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Taler Segundo
Taler Segundo
Derecho
Bucaramanga
2021
División de Ciencias Jurìdicas y Polìticas - Facultad de Derecho
a) El jefe militar o el que actúe efectivamente como jefe militar será penalmente
responsable por los crímenes de la competencia de la Corte que hubieren sido
cometidos por fuerzas bajo su mando y control efectivo, o su autoridad y control
efectivo, según sea el caso, en razón de no haber ejercido un control apropiado
sobre esas fuerzas cuando:
En el caso analizado del político congoleño Jean Pierre Bemba Gombo por la comisión de
crímenes de guerra (asesinato, violación y saqueo) y crímenes de lesa humanidad (asesinato y
violación) realizados por sus tropas en la República Centroafricana en los años 2002 y 2003,
invocando la figura de responsabilidad del mando contemplado en el citado artículo 28 del
Estatuto. Bemba actuaba como presidente y Comandante de las fuerzas del Movimiento de
Liberación del Congo (MLC) al cual se le buscó inculcar la responsabilidad de sus subordinados,
siendo condenado en la Sala de Primera Instancia y absuelto por la Sala de Apelaciones.
Primero hay que tener en cuenta que esta figura regula la “… la facultad de un superior
para tomar todas las contramedidas se encuentra intrínsecamente relacionado con la capacidad
material de un comandante para prevenir o reprimir la comisión de crímenes, o para someter el
asunto a las autoridades competentes para su investigación y enjuiciamiento.” Teniendo en cuenta
que no se puede culpar a un comandante por no haber hecho algo que él no tenía poder para
hacer.
La responsabilidad del mando está dirigida a omisiones específicas de los mandos para: 1)
prevenir crímenes en virtud del ECPI; o 2) reprimir crímenes en virtud del ECPI; o 3) presentar
denuncias de esos crímenes a las autoridades competentes para su investigación y enjuiciamiento,
el art. 28 busca “proteger a las víctimas inocentes del riesgo de los excesos que tan notoriamente
caracterizan a los conflictos armados”.
para poder cometer esos crímenes), y que la complicidad se consumó cuando no ejerció la
autoridad (que estaba efectivamente disponible para ser ejercida) adecuadamente para prevenir o
reprimir el crimen (incluso mediante el castigo), cuando sabía (o hubiere debido saber) que los
subordinados estaban cometiendo o estaban a punto de cometer tales crímenes”.
Dentro de este artículo hay tres elementos centrales de la responsabilidad del mando que
deben probarse más allá de toda duda razonable para condenar a un comandante militar por los
crímenes de sus subordinados:
1. El comandante sabía o hubiere debido saber que las fuerzas estaban cometiendo o estaban
a punto de cometer tales crímenes;
3. Debe haber fallado en tomar “todas las medidas necesarias y razonables” para hacerlo.
Así mismo se aconseja que las acusaciones individualicen cada crimen “subyacente”, porque
el comandante debe estar en condiciones de defenderse de cada uno de ellos. Puede hacerlo, por
ejemplo, demostrando que no fue capaz de impedir que el subordinado cometiera un delito
específico, o que tendría que haber tomado medidas injustas para impedir que cometiese el
crimen en cuestión.
Por lo tanto, los comandantes solo pueden ser considerados responsables de los crímenes de
aquellos a quienes están sometidos al mando directamente y cuya conducta pueden controlar
directamente, así mismo debe aplicarse un criterio de razonabilidad que implica además que un
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comandante puede tener en cuenta el impacto de las posibles medidas en las operaciones
militares en curso o previstas y puede elegir la medida menos perjudicial mientras pueda
esperarse razonablemente que prevenga o reprima los crímenes.
El conocimiento en el sentido del Art. 28 del ECPI supone “[…] todo lo que un comandante
puede conocer es información que indica que sus subordinados tienen la intención de cometer
uno o varios crímenes y ello requiere que el comandante sea consciente de que los subordinados
están ‘a punto de’ cometer esos crímenes.
Así mismo hay que tener en cuenta que la motivación de un comandante acusado siempre es
irrelevante para la evaluación de “medidas necesarias y razonables”, porque un comandante está
obligado a actuar de buena fe al adoptar tales medidas y debe demostrar “genuinamente” que él
trató de prevenir o reprimir los crímenes en cuestión o someter el asunto a las autoridades
competentes.
Otro factor importante a tener en cuenta es la ubicación del comandante en la comisión de los
crímenes, debido a que la ubicación remota de un comandante podría ser un factor relevante en la
determinación de los tres elementos por parte de un tribunal. Dependiendo de las circunstancias
del caso, el hecho de que un comandante esté alejado del campo de batalla podría tener un
impacto en su conocimiento de los crímenes, su “capacidad material” para ejercer control sobre
sus tropas, y su capacidad para tomar “medidas necesarias y razonables” debido a que un superior
no puede ser responsable penalmente por no realizar un acto que le era imposible.
Es así como estos comentarios exponen que lo que constituye una medida razonable y
necesaria se evaluará tanto sobre la base del poder de jure del comandante, como de su capacidad
de facto para adoptar tales medidas” siendo así que si se establece que un comandante a distancia
tiene autoridad y control efectivo sobre sus tropas, requiere la capacidad de prevenir o reprimir
crímenes o de presentarlos a las autoridades competentes, ello debería tener una influencia
significativa en la determinación de si el acusado no adoptó medidas específicas para cumplir con
esas obligaciones.