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CARACTERISTICAS O CUALIDADES QUE DEBE POSEER EL PROFESOR

CONSEJERO

El consejero debe reunir cualidades básicas que le ayuden a desarrollar de manera


efectiva la labor de consejería. No se trata de pedir o exigir que cada profesor tenga
estas cualidades comunicativas y personales perfectamente desarrolladas.
Tampoco se trata de presentar un modelo o una exigencia a cumplir. Nos
inclinamos a pensar que estos aspectos funcionen como puerta de acceso y
respaldo para una labor tan importante y compleja como la de la consejería escolar.

El profesor experto es aquel que inicia, comprenderá muy temprano que el ejercicio
de ser educador, no es sino una acción de doble vía: tenemos a cargo un amplio
proceso de enseñanza y aprendizaje dirigido a los estudiantes: pero también
aprendemos mientras enseñamos, el estudiante nos enseña muchas cosas que nos
permite actualizarnos, con respecto a la adolescencia que ya dejemos atrás, en un
tiempo tal vez no muy remoto, pero que ha cambiado lo suficiente como para que
necesitemos comprenderlo todo con las características que se dan en nuestros días.
Si ni hacemos esta actualización, en verdad seremos viejos, emocionalmente
hablando.

Las siguientes cualidades deben caracterizar al profesor que ha de realizarse en la


función de consejero:

EMPATIA.

La empatía implica ponerse en el lugar del otro sin que se involucre


emocionalmente. Es la expresión de COMPRENSIÖN por los sentimientos,
experiencias y comportamiento del estudiante. Ponerse en el “zapato del otro” es
una clara expresión de empatía, no obstante, resulta fácil evitar el verse afectado o
involucrado emocionalmente, lo que le sucede al estudiante. Ver las cosas del
estudiante “Como sí” fueran las tuyas propias no es fácil. El “como sí” significa ver
el problema del estudiante con empatía, pero reconociendo que el problema lo vive
él, no ya como profesor.
La empatía pues, es una forma sensible, cercana, comprensiva, de gran contenido
humano que debe utilizar el profesor consejero como una herramienta de trabajo.
Oír al estudiante, comprender su punto, entender los sentimientos es la mejor forma
de crear las condiciones para ayudarlos.

RESPETO.

El comportamiento verbal y no verbal del profesor consejero indica al joven que él


está centrado en el problema, que está trabajando por los intereses de él, no es
enjuiciador, pero ayuda a exigirse a sí mismo. Manifiesta su interés por su
individualidad y los recursos del joven.

Muy importante es entender el respeto como una actitud por medio de la cual se
acepta al estudiante tal y como él es, no como nosotros los educadores quisiéramos
que fuera. El respeto implica pues, reconocer la etapa del desarrollo humano en la
que está el estudiante, su nivel de desarrollo social. Esto no significa que lo vamos
a dejar allí, le vamos a pedir algo más, vamos a pedir que crezca como ser humano,
que se proyecte más allá, utilizando sus recursos personales, su potencia.

El respeto es una forma necesaria para no imponerles conductas, para no hacerlos


sentir mal ante un profesor que le presta una gama de consejos y lineamientos que,
quizás, no están en capacidad de seguir, o van más allá de su propia realidad y
condiciones actuales de vida. Es el estudiante mismo el que debe reconocer y ver
cuáles son las nuevas conductas que debe adoptar como solución a sus asuntos, a
sus problemas y el profesor orientador o consejero tiene un gran papel al respecto.

AUTENTICIDAD.

La autenticidad significa muchas cosas, pero la más importante es la actitud natural


espontánea en la forma de ser. El profesor no ve su papel como educador como
quien se pone “una máscara” ante los estudiantes. No adopta una voz distinta para
dar su clase o para hablar con los estudiantes, no asume una pose de intelectual,
de sabio, con palabras de domingo o últimos aires de “ser intachable” o de dueño
de la verdad absoluta; todo lo cual abandona cuando comparte con sus colegas
profesores o amigos.

El profesor consejero es siempre el mismo, no representa un fraude para el


estudiante. La autenticidad en la conducta sea cual sea la personalidad del profesor,
es lo que le da al joven seguridad de que pueda darle apoyo y ayuda en un momento
dado. No se esconde detrás del rol de profesor. Es espontaneo, no actúa a la
defensiva, no abruma al estudiante señalándole lo mal que está actuando, tampoco
trata de imponerle al estudiante su punto de vista personal sobre las cosas de la
vida.

CONFIDENCIALIDAD.

Para el adolescente, sus inquietudes y vivencias personales son temas privados.


Expresar sus problemas y dudas cuando siente necesidad de ayuda y, se siente
traicionado cuando otras personas, aquellas a las cuales no ha depositado
confianza, llegan a tener conocimiento de lo que le inquieta o la situación que está
atravesando. Por tal motivo el profesor consejero debe promover un irrestricto
sentido de la privacidad para que él pueda expresar sus temores pensamientos,
sentimientos seguros en todo momento.

Si el profesor orientador o consejero que ve necesita presentar el problema a otros


profesionales y afines, debe antes pedirle permiso al estudiante para hacerlo. La
confidencialidad implica que todo ser humano es el único dueño de su vida, y de
sus asuntos, nadie más. Cuando alguien se acerca al profesor porque necesita
ayuda en sus asuntos privados y familiares, se debe entender que un manto
protector de confidencialidad está cubriendo a ambos, como una base sustancial
para la interacción y la toma de decisiones.

Mucho cuidado debemos tener los educadores con asuntos de confidencialidad.


Tradicionalmente el ambiente educativo se ha catalogado como un caldo hirviente
de “chismes” y traiciones a la individualidad. Ya es hora de que esta fama revierta
hacia el respeto y confidencialidad de unos a los otro, seamos estudiantes o
profesores, padres de familia, administrativos, etc.

Hay una salvedad importante, no una excepción: el consejero debe estar alerta,
puesto que deberá manifestarle al estudiante que la confidencialidad se romperá si
hay conocimiento de atentar contra la propia vida, la de otros o que están atentando
contra la de él. En el ambiente tan violento y peligroso que vivimos hoy día, esta
salvedad resulta también un llamado a que los profesores no miremos para otro
lado, o nos hagamos los desentendidos cuando notamos que existe peligro a la
integridad de los estudiantes, sean estos conscientes o no de lo que está pasando.
El ser profesor significa ser primordialmente adulto, con un compromiso por el
bienestar social y personal de toda la comunidad educativa.

CAPACIDAD PARA MANEJAR LA PROXIMIDAD

La proximidad implica la interacción cercana entre el consejero y el estudiante,


manteniendo siempre los límites de tal forma que no se malinterprete el
acontecimiento. La proximidad necesaria para alcanzar buenos resultados. No
podemos ayudar de verdad, manteniendo una distancia kilométrica entre el profesor
y el estudiante. La proximidad requiere poner en juego destrezas muy sutiles.
Encierra el diálogo cara a cara que le da la suficiente confianza al joven para que
plante sus inquietudes.

Cuando hay empatía y comprensión, junto con la confidencialidad, se puede


desatar una “fascinación” por la autenticidad no sólo del profesor sino también de
este con el estudiante. Con cierta facilidad se puede crear un vínculo inconsciente
de afecto y admiración mutua. Imaginémonos a alguien que se está tomando el
trabajo de comprendernos, de distraer su tiempo para dialogar en forma personal,
ponerse en los zapatos míos, conmoverse un poco por mis inquietudes y problemas.

Tomando en cuenta este aspecto, es que debemos presentar el manejo de la


proximidad como un factor muy importante que requiere madurez y seguridad de
parte del profesor. Como dice el dicho sobre la vela para el santo: “ni tan lejos que
no lo alumbre, ni tan cerca que lo queme”. En todo caso, toda proximidad al
estudiante es un factor de crecimiento humano, tanto para el estudiante como para
el profesor –orientador-consejero.

VOLUNTAD PARA TRABAJAR CON EL ESTUDIANTE

El profesor debe estar disponible y accesible para el estudiante, creer en la


capacidad de los jóvenes y ver la consejería como una labor que vale la pena
realizar y no como una tarea más que se suma a la labor de impartir conocimientos.

Esta es una condición crucial. Debemos sentir que el papel de consejería es un


honor muy especial, una forma de apoyar la estabilidad social y personal de aquellos
que representan el futuro de nuestro país. Si, con todo y sus errores, con sus
actitudes un poco reprochables, sus aires de “dueños del mundo”, con su poco
interés por sí mismos y por sus estudios, debemos tener la convicción de que los
jóvenes son capaces, tienen un potencial grande que es esperado hacerse realidad.

El profesor consejero debe armarse de paciencia y voluntad para aceptar al


estudiante como es, para pedirle todo lo mucho que puede dar, Sí cuando son
profesores felices de nuestro papel educador, somos en realidad promotores de
gente que se necesita para impulsarse a sí mismos y mostrar capacidades que,
incluso, ellos mismos no están considerando como propias. La consejería es,
quizás, el papel más relevante que puede asumir el profesor en el convulso y
problemático mundo que vivimos.

Ya contamos con el apoyo de las computadoras, de la Internet, de recursos


audiovisuales sofisticados, de múltiples medios de enseñanza programada de gran
calidad; todo lo cual le permite al profesor concentrar su papel como orientador,
como consejero que como informador. No tengamos reparos en hacer el papel
más relevante, el más necesario y trascendente en la vida de los jóvenes que
tenemos a cargo.

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