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VAN THUAN 1
ESPERAMOS EN CRISTO
MEDITACIÓN A CERCA DE LA ESPERANZA CRISTIANA EN LA VIVENCIA
DEL CARDENAL VAN THUAN
Tabla de Contenido
Introducción……………………………………………………………………………...…3
Profeta de la Esperanza……………………………………………………........................4
Un Cardenal Prisionero…………...…………………………………………………….4
Esperanza desde la Prisión y en la Libertad……………………………….....................5
Desde la Libertad………………………………………………………………...7
Caminemos Juntos…………………………………………………………………….12
Iglesia, Fuente de Esperanza……………………………...…………………………...14
En la Sagrada Escritura…………………………………………..……………………17
Antiguo Testamento…………………………………………………………....17
Nuevo Testamento………………………………………………………...…...19
El Concilio Vaticano II……………………………………………………………......23
El Catecismo de la Iglesia Católica……………………………………………………26
La Esperanza y el Individuo…………………………………………….......................28
Conclusión…………………………………………………………………………….…...40
Bibliografía………………………………………………………………………….…….41
Introducción
Por medio de este trabajo nos introduciremos un poco en el tema de la esperanza, como
el único medio para alcanzar la verdadera felicidad, acompañados del pensamiento del
Cardenal Van Thuan, pues será él a partir de su experiencia quien nos ira dando las bases
fundamentales para esperar en Cristo.
Este trabajo teológico lo he querido llamar “esperamos en Cristo”, precisamente
porque la vida del cristiano se debe caracterizar por una espera activa, es decir, por un
esperar con alegría, pero también trabajando para que los demás también anhelen esa
esperanza.
Esperar en Cristo, como lo dice el Cardenal Van Thuan, significa estar siempre atento,
no con miedo al futuro, sino que en el presente se debe manifestar aquello que se quiere
alcanzar, claro está, acompañados de la fe.
Iremos descubriendo en la lectura de este trabajo, todos los medios y condiciones para
caminar en la esperanza, medios que nos ayudaran a esforzarnos para caminar sin
desfallecer, convirtiendo el cansancio en amor y entrega; con las condiciones de que cada
uno debe permanecer atento a la voluntad de Dios.
Virtudes como la caridad, la paciencia, la entrega, el sacrificio, serán bases para
construir las escaleras para llegar a la esperanza y también costumbres que debemos acoger
en nuestra vida para que seamos agentes de esperanza.
“Esperar en Cristo” es el gozo de los bienaventurados que quieren asumir una aventura
trascendental, acompañada de todas nuestras dolencias físicas y espirituales pero cada una
de ellas acompañadas de aquel que será nuestra corona.
A la luz del Cardenal Van Thuan iremos aguardando la promesa que Dios nos hace. El
ir al encuentro de Cristo hace de nuestra espera un preámbulo de aquello por loque cada día
queremos alcanzar, y que con la ayuda de todos podemos avanzar.
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Profeta de la Esperanza
Un Cardenal Prisionero
Son varios los libros que nos hablan a cerca del Cardenal Van Thuan, inclusos sus propios
escritos nos cuentan algo de su historia.
Para conocer un poco al Cardenal, me detendré en dos de sus obras: “Espera en
Dios” y “El Camino de la Esperanza”1.
Cuando nos referimos al Cardenal, siempre tendemos a llamarlo por su apellido,
incluso pensamos que así se llama, Van Thuan; sin embrago hay que tener en cuenta que su
nombre completo es Francisco Xavier Nguyen Van Thuan.
Nace en el año de 1928, precisamente el 17 de abril en la provincia de Hue, la cual
es el centro de Vietnam. Su familia pertenece al catolicismo y muchos de ellos incluso
entregaron su vida por Dios, es decir, son mártires.
En el año de 1941 inicia su preparación en el Seminario y es ordenado sacerdote el
11 de junio de 1953. Realiza en 1959 el doctorado en Derecho Canónico en Roma. Cuando
termina sus estudios regresa a su provincia natal, y allí es nombrado rector del seminario
menor, en 1960. En 1967 es consagrado Obispo de Nha Trang, donde realiza su labor por
ocho años, es decir, hasta 1975. El lema que llevó desde el día de su consagración fue
Gaudium et Spes, alegría y esperanza. En el año de 1975 el Papa Pablo VI lo nombra
arzobispo coadjutor de Saigón, la cual hoy se conoce como ciudad de Ho Chi Minh.
El 15 de agosto de 1975, precisamente el día de la fiesta de la Asunción de la
Santísima Virgen María, es arrestado por los habitantes de Saigón, afirmando que su
nombramiento era fruto de una conspiración del Vaticano. Su tiempo en la cárcel duró,
1
Van Thuan, N. (). El Camino de Esperanza, p. 7-10; (). Espera en Dios, p. 5-7.
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desde 1975, hasta 1988, es decir, 13 años. Nueve de los trece años los pasó en aislamiento
total. Todo este tiempo, el Cardenal Van Thuan lo aprovecha para ofrecerlo como
sufrimiento a Dios por el bien de sus hermanos de la cárcel, por el mundo y por la Iglesia.
También fue un tiempo de meditación, donde escribía consejos a los creyentes de Vietnam,
los cuales fueron publicados bajo el título: El Camino de la Esperanza.
Sale de la cárcel el 21 de noviembre de 1988, sin embrago, su libertad no es del todo
total, ya que tuvo que estar 4 años en el territorio de la Arquidiócesis de Hanoi hasta que
fue expulsado del país sin oportunidad de regresar. El nuevo lugar del Cardenal es Roma.
En 1992 lo designan como miembro de la Comisión Católica Internacional para las
migraciones. También es nombrado vicepresidente del Consejo Pontificio de Justicia y Paz
el 24 de noviembre de 1994; en 1998 es nombrado presidente del consejo anteriormente
mencionado.
En el año 2000 predicó los ejercicios espirituales al Papa Juan Pablo II y a los
colaboradores de la Curia Romana. Los temas que se dictaron en este retiro luego fueron
recogidos es una publicación titulada: Testigos de la Esperanza2. Es nombrado Cardenal el
21 de febrero de 2001.
Muere el 16 de septiembre de 2002 en una clínica en Roma. El cuerpo del Cardenal
reposa en la Iglesia de Santa María de la Scala, en la ciudad de Roma, donde fue Cardenal
titular. Se aprueba el 4 de mayo de 2017 el decreto para su beatificación.
uno de los personajes por medio del cual el Cardenal Van Thuan, permanecía
animado, era precisamente San Pablo, pues creía el Cardenal, que como Pablo debía ser
fuerte en medio de su sufrimiento.
Durante su primer año en la cárcel, el Cardenal tuvo muy en cuenta a Monseñor
Walhs, que era un Obispo misionero en China. Una experiencia que lo inspiró:
virtud cristiana por excelencia, solo se supera por el amor, renacía en su corazón y
en su alma y, sin dejarse vencer jamás por la resignación, resolvió algo definitivo y
definitivamente sanador: “voy a vivir cada momento del presente llenándolo de
“amor”. Le obsesionaba la orfandad espiritual de su pueblo, tan querido y
necesitado, pero ni toda la policía camuflada entre los habitantes de Cay Vong, para
vigilarle, consiguió arrebatarle la paz interior. (Velasco, 2015, pág. 37) .
Para el Cardenal, el poder vivir es lo que más importa en su relación con el otro y
con Dios. Durante el tiempo en prisión, él reconoce que Dios está allí con él y que de la
misma manera Dios tiene un plan para él: “Para ti, el momento más hermoso es el momento
presente. Vívelo con plenitud, en el amor a Dios. Tu vida será maravillosamente hermosa si
sabes convertirla en una especie de mosaico luminoso formado por millones de esos
momentos” (Velasco, 2015, pág. 40) . Es importante el presente, para lograr el amor en la
vida.
No pensaba mucho en su libertad, ya que le parecía una pérdida de tiempo. Decide
vivir el presente el cual está en sus manos: “Es una gran verdad: todos los prisioneros,
incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: yo no esperaré.
Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor” (Van Thuan, 2000, pág. 16). Así
también explica lo anterior afirmando: “No es una inspiración improvisada, sino una
convicción que he madurado durante toda la vida. Si me paso el tiempo esperando, quizá
las cosas que espero nunca lleguen. Lo único que con seguridad me llegará será la muerte”
(Van Thuan, 2000, pág. 16). Durante su estancia en la prisión la esperanza para el Cardenal
adquiere un sentido no tanto en la espera, si no, en vivir con amor el presente.
La Eucaristía adquiere para él en lo más importante, ya que en ella encuentra el
momento más íntimo con Dios:
pudo celebrar la Santa Misa en la sórdida soledad de su celda y, por la noche, los
prisioneros hacían turno para adorar al Santísimo. (Velasco, 2015, pág. 17)
Utilizaba los paquetes en los que estaban lo cigarrillos para llevar allí a Jesús
Eucaristía, pues debía utilizar estrategias para no ser visto por los comunistas. En otra
experiencia eucarística dice el cardenal:
Tú crees en una sola fuerza: la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre del Señor que te
dará la vida. “he venido para que tengan vida y la tenga en abundancia” (Jn 10,10).
Como el maná alimentó a los israelitas en su viaje a la tierra prometida, así la
Eucaristía te alimentará en tu camino de la esperanza (cf. Jn 6,50) (El Camino de la
Esperanza, n. 983). (Van Thuan, 2000, pág. 41)
Desde la Libertad
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Llevaba fuera de la prisión solo cuatro meses, pero desde entonces había disfrutado
de una libertad relativa. Agachó la cabeza y volvió a dar gracias a Dios, y rezó
resueltamente: Me encanta la libertad que veo aquí, en el mundo libre. Pero por
favor, haz que me sea posible regresar a Vietnam. Mi trabajo aún me espera allí.
(Chau, 2017, pág. 354)
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El regresar a su patria significaba para el Cardenal, un volver a sus raíces para poder
ayudar y construir las bases para alcanzar la libertad para todos, sobre todo para aquellos
que no podían profesar su fe.
El ir a otra parte del mundo, lo llevó a experimentar la libertad, una libertad que
viene de lo alto y que precisamente también se refugia en su corazón. Libre él, ya no siente
más el miedo de estar en una cárcel.
Mientras paseaba por las calles de Roma ya no miraba de reojo para comprobar si le
estaban siguiendo, como había hecho en Hanoi. Thuan pertenecía a una minoría de
personas que, como él, habían vivido muchos años en cautiverio y que sentían con
fuerza la alegría de la verdadera libertad. El resto de la gente daba por hecha la
libertad. (Chau, 2017, pág. 369)
Ésta libertad sólo la puede experimentar aquel que estando tanto tiempo en prisión,
al fin pudo recobrar la libertad.
Su libertad la experimenta en plenitud desde otro lugar, exiliado de su país. Daba a
partir de su experiencia, testimonio a los demás sobre lo que era el caminar a la esperanza,
y como en ese camino, también se vive una experiencia de Dios incluso con más frecuencia
en los momentos más difíciles.
Siente felicidad el Cardenal, cuando puede contemplar en sus viajes a otros países a
sus compatriotas que habían podido salir de Vietnam. Incluso lo manifiesta así:
En Roma ocupa el tiempo para dedicarse por entero a sus escritos, sobre todo con el
tema de la traducir sus obras a otras lenguas. Muchas de sus obras eran acogidas a mucho
público, tanto así que algunos daban testimonio de ello y expresaban su punto de vista:
En poco tiempo, a medida que más gente leía los libros de Thuan, las comunidades
francesas, alemanas, italianos, españolas y latinoamericanas le invitaron también
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para que hablara en retiros y asambleas generales. Thuan viajó a numerosos países
para hablar a sacerdotes, religiosos y laicos que apreciaban su perspectiva sobre la
vida y la fe. Respetaban sus palabras, porque hablaba desde una rica experiencia y
como testigo de esperanza. Su experiencia personal daba peso a lo que decía, y cada
vez congregaba a más gente. Los jóvenes acudían en tropel siempre que hablaba.
Thuan sabía el bien que podía hacer hablando de historias relativas a su largo
sufrimiento. Pero se abstenía de hablar demasiado abierta o extensamente del trato
que le habían dado sus torturadores y guardianes. Aún alimentaba la esperanza de
que algún día le permitirían volver al trabajo en Vietnam, y no quería arriesgar la
posibilidad con lo que decía. (Chau, 2017, págs. 372-373).
Poseía la libertad total, aunque no fuera en su país natal, sin embargo, con la
esperanza de poder volver allá.
Trabajando como vicepresidente del consejo pontificio “justicia y paz”, estuvo junto
a él, el Papa Juan Pablo II:
Provienes de un país en guerra y has estado cautivo trece años. Ahora puedes
compartir tu experiencia con la gente de muchos países en los que hay sufrimientos
e injusticias, para así promover la justicia y la paz y ayudar a la gente a entender sus
derechos. (Chau, 2017, pág. 376).
Como presidente del Pontificio Consejo de la Justicia y la Paz, influyó para que la
sociedad fuera un ambiente donde se promueva la libertad y la igualdad. Su mayor
intención era que los políticos pudieran comprender el plan salvífico de Dios.
momento del juicio responderá solo ante Dios, no ante los medios de comunicación.
(Chau, 2017, pág. 405)
Esta analogía, debemos acogerla todos nosotros, de manera que seamos todos los
que podamos construir la ciudad de Dios en nuestro mundo. Debemos construir el Reino de
Dios trabajando por el bien común.
Todos estos acontecimientos que nos cuenta el Cardenal Nguyen, nos animan a
seguir caminando, no según nuestro parecer, si no, el de Dios. El camino de la esperanza es
por el cual vamos a encontrar la verdadera libertad.
Caminemos Juntos
Para los ejercicios espirituales, el Cardenal Van Thuan elige tema del año jubilar el
título Testigos de esperanza. La esperanza en este nuevo milenio es quizás uno de los retos
más grandes para el nuevo milenio.
¿En qué consiste el caminar juntos? Está en tomar conciencia de que la fraternidad,
cuando tiene sus bases en el Evangelio, es así misma un lugar de encuentro con Dios.
En los escritos de Juan encontramos: “A Dios nadie lo ha visto nunca-dice Juan-: Si
nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la
perfección” (1 Jn 4,12).
En el nuevo milenio, el Espíritu Santo sigue sembrando carismas en cada una de las
personas; unos carismas comunitarios que ayudan a que la vida cristiana tenga un
verdadero sentido.
Dios, que está en mí, que ha plasmado mi alma, que habita en ella como Trinidad
(con los santos y con los ángeles), está también en el corazón de los hermanos. No
es razonable que yo lo ame sólo en mí. Así pues, mi celda (como dirían a Dios las
almas íntimas) es el nosotros; mi cielo está en mí y, como en mí, en el alma de mis
hermanos. [...] Sí, es necesario vivir siempre la vida interior, incluso en presencia
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No se puede pensar, o más bien creer que aquél a quien tenemos al lado es un
obstáculo para alcanzar la santidad, al contrario, es el otro quien me lleva hacia la santidad.
No podemos escondernos del otro para ir al encuentro con Cristo, al contrario, debemos ir
con el otro a buscar a Cristo, y así mismo crear un espacio en el cual se pueda experimentar
ese amor del Señor resucitado en ambos.
Hay que mirar alrededor y así darnos cuenta de que debemos formar una vida
comunitaria. El mundo siempre tiende a lo comunitario, a la unidad; esto lo manifiestan
muchos signos.
“Nuestro tiempo exige una nueva evangelización”, dijo el Papa en el discurso a los
obispos que he citado al comienzo. Y precisó sus presupuestos: “Un anuncio renovado del
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“Una noche en que me encuentro enfermo en la prisión de Phú Khánh, veo pasar a
un policía y le grito: Por caridad, estoy enfermo; deme alguna medicina. Él me responde:
Aquí no hay caridad, ni amor; sólo hay responsabilidad” (Thuan, 2000, pág. 49).
Uno de los errores más grandes es creer que sólo yo soy de Cristo, y los demás no,
es decir, pensar en que soy al único que Cristo ama.
Los que pertenecemos a la Iglesia, debemos amarla, ya que somos miembros de ella
y por ende debemos trabajar en favor de esta.
Amamos de corazón a nuestra Iglesia ya que por medio de ella:
sacerdocio. Ella, finalmente, nos dará el último adiós: a Dios. Nos dará Dios. Si
nuestro corazón no le canta, es un órgano mudo. Si nuestra mente no la ve y no la
admira, es ciega y oscura. Si nuestra boca no habla de ella, es mejor que se quede
sin palabra. (Lubich, 1995, págs. 217-218).
la Iglesia es comunión y es unidad porque es -como decía san Cipriano- «un pueblo
reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4). La
Iglesia es Ecclesia de Trinitate, es su icono: imagen y participación; y todo en ella es
reflejo de la Trinidad y halla en la comunión trinitaria su modelo. (Van Thuan,
2000, pág. 166).
El amor se vive dentro de las Iglesia no sólo entre laicos, sino todos los bautizados, eso
incluye, a los sacerdotes, obispos y religiosos.
En la Sagrada Escritura
Antiguo Testamento
El pueblo de Israel vive la esperanza como un vínculo con Dios, “Israel es el pueblo
que nace de descendencia (Gn 12,2; 15,5). A la promesa de descendencia (Gn13,16)
y de tierra (Gn 12,7) hecha a Abrahán, se sucede la promesa de liberación para el
pueblo (Ex 3.7ss.), y las promesas hechas a la monarquía de David (2 S 7,12-17),
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Podemos decir, que esta esperanza, salvaguarda la relación de Dios con el pueblo
escogido: “La relación de especial intimidad entre Dios y su pueblo: Yo seré vuestro Dios y
vosotros seréis mi pueblo (Ex 6,7; Lv 26,12; cf. Gn 17,7; Ex 29,45-46). Yahwéh se
convierte en la encarnación de la esperanza y la esperanza en el otro nombre de Yahveh:
Esperanza de Israel, Yahwéh (Jr 14,8; 17,13; cf. Sal 71,5)”. (Izquierdo, DT, 2006, pág.
316).
Para el hombre vivir es espera; si la esperanza se desvanece, todo se acaba (Ecl 9,4;
Lam 3,18; Job 6,11; 7,6); uno queda como muerto sin nada de esperanza (Is 38,28;
Ez 37,11; Job 17,15). Para el hombre piadoso hay un futuro y una esperanza (Prov
23,18; 24,14), esperanza que no se verá confundida, ya que descansa en Dios (Sal
25,2; 28,7; 31,7; 119,116; etc.). El hombre piadoso puede llamar a Dios “su
esperanza” (Jer 17,7; Sal 61,4; 71,5). La esperanza excluye la angustia, pero va de la
mano con el temor de Dios (Is 7,4; 12,2; 32,11; Sal 33,18; 40,4; 46,3; Prov 23,17;
28,1). El hombre piadoso, sobre todo cuando es pobre o está oprimido, espera con
confianza recibir la protección y ayuda de Dios (Sal 13,6;33,18.22; 119,81.123) y la
restitución de sus derechos (Sal 9,19; 10,17s; 12,6.8; 72,2.4; 94,15). El pecador
arrepentido espera obtener el perdón de sus pecados (Sal 51,9; 130,1-8). Su
esperanza adquiere a veces carácter escatológico (Is 51,5; Jer 29,11; Sal 16,10s; 17-
15; 75,5-8). Estos se ponen más de manifiesto en el judaísmo posterior: el sabio – es
decir, el hombre piadoso – espera la inmortalidad (Sab 3,4), la resurrección del
cuerpo (2Mac 7,11.14.20), la salvación junto a Dios (4Mac 11,7), mientras que para
el pecador no hay esperanza (Sab 3,18), o sólo hay una esperanza vana y engañosa
(Sab 3,11; 5,14; 16,29; 2Mac 7,34)”. (Gallar, DEB, 1993, pág. 545).
Nuevo Testamento
En el Nuevo testamento podemos ver una nueva alianza realizada por Jesús. En los
evangelios sinópticos podemos ver el tema de la esperanza, incluso también en las cartas de
Pablo y de Juan.
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En un primer momento, los sinópticos nos hablan sobre el reino de Dios. Jesús
habla en varias ocasiones sobre la vida futura y la cercanía de su reino, todo esto
enmarcado en un ambiente escatológico.
El Reino de Dios, mencionado por Jesús, llega a los pobres, a los que sufren
opresión, a los humildes, y todo esto los llena de alegría. Jesús promete la mejor parte,
incluso la salvación a los pobres (Mt 5, 3,12; Lc 6,21-26); en las bienaventuranzas, promete
Jesús el cumplimiento de su esperanza. Jesús nos da a entender que el Reino de Dios está
aquí con nosotros. El núcleo fundamental de la esperanza en Jesús era el reino de Dios.
En el anuncio del Reino por Jesús también aparece esta paradoja de la esperanza
neotestamentaria. El Reino es a la vez buena noticia realizada y promesa abierta a
un futuro mejor. En Jesús, el Reino se hace presente ya (Lc 11,20; Mt 12,28; Lc
17,20.21: “…el Reino de Dios está entre vosotros”). Y, sin embargo, hay que
pedirlo (Mt 6,10; Lc 11,2) porque todavía no ha llegado en plenitud. Dios, en este
mundo todavía no es “todo en todos” (1 Co 15,28). El Reino de Dios en este mundo
coexiste con otro principado, sometido al “príncipe de este mundo” (Jn 12,31;
14,30; 16, 11; y también la parábola del trigo y la cizaña: Mt 13,24-29). La
esperanza es una dimensión del Reino de Dios. (Izquierdo, DT, 2006, pág. 317).
revelación de su filiación divina y de la gloria (Rom 5,2; 8,18ss; 2Cor 4,17; Gál
5,5). Por esto el cristiano pone su esperanza en el reino de Dios (1Cor 6,9s; 15,50;
Gál 5,21), la venida del Cristo (1Cor 1,7; Flp 3,20; 1Tes 1,3.10; Heb 8,28; Sant
5,7s), la resurrección (1Tes 4,13s), la vida eterna (Tit 1,2; 3,7), la participación en la
gloria de Cristo (Rom 8,17; 2Cor 3,18; Flp 3,20) y en todos los bienes de la
salvación, que ha anunciado la buena nueva y que la esperan en el cielo (Heb 6,18s;
1Pe 1,21). (Gallart, DEB, 1993, pág. 546).
La esperanza tiene, pues, como objeto al mismo Dios (1Pe 1,21; 1Tim 4,10), que es
fiel a sus promesas (1Cor 1,9; 1Tes 5,24); está vinculada a Cristo, que es la
esperanza del cristiano (1Tim 1,27), su esperanza de la gloria eterna (Col 1,27). Por
eso no defrauda; al contrario, se convierte en fuente de alegría, seguridad y gloria
(Rom 5,2.5; 2Cor 3,12; 11,17; Heb 3,6). Con la fe y la caridad, a las cuales la
esperanza está estrechamente ligada (1Cor 13,13; Col 1,4s; 1Tes 1,4; 5,8), la
esperanza constituye toda la vida interior del cristiano (cf. Rom 15,13). Es el signo
que distingue a éste de los que carecen de esperanza, los paganos (Ef 2,12; 1Tes
4,13; 1Pe 3,15). (Gallart, DEB, 1993, pág. 546).
Por medio de la vida eterna, el hombre adquiere alivio, pues tiene la esperanza de
los últimos días y sabe que se va a cumplir en la resurrección. El hombre se purifica en su
caminar hacia la eternidad, y por medio de la purificación, se hace más semejante a Dios:
Ahora bien, como la vida eterna se da al hombre entero, a éste le queda aún
resucitar en el último día (Jn 5,28s; 6,39s.54) y, si bien el creyente es ya
efectivamente hijo de Dios, esto que es todavía tiene que aparecer; cuando ocurra,
será semejante a Dios, al que contemplará como es (Jn 1,12; 1Jn 3,1-3; cf. 1Cor
3,18; Flp 3,21; Col 3,24). La esperanza, pues, no está ausente de los escritos
joánicos; al contrario, es el fundamento de la purificación que debe experimentar al
creyente, si quiere ser puro como Dios (1Jn 3,3). (Gallart, DEB, 1993, pág. 546).
El Concilio vaticano II
está compuesta de hombres que, reunidos en Cristo, son dirigidos por el Espíritu
Santo en su peregrinación hacia el reino del Padre, y han recibido, para
proponérselo a todos, el mensaje de la salvación. De ahí la experiencia vital que la
hace sentirse, y ser en realidad, íntimamente solidaria con la humanidad y con su
historia. (Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium Et Spes. Sobre la
Iglesia en el Mundo Actual”, 1).
Los cristianos, teniendo presente la palabra del Señor: “en esto conocerán todos que
sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35), nada pueden desear
con más ardor que el servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del
mundo actual. Por eso, en leal adhesión al Evangelio y con la ayuda de sus fuerzas,
unidos con cuantos aman y cultivan la justicia, han aceptado la enorme tarea que
han de cumplir en este mundo, de la que habrán de dar cuenta a Aquel que juzgará a
todos el último día. No todos los que dicen: “Señor, Señor”, entrarán en el reino de
los cielos, sino los que hacen la voluntad del Padre y decididamente ponen manos a
la obra. Quiere el Padre que en todos los hombres reconozcamos a Cristo nuestro
hermano y lo amemos efectivamente, de palabra y obra, dando así testimonio de la
Verdad, y que comuniquemos con otros el misterio del amor del Padre celeste. Por
este camino se sentirán los hombres estimulados en toda la tierra a una vida de
esperanza, que es el don del Espíritu Santo, de que, por fin, serán recibidos en la paz
y en la suma felicidad, en la Patria que brilla en la gloria del Señor. (GS 93).
esperanza, y así, alegres y en paz con Dios y con los demás, deben llevar ese sentimiento
siempre, sentimiento que llega a su culmen en el Reino de Dios.
El cardenal, en cuanto al gozo y la esperanza, su lema episcopal lleva el mismo
título de la constitución dogmática sobre la Iglesia: Gaudium et Spes.
En cuanto a la Lumen Gentium, cabe decir, que presenta a la esperanza en concordia
con el cuerpo de Cristo y la Iglesia misma. Es la esperanza cristiana, sobre la cual la
esperanza actúa en el pueblo que camina.
El pueblo camina bajo las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; en este
mundo permeado por los conflictos y las dificultades, debemos ser testimonio, dar
testimonio de Cristo, y ser promotores de la esperanza.
Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (Cfr. Heb 5,1-5), hizo de su
nuevo pueblo “un reino y sacerdotes para Dios, su Padre” (Cfr. Ap 1,6; 5,10). Pues
los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la
regeneración y por la unión del Espíritu Santo, para que por medio de todas las
obras del cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas de
quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable (Cfr. 1Pe 2,4-10). Por ello todos
los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabanza a Dios (Cfr. Hch
2,42-47), han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (Cfr.
Rom 12,1), han de dar testimonio de Cristo en todo lugar y, a quien se la pida, han
de dar también razón de la esperanza que tienen en la vida eterna (Cfr. 1Pe 3,15).
(LG 10).
ESPERAMOS EN CRISTO/CARD. VAN THUAN 26
La Iglesia, a la que todos somos llamados en Cristo Jesús y en el cual, por la gracia
de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección sino
“cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas” (Hch 3,21) y cuando,
con el género humano, también el universo entero, que está íntimamente unido con
el hombre y por alcanza su fin, sea perfectamente renovado[…]así que la
restauración prometida que esperamos, comienza ya en Cristo, es impulsada con la
venida del Espíritu Santo y continúa en la Iglesia, en el cual por la fe somos
instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal en tanto que con la
esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha
confiado en el mundo y labramos nuestra salvación (Cfr. Fil 2,12). (LG 48).
Entre tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en los cielos
en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el
futuro siglo, así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor (Cfr. 2Pe 3,10),
brilla ante el pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de
consuelo. (Concilio Vaticano II, “Constitución Dogmática LG sobre la Iglesia” 68).
en conjunto, sufre con el que sufre, y siempre busca la mejor solución para que así todos
alcancemos la misma meta.
El Catecismo también nos muestra la esperanza como una forma de vida. Esta
virtud debemos anhelarla todos y especialmente los que “aspiramos al Reino de los cielos y
a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de
Cristo y apoyándonos, no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu
Santo” (CIC, 1817).
ESPERAMOS EN CRISTO/CARD. VAN THUAN 28
Hay que tener en cuenta los pecados que menciona el Catecismo a cerca de la
esperanza: El CIC en el numeral 2090 afirma: “La esperanza es guardar confiadamente la
bendición divina y la bienaventurada visión de Dios; es también el temor de ofender el
amor de Dios y de provocar su castigo”.
Por la desesperación, el hombre deja de esperar de Dios su salvación personal, el
auxilio para llegar a ella o al perdón de sus pecados. Se opone a la Bondad de Dios,
a su Justicia- porque el Señor es fiel a sus promesas- y a su Misericordia.
Esto nos hace entender que el ser humano no puede alcanzar la esperanza por sus
propios medios, sino, que debe ser ayudado por Dios.
La Esperanza y el Individuo
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Cuando se habla de esperanza, hay que tener en cuenta, que ésta está en unión con
Dios y con los demás, es decir, no es un individualismo. El deseo de cada individuo está
enmarcado en la esperanza, también la esperanza del individuo está en relación con los que
nos rodean.
En este mundo nos estamos solos, al contrario, estamos rodeados de otras personas,
por eso no esperamos solos, sino con todos los demás. La salvación se nos da cuando
estamos en comunión con los que nos rodean.
“[…] la esperanza se refiere a la salvación de todos los hombres, y únicamente en la
medida en que estoy englobado en ellos se refiere también a mí” (Daniélou, 1953, pág.
340)”.
Para conseguir la esperanza, debemos iniciar un camino juntos y también en
compañía de Dios.
La esperanza se nos da por la misericordia de Dios. No podemos decir que la
esperanza la conseguimos por nuestros propios medios, sino que, también nos viene de
Dios. Jesucristo es el único medio para salvarnos:
El Perdón
Para hablar de esperanza, primero hay que tener en cuenta este aspecto: El perdón.
Cuando el Cardenal Van Thuan habla del martirio, se puede notar fácilmente que aquellos
que entregaron su vida por Cristo, siempre acudieron al perdón como un arma importante
para tener el alma en paz.
Los mártires acogieron la figura de Jesús y lo imitaron; en la cruz Jesús pide perdón al
Padre por los que lo iban a matar: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc
23,24). Allí en la Cruz, Jesús hace extensivo el perdón, pues no perdonó solamente a los
que lo acusaban, sino al mundo entero.
Hay que imitar a Cristo en su vida, hay que practicar el perdón, y así obrar con caridad.
El mandamiento principal, es amar a Dios y al prójimo, pues en la medida en que damos
ESPERAMOS EN CRISTO/CARD. VAN THUAN 31
comprensión, perdón, respeto al otro, en esa misma medida estamos acogiendo a Cristo en
todo nuestro ser.
Cuando amamos a los demás, logramos que nuestra vida trascienda, pues es el caso del
Cardenal y los que vivieron el martirio.
Estando en prisión, el Cardenal no manifiesta en ningún momento algún resentimiento
contra alguien, al contrario, su actitud fue siempre el respeto, la comprensión y el perdón;
incluso este tiempo lo convirtió en una forma de evangelización, pues ensañaba latín y
catequesis estando en la cárcel.
En alguna ocasión afirmó el Cardenal: “cuando hay amor se siente alegría y paz, porque
Jesús está en medio de nosotros” (Van Thuan, Cinco panes y dos peces, 2005, pág 52). Si
hay amor en nuestra vida, cualquier circunstancia podrá ser superada.
Para realizar el camino del amor, el Cardenal, se convierte en un modelo a seguir, pues
propone un camino en paz, sin violencia; ser cordial con todo el mundo. El camino de la
esperanza se debe realizar con el perdón, ya que así nos podremos realizar como seres de
bien, y forjar una verdadera amistad con Dios.
La Oración
Orar es uno de los aspectos más importantes para poder realizar el camino de la
esperanza, además debe ser el núcleo de todo cristiano. Por medio de la oración, entramos
en contacto con Dios, revitalizamos nuestra fe, y así estaremos siempre preparados para
caminar.
Según el Cardenal Van Thuan, los vietnamitas se reunión para orar en los tiempos más
difíciles, sobre todo cuando hubo la persecución a los sacerdotes, y así mantenían su fe.
En los momentos más difíciles de la vida del Cardenal, estuvo siempre presente la
oración, pues de esta forma podía sentir la presencia de Dios. Estando en aislamiento,
debido a su condición de sacerdote, él mismo dice que escuchó la voz de Jesús, y a partir de
este momento todo se tornó diferente, pues sus planes cambiaron y empezó a confiar más
en el Señor. Reconoce Van Thuan, la necesidad de acogernos a Dios, pues primero se
entregó a Dios, y segundo, Dios se sirvió de él, para hacer sus obras.
ESPERAMOS EN CRISTO/CARD. VAN THUAN 32
El cardenal identificaba la cárcel como una catedral, y a los reclusos como la grey.
El Martirio
Para entender un poco esto, traigo a colación un testimonio que nos ilustrará, y es el
martirio de Pablo Le Bao Thin (murió en 1857):
Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, os quiero explicar las tribulaciones en
que me veo sumergido cada día, para que, enfervorizados en el amor de Dios, alabéis
conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia (cf. Sal 136 [135]). Esta cárcel es un
verdadero infierno: a los crueles suplicios de toda clase, como son grillos, cadenas de hierro
y ataduras, hay que añadir el odio, las venganzas, las calumnias, palabras indecentes,
peleas, actos perversos, juramentos injustos, maldiciones y, finalmente, angustias y tristeza.
Pero Dios, que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno de fuego, está siempre
conmigo y me libra de las tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su
misericordia.
En medio de estos tormentos, que aterrorizarían a cualquiera, por la gracia de Dios
estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo Él,
nuestro maestro, aguanta todo el peso de la cruz, dejándome a mí solamente la parte más
pequeña e insignificante. Él, no sólo es espectador de mi combate, sino que toma parte en
él, vence, y lleva a feliz término toda la lucha. Por esto en su cabeza lleva la corona de la
victoria, de cuya gloria participan también sus miembros.
¿Cómo resistir este espectáculo, viendo cada día cómo los emperadores, los
mandarines y sus cortesanos blasfeman tu santo nombre, Señor, que te sientas sobre los
querubines y serafines? (cf. Sal 80 [79],2). ¡Mira, tu cruz es pisoteada por los paganos!
¿Dónde está tu gloria? Al ver todo esto, prefiero, encendido en tu amor, morir
descuartizado, en testimonio de tu amor.
Muestra, Señor, tu poder, sálvame y dame tu apoyo, para que la fuerza se manifieste en
mi debilidad y sea glorificada ante los gentiles, ya que, si llegara a vacilar en el camino, tus
enemigos podrían levantar la cabeza con soberbia.
Queridos hermanos al escuchar todo esto, llenos de alegría, tenéis que dar gracias
incesantes a Dios, de quien procede todo bien; bendecid conmigo al Señor, porque es eterna
su misericordia [...]. Os escribo todo esto para que se unan vuestra fe y la mía. En medio de
esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazón…
( Breviario Romano, Oficio de Lectura, 24 de noviembre.)
ESPERAMOS EN CRISTO/CARD. VAN THUAN 34
Vemos en este testimonio que los mártires no tenían miedo a enfrentarse a ciertas
dificultades; ellos nos han demostrado que están dispuestos a hacer cualquier cosa por Dios,
y que el camino de la esperanza es un camino de entrega.
La entrega de los mártires es una donación sin violencia, de la misma forma como
Cristo no utilizó la fuerza, así mismo la docilidad de los mártires dan ejemplo de paz
incluso a sus agresores. La entrega a Cristo debe ser libre, y sin violencia. La libertad de la
que nos habla el Señor va más allá de lo físico, pues la paz que menciona Cristo trae paz y
tranquilidad. Los mártires de vietnam mueren sin realizar la violencia, siempre estuvieron
sumisos a Cristo.
El camino a la esperanza nos conduce a una verdadera libertad; es aceptar todo lo que
Dios nos pide aun sabiendo que nos pueden matar. Los cristianos debemos vivir como
Cristo, y así mismo ser agentes de esperanza, una esperanza enraizada en la libertad del
espíritu.
En el Cardenal Van Thuan, vemos su relación íntima con Dios, para así caminar hacia
la esperanza y poderla entender. Entrando en contacto con Dios, el Cardenal reconoce la
voluntad de Dios.
Al estar en la cárcel, nunca perdió de rumbo su misión, es decir, el ser pastor, pues
oraba por sus ovejas y se las confió a Dios. El no perder la esperanza, es un ir a la libertad
total.
Aún en medio de las dificultades, la espiritualidad de la esperanza debe llevar a cada
individuo a experimentar la libertad, aún en medio de sus problemas. El liberarse
interiormente, hace que se experimente una tranquilidad a pesar de los obstáculos. Para
poder cambiar el entorno, primero hay que cambiar nuestras malas conductas para que,
obteniendo la liberación, pueda realizar su vida con los demás.
Hay muchos cristianos que no pueden expresar libremente su fe, ni mucho menos su
forma de pensar, sin embargo, al sentir la presencia de Dios, experimentan una gran alegría,
que se convierte en libertad, una libertad espiritual, de paz y de tranquilidad.
La realización personal es importante y necesaria, sin embargo, se vuelve mucho mejor
en compañía de los demás. Cada uno tiene la misión de dar testimonio, de manera que los
demás quieran imitarnos, y así ellos también puedan sentir la presencia de Dios y aún
mejor, conocerlo.
Hoy en día podemos ver el gran número de personas que, por obtener algún bien, pasan
por encima de los demás; en la actualidad se vive un egocentrismo que no permite al
hombre salir de sí mismo. Un individualismo que no aleja, sino que mata al prójimo.
El propio yo se ha convertido en el centro de toda la realidad. Pensamos que tenemos a
Dios y lo demás no importa, sin embrago que para entra en comunión con Dios, primero
debemos estar en paz con los demás.
Es importante una libertad propia, pero esta debe estar acompañada por el otro, pues
somos realimente libres cuando nos unimos a una misma causa.
El ejemplo del Cardenal Van Thuan es importante para nosotros, pues él vive su
salvación en compañía de los demás, en la fraternidad.
La libertad personal sirve a la libertad comunitaria, no están separadas, sino
íntimamente unidas.
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Para realizar la esperanza comunitaria, no se puede perder la fe, al contrario, esta nos
debe llevar a luchar por la verdadera justicia, no con violencia, sino con la justicia divina.
Es importante también tener en cuenta, la igualdad, pues cuando reconocemos al otro
igual que nosotros, con los mismos principios, deberes y derechos, reconocemos que
también debe ser reconocido y más aún respetado por su dignidad.
La libertad para la realización de la esperanza implica también el aspecto político. La
política tiene a su cargo la sociedad, de ella depende el orden y el buen funcionamiento de
las cosas.
Para que se pueda ejecutar la igualdad, la justicia, la paz, los encargados de las
naciones deben trabajar por el bien común, es decir, trabajar por todos.
Durante su vida, el Cardenal Van Thuan, trabajó por los derechos humanos, es decir,
quiso promover la libertad política, para la realización comunitaria.
Las bienaventuranzas del cardenal Nguyen, describen cuál es el rol del político que
trabaja por el bien común:
Bienaventurado el dirigente político que entiende su papel en el mundo.
Bienaventurado el dirigente político que ejemplifica personalmente la credibilidad.
Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el bien común y no por intereses
personales. Bienaventurado el dirigente político que es sincero consigo mismo, con su
fe y con sus promesas electorales. Bienaventurado el dirigente político que trabaja por
la unidad y hace de Jesús el fulcro de su defensa. Bienaventurado el dirigente político
que trabaja por el camino radical, se niega a llamar bueno lo que es malo y utiliza el
Evangelio como guía. Bienaventurado el dirigente político que escucha al pueblo antes,
durante y después de las elecciones y que siempre escucha a Dios en la oración.
Bienaventurado el dirigente político que no tiene miedo de la verdad ni de los medios
de comunicación, porque en el momento del juicio responderá solo ante Dios, no ante
los medios de comunicación. (André Nguyen Van Chau, 2017, pág 405).
Este es el ejemplo que deben seguir aquellos que quieren regir a la sociedad, deben de
tener en cuenta estos principios. Todos debería tener el derecho de expresar lo que viven y
experimentan en su país. En el país del Cardenal se sufre por esto, ya que los católicos no
pueden dar su punto de vista, pues son marginados, y no pueden ocupar ningún cargo
gubernamental.
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La libertad política, debe llevarnos a todos a construir un mejor mundo, donde todos
puedan recibir lo justo. Sin embargo, si no abrimos nuestro corazón a los demás, nunca
podremos ver con los ojos de Dios, las dificultades de los demás.
Es muy importante la libertad política para el camino de la esperanza, pues esto es un
caminar por el bienestar y el progreso de todos.
Es importante hablar ahora de aquella mujer cuyo ejemplo debemos imitar, sobre todo
cuando hablamos sobre la esperanza. María es el modelo propio de lo que significa la
esperanza, no sólo para nosotros o para una comunidad, sino, para todo el mundo.
Cada país tiene una devoción a laguna advocación de la Santísima Virgen María. Ella
nos muestra el camino y nos ayuda a vencer los obstáculos para llegar a la esperanza, es
decir a la felicidad de poder estar con su Hijo.
La esperanza de la Santísima Virgen viene precisamente de la fe en Dios, de confiarse
plenamente en la voluntad de aquel que la escogió. En la Anunciación, vemos claramente el
“sí” de María, una respuesta a Dios con la cual acepta su misión de ser madre de aquel que
nos iba a salvar a todos.
María nos muestra que aun cuando no entendemos los designios de Dios, debemos
aceptarlos, pues, aunque parezcan difíciles, sin embargo, traerán algo bueno.
Al aceptar la voluntad de Dios, inicia la Virgen un itinerario de sufrimientos, incluso
en la Sagrada Escritura, vemos que Jesús nace en un lugar que no es apto para concebir un
bebé, en un lugar donde no recibe los medios adecuados para que todo salga bien, sin
embargo, Dios así lo quiso y las cosas salieron de la mejor manera.
Cuando nosotros también estemos atravesando por momentos difíciles, debemos mirar
a María. Seguramente no estemos pasando por un momento tan difícil como la Virgen, pero
como ella debemos saber y tener la fe puesta en Dios, para que todo salga bien.
La Virgen María en la vida del Cardenal Van Thuan, es importante, pues lo acompaña
en todos los momentos de su existencia. Estando en la cárcel, siempre tuvo en su Mano el
Santo Rosario; para él esta oración era una herramienta para salir de paso a los momentos
difíciles, incluso para olvidar los maltratos que recibió.
La Madre de la esperanza siempre está a nuestro, simplemente en ocasiones nos
olvidamos de que tenemos una madre que Jesús nos regaló estando en la Cruz.
María debe convertirse entonces en nuestro ejemplo a imitar, incluso la Iglesia acoge
su ejemplo, pues es la madre la que siempre ama, espera y aconseja; así mismo la Iglesia
asume el papel de Madre para darnos a todos el amor que buscamos, el amor de Cristo.
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María está siempre al lado de su hijo, por eso no debemos dudar que ella intercede ante
nosotros y nos ayuda en nuestras dificultades, incluso por ella se nos devuelve la esperanza
que en algunos momentos pensamos que vamos a perder.
María nos comunica la esperanza, con su actitud de alegría y humildad. Y es que
precisamente al ser humildes y alegres, trasmitimos a Dios, es decir damos certeza de que
nuestro Dios nos está esperando y cada día nos llama.
Responder a Dios como María requiere de nosotros un salir de nosotros mismos y
aceptar todo lo que el Padre nos pide. Solamente podemos escuchar la voz de Dios si
permanecemos en su amor, en su gracia.
Debemos ser conscientes de las maravillas que Dios hace en cada uno, para que como
María cada día nos enamoremos más de Él, y así, lo busquemos con una esperanza viva.
En todo nuestro entorno debemos ser como nuestra Madre, estar en intimidad con su
hijo y animar a otros a que lo acojan para que juntos podamos caminar hacia aquello que
anhelamos cada día.
En los momentos de alegría debemos buscar a Dios, en los momentos difíciles,
también debemos buscar a Dios, pues nuestra esperanza no se puede ver condicionada por
momentos. La virgen María acompañó a Jesús en todos los momentos de su vida, incluso
sabiendo que venían cosas muy difíciles, casi imposibles de soportar.
Aunque nuestra esperanza esté puesta en Dios, no debemos olvidarnos de nuestra
realidad, es decir, de nuestra humanidad, de que cada día podemos experimentar el
desaliento, la tristeza, sin embargo, esto no nos puede condicionar para perder el rumbo.
Debemos saber esperar, porque en el “valle de lágrimas” no podemos dejar las cosas a
medias, si no que debemos luchar cada día con más entrega. Este “valle de lágrimas” se
puede convertir en un camino de alegría, sin embargo, sólo se puede realizar cuando
acojamos a todos y todos conozcamos el amor.
Todo el amor que podamos dar nos convertirá en anunciadores de la esperanza, cada
vez que hacemos las cosas con alegría y entrega, estamos siendo testimonio de esperanza.
La esperanza no se puede quedar en una simple palabra, ni podemos decir de ella,
como si fuera algo que en algún momento va a pasar, es decir, no podemos pensar que la
esperanza es la utopía de algo que podría ser, pues es algo que ya es y está presente en
nosotros.
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María nos muestra una vez más que la esperanza tiene su fundamento en su Hijo, que
de la única forma que la podamos entender, es mirando a Cristo, de lo contrario no se puede
hablar de esperanza.
Esperar es lo único que debemos hacer si queremos ver caca a cara a nuestro Dios. No
es una espera de estar en un mismo lugar, es decir, de quietud, es una esperar activo,
trabajando siempre con una actitud como aquél que espera con ansias aquello que tanto ha
deseado, y por lo cual ha trabajado toda su vida por conseguir. Debemos sentir en nuestro
corazón cada día el deseo de alcanzar el Todo, y esto será más fácil si vamos de la mano de
aquella que dio todo por el Amor.
Conclusión
A la luz de este trabajo, cabe decir a modo de conclusión, que el camino de la esperanza o
el esperar en Cristo, es el medio por el cual se realiza la promesa de Dios, pues es instaurar
su reino en la tierra por medio de nuestro testimonio, pero también aguardar la promesa en
el cielo.
Nuestra espera consiste en llegar a la meta, es decir, en ir al Reino de Dios; sin embargo,
ese Reino está ya aquí entre nosotros, y se cumple en nuestra historia, en la historia de cada
uno, pero tendrá su culmen cuando regrese el Señor a juzgarnos.
Este trabajo responde a la espera en Cristo, que a la luz del Cardenal Van Thuan y de su
vivencia en la cárcel nos dará razón de la esperanza ayudándonos a entender que no es algo
meramente personal, sino colectiva.
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El Cardenal Van Thuan debe ser un ejemplo para el mundo de hoy, para los cristianos de
nuestro tiempo. Su esperar lo convirtió en una motivación para alcanzar la libertad.
La esperanza por medio de este trabajo nos debe llevar a una libertad verdadera, a disfrutar
de ser libres, para lograr una plenitud tanto interior como exterior.
Este trabo permite que crezcamos en una vida de fe, de esperanza, y de caridad, y encontrar
cada día motivaciones para seguir adelante con nuestra misión en el mundo actual.
Bibliografía
Van Thuan, F. (2000). Cinco panes y dos peces, (Mons. Carlos talavera y María Elena
Talavera, trad.). Ciudad Nueva.
Van Thuan, F. (2009). Espera en Dios, (Ana Hidalgo, trad). Ciudad Nueva, 2009.
Van Chau, A. (2017) Prisionero político, profeta de la paz, (María Jesús García
González, trad). San Pablo.
Van Thuan, F. (2000). Testigos de Esperanza, (Juan Gil Aguilar, trad). Ciudad Nueva.
Discurso del Papa Juan Pablo II a los representantes de las reales academias, del
mundo de la universidad, de la investigación, de la ciencia y de la cultura de España,
XVIII/1, Ciudad del Vaticano 1997. https://www.vatican.va/content/john-paul
ii/es/speeches/1982/november/documents/hf_jp-ii_spe_19821103_universita ricerca.pdf