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EPICURO: LA ÉTICA DEL PLACER

Constanza González

La base de la ética de Epicuro es que lo bueno es todo lo que produce placer. Según Epicuro el
placer es un bien inherente a nuestra naturaleza, y estamos destinados a buscar el placer. 

En completa contraposición a las teorías de Sócrates, Platón y Aristóteles, que defendían la tesis
de la razón sobre las pasiones e impulsos; para Epicuro de Samos el único criterio de verdad lo
proporciona el cuerpo, y es el placer el medio que permite alcanzar la felicidad. 

Cuando se es joven, no hay que vacilar en filosofar, y cuando se es viejo, no hay que cansarse
de filosofar. Porque nadie es demasiado joven o demasiado viejo para cuidar su alma… Por
tanto hay que estudiar los medios de alcanzar la felicidad, porque, cuando la tenemos, lo
tenemos todo, y cuando no la tenemos lo hacemos todo para conseguirla. Por consiguiente,
medita y practica las enseñanzas que constantemente te he dado, pensando que son los
principios de una vida bella. 
[…] 
Por ello decimos que el placer es el principio y el fin de la vida feliz. Lo hemos reconocido
como el primero de los bienes y conforme a nuestra naturaleza, él es el que nos hace preferir o
rechazar las cosas, y a él tendemos tomando la sensibilidad como criterio del bien. 

― Carta a Meneceo 

El placer

Epicuro explica el placer como ausencia de dolor, y para evitar el dolor, debemos buscar los
placeres elementales no desenfrenados, sin rendirnos a la esclavitud de la necesidad. La
finalidad de nuestras vidas es el placer. Pero no cualquier placer, sino el tranquilo y duradero. 

Desde la perspectiva de la ética de Epicuro el auténtico placer es el placer calculado, producto


de un gran autocontrol y de una buena madurez intelectual. Este placer lo alcanzamos cuando
conseguimos el pleno dominio de nosotros mismos, de nuestros propios deseos y afecciones. 

No obstante, cabe aclarar que no se trata de una eliminación sistemática de las pasiones, sino de
la eliminación de los obstáculos que se oponen a la felicidad. A saber, los temores, los dolores,
las penas y las preocupaciones. El placer entendido de esta manera no es sólo físico, sino
también intelectual. Así, para alcanzar la serenidad del alma (ataraxia), es necesario el balance
entre nuestras sensaciones y nuestros pensamientos. 

Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de ello que no buscamos cualquier
placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos placeres cuando tienen como
consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos
preferibles a los placeres, cuando nos producen un placer mayor después de haberlos
soportado durante largo tiempo.  

― Carta a Meneceo

Debemos saber elegir los placeres

Si bien para Epicuro la felicidad consiste en vivir en continuo placer, no se trata de cualquier
placer, estos se deben elegir sabiamente. Epicuro distinguió los deseos entre naturales y vanos, a
la vez que entre los deseos naturales unos son necesarios y los otros sólo naturales. Así, entre
los deseos necesarios unos son necesarios para la felicidad, otros para la tranquilidad del cuerpo
y los otros para la vida misma. 

Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero todo placer no es
deseable. Igualmente todo dolor es un mal, pero no debemos huir necesariamente de todo
dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una prudente consideración de las
ventajas y molestias que proporcionan. En efecto, en algunos casos tratamos el bien como un
mal, y en otros el mal como un bien. 

― Carta a Meneceo

Los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los deseos.


Igualmente, los placeres vanos no son buenos porque son difíciles de conseguir, fáciles de
perder y a la larga solo nos causan dolor. La verdadera sabiduría radica en conocer nuestras
verdaderas necesidades y reducirlas a lo indispensable, evitando los deseos de poseer más.
Porque el verdadero placer no lo encontramos en las cosas materiales, sino en el saber y la
amistad. 

Una teoría verídica de los deseos refiere toda preferencia y toda aversión a la salud del cuerpo
y a la ataraxia [del alma], ya que en ello está la perfección de la vida feliz, y todas nuestras
acciones tienen como fin evitar a la vez el sufrimiento y la inquietud. Y una vez lo hemos
conseguido, se dispersan todas las tormentas del alma, porque el ser vivo ya no tiene que
dirigirse hacia algo que no tiene, ni buscar otra cosa que pueda completar la felicidad del alma
y del cuerpo. Ya que buscamos el placer solamente cuando su ausencia nos causa un
sufrimiento. Cuando no sufrimos no tenemos ya necesidad del placer.  

― Carta a Meneceo

Para Epicuro la ética del placer se basa en la serenidad y la autosuficiencia

Según Epicuro no somos felices porque le tenemos miedo a los dioses y a la muerte. Él creía
que los dioses existen y están hechos de átomos como todo lo demás. Pero, no vigilan nuestros
actos ni se preocupan de nuestros actos. Por tanto, no hay que tenerles miedo. 

En cuanto a la muerte, ésta no es más que la separación de los átomos de los que estamos
hechos. Asimismo, comprender que la muerte no es nada para nosotros nos permite disfrutar de
nuestra vida mortal. 

Al igual que Aristóteles, para Epicuro la ética del placer también se basa en la autonomía. El
sufrimiento lo eliminamos cuando sabemos seleccionar los placeres y sabemos calcular su
medida. Lo importante es encontrar en uno mismo la serenidad y la autosuficiencia. Pero,
también, debemos ser buenos sin ser supersticiosos. No hay nada de bueno en ser buenos por
miedo a un poder superior.

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