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Epicuro

Nacido en Samos (Grecia) en 341 a. C., Epicuro fundó, como también hicieron Platón y
Aristóteles, su propia escuela, El Jardín. El Jardín se hizo famoso por el cultivo de la amistad y
por estar abierto a la participación de las mujeres, en contraste con lo habitual en la Academia
fundada por Platón y en el Liceo de Aristóteles.
La doctrina epicúrea preconiza que el objetivo de la sabiduría es suprimir los obstáculos que se
oponen a la felicidad. Ello no significa, sin embargo, la búsqueda del goce desenfrenado, sino,
por el contrario, la de una vida mesurada en la que el espíritu pueda disfrutar de la amistad y del
cultivo del saber. La felicidad epicúrea ha de entenderse como el placer reposado y sereno,
basado en la satisfacción ordenada de las necesidades elementales, reducidas a lo indispensable.
No obstante, cabe aclarar que no se trata de una eliminación sistemática de las pasiones, sino de
la eliminación de los obstáculos que se oponen a la felicidad; a saber, los temores, los dolores, las
penas y las preocupaciones.
El placer entendido de esta manera no es sólo físico, sino también intelectual. Así, para alcanzar
la serenidad del alma (ataraxia), es necesario el balance entre nuestras sensaciones y nuestros
pensamientos.
El primer paso que se debe dar en este sentido consiste en eliminar aquello que produce la
infelicidad humana: el temor a la muerte y a los dioses, así como el dolor físico. La conclusión es
la misma: el hombre no debe sufrir por cuestiones que existen sólo en su mente.
Desde la perspectiva de la ética de Epicuro, el auténtico placer, es el placer calculado, producto
de un gran autocontrol y de una buena madurez intelectual. Este placer lo alcanzamos cuando
conseguimos el pleno dominio de nosotros mismos, de nuestros propios deseos y afecciones.
Y puesto que el placer es el primer bien natural, se sigue de ello que no buscamos cualquier
placer, sino que en ciertos casos despreciamos muchos placeres cuando tienen como
consecuencia un dolor mayor. Por otra parte, hay muchos sufrimientos que consideramos
preferibles a los placeres, cuando nos producen un placer mayor después de haberlos soportado
durante largo tiempo. Por consiguiente, todo placer, por su misma naturaleza, es un bien, pero
todo placer no es deseable. Igualmente, todo dolor es un mal, pero no debemos huir
necesariamente de todo dolor. Y por tanto, todas las cosas deben ser apreciadas por una
prudente consideración de las ventajas y molestias que proporcionan. En efecto, en algunos
casos tratamos el bien como un mal, y en otros el mal como un bien.
― Carta a Meneceo
Siguiendo a Epicuro y la ética del placer, la verdadera sabiduría radica en conocer nuestras
verdaderas necesidades, y reducirlas a lo indispensable, evitando los deseos de poseer más.
Porque el verdadero placer no lo encontramos en las cosas materiales, sino en el saber y la
amistad.
Hedonismo(---)
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Epicuro. En Biografías y Vidas. La enciclopedia
biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado
de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/e/epicuro.htm el 11 de septiembre de 2021.

González, C. (2021, February 22). Epicuro: la ética del placer. La casa de la ética.
https://lacasadelaetica.com/epicuro-la-etica-del-placer/

Biografia de Epicuro (biografiasyvidas.com)

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