplinas básicas, sea cual fuere la fuente de donde procedan, crearán un
tipo definido de personalidad que llevará a la form ación de instituciones
de acuerdo con la necesidad y percepciones de la personalidad. Estaremos en
condiciones de probarlo en aquellas culturas en las que podamos estudiar
m ejor la relación m utua en tre la organización de la personalidad y las institu
ciones. N o podemos dar tina respuesta adecuada a esa pregunta, por cuanto
respecta á Tas culturas de los zuñís y de los kw akiutl, porque la inform ación
de q u e disponemos acerca de los ciclos vitales y las disciplinas institucionales
e$ deficiente. D e éste contraste que no podemos observar en nuestra cul
tura, sé d áfu ce espontáneam ente una conclusión adicional; hemos observado
que en nuestra propia cultura, los Valores de prestigio y los de subsistencia se
encohtrában todos mezclados bajo el encabezamiento com ún de “económicos” .
La cultura de los kw akiutl nos enseña que “ lo económico”, tal como lo
empleamos en nuestra propia cultura, no es sinónim o de “subsistencia” .
CHUCKCHIS Y ESQUIMALES
ríales y viven en unos 650 cam pam entos, cada uño de los cuales contiene
quince personas aproxim adam ente. O btienen sus medios d e vida de ia cría
del reno, anim al al que utilizan com o alimento, vestido, albergue, bestia de
tiro y objeto de comercio. N o los em plean para obtener leche.
Dichos anim ales están im perfectam ente domesticados y son, por lo tanto,
difíciles d e manejar* Las gentes se ven obligadas a acom odar .sus vidas al ciclo
vital del reno. Transcurrida la tem porada de cría, los renos se trasladan al
norte e n busca d e los terrenos de pasto. Las vicisitudes a que se ven sometidos
los chuckchis tienen su origen en los hábitos, enferm edades y enemigos (es
decir, las bestias de presa) de los renos; en el robo y abuso de parte de sus
compañeros y de los azares d el clima, extrem ádam énte frío y sujeto a fuertes
heladas. El cuidado del reno requiere perseverancia, fortaleza y tenacidad
llevadas al extrem o.
Todos los miembros de esa sociedad, mayores de diez años, trabajan; son
contados los m em entos de ocio. Los chuckchis son nóm adas como consecuen
cias de su particular economía; no viven en viviendas perm anentes, sirio en
chazas o tiendas temporales, que constan de una sola habitación.
Com o quiera que la propiedad es individual y las vicisitudes de la vida del
teño son m uy variables, algunos de los chuckchis pueden ser ricosv es decir,
poseer grandes rebaños, y otros, pobres. Estos últim os pueden unirse a los
miembros más ricos del cam pam ento en concepto d e ayudantes.
No es com pleta la información d e que disponemos con respecto a las
costumbres o a la disciplina. Se presupone que el control d e esfínteres seiogra
a los tres años de edad. Los chuckchis comen sus alim entos cocidos, pero no
emplean vegetales. El comer m ucho y rápidam ente se considera como un
signo d e distinción* Les gustan las bebidas alcohólicas. Los rasgos más salientes
de su carácter son la persistencia, la tenacidad, la terquedad hasta llegar
al asesinato si se les contradice, la pugnacidad y el resentim iento an te la
autoridad.
La fam ilia consta de un m arido y de una o más esposas y de los hijos, que
viven en el fondo de la casa del padre. La fam ilia es estable^ pero las demás
unidades sociales no lo son. La organización es patrilineal y patriarcal. Los
hijos mayores pueden, sin embargo, abandonar el hogar paterno. N o existe el
sentim iento de clan y los amigos en quienes se puede confiar más son los
compañeros de cam pam ento. Las lealtades siguen las líneas del interés común
y no los lazos familiares, aunque la violencia causada sobre algunos de los
miembros de la familia da lugar a la venganza de la sangre. El m atrim onio
tiene lugar en edad tem prana y el m arido presta servicio al padre de la novia
durante algún tiempo.
132 SISTEMAS DE SEGURIDAD
ble alm acenar grandes cantidades de alim entos. Por lo tanto, el esquimal no
tiene .ni siguiera la seguridad económica que el chuckchi*
Nos encontram os, a pesar d e ello, con la misma preem inencia de la habili
dad, el m iedo a la dependencia y la incom petencia. El esquimal m ata a los
niños y los ancianos ante el tem or a la inanición. Colaboran en la caza y divi
den las reses cobradas de acuerdo con la participación respectiva en. su
matanza. Pero son tranquilos, alegres y cariñosos, y n o son hostiles. Se encuen
tra la tranquilidad en el seno d e la fam ilia y en la aldea, y u n elevado grado
de libertad individual. Los dioses de los esquimales juzgan los pecados, « c o
nocen la culpabilidad y recom pensan la expiación. Entre los esquimales no
existe el robo. Por paradójico q u e; parezca, el robo d e las espías» que tiene
lugar corrientem ente, no puede ser considerado com prendido dentro d e esa
categoría. Se roba a las m ujeres atendiendo a razones económicas definidas,
para hacer alarde de valentía y como parte de los juegos institucionalizados de
rivalidad. El individuo no está som etido a explotación de ninguna d a s e por
parte de nadie, e incluso los pasatiem pos de hum illación, socialmente organi
zados, se reducen fácilm ente a fiestas generales de buen hum or.
En resum en: “lo económico”, en cuanto se refiere a los fines de subsisten
cia, no puede ser considerado como el culpable exclusivo de todas las ideolo
gías y d e k moraL íV
. Las influencias de la organización social, las disciplinas básicas, Jas ^relacio-
nes de am or y las oporturúdades para la dependencia se hacen sentir en los
tipos dom inantes de form ación del carácter, en la religión y el folklore*
Partiendo del contraste en tre los sistemas de seguridad, podemos in ten tar
sacar algunas conclusiones provisionales acerca de la naturaleza de la segu
ridad den tro del grupo, las condiciones bajo las cuales pueden o no ser m ante
nidas las sancióneseles efectos d e la disciplina y las fuentes de la hostilidad
intrasociaL De aquí en adelante es más im portante apreciar esos conceptos y
aprender la m anera de seguir sus conexiones recíprocas que referirse dem asia
do a la exactitud de nuestras conclusiones relativas a culturas específicas,
conclusiones que dependen, en últim o término, de lo completos que sean los
datos que se nos han facilitado.
Hemos notado en cada u n a de esas culturas la existencia de diferentes
tipos de realidad externa a los cuales ha de acomodarse el individuo, m ientras
que, al propio tiempo, hemos dado por supuesto que las necesidades biológicas
de! individuo deben ser com pletam ente similares en todas ellas. La realidad
136 SISTEMAS DE SEGURIDAD
2 El origen de la posición adoptada por Fretid con respecto a éste problem a, «¿ata nada
menos qué de 18964905. D urante esa época -estaba Fréüd ocupado con el problem a de
trazar u n a etiología específica de los síntomas neuróticos. Sus investigaciones clínicas le lle
varon a estudiar definidam ente e l desarrollo .sexual del hoiqbrc. Para tom ar en considera-
ctón ese desarrollo disponía Freud de algunas coordinadas definidas: sabía que existía un
proceso defensivo al que calificó de represión; sabía tam bién que actuaban en el individuo
fuerzas represoras, aunque en ésa época no llegó a darse perfecta cuenta de su naturaleza
precisa. Como consecuencia de su intento do tratar esas fuenas represoras fué por lo
que Freud adoptó, una decisión crucial cuya influencia está aún presente en sus últi
mas obras. No estim ó que las situaciones reales de la vida fuesen responsables de la movi
lización de esas fuerzas de represión en el individuo. En su libro: TTvree Comribwtíorvs te
d t é T h e o r y o f Sex (N ueva York, 1910), p. 38, declara "ese desarrollo (d e odio, vergüenza
y de las masas de ideación m oral y estética) está determ inado orgánicam ente y puede produ
cirse en ocasiones sin ayuda de la educación. Más aún, la educación sólo perm anece dentro
del reino que propiam ente le corresponde, sí sigue de modo estricto la senda que le ha
sido trazada por el determ inante orgánico.” Sus últim as ideas acerca del super-ego estaban
dom inadas tatitbíén por el supuesto indicado. A tribuía, principalm ente, la actuación de esas
fuerzas represivas a influencias filogénicas u orgánicas. Las situaciones red es de la vida y
la educación presente influencian solam ente retocando patrones filogénjcam entc predeter
minados. Constituye, eh parte, la finalidad del presente libro, mostrar que La introducción
d é la s realidades institucionales como factor prim ordial en la movilización de las fuerzas re
presivas conduce a una interpretación diferente dé los hechos tan exactam ente anotados
por Freud.
PARTE II — DESCRIPTIVA
trata de la apSeadén de
los principios a que se ha Segado en
la Parte I a dos culturas aborígenes
descritas por el Dr. Ralph Linton.
CAPITULO V .
L A C U L T U R A DE É A S ISL A S M A R Q U ÉSA ®
MEDIO Y ECONOMÍA
una de las pocas regiones donde se permitía comerla a las mujeres. A ünque
lo corriente eran los festines de enemigos com o consecuencia de obligaciones
de venganza, tenían lugar, tam bién, simples cacerías de las tribus enem igas
cotí el fin de procurarse carne hum ana en concepto de alimento, especial
m ente en las épocas en que escaseaban los comestibles. O tro indicio de q u e
la antropofagia no era m eram ente ceremonial es el hecho de que estas gentes
se comían a todos, desde los niños en adelante. La finalidad perseguida por el
canibalism o céremonial estriba en absorber las buenas cualidades del indivi
d u o a quien se come, pero los indígenas de las M arquesas manifestaban u n a
preferencia declarada por los niños demasiado jóvenes para haber adquirido
todavía 'cualidades dignas de admiración. Se contaban también historias d e
comedores de hombres, gentes que padecían una afición patológica por la
carne hum ana. Tales hom bres eran capaces de secuestrar niños pertenecientes
a su propia tribu e incluso de m atar y comerse a su propia esposa e hijos.
H abitualm ente no existía el canibalismo d en tro de la tribu, aunque, én m o
m entos de ham bre extrañada, iin sacerdote oracular podía designar a ciertas
víctim as para que fuesen m uertas y comidas. Los sacrificados á los dioses n o
se comían, puesto que se tenia la idea de que debía dejarse todo el individuo
para que lo consumiesen aquéllos. Pero las víctim as de la venganza eran comi
das siempre.
E l ham bre constituía una amenaza constante y enteram ente im previsible.
El m iedo d e padecerla se traducía én el enorm e valor asignado a los comesti
bles. Las costumbres alim enticias de fes indígenas y todas las circunstancias
asociadas con los alim entos m uestran el efecto de esa escasez periódica d e
comestibles.
A l cum plir los diez años, todos los niños eran sometidos a la cerem onia d e
santificar las manos; después de la cual podían preparar ya los alim entos
para sí mismos y para los demás. La cocina y la comida tenían lugar en casas
separadas, situadas a unos quince metros d e la habitación principal. N ad ie
cernía en la casa habitada o cerca del alm acén de comestibles. El alim ento
destinado a los hombres y el de las mujeres sé preparaban por separado e
incluso se le cocinaba en hogares diferentes y em pleando utensilios distintos.
H om bres y mujeres com ían, sin distinción, la mayoría de los alim entos, au n
q u e existían algunos tabus con referencia a las últim as. Se contaban varios
tabús perm anentes sobre los comestibles; algunos de éstos no podían ser comi
dos por personas dedicadas a determ inadas ocupaciones; se im ponían tabús
d u ran te varios meses anteriores a la celebración de u n banquete, destinados,
en gran parte, a garantizar una provisión abundante para la ocasión. U n cabe
za d e fam ilia podía declarar el tabú sobre determ inados árboles en previ
sión de una boda o cualquier otra ceremonia. Pero no estaban m uy desarro-
MEDIO y ECONOMIA 1»
liados los tabús impuestos sobre alim entos específicos. Esta circunstancia
puede haberse debido a los períodos de hambre» en los cuales la existencia de
los mismos hubiera podido dificultar seriam ente la supervivencia*
El valor social de los alim entos se refleja de m uchas maneras; en prim er
Iitgar, en la reglamentación referente a su uso y adem ás en la enorme cam pli-
cación y ornam entación de los diversos objetos em pleados en relación con los
comestibles. Los pilones em pleados para m achacar el fruto del árbol del pan,
por ejemplo» fabricados d e piedra y con u n peso de dos a tres kilogramos, se
labraban» habitualm ente, en form a de caras hum anas. La labor necesaria para
ello era m uy trabajosa, ya que se trataba d e piedra extrem adam ente dura y los
únicos instrum entos de que se disponía para tallarla eran dientes de rata. El
labrado del extremo de un pilón podía ocupar todo el tiempo libre de un
hom bre durante seis meses. Análogamente» los utensilios en que se com ían
los alim entos, como las tazas de corteza de coco y las vasijas donde se alm a
cenaban los comestibles de reserva, estaban delicadam ente tallados emplean*
d o motivos complicados, ya que los indígenas de las Marquesas eran artistas
consum ados.
Los comestibles se guardaban en u n hórreo espedal, construido sobre
pilotes y considerado tabú para las mujeres* Los alim entos eran una de las
pocas cosas objeto de robo; los miembros de la m ism a familia eran capaces
d e robarse unos a otros los comestibles, pero nada m ás. El alto valor asignado
a los alim entos se ponía claram ente de m anifiesto en las prácticas sociales.
C ad a form a de ascenso social iba ligada a alguna cerem onia que suponía la
celebración de un banquete. Los indígenas gozaban y se enorgullecían con
la cantidad de comestibles presentados en esos banquetes» dándose mayor
im portancia a la masa que a la delicadeza de la cocina o la preparación. Se
declaraban tabús sobre, tal vez, dos de los alim entos principales, con el fin de
que nadie pudiese comerlos durante varios meses y conseguir de esa m anera
u n a gran abundancia de los mismos en el m omento en que se levantaba el
tab ú para celebrar el banquete. La familia era capaz d e pasar ham bre d urante
varias sem anas con objeto de engordar a los cerdos destinados al acontecim ien
to. Se llegaha, incluso, a suspender las guerras entre tribus cuando era inm i
n en te un banquete. Se invitaba, a veces, a las tribus vecinas para que concu
rriesen a la fiesta. Jam ás se atacaba al enemigo si se sabía que estaba en
preparación de un banquete. Sin embargo, era lo m ás probable que después
d el festín, cuando todos empezaban a padecer de indigestión, se entablasen
luchas y que la tribu visitante se viese obligada a retirarse precipitadam ente
en dem anda de sus hogares.
Profesaban los isleños de las Marquesas la creencia, común a m uchos
pueblos primitivos, de que ciertos tipos de enferm edad se debían a la ausencia
152 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
M aestros a r t e sa n o s -
DISTRIBUCIÓN
Es difícil afirm ar h asta qué p u n to creían realm ente los indígenas en esa
personificación d e los objetos* U n objeto debidam ente hecho adquiría u n
m ayor valor de prestigio. Una porra que hubiese servido para m atar a tres
o cuatro hom bres poseía una enorm e cantidad de mana; cuanto más moruz»
más grande era lá categoría del arm a. Posma el pueblo el sentido de la he~
re n d a con respecto de las cosas muebles; los objetos antiguos que les habían
sido legados, tenían más valor que los nuevos aun en el caso d e que estos
últim os ostentasen bellas tallas. Los objetos sagrados arrebatados, gozaban
d e la facultad d e regresar a la tribu. Los objetos podían ser vestidos pero
nunca se les sum inistraba alimento; lo que m ás se aproximaba a esto últim o
era la actitud adoptada con respecto de las canoas de guerra. C uando se es-
trenaba una de esas embarcaciones se la botaba al agua hadándola pasar p or
encim a del cuerpo de u n a victima, siguiendo u n rito que, en cierto modo,
se suponía que había de comunicar a aquélla una mayor fortaleza.
La costumbre de d ar nombres se llevaba a extremos aún mayores. U na
persona im portante, jefe o sacerdote oracular, teñía varios nom bres para las
diferentes p u le s de su cuerpo, recibiendo nombres diversos diez o doce d e
ella& y dedicándose Tos más honoríficos a los órganos genitales. Esta cos
tum bre se aplicaba por igual en ambos sexos.
Era corriente el cambio de nombres en tre los amigos. M ediante tales
cambios se fundían m utuam ente las personalidades de cada uno de los par-*
tícipes. C uando estaban juntos, se dirigían el u n o al otro em pleando su propio
nombre. C uando u n indígena m ataba a u n hombre tenía derecho a usar
el nom bre del m uerto y lo hacía con frecuencia especialm ente cuando Ja
víctima era una persona m ás im portante que el m atador. .Tam bién podía dar*
se el nombre de la víctima al arma con la cual se le había matado».
Los inestros artesanos eran m uy solicitados por gentes de otras tribus
para entablar con ellos relaciones de intercam bio de nom bre por cuya razón
gozaban de una gran libertad de movimientos. Era frecuente que u n tuhunga
tuviese varios enoas o hermanos d e sangre: incluso en otras tribus. Cuando
una persona era enea d e otra, tenía los mismos derechos a su propiedad y
groaba de la m isma relación que ella con respecto de los parientes d e su enocu
t
ORGANIZACIÓN SOCIAL
Las unidades sociales básicas eran la tribu y el grupo fam iliar. N o exis
tía organización en clan dentro de la tribu, qUe era teóricam ente un grupo
am plio de parientes, cuyos miembros, en su totalidad, descendran o guarda
ban cieña7conexión con u n antepasado original, bien por ascendencia directa
o bien por adopción. Las líneas y lazos familiares, dejando a u n lado los
ORGANIZACION SOCIAL 15 7
establecidos éntre los hijos y los herm anos de la m adre o las herm anas d el
padre, eran bastante indefinidos. Los hermanos de la m adre y las herma-*
nas del padre eran las personas a quienes buscaba el niño para que le sirv ió
sen d e padrinos en todas las ceremonias* y su relación icón ellas era m ás
estrecha que c o n su s propios padres, E n cambio, las herm anas de .« i m adre
y los herm anos d e su p ad req u ed ab an absolutam ente fu era del cuadro farot-
lian y carecían, d e relación funcional particular de ,ninguna dase* r
D entro de la tribu se guardaba una gran consideración, por lo m enos
e n teoría» a la ascendencia. Todos los ind^enas se enorgullecían d é tener
largas génealogías. Era frecuente el q u e se desplanaran esas genealogías hasta
llegar a sesenta u ochenta generaciones anteriores, aunque esos antepasados
primitivos eran, ordinariam ente, dioses o figuras legendarias. Existen, sin
embargo, genealogías auténticas que abarcan veinticinco generaciones y q u e
pueden ser comprobadas por los relatos de otros grupos polinesios en lo s casos
en que los antepasados han em igrado de otras islas.
La categoría social se determ inaba, en teoría, conform e a la primoge-
nitura, es decir, según la descendencia a través de los primogénitos^ sin ten er
en cu en ta el sexó. El no haber logrado darse cuenta d e ese hedió há sido
causa d e muchos quebraderos de cabeza para algunos estudiosos de la orga
nización sodal d e Polinesia que han- intentado ^dem ostrar la ascendencia pa-
trüineal o m atrilineaL La sociedad; ?dé las islas M arquesas se basab&Len i a
primogeriiturjt, pero en un pequeño grupo de esa clase intervenían tam bién
otros factores. R ara vez había en u n a tribu más de 1,0QQ miembros, empa
rentados cada u n o de ellos con los mismos antepasados remotos de la tribu
a través d e m edid docena de líneas diferentes Com o quiera que los indíge*
ñas de las M arquesas contaban la ascendencia a través del progenitbr de más
alta categoría en cada generación, siempre había en la línea de ascendientes
algún punto en el cual uno de los antepasados era más em inente q u e ^ tro
antepasado contemporáneo de algún o tro individuo. Podían emplearse^ por
lo tanto, las genealogías para justificar las relaciones sociales reales.. E l.pres
tigio y la posición social de las diversas familias, subía y bajaba, y los cabe
zas d e éstas elegían aquél de los térm inos posibles de relación que habrían
de usar, basándose en cuál era superior y cuál inferior* D eh k b a la endoga-
mia, siem pre erá posible para una persona que se encontraba en la cúspide,
descubrir una línea de ascendencia que fuese m ás elevada, en algún punto,
que cualquier otra.
ORGANIZACIÓN TRIBAL
tahua norm al estaban» en prim er lugar» la plataform a del altar» sede de los
dioses ancestrales» después un asiento para el jefe y su familia inm ediata y
detrás de él la plataform a de los sacerdotes» h de los tukungos y t a de los
guerreros» u n a gran constricción 'dotada d e úna casa perm anente qüe erA
tabú para las mujeres, y» finalmente» la tribuna de las m ujeresy io s niños y
o tra mayor para los Visitantes miembros de otras tribus. Se co n stru ía,o rd i-
nariamente» u n nuevo toíurn para e l primogénito d el jefe» acto qi£e elevaba
la categoría de la comunidad dom éstica y d e la tribu del mencionado jefe.
Tem a tam bién la tribu uno o más lugares sagrados situados en las coli
nas, qué se entpleab&n para efectuar los sacrificios hum anos y para las últim as
ceremonias fúnebres. Había» igualmente» el luga? sagrado de los pescadores
y los grandes silos donde se alm acenaban los comestibles. Todas esas propie
dades pertenecían a la tribu y el hecho de ser m iem bro de la misma d ab a
derecho a todos a usar de las mismas.
LA COMUNIDAD DOMÉSTICA
riqueza; los bienes se conservaban solamente para consum irlos con ocasión
de las grandes ceremonias cuando la riqueza total y la cantidad d e lo q u e
se rlpcppahnlsaha en los banquetes constituían im portantes .factores para de
term inar el prestigio relativo de las diversas com unidades domésticas.
Se notaba, la existencia de un-esfuerzo persistente encam inado a erigir
en hereditario .,ej status de mayor prestigio, pero las agrupaciones jamás se
convertían e n . rígidas y, en realidad, las diversas com unidades domésticas
se encontraban subiendo y bajando continuam ente a lo largo de la escala
social. El rango social se concentraba en el hijo primogénito, m erced aj cual
aspiraba toda la comunidad dom éstica a elevar su posición. A unque el pri
mogénito heredaba el status de la comunidad doméstica, si no se m antenía
el rango m ediante banquetes y ceremonias, $e corría el peligro de que cual
quier otra com unidad dom éstica, cuyos miembros trabajasen enérgicam ente,
todos juntos, en pro del ascenso, lograsen elevar su posición y dejasen alarás
al grupo más antiguo y m ejor establecido. Como quiera que existía una g ran
m ovilidad vertical tanto para la com unidad dom éstica como para el indivi
duo, las clases sociales no eran fijas.
La comwqidad. ckxpéatica ten ia una complicada organización m ateriaL
Dfeppnfe de u n a amplia casa p ara dorm ir dotada d e magníficos lechos. La
ca$a, construida con m ateriales perecederos, se erguía sobre unos cimiento* d e
piedra} cuanto mayor, era la piedra, em pleada, maypr era el prestigio d é la
q w y iM á jj dom éstica. Las plataform as de las casas d e las comunidades d o
m ésticas prom inentes, contenían rocas que. pesaban dos o 'tres toneladas, con
las que se construía el piso y con frecuencia, habían de ser levan
tadas sin m ás instrum entos que la fuerza hum ana hasto.,pna altura de u n
m etro veinte a u n m etin-cincuenta centím etrosdel nivel del suelo. El tam a
ño d e las piedras anunciaba a to d o el m undo el núm ero de hombres que la
dom éstica podía movilizar para ayudar a la construcción de la. casa.
En teoría, se construía Upa plataform a destinada a sostener una nueva
casa para el h ijo primogénito inm ediatam ente después d e haber llegado éste
a j a pubertad, cuando se disponía a tom ar m ujer. E n esa ocasión, todos los
hombres que formasen parte ya d e la comunidad dom éstica y todos sus pa
rientes estaban obligados a trabajar en la nueva edificación.
Cercano a .la casa habitación, p e ro a nivel ¡del suelo,, se encontraba otro
fA ifiria separado destinado a co tin a y cernedor. Los alim entos cocinados q u e
no eran tab ú ,.se m antenían apartade* dé la casa para que no lesionasen e l
m ana de la m ism a y d e sus habitantes. Había tam bién un alm acén para
lós comestibles ty objetos tabú, com pljcadam entedecorado, d e ord»nario, ele-
vado sobre pilote» y em plazado-a cierta d istanciada la .casa h abitarían. .Los
viejos cuya vida sexual se habían agotado, pasaban allí la mayor p arte de su
LA COMUNIDAD DOMESTICA 161
tiempo, durm iendo, con frecuencia, en el almacén* Este era considerado tab ú
para las m ujeres y los varones jóvenes solamente podían en trar en ¿ l des*
pues de u n período considerable1d e abstinencia sexual.
H abía tam bién, form ando parte de las pertenencias de cada com unidad
dom éstica, un lugar sagrado. Se trataba, a veces, d e una casita erigida sobre
una dievada plataform a y otras, simplemente, d e u n rincón de la casa d e
dorm ir separado con cortinas. Se utilizaba el lugar sagrado para las r e la d o
nes con los difuntos y para guardar lo6 cráneos de los antepasados y los objetos
sagrados. La casa habitarión y el alm acén estaban com plicadam ente deco
rados con tallas en los pies derechos y pinturas en las vigas.
Estos edifidos, que representaban u n considerable gasto de trabajo^ pa-
saban, por herencia, al hijo primogénito, a menos que la casa fam iliar fuese
suficientem ente rica para construir una nueva edificación para el h ered era
Incluso si el primogénito era una m uchacha, podía heredar la com unidad
domestica; son numerosos los casos de mujeres que se convirtieron en cabe
zas de com unidad doméstica hereditarios, aunque era frecuente que las co
m unidades domésticas adoptasen un m uchacho para que ocupase dicha pod*
ción. Los hijos menores no gozaban de derecho alguno en la com urádad
dom éstica salvo los de ocupación, aunque eran d e 's u propiedad los árboles
plantados para ellos en e l m om ento de su nacim iento.
£1 prim ogénito de uno u o tro sexo o el ruño adoptado para que ocupase
su lugar, se convertía en el cabeza oficial de la com unidad doméstica desde
el m om ento de su nacim iento o llegada. No puede uno por m enor d e sor
prenderse ante el hecho de que en los mitos de las islas Marquesas, la historia
de un hom bre term ina siem pre cuando nace su prim er hijo; después d e este
acontecim iento, desaparece d e la escena y la saga continúa con las aventuras
del hijo. N aturalm ente que, en la práctica, el padre seguía adm inistrando
el grupo de la comunidad dom éstica hasta q'ue el hijo llegaba a la edad ade
cuada, pero socíalmente prim aba éste sobre su padre desde el momento m is
mo de su nacimiento.
La com unidad doméstica estaba integrada por el m arido principal, la
esposa o esposas y una serié d e esposos secundarios^ Incluso en los casos
de esposas m últiples, el núm ero de los hombres de la comunidad doméstica
era muy superior al de las m ujeres. La disparidad num érica que se obser
vaba entre los sexos en esas islas es realm ente m otivo de perplejidad. Ju ra
ban los indígenas que no practicaban el infanticidio y, sin embargo, la propor
ción de los varones a las hem bras era, aproxim adam ente, de dos y m edio
a una. Es probable que se deshiciesen de las niñas m ás pequeñas pero no se
trasluce nada de tal práctica en la cultura. Es difícil determ inar el m otivo
que los llevase a obrar así pero no parece aventurado suponer que el grupo
m LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
se lim itaba m eram ente a criar nuevos elementos en proporción a sus re-
cursos alim enticios. En las tem poradas buenas disponían d e más comestibles
que población y destinaban el excedente a criar cerdos, pero durante las tem
poradas m alas, cuando escaseaban los alimentos, ara preciso m antener bajo
el núm ero de habitantes lim itando, al efecto, el de m ujeres capaces de
tener hijos»
La com unidad doméstica m edia, estaba integrada, pues, por un m arido
principal que era su cabeza, un grupo de varios otros hombres y una sola
esposa. El segundo marido era de categoría superior a los demás esposos se
cundarios y se hacía cargo de la com unidad doméstica en ausencia del cabeza
de la misma. Disfrutaba tam bién de prelación en cuestiones sexuales con la
esposa, tan to m ediante el perm iso del primor m arido com o durante su au
sencia. En la m orada del jefe todos los maridos habían d e gozar de ciertos
derechos sexuales con relación a la esposa, pero cuando eran muchos, vivían
en o tra casa y se les llamaba al arbitrio del jefe o de la esposa y se recom
pensaban sus ^buenos servicios con una noche de placen E n teoría, todos los
miembros d e la casa fam iliar gozaban d e derechos sexuales; incluso los sir
vientes ten ía» acceso carnal a la esposa principal si ésta lo deseaba; e n reali
dad, correspondía al primer m arido ordenar esas cosas y distribuir los favores,
aunque le interesaba personalm ente el cuidar de que sus inferiores estuviesen
sexuahnente^ satisfechos con el fin de que trabajasen por su casa y no bus
casen otras m ujeres
E ttla c o m u iiid a d doméstica estaban comprendidos tam bién los hijos de
las m ujeres — tá n to io s verdaderos como los a d o p ta d o s^ y los ándanos. Los
indígenas d é las Marquesas conocían perfectam ente todbs los feríemenos de
la paternidad física, pero rio contaban para nada en su Órgáitlzadóri social.
Preguntado acerca de su parentela, contestaría un indígena: “Fulano es mi
verdadero padre, pero el cabeza de m i familia es M éñgano, hijo de, etc.,” y
continuaría relatando la genealogía del cabeza de la com unidad doméstica,
incluso en las comunidades poliándricas, la m adre sabía siempre quien era
el verdadero padre de su hijo y es de presumir que lo m ism o ocurría al ca
beza de la com unidad, pero era esa u n a cuestión que no le importaba es
pecialm ente.
C uando tai hom bre entraba a form ar parte de una comunidad doméstica
no llevaba consigo otras propiedades que sus árboles y unos cuantos objetos
personales, pero recibía su parte de los productos d e la casa y trabajaba en
unión de los dem ás esposos bajo la dirección del cabeza de la com unidad
doméstica con el fin de a aim u la r riquezas para elevar la categoría social
del grupo. / *
LA COMUNIDAD DOMESTICA 163
rido» es decir, las hermanas, del padre y los herm anos de la madre, se corta
ban el pelo en esa ocasión, haciéndose con sus cabellos una serie de orna
m entos: una capa o túnica para los hombros, adornos para las rodillas, tobillos,
codos y m uñecas. El varón así ataviado de gran gala parecía un perro de
aguas. La preparación del cabello, con ese objeto, estaba a cargo d e rizadores
profesionales que lo transform aban en tubos y fibras trenzadas y ,1o tostaban.
El niño no llevaba esos adornos durante su infancia. En algunas ocasiones
especiales que tenían lugar antes de la pubertad, se le vestía y adornaba pero,
ordinariam ente, los niños de ambos sexos iban completamente^ desnudos.
La adopción era muy com ún incluso en los tiempos antiguos. Ya se ha
m encionado la de los primogénitos, como m étodo para fundir dos líneas fa
m iliares y evitar la competencia, pero también se adoptaba ¿ hijos menores
que conservaban ese mismo status. Era frecuente que se solicitase a esos niños
aun antes de haber nacido y tal petición no podía ser denegada sin dar lu
gar a que se tomase como un grave insulto y, posiblem ente, a una contienda
de sangre. Se transfería, racimadamente, al niño a su nueva com unidád
dom éstica a la edad de dos a cuatro meses y se esperaba que sus padres na
turales hiciesen a los adoptivos un valioso regalo para cubrir los gastos inhe
rentes a su crianza. Con esa transferencia se daba p o r term inado el periodo
de lactancia. Se dice que eran m uchas las m ujeres que se resistían enérgica
m ente a esa costumbre y es ésta u n a de las razones a que se atribuye el des
censo del coeficiente de natalidad que se produjo durante el prim er período
de contacto eon los europeos. Los indígenas eran capaces de controlar los
nacim ientos m erced a sus conocimientos de las j&rveraóriés sexuales y del
abortó "Mecánico"y las m ujeres se mostraban, con frecuencia, poco deseosas
de pasar por las molestias del alum bram iento cuando sabían que les podían
arrebatar ¿1 fruto. Como quiera que la crianza de los hijos m enores esta
ba, en gran parte, en manos de los hombres, esta costumbre produjo el efecto
de hacer aun m ás hincapié en el papel de las m ujeres como objetos sexuales,
reduciendo al mínimo la im portancia de sus funciones reproductoras.
C reen los indígenas de las Marquesas que 1¿ lactancia dificulta el des
arrollo de los niños y Ies hace poco obedientes! Existía, probablemente, un
período de lactancia, que dependía de la voluntad de la madre, pero, en to
dos los casos, era muy corto, Las mujeres se ehorgullecían mucho d e la fir
meza y ía hermosa forma de sus pechos, que desem peñaban un papel muy
im portante en los juegos sexuales. Creían que la lactancia prolongada los
estropeaba y, .consiguientem ente, se m ostraban rehacías a practicarla. Las
horas de dar el pecho eran irregulares y dependían m ás de la conveniencia
del ad u lto que d e las protestas deL n iñ o .;
CICLO VITAD DEL INDIVIDUO 171
siado atareado, jugaba con el niño, pero la atención en ese sentido no era
constante. A prendía el niño, desde su más tierna infancia, que nada conse
guía con gritar, porque si los adultos estaban ocupados en otra cosa se lim i
taban a dejarle llorar sin hacerle el m enor caso* Sin embargo, si el n iñ o
llegaba a ser demasiado molesto, podía calmarlo u n adulto procediendo a
m astürbarle. La masturbación d e las niñas comenzaba en época muy tem
prana; en realidad desde el m om ento mismo del nacim iento, se practicaba
la m anipulación sistemática de los grandes labios p ara alargarlos, por cuanto
ese alargam iento se consideraba com o un signo de belleza.
Había m uy poca disciplina y, como ya hemos dicho anteriorm ente, nin
guna por cuanto respectaba al hijo primogénito. Existía, sin embargo, el
peligro constante procedente de la infracción de los tabus, los supuestos pe
ligros dim anados de las ogresas y el auténtico de los caníbales. El terror
que sentían lo s adultos cuando u n niño se perdía d e vista era auténtico y
afectaba enérgicamente, por supuesto, la reacción em otiva de aquél. N o se
intim idaba ni coaccionaba al niño, pero se le inculcaba la impresión de q u e
si se alejaba en sus correteos se encontraría en peligro constante, del que so
lam ente el adulto era capaz d e protegerle. Sin embargo* la vigilancia era d e
una éspecie m ás bien difusa. El peligro que se ponía d e m anifiesto no estriba
ba en separarse de u n a determ inada persona, sino en estar solo. Npr se
imponía al niño, cotí anterioridad a la pubertad, ninguna dase de responsabi
lidad económica. N o se le enseñaba ningún arte u oficio* sino que se le
dejaba llevar úna existencia enteram ente libre de preocupaciones.
TC uandó los muchachos alcanzaban los ocho o diez años de edad comen
zaban a form ar bandas o grupos entre ellos. En esos grupos se encontraban
tan to niños como niñas; el núm ero de los primeros era siempre mayor que
el de las segundas debido a la proporción entre ambos sexos que hem os
m encionado con anterioridad. E l grupo estaba vagam ente definido y estaba
compuesto d e niños cuyas edades diferían en tres o cuatro años y, en ocasio
nes, de algunos más jóvenes, p ero suficientemente desarrollados para poder
ponerse a tono con el resto de la banda. El grupo perm anecía ordinariam ente
unido hasta que sus miembros comenzaban a casarse y establecerse. M ostra
ban esas bandas la tendencia a agruparse en tom o d el hijo primogénito de un
jefe o d e u n a de las com unidades domésticas más im portante. Este caudillo,
q u e lo m ism o podía ser niño q u e niña, dominaba a todo el grupo. Desde la
edad de ocho o diez años en adelante* eran ya los niños muy independientes
con respecto de sus casas y fam ilias. Las bandas de;m ayor edad estaban
perfectam ente familiarizadas con los tabús y los peligros y sus miembros
podían cuidarse por sí solos. Invertían la mayor parte d e su tiempo pescando
y raziando las plantaciones en busca de alimentos cuando tenían ham bre,
CICLO VITAD DEL INDIVIDUO 173
%odo el cuerpo con .ese producto, se sentaban a la sombra hasta que estaba
com pletam ente seco y se lavaban luego e n el arroyo. Surgían d e ese proceso
ta n blancas como las europeas del sur, pero, la exposición a los rayos solares
volvía a oscurecer su piel en el transcurso d e u n día o dos y se veían obliga*
das a recomenzar su lobo* de blanqueo.
Las danzas de los luiiois se term inaban, ordinariam ente, con exhibiciones
sexuales que recordaban el m oderno “ panoram a parisiense” : Parisian show.
A dem ás, las m uchachas del grupo koioi se>dedicaban a visitar sexualm ente al
elem ento m asculino y ponían su orgullo en el núm ero de hom bres a quienes
eran capaces de satisfacer en una velada. C on excepción de ios tabús que
com prendían a l^s herm anos y a los padres, el libertinaje sexual era absoluto
e n tre esos jóvenes.
La instrucción d e los niños no comenzaba hasta muy avanzado el período
kaioi. A prendían, por supuesto, una porción de cosas en forma no oficial, pero
la enseñanza regular d e las diferentes artes y oficios no se iniciaba hasta que el
m uchacho se encontraba próximo a la veintena. Se instruía a los primogénitos
e n cánticos y genealogías, corriendo esas enseñanzas a cargo de los sacerdotes
ceremoniales; durante el aprendizaje de las m aterias m ás esotéricas, tanto el
m aestro com q el discípulo estaban sometidos a los más severos* tabús. Tam bién
existía una forma oficiosa d e enseñanzá a cargo d e le s sacerdotes cerem oniales.
Los jóvenes acudían, por las tardes, a un sacerdote y le pedían que les ense*
fiase un cántico. Les preguntaba éste cuál preferían. Sacaba entonces su
registro de cuerda, integrado por una Serie de ñudos anudados sobre una
larga cuerda tejida a veces en forma de cesto, en fe cual cada ñudo représen*
taba, una d e las estrofas del canto. M uchachos y muchachas aprendían, en esa
form a, a caritat juntos. En lá época en que se les tatuaba, aproxim adam ente,
comenzaban los m ttdhachos a estudiar para ser tuhunga, sacerdote ceremonial,
o miembro de cualquier otra profesión a su libre elección.
Con m otivo de la prim era m enstruación de las m uchachas se celebraba
u ñ a pequeña ceremonia. Se las hacía ir, en esa época, a un lugar especial,
consagrado tradicionalm ente en la línea fam iliar, donde se suponía que acu*
d ían los espíritus ancestrales. La primera sangre m enstrual había de ser ente*
rrad a en ü n lugar sagrado para evitar la pérdida de vitalidad de la muchacha:
a quien correspondía. A l llegar los m uchachos a la pubertad no tenía lugar
ninguna ceremonia, pero a la edad de diez o doce años se les practicaba una
superíncisión, es decir, que se les incidía el extrem o del prepucio. Se verificaba
esta operación colectivam ente, incluyendo en ella a todos los m uchachos que
tenían la edad suficiente para ello, sin que fuese preciso que perteneciesen a
la misma banda. En el caso de tratarse del hijo primogénito d e una fam ilia
176 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
m aniquíes para adquirir experiencia en .el trazado exacta de las curvas o con
vencía a cualquier jotra persona para q u e lo dejase practicar sobre él. En este
últim o casa, era preciso q u e pagase u n a pequeña cantidad .al paciente^ ya que
si el trabajo era deficiente se convertía para aquél» de allí en a d e la n ta en
causa de desventaja social. Los (amadores entonaban, m ientras estaban empe
ñados eh su labor» u n cántico que consistía* principalm ente, en una repetición
del tem a: “ iQ ué bonito va a resultar esto y qué bien m e van a pagar .por
trabajo tan esm erador
El tatuaje d e loa m uchachos suponía u n a la b o r que duraba varias semanas,
durante las cuales todo el grupo kakñ m alim entado por el padre d el mu
chacho principal. C uando sos reservas comenzaban a agotarse, com ían k s
m uchachos con cargo a sus propias com unidades domésticas. El tatu aje .de
ios varones era extraordinariam ente com pleto, cubriéndose todo e l cuerpo,
incluso los párpados* con intrincados dibujos. E l jefe ostentaba sobre las ma
nos u n tatuaje m ás com plicado que el de los hombres corrientes y se le
decoraban, tam bién, los dedos de los pies. Se practicaban ciertas m arcas diver
sas en la cara que probablem ente tenían unsignificado tribal# V i una vez a un
hom bre que tenía tatu ad a la parte superior del cráneo por debajo deL p e la No
era raro observar tatuajes en la boca, hasta las encías, y en fa lengua, por
no m encionar otras partes m ás sensibles d e la anatom ía.
El prim er tatuaje se efectuaba en el período Junen, pero cuando u n hombre
llegaba a los treinta años, especialm ente si era un gran guerrero, volvía a
som eterse a la operación y, en esa ocasión» se rellenaban todos los espacios
de su cuerpo libres del taraceo anterior. Los dibujos tatuados resultaban-de
color añil en los jóvenes, y se iban volviendo d e u n verde azulado e n las per
sonas de edad m adura, de tal forma q u e los d e los viejos eran, con frecuencia»
completamente verdes. El no estar tatuado se consideraba com o ir indecente
m ente desnudo. *
C uando se term inaba la operación del taraceo, se celebraba un banquete
en el que los m uchachos recién tatuados exhibían sus adornos. Las m ucha
chas asistían igualm ente a la ceremonia y al final de la fiesta ejecutaban su
propia danza. En lugar de bailar desnudas com o de costumbre, llevaban en
esa ocasión faldas com pletas plisadas que levantaban durante el cántico final
para enseñar los órganos genitales. Sin embargo, los juegos sexuales d e todas
clases estaban prohibidos en esas fiestas, indicándose con el gesto de las- mu
chachas que había llegado el fin del período kaioi y que era el m om ento en
que los m uchachos habían de elegir sus com pañeras y establecerse.
Se instruía a las m uchachas en las cuestiones sexuales desde la m ás tierna
infancia, enseñándolas a balancear las caderas y a caminar en forma provoca
tiva y a adoptar posturas cargadas de sexualidad. La técnica erótica estaba
178 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
una m ujer parecía dem asiado interesado en otra, amenazaba aquélla con sui
cidarse y, en m uchos casos, llegaba a cum plir su amenaza. Su m uerte no
llevaba aparejada la venganza familiar sobre el marido, pero constituía para
éste u n motivo d e disgusto, le atraía la censura publica y destruía la comuni
dad doméstica. Los m aridos secundarios le abandonaban y pasaban a ocupar
una posición secundaria en otra comunidad dom éstica. Es problem ático deter
m inar hasta dónde deben ser interpretadas esas costumbres como expresión de
celos. El factor principal parecía ser el orgullo o fen d id a
M uy pocas, o ninguna, eran las m anifestaciones ostensibles de celo6 por
parte d e los hombres en el m atrim onia Debe recordarse que la com unidad
dom éstica estaba integrada norm alm ente por u n a m uchacha y u n grupo de
m uchachos de su banda especialm ente afectos a aquélla y unos a otros. Los
celos m anifestados entre los maridos m últiples e incluso entre hom bres casa
dos Con respecto de cualquier mujer extraña a sus propias com unidades d o
m ésticas se consideraban como de m uy m ala educación. Tales hom bres no
disputaban jamás acerca de mujeres cuando estaban sobrios, pero cuando
se em borrachaban se producían numerosas reyertas, algunas de las cuales ad
quirían u n carácter muy grave cuando salían a relucir los cuchillos. Los con
tendientes se sentían profundam ente hum illados al serenarse y se apresuraban
a darse m utuam ente explicaciones al siguiente día. En una com unidad d o
m éstica bien organizada no surgía la m enor disputa acerca d e la esposa.
H abía varias clases de m atrim onio, la m ás solemne d e las cuales era la
usada en el m atrim onio del hijo prim ogénito del jefe de úna tribu y la hija
primogénita d eL d e otra, vinculo que estaba llam ado a unir dos linajes y a
proqtover tá paz en tre los dos grupos. Los desposorios se verificaban en tales
casos en la infancia^ y d u ran te el período de compromiso ambas fam ilias cele
braban banquetes. El m atrim onio en sí constituía una complicada ceremonia
acom pañada de im portantes cambios d e regalos. El grupo que se trasladaba al
poblado vecino para recoger a la novia llevaba cerdos vivos atados a u n enor
me m arco de m adera. E sta delegación era atacada por los hombres d el grupo
receptor que trataban de expulsarlos y de llevarse los cerdos. Más tard e tenía
lugar o tra ceremonia análoga con otro regalo d e cerdos.
Sólo una com unidad doméstica bien situada en lo alto de la escala social
podía permitirse el lujo de celebrar u n m atrim onio oficial de esa categoría.
El m atrim onió corriente no iba acompañado d e ninguna ceremonia d e inter
cambio d e regalos y era m eram ente la selección de una compañera perm anen
te por el hijo prim ogénito en concepto de cabeza d e la casa fam iliar. Los indi
viduos solteros se uñían, después, a esas casas fam iliares en las que ocupaban
situaciones secundarias. C om o consecuencia d e la escasez de m ujeres, casi
todas la s muchachas teñían la posibilidad dé llegar a ser esposas principales
CICLO VITAD D a INDIVIDUO 181
en una com unidad doméstica* Solam ente las capas ricas tenían esposas secun
darias. Los m atrim onios monógamos se daban únicam ente entre los muy
pobres o e n casos excepdorades d e m u tu a adhesión personal.
La vegez no tía causa d e prestigio e n las islas Marquesas y el respeto a los
padres era imposible en una sociedad d o n d e el hom bre quedaba som etido a su
hijo desde el m om ento del nacim iento d e éste y se lim itaba a ejercer meras
fundones d e regente hasta que aquél tenía edad suficiente para casarse. El
punto culm inante d e la vida de los indígenas tenía, lugar d u ran te lo6 años en
que actuaba corno cabeza activo, de la com unidad doméstica. Las únicas per-
semas que conservaban su categoría en la ancianidad eran los sacerdotes oracu
lares. Los sacerdotes ceremoniales se v eían obligados a abandonar sus funcio
nes y cargos cuando eran d$tpasiado.viej^ para oficiar a c tív a m e te . J-as
andanas tenían a su cargo la ejecución de la mpyor p a rte de las labores
femeninas de la casa familiar, m ientras que las mujeres jóvenes atendían a
los hombres; los ancianos siempre estaban en condiciones d e encontrar traba
jos diversos que los m antenían continuam ente ocupados. Se desdeñaba a los
viejos, pero nunca se les m ataba o hacía objeto de malos tratos, por m iedo de
que se vengasen m ás tarde, cuando se convirtieran e n duendes.
: Las disputas e n tre los indígenas de M arquesas eran m uy jpocp {ferien
tes y solo tenían lugar cuando estaban embriagados. N o era rarq el robo
de comestibles, peso n o se le consideraba como falta grave. E l propietario de
lo6 comestibles robados era presa de la ira y capaz de castigar al ladrón si
lograba pillarlo; pero el que conseguía escapar con la cosa robada llegaba
incluso a jactarse d e su acto, más tard e, cuando la cólera .de aquél había
tenido tiempo de calmarse. N o existía, en la práctica, el robo de nada que no
fuesen comestibles, debido, probablem ente, a que todos los objetos de la casa
familiar eran de confección individual y cada uno de ellos estaba decorado en
tal forma que el artículo robado habría sido rápidam ente reconocido. Tenían
lugar algunas m uertes, originadas casi invariablem ente por dos causas únicas:
los celos sexuales suscitados durante la borrachera y la venganza, consiguiente
a homicidios anteriores, que se llevaba a cabo de ordinario m ediante la bruje
ría. Los indígenas carecían de toda form a de procedim iento legal para juzgar
el crimen. Cada com unidad doméstica se cuidaba de sus intereses.
Aparentaban los isleños amistad y buena acogida para con los blancos,
pero en realidad se mantenían continuamente en guardia contra ellos. Era
totalmente imposible saber lo que pensaban. Manifestaban abiertamente sus
satisfacciones, pero rara vez se entregaban ostensiblemente al dolor, aunque,
a veces, se dejaban llevar por accesos de cólera. Contemplaban la muerte con
la mayor sangre fría. Durante mi estancia en una aldea, m urió una anciana de
tuberculosis. C uando se puso de manifiesto que no había de vivir mucho
182 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
sioneros con destino a los sacrificios hum anos se proseguían continuam ente
en tre las guerras serias» las gentes del valle vivían en constante estado de
sobresalta
Correspondía al jefe la facultad de declarar las guerras oficiales y las
fu m a s m u i reunidas bajo el mando de los toas o guerreros experim entados.
N o se conocía el ejercicio o instrucción m ilitar. Las batallas en el terreno se
reducían, a meras escaramuzas dirigidos por los toas o a combates individua-
le? cuya objeto consistía en obtener el cuerpo d el enem iga En el v alle en que
yo vivía» había un viejo caballero que había sido el orgulloso propietario de
un arpón ballenero con una cuerda unida al m ism a Había adquirido una
gran reputación como guerrero» empleando dicha arma» porque con ella podía
alancear a un hombre y hallarlo en un tiem po récord.
Las incursiones de m enor cuantía tenían lugar en cualquier m om ento. U na
treta favorita consistía e n que algunos elem entos de uno de los bandos se
dirigiesen en sus canoas de guerra a un valle y desembarcasen allí a dos o
tres d e sus hombres al am paro de las sombras d e la noche. Al llegar el alba»
se arrastraban los incursionistas hasta la aldea y tom aban prisioneros a los '
m adrugadores que salían de sus casas. Corrían luego, con sus cautivos» hasta
la playa» hadan señas a las canoas de guerra y ya estaban lejos cuando el resto
de la aldea se despertaba.
- C ada uno d e los valles tenía su fuerte o fuertes construidos» ordinariam en
te» en altas crestas de las m ontañas. En ellos se refugiaba el jefe» protegido por
Mfia&uardia especial y acom pañado por las m ujeres viejas y los niños. N o
obedecía e s^ m edida a q u e Je faltase valor» sino a que por ser el p u n to focal
d el prestigio d e ja , tribu» no podía exponerse a ser hecho prisionero. El estig
m a d e que el jefe hubiese sido torturado y com ido por el enemigo constituía
una desgrada capaz de arruinar socialmente a una tribu durante varias gene
raciones. D entro del fuerte había un recinto d e roca en el cual se refugiaba el
jefe cuando se daba el caso de que aquél era tom ado. U na victoria com pleta
se traducía en el saqueo d el territorio enemigo y la apropiación de las imáge
nes d e los dioses que se llevaban consigo los vencedores. Se consideraba que
esos objetos sagrados habían perdido su mana com o consecuencia de tan defi
nitiva derrota y podían, por lo tanto, ser m anejados impunem ente. E l triunfal
regreso se celebraba con un gran banquete» la tortura de los prisioneros y
sacrificios humanos a los dioses. Los restos de los cautivos eran cocidos y co
midos» y se term inaba el banquete con un periodo de libertinaje sexual gene
ral. Esos festejos de victoria se aproximaban lo más posible a la vieja idea
de los misioneros de la orgía antropofágica.
A pesar de ese cuadro de la guerra y de su enorme im portancia espec
tacular, el núm ero de bajas no era elevado y los indígenas no m ostraban, en
FUERZA 185
que se le consagrase inm ediatam ente al dios con el fin de que fuese m uerto
en el acto y no torturado o comido.
Se observaban ciertas reglas que mitigaban esas guerras entre las tribus.
La ipadre, herm ana, tía o esposa de un individuo q u e había sido capturado
y comido en venganza, podía llegar, sin ser m olestada, al valle de los aprehen
sores y maldecirlos. Hacía objeto de una m aldición especial al hom bre que
había si^do responsable de la captura- Pintaba la m ujer su cuerpo de rojo,
blanco y negro en, una forma especial, se ponía un rebozo de hojas y llevaba
consigo comestibles que arrojaba en el cam ino delante de la casa del m atador.
Esos alim entos habían de servir d e señuelo que atrajese al alma del sacrificado
y tam bién a la del m atador sobre quien se buscaba la venganza. Si el alm a del
asesinado acudía primero, se alegraba m ucho la m ujer puesto que eso consti
tu ía una prenda segura de que el m atador sería, a su vez, capturado y comido.
Danzaba la m ujer ante el asesino y prorrum pía en u n diluvio de m aldiciones
contra él» debiendo adoptar, d u ran te toda esa exhibición, una actitud de altivo
desprecio*
RELIGIÓN
contaban entre ellos, en prim er lugar, los espíritus de los jefes o sacerdotes
oraculares fallecidos* Venían después los dioses de los oficios y profesiones,
que eran los espíritus divinizados de artesanos famosos. Para com prender a
todas esas divinidades es preciso que hagamos aquí una digresión, dedicada
a explicar las ideas d e los indígenas con respecto de la m uerte y acerca de la
constitución del individuo y de su alma.
-Según las creencias indígenas, cada individuo viviente tiene e n doble o
«fum e que corresponde a nuestro concepto del cuerpo astral* Este doble era
material, aunque constituido por una m ateria extrem adam ente tenue, y tema
exactamente el m ism o aspecto que su im agen viviente. T al espíritu abando
naba el cuerpo d u ran te el sueño y vagaba libremente, reuniéndose con los
espíritus de otras personas dorm idas y conversando con ellas. C ualquier tran
sacción que se efectuase durante esas conversaciones era considerada como
válida y había de ser verificada por la persona correspondiente al despertar.
Algunas personas, especialm ente los sacerdotes, podían ver a esos espíritus
hallándose despiertas y los aludidos sacerdotes tenían que tratar, con frecuen
cia, con los espíritus vagantes de los vivos.
En el m om ento de la m uerte, el uhane abandonaba definitivam ente el
cuerpo del difunto. Creían los indígenas en la existencia de to d a una sacie de
mundos superiores e inferiores a los que iban a parar los espíritus de los m uer
tos. Se divinizaba a los jefes y sacerdotes d e la categoría superior, que morían,
m ediante la celebración de sacrificios hum arlos, precisándose la realización de
diez de fetos, uno por cada una de las diez partes del cuerpo, para consumar
la deificación. Era necesario que tales sacrificios se llevasen a cabo antes de
que se term inasen los ritos funerarios, con lo que se concedía a la tribu un
año o m ás para capturar ios prisioneros necesarios y preparar la ceremonia.
Las personas a quienes se sacrificaba en aras de la deificación cesaban de exis
tir como individuos, por cuanto el alm a del jefe o sacerdote difunto absorbía
dentro de sí a las de los sacrificios hum anos y sé elevaba, d e esa m anera, al
poder sobrenatural. El nuevo dios, así creado, subía entonces al m undo
celeste donde m oran los dioses de la creación y los sacerdotes y jefes diviniza
dos previamente. D icho dios volvía con frecuencia a la tribu, no tanto para
castigar a sus descendientes como para exigir sacrificios porque tenía hambre
o para ayudar a aquéllos cuando se encontraban en dificultades.
Esta deificación de jefes m ediante sacrificios hum anos h a tenido lugar en
tiempos que todavía recuerdan varios de los ancianos con quienes he hablado
durante m i perm anencia en las islas. U no de ellos m e dijo q u e recordaba la
m uerte d e su jefe acaecida hacia el año d e 1865 y la subsiguiente deificación
m ediante el ritual adecuado. Había sufrido la tribu, durante la vida del jefe,
numerosas derrotas a manos de la tribu que habitaba en el valle vecino.
188 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
las que el marido o la esposa principales eran parientes, les recitaba su genea
logía y pedía a la casa fam iliar que le regalasen cerdos. V enían éstos obligados
a entregarle uno p o r lo menos en tales ocasiones. El núm ero de cerdos que
un hom bre era capaz de recolectar constituía u n indicio seguro de la exten
sión d e sus relaciones de fam ilia y de la riqueza d e su linaje fam iliar. Se lleva
ba consigo los cerdos a su com unidad dom éstica y ésta se encargaba d e engor
darlos durante seis u ocho meses, economizando sus propios alim entos con el
objeto d e aum entar el tam año de aquéllos. V arias fam ilias podían hacer
lo mismo sim ultáneam ente. Finalm ente se celebraba el gran banquete, actuan
do los hijos primogénitos d e las, comunidades domésticas de la parentela en
concepto de padrinos y donantes oficiales de los cerdos. Se m ataba a éstos, se
les asaba y se les disponía sobre hojas d e plátano para que todos los asistentes
pudieran recrear su s ojos y observar cuántos anim ales habían sido ofrendados,
teniendo en cuenta que el núm ero de cerdos fijaba la categoría de} individuo.
Los cerdos eran trinchados por el sacerdote ceremonial principal y, algunas
veces, por el propio jefe.
N o existía un tem or especial de la m uerte cam al y el m iedo inspirado por
los espm tus era m uy pequeño. Daban por hecho los indígenas que los miem
bros de la familia difuntos se encontraban vagando en torno a sus moradas,
pero qu e no causaban daño alguna Los vivos hablaban de los m uertos con
la mayor frecuencia; los veían y oían continuam ente. C ualquier ruido especial
o inexplicable se achacaba a los espíritus y no se le concedía importancia
mayor.
Lóf cuerpos d e los difuntos se momificaban y guardaban ep'$J domicilio
o en el lugar sagrado, hasta que se ultim aban los preparativos del banquete
funeral, durante u n período de tiem po indeterm inado. Se frotaba la piel de
los cadáveres con coral basto hasta q u itar la epidermis, dejando solamente
dedales de ésta e n las puntas de los dedos que se doblaban sobre las uñas
siguiendo un procedim iento que tam bién empleaban los egipcios. Se. extraían
las visceras del cuerpo por el ano y m ediante incisiones efectuadas en la piel,
se procedía a frotar aquél con aceite d e coco un día tras otro hasta que, final
mente» se secaba y adquiría un grado suficiente de momificación. N o se mo
mificaba a los niños, pero las mujeres estaban sujetas al mismo cuidadoso
tratam iento que los hombres.
En la isla de N uku H iva se practicaba la momificación en una casa sepa
rada construida sobre un elevado zócalo de piedra; pero en las islas situadas
más al sur, todo el proceso se llevaba a cabo en la casa habitación con toda
la vida cotidiana d e la fam ilia transcurriendo en tomo al cadáver q u e yacía
sobre u n ataúd. L a familia sacaba el cadáver al sol y procedía a frotarlo allí
c o t i el aceite y luego volvía a trasladarlo a la casa cuando el sol se ponía.
19C LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
ficios menores y poco im portantes. Todos los sacrificios hum anos se ejecuta
ban en los bósquecillos sagrados de las colinas. Alguno d e los dioses de la
tribu predom inaba en un m omento dado, cam biando esa situación preferente
dé uno a otro de acuerdo con el resultado d e los oráculos com unicados por el
sacerdote oracular y con el poder que había m anifestado el dios para atender
a las pediciones de sus creyentes. En otras palabras, el dios más adorado era
aquél que trabajaba con mayor eficacia; ordinariam ente era una deidad falle
cida recientem ente.
El sacerdocio estaba m uy bien organizado y se dividía en dos clases; el
oracular y él Ceremonial. C ada dios im portante tenía, su propio sacerdote
oracular, aunque dos o tres dioses m enores podían com partir el m ism o sacer
dote. La categoría de los sacerdotes oraculares de los dioses principales era
superior a la del propio jefe de la tribu. Los deberes y facultades de esos
sacerdotes se graduaban con arreglo a la im portancia del dios a que servían.
Las m ujeres podían ser sacerdotisas inspiradas, pero Tara vez estaban poseídas
por u n dios de rango elevado. Los sacerdotes oraculares dem ostraban su apti
tud para el cargo por el hecho de quedar en trance de posesos por el espíritu
del dios inm ediatam ente después de la m uerte-del anterior sacerdote d e aquél
o inm ediatam ente después de la dedicación del nuevo dics¿ En otros términos,
tan pronto como se producía una vacante en el sacerdocio todo e l mundo
esperaba atentam ente para ver quién caía en tran ce de posesión. El individuo
así elegido, era presa de espasmos, producía extraños sonidos y, finalm ente,
después de sá lird e su ataque de histerismo^ pronunciaba u n oráculo.
Se pensaba que los sacerdotes oraculares d e los dioses superiores poseían
poderes sobrenaturales. Podían ayunar durante u n mes seguido, tum barse y
dorm ir sobre el agua, ver cosas que sucedían a distancia y proferir maldicio
nes fatales. Está ultim a habilidad era muy ú til, pues perm itía al sacerdote
apoderarse de las propiedades de una persona amenazándole con m aldecirla
si no le entregaba lo que deseaba el sacerdote. Tam bién podía éste hacer de
un hom bre su criado acercándosele y diciéndole que si no le servia, m oriría.
Los sacerdotes redam aban sacrificios hum anos para sus dioses y contri
buían a m antener agitada la situación. En los momentos de gran posesión, un
gran sacerdote de una tribu determ inada se vestía con una ropa especial y
em prendía uña jira en cuyo recorrido estaba com prendida una, visita a las
tribus hostiles. Estaba a cubierto de daños en territorio enemigo por el hecho
de su posesión, que todo el m undo respetaba. Conforme iba pasando de un
territorio a otro, iba siendo poseído, sucesivam ente, por el dios predom inante
en cada localidad, que le acompañaba durante su viaje y su m ana se iba
haciendo así cada vez m ás poderoso. C uando el sacerdote regresaba a su pro
pia tribu entraba en el lugar sagrado y, presa d e la furia de la posesión física,
192 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
era una ogresa y no una herm osa dam a y de que era llegado el m om ento de
escapar.
O tra serie de seres sobrenaturales era la d e los fanauas, que eran los espí
ritu s de los hombres m uertos que se convertían en protectores d e las mujeres,
ayudándolas y causando daños a otras m ujeres cuando aquéllas se lo pedían.
N unca actuaban en co n tra de los hom bres. N inguna m ujer tenía m ás de un
fanaua. Ese espíritu podía ser el espectro de un pariente varón d e la línea
ascendente, es decir, el padre o el abuelo, o incluso de algún m iem bro impor
tan te de la fam ilia d e varias generaciones anteriores. En tales casos, sus rela
ciones con la m ujer que protegían no se basaban, probablemente, e n el atrac
tivo sexual, aunque n o m e fué posible recoger informaciones exactas sobre ese
punto. El fanaua podía, también, no ser pariente y tratarse d el espíritu de
alguno que se había enam orado de la m ujer. Después de la m uerte, e l espíritu
d e esta ultim a se un ía con el de aquél, como si contrajesen m atrim onio, esta
bleciendo un vínculo que podía ser agradable o no para ella. Los fanauas .de
este últim o tipo parecían ser los más numerosos y activos y m ás de tem ar que
los del primer grupo.
E l fanaua atacaba a las demás mujeres cuando la suya se lo pedía y tam
bién protegía a ésta de los ataques de otros fanauas. Los procedim ientos
seguidos por los fanauas en sus ataques estaban prim ordialm ente relacionados
con el embarazo. El fanaua era capaz de destruir ^1 feto dentro del claustro
m aterno (los casos de síntomas neuróticos d e embarazo im aginario erany cotáo
ya hemos dicho anteriorm ente, un fenóm eno bastante corriente eíi esos luga
res) o de causar la m uerte de la m ujer d u ran te el embarazo o en el m om ento
dél p arta En la práctica, todas las m uertes ocurridas en esas condiciones eran
atribuidas a tales causas.
La mujer sabía q u e tenía un fanaua por el hecho de que se le aparecía con
frecuencia en sueños de naturaleza erótica. Los demás se daban cuenta de que
tenía un fanaua observando lo que les ocurría a las mujeres q u e eran sus
enemigas. A unque la misma m ujer no proclam aba nunca el hecho, el conoci
m iento de que contaba con la ayuda de u n espíritu se difundía por toda la
com unidad social. La esposa de m i instructor de oficios tenía un fanaua de
poder secundario que era el espíritu de su padre y las demás m ujeres no lo te
m ían demasiado, pero la mujer del pastor tenía otro que había sido un jefe
prom inente d e la isla d e Tahu A ta unos doscientos años antes. E ste espíritu
era muy poderoso y la mujer del pastor inspiraba el miedo correspondiente.
Las mujeres se m ostraban muy reservadas con respecto a toda la creencia
en los fanauas, debido probablemente a que era fuente de gran ansiedad y de
m u tu a suspicacia.
194 LA CULTURA DE LAS ISLAS MARQUESAS
Se hacían ofrendas a las mujeres vivas que se sabía que tenían un fanaua
con el fin de q u e el protector no causase daño alguno. La m ujer que tenía
un fanaua era bien recibida por los hombres de la misma com unidad domés
tica ya que la existencia de ese protector ofrecía el m étodo más directo para
obtener la salvaguardia d e la propiedad. E l protector d e la m ujer jamás
actuaba en contra de sus esposos y podía, incluso, invocársele para que Ies
prestase su ayuda indirectam ente, atacando a las mujeres de otras comuni
dades domésticas cuyos hombres los habían agraviado, p n una ocasión, un
jefe había expropiado un huerto que pertenecía a una com unidad doméstica
de poca categoría. La esposa envió a su protector a que hiciese caer enferma
a la m ujer del jefe y m ostrar todas las apariencias de estar embarazada.
C uando la esposa del jefe se dio cuenta de q u e su dolencia era debida a la
magia, se verificó una ceremonia ritu al para descubrir cuál era el fanaua cau
sante d e sus m olestias. T a n pronto como ella y su esposo* el jefe, averiguaron
el nombre del fanaua en cuestión, supieron quien lo había enviado y por qué*
En consecuencia, el jefe se apresuró a devolver el huerto, se m andó regresar
al fanaua y la m ujer d e aquel se restableció. Sin embargo, en los casos en
q a e rio se efectuaba la debida restitución* continuaba el ataque hasta que la
m ujer moría.
Algunas veces, los enfurecidos parientes dé las m ujeres atacadas por los
espíritus llegaban a m atar a la que,tenía el fanaua culpable de tales ataques.
E ra este d único caso en el que los hom bres m ataban a las m ujeres y, de todas
form as,parece q u e era m uy poco frecuente y originaba siem pre u n a venganza
del& eaiigfe. ,
. D e cada tres m ujeres, una tenía su fanaua protector. N o era igual el
poder de todos los /aramos; al que era pariente de la m ujer protegida se
le consideraba m ás eficaz en la defensa que en la ofensa. Protegía a la m u
jo: contra los ataques d e otros fanauds, pero no podía actu ar en concepto de
agresor, fuerte y constante, contra los enemigos de aquélla.
La creencia en los fanauas revestía otra forma más. N o era sólo el es
píritu de la m ujer que tenía el fanaua el que se unía a éste después de la
m uerte, sino tam bién los de todas las m ujeres a las que había podido m atar
aquél. Esta unión era em inentem ente desagradable, por lo m enos para las
victimas, y sólo se la podía evitar instigando al espíritu a que m atase a otra
m tijet para que esta pasase a ocupar el lugar de la prim era víctim a. Se daba
pór hecho que u n a m ujer que había m uerto al dar a luz quedaba unida al
fanaua desdé el m om ento de la m uerte y estaba ansiosa de m atar a alguna
otra, coú c! fin de escapar de aquél. Le indicaba, al efecto, la nueva víctima,
no por anim osidad contra ésta sino sim plem ente como m edio d e salir de un
lugar desagradable. Era, en consecuencia, peligroso para una m ujer aproad-
RELIGION 195
espíritus familiares de los magos podían ser de cualquiera d e los sexos y ac
tuar contra personas pertenecientes a cualquiera de los dos* Se podía ejercer
la magia enviando directam ente al espíritu para que hiciese enferm ar al ene
migo o bien valiéndose de un cebo. Las enfermedades del embarazo y del
parto se atribuían siempre al fanaua y nunca a la magia m aléfica. El uso
del cebo se ajustaba a un modelo mágico fam iliar, consistiendo aquél en un
m echón de los cabellos de la persona o, en el caso de que fuera imposible ob
tenerlo^ u n trozo de su vestido o cualquier otro objeto que hubiese estado en
intim o contacto con ella. Me contaron los indígenas que al em plear esa prác
tica rio se actuaba sobre una parte determ inada de la personalidad de la
víctima sino que se trataba, más bien, de poner sobre la pista al espíritu
fam iliar como se hace con los perros de. cara. U na vez puesto así éste en
contacto con el objeto en cuestión, encontraría a la persona a quien pertene
cía y la dañaría o m ataría. El mago tenía la facultad de poder llam ar a sí al
espíritu fam iliar e n caso de que se efectuase la correspondiente compensa
ción. Es interesante hacer notar que n o parece que existiesen en la magia de
las islas M arquesas rituales especiales para preservar a las obras en construc
ción de los daños que la magia de los rivales pudieran inferirles n i para
im pedir el éxito d e otra persona en su labor. La presencia d e la magia hostil
se manifestaba en form a dé enferm edad ó m uerte pero ño en el fracaso en
la obra em prendida. Si fracasaba un trabájo proyectado, q u e habitualm ente
erau b jeto de determ inadas form alidades rituales relacionadas con el mismo,
rilo se debía a q u e el trabajador ño había efectuado su m agia debidam ente
y no a defecto alguno del hechizo en sí mismo;
U n aspecto desoM icértante de la m agia d e las islas M arquesas era la
atisencia completa de am uletos que pudieran ser empleados tan to para la de
fensa como para asegurar el éxito en cualquier actividad em prendida. La idea
d e llevar amuletos parecía ser enteram ente desconocida de los indígenas. M e
había acostum brado durante la guerra a llevar una medalla d e identificación
colgada del cuello y la llevaba todavía cuando llegué a las islas. Los indígenas
se m anifestaban m uy extrañados al verla y no menos incapaces de com
prender la explicación que les daba al decirles que se trataba d e un am uleto.
Algunos profesionales tenían imágenes d e sus familiares pero no eran ne
cesarias.
FOLKLORE Y LEYENDAS
O tra historia trata de un bello ham bre casado, a guien raptan las vehm i-
/uji. Su esposa se lanza' a la persecución, p ero no logra alcanzarle y m uere.
Las tres mujeres salvajes preponen copierse a l joven. U na de ellas alega q u e
nada han de ganar- con comérselo. La buena ogresa am onesta a la m ala y
ésta últim a se transform a e a u p a b e lle z a .D e ja .d e ser cernedora d e hambres
-if el joven capturado se. queda con ellas.
-T rata oirá d e esas narraciones del incesto entre padre e hija.. U n hom
b re está casado-con u n a m u ja pero cuando ésta se encuentra em barazada
d e tres meses, la abandona por o tra m ujer. L a prim era da a luz una hija
q u e según crece va adquiriendo gran belleza. El padre de la m uchacha oye
h ab lar de su belleza y, e n unión de-otros m ás,, busca-sus favores sin saber
-que es su propia hija. Llega en ocasión en q u e tanto la m adre com o los her
m anos de la m uchacha están ausentes en busca de alim entos d u ran te una
época de escasez. Tom a a la m uchacha. Regresa la m adre .y la h ija le cuenta
su aventura. La m adre reconoce e p el ham bre al padre de la m uchacha.
Recrim ina prim ero a ésta y después al padre ,y después los presenta e l uno
al o tro como padre e hija. Todo lo q u e parece ocurrir es que la h ija está aver
gonzada y la m adre le prohíbe tener relación carnal con cualquier otro hom
bre. Pero n o p o r m ucho tjem p^ porque los hom bres sep p n en a b u s c a r para
q u e s e llare a la m uchacha a un hom bre con la piel tan blanca com o una
n tie z ^ e <PCQ.* E ncuentran upo pero la abandona; ella se m uere de pesar,
p ero resucita por virtud d e la nostalgia de éL2
2 La blancura de la piel se considera en las isba Marquesas como una señal de belleza.
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dAPrrüíjo vi ■Tc
ANALISIS DE LA C Ü LTU RA í> £ LA S ISLAS M A RQUESAS ^
EXAMEN GENERAL
Para estudiar sistem áticam ente una cultura, hay que establecer en prim er
térm ino lo que podría llam arse u n foco psicológico* El cúmulo de institucio
nes que, aparentem ente, guardan poca relación én tre sí, llega a confundim os
u n p o ca A mayor abundam iento, es difícil hacer valoraciones subjetivas acerca
d e la importancia relativa de u n rasgo. El procedim iento m ás seguro es, por
lo tantos tratar prim ero de aquellos rasgos cuyo significado podemos fijar
y d e los cuales podemos obtener alguna orientación psicológica. Si inten
táram os form ular cualquier explicación del “suicidio racial1’ de ese pueblo
nos expondríamos a hallam os en una situación demasiado difícil de resolver
y en la cual habrían de fracasar todos los esfuerzos endopáticos puestos a con
tribución. N i tampoco debemos fiamos de su racionalización, d e que no quie
ren que sus hijos sean esclavos de los franceses. N o comprendemos a esa
cultura suficientem ente bien p ara apreciar las incom patibilidades psicológicas
creadas por el contacto con las instituciones francesas.
Beto hay también otros rasgos característicos cuya significación puede ser
precisada inm ediatam ente. Es imposible librarse d el convencimiento de que
estam os tratando con una cultura en la cual desem peña un papel principal
la ansiedad de alim entación. Si la ansiedad de alim entación no es sentida
d u ran te largos períodos —porque el sum inistro de comestibles es abundante
e n tre los momentos de escasez— es, por lo menos, probable que m uchas de
las instituciones fuesen originalm ente defensas contra esa ansiedad por más
qu e puedan servir para otros fines en la actualidad. Pero la ansiedad d e la
escasez imprevisible es suficientem ente real para m antener vivas a esas insti-
LA ESCASEZ DE MUJERES 201
LA ESCASEZ DE MUJERES
E l hecho d e que haya una proporción d e dos hombres y m edio por cada
m ujer es una condición social básica. La causa d e esa disparidad constituye
un asunto de considerable entidad, pero acerca del cual no podemos dedu
cir ninguna conclusión exacta. Si es un fenóm eno natural, mi significado es
diferente del que tendría si fuese inducido artificklm ente por el infantifidó
de k s hembras.1 Los indígenas niegan que exista la costumbre de m atar a
los recién nacidos de sexo fem enino y ningún observador ha aportado jam ás
prueba definitiva en una u otra form a. Sea su causa la q u e fuere, esta escasez
de m ujeres produce una situación que afecta a todos los aspectos d e la so
ciedad de las islas M arquesas. Influye en k estructura d e k fam ilia; afecta
1 Existen otras sociedades en las que la proporción entre varones y hembras es la mis
ma que en las Marquesas, y e n las cuales se ha podido comprobar definitivamente que no
existía el infanticidio de las hembras; las sociedades aludidas son los samaritanos y loa
indígenas de la Isla de Pascuas. Se sabe que esta disparidad numérica existía en las Mar
quesas desde siglos antes de que los franceses las ocuparan. Este hecho no puede compa
ginarse, en modo alguno, con el “suicidio racial” que los nativos han llevado a efecto.
Vid. H . M. Huxlev, The ]ewhh Enciclopedia (Nueva York, 1916), vol. x. rp. 675-676.
202 LAS ISLAS MARQUESAS
a la relación en tre los hijos y sus padres y con los maridos secundarios y la de
los hombres en tre sí. Produce, igualm ente, una rivalidad extraordinaria en
tre las mujeres*
Examinemos, en prim er lugar, la situación en lo que se refiere a los
hombres* Con arreglo a las pautas conocidas en nuestra cu ltu ra —y lo mis
mo en otras—• debería existir una cantidad considerable d e celos en tre los
hombres, tanto e n tre los cortejadores como entre el m arido principal y
los secundarios. Sin embargo, por “n atu ral” que pueda ser ese sentim iento
de celos, debemos reconocer que la intensidad d el deseo d e poseer exclusiva
m ente a una m ujer o de desplazar a cualquier otro que la posea, tiene que
depender de a n a m ultitud de condiciones secundarias que pueden intensifi
car grandem ente ese sentimiento* La im portancia de la paternidad, la exis
tencia de enferm edades venéreas, las obligaciones económicas para con la
m ujer anexas al m atrim onio, la existencia del am or rom ántico, el especial
valor asignado a la potencia viril, s o n — todos ellos— factores que pueden
intensificar ios celes, pero que no los crean* C uando nos encontram os con
tres hombres que viven ¿untos en m atrim onio con una sola m ujer, sin que
haya ninguna m anifestación de celos, tenem os que suponer o que no se sien
ten o q u e se ha llevado a cabo una adaptación a la situación en alguna forma
m ediante un sistem a de represiones o com pensaciones y que se puede obtener
algún beneficio m erced a esos procedimientos.
En la m ayoría de los casos, el m arido principal y los secundarios se lle
van dentro de la m ayor armonía* Se h a notado, sin embargo, que los celos
se manifiestan con cierta frecuencia cuando se embriagan, pero que el ofensor
presenta sus excusas cuando se serena. Ocasionalm ente se produce u n ase
sinato originado p or celos sexuales. Por otra parte, se sabe que los indígenas
se suicidan como consecuencia del am or rechazado o de la incapacidad de
obtener acceso a u n a m ujer determinada* Esto ocurre principalm ente entre
los solteros y, en ocasiones, en el caso d e una m ujer casada que se enam o
ra de u n hombre q u e no form a parte d el grupo de sus m aridos legales* Se
sabe también que los celos sexuales surgen frecuentem ente entre los niños
durante sus ejercicios sexuales prem atrim oniales. El mero hecho de que se
manifiesten los celos basta para indicar que se les m antiene controlados en
las condiciones norm ales y que pueden darse fuertes afectos cariñosos y
sexuales.
Los factores q u e m ilitan contra los celos francos son m uy numerosos.
Está en primer lugar el hecho de que el niño observa en su propia comuni
d a d doméstica que un a m ujer cuida de aten d er a las necesidades sexuales de
varios hombres. Tenem os tam bién el hecho de que la finalidad sexual no
está nunca sujeta a prohibición alguna y puede ser ejercida librem ente por
LA ESCASEZ DE MUJERES 203
mujer puede ejercer un gran poder sobre los hombres gradas a la posibilidad
d e negarles los favores sexuales. Estas explicaciones son especulativas* La
explicación de q u e este poder de la m ujer para im pedir una guerra se debe
al tem or d e los hom bres a la castradón está fuera d e casa Es inadmisible en
una cultura donde el conocimiento de la función de los órganos sexuales, tan
to en el hom bre com o en la m ujer, se aprende desde la m ás tierna infancia
m ediante la observación y la experiencia directa.
Pero existen otros fundam entos m ás inmediatos para la supresión de
los celos: no cabe d u d a de que tanto el m arido principal com o los secunda
rios derivan m utuas ventajas d e esa supresión. El m arido principal, lejos de
mostrarse m anifiestam ente celoso, em plea a su esposa com o reclam o para
atraer a los hom bres deseables como m aridos secundarios. E l prestigio y el
poder del m arido principal se realzan m ediante ese procedim iento. El ma
rido principal, tiene, por lo tanto, m ucho que ganar con q u e los maridos
secundarios estén sexualm ente satisfechos, porque la unión sexual de estos
últimos tiene lugar solamente previo el consentim iento de aquéL Los ma
ridos secundarios, por su parte, tienen m ucho que ganar, p o r cuanto a se
guridad se refiere, de su lealtad al m arido jefe y si se trata d e u n a comunidad
doméstica im portante, tienen tam bién m ucho que ganar en cu an to a prestigia
Esta rebaja de los celos y la conservación de la solidaridad m asculina tiene
algunas secuelas tm iy interesantes. Existe, en prim er lugar, u n a decidida dis
minución d e la im portancia de la paternidad, por m ás que el hecho biológico
d e la misma se aprecia en todo su valor y la m ujer sabe siem pre quién es el
padre de su h ija 2 Esta falta de im portancia asignada a la individualización
de lá paternidad es tanto más notable en un lugar donde la genealogía se
cofnpüta por la primogenitura, es decir, m ediante el hijo de m ás edad, varón
o hembra. U na prueba más de esa lenidad se pone de m anifiesto en la fre
cuencia y facilidad de la adopción y d e su categoría de equivalente social
del vinculo biológico, y en el hecho d e que el primogénito se convierte en
heredero de la potestas fam iliar sin tener en cuenta quién sea su padre, por
máM jue, en la m ayar parte d e los casos, sea el m arido principal.3
La superior im portancia dada, inconscientem ente, a la solidaridad mascu-
lira produce aria segunda y más im portante consecuencia y es el hecho de
que, a pesar de su escasea se trata a la m ujer con despego y desdén y de que
en el folklore se presenta constantem ente a la m ujer bajo u n a luz desfavora
ble, cono tina bestia antropófaga voraz. Si damos por supuesto que el folklore
se transm ite, en gran parte, por interm edio de los sacerdotes ceremoniales,
2 Se debe esto a una especial técnica anticonceptiva practicada por los hombres (Linton.)
3 En cierto modo, la primogenitura tiene en esta cultura la significación de una ascen
dencia matrilineal, salvo cuando ha tenido lugar la adopción.
RELACIONES INTERFAMILIARES 205
4 El Dr. WiHard W alker me comunicó una experiencia interesante que fe había ocu
rrido cuando era profesor en un colegio coeducativo en el que la proporción de muchachos
a muchachas era de cuatro a uno. Las muchachas eran claramente objeto de poca estima»
ción y ligeras indicaciones hechas por cualquier maestro acerca de las “co-eds” tenían gran
éxito entre los muchachos. El antagonismo mutuo entre los hombres seria demasiado
grande en competencia abierta; rebajar a las mujeres constituye una forma de hacerlas menos
deseables y, como consecuencia, hace menos dolorosa la renunciación.
206 LAS ISLAS MARQUESAS
sum inistrar alimentos. Con respecto del tipo de relación de objeto* que-fomen
ta la ausencia de restricciones sexuales, habríamos de suponer que existiría
una tendencia a dar la preferencia al aspecto sensual m ás bien que a los de
cariño. En otras palabras, el “amor romántico” constituye la excepción; la
mayor im portancia recae exclusivam ente sobre los aspectos orgiásticos de las
relaciones sexuales. Esto nos lleva a la cuestión de los orígenes sociológicos
del am or romántico, tema sobre el cual es necesario un estudio comparado
m ucho mayor. Visto desde esta cultura y en contraste con la nuestra, aparece
el am or rom ántico como un fenóm eno “histeroide”, cuya acentuación debe
relacionarse con la hipertrofia de los aspectos protectores de la paternidad y
con fuertes tabús sexuales de objeto y de finalidad.
La segunda consecuencia que se deduce de la ausencia de disciplinas
severas, se refiere a la actitud hacia aquéllos que cuidan del niño. En este
punto, la situación es bastante complicada debido a la división de esos cuida
dos en tre el padre, la m adre, los esposos secundarios, el tío m aterno y la tía
paterna. La influencia ejercida por estos dos últim os es remota. O cupan,
nom inalm ente, el cargo de disciplinarios oficiales, pero, como quiera q u e no
hay disciplinas rígidas, sus funciones se reducen a actuar como padrinos del
niño en algunas cerémoiiias.
La principal influencia d e la áusencia de disciplinas restrictivas y d e ins
trum ento de Castigo como m edios de coerción se ejerce sobre las constelacio
nes creadas'en tom o a la dependenciá. Se produce en este punto una profun
da separación entre las actitudes resultantes córi respecto deí padre y de los
maridos secundarios y las adoptadas con relación a la m adre.
, En e l estudio de nuestra propia cultura hemos observado que la disciplina
produce ciertos efectos definidos sobre la personalidad y que la reacción espe
cífica an te la misma d eterm in a en parte, el carácter del individuo. U n
ejemplo extrem ado del com pleto acatam iento de la disciplina nos servirá para
dem ostrar sus efectos sobre el equipo adaptativo del ind iv id u a
U n hom bre d e treinta y siete años, aquejado de una grave neurosis obse
siva, m anifiesta, entre otros síntom as, una ansiedad especial de no ser capar
de dorm ir. Soslaya este tem or sometiéndose a un cerem onial en el cual cons
tituye e l principal elemento e l acto de beberse m edio litro de ginebra. Este
miedo d e no ser capaz de dorm ir se aplica solam ente al sueño nocturno,
m ientras que, cuando la fatiga lo vence durante el día o los domingos, duerm e
oún toda natutaIidad. No siendo capaz de dormir, padece de una larga serie de
vagos terrores asociados con esa imposibilidad, racionalizados en varias form as,
ninguna d e las cuales es muy convincente. Sin embargo, todo el cerem onial es
parte de una preparación para su hora analítica que sobreviene a m edia
RELACIONES INTERFAMILLARES 209
disciplinas tal como las hemos descrito e n nuestra propia cu ltu ra. En las islas
Marquesas el problem a se divide en dos partes. O arm a d e la disciplina no
es eficaz solam ente por virtud del poder de los padres para imponerla; sino
que su anexo más im portante es la dependencia d el hijo con respecto a los
padres. En este sentido, la dependencia d e l hijo en la cultura d e las islas M ar
quesas es desigualm ente satisfecha por la m adre, el padre y los maridos secun
darios, y se hace preciso seguir por separado el destino de cada constelación.
U na consecuencia inm ediata de la relación d e los niños con sus pro*
genitores (en este caso, especialm ente, con el padre) e$ la ausencia de hi
pertrofia anorm al de la imagen paterna. El curso del crecim iento desde d
estado infantil desvalido hasta la edad adulta, im planta en todos los seres
hum anos una constelación imposible de desarraigar: la esperanza d¡e recibir
ayuda de algún ser superior cuando el individuo se enfrenta con una situación
que excede de sus poderes. Es, por lo tanto, natural que cuando acuda a este
ser superior en dem anda de ayuda utilice los mismos procedimientos que
aprendió de su experiencia al tratar de ganarse la protección de sus progeni
tores. Así, en las M arquesas, la ausencia de la disciplina no im pide la necesi
dad de una divinidad, pero el procedim iento em pleado para solicitar su auxi
lio no consiste en la renunciación a las satisfacciones. En las M arquesas,Ja
lealtad del grupo a i ser hum ano divinizado no existe por el m ero hecho de
que aquél fuera u n progenitor, sino que depende enteram ente de las buenas
obras que la divinidad ejecute. Si el dios no consigue realizarlas, no se inter
preta su fracaso com o prueba de su ira para borrar la cual tenga que impo
nerse al grupo u n a serie de frustraciones punitivas, con el fin d e anular los
efectos del placer, en concepto de prueba de arrepentim iento y, por ende,
como derecho a volver a gozar de los favores de aquél. Por el contrario, el
fracaso del dios se interpreta m eram ente como una señal de su ineficacia y
queda el grupo en libertad de trasladar su lealtad a otra divinidad. Esta es
una de las consecuencias de que el niño tenga varios protectores en las per
sonas de los m aridos secundarios; si uno de ellos no hace nada, el otro ayuda.
El sufrim iento n o tiene valor como m edio capaz de inducir al dios a usar de
sus poderes m áceos en beneficio del individua Ya hemos escuchado el testi
monio directo acerca de las relaciones de amistad entre los hijos menores y
sus padres; pero esta prueba de su actitud con respecto a un dios, confirma el
hecho d e que no se ha formado la constelación de que la obediencia y el con
graciam iento de la voluntad de los mayores confieren seguridad.
La actitud con respecto del padre y de los m aridos secundarios tiene que
estar libre de ambivalencia; el niño no necesita hipertrofiar la importancia de
aquéllos aum entando su dependencia m ediante restricciones. Esto origina una
consecuencia extrem adam ente im portante: el papel de la dependencia en el
212 LAS ISLAS MARQUESAS
sklad de reprim ir ese anhelo. Pero el único factor que podemos identificar de
modo definitivo en las M arquesas es el últim o de ellos.
Por lo que respecta al contenido de esos mitos, se representa a la m ujer
como caníbal, como explotadora de los hombres jóvenes y como ladrona de
los alim entos d e éstos. La representación de la m ujer como caníbal es una
im portante distorsión de la realidad, ya que en ésta los verdaderos antropó
fagos y cazadores de niños son los hombres. Las frustraciones se refieren,
evidentem ente, al alimento y al sexo. Se podría decir que no es sino una
forma conveniente de representar el m iedo a m orir de ham bre y que la incul
pación por la ausencia de protección adecuada recae sobre la madre. Según
Rank, ese miedo de ser comido por la m ujer representa el deseo de volver al
útero. E n esta form a, la interpretación carece de im portancia. ¿Por qué habían
de desear volver? Es una especie de interpretación usada corrientem ente en el
psicoanálisis donde se considera al contenido “inconsciente” (la vuelta al claus
tro-m aterno) com o el motivo de la fantasía sin hacer referencia a la frustra
ción particular de la cual la fantasía es una reacción. Roheim consideraría
esas fantasías com o reflexiones de un ten o r originado en el m uchacho por el
hecho d e ser testigo del coito de los padres. C on ese espectáculo se excita
el muchacho^ pero su orgullo m asculino sufre: “C uando ella parece rehusár
sele, la convierte en un dem onio antropófago.” 6 Es ésta una interpretación
muy débil e incom patible con otra d el mismo Roheim: “Todo traum a del cual
es responsable la m adre, contiene dentro de sí el peligro d e tareas sin resolver
y de deseos insatisfechos, y puede contribuir a form ar un concepto siniestro
de la m adre com o antropófago salvaje dotado de u n peligroso órgano geni
tal.” T D ebe notarse que el concepto de los órganos genitales femeninos peli
grosos no se encuentra en las islas M arquesas. Este rasgo es lo que hace m ás
que probable que el traum a en cuestión no sea de carácter sexual.
El hecho de que la m adre m otive la frustración es bastante d efin itiv a
Pero queda todavía el problem a de en qué consiste exactam ente esa frustra
ción. Si lo consideramos como dependencia, necesidad de ayuda, ¿por qué no
lo satisfacen el padre y los m aridos secundarios? ¿O hay algo específico en el
cariño m aternal que no puede sum inistrar el guardián masculino? La m isma
pregunta puede form ularse con respecto de la frustración del hombre adulto
en la m ujer.
En esa sociedad el varón, tanto niño como adulto, m uestra la incapacidad
de confiar en la m ujer o de sentir que ésta le tiene devoción. Constituye un
problema determ inar si es ésta una necesidad hum ana básica. No sabemos•
8 Para una exposición muy sugestiva de este tema, vid. Margaret Mead, Sex and Ttrrv-
perament (Nueva York, 1935). El contraste d e la ternura maternal e n Arapesh y Mundugu-
more es muy notable.
216 LAS ISLAS MARQUESAS
■Los sentimientos relacionados con esa costum bre eran, indudablem ente,
diferentes en los padres y en los hijos. Era probable qué diese al adoptante
prestigio; para los padres naturales era m otivo de tristeza y para el niño de
ansiedad.
La relación entre los varones reviste otro aspecto im portante: el de la
hom osexualidad. El hecho es que tal perversión es bastante com ún. Se sabe
tam bién que existe la inversión sexual m asculina. La procedencia de esta
perversión debe atribuirse a una de estas cuatro causas: inversión biológica- ^
m ente determ inada; odio violento hacia el padre ton abandono de la finali
dad sexual para asegurarse su amor y apoyo; u n lazo de am or basado en el
odio m utuo a las m ujeres; o un vinculo de am or basado en la escasez de
aquéllas y, como consecuencia, una satisfacción sexual suplem entaria. Esto
solamente podría determ inarse m ediante el estudio del individuo. Sin em
bargo, juzgando por la organización de las instituciones podemos tachar, con
seguridad, d elem ento del odio al padre- N o deja de tener im portancia el
hecho de que sea la perversión de la fettaáo y no el coito anal la form a en
q u e se expresa. Esta circunstancia apunta poderosamente en favor d e la afir
m ación de que se trata d e una actividad suplem entaria y en realidad de una
form a de satisfacer u n deseo profundo de dependencia, que en esa cultura
no puede ser satisfecho por la m ujer. La representación d el pene como ór
gano nutrido se encuentra con frecuencia en sus cuentos populares, especial
m ente en los escritos desde el punto de vista de la mujer.
ansiedad d e a l im e n t a c ió n
Las reacciones ante la ansiedad d e alim entación que hemos descrito pue
den ser calificadas de norm ales. Para el objeto que nos proponemos» debemos
señalar otro grupo de reacciones q u e pueden ser indicadoras d e diferencias
cuantitativas o grados d e profundidad de la ansiedad subyacente y reque
rir, por lo tanto, m edidas defensivas más extremas* Esas constelaciones deri
van d e inconscientes elaboraciones de ideas correspondientes a la integridad
y efectividad d el ego. L a medida defensiva n o puede ser com prendida a me
nos q u e comprendamos el estímulo al cual es respuesta y las form as que esa
ansiedad adopta en el sueño y la fantasía. La institución que tra ta de mitigar
esa ansiedad se deriva d e una determ inada imagen inconsciente.**
Consideremos la idea del tem or de perder la efectividad del ego. ¿Cómo
puede uno asegurarse contra ella? Se puede realzar su tam año, poder y pres
tigio; o se pueden hacer duplicados de uno mismo dándose m uchos nombres.
Esto último constituye u n a institución digna de notar. Las ideas correspon
dientes a la integridad son mucho más fáciles de identificar porque se expre
san en ostensibles tem ores de desintegración. Contra ese m iedo existe una
defensa racional para im pedir la desintegración, que es la institución del em
balsam am iento. Pero hay un segundo y m ás im portante m iedo, el de ser
comido, y para éste existan dos defensas: el embalsamamiento y la antropo
fagia* Una tercera garantía, de ámbito universal, se m anifiesta en cierta
form a de la idea de inm ortalidad. ,
La relación entre las ideas de integridad,, inm ortalidad, poder y cerner
h a de encontrarse en sus procedimientos para crear un dios. Se trata de un
individuo que fue im portante en vida, un tuhunga, un jefe, un sacerdote ora
cular, cuyos poderes se aum entan, se perpetúan y se hacen inm ortales me
dian te el procedim iento de comer diez sacrificios humanos, u n o por cada
u n a de las partes del cuerpo que recibe u n nombre separada Esta fantasía
constituye, en sí m iaña, una descripción de la manera en que en esta cultura
proveía el alim ento sentim iento de euforia y poder, y esto, a su vez, es una
indicación de cuán profundas son las ansiedades que proceden d e esta fuente.
U na de las leyendas10 describe esas relaciones entre los nom bres m últi
ples y la comida y la resurrección. La historia de Tohe-Tika es como sigue:
N ace después de una gestación de dos meses y se va a vivir con los dioses.
T res meses m ás tarde, en un sueño con su madre» pide a ésta fru to del árbol
d el pan y pescada Envía la m adre a dos de sus hermanos, los disciplinarios
oficiales, a que recojan los alimentos, pero en su camino en busca del dios,
® No es muy convincente el intento de derivar esos miedos hipocondríacos del “complejo
de castración*' y se perderán muchos flatos importantes si se considera a todas las ansiedades
com o réplicas de una ansiedad de castración universal.
E S. Craighill Handy, Marquesan Legends (Honolulú, 1930), p. 107.
220 LAS ISLAS MARQUESAS
se los comen. Descubre el dios lo que han hecho y corta las cabezas de sus
tíos. Envía después la m adre a otros dos hermanos que hacen lo m ism a
Finalm ente van los propios padres. El dios los encuentra, pero ellos huyen.
E l dios, entonces, se va a vivir como un hom bre y se casa. U n día se va a
pescar con su suegro y la red se engancha. M ientras el dios está en el aguai
u n tiburón le arranca la cabeza y se la lleva a los padres del dios. Merced
al gran poder del dios, la m adre concibe nuevam ente y da a luz mes y me
d io después. El dios tom a al niño y lo convierte en sus m anos y brazos. Dos
meses después vuelve a alum brar la m adre y el dios hace del niño su tronco
y así sucesivamente hasta que queda íntegram ente restau rad a Entonces el
pueblo lo tem e por su gran poder.
Esta fantasía contiene una persistente dem anda de alim entos a la m adre.
Esta queja está ligada a una fantasía de ser incom pleto que se rem edia merced
a sucesivos nacim ientos, después de los cuales emerge el dios om nipotente y
tem ido. Esas resurrecciones restablecen la integridad y euforia d el ego. El
m iedo de ser comido se remedia igualm ente m ediante renacim ientos. Se em
plea el alim ento para rem ediar sentim ientos frustrados de dependencia y d e
integridad. Es sorprendente la hostilidad hacia aquellos que roban el ali
m ento *y la consiguiente venganza m ediante la antropofagia. A cada nuevo
nacimiento^ recobra el héroe aquellas partes del cuerpo que reciben nombres
diferentes. Esta narración indica sim ultáneam ente el odio inconsciente hada
el hijo que puede com er el alim ento que sus padres y parientes preferirán
ingerir.
En tanto que el em balsam am iento y los demás fenómenos q u e hemos
atribuido a la ansiedad alim entida, n o presentan dificultades psicológicas es-
pedales, la antropofagia es más difícil de explicar. No puede explicarse la
totalidad de los fenóm en 9 s del canibalism o sobre una base unitaria; tiene,
indudablem ente, diferentes significados y puede ser expresión d e diversos
motivos. Se pueden diferenciar, por lo m enos, los siguientes: antropofagia
p or hambre; neocrofagia — comerse el cadáver; antropofagia por venganza;
perversión del sentido del gusta El caso del canibalismo por ham bre no ne
cesita explicación. La necrofagia puede ser la expresión de un íntim o vínculo
d e am or y el acto de comerse el cadáver un rito final para perpetuar la exis
tencia del difunto así com o para absorber sus cualidades valiosas. Menciona
m os el canibalismo como perversión del gusto porque se ofrece, con frecuencia,
com o racionalización del origen. Puede ser excluido como m otivo re a l El
más nigmático es el canibalism o por venganza.
La expresión de “canibalism o por venganza” constituye una fórm ula in
suficiente para describir este complicado fenóm eno. En la m ayoría de los
casos el hecho d e que cualquier im pulso de dom inio dism inuya o aniquile
ANSIEDAD DE ALIMENTACION 221
gativa del deseo dependa del mismo objeto: el deseo de comerse el objeto se
convierte en el m iedo de ser comido. C ontra esta percepción se adopta una
actitud agresiva: “yo te como”. Exactam ente el mismo proceso se produce
cuando el am or se transform a en odio. A nna Freud lo ha denom inado “iden
tificación con el agresor” pero no describe, de modo preciso, las medidas
involucradas, porque el térm ino “identificación” define u n cambio arbitrario
de la actitud d el ego sin describir sus antecedentes. Sin embargo, la defini
ción de A nna Freud es apropiada desde el punto de vista descriptivo.
El cuento d e Hansel y Gretel presenta ese deseo antropofágico surgien
do muy explícitam ente de la dependencia frustrada y del miedo a m orir de
ham bre. En esa narración, la madre cruel deja a los niños ham brientos y los
abandona en el bosque donde sueñan que tiene un hada m adrina (la madre
protectora) que les prom ete velar por ellos. A l día siguiente se encuentran
con la bruja que atrae a los niños hasta la puerta del hom o con el propósito
de arrojarlos den tro y hacer con ellos pan de jenjibre. Pero son los niños,
los que logran hacer caer a la anciana bruja dentro de aquél y los que la con
vierten en pan d e jenjibre. El padre cariñoso viene a salvarlos y les trae
alimentos.
La forma en que la m adre desnaturalizada que los m ata de ham bre se
convierte en bruja con la intención de comerse a los niños es muy explícita.
El deseo de “com er” a la m adre es tam bién m uy clara L as fantasías indi
viduales que se im aginan individuos contemporáneos, están igualm ente pro
vocadas por deseos frustrados de dependencia. U n paciente que había vivido
bien protegido, aunque con una vida llena de ansiedad, reaccionó contra la
situación analítica una vez que se dio cuenta de que el análisis podría inten
ta r quebrantar su sistema neurótico de seguridad* Reaccionó ante m í, consi
derándom e como perturbador de su dependencia en los térm inos siguientes:
Soñó con una enorm e araña que se le acercaba con las garras abiertas; traté
de m atarla pero se despertó aterrorizado. Su asociación es la poesía infantil
acerca de “La pequeña Miss M uffet estaba sentada sobre u n a roca comiendo
requesón y suero; vino una araña que se sentó al lado de M iss M uffet y ésta
se m archó despavorida”. Yo era, naturalm ente, la araña con las garras abier
tas, que amenazaba su requesón y su suero, es decir, su posición infantil, de
pendiente y fem enina.
Volvamos a nuestras observaciones respecto de Egipto donde hay un
buen ejemplo d e la conexión entre e l m iedo a ser com ido y la antro
pofagia y el embalsamamiento: Sobre las tum bas de los grandes faraones,
entenados bajo m ontañas de granito y cuyos cuerpos eran em balsam ados para
la eternidad, $e encontraban, grabadas, descripciones de las aventuras del rey
fallecido), acaecidas después d e su m uerte. C uando llega a los cielos, se ali
ANSIEDAD DE ALIMENTACION 225
m enta d e dioses, tiene una cohorte de esclavos que cazan a los dioses como
bestias salvajes, los enlazan y los descuartizan; después le son servidos al rey
en concepto de alim ento — a ese mismo rey cuyo mayor terror era el poder
ser devorado—.n
Los dioses con cuyos cuerpos se alim entó U nas fueron cazados a lazo
por Am -Kehuu y exam inados por Tcheser-tep-f en cuanto a su conveniencia
y condición. Finalm ente H er-thertu los ató y el dios K hensu los degolló y
les sacó los intestinos. U n ser llam ado Shesem u los descuartizó y coció tro
zos d e los mismos en sus hirvientes calderas. Después, U nas se los comió y
con ellos comió tam bién sus voces y poder y sus espíritus. Se comía al rayar
el día a los dioses m ás grandes y hermosos, a la puesta del sol a los d e tama
ño m ás pequeño, y a los más pequeños aú n en las comidas que hacía por
la noche; rechazaba, en absoluto, a los dioses viejos y gastados y los usaba
como combustible para sus hornillos.
Sea cual Sea el punto de vista desde el que se tome en consideración el
canibalismo, se llega siempre a esta idea básica de absorber las cualidades
sustanciales del objeto comido, que se basa en la primitiva actividad alimen
ticia efectuada en el pecho de la m adre. Este m iedo a ser comido se expresa
en las islas M arquesas de m uchas m aneras y da lugar a una buena cantidad
d e clases diferentes de instituciones cuyo fin es aliviar ese miedo. Es, induda
blem ente, esa ansiedad lo que fomenta la hostilidad entre las tribus. La rabia
engendrada por esas ansiedades puede expresarse de modo m ucho m ás fácil
sobre aquéllos a los que no se tiene ninguna razón para am ar.
V anos, por lo tanto, que la escasez alim enticia conduce, en las islas Mar
quesas, a ciertas constelaciones de carácter hipocondríaco dentro de la estruc
tura de la personalidad del individuo. D e esas constelaciones es d e donde
derivan las instituciones secundarias. A sí, por ejemplo, los temores d e perder
la integridad y la efectividad, conducen a configuraciones de imperfección,
rabia, miedo a ser comido, y al deseo de comerse a los dem ás. De éstas deri
van los nombres m últiples, los mitos de las sucesivas resurrecciones, el em
balsam am iento, el canibalismo y el establecim iento de la condición de ser
un buen anfitrión como m edida del prestigio, la abundancia de los banquetes
dando im portancia prim ordial a la cantidad y una euforia basada en el pro
totipo de un estómago lleno.
Todos los niños saben que las razzias con objeto de capturar niños con
fines antropofágicos constituyen una ocupación masculina. Sin embargo, en
n J. H. Brtfasted, The Datvn of Conscience (Nueva York, 1933), pp. 88-90; A. E. WaUis
Budge, The Gocb of the Eg^ptúms (Londres, 1904), i» 33-38.
224 LAS ISLAS MARQUESAS
las leyendas d e las islas Marquesas los antropófagos no son los hom bres
sino las mujeres* Ya hem os expuesto las razones de esta distorsión. £1 dina
m ism o perseguido en este caso particular es característico de esa cultura* Los
m itos describen después una relación entre el miedo a ser com ido y el acto
sexual en el que el pene se emplea, evidentem ente, como órgano alimenticio*
El contenido m anifiesto de esos m itos dice que la m ujer pierde sus cuali
dades antropofágicas cuando el ham bre satisface su sexualidad* Se representa
ai hom bre claram ente com o la víctima explptada. Sólo podremos compren
d o : esto si profundizamos un poco más en las relaciones entre am bos sexos.
órgano nutricio.12 Esta fantasía ofrece un parecido notable con la que se en
cuentra en nuestra cultura según la cual el miedo de ser devorado por la
m ujer se representa m ediante la vagina dentata. Las explicaciones corrientes
d e que se trata de una ansiedad de castración o de una fantasía de vuelta al
claustro m aterno son em inentem ente crípticas y faltas de sentido a menos que
identifiquemos la ansiedad producida en la vida real de la que es ésta un
desarrollo. Y, sobre este punto, más allá de cuanto hemos indicado ya, nos
falla nuestro análisis. N o es posible seguir d e modo com pleto la pista a esta
cuestión más que en el individuo; el m arco institucional se lim ita a suminis
trar su emplazamiento.
En consecuencia, podemos concluir que, a pesar de las abundantes opor
tunidades que se ofrecen para la unión sexual, el varón no satisface el “im
pulso sexual0 en el sentido más am plio de la expresión. En el lugar del ha
bitual “complejo de castración” de aquél, está la fantasía de ser devorado
por la mujer. Es ésta una notable distorsión de la realidad, porque en esta
cultura el antropófago y cazador de niños es el hombre, pero no está en modo
alguno asociado a la restricción de la satisfacción sexual. El habitual mie
do a l padre está ausente y no existe e l .tem or general de la m utilación. La
escasez de mujeres, la imposibilidad de confiar en ellas, la incapacidad para
embarazarlas a voluntad, introducen elem entos de ansiedad que, por las ra
zones ya expuestas, convierten a las m ujeres en objetos hostiles y secretam ente
odiados. Tiene el varón la impresión de q u e es la m ujer quien m anda en el
gallinero y la supresión de los celos entre los hombres la presenta bajo un
aspecto desfavorable. A unque carece de poder económico o disciplinario y
de capacidad para explotar a n$die, tiene la facultad de frustrar varias nece
sidades importantes.
La mejor prueba de la falta de satisfacción sexual del varón y de la ca
pacidad de ja m ujer para explotarla debe buscarse en la institución del
fonema. Son éstos, espíritus malignos m asculinos que “venden” sus poderes
mágicos posum ortem a la mujer que eligen, a cambio de sus favores sexuales.
Se usa así al hom bre en concepto de instrum ento con el cual puede una mu
jer vengarse de otra. Pero, de acuerdo con la moral que predom ina en esa
sociedad, el fanaua no atacará al m arido de la mujer de quien es amante
espectral. Los espíritus fam iliares están em parentados con los fanauas. Pue
den ser objetivos incestuosos y, por lo tanto, tabú. T anto los espíritus fami
liares como lo s fanauas atestiguan el hecho d e que, en esa sociedad, el hombre
es sexuahnente la figuira inferior y de que la m ujer se da perfecta cuenta de su
12 U rn explicación posible es la de que la mujer experimenta las mismas reacciones de
frustración que eí hombre, con respecto de la madre. Del mismo modo, su actividad sexual
es un inrento de suplir con sensualidad lo que le falta de cariño y apoyo.
RELACIONES ENTRE LOS SEXOS 227
*5 Se puede alegar que no constituye esto una prueba completa* puesto que.se representa
a la hembra, en este caso, tal como la ve el varón y que por ser los sacerdotes ceremoniales
del sexo masculino no se permita que se entrometa ningún punto de vista femenino.
16 Sin embargo, quienes insisten en cualquier dato para probar una teoría, encontrarán
en la prolongación de los grandes labios y en la larga lengua que saca la ogresa caníbal
símbolos fálicos y creerán que la m ujer antropófaga desea castrar al hombre a causa de la
envidia que tiene de su pene. El autor no puede estar conforme con esas opiniones porque
son, en realidad, incompatibles con todas las pruebas aportadas. Se puede forzar la conse
cuencia del complejo femenino de castración interpretando al embarazo simulado como
manifestación inconsciente del contento de poseer un pene; D e ser así, el incentivo para esa
'ecuación de niño y pene tendría que proceder de algún origen filogénico y no de las frustra
ciones reales experimentadas en la vida real.
STATUS» AUTORIDAD, ETC 231
17 Es ésta, quizás, una razón más de por qué no causa el prestigio m ucha hostilidad
intrasoci&I—al menos dentro de los limites de la comunidad doméstica—. El poder sólo
puede usarse para celebrar banquetes y éstos son fiestas democráticas; todos, incluso los
enemigos, comen hasta hartarse. Tan grande es la consideración que tienen a los alimentos
que se suspenden las hostilidades para permitir gozarlos. Al que provee de alimentos se le
ama y no se le envidia*
LA PERSONALIDAD BASICA 233
esquimal puede ser terco y suspicaz y otro complaciente y confiado; son esos,
rasgos de carácter. Pero la estructura de la personalidad básica de un esquimal
es diferente de la de un indígena de las islas M arquesas, porque es producto
de instituciones diferentes. Com o quiera que no conocemos nada respecto de
los individuos de las Marquesas, sólo podemos estudiar la estructura de la
personalidad básica, el marco dentro del cual están contenidas todas las dife
rencias de carácter.
En esta categoría general podemos incluir las técnicas de pensamiento, las
actitudes hacia los objetos, los sistemas de seguridad y la formación del
“super-ego”.
M uchos de los procesos m entales que encontram os en los indígenas de las
Marquesas corresponden a los calificados como científicos. Los hallamos en
los métodos racionales de hacer frente a la ansiedad de alim entación. Esos
métodos científicos de encararse con la realidad están m uy desarrollados,
pero nos interesan más los m étodos de enfrentarse con situaciones donde no
puede ser apreciada la realidad. En estos casos nos encontram os con u n tipo
de pensam iento anim ista, caracterización que no es m uy precisa.
El problem a específico estriba en identificar las formas en que representan
los indígenas de las Marquesas su relación con los objetos hum anos e inanim a
dos del m undo exterior y en la m anera en que m anejan sus propios senti
mientos y los de los demás. Examinemos el ritual q u e se efectúa para curar
una enferm edad. El isleño explica la etiología de aquélla como debida al
abandono del cuerpo por el alm a que sale a vagar. El rem edio consistiría, por
lo tanto, en inducir al alma a volver al cuerpo. H asta aquí los procesos m en
tales son tan lógicos como los que im plica el tratam iento científico d e la
difteria m ediante la antitoxina. Pero la derivación de la idea de que el alm a
sale del cuerpo no es científica. Y tam poco lo es el procedim iento de atraer al
alma incitándola a que regrese colocando alimentos a su disposición. Am bas
ideas se derivan de fuentes específicas y para los indígenas d e las M arquesas
son aceptables en alto grado. Este concepto de la enferm edad es muy diferen
te del que la cree provocada por los deseos mágicos u hostiles de otras perso
nas; y ambos conceptos son diferentes del que la representa como un castigo
debido a la desobediencia o al pecado.
En su concepto de la enferm edad y de su rem edio lógico, el indígena de
las M arquesas utiliza una de sus propias experiencias subjetivas en conexión
con la ansiedad de alim entación. El isleño está unido al objeto que le alim enta
y abandonará al que no lo hace. Se le aplaca con alim ento y se le puede inci
tar a hacer algo recurriendo a ese procedimiento. El principio empleado en
este caso es el mismo usado para deificar a un antepasado dándole de comer
a diez seres hum anos. Los poderes milagrosos del sacerdote oracular se estable
LA PERSONALIDAD BASICA 235
18 No es preciso que revisemos en detalle todas las formas clínicas en que se usaba ese
tipo de pensamiento. Lo encontramos en la ansiedad de los niños que morían en el momen
to de nacer, interpretando su ira como una frustración de hambre; lo encontramos en la
antropofagia; en la idea de que cuanto más se alimenta a un dios mejor dispuesto se hallará
éste, etc,
18 Si todos los fenómenos relativos al dominio oral se erigiesen en prueba de la persisten
te persecución del placer bucal, sería ininteligible toda la serie de fenómenos aquí tratados.
En términos de la teoría de la libido, significaría una detención en el desarrollo o una
regresión, frente al hecho de que no existen frustraciones sexuales u obstáculos que sé opon
gan al desarrollo sexual.
236 LAS ISLAS MARQUESAS
El predom inio del dominio oral constituye en las islas M arquesas el rasgo
más sobresaliente. La presencia d e la proyección y el desplazam iento del afec
to no son especialm ente distintivos.
O tro aspecto correspondiente a la estructura de la personalidad básica, es
la relación de los isleños con los objetos útiles que crean. Se considera a esos
objetos como extensiones del ego y se les dota de atributos muy semejantes a
los que posee su propietario. El prestigio del objeto aum enta con su uso. Esto
se basa, indudablem ente, en la pauta del acto de procreación.
Sabemos q u e los procesos m entales de los isleños de las Marquesas están
regidos por pautas científicas, orales y sexuales. El sistem a de seguridad del
individuo tiene que ser apreciado en térm inos de las ansiedades y frustraciones
con que se tropieza aquél y de los procesos m entales a través de los cuales se
representan tales ansiedades y frustraciones.
Las situaciones de ansiedad básica que se producen en la infancia, la
dem anda d e protección, no son satisfechas por la m adre sino por el padre.
Como quiera que este último no ejerce funciones disciplinarias severas, el
vínculo con los hombres se convierte en un arm a muy fuerte y poderosa para
asegurar la solidaridad m asculina. G arantiza también la existencia de fuertes
relaciones d e cariño en tre la hija y el padre. A esta circunstancia se debe,
como hemos visto^ la imagen inam istosa de la m adre y, posteriormente, de la
m ujer como objeto sexuaL Podemos encontrar pruebas de esto en el hecho de
que las situaciones de rivalidad e n tre las mujeres no están sujetas a control y
en el de que las mujeres son el blanco más común de la magia maléfica.
La situación real de ansiedad alim enticia origina, al mismo tiempo, m edi
das defensivas racionales y defensas neuróticas basadas en temores hipocon
dríacos inconscientes. Las instituciones resultantes han sido identificadas como
la m ultiplicidad de nombres, el em balsam am iento y la antropofagia.
La falta de restriccioñes en el desarrollo sexual hace innecesario el extenso
núm ero de defensas que observamos en nuestra cultura. Las consecuencias
más dignas de notar son la ausencia de la hipertrofia d e los padres, la flexi
bilidad de las relaciones con la divinidad y la precocidad general que se pone
de m anifiesto en las bandas de niños.
La situación sexual con respecto de las mujeres lleva al miedo a la m ujer,
pero también a la ausencia de perturbaciones de la potencia, así como a la
falta de hipertrofia del valor de la misma, y a la dism inución de la im portan
cia de la paternidad. La insatisfacción sexual, así como la frustración de las
relaciones cariñosas con la mujer, llevan al hombre a la adopción de actitudes
masoquistas con respecto de aquélla: a la venta de sus poderes post^mortem
a cambio de favores sexuales (fanana). Tales actitudes no existen entre hom
bre y hombre. Los conflictos de prestigio entre ellos tienen poca importancia,
LA PERSONALIDAD BASICA 237
en tanto que los mismos conflictos entre las mujeres llevan a un a gran hostili
dad. No se teme a los muertos, pero se tem e a las m ujeres que m ueren como
consecuencia del p arto y a los niños que m ueren al nacer»
La propiedad no es una gran fuente de ansiedad; su principal función
consiste en realzar el prestigio del donante erigiéndole en u n gran alim en- '
tador.
Existen otras dos m aneras de com probar la estructura de la personalidad
básica: k form ación de “super-ego” y la religión.
El super-ego neurótico*0 que encontram os en nuestra propia cultura ha
servido, durante m ucho tiempo, de m odelo de este órgano hipotético de m ora
lidad. Extraordinariam ente útil como concepto que perm ite tipificar las condi
ciones en que surgen los fenómenos de conciencia, la “culpabilidad” y ciertos
tipos de masoquismo, es, sin embargo^ m uy poco exacto. El super-ego neuróti
co es el producto d e la reacción recíproca entre la extrem ada dependencia del
niño y las rígidas disciplinas restrictivas. Se establece la condición de que
puede garantizarse el amor y la protección m ediante la renuncia a satisfaccio
nes prohibidas por la sociedad o sus representantes. El “super-ego” es, por lo
tanto, un indicador, delicadam ente equilibrado, del sistema d e seguridad del
individuo.
En relación con este punto se puede plantear una cuestión puram ente
teórica. La seguridad del niño obediente a las condiciones impuestas para
obtener la protección de los padres, es m uy fuerte. Puede decirse que, en sen
tido relativo, es m ás fuerte que la del niño cuya seguridad depende d e sus
propios recursos. J-a libertad para ejercer los recursos no puede identificarse
con la seguridad ganada m ediante la protección de otro individuo. El Ubre
desarrollo del ego no confiere necesariam ente, en m odo alguno, una mayor
seguridad. Desde el punto de vista subjetivo, se trata d e u n a cuestión de con
trol» La condición de seguridad a cam bio de la obediencia puede ser cum pli
da, de m odo com pleto y absoluto, por el niño —con ayuda d e la neurosis, por
supuesto—. De ella puede deducirse u n grado elevado de seguridad: la segu
ridad de la dependencia. La seguridad dimanada del ejercicio de los propios
recursos no tiene la certidum bre n i la cualidad de la seguridad conseguida
m ediante la dependencia. A juzgar por la tenacidad con que el individuo
neurótico se aferra a este sistema de seguridad, la satisfacción inconsciente
derivada del m ismo debe ser m uy grande.
En el caso de los indígenas de las Marquesas, el tipo de super-ego que se
desarrolla no puede tener relación con la represión de necesidades biológicas,
por lo menos en cuanto se refiere a la sexualidad. La seguridad no se basa en
esa clase de obediencia. Con esto se excluye todo el sistema de obediencia de
20 Vid. p.
238 LAS ISLAS MARQUESAS
la formación del super-ego. No quiere esto decir que falten el sentim iento
de culpabilidad y la conciencia, pero debemos m irar tam bién qué ocasiones se
presentan para el uso de esas funciones. Nos encontramos con tabús de inces
to que, hasta donde podemos saber, son obedecidos. Se castiga el incesto entre
el padre y la hija, pero suavemente; el incesto entre herm ano y hermana no se
comete, salvo cuando se deroga el tabú sobre el mismo en el curso de los ban
quetes antropófagos. La ausencia de la poliandria fraternal es prueba probable
del tabú sobre las hermanas y de la supresión de la rivalidad fraternal. Por lo
que se refiere a los demás delitos, la tentación principal dim ana de los ali
mentos, pero no d e otros artículos. Los impulsos “antisociales” que pueden
surgir son muy lim itados y se les m antiene controlados por las desventajas
reales que serían consecuencia de su ejercicio. Pero existen pruebas del eleva
do valor que tiene para el individuo la estimación de los dem ás. El sentido de
la vergüenza, la necesidad de “salvar la cara” es muy sobresaliente.
Vemos, en consecuencia, que hay tan to super-ego como hace necesario la
situación social. La necesidad de m antener las apariencias, el status, el afecto,
el apoyo, la adm iración, están todos presentes; lá omisión estriba en la falta
de un sistema basado en la obediencia a los m andatos de los padres.
Esta exposición apunta a una observación hecha en uno de los capítulos
anteriores,21 la de que la derivación d e l super-ego del fenóm eno de la repre
sión há llevado a conceptos erróneos q u e ocultan hechos esenciales. En la
base de todo el fenóm eno del super-ego, yace el deseo de gozar de la estima
ción y de los sentim ientos de amistad d e los demás. C uando las condiciones
necesarias para ganar esa estimación y am istad no dependen de la renuncia
a obtener la satisfacción de necesidades biológicas, existe u n residuo que se
encuentra en todas las culturas: el sentido de la vergüenza.
La relación de la formación de super-ego con las realidades externas
efectivas, se m uestra bien en la diferencia que se observa en los métodos usa
dos por los hombres y las mujeres para tratar los celos. La capacidad de
confiar en un objeto hace más fácil la represión de los sentim ientos obstinados,
y de aquí que los hombres resuelvan sus celos de modo satisfactorio. Esta
represión está ayudada, indudablem ente, y en grado no pequeño, por la
necesidad de la cooperación d e los varones. Esas condiciones no se dan entre
las mujeres. No se establece durante la infancia ninguna base para la existen
cia de una actitud amistosa de la niña con respecto de su m adre y no existe
la necesidad de que sea reprim ida la hostilidad hacia sus rivales. N o se causan
con ello daños a la economía, ya que las mujeres constituyen una fuerza
económica desdeñable. Las m ujeres no usan medios directos para ejercitar su
hostilidad m utua, sino que recurren al em pleo de los hombres, mediante los
fanauas o los espíritus familiares, para ejecutar sus designios malignos.
LA PERSONALIDAD BASICA 239
IN S T IT U C IO N P R IM A R IA E S T R U C T U R A D E L A PE R S O N A L ID A D
IN S T IT U C IO N S E C U N D A R IA
B A S IC A
Escasez d e alie&entoe
A n tro p o fag ia
' T ie n te * d e la daificaciún
- . '1
M ovilidad social
N o h ay an sied ad d a ajcplotición p o r fes S o lid arid ad m ascu lin a: in tercam b io d e b e
P rim ogehiróra , n eficios , ,
hom brea
C onflicto* d e prestigio a te n u ad o s " C o n tro le s sobre el prestigio
R ango
.1 \
P ro p ied ad
N o a n sied ad — U p ro p ie d a d n o es u h m e . N o h ay tobos, ex cep to d é a lim e n to !
C om unal Prestigio « -b u e n s lim e n tad o r
d io de r e a l a r al ego
P ersonal
j -----------
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242 LAS ISLAS MARQUESAS
genia, sino de las condiciones reales bajo las cuales se forma la estructura de
personalidad básica. El contacto con esas realidades crea una serie m uy orga
nizada e interrelacionada d e “ condicionamiento”. Por lo tanto, esas institucio
nes secundarias sólo pueden ser comprendidas por los efectos de las prim arias
sobre la psique hum ana.
Hem os señalado diferencias importantes en la estructura de personalidad
entre varones y hembras; pero no era posible reducirlas al complejo d e castra
ción, a menos que se recurriese al expediente de calificar al embarazo sim ula
do de sustitutivo del pene. E sta interpretación no hubiera tenido valor en una
cultura donde e l valor de escasez de la m ujer y la ausencia de frustración
causada por disciplinas restrictivas estim ula a la m ujer a usar y gozar d e los
órganos destinados filogénicamente a u n a actividad de placer*
D ebe notarse u n punto final relativo al m étodo, en contraste con los proce
dim ientos clásicos d e T h. R eik y G. Roheim. E n estos últim os se señala la
constelación inconsciente y se atribuye su origen a una detención general del
desarrollo—presum iblem ente en la m archa evolutiva-*-. En consecuencia» una
constelación como la antropofagia o el m iedo a ser devorado n o tiene conexión
directa co n las realidades «encontradas. A mayor abundamiento^ es frecuente
criticar esos intentos de identificar los sistemas conscientes de los cuales deri
van las constelaciones inconscientes, calificándolos de “superficiales” en el
séhíido vulgar* de contraposición a' profundo. Ese desdén hacia el uso d e los
sistem asconscientes es un viejo prejuicio psicoanalítico. Pero es fácil darse
cuenta d e que a la omisión d e ésos sistemas conscientes en los días tem pranos
d el psicoanálisis se debió, en gran parte, el traslado,dé la im portancia principal
a la filogenia. Este supuesto hizo posible la creencia en una estructura de
personálidad universal.
En el procedim iento para el que no6 h a servido d e ejemplo la cu ltu ra de
las islas M arquesas, podemos descubrir una serie continua en tre los sistemas
conscientes y las últim as constelaciones inconscientes existentes. Así, si tom a
mos en consideración u n rasgo superficial com oia ausencia de celos en tre los
hom bres (excepto en condiciones especiales), encontram os, en prim er lugar,
una realidad externa, la escasez de m ujeres y, partiendo de ese punto, una
larga aserie dé instituciones y actividades, que 'proceden dé la infancia, las
cuales explican k últim a a ctitu d . Es esta serie la q u e describé el crecim iento
del sentido dé la realidad del individuo y, como Consecuencia, de su ego.
Lá verdad o falsedád dél procedim iento usado aq u í sólo puede ser com
probada experim entalm ente. Pero es, por lo menos* un m étodo sujeto a
comprobación experimental: E n los capítulos siguientes tendremos oportuni
dad de probar este m étodb en u n a cultura donde las condiciones básicas d e la
vida son m uy diferentes de las qu e prevalecen en las islas Marquesas.
CAPTTÜIO v n >. -
LOS TA Ñ A LA S DE U A D A G Á S Ó A R
C ada aldea reivindica una extensión de tierras determ inada, dentro del
territorio poseído por la gens; sólo una fracción de la misma está som etida a
cultivo en u n momento determ inado. Los terrenos enclavados dentro de la
aldea están divididos en barrios, cada uno de los cuales es poseído y ocupado
por u n linaje familiar. C uando se establece la aldea, se asignan esos barrios
m ediante acuerdo general. C ada linaje familiar tiene, adem ás, derechos prefe
rentes a un sector de terreno que se extiende desde la aldea hasta los lim ites
exteriores del territorio d e la misma. Cada uno de los linajes cultiva su sector
independientem ente. C ada año se roturan nuevas tierras. El método de distri-
bueión de los terrenos en tré las familias com prendidas dentro de cada lina
je, p ara su cultivo, es como sigue: en los comienzos d e la estación de cultivo
agrícola; los ancianos del linaje form an a los cabezas d e las diferentes fam ilias
a lo largo de uno de los frentes d e la tierra que ha d e ser desbrozada y asig
nan a cada fam ilia una franja de anchura fija, pero de profundidd indeterm i
nada. Proceden, entonces, los hom bres de la fam ilia a roturar la selva hasta
tan lejos como les parezca preciso para satisfacer sus necesidades de arroz. Se
tieñér cuidado d e que las asignaciones de terrenos a lás familias sean lo más
equitativas posible; en consecuencia, la familia qtfe h a obtenido tierras pobres
un año, habrá d e recibirlas buenas al siguiente.
LA ALDEA 147
Los aperes agrícolas son pobres, pero suficientes. El arado es enteram ente
desconocido. N o existe para ninguna de las fam ilias e l incentivo de cosechar
más de lo que necesita, puesto que los productos: obtenidos n o pueden ser
vendidos n i alm acenados.G oza cada fam ilia,d e l pleno derecho sobre las
tierras que h a roturado y plantado, m ientras Jas con serv ab a cultivo; d e allí
en adelante, revierten a Ja propiedad general del lin aje fam iliar. En u n cam po
de esa clase se puede obtener u n a segunda cosecha, bastante pobre, pero dea*
pues es preciso dejarlo que vuelva a convertirse e n selva y no es cultivado nue
vam ente, con provecho, hasta pasado u n plazo d e diez a quince años.
La cosecha de arroz se alm acena por la fam ilia y se prorratea en tre los
varios miembros de la misma con arreglo a sus necesidades. Es interesante
señalar q u e aunque no existe escasez, se m ide -cada porción, d e .alimentos, y
entre los usentilios d e cada casa fam iliar están com prendidas una serie de
m edidas d e distintos tam años empleadas para dividir las raciones d ian as
correspondientes a los hom bres, las mujeres y los niños de diferentes edades.
La cosecha alm acenada dura siempre hasta la recolección de la siguiente* N o
tienen los tanalas actitudes ceremoniales ni m agia relacionada con los ali
mentos. E ste hecho es digno de especial inenejón por cuanto que la m ayoría
de los pueblos malayos practicanritos, bastante complicados, de fertilidad y
otros relacionados con su cultivo del arroz. La única ceremonia, jrelativ a al
arroz q u e se encuentra entre los tanalas consiste en una pequeña oferta fauái-
liar hecha >a los antepasados en la época de la cosecha. O tra forma de magia
relacionada con el arroz son los amuletos guardados en algunas aldeas contra
el granizo o la langosta.
Los hábitos relativos a la comida son sencillos. Se sirve u n a comida diaria
a últim a hora de la tarde. E l padre se sienta aparte en posición elevada y se le
sirve por separado. El plato que contiene sus alim entos debe estar colocado
m ás alto que los correspondientes a los demás miembros de la fam ilia, y con
ese propósito se fabrican complicados m onum entos de cestería. Tam bién se
sirve separadam ente aL hijo mayor a partir de la edad de cuatro años. La
m adre y los demás niños com en en una fuente com ún.
Los tanalas crían ganados, pero el beneficio útil que obtienen de sus
rebaños es casi nulo. N o aprovechan las pieles y comen carne tan pocas veces
que soñar que se corta carne constituye un m al presagio que indica un fu<
neral en la familia. La leche se toma solam ente cuando la vaca da más de la
que puede consumir la ternera. Ni siquiera se em plea el estiércol en la agri
cultura. Y, al propio tiem po, la posesión de ganados confiere un elevado
prestigio.
La división d el trabajo es constante, pero con la excepción de los he
rreros, no existen artesanos extremadam ente hábiles o profesionales. Los
243 LOS TAÑALAS DE MADAGASCAR
hombres realizan todos los trabajos en m adera y m etal; hacen, también, tela
d e corteza, pesadas esteras y cestos de bambú cuya m anufactura requiere
una fuerza considerable. Las m ujeres tejen esteras y cestas finas, gorros, co
berturas para los niños y 1¿S paños de estera usados para los vestidos por am
bos sexos. T am bién corre a cargo d é las mujeres la cocina, el cuidado de la
casa y el d e los niños; pero cualquiera de los hombres puede, igualmente,
hacer no im porta cuál de esas cosas sin perder su respetabilidad; en realidad,
se tiene la creencia de que los hom bres son algo mejores cocineros que las
mujeres.
rr r PROPIEDAD
o paira pagar los servicios d e \m ombüisy .(hechicero);, etc. Como q u ieté que
d robo d e artículos ordinarios como ganados o utensilios m anufacturados era
imposible, que; ambos podían ser fácilm ente identificados, era el dinero el
único objeto de valor que se atesoraba y ocultaba cuidadosamente. A unque
jara vez se le usaba para fines de ostentación? el dinero e ra evidentem ente el
instrum ento deL poder* El jusúprincipal del m ism o consistía en la compra
de terrenos, porque ese era e l medio merced al cu al podía establecer u n a per
sona u n nuevo linaje fam iliar. Los tanalas prestaban dinero en ocasiones
excepcionales, pero hasta cuando se efectuaba esa. operación com ú n m iem bro
de la propia familia» se llevaba a cabo en presencia de. testigos y, con fre
cuencia, cargando un interés. El individuo que tecnia dinero había d e guar
darlo ta n sigilosamente q u e hasta el m iembro m ás íntim o d e su fam ilia igno
rase dónde lo tenía escondido. Sin embargo* .el robo de dinero no e ra raro
y cuando se le descubría no se le castigaba ta n ««veramente como é l robo
d e los dem ás objetos. Por m ás que la posesión d el mismo fuese, en su mayor
parte, prerrogativa del padre, en ocasiones podía u n a m ujer convertir sus exce
dentes en dinero, pero debía entregarlo, para su custodia a sus propios pa
rientes. i
Los ganados constítuían la forma más antigua de riqueza excelente, ya
que» debido a la reproducción, eran la única , inversión q u e producía in terés
Es este u n rasgo extraordinario, penque el valor d e l ¿ganado no depende de su
utilización para el consumo n i para producir abonos m ecano bestias de tito.
Estos dos últimos usos eran desconocidos de los tan alas; el ganado se ma
taba únicam ente en los sacrificios y en las cerem onias funerarias. Los tanalas
trataban, hasta donde les era posible, de m antener el ganado en la fam ilia o,
por lo menos, en la aldea* A la m uchacha q u e se casaba con algún hombre
ajeno a su aldea —proceder que se procuraba no fom entar— se le daba de
ordinario el equivalente d e su herencia en dinero y bienes. Todos los gana
dos eran de propiedad individual y todo el m undo trataba de poseer el mayor
núm ero de cabezas posible. El robo de ganados era u n o de los principales
incentivos de las razzias de los indígenas, que n o llegaban a constituir guerra^.
Vemos, pues, que el valor de prestigio d e la propiedad era d e gran im
portancia en el espíritu de los indígenas. Estaba íntim am ente ligado con toda
la pauta del control de la familia y d el linaje fam iliar. E l principal incentivo
para su acumulación era el deseo de poder y control sobre los colaterales y
las generaciones descendentes. .Ese control n o se hacía extensivo a la línea
ascendente ni, salvo en form a oficiosa, al de la aldea. El jefe de la aldea ne
cesitaba poseer riquezas para m antener su status, pero no era siempre, en
m odo alguno, el más rico, como veremos m ás adelante. Tam bién contribuían
otros factores a la categoría y al prestigio.
250 LOS TAÑALAS DE MADACASCAR
n o heredaban nada pero tenían ciertos derechos sobre las hijuelas: d e susrhjr
jos; podían, p ó r ejemplo, retener el uso de la casa d urante toda su vida.
v ' Esas reglás éran tari rígidas que ningún hom bre podía hacer testam ento.
Podía, no costante, hacer donaciones en cualquier momento, incluso en su
lechó de m uerte. En esa form a era posible que el h ijo favorito» n o e l m ayor,
pudiese, eñ realidad, llegar a ser m ás rico que aquél, '
En consecuencia, es f ácil deducir que la im portanda atribuída a la rique-
za, juntam ente con los lim itados medios de adquirirla poniendo a contribu
ción la iniciativa, y la rigidég dé las ley® sucesorias, hacían d e la obediencia
y del cortejo del favor* el m étodo dom inante d e asegurarse la categoría per
sona] y promovían Un extrem ado sentim iento d e celos entre los herederos po
tenciales. Pero, por m uy agudo que fuese ese sentim iento, sus m anifestaciones
estaban frenadas por el gran m iedo de incurrir en el disfavor de los padres.
La costumbre de d ar al hijcy tnayor la porción m ayor de la herencia cons
titu ía el m edio de garantizarle los poderes efectivos en la línea fam iliar, des
pués de la muerte d el padre. - Ese primogénito podía m antener endeudados
y sometidos a sus herm anos m enor®, haciéndoles préstamos. La aspiración
d e todo hom bre en esa sociedad consistía en acum ular bienes para llegar a ser
el fundador de un nuevo linaje. Esta condición traía consiga respetó, autori
d ad y poder sobre loa dem ás; y, en últim o térm ino, le garantizaba la adoración
eñ el cuito a tos antepasados, con b cual seaseguraba e lu s o ptrn-m ortem
d éi poder que había ejercido en vida. -
ORGANIZACIÓN SOCIAL
deaba y u n cerrado común para los ganados. Se construía este últim o cerca
d e la puerta del recinto de la aldea con el fin de que, en caso de ataque, se
pudiera m eter a las reses d entro de aquél* Había* además, la plaza pública y
la casa d e la asamblea, que se erguía en cualquiera de los lados de aquélla
salvo el occidental; éste edificio podía ser usado también como residencia
del jefe d e la aldea. Existían, asimismo, dos am uletos, correspondientes a la
totalidad de la aldea, situado uño de ellos en la p u erta de la misma para pro
teger de los ataques y enterrado el otro en la plaza pública para im pedir la
peste y el rayo. Am bos eran hechos por u n ombiasy en el m omento de la fun
dación d e la aldea. Se encontraba tam bién en cada aldea un lugar sagrado
donde se erigían las estelas funerarias de los m uertos y se celebraban los sa
crificios; este lugar estaba situado algunas veces a kilómetro y m edio d e la
aldea. N o se consideraba u n poblado como perm anente hasta que habían
ocurrido fallecimientos en el mismo y se habían erigido estelas funerarias.
Había, finalm ente, la tum ba o tum bas de la aldea donde se enterraban juntos
a todos los miembros de la m ism a. Estos cem enterios estaban situados, con
frecuencia, a muchos kilóm etros de distancia de aquélla, eran más o m e
nos secretos y con frecuencia se les cambiaba de lugar cuando la aldea se
trasladaba a un nuevo emplazamiento.
Los ocupantes d e cada b arrio eran los descendientes de un antepasado
original p o r línea m asculina, sus esposad e hijos, posiblemente unos cuantos
m aridos d e las hijas d el linaje fam iliar y, con frecuencia, unos cuantos escla
vos hereditarios de las fam ilias. Había un grupo de casas, una para cada
m ujer y sus hijos y tam bién una casa para los niños. Conform e se iban casan
do los hijos, se construía uña casa para cada uno d e ellos, situada hacia el
este de la correspondiente a la esposa principal del padre.
El control del linaje se transm itía del fundador a los hijos primogénitos.
EL fundador ejercía, durante to d a su vida, el control absoluto sobre todos los
descendientes. Organizaba el trabajo, dividía la tierra para su cultivo, tem aba
a su cargo los entierros y resolvía las disputas surgidas entre los miembros
d el linaje fam iliar. T enía un derecho directo al trabajo de todos los varones.
A la m uerte del padre, ocupaba su puesto el hijo primogénito, pero éste no
ten ía derecho al trabajo de sus hermanos o d e los descendientes de éstos.
Su autoridad era menos absoluta y dependía, en parte, de su personalidad y,
en parte tam bién, del grado en que era económ icam ente dependiente. El go
bierno pasaba del hijo prim ogénito a su prim ogénito y así sucesivamente. D e
la existencia de esta pauta se colige fácilm ente que la línea procedente del
antepasado original tenía que dividirse.
D entro d e la fam ilia, el control ejercido por el padre, sobre todos sus
descendientes era absoluto. N orm as complicadas regulaban las actitudes d e
ORGANIZACION' SOCIAL m
respeto hacia e l imsmo* E l padre tenía tam bién au to rid ad sobre las esposas,
dentro de los límites establecidos en el contrato de. m atrim onio; pero la v io
lencia extrem ada sobre una de aquéllas estaba im pedida por e l hecho d e que
sus parientes^ residían dem asiado cerca.
' Las aldeas estaban casi com pletam ente aisladas socialmente, aunque sus
hombres podían cooperar con ios d e otras si era invadido el territorio d e la
g&ns. Pero d e ordinario existía m uy poco contacto entre fes grupos d e cada
aldea*-- r '
El m atrim onio se verificaba casi siem pre e n tre miembros de la misma
aldea pero* d e diferente linaje fam iliar. La pareja residía siem pre en e l bar
rrio d e l linaje fam iliar del marido* Parece, que antiguam ente el cuarenta por
ciento d e fes matrimonios eran polígamos, pero ese porcentaje h a dism inuido
con la cesación de la guerra y el aum ento del núm ero de hombres; hoy sólo
alcanza al quince por ciento aproxim adam ente. Las esposas secundarias de
las fam ilias polígamas están sometidas al dom inio de la principal; el m arido
necesita obtener él perm iso de Su primera m ujer p ara contraer* u n m atrim onio
plural. Es m uy fuerte $1 sentim iento contra el m atrim onio que crq?a líneas
de generación* Equivale esto a decir q u e se seleccionan fes esposassecunda-
das entre-las viudas o las m ujeres que. no han podido contraer m atripiopio
en concepto de esposas-principales. La reglam entación vigente im pide a l m a-
rido llevar a la casa fam iliar a una esposa secundaria joven y atractiv a,que
pudiera interferir con las prerrogativas de la pripcipaL I ^ suceaón como
cabeza d e fam ilia va a l h ijo , primogénito sin tener en cuenta la categoría per
sonal de su madre como esposa principal o secundaria.
El divorcio no es frecuente, aunque no existen sanciones sobrenaturales
del m atrim onio y fes antepasados no están interesados en el.divorcio. En el
caso de q u e uno de los cónyuges se haya divorciado, nunca debe considerarse
esta separación como debida a enfermedad* Las causas de divorcio se espe
cificaban siempre en los contratos matrimoniales* Por lo que respecta a las
m ujeres eran, ordinariam ente, el adulterio, la incom petencia como am a.d e
casa o el desacato a' los parientes del marido; y p ara el m arido^el adulterio,
el m atrim onio con una esposa secundaria sin el previo consentimiento de la
principal, el hecho de dorm ir con una de las,esposas en e l día correspondiente
a o tra (e l m arido estaba obligado a pasar u n día con cada una de sus m ujeres,
sucesivam ente, y siguiendo u n orden constante) o fe crueldad extrem ada.
Se concedía el divorcio a la esposa por el consejo dé la aldea, m ediando causa
justificada, señalándose el disfrute de una pensión alimenticia.
El precio de la novia, satisfecho por el novio o su padre al de aquélla, cons
titu ía un acom pañamiento necesario de todos los matrimonios legales. Este
precio era, sin embargo, pequeño, y consistía en la entrega de una pala, un
254 LOS TAÑALAS DE MADAGASCAR
tas- m ujeres tanáfas dan dé m am ar a sus hijos cada vezCjue lloran. N or
m alm ente, Cada niño es am am antado soló p o r su propia madre; las esposas
plurales pueden dar el pecho, excepcionalm enté, a u n niño que n o es hijo
suyo, pero éste es un caso de predilección individual. N o se puede determ inar
eacafctamente la época d el destete, pero el niño es am am antado hasta que el
siguíen teh ijo necesita e l pecho de la madre» Si ésta queda embarazada duran
te el período dé lactancia, se creé que él niño caerá enferm a Jamás am a
m an ta la m adre a dos niños de edades diferentes.
' La m adre lleva siem pre al niño sujeto a su espalda, sentado sobre una
alm ohada atad a a lá cintura y protegida con una cubierta. Estas cubiertas
o “casas” de las criaturas son difíciles de obtener, porque ninguna m adre sería
capaz de vender la casa d e su hijo* Guando la “casa dé la criatura” está estro
peada por el uso, sé la desecha y, en caso d e m uerte del niño, se la entierra
con él.
N o se em plean pañales* con el resultado d e que el niño ensucia continua
m ente a su m adre, y com o quiera qüe tos vestidos d e ésta son difíciles de
reem plazar, tenemos aquí u n incentivo para la presencia de la tem prana dis-
ciplm e de esfínteres. E l control det ano sé inicia, d e hecho, a la edad de dos
o tires meses y se espera q u e el niño se contenga desde los seis meses. Si pasa
d o ése período, sigue el n iñ o ensuciando a la m adre, se le castiga severam ente.
E n otras palabras, sé enseña al taño a Contener sus necesidades naturales
m ientras su m adré lo lleva a cuestas. Se perm ite, sin embargo, a l niño que
dejé, a ratos, la espalda d e su m adre. Puede ser interesante señalar q u e se obli
ga a la m adre a m antener la abstinencia sexuaL hasta seis meses después del
CICLC DE VIDA 255
visitan continuam ente y se supone q u e los sueños son causados por esas visitas
de los difuntos.
Creen* los- tanalas que las funciones vitales pueden continuar después de
fhiáda4a existencia. En el curso de las enfermedades grabes como la tubercu
losis, el alm a abandona el cuerpo cuando el individuo está aún vivo y form a
una asociación en la aldea de u n antepasado. Se achaca la locura a u n a
ausencia del alm a.
Los sacrificios hechos a los m uertos constituyen u n cerem onial muy im
portante, que se celebra en todas las ‘ocasiones d e im portancia que surgen
entre los vivos. Ponen en conocim iento de los m uertos to d a lo -q u e pasa:
m atrimonios, circuncisiones, entierros, cumplimiento d e votos, remedios prac
ticados en caso d e enferm edad y, d e m odo especial, todos los acto r realizados
que puedan ofender al antepasado. E l sacrificio consiste en m atar uno o varios
bueyes, cocinar la carne y alim entar con ella al difunto con el fin de tenerlo
contento. Existe una cierta creencia de que el alm a d e l buey se convierte en
parte del rebaño d el antepasado en el otro m undo. ,
C ú an to m ás im portante ha sido una persona d u rante su v id a ,m á s tiem po
está expuesto su cuerpo en la casa y más suntuosos son elb an q u ete funeral
r los sacrificios a los antepasados Se hacera públicas, tam bién, en larg as rela
ciones, las=contribuciones aportadas al banquete funerario, que ponera* d e
m anifiesto la riqueza de los parientes del finado. N o existe, al parecer^ol
, niiedo a lo® antepasados, a quienes se cree tener controlados m erced a los
sacrificios. Empero, los tanalas se m uestran bastante temerosos dé los: espí
ritus, - ' ■* ■
Niegan el enterram iento a los leprosos y a los que h an padecido viruela.
Se les entierra aparte durante u n período de tres a cuatro anos. Lo mismo se
hace con los locos y los hechiceros y con todos los que hubieran deshonrado a
sus antepasados por haber com etido robo o incesto.
G uardan lu to la esposa o esposas y los hijos. EL lu to consiste principal
m ente en m antenerse en silencio, vestir ropas viejas y n o lavarse. La esposa
lo guarda por u n plazo de seis meses aproxim adam ente, durante e l cual no
debe volver a contraer m atrim onio. Es im portante señalar la ausenria.de cere
monias de contrición. Lo que m ás tem en de los m uertos es el espíritu de u n
pariente fallecido.
LO SOBRENATURAL
La causa prim ordial y denom inador común de todas las íuerafe sobrenatura
les es Zanahary. Es el ser suprem o y el que da la vida. Se le representa, como
al Dios de los cristianos, como defensor de los pobres y los desamparados. Sin
embargo, esos atributos d e Zanahary se usan m uy pocas veces. El destina del
260 LOS TAÑALAS DE MADAGASCAR
individuo está regulado o controlado por interm edio de los dioses de la casa
fam iliar que son los antepasados. Estos son muy irascibles y es preciso m ante
nerlos constantem ente contentos. Las ceremonias indican que los tanalas
deben haber tenido, en tiempos, todo un panteón d e dioses m enores. Pero
los atributos d e estos dioses menores han caído en el olvido y toda la atención
se concentra e n los espíritus ancestrales. Son éstos los intermediarios entre el
hom bre y Zanahary; pero Zanahary ha quedado reducido a una especie de
concepto filosófico al que ningún indígena se le ocurriría ni siquiera rezar
directam ente. S e le m enciona meramente en form a cortés e incidental en las
plegarias dirigidas a los antepasados.
H asta, los seres peligrosos o malignos son todos de origen hum ano. Los
únicos espíritus no hum anos reconocidos son ünos cuantos espíritus menores
de los arroyos y las selvas, a los que no se concede ningún culto o atención
especial.
T odo culto se encam ina a cuidar y aplacar a u n espíritu ancestral de la
fam ilia, el linaje, la aldea o la tribu; el jefe hereditario d e la unidad interesa
da, e n la ceremonia sirve de sacerdote ancestral. El ceremonial del sacrificio
debe ser-supervisado p o r u n ombiasy por cuanto se le considera perito en
asuntos sobrenaturales, pero no puede sacrificar nada por sí mismo. Se cele
bran sacrificios con m otivo de todos los acontecim ientos im portantes como
unrcuncisiones, m atrimonios y, especialmente, funerales, así como en los casos
de enferm edad o pecado que se piense que puedan haber ofendido a los
antepasados. E n el acto d é los sacrificios deben hallarse presentes todos
los m iembros d el grupo a cuyos antepasados se dirigen aquéllos. T ienen lu
gar tam bién sacrificios preventivos. Cuando u n m atrim onio está a l borde
m ismo d e la conveniencia — es decir, que se aproxim a a u n vínculo incestuo
s o ^ , se tiene cuidado d e celebrar u n sacrificio y de pedir perdón a los ante
pasados antes de la consum ación de aquéL Los espíritus d e los antepasados
constituyen uno de los instrum entos más im portantes del control social; están,
naturalm ente, siempre del lado. d e las convéniencias y. son, en consecuencia,
los ejecutores d e la moral.
P ara lo r tanalas, los espíritus están com pletam ente individualizados y son
enteram ente reales. C ualquiera de los indígenas inform ará de haber visto
espíritus y de haber hablado con ellos. Con frecuencia es difícil para esas gen
tes el distinguir entre los sueños y el estado d e vigilia. El oír hablar a los
espíritus es tan corriente, q u e es frecuente que los indígenas no hagan caso de
uno cuando io s llam a una sola vez. Si se les llam a dos veces, se darán cuenta
de q u e es u n hombre y prestarán atención, puesto que los espíritus llam an
una sola vez. Los indígenas se encuentran a m enudo con espíritus extraños en
lugares solitarios, pero nunca les causan daños. Les desagrada encontrarse con
LO SOBRENATURAL 261
probable que recaiga e n uná esposa principal que n o tenga h ijos o* cuyos hi
jos hayan m uerto. Si unaesposa secundaria trata d e asum ir ese papel se la
rnira con suspicacia? ¿Por qué habría de elegir un dios o el poderoso*espí
ritu de u tr ombios^ a u n a persona d e tan pocaim portancia para se r su agente?
La im portancia del ombiasy no depende d e que sea ambiasy por instrucción o
por inspiración» sino de su eficacia y é x ito .„
Las actividades del ambiasy consisten, prim ordiaknente, t n determ inar
el mecanismo del destino. C on el fin de conseguirlo, debe conocer tun. com
plicado calendario d e días fastos y nefastos. Debe conocer también una
complicada forma d e adivinación llam ada sikidy q u e se practica m ediante
semillas dispuestas con arreglo a patrones m atemáticos, y que está em parenta
da con la adivinación árabe a base de la arena así com o con la antigua g e o
m anda griega. Se considera que el poder del mecanismo de adivinadón resi
d e en el hecho de em plear sem illas de una clase determ inada en combinación
con otros objetos especiales. El dispositivo adivinatorio es, en sí mismo, u n
hechizo a l qu e hay que dirigirse com o si se tratase d e u n ente consciente, pero
no está vivo. Se le pregunta todo cuanto se quiere saber, péro n o e s u n
espíritu y no se le hacen ofrendas. El objeto de la adivinación estriba en d eter
minar las causas y fuerzasactuales- que concurren e n a n a siruadón don el
fin de ajustarlas en forma q u e produzcan un resultado a&tisfactoricv O teo
empleo d e la m isma consiste en determ inar los acontecim ientos futuros con
objeto d e alterarlos d es necesario. Así, por ejemplo, un ombiosy puede pro-
decir la enferm edad o la desgracia, facilitar ciertas indicaciones acerca d e
cuál es la parte ofensora o datos definidos sobre el antepasado ofetsor que
es culpable d e la desgracia.
Durajnte todo el curso d e la adivinación se encuentra una indicación de
las probabilidades d e éxito de] ambiasy. Si el caso es dem asiado difícil para
él, rem ite a otro cmnbiasy m ás poderoso.
Rara vez se achaca la m ala fortuna a las actividades de los espíritus; es
más corriente que se la considere como debida a la brujería o al hado.. C ons
tituye un a característica de la actitud de los tanalas* el hecho de q u e es
imposible, m ediante esa adivinación, obtener inform es directos acerca de
quién está practicando la brujería contra uno. En realidad, todos los fenóm e
nos relativos a la agresión o a la culpabilidad son, en esa cultura» m uy tor
cidos. Se observa él temor a la acción directa o a la afirmación, igualm ente
directa, de hostilidad. Esta circunstancia es especialmente exacta por cuanto
se refiere a las relaciones de unos hombres con otros; las mujeres son m ucho
más directas en sus afirmaciones.
D espués del destino, es á los espíritus a quienes se áchaca con m ás fre
cuencia la causa d e la mala suerte. Sin embargo, en la práctica se encuentra
264 LOS TAÑALAS DE MADAGASCAR
siempre una suposición de pecado com etido por la victima cuando .un espí
ritu le hace objeto d e su persecución. La información acerca d e en qué ha
consistido el pecado» es habitualm ente muy vaga en el curso de la adivinación.
En tales casos» el ambiasy remite al paciente a su sacerdote ancestral quien
aplaca al espíritu m erced al apropiado sacrificio.
Cuando se presenta a la brujería como agente culpable, se deja una gran
vaguedad a la identidad, del hechicero; la razón de su hostilidad puede ser fá
c i l m e n t e supuesta por la víctima. En caso de brujería el ombiasy suministra
u n hechizo protector y toma m edidas contra el hechicero.
La causa más corriente de enferm edad son los espíritus; les sigue la bru
jería y después el destino. Paro con respecto a la m ala suerte» se invierte el
orden» pasando a ocupar el destino el lugar predominante» seguido de la bru
jería y en últim o y m enos im portante lugar los espíritus. En otras palabras:
los espíritus desem peñan el papel principal como causa de enferm edad, la
que, a su vez, se hace depender de la ofensa inferida a aquéllos mediante
la infracción de tabús o el comportam iento antisocial. La enferm edad es casi
siem pre resultado del pecado, pero es un espíritu el que actúa como agente
del.castigo*
U na de las principales funciones del ombiasy consiste en fabricar hechi
zos y enseñar a usarlos. Cada hechizo consta de dos partes, un objeto y una
serie efe reglas de conducta que son necesarias para que aquél funcione con
éxito. Los tanate opinan sobre los m edicam entos en la misma form a. Si se les
d a alguna m edicina, debe ir asociado con ella un cerem onial d e conducta^
habiéndose d e ejecutar determ inados'actos en conjunción con la misma. Si
falta ese cerem onial, n o tendrán fe en la eficacia de la m edicina. El propio
hechizo se Heva de ordinario encima aunque algunas dé sus partes pueden
ser ingeridas. Todos los hechizos consisten en determ inadas sustancias, 1a
m ayor parte m aderas, hierbas o raíces diversas, que son recogidas y com
puestas según una fórm ula "definida. La confección de tales hechizos es me
ram ente mecánica. D eben su poder a las sustancias mezcladas a ellos y a la
fórfíia en que han sido combinadas. El hechizo completo tiene poder y pue
d e uno dirigirse a él com o si fuera consciente, pero no es un espíritu. Las
norm as anejas a l hechizo ayudan a su actuación o bien im piden las interfe
rencias con ella. Con fines de magia m aléfica es preferible poner el hechizo
en contacto coji la víctim a, recurriendo a m étodos como el de plantarlo en
su casa o en, su arrozal. Si la adivinación d el ombiasy prueba que la magia
m aléfica es la causa d e la mala suerte, constituye parte de la misión del
ambiasy el encontrar eL hechizo del enemigo y hacerlo desaparecer. No se
em plean partes del cuerpo para elaborar los hechizos y no hay miedo, por
OMBIASY 265
pasado el estado de posesión. Los m pam osavy que se hacen sospechosos son
sometidos a prueba y ejecutados en el caso de hallárseles culpables.
PROCEDIMENTO JURÍDICO
m ediante el som etim iento del reo a ordalías, cuando la prueba aportada no
se consideraba suficiente. La m ás radical d e todas consistía en obligar al
a o ja d o a atravesar repetidas veces a nado u n río donde abundaban lc$ c o
cortólos. Si los saurios no se lo com ían se le consideraba inocente.
Los asuntos civiles relativos a cuestiones de propiedad y divorcio se juz
gaban ante el tribunal d e la aldea co n asistencia.de todos los miembros capiá-
ces de J a m ism a, que expresaban librem ente su opinión. En la resolución ¿e'
esos casos eran muy im portantes los precedentes legales* Se tómába én con
sideración la prueba aportada por ambas partes y la sentencia dictada por
el jefe de k aldea representaba el consenso de la opinión de la com unidad.
Se divertían m ucho las gentes de aldea en esas ocasiones, sobre todo'cón los
largos e ingeniosos discursos form ulados por los voceros de ambaá partes; y
aunque no existían procedim ientos oficiales para obligar al cum plim iento de
las sentencias d e los tribunales, la persona que no las obedecía podía incu
rrir en el ridículo y la reprobación general.
FOLKLORE r '
El exam en de esta cultura nos m uestra que las categorías sociales vie
nen determ inadas, en gran parte, por el nacim iento y el sexo. D entro de esas
categorías puede empezar, inm ediatam ente, la instrucción d el individuo. Exis
ten también status conseguidos por el individuo, pero requieren cualidades
especiales. El status no lleva consigo diferencias en cuanto a la habitación,
el vestido o la alim entación. Sus usos consisten sobre todo en atraer el res
peto y conceder oportunidades para la explotación, sin ninguna ventaja como
no sea el experim entar una sensación de importancia. A unque los tanalas
am an j a riqueza, m iran con desdén la ostentación y el gasto innecesario.
AI exponer el ciclo de vida del individuo* nos hemos referido ya al co
mienzo del tratam iento diferencial según el sexo y el nacim iento. Podemós
señalar ahora otros aspectos. Como joven adulto, adquiere el hijo primogé
nito bienes m ateriales merced a la acum ulación de las donaciones que recibe
de su padre. El matrimonio con u n a prima cruzada, se arregla, ordinaria
mente, de antem ano, de tal forma qtíe para el primogénito hay relativam ente
poco contacto sexual antes del m atrim onio. Hay sumisión al padre, pero con
una mayor delegación de las actividades honorables. N o necesita participar
ei> las incursiones que se llevan a, cabo para robar ganado. Experim enta pocos
celos o m antiene poca rivalidad con losprim ogénitos dé los'dem ás linajes yár
que la competencia por el cargo y otros hóqores nó se plantea hasta más
^delante. :
El padre se apropia el trabajo d e los hijos segundones cuando son adul
tos Jóvenes. Esos hijos menores tienen cierta posibilidad d é obtener alguna
donación m ediante su sumisión absoluta al padre, pero és muy poca la qué
tienen déL conseguir riquezas por su interm edio. Se ven obligados a luchar
con los dem ás.miembros del sexo m asculino para lograr los favores de las
mujeres que les son asequibles. Su m atrim onio no se arregla por anticipado.
N a pueden com prom eterse^en buenas condiciones, en hostilidades contra sus
padres o herm anos .primogénitos porque no existe procedim iento de compe
tencia. Se les ofrecen, sin embargo, otras varias alternativas. El segundón
puede renunciar a toda iniciativa p ro p ia y convertirse en u n satélite de su
padre y, más tard e, de Su herm ano mayor; puede llegar a ser un guerrero y
acum ular riquezas y prestigio m ediante el robo de ganados. Pero* con todo,
sigue estando som etido a su padre d u ran te toda la vida de este últim o. Sin
embargo, el padre puede tom ar solam ente una pequeña porción del botín por
él conseguido y el herm ano fnayor n ad a en absoluta En esa forma el hijo
menor está en condiciones de disfrutar de cierta independencia después del
STATUS Y PRESTIGIO 269
fallecim iento de sii padre y, si logra bastante éxito» puede separarse* cuando
tiene hijos crecidos, y convertirse en cabeza de u n a nueva lfciea fam iliar.
Puede, e n tercer lugar, convertirse en ombiosy aunque^ como hemos visto,
esta profesión requiere un desem bolsó iniciad para los gastos d e aprendizaje.
Empero, u n a vez hecho eso, pu ed e abandonar la aldea, establecerse en cual
quier otro lugar, acum ular riquezas y convertirse, en su vejez, en cabeza d e
u n linaje^ En las dos ultimas alternativas indicadas, es decir, la de hacerse
guerrero y la de convertirse en ovr£>iasyr se traslada la rivalidad fuera d e la
familia y se desvian a las tensiones fuera de su propio grupo, haciendo objeto
de sus incursiones al enemigo o ejerciendo una m ap a mejor. Los ombiasys
no contienden directam ente e n tre dios- .. / . s
C u an d o el cabeza de fam ilia llega a la.m adurez, se encuentra disfrutando
d e una posición segura y sus riquezas aum entan constantem ente gracias al
trabajo d e sus descendientes. P or virtud d e su capacidad p ara efectuar dona
ciones, puede inspirar gran respeto. Puede tener rivalidad con otros cabezas
de fam ilia p e r cuestiones de prestigio y, posiblem ente, contender con ellos
por e l puesto de jefe de la aldea; pero esto últim o viene determinado* en gran
parte, p o r la fortaleza de su fam ilia. El hombre d e edad m adura qu e era
segundón, solo puede ser cabeza d e su.propia fam ilia inm ediata y, desde el
pum o d e vista financiero, tiene que segtiir dependiendo del jefe de la fam i
lia y som etido a su autoridad. Los celos experim entados hacia esteú ltim o
serán p a n d e s y las querellas constantes, pero no hay salida directa para esa
emulación* T al hom bre puede padecer ataques de tromba.
En su vejez, adquiere el cabeza de fam ilia m ás respeto y autoridad, por
cuanto se ve reforzado por la esperanza de la herencia y la de adquirir impor-
tan d a en tre Jos espíritus ancestrales después de su m uerte. En este últim o
carácter ejerce autoridad com pleta sobre todos sus propios descendientes y
sobre los de aquellos de sus herm anos que no se hayan alejado. Ocupa tam
bién autom áticam ente un puesto en el consejo de la aldea.
Existen, sin embargo, lim itaciones ál absolutismo del padre. Puede in
cluso ser abandonado por causas fundadas. El hijo segundón que Ilegá a
viejo, ve disminuidos su respetabilidad y autoridad, juntam ente con la deca
dencia d e sus facultades físicas. Como tiene poco que regalar, sus hijos lo
desdeñan con frecuencia. La única forma en que puede ejercer alguna au
toridad sobre sus descendientes es m ediante el m iedo que pueda inspirar en
concepto de espíritu en potencia.
Por lo que respecta a las mujeres, la situación es un tan to distinta. La
prim ogenitura no establece ninguna diferencia. La m ujer debe respeto y obe
diencia a todos los ancianos, pero sus relaciones con el padre son más fáciles
que las d e los hijos. M antiene una unión íntim a con sus hermanos, pero
270 LOS TAÑALAS DE MADAGASCAR
especialm ente con los uterinos. Se ocupa del cuidado de la casa y de la ma
nufactura de artículos. Se fom enta la habilidad m ediante la propiedad per
sonal deh producto y la posibilidad de solicitar alabanzas y pequeños regalos.
Hay: pocos celos entre las herm anas hasta que llegan a la pubertad y con
ella se entabla la com petencia por el hombre deseable. Los principales re
quisitos d e una buena esposa son la am abilidad, la capacidad de ejecutar
labores penosas, la habilidad y la buena apariencia.
El status de las m ujeres en cuanto esposas es diverso. Llega a ser la
mujer esposa principal o secundaria. Ninguna deja de casarse. Com o esposa
principal goza la m ujer de u n a posición im portante. Traslada su residencia
a la casa de su marido, pero permanece, habitualm ente, e n la misma aldea.
Q ueda entonces sometida al m arido y a los padres dél mismo, pero contando
con el apoyo constante de su propia familia. En su condición de esposa
principal tiene a su cargo el control de los gastos de la nueva familia. Tiene
derecho absoluto a los productos por ella elaborados y a la m itad del aum en
ta de las propiedades de su m arido, aparte de la herencia que le corresponde.
Se encuentra una fuente posible d e envidias en las relaciones con las
m ujeres d e la línea fam iliar d el marido y son igualm ente posibles los celos de
alguna d e Iaa esposas plurales originados por m otivos sexuales o la concesión
de dádivas. Pero, como ya se ha dicho anteriorm ente, es a ella a quien co-
rtesitortde ctmceder autorizacíón para contraer los matrimonios secundarios.
Si 1a e s p d ^ principal no tiene hijos* eTvínculo qu e la liga a la fam ilia del
m arido es menos füérte." En ese caso está expuesta tam bién a sufrir e l des-
predb y lo s celos dé las esposas qíié tos tienen, p ero nada puede privarla de
su posición de m ando financiero como jéfe de las esposas.
Las esposas secundarias desem peñan un papel notoriam ente subordinado.
Cada u n a de ellas ha de obtener el permiso de la principal para contraer ma
trim onio y'depende de los regalos que le haga su m arido, que ¡se efectúan,
ordinariam ente, con oposición de la esposa principal. Se observa, por lo ge
neral, u n intenso sentim iento de celos con respecto de la esposa principal
y seen tab la una lucha para sustituirla en el favor d el marido. Y siem pre está
presente la posibilidad de sucedería en su posición de primera esposa si se
njuere, actuación que incida a l empleo d el venenp y la magia. Existe, al pro
pio tietnpOj Un devado grado d e colaboración doméstica; entre las esposas con
el fin d e beneficiarse m utuam ente. Sin embargo, la esposa plural q u e no
tiene» hijos se encuentra en u n a situación muy precaria* No. tiene derechos
sucesorios y el m arido puede repudiarla cuando le viene en gana. Se m ani-
íiesta, habitualm ente, agriam ente celosa de todas Ja s demás esposas y es d e
testada poinla familia d e l m a rid a
STATUS Y PRESTIGIO 271
directo dentro o fuera de la familia está sujeta, estrictam ente, a pautas con-
vencionalizadas. -
Apárte de lo que pueda obtenerse buscando el favor de quienes poseen
riqueza o poder, los dem ás beneficios económicos no entrañan competencia
personal. La explotación de los recursos naturales está abierta a todos. Los
teínores y hostilidad d e los tanalas están m uy individualizados y se dirigen
siem pre hacia una persona, por cuya razón sum inistran u n uso excelente de
los mecanismos de « cap e.
Si sólo se pudiera decir una cosa acerca de su carácter como pueble^ di'
ríanfos que los tanalas están a la defensiva, pero no son belicosos y que son,
evidentem ente, los descendientes d e grupos derrotados que retrocedieron
después de su derrota. Su sentido estético es pobre y lo mismo ocurre con
su habilidad para el trabajo de la m adera y los m etales y con su sentido
mecánico. '
siendo los nobles, en todos sentidos, señores feudales cuyo control principal
se ejerce sobre las tierras m ediante concesión real; la clase d e lo6 esclavos está
integrada por los prisioneros d e guerra y sus descendientes*
Los poderes d el rey excedían m ucho d é los correspondientes al jefe de
linaje en la sociedad tanala y, en algunos aspectos, eran mayores q u e los
asignados a los espíritus ancestrales. Podía tom ar la vida, la propiedad o la es
posa de cualquiera; y elevar y degradar, a voluntad, el status de todos sin
que fuera posible rectificar su decisión. D e acuerdo con esas facultades, están
presentes una gran cantidad d e usos secundarios que acentúan el elevado
prestigio del rey. Existen tabús relativos a su persona y a las d e sus hijos; hay
ropas especiales cuyo uso está prohibido a cualquier otra persona; deben em
plearse palabras especiales para designar la coñdición o anatom ía del rey.
El rey no estaba enferm o sino “frío”. N o tenía ojos sino “claridad”. Las
almas de los reyes m uertos se llam aban Zanahary tal y cu al. El sucesor a la
corona se d e s b a b a entre los hijos del rey pero n o había de ser, precisamente,
el primogénito. A pesar de sus grandes poderes y prestigio, podía trabajar» lo
mismo q u e un plebeyo cualquiera, en los arrozales. A unque sus poderes eran
absolutos y no podía ser destronado^ se le podía aconsejar p a ra que enmen-
dase sus procedim ientos de gobierno.
A unque el rey era propietario d e todas las tierras, las concedíacon arre
glo a una base q u e constituía una carta d e propiedad, revocable a su voluntad.
Concedía el rey esos terrenos en cantidades proporcionales a la importancia
del individuo a q u ien se los cedía y a la retribución potencial q u e de éste
podía obtener. O torgaba los lotes m ayores a cambio del mayor apoyo. El
terrateniente latifundista estaba entonces en condiciones d e arrendar cualquier
parte d e sus tierras a los labradores, quienes venían obligados al pago d e ren
tas en proporción a los productos obtenidos. La tierra poseída en esa forma
podia ser vendida o legada con tal d e que no quedase, p o r ello, sometida a
otro rey. En resum en: había una especie de sistema fe u d a l..
El cultivo principal era el del arroz m ediante el sistem a d e regadío^ pero
se cultivaban tam bién otras especies como la mandioca, el maíz, el mijo, las
judías y las batatas. El principal anexo del cultivo del arroz de regadío era
la posibilidad de transportar agua m ediante el riego, factor que se sum aba a la
permanencia d e toda la organización y mermaba algo la preferencia por los
terrenos encharcados y los valles. Los métodos de riego hacían posible la uti
lización agrícola de los terrenos emplazados en las faldas de las colinas, ha
ciendo terrazas en ellos, pero el control de los riegos y hasta quizá su insta
lación hacían esencial la existencia d e u n poder central fuerte.
La im portancia del ganado era la misma que en la cultura tanala; su
valor económico era reducido pero el de prestigio era m uy elevado. Se usa-
276 LOS TAÑALAS DE MADAGASCAR
ban las vacas, principalm ente, para los sacrificios y, en consecuencia, como
instrum ento de poder ante los dioses. La fuente prim ordial de alim ento ani
mal eran los pollos, como o c u rra entre los tanalas.
Los poderes del padre sobre la fam ilia eran paralelos a los del rey; el ca
beza d e fam ilia ejercía entre los betsileos un absolutism o sin control. Todas
las propiedades pertenecían al padre durante to d a su vida con las únicas
excepciones de las ropas de sus esposas- y las donaciones que pudiera hacer
a éstas o a los hijos. Los beneficios obtenidos d el cultivo d e las tierras iban a
parar a él. Las leyes sucesorias se parecían a las d e los tanalas, con la dife
rencia d e que podía heredarse la tierra.
En el ciclo d e vida del individuo comenzamos a apreciar im portantes
alteraciones. El próximo nacim iento de un niño n o se hace público por <te
mor a j a brujería. Se entierra la placenta y se encuentran varias supersti
ciones Asociadas con ella. C om o en la cultura tan ala, algunos días son fastos
y otros nefastos. U n niño nacido en u n determ inado día (el equivalente al
domingo) debe ser arrojado a l m ontón d e inm undicias d e la aldea y tenido
allí d u ran te un rato o lavado en un jarro de agua de fregar. Se espera con
eso evitar el destino adverso. Sé creé q u e el niño nacido en uno de esos días
nefastos causará la destrucción de su familia. Se m ata a los niños nacidos
en el m es de Alakaosy, bien ahogándolos o bien haciendo que los ganados los
pisoteen a l pasar por encima d e ellos. Si sobreviven a esas pruebas, se les con
serva, tom ando previam ente la debida precaución de hacer que un omfetasy
cambie fcu destino. Es frecuente la adopción, así cernió el cambio de nom bres.
LasW isciplinas básicas so n como las de las tanalas. Pero entre lo s betsi
leos se dáhun* im portancia prim ordial a la enseñanza de los varios m atices
de diferencia para con los mayores y las personas d e categoría. Las form as de
cortesía elevan el status de unos individuos con respecto de otros; se sirve ai
padre separadam ente, etc.
Los tabús d e incesto son los mismos que en tre los tanalas y en su cum
plim iento se observa la m ism a lenidad. Se da por supuesta la castidad pre
m atrim onial en las mujeres y el castigo impuesto a la infracción es la esterili
dad, com o en la sociedad tan ala. La endogamia d el m atrim onio se m antiene
ahora d en tro dé las líneas d é la casta* pero puede tener lugar la elevación
del status del esclavo. H ay bastante más hom osexualidad que entre los
tanal&s.
El levirato se practica en la cultura tanala pero no en la betsilea. En
éste, un hom bre que se casa con la viuda de su herm ano puede hacerse muy
sospechoso de haber asesinado a aquél m ediante la hechicería o el veneno.
La poligamia constituye la regla general entre los betsileos, como entre los
tanalas.
CULTIVO DEL ARROZ 277
tidad de formas. La persiguen y huye aquélla a través de los cam pos puede
ser atrapada y obligada a realizar toda clase de cosas. Pero lo m ás notable es
que lá víctima jam ás m uestra señales de heridas. Esos ataques sobrevienen
súbitam ente y, después del primero, la víctim a está expuesta a otros. Se ter
m ina el ataque con u n rapto de inconsciencia del cual se despierta la víctima
en condición norm al. O tra forma de posesión es la llam ada aslonrutnga en
la que el posesor es un espíritu que ha sido hum ano en tiempos.
EL m étodo principal de culto es ei sacrificio y la acción d e gracias. Los
betsileos hacen sacrificios por los favores deseados o recibidos; sacrifican por
la abundancia y por la escasez. Existe, sin embargo, una novedad en. la for
m a de form ular un voto que es, en esencia, una promesa de llevar a cabo un
sacrificio, habitualm ente de una vaca o u n ave de corral, si el resultado de
ciertos acontecim ientos es favorable al individuo que lo hace. Los rituales
están llenos d e toda clase de ceremonias repetidas; es preciso h acer lo mismo
u n determ inado núm ero de veces, para q u e sea eficaz.
El ambasy desem peña las mismas funciones que entre los tanalas. Cura
a los enfermos, practica sikkty, designa los días fastos y nefastos para los d i
ferentes quehaceres y form ula hechizos. Los ombasys son, com o entre los ta
nalas, nkdzp y ndolo y entre estos últim as predom inan las m ujeres. r
Además d e los ombiasys legítimos se encuentran los hechiceros malignos
o mptírrawmovescasos entredós tanalas, pero muy numerosos e n tre los betsi-
leps». La práctica es secreta y hereditaria. El: mpamasavy es u n agente d e
Zanabary y está poseído por el dios. Estos hechiceros realizan sus malas obras
por, las noches y salen d e sus casas enteram ente desnudos y tocados con un
turbante. T odo e l m undo está bajo la sospecha de ser mpam osavy. Operan
principalm ente colocando hechizos en los lugares donde pueden causar daño.
Los procedimientos empleados por los mpamosavy son análogos a lo6 que
usan entre los tanalas. U no de los hechizos que em plean consiste en un pe
queño ataúd d e m adera que contiene m edicinas y un anim alito muerto.
C uando éste queda destruido, se rompe e l encanto. Las uñas y los cabellos
cortados, los restos de comida, los vestidos y la tierra de lá h u ella de una
pisada pueden ser usadas para perjudicar a su dueño; los orines, las heces
fecales y los esputos no son tan em pleados. Hemos notado que éntre los ta
nalas no se podían utilizar esas m aterias en concepto d e “cebo” para el ejer
cicio de la magia m aligna. Como consecuencia de ello, los betsileos colocan
las uñas y cabellos cortados, etc., form ando u n montón general. Los hechizos
empleados por los mpamosavy, ya d e por s í enérgicos, se refuerzan haciendo
intervenir a k s espíritus malignos- C ualquiera a quien se detenga practi
cando el oficio de mpamosavy, es reducido al ostracismo o desterrado.
CULTIVO DEL ARROZ ¿79
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CAPITULO VHI
A N A L IS IS D E LA CU LTU RA TA Ñ A LA
en sus conversaciones y trato, en tanto que las m ujeres son absolutam ente
directas. T al es el tipo de observación que debe ser puesto de acuerdo con el
cuadro d e la cultura en su conjunto.
Las instituciones prim arias que se parecen a las nuestras son el carácter
general d e la organización d e la fam ilia, la posición suprem a <íel padre y el
carácter general de las disciplinas básicas. Esas instituciones difieren d e las
nuestras en que la poligamia es corriente; en que los primogénitos gozan de
privilegios e inmunidades extraordinarios asi como de oportunidades, igual
mente excepcionales, de obtener prestigio; en q u e los segundones tienen un
status social com pletam ente inmóvil; en que la economía de subsistencia'es
muy diferente d e la nuestra y, finalm ente, en los valores peculiares en que
se expresa la economía de prestigio.
N o existe disparidad num érica entre los sexos que origine un problem a
social especial. Y tampoco hay ninguna ansiedad d e alim entación dfe tal inten
sidad cjue empape la totalidad de la cultura. El acento principal recae en esta
cultura en puntos muy parecidos a aquéllos sobre los que recae la nuestra.
El rasgo característico que se pone d e manifiesto, preferentem ente, en esta
cultura es el carácter de las relaciones entre los hombres, entre el padre y los
hijos y entre el primogénito y los segundones.
El carácter contrapuntístico de las relaciones recíprocas en la sociedad
tariála, origina dificultades p ara su exposición. El plan m ás conveniente con
siste en estudiar en prim er lugar el problema principal y volver luego sobre
los diversos rasgos para tratarlos específicamente. Los examinaremos, pues,
de acuerdó con el orden siguienter organización d e la fam ilia y disciplinas
básicas, economía de subsistencia, economía de prestigio, estructura de perso
nalidad básica del individuo, psicología del congraciamiento, el cam bio del
cultivo del arroz de secano a l de regadío (betsileo) y la constelación d e pres
tigio.
ORGANIZACIÓN DE LA .FAMILIA Y DISCIPLINAS BÁSICAS
La fam ilia está organizada con arreglo a una p au ta patriarcal, salvo por la
complicación introducida p o r las esposas m últiples y la consideración éspecial
del hijo primogénito.
La posición del padre en la com unidad dom éstica es suprema. Sus poderes
consisten en todos los atributos conocido^ de la autoridad absoluta, con unos
cuantos frenos puestos a su conducta coq relación a las esposas y al hijo mayor.
Con respecto de sus hijos segundones sú autoridad es m uy efectiva porque
está en situación de im ponerles la disciplina, d é explotarlos para stis propios
fines y d e frustrar necesidades im portantes de los mismos. Puede m andar
tanto d en tro de las costumbres prescritas como fuera de ellas, y contra esas
LA FAMILIA ¿83
obedezco no seré castigado; si obedezco seré alim entado; si hago tal o cual
cosa me ocurrirá tal o cual otra.” No cabe duda d e que se originan algu
nas constelaciones que se refieren específicamente al control anal, a la reten
ción, a la represión del sentim iento y a todo lo dem ás. N o se puede determ i
n ar todo esto sin un estudio del individuo. Pero la deducción más im portante
es el prem aturo desarrollo de la personalidad, el sentido de la obligación y la
obediencia, que deben m anifestarse, más adelante, com o conciencia, tem or
a la desobediencia y lealtad inquebrantable.
Es difícil determ inar el valor que puede darse en una cultura a una cir
cunstancia como ésta en la form ación de la personalidad. Tal situación n o
puede ser d e suprema im portancia, a menos que en la organización in stitu cio
nal que se encuentra posteriorm ente continúe la eficacia d e esas constelaciones
básicas. Y tam poco puede afirm arse que esa disciplina sea resultado de la tira
nía patriarcal. La provoca la m adre, por motivos que, en lo fundam ental, son
puram ente prácticos. A sí ocurre que en la cultura tan ala existe, durante todo
el ciclo d e vida del individuo y especialm ente por cuanto se refiere a los hijo6
segundones, un a relación constante entre la obediencia y la seguridad, la leal
tad y la protección. Sin embargo, afirm ar que todas esas instituciones están
calcadas d e la experiencia sum inistrada por la instrucción anal, seria extrem ar
dem asiado las cosas. Ni tam poco es necesario form ular ta l presunción. Em pe
ro* la influencia de esas constelaciones básicas se pone d e m anifiesto en algu
nos de los procesos m entales elem entales.
Por desgracia, no tenemos un a descripción com pleta d e las mores sexuales;
pero el contorne general está claro. Están prohibidos los juegos sexuales entre
niños y no se h a observado ningún caso de m asturbación. Esta circunstancia
sólo puede significar que si realm ente existen esas prácticas sexuales, han d e
ser realizadas en secreto y no son socialm ente aprobadas. C ualquier lenidad
existente en esa cultura con respecto de los actos sexuales, se instituye después
de la pubertad. Pero no sería extravagante creer que existe, probablem ente,
una gran variación individual tan to por lo que respecta a la actitud paterna
como a la m antenida por los hijos menores en cuanto a la conducta sexuaL
Parece existir una lenidad general por cuanto se refiere a la imposición d e
las mores sexuales, aunque se presupone en las m ujeres la castidad prem atri
monial, pero n o en los hom bres. A unque se espera q u e el joven haya corrido
sus aventuras en cualquier form a q u e le haya sido asequible, se amenaza a la
m uchacha con la esterilidad si viola el precepto. Sin embargo, se acepta a su
hijo ilegítimo sin padecer una vergüenza grave y siem pre se encuentra un an tí
doto m áximo para evitar la esterilidad.
Prevalecen los habituales tabús d e incesto con respecto de los hermanos,
padres y grupos de parientes. H ay, en otras palabras, tabús de objeto* así
LA FAMILIA 28S
como tabús de finalidad que son obligatorios; pero los últim os no se imponen
con dem asiada severidad.
Comenzamos a percibir en este punto cierta prueba de la existencia d e un
rasgo com ún en esta cultura destinado a embotar el filo de u n a grave prohibi
ción, es decir, negar su im portancia y perm itir así soslayar la mas form al. Las
disciplinas sexuales establecidas entre los tanalas habrían d e llevar á la presen
cia de celos entre los hombres y deberían estar asociadas con ciertos fracasos
observados en el desarrollo sexual. Lo que encontramos, e n realidad, es una
transposición de la pasión. Se resta importancia a los celos entre los hom bres
suscitados por los objetos sexuales, considerándose a la actividad sexual
como placentera, pero no im portante. Se hace hincapié sobre la procreación,
con la ayuda del hecho real d e que la fuerza de trabajo realza el poderío eco
nómico y el prestigio dei paterfam ilias. Peto se considera a la m ujer como
embarazada perm anentem ente a p artir del primer coito con su marido y con
tinúa teniendo hijos autom áticam ente, ofreciendo, de ese modo, una oportu
nidad para atenuar la im portancia d e la fidelidad m atrim onial. Esta acomoda
ticia creencia elude el problem a inelegante de la paternidad que, de otro
modo, desencadenaría una gran cantidad de hostilidad en su derredor. Esta
situación es com pletam ente distinta del estado d e cosas presente en las islas
Marquesas donde, como consecuencia d e la ausencia d e im pedimentos que se
opongan a su desarrollo, la potencia sexual no tiene un valor sobresaliente.
Entre los tanalas no está perturbada la im portancia de la paternidad, pero se
le sobrepone una creencia acom odaticia para perm itir cierta libertad sexual.
No podemos em plear aquí la prueba d e las perturbaciones de ia potencia,
como hem os hecho en las islas M arquesas, porque el m atrim onio era, princi
palm ente, endógamo en la aldea y el empleo de la magia era demasiado peli
groso. Como quiera que se trataba d e un ascenso generalm ente observado,
ninguna perturbación sexual podía ser nunca racionalizada de esa forma.
La necesidad d e la lenidad sexual se pone d e m anifiesto cuando exam ina
mos la rigidez de la organización social y la inm ovilidad casi com pleta del
individuo. Sin embargo, sin la ayuda de biografías no podríamos decir la
fuerza d e las m ores sexuales, ni determ inar si las libertades sexuales que hay
tras las convenciones guardan alguna relación con las líneas de clase y si los
más oprim idos son los más libertinos o los menee.
Pese a la libertad sexual q u e se encuentra tras la letra d e las mores, pode
mos d ar por hecho, con seguridad, qu e esa libertad no se hace sentir en el
individuo hasta la pubertad; m ientras tanto, debe haber ocurrido en la niñez
cierta interferencia con el desarrollo sexual. E sto se evidencia patentem ente
en la presencia de la hom osexualidad y la actitud que con respecto de la
misma se adopta- La tolerancia de la perversión es u n rasgo que extraña
286 CULTURA TAÑALA
en los que el padre puede ser abandonado m ediando justa causa, pero son
poco frecuentes.
E n resumen: la inm ovilidad d el status d e los segundones es prácticam ente
com pleta. Teniendo en cuenta que no existe diferenciación en las labores y
que la habilidad reviste, relativam ente, poca im portancia, esa inm ovilidad
indica bastante bien las líneas de la tensión intrasociai Se exprese o no^ tiene
que existir entre los herm anos menores y en tre éstos y el prim ogénito, pero
no contra el padre, ya q u e la posición de este últim o es ta n fuerte q u e es capaz
de estrangular cualquier hostilidad que se m anifieste en ese sentido. Esa inca
pacidad para m ostrar hostilidad contra el p ad re está garantizada, adem ás, por
el poder post~mortem q u e conserva éste para salvaguardar la fijeza de la
estructura social. Dos cosas serian de esperar com o consecuencia d e esa « tru c -
tu ra social: que las hostilidades no se expresasen directa o abiertam ente por
im pedir los dioses fam iliares que se m anifiesten siguiendo las líneas donde
seria más probable que se produjeran, y que la adaptación m ediante el con
graciam iento siguiera siendo el principal cam ino expedito para el segundón.
Las prerrogativas del cabeza de fam ilia y d el prim ogénito están tan com pleta
m ente salvaguardadas d u ran te su vida y el p o d er del prim ero se conserva de
m odo tan completo después de la m uerte —efecto que dura, por lo menos,
ta n to como la vida de u n segundón—, que, dejando aparte el congraciamiento,
sólo quedan expeditas p a ra este últim o unas cuantas sendas d en tro de los
lím ites de sus posibilidades. Son éstas las de hacerse ombúxsy o guerrero, el
trom ba o el homosexualismo. De esas cuatro, sólo las dos primeras requieren
alguna iniciativa verdadera; 1as dos últim as son acomodaciones masoquistas.
Los caracteres más notables de esa sociedad se encontrarán, m ás probable
m ente, en esas dos clases d e los vmbiasy y los guerreros.
Bajo este epígrafe podem os considerar los siguientes aspectos d e los tana-
las: técnicas d e pensam iento; rivalidad en tre hermanos; sistema d e segu
rid ad del individuo; comprobaciones m ediante la religión y e l folklore; y el
“super-ego”.
E n el cuadro que se acom paña (figura 2, página 303) tenemos una repre*
sentación de las instituciones, primarias, de la estructura d e personalidad básica,
de las instituciones secundarias y de los contrafrenos impuestos a estas ulti
mas. D el esquema de las instituciones prim arias pódanos obtener alguna idea
de los problemas de adaptación a que se enfrenta el individuo y de las conste
laciones básicas que tienen que formarse y q u e están en consonancia con la
organización social y la economía de subsistencia.
290 CULTURA TAÑALA
Debemos señalar, antes que nada, que las disciplinas básicas predisponen
hacia una actitud de obediencia con el fin de obtener recompensas. Solo dos
actitudes son posibles con respecto del padre: el odio o ía sum isión. El odio es
fácil de reprim ir, dada la capacidad del padre para conferir favores y la del
hijo para recibirlos. Esto hace del congraciamiento la técnica predom inante
de ajuste. H asta donde sea posible recoger las recompensas derivadas del con
graciamiento no puede surgir ningún problem a grave de control de la hostili
dad reprim ida. Sólo es de suponer q u e surja la agresión cuando se niegan las
recompensas anejas a la sumisión. A dem ás, la eficacia de los controles contra
cualquier agresión dentro del linaje está bien comprobada p o r el hecho de que
entre las m ujeres, que no tienen los mismos motivos para reprim ir la hostili
dad m utua, se hace uso corriente d e la brujería contra miembros de otros
linajes» es decir, allí donde no operan los tabús.
¿Cómo podemos comprobar la exactitud de esta opinión? ¿Cómo sabemos
que existe una represión de la hostilidad hacia el padre? Podemos compro
barlo merced a las instituciones secundarias. Los tanalas no tem en .a los difun?
tos, pero tienen m iedo de los espíritus y, naturalm ente, de los espíritus de los
individuos del sexo m asculino más im portantes del culto d e la familia. Estos
espíritus pueden causar enferm edades. En consecuencia, el ofenderlos lleva
aparejado el castigo. Es ésta una copia del sistema social existente. Sin embar-
got esos espíritus pueden ser propiciados m ediante los sacrificios adecuados,
que, en la cultura tanala, significan privaciones del que los hace.
Podemos observar también los efectos de las disciplinas primarias sobre
la formación de constelaciones básicas racionales en el individuo. La insisten
cia sobre un rito obligatorio d e obediencia como parte de u n a curación cons
tituye u n indicio de la im portancia d e la obediencia como p arte del sistema
de seguridad d el individuo.2 C on respecto de las restricciones sexuales encon-*
* Tanto entre los tanalas como entre los betsileos tendremos amplias oportunidades de
fjam íM r si los rasgos compulsivos y rituales d e ambos pueblos se derivan del erotismo anal
o de las reacciones anexas a k obediencia a la disciplina» el prototipo de las cuales está
constituido por la tem prana enseñanza anaL Lo mismo es aplicable a las características de
atesoramiento y ahorro de los tanalas y al elevado valor de la propiedad entre los betsileos.
La cuestión crucial no estriba en si están o n o presentes las características retentivas, sino
e n si se derivan del erotismo o de la reacción ante la disciplina. No cabe duda de que una
v » que se ha formado la Gesu&t básica, la seguridad va unida a la retención y la ansiedad
a la excreción irresponsable y que esas constelaciones pueden tomar posteriormente infinidad
de formas. La excreción irresponsable (de las heces fecales) se convierte, por contraste con
los preceptos sociales, en un acto de aserción, de agresión y de reto a la disciplina. Así, pue
den observarse frecuentemente en algunos pacientes, prolongados períodos de estreñimiento
cuandb la emoción dom inante es Ka ansiedad de perder el apoyo o la protección. La educa
ción anal es, esencialmente, una enseñanza d e retención y responsabilidad.
LA PERSONALIDAD BASICA 291
tram os pruebas def enigmático complejo de Edipo. Pero está compensado por
convenientes creencias q u e reducen los efectos nocivos de la infidelidad. Se
valoriza la potencia sexual, pero n o podemos com probar el uso d e la magia
para originar la impotencia, ya que eá dem asiado peligroso hacer uso d e la
magia dentro d e los límites de la aldea.
La situación de rivalidad entre los herm anos ofrece algunos fenóm enos
interesantes. La hostilidad hacia el primogénito debe ser reprim ida, porque
cualquier quebrantam iento de los m andatos contra la m agia dentro de la línea
fam iliar provocaría inm ediatam ente la ira d e los dioses del linaje. La repre
sión de aquélla se hace aceptable p o r las recompensas que se pueden obtener
d el padre y de los dioses fam iliares. Se perm ite la compensación institucio
nalizada de la situación d e rivalidad entre los herm anos m ediante la existen
cia d e la herm andad d e sangre en la que se garantiza la fidelidad m utua.
E xisten otras dos formas d e expresión del desafío a la sumisión a l padre y e l
herm ano primogénito sin recurrir a la ayuda de la agresión ostensible o de la
m agia: las profesiones de o m b ia syy de guerrero. El ombiasy es u n hom bre
q u e trabaja sobre el destino, que goza de im portantes inm unidades, de movili
dad social y d e capacidad de acum ular bienes de fortuna. El guerrero es el
individuo em prendedor q u e d a salida a sus impulsos antisociales fuera d e su
aldea. Puede adquirir así los m edios de convertirse en cabeza d e linaje. Pero
es im portante señalar en la estructura de la personalidad básica el com pleto
desvio de las hostilidades directas, culpando al destino de la suerte de cada
u n o y corrigiéndolo después, bien m ediante la magia fombiasy) o el saqueo
(guerrero). La agresión directa que reviste la form a de delito se castiga seve
ram ente. Esta circunstancia explica los rodeos y falta d e respuestas directas
q u e observó Linton en los hombres. N o se la encuentra entre las m ujeres
porque éstas no se ajustan m ediante una técnica de congraciamiento y n o
tienen necesidad de ocultar sus deseos o descontentos. No existe para ellas
diferenciación de su statu s hasta la pubertad y no se lanzan a la com petencia
abierta hasta que se plantean ios problemas de encontrar compañero. N o
necesitan, por lo tanto, adoptar las actitudes autom áticas de servilismo de los
hom bres.
Sin embargo, la aquiescencia al papel sum iso con respecto d el padre y d el
herm ano mayor no d a por resultado, en todos los casos, una adaptación feliz.
E l fenóm eno del tromba, que es, según todas las apariencias, u n a form a de
histerism o agudo, tiene lugar con mayor frecuencia entre los segundones, aun
q u e se produzca excepcionalm ente entre las mujeres.® La hom osexualidad
3 Ei fenómeno de los mpamosavys no está descrito con suficiente exactitud para permitir
la deducción de conclusiones definitivas. Parece tratarse de una perturbación psicótica. Para
los ulteriores detalles acerca del mismo, utilizaremos el material referente a los betsileos.
292 CULTURA TAÑALA
TÉCNICAS MENTALES
4 Esta explicación del uso particular del sacrificio no tiene relación con las ideas des
arrolladas por Fréud sobre la materia, según las cuales el animal Sacrificado es un sucedáneo
del padre. El sacrificio se convierte, por k> tanto, en una forma de matar al padre y de
comérselo, y de aquí, en un descendiente de un hipotético banquete totémico. Sea cual
sea la exactitud de esta teoría con respecto a lós orígenes, no tiene aplicación en el caso
del papel práctico del sacrificio en la economía psíquica de los t 2natas.
TECNICAS MENTALES 293
5 S. Ferenczi, “Stages in the Development of the Scnsc of Reality”, Sex and Psychoan*
dysis (Boston, 1916), pp. 213*238.
TECNICAS MENTALES 295
sus necesidades son satisfechas de m odo principal por interm edio de la m adre
y sólo en parte gradas a sus propios esfuerzos, hacen q u e esa conclusión a que
llega el niño (d e que la m adre es u n apéndice suyo) esté respaldada por su
propia experiencia subjetiva. Freud había dem ostrado h ace ya m ucho tiem po
el hecho de q u e el “perseguidor” es el objeto por quien espera el perseguido
ser am ad a Podem os representar, esquem áticam ente, el proceso que im plica
la proyección, d e la siguiente m anera:
La percepción es: “La otra persona quiere hacerm e daño.”
La prem isa es: “No hace lo que yo quiero que haga” (control mágico dé la
otra persona) .
Esta esperanza frustrada se interpreta a m o “no am ado, sino odiado”, y de
aquí la interpretación del objeto como haciendo algo contra e l sujeto.6 En
otras palabras: no basta con reconocer el hecho de q u e se h a reprim ido u n
poco de “agresión” y de que se percibe entonces como procediendo de fuera,
sino v er que esa agresión se debe a la frustración d e una esperanza que es
inconsciente y que la persistencia de la esperanza es u n a constelación total
m ente inconsciente del ego.7
¿Cuál es, pues, el significado d e la persistencia de este tipo de percepción
en el adulto y en las formas institucionalizadas que se encuentran en las
sociedades primitivas? E ntre los adultos de nuestra cultura lo encontram os
como un tipo predom inante de percepción en individuos paranoides y lo cali
ficamos d e patológico* Esto no quiere decir que los pueblos primitivos sean*
“paranoides”.
¿Qué factores hacen tan necesario el uso de la “ proyección” con u n a
am plia escala de percepciones qu e encontram os institucionalizadas en las cul
turas aborígenes y en la nuestra? U n ejemplo tom ado de nuestra propia
cultura puede ayudar a esclarecer este punto. El pensam iento científico está
m uy difundido en muchos aspectos de nuestra cultura, pero se dan casos en
los q u e la presencia de factores emotivos impiden la aplicación de métodos
científicos. U n o de los ejemplos m ás notables de la persistencia del pensa
* En este punto el sujeto puede iniciar varios tipos de defensa, uno de los cuales consiste
en someterse sexual mente al objeto. Pero es ésta una cuestión en la que no necesitamos
profundizar ahora.
7 En el uso psicoanalítico se empleaban comúnmente términos tales como "proyección”,
no sólo para describir las transformaciones dinámicas de los representantes del impulso, sino
también “explicaciones” de toda la conducta consiguiente al uso del mecanismo a que se
refieren. Asi, pues, una ve: que se había encontrado que el individuo “proyectaba” no era
necesaria una explicación ulterior. La explicación de la “proyección” que ofrecemos en este
lugar, constituye un ejemplo excelente del uso práctico de la psicología del ego. Describe,
por lo menos, una faceta más del (octís de las fijaciones infantiles, asi como las fuentes de la
agresión y los motivos de su represión.
296 CULTURA TAÑALA
hacen esto o lo otro, conjuntam ente con la medicina, entonces y sólo entonces
actuará aquélla. Este concepto está en contraposición con la creencia— difun
dida en otros campos entre los tanalas— en la acción recíproca mecánica de
las propiedades físicas tal como se pone de manifiesto en la elaboración de los
hechizos. ¿De dónde procede esta insistencia sobre el cerem onial de obedien
cia y qué experiencia, culturalm ente determ inada, tienen los tanalas q u e los
lleva a esa conclusión? No es difícil encontrar la respuesta. La instrucción
anal, que constituye la primera disciplina, se inicia entre esas gentes a los tres
meses de edad y se completa a los seis. Existe una insistencia prem atura en la
obediencia respaldada por el castigo. Si el niño obedece, n o sufre ningún
daño. La insistencia en que se verifique alguna actividad o que se om ita algu
na satisfacción, establece, por lo tanto, las condiciones para ser am ado o no
ser castigado. D e ahí que el ritual se convierta en parte de la cura, en garan
tía de la ayuda paterna y, por lo tanto, de la curación. A m ayor abundamien
to, la pauta d e que se obtendrá el cariño y la seguridad a cambio de la obe
diencia constituye la regla m ás prom inente de adaptación p ara la mayoría de
las gentes de esa cultura. En otras palabras: esa disciplina n o los hace “erótico-
anales”, pero crea una auténtica constelación básica que se hace autom ática
desde la m ás tierna infancia: la obediencia trae consigo la seguridad y la tran
quilidad. Insisten, también, los tanalas en la limpieza y el orden, lo que es una
perpetuación del mismo tipo d e obediencia y se deriva d e la misma fuente
original. Este concepto está tam bién presente en la idea d e que los espíritus
encolerizados causan la enferm edad.
; La elaboración d e sus hechizos constituye otro ejem plo de esta técnica
mental; pero sólo e l ombiosy sabe exactam ente cómo se hacen aquéllos y qué
principios o experiencias van asodados a su elaboración. Se evidencia una
actitud experim ental a ese respecto. N o se sabe, sin embargo, con bastante
exactitud para examinarlo, la clase de efectos que esperan n i de qué causas
deban proceder aquéllos. Pero aun sin saberlo, el procedim iento de elaborar
hechizos puede ser clasificado como científico y no como basado en procesos
m entales infantiles.
religión
religión d e los tanaias. Los dioses efectivos son los antepasados fallecidos y,
por ende, los prototipos de los auténticos progenitores. A ctúan como espíritus
a quienes se teme. Se Ies propicia m ediante la obediencia y los sacrificios y
se m antienen, constantem ente, del lado de la m oralidad existente. L a con
ciencia actúa en esta sociedad en forma d e la señal desagradable de ver a uno
d e los espíritus ancestrales. El poderío del progenitor masculino se evidencia
significativamente en el hecho de que no se guarda consideración alguna a los
espíritus de las m ujeres. La sumisión a los dioses ancestrales es obligatoria
en todos los casos (a diferencia de lo que ocurre en las islas M arquesas).
La enferm edad se interpreta como el precio del pecado y, en consecuencia,
debe precederse al apaciguamiento.
Existen tam bién espíritus suplementarios qu e no pertenecen al culto
fam iliar. Son dioses “ elegidos”, la lealtad a los cuales no es obligatoria excep
to sobre la base de su eficacia.
El congraciamiento con los dioses ancestrales se consigue m ediante el
sufrim iento, el propio empobrecimiento, y la renunciación al placer. El dios
es m eram ente una imagen paterna hipertrofiada cuyas funciones, como las
d el padre, consisten en ver que no se dirijan hostilidades contra los indivi
duos sobre los cuales habrían de recaer naturalm ente tales hostilidades. La
religión garantiza m eram ente el status; garantiza la desviación de las hostili
dades m ediante la prom esa d e recompensas por el com portam iento “correcto”
y de castigos si no es asi.
La estructura d e su religión está de acuerdo con nuestras conclusiones
previas acerca de los efectos d e las disciplinas severas sobre el individuo. Se
exagera la imagen p aterna tan to para fines buenos como para fines malos,
tan to para la recompensa como para el castigo.
En este punto podemos suscitar la cuestión de si la sociedad tanala
perm ite u n buen ajuste a sus miembros m enos favorecidos. H ay una prueba
casi plena de que así ocurre. A pesar d e lo que, conforme a nuestros crite
rios, sería una grave form a d e opresión, los segundones parecen, en conjunto,
estar contentos. Las form as institucionalizadas de expresión cubren las opor
tunidades que se ofrecen tan to a los que están dotados de iniciativa com o a
los que carecen de ella. Los ambiciosos pueden llegar a ser guerreros u cmv
biasys; los fracasados, histéricos u homosexuales. La ausencia de robo, asesi
n a to sucidio y juegos de competición, atestigua e l hecho de que el ajuste
ofrecido al individuo es eficaz. N o son difíciles de- encontrar las razones para
d io : se basan en los frenos puestos a los poderes de prestigio, que ya hemos
enumerado^ y en el hecho d e qite la economía d e subsistencia perm ite la
concesión d e recompensas a la sumisión.
RELIGION 301
padre. Demuestra esta narración que los cuentos populares son producto
d e una serie especial de condiciones sociales. En tanto que la pauta del
cuento es característica de todas las sociedades patriarcalm ente organizadas,
q u e imponen restricciones sexuales en la niñez, la form a especial en que se
conducen los personajes es expresiva, solam ente, de esa serie de condiciones
sociales.
EL “ SUPER-EGO”
da* H ay otra consideración que puede ayudar a explicar por qué se m an
tiene unida esta sociedad* E lsegundón sufre solam ente en su prestigio. Pero
quienes gozan d e prestigio n o , comen mejor ni tienen m ás comodidades o
confort que quienes no gózan de di, porque existe un poderoso sentim iento
contrarío a la ostentadón y al alarde. La razón es evidente. Si se alardea de
riqueza o se hace ostentación de felicidad- en presenda d e aquéllos q u e no
pueden tenerlas» será de esperar que éstos hagan comparaciones y sufran, en
consecuencia, u n a pérdida en su propia estimación y, de aquí, que tengan
hostilidad h ad a quienes gozan de esos privilegios. En resum en: el prestigio
no se traduce a formas tangibles y quienes no lo poseen, n o están irritados ni
expuestos a sufrir. N o existen diferencias entre ricos y pobres en cuanto, res
pecta a los valores de subsistencia. Podemos señalar esta circunstancia como
una d e las extrañas fuerzas d e cohesión de esta cultura. O tra es la relativa
ausencia de división del trabajo o de habilidades superiores. En resum en:
en la cultura tanala el prestigio significa principalm ente la.capacidad d e con
trolar a los demás.
E n otras palabras: se m antiene a los segundones en su lugar m ediante
premios a la obediencia,-enérgicas sanciones co n tra la agresión, ausencia de
dem asiada irritación m otivada por su categoría inferior y rígida fe en e l des<
tino, pero con ciertas normas culturalm ente determ inacte para alterarlos Esto
últim o constituye casi una necesidad, t a que com unica al individuo q u e se
cree atrapado por el destino una cierta m edida d e control sobre el mismo.
Observamos en esta cu ltu ra la existencia d e fu m a s, dirigidas contra Jas
finalidades creadas por la sociedad —las de posición, clase, riqueza» propia*
dad y prestigio—; y contra los fines instintivos — aquéllos que pertenecen al
sexo y a la agresión—* C on el fin de com prender la aquiescencia d e los se
gundones, debemos comprender algo acerca de la psicología del congracia
m iento que constituye el m odo predom inante d e adaptación.
Congraciam iento es el nom bre de una técnica cuyo objeto estriba en con
seguir que otro individuo am e o favorezca a quien la em plea, de tal m anera,
que se consiga con ello algún fin o ventaja. Es una técnica, lo que equivale
a decir que es u n a actividad ejecutiva que puede establecerse sobre la base
de diversas actitudes del ego. La actitud más digna de mención es la d e de
pendencia; pero puede proceder» también, del deseo d e ser igual que la
otra persona o em anar del odio hacia la misma (ejem plo, Urías H eep). La téc
nica em pleada en el congraciamiento debe, por lo tanto, variar según el obje
tivo perseguido o los recursos del sujeto.
Ya hemos expuesto los factores psicológicos que constituyen la base de
esta actitu d de dependencia* El m étodo de procedim iento predom inante en
la dependencia consiste en continuar las actitudes y técnicas aplicadas du-
306 CULTURA TAÑALA
que el otro quisiera que luciese* Reconocía que esa tendencia le exponía a
los peligros d e verse hum illado. Com o indicó hace algunos años Rada,9 la
situación m asoquista se convierte e n un peligro contra e l que es preciso de
fenderse a toda costa. Porque cuando el paciente, descubrió esto, se armó del
valor suficiente para ponerse a trabajar y ambos descubrimos, para su desgra
cia, que sus tem ores eran justificados. O cupaba en el lugar donde prestaba
sus servicios el extraño cargo de asesor principal y recadero, al mismp tiem po.
U n día venía lleno de júbilo y declaraba que había realizado una gran hazaña
y convencido d e que tenía u n gran talento. A l siguiente contaba que alguien
le había quitado el pupitre de su oficina* E l tercer d ía alegaba que un em
pleado de m enor categoría d e la compañía lo había m andado a hacer u n re
cado. En ninguna de esas ocasiones protestaba o h ad a nada para defenderse.
N o podía protestar. En la m ism a forma se conducía, con respecto de su
am ante, que tenía la costumbre de llam arle en u n a fría noche de invierno a las
dos d e la m añana y le pedía que fuese a verla y se'quedase con ella. Pero
siempre aparecía, al día siguiente, con una vaga sensación de haber hecho el
tonto y preguntaba: “¿Por qué h e h ed ió eso? ¿Por q u é acudo como u n pe
quinés cuando m e llama?” .
La dinám ica de esa situación resultó ser la siguiente. Comenzó h a d a
m ucho tiem po con una situadón d e rivalidad con sus hermanos. Tenía fan
tasías asesinas con respecto de ellos, motivadas por el deseo de obtener la
preferencia en el cariño paterno. A hora bien, cada im pulso de auto-afirm a
ción se exagera por virtud de los efectos secundarios d e la inhibición* convir
tiéndose bien en una fantasía grandiosa de hazañas extraordinarias m ediante
las caíales espera el sujeto ganarse el amor y la adm iración de todos y con la
cual hum illaría a sus rivales, o en una fantasía de asesinato. T al es el valor
que la auto-afirm adón tenía inconscientem ente para él* El paciente expe
rim entaba entonces un sentim iento de culpabilidad p o r concebir tal idea y
para consum arla debía, por lo tan to , movilizar una trem enda energía. Sentía
entonces el tem or de las represalias que pudiera tom ar la otra persona que
eran, habitualm ente, la negativa d e la estimación o el cariño y que el pa
ciente sobreestimaba ahora en proporción a sus fantasías agresivas (realm ente
norm ales). E l impulso debía ser denegado y el valor del amor del objeto
realzado correlativam ente y entonces pcwnia en actuación su actitud de auto-
hum illarién para recuperar las preferencias del objeto q u e no era intrínseca
m ente valioso para él, pero que era sobreestimado porque poseía, ahora la
cosa que podía compensarlo del impulso reprim ida Puede apreciarse fácil
m ente que esa situación se ajusta a las pautas d e las disciplinas que em plea
mos con los niños. Y se puede form ular la pregunta: ¿Son muy grandes las
capacidades de este hom bre para el amor? N o existen en absoluto; no expe-
rim enta un am or fuerte por nadie. La conservación del amor o la m anifes
tación tangible del mismo se hace, dinám icam ente, más valiosa para él que
su. auto-afirm ación o los frutos de la misma. Subsiguientemente pudo des
cubrir las razones de su sumisión a su amante. La idea era por dem ás ino
cente. Creía que ella era la fuente de su poder. “Si no me quiere y cuida
de m í, tendré que estar solo y solo no puedo hacer nada.” Es esta una idea
mágica de la influencia d e u n objeto. Cuando está lejos de ella, tiene miedo.
Si ella es la fuente de su poder, tem erá, naturalm ente, ofenderla y correr el
peligro de perder su am or.
O tros detalles de la psicología del congraciamiento pueden observarse
en la homosexualidad. Q uienes prefieren centrar la psicología en tom o a los
instintos, invocarían el instinto de sumisión para definir la conducta d e con
graciam iento y, al obrar así, perderían todos los detalles esenciales de lo que
constituye lá psicología d e esa actitud. Para tales personas, una vez q u e algo
ha sido definido como instinto, no hay necesidad de volver a pensar en ello.
Con arreglo a m i experiencia no hay ningún síndrom e-que describa tan com
pletam ente la psicología d el congraciamiento com o ciertos tipos —n© todos—
de hom oxesualidad.
U n hom bre de trein ta a ñ o sd e edad, se som ete a tratam iento por pade
cer hom osexualidad, ansiedades generalizadas con respecto de todo y graves
m olestias en su trabajo. Sus actividades pervertidas son raras y cuando las
practica sólo excepcionalm ente son sexuales. Elige de ordinario como sujeto
a u n joven de diez y seis a diez y nueve años d e pie! blanca y aspecto feme
nino. Acostum bra a llevarse a esos muchachos a d ar un paseo en autom óvil,
les habla cariñosamente, elogia su belleza, les hace regalos, en ocasiones les
besa, y muy raras veces llega hasta tener con ellos trato sexual; una o dos ve
ces intentó, sin éxito, el coito anal efectivo, ejerciendo d e elemento activo y
pasivo alternativam ente. N o le resultó muy agradable la actividad ^sexual de
esa clase y con frecuencia la calificaba de m olestia. La experiencia m ás dolo-
rosa q u e sufrió fue la d e verse desdeñado por uno de sus am antes homo
sexuales
Pronto se evidenció q u e la fuente de su disgusto en su vida de trabajo
era su padre. Era el m ás abyecto esclavo d e aquél. N unca pudo oponerse a
ningún deseo d e su padre, pero, a l mismo tiem po, abrigaba en su interior un
odio consciente y rabioso, pero sin esperanza, contra aquél. Su única arma
defensiva consistía en u n a obstinación y un espíritu de contradicción que no
eran nunca declarados, pero que siempre encontraban su expresión en algún
proceder que n o aféctate directam ente al padre, como por ejemplo, el ocu-
PSICOLOGIA DEL CONGRACIAMIENTO 30?
•u ■- - -
Fam ilia Patriarcal íl. í jC5r.V*!.V.
Poder absoluto d e l O dio -r^Stim ido M iedo de loscápA ri- Propktaeíon median-
padre f b r causa de eiv te sacrificio almten-
leB acdad. ------ 4 id o ... - . _
im pone la disctpliaa S u p u r a Inm ovilidad del culto r . - . . ■»
» -^ . del linaje
Explota Congraciamiento Lealtad a los m uertos R e c o m p e n s a p o .rla
represión del odio
Frustra necesidades ‘ Concepto de laen fer-
(subsistencia) £l" m edad como debi-
da a l pecada , (des* . - • .*
'> agradar a un dios)
r ..
J . • ^
Piscijilúuif básicas
O ral—Lactancia larga ' Limpieza _
Anal—Continencia a Se r e c o m p e n s a U Insistencia en el acto
.lo s ó m e s e s . - o b e d ú n c ia p la d i^ ^ como p«rr
f ínliiw .t t e d e l a c y r * f¿ ^ '•y''
- v¡.:TMK . «■< ■'-j- ' • • ’i. .^{
Sexual—Tabús de ijy Negación de la un- Fábula de E d i p o — U b sedo coito ipsn*
jeto y de finalidad portancia del sexo. odio femenino re- llen é Embarazada a
ó' ■ ■’ •t ~;T' ‘ ; " 'prf& ído ' ~ ^ 5 r la m a jé í'
Es posible que las disciplinas básicas —tem prana instrucción anal, tabús
sexuales, el carácter formal d e las relaciones intrafam illares— no hubiesen
podido ser alteradas por la nueva economía, pero deben haber cambiado la
im portancia y funciones del padre. Bajo el nuevo sistema tiene poco que
conceder y existía, por lo tanto, un lím ite a lo que los hijos podían ganar me
diante el procedim iento de congraciarse con él. C on arreglo al sistema anti
guo, se garantizaba la subsistencia y se graduaba el prestigio, pero había un
núm ero suficiente d e frenos para dejar libertad d e movimientos a los más
capaces. Bajo el nuevo sistema no, se garantizaba la subsistencia y el prestigio
n o p o d íaser controlado. Los conflictos tío estaban ya lim itados a los hermanos
solam ente d u ran te los años d e form ación y con los vecinos o competidores en
la edad adulta. H ubo que construir toda una nueva serie d e lealtades y
hostilidades desconocidas en la vieja cultura, para co n el rey, los nobles y ios
demás. H a b ía d e existir, indudablem ente, a la sazón, una prim a elevada a
la iniciativa^ la habilidad, Ja astucia*, la traición, la agresión, el saqueo, y el
sometimiento de los demás. Pasado un periodo d e consolidación, es indu
dable qu e se estableció un control, m uy desarrollado, de esas tendencias, por
lo menos d entro del grupo'
Estam os en condiciones d e com probar esas conclusiones por ló que res
pecta á ios betsileos y soló necesitamos hacer hincapié sobre aquéllos puntes
en los q u e difieren am bas culturas; Encontramos en prim er lugar una jerar
quía, graduada, de rango, tan rígida qu e las diferencia? continúan después
d e la m uerte. H allam os que esas diferencias están asociadas con las oportu
nidades económicas, así como con diferencias en el vestido, los modales y otras
vm7rey*‘
A um enta la importancia cié la propiedad (ya m uy pronunciada en la
cultura tan ala) hasta que se convierte en el único m edio de realzar el égo.
La conquista de la propiedad se convierte en el elem ento m ás im portante
en el sistem a de seguridad d el individuo. Los poderes y prestigio del rey
constituyen un excelente indicador de las alturas q u e puede alcanzar el pres
CULTIVO DEL ARROZ 315
tig ia Sus facultades eran m ucho mayores q u e las correspondientes a las del
antepasado deificado entre los tanalas; goza d e poderes ilim itados para ex
plotar, frustrar necesidades im portantes e im poner disciplinas y castigos sin
apelación. U n dios ancestral podía ser aplacado; u n rey no.
N o era posible establecer la seguridad de aquéllos q u e estabais situados
bajo el rey. El congraciamiento constituía una técnica segura entre Tos tanates,
pero no en tre los betsiieos. Esta misma dudosa situación prevalecía entre
padre e h ija E ra mayor la gravedad del conflicto entre herm anos debido a la
lim itación de los recursos del padre. £1 individuo tenía nuevas necesidades.
Nuevas necesidades y nuevas ansiedades complicaban el problema individual
de ajuste. Existían nuevas necesidades como consecuencia de las cuales precia
saba el individuo poseer cualidades diferentes para subsistir y prosperar en
esta nueva sociedad, y nuevas ansiedades en las que era susceptible d é nuevos
peligros, peligros de pobreza y degradación.
Son dos, p o r lo menos, las fuentes de que se deriva el aum entó de la
hostilidad m utua y el correspondiente incrementó de la ansiedad. E l hecho de
que aum entase la suspicacia y hostilidad entré herm anos se m uestra clara
m ente en el d e que e l levirato, fácilm ente practicado e n tre los tanalas, está
prohibido en la sociedad betsiiea, basándose e n q u e elh o m b re que se casa cón
la viuda de su herm ano puede: se r sospechoso de haber asesinado a su ante
cesor. Este cambio no puede serátrib u íd o a ninguna diferencia en las discipli
nas básicas, que son las mismas en am bas sociedades. N o hay razón alguna
para que el complejo de Edipo ses m ás fuerte en u n a com unidad que e n la
otra. N os enfrentam os, en este punto, con un factor cuantitativo incalculable.
Es notable q u e el complejo d e Edipo “m ás fuerte’* pueda existir allí donde es
más aguda la lucha por el prestigio, él poder y te propiedad. Tam bién e sim -
portante, en relación con esto, el aum ento en la hom osexualidad, v
Com o quiera que el poder del padre es más absoluto, disponemos de una
interesante información indirecta acerca del carácter d e las relaciones entre
aquél y los hijos que nos sum inistra la historia del p ad re q u e fué abaríd onado
por sus ocho hijos. La exclam ación del padre de que “h a limpiado excremen
to para nada” constituye u n elocuente testimonio de su sentim iento de haberse
torcido sus esperanzas. Ejecutó todas las tareas más desagradables de 1a pater
nidad sin obtener la recompensa debida. A penas se puede dudar de que la
actitud del padre consiste en aprovecharse del hijo sin dar a éste la justa
recompensa. La aludida historia prueba también la futilidad de los procedi
m ientos de congraciamiento en los casos en los que el padre nada tiene
que dar.
C on respecto a las disciplinas básicas, observamos u n a exageración de la
educación orientada a denotar la deferencia hacia la autoridad y el poder y
316 CULTURA TAÑALA
Las form as de posesión por u n espíritu nos sum inistran algunos indicios
ulteriores* E n la cultura de los tanalas se designaba específicam ente al trom ba
como la posesión por u n espectro; en la betsilea como posesión por los m alos
espíritus* N o sólo o cu rre con m ucha m ayor frecuencia entre los. be^sileosj sino
que las m anifestaciones son m ucho más graves. Las diferencias entre las diver
sas formas d e posesión por los espíritus n o nos sirven de gran ayuda* Sin
embargo, u n a d e ellas parece describir u n a psicosis alucinatoda aguda d e con
tenido persecutorio. La víctima alucina a su perseguidor, quien le hace eje
cutar las m ás extraordinarias suertes en daño de sí m ismo contra las cuales
está indefensa la víctima. El reconocim iento y tem or d e los espíritus malignos
es el punto d e partida para los tanalas*
La form a de hechicería m aléfica llam ada mpamosávy, apenas conocida
entre los tanalas, es extrem adam ente com ún entre los betsileos. Las técnicas
usadas son exactam ente las mismas que entre los tanalas, pero la acción del
espíritu m aligno se pone m ucho m ás en evidencia q u e entre aquéllos. E ntre
los tanalas esa actuación del espíritu era inherente, en gran parte, a las propie
dades de ciertos objetos. Estos objetos se m antienen entre los betsileo6, pero
parecen no ser más que catalizadores de los espíritus m alignos que actúan en
forma m as o menos impersonal. O tro rasgo notable es el hecho de que todo
el m undo es sospechoso de ser mpamo5tfv> . -
. , Podemos intentar ahora localizar las fuentes d e esas ansiedades. C on ese
objeto debem os exam inar la estructura de personalidad básica que encontrar
mos en la cultura tanala. En com paración, observamos u n cam bio en juna de
las instituciones prim arías: la economía d e subsistencia* E ntre los betsileos
crea ésta para el individuo un problem a de ego desconocido de los tanalas* La
fusión de los valores de subsistencia y de prestigio es aquí perm anente. N o hay
ninguna otra variable, por cuanto que la organización de la fam ilia, las disci
plinas básicas y la desigualdad en tre los hermanos continúan siendo las mis
mas. Por lo tanto, todos los cambios observados en la estructura de personali
dad tienen que deberse a nuevas adaptaciones q u e deben atribuirse a la
situación subsistencia-prestigio.
Las actitudes del ego con respecto de esta situación pueden verse en la
cultura tanala. La sumisión y el congraciamiento son papeles aceptables para
el ego, m ientras no se frustren las necesidades básicas y se garantice la protec
ción y m ientras el escozor de ser la víctim a esté m itigado por la ausencia de
ostentación. U na organización d el ego construida sobre disciplinas básicas con
el fin de esperar la recompensa correspondiente a la sumisión, sólo puede
hacer unas pocas cosas si se frustra esa necesidad d e protección; se convierte,
a la vez, en ansiosa y agresiva. El prototipo de las ansiedades debe buscarse en
los tipos d e agresión observados. Revisten éstos la form a de envidia, celos,
320 CULTURA TAÑALA
deseos de hacer daño, deseos de robar, deseo de no ver a los dem ás gozar de
lo que uno n o tiene. Las ansiedades —m iedo de ser dañado o robado, m iedo
de los malos deseos d e los demás— corresponden a esos deseos hostiles.
Las nuevas necesidades de realzar la propia estimación están estranguladas
por el regido sistem a social que se divide aquí en castas inmóviles. Sin embar
go, el m étodo de riealzar la propia estimación reside aquí exclusivamente en
obtenerla m ediante la propiedad, qué posee todos los atributos del prestigio
por cuanto que, m erced a ella, puede uno enaltecer su propia capacidad para
controlar a los dem ás y conquistar la consideración (y tam bién el odio).
Las únicas formas de expresión de quienes quedan descompensados bajo
esas condiciones son las diversas formas d e posesión por los espíritus (por los
espíritus malignos y n o por los dioses), la agresión ostensible en forma de
hechicería m aligna fm pam osiwy), sobre la cual no ejercen ya los dioses fam i
liares su Control, ya que las víctimas se encuentran fuera de la línea de la
familia* Para las form as inferiores d e descompensación quedan los servicios del
&mbiasy y para los qué logran el éxito, el odio, inconsciente o expreso, de todos
los demás. *
La persona del rey goza aquí d el más elevado status de prestigio y se le
distingue de todos los demás por tabús personales, signos especiales de defe
rencia y sumisión. Está predestinado a ser la persona m ás odiada, ya que
ejerce el m ayor Control. En su derredor pueden erigirse todos los accesorias de
Yós intereses creados. Estos intereses creados originan en sus titulares una gran
ánsiedad, ^ para asegurar su integridad hay que garantizar cada vez con más
vigor los áérechos d e própíedad. T odo esto provoca m áyor ansiedad y mayor
hostilidad^
El carácter de la actitud de los tanalas es, sin duda, "com pulsivo”; pero ño
(Hiede compararse con el de los betsileos en cuanto a intensidad. La fuente
original de esta ansiedad no radica en una idiosincrasia racial, sino en la intro
ducción efectiva de la escasez y d e la ansiedad en lo que, en últim o término,
puede reducirse a subsistencia.
Comencemos por preguntam os: ¿Qué lugar ocupa el prestigio como cua
lid ad correspondiente a l individuo? Puede ser examinada esta cuestión desde
el punto de vista de quien lo posee y de quien lo confiere, ya q u e el prestigio
es una cualidad que nadie se confiere a sí misma. U n hom bre puede tener
orgullo, vanidad y am or propio, pero el prestigio se refleja, solam ente, en lo
q u e los damas piensan o sienten respecto d e él. La búsqueda d el prestigio se
convierte, por lo tanto, en búsqueda de u n a garantía d el derecho a poseer
cierto tipo de sentim iento del ego, positivam ente entonado, que realza el tama
ño y las cualidades y poderes dignos de admiración d el ego. Pero es una
cualidad refleja, vista o reflejada en los demás*
¿De dónde procede la necesidad d e perseguir esas finalidades? N o se trata
de u n fenóm eno aislado; es una d e las m uchas actividades hum anas “narci-
sis tas”. Son,m uchos los tipos de percepción que tiene el hom bre cuya fun
d ó n consiste en inform arle de su categoría relativa con respecto d e los demás.
C uando observamos que esos tipos d e sentim iento o actitud del ego revisten
form as que movilizan sentim ientos hostiles hacia los demás, nos inclinamos a
considerarlos como cualidades perniciosas y sólo les atribuim os la capaddad
de crear perturbaciones del equilibrio social. Decididam ente, esto es errónea
Esas mismas cualidades emotivas crean influencias positivas, aglutinantes y
consolidadoras. Imaginemos las clases de organización social q u e serian posi
bles si los seres hum anos no fuesen capaces d e “identificarse” con los demás.
Lo que es cierto con respecto de la “identificación”, lo es tam bién por cuanto
se relaciona con la capacidad para percibir diferencias entre uno m ismo y los
dem ás. Las ram ificaciones de ese género d e percepción son muy complicadas
y desembocan con frecuencia en el sentim iento básico d e odio o ansiedad
cuando uno se tropieza con algo que no se parece a sí mismo, con algo “extra
ño”. O tra tendencia d e los seres hum anos, en relación con la identidad y la
diferencia, es la de exagerar o realzar grandem ente el valor de ciertas cualida
des en otra persona —el proceso d e idealizadón, por m edio del cual se asocia
la aprobación d e esas cualidades con un fuerte impulso orientado a em ularlas
o, por el contrario, a experim entar una sensación de im posibilidad de hacerlo
y de conservar un sentim iento de ego d e pequeñez o d e bajeza respecto del
objeto de esa m anera hipertrofiado— .
A l pensar en esas diversas actitudes n o puede uno por menos d e pregun
tarse para qué sirven y sobre qué pautas infantiles se erigen. La idealización
del padre por el hijo constituye un buen terreno para buscar el origen de esos
procesos. Así, por ejem plo, una paciente, u n a m uchacha d e diez y nueve años,
experim entaba la inclinación a realzar el valor de cualquier objeto femenino
q u e pudiera realizar cualquiera d e las funciones m aternales, es decir, alimen
tarla, castigarla o enseñarla. A dquirían esos objetos, en sus fantasías, unas
522 CULTURA TAÑALA
C uadro 3
E S T R U C T U R A D E L A P E R S O N A L ID A D BÁSICA
CONCLUSIÓN
11 Para una comparación de las opiniones relativas al prestigio, vid. 2a obra d e Alfred
Adler, T he Neurotic C onstitution (Nueva York, 1917) y la de Karen, Homey: The Neurotic
Persoiudity of our Tim e (Nueva York, 1937), cap. x.
CONCLUSION U7
pié sobre la retención y el placer del órgano, con ella coincidente, podría
llevar a desplazamientos en form a de tacañería acerca del dinero, propiedad
y prestigio. La relación entre el interés por las heces fecales y el dinero es
evidente. Seguirían otros derivativos del erotismo anal, tales como la recti
tu d de conciencia, la economía, y quizá el aseo. C on esta rectitud de concien
cia, sería d e esperar u n rígido y estricto super-ego para oponerse a las enorm es
cantidades d e agresión anexas a la analidad. De esta fuente original, podría
mos derivar los numerosos rasgos compulsivos, los rituales, las repeticiones, la
lucha constante con los impulsos crueles y las secuelas masoquistas. Se podría
encontrar explicación para todo esto sobre la base d e una regresión debida al
patente complejo de Edipo y a la predisposición form ada por la instrucción
anal tem prana. La hom osexualidad pasiva, tanto en el folklore como en la
práctica, define un cauce de salida para esa situación.
• Este análisis tiene la v irtu d de la congruencia con las constantes com
probables. Se pueden discutir» sin embargo, varios factores: la justificación
d e tratar a la sociedad como, si- poseyera la unidad orgánica del individuo;
la localización de las fuentes originarias de conflictos bien en el complejo
d e Edipo o bien, en el erotism o anal sin tener en cuenta el hecho de que
ambas son creadas por condiciones externas comprobables. La dificultad
dim ana d e l hecho d e que el efecto de las instituciones debe deducirse de
u n place? anal reprim ido y d e aquí que todo el carácter de la cultura ha
bría de depender de la prosecución de ese tem prano control anal. Habría que
pasar por a lto la influencia d e la dependencia del niño, su m iedo del poderoso
progenitor al imponer esa disciplina o, en el caso d e ser nom inalm ente reco
nocida» n o quedaría incluida e n la formulación final de los procesos q u e se
term inan en un acentuado erotism o anal. Las características de interés por
e l dinero, rectitud de conciencia, obediencia, rasgos compulsivos, etc., son,
pues» exclusivam ente derivativos de un erotismo reprim ido y no de los efectos
d e todos esos factores sobre la personalidad.
La com paración entre tanalas y betsileos introduciría adem ás un factor
cuantitativo que es m uy difícil de justificar a base d e la teoría de la libido.
Los betsileos son m ás “sádico-anales” que los tanalas y cada uno de los ras
gos compulsivos que nos encontram os entre los tanalas están diez veces más
exagerados entre los betsileos. A I;verificar esa com paración no es posible dejar
d e tem ar en consideración los factores externos asociados con ese cambio,
es decir, la alteración de la econom ía y el aum ento correspondiente d e las
tensiones d e ansiedad en todos los sectores. Se podría argüir acerca d e este
pupto, qu e u n a vez establecido e l carácter sádico-anal, cualquier aumento ope
rado en la ansiedad extem a h ab ría de aum entar naturalm ente el desasosiego
intem o y, como consecuencia, el grado y la intensidad de los “derivativos
CONCLUSION 331
palabra que es m etam órfica poro capaz d e sugería b idea del procesó que se
produce, la palabra conflicto. Esa palabra es u n a construcción»
Sin la ayuda de esas construcciones no podemos E scrib ir nada sin perder
tiem po. Sin embargo, las construcciones d ifie rra en cuanto a su exactitud
y a las fuentes de las cuales derivan. A lgunas d é ellas son extrem adam ente
complejas y extrem adam ente lejanas de la experiencia directa. Las construc
ciones “behavioristas” están llamadas, por su propia naturaleza, a ser m e
nos 1exactas si la experiencia directa es nuestro últim o m edio d e compro
bación.
A las dificultades dim anadas del em pleo efe esas tres clases d e concep
tos, se une el problema d el tratam iento verbal adecuado. Sólo ios ejemplos
prácticos pueden esclarecer las dificultades verbales con q u e nos tropezamos
y los riesgos incluidos en la creación de construcciones procedentes d e la expe
riencia directa o de la observación de la conducta. La afirm ación “estoy en
fadado con Enrique*’ es la declaración de u n a experiencia directa. La afir
mación, “Juan está enfadado con Enrique** describe una experiencia directa
de Juan pero el hecho d e que Juan esté o n o enfadado con E nrique es cosa
que solamente podemos decidir por lo que Juan nos dice. El deducir su en
fado de su form a de proceder, no es seguro; porque la experiencia directa en ,
form a de emoción puede ser, en vez de enfado^ ansiedad, cuya fuente, na es
accesible a la experiencia directa d e Juan. E n cuanto al enfado^ resulta difícil
determ inar sus causas m ediante pautas behavioristas. La frase “estoy enfa
d ad o ” es fácilm ente inteligible, pero “la ira es una reacción del ego** es muy
oscura. Parece ser un a m etáfora o una personificación d e una subdivisión de
la personalidad. La relación del “ego” a la personalidad total es oscura, espe
cialm ente en el uso psicoanalídco.
La palabra “ego”, significa en latín “yo**. En latín es un pronom bre, pero
en psicología ha sido usada en inglés [y en castellano] como el sustantivo de
“yo”. Este em pleo nos facilita una palabra muy conveniente p a ra expresar
u n a idea específica; nos perm ite el empleo de u n sustantivo de “yo” para des
cribir la experiencia directa subjetiva. Para los fines corrientes no constituye
una gran ventaja, pero resulta m uy útil al describir tipos com plicados de expe
riencia directa como en el histerismo o. en la neurosis compulsiva. D ebe esta
blecerse un sistema d e ideas correlativas en tre el pronombre y .el sustantivo.
En la experiencia directa podemos decir: “Yo puedo hacer esto y lo otro”.
C o n el sustantivo podemos decir: “El ego tiene capacidad o recursos para
hacer esto y lo otro’* sin torcer por ello, en modo alguno, el significado d e
la primera frase. En consecuencia la palabra ego representa la persooalidad
to tal percibida subjetivam ente y no una función personificada. La utilidad de
ese concepto estriba en el hecho de que podemos establecer, partiendo de la
338 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
físico sil discernim iento de las leyes qu e rigen la física, aunque le sum inistren
los datos primarios. C uando un hom bre observa que la silla esta en su po
sición normal; n o tiene en cuenta la ley de la gravedad o la presión contraria
ejercida por el suelo. Su observación se lim ita a registrar lo q u e le es necesa
rio conocer para el fin práctico d e u tilid ad y orientación y nad a más. Lo mis
mo ocurre con los datos dé la psicología* Los procesos naturales no se
registran en las experiencias directas del individuo. Con frecuencia revisten
formas que no son fam iliares y que son perturbadoras; el individuo no tiene
control sobre ellas, ni las comprende. Esos procesos que se hallan detrás de
la experiencia directa deben ser deducidos en cada caso; en tan to que la ex
periencia directa tiene u n vale»* puram ente utilitario, de u n a especie eminen
tem ente práctica, para él individuo. Esas experiencias le inform an de los
sentimientos, im pulsos y deseos con" respecto'del m undo exterior o d e los de
más individuos. C onstituyen los datos d e la psicología hum ana.
Las psicologías difieren por lo qu e se refiere a la form a de utilizar esos
datos, a la relación que les atribuyen con la adaptación to tal <iel individuo,
a la forma de trazar su continuidad a través d é tetía la trayectoria de la
vida, al sector especial d e un continuo experim ental que- captan, al nom
bre que se le asigna a los sistemas verbales desarrollados y a las dificultades
especiales que todos esos sistemas verbales originan. E xiste una diferencia
fundam ental en tre una buena y una m ala teoría y, a fines de selección, se
hace preciso fijar algunas pautas. Estam os obligados a em plear una psicología
que sea clínica, es decir, relativa a la experiencia real; una psicología qúe trate
los hechos y no las ideas desligadas de las realidades representadas por aqué
llos. Los problem as de la sociología son clínicos. U na de sus finalidades más
im portantes es la de colocár a la vida social, bajo el control hum anó.
CONCEPTOS BEHAVIORISTAS
experim entalm ente la verdad de los principios em pleados por otras psicolo
gías. M ediante la correlación de las neurosis traum áticas, las neurosis orgáni
cas y las "neurosis” en los anim ales como resultado del quebrantam iento de
los reflejos condicionados establecidos se ha fijado el sector dentro del cual
son sem ejantes las reacciones del hombre y de los anim ales. En el dominio
d e la orientación, la locomoción, las reacciones básicas para procurarse el
alim ento y en algunas d e las suscitadas por la frustración, existe una gran
sim ilitud entre el hombre y los anim ales inferiores.2
C on respecto al behaviarismo, nuestra tarea principal está im plícita en
la necesidad de emplear la conducta como anexo o sucedáneo de la expe
riencia directa. Las conclusiones deducidas acerca de la conducta de les
animales, establecidas a base de comparaciones con el hombre, en las que
puede aducirse alguna experiencia directa, son perfectam ente legítimas y ape
nas pueden ser fuente d e error. Sin embargo, cuando invertimos el proceso,
nos encontram os claram ente en posición de desventaja.
C uando observamos la conducta de los monos e n la lucha, podemos ca
racterizar al m ono victorioso en u n a situación de rivalidad como dominante.
Este concepto de dominación, caracteriza a u n tipo determ inado de conducta
observada» Debemos preguntam os ahora a qué se parece esta actitud domi
nante desde el pnnto de yista de la experiencia directa d el individuo. Cuando
aplicamos ese-concepto al hom bre, .encontramos que puede ser aplicado a
una gran variedad de experiencias directas en form a d e motivo, predispon
sición antecedente, dominio sobre los recursos, etc. Por cuanto respecta a la
psicología hum ana debemos, por lo tanto, estar en guardia acerca de los. con
ceptos. behavioristas, que deben ser evitados a no ser en los casos en que es
inasequible la experiencia directa. 0 . .
Sin embargo, no es posible m antener durante m ucho tiempo una ac
titud purista con respecto d e los conceptos behavioristas. Con frecuencia es
tán incorporados a nuestros conceptos que describen la experiencia directa.
A base d e los conceptos conductistas, se puede construir u n a dinámica capaz
de ren d ir una gran cantidad d e inform ación nueva, incluso cuando falta la
experiencia directa. En algunos casos apenas tiene im portancia el que se haga
uso d é lo s térm inos behavioristas o d e los de la experiencia directa. Estos últi
mos podrían ser, con frecuencia, difíciles de m anejar y apenas se puede inten
tar describir fenómenos complicados sin ayuda de los conceptos behavioristas.
- : r 1 .'
CONSTRUCCIONES
8 J. F. Brown, Psychology and the Social Order (Nueva York, 1937)*' Cüanto se dice
en los párrafos siguientes no aspira a ser una reseña de tan estimulante obra.
344 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
LA SOCIOLOGÍA DE FREUD
obra Psicología de las masas, análisis del ego,5'que contiene algunasrde las ideas-
más valiosas d e su sociología, aunque son incom patibles con m uchas de las
expuestas en la obra anterior.
Rechaza Freud en dicho libro cualquier m étodo d e considerar al grupo
como poseedor de un alm a colectiva o espíritu de grupo y los esfuerzos pará
explicar los fenómenos sociales sobre la base dé un instinto especial como el
“instinto gregario”. Buscó la solución de este problem a investigando el carác
ter d e las fuerzas que ligan a u n as personas con otra. Rechazó tam bién la
imitación, la sugestión y la “inducción primitiva de la emoción” de McDót^f-
all calificándolas de térm inos descriptivos para definir las relaciones interper
sonales. En su lugar, hacía derivar esas fuerzas del estudio del individuo de
acuerdo con su teoría de los instintos.
Describe Freud las relaciones d e persona a persona con ayuda del concepta
de libido, cuya manifestación más tosca se encuentra en el amor sexual. Modi
ficó la connotación de la libido p ara satisfacer las manifestaciones del amor
de sí mismo, el amor por los padres y de los padres, la am istad, el am or a la
hum anidad, la devoción hacia objetos concretos y la devoción por ideas abs
tractas, y planteó el problem a com o una m era cuestión d e si se satisface la
finalidad de la libido o Eros, o si se es apartado de ella.
A titulo de ejemplo, aplicó después esta idea de la actuación de la libido a
dos grupos artificiales: el ejército y la iglesia. Sostiene Freud que los individuos
que com ponen el grupo están ligados entre sí y con el jefe, m ediante m odali
dades especiales de la libido, una d e las cuales consiste en que el vínculo d e
amor puede desexuali&trse. Así, la amistad entre hom bres es amor en el que
se h a inhibido la finalidad, am or desexualizado o sublimado. C uando se
seccionan esos lazos de am or, como ocurre en el pánico, el grupo se desintegra.
En las relaciones ordinarias esta relación de am or no está exenta de odio; en
circunstancias ordinarias, este odio se reprim e fácilmente» pero en otras se
hace m anifiesto. Las dos actitudes coexistentes contribuyen a formar una cons
telación psicológica llam ada ambivalencia. Pero esta actitud emotiva es el
resultado de u n conflicto de intereses en una y la misma persona. Se reconoce
a la disposición fácil hacia el odio y la agresividad u n carácter elem ental.
A dem ás del vínculo de amor, hay otro mecanismo más que expresa u n lazo
emotivo, que es la identificación.
Bajo el térm ino identificación» incluye Freud las siguientes m odalidades:
1) El deseo d e ocupar el lugar de o tra persona, como hace el niño pequeño en
5 Trad. ingl. de James Stiachey, Group Piycfcology and the Analysis of the Ego (Nueva
Yode, 1922). [Hay traducción española.]
352 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
conflicto con su padre con respecto del cariño de su madre* Esta identificación
es ambivalente. 2 ) U n derivativo de la fase oral de la libido, es decir, un
deseo d e asimilarse el objeto ingiriéndolo y reanimándolo en esa forma. 3 / La
identificación con u n objeto puede ser u n sustitutivo del m ism o como objeto
de am or. 4) La identificación m ediante una aspiración com ún, notada fre
cuentem ente en la im itación histérica. En este caso se om ite la relación con
el objeto amado. 5 ) Identificación con u n objeto q u e se ha perdido como susti
tutivo del mismo (m elancolía). Sólo los cuatro primeros desem peñan u n papel
en los grupos.
Según Freud* los factores adicionales que contribuyen a m antener la rela
ción entre los individuos de los grupos son: la conciencia, el ideal del ego y una
adición posterior, e l super-ego. Ciertos grupos, especialm ente aquellos que no
tienen una organización demasiado depurada y tienen u n jefe, pueden ser
representados en térm inos d e identificación, ideal del ego y objeto d e amor.
“Un grupo prim ario de esa especie es u n núm ero de individuos que han susti
tuido su ideal del ego por u n solo y m ism o objeto y se han identificado, subsi
guientemente, en tre sí en sus egos.” En otros grupos, la identificación de los
mismos entre sí es “ im puesta” al individuo a costa de la represión de la envi
dia y d e la sustitución de ésta por la dem anda de justicia e igualdad. “Esta
dem anda de igualdad constituye la raíz d e la conciencia social y del sentido del
deber.” Así, pues, el sentim iento soda! se basa en una inversión de lo que es,
ai principio, un sentim iento hostil convirtiéndolo en un vínculo positivo que
tiene la naturaleza d e identificación. F reud sostiene todavía en esa obra que la
“horda prim itiva” es el prototipo básico d e la sociedad hum ana. Fué la tiranía
del padre primero lo que obligó a los hijos a tener una “psicología de grupo” y
su poder sobre los mismos se m antuvo porque el padre era el ideal del grupo.
Su poder se m antiene por virtud de u n a potencia hipnótico-erótica.
Observa Freud que el individuo n o puede tolerar discrepancias entre el
ego y eL su per-ego0 o entre el ego y el ideal del ego. Considera a los festivales
como oportunidades para prescindir d e la severidad del super-ego, que está
constituido esencialm ente p o r todas las lim itaciones con las cuales tiene que
conformarse el ego. El triunfo es una m anifestación de coincidencia entre el
ego y el ideal del ego; la culpa y él sentim iento d e inferioridad son manifesta
ciones de tensión en tre ambos.
* Todavía no traza Freud en esta obra la sutil distinción entre el ideal del ego y el super-
ego, pero a fines de claridad, lo usamos en este lugar en el sentido en que lo emplea en su
libro The Ego and the ldt traducido por Joan, Viviere (Londres, 1927). [Hay traducción es
pañola, El yo y el ello, en “Psicología de las masas y análisis del yo”.]
LA SOCIOLOGIA DE FREUD 353
7 Trad. ingl. de W . D.- Robson-Scott, The feature of an lUiuion (Londres, 1928)- [Hay
traducción española, incluida en El porvenir de los religiones.]
354 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
T rajo Freud al estudio d e las neurosis varios principios originales que eran
enteram ente nuevos en la psicología. Fueron éstos: u n principio teleología^
que significaba, 'e n realidad, que había alguna finalidad en las neurosis; un
punto d e vista genético, d e desarrollo u ontogénico; u n concepto de moción
psicológica, dinámica; y u n principio de continuidad en la personalidad que
sólo podía ser descubierto si se am pliaba la serie d e los datos tomados en con
sideración hasta incluir en ellos la experiencia to tal del individuo. C on ayuda
de esos principios introdujo Freud una nueva técnica basada en el estudio del
individuo. Los procesos m entales hallados en las neurosis y especialm ente en
aquellas que afectan a la suerte qu e corren lo6 im pulsos o necesidades cuya
satisfacción se frustra, se h an de encontrar en los fenómenos m entales d el
hom bre primitivo.40 Sin embargo, por muy originales q u e fuesen todas esas
10 En la exposición siguiente se incluyen diversas criticas de la sociología psicoanalítica
que fueron indicadas, originalmente, por Erich Fromm en su obra: “Die Entwicldung des
Qiristusdogtnas” Imago (1930), y por Wilhelxn Reich en su Der Einbruck der Sexualmoral
(Berlín, 1932).
358 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
orientaciones, Freud las manejaba de acuerdo con la m oda científica que pre
dom inaba en su época. Así, el punto de vista ontogénico estaba profusamente
teñido de biología evolucionista de Haeckel; formaba parte d e la atmósfera
científica de fines del siglo xix y continuó influyendo, d u rante largo tiempo,
en la teoría psicoanalítica. Resultado de ello fué un claro prejuicio biológico de
tin te evolucionista qu e le llevó a despreciar lo que llam am os hoy orientación
sociológica. E ste punto de vista h a continuado influyendo en Freud en el
curso de toda su obra. El principal de los resultados obtenidos por Freud
h a sido el establecim iento de unidades definidas de experiencia, cuya conti
nuidad podemos seguir. Esa unidad era el “instinto”, que estaba orientado
biológicamente.
Así, pues, la teoría de los instintos fué, en gran parte, el resultado de la'
orientación biológica y se la trató, en consecuencia, de acuerdo con las teorías
biológicas predom inantes. Por otra parte, el m aterial clínico sobre el que po
d ía trabajar Freud conducía fácilm ente a ese fin. Por últim o, había allí un
conjunto d e fenóm enos que hacían aparecer como m uy probable el aserto
d e que el desarrollo “instintivo” del hom bre, y en espacial los “instintos1’
sexuales, ofrecen cierta regularidad, hecho qu e justificaba el uso de los prin
cipios evolucionistas. Esta regularidad de la ontogenia se interpretaba como
u n a repetición de las pautas filogénicas.
El éxito d e sus trabajos sobre la ontogenia —en el sentido de la verificaba
lidad de las constelaciones en cuestión— llevó decididam ente a Freud al estu
dio de los “instintos” y de sus vicisitudes como la m ejor guía para estudiar la
continuidad d e la personalidad. El prim er principio dinám ico fué el de la re
presión, qué e n su aplicación práctica no significa sino que cuando ño se satis
face un determ inado “ instinto”, los fenómenos que ocupan su lugar se
relacionan, en cierto modo, con el im pulso reprim ido que, como consecuencia
de ello, no es ya perceptible. C uando puso en relación la teoría ontogénica y
la d e la represión, obtuvo Freud una explicación adecuada de u n a gran varie
d ad-de fenóm enos psicopatológicos. Pea* ejemplo, si una m ujer aquejada del
sfntoma histérico de la frigidez, sueña continuam ente en comer, esos sueños
son, en esencia, fantasías sexuales que derivan su carácter sexual de la onto
genia del “instinto” sexual. La verdad o falsedad de ese aserto no puede ser
aquilatada por su conform idad con las convenciones del sentido común.
La orientación de Freud, considerada desde el punto d e vista sociológico,
era muy ambigua, y el esquema biológico jam ás llegó a integrarse completa
m ente con ella. Freud reconoció, en parte, la im portancia de la presión del
m edio en la producción de las represiones; pero atribuía esas presiones del me
d io a unas pocas situaciones sociales, haciendo derivar la m ayoría de las
represiones d e fuentes orgánicas o filogénicas. Las más notables de éstas eran
LA PSICOLOGIA SOCIAL DE FREUD 359
11 Fromm, “Die Entwicklung des Christusdogmas”, ¡mago (1930), pp. 366-367. {Hay
traducción «panela en Historias clínicas, n.]
360 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
de los instintos. Dos de ellos son sobresalientes; el uso del concepto de repre
sión y el uso del “ instinto” (Trieb) como unidad de experiencia; ambos fra
casaron al ser aplicados a los problem as sociológicos por más que se haya
demostrado am pliam ente su utilidad en la psicología individual. El uso de
esc® dos conceptos constituye otro ejem plo de la equivocación del paralelismo
entre filogenia y ontogenia.
Fréud, T h. Reik y Roheim dieron por hecho que las represiones recaen
siempre en el m ismo lugar en todas las culturas. La única prueba que concu
rre en apoyo de esa idea es la universalidad de los tabús d e incesto, conside
rando a éstos com o un concepto general contra la unión sexual con padres y
hermanos. En prim er lugar: ¿qué es lo que queremos significar con la palabra
represión y íjQÚ es lo que incluimos dentro del concepto de “tabú de in
cesto”?
La represión es una función del individuo; los grupos n o pueden reprimir
nada, aunque todos los individuos d e u n determ inado grupo puedan estar
sometidos a las mismas presiones y sanciones capaces de obligar a cada uno de
ellos a abandonar ciertos .aspectos de los impulsos “instintivos’1, que, sin
embargo, no pueden ser enteram ente destruidos. Por consiguiente, al estudiar
la sociedady debe hacerse m ayor hincapié sobre aquellas fuerzas ocultas en las
instituciones que obligan al individuo a reprim ir u n im pulso dado y a aquellas
tendencias o condiciones d el individuo que le hacen ceder a esas presiones
contenidas en las instituciones ó derivadas de las mismas. Sin embargo, si se
contestar a esta pregunta adm itiendo por adelantado que todas las represiones
proceden de u n a constelación filogénicamente determ inada, las instituciones
n o crean las fuerzas de represión, sino q u e son las represiones la causa de las
instituciones. En este caso, las instituciones son puram ente adventicias y todos
los problemas d e cultura pueden resolverse proyectando la situación psi
cológica corriente que nos encontram os en nuestra cultura sobre el pasado
remoto.
Podemos som eter a comprobación esta teoría m ediante u n ejemplo tomado
d e Roheim.15 En su ensayo sobre A ustralasia, presenta Roheim pruebas para
acreditar que u n m uchachito indígena tenía un complejo d e Edipo. Pero las
condiciones especiales de la vida del niño, la organización social en que vive,
su histeria» las instituciones y costum bres económicas del grupo, no tienen
influencia sobre el complejo d e Edipo d é l muchacho. Es indudable que si el
complejo está filogénicamente determ inado, no la tienen. La influencia de ése
supuesto sobre la técnica, consiste en q u e da por hecho lo q u e estamos tratan-16
todas form as, el resultado n eto del em pleo de la teoría de la libido en sociokv
gía consistió en q u e determ inadas fases de la cultura prim itiva 'hubieron de
atribuirse a l narcisismo, y otras a componentes orales, anales, fálicos y sádicos.
En esa form a se form uló una ecuación entre el animismo y el narcisismo.18 Se
tropezó con dificultades aún mayores al intentar llegar a la fórm ula libidinosa
que se suponía que cada cu ltu ra había de tener. La c u ltu ra egipcia era, en
consecuencia, “fálica” (Roheim ), la m oderna sociedad burguesa era, por mu
tuo consenso, “sádico-anal” ; la religión se convirtió en u n a “ neurosis compul
siva del grupo” (Reilc).
Consideremos por un m om ento, con la esperanza de obtener algún conoci
miento m levo oculto en esa afirm ación, una cultura cuya “fórm ula libidinosa”
se basa en el erotism o anal. ¿Qué es el erotismo anal y cuáles son las caracte
rísticas d e la sociedad m oderna que se supone derivados d e esa fuente? Con
respecto al prim er interregante nos hallam os inm ediatam ente en plena confu
sión. El erotismo anal es el placer asociado con la zona anal. Pero esta zona
tiene tam bién una función útil; es el órgano de la evacuación. Las funciones
expulsólas y retentivas de esa zona (Abraham* A lexander) pueden ser usadas
para expresar actitudes del ego. N adie puede negar que la zona anal puede
convertirse en zona erógena. ¿Cuál d e esos aspectos es instrum ental en !a for
mación del llam ado carácter anal: la actitud del ego o el elem ento d e placer?
Freud señaló en 1908 que los rasgos q u e constituían ese carácter eran el orden,
la tacañería y la obstinación; pero nunca se ha descrito la forma en que esos
rasgos d e carácter se derivan del erotism o—el órgano d e placer—. Es muy
notable el hecho d e que no parezca existir relación lógica alguna entre los
diversos rasgos. N o puede com prenderse que el ser ordenado constituya una
formación de reacción contra el placer asodado con la actividad anal como
placer orgánico (OrgardustJ. N o existe disdplina alguna, conocida del hom
bre^ que im pida o pueda im pedir este placer, si existe. La actividad no pue
de ser detenida y el placer, si lo hay, es un factor en el que la sociedad no puede
tener ningún interés. ¿Por q u é habría de ser destruido el erotism o si están esta
blecidas las condiciones de lugar, tiem po o afecto asociados con su ejercido?
La form ación de reaedón n o se dirige, pues, necesariam ente contra el placer.
Pero si introducim os un factor sodológíco, su significado se aclara. El control
de esfínteres tiene una finalidad socialmente útil: la limpieza. No necesitamos
plantear la cuestión de por qué es así. Se enseña a lo6 niños m ediante una
disdplina severa y va asociada con él la idea d e que debe practicarse en un
lugar determ inado (y, quizás, en tiem po y tam bién determ inada cantidad)
con el fin de obtener un objetivo que el niño no apreda todavía. Por lo tanto,
18 G , Roheim, Animum, Magic, and the Divine King. (Nueva York, 1930), p, vi.
366 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
el orden deja de ser una form ación reactiva contra u n erotismo y se con
vierte en u n acatam iento completo de una demanda o disciplina paterna o
social. La obstinación es una actitud refractaria ante la misma dem anda. U na
vez establecidas tales condiciones, con o sin la aquiescencia del niño, puede
quedar im plicado el elemento de placer. Existen tipos d e disciplina anal que
tienden a realzar el valor erótico d e la zona anal; el uso frecuente de ene
mas y la observación de la cantidad de heces fecales com o indicio general de
la salud, hace que sea esta zona el lugar merced al cual se da cuenta el niño
del cuidado y atención de los padres. Por otra parte, si la tacañería se relacio
n a en alguna forma con la actividad anal, deriva de las funciones retentivas.
Pero existe u n a gran diversidad en el núm ero de cosas que pueden ser “rete
nidas” de esa m anera; puede ser agresión o puede ser alim ento; la retención
representa, por lo tanto, una ansiedad de perder algo valioso. T oda una serie
interm inable de ideas y sentimientos pueden expresarse m ediante la retención
sin recurrir a l erotismo.
Con la introducción del concepto de “reacción a la disciplina” para definir
la actitud d el -ego, disponemos d e una idea que puede usarse tanto en el
estudio del individuo como en el d e la sociedad.10 Pea- lo que respecta a la
sociología, nos provee de una unidad de comparación, m ediante la cual pode
mos contestar a las preguntas de ¿qué disciplinas im pone una sociedad deter
minada?, ¿cómo las impone? y ¿qué efectos producen sobre el. individuo?. La
disciplina interfiere siempre con las adaptaciones previam ente existentes y
disminuye la independencia del individuo. Este puede reaccionar ante esa
imposición en varias formas; puede, por ejemplo, adoptar una actitud definida
d el ego, tal como el desafío o el acatam iento. La disciplina puede producir
tam bién efectos diversos sobre los órganos del individuo si está dirigida hacia
la actividad d el órgano. Canaliza, igualm ente, la disciplina nuevos tipos de
gratificación para el individuo, pero éstos son resultado de elaboraciones
secundarias, como por ejemplo, los azotes como pauta erótica. Estas considera-
ciernes separan los dos problemas: e l d e las fuerzas y presiones a que está sujeto
el individuo m ediante las instituciones, lo que constituye un problem a socio
lógico; y el efecto de esas disciplinas sobre el individuo^ al m odificar sus tipos
d e reacción, q u e constituye un problem a individual.
En otras palabras: 1$ teoría de la libido fué inútil com o instrum ento para
la sociología, porque aspiraba a caracterizar las fuerzas sociales refiriéndolas a
u n a fuente som ática de placer del individuo y no podía, por lo tanto, consti
tu ir una base para la comparación d e instituciones. El problem a no estriba,
En la clínica práctica supone naturalm ente una gran diferencia que se interpreten los
fenómenos anales desde el punto de vista de una zona erógena o de una reacción, de acata
miento o de rebeldía ante la disciplina.
LA PSICOLOGIA SOCIAL D E FREUD 367
de esa dependencia que puede significar protección, alim ento, albergue y hasta
botín.
Las reflexiones contenidas en el libro d e Freud Psicología de las masas
acerca de la horda primeva no son más útiles de lo que eran en Tótem y u¡bú,
y es difícil percibir cómo puede ser empleada la dinám ica de una sociedad
hipotética p ara comprobar los datos relativos a una sociedad real, partiendo
de la base d e que aquélla es, según las propias palabras d e Freud (p. 112 d e
la ed. inglesa), u n “mito científico”.
Pero en esta segunda obra sociológica hay otra fuente más im portante de
confusión derivada del uso de ciertas palabras para describir hechos clínicos.
Plantea otra vez la cuestión que encontrábam os anteriorm ente en la relación
entre las construcciones y la experiencia directa y la d e si aquéllas describen
realm ente esta últim a. Señalemos la siguiente afirm ación (p. 60 de la ed. in
glesa): “A l m iaño tiempo que su identificación con e l padre, comenzó a
desarrollar el niño una verdadera catexis de objeto hacia la m adre, de tipo
anaclítico” (A nlehnungstypus). Esta afirmación define u n a complicada serie
de actitudes expresada en el lenguaje de las construcciones. Analicémoslas y
tratemos, si es posible, de trasladarlas a la experiencia directa. La palabra
Besetzung, traducida como “catexis”, es un térm ino descriptivo* desde el pun
to de vista del observador, del “am or” del niño por su m adre; pero la palabra
“catexis” define tanto la dirección com o la carga de energía. V a del sujeto a l
objeto. N o es la forma de la experiencia directa; es sólo u n a forma d e expre
sión. A hora bien, una “catexis de objeto de tipo anaclítico” no describe exac
tam ente fo q u e quiere decir- A l decir un objeto “anaclítico” quiere significar
Freud un objeto dél cual depende el sujeto, es decir, un objeto del cual espera
el sujeto que actúe como m ediador para todas las dificultades del mundo
exterior. Así, pues, lo que realm ente quiere decir Freud es que el sujeto se
encuentra en u n a actitud sexual y d e dependencia con respecto d el mismo
objeto. La actitu d hacia el padre es, pues, en términos d e experiencia directa,
de dependencia y hostilidad. N o hem os encontrado m ucho que merezca ser
mencionado en la bibliografía psicoanalítica acerca de la dependencia como
actitud^ del ego, aunque hemos descubierto que se ocultaba en la fórmula
“elección del objeto anadítico”, ¿Q ué tenemos entonces en el complejo de
Edipo? T raem os un amor sexual desarrollado hacia un objeto del cual depen
de el niño. ¿Tienen esas dos actitudes, amor y dependencia, una fuente bioló
gica com ún o, sea o no biológica dicha fuente, tienen algo que ver en su
m odelado factores sociológicos? La contestación a esa pregunta debe proceder
de la comprobación clínica y no d e la conjetura. La única manera de probar
ese punto consiste en observar sociedades donde las actitudes de dependencia ..
y sexuales n o tienen la oportunidad d e estar concentradas sobre el mismo
LA PSICOLOGIA SOCIAL DE FREUD 569
objeto. Esas sociedades existen. En las d e las islas Trobriand y M arquesas nos
encontram os con é so s tipos d e organización social. En la cu ltu ra de las islas
M arquesas nos encontram os con que las actitudes de dependencia están divoc-
ciadas d e las eróticas por las condiciones sociales, y a que el niño goza e n esa
sociedad de todas las oportunidades para asum ir actitudes sexuales hacia todos
los objetos, aparte d e su m adre, que es siem pre inaccesible incluso en esa
cultura. Pero esa afirm ación sólo podría dem ostrarse estudiando a l individuo
d e dichas sociedades con el mismo criterio que empleamos en nuestra propia
cultura.
Vemos, por lo tanto, que la fórm ula “objeto d e amor de tipaíanachtieo^
trata de describir u n a situación complicada desde el punto d e vista de lo que
ocurre a l “instinto” y en el lenguaje d e éste, y u n “instinto” tiene una fináis
dad y un objeto. N o es m eram ente u n a cuestión d e lenguaje; esa definición
n o describe la relación de dependencia.
Tomamos en consideración la idea básica de la “libido” qu e em plea Freud
como la unidad a través de la cual deben entenderse todos los vínculos soda-
íes. Em plea tres m odalidades principales: i ) el objeto puede ser uno mismo
u otro; 2 ) la libido puede ser “inhibida e n su finalidad”; 3 ) puede ser subli
m ada. La segundares decir, la libido “ inhibida en su finalidad”, plantea la
cuestión: icómo se “ desexualiza” la libido para surgir en form a d e amistad?
¿Cuál es la facultad del hom bre que desem peña esa función? ¿Es también
una form a de expresión que llena una necesidad verbal, o describe u n proceso
dinámico? ¿Podemos presentar un ejem plo del proceso inverso, d e u n caso en
el que la “libido desexualizada” se convierte en sexualizada? En realidad, soo
innumerables los casos que se presentan en la psicopatología q u e llenan esa
condición. El más notable de entre ellos es el d e la “hom osexualidad incons
ciente” en el varón. Pero no es esto lo que sostiene la teoría: adopta la posi
ción de que la a lta tensión en la hom osexualidad inconsciente es de natura
leza homosexual; está reprim ida y sus manifestaciones ocultas. E n u n sueño
sintomático, se reafirm a. Esta explicación no tiene en consideración el papel
de la “defensa” en la creación de esos fenóm enos ni toma tam poco en cuenta
la dependencia al crear el cambio del objetivo sexual. El concepto de “homo
sexualidad” se considera como una gratificación sucedánea y no como un tipo
de defensa.
¿Qué importancia tiene todo esto con respecto del problema básico de la
psicología de los grupos planteado por Freud? Es importante comprender
lo que quiere decir Freud cuando se refiere a la relación de los grupos con sus
jefes y a la que m antienen los individuos entre sí. Es importante determinar si
esos conceptos cumplen las condiciones requeridas o si necesitan ser comple
mentados mediante una comprensión de las actitudes del ego, como la depen
370 PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA
dencia, y ver si se les puede utilizar para com prender m ejor los fenómenos
sociales. La “libido desexualizada” es u n concepto que solam ente podríamos
em plear si conociésemos las funciones psíquicas que la desexualizan y pudié
ramos identificar, específicamente, las expectativas que se ocultan tras ese
cambio* Las expectativas procedentes d e la finalidad de dependencia son muy
distintas de aquellas que proceden del amor sexual. El hecho es que n o sabe-
mos d e ningún agente desexualizador. Sólo nos queda, en consecuencia, una
solución alternativa: investigar todos los posibles factores que se encuentran
concentrados en esa forma en las construcciones de la teoría de la libido.
Procederemos a hacerlo en un a sección posterior.
Q ueda aún o tra cuestión relativa a la psicología del grupo que Freud
planteó en El yo y el ello. [E n la edición española, incluida en el volumen
Psicología de las masas y análisis d e l yo.] Describe F reud en la misma la
ordenación sistem ática dentro de la personalidad.
D icha obra no es inteligible a m enos que tengamos en cuenta unos cuantos
hechos significativos de la historia d e la teoría psicoanalítica. Dicha teoría se
desarrollo en respuesta a necesidades clínicas y su crecim iento fué relativa
mente lento. Es, por lo tanto, natural d ar por hecho que m uchas ideas em-
pleadas p o r necesidad al principio^ hubieron d e ser rem plazadas por otras
mejores. T ales revisiones eran frecuentes y siguen siéndolo todavía. Pero ocu
rre con frecuencia que en los escritos posteriores de Freud aparecen retracta
ciones q u e no especifican qué es lo q u e rem plazan. Es cierto, sin embargo,
que la tem ía d e l instinto continuó siendo la piedra angular d e todo el sistema.
La mayoría de los mecanismos em pleados por Freud para describir la dinám i
ca deben su origen a las vicisitudes del instinto que fué capaz de trazar.
La división d e la personalidad en ego, id y super-ego, fué producto del
concepto de represión. Freud no sólo adm ite plenam ente ese hecho, sino que
h a puesto en guardia repetidas veces acerca de los peligros d el uso de la repre
sión com o m edida general para valorar toda la dinám ica. En otras palabras,
la metapsicologia es u n intento dé form ular la dinám ica y la estructura de la
personalidad total partiendo d e lo que puede percibirse a través efe los fenó
menos d é represión. No fué tan paso arbitrario de Freud, sino que venía
impuesto por la naturaleza de los fenóm enos histéricos en los cuales la repre
sión desem peña u n papel tan predom inante.
Heme» m encionado unos cuantos párrafos acerca de algunas de las venta
jas de describir los fenómenos psíquicos en términos de “ instinto”; pero este
procedim iento llevó consigo m uchas desventajas. A l orientarse a base d el ins
tinto, dejó Freud poco espacio para la actuación de las influencias sociales.
Hemos m encionado ésta en relación con el erotismo anal, como disciplinas
LA PSICOLOGIA SOCIAL DE FREUD 371
dicha orientación h a sido respaldada enérgicam ente por otros autores» espe
cialmente por K. H om ey2T y F. A lexander.2728
La obra d e From m fué la prim era y m ás im portante de la serie. Inició una
crítica to tal d e los procedimientos analógicos del m étodo d e Reik (que era,
esencialmente, el d e Freud) y señaló el camino hacia una apreciación más
realista d e la influencia sobre la cultura de las realidades sociológicas exter
nas y del medio. Ese procedimiento equivalía al abandono de la hipótesis
evolucionista. Fromm m antuvo la teoría d e los instintos, en varios escritos,2930
pero la trató, más tarde, en forma algo diferente* El ejem plo especifico de
Fromm es el origen, desarrollo y cambio d el dogma cristiano durante los años
primitivos. Niega que las crisis religiosas d e la historia se deban al recrudeci
miento periódico del sentim iento autóctono de culpabilidad, y afirma su deri
vación de dificultades especificas existentes en el medio. “Las ideologías no
hacen al hom bre, sino el hom bre a las ideologías”,80 y son éstas el producto
de conflictos específicos sobre u n determ inado grupo de hom bres.
Demostró que cuando el cristianism o era la expresión d e gentes oprimidas,
sus dogmas expresaban las necesidades emotivas d e los oprimidos; por ejem
plo, el deseo de encontrarse en el lugar d e sus perseguidores. E l dogma expre
saba la idea así: el hom bre se convierte en Dios. C uando el cristianism o llegó
a ser la religión de las clases gobernantes, el dogma cambió correlativam ente.
Ahc^a reza así: Dios h a sido siem pre D ios y el hom bre nunca será Dios. Por
otra parte, las recompensas por el sufrim iento habrán de recogerse después de
la muerte, facilitando en esa form a la aceptación de aquél y convirtiéndolo,
en realidad, ea un derecho a la, bienaventuranza eterna después de la m uerte.
Durante los últim os siglos, Dios y su hijo Jesús dejaron paso a l culto a la V ir
gen» que tiene su explicación sobre la base de los correspondientes cambios
sociales y económicos.
Sea cual fuere la exactitud de las explicaciones específicas de Fromm, la
orientación y la metodología son más satisfactorias y prácticas que la esque-
matización evolucionista. En un escrito inédito ha estudiado el autor d e esta
obra el origen y desarrollo del culto de Osiris en el antiguo Egipto y puede
aportar la dem ostración en apoyo de la hipótesis d e Fromm. A mayor abun
damiento, investigadores recientes en los campos de la antropología y la socio
logia, tanto si están fam iliarizados con los m étodos del m aterialism o histórico
o del psicoanálisis como en caso contrario, confirm an el puntp de vista de q u e
se debe trabajar con las culturas como unidades y derivar su religión e ídolo-
gías d e las situaciones reales d e la vida,31 prescindiendo d é la difusión.
En consecuencia, tan to en psicoanálisis como en antropología» m uchas
orientaciones están tendiendo h a d a una finalidad sim ilar; la cuestión de la
técnica y dé los conceptos operativos se hace, por lo tan to , más, urgente cada
vez. Los errores de la hipótesis evolucionista y la falta d e claridad d e la teoría
d e los instintos no invalidan el m étodo psicoanalítico. Es posible reéxponer y
subdividir los datos incluidos y tratados bajo el epígrafe “ instinto”. U na vez
que*se hayan aclarado esas dificultades, hay q u e reagrupar las poderosas, he
rram ientas del psicoanálisis para hacer un nuevo intento d e utilizarlas.
CONCLUSIÓN
-i i J K
.v - ?.
PRINCIPIOS Y T E C N IC A PSIC O LO G IC A
3 Por ejemplo, el período de latericia e n el hombre se explica así: “Creemos que debe
haber ocurrido algo de extrema importancia para los destinos del género humano, que ha
dejado tras sí, como precipitado histórico, esa interrupción del desarrollo sexual.** The
P rM em o/ Anxiefy (rrad, por H. A. Bunker, Nueva York, 1935), p. 131.
3 S O
PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA 381
CULTURA Y NEUROSIS.
REACCIONES A N TE LA FRUSTRACIÓN
« V id. pu 217.
7 Es importante señalar, sin embargo* que en los casos graves d e neurosis d e compulsión,
«b los que la protección está garambada por severas restricciones de las actividades do la
personalidad, o en la hotitoseattalidad» donde la dependencia se garantías por pea actitud
sexual, faltan con frecuencia esos símbolos relacionados con el comer.
ANHELOS FRUSTRADOS DE PROTECCION 393
cuestión» Pero, incluso con respecto a los' órganos m ediante los cuales se m a
nifiesta un im pulso determ inado, existe una gran diferencia en cuanto al
carácter inm ediato de la conexión entre el cuerpo y el impulso. Hasta en
el caso del im pulso sexual es m uy difícil establecer esa conexión; en el cas<>
del impulso d e dominio o agresión, esas conexiones corporales se pierden en
la vaguedad, y en el de una función, como la vista, es imposible identificar
ningún "instinto” que la impulse, aunque el órgano ejecutivo* el ojo, sea fácil
de identificar.
Este problem a es de im portancia secundaría. El d e la relación entre el
impulso y la actividad que lleva a su satisfacción es m ucho más inmediato.
La palabra “ finalidad” tal como Freud la emplea, se refiere al resultado
final, como por ejemplo, la unión sexual. Los conceptos q u e se em plean para
describir la relación entre ambos, el impulso y la conducta, tienen gradacio
nes de significado. El conato de u n impulso se define con el epíteto “deseo**'
o “apetito**, m ientras que la palabra “impulso” com porta el significado d e
deseo y adem ás de un acto ejecutivo en preparación. E n las formas inferio
res de vida —y es peligroso sacar conclusiones de formas de tid a cuyos im
pulsos no apreciamos— se siente u n o inclinado a creer q u e el “instinto** com
prende tanto e l impulso como la actividad necesario p ara satisfacerla Por
lo que hace al hombre, puede afirm arse decididam ente q u e sólo el impulso,
y no la conducta necesaria para satisfacerlo como pudiera ser el caso en las
formas de vida inferiores, está determ inado filogénicam ente. De otra m anera,
el estado inm aturo del ser hum ano en el m omento d el nacim iento pierde
toda su significación en relación con sus posibilidades d e adaptación poste
rior. N o se puede estar com pletam ente cierto de esta últim a presunción, ya
que es im posible reproducir nada q u e sé parezca a las condiciones experi
m entales necesarias para probarlo. N i tampoco es posible probarlo socioló
gicamente porque no poseemos un conocimiento del hom bre salvo en alguna
forma de sociedad. Si nuestro supuesto no fuese cierto, por lo menos en
parte, ¿cómo podríamos explicar la perversión sexual o los infinitos refina
m ientos del “instinto** de dominio?
El hecho d e que existe en el hom bre esa solución d e continuidad entre
el impulso n ato y la técnica para satisfacerlo, constituye su máxima ventaja
por lo que se refiere a los potencialidades de supervivencia y adaptación, en
comparación con las de los anim ales inferiores, pero es, al propio tiempo, una
d e sus desventajas más graves, como demuestra el estudio de las neurosis.
E l hecho de q u e esa solución de continuidad sea psicológica, hace que el
desarrollo y crecim iento d e los procedim ientos para satisfacer los impulsos
estén sometidos a la influencia del m edio en u n grado n o conocido en nin
guna forma inferior de vida. Este hecho disminuye por sí solo las oportuni-
ANHELOS FRUSTRADOS DE PROTECCION 395
10 Este problem a, ta l como ha sido planteado, influye en- form a im portante sobre, otro
punto litigioso de la psicología psicoanalítica: la génesis de la ansiedad neurótica. No es po
sible entender las diversas teorías relativas a la ansiedad sin ten er en cuenta su contexto
histórico. Resolvió Freud la relación e n tre un anhelo biológico Insatisfecho y la ansiedad,
sobre la base de la teoría de la libido, Como una “conversión** de ésta e n ansiedad. Las
formulaciones más recientes de la psicología freudiana del ego obligaron a su autor a re
tractarse de su prim itiva teoría de la conversión y a reconsiderar a esta com o una reacción
ante el peligro que, a su vea, pone en m ovim iento todo d dinam ism o de la represión (1926).
Sin embargo, h a persistido una idea que constituye la clave d e todas las teorías de la an
siedad: la de que cada una de éstas es una reproducción de o tra ansiedad experim entada
anteriorm ente. El acto de nacer se erige, por lo tanto, en e l prototipo de la ansiedad.
Rank utilizó esta idea y pensó haber descubierto la fórmula universal de la ansiedad. La
adaptación norm al podía, por consiguiente, caracterizarse como \io a “abreacción feliz*’ del
traum a nataL Se trataba, por consiguiente, a 2a situación del nacim iento desde el p u n to
de vista de los instintos satisfechos o frustrados, es decir, sobre la pauta de los instintos
sexuales. Todas esas teorías operaban sobre la base de que los acontecim ientos reales que
tenían lugar durante t i nacimiento, seguían siendo ti prototipo d e la ansiedad, pero no te
nían en cuenta los recursos del ego o la form a en que se establecían. O tros autores eligie
ron otros fenóm enos asociados, como la agresión, y centraron t i estudio de la ansiedad sobre
la relación con la agresión en concepto de fenóm eno nuclear. Todo esto no hace sino
probar que e l problem a de la ansiedad neurótica no puede ser resuelto hasta que se llegue
a tener un conocim iento suficiente de la estructura y funciones del ego, que permita colo
car en su lugar correspondiente a todos esos fenómenos que h a n sido correctamente ob
servados.
396 PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA
«e en una cultura donde las disciplinas restrictivas son severas. Podemos poner
e n parangón este grupo de constelaciones con aquéllas que se encuentran en
■sociedades donde las disciplinas n o restringen al niño o establecen un equili
brio aceptable entre las satisfacciones y las frustraciones. ' ,
Caracterizar a las disciplinas como “severas” y “no severas”, constituye
u n a terminología bastante imprecisa. Se las puede calificar de severas cuando
el número de las m ismas es grande y si, colectivam ente, aum entan mucho las
responsabilidades d e l individuo, o se las puede considerar com o severas si se
oponen a gratificaciones esenciales. Hay, sin embargo, otro factor que es quizá
e l más im portante y q u e estriba en las condiciones establecidas al margen d e
las disciplinas, la insistencia y las m edidas punitivas o amenazas de sufrimien-
to. En las sociedades como la d e las islas M arquesas, donde las disciplinas
anales no son severas en ese sentido y donde no se pone obstáculos a los obj©-
tivos sexuales, la alim entación por el progenitor continúa constituyendo el
prototipo básico de las relaciones amistosas con un objeto. R epresenta la expre
sión: “Si te alim ento m e alim entarás.” Esto últim o no es un am or condicionar
d o por la obediencia, sino un sim ple cambio de placeres sem ejantes, altam ente
apreciados por el individuo. Las culturas tanala y de las islas Marquesas
describen en la práctica real la diferencia entre las constelaciones que surgen
e n el individuo como consecuencia de esos dos tipos de actitu d básica con
respecto de los padres. En muchas culturas, puede persistir la p au ta alim enté
cía en unión del procedim iento d e congraciamiento-reintegración.
Cuando los anhelos de dependencia se garantizan a costa d e la penosa
renunciación a gratificaciones, y cuando persisten las tensiones reprim idas
— como por ejem plo los impulsos sexuales—, el niño tiene qy e elim inar los
impulsos y desarrollar cierta actitud con respecto al progenitor que los pro
híbe. Consigue esto, m ediante la alteración de la representación de sus im
pulsos y el cambio d e la del progenitor. La imagen paterna se hipertrofia y
con ella se exagera, igualmente, el poder para hacer bien o p ara dañar. Se
representa al objeto protector odiando o perjudicando al sujeto. E l niño puede
representarse a sí m ismo satisfaciendo un impulso permisible m ediante la sus
titución; se oculta el odio y la agresión hacia el progenitor por el daño sufrido.
U n ejemplo pondrá esto en claro. U na m ujer frígida sueña que está en la
cam a con su m arido. Están a punto de efectuar el coito, cuando una vieja
en tra en la habitación llevando una bandeja con alim ento. La paciente sufre
con la intromisióii, que se repite varias veces, pero no puede decir a la vieja
q u e no moleste. El significado es evidente. La paciente busca la compensación
en el alim ento (gratificación oral más dependencia) y no m uestra, por lo
tanto, su agresión contra la m adre. El odio que la paciente siente como proce
dente de la m adre, se oculta tras la satisfacción de los anhelos d e dependencia
4C0 PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA
U Esta interp retación puede dar lugar a ciertas divergencias de opinión. Aquellos cuyo
interes principal en la psicopatología estriba en e l estudio de las transform aciones de sentí-
piW iin, harán m ás hincapié sobre la “ cólera reprim ida” contra la m adre y atribuirán todo el
sm dfom e a este sentim iento. La imagen am enazadora es, por consiguiente, una proyección
de su propia hostilidad. Es éste u n punto d e vista unilateraL El síndrom e se crea merced a
«im constelación en la que se frustra una necesidad, se bloquean los impulsos necesarios para
satisfacerla, se entrem ezclan los sentim ientos d e afecto y de odio —y todos esos hechos contri*
buyen e n forma activa para hacer fracasar la experiencia total—. Siguiendo a este fracaso se
encuentra la creación de una percepción de hostilidad procedente del o b jeta Esta percepción
ANHELOS FRUSTRADOS DE PROTECCIÓN 401
m ana con su dem anda d e dependencia? Todo depettde del lugar e n que se
encuentren los intereses predom inantes del niño, en el placer orgánico de-
m am ar o en la reclam ación m ás general d é la atención exclusiva en u n man",
do ap arte en el q u e se siente pequeño e insignificante. Su m adre h a dejad# d é
ser su agente mágico así com o la-fuente de satisfacciones sexuales, cosas ambas
que h a n cesado hace ya tiem po. Subsiguientemente, ese m uchacho se dedicó
al robo y, cómo era de esperar, robaba solam ente objetos comestibles.
O tro ejemplo de una representación sem ejante se encuentra en e l caso d e
un hom bre12 que subía graves ataques de eczema sobre todo el cuerpo cada
Vez que se encontraba en u n a situación desagradable de la vida. Los eczemas
infantiles ocurren, con m ayor frecuencia, inm ediatam ente después d e l -destete
y n o es raro que persistan hasta la edad adulta.* Se les asocia con el picor V
el acto de rascarse y son, ordinariam ente, resultado de este ultim ó. Según los
sueños, este acto d e rascarse representa, indirectam ente, una agresión violenta
contra la madre q u e ha destetado, pero el niño lo ejecuta sobre si mismo. El
objetivo y la significación d e dicho acto cam bian. En un principio es u n a pro*
testa primitiva; se convierte después en un proceso de abrirse nuevam ente
-cam ino hacia la m adre y puede llegar a ser, por últim o, el equivalente d e cual"
quiera d e las gratificaciones que aspiran a com pensar la pérdida, especialmen
te la m asturbación. T al fué la conclusión a la q u e se llegó respecto d é varios
pacientes de eczema a quienes analicé. El paciente del que nos estam os ocu
pando, tenía algunos Rueños interesantes: í) U n gigante lo levanta en tre sus
m anos, pero luego comienzan éstas a cerrarse y aplastarlo. 2 ) Se encuentra en
una caverná oscura donde hay un anim al salvaje que quiote com érsela Se
despierta de ambos sueños presa de ansiedad. E l prim ero,es la reproducción
de u n a experiencia infantil: la de ser levantado por los brazos d el padre
protector, pero en lugar d e recibir u n abrazo cariñoso, se le am enaza con
aplastarlo. El segundo sueño reviste el acostum brado carácter intra-uterm o
con la idea aneja de ser co m id a El curso de la enferm edad de este hom bre ha
sido m uy notable. A consecuencia de su eczema, h a ingresado con frecuendá
en u n hospital y h a reproducido allí, bajo el títu lo de su fracaso^ el estado de
dependencia de la niñez, yaciendo en la cama, siendo alim entado y sintiéndose
irresponsable; y su eczema se ha curado. C ualquier nueva dificultad produce
un nuevo ataque. E l hom bre en cuestión es m uy conocido en varios hospitales
de K ueva Y ork13
N o es posible detallar los puntos de su adaptación en los cuales fracasa su control sobre sus
relaciones con el m edio ambiente y las tazones de dicho fracaso.
*4 Serta interesante contrastar esta explicación con la ofrecida por la teoría de la libido.
Se considera generalm ente a los tem ores de ser comido como versiones del miedo a la
castración, pero expresados sobre e l nivel oral-sádico. Todo esto parece misterioso a los no
iniciados. Para com prender la fórm ula, debemos entender prim ero la inform ación que trataba
de encontrar Freud; estaba en busca de datos acerca de lo que ocurría con el impulso repri
mido; encontró dichos datos en la fobia expresada en el síntom a o en el sueño. Cuando
formuló la teoría do la libido, desconocía Freud cuáles eran las actividades del ego que esta
ban representadas en e l fenómeno; la teoría de la libido sólo aspiraba a explicar las activida
des del “instinto'* que Freud sabía que no podían ser destruidas. Reconoció la importancia de
la ontogenia, es decir, los aspectos de desarrollo; pero interpretaba todos los hechos, que eran
indiscutibles y comprobables, como prueba de la existencia de regresiones a las fases prim iti
vas de satisfacción de la tendencia instintiva. Al propio tiempo, Freud ponía de mani
fiesto la necesidad urgente de que se tomasen en cuenta mayor núm ero de las actividades del
ego (vid. supra, p. 364). Si seguimos e l consejo d e Freud y la labor de Ferencxi, que aquél
avala, podemos llegar a otras conclusiones con los mismos datos. Pero la inclusión de las acti
vidades déT ego no se reduce a añadir el conocim iento de cuanto ocurre con la libido; entra
ña un nuevo m odelado de toda la interpretación. El fenómeno calificado de sádico-oral
representaba sin duda alguna una reorganización de todo e l ego tal com o era en la niñea
Pero la necesidad frustrada está tam bién representada en el deseo de m am ar y chupar, de ser
protegido, lo que el individuo está dispuesto a aceptar en sustitución del impulso abandona
do. Se encuentran las actividades del ego en su deseo irrealizable de volver a un estado de
dependencia como el de la infancia, que se representa en su forma negativa: ser comido;
di ego se representa com o desvalido. A si, pues, puede comprobarse la dinám ica de los hechos
descritos p o r Freud^ pero es preciso alterar la interpretación con referencia al ego. Heme»
intentado hacerlo aquí. Empleamos la teoría de la libido con el solo objeto de ofrecer prue
bas de los anhelos instintivos, pero no de las actitudes del ego. La insuficiencia radica en las
premisas d e la teoría, no e n los hechos.
RELACIONES CON EL MUNDO EXTERIOR 403
d ro resultante. Este ejem plo es m ucho más gráfico q u e uno referente a la inhi
bición sexual, porque en este últim o caso estamos acostumbrados a atribuir a l
m asoquism o u n elem ento punitivo debido a la actuación del sentido d e la cul
pabilidad. ¿Dónde esta la culpa e n las neurosis traum áticas? Podemos deducir
algunas conclusiones acerca d e la naturaleza de esas funciones del ego. Su
tare a parece consistir, en prim er liígar, en apartar al m undo tan agresivamente
q u e, una vea que se ha hecho desaparecer su efectividad, el individuo experi
m en ta el sentim iento d e estar sin protección y de ah í que el m undo se le
derrum be encim a. Por lo menos, ésta es una percepción endopsíquica que tie
n e d el m u n do.elindividuo privado de sus arm as de adaptación. D urante e l
desarrollo d el individyo* ocupan las armas efectivas de adaptación del ego
d tugar de la m adre protectora. N o se observa ansiedad en los estados de vigi
lia d e esas neurosis traum áticas, sino solam ente irritabilidad, una tensión cons
ta n te q u e im pide la ansiedad. S e origina por lo tanto el “masoquismo” por el
in ten to d e establecer contacto con el mundos cuando los agentes ejecutivos
p a ra ello están bloqueados. Si con su. ayuda se siente a salvo el individuo y sin
ella experim enta la sensación d e que el m undo se le viene encima, debem os
d educir la conclusión d e que la fundón de esos recursos del ego consiste en
m antener a raya al m undo. Es ésta, por supuesto^ una representadón muy ex
tra ñ a y m ecánica de órganos q u e desem peñan funciones tan pasivas como las
d e los sentidos. En form a de diagrama la podem os diseñar de la m anera
sig u ien te:1* .
M undo exterior M undo exterior
i
Ego normal Ego inhibido i o contraído
La comprobación m ás im portante a que puede som eterse una psicología es
la d e la explicadón que ofrezca del fenóm eno del masoquismo. Es éste u n
fenóm eno sólo comprensible m ediante construcciones o conceptos operativos,
ya q u e ni la experiencia directa n i la conducta pueden explicarlo. Las explica-
18 Explica Freud un concepto de esta neurosis en su teoría de la Reúschtm: (defensa
Contra los estím ulos). Sostiene que esa defensa contra los estím ulos es suficiente en circun»*
tancias normales, pero que en la neurosis traum ática se rom pe. Este concepto tom a debida
m ente en cuenta los hechos. Pero Freud no nos dice cómo se construye esa defensa contra
los estím ulos. El concepto de defensa contra ios estím ulos es exacto, pero no especifico.
S egún los fenóm enos de la neurosis, la defensa consiste en el funcionam iento apropiado del
aparato del equilibrio senririvo-motor con cuya ayuda se garantíza la orientación y es capaz el
individuo de emplear las funciones d e utilidad de los sentidos y de los miembros. Una vez
desaparecida esa función de utilidad, queda en realidad elxindividuo privado de protección.
El individuo que dominaba antes al m undo a su antojo, considera ahora esa actividad com o
am enazadora y peligrosa. Este principio se aplica con la misma exactitud a otras form as de
m asoquism o.
406 PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA
FRUSTRACIONES SEXUALES
d e lta tarde a una fiesta y una de las invitadas que atrajo su atención fue
una bailarina. Coqueteó u n poco con ella. C uando se acostó aquella ilo
che, comenzó a tener fantasías eróticas acerca d e la m uchacha. Las fanta
sías contenían, esta vez, m ás que lo que habían m ostrado en los primeros
análisis. El paciente era m ás asertivo, experimentaba un sentim iento mayor
con respecto d e sus órganos genitales y del acto sexual. Se durm ió y experi
m entó la siguiente serie de imágenes hipnagógicas: 1) Fantasías sexuales acer
ca de la bailarina. 2 ) “Estoy introduciendo un instrum ento duro d entro de
una locomotora.” 3) “Estoy atado a u n árbol y alguien m e está golpeando en
los testículos con un bate d e béisbol”^ ) “Digo que todo eso es una tontería,
soy dueño de la situación.” 5 ) “Me despierto con ansiedad.”
C uando vino el paciente por vez prim era p ara someterse al análisis, la
única actividad sexual de q u e era capaz era la m asturbación acom pañada de
fantasías internam ente hum illantes y crueles como en la tercera imagen hipna-
gógica. Fantasías de ese carácter se habían fijado ya claram ente en su espíritu,
a la ed ad de seis años. Adoptaron* su forma actu al poco tiem po después de
que su madre le prohibiese absolutamente m asturbarse y le amenazase con
toda suerte de terribles consecuencias, como la locura y otras parecidas, si
continuaba. Continuó, em pero, haciéndolo con la ayuda de fantasías maso-
q u ita s eptre las q u e se contaba la impresión de que le golpeaban el pene con
un b ate de béisbol. Concidiendo con. la representación “m asoquista” de la
actividad sexual -^h acer algo agradable y q u e le hiciesen algo desagrada
ble— había una interesante serie de imágenes fóbicas q u e le asaltaban, inme
diatam ente antes de dorm irse. Esas imágenes, fóbicas representaban claram en
te los cambios operados en. la representación del objeto que frustra u n a nece
sidad im portante. Este niño se veía acom etido desde la edad de tres a cinco
años, p o r temores, prim ero, d e una bruja que entraba en su habitación para
estrangularlo. (S u m adre tenía la costum bre d e ir a verlo antes d e que se
acostase, en un principio, p ara mimarlo y acariciarlo, y después para prevenir
lo contra la m asturbación.) Siguieron después fantasías acerca d e animales
salvajes que le iban a devorar y, finalmente,, d e ladrones que no le h am o
daño si se estaba quieto, pero que s r hacía el m enor movimiento, le aplasta
r á n la cabeza con una porra. La inm ovilidad e ra su salvación; al n o m astur-
baise se creía segura
Las ipagenea hipnagógicas com entes representan, evidentem ente, la inca
pacidad de seguirsu fantasía sexual en forma n o rm al En su lugar se encuen
tra n u n a serie d e imágenes q u e la representan, a l principio, como algo extre
m adam ente difícil y después como u n acto cruel en el cual se aprecia cierto
esfuerzo para conseguir u n poquito d e placer. Su protesta está claram ente
registrada, así como su tem er d e evidenciar esa protesta.
FRUSTRACIONES SEXUALES 409
uti dios poderoso (un antepasado difunto) que cum plía su promesa otorgando
am plias recompensas.
C uando hablam os d e m ovilidad social a través d e las líneas de clase y
prestigio, nbs referimos a tfná esp era m átid b je tiv o qu e puede m a iite n e te l
individuo como finalidad de vid a. La ausencia d e e&a movilidad, tai com o
existe en los sistemas d e castas, debería aórnentár/ teóricam ente, Ja ansie
dad con respecto de la (Atención d el prestido, pero en la práctica, esa ansiedad
acaba por desaparecer y se la reemplaza ooft actitudes d e resignación y sttm k
sión. A llí donde las líneas de clase son libres y el individuo puede ad quirir
prestigio, es probable que la ansiedad relativa a su obtención sea mayor, ya
que el objetivo ño desaparece nuifca y en tanto q u e el individuo se sienta
dism inuido por su falta d e éxito, será continuam ente presa de esa ansiedad.
Ese fracaso én la aspiración de mejorar, sé racionaliza entonces achacándolo
a la culpabilidad, la insuficiencia, el destino y otras circunstancias análogas.
CONTROL DE LA AGRESIÓN
única fuente de agresión, pero es la que más nos interesa* El interés principal
estriba en las formas en que se expresa la agresión. Los dos tipos principales
que hem os observado eran las formas explícitas y reprimidas. Las prim eras
eran la magia maléfica; y las segundas, algunos tipos de histerismo (tromba
y posesión por los espíritus).
La represión de la agresión sólo puede hacerse con éxito cuando sé puede
m antener de modo adecuado el equilibrio frustración-satisfacción. La cultura
tanala-betsilea nos mostraba q u e ese equilibrio puede ser perturbado m ediante
la imposición de obstáculos a las satisfacciones básicas de u n gran núm ero de
individuos.
. C uando las agresiones están cercadas por las correspondientes recom pen
sas, se m anifiestan pruebas d e ese hecho en los productos de la fantasía. Es
ésta una de las razones por las cuales es tan útil el folklore para localizar las
fuentes d e las hostilidades intrasociales.
N o era menos cierto conrespecto del psicoanálisis que de las dem ás paco»
logias, que la estructura y funcionamiento d e la personalidad to ta l derivaban
p ara él de aquellos conceptos especiales em pleados p ara desgeibir u n sector
d e adaptación escogido arbitrariam ente. T odas las notaciones d e Freud eran
derivaciones del concepto d e l 4‘instinto", con sus supuestos acerca del parale
lism o filogénico. En contraste con las d e Freud, podemos m encionar las
de A dler, que eligió el -proceso to tal de adaptación p ara seguir, los destinos, de
ciertos sentimientos y actitudes. L a estructura de la personalidad total variará,
por 1 q tanto, según cuál sea el punto de m ira que se establezca, según que se
sigan los destinos del instinto o se describan las modalidades d e la organiza
ción del 3 $o. N o tenem os interés en probar que el u n o tiene razón y el o tro
está equivocado, sino m eram ente en ver cóm o se com plem entan m utuam ente
y hasta qué punto está subordinado cada u n o de ellos a los datos reunidos.
L o6 primitivos conceptos estructurales q u e se hallaban en el psicoanálisis
se lim itaban a las diferenciaciones tópicas (o teo ló g icas), las prim eras de las
cuales fueron “inconsciente" y “consciente”. Esas nociones llegaron a tenar
u n significado espacial. E l punto de vista dinám ico restableció la continuidad
d e la personalidad con el auxilio de los llam ados mecanismos psíquicos (id en
tificación, proyección, e tc .) y el punto de vista económico indicaba e l carácter
intencionado de la modificación; ambos puntos de vista contribuyeron a for
m ar conceptos operativos sobre la estructura y funciones de la personalidad
total.
A diferencia de lo que ha sido su historia en otras psicologías, en el psi
coanálisis, el concepto de “instinto” estaba totalm ente ligado a ciertos pre
conceptos médicos, el m ás im portante de los cuales era la noción directiva d e
u n a etiología especial para las neurosis. F reud se decidió a em plearlo des
pués de una serie de maniobras prelim inares, con la idea del traum a o daño
como principio m ediante el cual trazar la etiología específica. Siguió después
el concepto de traum a como experiencia psíquica, específica y conm ocionan
te, en el dom inio sexuaL La idea de especifidad se unió entonces a la d el
m em ento en que se experim entaba el d añ o o trau m a sexual. Finalm ente,
com o quiera que resultó que no todos los individuos que habían padecido ex
periencias de traum a sexual en la niñez sucum bían m ás tarde a la neurosis,
416 PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA
hubo de abandonar Freud esta idea, en busca de o tro factor más especifico»
Buscó entonces el factor especial que afectaba a un individuo y no a otro. Eí
resultado fué que el traum a sexual llegó a significar un a detención del des>
arrollo» lo q u e constituye probablemente el hallazgo m ás valioso conseguido
por Freud en ese período de su labor. Esa idea ha sobrevivido a todos los
intentos de m enospreciarla o reemplazarla. Son m uchas, sin embargo, las for
m as de interpretar el significado de esa detención del desarrollo, d e cada una.
de las'-cuales se deducen diferentes consecuencias clínicas; u n in térp rete
puede referirse de modo exclusivo a las finalidades d e placer y otro a las fun
dones perceptivas coordinadoras y ejecutivas.
Esta idea d e interrupción d el desarrollo o fijación, llevó al descubrim iento
de iá sexualidad infantil que se dedujo de la correlación entre las perversiones
sexuales, recuerdos infantiles de neuróticos y de la presencia de ciertos fenó
m enos persistentes y regularm ente recurrentes, en neurosis y sueños.
La expresión “instinto sexual” era de uso común y parecía posible q u e
el esquem a ontogénico desarrollado en relación con el instinto sexual, pu
diera ser usado con respecto de otros instintos. Se comprobó que no ocurría,
stón En algunos de esos instintos, como los “instintos del ego”, n o se p u d o
pasar de identificarlos por su nom bre; no pudo conseguirse el m enor pro
greso en su estudio. Se hizo q u e los criterios establecidos para los instintos
sexuales abarcasen toda la adaptación del individuo; se incluyeron bajo la rú
brica d e “ placer erótico” m uchas cosas que m erecían ser tratadas por sepa
rado o que hubieran podido ser consideradas de m odo diferente si se las
hubiese divorciado del supuesto d e que todas las actividades han de derivarse
d e aquélla fuente.
Las dificultades inherentes a la teoría d e los instintos comienzan en ese
puntó, porque los fenómenos, bien observados, se interpretaban exclusiva
m ente como manifestaciones del “instinto” en el curso de su ontogenia, tras
del cual se encontraba el em puje filogénico, y no se les interpretó como m a
nifestaciones d el proceso total de adaptación del individuo a un grupo espe
cial d e situaciones de am biente. Se denominó fijaciones a las detenciones del
desarrollo q u e emergían como m etas sexuales infantiles persistentes hacia las
cuales podía retrogradar el individuo; Se dio por hecho que las vicisitudes
d e la vida ejercían su influencia sobre este desarrollo, pero sólo d e acuerdó
con la facilidad con que e l individuo progresaba* d e u n a a otra etapa. El fra
caso produciría siempre una regresión (Ift vuelta a u n a fase anterior). Así,
se consideraba á todo el proceso d é adaptación desde eL punto de vista d el
desarrollo, el crecim iento y el cam bio. Este p u n to de vista era de enorm e va
lor; sin él, son incomprensibles m uchos dé los fenóm enas de la psicopatología.
El roal radicaba en que se observaba ese desarrollo desde un p u n to d é vista-
PERSONALIDAD TOTAL E INSTINTO 417
cía de la represión y de la defensa. Q ueda aún otro punto oscuro, que surge
de la definición del “ego” como porción diferenciada del id.
La estrücturaíización de la personalidad total es una de las secuelas de
la influencia de la psicopatología y más especialmente del fenómeno d e re
presión como guía para el conocim iento de la estructura de la personalidad
total. Y ésta, a su vez, puede derivar de la hipótesis del instinto.
La hipótesis del instinto, con su definición de las finalidades en térm inos
del principio del placer (o m ás específicamente: del principio dél placer
orgánico) origina otra serie im portante de conceptos que aunque fenómeno-
lógicamente exactos (es decir, comprobables) fueron tergiversados en su sig
nificado. Tales conceptos fueron los de fijación, desplazamiento, transferencia
y com pulsión de repetición. Todos ellos han sido m uy útiles para seguir la con
tinuidad de la personalidad hum ana, pero sus significados cambian cuando
se les divbrcia de la interpretación de la conducta como persecución de fina
lidades instintivas. La cuestión estriba sólo en lo q u e se refiere a la localiza
ción d e l a fijación —¿como persecución de una finalidad infantil especial d e
placer orgánico o como la organización de la personalidad total?— Conside
rados, desdé este últim o p u n tó d e vista, esos cuatro “mecanismos” describen,
todos ellos, la continuidad d e la personalidad en sus capacidades perceptivas,
coordinativas y ejecutivas.
0
*
' L a psicología del instinto* qüe define la adaptación en términos d e per
secución d e finalidades instintivas, lo hizo m ediante la ayuda de un ¿h ip ó
de construccíones que, como-los mecanismos psíquicos, gozaron, durante largo
tiempo, d e uná posición ajena ál cuerpo principal d e la teoría. Cam bió la
situación cuando Freud reintrodujo el concepto d e defensa (1926). Según
este nuevo punto d e vista, los conceptos extraños no sé incorporan a la es
tructura to tal del ego y, en realidad, describen sus m odalidades variables.
El esquem a d e la personalidad deducido de la psicología del instinto, deja
abiertas soluciones de continuidad entre la represión y las fuerzas represivas,
entré los síntom as y el carácter, en tre el principio del placer y el de la reali
dad y, lo que es aún más im portante, en las relaciones entre los sistemas de
ideas^ consciente e inconsciente. El prim er intento d e tender u n puente sobre
esas soluciones de continuidad d e debió a Ferenczi; pero con el fin dé lograr
lo, hubo d e salirse del m arco d e referencia dé la psicología del instinto y
considerar a las secuencias de actitudes e ideas com patibles con la com pren
siónvy reco rtes del niño como las unidades básicas d e que ocuparse, unidades
que nó podían interpretarse com o derivados de los llam ados “instintos del
ege”« E ñ di m ismo sentido h an trabajado, posteriorm ente, A m ia Freud e n su
libro T h e Ego and the M echanisms o f De/ehce, y H orney, Rado, y Reich. Si
seguimos la línea d e razonam iento tanto de Ferenczi como d e A nna Freud
PERSONALIDAD TOTAL Y EL EGO <19
NECESIDADES
4
Las necesidades m ás básicas del hom bre son probablemente e l hambre y
las áéxuales. Parecen tener raíces somáticas. O tras necesidades Como la d e
protección no tienen raices somáticas pero n o son por eso m enos urgentes.
C onstituye u n a característica del hom bre la d e que sus necesidades ñ o están
estereotipadas y cam bian según las diferentes circunstancias. Las necesidades
pueden ser creadas o acentuadas poí u n m edio determinado.
PERCEPCIONES
IM PULSOS
AFECTOS
e st r u c t u r a DE LA PERSONALIDAD BASICA
causar efectos perm anentes, a menos que sea continua y esté asociada con
otros elementos que lleven aneja la impresión de dolor, obstrucción o m altrae
to. Supongamos dos clases de trato asociadas con la cuna. Imaginemos q u e el
prim ero es poco cariñoso: se descuida al niño, se le alim enta negligentem ente
-r-éstos u otros factores originan impresiones dolorosas—. En tal caso habría
m os de esperar cierta asociación d e restricción con la cuna y u n afecto des
agradable asociado con la m adre. Sin embargo, si suponemos q u e el trato
m aternal es cariñoso y tierno, la cuna no creará, por fuerza, u n a impresión
dolor osa.
Es de igual modo discutible, al examinar las obstrucciones opuestas a cier
tos impulsos o satisfacciones, si se pueden form ar constelaciones fijas de nin
guna clase en tom o de fenóm enos episódicos o nó relacionados. E l tem prano
control de esfínteres en la cultura tanala constituye un caso sobresaliente.
Es dudoso que este hecho aislado pueda crear una constelación perdurable, a
m enos que vaya seguido de otros d e tipo análogo. Lo mismo en la cultura
tan a la que en la cultura de las islas M arquesas, encontramos que las conste
laciones más im portantes son las continuas. Se form a, en consecuencia, u n
grupo de constelaciones que se convierten e n una parte d el sentido de la
realidad d e l individuo.
Puede probarse eso con facilidad exam inando algunos de los procesos
m entales empleados por las diferentes culturas para representar las relaciones
en tré 4 ' individuo y los dem ás objetós. La estructura d e fes constelaciones en
fe d é íá persorialidad básica, puede representarse, partiendo del ejem plo espe
cial d el control deésfínteres, de la manera q u e sigue:
1 ) E l niño comienza con un funcionam iento áutom ático de los intestinos,
que puede ir acom pañado de sentim ientos d e relajación de la ténsión.
2 ) El funcionam iento áutom ático es sustituido por la necesidad d e contro
la r el intestino y esto, a su vez, necesita un reconocim iento de ciertas sensacio
nes y la iniciación de u n a nueva serie de norm as d e conducta en relación
con ellas.
3 ) Si el niño aprende el control recibe aprobación; en caso contrario, se le
desaprueba o se le castiga.
4 } ' Se crea, entonces, u n á nueva constelación: wSi hago lo q u e de m í se
espera, recibiré aprobación.” El orden y fe limpieza son, en consecuencia, exi
gencias culturales cuyo significado n o aprecia el nük^ pero cuando es limpio,
espera, ser objeto de aprobación. Esto e s.al principio una constelación d e
obediencia, pero puede convertirse más tard e en otra de responsabilidad y
equidad. Si el niño cum ple las condiciones y recibe fes recompensas correspon
dientes, puede establecerse un equilibrio, actuante. Sin embargo^ en el caso de
LA PERSONALIDAD BA SCA 431
tal, dem ostrando que cuando cambia la prim era, cam bian tam bién las últim as.
Hemos tenido oportunidad de observar esa circunstancia en el paso del cultivo
del arroz d e secano al de regadío entre los tanalas. Este cambio operado en la
economía lleva aparejada toda una serie de transformaciones, que no parecían
tener relación alguna con la misma, en las instituciones secundarias, que abar
caron desde el entronizam iento de un rey hasta el aumento de la hom o
sexualidad.
Las ansiedades procedentes del medio exterior sólo pueden ser valoradas
en térm inos de la efectividad con que las trata el hombre. La capacidad d e
alm acenar y ahorrar alim entos puede dism inuir la ansiedad de ham bre. Cons
tituye una fuente de segundad el aprender a controlar lo que, en su origen, no
está som etido a control; pero en este últim o caso, donde no hay control, existe
una form a de solicitar la ayuda de la divinidad. La relación del grupo con su
divinidad se basa en el prototipo de la m antenida entre el padre y el hijo, en
la que la falta de recursos d e aquél se compensa m ediante la om nipotencia
delegada en él por e l niño. La función principal que ejercen los catchinas
entre los zuñís es la de producir la lluvia. Es éste el ejemplo m ás sencillo de
aliviar u n a ansiedad apelando directam ente a una divinidad. Lo que no puede
hacer uno mjgmQrpodrá hacerlo el progenitor todopoderoso.
embargo, el carácter d e las dem andas form uladas a la divinidad y las
condiciones en las que puede solicitarse dicha ayuda, se derivan d e las disci
plinas a qu e está sometido el niño. Se enseñan a éste, en consecuencia, las
técnicas primarias m ediante las cuales puede obtener ayuda de un individuo
m ás poderoso. Si las disciplinas establecidas por el padre son rígidas, los m e
dios de aplacar al dios deben ir, también, asociados con privaciones y castigos
para establecer las condiciones para volver a gozar de la posición de ser am ado.
La forma m ás fácil d e com probarlo consiste en estudiar ios ritos empleados
p ara aplacar al dios o para volver a gozar d e su benevolencia con el fin de
ponerse en condiciones de recu rrir a su om nipotencia una vez más. Freud y
Reich h an indicado algunas de ellas. Pero no h an visto en este fenóm eno una
reflexión d e las disciplinas a que estaba som etido el individuo, sino una rem i
niscencia del parricidio original, es decir, supervivencia histórica, etc. Esta ú lti
m a hipótesis plantea el problem a de si las instituciones que no tienen im por
tancia funcional pueden persistir en su form a d e origen. Sí pueden; pero se
altera su significado.
En aquellas sociedades donde las disciplinas restrictivas27 son ligeras, como
en las islas Marquesas, hemos indicado las relaciones con los dioses m ayores
27 La instrucrióh anal es, hablando en términos estrictos, una disciplina directiva. Asum e
el carácter d e disciplina restrictiva debido a la m arcada interferencia que crea con la adapta
ción existente con anterioridad.
INSTRUCCIONES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS m
descritas mediante la sencilla relación entre el padre y el hijo con respecto del
alimento. Lo que se entrega al dios en concepto de alim ento viene determina
do por varios factores; en la cultura de las islas Marquesas encontramos la
expresión d e la id<ea primitiva de que el poder del dios depende del número
de hombres que se coma. Esta idea sólo puede derivar de una fuente: la lac
tancia o el h ed ió de ser alimentado* que permanece siendo la forma básica d e
solicitación dirigida al progenitor.
Ya Ewrmfi descrito en otro lugar las ansiedades originadas por las institudo-
nes primarias. Dependen, en esencia, de cuáles sean los impulsos particulares
sujetos a la disciplina- Hemos examinado ya en un capitulo anterior las fuerzas
que juegan en el establecimiento de una disciplina. Es la acción reciproca
entre la autoridad y la dependencia la que establece las normas básicas en las
que se formulan las relaciones humanas. Si la idea en que se fundamenta di
amor condidonado “si me obedeces, te protegeré”, se establece en fecha tem
prana de la vida, podremos seguir todas sus numerosas ramificaciones en mu
chas de las prácticas de las gentes primitivas. La curación de la enfermedad
depende, entre los tanalas, de la práctica de un ritual. .obUgatnrio en el cual es
de esencia la obediencia a d o ta orden arbitraria. .En las culturas de las islas
Marquesas y de las Trobriand no encontramos ese hincapié en la obediencia,
pero observamos en la primera u n ritual puramente alimenticio» La neón es
evidente: entre los tanalas se impone la disdplina desde fecha temprana,
mientras que entre los isleños de las Marquesas no se impone en absoluto.
Ahora bien, ¿si una cultura crea la necesidad de reprimir ciertas tenden
cias o impulsos, qué efectos se producirán sobre las demás instituciones? ¿Qué »
instituciones crea por sí misma esa represión? Con el fin de comprenderlo
debemos ver, en prim er lugar, la influencia que ejercen las represiones sobre
los sistemas de percepción del individua Es muy difícil y complicado, y puede
que no sea convincente. Sólo podemos describirlo clínicamente. Habremos d e
hacer uso de una distindón entre aquellas disciplinas qué finalizan en inhibí-
dones y las que culminan en supresión.
Examinemos ese problema desde el punto de vista de un individuo que
padece una perturbación del carácter que puede calificarse de paranoia. Es é l
mismo del cual hemos derivado el fenómeno de proyección en términos d e
experiencia directa (véase p. 293). Sus relaciones cotí los demás estaban per
turbadas por la actuación inconsdente de dos actitudes opuestas: una insisten
cia, profundamente reprimida, en que los demás debían someterse a su volun
tad, y la convicción de que su deseo está llamado a frustrarse. Su actitud
ostensible era de desconfianza de los demás y de grandiosidad, siendo esta
última, en efecto, una denegación de su fuerte dependencia inconsciente.
436 PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA
hace difícil creer que no se perciba esto com o objetivo consciente. E n este
caso, sin embargo, se debe explicar la razón d e q u e los hombres jóvenés obe*
d ezcan el tabú. Los ándanos deben poseer algo d e tal tipo que si se les m atase
se desuniría ta sociedad. E n el caso d e los isleños de lás M arquesas ofrecimos
la sugestión d eq u e mies tabús indican una ansiedad relativa a la perturbación
d e la solidaridad én tre los hombres. Se saca la consecuenda de que existe una
gran cantidad de celo6 latentes entre aquéllos, p ero que, al propio tiem po, se
observa tina apreciación d el peligro para la com unidad en su totalidad y para
cada u n o de los individuos d e la misma si esos celos se hacen ostensibles» La
institución del tabú es, por lo tantos u n arm a d el equilibrio social, u n a proteo*
d ó n legítim a y necesaria contra las influencias disociadoras latentes d en tro de
la propia o rg an izad a social. N o creo que un isleño de las M arquesas pueda
apreciar las fuentes de donde procede esa sensación de peligro; n i siquiera
tiene q u e darse cuenta necesariam ente del hecho d e que exista esa solidaridad
m asculina. Nosotros no apreciamos la existencia d e tales factores en nuestra
propia sodedad. H asta que Freud los puso de m aniñesto no se percibieron los
efectos d e los tabús de finalidad sexual*
Examinemos algunas de las demás instituciones secundarias que se encuen
tra n en la cultura de las islas Marquesas, como las divinidades m enores, fas
fam iliares y los fanauas. U ñ grupo de ellos son espíritus masculinos q u e d u e r-
m en con objetos incestuosos y son, con toda evidencia, fantasías de las muje-
res. Esta institución constituye la expresión de u n definido tabú social contra
el incesto entre padre e hija. El fam iliar puede ser, sin em bargo/alguna otra
figura ilustre del p asad a La m ujer puede hacer uso de la misma o d el objeto
incestuoso para ejetu tar sus propios deseos contra otra mujer. En el caso de los
fanauas nos encontramos con otra prueba de la insatisfacción sexual d el ma
cho que, una vez convertido en fanaua, goza de la oportunidad de tener
contacto sexual con una m ujer después de m uerto. Pero ¿por qué no puede el
janana hacer daño al m arido de la m ujer poseída? Las razones son, con toda
seguridad, las mismas que logran, en la vida real, m antener la solidaridad
m asculina. Este últim o ejem plo nos m uestra cuán próximos están los concep
tos religiosos a las normas sociales efectivas y a las experiencias reales de que
proceden.
La parte más difícil del esquema que hemos delineado es la que se refiere
a la alteración de las percepciones como resultado de las represiones y la
estructura de las nuevas instituciones sobre la base de las percepciones altera
das, a la sazón, para coincidir con la represión. Examinemos el casó d e un
neurótico compulsivo que vive dentro de un complicado sistema de tabús.
Como resultado de prohibiciones externas, severam ente impuestas, Contra la
m asturbación, cada intento, por mínimo que sea, de auto-afirmación, por su
438 PRINCIPIOS Y TECNICA PSICOLOGICA
mágica, y sólo por virtud de su amor podía él ser eficaz. Temía, por lo tanto,
h acer cualquier cosa que la disgustase, porque si dejaba de am arle todo su ego
se derrum baría. Si ella salía con otro hombre, el paciente era presa de los celos
m ás violentos, con los que quería expresar que ella estaba entregando su poder
a otro y n o a él. C uando no estaba con ella se encontraba el paciente en u n
estado constante de terror; era, en resumen, el amor d el hijo por el progenitor.
E ste amor se expresaba, sin embargo, en la forma sexual corriente. Esas m is
m as dem andas no se m ostraban al analista, como ocurre con frecuencia, en
form a sexual, sino en form a de las esperanzas más extraordinarias de lo que el
analista habría de hacer en su favor. Figuraba entre ellas la de que el analista
habría de asum ir todas las responsabilidades del paciente. Constituyó una
com probación interesante el observar que cuando el paciente en cuestión
recuperó gran parte de su independencia, “dejó de am ar”.
Debemos deducir, en consecuencia, que el com plejo de Edipo representa
una fusión d e los anhelos de dependencia y sexuales dirigidos sobre el mismo
objeto. Su persistencia constituye, por lo tanto, una indicación de fallas en el
desarrollo d el ego en las cuales los tabús de finalidad sexual han desem peña
do, sin duda, un papel im portante. Desde el punto de vista de la cultura, su
existencia sólo puede ser diagnóstico de sociedades en las cuales lo6 anhelos
d e dependencia y sus secuelas se exageran por virtud d e los tabús de finalidad
sexual. En los casos en que una sociedad no prescribe tabús de finalidad, se
perm ite que se produzca con toda libertad la fase sexual del desarrollo del
ego. C on ello se impide la fusión de los fines de dependencia y de lo6 sexua
les. Explicar el complejo de Edipo sobre la base d e la supervivencia es privar
a las instituciones de su im portancia dinámica. N o es u n a supervivencia de u n
com plejo filogénico, sino de las instituciones que lo crearon en prim er término*
Esto puede comprobarse m ediante el estudio de sociedades de organización o
disciplinas diferentes de las nuestras. Es m ucho más probable que dicho com
plejo sea un indicador de las fuerzas que actúan d en tro de la propia sociedad*
N o puede obedecer a la casualidad el que sólo el neurótico, en el cual es, sin
d uda, un indicio de desarrollo retardado^ conserve esa constelación en form a
activa. Desde el punto d e vista diagnóstico, podemos, por lo tantos com probar
lo m ediante la sociología comparada* Hasta ahora sólo hemos observado dicho
complejo en aquellas sociedades donde se interfiere con el objetivo sexual en
la niñez. Por ejemplo, ¿por qué falta el complejo d e Edipo en las culturas
de las islas M arquesas y las T robriand, donde no existen restricciones con
respecto de la finalidad sexual? Este hecho hace m uy verosímil el que la acti
vidad sexual compatible con la niñez ayude y no retarde el desarrollo del
individuo. Esa interferencia con el desarrollo sexual origina una dependencia
exagerada, la hipertrofia de la im agen del progenitor, u n a sobreestimación d e
INSTRUCCIONES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS 441
tos tabús de finalidad sexual alcanzan a todo el mundos cualquiera que sea so
status, y las reacciones individuales son también muy diferentes. Las constelar
dones básicas que tienen ese origen son las mismas en todos, con la única
excepción de que difieren en los varones y las hembras. Se elaboran dentro de
la personalidad en formas diferentes, según una gran variedad de factores,
algunos d e los cuales son cons titucionales y otros accidentales, mientras que
otros más derivan del status del individuo. En otras palabras, las instituciones
secundarias no sirven al mismo fin en todos los individuos. Como consecuen
cia de las diversas necesidades a que deben atender las instituciones, débanos
esperar encontramos con que instituciones coexistentes en la misma socie
dad se entrecruzan con los fines de otras. Cuanto más compleja sea una so
ciedad y cuanto más amplio sea el campo de la variación de las características
individuales y de las diferencias de clase, son de esperar mayores incompati
bilidades. En la sociedad primitiva, las variantes individuales del destino
individual no pueden ser tan numerosas como en la nuestra, y es probable
que las incompatibilidades entre las instituciones sean, en consecuencia, me
nos notables.
La relación entre las instituciones primarias y las secundarias puede estu
diarse mejor cuando se observa una cultura en movimiento. Se puede encon
trar un ejem plo excelente en la transición de las instituciones de las tribus de
la ntéseta qué acaban por convertirse en los rapaces comanches. En-esta tran
sición cambiaron algunas de sus instituciones primarias correspondientes a la
técnica d e subsistencia, y con ese cambio desaparecieron algunas de las institu
ciones secundarias de las antiguas tribus de la meseta; algunas se alteraron y
otras permanecieron inalteradas. Aquellas que desaparecieron tenían una
representación consciente directa; las que persistieron surgían de tensiones
intrasociales que tenían poca representación consciente.
RESUMEN Y CONCLUSIÓN
tam bién las m antenidas con la divinidad* La religión» que es una institución
secundaría» incorpora dicha constelación en varías formas* Cuando la sitúa-*
d ó n de la realidad perm ite el uso d e esa adaptación sin molestia, no surgen
problemas graves. Pero cuando ya n o es efectiva, se ofrecen dos canales d e
salida posible: la explosión de la agresión ostensible o la posesión por un espí
ritu. Conform e cambia la institución prim aria, lo hace tam bién la secundaría.
La estructura d e la personalidad básica se derivó de los tipos observados de
reacción del hom bre ante la frustración; y los diversos conceptos de institución
nes secundarias se deducen de las representaciones d e esas experiencias de
frustración en el inconsciente. Se dem ostró que el fanaua d e la cultura de las
M arquesas es u n derivado de esa fu en te original.
Desde este punto de vista, el complejo de Edipo, que Freud consideraba
como prueba d e la existencia de upa estructura universal d e la personalidad,
resulta ser la expresión de una serie definida de instituciones primarias.
El presente ensayo se propone contestar tan sólo a unas cuantas preguntas
fundam entales; deja otras m uchas sin respuesta. Falta por yer si el método
puede usarse eficazmente con respecto d e una variedad d e culturas con tipos
de instituciones diferentes. Este ensayo prelim inar satisface, sin embargo, la
esperanza de q u e una aproximación psicológica a la sociología rendiría cono
cimientos nuevos. Conviene hacer no tar, entre tanto,, que el presente ensayo
n o se propone contestar a lo siguiente:
1) N o trata d e describir las instituciones partiendo sólo del “significado”
de los orígenes psicológicos. Los usos a que sirven las instituciones pueden
cambiar. El em balsam am iento practicado en Egipto puede haberse originado
por ciertas ansiedades acerca del a lim en ta No quiere esto decir que haya sido
-ese el uso para el que servían las instituciones en el Egipto de las dinastías,
cuando el problem a de la ansiedad alim enticia había sido debidam ente resuel
t a La historia d e Egipto m uestra en forma term inante q u e esa institución
llegó a tener el significado d e un valor d e prestigio especial y que ese proble
ma de prestigio acabó por erigirse en el foco central de ansiedades procedentes
de otras fuentes. Estas, a su vez, se convirtieron en causa d e u n conflicto social
que se term inó en la democratización d e los ritos funerarios q u e antes se con
cedían sólo a la clase privilegiada. El establecimiento d el cu lto de Osiris, la
religión popular, en concepto de religión oficial de Egipto, marcó u n o de los
cambios de significado de la institución original d el embalsam amiento.
2) Este ensayo no tiene en cuenta una gran cantidad d e instituciones de
origen puram ente racional*
3 ) Apenas tom a nota d e las finalidades artísticas, por cuanto n o existen
criterios psicológicos dignos de confianza para estudiarías, ya que la “subli-
m adón” constituye una guía discutible.
RESUMEN Y CONCLUSIONES 445
PA RTE I
M E T O D O L O G IC A
PARTE II
DESCRIPTIVA
C apítulo V . La cultura de las Islas M arquesas........................................ 145
M edio y econom ía..................... 146
M aestros artesan o s...................................................................................... 153
■ * Distribución .............................................................. 154
, A ctitu d con respecto de los objetos........;.......... ......... 155
'" Organización so c ia l............. ...................................... 156
' Organización trib a l......... ............. 157
• La com unidad dom éstica............... 159
G radación s e d a l ...... .... .................................. ..................................— .. 166
Ciclo vital del individuo;............................................................................ 168
■ G u e r r a ............................................................ lf f i
PftltmAitr
S k w E ^ K l O K B ’" % • * * » * * h e * * * » * ■* » * * « * • s • « * * + « * * + * • > i * » * * * ■ *V # • i s * t * e 4 4 M * n * * * • ■ * * > • • * * • * * * * * * * » •* ■■
PARTE m
TEO RICA
■!
1
EL INDIVIDUO Y SU SOCIEDAD.
FO N D O D E C U LTU R A E C O N O M IC A