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Semana 4
Educación y Pedagogía
La educación ha sido considerada como un proceso de formación, de humanización y en
ese sentido desde que el hombre existe, la necesidad de formarse, de educarse, está
íntimamente ligada a su condición humana, al crecimiento como individuo, como ser
social.
La educación es un proceso consciente y no consciente, se da con la interacción del
hombre con el hombre, con la naturaleza y con su entorno. En ese sentido es comprensible
que pueda ser pensado, intencional o no lo sea. Cuando existe una intencionalidad, cuando
se piensa, cuando se construyen ideas, concepciones, estructuras, comienzan a aparecer
los signos de una teoría, una disciplina. Para esto,
Flórez (1994), establece cinco criterios de elegibilidad, que permiten distinguir una teoría
propiamente pedagógica de una que no lo es:
● Definir el concepto de hombre que se quiere formar, o meta esencial de formación
humana.
● Caracterizar el proceso de formación del hombre, de humanización de los jóvenes en
el desarrollo de aquellas dimensiones constitutivas de la formación, en su dinámica y
secuencia.
● Describir el tipo de experiencias educativas que se privilegian para afianzar e impulsar
el proceso de desarrollo.
● Descripción de las regulaciones que permiten “enmarcar” y cualificar las interacciones
entre el educando y el educador en la perspectiva del logro de las metas de formación.
● Descripción y prescripción de métodos y técnicas diseñables y utilizables en la práctica
educativa como modelos de acción eficaces (pp. 114-115).
La educación no es solamente objeto de estudio de la pedagogía, aunque se considera a
la pedagogía como la disciplina de la educación, la psicología, la filosofía, la sociología,
la economía, la antropología y la política, son disciplinas que se ocupan de la educación,
son dimensiones del fenómeno educativo. Pero la pedagogía aparece como la ciencia
“propia” de la educación.
En el proceso de humanización del hombre se entrecruzan e interactúan los procesos
naturales y los procesos sociales, haciendo de la humanización un proceso de crecimiento
individual y social.
La educación va mucho más allá. No puede prescindir de la instrucción, ni del bien, pero
apunta el valor que tras de ese bien se oculta. Así, por ejemplo, más que el conocimiento
estricto del hecho histórico le interesan las energías espirituales (entusiasmo, admiración,
respeto, patriotismo. etc.) que ese hecho puede despertar. Pero para lograrlo no se fija
exclusivamente en la ley del contenido a transmitir sino parcialmente en las capacidades
y disposiciones que el alumno tiene para aprehender a realizarlo.
En ella hay relación directa de hombre a hombre, en la cual la influencia del educador
parte del educando, entra en contacto con él y lo eleva o se eleva conjuntamente con él a
la pesca del valor que todo bien cultural encierra. Desde este punto de vista es,
propiamente hablando, una "conducción espiritual". La educación más que el intelecto,
apunta a la personalidad total del educando, y para ello se vale de una influencia
intencional y metódica que se centra sobre el educando, y que hace del contenido a
transmitir un medio para el desarrollo de las potencias del ser inmaduro. No otra cosa
surge del concepto que de la educación da el ya citado Taborda: "Hacer deliberado y
querido, regido por un pensamiento específico y propio que se propone formar y fomentar
a un ser humano de acuerdo a sus posibilidades valiosas"
Partiendo del significado de la palabra educación como sinónimo de formación y del valor
como el significado socialmente positivo de algo para satisfacer necesidades humanas
Límites de la Educación
De tanto escuchar hablar de límites en simposios de educación, en seminarios con
sociólogos, psicólogos, pedagogos, profesores, en artículos de prensa, en programas de
televisión, en discursos de ministros, en reuniones de padres de familia, me viene a la
mente (resemantizando), una conocida frase de Carlos Marx: “Hasta ahora los pensadores
no han hecho más que interpretar la educación, ahora se trata de realizarla.”
Hay que inclinarse sobre el tema de los límites educativos, reflexionarlo en forma
responsable y argumentativa, para saber a qué realidad aluden y, sobre todo, para
tomarlos en cuenta en la práctica educativa, y asumir los roles y desafíos que demanda la
situación actual. Así se valora la acción de educar a pesar de las incertidumbres y
ambigüedades del momento, pero con capacidad de optar en contextos concretos, con
propuestas que demuestren amor por los chicos reales, no desencarnados y ficticios.
¿Por qué el tema de los límites hoy se hace tan agudo? ¿Por qué el sentido del límite pasó
a ser una temática candente en educación?
Porque se percibe una carencia de ellos. Como cuando una persona pierde una pierna y
entonces toma conciencia de que tenerla es mejor y más útil que no tenerla.
La educación camina con dos piernas: una es la libertad del sujeto para construir su vida;
la otra pierna son los límites que le dan consistencia y rumbo a la libertad. El camino
sobre el cual transita la persona es el contexto de vida histórico social, allí comparte con
otros la aventura de su existencia.
Defender de manera estrictamente principista la idea de una educación construida sobre
límites difusos, equivale a bajar los brazos ante una actividad humana y social exigente,
que, por lo mismo, depende también de valores más esenciales y sólidos a los que aspira
una sociedad.
Toda educación (formal o no formal), tiene razón de ser, porque hoy existen personas
concretas y reales (niños, adolescentes y jóvenes) que necesitan de adultos educadores
que asumen como referentes códigos constructivos, no los precarios y débiles de la
permisividad cultural, con ellos los chicos no crecen. Desde esta visión, educar siempre
es una práctica realizada a contrapelo de la cultura.
En sentido general, los límites o fronteras indican aquello que “separa una cosa de otra”.
Señalan el lugar donde algo termina y empieza una realidad diferente y separada.
Pero el límite puede ser también “un lugar de paso” para dirigirse a otro territorio, hacia
una dirección o a una realidad complementaria del lugar de proveniencia. Las fronteras
siempre exigen prestar atención a los bordes de un nuevo territorio donde es necesaria
una acomodación, una adaptación o un cambio.
En educación la palabra límites asume todas estas connotaciones y adquiere un
significado simbólico o metafórico, como sucede en otros ámbitos cuando se habla, por
ejemplo, de límites ideológicos, o de fronteras políticas, de límites religiosos, etc.
(Zecchetto, V. 2014).
Educación y Cultura
El criterio que podríamos denominar culturalista (enfoque de la educación como hecho
de cultura) es quizá uno de los que más ricas consecuencias puede aportar al planteo del
problema del concepto de la educación. Pero para aplicarlo es imprescindible insistir en
el ya expuesto significado de la cultura, en sus formas objetiva y subjetiva, en el sentido
de los bienes y valores culturales.
El enfoque culturalista de la educación es insospechable y muy difícil de abarcar en todas
sus proyecciones. Por esa causa lo mejor es intentar la sistematización de los conceptos
principales de la educación a la luz de ese enfoque, teniendo en cuenta sólo las líneas
evidentes de la relación que los alimenta. En este caso servirán de punto de apoyo las dos
formas de la cultura (objetiva y subjetiva)
Los conceptos de la educación desde el punto de vista cultural son en esencia:
● Bien de la cultura.
● Síntesis de la cultura
● Transmisión de la cultura.
● Individualización de la cultura.
● Transformación de la cultura.
Individualización de la cultura
La transmisión cultural se propone hacer carne en el sentido de los bienes culturales de la
comunidad, sostiene. La individualización de la cultura es, y debe ser, el producto de la
transmisión cultural. Como ha dicho Hermann Nolh: "La educación es el aspecto
subjetivo de la cultura, la firma interior, la actitud espiritual del alma que puede acoger
todo lo que viene de afuera con sus propias fuerzas, en una vida unitaria y transformar
todas las acciones desde esta vida unitaria"
Transformación de la cultura.
Sin embargo, la educación no puede ni debe conformarse simplemente con transmitir y
subjetivizar la cultura existente. Si solo eso hiciera se quedaría en la mitad del camino.
Ya No lo deja entrever en la última parte del concepto antes transcrito, la cultura es el
fruto del encuentro dinámica entre subjetividad y objetividad, y la educación debe ayudar
a ese dinamismo no limitándose a transmitir los bienes dados, sino suscitando en el
hombre una capacidad renovadora de la cultura de su tiempo, una voluntad de mejorarla.
Nuevamente es Sprager quien nos facilita un concepto que reúne de dos últimas funciones
de la educación: "voluntad despertada por el amor generoso en el alma de otro, para
desarrollar desde dentro la total receptividad de valores y su total capacidad creadora de
valores"
Principios de intervención educativa.
¿Qué es una intervención educativa?
Según, Feliz. (2009), en la actualidad, sobre todo en contextos educativos no académicos,
es frecuente hablar de intervención educativa. Mientras, en contextos más académicos,
son más tradicionales otros términos como enseñanza, aprendizaje o instrucción.
Intervenir tiene muchas acepciones, aunque no nos interesa como verbo transitivo. Un
educador no interviene algo; acaso interviene para alguien o algo, con alguien o algo o
sobre alguien o algo. Estos son todos sentidos intransitivos:
● Tomar parte, participar, colaborar o contribuir en un proceso.
● Ofrecer o proponer su facultad o capacidad para realizar una actividad.
● Interceder o mediar por alguien.
● Interponerse entre dos o más que están en desacuerdo.
Este cuarto aspecto no es baladí ya que enlaza adecuadamente con la idea de
acompañamiento, mediación, participación, ofrecimiento, intercesión, interposición,
comunicación o interacción. Todas ellas hacen justicia a su origen compuesto (intervenir,
es decir, venir entre) y entroncan muy oportunamente con las perspectivas
contemporáneas de la educación a la vez que sitúan al educador en una posición muy
pertinente tanto antropológica como deontológicamente. Ahora bien, la intervención es
tanto la acción como el efecto de intervenir. Veamos el interés de este matiz. (p.89)
La intervención como acción y como efecto.
Como decimos, una intervención es tanto la acción como el efecto de intervenir. Esta
primera particularidad es importante. La acción nos remite al proceso entendido como
desarrollo de una actividad, eso es, al hacer mientras sucede. Ello nos deriva a un campo
semántico de suma importancia para la actividad didáctica: la acción, la actividad, el acto,
la actuación, el curso, el desarrollo, el ejercicio, el encuentro, la energía, el entusiasmo,
la evolución, la fase, el hecho, la labor, la maniobra, la marcha, la mediación, el medio,
el movimiento, la obra, la operación, la participación, el procedimiento, el procesamiento,
la serie, la sucesión, el suceso, la tarea, la técnica, el trabajo, la transformación o el
tratamiento. Las acepciones centradas en el efecto no son menos interesantes. El efecto
nos remite a lo que resulta del proceso. Así enlazamos con otro campo semántico: la
alteración, el beneficio, el cambio, la conclusión, la consecuencia, el corolario, la
deducción, la derivación, el desenlace, el efecto, la elaboración, el fruto, el impacto, la
impresión, la inferencia, la producción, el producto, el provecho, el rendimiento, el
resultado o la secuela.
Consecuentemente, esta segunda perspectiva nos aboca a observar lo que se logra o no y
si se alcanza voluntariamente o no. Ambas perspectivas son relevantes: la educación es
un proceso intencional y, por tanto, deseado, deseable, esperado, pretendido. Deseamos
los efectos que consideramos valiosos. Por eso, lo prevemos, lo preparamos, lo
Enfoques curriculares
Según, Román, y Díez (2.001), el enfoque curricular puede variar de acuerdo con la
política educativa y las intencionalidades sociales; por esta razón el docente debe conocer
diferentes enfoques además del vigente, pues esto permitirá asumir cualquier información
que se plantee en este campo. Siguiendo los planteamientos de Magenzo
(1.986 y Pinto 1.987, como lo citó Román y Díaz, 2001, p 335) se incluye una descripción
de los enfoques seleccionados, en términos del énfasis teórico que los sustenta.
Enfoque Psicologista
Este enfoque se centra en los análisis psicológicos del individuo, los cuales pueden
adoptar un carácter conductista, personalista, etc., de acuerdo con la concepción del
individuo que se maneje. Los fundamentos que lo sustentan son sólo las teorías
específicas del desarrollo de la psicología del campo, de la psicología clínica, genética
etc.
Enfoque Academicista e intelectualista.
Se centra en la valoración de contenido cultural sistematizado y en el proceso de
transmisión de ese contenido, que permite la imposición de ese capital cultural. Acentúa
el carácter instrumental de la escuela como transmisora de la cultura universal,
visualizada como asignaturas aisladas. Por tanto, se privilegia la formación intelectual del
individuo. Se sustenta teóricamente en la filosofía y las ciencias sociales que justifican la
división del trabajo y de la cultura.
Enfoque Tecnológico.
El enfoque pretende alcanzar mayor racionalidad en el proceso de transmisión de los
contenidos educacionales para que este sea más eficiente. Los fundamentos teóricos que
lo sustentan provienen de la psicopedagogía y la filosofía educacional conductista y
pragmática.
Enfoque Socio-reconstruccionista.
Pretende este enfoque transformar la educación en un proceso de socialización o
culturización de la persona. Por ello se centra en el individuo como realidad sociocultural
y en la sociedad como realidad sistemática e institucional. Los sustentos teóricos son las
orientaciones funcionales estructuralistas que visualizan la sociedad como un sistema de
respuesta y como un pilar de los intereses de los grupos que detectan el poder. Por ello se
puede considerar que la sociedad es una construcción social susceptible de ser alterada
mediante la intervención de los ciudadanos. Por tanto, se parte del cuestionamiento y de
la reflexión constante de los hechos sociales, culturales y políticos de más trascendencia
y se toma postura ante los actos de injusticia y discriminación (p 22)
Desde la pedagogía crítica se considera que la escuela es un agente de transformación
social, pero para ello, entre otras cosas, se ha de aceptar que la selección de los contenidos
curriculares contiene una carga ideológica implícita y que por tanto se han de analizar.
Por otro lado, como agente de transformación social, el proyecto educativo de la escuela
ha de estar vinculado a la comunidad en la que se inscribe y ha de participar de la vida de
esta. Por ello una de las líneas de actuación fundamentales desde la pedagogía crítica es
la reflexión y la participación democrática. Asimismo, se considera que la subjetividad
es fruto de la experiencia, de la influencia de las relaciones sociales y del marco
sociocultural en que se desenvuelven los alumnos, y por tanto la construcción de los
conocimientos de las personas son de naturaleza esencialmente social. Unos
conocimientos que se van reconstruyendo a
partir de la experiencia y participación de los
alumnos en la construcción de la sociedad
(A. Yuste, y otros 1994); (P. Benejam,1997
como lo citó en Palos, 1998, p 22).