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1
CAPÍTULO
LA PSICOLOGÍA
DE LA EDUCACIÓN Y
EL DESEMPEÑO DOCENTE
4. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
Por la tarde, volviendo a casa, Carmen se pregunta por qué Marta no entendía bien
el ejercicio y cómo podría ayudarla de la mejor manera. No está muy convencida de que
ahora Marta efectivamente lo haya visto más claro. Este pensamiento la lleva a preguntarse:
¿Expliqué el tema en clase de una manera que no ayudó a que todos com-
prendieran? ¿Elegí los mejores ejercicios? ¿El libro de texto que usamos este
curso es el mejor que podríamos haber escogido? ¿Debería comenzar el tema
por problemas que despierten más el interés de niños como Marta y les ayuden
a entender la multiplicación desde su aplicación práctica? Pero también es
cierto que, a Jorge, por ejemplo, le parece muy sencillo tal como está explicado.
¿Por qué? ¿Qué le hace comprenderlo mejor? ¿Tendrá algo que ver con que a
Jorge le encantan las matemáticas y Marta se queja a menudo? ¿Cuándo empezó
a gustarle a uno y a no gustarle a la otra? ¿Fue antes o después de que Jorge
empezara a comprender tan bien y Marta comenzara a encontrar tantas difi-
cultades? Tal vez a Marta no le ha llegado su momento de comprender bien la
multiplicación porque es la menor de la clase. Por cierto, las risas de Jorge no
me han gustado nada. ¿Hice bien en decirle solo que debía callarse? Tal vez
podría haberle obligado a que le pidiera perdón a su compañera, pero ¿habría
ayudado eso a mejorar la situación y el clima de respeto entre compañeros que
quiero que haya en la clase y en el colegio en general? Con lo bien que trabajan
en grupo a veces y cómo otras tienen tan poco en cuenta los sentimientos de
los demás. ¿Estará afectando esta burla a la autoestima de Marta? Ella parece
tener asumido que las matemáticas no son lo suyo y ni siquiera parece haberle
importado lo que decía Jorge. ¿Es más grave que le importe o que no le importe?
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Sumario │
Creo que debería hablar con los padres de Marta en la próxima tutoría, pero,
en realidad, sé que les será difícil ayudar a su hija porque ninguno puede estar en
casa por las tardes y no estoy segura de si los abuelos serían capaces. De todas
formas, ¿sería conveniente hablar primero con otros profesores más expertos
que yo o con la orientadora por si me ayudan con estas dudas antes de plan-
tearle a los padres el problema? Creo que será lo mejor.
Este último pensamiento deja a Marta más tranquila y comienza a planificar de qué
manera va a presentar el mes que viene la pequeña investigación que les va a proponer a
sus alumnos sobre cómo era la vida de sus abuelos de niños. Volvamos por un momento
a lo que piensa Carmen:
Estas ideas animan a Carmen y se ilusiona pensando que sería una oportunidad para
trabajar las competencias sociales y cívicas. Realmente, esta es la competencia que más le
gusta promover porque ¿no es ese el objetivo principal de la escuela? Nuevas reflexiones
le vienen a la mente, pero, entre tanto, su autobús ha llegado a la parada. Mañana le dará
otra vuelta a estos temas.
Esta escena, que nos ha acercado a las preocupaciones, reflexiones e ilusiones de un día
cualquiera de una maestra de primaria nos va a permitir introducir qué es la psicología de
la educación y por qué es un campo de conocimiento relevante para las cuestiones que
se plantea la protagonista de nuestro ejemplo. En las siguientes páginas, comenzaremos
definiendo la «psicología de la educación», aclarando su objeto de estudio y su distin-
ción con otras disciplinas relacionadas. A continuación, veremos por qué se trata de una
disciplina no solo teórica, sino también aplicada, y concluiremos planteando cómo es la
relación entre los profesionales de la psicología y los docentes en los contextos escolares.
Iremos viendo ejemplos y conviene que no olvidemos la escena con la que hemos comen-
zado. Antes de continuar con este capítulo, de hecho, sería un buen ejercicio pensar qué
respuesta se daría el lector respecto a las preguntas que se lanza a sí misma Carmen.
Seguramente, las dudas llevarán a nuevas preguntas que este capítulo y todos los que
integran este manual ayudarán –al menos hasta cierto punto‒ a resolver.
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│ Sumario
La maestra con la que comenzábamos este capítulo se pregunta por cuestiones que
resultan relevantes para todo aquel que se aproxime al mundo de la educación. Tiene
interés por saber más sobre variables de diverso tipo: se pregunta sobre las capacidades
actuales de sus alumnos, para saber si puede pedirles determinadas tareas; quiere saber
de qué manera están aprendiendo y si es una forma adecuada de hacerlo; le preocupa que
las relaciones entre los propios niños a veces sean de tanta ayuda para su aprendizaje y
bienestar y otras supongan una dificultad; querría saber más acerca de la relación que
podría mantener con las familias, porque tiene en cuenta que son el agente principal de
socialización y, además, le asaltan dudas sobre cómo adaptar su actuación a las caracte-
rísticas que considera más individuales de sus alumnos (cómo se ven a sí mismos, sobre
qué se muestra más capaz cada uno, por qué asuntos están más interesados, etc.).
Estas cuestiones que preocupan a nuestra protagonista tienen que ver con el desarrollo de
sus alumnos, con sus procesos de aprendizaje, con las relaciones interpersonales o con las dife-
rencias individuales. Estos son campos de conocimiento ricos en investigaciones y propuestas.
Se trata de conocimientos que nos ayudan a comprender e intervenir en el complejo pro-
ceso educativo y son, por ello, de gran interés para una de las ramas de la psicología: la
psicología de la educación. Nuestra protagonista sabe que tener más conocimiento en este
campo podría ayudarla a ser una docente más eficaz, que logre, a su vez, ayudar a todos
sus alumnos a ser más competentes y autónomos. ¿Qué tienen en común estos aspectos
que inquietan a nuestra maestra? Vamos a verlo con más detalle para enmarcar la impor-
tancia que tiene para un docente adentrarse en el estudio de la psicología de la educación.
Pero ¿sucede todo ello independientemente de lo que ocurre alrededor de cada indi-
viduo? No. Sabemos que existe relación entre las variables que hemos comentado y el
ambiente en el que cada uno vivimos. «Los otros significativos», es decir, las personas con
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Sumario │
las que cada uno tenemos una relación más estrecha o que, en el caso de un niño, atienden a
sus necesidades, tienen una influencia destacada, ya que los cambios ocurren especialmente
gracias a las relaciones entre personas. Todos estamos inmersos en una cultura determinada,
con convenciones, normas y artefactos culturales diferentes. Es más, todos construimos la
cultura de la que somos parte. Los otros y la cultura, como veremos más adelante, en los
capítulos 2 y 3, tienen mucho que ver con las inquietudes de nuestra maestra.
En las siguientes páginas vamos a comprender con más detalle de qué se ocupa la
psicología de la educación como campo de conocimiento que se interesa por todo lo que
acabamos de comentar y que, por tanto, ayuda a los docentes a responder a las preguntas
de nuestra maestra.
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Sumario │
Hasta ahora hemos enmarcado por qué es de interés para la maestra de nuestro
ejemplo el conocimiento que aporta la psicología de la educación. Además, hemos par-
tido de una definición que nos da una visión global sobre qué es esta disciplina. En el
próximo apartado nos detendremos en algunos de estos aspectos: profundizaremos en
cuál es el objeto de estudio de la psicología de la educación y la compararemos con otras
disciplinas estrechamente relacionadas.
Veíamos hasta ahora que la psicología de la educación es una disciplina que tiene
un especial interés por los procesos de enseñanza y aprendizaje. En cualquier caso, no
es la única: la psicología de la instrucción, una rama más específica de la psicología del
aprendizaje, y la didáctica son campos de conocimiento que también se centran en el
estudio y en la intervención sobre dichos procesos. Vamos a abordar primero de qué se
ocupan estas disciplinas para aclarar después sus relaciones y distinciones con la psico-
logía de la educación.
La «didáctica» puede definirse como «la ciencia de la educación que estudia e inter-
viene en el proceso de enseñanza-aprendizaje con el fin de conseguir la formación inte-
lectual del educando» (Mallart i Navarra, 2001, p. 7). Existen otras muchas definiciones
de «didáctica» que resaltan su carácter teórico y también aplicado o su interés por el
análisis y puesta en prácticas de procesos intencionales de enseñanza para lograr finali-
dades educativas que la sociedad se ha propuesto alcanzar en distintas áreas de conoci-
miento. Por tanto, se habla de «didácticas» en plural, pues, por ejemplo, la didáctica de
las matemáticas es diferente de la didáctica de la lengua.
Para Chevallard (1998), la didáctica, en general ‒aunque este autor estudió en con-
creto la didáctica de las matemáticas‒, implica una transformación de los conocimientos:
una sociedad identifica y refleja en el currículo cuáles son los contenidos de saberes que
deben ser enseñados (por ejemplo, el concepto matemático de «distancia») y, a partir de
entonces, comienza «la transposición didáctica», es decir, un proceso de transformación que
convierte ese saber en objeto de enseñanza. Este proceso varía a menudo con el tiempo,
pues los objetos de enseñanza no son los mismos ni se tratan siempre de la misma manera
en las aulas, pese a que los saberes originales no varíen. No es lo mismo el concepto de
«distancia» enunciado por el matemático que lo teorizó que el concepto de «distancia» que
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de aquello que concretamente estuviera aprendiendo una persona. Solo en épocas más
recientes ha surgido la «psicología de la instrucción», y esta se ha ocupado del apren-
dizaje en las aulas de contenidos específicos. También la didáctica ha ampliado el foco
para considerar el conocimiento disciplinar en el contexto más amplio de capacidades
o competencias más generales de las personas. Las dos disciplinas, con sus especifici-
dades, proviniendo de tradiciones e historias muy distintas, han ido convergiendo. Esto
es así porque se ha ido teniendo mayor conciencia de la importancia de conocer cómo los
alumnos, en definitiva, construyen sus capacidades aprendiendo no en abstracto, sino a
partir de contenidos concretos de aprendizaje en una cultura determinada y con la ayuda
de otras personas. Profundizaremos sobre estas cuestiones en el capítulo 2, cuando expli-
quemos qué significa entender el aprendizaje desde el constructivismo.
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2.2.3. L
a psicología de la educación no es solo psicología escolar: los dife-
rentes contextos de desarrollo y la educación formal e informal
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¿En qué consisten esos contextos naturales? Son el «ambiente ecológico» de cada per-
sona, es decir, «un conjunto de estructuras seriadas, cada una de las cuales cabe dentro de
la siguiente, como las muñecas rusas. En el nivel más interno está el entorno inmediato que
contiene a la persona en desarrollo. Puede ser su casa, la clase o, como suele suceder cuando
se investiga, el laboratorio o la sala de test» (Bronfenbrenner, 1987, p. 23). Este nivel más
interno hace referencia al ambiente en el que el niño participa directamente en relaciones
interpersonales y patrones de actividad. Esta participación es la clave de su desarrollo.
Por ejemplo, pensemos en Ana, una niña de 6 años que vive en una capital de pro-
vincia española en nuestros días. La podemos imaginar en su casa jugando con su her-
mano y un amigo a piratas, asumiendo cada uno de ellos roles, recordando un libro o una
película sobre esa temática, mientras su padre, que está preparando la merienda, media en
algún pequeño conflicto entre los niños. También podemos imaginar a Irene, una niña de
4 años, en la sala de psicomotricidad, tratando de hacer una voltereta con la ayuda de su
maestra. En estos casos, estamos visualizando lo que se conoce como «microsistemas».
Las interacciones sociales, los roles de cada participante y los patrones de actividad carac-
terísticos de cada uno de esos entornos (su casa y su aula) son microsistemas en los que
Ana e Irene se están desarrollando.
Pero este nivel ecológico está inserto en otros, de los cuales recibe influencias.
Por ejemplo, los niños de nuestro ejemplo pueden jugar a piratas porque alguien les ha
leído un libro o porque han visto películas que les han proporcionado un cierto cono-
cimiento que en otras culturas no está presente. Pueden jugar por la tarde porque no
tienen que trabajar, gracias a que en la sociedad en la que viven se protegen los dere-
chos de la infancia. Ana, además, está escolarizada y sigue un determinado currículo, y
si la maestra considera que no está adquiriendo las competencias adecuadas, sabemos
que hablará con sus padres para intervenir juntos. A su vez, no es igual una situación en
la que el padre está presente y asume el rol de preparar una merienda, mediar o ayudar
a su hija a mejorar sus capacidades psicomotoras que otra situación en la que los proge-
nitores están ausentes hasta la noche o no tienen el conocimiento necesario para poder
ayudar a sus hijos. El desarrollo se debe analizar entendiendo esos contextos naturales,
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│ Sumario
con similitudes y diferencias en los roles y tipos de participación que se den en ellos, y
teniendo en cuenta, además, que existen relaciones complejas entre diferentes sistemas.
A continuación, vamos a explicar cada uno de los niveles que Bronfenbrenner (1977)
plantea como imprescindibles para entender el desarrollo humano:
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Al poner el foco de análisis en la actividad y en los roles que caracterizan los dis-
tintos microsistemas, aparece una distinción importante: se trata del grado de «forma-
lidad» de cada uno de ellos. Si nos fijamos en esta variable, podemos entender mejor la
especificidad de los mecanismos de influencia educativa en cada caso. En este sentido,
Trilla (1993) distingue tres contextos: educación formal, no formal e informal. Lo que
los diferencia esencialmente es el grado de intencionalidad educativa explícita, la pla-
nificación y sistematicidad de la influencia educativa y su control social. En el cuadro 1
se describe cada uno de ellos.
Educación Procesos también específicos y diferenciados que persiguen unas finalidades de ins-
no formal trucción situadas al margen del sistema educativo (por ejemplo, educación de ocio y
tiempo libre, ludotecas, museos, etc.). Son procesos con una clara intencionalidad y
organizados, más o menos planificados y sistemáticos, que se ponen al servicio de obje-
tivos que se persiguen.
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Si bien esta clasificación es interesante y está muy presente entre los profesionales de
la educación, no puede entenderse de manera rígida, ya que, cómo veremos más adelante,
se producen solapamientos entre los contextos. Como señala Asensio (2017), resulta más
adecuado entenderlo como un continuo y no como categorías estancas. Quizás lo más rele-
vante de este análisis es poner de manifiesto que los contextos más formales, como la
escuela, no son necesariamente los que más contribuyen al aprendizaje y al desarrollo
de las personas. La familia ejerce una influencia educativa muy importante a pesar de
que no cuente con un currículo explícito. Los hijos aprenden muchas cosas al participar
en actividades que se llevan a cabo en la familia, sin que estas hayan sido diseñadas
intencionalmente para enseñarles. Por eso es tan importante cuidar y potenciar la coor-
dinación entre los participantes de los distintos contextos.
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¿Quién aprende? Cualquier persona puede involu- Solo las personas a las que se les
crarse en un proceso de aprendizaje. haya dado un rol de alumno.
¿Qué relación tienen Existe una continuidad en las prác- Existe una cierta discontinuidad con
las prácticas con el con- ticas con la historia local del grupo las tradiciones sociales.
texto local? social.
Esta comparativa nos ayuda a analizar diferencias importantes entre tipos de prác-
ticas educativas: no todas ellas ocurren en los mismos lugares; no siempre enseñan y
aprenden los mismos tipos de personas, ni con el mismo grado de intencionalidad o de rol
social; no se enseña y aprende siempre lo mismo, ni estos aprendizajes tienen la misma
conexión con las prácticas sociales.
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Sumario │
Resnick (1987) pone el foco en cuatro discontinuidades entre los aprendizajes y las
actividades que se privilegian en la escuela (entorno más característico de la educación
formal) y fuera de la escuela (donde suelen darse prácticas educativas informales). En
el cuadro 3 se puede observar esta diferencia.
Tipo de aprendizaje: in- Se busca el aprendizaje de cada Los aprendizajes son compartidos
dividual o compartido. alumno. Aunque se puedan hacer y están muy ligados a las prácticas
tareas de forma conjunta, los alum- sociales del grupo de referencia. Por
nos finalmente son evaluados indivi- ejemplo, se observa cuando unos
dualmente. Por ejemplo, esto queda niños ayudan a preparar una tarta
reflejado en los controles o exámenes para una fiesta de cumpleaños.
que hace un alumno de primaria.
Actividades que se pri- Se da valor especialmente a activi- Las actividades mentales se suelen
vilegian: mentales o ma- dades que requieren «puro pensa- apoyar en el uso de herramientas
nipulativas. miento» y se valora que los alumnos (físicas o cognitivas) y del propio
sepan usarlo sin más ayudas en sus cuerpo: son más manipulativas. Por
pruebas de evaluación. Por ejemplo, ejemplo, se observa cuando un niño
se ve cuando los alumnos de pri- localiza y arregla un pinchazo en la
maria hacen ejercicios de «sumas rueda de una bicicleta.
con llevadas».
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Carácter más general Se privilegia el aprendizaje de habi- Para ser hábil, es preciso desarro-
o más específico de las lidades más generales, de uso más llar competencias específicas en
competencias reque- amplio y de principios teóricos. Por relación con situaciones concretas.
ridas. ejemplo, aprender a realizar una Por ejemplo, aprender a comunicar
síntesis a partir de varios textos a un amigo que un cierto trato no
argumentativos. parece justo.
Aunque estas distinciones presentan una diferencia muy estricta entre lo que habi-
tualmente caracteriza las prácticas educativas formales e informales o los aprendizajes
dentro y fuera de la escuela, es preciso aclarar que no siempre tiene por qué ser así: en
una escuela puede privilegiarse un aprendizaje muy contextualizado, realizando, por
ejemplo, un proyecto para mejorar algún aspecto del propio barrio. En una familia,
que por lo general representa bien las características de las prácticas informales, puede
aprenderse un código complejo, como la notación musical o la propia escritura. En
cualquier caso, visualizar estas diferencias entre contextos de desarrollo habituales nos
sirve para entender el tipo de análisis que se realiza desde la psicología de la educa-
ción. Nos interesan especialmente las columnas de la izquierda de los cuadros 2 y 3,
que remiten a las dimensiones de análisis que pueden ser más relevantes. Invitamos al
lector a volver sobre esas columnas y a reflexionar sobre cómo analizar lo que podemos
observar en una situación educativa desde esas dimensiones. Este ejercicio es útil para
entender las diferencias sobre cómo se ejerce la influencia educativa en cada contexto.
En los capítulos 2 y 3 profundizaremos en estos aspectos cuando entremos en detalle
en la naturaleza de los mecanismos de influencia educativa. Por el momento, pensemos en
que un docente interesado en que sus alumnos sean cada vez más competentes debe
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3. L
A RELACIÓN ENTRE LA PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN Y
LA PRÁCTICA EDUCATIVA
Mayer (2002) plantea un ejercicio para tomar conciencia de nuestras propias ideas
sobre la relación entre la psicología y la educación. ¿Por cuál de estas opciones se decan-
taría el lector?:
Si escogemos la opción a), entendemos que existe una calle de un solo sentido,
desde la psicología hacia la educación. Si escogemos la opción b), nos decantamos por
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Sumario │
una calle sin salida o dos calles paralelas, en las que la psicología y la educación no se
encuentran. Si escogemos la opción c), consideramos que la psicología y la educación
circulan en una calle de dos sentidos: desde la psicología a la educación y desde la edu-
cación a la psicología.
Estas posturas ilustran los cambios en la relación que históricamente han mantenido
la psicología y la educación (Mayer, 2002). A finales del siglo XIX y principios del siglo
XX encontramos una primera fase en la que los psicólogos desarrollaban conocimiento
sobre el aprendizaje que se creía que podría ser trasladado directamente a la mejora de
la labor de los docentes. Esta primera etapa optimista no duró mucho, pues, pronto los
propios psicólogos tomaron conciencia de que había al menos un gran obstáculo: aunque
muchos profesores confiaban en mejorar su práctica gracias a los resultados de la inves-
tigación psicológica, era evidente que existía un salto muy grande entre las teorías sobre
el funcionamiento de la mente y los métodos de enseñanza que pueden resultar más efi-
caces en la vida real. Aún a día de hoy ese espacio entre la investigación y la práctica es
uno de los mayores retos de las disciplinas con una orientación a la vez teórica y apli-
cada. Por ejemplo, como ya hemos dicho, la psicología de la educación, la psicología de
la instrucción o la didáctica tratan de arrojar luz precisamente sobre ese espacio.
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ayuda de manera escasa a la mejora de la educación. Pero lo que nos interesa resaltar
aquí es que, en ese escenario, los educadores y los psicólogos trabajaban de forma esen-
cialmente independiente.
La situación cambia en la última fase a la que alude Mayer (2002), que corresponde
a la opción c). A partir de los años sesenta del siglo XX encontramos en la psicología la
conocida como «revolución cognitiva», que da pie a la psicología cognitiva, a la que nos
referimos anteriormente. Lo fundamental es que se comenzó a extender la idea de que
los procesos mentales del aprendiz están en el centro de su aprendizaje, y el aprendiz se
entiende como un agente activo en la construcción de su conocimiento (Di Vesta, 1989).
En este punto es cuando la psicología y la educación se encuentran para responder a ese
«espacio del problema compartido» del que hablábamos en páginas anteriores (Coll, 1993).
Desde entonces, la investigación psicológica ha tratado de dar respuesta, por ejemplo,
a cómo cambian las ideas de los niños sobre el concepto de «tiempo histórico» o cómo
pueden aprender a sintetizar mejor dos textos o a convivir respetuosamente con los demás.
Son cuestiones clave también para la práctica educativa y que no pueden ser estudiadas
al margen de esta. Retomaremos estas cuestiones en los capítulos 2 y 3, donde veremos
de qué manera este encuentro se ha ido estrechando a raíz de la «revolución cultural»
(Bruner, 1991). En la actualidad, la psicología que trabaja desde el marco del constructi-
vismo sociocultural entiende la mente humana no solo en cuanto a su capacidad para repre-
sentarnos la realidad (en lo que pone el acento el cognitivismo), sino que se considera que
la mente de cada persona se construye en función de las fuerzas históricas y culturales
de la sociedad en la que vive (Esteban, 2009). Estos planteamientos están también en la
base de lo que hemos expuesto en este capítulo acerca de los contextos de desarrollo y de
las características de la educación formal e informal. De momento, nos interesa entender
que hoy en día la educación proporciona a la psicología áreas de investigación y retos que
resolver para comprender y mejorar el aprendizaje y la enseñanza en situaciones reales.
A su vez, la psicología proporciona bases teóricas sobre aprendizaje y desarrollo que son
muy útiles para tomar decisiones en el diseño y la práctica educativa. Entendemos ahora
que los dos campos de conocimiento, la educación y la psicología, se necesitan y precisan,
además, de otras disciplinas también orientadas a comprender y mejorar la educación.
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Según Coll (2008), podemos considerar que la psicología de la educación tiene tres
finalidades o dimensiones:
Dimensión teórica
• Un equipo de investigación quiere saber qué ayudas son más útiles para que alumnos de sexto de
primaria sepan escribir mejores síntesis, que integren bien la información de dos textos con informa-
ción complementaria. Para ello, llevan a cabo un estudio en el que comparan si los alumnos mejoran
más cuando se les ofrece un modelo de actuación o cuando se les pide trabajar en pareja con ayuda
de una guía escrita.
• Gracias a investigaciones sobre las emociones en la primera infancia, sabemos que tomar conciencia
de las propias emociones y poder verbalizarlas es un paso previo importante para poder regular las
propias emociones.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
.../...
Dimensión proyectiva
• Un equipo de una editorial está diseñando actividades complementarias para incluir en un libro de
texto. Tienen el objetivo de proponer ayudas para guiar a alumnos de sexto de primaria en la lectura
de varios textos y en la identificación de sus ideas principales.
• Un equipo constituido por investigadores y profesores diseñan un programa que supone una pro-
puesta curricular para desarrollar competencias emocionales en alumnos de 3 a 6 años.
Dimensión práctica
• Una maestra de sexto de primaria y el orientador del colegio están observando y registrando lo que
hacen en clase los alumnos en la primera sesión en la que trabajan en grupos para escribir síntesis
conjuntas. Tienen el objetivo de ayudarles a superar las dificultades a las que se van enfrentando.
• Un maestro de segundo curso de educación infantil sigue las recomendaciones de un programa de
desarrollo de competencias emocionales y adapta en su clase las actividades a las características e inte-
reses de sus propios alumnos.
Como podemos observar en los ejemplos del cuadro, los conocimientos necesarios
para abordar las tres dimensiones son diferentes, pero es deseable que tengan una estrecha
relación. Maestros y orientadores se pueden servir de lo que los equipos de investigación
concluyen a raíz de sus estudios y también de lo que se proyecta desde las editoriales, por
ejemplo. Pero, a la vez, lo que maestros, orientadores u otros agentes educativos descu-
bran cuando trabajen directamente con los aprendices debería servir para lanzar nuevas
preguntas de investigación y para mejorar el diseño de ayudas.
A lo largo de las anteriores páginas hemos ido mostrando de qué se ocupa la psico-
logía de la educación y por qué tiene sentido su orientación no solo teórica, sino también
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
aplicada, en estrecha relación con otras disciplinas. Hemos visto que esta disciplina no
se ocupa solo de lo que ocurre en instituciones escolares o en la educación formal y que,
incluso cuando trata de comprender e intervenir mejor en estos escenarios, siempre con-
templa que son solo una pieza de un sistema más complejo. Pese a esto, nos interesa, en
las próximas páginas, profundizar en la utilidad que la psicología de la educación tiene
para la mejora de la enseñanza, especialmente en el contexto escolar. En concreto, vamos
a ver cómo exactamente puede la psicología de la educación ayudar a dar respuesta a las
preguntas con las que iniciábamos este capítulo, es decir, cómo puede ayudar a resolver
algunos importantes problemas y retos a los que se pueden enfrentar los docentes. Lo que
abordaremos a continuación nos servirá como introducción a las cuestiones que vamos
a trabajar a lo largo de los siguientes capítulos de este manual.
Conviene, en primer lugar, tener en mente que la enseñanza en las aulas, en los tiempos
actuales, plantea desafíos de naturaleza muy compleja. Hoy en día asisten a las escuelas
todos los niños y adolescentes durante un largo periodo de tiempo. Las aulas son más hete-
rogéneas y diversas que en épocas pasadas o que en lugares en los que la escolaridad no es
obligatoria. Ser un buen maestro requiere ser capaz de entender que cada alumno es dife-
rente y de ayudar a cada uno a aprender al máximo. Dicho de otro modo, y como veremos
en detalle en el capítulo 6, es preciso que un docente tenga herramientas y estrategias para
atender a la diversidad. ¿Por qué es este un desafío tan grande? Porque ser capaz de ofrecer
las mejores ayudas para el aprendizaje de cada alumno supone poseer al menos tres capa-
cidades muy complejas:
Estos tres retos se tienen muy en cuenta desde la psicología de la educación. Vamos
a ver qué implican.
La primera de las capacidades que hemos mencionado (comprender la mente del otro)
es en sí compleja. Sin embargo, es esencial en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Los
seres humanos somos animales sociales, que generamos culturas y que contribuimos a
que los nuevos miembros se conviertan en agentes activos dentro de una cultura determi-
nada. Como explica Martí (2005), la educación es un puente entre la cultura y el desarrollo
de cada individuo: las prácticas educativas son esencialmente acciones que ponemos en
marcha las personas para promover aprendizajes culturales en otros individuos. ¿Cómo lo
hacemos? De una manera que nos distingue de otras especies: construyendo «intersubje-
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│ Sumario
tividad». No somos la única especie que ayuda a los miembros más jóvenes a adquirir el
manejo de conocimientos útiles, pero somos la única capaz de tener una representación
de la mente del otro. La conocida como «teoría de la mente» nos permite saber qué sabe
el otro, interpretar, por ejemplo, si tiene una creencia que consideramos falsa. La ayuda
educativa la dirigimos precisamente a ese punto, a generar un encuentro entre mentes.
En palabras de Olson y Bruner (1996), «enseñar y aprender no deberían ser vistas como
dos actividades relacionadas por causa efecto –alguien sabe algo porque alguien le ha
enseñado ese algo–, sino como una forma especial de compartir creencias, metas e inten-
ciones; en una palabra, como cultura» (p. 10). En los capítulos 2 y 3 veremos con más
detalle cómo los agentes educativos tienden esos puentes para llegar a compartir con los
aprendices creencias, metas e intenciones. En este punto queremos destacar que se trata
de una labor compleja, pero muy natural, para el ser humano. En cualquier caso, cuando
debe darse en una relación entre personas –docentes y alumnos– que son muy diferentes
entre sí, supone un reto importante (Marchesi y Martín, 2014). En efecto, los docentes
son adultos provenientes de contextos socioculturales determinados, que han superado
grados universitarios y que tienen motivaciones e intereses profesionales específicos. Sus
alumnos de infantil, primaria o secundaria son menores, pueden pertenecer a otros con-
textos socioculturales y tener otros intereses muy diferentes. Poner mentes tan distintas
en sintonía es sin duda una tarea difícil para la que la psicología de la educación trata de
ser de ayuda, al menos, aportando conocimiento sobre la naturaleza de esa complejidad.
La segunda de las capacidades que necesita un docente –tener un modelo sobre los
objetivos de enseñanza necesarios y sobre cómo alcanzarlos– es también típicamente
humana. Otras especies, como algunos primates, enseñan a sus crías dejándoles que
observen técnicas o permitiendo que las pongan en práctica, pero los seres humanos,
como hemos dicho, interpretamos la mente de quien aprende y tratamos de comprender
qué necesita para progresar en el desarrollo de una capacidad que consideramos impor-
tante. Así lo hacemos cotidianamente en la educación informal (tal como hemos expli-
cado en anteriores páginas). Pero, cuando hablamos de educación formal, en la que es
preciso cumplir unos objetivos de aprendizaje determinados, a menudo alejados de lo que
se puede aplicar inmediatamente y que están explícitamente indicados en un currículo,
nuestras capacidades naturales para ayudar a otros a aprender resultan escasas. En este
caso, se hace claramente necesario desarrollar conocimiento más explícito sobre cómo
se aprende y se enseña de la mejor manera. Y, además, es necesario saber cómo se hace
en el caso de individuos muy diversos entre sí y distintos a quien está enseñando. Desde
la psicología de la educación se explica el proceso por el que una persona más experta
ayuda a otra menos experta a resolver un problema, es decir, una situación en la que hay
una meta que alcanzar. Una metáfora que nos ayuda a verlo es la del «andamiaje»: el
más experto presta al aprendiz una especie de andamio para la construcción de sus pro-
pias capacidades. Se trata de una ayuda para sostener el «edificio del aprendizaje» que
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Sumario │
La tercera capacidad necesaria para ser un buen docente es saber poner en práctica
realmente esas estrategias adecuadas para lograr los objetivos educativos. Podríamos
pensar que estas estrategias se derivan directamente de los conocimientos teóricos. Esta
manera de pensar fue muy dominante en épocas pasadas, donde se creía que los hallazgos
científicos nos permitirían resolver todos los problemas humanos. Más recientemente
hemos sido conscientes de que es preciso fijarnos en qué ocurre en la mente de las per-
sonas que tienen conocimiento teórico y también un papel en la práctica. ¿Todo su saber
se explica por su buena base de conocimientos teóricos? Como comentábamos en el
apartado anterior, el conocimiento teórico y explicativo no se traslada directamente a las
situaciones reales, sino que las estrategias y técnicas que hay que poner en práctica para
resolver o prevenir los problemas implican un conocimiento específico. Por ejemplo,
imaginemos a Juan, un maestro de infantil. Juan sabe teóricamente qué relación existe
entre la motivación y el aprendizaje. Este conocimiento por sí solo no le lleva a saber
cómo analizar si su grupo de alumnos está menos motivado este trimestre que el anterior
por el aprendizaje de destrezas comunicativas, por ejemplo. Además, tampoco le indica
exactamente cómo lograr que esos alumnos concretos estén más activos y curiosos en su
clase, en ese colegio y con esos objetivos recogidos en su programación. Sin embargo,
Juan es especialmente hábil en lograr que sus alumnos se entusiasmen con la poesía y
cualquiera que se asome a su clase puede notarlo. En cualquier caso, cuando alguien le
pregunta cómo lo hace, no sabe explicarlo muy bien. Este maestro muestra, en palabras
de Donald Schön (1998), un «conocimiento desde la acción». En este caso sus aprendi-
zajes teóricos pueden haberle ayudado ‒es posible que haya dialogado internamente entre
ese conocimiento y su propia acción en la práctica (mostrando una «reflexión desde la
acción»)‒, pero desde luego el conocimiento que muestra ahora con sus alumnos no es
igual al conocimiento teórico.
De este modo entendemos por qué los procesos formativos de los profesionales
deben promocionar que estos construyan su propio conocimiento en la práctica. El cono-
cimiento teórico de la psicología de la educación ayuda a tener marcos para el análisis,
es decir, a ponernos «unas gafas» con las que podemos mirar la realidad de forma dife-
rente. Pero desde esta disciplina se tiene en cuenta que esto no es suficiente ni se puede
hacer solo desde el estudio teórico: es preciso ayudar a los profesionales a generar cono-
cimiento desde la acción y a reflexionar sobre su conocimiento en la acción. De este
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│ Sumario
modo, Juan podría ser así de hábil desde el comienzo de su carrera profesional como
maestro y, además, podría hacerse aún más competente alentando la motivación de sus
alumnos con otros contenidos, como, por ejemplo, los aprendizajes matemáticos pre-
vistos en esta etapa.
3.2. L
A RELACIÓN ENTRE LOS PROFESIONALES DE LA PSICOLOGÍA
Y DE LA ENSEÑANZA
Seguramente todos sepamos que en nuestro sistema educativo existe la figura del
orientador, que es un profesional de la psicología o la psicopedagogía que se concibe
como un recurso de apoyo a la labor docente. Para comenzar este apartado vamos a
hacer un breve ejercicio: el lector deberá escribir tres o cuatro funciones que crea que
desempeña un orientador, es decir, responder a la pregunta ¿qué hace en su día a día un
orientador o una orientadora en un centro de educación infantil y primaria o en un ins-
tituto? No es necesario buscar información. Simplemente hay que responder desde lo
que sepamos o creamos. Es muy posible que una de las respuestas haya sido «atender a
los alumnos que tienen alguna dificultad» o «detectar dificultades o trastornos de los
alumnos»; también es posible que se haya mencionado la tarea de «aconsejar a las fami-
lias ante problemas de sus hijos» y, en un instituto, «aconsejar a los alumnos sobre su
futuro profesional». En efecto, estas son tareas que realiza un orientador, pero presentan
una visión muy reducida de sus funciones. Si nos fijamos, lo que tienen en común es que
se refieren a una relación del orientador directamente con el alumno o su familia para
detectar o resolver algún problema.
¿Por qué decimos que esta visión que a menudo se tiene del orientador es reducida?
Porque no se corresponde con la amplitud y la complejidad del conocimiento de la psi-
cología de la educación al que venimos haciendo referencia. En el cuadro 5 se presentan
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Sumario │
las dimensiones que configuran la intervención que se lleva a cabo por parte de los pro-
fesionales de la orientación de acuerdo con Solé y Martín (2011). Al analizar los polos
de estas dimensiones podemos identificar qué marcos teóricos sustentan los distintos
modelos de orientación. En primer lugar, la concepción del desarrollo y del aprendizaje
que mantenga el orientador, centrada en factores del aprendiz o en factores interpsico-
lógicos tanto del aprendiz como del educador o del contexto, será en sí mismo un factor
esencial para entender las tareas del profesional de la orientación. Desde el marco cons-
tructivista sociocultural mencionado anteriormente, el éxito o el fracaso de un alumno
solo pueden explicarse atendiendo tanto a factores del aprendiz como a la calidad de la
ayuda prestada por quienes contribuyen a la educación. A su vez, esta dimensión influirá
en las restantes, al establecer la meta en que todos los aprendices se desarrollen lo más
posible o en trabajar con aquellos que tienen alguna dificultad. Por otra parte, una con-
cepción sistémica del desarrollo, como la de Bronfenbrenner, implicaría trabajar con
todos los contextos en los que el aprendiz se desarrolla y entender que los cambios que se
buscan no son solo del individuo, sino de todos los elementos de la clase, de la escuela,
de la familia o de otros microsistemas.
Por último, entendiendo que la meta del orientador no es actuar directamente con los
alumnos, sino ayudar a quienes les educan (docentes o familia), se requiere establecer una
relación de colaboración con estas otras figuras. De hecho, el conocimiento que cada uno
aporta permite comprender mejor la situación y planificar conjuntamente la intervención.
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│ Sumario
El desarrollo legislativo que está vigente establece una serie de funciones para los
servicios de orientación educativa. En el cuadro 6 podemos ver una síntesis de ellas.
Podemos realizar ahora otro ejercicio: subrayar los verbos que aparecen en el cuadro
anterior. ¿Cuáles se repiten más? Son «coordinar», «colaborar» y «asesorar». Las tareas
que, es muy posible, el lector hubiera mencionado en el primer ejercicio están presentes,
pero desde el marco más amplio de la colaboración. El orientador cumple sus funciones
colaborando con los docentes, que son quienes tienen la función principal de ayudar a
su vez a los alumnos a desarrollarse, a aprender y a socializar.
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Sumario │
sin entender los contextos en los que transcurre su vida. Lo que le ocurre solo se puede
explicar observando también lo que le sucede a su colegio, a su barrio, a su familia o
a su país. Se trata de un sistema de relaciones, y solo desde esa visión sistémica puede
entenderse lo que le ocurre a una pequeña parte del mismo. De igual modo, lo que hace
un docente en su aula no se explica únicamente por cómo es ese docente, por su perso-
nalidad, su pericia o sus valores; es preciso tener en cuenta que forma parte de un centro
escolar, a su vez compuesto por docentes, alumnos y padres particulares, condicionado
por unos recursos, un currículo que desarrollar, una coyuntura socioeconómica determi-
nada, etc. Los propios centros educativos pueden ser entendidos como un sistema abierto
que cambia en función de lo que ocurre fuera de ellos, pero también teniendo en cuenta
lo que ocurre dentro.
Desde hace algunas décadas se habla de los centros como organizaciones que
«aprenden» (Bolívar, 2014). En concreto, como veremos con más detalle en el capítulo 6,
interesa que los centros aprendan a atender mejor a la diversidad de sus alumnos, es
decir, a crear escuelas inclusivas en las que todos tienen cabida, participan y aprenden
al máximo. Embarcarse hacia esa meta plantea un camino difícil, como han señalado los
autores sobre el cambio y la innovación en la escuela (por ejemplo, Darling-Hammond,
2001; Hargreaves y Fullan, 2014), pero es sin duda un objetivo deseable. Nos interesa
destacar aquí que los centros aprenden a atender mejor a la diversidad si reciben ayuda
para mejorar los procesos educativos que articulan y para que, en último término, sus
docentes quieran, sepan y puedan mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje de
los que forman parte. En este contexto podemos decir que un orientador es un apoyo
a los necesarios procesos de innovación educativa de los centros (Martín y Onrubia,
2011). Los marcos de conocimiento que desarrollaremos en los siguientes capítulos de
este manual son una importante base del conocimiento experto que tienen los profesio-
nales de la orientación. Este conocimiento es el que sirve de ayuda para impulsar innova-
ciones para el aprendizaje de competencias, para la convivencia o la cooperación y tam-
bién para atender mejor a los elementos cognitivos, motivacionales y emocionales impli-
cados en los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Como hemos visto, por tanto, un orientador ayuda a los docentes por medio del ase-
soramiento al centro en conjunto. En cualquier caso, también tiene un contacto directo
con los docentes, ayudándoles a prevenir problemas y a resolver los que se presentan y
preocupan a los profesores en su día a día con sus alumnos. Enseñar es una tarea muy
compleja que genera necesariamente muchas dudas sobre casos concretos o sobre grupos
de alumnos. ¿Cómo ayuda exactamente aquí un orientador? Construyendo junto con los
docentes el diseño de mejores ayudas para los alumnos (Sánchez y García, 2005). El obje-
tivo final es que los profesores las implementen de la manera más eficaz y significativa
posible. Para que esto pueda ocurrir, las ayudas deben ser consideradas por el docente
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como útiles y factibles para resolver o prevenir una situación que este considera un pro-
blema. Así, el asesoramiento es, desde esta perspectiva, un proceso de resolución conjunta
de problemas en el que orientadores y profesores «co-construyen» mejores ayudas para
los alumnos. Estas ayudas, como hemos visto, deberían no solo ser ayudas individuales
a un alumno concreto, sino tratar de que se articulen también para mejorar el trabajo en
el aula y en el centro. Pero es importante que sean ayudas percibidas como útiles y fac-
tibles, que funcionan también con un andamiaje para mejorar cada vez más los procesos
educativos que impulsan los docentes.
Para tener un esquema de qué hacen los orientadores, podemos pensar que profe-
sores y orientadores resuelven juntos problemas siguiendo estos procesos: definiendo el
problema juntos, elaborando un plan de acción aceptado por los dos y, más tarde, super-
visando su eficacia. Llamamos a estos procesos «fríos», pero, además, es preciso prestar
atención a los «cálidos» (Sánchez, 2000): hace falta estar motivados, mantener las metas
y darse explicaciones sobre los resultados. Nos podemos imaginar a un docente y a un
orientador en conversaciones sobre alumnos o grupos de alumnos, tratando de expli-
carse por qué tienen cierto comportamiento, si aprenden de la manera que se espera o no,
qué querrían que ocurriera, qué dinámicas observan, qué barreras identifican, etc. El orien-
tador y el docente tratarían también de plantear pasos para la solución (diseñar, probar
una nueva estrategia para enseñarles algo mejor o para que actúen de manera más ade-
cuada) y revisarían si esas soluciones han sido eficaces. Pero, además, todo esto lo
tienen que hacer al tiempo que construyen su relación de colaboración. Transmitir a un
maestro preocupado, por ejemplo, por el comportamiento de un grupo de alumnos, que
se comprende, se escucha y se valora su punto de vista es esencial para poder trabajar en
esa otra dimensión que llamábamos «fría». El orientador tiene una responsabilidad
en ese punto al ser el asesor quien tiene el rol de ayudar. Debe mostrar que comprende,
que escucha y que valora positivamente a los profesores. Esto no siempre es fácil, sobre
todo si no se parte de la misma visión sobre el origen del problema o sobre la inclusión
o sobre el aprendizaje. Este es un gran desafío del encuentro, en los contextos escolares,
entre los profesionales de la docencia y de la psicología.
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4. REFLEXIONES FINALES
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Sumario │
2
CAPÍTULO PERSPECTIVAS DEL
APRENDIZAJE HUMANO Y
LA ENSEÑANZA DESDE EL
CONSTRUCTIVISMO
4. L
a enseñanza desde el constructivismo: conceptos básicos para la construcción de signifi-
cados compartidos
4.1. Participación guiada y traspaso del control
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│ Sumario
5. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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Sumario │
Comenzamos este capítulo imaginando las observaciones que hacen tres maestros. La
primera es Natalia, tutora de un grupo de alumnos de 4 y 5 años. Recientemente ha notado
que Julia, una alumna de su clase, ha comenzado a jugar mucho con Carla. Esta última, a
su vez, no se lleva muy bien con Isabel, otra compañera. Lo que le preocupa a Natalia es
que Julia le ha dicho varias veces a Isabel que no puede jugar con ella porque si no Carla se
enfada. El segundo maestro es Óscar, que ha llevado a sus alumnos de tercero de primaria
al Museo de América. Cuando comienzan una unidad sobre los continentes, Óscar observa
que los alumnos recuerdan los diferentes tipos de viviendas y adornos propios de los nativos
americanos y esto les permite comprender mejor la variedad de culturas del presente y el
pasado en el mundo, que es un aspecto importante de la unidad didáctica que están estu-
diando. La última es Alba, tutora de sexto. Alba se ha sorprendido al observar un cambio
en su alumno Isaac, a quien, por lo general, le gusta asumir un rol de pasotismo. Después
de leer varios textos sobre el cambio climático, de realizar entrevistas en su entorno y de
hacer un debate entre compañeros, Isaac comienza a defender apasionadamente por qué
cada uno de nosotros somos responsables de generar el mínimo impacto en el medioam-
biente y a hablar, junto con otros compañeros, de las formas en las que podríamos hacerlo.
Las observaciones de estos tres maestros nos van a servir para reflexionar sobre dife-
rentes mecanismos de aprendizaje que tenemos las personas. Sin duda, la capacidad de
aprender que tienen los individuos de una especie favorece su supervivencia. Los seres
humanos aprendemos de diferentes maneras, algunas de las cuales son compartidas con
los animales. Al igual que otras especies, aprendemos a asociar sucesos o estímulos que
tienen relación entre sí o que están relacionados con consecuencias agradables o desa-
gradables para nosotros. También aprendemos que determinados comportamientos que
pongamos en marcha nos reportarán consecuencias positivas o negativas, por lo que ten-
deremos a repetir algunas conductas y a no repetir otras. Esto es lo que Natalia observaba
que le había pasado a Julia. Se trata de mecanismos de aprendizaje que fueron estudiados
por la corriente de la psicología llamada «conductismo». Conocer estos mecanismos de
aprendizaje es muy útil para comprender, al menos en parte, por qué una persona puede
haber desarrollado, por ejemplo, un miedo o una respuesta afectiva hacia determinado estí-
mulo (por ejemplo, el miedo ante un examen o el gusto por practicar un deporte) o por qué
alguien persiste en un comportamiento aparentemente negativo (por ejemplo, el alumno
que interrumpe la explicación de un profesor y provoca que sus compañeros se diviertan).
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│ Sumario
Por último, debemos tener herramientas para analizar de qué modo los aprendices
acaban siendo tan hábiles miembros de su cultura como para llegar incluso a poder trans-
formarla, usando sus capacidades críticas y creativas. Esto es lo que observaba Alba,
la última maestra de nuestro ejemplo. Actualmente, vivimos en una «nueva cultura del
aprendizaje» (Pozo, 2016, p. 50). Nos movemos en la sociedad de la información, pero lo
que sería conveniente es vivir en la sociedad del conocimiento. Es decir, en épocas ante-
riores, el objetivo de la enseñanza estaba más vinculado a la transmisión de información.
No obstante, hoy en día, la información está disponible por muchos medios y, además,
los retos de la sociedad son más cambiantes e inciertos que nunca. Por ello, el objetivo
de la enseñanza es ayudar a los aprendices a adquirir formas de pensar que les permitan
transformar la información en conocimiento, tener criterio propio ante diferentes pers-
pectivas y desenvolverse en situaciones novedosas e impredecibles. Este enfoque sobre la
enseñanza y el aprendizaje se inicia en la infancia, pero no se agota en esa etapa: ir adqui-
riendo esas habilidades es, en definitiva, «aprender a aprender», que es lo que permitirá
seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Además, según se expresaba en el informe de
Jacques Delors para la United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization
(UNESCO) (Delors et al., 1996), si queremos superar los retos que plantea el siglo XXI
es imprescindible que todos los ciudadanos aprendamos a conocer, a hacer, a ser y a
vivir juntos. Para comprender de qué forma las personas podemos llegar a adquirir estos
aprendizajes, nos adentraremos en la teoría del conocimiento llamada «constructivismo».
Ya esbozábamos en qué consiste esta teoría en el capítulo 1 y seguiremos profundizando
sobre sus implicaciones educativas en el capítulo 3.
En los siguientes apartados haremos un recorrido por estas perspectivas del apren-
dizaje humano, explicando los aspectos fundamentales de sus marcos teóricos. En cual-
quier caso, nos detendremos con más detalle en el aprendizaje y en la enseñanza desde
la teoría constructivista por la especial riqueza que aporta al análisis de estos procesos y
al diseño de intervenciones en escenarios educativos.
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Sumario │
La pregunta acerca de cómo aprendemos las personas es muy antigua. Se trata de una
cuestión que la filosofía ha abordado con profundidad desde la «epistemología», que es
la disciplina que se ocupa de entender cómo conocemos lo seres humanos. Según explica
Delval (2000), las posiciones dominantes para entender la formación del conocimiento son
el innatismo o racionalismo, el empirismo y el constructivismo. Es importante detenernos,
aunque sea brevemente, sobre estas teorías para poder entender los fundamentos de las
diferentes perspectivas sobre el aprendizaje humano que encontraremos a lo largo de este
capítulo (y, en general, en el campo de la psicología del aprendizaje y de la educación).
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│ Sumario
mecanismo por el cual la conducta cambia: cuando un sujeto, tras emitir una conducta,
recibe un estímulo desagradable y, a raíz de ello, disminuye la probabilidad de repetir
esa conducta, estamos ante un castigo. Técnicas como la del tiempo fuera (pedir a un
alumno que se quede en una esquina de la clase o sentado en una silla un breve tiempo
cuando no se ha comportado bien) o la sobrecorrección (por ejemplo, pedir a un alumno
que recoja todos los papeles de la clase cuando ha tirado uno) están basadas en los prin-
cipios del condicionamiento operante. No vamos a profundizar aquí en las desventajas
que presenta el uso de castigos en el contexto escolar (además de en otros contextos);
basta, por el momento, tener en cuenta que usar el reforzamiento tiene más beneficios.
Por ejemplo, para que unos alumnos alboroten menos en clase, es mejor reforzar la con-
ducta incompatible de usar un tono de voz bajo que castigarles cuando elevan la voz.
En cualquier caso, el lector seguramente haya intuido que el conductismo no nos per-
mite comprender en profundidad por qué una persona realiza una determinada conducta.
No aporta una respuesta completa, por ejemplo, sobre por qué un niño de quinto de pri-
maria se pone muy nervioso cuando tiene que hablar delante de sus compañeros o sobre
por qué un niño de 4 años agrede a un compañero cuando este no le deja el material. Para
analizar en profundidad cada caso no podemos recurrir solo al conductismo. Otra pers-
pectiva que aporta respuestas en este sentido es la teoría sociocognitiva, que el psicólogo
Albert Bandura comenzó a plantear en los años sesenta del siglo XX. Este autor estudió,
entre otras cuestiones, los mecanismos por los que las personas imitamos la conducta de
quienes consideramos modelos. El «aprendizaje por modelado», como se conoce esta
perspectiva, es heredero del conductismo, pues plantea que las personas somos sensibles a
los refuerzos o castigos que observamos que reciben los demás. Pero, por el contrario,
asume que existen variables «mentales» clave en estos procesos de aprendizaje y aporta
formas muy concretas de promover conductas adecuadas por medio de la actuación de
modelos de conducta o ayudando a que los aprendices sean más eficaces en el control
(autorregulación) de su propio comportamiento (Bandura, 2001). Aun así, para explicar
por qué los alumnos se comportan de cierta forma, deberemos, al menos, considerar todo
el bagaje de conocimientos que se va a tratar a lo largo de este manual e, incluso, según
veíamos en el capítulo 1, recurrir a otros campos de conocimiento. En cualquier caso, el
conductismo sí ofrece algunas explicaciones útiles sobre por qué se mantienen conductas
del tipo mostrado en esos ejemplos y aporta también algunas técnicas para modificarlas
que aquí hemos esbozado. Hablamos en estas páginas del conductismo sobre todo para
aclarar que, desde esta perspectiva, se analizan los aprendizajes como cambios en la con-
ducta que son producidos por las consecuencias que el sujeto recibe del ambiente. Desde
la psicología del aprendizaje se ha aportado un gran bagaje de conocimiento dentro de
esta teoría, pero en este capítulo profundizaremos más en otros enfoques sobre el apren-
dizaje humano que precisamente se centran de lleno en lo que los conductistas llamaban
«la caja negra», es decir, en los procesos mentales de los aprendices.
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Sumario │
A partir de los años sesenta del siglo XX muchos psicólogos comenzaron a intere-
sarse por investigar con método científico los «procesos cognitivos»; en pocas palabras,
la forma en la que las personas pensamos. Desde esta corriente, con gran influencia hasta
hoy en día, se considera que el aprendizaje es «un cambio relativamente permanente en
las representaciones mentales como resultado de la experiencia» (Ormrod, 2005, p. 5).
Profundizaremos más adelante en la noción de «representaciones mentales», pero, de
momento, fijémonos en que este concepto implica que el objeto de conocimiento es repre-
sentado por un sujeto de conocimiento. Por ejemplo, el camino de una persona hacia su
lugar de trabajo es un objeto de conocimiento y la persona que lo conoce es el sujeto de
conocimiento. La representación que la persona tiene de ese camino (que imagina o que
podría llegar a dibujar en forma de mapa) no es igual que la realidad, pero es clave para
ayudar al «sujeto que conoce» a lidiar con el mundo que le rodea. Este tipo de cambios,
producto del aprendizaje (esa representación que ha construido esa persona), no se pueden
observar de forma directa, como sí podemos hacer con la conducta. Esta es una distinción
clave entre el objeto de estudio de los conductistas y los cognitivistas. No obstante, desde
ambas corrientes se comparte el interés por llevar a cabo investigaciones científicas rigu-
rosas. Gracias a ellas, desde el cognitivismo se ha ido describiendo qué mecanismos de
aprendizaje humano permiten a las personas recordar y elaborar la información, resolver
problemas o construir representaciones. Los medios por los que se comenzó a estudiar
esto en los años sesenta fueron novedosos, pero es preciso destacar que, en décadas ante-
riores y de forma contemporánea al conductismo, otros autores y escuelas psicológicas
también se habían interesado por conocer este tipo de procesos mentales, aunque con
otros métodos. Entre ellos, se encuentran Vygotski y Piaget, claros exponentes del cons-
tructivismo, sobre los que profundizaremos más adelante. De momento, podemos subrayar
una conexión muy básica entre los psicólogos cognitivistas y los autores claramente cons-
tructivistas: se trata del interés por conocer los mecanismos por los que la mente humana
adquiere conocimiento de una forma activa.
En los próximos apartados vamos a explicar dos aportaciones del cognitivismo que
son especialmente relevantes para el aprendizaje escolar: los modos de representación
de Jerome Bruner y el aprendizaje significativo de David Paul Ausubel.
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│ Sumario
La aportación de Bruner dentro del cognitivismo que nos interesa destacar aquí es la
diferenciación entre «tipos» o «modos de representación». Partimos de la idea de que para
sobrevivir eficazmente en un mundo lleno de estímulos nuestras capacidades cognitivas
deben ayudarnos a reducir la complejidad y el desorden. Para ello, nos representamos
el mundo y le damos sentido. Recordemos que este es uno de los supuestos principales del
cognitivismo. Comprenderemos mejor la importancia de las categorías que usamos para
interpretar los estímulos con un ejemplo cotidiano. Imaginemos que llegamos a nuestra calle
en una noche oscura y notamos que alguien se acerca. Es probable que sintamos miedo
y que dejemos de sentirlo en cuanto comprendamos que se trata de un vecino al que
conocemos bien. Es decir, una vez que incluimos esa sombra que habíamos percibido
en la categoría de «persona conocida» y la sacamos de la categoría de «desconocido
potencialmente peligroso», lo que podemos esperar que ocurra es diferente y, entonces,
nuestra actuación sobre el mundo se vuelve más adaptada; en este caso, dejamos de tener
miedo y saludamos aliviados. Este ejemplo es muy sencillo, pero nos sirve para tomar
conciencia de que la construcción de representaciones es un mecanismo que nos permite
dotar al mundo de sentido y adaptarnos mejor a él.
Bruner (1964) propone que las personas nos representamos el mundo de tres maneras:
por medio de la acción (representación enactiva), por medio de imágenes (representa-
ción icónica) y por medio de símbolos (representación simbólica). Los adultos utilizamos
eficazmente estos tres modos de representación, mientras que los niños van desarrollán-
dolos. No se trata de etapas del desarrollo, según veremos que propone Piaget, pero sí se
asemeja en que, según vamos aprendiendo sobre el mundo, vamos siendo más capaces
de utilizar plenamente los modos de representación más abstractos. Vamos a ver a con-
tinuación en qué consisten y qué implicaciones tienen.
Este tipo de representación supone saber a través de la acción. Implica saber qué y
cómo hacer. Nos representamos eventos pasados a través de una respuesta motora. Este es
el tipo de representación que usamos cuando llegamos de un sitio a otro haciendo un reco-
rrido familiar: no cuando dibujamos o usamos un mapa, sino cuando hacemos el recorrido.
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Sumario │
Usamos estas representaciones cuando vamos en bicicleta o nos atamos los cordones. No
tenemos que decir nada con palabras, ni siquiera necesitamos tener una imagen en mente
para poner en práctica ese conocimiento. Los niños, en el periodo sensoriomotor piage-
tiano, que luego explicaremos, construyen y utilizan este tipo de representación: cuando
coordinan acciones para lograr un fin, dan muestras de que se representan la complejidad
del mundo a través de la acción. De todas formas, este modo de representación no tiene un
papel destacado solo en los primeros momentos, sino que seguimos utilizándolo a lo largo
de nuestra vida. Tanto en la educación infantil como en la primaria es importante promover
experiencias que impliquen la acción y, según veremos también más adelante, proporcionar
ayudas para que, en definitiva, los alumnos vayan siendo más capaces de representarse el
mundo físico y social. Un ejemplo, que retomaremos en el capítulo 3, lo podemos encon-
trar en la comprensión de las estaciones del año. Los niños están en contacto con el medio,
experimentando lo que supone pisar las hojas que se caen en otoño, caminar por la nieve o
meterse en el agua cuando la temperatura lo permite. Experimentarán de forma sensorial
y motora, aunque, al mismo tiempo, los adultos irán compartiendo con ellos otros tipos de
representaciones. Podríamos decir que vivir las experiencias a través de la acción nos per-
mite, a niños y adultos, conocer el mundo de un modo muy necesario y efectivo.
Este tipo de representación nos permite organizar los eventos por medio de imágenes.
El evento «real» en sí es más complejo que la imagen, pero esta imagen nos permite, por
decirlo de algún modo, resumir el evento. De este modo, como hemos visto, se reduce
su complejidad. Las imágenes o los iconos tienen una relación estrecha con aquello a lo
que representan. Continuando con el ejemplo anterior, los adultos y los niños, a partir
de una cierta edad, podemos dibujar un árbol amarillo por el otoño o reconocer que una
fotografía de un bosque cubierto por la nieve representa el invierno. Podemos también
imitar a otra persona porque nos representamos sus acciones por medio de imágenes de
sus movimientos. Aprendemos, también con ayuda, a usar representaciones icónicas,
como mapas para orientarnos o gráficos y figuras para construir maquetas o muebles. Al
igual que la representación enactiva, esta manera de conocer el mundo comienza en la
infancia y sigue siendo útil a lo largo de la vida.
C) Representación simbólica
Este tipo de representación nos permite conocer las cosas por medio de sistemas de
símbolos. El lenguaje matemático, el musical y, por supuesto, el código lingüístico son
ejemplos de sistemas de representación simbólica que los seres humanos hemos desa-
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│ Sumario
rrollado y que trasmitimos a las generaciones más jóvenes. En este caso, los símbolos
no tienen ya similitud con el objeto que representan. Este modo de representación nos
permite conocer, en nuestro ejemplo, los modelos astronómicos y meteorológicos por
los que podemos explicarnos los cambios de estación a lo largo del año. Algo como las
estaciones, que conocemos por medio de la acción, de forma muy ligada a lo concreto y
presente, o que podemos representarnos con imágenes, puede ser conocido también por
medio de símbolos. Gracias a estos símbolos, se puede pensar sobre esa «realidad» de
forma lógica y abstracta, sin necesitar una relación tan estrecha con lo presente e inme-
diato. Los niños van aprendiendo y desarrollando sus capacidades simbólicas progresiva-
mente, están en contacto con símbolos y los usan (de hecho, hablan desde muy pronto).
No obstante, cuando comienzan a mostrar las capacidades del pensamiento formal que
explicaremos más adelante, hacia el final de la etapa de primaria, es cuando adquiere una
especial importancia que conozcan y usen otros sistemas de símbolos útiles en su sociedad.
¿Cuáles son las principales conclusiones que podemos extraer de esta propuesta
de Bruner? Por un lado, la importancia de tener en cuenta, en la práctica docente, estas
diferentes maneras de conocer que tenemos las personas. Al comienzo de la educación
infantil, el conocimiento a través de la acción es clave, pues los niños pequeños utilizan
principalmente ese modo de representación, ya que aún no han interiorizado herramientas
que les permitan usar la representación icónica y simbólica en todo su potencial. Por
supuesto, el lenguaje siempre debe estar presente, pero conviene recordar que no es el
único modo de representar que compartimos con los niños. Teatralizar, por ejemplo,
no requiere el uso de la palabra necesariamente, sino de la acción. Proponer a los niños
«hacer como si» fueran animales o personajes les ofrece formas de conocer y represen-
tarse el mundo por medio, fundamentalmente, de la acción.
Más adelante, el uso de los iconos o las imágenes cobra especial importancia y
prueba de ello es el gran interés que muestran los niños por las ilustraciones de los cuentos
infantiles o por dibujar lo que ven y, a veces, también lo que nunca han visto (mons-
truos, extraterrestres, etc.). Progresivamente, los docentes pueden apoyarse más en las
representaciones puramente simbólicas y adentrar a los niños plenamente en la lectura, la
escritura, la notación matemática o musical, separándose más de lo inmediato y presente.
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Sumario │
otro ejemplo aún más revelador: ¿cómo aprendemos a convivir? Es imposible hacerlo si
no convivimos, es decir, si no desarrollamos un conocimiento corporal sobre cómo rela-
cionarnos con los demás. Este aprendizaje de la convivencia se puede potenciar usando
situaciones simuladas o imágenes que nos ayudan a representar, por ejemplo, situaciones
de conflicto (pensemos en pequeñas historias o cómics que reducen la complejidad de un
acontecimiento pasado sobre el que conviene trabajar, que podría ser una pelea entre dos
compañeros). Por supuesto, también se puede hablar sobre el respeto, las normas, los sen-
timientos desde un punto de vista más abstracto. Toda esa experiencia sobre algo como
la convivencia debe estar presente de forma interrelacionada. Los adultos compartiremos
con los niños esos tres modos de representar, sin olvidar ninguno, y ellos irán apropián-
dose de los más complejos, progresivamente, con ayudas que trataremos más adelante.
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│ Sumario
Una idea central es que los aprendizajes pueden ser más repetitivos o más significativos
en función de lo que el alumno haga: recordarlos de forma más mecánica o aprenderlos
habiéndolos comprendido.
¿De qué manera se ayuda en contextos escolares a que los alumnos lleven a cabo un
aprendizaje significativo? Como aclara Novak (2010), la instrucción puede hacerse por
recepción (proporcionado explicación verbal o materiales donde se encuentra la infor-
mación) o por descubrimiento de los propios alumnos, que puede ser más guiado o más
autónomo. Lo que es importante destacar es que el aprendizaje puede ser más memorístico
(repetitivo) o más significativo en cualquiera de esas situaciones de instrucción: depen-
derá del tipo de actividad de aprendizaje que finalmente los alumnos estén realizando.
Se trata de una actividad interna, una actividad mental constructiva de cada alumno,
que puede ser promovida por lo que hace el docente con todos los recursos materiales y
metodológicos que emplee y con todas las ayudas que proporcione. En definitiva, para
que un alumno aprenda de forma significativa que tiene que elegir y poder relacionar la
nueva información con sus ideas previas. En este sentido, el diseño instruccional puede
basarse, en un momento dado, por ejemplo, bien en una explicación por parte del pro-
fesor, o bien en una investigación en grupo. Tanto en el primer caso como en el segundo
se podrán promover o no aprendizajes significativos. Lo que debemos asegurar es que
se den las siguientes condiciones (Novak, 2010):
• El conocimiento previo que posee el alumno tiene que ser relevante con respecto
a la nueva información. En otras palabras, el aprendiz debe conocer informa-
ción que pueda relacionar de una forma no arbitraria con la nueva información
con la que está en contacto. El lector puede imaginarse en una clase de cuarto
de un grado en Química. Es muy probable que el conocimiento previo que
tenga en esta materia no sea suficiente para poder conectar la información
que se está compartiendo en ese contexto. Por ello, es muy difícil que pudiera
darse un aprendizaje significativo. Cuando se proporciona nueva información
es muy importante saber qué conocen ya previamente los alumnos.
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Sumario │
• El material a través del cual se presenta la nueva información (ya sea oral,
escrito, con imágenes, etc.) debe contener conceptos y proposiciones que
resulten significativos. Si la nueva información se presenta de manera caó-
tica, con una escasa lógica y organización interna, será muy difícil que el
alumno pueda comprender su significado y conectarlo con sus conocimientos
previos.
• El aprendiz debe poder encontrar sentido y cierta utilidad a lo que se está apren-
diendo, pues, de lo contrario, será difícil que se involucre en este complejo
proceso. Es fundamental que el alumno escoja aprender significativamente,
que quiera relacionar, de una manera no arbitraria, esa nueva información con
conocimiento relevante que ya posee. Los aspectos motivacionales y afectivos
son una parte esencial de la «ecuación» del aprendizaje significativo.
En este punto nos preguntamos, ¿qué recursos concretos puede emplear un docente
para promover que el aprendizaje de sus alumnos sea significativo? Una primera clave
es que el docente debe identificar bien cuál es el conocimiento previo que tienen sus
alumnos sobre el tema. Podríamos pensar que hay ocasiones en las que los alumnos no
tienen ningún conocimiento previo sobre un tema, pero, si lo miramos con la perspectiva
del alumno, siempre podemos encontrar conocimientos relacionados de algún modo con
la nueva información (Miras, 2007). Solo mediante esta exploración se podrá valorar si, al
menos potencialmente, los alumnos podrán encontrar conexiones con la nueva información.
En lo que el alumno ya sabe está la clave más importante del aprendizaje significativo.
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│ Sumario
El docente, por un lado, debe tener una idea adecuada sobre ese conocimiento previo (no
en abstracto, sino en cada alumno), pero, además, los propios alumnos deben activar ese
conocimiento. Una manera de promoverlo es usando «organizadores previos». Se trata
de materiales de diverso tipo (pueden ser preguntas, demostraciones, lecturas, películas,
conversaciones, etc.) que se presentan antes de los nuevos contenidos de aprendizaje. Esos
materiales poseen un nivel de generalidad mayor que los nuevos contenidos y han de tener
una conexión con lo que los alumnos ya conocen. Lo importante es que cumplan la fun-
ción de «puente» que active los conocimientos previos de los alumnos antes de presentar
el material propiamente de aprendizaje (Moreira, 2008, 2012). También pueden cumplir
una función de despertar el interés y la percepción de utilidad acerca de los aprendizajes
que se quieren promover. En el cuadro 1 se pueden ver algunos ejemplos.
En los ejemplos del cuadro 1 se puede apreciar que las maestras utilizan diferentes
maneras de activar los conocimientos previos, guiando con preguntas y dirigiendo la aten-
ción de los alumnos a aspectos de sus conocimientos previos que tienen mucha relación
con el nuevo contenido que comienzan a trabajar. Estos organizadores previos pueden
ser también materiales o explicaciones que, cuando el conocimiento previo es escaso,
sirven de introducción al nuevo contenido. En este sentido, se pueden exponer cuestiones
previas que conviene que los alumnos sepan o enfatizar comparaciones entre informa-
ciones que parecen similares, pero que es importante diferenciar bien para entender los
nuevos contenidos. Estos tipos de trabajo sobre los conocimientos previos ayudarán a
completarlo y a activarlo antes de presentar la información más novedosa.
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Por otro lado, es también muy útil usar «mapas conceptuales», que son herramientas
gráficas para organizar y representar el conocimiento. Incluyen, normalmente, conceptos
en círculos o cajas, las relaciones entre ellos por medio de líneas y breves descripciones
sobre esa relación. Pueden usarse para explorar conocimientos previos, como herramienta
durante el aprendizaje y como medio de evaluación (Novak y Cañas, 2006). El hecho
de que los mapas conceptuales «obliguen» a plantearse las relaciones entre conceptos
favorece la conexión que pueden hacer los alumnos entre su conocimiento previo y el
nuevo conocimiento. Además, hacen explícitas las dudas que pueden surgir sobre esas
relaciones, lo que, en un contexto adecuado, puede permitir un intercambio muy intere-
sante entre alumnos y docentes para aclararlas. Esos intercambios permiten que los par-
ticipantes compartan representaciones, proceso que, según veíamos, es objetivo clave
del aprendizaje. En cualquier caso, pedir a los alumnos que hagan mapas conceptuales
requiere de entrenamiento y familiarización con estas herramientas que invitamos al
lector a emprender, también por los beneficios que tiene como recurso para mejorar el
propio aprendizaje.
La teoría del aprendizaje significativo resulta muy útil para explicar los mecanismos
por los cuales las personas adquirimos aprendizaje declarativo, es decir, sobre conceptos,
hechos y principios, pero no explica el aprendizaje de otro tipo de contenidos. Por ejemplo,
no explica cómo se adquiere conocimiento procedimental, que implica saber hacer (por
ejemplo, montar en bicicleta o sumar dos números) y que supone saber poner en marcha
habilidades o procedimientos. Tampoco se explica bien desde la teoría del aprendizaje
significativo de qué manera se adquieren los valores y las actitudes. Por ello, si queremos
favorecer todo tipo de aprendizajes, es decir, no solo que los alumnos sepan cosas, sino
también que aprendan a hacer, a ser y a convivir, tenemos que contemplar, además, otras
aportaciones teóricas que vamos a ver en el siguiente apartado.
3. P
RINCIPALES PERSPECTIVAS CONSTRUCTIVISTAS DEL APREN-
DIZAJE: EL CONSTRUCTIVISMO COGNITIVO Y SOCIOCULTURAL
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│ Sumario
con unas capacidades generales innatas para adaptarnos y organizar la experiencia que
nos rodea. Pero también sostiene que el sujeto va construyendo los conocimientos y sus
propias capacidades mediante la actividad con el medio que le rodea. Un bebé interactúa
con los objetos, en primer lugar, gracias a los reflejos y a las capacidades perceptivas con
las que nace. Al hacerlo, encuentra ciertas resistencias. Por ejemplo, un objeto grande no
cabe en su mano, un objeto pesado apenas se puede sostener, los objetos caen al suelo si
los suelta, etc. Para interactuar con objetos que tienen diferentes características el bebé
deberá adaptar sus propias acciones. De este modo, el niño aprende al mismo tiempo
cómo es el mundo y cómo interactuar con él. Así se va formando lo que Piaget denomina
«esquemas de conocimiento». Los esquemas son conjuntos de acciones que tienen una
organización subyacente y que pueden aplicarse a situaciones nuevas (Delval, 2019). Por
ejemplo, un bebé de 6 meses que está perfeccionando el esquema de agarrar un objeto
traslada la acción de agarrar un mordedor a la de agarrar un trozo de fruta. Un niño de
7 años puede tener el esquema de sumar una carta de un juego a otras dos cartas y tras-
ladarlo a la situación de juntar una moneda de 1 euro a otra de 2 euros al comprar un
juguete en una tienda. Los esquemas permiten predecir lo que será probable que ocurra.
Tienen la función de simplificar el mundo que nos rodea y nos permiten comprenderlo
mejor y actuar de forma más adaptada. Vemos así, gracias a las aportaciones de Piaget, la
enorme importancia que tienen para el desarrollo de los niños las acciones que emprenden
ellos mismos y entendemos también por qué es tan importante que vivan rodeados de
estímulos ricos y situaciones que plantean un reto adecuado.
Piaget estudió de forma muy precisa el mecanismo por el que el niño va constru-
yendo esquemas. Se trata de la «adaptación»: los conocimientos anteriores (los conoci-
mientos previos) y las capacidades cognitivas actuales que tiene un niño le permiten actuar
sobre el mundo, asimilar un aspecto de la realidad y modificar sus propios esquemas de
conocimiento. El niño asimila una realidad y acomoda sus esquemas de conocimiento
para hacerlos más predictivos y más útiles para operar sobre el mundo. Por ejemplo, un
bebé construye su conocimiento sobre la gravedad por medio de su acción de tirar los
objetos al suelo: diferentes objetos caen de diferente manera y hacen ruidos distintos. Una
pelota no cae igual que un papel, ni este igual que una cuchara de metal. Esto lo aprende
el niño por medio de su actividad (por muy incómodo que resulte para padres y maes-
tros recoger lo que el niño tira con tanto entusiasmo). Habrá momentos, además, en los
que los esquemas previos no encajen con lo que ocurre: un niño tira por primera vez una
pluma esperando que caiga haciendo ruido. Cuando esto no sucede, el niño encuentra un
desequilibrio entre su esquema y el acontecimiento real. Solo mediante la acomodación
de su esquema previo el niño podrá superar ese desequilibrio. El desequilibrio cognitivo
ocurre también con niños mayores o personas adultas: cuando algo no encaja con nues-
tros esquemas previos lo que hacemos para modificar, enriquecer o incluso cambiar esos
esquemas es un importante motor del aprendizaje y del desarrollo.
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Sumario │
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│ Sumario
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Sumario │
Jaime, un niño de 5 años, ha comido por su cuenta, y sin que le hayan visto, las últimas
galletas de una lata que sus padres tienen en la cocina. Su madre se acerca a la lata, mientras
Jaime la observa. Jaime sabe que su madre se va a sorprender cuando abra la lata, porque
a esta edad ya sabe que su madre tiene en su mente algo diferente: no ha visto cómo han
desaparecido esas galletas. Así, Jaime entenderá que su madre cree que aún hay galletas en
un bote cuando en realidad esas galletas han desaparecido mientras ella no miraba. Pero
Jaime sabe aún algo más complejo. Veámoslo en acción: la madre abre la lata de galletas,
la encuentra vacía y se sorprende (Jaime sabe por qué). La madre pregunta: «¿Jaime, tú
sabes dónde han ido a parar las galletas?». Jaime dice: «No, no lo sé», probablemente sin
poder contener la sonrisa. Cuando la madre dice: «Ya, ya veo que no», Jaime entiende que
su madre sabe que él ha mentido. Sabe que su madre tiene una representación también de
la mente de Jaime. Esperamos que esta interacción tan cotidiana, analizada desde el punto
de vista del conocimiento del niño, permita entender la gran complejidad que va adquiriendo
la capacidad representacional de los seres humanos.
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│ Sumario
Este breve recorrido por las principales características de los periodos que estableció
Piaget, y que se explica con más detalle desde la psicología del desarrollo, nos sirve aquí para
entender de qué forma estudió el autor los mecanismos de cambio que permiten comprender
la construcción de capacidades de las personas. Podemos notar que el acento está puesto
en los mecanismos activos del niño para operar sobre el mundo y cambiar sus propias
capacidades mentales. Piaget llevaba a cabo sus investigaciones y escribía contemporánea-
mente a los psicólogos conductistas, pero esperamos que se entienda claramente por qué
sus planteamientos diferían tanto: desde el conductismo el aprendizaje se entiende como
una acumulación de aprendizajes provenientes directamente de la experiencia. Piaget no
asume esta tesis empirista, aunque tampoco una posición innatista o racionalista, sino que
aporta una posición nueva que se centra en comprender el origen de los procesos de razo-
namiento y de las estructuras de conocimiento. Se trata, por otra parte, de acontecimientos
mentales que los investigadores conductistas no consideraban que pudieran estudiarse.
El cognitivismo, por su parte, sí tiene, al igual que Piaget, interés por los procesos de
pensamiento, pero, de todas formas, no se centra especialmente en los mecanismos
de construcción activa del sujeto en función de ciertas leyes del desarrollo (Martí, 2005).
La teoría de Piaget puede considerarse la teoría del desarrollo intelectual más
potente que tenemos hasta la fecha e incluye amplios estudios sobre el lenguaje, el
razonamiento, el juicio moral o la formación de los conceptos de «tiempo», «espacio»
y «número» (Ormrod, 2005). Se suele denominar a esta perspectiva «constructivismo
cognitivo», por el énfasis que pone en la actividad propia del niño en la construcción de
sus herramientas cognitivas. De hecho, desde esta perspectiva se tiene especialmente en
cuenta la asimilación activa del niño y sus mecanismos internos de organización del
conocimiento.
Vygotski fue un psicólogo ruso que desarrolló su obra en los años veinte y principios
de la década de los treinta del siglo XX, aunque sus trabajos se conocieron en Occidente
mucho más tarde, cuando se tradujeron al inglés a partir de los años sesenta. Las pers-
pectivas de Piaget y de Vygotski se comparan a menudo destacando sus diferencias, pero
vamos a comenzar hablando de la coincidencia entre los dos autores. Al igual que Piaget,
Vygotski asume una postura que no es ni empirista ni innatista, sino que reconcilia las
dos (Martí, 2005), tratando precisamente de aportar una mayor comprensión sobre la
manera en que el individuo llega a construir sus procesos psicológicos interactuando con
el medio. Ambos están interesados por explicar los mecanismos de cambio evolutivo de
las personas de una forma científica y sin olvidar que debemos tener en cuenta toda la
complejidad psicológica humana, no solo el comportamiento de las personas.
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Sumario │
La diferencia principal entre ambos autores es que para Vygotski los procesos psi-
cológicos superiores (por ejemplo, el pensamiento o el lenguaje) comienzan su cons-
trucción desde lo social, es decir, se construyen gracias al contacto y a la ayuda de otras
personas en el seno de una cultura compartida (o, mejor dicho, que se va haciendo com-
partida). Piaget también defiende la importancia del contacto entre el niño y otras per-
sonas (adultos o coetáneos), pero se centra en el desarrollo del propio sujeto dentro de esa
interacción social. En cualquier caso, esta última no es un elemento clave de su teoría.
Por el contrario, Vygotski se interesa especialmente por la relación entre la influencia
educativa y el desarrollo de los seres humanos. El acento en la importancia de la sociedad
y de la cultura en el desarrollo de los individuos ha llevado a llamar a esta perspectiva
«constructivismo sociocultural» o «socioconstructivismo». En el capítulo 3 veremos con
detalle por qué las ideas de Vygotski son de enorme utilidad para analizar de qué manera
la interacción entre profesores y alumnos, entre los propios alumnos o entre padres e
hijos se relaciona estrechamente con el desarrollo y el aprendizaje de los más jóvenes.
En este apartado explicaremos cuáles son los conceptos clave para este tipo de análisis.
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│ Sumario
Mario, un niño de 7 años, está manteniendo una conversación con un amigo de sus padres
acerca de quién podría ser el superhéroe más poderoso. Las capacidades que podemos ima-
ginar que despliega Mario en esta situación son enormemente complejas: comprende lo que
dice su interlocutor, nota si habla en broma o en serio, expresa su acuerdo o desacuerdo, le
pregunta sobre cierta información, se divierte y disfruta del intercambio, etc. ¿De qué manera
ha llegado a mostrar esta competencia para conversar? Con una mirada vygotskiana podemos
remontarnos a cuando Mario era un bebé. En esa época podríamos observar a menudo el
siguiente intercambio: un adulto le hablaba cariñosamente y esperaba a que él reaccionara
para, a su vez, responder a su reacción con una sonrisa y con nuevas palabras. Esos turnos
estaban muy dirigidos por el adulto, pero se fueron convirtiendo en una capacidad interna
del niño para iniciar y mantener turnos de conversación, más adelante con lenguaje hablado,
usando menos otros sonidos y gestos. Desde esos primeros momentos imaginemos cuántos
intercambios comunicativos con otras personas más competentes que él como conversadores
dentro de su propia cultura habrá tenido Mario a lo largo de su 7 años.
Vygotski, según hemos visto, se interesaba especialmente por las actividades social-
mente arraigadas en un contexto histórico y cultural. La internalización de esas activi-
dades es el rasgo distintivo de la psicología humana, lo que implica un salto cualitativo
con respecto a otros animales. Especial atención reciben para este autor los cambios que
implican operaciones con signos o símbolos, como el lenguaje. En un primer momento,
las palabras tienen una función comunicativa y surgen de forma independiente al pensa-
miento, pero acaban adoptando, además, una función de dirección y regulación del propio
comportamiento de cada persona. Un bebé que ha aprendido a señalar, por ejemplo, un
trozo de pan, es capaz, posteriormente, de decir «pan» para referirse a él. Pero en esta
etapa, como veíamos con Piaget, su pensamiento aún está muy vinculado a sus propias
acciones y sensaciones, no al lenguaje. Según Vygotski (2000), el lenguaje surge, en un
principio, siendo un medio de comunicación entre el niño y las personas de su entorno.
Sin embargo, más tarde se va transformando en lenguaje interno, que contribuye a orga-
nizar el propio pensamiento, es decir, se convierte en una función mental interna. De
hecho, todos hemos podido experimentar que, ante una tarea difícil, los adultos nos
hablamos a veces en voz alta, conversando con nosotros mismos sobre la mejor manera
de resolverla. ¿No se parece esa conversación a la que habremos tenido con quienes nos
ayudaron en la infancia a resolver problemas? No se trata de un traslado directo, sino de
una construcción propia de aquello que hacíamos junto a otros.
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Sumario │
los significados que se transmiten a los objetos, acontecimientos o palabras. Estos signi-
ficados se comparten por medio de lo que se conoce como «mediación» (Wertsch, 2017).
Esto es, dentro de un contexto social y cultural, los otros median; literalmente, están en
el medio de la realidad y de los significados que cada individuo acaba internalizando.
Nos damos cuenta de ello cuando vemos que en diferentes culturas una misma frase
puede suponer una grave ofensa o bien solo la expresión de una curiosidad inocente: una
frase tiene significados diferentes en función de la cultura. Alguien ajeno a una cultura
encuentra estas dificultades precisamente porque no comparte los significados de esa cul-
tura. Podemos también reflexionar, al igual que haremos al final de este capítulo, acerca
de que la función de quien educa es precisamente compartir con los aprendices signifi-
cados culturalmente relevantes. Las mentes de educador y alumno se «sintonizan» por
medio de la internalización que hace el alumno de las funciones que realiza primero con
el educador (los significados pasan del plano de lo interpersonal a lo intrapersonal). Tras
un tiempo de intercambios compartidos, la mente de profesores y alumnos es mucho más
similar que al inicio, aunque asumimos perfectamente que no tienen que ser iguales, pues
el alumno no habrá «copiado» la mente del maestro, sino que se habrá apropiado de sus
herramientas intelectuales y podrá hacer un uso original y propio de ellas.
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│ Sumario
entiende que debe localizar, en primer lugar, las ideas principales de los dos textos y
compararlas. Gracias a esta ayuda, que también podría haberle prestado un compañero
más competente, Nerea comienza a poder escribir un texto de síntesis. El hecho es que
esa tarea no se encuentra en su nivel actual de desarrollo, sino en su «nivel potencial de
desarrollo». El nivel potencial de desarrollo es el límite superior de una tarea que el niño
puede realizar con ayuda de alguien más competente (Vygotski, 2000). Pensemos por
un momento en la infinidad de tareas de muy diverso tipo en las que podemos localizar
el nivel actual y potencial de desarrollo de un niño. De hecho, la identificación de estos
niveles para cada niño en cada tarea es uno de los análisis más importantes que realiza
un maestro, de forma más o menos consciente, en sus interacciones con sus alumnos.
Lo que más nos interesa destacar es que, cuando un adulto o alguien más compe-
tente ayuda a un aprendiz en ese espacio entre su nivel actual y potencial de desarrollo,
ambos están trabajando en lo que se denomina la «zona de desarrollo próximo» del
aprendiz. La zona de desarrollo próximo es la distancia entre lo que el niño puede hacer
por sí solo y lo que puede hacer solo con la guía de alguien con más capacidad. Es el
concepto que alude a las capacidades del niño que están a punto de internalizarse. Ya
hemos visto que, según Vygotski, se hacen internas porque primero se realizan de forma
externa en esa zona de desarrollo próximo. Esta zona es la zona sensible de transición
de lo interpersonal (o del plano intermental) a lo intrapersonal (o al plano intramental)
(Wertsch, 2017). En el cuadro 2 podemos leer qué entiende Vygotski por «zona de desa-
rrollo próximo» y qué implicaciones le atribuye.
Según Vygotski:
La «zona de desarrollo próximo» nos permite trazar el futuro inmediato del niño, así
como su estado evolutivo dinámico, señalando no solo lo que ya ha sido completado evolu-
tivamente, sino también aquello que está en curso de maduración. […] lo que se encuentra
hoy en la zona de desarrollo próximo será mañana el nivel real de desarrollo; es decir, lo que
un niño es capaz de hacer hoy con ayuda de alguien, mañana podrá hacerlo por sí solo. […].
Los animales son incapaces de aprender en el sentido humano del término; el aprendizaje
humano presupone una naturaleza social específica y un proceso mediante el cual los niños
acceden a la vida intelectual de aquellos que les rodean.
[...]
El rasgo esencial de nuestra hipótesis es la noción de que los procesos evolutivos no
coinciden con los procesos del aprendizaje. Por el contrario, el proceso evolutivo va a remolque
del proceso de aprendizaje; esta secuencia es lo que se convierte en la zona de desarrollo
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Sumario │
próximo. Nuestro análisis altera la tradicional opinión de que, en el momento en que el niño
asimila el significado de una palabra, o domina una operación, como puede ser la suma o el
lenguaje escrito, sus procesos evolutivos se han realizado por completo. De hecho, tan solo
han comenzado. La principal consecuencia que se desprende del análisis del proceso edu-
cacional según este método es demostrar que el dominio inicial, por ejemplo, de las cuatro
operaciones básicas de aritmética proporciona la base para el subsiguiente desarrollo de una
serie de procesos internos sumamente complejos en el pensamiento del niño. Nuestra hipó-
tesis establece la unidad, no la identidad, de los procesos de aprendizaje y los procesos de
desarrollo interno. Ello presupone que los unos se convierten en los otros. Por este motivo,
mostrar cómo se internalizan el conocimiento externo y las aptitudes de los niños se convierte
en un punto primordial de la investigación psicológica.
Para Vygotski, uno de los objetivos más importantes de la psicología del desarrollo
es describir las relaciones internas de los procesos intelectuales que el aprendizaje pone
en marcha en contextos educativos. Al igual que Piaget, entiende que los análisis deben
dirigirse a conocer el interior de la mente en desarrollo (utiliza, de hecho, la metáfora de
los rayos X). A Vygotski le interesa especialmente entender de qué modo los procesos
de aprendizaje se reconstruyen en la mente del niño. Sin embargo, este autor, que murió
joven, no llegó a desarrollar de forma completa su teoría y no aclaró cómo es el meca-
nismo específico de la internalización. Fue más preciso mostrando el origen social de
los procesos psicológicos que sobre de qué manera el niño contribuye a su propia cons-
trucción (Martí, 2005). Por este motivo, a veces, se ha entendido que Vygotski considera
el desarrollo como algo que se traslada directamente desde lo externo a lo interno. Sin
embargo, el autor tenía muy en cuenta la importancia de la actividad constructiva del niño.
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│ Sumario
los procesos de adquisición de conocimiento por parte del aprendiz, entendiendo que
esta adquisición es, en definitiva, una construcción activa por parte del individuo de
sus propias capacidades mentales. El constructivismo cognitivo subraya el proceso
de construcción interno del propio aprendiz. El constructivismo sociocultural da más
cuenta de cómo las personas con las que se relaciona el niño median en el proceso de
construcción. En las próximas páginas vamos a destacar algunas aportaciones here-
deras, especialmente, del constructivismo sociocultural de Vygotski para comprender
mejor la función de la educación y el papel de los docentes en la promoción del apren-
dizaje y el desarrollo.
4. L
A ENSEÑANZA DESDE EL CONSTRUCTIVISMO: CONCEPTOS
BÁSICOS PARA LA CONSTRUCCIÓN DE SIGNIFICADOS COM-
PARTIDOS
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Sumario │
Hemos dicho que la actividad conjunta se regula gracias a la ayuda de quienes son
más competentes. Pero ¿cómo se proporciona esa ayuda? En los niños muy pequeños la
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│ Sumario
regulación se hace principalmente a través de las acciones, aunque estas vayan acom-
pañadas de palabras (algo muy recomendable para estimular su capacidad lingüística).
Por ejemplo, un niño de 2 años aprende a lavarse las manos de manera más eficaz si un
adulto coge sus manitas, las frota con el jabón y las mantiene bajo el agua hasta que
se aclaren. Poco a poco, el niño podrá ir haciendo esta actividad de forma cada vez
más autónoma. Llegará un momento en que la regulación por parte del adulto sea pre-
cisa para recordar a un niño de 5 años que debe lavarse las manos antes de merendar.
Por supuesto, el momento más deseado llegará cuando el niño, quizá de 8 años, tenga
tan interiorizada esta actividad, y lo necesaria que es, que se lavará las manos por su
cuenta sin ni siquiera necesitar que se lo recuerden. Este ejemplo, aunque es muy sen-
cillo, nos permite ver que las ayudas se apoyan en la acción y también en el lenguaje.
En definitiva, es la comunicación compartida lo que da soporte a las ayudas. Veíamos
anteriormente el concepto de «mediación» de Vygotski: el lenguaje tiene una función
mediadora muy importante; pero, para que funcione de ese modo, tienen que cum-
plirse unos requisitos.
Todo docente trabaja para que sus alumnos sean cada vez más capaces de regular
sus propios procesos psicológicos. Tal como explica Wertsch (2008), según Vygotski
los orígenes de esa regulación propia se encuentran en la interacción adulto-niño, donde
el adulto ofrece primero una «heterorregulación», es decir, una regulación desde fuera,
necesaria para que el niño pueda participar en algún grado en la tarea (en el ejemplo, un
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Sumario │
intercambio con otro niño). Se trata de la idea que ya hemos tratado de que una función
está primero en un plano interpersonal para ir pasando a un plano intrapersonal (de lo
inter- a lo intra-). Esto puede ocurrir gracias al escenario comunicativo que comparten el
niño y el adulto. En ese escenario, el adulto ayuda a regularse al niño, y este se va apro-
piando de esa responsabilidad comunicativa y de la regulación de la propia acción. Pero,
además, la mediación que se articula gracias al lenguaje no es solo una herramienta, sino
que transforma la mente del niño: el propio lenguaje u otros sistemas de signos se incor-
poran para cumplir una función que potencia las propias funciones mentales del aprendiz
(Wertsch, 2007). Podemos entender fácilmente que una persona que sabe escribir, que
sabe usar la notación matemática o interpretar mapas tiene una mente diferente, al menos
en cierta medida, a la de otra persona que no se ha apropiado de estos instrumentos cultu-
rales. Lo mismo ocurre con el lenguaje, aunque nos cuesta más ver la diferencia, puesto
que, en general, todos los seres humanos llegamos a dominarlo pronto.
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│ Sumario
4.3.1. El andamiaje
EJEMPLO 3
• Emma, de 3 años, está construyendo una torre con bloques de diferentes tamaños. Al
llegar a una determinada altura, la torre siempre cae. El padre de Emma se acerca y le
dice: «Puedes poner abajo los bloques más grandes y que ninguno sobresalga luego. Mira,
así. Lo hago yo, despacio». Y a continuación coloca un bloque más grande y luego otro
menor encima. «¿Cuál podemos poner luego?», continúa diciendo el padre. Emma coge
un bloque algo menor y lo coloca con cuidado, construyendo la tercera altura de la torre.
• Marta, tutora de cuarto de primaria, quiere que sus alumnos aprendan a resumir un
texto. Ya les ha explicado que para emprender esta tarea hay que localizar la informa-
ción principal, pero también se da cuenta de que a sus alumnos les cuesta distinguir qué
información es la principal. Entonces les plantea lo siguiente:
En estos textos, quiero que subrayéis en rojo las frases con afirmaciones
claras y en verde las frases que son ejemplos o aclaraciones. Pensad en frases que,
si las quitamos, no entendemos el texto (esas las ponéis en rojo) y en otras que, si
las quitamos, no pasa nada (esas las ponéis en verde).
En los ejemplos anteriores, debemos fijarnos en que no se trata solo de ayudas para
realizar una tarea, sino que son ayudas que sirven al aprendiz para saber afrontar futuras
tareas con mayor autonomía.
Anteriormente, hemos hablado de este tipo de ayudas, cuando nos hemos referido
a la participación guiada, a la construcción de la intersubjetividad o a la mediación. No
se trata de conceptos separados, sino muy relacionados. Podríamos decir que un buen
andamiaje se realiza en el seno de la participación en una actividad, estructurando una
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
guía que presupone construir un espacio intersubjetivo. En esa relación entre los partici-
pantes habrá muy probablemente algún tipo de mediación semiótica. La mediación es a
la vez el andamio y el edificio en construcción (recordemos que lo que se hace primero
entre los participantes acaba incorporándolo el aprendiz en su propio funcionamiento
cognitivo, es decir, lo internaliza en términos de Vygotski).
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│ Sumario
el currículo debe estar basado en volver sucesivamente a los mismos dominios de cono-
cimiento para entender su estructura de forma cada vez más potente y razonada. A esto
Bruner lo llamó «currículo en espiral». Podemos observar actualmente que un mismo
aspecto de la realidad, por ejemplo, las estaciones en ciencias de la naturaleza o el ritmo en
la música, forma parte del currículo de diferentes etapas y cursos. La diferencia es que
en el primer curso de educación infantil se trabajará mucho más desde la representación
de acción que de forma simbólica (manipulando y bailando), mientras que solo progre-
sando en la educación primaria se volverá sobre ello con representaciones simbólicas
(desde conceptos de astronomía y por medio de la notación musical). De este modo, en
espiral, el niño va redescubriendo las estaciones y la música. Esto lo hace no tanto como
si subiera una escalera de peldaños, sino una de caracol: volviendo sobre sus represen-
taciones anteriores, gracias a su experiencia con el mundo y a la ayuda de los demás. Lo
que según Bruner va descubriendo el niño es la esencia de su cultura y su confianza en
sus capacidades: los contenidos son el medio que lo permite.
Este marco sustenta el llamado «aprendizaje por descubrimiento», que supone pro-
mover actividades para que los alumnos sean pequeños investigadores que se implican
en responder preguntas por diferentes medios. Se trataría de hacer ciencia o historia más
que de estudiar ciencia o historia. En este sentido, se diferencia de la propuesta de apren-
dizaje por recepción de la que hablaba Ausubel porque en un aprendizaje por descubri-
miento el contenido no está dado y la situación de aprendizaje es abierta. El aprendizaje
por descubrimiento está basado en una idea que es muy sugerente para cualquier docente:
«La actividad intelectual es igual en todos lados, ya sea en la frontera del conocimiento
o en una clase de cuarto de primaria» (Bruner 1977, citado por Takaya, 2008, p. 7). La
función docente sería acompañar, guiar y promover esa actividad intelectual en la zona
de desarrollo próximo de sus alumnos.
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• Significativo.
• Personalizado.
• Cooperativo.
• Basado en el diálogo, la actividad conjunta y el juego.
• Basado en la acción del aprendiz, activo y participativo.
• Que involucre al aprendiz en el desarrollo de proyectos y en la resolución
de problemas.
De momento, un paso muy importante para poder generar esos escenarios instruc-
cionales es comprender que son beneficiosos por su relación con la forma en que los
seres humanos construimos nuestras capacidades y conocimientos. Un docente que com-
prenda estas bases teóricas tendrá más capacidad crítica para valorar en qué medida son
adecuadas las intervenciones educativas que se pueden proponer en las aulas.
5. REFLEXIONES FINALES
Partimos en este capítulo de las observaciones de tres docentes que ven que sus estu-
diantes aprenden a emitir determinadas conductas por las consecuencias que reciben, que
conectan su conocimiento previo y el nuevo conocimiento para llegar a una comprensión
profunda de un tema o que desarrollan nuevas actitudes y maneras de pensar participando
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Bruner, J. S. (1988). Desarrollo educativo y educación. Madrid: Morata.
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│ Sumario
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39(1), 1-19.
Tomasello, M. (2016). In Memoriam: Jerome Seymour Bruner [1915-2016]. Cognition, 100(155), iii-iv.
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students´ uptake of teacher support in subsequent small-group interaction. Journal of the Learning
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original publicada en inglés en 1979).
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Sumario │
3
CAPÍTULO
INTERACCIÓN
EN EL AULA
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│ Sumario
4. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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Sumario │
Imaginad que es domingo por la tarde. Después de una gran comida familiar, un
niño y una niña se alejan del salón, en el que los adultos siguen disfrutando de la sobre-
mesa. Los niños se llaman Sofía y Mario, son primos y tienen, respectivamente, 9 y 10
años. Sofía ha cogido a Mario de la mano y lo lleva corriendo hasta su habitación, donde
quiere enseñarle el último experimento que hicieron en el colegio, para aprender cómo
se forman los arcoíris. Una vez allí, Mario le dice a su prima:
No entiendo cómo tienes ganas de pensar en cosas del cole siendo fin de
semana. A mí no me apetece nada ir mañana a clase, porque allí no aprendo
nada de lo que a mí de verdad me interesa. Además, yo ya sé que se me dan
mal las cosas del cole y no valgo para los estudios. Es cierto que saqué buena
nota en mates, pero creo que ha sido porque esta vez he tenido buena suerte.
¡Yo nunca les pido ayuda! Creo que me dirían que si no sé algo, que le
pregunte a la profe, que es la que sabe de todo. Pero la verdad es que yo nunca
lo hago porque me da mucha vergüenza levantar la mano y preguntar algo en
voz alta delante de toda la clase. Siempre pienso que se van a reír de mí.
Ambos se quedan unos segundos en silencio, hasta que Sofía coge un CD para ense-
ñarle el experimento a su primo.
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│ Sumario
Es probable que mientras leíais la conversación entre ambos niños, estuvierais pen-
sando en conceptos tales como «motivación», «autoconcepto», «autoestima», «atribu-
ción causal», «emoción», «metacognición» o «personalidad», entre muchos otros. Como
hemos visto en el capítulo 1, todas estas variables son de interés para la psicología de la
educación. Por ello, estos procesos psicológicos los veréis con detalle en los capítulos del
segundo bloque del manual, dedicados a las diferencias individuales del alumnado. Sin
embargo, aquí queremos que, en lugar de que os fijéis en cómo estos factores difieren en el
caso de cada primo, intentéis analizar algunas posibles causas que nos permiten explicar
los distintos modos en que estos dos niños viven su paso por la escuela.
¿A qué podrían deberse las evidentes diferencias entre Mario y Sofía? ¿Al género?
¿A su inteligencia? ¿A la educación que recibieron de sus padres? ¿A sus genes? ¿A su
personalidad? ¿Al contexto sociocultural en el que se sitúan sus colegios?, etc. Para poder
contestar adecuadamente a esta pregunta, deberíamos elaborar una explicación multicausal
en la que consideremos el efecto de la interacción entre estas y muchas otras variables;
tarea que trasciende la finalidad de este capítulo.
Dedicaremos este apartado a explicar uno de los tipos de interacción que tienen lugar en
las aulas de educación infantil y primaria: aquellas en las que están implicados los docentes
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Si leéis con atención la anterior definición, no os costará advertir que, frente a las apro-
ximaciones clásicas, la noción de «interactividad» considera un tercer elemento además
de los alumnos y el docente: el contenido. De hecho, este enfoque se suele representar
gráficamente como si fuese un «triángulo interactivo» con tres vértices que se refieren a:
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Sumario │
Asimismo, este triángulo interactivo cuenta con otros dos elementos fundamentales:
• Contexto.
• Actividad conjunta.
texto
Contenido
C on
Co
nte
xto
Actividad
conjunta
Docente Alumnado
Como podéis ver en la figura 1, la esencia y el núcleo fundamental del triángulo interac-
tivo es la «actividad conjunta», cuyo foco se sitúa en la interrelación que se establece entre
los tres elementos (docente, alumnado y contenido). La novedad de este modelo reside en la
idea de que ni las características del contenido, ni las del profesor, ni las del alumno por sí
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│ Sumario
solas inciden directamente sobre el desarrollo del proceso de enseñanza y aprendizaje. Estas
características influyen (pero en ningún caso son determinantes) en el proceso de enseñanza
y aprendizaje a través de la actividad conjunta que profesores y alumnos despliegan en torno
a los contenidos y mientras hacen ciertas tareas de aprendizaje. Dicho de otro modo, lo que
diferencia el enfoque de la interactividad de otras aproximaciones al estudio de la interacción
es que el foco es la interrelación de las actuaciones que despliegan los participantes y no
las características particulares del alumno, del profesor o del contenido.
Sin olvidar que la principal contribución de este enfoque es, justamente, el énfasis que
pone en estudiar la articulación y el ajuste que tiene lugar entre el docente, el alumnado y
el contenido o la tarea de aprendizaje dentro de un determinado contexto, destacaremos,
a continuación, algunas características de cada uno de estos elementos del triángulo
interactivo: contenido, docentes, alumnado y contexto.
Por ejemplo, habrá sido muy diferente la manera de organizar la acción conjunta
cuando la maestra les explicó a los alumnos los materiales que debían llevar a clase al
día siguiente, cuando diseñaron el experimento en equipos cooperativos, cuando estu-
vieron observando los distintos efectos de las ondas de luz sobre diferentes superficies,
cuando intentaron llegar a conclusiones, cuando la docente les explicó los fenómenos
de «difracción», «refracción» y «reflexión» o cuando hicieron actividades para genera-
lizar y comprobar lo que habían aprendido. A diferencia de las aproximaciones clásicas,
la noción de «interactividad» asume que para comprender las actuaciones de la maestra
y de los alumnos en cada una de esas actividades resulta imprescindible tener en cuenta
el tipo de contenido (conceptos, procedimientos, actitudes) que la maestra estaba inten-
tando enseñar, así como las tareas de aprendizaje concretas que estaban realizando en
cada una de esas situaciones. Dicho esto, no debemos olvidar que lo que determinará
el modo concreto en que se organice la acción conjunta será el ajuste particular que se
establezca entre las características de la maestra, del grupo de alumnos y del contenido
objeto de aprendizaje.
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Por otra parte, a partir de lo que llevamos explicado, se deriva que, en lugar de aspirar
a identificar los ingredientes de la «receta» que debe seguir un docente para ser eficaz,
debemos asumir que existen múltiples formas de enseñar adecuadamente un determinado
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│ Sumario
contenido de aprendizaje, cuya adecuación dependerá del modo concreto en que se ar-
ticulen las actuaciones entre el docente, los alumnos y el contenido específico que se esté
enseñando en un contexto determinado. Así, los maestros conseguirán «atender a la diver-
sidad» que hay en su aula ajustando su ayuda pedagógica a las distintas características
(ritmos, necesidades, intereses, autoestima, motivación, etc.) de su alumnado.
Por último, y como retomaremos en la segunda parte del capítulo, cuando nos refiramos al
«aprendizaje cooperativo», es importante aclarar que el vértice que hemos atribuido
al «docente» no siempre es desempeñado por un maestro de educación infantil o primaria,
sino que también puede ser asumido por otro alumno, o bien por cualquier otra persona
que sea más competente en ese ámbito de conocimiento en particular.
Para poder explicar los procesos de enseñanza y aprendizaje, este enfoque des-
taca también la importancia del «contexto» en el cual estas actividades conjuntas tienen
lugar. En las aulas de educación infantil y primaria existen contextos de distinto nivel de
amplitud (más generales o más concretos) que desempeñan un relevante papel sobre las
interacciones que se establecen en ellas. En concreto, la acción conjunta que tiene lugar
entre el alumnado y el profesorado está situada en los siguientes contextos:
A continuación apuntaremos cinco ideas que se derivan de lo que habéis visto en los
anteriores capítulos y que se refieren a estos contextos con distintos niveles de amplitud:
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Sumario │
Una vez presentadas algunas características de los principales elementos del triángulo in-
teractivo (docente, alumnado, contenido y contexto), intentaremos desentrañar cómo se
interrelacionan en una situación de aula concreta: la clase de Sofía mientras hacían el expe-
rimento para construir un arcoíris y comprender qué es la «difracción». Imaginad que en
un momento dado un alumno se levanta de su silla y se acerca a los compañeros de otra
mesa para hacerles una pregunta, ante lo cual la maestra le felicita. El contexto de la clase
de Sofía puede haber facilitado esa actuación del niño por distintos motivos: porque la
distribución de los espacios propicia ese tipo de movimientos, porque el modo en que están
agrupados los alumnos y el tipo de actividad que están haciendo exige hacer preguntas a
otros compañeros, porque en anteriores situaciones sus compañeros le ayudaron cuando
lo necesitaba o porque en lo que llevan de curso la maestra (Margarita) ha insistido en
que los compañeros son una importante fuente de aprendizaje, entre otras muchas causas.
Además, en este contexto el comportamiento del niño probablemente sea interpretado como
una actuación positiva tanto por parte de la maestra como de sus compañeros y él se habrá
sentido reconocido como un buen aprendiz, con las emociones positivas que ello implica.
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│ Sumario
Comparando ambos ejemplos, esperamos que resulte claro el modo en que una
misma actuación adquiere significados completamente diferentes en función del contexto
en el que tiene lugar, el contenido o la tarea de aprendizaje que se esté realizando
y las actuaciones realizadas tanto por parte del profesorado como del alumnado. No
obstante, al leer los anteriores ejemplos, es posible que hayáis advertido, además, otras
dos cuestiones.
Cabe aclarar que este conjunto de reglas y normas que regulan las interacciones
en el aula y que constituyen la forma de organización de la actividad conjunta se cons-
truyen y negocian a lo largo de la interactividad, pero no son necesariamente explícitas.
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Sumario │
Por lo tanto, retomando las perspectivas teóricas de distintos autores (Colomina et al.,
2001; Falsafi, 2010), podemos afirmar que durante las actividades de enseñanza y apren-
dizaje tiene lugar un «triple proceso de construcción». Fundamentalmente, se construye la
propia «actividad conjunta» y las distintas formas de organización que esta actividad va
adoptando en el transcurso de la secuencia didáctica (quién, cuándo, cómo y sobre qué se
habla). Pero al hilo de esta construcción de la actividad conjunta, también se construyen
«significados sobre el contenido» específico que se está aprendiendo y se construye la
«identidad de los participantes» (significados sobre sí mismos como aprendices, en el
caso del alumnado, y como profesionales, en el caso del profesorado) (Solari y Martín,
2018). Esta aproximación lleva a destacar la importancia de que los docentes planifiquen
intencionalmente el modo en que van a contribuir a estos tres procesos de construcción
fuertemente interrelacionados.
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│ Sumario
2.2.1. M
ecanismos de influencia educativa: construcción de significados
compartidos y traspaso de control
Los «mecanismos de influencia educativa» pueden ser definidos como los «procesos
interpsicológicos subyacentes a las formas y dispositivos concretos mediante los cuales es
posible, de maneras distintas, en situaciones diversas, ajustar la ayuda educativa a la actividad
mental constructiva del alumno» (Colomina et al., 2001, p. 444). A partir de esta definición
podemos extraer algunas ideas importantes sobre los mecanismos de influencia educativa:
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Sumario │
A continuación explicaremos con un poco más de detalle los dos principales me-
canismos de influencia educativa que han sido identificados por diversos autores que
analizan la interactividad en el aula: la construcción progresiva de sistemas de signifi-
cados compartidos entre profesor y alumnado, por un lado, y el traspaso progresivo del
control y la responsabilidad del docente al alumnado, por otro lado (Coll, 2005; Coll,
Onrubia y Mauri, 2008b; Colomina et al., 2001).
2.2.1.1. L
a construcción de sistemas de significados compartidos entre docentes y alum-
nado
Están comenzando una secuencia didáctica sobre «las estaciones del año», por lo
que durante las próximas cuatro semanas aprenderán cuáles son las estaciones y pro-
fundizarán en aquella en la que se encuentran actualmente para conocer los cambios
atmosféricos y del entorno físico que caracterizan al otoño (caída y cambio de color de
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│ Sumario
las hojas, lluvias, temperatura, etc.), cuáles son las comidas típicas y qué ropa se suele
usar en esta época del año. Esta secuencia didáctica les ayudará a desarrollar compe-
tencias vinculadas con la autonomía (abrocharse el abrigo), el lenguaje (nombrar frutas
y ropa típica del otoño) o las matemáticas (contar hojas, ordenar distintos alimentos
según el tamaño).
Cuando vuelven del patio, el maestro les pregunta si alguien sabe cuáles son las
estaciones, ante lo que un niño dice: «¿Son como las estaciones del tren con el que vengo
al cole?». Cuando el maestro aclara que se refiere a las estaciones del año, una niña res-
ponde: «Hay una en la que hace frío y otra en la que hace calor». Otro niño de la clase
dice: «A mí me parece que son la primavera, el otoño y las vacaciones», ante lo que
unos cuantos compañeros le recuerdan: «¡Se te olvida la de las fiestas, cuando vienen
los Reyes Magos!».
A partir de esta activación de conocimientos previos, parece evidente que hay una
gran distancia entre el sistema de significados que los niños tienen sobre las estaciones
del año y aquel que tiene el maestro, mucho más cercano a los saberes culturales que se
han ido construyendo en nuestra sociedad acerca de las estaciones del año y sus carac-
terísticas. El objetivo del maestro será que, a lo largo de la secuencia didáctica, esta
distancia sea cada vez menor y que progresivamente los niños vayan construyendo una
representación compartida y más compleja sobre lo que son las estaciones del año. Este
proceso interpsicológico es un mecanismo de influencia educativa denominado «cons-
trucción progresiva de sistemas de significados compartidos» que Colomina et al. (2001)
describen así:
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Tiempo
Por otro lado, el éxito de este mecanismo radica, en gran medida, en minimizar la
probabilidad de que haya rupturas o incomprensiones en la comunicación entre docentes
y alumnos, lo cual pudiera llevar a bloqueos en el proceso de enseñanza y aprendizaje
(Colomina et al., 2001).
Volviendo al ejemplo anterior, el desafío del maestro de la clase de Fran será encon-
trar estrategias mediante las cuales mantener la atención y comprensión de sus alumnos
durante la actividad conjunta, al tiempo que les ayude a seguir progresando hacia una
representación de las estaciones del año más completa y compleja. Para facilitar esta
conexión con el alumnado, el maestro podría retomar la respuesta del niño que preguntó
«¿son como las estaciones del tren con el que vengo al cole?», diciendo:
Es cierto que tienen cosas en común las estaciones del tren y las estaciones
del año. Por ejemplo, en los dos casos van unas detrás de otras, aparecen siempre
en el mismo orden, duran un tiempo determinado y tienen distintos paisajes.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
Pero también iremos aprendiendo que las estaciones del tren y las estaciones
del año tienen muchas otras cosas que son diferentes.
Si bien el maestro sabe que las estaciones del año no son lo mismo que las esta-
ciones del tren, ha renunciado provisionalmente a su representación (más compleja) con
el objetivo de «enganchar» con la representación que tenía inicialmente su alumno y, a
partir de ahí, «ir tirando» de él para ayudarle a construir una representación más com-
pleta sobre las estaciones del año.
Como recordaréis del capítulo 2, este planteamiento es muy coherente con el con-
cepto de «zona de desarrollo próximo» de Vygotski en la medida en que es necesario
conocer inicialmente el nivel de desarrollo actual de cada alumno con el objetivo de que,
a partir de ese punto de partida, se le ofrezcan las ayudas y mediaciones necesarias para
que vaya avanzando dentro de su zona de desarrollo próximo.
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Sumario │
Tiempo
¿Hoy tengo que ponerme el abrigo para salir al recreo? Voy a asomarme
por la ventana para ver cómo está el cielo, comprobar la temperatura que hace y
ver las hojas de los árboles. Vaya, parece que hace un poco de frío, las hojas de los
árboles son marrones y se han caído, y el cielo está un poco nublado. Teniendo en
cuenta todo esto, me parece que estamos en otoño. Voy a buscar mi abrigo, me lo
voy a poner y me lo voy a abrochar antes de salir al patio.
.../...
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
.../...
2.ª semana El maestro le pegunta a Denis: «¿Crees que tienes que ponerte el abrigo para salir al
patio?». Cuando la niña le contesta que no lo sabe, él le propone lo siguiente: «¿Por qué
no te acercas a la ventana para averiguarlo?». Cuando la niña está junto a la ventana,
tiene lugar el siguiente diálogo:
Maestro: Ahora que lo puedes ver, Denis, dinos, ¿cómo está el cielo hoy?
Niña: Muy gris.
Maestro: Es cierto que está muy gris. ¡Qué observadora! ¿Y hace frío o calor?
Niña: Frío.
Maestro: ¿Y cómo están las hojas de los árboles?
Niña: Todas en el suelo. Se le han caído.
Maestro: Entonces, si el cielo está gris, las hojas de los árboles se han caído y hace un
poco de frío, ¿en qué estación del año crees que estamos?
Niña: ¡Otoño!
Maestro: Fenomenal, Denis. Entonces, ve a buscar tu abrigo, póntelo y abróchatelo antes
de salir al recreo.
3.ª semana El maestro le pregunta a Fran: «¿Crees que tienes que ponerte el abrigo para salir al
patio?». Ante lo cual el niño dice que no lo sabe y entablan entre los dos la siguiente
conversación:
Maestro: Si no lo sabes, ¿qué podrías hacer para averiguarlo? Seguro que se te ocurre
una idea muy buena.
Niño: Mirar por la ventana.
Maestro: ¿Para qué?
Niño: Para ver cómo está el cielo y las hojas de los árboles, y ver si hace frío o calor.
Maestro: ¡Muy buena idea!
Niño: Está lloviendo un poco y hace frío, y las hojas están marrones y en el suelo.
Maestro: Tienes razón, Fran. ¿Entonces…?
Niño: Entonces, me parece que es otoño.
Maestro: Muy bien. ¿Qué deberíamos hacer antes de salir al recreo?
Niño: Buscar mi abrigo, ponérmelo y abrochármelo.
.../...
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Sumario │
.../...
4.ª semana Maestro: Ya sabemos que hoy es miércoles y que después del recreo vamos a celebrar
(cont.) el cumpleaños de Paco. Quiero que levante la mano quien quiera decir qué tendríamos
que hacer antes de salir al patio. (Anita levanta la mano).
Niña: Podríamos pensar si tenemos que ponernos el abrigo o no.
Maestro: ¡Es una propuesta estupenda, Anita! ¿Sabrías averiguarlo?
Niña: ¡Sí! (Mientras, se acerca a la ventana).
Maestro: ¿Cómo?
Niña: Estoy viendo que los árboles del patio ya no tienen ninguna hoja, que el cielo está
con nubes y sol, pero hace bastante frío. Entonces, yo creo que estamos en otoño.
Maestro: Yo también lo creo.
Niña: Voy a coger mi abrigo, me lo voy a poner y a abrochármelo antes de salir al patio.
Es necesario aclarar tres cuestiones sobre el ejemplo que hemos visto de traspaso
de control en el aula de educación infantil. En primer lugar, no debemos olvidar que este
proceso no solamente es progresivo, sino también complejo, problemático y no lineal, ya
que en los procesos de enseñanza y aprendizaje es habitual que haya momentos de des-
conexión que obligan al docente a retomar el control del proceso. Aunque en las escenas
seleccionadas puede dar la sensación de que la evolución es lineal y continua, en el con-
texto real del aula no sería extraño que un día el docente perciba que los alumnos se han
«perdido» y necesite volver a asumir un mayor control de la actividad de aprendizaje.
Para que este reajuste pueda producirse, es de gran ayuda la existencia de «dispositivos
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
de control y seguimiento mutuo», esto es, actuaciones (más o menos explícitas, conti-
nuadas y sistemáticas) mediante las que los docentes y el alumnado pueden comprobar
los avances realizados en la construcción de significados compartidos, detectar rupturas
en la comunicación o malentendidos y reajustar su práctica para intentar repararlos (Coll
y Edwards, 1996). Estas actuaciones son propias de la evaluación que, como veréis en
otros capítulos, debe ser la valoración de un proceso de aprendizaje y no solamente la
calificación de un producto del mismo.
En tercer lugar, habréis notado que las interacciones que se han presentado a lo
largo de la secuencia didáctica siguen un patrón de interacción bastante similar, en el
que las preguntas y las respuestas ocupan un papel fundamental, y están orientadas a
gestionar distintos aspectos de la dinámica del aula (la participación, los significados,
la tarea, las relaciones socioafectivas). En el próximo apartado profundizaremos sobre
ambas cuestiones.
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Sumario │
Sesiones (S)
Configuraciones de
Segmento de interactividad (SI)
segmento de interactividad (CSI)
Nota. El contorno con línea discontinua indica las unidades de análisis de segundo orden.
El primer nivel, que implica la unidad de análisis más molar y global, es la «secuencia
didáctica», que se corresponde con un proceso de enseñanza y aprendizaje completo en
el que están presentes sus principales elementos. Si pensamos en la secuencia didác-
tica de «las estaciones del año» que se llevó a cabo en la clase de Fran, no será difícil
identificar los objetivos pedagógicos que se persiguen, los contenidos de aprendizaje
(conceptuales, procedimentales y actitudinales), las actividades y tareas a través de
las cuales se van construyendo significados compartidos sobre las estaciones y todas las
actividades mediante las que el maestro evalúa en qué medida cada alumno está consi-
guiendo alcanzar los objetivos de aprendizaje.
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│ Sumario
por la llegada del otoño) y su final (cuando hacen, por ejemplo, una obra de teatro para
las familias en la que enseñan todo lo que han aprendido sobre el otoño), al tiempo que
su extensión (4 semanas) es fácilmente reconocible por todos los implicados (docente,
familias y niños).
El siguiente nivel se refiere a las «sesiones», que se corresponden con cada una de
las unidades temporales (los periodos continuados de enseñanza y aprendizaje) en las
que se lleva a cabo la secuencia didáctica. En el caso del aula de infantil, por ejemplo,
es posible que la secuencia didáctica de «las estaciones del año» se haya desarrollado a
lo largo de 12 sesiones (3 sesiones por semana).
Si nos centramos en lo que sucede en una única sesión, podremos identificar que
en ella tienen lugar distintos «segmentos de interactividad», que constituyen el tercer
nivel de análisis. Estos segmentos de interactividad pueden ser identificados globalmente
dentro de la sesión (por ejemplo, activación de conocimientos previos, presentación de
contenidos, actividad de repaso, corrección colectiva, etc.).
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Sumario │
Categoría Definición
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│ Sumario
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Sumario │
Cuadro 3. Ejemplos de configuraciones de mensajes en la secuencia didáctica sobre las «estaciones del año»
Maestro: Ahora que lo puedes ver, Denis, dinos, Maestro: ¿Cuáles son las estaciones del año?
¿cómo está el cielo hoy? Niño: A mí me parece que son la primavera, el
Niña: Muy gris. otoño y las vacaciones.
Maestro: Es cierto que está muy gris. ¡Qué obser- Maestro: Primavera y otoño son dos estaciones
vadora! del año. ¡Muy bien! Pero «vacaciones» no es una
estación del año, ¿verdad? ¿Cuántas vacaciones
tenemos?
Niña: ¡Dos! Las de verano, cuando vamos a la
playa, y las de las navidades, cuando vienen los
Reyes Magos.
Maestro: ¡Genial! Ya conocemos el nombre de tres
estaciones del año: primavera, otoño y verano.
¿Nos falta alguna más?
Niño: ¡Invierno!
Maestro: Fenomenal. Ya sabemos que hay cuatro
estaciones, y que se llaman primavera, verano,
otoño e invierno. Vamos a aprender muchas
cosas sobre el otoño, que es en la que estamos
ahora. ¿Os apetece?
www.udima.es 113
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│ Sumario
Cabe puntualizar cuatro cuestiones sobre las tres estructuras explicadas (monolo-
gales, IRE e IRF). En primer lugar, no hay tipos de estructuras que sean per se mejores
que otras, sino que cada una de ellas puede cumplir un papel más o menos relevante en
función del objetivo que se esté persiguiendo. En segundo lugar, aunque hemos hecho
referencia a ejemplos en los que siempre es el docente quien inicia el ciclo, como veremos
en el apartado 3.2 cuando hablemos del aprendizaje cooperativo, en muchas ocasiones
son los propios estudiante quienes pueden iniciar el ciclo planteando una pregunta, así
como cerrarlo, ofreciendo evaluación o feedback. En tercer lugar, como argumentan Sán-
chez et al. (2010) al comparar las estructuras IRE y las IRF:
2.2.3. E
strategias para favorecer aprendizajes escolares con un sentido
y un valor personal para el alumnado
¿Os acordáis de Sofía y del experimento que hicieron en su colegio para crear un
arcoíris casero y aprender los fenómenos físicos implicados en la difracción, la reflexión
y la refracción de las ondas? Es muy probable que, a lo largo de la secuencia didáctica,
su profesora haya planteado diversas actividades de aprendizaje para ayudar a Sofía y
a sus compañeros a construir un sistema de significados compartidos y les haya tras-
pasado progresivamente el control del aprendizaje, hasta comprobar que había conse-
guido que se apropiaran de estos conocimientos. Esas actividades contribuyeron a que
Sofía «construyera significados» sobre estos fenómenos de la física, pero (basándonos
en el entusiasmo que mostraba al contárselo a su primo) probablemente también hayan
facilitado que la niña «atribuyera un sentido y un valor personal» a esos aprendizajes.
Coll (2018) afirma que los aprendices atribuyen un sentido personal a sus aprendi-
zajes cuando pueden vincular lo aprendido con sus conocimientos, experiencias y viven-
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Sumario │
Asimismo, cabe destacar que el sentido está estrechamente vinculado al modo en que
un alumno se enfrenta a los aprendizajes: como un reto estimulante o como una tarea en
la que tiene seguridad de fracasar. Por ello, el sentido se asocia a cómo se siente y percibe
el alumno mientras aprende, esto es, a su experiencia subjetiva de aprendizaje. Como se
deriva del enfoque de la interactividad explicado anteriormente, estas experiencias son
consecuencia no solamente de las características personales del alumno (sus expectativas,
emociones, motivos y capacidad), sino también de las características del contenido con-
creto que está aprendiendo, del contexto en el que tiene lugar el proceso de aprendizaje y
del papel que desempeñan las otras personas con las que está aprendiendo (Coll, 2018).
Para haber conseguido que Sofía atribuyera un sentido personal a los aprendizajes
que realizó mientras hacía el experimento y aprendía sobre difracción, reflexión y refrac-
ción de las ondas, es muy probable que su profesora haya personalizado los aprendizajes.
La «personalización del aprendizaje» escolar puede ser definida como el conjunto de
estrategias y actuaciones cuya finalidad es promover y reforzar el sentido personal que
los estudiantes atribuyen a los aprendizajes escolares (Coll, 2018). Personalizar los apren-
dizajes implica que los procesos de enseñanza y aprendizaje se ajusten no solamente a
las características, necesidades y ritmos del aprendiz (individualización), sino también
a sus intereses, objetivos y opciones de aprendizaje, lo cual contribuirá a la construc-
ción de aprendizajes significativos y con sentido. Podemos afirmar, por lo tanto, que las
estrategias de personalización no son un fin en sí mismo, sino que constituyen un medio
a través del cual favorecer que los alumnos atribuyan un valor y un sentido personal a
aquello que aprenden en la escuela (Coll, 2018).
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│ Sumario
Tienen una base «experiencial», El planteamiento del experimento implica que los alumnos
es decir, están basadas en actuar, manipulen materiales, experimenten y prueben distintas actua-
hacer, construir y experimentar. ciones para construir un arcoíris usando un CD y una linterna.
Responden a intereses y objetivos La actividad se propone después de varios días de lluvia, en los
del aprendiz. que los alumnos volvían del patio intrigados acerca del motivo
por el cual a veces se formaba un arcoíris y otras veces no.
Conectan experiencias de aprendi- La profesora pide a cada alumno que identifique ejemplos de
zaje que tienen lugar en diferentes difracción, reflexión y refracción en sus entornos cotidianos
momentos y contextos. (hogar, conservatorio, pista de fútbol, piscina de natación,
ludoteca, museo, videojuegos, etc.).
Son culturalmente sensibles y están Cuando Sofía y sus compañeros de clase ya han realizado el
vinculadas a actividades cotidianas experimento, la maestra les propone ir a las aulas de educa-
habituales de los aprendices. Tie- ción infantil del colegio para enseñarles a los pequeños cómo
nen un fuerte componente viven- hacen magia creando un arcoíris con un CD.
cial, integrando aspectos cogni-
tivos y emocionales.
Reconocen y respetan la capacidad Cada alumno puede elegir con qué compañeros quiere hacer
de decisión y control del aprendiz el experimento, así como el modo en que van a presentar sus
sobre algunos elementos de su pro- conclusiones al resto de la clase.
ceso de aprendizaje.
Favorecen la reflexión del aprendiz Durante la clase, la profesora les plantea actividades para que
sobre su proceso de aprendizaje. puedan tomar conciencia acerca de cómo están trabajando en
el grupo, qué dificultades están encontrando o qué recursos
les resultan especialmente útiles.
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Sumario │
Antes de finalizar, queremos hacer tres apuntes. En primer lugar, aunque aquí nos
hemos centrado en una actividad concreta que se ha llevado a cabo en un aula y en la
que se han introducido elementos de personalización (tarea relativamente sencilla), no
debemos olvidar que la personalización del aprendizaje escolar es una tarea mucho más
compleja. Para conseguirlo, deberían implicarse distintos actores de la comunidad educa-
tiva (alumnado, docentes, familias, etc.) y del entorno comunitario, al tiempo que exige
transformaciones en distintos ámbitos y niveles del sistema educativo.
En segundo lugar, cabe aclarar que ninguna de estas actuaciones, por sí misma,
puede garantizar que tenga lugar un aprendizaje personalizado. No obstante, cuanto
mayor número de estas características estén presentes, mayor probabilidad habrá de que
los alumnos no solo construyan adecuadamente significados sobre los fenómenos físicos
estudiados en esta secuencia didáctica, sino de que además sean aprendizajes que tengan
un sentido y un valor personal para ellos.
En tercer lugar, la personalización (al igual que sucede con la inclusión educativa,
como veréis en el capítulo 6) no es una cuestión de «todo o nada», sino que existen gra-
dientes y diversas estrategias que se pueden poner en marcha para avanzar progresiva-
mente hacia la construcción de aprendizajes con sentido.
Como seguramente habréis advertido al leer los ejemplos de las clases de Fran, Sofía
y Mario, en muchas actividades de enseñanza y aprendizaje no solamente tienen lugar
interacciones entre profesores y alumnos. En cambio, gran parte de las actividades que se
realizan en educación infantil y educación primaria implican el establecimiento de interac-
ciones entre los propios alumnos, cuestión a la que dedicaremos este apartado del capítulo.
Antes de adentrarnos en ello, conviene aclarar que la mayor parte de los procesos
y mecanismos a los que hemos hecho referencia en las anteriores páginas (construcción
de significados compartidos, traspaso de control o atribución de sentido) no solo están
implicados en la acción conjunta entre docentes y alumnado, sino que también son rele-
vantes para comprender la interacción entre alumnos. Esto se debe a que los compañeros
suponen potenciales fuentes de ayuda educativa y a que ciertas formas de organizar la
interdependencia entre el alumnado favorecen que los recursos y las competencias (cogni-
tivas, sociales y emocionales) estén distribuidas entre diferentes personas y herramientas.
Por este motivo, no volveremos a referirnos a estos mecanismos, sino que nos deten-
dremos en explicar las particularidades de la interacción entre iguales en el contexto de
las aulas de infantil y primaria.
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│ Sumario
Muchos trabajos ponen de manifiesto las «ventajas» que la interacción entre iguales
tiene para el aprendizaje y el desarrollo del alumnado (Colomina y Onrubia, 2001). A conti-
nuación, resumimos algunos de sus (potenciales) beneficios:
• Favorece la socialización.
• Contribuye a la adquisición de competencias sociales.
• Mejora el control de los impulsos agresivos y la autorregulación.
• Incrementa las aspiraciones de aprendizaje, la motivación y la autoestima.
• Ayuda a la relativización de los puntos de vista, incrementando el perspec-
tivismo.
• Contribuye a la mejora del rendimiento académico.
Como resulta evidente, por el mero hecho de facilitar que los alumnos interac-
túen entre sí no se garantiza la aparición de los anteriores beneficios para su desarrollo
y aprendizaje. Como explican Colomina y Onrubia (2001) hay algunas variables que
influyen significativamente en el modo en que la interacción entre iguales contribuye (en
mayor o menor medida) al aprendizaje del alumnado. De manera resumida, estos «fac-
tores moduladores» (que se corresponden en gran medida con los vértices del triángulo
interactivo) se refieren a:
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Sumario │
3.1. T
IPO DE INTERDEPENDENCIA ENTRE EL ALUMNADO: ESTRUC-
TURAS INDIVIDUALISTAS, COMPETITIVAS Y COOPERATIVAS
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│ Sumario
.../...
y por cada multiplicación que nota (10) al niño que más mul- uno, para ir haciendo las dis-
hayan resuelto correctamente tiplicaciones haya realizado tintas multiplicaciones. Mien-
les pone un punto, por lo que correctamente e ir descendien- tras uno de ellos resuelve
todos pueden llegar a obtener do progresivamente (9,5 al se- una operación, la explica en
la máxima calificación (10). gundo con más operaciones voz alta a sus compañeros,
correctas; 9, al tercero; 8,5, al quienes le supervisan. Para
cuarto; etc.). corregirlo, la maestra elige al
azar a un miembro del grupo,
quien debe explicar el proce-
dimiento seguido. Si explica
todas las multiplicaciones
adecuadamente, todos los
miembros del grupo obtienen
la máxima calificación.
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Sumario │
Por una parte, las estructuras cooperativas favorecen relaciones más positivas, carac-
terizadas por la simpatía, la atención, la cortesía, la ayuda y el respeto mutuo, al tiempo
que contribuyen al desarrollo de sentimientos de gratitud, compromiso y motivación.
Asimismo, favorecen la valoración de la diversidad como una fuente de enriquecimiento
y contribuyen a la mejora del clima del aula.
Por último, cabe puntualizar que estas estructuras benefician al conjunto del alum-
nado, incluidos aquellos que presentan alguna necesidad específica de apoyo educativo
(Echeita, 2015). Los anteriores parecen motivos de peso para fijarnos con mayor dete-
nimiento en las características básicas de la metodología del aprendizaje cooperativo.
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│ Sumario
Imaginad que llega el momento de iniciar una nueva secuencia didáctica. Antes de
empezar, Joaquín (el maestro de Mario) y Margarita (la maestra de Sofía) quieren ave-
riguar cuáles son los conocimientos previos de sus alumnos sobre el cuerpo humano.
Para ello, lanzan la siguiente pregunta a la clase: «¿Sabéis qué funciones realizan los
huesos en nuestro cuerpo?».
122 www.udima.es
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Margarita, la maestra de Sofía, plantea la misma pregunta para activar los conoci-
mientos previos de su alumnado, pero utilizando una estructura de aprendizaje coope-
rativo, denominada «1-2-4»:
• 1. Les explica que cada alumno dispondrá de dos minutos para escribir su
respuesta individualmente en un folio.
• 2. A continuación, deberán hablar durante 3 minutos con el compañero que
tienen a su lado (su «compañero de hombro»), compartir la respuesta que dio
cada uno y, entre los dos, llegar a una respuesta común, que contenga el
punto de vista de ambos.
• 4. Por último, disponen de 5 minutos para juntarse con la pareja que está
frente a ellos, escuchar la respuesta a la que llegaron y redactar entre todos
una respuesta común, en la que estén recogidas las opiniones de los cuatro
miembros del equipo.
En contraste con lo que sucede en el trabajo grupal, Kagan (2001) explica que en
todas las estructuras cooperativas (como el «folio giratorio» o el «1-2-4») se garantiza
el cumplimiento de cuatro principios básicos, que se suelen denominar con el acrónimo
inglés PIES (positive interdependence, individual accountability, equal participation
and simultaneous interaction), cuya traducción sería:
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
Por último, no debemos olvidar que, como afirma Pujolàs (2015), el alumnado no
solamente tiene que «cooperar para aprender», sino que también debe «aprender a coo-
perar». En este sentido, es importante tener en cuenta, en primer lugar, que las personas
no nacemos sabiendo cooperar con otros, sino que la cooperación implica ciertas com-
petencias que se deben aprender (y, por lo tanto, que se pueden y se deben enseñar).
Para que el alumnado pueda cooperar adecuadamente, necesitará desarrollar un con-
junto de habilidades sociales y comunicativas, tales como escuchar activamente, saber
pedir ayuda y agradecerla, expresar el propio punto de vista de manera asertiva, mostrar
desacuerdo, llegar a decisiones consensuadas, motivar a otros compañeros, identificar
las necesidades de otros y ofrecerles ayuda, entre otras muchas. Todas estas habilidades
contribuirán, además, a formar aprendices competentes, capaces de seguir aprendiendo
«a lo largo y a lo ancho» de sus vidas.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Como probablemente estéis pensando, para que este tipo de estructuras coopera-
tivas funcionen adecuadamente, resulta imprescindible que estén presentes ciertas con-
diciones que hagan más probable la verdadera cooperación entre el alumnado. Si bien
son diversas estas condiciones (la organización del espacio del aula, la disposición del
mobiliario, la gestión del tiempo y del silencio, el desempeño de distintos «roles» por
parte del alumnado, el aprendizaje de habilidades sociales y comunicativas, etc.), a con-
tinuación nos referiremos solamente a dos de ellas:
El «clima del aula» hace referencia al tono emocional asociado a las relaciones
personales que tienen lugar dentro de una clase, mientras que la «cohesión» se refiere a
la conciencia de grupo que desarrollan los alumnos y el sentido de pertenencia al mismo.
Ambos son requisitos necesarios (aunque no suficientes) para que el alumnado pueda
aprender de manera cooperativa y para que desarrolle las habilidades sociales exigidas
por esta metodología. Aunque en el capítulo 5 veréis diversas estrategias orientadas a la
mejora del clima en los centros escolares, a continuación señalaremos algunas cuestiones
importantes para la realización de dinámicas de cohesión y clima en las aulas de infantil
y primaria:
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│ Sumario
126 www.udima.es
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Sumario │
4. REFLEXIONES FINALES
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│ Sumario
En el caso de la clase de educación infantil de Fran, hemos visto ejemplos en los que
se ponen de manifiesto dos «mecanismos de influencia educativa» mediante los que el
maestro ha contribuido a la construcción de sistemas de significados compartidos sobre
las estaciones del año (en concreto, del otoño) y ha traspasado progresivamente el con-
trol y la responsabilidad de los aprendizajes vinculados al desarrollo de su autonomía
para abrocharse el abrigo antes de salir al patio.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
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│ Sumario
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130 www.udima.es
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
4
CAPÍTULO EL APRENDIZAJE POR
COMPETENCIAS EN
LAS AULAS DE INFANTIL
Y PRIMARIA
8. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
Hace algo más de diez años que a María, profesora tutora de un grupo de segundo de pri-
maria, y a todos sus compañeros les preguntaron en una reunión del claustro docente del
colegio si habían oído hablar de las «competencias básicas». Todos ellos habían oído
que la Ley orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de educación (LOE, 2006), que acababa de
aprobarse en el 2006, las incluía como un elemento del currículo que tenían que incor-
porar en sus programaciones.
¿Pero qué son exactamente las competencias básicas? ¿Son un tipo de competencias?
Y ¿qué es una competencia? A partir de ese momento comenzó un proceso de cambio a
la hora de programar los procesos de enseñanza-aprendizaje en su colegio. Fue necesario
que todos los profesores y el equipo directivo se formaran y fueran haciendo suyo lo que
las competencias podrían ofrecer para el aprendizaje de las aulas de educación infantil
y primaria del colegio. Los propios orientadores e inspectores también formaban parte
del equipo que hizo posible ir incorporando este nuevo enfoque.
A los pocos años las preguntas que se hacían María y sus compañeros eran más pro-
fundas: ¿estamos consiguiendo que nuestro alumnado esté aprendiendo más y mejor?, ¿están
las competencias ayudándonos en este aspecto?, ¿estamos ajustando nuestra metodología y
nuestra forma de evaluar?, etc. La implementación del aprendizaje por competencias había
ido transformando la manera de diseñar e implementar el trabajo de los docentes del colegio,
así como el aprendizaje de sus estudiantes. Ya no era posible estar enseñando de la misma
manera y tampoco lo era seguir aplicando las mismas formas e instrumentos de evaluación.
Todavía hoy, en el colegio de María siguen teniendo algunas dudas sobre cómo
seguir incorporando las competencias de la mejor manera en sus aulas y centro, pero la
colaboración de todos ellos va consiguiendo una nueva cultura escolar que incluso
comienza a tener repercusiones en su entorno y en las familias del colegio.
Para ello, lo primero que haremos será ubicar las competencias en la que es la función
principal de los docentes: que sus alumnos (todos) aprendan. Definido «aprendizaje» y
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Sumario │
relacionado este con las competencias, profundizaremos en cuestiones más teóricas sobre
las mismas, tales como su definición, sus elementos y los distintos tipos que nos podemos
encontrar. Una vez conceptualizado esto, pasaremos a comprender la evolución histó-
rica que ha hecho emerger este nuevo enfoque de aprendizaje, así como su adopción y
desarrollo en España hasta llegar a la actual regulación. También identificaremos las
principales críticas que podremos encontrar sobre el enfoque de aprendizaje por compe-
tencias. Todo ello con la finalidad última de identificar las implicaciones para las aulas
de educación infantil y primaria. A continuación, abordaremos unas consideraciones de
las competencias para la práctica docente, tales como su enfoque de enseñanza, algunas
metodologías que se pueden aplicar y técnicas e instrumentos evaluativos. Además,
acompañamos todo ello con ejemplos de situaciones didácticas para poder facilitar su
comprensión. Por último, finalizamos el capítulo con un apartado reflexivo, con el que
queremos sintetizar los puntos más relevantes del mismo.
2. APRENDIZAJE Y COMPETENCIAS
¿Por qué traemos esta reflexión en este momento del capítulo? Queremos retomar
la esencia de la función de todo docente, que no es otra que sus estudiantes aprendan y
que lo hagan todos ellos al máximo de sus posibilidades. Y ¿qué es aprender?
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│ Sumario
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Sumario │
Boyatzis (1982) Son características subyacentes a la persona, que están causalmente rela-
cionadas con una actuación exitosa en el puesto de trabajo.
Tejada (1999) El conjunto de saberes (saber, saber hacer, saber estar y saber ser –cono-
cimientos, procedimientos y actitudes‒) combinados, coordinados e inte-
grados en el ejercicio profesional. El dominio de estos saberes le «hace
capaz» de actuar a un individuo con eficacia en una situación profesional.
Perrenoud (2001) Es la aptitud para enfrentarse con eficacia a una serie de situaciones aná-
logas, movilizando a conciencia y de manera, a la vez, rápida, pertinente
y creativa múltiples recursos cognitivos: saberes, capacidades, micro-
competencias, informaciones, valores, actitudes, esquemas de percep-
ción, de evaluación y razonamiento.
Roe (2002) Es la habilidad aprendida para llevar a cabo una tarea, un deber o un
rol adecuadamente. Tiene dos elementos distintivos: está relacionada
con el trabajo específico en un contexto particular e integra diferentes
tipos de conocimientos, habilidades y actitudes. Se adquieren mediante
el learning-by-doing y, a diferencia de los conocimientos, habilidades y
actitudes, no se pueden evaluar independientemente.
.../...
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│ Sumario
.../...
Proyecto Tuning (González Combinación dinámica de atributos, con relación a conocimientos, habi-
y Wagenaar, 2003) lidades, actitudes y responsabilidades, que describen los resultados de
aprendizaje de un programa educativo o lo que los alumnos son capaces
de demostrar al final de un proceso educativo.
De Miguel (2005) Modo de proceder característico que se considera adecuado ante una
situación planteada en el ejercicio profesional. Lo que determina la com-
petencia es la demostración, por parte de un sujeto, de que posee una
capacidad para comprender las situaciones, evaluar su significado y
decidir cómo debe afrontarlas.
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Sumario │
Por otra parte, cuando tenemos que definir las competencias es muy habitual que las
confundamos o, al menos, que las vinculemos muy estrechamente con otros términos,
tales como «habilidad», «aptitud», incluso «conocimientos» y, sobre todo, «capacidad».
Sin embargo, como veremos más adelante, la competencia supone hacer, no solo saber
hacer; ni siquiera tener la capacidad de hacer algo.
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│ Sumario
Aptitud
Efectividad Capacidad
Competencia
Poder para Habilidad y
hacerlo (talento) destreza
Conocimiento
(práctico)
3.2. L
A RELACIÓN DE LA COMPETENCIA CON OTROS TÉRMINOS:
«HABILIDAD» Y «CAPACIDAD»
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Sumario │
tivos y actitudinales (Bernal y Teixidó, 2012). Las principales diferencias las podríamos
sintetizar en las siguientes:
Hemos dicho en el apartado anterior que ser competente supone mostrar una con-
ducta eficaz. En cualquier caso, si nos quedamos en un enfoque muy centrado en cada
conducta concreta, lo que hacemos es reducir las competencias a habilidades, y eso,
según Pérez (2008), supone dos limitaciones del concepto de «competencia». Las com-
petencias no pueden reducirse simplemente a habilidades porque:
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│ Sumario
Pensamos en la «motricidad fina» como competencia: si, por ejemplo, la vamos a tra-
bajar proponiendo cortar con unas tijeras, la habilidad sería abrir y cerrar las tijeras con los
movimientos de los dedos para cortar; sin embargo, la competencia es algo más complejo,
ya que exige también hacerlo siguiendo unas líneas concretas, hacerlo en mayor o menor
tiempo, ser más o menos cuidadoso con ciertos detalles de lo que hay que cortar, etc.
Pensemos ahora en la competencia de la «comprensión lectora»: la habilidad sería la
decodificación, es decir, el hecho de ir identificando letra con sonido; siendo esto (la habi-
lidad) fundamental, no es suficiente, puesto que, además, debo conocer las palabras que
estoy decodificando, usar la memoria a corto plazo, conocer las normas ortográficas, etc.
Todo ello junto (la habilidad, con los conocimientos y también con actitudes) es lo que
constituirá la competencia.
Es decir, para ser competente no es suficiente con poseer unas capacidades. Todos
tenemos muchas más capacidades de las que finalmente podemos demostrar que ponemos
en marcha. La capacidad es algo imprescindible para la competencia, pero no es la com-
petencia, dado que esta se demuestra cuando se resuelve alguna situacion. Mientras que
la capacidad teóricamente siempre está, la competencia siempre se demuestra en la prác-
tica. Gracias al conjunto que forman las capacidades se logran las competencias mediante
un proceso de aprendizaje.
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Sumario │
Finalizamos este apartado del capítulo definiendo lo que para nosotros debe enten-
derse como «competencia»: comportamiento observable como resultado de la combina-
ción de conocimientos, destrezas, actitudes, etc., puestas al servicio de la resolución de
un «problema» en un contexto real (o simulado).
En este contexto entendemos «problema» como cualquier situación que exige por
nuestra parte hacer algo para su resolución. Así entendido, un problema es tener que entender
la lista de la compra que unos padres han dejado a sus hijos, para lo que necesita la compe-
tencia de la «comprensión lectora»; o, también, un «problema» sería recortar unas pegatinas
para hacer un dibujo, para lo que la «motricidad fina» resulta una competencia necesaria.
Aunque en el siguiente apartado definiremos con más detalle las características de las
competencias, en la figura 2 ofrecemos una representación gráfica de lo que podría ser.
En esta figura se pone el énfasis en dos ideas fundamentales. La primera de ellas es la ya
explicada de la competencia expresada siempre en un desempeño que supone resolver una
situación problemática. La segunda, que detrás de todo desempeño hay conocimientos,
destrezas y actitudes. A estos tres elementos es a los que denominaremos como «dimen-
siones de las competencias», y, aunque no es posible observarlos directamente, sabemos
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│ Sumario
que todo comportamiento (competencia) exige de estos tres elementos. Es más, cuantos
más y mejores conocimientos, destrezas y actitudes tenga un estudiante, más y mejor
se activarán las competencias. Sin embargo, aunque todos estos elementos son necesa-
rios, no son suficientes, pues se tienen que producir de forma integrada y, además, no
podemos perder de vista su carácter contextualizado, pues las competencias deben ser
adecuadas a cada situación planteada.
Contexto
Destrezas Actitudes
Conocimientos
Desempeño
Resolución de una tarea
4. C
ARACTERÍSTICAS DE LAS COMPETENCIAS Y VARIABLES
CLAVE
En la definición que hemos ofrecido sobre qué es una competencia ya van incluidas
algunas de las particularidades del concepto. Sin embargo, es oportuno profundizar en
las siguientes características esenciales del concepto de «competencia» que podríamos
sintetizar del siguiente modo (Manso y Thoilliez, 2015):
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Sumario │
EJEMPLO 1
En las aulas de educación primaria no nos interesa solo que nuestro alum-
nado diga que ha comprendido el texto leído, sino que cuando hacemos
preguntas sobre el mismo, demuestre que lo ha comprendido. El hecho de
que haya leído el texto (decodificado) no quiere decir que tenga la compe-
tencia de «comprensión lectora».
EJEMPLO 2
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
EJEMPLO 3
EJEMPLO 4
EJEMPLO 5
• Incluir una manera creativa (única) de resolver el «problema». Por ser única
cada vez que se aplica la competencia, que se resuelve el problema, la creati-
vidad es un elemento que se requiere para seguir mejorando progresivamente.
144 www.udima.es
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
EJEMPLO 6
EJEMPLO 7
Un niño de 4 años recortará mejor o peor, pero siempre hará algo, es decir,
siempre desplegará algo la «motricidad fina». Solo en el caso de que no tenga
nada de conocimiento, nada de habilidad y/o nada de actitud, no desplegará
la competencia; pero, por el contrario, en cuanto tenga un poco de las tres
dimensiones, conseguirá hacer algo con las tijeras y el papel. A partir de ahí
el docente siempre le podrá seguir ayudando a mejorar su competencia con
nuevas y más complejas «situaciones-problemas».
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│ Sumario
5. E
VOLUCIÓN HISTÓRICA DE LAS COMPETENCIAS: DE EUROPA
A ESPAÑA
La otra etapa educativa con más contacto con el mundo laboral era la universidad.
En el contexto europeo, el Proceso de Bolonia (iniciado a finales de los años noventa)
asumió, desde el inicio, el enfoque de aprendizaje por competencias como mejor modo
de organizar las finalidades formativas de los estudios universitarios en toda Europa.
146 www.udima.es
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Llegados a este punto es imprescindible indicar que, a pesar de este origen (que
podíamos denominar «poco educativo»), es evidente que el enfoque de las competencias
empezó a calar (no sin resistencia) porque ofrecía varios tipos de beneficios. Algunos
de esos beneficios eran puramente pragmáticos (facilitar convalidaciones, lenguajes,
armonización, etc.), pero no debemos pensar que esto fuera incompatible (o, al menos,
no necesariamente) con beneficios también para el aprendizaje y la educación. Y, en
cualquier caso, casi de forma simultánea al proceso descrito en el ámbito universitario
se empezaron a dar también algunas propuestas de aprendizaje por competencias en las
etapas preuniversitarias. La adaptación del aprendizaje por competencias a los sistemas
educativos, con cierta sistematicidad e influencia internacional, se atribuye a los trabajos
iniciados en 1997 por la OCDE. Más en concreto al Programa DeSeCo, que tenía como
objetivo proporcionar un marco conceptual sólido para la identificación de competencias
clave que todo ciudadano debiera adquirir en la sociedad del siglo XXI (OCDE, 2001).
La influencia de las políticas europeas en los Estados miembros es cada vez más
relevante y el modelo de aprendizaje basado en competencias es un buen ejemplo de
ello: de procesos de internacionalización de políticas educativas. La Unión Europea ha
propuesto ocho competencias clave que se espera desarrollen todos los estudiantes que
finalizan la educación obligatoria en los Estados miembros.
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│ Sumario
La definición más explícita que hace la Unión Europea a este respecto es la publicada en
el primero de los documentos del Grupo de Trabajo B del Programa Educación y For-
mación hasta el 2010:
• Competencia en lectoescritura.
• Competencia multilingüe.
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Sumario │
Si se comparan con las de 2004 y 2006, hay algunas diferencias. Se trata, por tanto,
de un trabajo de revisión 10 años después. Por ahora, en la normativa española estas
recomendaciones no se han tenido en cuenta, pero es de esperar que, con próximas nor-
mativas europeas, también se vean traspuestas en la española.
www.udima.es 149
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│ Sumario
Sin embargo, este enfoque a nivel internacional y en otras esferas del sistema educa-
tivo seguía avanzando. Así, la aprobación de la Ley orgánica 8/2013, de 9 de diciembre,
para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) se presenta como un refuerzo al desa-
rrollo de las competencias básicas, aunque con algunos matices, menores por otro lado.
El más llamativo, probablemente, es el que supone pasar de ocho a siete competencias
básicas, que son las siguientes:
Y otra gran aportación del nuevo currículo de la LOMCE era la incorporación de los
«estándares de aprendizaje evaluables», que define como «especificaciones de los criterios
de evaluación que permiten definir los resultados de aprendizaje, y que concretan lo que el
alumno debe saber, comprender y saber hacer en cada asignatura; deben ser observables,
medibles y evaluables y permitir graduar el rendimiento o logro alcanzado. Su diseño debe
contribuir y facilitar el diseño de pruebas estandarizadas y comparables» (RD 126/2014,
de 28 de febrero, por el que se establece el currículo básico de la educación primaria).
150 www.udima.es
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Sumario │
Nos encontramos, por tanto, ante un currículo que suma (no integra) varios enfo-
ques curriculares. Se avanza hacia el aprendizaje por competencias, pero no se renuncia
al enfoque anterior, y nos encontramos con un currículo difícil de cumplir. Sin embargo,
sigue siendo realista, posible y necesario incorporar un enfoque coherente y fundamen-
tado ‒tanto la elaboración del currículo como su desarrollo en las aulas‒, con la finalidad
de formar alumnos competentes.
6. C
RÍTICAS HABITUALES AL ENFOQUE DE APRENDIZAJE POR
COMPETENCIAS
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│ Sumario
1 En concreto, podemos constatar la utilización de supuestos sinónimos en el texto de la LOE (sin una jus-
tificación concreta o aclaración previa): capacidades, habilidades o aptitudes («Todas las personas deben
tener la posibilidad de formarse a lo largo de la vida, dentro y fuera del sistema educativo, con el fin de
adquirir, actualizar, completar y ampliar sus capacidades, conocimientos, habilidades, aptitud y compe-
tencias para su desarrollo personal y profesional» [art. 5.1]), actitudes («Desarrollar hábitos de trabajo
individual y de equipo, de esfuerzo y responsabilidad en el estudio, así como actitudes de confianza en sí
mismo, sentido crítico, iniciativa personal, curiosidad, interés y creatividad en el aprendizaje» [art. 17])
y destrezas («Desarrollar destrezas básicas en la utilización de las fuentes de información para, con sen-
tido crítico, adquirir nuevos conocimientos» [art. 23]).
152 www.udima.es
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
• Profesorado como elemento ajeno a las reformas del currículo por com-
petencias. Somos partidarios de que las reformas educativas basadas en
competencias son necesarias para enriquecer las prácticas de aula y los
modelos didácticos que se están desarrollando. Ahora bien, asistimos al
problema generalizado de que la Administración no cuenta con la opinión
de sus docentes, y la percepción de estos es que no se tiene tan presente en
sus reformas las condiciones de su trabajo (como las ratios en las aulas, su
jornada laboral, etc.). Como destaca Gimeno (2008), todavía existe mucho
margen de mejora en lo que a participación e implicación del profesorado
se refiere. Así, los docentes deben tener una mayor presencia a la hora de
discutir la propuesta de competencias.
En cualquier caso, parece cierto que no es posible poner en marcha una ini-
ciativa si esta se reduce a la regulación oficial (la cual, en algunos casos,
adolece de ciertas lagunas conceptuales y metodológicas), si en ella no se
incluye un plan de desarrollo práctico que atienda a los elementos esen-
ciales y a los tiempos necesarios para su adecuado funcionamiento y si no
se cuenta con un seguimiento de su implantación y desarrollo para evaluarla
y proponer cambios para su mejora (Valle y Manso, 2013).
• Las competencias son algo más que un saber hacer. Una de las cuestiones
que no quedan claras y que suelen ser objeto de discusión tiene que ver con
la reducción de las competencias a un saber hacer, a un conocimiento prác-
tico o bien a una habilidad concreta. También hay algunas propuestas que
identifican el conocimiento, por un lado, y, por otro, la competencia, más
relacionada con la práctica; una posición que, en nuestra opinión, estaría
desvirtuando el término.
Tomando como referencia la caracterización del constructo que hemos rese-
ñado anteriormente, conviene recordar su carácter holístico y vincularlo,
por tanto, con el saber conceptual y actitudinal.
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│ Sumario
La implementación
de competencias Se traduce en… Ejemplo
necesita…
.../...
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
La implementación
de competencias Se traduce en… Ejemplo
necesita…
.../...
Trabajar desde un en- Evitar la fragmentación exce- • Apostar por el trabajo desde proyectos o
foque global. siva de materias o asignaturas. casos en los que estén implicadas varias
La competencia la podremos áreas de conocimiento (se puede hacer
estructurar y parcelar de un progresivo: el primer año, dos materias;
modo u otro para comprender, el segundo año, tres; etc.).
manejar y desarrollarla mejor, • Organizar el espacio educativo de forma
pero su interrelación está que permita trabajar dos clases conjun-
fuera de toda duda. tamente (en ocasiones, es necesario
reformas sustantivas del aula, como,
por ejemplo, sustituir la pared por un
tabique móvil).
.../...
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│ Sumario
La implementación
de competencias Se traduce en… Ejemplo
necesita…
.../...
Favorecer espacios co- • Fomentar en dichos espa- • Dinámicas para la clase con el fin de
laborativos bien se- cios un clima de acepta- cohesionarla (solo por el hecho de estar
cuenciados. ción, respeto, confianza juntos no se crea un grupo).
mutua y cooperación. El • Utilizar técnicas simples y complejas del
ambiente de trabajo es aprendizaje colaborativo (1).
esencial para que se pro-
duzca un aprendizaje dis-
tendido.
• Además, debe estar bien
secuenciado y organizado
temporalmente, pues tra-
bajar las competencias con-
lleva periodos generosos.
(1) Un manual de consulta muy práctico para aplicar este tipo de técnicas puede ser el que ha elaborado Vaillant y Manso, titulado
Aprendizaje colaborativo: orientaciones para la formación docente y el trabajo en el aula. Disponible en acceso abierto en <https://ie.ort.
edu.uy/innovaportal/file/80352/1/aprendizaje-colaborativo-vaillant-manso.pdf>.
Derivado de lo expuesto hasta el momento hay dos elementos del currículo que son
especialmente importantes a la hora de implementar con eficacia el aprendizaje por com-
petencias. Nos referimos a la metodología y la evaluación.
156 www.udima.es
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Sumario │
7.1. LA METODOLOGÍA
Educación infantil
Números A nuestro alrededor hay muchos números y los utilizamos de muchas maneras.
Por ejemplo, los números de teléfono, los billetes y las monedas, cuando mar-
camos el piso en el ascensor, las matrículas de los coches, etc. ¿Dónde se os ocurre
que vemos números cada día? ¿Para qué los utilizamos? Cada uno tiene que
traer una lista con sitios en los que vea números y actividades o juegos donde
utilice números. Después, entre todos, haremos un mural con todas las cosas
que hacemos a lo largo del día con los números.
.../...
2 Para facilitar la comprensión de esta metodología, hemos aglutinado ambos enfoques, puesto que com-
parten muchos elementos en común. De hecho, hay algunos autores que consideran el aprendizaje basado
en problemas un subtipo del aprendizaje por proyectos.
www.udima.es 157
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│ Sumario
Educación infantil
.../...
Ciclo de vida Hoy, a Mariposita, la hemos encontrado muy triste al despertar. Por más que
animal busca a su amiga Oruguita no la encuentra por ninguna parte. En su lugar, ha
encontrado una especie de huevo hecho de algo parecido al hilo. ¿Sabéis voso-
tros qué le ha pasado a Oruguita? ¿Cómo se lo contamos a Mariposita?
Educación primaria
Pirámide El colegio va a preparar una merienda para la fiesta de Navidad. Este año nos
alimentaria han pedido que nos encarguemos del menú. Nos han dado libertad para crearlo.
El único requisito es que sea equilibrado. Es necesario hacer la lista de la compra
para saber qué comprar y en qué cantidades. Es importante tener en cuenta que
la compra se hará en una tienda pequeña, por lo que será necesario proponer
varias alternativas.
Comunidades Queremos hacer un viaje por el país, pero no disponemos ni de mucho dinero
autónomas ni de mucho tiempo. Nuestro objetivo es visitar al menos cinco autonomías en
10 días y recorrer la menor cantidad de kilómetros posibles. Teniendo en cuenta
que nos interesa ver lugares con grandes poblaciones y diversas culturas popu-
lares, ¿cuál sería nuestro viaje ideal?
B) Aprendizaje cooperativo
Educación infantil
Figuras Con la técnica «lápices al centro» y una actividad sobre figuras geométricas, los
alumnos deben contestar a varias preguntas:
.../...
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Sumario │
Educación infantil
.../...
Educación primaria
Números Utilizando la «técnica 1-2-4», el maestro plantea una resta. Primero, el alumno
la trata de resolver individualmente (1); a continuación, compara el resultado
con su compañero de mesa (2); y, finalmente, compara el resultado con el resto
del grupo para decidir entre todos cuál es la respuesta correcta (4).
C) Proyecto de comprensión
Persigue que el alumnado lleve a cabo una diversidad de acciones o tareas (desem-
peños) de forma que demuestre que entiende el tema propuesto (tópico generativo) y al
mismo tiempo lo amplíe y sea capaz de asimilar su conocimiento y utilizarlo en otras
ocasiones. Está basado en una metodología innovadora de la Universidad de Harvard
que surgió a través del Proyecto Cero, fundamentado en el trabajo de las inteligencias
múltiples de Howard Gardner. En su planificación, resulta clave diseñar un cuadro en
el que se relacione cada una de las metas con las inteligencias y las actividades que se
van a llevar a cabo. Para su ejecución, es muy importante una decoración acorde con
una temática en cada una de las aulas y pasillos en los que se vaya a realizar el proyecto.
Educación infantil
Se puede proponer un proyecto basado en el otoño que tenga como hilos conductores:
‒ ¿Qué sucede en la naturaleza en esta estación?
‒ ¿Qué ropa llevamos puesta?
‒ ¿Quién es la castañera?
‒ ¿Cuáles son las comidas típicas en esta época?
.../...
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│ Sumario
.../...
Algunas actividades que se pueden organizar son, por ejemplo, recoger hojas de un parque cercano de
diferentes tamaños y colores, disfrazarse con ropa de abrigo, participar en la obra de teatro de la Castañera,
realizar una coreografía con una canción de otoño, pintar un mural con los colores de la estación, organizar
un almuerzo con alimentos saludables de temporada (calabaza, castaña, granada, etc.).
Educación primaria
Se puede diseñar un proyecto basado en Harry Potter que tenga como hilos conductores:
Algunas actividades de investigación guiada pueden ser, por ejemplo, realizar una ficha sobre un invento
científico, un taller de pociones, actividades de deporte similares al quidditch, un photocall con animales
fantásticos, entre otras.
7.2. LA EVALUACIÓN
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Sumario │
Lista de control Registro de las conductas planificadas que se Listado con alumnado que sabe
(check list) pretende observar (denominadas «unidades escribir su nombre.
de observación»). Se trata de listas descriptivas
de sí/no en formato de tabla de doble entrada.
Registro de Informe que describe una conducta, hecho Anotar el día en el que una
incidentes o situación concreta, registrando de manera alumna le tiró del pelo a otra. Se
críticos fiel las circunstancias en que tuvo lugar, así acompaña de la descripción y
como las manifestaciones externas directa- de la valoración del maestro.
mente observables del comportamiento cap-
tado. Incorpora también una valoración del
observador. Cuando la anécdota narra varios
comportamientos observados en forma de
secuencia, se habla de un «registro de inci-
dentes críticos».
Diario Registro descriptivo y reflexivo de los fenó- Notas que registra el tutor sobre
menos y de las respuestas personales del el clima del aula.
alumnado ante los mismo o ante dichas situa-
ciones. Tiende a escribirse individualmente.
Portafolio Colección seleccionada por cada alumno de Elaboración de una carpeta que
los trabajos que ha realizado, acompañados reúne el conjunto de tareas efec-
habitualmente de una reflexión. El máximo tuadas a lo largo de un trimestre
objetivo de su utilización como herramienta sobre los animales en las que se
formativa es que el alumno aprenda a ges- demuestren evidencias de los
tionar de manera autónoma su proceso de aprendizajes alcanzados.
aprendizaje, reflexionando sistemáticamente
sobre sus experiencias.
Presentaciones Defensa oral y comunicación de las produc- Una alumna hace una presen-
ciones realizadas por el alumnado delante de un tación del clima de su ciudad.
auditorio formado por una o varias personas.
.../...
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│ Sumario
.../...
Cuestionario del contenido, sino, si en opinión del alum- que se estimula al alumnado a
KPSI (knowledge nado, domina ese contenido o no. tomar conciencia de que, cuando
and prior study algo se comprende, uno es capaz
inventory) (cont.) de comunicárselo a otros.
Rúbrica Guías de puntuación que describen o pre- Una rúbrica donde se evalúa si
sentan los criterios, los parámetros o las carac- el alumnado sabe trabajar de
terísticas específicas de una tarea en varios forma cooperativa. Criterios
niveles de rendimiento con el fin de clarificar lo de evaluación: conseguido/casi
que se espera del trabajo y de facilitar la corres- lo tienes/hay que esforzarse/no
pondiente retroalimentación. Permite com- conseguido (se puede acom-
partir los criterios de evaluación entre docente pañar de dibujos). Criterios de
y alumnado. El resultado se materializa en una resultados: ayuda a sus compa-
matriz: en la columna se suelen indicar los cri- ñeros/pide ayuda si lo necesita/
terios de evaluación y en las filas los criterios realiza su tarea/espera a que
de resultados o indicadores (por ejemplo, insu- acaben la tarea los de su grupo.
ficiente, bien, notable y excelente).
Contrato de Pacto concreto entre el docente y el alumno Cada grupo de clase decide
aprendizaje para la obtención de unos aprendizajes a sobre qué animal quiere inves-
partir de una propuesta de trabajo de carácter tigar. El maestro elabora un
autónomo, con una supervisión del docente y contrato en el que se indica el
durante un periodo acordado. Algunas ven- objetivo, la duración, el conte-
tajas son la promoción del trabajo autónomo nido, a lo que se comprometen
y responsable del alumnado y la atención a las partes, y se le da al alum-
la diversidad, intereses y ritmos. nado para que lo firme.
Examen Prueba que se realiza para demostrar la sufi- Un examen donde el alumnado
escrito ciencia en una materia determinada o la debe señalar el camino más
aptitud para cierta actividad o cargo. Forma corto que podría recorrer entre
parte de la evaluación más tradicional, pero dos puntos de un mapa.
no por ello significa que no sea relevante en
la verificación del aprendizaje del alumnado.
Es más, consideramos que debe evolucionar
su planteamiento y orientarlo hacia preguntas
de tipo más competencial que memorístico,
como las que plantean las evaluaciones inter-
nacionales TIMSS (matemáticas y ciencias) y
PIRLS (comprensión lectora).
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Sumario │
Téngase en cuenta que el maestro debe decidir el objetivo de cada uno de ellos, pues
no todos sirven para cualquier proceso de enseñanza-aprendizaje y hay algunos más perti-
nentes en la etapa de educación infantil o primaria (Sanahuja y Sánchez-Tarazaga, 2018).
Además, el maestro ha de ser consciente de que solo quien ha cometido los errores
es capaz de corregirlos. Por ello, hay que articular mecanismos para conseguir la parti-
cipación del alumnado en la evaluación a partir de la autoevaluación (que el alumno se
evalúe a sí mismo), la coevaluación (evaluación entre pares) y la evaluación compartida
(diálogo entre alumnado y docente sobre la evaluación del aprendizaje).
Por otro lado, la tradicional evaluación sumativa certifica el nivel de progreso del
alumnado al finalizar un periodo de aprendizaje (unidad, trimestre o curso académico).
Lo más fácil es quedarse en esta modalidad porque es la práctica habitual y porque es lo
que hemos vivido, en general, cuando éramos alumnos. Evidentemente, esta evaluación
no solo es legítima, sino también necesaria, pero deben ir ganando terreno prácticas eva-
luativas de tipo formativo, como las propuestas en el párrafo anterior y la evaluación
formativa y la formadora.
8. REFLEXIONES FINALES
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│ Sumario
María se planteaba al comienzo del mismo, que han servido de hilo conductor del texto.
Se pueden resumir en tres ejes temáticos: qué son las competencias, cuál es su origen, así
como sus implicaciones para un maestro en educación infantil o en educación primaria.
En relación con el concepto de «competencia», hemos estudiado que hay una lista
extensa de definiciones, pero asumiendo aquí que se trata de un comportamiento obser-
vable como resultado de la combinación de conocimientos, destrezas, actitudes, etc.,
puestas al servicio de la resolución de un problema en un contexto real (o simulado).
El tercer punto es uno de los que más interés puede despertar en los maestros, pues
guarda relación con las implicaciones con su práctica docente. Así, hemos puesto de
manifiesto que el aprendizaje por competencias, si bien ha generado diferentes críticas,
supone una oportunidad para que nuestro alumnado aprenda más y mejor; bien articu-
lado, eso sí, a través del diseño de proyectos globales, con la combinación de diferentes
metodologías, la puesta en valor de la reflexión crítica y la retroalimentación continua
del desempeño del alumnado con variadas técnicas de evaluación. Algunas propuestas
metodológicas que hemos abordado han sido el aprendizaje basado en proyectos y el
aprendizaje cooperativo, entre otras. En relación a las técnicas evaluativas, hemos tratado,
por ejemplo, el portafolio, la rúbrica, el contrato de aprendizaje e incluso el «tradicional»
examen escrito, que también permite diseñar preguntas de tipo competencial.
Por ello, hemos aprendido que el aprendizaje por competencias es más que las com-
petencias básicas. Es más también que implementar metodologías activas o evaluaciones
formativas. Todo esto es, en su caso, una consecuencia de la implementación adecuada
de las competencias, pero no podemos pensar que cambiar la metodología supone tra-
bajar mejor y hacerlo por competencias.
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Como indicamos, creemos que cada vez el aprendizaje por competencias se está
implementando más y mejor. Aun así, resultaría de especial relevancia avanzar en
la normativa curricular actual, por un lado, siendo capaces de no reducir las competencias
a las competencias básicas; por otra parte, evitando los criterios de evaluación y avan-
zando en los estándares de aprendizaje; y, por último, equilibrando la incorporación de
conocimientos cognitivos, instrumentales y actitudinales que serán los que contribuyan
a la adquisición de competencias.
Llegados a este punto, queremos defender, como no puede ser de otra forma, esta
nueva manera de entender la enseñanza, recogiendo de nuevo algunas de sus principales
aportaciones. Así, el aprendizaje por competencias:
Sobre este último punto queremos añadir un par de ideas que relacionamos con el
perfil de competencias que debe tener el maestro.
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│ Sumario
En relación al saber hacer, hay que señalar que cuando el docente no posee las
suficientes competencias metodológicas, la gestión ordinaria del aula resulta difícil, se
modifica el desarrollo previsto de la actividad y, por tanto, se puede llegar a dificultar
(o impedir) el aprendizaje. Por ello, como maestros, debemos contar con mecanismos
y estrategias que permitan crear en el aula un clima educativo y que nos ayuden a ges-
tionar las conductas de los alumnos, a facilitar la comunicación e interacción, a plani-
ficar actividades atendiendo a la diversidad, a usar y aplicar las TIC y a comunicarse en
más de un idioma, entre otras.
Por su parte, el saber ser, el hecho de que la enseñanza sea una actividad intrínseca-
mente social, muestra que el maestro no desempeña su labor de manera aislada, sino que
se ha de relacionar con diferentes miembros de la comunidad educativa (alumnado, fami-
lias, compañeros, etc.) con los que debe establecer vínculos. En su actuación, por tanto,
debe disponer de capacidades para relacionarse y colaborar con otras personas de forma
comunicativa y constructiva, así como ha de contar con una base ética y de respeto a las
normas. El saber ser también implica el dominio y el control sobre las propias emociones
del profesorado, así como saber interpretar los sentimientos de los otros y actuar en conse-
cuencia, con empatía y reciprocidad. Si los docentes son capaces de reconocer y controlar
sus emociones, también serán más capaces de comprender y gestionar las de su alumnado.
En conclusión, consideramos que son muchos los pasos que quedan por dar y tam-
bién los riesgos por asumir. Pero conscientes de la importancia de que nuestro sistema
educativo se pueda ver beneficiado del enfoque de aprendizaje por competencias, con-
sideramos que es todavía momento de avanzar en su mayor y mejor implementación.
Para ello, como maestros, tenemos un rol fundamental para hacerlo posible. Y ello con
el objetivo último de conseguir unos alumnos mejor preparados para afrontar todos los
retos que tengan por delante.
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Sumario │
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│ Sumario
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Sumario │
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CAPÍTULO
CONVIVENCIA
ESCOLAR
6. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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│ Sumario
Paco y Ángela son el padre y la madre de Ágata, una niña de 3 años que empezará a
ir al colegio el próximo curso. Están buscando centro para su hija y dudan entre varios de
la zona. Tras asistir a las jornadas de puertas abiertas de los centros de su barrio, parece
que tienen clara la decisión. En el primer centro, han hecho énfasis en sus recursos tec-
nológicos, han explicado los programas de refuerzo que tienen para las matemáticas y
los idiomas, y han hablado de la participación en distintas competiciones deportivas. En
el segundo centro, han resaltado cómo organizan el periodo de adaptación, el uso de la
asamblea como metodología de clase, el trabajo desde el comienzo en la resolución de
conflictos, para lo cual tienen un programa propio que involucra a todo el claustro, al
alumnado y a algunas familias, y la implicación de las familias en el acondicionamiento
de los patios del colegio para hacerlos más agradables para los niños. ¿Qué centro crees
que han elegido los padres de Ágata? ¿Cuál habrías elegido tú?
Sabemos que en los centros escolares es importante que todas las medidas que se
lleven a cabo queden reflejadas en los documentos del centro. Por ello, hablaremos del
principal referente de la convivencia escolar, que debe ser conocido por toda la comu-
nidad educativa: el plan de convivencia. Dicho documento será el reflejo del modelo de
convivencia de un centro, el cual puede acercarse a un modelo punitivo/reactivo o a un
modelo educativo/proactivo, cuyas ventajas intentaremos mostrar. Prestaremos espe-
cial atención en este apartado a la elaboración de las normas del centro, por su relación
directa con estos modelos.
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Sumario │
Es importante tener en mente desde el principio que cualquier medida que propon-
gamos o vayamos a llevar a cabo debe partir de dos pilares para que pueda tener expec-
tativas de éxito. El primero, el análisis de las necesidades y de la realidad de nuestro
centro (cuál es la cultura de la escuela respecto a los principios y prácticas relativas a
los derechos, qué conflictos hay, cómo se gestionan, con qué recursos contamos, etc.).
El segundo, el conocimiento que proporciona la investigación y que intentaremos sin-
tetizar en este capítulo.
2. DELIMITACIÓN CONCEPTUAL
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│ Sumario
con el adulto no viene definida de manera exclusiva por su carácter afectivo. Por tanto,
es el mejor momento para empezar a trabajar la convivencia positiva y ofrecer experien-
cias que conformarán las expectativas futuras del alumnado acerca de qué es convivir.
Cultura
Clima
Contexto sociocultural Ecología
escolar
Sistema
social
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Sumario │
repercusiones en el «sistema social», entendido este como las relaciones entre los dis-
tintos colectivos del centro. Concretando aún más, cuando se permite que las familias
gestionen un proyecto para decorar los patios con dibujos que posibilitan algunos juegos,
como la rayuela, es posible que los alumnos más pequeños jueguen ahí y dejen las pistas
libres para los partidos de los mayores, evitándose así conflictos y mejorando las rela-
ciones entre distintos grupos de alumnos. Además, estaremos valorando la participación
de todos los colectivos en la mejora del centro, lo cual es un reflejo del sistema de creen-
cias y valores del mismo ‒esto es, de su «cultura»‒. Esta participación de las familias en el
centro puede hacerlo más atractivo a otras familias que tengan que elegir colegio para sus
hijos (contexto sociocultural). Resumiendo, cualquiera de las acciones que ejecutemos ‒o
que dejemos de ejecutar‒ va a tener un impacto en el clima del centro y en la convivencia.
Andrés y Martín (2002) señalaban cinco aspectos clave para evaluar el clima escolar,
que iremos desarrollando a lo largo de este y otros capítulos del manual. Estos aspectos
se podrían plantear en forma de preguntas que como profesores siempre deberíamos res-
ponder: ¿cómo gestiono mi aula?, ¿qué expectativas de logro y qué motivación contribuyo
a formar en mi alumnado a través de la metodología que propongo en mis clases?, ¿cómo
y para qué pueden participar el alumnado y las familias en el centro en general y en mi
aula en particular?, ¿cómo son y cómo potencio las relaciones interpersonales en el aula
y en el centro (entre escolares, entre profesorado, entre alumnado y profesorado u otros
profesionales, entre profesionales y familia)?, ¿cuáles son las normas que rigen la con-
vivencia y cómo se han configurado?, ¿qué conflictos hay en el centro y en el aula y qué
estrategias de prevención y resolución llevo a cabo?, ¿cuáles son eficaces y cuáles no?, etc.
El clima del aula, como dimensión nuclear del clima escolar, se sustenta en dos ele-
mentos clave. En primer lugar, está directamente relacionado con la gestión de la misma
(Uruñuela, 2019), es decir, con la planificación y puesta en práctica de condiciones que
posibiliten el aprendizaje. Este aprendizaje no depende solo del conocimiento que tenga
el profesor sobre su materia o sobre los aspectos didácticos de la misma (por ejemplo, no
es suficiente con que un profesor sepa secuenciar correctamente los procesos implicados
en el aprendizaje de la lectura), sino que está fuertemente impregnado de aspectos afec-
tivos y emocionales. Por ello, en segundo lugar, el clima del aula depende de las rela-
ciones socioafectivas que hay en las clases (por ejemplo, será positivo cuando todos se
sientan parte del grupo, pero, además, seguros y apreciados por sus compañeros y pro-
fesorado). Como veremos en el próximo capítulo, este es uno de los pilares básicos de
la inclusión. Esta idea parece estar más asentada en la etapa de infantil, donde las condi-
ciones de desarrollo y la diversidad del alumnado parecen tenerse muy en cuenta, pero,
a menudo se va difuminando a medida que avanzamos por la etapa de primaria y puede
quedar bastante relegada al olvido en etapas posteriores. No obstante, incluso como
adultos, el sentirnos parte de un proyecto que nos tenga en cuenta y nos motive a invo-
lucrarnos es uno de los argumentos que seguimos usando para tomar decisiones vitales.
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│ Sumario
Además, tener un buen clima en el aula nos exige como docentes desarrollar nuestras
competencias socioemocionales (Vaello, 2009): tanto las intrapersonales (el autocontrol,
la autoestima o la resiliencia) como las interpersonales (la asertividad, la empatía o la ges-
tión de conflictos). Los estudiantes deben sentir que el profesor se interesa por su bien-
estar personal, no solo por el académico, que tiene expectativas positivas al respecto de
sus capacidades o que es capaz de adaptar las normas cuando es necesario. Por ejemplo,
¿cómo actuamos cuando un alumno rompe un material? ¿Le damos tiempo para pensar
en lo que ha hecho mal, en las razones o en cómo se siente por ello? ¿Preguntamos cómo
ha ocurrido por si hubiese sido de modo accidental? Y, por supuesto, para lograr un buen
clima será necesario crear relaciones positivas entre el alumnado y usar metodologías
activas que promuevan el cuidado mutuo. Estos dos aspectos serán tratados en el siguiente
capítulo. En la primera parte del manual hemos sentado las bases de lo que supone una
actividad docente que entiende al alumno como agente activo de su propio aprendizaje,
que recibe para avanzar la ayuda de los otros y que desarrolla competencias importantes
para la vida en sociedad. Un buen clima de centro y de aula es un requisito necesario para
que todo esto pueda ser llevado a término para todos y cada uno de los alumnos.
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Sumario │
un problema, es normal que surjan discrepancias entre las partes. Estas discrepancias,
es decir, estas diferentes visiones sobre qué y cómo se deberían hacer las cosas, es a lo
que llamamos «conflicto». No podemos hacer desaparecer los conflictos, pues son inhe-
rentes a las relaciones humanas, porque la diversidad caracteriza a los seres humanos y,
por tanto, a los miembros de la comunidad educativa. Pretender erradicar los conflictos
sería equivalente a plantear que todos interpretemos la realidad, pensemos, queramos y
necesitemos lo mismo y de igual manera en el mismo momento.
Comparar otras formas de interpretar la realidad es algo que nos enriquece y promueve
nuestro desarrollo, como ya se ha mencionado en los primeros capítulos de este manual
al hablar de Piaget o de Vygotski. Así, el problema no está en el conflicto en sí mismo,
sino en la manera en la que nos enfrentemos a él. El objetivo es conseguir que nuestros
estudiantes busquen estrategias que impliquen que las dos personas en conflicto sientan
que están ganando algo con la solución, al menos de manera temporal hasta poder llegar
a un acuerdo mejor. Es importante que las soluciones no supongan poner en peligro la
calidad de las relaciones a largo plazo, o que el mantenimiento de estas no requiera que
sea siempre determinada persona quien ceda en sus objetivos, lo cual podría generar
conductas abusivas por parte de quien/es siempre gana/n. Por tanto, no son alternativas
razonables obviar, negar ni, simplemente, dejar que el alumnado se exponga y resuelva
los conflictos sin reflexionar explícitamente acerca de las consecuencias de las deci-
siones adoptadas. Si queremos que los alumnos aprendan a resolver los conflictos usando
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│ Sumario
estrategias más potenciadoras de sí mismos sin detrimento de los demás, hemos de ense-
ñarles a hacerlo planificando estrategias explícitas de resolución de conflictos que partan de
un análisis de las motivaciones y de la promoción de la convivencia positiva, es decir, dando
peso al cuidado mutuo. Su consecuencia será el bienestar general en el aula y en el centro.
Convivir tiene como elemento esencial la relación con los otros, pero, concebida de
modo positivo, requiere considerar cuatro componentes de la relación (Del Rey, Mora-
Merchán, Ortega-Rivera y Sánchez, 2014):
Además, todo profesor tiene que tener en cuenta que no es posible no educar en
convivencia. Así, es necesario planificar el trabajo relacionado con la convivencia para
que no quede relegada al currículo oculto, sino que sea un objeto de reflexión conjunta
por parte de toda la comunidad educativa. Esto es especialmente importante porque la
idea que tenemos acerca de cómo debería ser la convivencia y cómo llegar a ese ideal se
basa en la mayoría de las ocasiones en aspectos subjetivos, como nuestras expectativas,
nuestras experiencias previas o nuestros sentimientos.
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Sumario │
ser humano en su dimensión social» (UNESCO, 1996, p. 56). Y para lograr esta finalidad
no solo somos un modelo de convivencia en el centro con nuestras conductas diarias, sino
que además somos los dinamizadores de la convivencia, es decir, somos los encargados de
detectar las necesidades de nuestros centros y aulas y de proponer y coordinar medidas
de prevención e intervención.
Pensemos en un posible conflicto que podría surgir en un aula de primaria. Dos alumnos
se están insultando porque apoyan a equipos de fútbol diferentes. Ante este hecho, un pro-
fesor considera que estos dos alumnos son dos hooligans que no saben comportarse, así
que les pone un parte y los separa de sitio para que no sigan peleándose. Con ello, detiene
la pelea, pero no soluciona el problema de relación entre los dos alumnos, que segura-
mente seguirán con su conflicto fuera del aula. No se da la oportunidad a las dos partes
de que reflexionen sobre lo que han hecho ni cómo sus acciones pueden estar afectando a
su compañero, al resto de la clase o a ellos mismos. Es el profesor quien juzga el hecho y
adopta una medida. Con esta, no se les da la opción de reparar el daño que han cometido.
Estaremos ante un modelo sancionador que se sustenta en una idea de justicia punitiva
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│ Sumario
(De Vicente, 2010), que pretende que el infractor pague por lo que ha hecho a la vez que
tiene un efecto disuasorio en sus compañeros. Además, los modelos sancionadores son
modelos reactivos, que se ponen en marcha cuando surgen los problemas y que actúan solo
frente a conductas visibles. Por tanto, están centrados solo en los alumnos que han parti-
cipado de manera directa en el conflicto y no proponen medidas para enseñar a convivir.
Otro profesor, ante esta misma conducta, decide parar la clase. Pide a los alumnos
que expliquen lo ocurrido y piensen si merece la pena que dos personas que tienen afi-
ciones parecidas se peleen por algo que escapa de su control. Pide la opinión de la clase y
se inicia un debate acerca del respeto. Se les pide que reflexionen sobre lo que supone su
comportamiento para ellos y el grupo, y se piensa en las normas acordadas previamente
en clase para ver qué consecuencias va a tener su conducta. En este caso, el profesor se
aproxima al modelo educativo, basado en un concepto de justicia restaurativa o repara-
dora (De Vicente, 2010; Piaget, 1932), que pretende que las personas reflexionen sobre
sus actos y aprendan a desarrollar una ética de cuidado. Son, además, modelos preven-
tivos que intentan que los alumnos se autorresponsabilicen de sus comportamientos para
desarrollar su identidad moral (es decir, que interioricen las buenas relaciones como una
parte esencial de su vida a la que ajustarse no solo para evitar castigos) y que parten de
medidas planificadas para mejorar las competencias y valores de los estudiantes. Así, la
convivencia pasa a ser un elemento clave de la escuela entendida como un sistema de
variables interdependientes. Habrá profesores que piensen que hacer esto con cada con-
flicto que ocurra en clase es imposible, por falta de tiempo. Martín, del Barrio y Fernández
(2002) señalan que los problemas de convivencia utilizan gran parte del tiempo y de la
energía de las personas en la vida diaria de la escuela. Pero, dado que no es posible crear
un clima de aprendizaje cuando los conflictos están activos, intentar evitar su escalada
y buscar su solución es una manera de ahorrar tiempo en el futuro.
4. EL PLAN DE CONVIVENCIA
Desde la promulgación de la LOE, todos los centros deben tener un plan de convi-
vencia dentro de su proyecto educativo de centro (PEC). Este plan debe recoger todas las
medidas que se programan y se llevan a cabo para mejorar el clima de convivencia, tanto
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Sumario │
dentro como fuera del horario escolar, en diferentes ámbitos ‒entorno social, familia,
centro, aula‒ y por parte de distintos agentes –alumnado, profesorado, personal no docente
y familias‒ (Barrios et al., 2011). Debería ser un plan que respete la dignidad de las per-
sonas y los derechos humanos. Así, Jares (2006) propone que incluya contenidos de natu-
raleza humana (derecho a la vida), de relación (respeto, no violencia) y de ciudadanía
(justicia social y derechos humanos). Como todos los planes y proyectos de un centro,
debería considerarse un proceso, un documento vivo que se debe ir ajustando a la rea-
lidad cambiante de los centros. Tiene como ventaja la posibilidad de dar carácter insti-
tucional a las medidas que se proponen y facilitar su seguimiento. Por eso, es importante
que toda la comunidad educativa tenga conocimiento del mismo, siendo así uno de los
primeros documentos que el profesorado de nuevo acceso debería conocer.
¿Qué principios deberían regir los planes de convivencia de los centros para favorecer la
consecución de los objetivos educativos y potenciar una convivencia positiva? Siguiendo las
recomendaciones referidas al acoso escolar planteadas en el informe Violencia escolar: el mal-
trato entre iguales en la educación secundaria obligatoria 1999-2006 (Defensor del Pueblo,
2007), podríamos resaltar las cinco que aluden a los elementos más culturales y estructurales:
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│ Sumario
Dentro de las buenas prácticas para lograr una convivencia positiva, la elaboración
de las normas de manera participativa por parte de la comunidad escolar parece ser la
medida más reconocida y apoyada por los distintos autores.
Así entendidas, las normas deben cumplir dos características básicas (Uruñuela,
2019). En primer lugar, deben ser inclusivas, es decir, planteadas para que nadie se quede
fuera. Esto implica que se adapten a las necesidades concretas de nuestros estudiantes.
Por ejemplo, si tenemos alumnos con trastorno por déficit de atención e hiperactividad
(TDAH) en el aula, quizá no sea sensato que una de las normas que planteemos sea per-
manecer sentados durante todo el periodo lectivo. En segundo lugar, deben ser parti-
cipativas, es decir, han de ser elaboradas entre el grupo de clase con su tutor para que
todos las puedan conocer y vivir como propias. De ahí su importancia de ser trabajadas
en todas las aulas durante los primeros días del curso escolar.
Existen algunas características que han de cumplir las normas (Ortega, del Rey,
Córdoba y Romera, 2008). Deben ser pocas, realistas y respetuosas con las caracterís-
ticas del alumnado y con las costumbres del entorno sociofamiliar, estar expresadas en
positivo (mejor decir «cuidaremos el material» que «no estropearemos el material») y ser
adaptables a los intereses del alumnado. Estos requisitos obligan a analizar cuáles son las
necesidades de nuestro centro y de nuestra aula para centrarnos en aquellos aspectos que
puedan causar más problemas. Por ejemplo, puede que en educación infantil sea impor-
tante una norma relativa al orden del material, mientras que en primaria tenga más sen-
tido una norma referida a escuchar a los compañeros cuando hablan.
A la hora de plantear las normas de los centros y de las aulas debemos considerar
unos principios básicos (De Vicente, 2010; Ortega et al., 2008). En primer lugar, debemos
partir de una reflexión explícita acerca de la importancia de las normas, de manera que
el alumnado y el profesorado se sensibilicen con su utilidad. Esto requiere plantearse
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
cuál es el sentido de las normas, qué modelo de alumno queremos desarrollar con las
mismas, cómo se tienen que elaborar o qué valores impulsan. Por ello, en toda norma
tienen que estar claras las razones de su utilidad. Además, debemos negociar y consen-
suar no solo los comportamientos deseables que la normativa contemple, sino también
las consecuencias de su incumplimiento. Y, por último, debemos plantear un modo sis-
temático de evaluar el funcionamiento de las normas. Tener normas que no cumplimos
o no aplicamos es posible que resulte contraproducente, ya que puede transmitir a nues-
tros estudiantes la idea de que son un mero trámite.
De acuerdo con De Vicente (2010), en los centros, las normas deberían hacer refe-
rencia a cinco aspectos fundamentales:
Los problemas escolares pueden ser variados: disrupción, violencia entre iguales,
absentismo, agresiones profesor-alumno/alumno-profesor, etc. Además, al pensar en
situaciones que alteran la convivencia positiva, no debemos limitarnos a las protagoni-
zadas por los estudiantes, sino que habría que añadir los conflictos que se generan entre
los docentes o con las familias y que, dado al carácter sistémico del clima escolar, afec-
tarán también a la cultura escolar y al alumnado. No obstante, en este caso nos centra-
remos en la disrupción y en el acoso escolar, por ser los problemas que más preocupación
generan en la comunidad educativa (Defensor del Pueblo, 2007; Observatorio Estatal de
la Convivencia Escolar, 2010).
Es importante aclarar a qué nos referimos al hablar de cada uno de estos retos de la
convivencia, dado que no todos podemos tener el mismo referente y eso dificulta enfren-
tarnos a ellos de manera adecuada. Por ejemplo, ¿un alumno que pregunta mucho en
clase es un alumno disruptivo? Aunque algunos profesores dirían que no, otros, quizá
los más inseguros, podrían considerar que sí.
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│ Sumario
5.1. DISRUPCIÓN
No obstante, esas manifestaciones son solo las conductas visibles. Lo que nos inte-
resa como docentes para gestionar bien nuestras aulas es saber por qué algunos alumnos
se comportan así. ¿Lo harían si actuáramos de otra forma? Si situamos las causas de
los conflictos solo en aspectos ajenos a nosotros, por ejemplo, la familia o el contexto
social, no nos enfrentaremos a ellos de una manera adecuada (Jares, 2006). Decir que las
familias no ponen límites a sus hijos y que no les educan nos deja con pocas opciones
de actuación para mejorar.
Respecto a los conflictos, Galtung (2003) sostiene que la parte visible (la conducta)
solo es posible porque se sustenta en una parte invisible mucho mayor, formada por
factores estructurales y culturales. Al hablar de «factores estructurales» hablamos de
organización del currículo (por ejemplo, en primaria se pierden los ámbitos de infantil,
que permiten un trabajo más globalizado y motivador para el alumnado) o del aula y el
centro (por ejemplo, en primaria hay más profesores que en infantil atendiendo al mismo
grupo, lo que permite una flexibilidad menor a la hora de cumplir el horario escolar ela-
borado por el centro para cada asignatura). Los aspectos culturales, por su parte, tienen
relación con las percepciones y emociones que utilizamos para percibir a los otros y sus
conductas, muchas veces de modo implícito. Por ejemplo, ¿qué es un buen alumno?,
¿cómo se aprende?, ¿quién tiene el poder en clase?, etc. Si la respuesta a estas preguntas
privilegia el papel del profesorado («ser buen alumno es asumir lo que dice el profeso-
rado», «se aprende escuchando a este», «el profesorado decide», etc.), es posible que
tengamos conductas disruptivas en nuestras aulas, sobre todo en los últimos años de pri-
maria cuando los alumnos empiezan a considerar lo que es bueno y justo de una manera
menos apegada al criterio adulto. Es necesario que los profesores, de manera colegiada
con el resto del claustro o en la comisión de convivencia, reflexionemos acerca de estos
aspectos y, para ello, debemos contar con un equipo directivo que propicie los tiempos y
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Sumario │
espacios para trabajar de manera conjunta con nuestros compañeros y con el resto de la
comunidad educativa con la finalidad de compartir necesidades, problemas y experien-
cias. Es posible que nuestras reflexiones terminen apuntando en dos direcciones: la pla-
nificación de los aspectos más académicos (en concreto, de la metodología que usamos)
y la elaboración de las normas del centro y del aula.
Pero una vez que se han producido las conductas disruptivas, y con el objetivo de
evitar su escalada, es importante que como profesores tengamos algunas estrategias para
poder gestionar de una manera positiva el aula, sin caer en los castigos y las amenazas
como si del único recurso se tratara. Es bien sabido que el castigo, aunque eficaz en oca-
siones para parar una conducta, tiene efectos negativos importantes. En primer lugar, no
enseña una conducta positiva alternativa al alumnado; en segundo lugar, no favorece la
autonomía moral, es decir, lo más probable es que el alumno repita el comportamiento
disruptivo y solo lo evite cuando la figura de autoridad esté presente; en tercer lugar, dete-
riora las relaciones interpersonales y no repara el daño hecho. Entonces, ¿qué podemos
hacer para conseguir que los alumnos no interrumpan en momentos inadecuados? Hay
distintos enfoques que podemos usar. Unos estarán relacionados con la implicación y
la motivación del alumnado; otros, con la promoción de los aspectos emocionales y los
intrapersonales. Estos aspectos se abordarán con detalle en otros capítulos de este manual.
Y habrá otros enfoques más prácticos, relacionados con la gestión del aula y con las téc-
nicas de modificación de conducta.
Sin olvidar que son una forma de atender a las conductas, y no tanto a los elementos
que hemos visto que las sustentan, recogeremos brevemente algunas pautas que pueden
ser de utilidad para evitar la escalada de los conflictos en las aulas entre los docentes y
los alumnos.
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│ Sumario
por las menos intrusivas, y que hagan saber al alumno que estamos al tanto de su compor-
tamiento, pero que no alteren ni detengan la dinámica de la clase (por ejemplo, situarse al
lado del alumno o incluirle en la dinámica de la actividad haciéndole alguna pregunta).
Hay distintas técnicas de modificación de conducta, basadas en las teorías del condi-
cionamiento que se vieron en el capítulo 2, que si bien no son la solución a la raíz de los
problemas, sí que nos pueden servir para no perjudicar el clima del aula (véase cuadro 2).
No obstante, antes de poner en marcha cualquiera de estas técnicas es importante que
observemos de manera sistemática nuestra aula para que podamos definir operativamente
la conducta y determinar los antecedentes y consecuentes que pueden estar explicando la
misma (Navarro, Arias, Aguilar, Acosta y Martín, 2010). Es decir, ¿qué pasa antes y qué
pasa después? Por ejemplo, decir que un niño «se está portando mal» o «no hace caso»
es poco concreto y podría ser interpretado de manera distinta por diferentes personas.
Así, sería más conveniente decir que cada vez que Pablo, de 4 años, tiene que compartir
un material con otro compañero inicia una pelea hasta que su compañero se va y así
puede continuar él con el material. Además, esta observación nos puede ayudar a esta-
blecer una línea base, es decir, a determinar de forma objetiva la frecuencia e intensidad
del problema de conducta. Solo así sabremos si la intervención que hagamos ha tenido
resultados positivos o no. Se trata, por tanto, de concretar con nuestra observación lo que
sucede en el aula, las conductas (qué hace el niño) y el contexto (momentos y lugares
en los que ocurren las conductas disruptivas) para reflexionar sobre las posibles causas
(por qué lo hace) y consecuencias (para qué lo hace) (Uruñuela, 2019)
Extinción Objetivo. Reducir o hacer desapa- Ana (4 años), cuando quiere algo, lo
recer una conducta al no aplicar nin- exige y nunca lo pide «por favor». Tras
guna contingencia a la misma. habérselo sugerido varias veces, Sonia,
Riesgos. Estallido de la extinción su profesora, decide no hacerle caso
(aumento inicial de la conducta que hasta que no pida las cosas bien. Ana,
hay que evitar), recuperación espon- ante la falta de respuesta comienza a
tánea y limitada capacidad de genera- gritar: «¡Dámelo ya, ahora!» (estallido
lización (se puede producir la con- de la extinción). Sonia sigue sin pres-
ducta en contextos donde no se pueda tarle atención (control de la atención)
aplicar la extinción). hasta que Ana se da cuenta de que no
está consiguiendo lo que quiere y ter-
mina pidiendo el juguete que quería
sin gritar y diciendo «por favor».
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Tiempo fuera Objetivo. Reducir o hacer desapa- Alberto (3 años) no para de tirar las
recer una conducta impidiendo que un piezas que ha sacado Sara, su profe-
alumno participe en una actividad y, sora, para hacer construcciones y de
por tanto, pueda recibir algún refuerzo. romper las torres de sus compañeros.
Precaución. No conviene sacar al niño Sara, sin discutir con él, le sienta en
de clase, porque puede ser un refuerzo la «silla de pensar» ‒aislada en una
para él y porque se le priva del contexto esquina de la clase‒, mientras sus
de aprendizaje. compañeros siguen jugando. A los 3-4
minutos, cuando Alberto se ha tran-
quilizado, Sara le deja volver al juego.
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Sobrecorrección Objetivo. Enseñar a los alumnos a Julián (6 años) siempre deja tirado su
restitutiva responsabilizarse de sus conductas a abrigo en el suelo cuando llega del
la vez que se les enseña la conducta recreo. Jorge, su profesor, le pide que
adecuada y se mejora el estado inicial. recoja su abrigo y que además mire
si otros abrigos están en el suelo para
avisar a sus compañeros y recordarles
que los coloquen.
No obstante, las líneas de actuación general deberían pensar en modelos más cen-
trados en el aprendizaje emocional; por ejemplo, mediante el uso de casos ficticios que
promuevan la toma de conciencia de las emociones que sentimos cuando tenemos con-
flictos con otros y que promuevan soluciones pensadas entre todos (Sastre y Moreno,
2002). Veremos ejemplos de este tipo de actuaciones en el siguiente apartado.
Hace más de cuatro décadas, Dan Olweus fue el primero en investigar el acoso
entre escolares, definido desde el principio como una agresión reiterada dirigida a un
compañero en situación de desventaja. Desde entonces, el estudio de este fenómeno ha
interesado mucho en distintas disciplinas, especialmente en la psicología centrada en el
desarrollo social en contextos educativos. Esta atención especial al acoso entre escolares
ha tenido como consecuencia no deseada que a veces se entienda «acoso» (bullying, en
su acepción inglesa) como «acoso entre escolares», limitando por tanto el concepto. Sin
embargo, desde los primeros estudios hasta los más recientes, la investigación ha dejado
claro que el acoso no solo ocurre en las escuelas ni –cuando se da en estas o en otros
ámbitos‒ solo entre pares (Olweus, 2013).
Comparadas con las relaciones entre niños y adultos, de naturaleza vertical y asi-
métrica, las ventajas de las relaciones entre iguales para el desarrollo personal han sido
subrayadas por muchos autores (véase Rubin, Bukowski y Parker, 2006). Se considera
pares o iguales a quienes comparten experiencias en un mismo plano dentro de una
estructura social (los hermanos en la familia, los alumnos en la escuela, etc.). Admi-
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Sumario │
tiendo que en aspectos concretos unos destaquen frente a otros, lo normal es que esas dis-
tintas competencias estén distribuidas (aquel que es un portento en baloncesto no cuenta
los chistes con gracia, quien siempre encuentra en internet la información que piden en
clase es incapaz de dibujar o de tocar la flauta, etc.). Lo que ocurre en las relaciones de
abuso de poder es que este equilibrio delicado que implica reconocer las competencias
distribuidas se rompe cuando subyace una relación de poder concentrado en alguien y
negado absolutamente a otros: se niega cualquier mérito en el otro, a quien se humilla.
Esto disminuye la autoestima y la capacidad de salir de esa situación.
Los múltiples estudios del acoso o abuso sistemático de poder entre escolares han
permitido conocer su naturaleza, su presencia en distintas edades, sus consecuencias y
otros aspectos que se resumen en las líneas siguientes.
Sus elementos son la intención de hacer daño, la prolongación del abuso en el tiempo
y la asimetría de poder entre quien/es ejerce/n la agresión, situado/s en una posición más
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ventajosa, y quien/es la recibe/n, en una posición vulnerable. Hay que dejar claro que
si bien la repetición confirma y agrava la relación de abuso para quien lo sufre, a veces,
un solo episodio puede llevar a crear y mantener esa relación perversa y desigual, sobre
todo en los años escolares, dada la obligatoriedad de compartir espacio y tiempo con los
compañeros. El simple recuerdo de lo vivido crea el miedo a que pueda volver a ocurrir.
El acoso escolar suele ocurrir en un contexto de grupo, teniendo este un papel fun-
damental en su pervivencia y reducción. Así se identifican diferentes papeles de los
escolares en una situación de acoso (Salmivalli, 2010). No se trata solo de la víctima y
de su/s agresor/es, y de quien/es le/s ayuda/n, por ejemplo, al esconder sus pertenencias
o mirar si no viene nadie. También hay compañeros que se ríen, animando así a quien
agrede. Además, hay niños que defienden a la víctima, mientras otros saben lo que está
pasando, pero no hacen nada o solo miran. Se ha encontrado que en la escuela infantil
no es tan habitual encontrar estos papeles: hay niños que observan el acoso que se pro-
duce, pero no quienes animan o ayudan.
Su presencia tiende a ser superior entre los varones, tanto en su papel de víctimas
como de agresores, salvo en la maledicencia, superior entre chicas. Hay más casos entre
los 9 y los 14 años, coincidiendo con la mayor relevancia de la pertenencia al grupo en
la preadolescencia y adolescencia temprana. El ciberacoso no parece disminuir a lo largo
de la adolescencia ni darse más en los varones. Cualquier persona puede ser objetivo si
se percibe un factor de vulnerabilidad, como ocurre en el acoso racista o xenófobo, en el
homófobo o en el dirigido a personas por su clase social o con discapacidad (Del Barrio,
Gutiérrez, Barrios, van der Meulen y Granizo, 2005).
Los propios escolares, al menos desde los 9 años, entienden la situación de inferioridad
creada cuando hay alguien diferente respecto al grupo, cualquiera que sea la diferencia,
y que es el grupo quien hace visible esa diferencia. Señalan, además, que el ciberacoso
se comunica menos a la familia por miedo a que esta prohíba el acceso al móvil. Cuando
se cuestiona a los estudiantes sobre qué harían para acabar con el maltrato si ellos fuesen
víctimas, la mayoría responde que recurrirían a una tercera persona (compañero, familia,
profesorado), pero la búsqueda de adultos desciende a medida que aumenta la edad y cobran
fuerza las alternativas de los iguales o de enfrentarse a la situación (Defensor del Pueblo,
2007; Del Barrio et al., 2005; Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar, 2010).
En los años noventa del siglo pasado y a comienzos de este, se empezaron a estu-
diar las consecuencias del acoso escolar. Aunque había muchas evidencias anecdóticas
de quienes lo habían sufrido, existía la idea de que «el maltrato te hace duro, forma el
carácter». Sin embargo, los estudios han revelado que quienes son maltratados por sus
compañeros pueden sufrir sus efectos negativos a corto y a largo plazo. De forma inme-
diata, el maltrato puede provocar que el niño acosado vaya con miedo a la escuela o
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Sumario │
no quiera ir. Otros efectos psicológicos son culparse de lo que ocurre, sentimientos de
soledad y baja autoestima, riesgo de depresión y pensamientos o intentos de suicidio.
Estos efectos pueden perdurar en el tiempo, hasta la vida adulta. En la etapa infantil las
agresiones de compañeros causan estados de ánimo deprimidos, que pueden continuar
en los primeros años de educación primaria.
Otras consecuencias a corto plazo son de tipo psicosomático, como dolores de cabeza
y de estómago, tos o resfriados, que, en general, son percibidas por la familia, pero que
pueden ser detectadas también por el profesorado. En un estudio holandés que se llevó a
cabo con escolares de 9 a 12 años de 32 escuelas (Fekkes, Pijpers y Verloove-Vanhorick,
2004), se encontró una relación entre victimización y síntomas somáticos, como dolor
de cabeza, insomnio, dolor abdominal, falta de apetito y falta de control de micción noc-
turna. Ante estos síntomas, las familias de las víctimas pueden acudir a su pediatra, sin
sospechar que la causa son las malas experiencias con los pares, como muestra el reque-
rimiento de formación por parte de estos profesionales (Del Barrio et al., 2005). Por
último, el acoso causa menores logros académicos en las victimas. Estos efectos nega-
tivos pueden reducirse en cierta medida mediante apoyo de la familia y de los iguales.
Sin embargo, es más difícil mitigar las fuertes consecuencias negativas de depresión en
las víctimas. Otro resultado del acoso es su normalización por quienes lo realizan o lo
observan en otros compañeros, por no hablar de las consecuencias duraderas que tam-
bién se encuentran en las familias (Amnistía Internacional, 2019).
Quien acosa a un compañero está mostrando su poder en el grupo y con eso puede
aumentar o crear una posición dominante. No muestra estas conductas negativas única-
mente, sino que muchas veces las combina con muestras de amabilidad y conductas pro-
sociales hacia otros del grupo, no solo sus amigos. Por ello resulta más difícil reconocer
su papel de acosador al ser considerado popular en el grupo.
Hay varias razones por las que otros alumnos no intervienen cuando a un compañero le
están haciendo la vida imposible. Puede haber difusión de responsabilidad («Somos muchos
y nadie hace nada») o se puede pensar que comportarse de manera agresiva es parte de lo
que suele hacerse en un grupo. Aunque algunos crean que deberían hacer algo para pararlo,
pueden tener miedo por las posibles repercusiones negativas. En clases donde hay pocos,
o solo un niño al que se está acosando, se tiende más a culpar a la víctima, lo que la hace
doblemente víctima. Salmivalli (2010) ha resaltado el papel de los observadores al hacer
que el maltrato continúe o cese si ayudan a la víctima. En aulas donde hay más defen-
sores, la víctima está menos aislada que en aulas donde el que agrede tiene más ayudantes.
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│ Sumario
Por eso debe haber una intervención centrada en los observadores, potenciando sus capa-
cidades para prevenir o erradicar el acoso entre compañeros. Ya en la escuela infantil, los
niños son testigos de agresiones, por lo que se debe empezar a intervenir en esta etapa.
El clima moral que se respire en un centro escolar también afecta al nivel de acoso escolar
que exista en ese centro. Tanto los propios escolares como los docentes, el equipo direc-
tivo, los conserjes y el resto del personal educativo contribuyen a ese clima más o menos
ético. El modo en que se relacionan con el alumnado se refleja en la atmósfera creada.
Cuando los alumnos no sienten que forman realmente parte de su escuela o se sienten
inseguros, es más probable que estén involucrados en situaciones de maltrato entre iguales.
Pero cuando perciben un clima de apoyo y cuidado en los adultos del centro, buscarán
ayuda cuando se produzcan casos de acoso entre compañeros y situaciones de amenazas
de violencia.
Hay menos estudios sobre el acoso escolar en edades previas a la escolaridad obli-
gatoria, es decir entre los 3 y los 6 años, en la mayoría de los países. En parte esta menor
investigación se debe a que no pueden utilizarse los métodos empleados con edades
superiores, como, por ejemplo, cuestionarios que requieren un dominio de la lectura. Los
estudios sobre relaciones entre escolares de educación temprana indican la existencia
de agresiones desde muy pequeños, pero su naturaleza parece diferenciarlas del acoso
escolar (Monks, 2011). A estas edades, las conductas negativas pueden ser físicas, como
pegar, empujar, dar una patada, o verbales, al insultar o amenazar, y suelen ser directas,
cara a cara; también pueden excluir a otro, de nuevo de modo directo («Tú no juegas
con nosotros»). Se ha encontrado que las niñas tienden más a protagonizar este tipo de
agresión relacional, mientras que en los niños son más comunes las agresiones físicas.
A estas edades, los niños llevan años aprendiendo de sus experiencias con otras per-
sonas; por ejemplo, a finales de su primer año de vida intentan atraer la atención de otros
con su índice para conseguir algo y unos meses después prueban qué pasa cuando exhiben
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Sumario │
una rabieta. Así que al llegar a la escuela infantil ya tienen cierto conocimiento de las
reacciones –manifiestas, visibles‒ de adultos o iguales ante sus acciones. Sin embargo, su
desarrollo cognitivo y emocional les hace interpretar la realidad social aún de modo limi-
tado. Por ejemplo, a veces pueden considerar negativa una acción que lleva a un resultado
de daño, aunque sea accidental. Como describió Piaget (1932), en el binomio intención-
resultado, se prima el resultado. Además, cuando se comparan las informaciones de esco-
lares y profesorado, se encuentra cierta coincidencia acerca de quiénes agreden, pero poca
acerca de a quiénes se agrede. Algunos protocolos de actuación ante el acoso recogen el
sociograma como una herramienta adecuada para que el profesorado analice la dinámica
social de la clase (por ejemplo, quiénes son los estudiantes populares o los rechazados).
Se trata de una técnica en la que los alumnos tienen que nominar a los compañeros con
quienes les gustaría estar y compartir actividades y con quienes no. Pero es una estrategia
éticamente cuestionable, ya que algunos alumnos no se sienten cómodos clasificando a sus
compañeros, es doloroso para el alumnado que se sabe rechazado y asigna etiquetas que
perduran. Además, no son los mejores procedimientos para determinar qué pasa (véase
Olweus, 2013) y, ante la duda, los niños puede que sean mejores conocedores de estas
agresiones que van cambiando de objetivo.
Por otro lado, el carácter grupal del acoso no suele estar presente en estas edades.
Se trata de una acción más bien individual, en la que otros no ayudan ni animan, lo que
coincide con el desarrollo de las relaciones de grupo, que suelen empezar como pandillas
alrededor de los 7 años y cobran una mayor relevancia en la preadolescencia y en los pri-
meros años adolescentes. Todo ello hace que no se emplee el término «acoso» para estas
situaciones. De modo más cauto se pueden llamar «agresiones» y hay que trabajar en
ellas para que no se consoliden como formas perversas de lograr la atención (admiración,
miedo) de los compañeros. Es preciso, por tanto, conocer su naturaleza, como precursoras
del acoso o maltrato por abuso de poder, e intervenir sobre ellas, también previéndolas.
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│ Sumario
Con respecto a las relaciones con los compañeros, en general, los estudios encuen-
tran que a los 4 o 5 años los niños con conductas externalizantes, que gritan o pegan, son
rechazados por sus compañeros, lo que a veces deriva en más problemas conductuales.
En general, como señala Monks (2011) a partir de estudios propios y de otros, los niños
entre 3 y 6 años (como vemos en cualquier centro de segundo ciclo de educación infantil)
consideran que está mal agredir físicamente a otros. Un estudio observacional confirmó
también que la agresión relacional produce rechazo de los compañeros. Pero, cuando un
niño exhibe una pauta a la vez coercitiva y prosocial, puede aumentar su posición en el
grupo. Esto tiene que conocerse por los educadores, ya que esas conductas más positivas
y la popularidad resultante pueden enmascarar la faceta más coercitiva del alumno, como
también puede encontrarse en edades posteriores.
Por último, con respecto a la cognición social, los niños que agreden en la etapa de
educación infantil, comparados con el conjunto de sus coetáneos, muestran menos com-
prensión emocional y, a diferencia de lo encontrado en posteriores etapas evolutivas, no
muestran una capacidad superior para ponerse en el punto de vista de otra persona. Se ha
atribuido esta diferencia en capacidades sociocognitivas al hecho de que si no se interviene
y, por tanto, logran con sus acciones resultados ventajosos a costa de las víctimas, estas
experiencias acumuladas de conflictos promuevan su conocimiento social de lo que sienten
los otros y cómo reaccionan, y lo utilicen de manera negativa contra otros compañeros.
Más de cuatro décadas de estudio sobre el acoso entre pares en las escuelas han ins-
pirado intervenciones para contrarrestarlo casi desde el principio. Sin embargo, ha habido
una evolución de las intervenciones. Así, en los primeros años, se solía intervenir post
facto, es decir, habida cuenta de que se estaba ante un caso de acoso entre escolares. En
ocasiones, las reacciones consistían en poner un guardaespaldas al niño martirizado para
impedir que se repitiera o en entrenar a la víctima en habilidades sociales para enfren-
tarse a los compañeros; a veces, se expulsaba al alumnado agresor. A pesar de la buena
intención de estas acciones, podemos ver que no solucionan el problema.
Uno de los principales focos es la formación de los educadores, ya que estos pueden
no estar percibiendo las situaciones negativas que se están dando entre los compañeros o no
saber cómo resolverlas cuando las perciben. Las investigaciones sobre el acoso escolar
y el papel del grupo han mostrado que es imprescindible intervenir en el grupo, no de
modo individual ‒quizás necesario adicionalmente en ciertos casos‒, y que la acción del
centro escolar debe producirse sin esperar a que tengan lugar casos de acoso. El profe-
sorado tiene que estar versado en este conocimiento científico y dedicar tiempo a dicha
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
formación. En la etapa infantil, el profesorado cuenta con algo más de flexibilidad que en
otras etapas para organizar e implementar contenidos, por lo que es más fácil programar
la formación y posterior implementación de medidas en el aula. El llamado «Programa
Bernés contra la Victimización» (Alsaker y Valkanover, 2012) para escuelas infantiles
y de primaria consiste en formar a los docentes en la detección de situaciones de acoso,
en saber comunicarlas (cómo hablarlo en la clase o con las familias), en prevenirlas y
pararlas (enseñar competencias sociales, utilizar sanciones positivas y negativas). Se trata
de un buen ejemplo de programas basados en el conocimiento: se ofrece supervisión al
profesorado durante cuatro meses en una formación basada en conocimiento científico,
se le proporciona ayuda cuando lo necesita y se crean grupos de docentes en la misma
escuela para favorecer el apoyo mutuo cuando termina la supervisión.
Por otro lado, en todas las etapas hay que crear una cultura de centro que promueva un
clima social positivo basado en la equidad y en una ética del cuidado mutuo. Esta cultura se
aplicará en la resolución de los problemas de convivencia, se trate de acoso o conflictos entre
dos, disrupción u otros. Esa cultura de convivencia positiva evitará las tentaciones de rela-
ciones negativas y, si ocurren, se resolverán de un modo más fácil. Además, la reflexión con-
junta sobre los problemas de convivencia, y, en concreto, sobre el acoso, tendrá lugar como
parte del currículo, incorporando todos los recursos que ayuden a asimilar los conoci-
mientos, desde la información en prensa sobre casos reales hasta canciones, películas
y novelas que ilustren el fenómeno o sesiones de resolución de conflictos ficticios que
eviten iluminar los casos reales, pero que sean útiles para intervenir más o menos indirec-
tamente en ellos; todo esto, adaptado a cada etapa educativa. En la educación infantil, la
prevención descansa en el aprendizaje emocional, que permitirá a los niños enfrentarse a
sus sentimientos positivos y, sobre todo, negativos, sin enmascararlos, sino entendiendo
su origen y ayudando a resolver conflictos. Una propuesta muy valiosa, acorde con este
enfoque, es la que describen Sastre y Moreno (2002) al diseñar actividades para infantil,
primaria y secundaria a partir de los conflictos o situaciones interpersonales negativas más
mencionadas por una muestra grande de alumnado de esos niveles educativos. La inter-
vención en las primeras etapas educativas es crucial para resolver problemas negativos
que ya ocurren y prevenir acoso entre compañeros en edades posteriores.
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│ Sumario
psicológico, estudiantes mayores que se hacen mentores de otros más pequeños, ayuda
específica en materias del currículo, etc. (Cowie y Wallace, 2000). Algunos de estos sis-
temas son adecuados para primaria (mediación), incluso en educación infantil (círculos
de amigos), mientras que otros encajan mejor a partir de secundaria (apoyo psicológico,
mentoría). Todas las modalidades implican que el alumnado que se ofrece voluntaria-
mente como ayudante es entrenado en habilidades sociales y, en particular, de escucha
de sus compañeros. Por ejemplo, las intervenciones mediante compañeros-tutores han
sido muy utilizadas para mejorar la interacción social y el rendimiento académico en la
educación general y en la educación inclusiva. Se trata de estrategias que involucran a
estudiantes para que trabajen juntos con la finalidad de aplicar habilidades académicas o
conductuales. Se une a estudiantes que tienen un buen rendimiento con otros que tienen
un rendimiento inferior en sesiones estructuradas. Hay distintos modelos.
El «círculo de amigos» tiene su origen en los años ochenta del siglo pasado en
Canadá. En la descripción del método por la profesora Barbara Maines (Sullivan, 2000),
quien lo utilizó en primaria, se pueden ver los diferentes pasos que se toman en cada
parte del proceso (véase cuadro 3).
Fases Pasos
.../...
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Fases Pasos
.../...
El método «sin culpa» (no blame) propone una respuesta prosocial al maltrato entre
iguales. Fue desarrollado por los educadores Maines y Robinson en el Reino Unido
(Sullivan, Cleary y Sullivan, 2004) para responder a una situación de acoso que requería
una respuesta rápida y eficaz. Se ha utilizado sobre todo en la educación primaria, pero
también en secundaria, mostrando un alto nivel de éxito. Para que resulte eficaz es nece-
sario que quien lo utilice posea un buen conocimiento tanto del acoso escolar como del
propio método. El enfoque «sin culpa» se aparta de la idea de que es necesario castigar a
los agresores o buscar venganza. Su idea principal es que lo más importante es resolver
el problema y no repartir castigos. Su objetivo es empatizar con la víctima y romper el
ciclo de averiguar el origen del problema y culpar. A través de una reunión con un grupo
pequeño de alumnos, que incluye a los agresores, se aclara que se necesita una solución
para un problema existente. Al ver que no se van a recibir castigos, se posibilita que el
grupo se responsabilice por la situación creada. En sus manos se deja la búsqueda de
soluciones y su puesta en marcha real, lo que se supervisa en posteriores encuentros.
Aunque no existe castigo, hay sanción en el sentido de que se requiere que se abandonen
unas conductas para mostrar otras, lo cual obliga a un esfuerzo considerable por parte de
quienes estén involucrados como agresores.
El papel de las familias como agentes de intervención, al detectar que sus hijos están
viviendo una situación que les hace sufrir y al acudir al centro cuando finalmente saben lo
que pasa, es fundamental y así se resalta en los distintos programas de intervención cen-
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│ Sumario
trados en conseguir escuelas seguras y donde se respeten los derechos del alumnado.
Esta función tiene que ser reconocida por el profesorado, que ha de ver a las familias
como aliadas en ese objetivo común. Entre otros foros de encuentro, las escuelas de
familias permiten dedicar un tiempo a formar a madres, padres o personas responsables
del alumnado en la naturaleza y en la prevención del acoso escolar para que sepan qué
hacer tanto si su hijo es víctima como si se encuentra entre los que agreden u observan.
6. REFLEXIONES FINALES
En las tres últimas décadas, el panorama de atención social a los problemas de con-
vivencia en los centros escolares ha cambiado radicalmente. En cada centro al menos
hay un protocolo de atención, por ejemplo, al acoso escolar, aun cuando a veces se
reduce a cumplir con la visita del agente-tutor. Pero esto no es suficiente porque sigue
habiendo muchos casos con consecuencias muy negativas, como muestran los testimo-
nios de estudiantes, docentes y familias del reciente informe de Amnistía Internacional
(2019). Algunos centros van más allá y apuestan decididamente por programas concretos.
¿Por qué hay que tomarse en serio la intervención para mejorar la convivencia? ¿Es un
aspecto que valoran las familias al elegir centro, como Ángela y Paco en el caso con el
que abríamos este capítulo?
En primer lugar, hay que mejorar el clima de relaciones en los centros educativos
porque todos los planes de convivencia ‒se trate del plan estratégico, de las directrices
de las comunidades autónomas o del plan concreto de cada centro‒ hablan del desarrollo
afectivo-social como un objetivo de la educación y de la importancia de la buena con-
vivencia para favorecer el rendimiento académico. Por ejemplo, el último informe de la
OCDE (2017) señala que los centros escolares con niveles altos de acoso entre iguales
tienen 21 puntos menos en ciencias que aquellos con niveles bajos. Pero la calidad incluye
también la convivencia positiva. Esta no es solo un instrumento para promover los apren-
dizajes, sino que es un fin en sí mismo, un aprendizaje que también hay que lograr.
En segundo lugar, hay que intervenir por las «consecuencias» negativas que tiene
la falta de relaciones interpersonales de calidad, especialmente en los niños y adoles-
centes; consecuencias suficientemente documentadas en la literatura científica y resu-
midas anteriormente.
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Sumario │
En primer lugar, hay que partir del conocimiento. De hecho, dos tipos de conoci-
mientos son necesarios. Por un lado, el conocimiento que ya existe en el centro sobre la
convivencia, tanto el conocimiento que poseen los docentes y otros profesionales como
el que tienen el alumnado y las familias, a fin de establecer un análisis de las necesidades.
Sabiendo el tipo de conflictos, las soluciones, la eficacia o no de estas, puede diseñarse
una secuencia de acción. Por otro lado, la intervención debe tener en cuenta el conoci-
miento científico acerca de los conflictos y la convivencia en los centros educativos. La
investigación contrastada tiene que ser la base de la intervención. Buena parte de los des-
encuentros entre las familias (incluyendo al alumnado) y el centro educativo derivan de
la distinta concepción del problema como acoso o no. Una formación en acoso escolar
y convivencia dirigida a los docentes y las familias es esencial como parte de la inter-
vención. Teniendo en cuenta lo mencionado al hablar del acoso, es coherente entender
la naturaleza del acoso entre escolares no como un problema de un individuo al que otro
individuo le hace pasarlo mal, sino como un problema del grupo, e intervenir con un
enfoque educativo en el grupo.
Por ello, en segundo lugar, el modelo de intervención tiene que ser «educativo»,
más que clínico o judicial. Todavía más eficaz es si se actúa antes de que aparezcan los
problemas. Las acciones que causan un daño a otros o un daño a la institución tienen que
tener consecuencias, es decir, debe haber una sanción sobre la base de la justicia repara-
dora, no una sanción punitiva –a partir de la justicia expiativa‒ para castigar a la persona.
Se trata de cambiar su conducta por otra. Para ello, como ya sugería Piaget (1932), para
que una sanción sea educativa tiene que reparar el daño causado en el otro (no lo tiene que
reparar la madre o el padre, sino la persona cuya conducta se sanciona). Y tiene que ser
motivada, es decir, relacionada con la acción que hay que cambiar.
En tercer lugar, para que la intervención sea eficaz, debe ser «sistémica» o global,
lo que quiere decir que tiene que desarrollarse en distintos ámbitos y con la participa-
ción de toda la comunidad escolar, especialmente del alumnado; por tanto, tiene que ser
inclusiva. El plan de convivencia o de escuelas seguras que se debe exigir a los centros
ha de contemplar medidas en diferentes momentos y escenarios y por distintos agentes,
desde la toma de conciencia inicial a la acción en el centro, el aula, las familias, la comu-
nidad. Más que hacer depender la mejora de acciones puntuales de agentes exclusiva-
mente externos, hay que actuar desde el interior de cada centro. Cada escuela ha de hacer
un análisis de los aspectos positivos y mejorables que percibe en términos de relaciones,
como punto de partida de la intervención.
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│ Sumario
Desde una ética del cuidado definitoria de la cultura del centro, el profesorado y las
familias tienen un papel fundamental, como modelo positivo y necesariamente diverso.
Pero sin la acción decidida del alumnado a la hora de participar en la gestión de los con-
flictos desde el criterio de un compañerismo no excluyente, de la escucha activa y de la
toma de conciencia de las emociones (por ejemplo, a través de las distintas modalidades
de sistemas de ayuda entre iguales), ninguna intervención será eficaz. Y esto no solo es
posible, sino necesario, desde la educación infantil.
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Sumario │
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200 www.udima.es
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Sumario │
6
CAPÍTULO
INCLUSIÓN
EDUCATIVA
Referencias bibliográficas
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Lucía es una maestra que acaba de aprobar la oposición y tiene que elegir centro.
Tiene una buena nota, así que es probable que pueda elegir entre dos opciones en la
localidad en la que vive. Una posibilidad es en un colegio de larga trayectoria, conocido
por su disciplina estricta y por tener pocos altercados, donde el equipo directivo toma
gran parte de las decisiones, se trabaja con libros de texto y en cuyo proyecto educativo
se enfatiza la excelencia de sus alumnos y sus buenos resultados en las pruebas de eva-
luación externa. La otra es en un colegio de reciente creación, que trabaja por proyec-
tos que los propios profesores acuerdan de manera colaborativa, y que involucra a las
familias, pero del que se comenta que es difícil dar clase porque los alumnos son muy
inquietos y, además, es un centro preferente de alumnos con TEA, lo cual genera algún
problema de convivencia en las aulas y en el patio.
En la situación de Lucía, ¿qué elegiríamos como docentes? ¿En cuál nos podríamos
sentir más realizados en nuestra profesión? Aunque no todos escogiéramos la misma
opción, la mayoría estaríamos de acuerdo en que el segundo centro supone un reto
mayor y puede permitir un margen de desarrollo profesional más amplio. Y ello porque
si estamos comprometidos con nuestra formación, nos permite sentirnos bien al poder
tomar decisiones y formar parte de proyectos en los que podamos aportar algo, ser reco-
nocidos y aprender. Queremos trabajar en un centro del que nos sintamos parte y en el
que haya buen ambiente con los compañeros, ya que va a ser algo importante en nues-
tras vidas. Quizá genere menos incertidumbre ser meros ejecutores de las decisiones
tomadas por otros, pero probablemente tardaremos poco en perder la motivación por ir
a trabajar e intentaremos escabullirnos de la mayor cantidad posible de tareas. Esto no
solo nos pasa a los adultos. Los niños también quieren y deben poder ir a un colegio
donde se sientan importantes, valorados y seguros, y donde puedan aprender sin miedo.
Además, elegir ese centro debería ser una opción al alcance de cualquier persona.
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2. E
L CONCEPTO DE «DIVERSIDAD»: FUENTES DE DIVERSIDAD
Y PERSPECTIVAS
Si queremos formar una sociedad más inclusiva, más pacífica y más res-
petuosa con las diferencias, es imprescindible que los estudiantes tengan la
oportunidad de desarrollar y experimentar estos valores en su proceso educa-
tivo, en las escuelas o en los entornos no formales (UNESCO, 2008, p. 11).
• Edad. Su impacto es mayor cuanto más pequeños sean los niños. Por
ejemplo, en los primeros años de educación infantil, es enorme la dife-
rencia entre niños nacidos en enero y nacidos en diciembre del mismo año.
• Género. En los últimos años de infantil y en los primeros cursos de pri-
maria se pueden acentuar comportamientos y conductas discriminatorias,
estereotipadas o sexistas como parte de la construcción de la identidad de
género.
• Ritmos biológicos. Los ritmos de sueño o hambre son una diferencia sus-
tancial, que debería llevar a cierta flexibilidad en las rutinas. Por ejemplo,
unos niños necesitan dormir siesta, mientras otros no, o unos niños nece-
sitan más tiempo para despertarse de ella.
• Problemas de salud. Tener una alergia, sufrir crisis epilépticas, etc.
www.udima.es 203
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│ Sumario
• Estilos personales. Tipo de apego de cada niño (que afectará, por ejemplo,
a su periodo de adaptación a la escuela), la autoestima, los intereses, el tipo
de refuerzo que prefieren, etc.
• Capacidades. Diferencias en las capacidades intelectuales, motoras, sen-
soriales, emocionales.
A estas fuentes se podrían añadir las relacionadas con el contexto de experiencias que
tienen los niños por vivir en una comunidad humana diversa: origen étnico o nacional,
comunidad lingüística, etc. Ello nos lleva a otro interrogante: ¿la diversidad se puede
entender como una característica intrínseca de cada estudiante o debe entenderse en
relación con el contexto en el que estemos y con los recursos del mismo? Responder a
esta pregunta nos lleva a hablar de la perspectiva individual y de la perspectiva contex-
tual de la diversidad (Ainscow, 1995).
2.2. L
A PERSPECTIVA INDIVIDUAL Y CONTEXTUAL DE LA DIVER-
SIDAD
204 www.udima.es
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Sumario │
niños a lo largo de su escolarización y que dependen no solo del desarrollo del niño, sino
también de su interacción con el medio que le rodea y las demandas que este plantea (el cu-
rrículo, los métodos de enseñanza, la organización escolar, etc.). Por tanto, las necesidades
son un continuo y se materializan de manera diferente en cada alumno y momento. Así,
todos los profesores tienen que gestionar la diversidad, no solo los especialistas, y es nece-
sario que reflexionen acerca de medidas globales que puedan poner en marcha para ajus-
tarse a las diversas maneras de aprender del alumnado de forma que todos se beneficien.
Retomaremos esta reflexión al hablar de las barreras para el rendimiento.
El reto, por tanto, no tiene que ver con la diversidad, sino con la gestión de la misma,
sobre todo cuando esta se convierte en una causa de vulnerabilidad ante la exclusión
social y da lugar a desigualdad, es decir, a la jerarquía de las personas. Este reto se con-
creta en el llamado «dilema de las diferencias» en educación (Echeita, 2014), que tiene
que ver con las dificultades para articular una educación de calidad para todos, incluidos
los alumnos más vulnerables ante la exclusión y el fracaso escolar, que respete las dife-
rencias y que permita trabajar en un marco educativo común. Por tanto, supone lograr
una educación de calidad y equitativa, lo cual implica necesariamente trabajar en tres
ejes principales: la «presencia» del alumnado en los centros ordinarios; el rendimiento,
o «aprendizaje» al máximo de las capacidades de cada alumno, incluida su competencia
de «aprender a aprender»; y, la «participación» en la vida escolar, que es la principal cau-
sante de la autodeterminación, del sentimiento de pertenencia y de la ética del cuidado.
¿Por qué se plantea como un dilema? Porque no hay una respuesta favorable o des-
favorable al mismo, ya que implica la gestión de alternativas o factores relevantes, pero
contrapuestos. Así, debemos tener en cuenta distintos factores a la vez (Echeita, 2014).
Algunos son difícilmente controlables por el profesorado, por ejemplo, las políticas
educativas, los valores sociales o, en parte, los recursos de los que disponemos (aunque
también depende de la gestión que se haga en el centro de los mismos). Sin embargo,
hay otros que sí dependen del profesado, como son las creencias o las concepciones
implícitas acerca del objetivo de la educación, del papel de los distintos miembros de la
comunidad educativa o de la propia diversidad. Así, en este caso nos encontramos en
la tesitura de asegurar la igualdad, pero no desde la uniformidad, porque en ese caso
solo estaríamos reproduciendo las desigualdades presentes en la sociedad.
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
decidir ante dilemas; por ejemplo, si se debe etiquetar a los alumnos (lo que puede estig-
matizarles) o no hacerlo (y dejarles quizá por ello sin recursos); si debe existir una doble
red de centros ‒de integración y de educación especial‒ para agrupar recursos o si los
recursos deben estar al servicio de la igualdad en todos los centros; si se puede integrar
en todas las etapas sin que ello afecte a la calidad. Respecto a esta pregunta, los estudios
apuntan a que el profesorado considera que la integración está bien y es fácil en infantil,
es posible con recursos en primaria y es muy difícil y excepcional en secundaria o en la
universidad (Echeita, 2014). ¿Por qué? Sin duda la diferencia no está en los alumnos,
sino en cómo se concibe cada etapa y en las características que reúnan los centros.
Además, es preciso analizar qué tendría que hacer un profesor para que sus alum-
nos aprendan. ¿Se puede enseñar a todos igual? ¿Es justo facilitar a cada niño y a cada
niña las mismas ayudas para que puedan lograr los objetivos educativos? Aunque puede
haber incongruencias entre lo que responderíamos a estas preguntas y lo que posterior-
mente se puede ver en las aulas, quizá podríamos aventurar que muchos de nosotros
contestaríamos de manera negativa a la primera pregunta, pero tendríamos dudas para
responder de manera categórica a la segunda. Esto nos lleva al concepto de «equidad».
Vamos a definirlo partiendo de las siguientes viñetas.
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
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│ Sumario
EXCLUSIÓN SEGREGACIÓN
INTEGRACIÓN INCLUSIÓN
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Sumario │
Pero ¿de qué depende la inclusión en los centros? ¿Cómo se materializa? Los mis-
mos autores señalan tres dimensiones que actúan de manera sistémica, es decir, interac-
cionan de forma que los cambios en uno afectan al resto. Estas dimensiones son:
• Cultura escolar: relacionada con los valores, las creencias y el clima escolar
(examinada en el capítulo anterior).
• Políticas escolares: suponen la concreción de los principios derivados de la
cultura. Tendría que ver con la planificación y la coordinación de todas las
medidas curriculares generales (proyectos educativos y curriculares) y con
la organización del centro (comisiones, horarios, agrupamientos, recursos
físicos, entre ellos los arquitectónicos, etc.) para favorecer la participación
y el aprendizaje de la comunidad educativa.
• Prácticas de aula que concretan las políticas y que materializan la aten-
ción a la diversidad (metodología de enseñanza, recursos, prácticas evalua-
doras, etc.).
Por tanto, cada comunidad autónoma que defina la política educativa y cada centro
tienen que responder para que cada docente pueda responder en su aula. El verdadero
agente de cambio es el profesorado en su actividad docente (Hernández, 2019).
¿Cómo tiene que ser el profesorado en una escuela inclusiva? Las concepciones
que tenga sobre la diversidad y cómo afrontarla son claves para poder iniciar acciones que
nos acerquen a una escuela más inclusiva. Estas concepciones se pueden explicitar en
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│ Sumario
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Como acabamos de ver, el apoyo entre docentes es clave para la inclusión y debe
centrarse en distintos elementos (López-Vélez, 2018): ayudar a hacer cambios en las
prácticas pedagógicas, fomentar la reflexión sobre la práctica y participar en la formación
de los compañeros a través de apoyos más o menos concretos. Una manera de conseguir
este apoyo es a través de las prácticas de docencia compartida, en la que dos docentes
trabajan a la vez dentro de la misma aula, con el esfuerzo de coordinación previa que eso
supone y de explicitación de las decisiones que se van tomando. No obstante, es nece-
sario que para que estas formas de organización funcionen se creen tiempos y espacios
de trabajo colaborativo entre el profesorado.
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│ Sumario
Hay otra variable que se debe tener en cuenta cuando hablamos de diversidad en las
aulas, y es la diversidad de los docentes, de sus estilos en el aula, que determinan cómo
se relacionan y actúan. Paniagua y Palacios (2005) profundizan en este aspecto al con-
siderar que los docentes, sobre todo en la etapa de infantil y primaria, son figuras de
referencia y que, por tanto, deben ser una base segura para sus alumnos, es decir, deben
plantear retos, exigencias y normas, pero, a la vez, crear una seguridad afectiva para
que niños y niñas puedan explorar, jugar y relacionarse con sus iguales. Entre las habili-
dades necesarias para un docente inclusivo, estos autores mencionan la sensibilidad, es
decir la capacidad de captar e interpretar los estados emocionales de los estudiantes; la
disponibilidad física y afectiva, es decir, el alumnado debe sentir que puede contar con
sus profesores, si los necesita, y tener su atención (reflejada también en aspectos no ver-
bales, como la mirada); la capacidad para hacer valoraciones reforzadoras, que mues-
tren los puntos fuertes de los alumnos y señalen sus errores como parte del proceso de
aprendizaje; la habilidad para aunar la atención individual y grupal; y la ecuanimidad,
es decir, el mismo trato respetuoso y cercano a pesar de que personalmente exista cierta
preferencia por algún alumnno.
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Sumario │
Aunque hemos destacado el papel del profesorado, la inclusión no solo depende del
equipo docente, sino que debe entenderse como una preocupación y un objetivo de centro.
Los movimientos de escuelas eficaces concluyen que las escuelas deben ser el centro del
cambio, ya que es desde el centro desde donde se deben planificar las innovaciones para
que se puedan institucionalizar en los documentos de centro y tener impacto en la cul-
tura (el estilo de liderazgo, los canales de comunicación establecidos, las metas que se
persigan, los programas de formación, la colaboración con la familia, etc.).
Las innovaciones deben abordarse como una manera de romper la brecha entre la
investigación y la práctica, es decir, es necesario potenciar la participación del profesorado
en los procesos de investigación para que los problemas que se formulen sean necesidades
reales de los docentes, para evitar resistencias y para que los resultados puedan verse como
maneras reales de mejorar la práctica profesional (Echeita, 2014). Cuando las innovaciones
son impuestas, no suelen funcionar porque no se llega a comprender su sentido, porque
no se parte de las competencias reales del profesorado o porque no parten de una red de
profesionales que se puedan apoyar unos en otros. Lo que podemos afirmar con seguridad
es que, para poder llegar a detectar esas necesidades y la eficacia de las medidas que se
pongan en marcha en los centros, es necesario partir de la evaluación. Booth y Ainscow
(2011) han elaborado una guía para la evaluación y la mejora de la educación inclusiva en
los centros, el Index for Inclusion, que recoge la opinión de toda la comunidad educativa
en relación a su cultura, sus políticas y sus prácticas (véase cuadro 2). Para ello, elaboran una
serie de indicadores que permiten no solo analizar el punto en el que se halla cada centro,
sino que sirven también para marcar los planes de acción y las aspiraciones que se plantean.
Dimensiones Secciones
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
Analizar en profundidad cada una de estas dimensiones es una labor de interés, pero
que excede las posibilidades de este capítulo. Por ello, en el siguiente apartado nos cen-
traremos en ahondar en algunos aspectos clave del modelo inclusivo que se desprenden
de estos indicadores. Comenzaremos abordando con un carácter más práctico cómo
podemos mejorar las relaciones interpersonales en los centros y promover una ética de
cuidado mutuo. En segundo lugar, analizaremos la importancia de la participación del
alumnado y de las familias para mejorar el sentimiento de pertenencia en los centros.
Y, por último, reflexionaremos acerca de la importancia del diseño universal para todos
como meta para guiar nuestra actuación docente.
5. L
A PRESENCIA EN LOS CENTROS: TODOS JUNTOS Y VALO-
RADOS
Uruñuela (2019) nos recuerda que hay que prestar especial atención a la formación
y a la consolidación de los grupos. Sobre todo en la etapa de infantil, cuando muchos
alumnos tienen su primer contacto con la institución escolar, es necesario prestar atención
y cuidado a los planes de acogida. Crear grupo implica conocer a los demás y aprender a
relacionarnos de una manera constructiva con ellos, ya que las interacciones son la base
del carácter relacional de los grupos escolares, que son grupos que permanecerán esta-
bles seguramente a lo largo de varios cursos. Como ya veíamos en el capítulo anterior,
los iguales son necesarios para poder lograr un desarrollo de calidad, sobre todo por su
impacto en nuestro autoconcepto y autoestima, como veremos en otro capítulo de este
manual. Además, es necesario no solo que el grupo se conozca, sino que entre ellos se
desarrolle una ética de cuidado mutuo, es decir, la creencia de que el bienestar de nuestros
compañeros está influido por nuestras acciones al igual que el nuestro está influido por
las suyas, de manera que la búsqueda de ese bienestar colectivo se convierta en uno de
los principales objetivos de cualquier miembro de la comunidad escolar. Debemos con-
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Sumario │
seguir que prime en nuestras aulas un modelo educativo basado en los derechos humanos
y que se aleje de los modelos de dominio-sumisión, que pueden derivar en comporta-
mientos violentos o de maltrato.
¿Cómo podemos crear grupo en nuestras aulas? Además de comenzar con dinámicas
básicas para que los alumnos aprendan cómo son sus compañeros ‒su nombre, sus afi-
ciones, etc.‒ es fundamental trabajar la comunicación (Uruñuela, 2019), por ejemplo, a
través de la escucha activa y de la comunicación asertiva. Con «escucha activa» estamos
haciendo énfasis en la importancia de intentar comprender no solo lo que nos dicen,
sino también las emociones que hay detrás de esos mensajes, para poder comprender a
nuestro interlocutor de una manera global. Para ello, será necesario que se entrenen téc-
nicas como el parafraseo, las cuestiones o el resumen con nuestros alumnos, de manera
que la persona que habla sienta el interés genuino del receptor por entenderle. Así, por
ejemplo, cuando un compañero viene a contarnos que se ha peleado con otro, es intere-
sante que nuestros alumnos aprendan a preguntar a su amigo por qué ha actuado así, que
le ayude a aclarar cómo se siente, etc. Al hablar de «comunicación asertiva», por su parte,
estamos hablando de la capacidad para poder defender nuestra propia postura y nuestros
derechos sin atacar a la otra persona para hacerlo. Una estrategia básica para lograr este
tipo de comunicación son los mensajes de tipo «yo». Así, ante la propuesta de un compa-
ñero para jugar a un nuevo juego en el patio, no es lo mismo que un alumno diga «a mí
no me parece buena idea jugar a eso» (estilo asertivo) que diga «vaya tontería de juego
se te ha ocurrido» (estilo agresivo), o que juegue sin realmente querer (estilo pasivo).
Para que los alumnos puedan aprender a comunicarse así, es necesario que nosotros,
como docentes, ejerzamos de modelo y utilicemos en nuestras aulas una comunicación no
violenta cuando nos relacionamos con nuestros estudiantes. Esta comunicación enfatiza
la importancia de llegar a soluciones, evitando las culpas y las críticas y potenciando la
aceptación de la otra persona. Son cuatro los pasos que debemos seguir para lograr este
tipo de comunicación (véase cuadro 3).
Pasos Ejemplo
Separar la observación de la evaluación. En vez de decir «No estás haciendo caso», indicar «Me has
interrumpido antes de que terminara de hablar».
Expresar lo que sentimos. En lugar de decir «Eres un maleducado», indicar «Me siento
molesto porque os he pedido que me escucharais».
.../...
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│ Sumario
Pasos Ejemplo
.../...
Identificar la necesidad subyacente. «Necesito que os queden claras las normas para que el juego
pueda ir bien».
Expresar una petición negociable. En vez de decir «¿Te puedes comportar como una persona
civilizada?, plantear «¿Puedes dejar que termine mi expli-
cación y luego os dejo tiempo para que planteéis vuestras
dudas?».
Existen distintos programas que pueden ser usados en las etapas de educación infantil
y primaria para mejorar las relaciones en las aulas a través del cultivo de relaciones posi-
tivas. A modo de ejemplo, podríamos mencionar los dos siguientes:
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Sumario │
6. L
A PARTICIPACIÓN EN LOS CENTROS: SER PARTE Y SENTIRSE
PARTE
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│ Sumario
• Político. Tendría que ver con la gestión y el control del centro y sus recursos;
por ejemplo, de los espacios.
• Académico. Relacionado con los aspectos pedagógicos, tales como selec-
ción de contenidos, metodologías o evaluación.
• Comunitario. Relacionado con la gestión de la convivencia y la mejora del
clima escolar.
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Sumario │
Para analizar las formas que se pueden articular para potenciar la participación del
alumnado en las etapas de educación infantil y primaria, pensaremos en los ámbitos a
los que hacen referencia.
Empecemos por el ámbito al que hemos llamado «político». En primer lugar, existen
canales institucionalizados, como los delegados de clase, aunque solo se contemplan
desde primaria y suelen ser figuras con poco impacto real en el funcionamiento de la
clase porque su elección no va asociada a una formación respecto a qué deben hacer o
cómo hacerlo y porque, como docentes, no gestionamos los espacios y los tiempos en
las clases para que puedan ejercer su función como representantes de sus compañeros.
Otros ejemplos de estructura de participación para fomentar la implicación de los estu-
diantes en la toma de decisiones, y que funcionan bien en los centros que los implementan,
serían las asambleas de clase y de centro, analizadas por García-Pérez y Montero (2014).
La asamblea de clase sería un órgano cercano al alumno que se realiza con una periodi-
cidad breve (una o dos veces a la semana) para discutir y decidir temas que afectan a la
clase y que se pueden ir proponiendo a lo largo de toda la semana a través de un buzón
en el aula. Son reuniones coordinadas por los tutores. La asamblea de representantes
o las juntas de alumnos, por su parte, supondrían la coordinación de alumnos de dis-
tintas aulas y cursos, lo que implica la existencia de algún representante elegido por la
clase y cuyo cargo puede rotar entre los compañeros. En esta junta se tratan temas que
afectan a varias clases o a todo el colegio. Todos los temas que se abordan en la asam-
blea de representantes se han tenido que tratar antes en la asamblea de clase, de manera
que se garantiza que fluya la información. En estas asambleas, por ejemplo, se pueden
elaborar normas que den respuesta a las necesidades que vayan surgiendo (por ejemplo,
respecto al nivel de limpieza de la clase o el reparto de los espacios en el recreo). Tam-
bién se pueden tratar conflictos entre estudiantes o con algún profesor (por ejemplo, si
no favorece el trabajo en grupo). Y pueden servir para planificar y evaluar actividades
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│ Sumario
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Sumario │
tiene que escuchar. El alumno mediador les indicará cuándo ir cambiando de posición de
manera que ambas partes puedan expresarse hasta llegar a un acuerdo. En primaria, por
ejemplo, se puede usar la figura de mediadores de recreo. Así, siempre habrá un par de
alumnos que intenten hacer hablar a las partes cuando surgen conflictos o riñas.
De Vicente y Fernández (2014) señalan que cuanto más alumnado esté involucrado en
el buen funcionamiento de los centros, mejor será la convivencia en los mismos. Además,
indican que es importante que el alumnado participante sea un reflejo de la diversidad en
las aulas y en el centro. Así, proponen distintas responsabilidades que pueden ser asu-
midas por ellos y ellas. Por ejemplo, plantean la participación en comisiones de decoración
y mantenimiento del aula (para velar por el entorno físico de la misma), en la comisión
deportiva (para organizar actividades deportivas), en la comisión de cultura (para orga-
nizar y coordinar festivales o excursiones) o en la comisión de ecoalumnado (para realizar
actividades de cuidado del entorno, del huerto, etc.), entre otras.
La participación debe considerar igualmente a las familias, ya que sin ellas difí-
cilmente se podrán superar los obstáculos y los retos a los que se enfrentan los centros
para poder avanzar. La coordinación familia-escuela es básica y debe ser bidireccional
(Paniagua y Palacios, 2005). Ambas partes deben sentirse aceptadas y valoradas y tener
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│ Sumario
objetivos comunes respecto a qué se pretende lograr con la educación, qué modelo de
ciudadano buscamos y cómo se deben organizar y planificar los centros para conseguirlo.
Para ello, será necesario posibilitar espacios y tiempos de trabajo coordinado. Las familias
son una valiosa fuente de información no solo sobre sus propios hijos e hijas, sino también
acerca de recursos o para ayudar a detectar las barreras para el aprendizaje y la participa-
ción. Por eso, debemos plantearnos qué papel le estamos permitiendo a las familias y qué
obstáculos les estamos poniendo para implicarse realmente (por ejemplo, los horarios).
Es necesario que los profesores sean sensibles a las circunstancias de cada familia y que
intenten reconocer sus fortalezas para poder encauzarlas a objetivos concretos. Por ejemplo,
si sabemos que hay un padre aficionado a la astronomía, puede ser una buena oportunidad
para que lleve su telescopio a clase cuando se está haciendo un proyecto del espacio y el
universo. Si hay una madre pintora, puede impulsar un proyecto para decorar los patios.
O si hay varias familias con dotes musicales, pueden organizar algún taller de instru-
mentos, algún concierto cuando se haga un proyecto relacionado con la música o parti-
cipar en el desfile de carnaval. Como docentes debemos coordinar esa colaboración porque
somos los conocedores de las limitaciones burocráticas u organizativas que nos podemos
encontrar y, por tanto, nos será posible repartir de manera ajustada las responsabilidades
de cada uno.
Se deben escuchar las voces diversas de las familias y, para ello, no es suficiente
con que acudan a las reuniones, sino que deben poder implicarse y ser un apoyo en las
aulas y en los centros (Calvo, Verdugo y Amor, 2016; Simón y Barrios, 2019). Con-
cretando algunos papeles que pueden desempeñar, se podría hablar de la participación
a través de canales institucionalizados, como el consejo escolar, la comisión de convi-
vencia o la Asociación de Madres y Padres del Alumnado (AMPA). Puede crearse la
figura de padre o madre delegado de curso, que puede ser un canalizador de las quejas y
sugerencias de las familias de un grupo hacia el tutor y viceversa. Pueden participar en
comisiones para organizar eventos o en las escuelas de padres (como asistentes o como
ponentes). Y también pueden colaborar en las programaciones docentes, participando
como expertos en talleres, elaborando materiales o en estructuras como los grupos inte-
ractivos que comentaremos en el siguiente apartado.
Para terminar este apartado dedicado a las familias nos parece interesante recordar
las solicitudes que las familias planteaban a los docentes de cara a mejorar las relaciones
con los centros (UNESCO, 1993):
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│ Sumario
estos retos, es un requisito previo que los profesores tengan en cuenta en sus prácticas
tanto las variables afectivas (sentirse seguros) como las sociales (sentirse parte) e inte-
lectuales de sus alumnos. La clave es la flexibilidad.
¿Cómo podemos lograr desarrollar esa coagencia? En primer lugar, y dado que
nuestro alumnado es diverso también en la forma en la que cada uno aprende mejor,
necesitaremos planificar con métodos diversos (primando los cooperativos), que den
respuesta a intereses diversos, que consideren inteligencias diversas, que escuchen las
diversas voces del aula, que reconozcan logros diversos.
Para ello, se resalta la importancia de organizar los espacios por zonas que, además,
respeten las necesidades puntuales de los estudiantes (por ejemplo, zonas de descanso
y zonas de movimiento) y contar con materiales suficientes y accesibles a los niños que
permitan la interacción (por ejemplo, a través del juego simbólico) y que puedan suponer
retos (por ejemplo, puzles). Una manera habitual de hacerlo en infantil es a través de los
rincones. En primaria, se puede continuar esta forma de trabajar a través de tareas por zonas
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Sumario │
(García-Pérez y Montero, 2014), que consiste en organizar los espacios y los tiempos de
una manera más ajustada a los intereses y ritmos de los estudiantes. Así, la clase se divide
en zonas relacionadas con el tipo de contenido que se quiere abordar (matemáticas, lengua,
arte, investigación, etc.) y los niños van decidiendo dónde trabajarán en cada momento y
van registrando las actividades realizadas en cada zona de manera individual y grupal y
autoevaluando sus progresos. Con esta organización no todos los alumnos tratan lo mismo
a la vez, pero sí todos toman parte de procesos académicos básicos, como la planificación
y la evaluación. Esta forma de trabajar requiere planificación individual previa, donde
se acuerden las actividades que cada estudiante va a realizar durante una semana o dos
en cada asignatura, señalando si son individuales o grupales. Estos planes deben ser acep-
tados por el alumnado y por su familia, así como autoevaluados al final.
El tiempo es otra variable clave para atender a la diversidad del alumnado. Los niños,
más aún los pequeños, tienen ritmos diferentes para hacer las cosas. Por eso, es importante
que los profesores planifiquen rutinas alternativas para quienes van más rápido o más des-
pacio, de forma que no haya tiempos muertos en los que puedan surgir conflictos o aumentar
el caos. Por ejemplo, quienes acaben antes su almuerzo pueden dedicar un rato a jugar con
algún puzle antes de salir al patio mientras sus compañeros o compañeras terminan.
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│ Sumario
anteriores o en otras áreas. Y, en tercer lugar, buscar metodologías activas con procedi-
mientos que favorezcan la interacción entre los estudiantes y planteen retos a partir de
sus intereses y de la realidad cercana. En el cuadro 4 se muestran tres ejemplos (López-
Vélez, 2018; Uruñuela, 2019) de manera sintética, ya que su desarrollo excedería los
objetivos de este capítulo.
Metodología Descripción
Aprendizaje basado en pro- Los estudiantes planifican, llevan a cabo y evalúan proyectos, vincu-
yectos (ABP). lados con el mundo real y que concluyen con un producto final (vídeo,
presentación, material, etc.). Con ayuda del profesor, el alumnado selec-
ciona el tema, se plantea qué quiere saber, se organiza en pequeños
grupos de trabajo, busca y selecciona información, sintetiza la infor-
mación y evalúa el resultado conseguido.
Aprendizaje servicio (ApS). Propuesta que combina el aprendizaje con la prestación de un servicio a
la comunidad. Se busca una necesidad del entorno a la que dar respuesta
con el proyecto. Se planifica un plan de acción para dar respuesta a esa
necesidad poniendo en práctica los aprendizajes realizados (y realizando
otros nuevos). Supone la puesta en acción de contenidos interdiscipli-
nares e implica la reflexión sobre la práctica.
Aprendizaje cooperativo Trabajo en grupos heterogéneos donde los alumnos trabajan juntos
(AC). para aprender. Requieren interdependencia positiva (solo tendrán éxito
cuando todo su grupo lo tenga), responsabilidad individual y grupal
(todos tienen algo que hacer y la oportunidad de contribuir al apren-
dizaje de sus compañeros) y habilidades interpersonales y grupales.
Grupos interactivos. Trabajo en grupos heterogéneos en los que hay un adulto (familiar,
voluntario, docente, etc.) que ayuda a dinamizar su funcionamiento, ya
sea favoreciendo procesos de ayuda entre los alumnos o ayudándoles a
organizar la actividad. Hay tantos grupos como adultos y en cada uno se
realizan actividades diferentes, pero relacionadas entre sí, planificadas
de antemano por el tutor. Los grupos de alumnos van cambiando de
actividad, mientras que los adultos permanecen fijos en las actividades.
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Y, por último, como parte esencial de todo proceso educativo, hay que pensar en
la evaluación, para que también respete los principios inclusivos (López-Vélez, 2018;
Rappoport y Sandoval, 2015). La evaluación no debe entenderse como un momento de
rendir cuentas, sino que debe primar la función pedagógica de la misma. Ello implica
ayudar a detectar los puntos fuertes y las dificultades tanto del proceso de aprendizaje
del alumno como del proceso de enseñanza llevado a cabo por el docente para poder
establecer planes de mejora. Para ello, y aunque se tratará al hablar de la motivación, es
importante evaluar teniendo en cuenta los progresos de los estudiantes, no solo los logros
en relación a unos estándares fijados externamente. Además, debemos evaluar de manera
integral, no centrándonos exclusivamente en aspectos cognitivos, sino incluyendo tam-
bién aspectos afectivos, sociales, motores, etc.
Por otro lado, y al igual que en el resto de la planificación docente, se deben alternar
actividades individuales y grupales, usar distintos formatos (observación, diarios, vídeos
y fotos, portafolios, exámenes, etc.) o ser flexibles y graduar las actividades de evaluación
en términos de dificultad. Y, por supuesto, no evaluar solo el progreso de los alumnos,
sino también nuestra labor docente (Paniagua y Palacios, 2005) para analizar la adecua-
ción de los materiales elegidos, los espacios o la temporalización de nuestra propuesta
didáctica. Por último, evaluar todo el trabajo de la escuela (implicación de las familias,
innovaciones que se llevan a cabo, la organización de los centros y las relaciones con la
comunidad), aspectos para los que contamos, como ya hemos indicado, con herramientas
como el Index for Inclusion.
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│ Sumario
8. REFLEXIONES FINALES
Podríamos decir que algunas de las ideas generales que extraemos de este capítulo
y que nos ayudarán a responder a las preguntas planteadas serían las siguientes:
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Sumario │
formarse de manera continua para contar cada vez con más recursos y alterna-
tivas para dar respuesta a las necesidades cambiantes de nuestros estudiantes.
• Es necesario dar voz al alumnado y a sus familias en los procesos de centro.
Hay que gestionar canales de participación real, cuidando los espacios y
tiempos para que esta tenga lugar.
• Debemos asumir la pedagogía de la complejidad y la transformabilidad, que
supone tener expectativas elevadas acerca de las capacidades de aprendizaje
de nuestros estudiantes y planificar medidas pedagógicas flexibles (respecto
a las metodologías, materiales y evaluación) que promuevan el papel activo
de los estudiantes.
• Necesitamos adaptar contenidos y metodologías a las distintas maneras de
aprender del alumnado y a sus intereses, motivaciones y trayectorias.
• Hemos de entender la evaluación en su faceta pedagógica, es decir, aquella
que dé información a los estudiantes de su proceso de aprendizaje, de sus
puntos fuertes y débiles, y que evalúe el proceso de enseñanza seguido, así
como los procesos de centro.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
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230 www.udima.es
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
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Sumario │
7
CAPÍTULO
ESTILOS DE APRENDIZAJE
Y USO ESTRATÉGICO
DEL CONOCIMIENTO
5. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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│ Sumario
Sandra y Raquel van juntas a clase de educación primaria. Mientras que para Sandra
su asignatura preferida es Matemáticas, Raquel prefiere la asignatura de Ciencias de la
Naturaleza. A Sandra le parece muy divertido resolver los problemas que les pone su
profesora en clase. Además, le resulta fácil saber qué tiene que hacer en cada ejercicio y
casi no ha de usar los dedos para realizar las operaciones necesarias para resolver el pro-
blema. A Raquel, sin embargo, le cuesta mucho contar sin utilizar los dedos y la asigna-
tura de Matemáticas le parece muy complicada. Ahora están viendo en clase los huesos
y músculos del cuerpo humano y le encanta «adivinar» el nombre de cada uno de ellos
en las láminas que aparecen en su libro de texto. Para Sandra, las ciencias naturales son
aburridas y raramente consigue acertar el nombre de cada músculo y hueso en sus láminas.
El hecho de que los estudiantes de una misma aula puedan presentar estilos de aprendi-
zaje diferentes supone un desafío importante para nosotros como docentes, que deberemos
atender una amplia gama de necesidades de nuestros estudiantes. Una buena manera de que
profesores y maestros lleguemos a cumplir este cometido puede ser enfocar nuestro estilo
de enseñanza en el desarrollo de un uso estratégico del conocimiento por parte de los
estudiantes, ayudándoles a superar sus puntos débiles y a mejorar sus puntos fuertes, y
aportándoles las herramientas necesarias para abordar los problemas de aprendizaje.
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Sumario │
Tras esta primera introducción pasaremos a reflexionar sobre los estilos de apren-
dizaje propiamente dichos, contestando preguntas tales como ¿por qué es importante
tener en cuenta los estilos de aprendizaje de los alumnos para enseñarles a hacer un uso
estratégico del conocimiento? o ¿qué implicaciones educativas se pueden derivar de los
distintos estilos y de sus dimensiones?
Una vez explicadas las implicaciones del uso estratégico del conocimiento, nos
centraremos en la aplicación que se puede hacer de estas cuestiones directamente en el
aula. ¿Cómo podemos los docentes enseñar a nuestros estudiantes a ser más estratégicos
durante su proceso de aprendizaje? ¿Qué implicaciones tiene para el currículo? ¿Qué
métodos concretos podemos usar para enseñar estrategias de aprendizaje?
Para finalizar el capítulo, nos centraremos en responder los interrogantes acerca del
papel de la autoevaluación en el uso estratégico del conocimiento. ¿Por qué podemos
considerar la autoevaluación como una estrategia de aprendizaje? ¿Qué ayudas instruc-
cionales podemos poner en marcha para enseñar a nuestros estudiantes a autoevaluarse?
2. C
ULTURA DEL APRENDIZAJE, DIVERSIDAD Y «APRENDER A
APRENDER»
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│ Sumario
que, hoy más que nunca, el aprendizaje se prolongue a lo largo y ancho de la vida. Esta
situación ha dado lugar a la extensión de la enseñanza obligatoria, pero también de
la formación que recibimos durante nuestra vida laboral para adaptarnos a un mercado cada
vez más flexible y cambiante. Además, la necesidad de aprender se ha prolongado más
allá de las esferas de la educación formal y laboral, alcanzando también a la esfera del
ocio y del tiempo libre, bien sea a través de los medios de comunicación de masas, o
participando en actividades que requieren el aprendizaje de capacidades o destrezas
(deportes, idiomas, tecnología, etc.).
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Sumario │
Una de las características que hacen único a cada estudiante, como veíamos al
comienzo del capítulo con los casos de Sandra y Raquel, es el «estilo de aprendizaje».
Así, para Hervás (2003), el «estilo» de cada uno de nosotros estaría relacionado con
nuestra «cognición» (diferencias en las formas en las que percibimos y adquirimos cono-
cimiento), con la «formación de conceptos» (diferencias en la formación de ideas y
pensamiento), con el «afecto» y los «sentimientos» (diferencias sobre cómo sentimos
y desarrollamos valores éticos) y con el «comportamiento» (diferencias en la forma de
actuar ante las mismas situaciones).
Uno de los principales problemas a los que deberán dar respuesta nuestros estudiantes
tiene que ver con la gestión de toda la información a la que tendrán acceso. Dado que
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│ Sumario
cada vez más ámbitos de nuestra vida nos demandan nuevos y rápidos aprendizajes, no
es de extrañar que se hayan desarrollado varias líneas de reflexión sobre cómo afrontar
situaciones de aprendizaje complejas, cómo mejorar los propios procesos de aprendizaje
que ponemos en marcha en tales situaciones, cuáles son los problemas de aprendizaje que
nos podemos encontrar y cómo superar dichos problemas. De ahí la importancia que ha
cobrado en los últimos tiempos el desarrollo de la competencia de «aprender a aprender».
Para ilustrar el desarrollo de dicha competencia consideremos el cuadro 1:
Esta tarde Pablo y Rafa deben realizar un trabajo sobre el tipo de plantas que pueden encontrar en su
ciudad. Pablo quiere bajar pronto a jugar al fútbol, por lo que, sin repasar bien las instrucciones de
la tarea, se limita a hacer una lista con los tipos de plantas que aparecen en su libro de texto. Por su
parte, Rafa lee con atención el enunciado, mira los tipos de plantas que aparecen en el libro de texto
y decide pedir a sus padres que le ayuden a buscar dichas plantas en el parque del barrio. Según va
observando cada planta, va identificando su nombre en el libro y cogiendo una hoja de cada una de
ellas para incluirla en su trabajo.
En el anterior ejemplo, podemos ver cómo Rafa afronta la tarea de forma más com-
petente que Pablo desde el punto de vista de «aprender a aprender». Desde este marco,
el aprendizaje no es un ejercicio rutinario, sino que ha de entenderse como un problema
ante el cual hay que tomar decisiones y elaborar estrategias. En este sentido, «aprender
a aprender» requiere disponer de recursos que propicien el proceso de aprendizaje, pero
también requiere saber cómo y cuándo utilizar esos recursos.
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Sumario │
más adecuada. Por su parte, Rafa plantea unos objetivos más elaborados,
que requieren una secuencia de acciones, contando con una estrategia para
asegurarse de que nombra adecuadamente las plantas.
• Autoconocimiento de los propios procesos de aprendizaje. Ser consciente
de los propios puntos fuertes y débiles, así como de los estilos de aprendizaje
y de cómo lograr la superación de los bloqueos personales. De forma intuitiva,
Rafa aprovecha un estilo de aprendizaje basado más en la propia experien-
cia para resolver la tarea propuesta, mientras que Pablo utiliza una estra-
tegia más reproductiva.
• Aprovechamiento del entorno y de los recursos que ofrece para obtener
un buen aprendizaje. Aprender de la experiencia diaria, de los medios de
comunicación, mediante la discusión y cooperación con otros, aplicación
de los conocimientos adquiridos en la resolución de problemas diarios, etc.
Si comparamos las actuaciones de Pablo y Rafa, el primero únicamente usa
como recurso el libro de texto, mientras que el segundo utiliza el libro de
texto para desarrollar y autoevaluar su desempeño (recordemos que coteja
las hojas que recoge con las que aparecen en su libro), el parque cercano
donde recoge las hojas para ilustrar la tarea y, además, pide ayuda a sus
padres.
Dado que estas competencias no están presentes en todos los alumnos y que no suelen
aparecer de manera espontánea, fruto de la simple maduración, parece lógico que desde
las instituciones de educación formal se considere básico proveer a los estudiantes de las
herramientas intelectuales y sociales que les permitan gestionar su aprendizaje de manera
eficiente a lo largo y ancho de su vida.
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│ Sumario
Figura 1. Relación entre los estilos de aprendizaje, los factores cognitivos y las estrategias
Factores
cognitivos
Factores (estilos
afectivos cognitivos)
Factores
fisiológicos
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Sumario │
sistema clasificatorio (por comunidades autónomas, longitud, caudal, etc.) o mediante una
estrategia de elaboración que permita asociar los ríos a determinadas cuestiones socio-
demográficas de las regiones por las que pasan.
3.1. D
IMENSIONES O COMPONENTES DE LOS ESTILOS DE APREN-
DIZAJE
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Sumario │
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│ Sumario
Para ilustrar estos tres estilos nos Figura 2. Galletas con formas geométricas
fijaremos en la figura 2.
Un estudiante con un estilo ana-
lítico-descriptivo agruparía los
elementos según detalles físicos
comunes, como podría ser la
forma de los elementos. Así, agru-
paría las estrellas, los corazones y
los círculos en categorías distintas.
Un estudiante con un estilo rela-
cional agruparía los elementos
aludiendo a características más
Fuente: f otografía de Monika Grabkowska
funcionales; por ejemplo, podría en Unsplash.
asociar los elementos al concepto
de galleta.
Finalmente, una persona con un estilo inferencial-categorial podría asociar
los elementos bajo el concepto de «figuras geométricas».
• Extraversión-introversión. Estos estilos se refieren a la manera en la que
los alumnos se relacionan con el mundo. La extraversión implica la nece-
sidad y el gusto por interactuar con los demás, mientras que los introvertidos
se encuentran cómodos en su mundo interior, en sus propias ideas, emo-
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
ciones e impresiones (Hervás, 2003). Una forma de trabajar con este estilo
es proponer tanto tareas individuales como trabajos en grupo para que los
extravertidos puedan satisfacer su necesidad de interactuar con los otros en
los trabajos en grupo, pero aprendan a tener autonomía en los trabajos indi-
viduales; y viceversa para los introvertidos.
Tal y como acabamos de ver, podemos dar cuenta de los estilos cognitivos de nues-
tros estudiantes atendiendo a distintos factores. Así, pueden presentar diferencias en
cuanto al grado en el que dependen del contexto y la retroalimentación para ejecutar una
tarea. También se diferencian respecto a las modalidades sensoriales que les resultan
más eficaces para procesar la información, así como al grado en el que tienden a dar res-
puestas más reflexivas o impulsivas. La forma en la que elaboran los conceptos a través
de los cuales interactúan con el mundo también pueden variar, así como la dependencia
o independencia del resto de personas para estimularse. En este sentido, los docentes
debemos tener en cuenta estos estilos para programar actividades que guarden un equi-
librio para el desarrollo cognitivo de los estudiantes, permitiendo, por un lado, que los
estilos de cada uno sean usados satisfactoriamente para adquirir conocimiento y, por
otro, intentando que se incorporen, con las pautas adecuadas, ciertas destrezas relativas
a otros estilos distintos al propio.
Reflexivo • Reflexivo. Uso de autoinstrucciones para aprender los pasos que hay que
e impulsivo realizar a la hora de ejecutar una tarea. Por ejemplo, análisis sintáctico o
de texto.
• Impulsivo. Automatización de procedimientos. Por ejemplo, automatizar la
tabla de multiplicar para ejecutar operaciones más complejas con rapidez.
.../...
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
.../...
Pese a la importancia de los factores cognitivos, no podemos olvidar que otras dimen-
siones, como los afectos o las dimensiones fisiológicas, también influyen en la forma en la
que los estudiantes afrontan las situaciones de aprendizaje. Es importante que planteemos
situaciones de aprendizaje novedosas y atrayentes que despierten la curiosidad de los estu-
diantes y sus ganas por explorar y participar en las mismas, activando los mecanismos
atencionales de manera óptima para procesar la información de forma eficaz. Otra cuestión
afectiva que influye en el estilo de aprendizaje es la expectativa que tenga el alumno sobre
su propio aprendizaje. Por ejemplo, si un alumno piensa que puede superar una asignatura
si se esfuerza lo suficiente, afrontará las situaciones de aprendizaje de forma muy diferente
a aquel estudiante que piensa que no puede hacer nada para aprobar esa misma asigna-
tura, ya que las estrategias que ha probado en el pasado le han reportado invariablemente
resultados negativos. En este último caso se estaría produciendo lo que llamamos «inde-
fensión aprendida», un estado que puede llevar a que el alumno deje de intentar mejorar.
Este tipo de expectativas influyen mucho en los niveles de fracaso escolar, por lo que
deberemos proveer a los estudiantes de estrategias para abandonar tales estados de inde-
fensión; por ejemplo, implementando actividades coherentes con su estilo cognitivo, tal
y como hemos visto anteriormente, o enseñándoles estrategias de aprendizaje eficaces,
tal y como veremos en futuros apartados. Finalmente, cada alumno puede encontrar la
motivación necesaria para implicarse en una situación de aprendizaje en diferentes tipos
de incentivos, como puede ser la necesidad de relacionarse con otros (también llamada
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Sumario │
Por tanto, que un aprendiz ponga en marcha una estrategia adecuada depende
entonces de su estilo cognitivo, pero también de si presta una atención óptima, de si
tiene expectativas positivas sobre su desempeño y de si percibe algún tipo de incentivo
para actuar (Hervás, 2003). No obstante, el estilo de aprendizaje también se ve influido
por factores fisiológicos, tales como los ritmos biológicos o biorritmos.
Por todos estos motivos, merece la pena que los docentes dediquemos algo de
tiempo a la reflexión sobre las diferencias individuales de nuestros estudiantes y sobre
cómo podemos mejorar nuestra programación didáctica según los estilos de aprendizaje,
usándolos de manera estratégica para aumentar la competencia de «aprender a aprender».
De este modo, hacemos hincapié en la necesidad de ofrecer tareas diversas que aborden
distintos estilos, posibilitando que todos los alumnos tengan éxito en su ejecución y que
puedan tener contacto y adquirir estrategias afines a los distintos estilos.
Una vez que hemos ilustrado la necesidad de tener en cuenta los estilos de aprendizaje
para fomentar el aprendizaje estratégico de nuestros estudiantes, considerando su diversidad,
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Sumario │
las estrategias son guías de las acciones que hay que seguir. Estas guías de acción ayudan
a tomar decisiones conscientes sobre qué se necesita hacer y qué técnica es más adecuada
para alcanzar una meta concreta. Algunas estrategias son la autoevaluación del conocimiento
actual sobre un tema, la reflexión consciente sobre el objetivo de una tarea, planificar cómo se
abordará una tarea, autoevaluar la propia actuación, etc.
Por tanto, cuando Raquel (una de las alumnas de las que hablábamos al inicio del capí-
tulo) se plantea cómo abordar el estudio de los músculos del cuerpo humano para el
siguiente examen, estará haciendo un uso estratégico si, en primer lugar, entiende que
estudiar para ese examen no requiere un procedimiento rutinario o automatizado, como,
por ejemplo, la mera memorización. Por el contrario, entenderá que para comprender la
información relativa al cuerpo humano y poder utilizarla en el examen (estableciendo
estas como sus metas de aprendizaje) va a tener que planificar las acciones que llevará
a cabo (releer la información del libro de texto, observar detenidamente las figuras del
cuerpo humano, hacer sus propios dibujos señalando dónde están cada uno de los huesos y
músculos, etc.), ajustándose a las demandas de la tarea (por ejemplo, trabajando al menos
las unidades didácticas que se evaluarán en el examen), a los factores contextuales (por
ejemplo, previendo el tiempo que tiene para estudiar) y a los recursos con los que cuenta
(por ejemplo, libro de texto, cuaderno para dibujar, fichas del cuerpo humano, etc.).
Por tanto, para que Raquel pueda aplicar una estrategia de aprendizaje es necesario
que sea consciente, en parte, de los conocimientos que ya tiene y de los que ha de manejar
para alcanzar su meta de aprendizaje. También debe ser consciente de algunos procesos
mentales que tiene que utilizar para gestionar esos conocimientos, como los implicados en
la planificación, en la puesta en marcha y en la supervisión de estrategias de aprendizaje.
Además, es necesario que sea consciente de las condiciones que presenta la propia actividad
de aprendizaje (como, por ejemplo, dónde, cuándo, cómo y con quién llevarla a cabo).
Todo ello conlleva ser consciente de la propia cognición.
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Sumario │
En función de todo lo comentado hasta ahora podemos definir algunos factores que
van a influir en el desarrollo y en el uso del conocimiento estratégico y que, por tanto,
debemos conocer para promoverlo en nuestras aulas. Para acercarnos a estos factores o
dimensiones debemos partir de una serie de preguntas: ¿todas las metas de aprendizaje y
tareas que proponemos en nuestras aulas requieren un acercamiento estratégico?; ¿hasta
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│ Sumario
qué punto es necesario que los estudiantes hagan un uso controlado y automatizado de las
estrategias?; ¿cómo tener en cuenta la eficacia en el uso estratégico del conocimiento?;
¿el uso de una estrategia u otra está influido socialmente?; y ¿cuál es la relación entre el
conocimiento estratégico y el resto de tipos de conocimiento?
Para dar respuesta a estas preguntas e ir explicando los factores que pueden influir
en el desarrollo y en el uso del conocimiento estratégico nos centraremos en la siguiente
experiencia de aprendizaje:
Cuadro 3. E
xperiencia de aprendizaje basada en proyectos sobre dinosaurios para niños de educación
primaria
El proyecto comienza cuando los niños se encuentran al llegar a clase un gran huevo con una carta de
un arqueólogo en la que se explica que el huevo les ha sido confiado para que lo cuiden y desentrañen
el misterio que encierra. Cuando el huevo eclosiona, los niños ven que se trataba de un huevo de dino-
saurio. Tras la emoción de saber qué contenía el huevo, a los niños les surgen varias preguntas que son
difíciles de contestar en el aula: qué tipo de dinosaurio es, qué cosas come, dónde vive, etc. Así que,
a la hora del recreo, deciden ir a preguntar al profesor que imparte historia a los niños mayores. Con
ayuda del profesor consiguen saber los datos básicos sobre el dinosaurio, que plasman en un mural
junto a sus propios dibujos del dinosaurio, su alimentación y su hábitat. Cada cierto tiempo los niños
reciben un mensaje del arqueólogo pidiéndoles ayuda para identificar y clasificar ciertos dinosaurios
y para construir maquetas de los mismos. Como resultado del proyecto, la profesora elabora una web
en la que todo el mundo puede ver las tareas que han desarrollado sus alumnos durante el proyecto.
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Sumario │
estrategias para su consecución. Por ejemplo, cuando eclosiona el huevo, los niños quieren
conocer más datos sobre el dinosaurio y deciden acudir a un profesor de la escuela, pero
podrían haber acudido a internet con ayuda de sus hermanos mayores o haber ido a un
museo de ciencias naturales.
C) ¿ Hasta qué punto es necesario que los estudiantes hagan un uso controlado
y automatizado de las estrategias?
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│ Sumario
para poder llegar a ese control consciente, Monereo (2001) explica la necesidad de realizar
el siguiente proceso. En un primer momento, el alumno tiene que lograr cierta destreza en
la ejecución de una técnica gracias a la repetición prolongada de su ejecución, consiguiendo
finalmente su automatización. Así, para escribir una redacción sobre dinosaurios, es
necesario primero automatizar la escritura de palabras y frases. En una segunda fase se
podrían crear redacciones cortas uniendo frases que pueden tener cierto sentido unas tras
otras. Sin embargo, solo se llegaría a un uso estratégico de estos conocimientos cuando se
planificase adecuadamente qué se va a contar y cómo, siguiendo una estructura de inicio,
nudo y desenlace, por ejemplo, lo que constituiría en sí mismo la aplicación de una estrategia.
En este caso, la aplicación de la estrategia responde a una iniciativa consciente sobre la
base de la automatización de una serie de procedimientos previos. Los docentes debemos
procurar que nuestros estudiantes desarrollen esta última fase mostrándoles posibles
estrategias, generalmente mediante soportes externos (por ejemplo, diagramas, dibujos, etc.),
con el propósito de que ante cada nueva situación de aprendizaje sean ellos los que vayan
decidiendo qué estrategia sería más útil aplicar en cada caso.
D) ¿Hasta qué punto el uso de una estrategia u otra se debe a la influencia social?
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Sumario │
Para hacer un uso estratégico del conocimiento hace falta dominar hasta cierto punto
el contenido con el que se está trabajado; por ejemplo, para hacer un mural sobre dino-
saurios, es preciso conocer cierta información sobre los mismos (tipos de dinosaurios,
qué comen, etc.) y saber representar esa información mediante dibujos, textos, etc. Sin
embargo, la versatilidad de este tipo de tareas permite alcanzar los objetivos practicando
diferentes estrategias dentro de la zona de desarrollo próximo del alumno. Por ejemplo, los
niños pueden llegar a identificar los dinosaurios utilizando dibujos, fotografías, escenas de
películas, etc., representando todo ello en el mural. Este manejo variado de estrategias
hará a los alumnos más competentes en la resolución de nuevos problemas similares.
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│ Sumario
que luego se podrían aplicar a cualquier otro tipo de problema. Sin embargo, se ha
demostrado que esto no es así: es preciso practicar las estrategias desde cada área y tipo
de conocimientos, pues las personas tenemos una capacidad limitada de transferir estas
capacidades de forma eficaz a otros campos de conocimiento.
Tal y como se comentó al principio del capítulo, el uso del conocimiento estraté-
gico se ha convertido en una cuestión tan importante para adaptarse a la sociedad del
conocimiento y del aprendizaje que no podemos dejar a la suerte de cada individuo la
adquisición de estas competencias, sino que la escuela debe promover su aprendizaje de
manera eficaz, lo que implica para los docentes un cambio en el diseño de actividades,
que incluye enfrentar a nuestros alumnos a situaciones y problemas cercanos a los que
se presentan en la vida cotidiana.
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Sumario │
Algunos autores proponen diferentes fases secuenciales para trabajar las estrategias de
aprendizaje. A continuación, haremos un repaso sobre las mismas señalando algunas
de las preguntas que, como docentes, debemos hacernos en cada fase y que iremos con-
testando en próximos apartados. Gargallo (2012) propone, en primer lugar, que el equipo
docente realice un análisis de las demandas del escenario escolar, así como de los medios
y recursos disponibles y de los conocimientos previos de los alumnos sobre el manejo
de estrategias. A partir de ahí deberíamos preguntarnos cómo se deben introducir las
estrategias en el currículo: ¿como contenidos transversales a distintas materias o como
materia independiente? (véase apartado 4.2.1). En una segunda fase se debe desarrollar la
planificación de la enseñanza, lo que implica formular objetivos y concretar qué estrate-
gias se van a trabajar en diferentes asignaturas. En este sentido es necesario preguntarse
cómo vamos a organizar los procedimientos estratégicos en el currículo y qué criterios
deben seguirse para agrupar dichos procedimientos (véase apartado 4.2.2). En un tercer
momento deberá llevarse a cabo la ejecución o el desarrollo de las acciones didácticas
programadas, considerando qué métodos pueden aplicarse para la enseñanza de estrate-
gias de aprendizaje (véase apartado 4.2.3). Finalmente, se llevará a cabo la evaluación
de todo el programa, lo que nos hace preguntarnos cuál es el papel de la autoevaluación en
el uso del conocimiento estratégico (véase apartado 4.3).
4.2.1. C
ómo introducir las estrategias de aprendizaje en el currículo
formal
De acuerdo con las fases esbozadas en el apartado anterior, uno de los primeros
pasos para trabajar el uso de conocimiento estratégico en el aula consistiría en deter-
minar cómo se deben enseñar las estrategias de aprendizaje y las habilidades metacog-
nitivas, y cómo debe ser la integración de las mismas en el currículo. A este respecto,
podemos distinguir dos posiciones o enfoques. La primera de ellas considera que las
«estrategias de aprendizaje» son un conjunto de habilidades y procedimientos de carácter
general que deben aprenderse al margen de cualquier contexto o contenido específico
para que una vez aprendidas puedan aplicarse al resto de materias. Así, las estrategias de
aprendizaje se integrarían en el currículo mediante asignaturas específicas, carentes
de contenidos concretos y que se han llegado a impartir en algunas ocasiones bajo
nombres como «técnicas de estudio». Esta perspectiva ha sido criticada aludiendo a
diversas cuestiones. En primer lugar, Monereo, Pozo y Castelló (2001) argumentan que,
cuando pensamos, siempre lo hacemos en función de un contenido concreto que tiene
sus propias claves. Es decir, aunque podamos aprender a ser estratégicos afrontando
problemas de matemáticas, como veíamos anteriormente, esto ayudará poco a serlo, por
ejemplo, afrontando una tarea abierta de escritura. Habrá que aprender también en esa
área cómo aplicar las destrezas concretas necesarias para llegar a esa meta. Por supuesto,
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│ Sumario
encontraremos procesos que serán parecidos: habrá que tener conciencia de la tarea y de
las propias capacidades, planificar, poner en marcha y supervisar las propias acciones,
pero estas habilidades se tienen que practicar con los contenidos concretos porque tendrán
variaciones relacionadas con el tipo de conocimiento que se esté manejando. De igual
manera, es difícil transferir de inmediato lo aprendido en una situación a otros dominios
o contextos distintos. Saber aplicar lo aprendido en clase de matemáticas a una situación
de compra en un supermercado no es algo tan automático: es importante establecer puentes
entre los contextos y acercar las situaciones escolares a la vida fuera de las aulas. Solo
de este modo se facilita que los aprendices sean realmente competentes. La perspectiva
que argumenta que se deben enseñar técnicas y estrategias de estudio de forma general,
además, suele proponerse por parte de personas ajenas al centro educativo, lo que dificulta
que tengan en cuenta las creencias, concepciones y prácticas habituales de los profesores
y que estos se encuentren realmente comprometidos con el proyecto. Todo ello redunda
en una menor durabilidad y eficacia de este tipo de iniciativas.
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Sumario │
4.2.2. C
ómo organizar los procedimientos en el currículo. Bloques proce-
dimentales
Siguiendo este criterio, Pozo y Postigo (2000) proponen cinco bloques de procedi-
mientos (o ejes procedimentales) que permiten la organización de los contenidos sobre
cómo usar y aplicar los procedimientos dentro del currículo, intentando guardar un equili-
brio entre la rigurosidad teórica y el pragmatismo que debe imperar en la práctica docente.
En el cuadro 4 podemos ver los cinco bloques procedimentales, así como los procedi-
mientos o técnicas específicas que pueden englobar cada uno de ellos. Esta propuesta
está elaborada según una secuencia lógica que puede ser útil para comprender mejor los
procedimientos necesarios para «aprender a aprender». No obstante, esto no quiere decir
que toda actividad deba incluir los cinco tipos de procedimientos, ni que deban aplicarse
en el mismo orden, ya que con frecuencia los procedimientos se encuentran conectados
de diferentes maneras según la actividad.
Bloques de
procedimientos Procedimientos Ejemplos de tareas que trabajan
basados en las específicos o técnicas los procedimientos específicos
funciones cognitivas
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Bloques de
procedimientos Procedimientos Ejemplos de tareas que trabajan
basados en las específicos o técnicas los procedimientos específicos
funciones cognitivas
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procedimientos Procedimientos Ejemplos de tareas que trabajan
basados en las específicos o técnicas los procedimientos específicos
funciones cognitivas
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Bloques de
procedimientos Procedimientos Ejemplos de tareas que trabajan
basados en las específicos o técnicas los procedimientos específicos
funciones cognitivas
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discurso oral y escrito (por ejemplo, reconocer las ideas principales y secun-
darias de un texto sobre dinosaurios para organizar dicha información en
un mural). También se han identificado estrategias que mejoran el estable-
cimiento de relaciones conceptuales, como la relación de factores causales
para explicar un fenómeno o la distinción de diversos niveles de análisis (por
ejemplo, realizar un pequeño análisis sobre las razones que podrían haber lle-
vado a la extinción de los dinosaurios y por qué unas son más plausibles que
otras). Finalmente, también se incluye en este eje la organización conceptual
de la información mediante la clasificación, el establecimiento de relaciones
jerárquicas, etc. (por ejemplo, elaborar una línea temporal donde se ubique
el periodo en el que vivieron las diferentes especies de dinosaurios).
• Procedimientos para comunicar lo aprendido. Lejos de la creencia de que
es suficiente con saber algo para ser capaz de comunicarlo o transmitirlo, lo
cierto es que, para poder comunicar un conocimiento, son necesarias estra-
tegias específicas. Así, cualquier actividad comunicativa puede ser plani-
ficada y organizada según los propios objetivos del comunicador y de los
receptores potenciales. Por otro lado, este proceso de planificación y estruc-
turación deliberada no solo permite comunicar mejor los contenidos, sino
también comprenderlos mejor. Estos procedimientos para la comunicación
incluirían estrategias de expresión oral (por ejemplo, mediante la organiza-
ción de un debate sobre las causas de la extinción de los dinosaurios, donde
se den pautas previas sobre cómo justificar y defender la propia opinión),
estrategias de expresión escrita (por ejemplo, mediante la elaboración de
una redacción estructurada sobre el ciclo de la vida de un dinosaurio) y otros
recursos expresivos (por ejemplo, a través de la elaboración de un collage
con fotografías obtenidas de internet, revistas, etc., sobre el hábitat de un
dinosaurio concreto).
Para finalizar este apartado debemos señalar una serie de cuestiones que hay que
tener en cuenta a la hora de contemplar los ejes procedimentales y sus estrategias dentro
del currículo (Monereo et al., 2001). En primer lugar, una tarea escolar puede requerir
que se utilicen distintos tipos de procedimientos simultáneos. No obstante, también es
necesario diseñar actividades específicas para cada uno de dichos procedimientos con la
finalidad de asegurarnos de que son comprendidos y que se usan de manera adecuada.
Por otro lado, tenemos que ser conscientes de que no todos los procedimientos van a tener
el mismo peso en el currículo, ya que, mientras que algunos de ellos son comúnmente
utilizados en distintas materias, otros son específicos de materias determinadas, siendo
su utilización marginal en el resto. Incluso, en estos casos, es adecuado que este tipo de
procedimientos específicos ocupen un lugar relevante en el currículo.
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Sumario │
Otra cuestión fundamental se refiere a que los ejes procedimentales permiten establecer
relaciones entre distintas áreas de conocimiento, lo que puede utilizarse para elaborar
una organización transversal de la enseñanza de procedimientos. De igual manera, se
puede promover una organización vertical entre cursos o etapas que implique una mayor
complejidad a la vez que vamos cambiando de etapa. A este respecto, la secuenciación
de contenidos debe tener en cuenta cuatro aspectos que implican una progresión en el
uso estratégico del conocimiento: las actividades deben dirigirse cada vez a metas más
profundas; deben exigir un mayor control y autorregulación consciente; deben comprender
situaciones progresivamente más inciertas; y deben introducir una mayor complejidad en
los procedimientos de manera gradual.
Una vez que hemos repasado una forma de organizar las estrategias de aprendizaje
en el currículo de manera funcional, vamos a ver de forma sucinta algunas propuestas
metodológicas que pueden utilizarse de cara a enseñar dichas estrategias, basándonos en
la propuesta de Monereo et al. (2001), trabajo que puede consultarse para profundizar
sobre estas cuestiones. Para ilustrar los métodos de enseñanza de estrategias nos basa-
remos en el siguiente proyecto educativo:
Cuadro 5. Proyecto educativo para niños de primaria sobre el antiguo Egipto y las momias
El proyecto comienza cuando el docente organiza una visita a un museo de arqueología donde los
niños encuentran una misteriosa carta sobre la vida y muerte de una de las momias que se encuentran
dentro de la exposición. A partir del contenido de la carta y de la información que el profesor les ha
proporcionado sobre las piezas de la exposición, los niños deben generar hipótesis sobre la momia
a la que hace referencia la carta; primero, mediante una lluvia de ideas, y, luego seleccionando, de
forma consensuada en el grupo, un número concreto de hipótesis con sus correspondientes justifica-
ciones. A continuación, deben contrastar su hipótesis haciendo preguntas a las educadoras del museo.
Una vez averiguado quién era el protagonista de la historia, los niños debaten sobre qué temas les
gustaría saber más, como, por ejemplo, cómo se conservan las momias, la escritura de los antiguos
egipcios, los sarcófagos, las pirámides, etc. Ya en clase, se propone una fase de documentación sobre
dichos temas, en la que los alumnos acuden a la biblioteca y recurren a su familia para documentarse
a través de libros, maquetas, murales, etc. Posteriormente, se realizan distintas actividades: visionado
de documentales sobre dónde está Egipto, su bandera, cómo vestían, etc.; construcción de sus pro-
pias pirámides y sarcófagos con distintos tamaños y materiales; ejecución de ejercicios de matemá-
ticas y lengua sobre esta temática; aprendizaje sobre cómo se elaboraba el papiro y las razones por
las que lo hacían de esa manera; y la ejecución de un taller de vestimenta egipcia y otro de cocina.
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• Métodos para explicitar la estrategia. Tienen por objetivo que los estu-
diantes conozcan en qué consiste un procedimiento determinado y cuáles son
sus características, su propósito, su valor y su utilidad. De igual modo, estos
métodos van encaminados a la toma de conciencia sobre las decisiones que
hay que efectuar para resolver una tarea de aprendizaje. Por tanto, se trata
de un acercamiento más reflexivo a esas tareas, haciéndoles explícitos los
procesos de planificación, regulación y evaluación involucrados en la misma.
Además, estos métodos permiten conocer cuáles son los conocimientos
previos de los estudiantes respecto a estas estrategias para que, a su vez,
el profesor pueda regular el proceso de enseñanza. Entre los métodos de
enseñanza que pueden incluirse en esta categoría cabe destacar:
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
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Sumario │
Antes de finalizar este apartado nos parece interesante señalar, a modo de resumen,
cinco pautas metodológicas extraídas de diversos proyectos y programas educativos con
tradición en la enseñanza de estrategias de aprendizaje con el objetivo de orientar otras
actuaciones pedagógicas (Monereo, Castelló, Clariana, Palma y Pérez, 1999).
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│ Sumario
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Sumario │
con la exposición manifiesta de dichos criterios o directrices que servirán para evaluar
el trabajo, tanto para estudiantes como para profesores. Estos criterios establecen los
objetivos que hay que alcanzar, guiando al alumno en la selección de estrategias de
aprendizaje de forma más selectiva y eficaz. Finalmente, los niveles de perfección
que se marque el estudiante también influyen en la autoevaluación, ya que, aun siendo
consciente de que su trabajo puede mejorar, un alumno puede darse por satisfecho al
llegar al nivel que fijó cuando planificó la tarea.
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│ Sumario
5. REFLEXIONES FINALES
A lo largo de este capítulo hemos visto que la cultura del aprendizaje, en la que nos
vemos inmersos, demanda una alta competencia en el uso estratégico del conocimiento
para saber buscar, seleccionar, gestionar y operar con la gran cantidad de información
que tenemos disponible de forma eficaz y eficiente para resolver nuestros problemas dia-
rios. De esta manera, si Raquel (una de las protagonistas del ejemplo con el que iniciá-
bamos el capítulo) decidiera estudiar para su examen sobre el cuerpo humano contando
con toda la información presente en internet, tendría un serio problema.
Entonces, ¿qué implica hacer un uso estratégico del conocimiento y cómo afecta a una
mejora del aprendizaje? El uso estratégico del conocimiento implica un buen uso de las
estrategias de aprendizaje, es decir, de las secuencias de acciones que nos permiten la
adquisición, el almacenamiento y la utilización de la información de forma deliberada.
Para ello, cuando nos enfrentamos a una tarea de aprendizaje, debemos planificar, eje-
cutar, supervisar y evaluar dicha secuencia de acciones, tomando decisiones en cada
momento enfocadas a la consecución de la meta de aprendizaje fijada. Ya veíamos cómo
Raquel debía aplicar ciertas estrategias, teniendo en cuenta las demandas de la tarea, los
factores contextuales y los recursos de que disponía para afrontar de manera estratégica
el estudio de su examen sobre el cuerpo humano. La conciencia y el control de todos
estos mecanismos hacen que Raquel pueda autorregular su propio comportamiento hacia
la meta de aprendizaje fijada.
Ahora bien, ¿cómo podemos ayudar a nuestros estudiantes para que desarrollen un
uso estratégico del conocimiento? La enseñanza sobre cómo realizar un uso estratégico
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Sumario │
del conocimiento se basa en gran medida en proporcionar las pautas necesarias para que
los alumnos desarrollen el conocimiento y la aplicación intencional de procedimientos.
Desde nuestro punto de vista, los procedimientos deben enseñarse junto a los contenidos
curriculares de referencia y no como un conjunto de técnicas carentes de contenido. Así,
Sandra y Raquel aprenderán estrategias de razonamiento matemático en la clase de mate-
máticas y estrategias de interpretación de textos en la clase de lengua, aunque podrán
adquirir o practicar estrategias de organización de la información en ambas asignaturas.
De este modo, hemos visto una posible clasificación de procedimientos en función de si
permiten la adquisición, la interpretación, el análisis y el razonamiento, la compresión y
organización o la comunicación de la información. Esta clasificación facilita al docente
la identificación de procedimientos específicos para trabajar dichas funciones cognitivas
y la elaboración de actividades instruccionales adecuadas.
No obstante, para ayudar al docente en esta ardua tarea, también hemos hablado de
una serie de métodos instruccionales dirigidos a explicitar las estrategias más adecuadas
ante un problema de aprendizaje determinado, a favorecer la práctica guiada de dichas
estrategias y, finalmente, a favorecer la práctica independiente, promoviendo la auto-
nomía y autorregulación que requiere el uso estratégico del conocimiento. Así, ante un
problema de matemáticas, el profesor de Sandra y Raquel podría dar a conocer, paso a
paso, la estrategia que debe aplicarse mediante un modelado de pensamiento para, pos-
teriormente, dejar tiempo a los alumnos con la finalidad de que repitan el mismo proce-
dimiento. Por otro lado, el profesor de Pablo y Rafa podría aplicar una discusión sobre
el proceso de pensamiento para debatir las estrategias empleadas por cada uno de los
estudiantes para realizar su trabajo acerca de las plantas de su ciudad y definir alterna-
tivas más estratégicas. Finalmente, el profesor de matemáticas de Sandra y Raquel podría
aplicar una tutoría entre iguales para favorecer la práctica independiente de las estrate-
gias de razonamiento lógico-matemático.
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│ Sumario
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274 www.udima.es
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Sumario │
8
CAPÍTULO
MOTIVACIÓN, EMOCIÓN
Y APRENDIZAJE
6. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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│ Sumario
Es un hecho conocido que los niños más pequeños manifiestan una gran curiosidad y
deseo de aprender, pero también que este deseo tiende a disminuir con la edad, al menos
en relación con los aprendizajes escolares. También es un hecho que durante la enseñanza
secundaria obligatoria (ESO) los problemas de falta de interés y esfuerzo por aprender
se acentúan, hasta el punto de que no es infrecuente que, debido a los mismos, muchos
alumnos dejen de asistir regularmente a clase y, sobre todo, que los niveles de rendimiento
escolar disminuyan. Este hecho da lugar a que todo profesor, de forma más o menos explí-
cita, se plantee varias preguntas: ¿qué puedo hacer para no desmotivar a mis alumnos? y
¿qué puedo hacer para conseguir que se interesen y se esfuercen por comprender y aprender
lo que se les propone y no solo por aprobar? Y si el desinterés es extremo, ¿qué puedo
hacer para aprovechar sus intereses y motivaciones −en principio no relacionados con el
aprendizaje− para que a pesar de todo aprendan? ¿Y qué puedo aconsejar a los padres si me
preguntan qué podrían hacer ellos desde la familia para que sus hijos se sintieran motivados
por aprender? El objetivo de este capítulo es ayudar a los profesores a responderse estas
preguntas. Antes de intentarlo, sin embargo, es importante tomar conciencia de lo que
implican, de modo que la tarea pueda afrontarse con expectativas realistas.
Las tres primeras preguntas empiezan del mismo modo: «qué puedo hacer para...».
Este hecho implica que, en principio, el objetivo de reflexión debe ser el entorno de
aprendizaje, no las motivaciones de los alumnos. Es preciso que los profesores conozcamos
de qué modo el planteamiento de la enseñanza y las actividades de aprendizaje contribuyen
a crear un entorno facilitador del interés y el esfuerzo por aprender. Para saber cómo
conseguir crear este entorno es necesario, sin embargo, disponer de criterios que nos
permitan valorar la adecuación de nuestra propia actividad, criterios que vendrán dados por
las características personales de los alumnos que sustentan su interés y su esfuerzo.
Conocer estos criterios es necesario porque el esfuerzo e implicación de los alumnos en
el aprendizaje depende de la «interacción» entre las características personales y las del
entorno social e instruccional, de modo que, si el entorno no incide sobre los factores
capaces de implicar al alumno o incide de modo inadecuado, los alumnos no se esforzarán.
En consecuencia, para saber qué podemos hacer –qué criterios utilizar para valorar la
utilidad potencial de nuestro trabajo−, necesitamos conocer lo que mueve interiormente
a los alumnos a esforzarse o, por el contrario, lo que les hace abandonar todo intento por
aprender. Este será el punto que se desarrollará en el apartado 3.
276 www.udima.es
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Sumario │
Un paso más. La pregunta que los profesores se plantean es «qué puedo hacer yo», no
«qué hay que hacer». Tomar conciencia de este hecho es importante porque el interés y el
esfuerzo que pone el alumnado se ve influido no solo por el entorno que crea el profesor,
sino también por otros entornos: familia, amigos, entornos creados por los medios de
comunicación social, etc. En este capítulo solo se va a tratar de lo que el profesorado
puede hacer para mejorar la calidad de su trabajo, mejora que, pese a serlo, puede no bastar
para potenciar en los alumnos en grado suficiente la motivación por aprender debido al
influjo de los otros entornos. Pero, justamente por esta posibilidad, es importante ajustar
las propias expectativas para no sentirse frustrado si no se consigue que los alumnos se
esfuercen. Además, ajustar las expectativas orienta la atención hacia lo que podemos
hacer −a lo que está bajo el propio control− de manera que sigamos intentando mejorar.
Pero ¿qué está bajo el control del profesor? La tercera implicación de las preguntas planteadas
tiene que ver con «lo que» el profesor puede hacer. A menudo se busca utilizar una técnica
aislada con el propósito de despertar el interés y estimular el esfuerzo por aprender, lo que no
suele ser suficiente. Es preciso tomar conciencia de que el esfuerzo por aprender se activa y se
mantiene en mayor o menor medida en el marco de un clima de aprendizaje configurado
por el «conjunto» de pautas de actuación del profesor, de modo que, si solo se actúa en
una dirección, sobre un factor, lo normal es que no se produzcan cambios sostenidos en la
motivación y en el modo de trabajo del alumnado que sean suficientes para mejorar su
aprendizaje. Este hecho conlleva la necesidad de conocer, primero, qué configuración de
pautas de acción del profesor –qué modelo− contribuye a crear un clima de clase, en general,
y un clima motivacional, en particular, favorecedor del interés y el esfuerzo por aprender; y,
segundo, cómo cambiar hacia modos de actuación adecuados teniendo en cuenta que
el trabajo del profesorado no es totalmente libre, sino que está también condicionado por el
marco social y legal en el que ha de moverse. Los apartados 4.1 y 5.1 de este capítulo se
dedicarán a facilitar la toma de conciencia de las pautas de actuación referidas.
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│ Sumario
emociones y el aprendizaje por dos razones. Primero, porque a menudo se habla de que un
alumno presenta problemas de motivación cuando lo que presenta son problemas de otra índole
–emocionales, de conducta, de impulsividad, etc.−, problemas que, aunque pueden influir
en la motivación, son de naturaleza distinta y hay que afrontarlos desde otros supuestos.
Y, segundo, porque, cuando se habla de aprendizaje, no todas las personas entienden lo
mismo. Es preciso, pues, establecer de qué hablamos al utilizar los conceptos mencionados.
2. M
ARCO CONCEPTUAL: APRENDIZAJE, MOTIVACIÓN Y EMO-
CIÓN
2.1. APRENDIZAJE
Puesto que lo que tratamos de ver es cómo facilitar la motivación por el aprendi-
zaje, conviene aclarar primero, al menos de manera sucinta, a qué nos referimos cuando
hablamos de «aprender». Es importante esta aclaración porque es un concepto que hace
referencia a varios aspectos diferentes, y la motivación en relación con cada uno de ellos
puede ser distinta.
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Sumario │
De acuerdo con Pozo (1996), unas veces aprendemos por mera asociación –por ejemplo,
apretar un botón hace que suene el timbre−, pero otras veces aprendemos por reestructu-
ración de lo que ya sabemos, modificando nuestra representación de lo que implica, esto
es, construyendo un nuevo modelo de los aspectos de la realidad en consideración, como
cuando aprendemos la diferencia entre calor y temperatura y el carácter aislante o no de
los materiales, y entendemos las razones de una y otro. Lo importante, sin embargo, es que
hay aprendizajes que se producen de manera no intencional y otros que requieren intencio-
nalidad y esfuerzo. Un ejemplo de los primeros es el que se produce cuando observamos
que, si abrimos la mano, el chupete cae. Nos resulta interesante verlo –es algo que para
el bebé tiene sentido− y repetimos el proceso. Por el contrario, no es evidente el valor de
muchos de los aprendizajes escolares, por lo que normalmente se requiere intencionalidad
y esfuerzo, sobre todo porque, a menudo, dependiendo sobre todo de la naturaleza y de la
complejidad del aprendizaje que se quiere lograr, no sabemos qué hacer para conseguir el
objetivo perseguido. Por ejemplo, para un niño de 8 o 9 años no es evidente para qué es
necesario aprender categorías gramaticales tales como los tipos de adjetivos, etc. Se requiere
motivación, pero ¿qué queremos decir cuando empleamos ese término? ¿Qué significa?
2.2. MOTIVACIÓN
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Sumario │
2.3. EMOCIÓN
En los párrafos anteriores hemos señalado que la motivación por conseguir un obje-
tivo conlleva «respuestas emocionales» de agrado o desagrado ligadas a la anticipación de
la consecución o no del mismo, al hecho de lograrlo o no y al propio proceso de aprendi-
zaje en cuanto que conlleva un costo. En distintos momentos del proceso de aprendizaje,
y según lo que ocurra a lo largo del mismo, los estudiantes pueden experimentar tensión
ante los desafíos, preocupación y ansiedad ante un examen, tensión, aburrimiento o satis-
facción durante el mismo, y alegría, orgullo, frustración, tristeza, desilusión, vergüenza,
culpa, admiración, enfado y envidia tras acabar, entre otras emociones. En la medida en
que las emociones que se experimentan sean negativas, su efecto sobre la motivación
por aprender también lo será. Por esta razón, el profesorado debe preguntarse qué puede
hacer para evitar que los alumnos experimenten emociones negativas durante el proceso
de aprendizaje y para conseguir que lo que ocurre durante el mismo se asocie a emociones
positivas. Algo se puede hacer en la medida en que las «emociones» son respuestas per-
sonales con un componente fisiológico y un componente cognitivo: es la interpretación
del significado de lo que nos está ocurriendo en el contexto en el que nos está ocurriendo
(appraisal) lo que hace que interpretemos la respuesta fisiológica que integra la emoción
como preocupación, ansiedad, tristeza, etc. Pero esa interpretación –no siempre plena-
mente consciente− puede modificarse dependiendo de dónde enfoquemos nuestra aten-
ción. Por ejemplo, experimentar que nos hemos equivocado puede producirnos tristeza
en la medida en que lo interpretamos como fruto de nuestra incompetencia. Pero, si nos
preguntamos qué es lo que está mal y vemos el error como una ocasión para aprender,
aunque podamos experimentar el fastidio de no haber terminado aún, también experi-
mentaremos, tras entender cuál es la razón del error, la satisfacción de haber aprendido.
Teniendo claro qué implica aprender, qué significa estar o no motivado y cuál es el rol
de las emociones en relación con el aprendizaje y la motivación, procede pasar a examinar
en detalle de qué depende el mayor o menor esfuerzo e interés que los alumnos ponen en
aprender –su motivación−, a fin de disponer de criterios para valorar lo que el profesorado
puede hacer para potenciar esa motivación.
3. C
ONDICIONANTES PERSONALES DE LA MOTIVACIÓN POR
APRENDER
Los estudios acumulados sobre las razones personales que hacen que los alumnos
trabajen por aprender (Pintrich y Schunk, 2006) muestran que el esfuerzo depende bási-
camente de dos grupos de factores en parte relacionados:
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│ Sumario
El esfuerzo que los alumnos ponen en aprender depende del grado y de la dirección de
las metas que definen los beneficios que potencialmente puede proporcionar el hecho
de esforzarse por aprender lo que se les propone. Por un lado, las metas pueden hacer que
se afronte el trabajo en mayor o menor grado con una «motivación intrínseca», basada
en la búsqueda de la satisfacción que proporciona la experiencia de sentirse competente
−experiencia que se produce cuando se toma conciencia de lo que se ha aprendido o de lo que
se ha llegado a ser capaz de hacer−. Por otro lado, pueden hacer que el trabajo se afronte con
una «motivación extrínseca», basada en la obtención de recompensas externas a la propia
tarea o a la valoración por parte de otras personas. Finalmente, pueden hacer que lo que se
busque sea evitar experiencias negativas ligadas al costo que puede suponer esforzarse o
correr el riesgo de quedar mal, experiencias que contribuyen a generar una falta de motivación
generalizada (Ryan y Deci, 2000). En la figura 1 se recogen las principales metas que los
profesores deben tener en cuenta, cuyo significado e implicaciones pasamos a describir.
Figura 1. Metas académicas y sociales que afectan al interés y al esfuerzo por aprender
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Sumario │
A) D
eseo de relación: trabajamos si estamos en un entorno social en el que nos
sentimos a gusto
Una de las motivaciones básicas de la persona tiene que ver con su «deseo de
relación» (Deci y Ryan, 2000). Es un hecho que el aprendizaje no se produce en el
vacío, sino en un entorno social en relación con el que necesitamos sentirnos integrados,
aceptados, conectados, necesidad que responde a nuestro deseo de relación y que, en la
medida en que es satisfecha, contribuye a configurar nuestro sentimiento de pertenencia
al grupo. Este sentimiento es fundamental para el equilibrio afectivo (Maslow, 1954) y
hace que la persona que lo experimenta tenga a los miembros del grupo como fuente de
referencia para muchos aprendizajes. Por este motivo, si un alumno no se siente aceptado
y conectado con los compañeros y profesores en un entorno emocionalmente estable, se
producen una serie de emociones negativas que dificultan la aceptación de los objetivos
y de las actividades que trata de promover la institución. La figura 2 muestra la dinámica
del clima social de la escuela, en general, y de la clase, en particular.
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│ Sumario
A estos elementos habría que añadir el grado en el que, fuera de la propia clase, la
escuela es amena, aplica reglas justas, permite a los alumnos participar en la organización
y en el desarrollo de las actividades o, por el contrario, se percibe como impositiva, etc.
(Juvonen, 2007). Podría decirse, pues, que un «clima social favorable» en el aula es
condición necesaria, pero no suficiente, para que los alumnos se interesen por aprender,
puesto que es la respuesta a la necesidad de relación cuya satisfacción constituye una
meta básica de toda persona. Dicho esto, en la medida en que depende del profesorado,
¿qué puede hacer este para favorecer un clima social positivo?
En segundo lugar, una vez supuesto que el clima social es favorable, nuestro esfuerzo
depende en grado y dirección de las metas directamente relacionadas con la actividad aca-
démica, metas que definen los beneficios que puede proporcionar el hecho de aprender lo
que propone el profesorado, y beneficios que hacen que los alumnos afronten el trabajo con
una motivación predominantemente intrínseca o extrínseca (Ryan y Deci, 2000). Existen
diferentes tipos de metas e intereses sobre los que incide la acción de los educadores, unas
veces con efectos positivos y otras con efectos negativos, por lo que necesitamos conocer
de qué tipo de metas se trata para valorar si los modos de actuación propuestos para com-
pensar las deficiencias educativas son adecuados (Alonso-Tapia, 2005a).
Por ejemplo, cuando tenemos que esforzarnos a la hora de hacer una tarea, las per-
sonas nos preguntamos, explícita o implícitamente, qué vamos a conseguir y si lo que
vamos a conseguir nos interesa. ¿Vamos a disfrutar haciendo la tarea porque la ele-
gimos nosotros? ¿Vamos a adquirir una competencia que consideramos útil? ¿Vamos a
aprender algo que nos va a permitir ser útiles a otros? ¿Vamos a aprender algo que nos
va a permitir obtener un buen trabajo? ¿Se trata solo de conseguir calificaciones que
nos hagan quedar bien ante los demás o evitar su crítica? ¿Se trata de evitar las consecuen-
cias negativas que pueden seguir a una mala calificación o a una mala actuación frente
a los compañeros? ¿Se trata de conseguir algún tipo de recompensa externa al propio
trabajo? ¿Se trata de trabajar porque estamos a gusto con los profesores y su afecto es
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
importante, nos proporciona seguridad y no queremos perderlo? Esto es, nos esforzamos
o no dependiendo de las metas que percibamos que están en juego. Metas que los teóricos
agrupan en tres categorías a las que denominan «orientaciones motivacionales» (Senko,
Hulleman y Harackiewicz, 2011):
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│ Sumario
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Sumario │
EJEMPLO 1
Un día le puse a una niña este problema: «Si tienes tres huevos y te dan una
docena más, ¿cuántos huevos tendrás?». La niña respondió: «No sé hacerlo». ¿No
sabes hacerlo? Entonces, le pregunté: «¿Qué es lo que no entiendes?». Y ella me
respondió de nuevo: «No sé hacerlo». ¿No? Veamos: ¿sabes qué son tres huevos?
Ella dijo: «Sí». ¿Y una docena? Contestó: «No sé qué significa "docena"». Entonces
le dije: «Has averiguado qué te crea dificultad. Cuando hacemos un problema, es
muy importante aprender a identificar qué nos crea dificultades».
Hoy vamos a hacer unos problemas, como la niña del ejemplo. Pero lo impor-
tante no es hacerlos bien, aunque, si los hacemos bien, estupendo. Lo importante es
aprender qué nos crea dificultades para después aprender a resolverlas.
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│ Sumario
A menudo los estudiantes dicen que no estudian porque no les interesa ni lo que
han de estudiar ni las clases. Dicen que les resulta todo muy aburrido. Y también padres
y profesores, especialmente estos últimos, suelen decir que hay alumnos que carecen de
interés y que por eso no trabajan. Si lo que hay que hacer es estimular el interés, ¿qué
es y de qué depende? ¿Es lo mismo interés y motivación o son variables diferentes?
Los autores que han estudiado el interés no coinciden en su significado e implicaciones
(Renninger, Hidi y Krapp, 1992), si bien la revisión de los estudios sobre esta variable
puede resumirse como sigue.
288 www.udima.es
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Sumario │
Los costos pueden ser de muy diferentes tipos y, en parte, pueden ser relativos.
«Costo» es el tiempo que es preciso dedicar para conseguir un aprendizaje. «Costo» es
lo que dejamos de hacer cuando dedicamos ese tiempo a aprender. «Costo» es la expe-
riencia de dificultad o fracaso que experimentamos cuando no conseguimos entender algo.
«Costo» es la valoración social negativa que recibimos de los demás –adultos o compa-
ñeros− si no hacemos lo que esperan de nosotros o si fracasamos. Ocurre, sin embargo,
como dice un proverbio chino, que «solo lo que se hace se aprende», esto es, a menudo
el costo de hacer lo que nos permite aprender no se puede eliminar. Sin embargo, hemos
señalado que el costo es relativo –«los duelos con pan son menos»−. El problema que
se plantea entonces es cómo podemos conseguir cambiar la percepción del costo. ¿Qué
formas de organizar las actividades de aprendizaje y de apoyar a nuestros alumnos pueden
hacer que, aunque el esfuerzo que haya que realizar sea básicamente el mismo, trabajen
y no abandonen?
3.4. L
AS EXPECTATIVAS Y LA FORMA DE AUTORREGULACIÓN
AFECTAN AL ESFUERZO POR APRENDER
www.udima.es 289
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│ Sumario
greso de nuestro alumnado, ligadas en buena medida al grado en que «sabe pensar» y
«autorregular» su proceso de aprendizaje. Esto es, trabajamos si tenemos confianza
en conseguir nuestros objetivos porque sabemos cómo lograrlos. ¿Qué implican estos
hechos?
A menudo nuestros alumnos afrontan las actividades con ilusión, pero ocurre que
lo intentan durante un tiempo y no consiguen enterarse, con lo que no experimentan pro-
greso. En ese momento, si no saben cómo enfrentarse a esa dificultad –si no saben qué
preguntas hacerse, dónde buscar información, cómo manejar la ansiedad que les produce
la sensación de no saber−, se desmotivan. Esto es, aunque las metas que se quieran con-
seguir sean atractivas, las personas no nos esforzamos si nuestras expectativas de conse-
guirlas no son altas. Que esto ocurra depende de nuestra experiencia de progreso, ligada
al hecho de que sepamos «pensar», esto es, de que sepamos cómo afrontar las tareas y los
problemas necesarios para aprender –lo importante no son las tareas, los problemas, etc.,
sino lo que se aprende al realizarlos y lo que nos permitirá resolver nuevos problemas en
el futuro−. Dicho de otro modo: en ocasiones no es que los alumnos no aprendan porque
no se esfuerzan, sino que no se esfuerzan porque, cuando lo hacen, no experimentan pro-
greso, normalmente como consecuencia de que no saben cómo afrontar la tarea –cómo
autorregular su proceso de aprendizaje−, debido a que no saben «pensar».
Estos hechos sugieren que es necesario ayudar a nuestros alumnos a que experi-
menten que progresan; necesidad que debe movernos a revisar la forma de plantear las
actividades de aprendizaje y, sobre todo, el tipo de ayudas que proporcionamos a los
estudiantes. ¿Les informamos solo de lo que está bien o mal, a menudo con una califica-
ción, o nos preocupamos de que sepan por qué está mal y cómo pueden evitar los errores
en un contexto de ayuda y no de sanción? ¿Les ayudamos, además, a que ellos mismos
interioricen criterios de calidad, proporcionándoles pautas y guiones que les permitan
autoevaluar su progreso? El problema es que, cuando un alumno, en una situación similar,
se echa para atrás, pensamos que no es listo o que le falta voluntad para intentarlo. Esto
ocurre porque no somos conscientes de que regular lo que hacemos cuando tratamos de
aprender y cuando nos encontramos con dificultades es una competencia que se puede
aprender, y cuya adquisición puede facilitarse mediante entrenamiento. La cuestión es
qué podemos hacer para facilitar la adquisición de la capacidad de autorregulación y,
con ella, la mejora de las expectativas.
290 www.udima.es
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Sumario │
aumenta. Análogamente, si el alumno considera que no sabe lo suficiente como para rea-
lizar la actividad con facilidad, aumenta la percepción del costo y el valor de la meta se
devalúa –«No las quiero comer, no están maduras», decía la zorra cuando veía que no
era capaz de alcanzar las uvas−. Además, los factores señalados no actúan en el vacío,
sino que se apoyan a su vez en el marco definido por el conocimiento del tipo de apren-
dizaje que se trata de conseguir realizando las actividades escolares. Si el objetivo de
aprendizaje no está claro, no se sabe dónde centrar la atención durante la actividad para
poder aprender, ni se conocen los beneficios que la tarea puede aportar, con lo que la
percepción del costo aumenta.
4. F
ACTORES DEL ENTORNO QUE AFECTAN AL INTERÉS Y AL ES-
FUERZO POR APRENDER
Pasamos a comentar en detalle los patrones de actuación que definen cada uno de
los climas a que nos referimos.
Los patrones de actuación del profesorado que, como mínimo, definen el clima moti-
vacional de clase orientado al aprendizaje se recogen en la figura 3.
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│ Sumario
1. Novedad
16. Afecto y apoyo 2. Conocimiento
emocional previo
15. Equidad
3. Relacionar temas
de trato
4. Estímulo a
14. Uso de elogios
la participación
Elementos
13. Evaluación para del clima 5. Mensajes:
aprender motivacional aprendizaje
de clase
12. Retroalimenta- 6. Claridad de
ción regular objetivos
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Sumario │
Para que los alumnos quieran aprender lo que deseamos que aprendan, al comienzo
de toda clase y de toda actividad de aprendizaje es fundamental despertar su curiosidad,
mostrar la relevancia de las actividades en relación con sus intereses, objetivos y valores,
y diseñar las actividades de aprendizaje de modo que planteen un «grado de desafío razo-
nable». Con este fin es importante utilizar estrategias, como presentar información nueva y
sorprendente, plantear problemas e interrogantes, hacer que los alumnos recuerden lo que
saben en relación con los mismos y que vean que necesitan saber más para adquirir la com-
petencia que les ayude a resolverlos, usar tareas que muestren a los alumnos la relevancia y
utilidad de lo que han de aprender, o indicar esta utilidad directamente. En los ejemplos del
cuadro 1 vemos cómo comenzar una clase. Estas formas de actuación definen los elementos
del clima motivacional del aula a los que hacen referencia los puntos 1 a 7 de la figura 3.
Para comenzar una clase de educación vial (segundo de pri- Todos los comienzos de la actividad
maria), tras presentar una imagen de un cruce con mucho trá- se caracterizan por:
fico, donde hay algún coche y alguna persona que no respeta las
señales (por ejemplo, no parar cuando hay personas en un paso • Comenzar de forma novedosa:
de cebra o cruzar cuando el semáforo está en rojo), se puede no se suele esperar comienzos
preguntar: «¿Qué veis en este dibujo? ¿Están actuando bien los así (véase figura 3, punto 1).
coches y los peatones para que no haya accidentes? ¿Qué podría • Activar conocimientos previos
pasar aquí (señalando el coche que casi atropella al peatón) y aquí (véase figura 3, punto 2).
(señalando otros detalles de la imagen)? ¿Podría haber un acci- • Estimular la participación
dente? ¿Qué es necesario saber para evitar los accidentes?, etc.». para reforzar lo que ya se sabe
Se recogen las respuestas de los alumnos. A continuación, se pre- (véase figura 3, punto 4).
gunta: «¿Quién de vosotros tendrá razón?». Finalmente se indica: • Poner un problema: con lo que
«Vamos a saberlo aprendiendo lo que nos dicen las señales». se sabe no es suficiente (véase
Para empezar una clase sobre actividades humanas perjudiciales figura 3, punto 1).
para el medioambiente (sexto de primaria), se puede proceder • Plantear un desafío: no se trata
así: «Seguro que habéis oído hablar de que hay que respetar el de resolver el problema «en
medioambiente. Vamos a ver, entonces, qué pensáis. Decidme: este caso», sino de aprender a
¿cuál de las tres actividades siguientes os parece menos perju- resolver problemas como estos
dicial?, ¿por qué es menos perjudicial? y ¿por qué las otras dos (véase figura 3, punto 5).
actividades son más perjudiciales?». • Mostrar para qué puede ser útil
Se recogen las respuestas de los alumnos. Posteriormente, el profesor saber lo que se va a aprender
pregunta: «¿Quién de vosotros tendrá razón?». Y, a continuación, (véase figura 3, punto 5).
dice: «Para averiguarlo, vamos a aprender qué reglas utilizar para
decidir si una actividad es muy perjudicial para el medioambiente
y vamos a aprenderlo aplicándolas a diferentes actividades».
.../...
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│ Sumario
.../...
Lo importante es que nos fijemos en el proceso: hacer ahora una Son clave los mensajes o comen-
buena redacción no es el objetivo: es un modo de aprender cómo tarios que subrayan lo importante
hacer buenas redacciones. (véase figura 3, punto 5).
En el caso de tener que aprender a hacer una redacción, le pre- Estas preguntas ayudan a ver que el
guntaremos al alumno: aprendizaje no es fruto de una tarea
aislada, sino de tener en cuenta lo
• ¿Qué hemos aprendido en días anteriores que nos puede que se aprende en distintas tareas
servir? (véase figura 3, punto 3).
• Tenemos que pensar qué queremos contar y para qué. ¿Por
qué?
• Tenemos que pensar quién va a leer la redacción. ¿Por qué?
• Tenemos que preguntar a otros qué opinan de lo escrito
¿Por qué?
• Tenemos que… ¿Por qué?
En el caso de tener que resolver problemas, vamos a dividir la Señalar los objetivos y proporcionar
tarea en pasos para facilitar el aprendizaje: guiones que permitan ir paso a
paso con claridad y explicitar por
• Lee el problema intentando entenderlo… y reléelo si es qué hacer las cosas como se hacen,
necesario. genera sensación de competencia
• Subraya la información importante. (véase figura 3, punto 9).
• Expresa el problema con tus palabras: ¿qué tienes que buscar?
• Realiza un dibujo que represente gráficamente el problema.
• Piensa qué vas a hacer para resolver el problema.
• Haz las operaciones paso a paso.
• Comprueba que todos los pasos son correctos.
• Si no son correctos, busca donde está el error.
• Si no sabes resolver el problema, pide ayuda.
B) P
autas de actuación durante el desarrollo de las actividades de aprendizaje
para ayudar a mantener el interés y el esfuerzo
En primer lugar, tanto si los alumnos han de atender una explicación como realizar
una actividad, es necesario que los profesores orientemos su atención hacia el aprendi-
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Sumario │
En segundo lugar, si hay que explicar algo –una idea, un procedimiento, etc.−, es
necesario que se haga de forma concreta, coherente y organizada para que los alumnos
experimenten que entienden (véase figura 3, punto 7). La concreción se consigue
mediante el uso frecuente de ejemplos e ilustraciones de aquello que queremos que
entiendan y «visualicen» (véase figura 3, punto 10). En los trabajos en que los procesos
son bastante visibles, como hacer un problema de matemáticas, basta con que el profesor
«modele» el proceso, aunque a veces no es suficiente si el alumno no sabe por qué el
profesor hace lo que hace. A menudo ha de explicar, y la claridad y la coherencia de
una explicación no son algo que esté asegurado por el hecho de que el profesor procure
ser ordenado y usar términos sencillos. La experiencia de coherencia se produce en la
mente del alumno que tiene que conectar lo que ya sabe –lo dado− con lo que recibe –lo
nuevo−. Y los profesores pueden facilitar esta conexión si consiguen que los alumnos
«participen» mostrando sus dudas, haciendo explícita la representación que se van
haciendo de lo que oyen, etc.; esto es, si transforman una explicación de monólogo en
diálogo (véase figura 3, punto 4).
En tercer lugar, si los alumnos han de realizar una actividad, es necesario ayudarles
a visualizar y planificar de modo preciso las actividades que han de realizar para
evitar que se pierdan y para «regular el esfuerzo que van a llevar a cabo»; esto es,
para regular el «costo» del aprendizaje. Esto es algo que se consigue en la medida en
que proporcionamos guiones –verbales o escritos− con instrucciones o pistas que les
ayuden a no perderse y a dirigirse a sí mismos paso a paso mientras trabajan (véase
figura 3, punto 9). Con todos los alumnos, y más aún con alumnos que no tienen hábitos
estructurados de trabajo, es fundamental que las instrucciones les ayuden a estructurarse
paso a paso. Además, es importante asegurar una adecuada retroalimentación (véase
figura 3, punto 12).
En cuarto lugar, cuando los alumnos han de trabajar por sí solos, la motivación se
ve potenciada por varias pautas de acción que conviene emplear de forma regular. Así,
la motivación se ve favorecida si los profesores dan a los alumnos la oportunidad de
establecer metas personales y de elegir (por ejemplo, «¿qué texto deseas leer?», «¿qué
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│ Sumario
te gustaría conseguir?», «¿sobre qué te gustaría escribir?», «¿a qué vas a prestar especial
atención?», etc.); también, si enseñan a los alumnos a preguntarse «¿cómo puedo hacer
la tarea?» y a buscar las estrategias y medios necesarios para ello, en lugar de que se
dejen llevar por la idea de «no sé cómo hacerlo»; si les enseñan a pedir ayuda «después»
de haber intentado resolver la tarea por sí mismos, no antes; si les enseñan a dividir la
tarea en pequeños pasos que les permitan avanzar de modo seguro. Sobre todo, si se les
da retroalimentación frecuente y adecuada no sobre resultados, que es lo más habitual,
sino sobre el origen de las dificultades. Y, finalmente, si se les hace ver el progreso, si se
les muestra que se debe a ellos mismos y si se les elogia por su esfuerzo y la estrategia
utilizada, más que por el éxito mismo.
En quinto lugar, el interés y el esfuerzo son mayores si se favorece que los alumnos
aprendan a trabajar con autonomía (véase figura 6, punto 8), haciéndose responsables del
propio trabajo, para lo que es útil hacer comentarios como los propuestos por deCharms
(1976), que enseñan a pensar del modo en que suelen hacerlo los alumnos más motivados
por aprender (véase cuadro 2).
Cuadro 2. E
jemplo de intervenciones que, de acuerdo con deCharms (1976), ayudan a pensar con autonomía,
como lo hacen los sujetos habitualmente más motivados por aprender
Proponerse Una alumna escribe bastante bien. No obstante, solo lo hace si se le pide como
metas tarea obligatoria, pero nunca espontáneamente. La profesora le pregunta: «¿Te
gusta escribir?». «Sí», responde. La profesora sigue preguntando: «¿Por qué solo
entregas los trabajos obligatorios? ¿No te gustaría llegar a hacerlo realmente bien?
¿Por qué no te lo propones como meta? Solo se progresa realmente si uno se pone
a sí mismo metas y trabaja por conseguirlo».
Dividir las Si un alumno pide ayuda para hacer un problema de matemáticas, un profesor
tareas en puede decirle: «¿Has pensado en lo que se te pide? Lee la pregunta y luego vete
pasos paso a paso, como hemos visto en otros problemas. Eso es lo que hace todo aquel
que busca superarse».
Preguntarse Una profesora va pasando entre las mesas de sus alumnos que están tratando
cómo hacerlo de hacer una pequeña redacción y observa a una alumna que apenas ha comen-
zado. Le pregunta: «¿Por qué no escribes?». La alumna responde: «No se me
ocurre nada, no sé qué hacer». La profesora le responde: «No digas no sé. Piensa
más bien cómo puedes hacerlo y anota cualquier idea que se te venga a la cabeza,
aunque te parezca que no tiene nada que ver. Recuerda que eso es lo que hace
quien busca superarse».
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Sumario │
.../...
Pedir ayuda Un alumno entrega los problemas sin hacer. El profesor le pregunta: «¿Por qué no
los has hecho?». El alumno responde: «No sabía. No los entiendo». Y el profesor le
contesta: «¿Y por qué no me has preguntado? Ya sabes que "más vale parecer tonto
una vez que serlo luego toda la vida". Además, es de sabios preguntar».
Pedir Un alumno de 8 años está tratando de hacer un trabajo de plástica que requiere
«enséñame el plegado de figuras de papel. Se acerca a la profesora y le dice: «¿Me lo puedes
a hacerlo» doblar? Es que no me sale». La profesora le responde: «Inténtalo para que vea
cómo lo haces y, si hace falta, te digo cómo hacerlo. Pero lo tienes que hacer tú. Si
te lo hago yo, no aprendes». Y comienza a ayudarle mientras dice: «Recuerda que
"si te dan un pez, comes un día, pero si te enseñan a pescar, comerás toda la vida"».
Aprender de Un alumno recibe un ejercicio de redacción con una nota sensiblemente inferior a la
los errores que esperaba. El profesor observa la expresión de disgusto y le pregunta: «¿Qué te
pasa?». A lo que el alumno responde: «Los demás han sacado mejores notas que yo».
El profesor le pregunta: «¿Y eso te preocupa? ¿Por qué no me preguntas cómo
podrías haberlo hecho mejor? Recuerda que lo importante es aprender de los errores.
Es normal cometer errores cuando se está aprendiendo».
Conocer las Una alumna entrega una lámina de dibujo sin terminar. La profesora le pregunta:
limitaciones «¿Por qué no has terminado el dibujo?». Ella responde: «Estuve ayer dibujando
y buscar toda la tarde, pero no me dio tiempo a terminar. Tardo mucho». A lo que la profe-
modos de sora le dice: «Bueno, entonces, si sabes que tardas, ¿por qué lo has dejado para el
compensarlas último momento? Quien quiere progresar y conoce sus limitaciones, busca cómo
superarlas».
Disfrutar En una clase de Ciencias Sociales de sexto de primaria, una alumna que habitual-
del éxito mente se agobia mucho con el trabajo de clase porque no está segura de sí misma y
piensa demasiado en la nota, ha dibujado dos paisajes, uno agrario y otro industrial,
con mucho detalle. Al entregar el trabajo, el profesor comenta: «Has hecho unos
dibujos muy buenos. Incluyen la mayoría de las características de cada paisaje, sin
errores. ¿Qué se siente al ver que eres capaz de hacer bien un trabajo como este?».
La alumna responde: «Pues... no sé... no lo he pensado». A lo que el profesor le dice:
«Pues piénsalo. Lo importante no es la nota. Lo importante es que has aprendido a
diseñar bien un paisaje complejo, algo realmente difícil. Y eso te hace más compe-
tente. Deberías sentirte orgullosa».
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│ Sumario
Existen un gran cúmulo de evidencias que muestran que los modos de evaluación
habitualmente utilizados tienen numerosos defectos que hacen que a menudo las tareas
utilizadas no constituyan un criterio válido a partir del que inferir si los alumnos han com-
prendido los contenidos y si han alcanzado las competencias que debían adquirir, y no
permiten identificar el origen de las dificultades de los alumnos, razón por la que no se les
puede ayudar a superarlas mediante una retroalimentación precisa y oportuna. Este hecho
es particularmente preocupante cuando ha sido demostrado, más allá de toda duda razo-
nable, que la retroalimentación frecuente y precisa a lo largo del proceso de aprendizaje es
uno de los factores que más contribuye a la mejora de la motivación, la comprensión y el
aprendizaje, y que, cuando esta retroalimentación no se produce, los efectos son negativos.
• La primera de ellas tiene que ver con el «contenido» evaluado. Los alumnos
han de percibir que merece la pena saber aquello que se les pregunta o se
les pide que hagan porque se trata de un conocimiento o una competencia
útil. Esto se consigue no solo cuando previamente −durante el proceso de
aprendizaje− hace referencia a la utilidad de lo que hay que aprender, sino
también cuando, al presentar la tarea que va a servir de base para la evaluación,
el modo de plantearla hace que se perciba directamente esta utilidad.
EJEMPLO 2
298 www.udima.es
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Sumario │
EJEMPLO 3
Para cualquier texto que leas, conviene que te hagas las siguientes preguntas
e incluyas las reflexiones correspondientes:
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│ Sumario
• ¿Entiendo las palabras que aparecen? Si no, ¿qué puedo hacer para
conseguirlo?
• Si he resumido cada párrafo, ¿es correcto mi resumen? ¿Por qué pienso así?
• ¿Qué es lo más importante que me quiere decir el autor? ¿Por qué
pienso así?
• ¿Con qué intención ha sido escrito? ¿Por qué pienso así?
• Si he resumido el texto y he enseñado mi resumen a un compañero,
¿qué me ha dicho?
• ¿Estoy de acuerdo con ellos o no? ¿Por qué?
Tras las ideas expuestas sobre la evaluación, al igual que hacíamos con las pautas
de actuación relacionadas con el comienzo de las actividades, cabe preguntarse: ¿poseen
nuestros modos de evaluar las características señaladas? y ¿cómo mejorarlas si es
necesario?
300 www.udima.es
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Sumario │
Por un lado, es importante que el profesor, al interactuar con sus alumnos, se muestre
equitativo, transmita afecto, confianza y apoyo emocional, y estimule la autoestima
mediante comentarios y mensajes que pongan de manifiesto los progresos conseguidos,
así como el peso que el esfuerzo ha tenido en los mismos (véase figura 3, puntos 14, 15
y 16). Esto se consigue, ante todo:
Por otro lado, como se indicó al comienzo del capítulo, una condición necesaria
pero no suficiente para esforzarse por aprender lo que pide la escuela es sentirse acep-
tado y acogido no solo por los profesores, sino también por los compañeros. Por esta
razón, no es suficiente con que el profesor intente ser equitativo y proporcionar afecto y
apoyo para crear un clima social positivo que estimule el aprendizaje. Es importante que
el profesor, en la medida de sus posibilidades, intente crear condiciones de trabajo en
las que las interacciones de los alumnos entre sí proporcionen seguridad, experiencia de
pertenencia a un grupo, experiencia de aprendizaje, incremento de competencia e incre-
mento de la autoestima, características especialmente necesarias cuando se acumula un
historial de fracasos. Para conseguir estos objetivos es necesario potenciar los tipos de
características que los facilitan a la hora de interactuar, tales como elogiarse sinceramente,
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│ Sumario
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Sumario │
es uno de los factores que contribuye a las situaciones de violencia. Además, estos efectos
positivos se acentúan cuando el objetivo del trabajo cooperativo mismo tiene como obje-
tivo el ensayo y aprendizaje de habilidades sociales y de actitudes tolerantes.
Sin embargo, los efectos señalados no se producen siempre. La razón es que tratar
de que los alumnos se interesen por aprender, aprendan y adquieran actitudes de coope-
ración y respeto mediante la organización del aprendizaje de forma cooperativa solo fun-
ciona bien si se saben crear las condiciones adecuadas. Por un lado, para que el trabajo en
grupos tenga efectos positivos, deben darse las condiciones que facilitan el trabajo indi-
vidual (véase figura 3, puntos 1 a 13). Pero, además, para que tenga «valor añadido»
y pueda producir efectos positivos sobre la motivación, el aprendizaje y la integración
social, superiores a los que puede tener el trabajo individual, es necesario:
No es inusual escuchar por parte del profesorado lo difícil que resulta motivar a
sus alumnos si la familia no coopera de modo adecuado en esta tarea. Esta afirmación
a veces conduce a que, debido a las expectativas basadas en la percepción que la sus-
tenta, el esfuerzo por implicar a los alumnos no sea el adecuado, ya que se considera
que es poco lo que se puede hacer para conseguir de los padres una cooperación eficaz.
Sin embargo, no es completamente cierta, ya que hay formas en las que el profesorado
puede influir, al menos en parte, en el modo en que las familias contribuyen a facilitar la
motivación de los alumnos por aprender. Antes de ver cómo es posible, el profesorado
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│ Sumario
debe conocer qué factores configuran el «clima motivacional de la familia», esto es, el
conjunto de pautas de interacción padres-hijos que, en la medida en que están presentes,
contribuyen al interés y al esfuerzo de estos por aprender.
Valoración de Expectativas
Afecto
la escuela sobre los hijos
Autosuperación
Demostrar paciencia Control del ocio Asistencia a reuniones
versus competición
Control de las
condiciones ambientales
Los lazos afectivos entre padres e hijos son uno de los factores que condicionan la
posibilidad de que los primeros influyan en el interés y en el esfuerzo de los hijos por
aprender. Estos lazos, sin embargo, se desarrollan o se bloquean dependiendo de las formas
concretas de interacción con los hijos. Si les dedican tiempo y hablan de las cosas que les
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Sumario │
Sin embargo, los lazos afectivos son un factor importante, pero no suficiente, para
que los padres se impliquen hasta el punto de influir positivamente en la motivación de
sus hijos por aprender. Es preciso que valoren también lo que la escuela aporta y que sus
expectativas sobre lo que los hijos pueden lograr sean positivas. En la medida en que la
valoración que los padres hacen de la escuela es positiva, aquella se transmite a los hijos,
transmisión que hace que estos lleguen a valorarla también de modo positivo y que se
esfuercen por aprender lo que aporta. Las expectativas de los padres, por su parte, son el
factor que más influye en el esfuerzo e interés de los hijos por aprender, probablemente
porque se transmiten a través de los mensajes que dan a sus hijos («Eres capaz de con-
seguirlo»), de los factores que señalan como causa de éxitos y fracasos («Si hubieras
estudiado más…») y del tiempo que dedican a ayudarles a realizar las tareas escolares.
Sin embargo, como puede verse en la figura 4, las pautas de actuación de los padres
que acabamos de señalar no son las únicas que influyen en el esfuerzo por aprender.
Además de escuchar mensajes, los hijos pueden recibir o no distintos tipos de ayudas.
Pueden experimentar que los padres tratan de ayudarles a aprender, dedicándoles tiempo
dentro de sus posibilidades y haciéndolo con paciencia, con independencia de la mayor o
menor efectividad con que lo hagan. Pueden experimentar que, si aquellos no son capaces
de ayudarles porque carecen de los conocimientos necesarios, buscan activamente que
alguien les ayude. Y pueden observar o no el interés de los padres por la lectura o la cul-
tura y la satisfacción que experimentan al implicarse en estas actividades; observación
que proporciona modelos que imitar, que son también una ayuda, especialmente si van
acompañados de comentarios que hagan explícito el valor de experimentar que aprenden.
Así, cuando un padre o una madre, ante cualquier cosa que no saben –una palabra que
aparece en un libro o un hecho visto en la televisión que despierta interés−, buscan inme-
diatamente el significado del término o amplían la información sobre el acontecimiento
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│ Sumario
de interés y comentan lo que han encontrado delante de sus hijos, en la medida en que
lo hacen regularmente, están creando la oportunidad de que estos interioricen el valor
que implica actuar del mismo modo.
También la estructura y los límites que los padres imponen a las actividades de sus
hijos afectan al esfuerzo por aprender en la medida en que transmiten interés y no indi-
ferencia. Los padres pueden insistir en la realización de los trabajos escolares o no pre-
ocuparse de si sus hijos los realizan o no. Pueden establecer normas claras para ello,
insistir de manera difusa o no hacerlo en absoluto. Pueden establecer que las actividades
de ocio se pospongan hasta que los deberes se hayan realizado o no hacerlo. Pueden
estar al cuidado de que la casa esté tranquila, mientras los hijos han de estudiar, que no
haya elementos distractores y que nadie les interrumpa para evitar que se distraigan.
O pueden no prestar atención a todo aquello que sea un obstáculo para la concentración.
Y cuando de ayudar se trata, pueden «ayudar a que ellos se ayuden», esto es, ayudarles a
que aprendan cómo resolver los problemas solos, potenciando su autonomía, o hacerles
los deberes, lo que les libera de trabajo, pero no les ayuda a aprender.
Asimismo, los padres pueden mostrar una valoración positiva del profesorado
mediante comentarios del tipo «Eso que te ha dicho hoy la profesora es muy intere-
sante», «En la reunión de hoy, ha dicho que lo importante es que leas un poco todos los
días, y estoy de acuerdo con ella», etc., o pueden descalificar su trabajo mediante dis-
tintos tipos de comentarios, tales como «La verdad es que hay profesores que no saben
enseñar». Obviamente, si se descalifica o minusvalora el trabajo del profesorado, se está
socavando la confianza que el alumno necesita tener en los profesores para implicarse
en las actividades de aprendizaje que estos proponen.
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Sumario │
Si las pautas de actuación de un profesor se alejan del modelo descrito, parece claro
que lo que debe hacer es ajustarlas al mismo. Sin embargo, el cambio no es fácil porque
necesita visualizar lo que implica en su caso particular, en el que ha de trabajar con una
materia y con unos alumnos concretos. Por eso, como todos los cambios no se pueden
abordar al tiempo, es preciso establecer prioridades y utilizar alguna estrategia que per-
mita ir cambiando poco a poco. ¿Qué priorizar?
Ante todo, no tiene por qué ser muy difícil hacer algunos cambios. Son especialmente
importantes los relacionados con «hacer explícito el valor o utilidad de lo que hay que
aprender». Por ejemplo, comenzar de modo regular con preguntas que activen la curio-
sidad y planteen desafíos; conectar en cada clase lo que se va a hacer con lo que se sabe,
preguntando cosas como «¿qué hemos visto en temas anteriores?» o «¿qué sabemos que
nos pueda ayudar a enfrentarnos a este problema?»; hacer explícito no tanto qué hay
que hacer, sino que hay que aprender haciendo lo que se va a hacer, etc. Estos cambios
no son difíciles, pero son particularmente importantes porque transmiten a los alumnos
el significado de la actividad para el aprendizaje.
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│ Sumario
Puede objetarse en este punto que dar retroalimentación frecuente del tipo señalado
a los alumnos no es posible, especialmente si son muchos, como ocurre en la ESO, donde
cada profesor tiene varios grupos. Esta objeción surge con razón cuando se piensa que
es solo el profesorado el que tiene que dar retroalimentación y que debe darla siempre a
cada alumno. Sin embargo, esta forma de pensar no recoge las diferentes posibilidades
de afrontar el problema. Hay que tener presente que «lo mejor es enemigo de lo bueno» y
que, aunque lo mejor sería que la retroalimentación la diese el profesorado a cada alumno,
si a veces aquella se recibe de los compañeros, aunque no sea perfecta, es mejor que
nada. Asimismo, si el profesor selecciona cuatro o cinco trabajos/ejercicios/prácticas y
los corrige con detalle, señalando dónde están las dificultades y/o errores y qué se puede
hacer para mejorarlos, y después hace un fichero pdf con ellos y se lo envía –sin los
nombres de los autores de los trabajos− a todos los alumnos, y si hace esto regularmente,
seleccionando los trabajos/ejercicios/prácticas de otros alumnos en cada ocasión, todo el
grupo se beneficiará no solo de los comentarios que el profesor haga de los trabajos, sino
también de ver cómo otros compañeros han enfocado o afrontado las tareas.
• Pedir que los alumnos justifiquen sus respuestas, si procede. Como cuando
les pedimos que nos digan si una frase está bien o mal escrita.
EJEMPLO 4
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Sumario │
Posible respuesta que ilustra el origen del error: «Está bien escrita porque
me han dicho que en una pregunta "por qué" se escribe separado, y cuando
es contestación, todo junto. Y esto es igual».
• Diseñar las preguntas de modo que permitan deducir dónde está la fuente
del error. Por ejemplo, la pregunta siguiente permite deducir si el alumnado
está confundiendo los conceptos de «reproducción sexual» y «asexual» con
los de «fecundación externa» o «interna» y «regeneración», y hacer las
aclaraciones correspondientes:
EJEMPLO 5
Tarea para quinto y sexto de primaria. Imagina que observas los casos
siguientes. Señala en cada uno de ellos si se trata de un caso de «reproducción
sexual» o «asexual» o si no se trata de un caso de reproducción:
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│ Sumario
Las ideas anteriores son solo un apunte de lo que se puede hacer. Pero sugieren
pistas sobre cómo comenzar a introducir cambios, si son necesarios, que mejoren el
clima motivacional de clase. En otros trabajos (Alonso-Tapia, 2005b y 2012), pueden
ampliarse las ideas expuestas. Lo importante, no obstante, es tomar conciencia de que
la mejora es posible y que es un proceso progresivo, por lo que no hay que detenerse si
no se consigue a la primera.
5.2. A
CTUACIÓN DEL PROFESORADO SOBRE EL CLIMA MOTIVA-
CIONAL DE LA FAMILIA
En el caso de la familia, al igual que ocurría en el caso del profesorado, si las pautas
de actuación de padres, madres o personas responsables de los alumnos se alejan del
modelo descrito, parece claro que lo que deben hacer es ajustarlas al mismo. El problema
que ahora se plantea, sin embargo, es cómo se puede influir en dicho cambio desde la
escuela y, en particular, si puede promoverlo el profesorado y cómo.
Entre los objetivos que hay que conseguir a través del trabajo realizado en la asig-
natura de Lengua está la adquisición de la comprensión de textos de distintos tipos y la
de la capacidad de expresión y comunicación escrita. Con este fin se utilizan textos de
distinto tipo y contenido. Pues bien: los profesores de los alumnos de segundo de secun-
daria incluyeron en su programación 12 unidades en las que el contenido de los textos
tenía que ver con las distintas pautas de actuación que aparecen en el modelo de clima
motivacional de la familia. Lo hicieron con dos tipos de objetivos: unos curriculares, cen-
trados en la comprensión del texto por parte de los hijos y en la expresión escrita, y otros
centrados en concienciar a los padres sobre cómo pueden mejorar el clima motivacional.
Los hijos debían hacer la tarea en casa –al menos en parte−, es decir, leer los textos y resu-
mirlos, identificando el tema, la idea principal y la intención con que habían sido escritos.
Posteriormente, tenían que hacer una actividad en colaboración con sus padres. Esta
exigía que los padres leyesen el texto y contrastasen con sus hijos sus puntos de vista en
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Sumario │
relación con una serie de preguntas que se planteaban. Durante la misma, los hijos
tomaban nota de los puntos de vista de ambos para señalar después las semejanzas y
diferencias. Finalmente, los hijos debían hacer una redacción cuyo título venía dado
y que tenía que ver con la actividad realizada con los padres.
La lectura del texto por los padres y la interacción con los hijos es el factor clave
mediante el que se intentaba conseguir no solo que los padres estuviesen informados, sino
moverles a mejorar las pautas de interacción. Una de ellas comenzaba a conseguirse con la
realización misma de cada actividad, dado que hacerla suponía dedicar tiempo a los hijos,
que es uno de los factores clave para estimular y sostener su esfuerzo. Este hecho muestra la
posibilidad de que profesores de distintas asignaturas puedan influir en el clima motivacional
en la medida en que planteen actividades que exijan la interacción padres-hijos en torno a
un problema, ya que la dedicación que se consigue es valorada positivamente por los hijos.
En el cuadro 3 se recoge un ejemplo del texto utilizado en una de las unidades y de las
preguntas sobre las que versaba la discusión. Obviamente, al corresponder al trabajo reali-
zado con alumnos de la ESO, no se puede aplicar a alumnos de primaria tal cual, pero da
una idea que permite al profesorado de este alumnado plantearse el siguiente interrogante:
«¿De qué manera podría hacer algo similar que ayudase a mejorar el clima motivacional
de las familias de mis alumnos?». Responder a esta pregunta es una tarea por hacer.
Lee junto a tus padres la historia de Silvia y fíjate en qué ayudas facilitaron su cambio. Al finalizar,
realiza las siguientes actividades:
Hijo/a Padre/Madre
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│ Sumario
4) Comparte con tus padres lo que has escrito y comenta en qué se parece y en qué se diferencia.
5) Resume lo que has aprendido en una redacción con el título «Si lo intento, aprenderé a
hacerlo».
Texto
¡Hola! Soy Silvia, tengo 16 años y estoy comenzando tercero de la ESO. Me gustaría
contaros mi historia. Para eso tenemos que remontarnos en el tiempo…
Yo era una chica con pocas rutinas y hábitos de estudio, un poco desorganizada en
cuestiones de hacer y cumplir horarios, tomar apuntes, estudiar. En casa me costaba
concentrarme porque no tenía un sitio fijo para estudiar. Podía hacerlo un día en el
salón, otro en la habitación, sentada en el sofá o acostada en mi cama. Aunque a veces
intentaba estar al día con las asignaturas, cuando comenzaba a estudiar una materia
se me iba todo el tiempo en ella, y luego no terminaba las demás. Para los exámenes,
me daba verdaderos atracones de estudio una semana antes, con lo que, además de
llegar cansada a las evaluaciones, tenía la cabeza hecha un lío. Y de rutinas, ya ven,
pocas, pocas. ¡Todo me parecía tan aburrido! ¿Estudiar a una hora y por obligación?
¡Qué va! Me costó mucho comprender que mis hábitos de estudio me traían más pro-
blemas que beneficios.
Me encontré con que los compañeros que habían comenzado conmigo en primero
ya terminaban la ESO y yo seguía aún en segundo. ¡Fue cuando sentí que necesitaba
ayuda! Necesitaba cambiar y no sabía exactamente cómo. Me sentía torpe, sola, con-
fundida. Mis padres, profesores y compañeros trataban de ayudarme, pero yo sentía
que no tenía mucho sentido esforzarme; no tenía claro lo que quería lograr con mis
estudios. Comencé a preguntar a compañeros, amigos y profesores. Al principio me
sentía muy sola y confundida, pero descubrí que había mucha gente que quería ayu-
darme, así que decidí dejarme orientar. Con la ayuda de mis padres, creamos unas
rutinas que al principio no creía que iban a funcionar, pero lo intenté. Aunque mis
padres no tenían mucho tiempo, de alguna forma buscaban la manera de supervisar
que cada día tuviese mis deberes al día y que mi rutina de estudio funcionara. Com-
parto algunas ideas que marcaron mi nueva rutina para estudiar en casa:
• Creamos la norma de estudiar cada día al menos una hora y media sin interrup-
ciones (al principio fue lo que más me costó lograr).
• Me enseñaron a preparar el entorno o sitio donde estudiaría de forma tal que
tuviese a mano todos los materiales que usaría mientras estudiaba: lápices, goma,
regla, etc.
• Cuidaban de que fuese un sitio donde no sintiese mucho ruido, con luz, prefe-
rentemente, y que tuviese apagado el televisor y cualquier aparato electrónico
que pudiera distraerme mientras estudiaba.
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Sumario │
• Hablando con ellos, me enseñaron a ponerme metas que pudiera alcanzar, mar-
cándome pequeños objetivos cada día, y me enseñaron a dividir las tareas en
pequeños pasos.
• Me permitían pequeñas recompensas ante los logros que iba teniendo. Por
ejemplo, cuando lograba terminar una tarea en el tiempo que me había pro-
gramado, podía ver más de un capítulo de la serie que estaba siguiendo en ese
momento.
• Me enseñaron a cuidar el tiempo de ocio, pero intentando establecer horarios.
Ni mucho estudio, ni mucho ocio. Buscaba el equilibrio para disfrutarlos ambos.
• Me enseñaron a establecer prioridades por asignaturas y comenzaba a estudiar
por aquella que más trabajo me daba.
• Me solían preguntar sobre lo que estaba aprendiendo, sobre posibles relaciones
del contenido de lo que iba estudiando con experiencias previas que había tenido
en otras asignaturas o en mi vida cotidiana.
• Me mostraban a veces, con ejemplos cercanos de nuestra realidad, cómo des-
cubrir lo nuevo, relevante, incierto o incongruente de lo que estaba estudiando
con lo que ya sabía anteriormente.
• Planificaba algún día para estudiar con alguna amiga o compañero de clase.
• Comentábamos y compartíamos algo interesante de lo que iba aprendiendo
(y aunque luego se fue haciendo espontáneo, al inicio, el compartir lo que iba
aprendiendo lo tomé como parte de mi rutina).
• Con el tiempo, fui aprendiendo a estudiar, a organizarme en horarios. Resultó
que, mientras más me esforzaba por cumplir con el plan que había hecho,
más tiempo tenía para hacer cosas que disfrutaba. Y, sobre todo, fui sintiendo más
confianza en mí misma, en mi desempeño, en lo que iba logrando. Aprendí que
las rutinas pueden parecer aburridas, pero, cuando son rutinas que se disfrutan
y te ayudan a organizarte, más que útiles se hacen necesarias. Y lo más impor-
tante: ¡ya estoy en tercero! Todo gracias al apoyo de mis padres.
6. REFLEXIONES FINALES
Al comienzo de este capítulo nos preguntábamos qué podíamos hacer para conse-
guir incrementar el interés y el esfuerzo por aprender de los alumnos, en especial cuando
se hallan en riesgo de exclusión. En primer lugar, hemos visto que los tipos de motiva-
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│ Sumario
ciones personales que pueden influir en el esfuerzo e interés son varios, no solo de tipo
académico –motivos agrupados en la orientación al aprendizaje, al resultado o a la evi-
tación, motivaciones de tipo intrínseco o extrínseco−, sino también de tipo social, puesto
que el aprendizaje tiene lugar en este contexto. Se trata de motivaciones personales que,
sin embargo, se ven influidas por el entorno de aprendizaje creado por el profesorado y
las familias.
Debido al hecho anterior, hemos visto, en segundo lugar, qué factores del entorno de
aprendizaje creado por los profesores y por las familias configuraban climas motivacio-
nales favorecedores de la orientación al aprendizaje. En el caso del clima motivacional
de clase, la evidencia existente ha mostrado que dicho clima es mejor cuanto mayor es
el grado en que la actuación del profesorado refleja las 16 características recogidas en la
figura 3: novedad, activación de conocimientos previos, relación de lo aprendido en otros
momentos, participación, explicitación de lo que hay que aprender y su utilidad haciendo
lo que van a hacer, autonomía y organización de la tarea son claves para la implicación
inicial del alumnado; y modelar mediante ilustraciones y ejemplos, estructurar el trabajo
paso a paso, proporcionando indicaciones o guiones para ello y, sobre todo, proporcionar
retroalimentación frecuente durante el proceso de aprendizaje y a partir de las tareas de
evaluación. Actuar así es fundamental para ir moldeando la adquisición de los conoci-
mientos, destrezas y competencias que se busca que el alumnado adquiera. Y todo ello en
un contexto en el que el alumno note que es valorado, que el profesor trata a todos de forma
equitativa y donde se percibe el interés por cada uno. En cuanto al clima motivacional
de la familia, clima que tiene un peso importante en el interés y esfuerzo por aprender y
en el rendimiento escolar, hemos visto que depende fundamentalmente de cuatro grupos
de factores recogidos en la figura 4: el contenido de los mensajes y comentarios que los
padres hacen a sus hijos en relación con las actividades escolares, el ejemplo y ayuda que
proporcionan en relación con el aprendizaje, el grado de estructura y límites que ponen a
las actividades de sus hijo, y el tipo de relación con el profesorado y la escuela.
Finalmente, en tercer lugar, sobre la base de los factores que configuran el clima moti-
vacional de clase y de la familia se han descrito e ilustrado estrategias para la mejora de los
mismos avaladas por la evidencia de diferentes investigaciones. Creemos que ofrecen un
marco sólido desde el que valorar las propias formas de actuación, planificar propuestas
de cambio, llevarlas a cabo y valorarlas en un proceso cíclico orientado al propio apren-
dizaje y desarrollo profesional como profesores.
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"Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta Unidad sólo puede ser realizada con la autorización de la Universidad a
Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
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Sumario │
9
CAPÍTULO
INTELIGENCIAS
Y APRENDIZAJE
4. La inteligencia emocional
4.1. Enfoques sobre la inteligencia emocional
4.1.1. La inteligencia emocional desde la visión de John D. Mayer y Peter Salovey
4.1.2. La inteligencia emocional desde la visión de Daniel Goleman
4.1.3. La inteligencia emocional desde la visión de Reuven Bar-On
4.2. Docentes emocionalmente inteligentes
Referencias bibliográficas
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│ Sumario
Podríamos afirmar sin miedo a equivocarnos que todos en algún momento de nuestra
vida académica, o extraacadémica, incluso, nos hemos formulado la siguiente pregunta:
¿soy inteligente? En la escuela y desde pequeños esta es una cuestión muy presente, a la
par que compleja de contestar, y que lleva en ocasiones a que nos formemos una idea pre-
concebida y limitada de lo que significa ser «más o menos inteligente», tal y como vemos
en la figura 1.
Pero, realmente, ¿podríamos dar una respuesta contundente sin antes plantearnos
qué es la «inteligencia» y, por ende, qué significa ser «inteligente»? Patricia, por ejemplo,
es una niña que cursa sexto de primaria y se define siempre como una alumna «norma-
lita». Sacaba notas aceptables ya en los primeros cursos de la etapa, pero las ha mejo-
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Sumario │
rado significativamente en los dos últimos cursos. ¿Quiere decir esto que Patricia se ha
hecho más inteligente o más bien que su madurez e interés por aprender han crecido?
¿Es la inteligencia innata o su experiencia educativa la ha hecho más inteligente? ¿Sacar
buenas notas es sinónimo de ser inteligente? Estas preguntas resultan difíciles de contestar
debido, al menos en parte, a mitos que han ido surgiendo alrededor de la inteligencia,
que a día de hoy aún se encuentran muy arraigados en nuestro sistema educativo y que
dejan poco margen de acción al docente. Siguiendo a Lucas y Claxton (2013), podemos
presentar algunos de los mitos más extendidos y ejemplos de cómo una persona con esas
falsas creencias puede concebir la inteligencia (veáse cuadro 1).
La inteligencia es universal. → Una persona va a ser igual de inteligente nazca donde nazca.
La inteligencia es algo estable. → Si naces poco inteligente, lo serás a lo largo de toda tu vida.
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│ Sumario
A pesar de que no se niega que el CI puede ser un factor relacionado con el éxito
académico y profesional, si pensamos en grandes personajes como Einstein, Darwin,
Newton o, incluso, Steve Jobs, nos daremos cuenta de la gran cantidad de «genios fra-
casados» que, a pesar de no haber sido brillantes académicamente hablando ni tal vez
haber obtenido puntuaciones elevadas en los test de inteligencia, sin embargo, han
alcanzado el éxito.
Entonces, realmente, ¿un niño con malas notas y/o un CI bajo está condenado al fra-
caso en su vida cotidiana? Rotundamente no. Así, Juan, ese niño que hoy suspende tres
asignaturas en sexto de educación primaria, tal vez alcance el éxito en diferentes ámbitos
de su vida porque sabe regular y gestionar sus emociones; además, se desenvuelve de
manera eficaz con sus iguales y tiene una gran capacidad de liderazgo y trabajo en grupo.
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Sumario │
Autores Aportación
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│ Sumario
Autores Aportación
.../...
Wechsler (1939) Elabora la primera escala que evalúa los procesos intelectuales de ado-
lescentes y adultos.
Thurstone (1938), Thomson Conceptualiza la inteligencia como conjunto de relaciones entre estruc-
(1939) y Guilford (1967) turas independientes.
Wertheimer (1880-1943), Definen la teoría de la gestalt, que incluye el aprendizaje por discerni-
Köhler (1887-1967) y Koffka miento y el pensamiento productivo dentro de la inteligencia.
(1887-1941)
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Sumario │
motivacionales) como los factores del ambiente (demandas y valores sociales y cultu-
rales) y la interacción entre ambos. En consonancia con esta visión de la inteligencia,
algunos autores, como Navarro y Martín (2010), optan por recoger aquellas caracterís-
ticas que parecen compartir las personas inteligentes y que podríamos resumir en ser
capaces de resolver problemas diarios novedosos, manejar el lenguaje y presentar una
mentalidad innovadora.
Uno de los propósitos del presente capítulo, como hemos venido afirmando, es
establecer las diversas concepciones sobre la «inteligencia». Por ello, presentamos
aquí de manera detallada los diferentes modelos en los que se han sustentado para que
podamos entender el origen y la evolución del constructo. Todas ellas realizan una
valiosa aportación a la hora de entender el concepto de la «inteligencia» y las implica-
ciones educativas derivadas de él, pero desde diferentes perspectivas y concepciones.
Con el fin de organizar la explicación de estas teorías, vamos a englobarlas en dos
grandes bloques:
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│ Sumario
Centrados
Teorías del factor «g»
en la estructura
Modelos de
inteligencia
Teoría triárquica
Centrados en
el funcionamiento
Teoría de las
intelegencias múltiples
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Sumario │
podemos afirmar que desde estos modelos se defiende un origen biológico de dicho factor
general. A partir de este factor se originan esas diferencias en la eficacia intelectual de
los individuos de las que hablábamos al comienzo del apartado.
En este apartado vamos a centrarnos en los modelos psicométricos del factor «g»
y cómo estos han ido evolucionando. Veremos en qué consisten las teorías monofac-
toriales (Inteligencia = Un factor), las multifactoriales (Inteligencia = Varios factores)
y las jerárquicas (Inteligencia = Factores en niveles) para entender así las similitudes y
diferencias que existen entre ellas.
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│ Sumario
EJEMPLO 1
Álvaro y Sergio tienen la misma EC: 11 años. Sin embargo, tras aplicarles un test estan-
darizado, Álvaro ha obtenido una EM de 9 años y Sergio de 12 años. Si aplicamos la
siguiente fórmula:
CI = EM/EC × 100
y teniendo en mente que el CI medio es 100, veremos que ambos niños se diferencian en
su CI, siendo el de Álvaro de 82 y el de Sergio de 109.
Otro de los autores más reconocidos Figura 3. Estructura del modelo de inteligencia
dentro de la perspectiva psicométrica de Spearman
de la inteligencia es Spearman (1923,
citado en Navarro y Martín, 2010). Él
plantea una teoría bifactorial en la que
la inteligencia se compone de la suma de S
un único factor general, el factor «g»,
Verbal
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Sumario │
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│ Sumario
Como acabamos de ver, los autores de las teorías psicométricas apoyan la idea de
que la inteligencia puede medirse de manera unitaria a través de las pruebas de inteli-
gencia. Si sumamos esta concepción a la visión innatista del constructo, considerando
que ser inteligente depende de factores hereditarios y que uno es igual de inteligente
durante toda la vida, estamos poniendo de manifiesto la concepción que ha predomi-
nado a lo largo de muchos años: existe una relación lineal y directa entre ser inteligente,
la puntuación obtenida en las pruebas de inteligencia y el rendimiento académico (Coll
y Onrubia, 2001). Fruto de esta visión, y pese a su importante repercusión educativa
(principalmente derivada de su análisis de las diferencias individuales, y que nos llevan
a ver la necesidad de personalizar la enseñanza), estos modelos no están exentos de limi-
taciones. Entre ellas podemos destacar las siguientes:
En el campo educativo, estos obstáculos nos llevan a plantearnos que, aunque los
test de inteligencia ofrecen ciertas pistas sobre aquellos niños que pueden beneficiarse de
algunas enseñanzas y/o materiales, también presentan sesgos que priman unas conductas
o capacidades académicas frente a otras, por ejemplo, del ámbito social. Además, no
permiten extraer información sobre cómo optimizar el desarrollo intelectual de nuestros
estudiantes, aspecto clave para todo profesional del ámbito. En conclusión, debemos ser
conscientes y analizar críticamente tanto los puntos fuertes como los débiles de las dis-
tintas perspectivas para conseguir optimizar la práctica educativa con nuestros alumnos.
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Sumario │
desde esta visión, nos interesaría conocer cómo Sergio procesa y elabora la información
que recibe para tener éxito y, por ende, qué procesos cognitivos (atención, memoria de
trabajo, lenguaje, toma de decisiones, etc.) se esconden detrás de su conducta inteligente.
Esperaríamos así que Sergio fuese más eficaz a la hora de planificar, tomar
decisiones y aprender nuevos contenidos que Sergio, y justamente ahí sería
donde encontraríamos explicación a sus respectivas conductas.
Los autores situados dentro de esta corriente cognitiva, a diferencia de los más tra-
dicionales, defienden la existencia de múltiples inteligencias en el sujeto, lo cual con-
lleva un importante giro en el estudio del concepto. Es un cambio importante entender la
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│ Sumario
inteligencia no como un factor con otros dependientes, sino como el despliegue de habi-
lidades de diverso tipo para dar respuesta a los retos que plantea el entorno. Veamos a
continuación las dos perspectivas más destacadas dentro de este enfoque: la teoría triár-
quica y la teoría de las inteligencias múltiples.
– Metacomponentes.
– Componentes de ejecución.
– Componentes de adquisición del conocimiento.
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Sumario │
Inteligencia
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│ Sumario
Búsqueda y
Formulación de
Identificación selección de Análisis del Transferencia
estrategias
del problema técnicas y proceso a la vida diaria
de resolución
recursos
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Sumario │
que Sternberg define (analítico, práctico y creativo). Los trabajos realizados por el propio
Sternberg y sus colaboradores ponen de manifiesto, por un lado, que los estudiantes que
reciben una intervención y/o evaluación ajustada a su patrón de inteligencia (analítica,
práctica, creativa o combinada) mejoran más su rendimiento. Por otro lado, encuentran
que los estudiantes con un alto nivel en estas tres inteligencias presentan un mayor ren-
dimiento que aquellos que no siguen esta estructura intelectual (Sternberg, Torff y Grigo-
renko, 1998). La conclusión que se puede extraer de estos trabajos es que es importante
enseñar a nuestros alumnos optimizando sus puntos fuertes y compensando los débiles,
es decir, ajustándonos a su patrón de inteligencia a la vez que potenciando y evaluando
de manera combinada su parte «analítica», «práctica» y «creativa».
Podemos decir que el éxito a nivel intelectual vendría definido por el equilibrio entre
las tres inteligencias y, por tanto, por la capacidad del niño para alcanzar los objetivos
que se propone. Esta es la base de la teoría de la inteligencia exitosa que propone Stern-
berg como extensión de su modelo triárquico.
Gardner propuso en 1983 su teoría de las inteligencias múltiples dentro del enfoque
cognitivo y considerando, por tanto, la inteligencia como un conjunto de habilidades rela-
tivamente independientes, aunque sin negar la existencia de ciertas interacciones entre sí.
Este modelo se enmarca dentro de una perspectiva de la inteligencia más mediada por
múltiples capacidades y dinámica, a diferencia de las más clásicas que hemos ido viendo
previamente y que presentaban la inteligencia como un constructo unitario y estable.
Si bien Sternberg nos hablaba de tres tipos de inteligencias, Gardner considera que
la conducta inteligente es resultado de la actuación de ocho (definió siete, inicialmente
añadiendo después una más, la inteligencia naturalista) (véase cuadro 3).
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¿Qué hace un alumno ¿Cómo aprenden
│ Sumario
Lingüística Capacidad de uso y ge- Escribe y habla muy Leyendo, tomando no- Actividades orientadas a que lean, escuchen
neración del lenguaje bien, teniendo en cuen- tas, escuchando dis- y debatan: diarios de clase, programas de
oral y escrito. ta su edad. cursos y debatiendo. radio, teatro, grabaciones, presentaciones
orales, etc.
Corporal-cines- Capacidad para el con- Es un niño con buen A través del aprendi- Simulaciones, rompecabezas, coreografías de
tésica trol de los movimientos equilibrio y coordina- zaje en movimiento, bailes, construir juegos, diseñar productos
corporales y la manipu- ción corporal. haciendo, tocando y ex- educativos, etc.
lación de objetos. perimentando.
Espacial Capacidad de orien- Tiene facilidad para A través del fomento de Realizar mapas, gráficos, obras de arte, ilustra-
tación en el espacio y descifrar y elaborar la creatividad y la faci- ción de contenidos, interpretación de mapas,
PSICOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN PARA DOCENTES DE INFANTIL Y PRIMARIA
de percibir y recrear mapas, esquemas, grá- litación de la visualiza- ejercicios de coordinación ojo-mano, etc.
Cuadro 3. Las inteligencias múltiples en el aula de infantil y primaria
.../...
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¿Qué hace un alumno ¿Cómo aprenden
Inteligencia ¿Qué es? ¿Cómo desarrollarla?
con alta inteligencia?* mejor?
.../...
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Musical Capacidad para la com- Reconoce fácilmente la Uso de canciones y rit- Cantar, escuchar música, tocar instrumentos,
I. Martínez Álvarez
posición e interpreta- música si está fuera de mos para aprender y me- crear canciones y ritmos, usar tecnología mu-
Interpersonal Capacidad para las rela- Aconseja a los amigos A través de la interac- Trabajos en grupo, tutoría entre iguales,
ciones sociales y la com- que tienen problemas. ción con los otros. asumir roles, realizar proyectos en comu-
prensión de los demás. nidad, presentar problemas desde diferentes
perspectivas, etc.
Intrapersonal Capacidad de introspec- Tiene una alta autoes- Facilitando su concen- Proyectos individuales, diarios personales,
ción y autoevaluación. tima. tración de manera indi- describir los propios sentimientos, proyectos
vidual. que favorezcan la superación personal, etc.
Naturalista Capacidad para distin- Promueve la protección Desarrollando la sensi- Actividades en contacto con la naturaleza,
guir y clasificar elemen- del ambiente. bilidad ecológica. cultivar huertos, clasificar flores o animales,
tos del medio-ambiente, comparar fenómenos naturales, realizar un
animales y plantas. diario de observaciones, crear taxonomías,
coleccionar cosas naturales, etc.
*Adaptado de ítems del inventario de evaluación de las inteligencias múltiples para maestros (Amstrong, 1999).
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Sumario │
│ Sumario
Lógico- Corporal-
Lingüística Espacial
matemática cinestésica
Usar mnemotecnicas Jugar a «si yo fuera una Juego de tarjetas con Traer al aula plantas
musicales. planta, sería...». nombres. Asignar roles y y clasificarlas
Inventar una canción Expresar sentimientos formar grupos
Como hemos podido comprobar, Gardner, a pesar de ser criticado por otros autores, por
ejemplo, por el hecho de plantear diferentes inteligencias independientes sin considerar un
factor común, realiza importantes contribuciones al campo educativo. Es por ello que a día
de hoy esta teoría se aplica frecuentemente en las aulas, siguiendo cinco implicaciones clave:
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Sumario │
4. LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
EJEMPLO 2
Hoy, durante la asamblea de la mañana, Luis nos ha contado que está triste porque su
hermanita Carla se encuentra enferma y no ha podido ir al colegio. Después del recreo,
Paloma, otra niña de la clase, se ha acercado a Luis y le ha dado un dibujo que había hecho
para Carla porque quería que se sintiese mejor y que su amigo Luis ya no estuviese triste.
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│ Sumario
Paloma ha sido capaz de reconocer la emoción de Luis y empatizar con él, ha mos-
trado en esta situación un comportamiento emocionalmente inteligente. Sin embargo, a
veces no resulta fácil identificar y comprender las emociones (propias y ajenas) por su
complejidad y ambigüedad, como se refleja en el niño que vemos en las imágenes de la
figura 7, y es por ello por lo que es un constructo que ha generado gran interés, especial-
mente desde su conceptualización en 1990, en cuanto a sus peculiaridades y desarrollo.
Si bien es cierto que el concepto de «inteligencia emocional» ha evolucionado con el
paso del tiempo, aún a día de hoy resulta incierto y necesita continuar siendo analizado
y trabajado en profundidad.
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Sumario │
4.1.1. L
a inteligencia emocional desde la visión de John D. Mayer y
Peter Salovey
Pensemos en nuestra alumna concreta para entender este modelo. Patricia, que se
ha peleado con su amigo Julián en el recreo porque ambos querían jugar con el balón,
solo podrá resolver el conflicto de una manera emocionalmente inteligente si, en primer
lugar, reconoce de manera precisa sus emociones y las que Julián ha expresado («Julián
y yo sentimos ira»); en segundo lugar, las tiene en cuenta de cara a sus pensamientos y
a la toma de decisiones («El sentirme tan enfadada me hace pensar mal de Julián»); en
tercer lugar, las comprende y analiza («Aunque me siento furiosa por no tener el balón,
Julián estaba jugando con él primero»); y, por último, las regula y controla con el fin de
mejorar la situación («Creo que debería hablar con él y pedirle perdón por haberle qui-
tado el balón; somos muy amigos»).
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│ Sumario
Una persona también puede ser eficaz (o al menos serlo en mayor medida) solo en
alguno/s de los niveles que acabamos de definir y, además, puede que sea más capaz
emocionalmente hablando para percibir, utilizar, analizar y manejar sus propias emo-
ciones o bien para empatizar con los demás.
La inteligencia emocional, según Goleman (1995), está formada por cinco compo-
nentes. Vamos a explicar cada uno de ellos y cómo pueden reflejarse en nuestros alumnos
dentro del aula:
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Sumario │
Una elevada presencia de estos cinco aspectos favorecerá un alto nivel de inteligencia
emocional y, por tanto, dotará al niño de unas competencias eficaces para desenvolverse en
la sociedad. Tanto es así que Goleman afirma que esta inteligencia es determinante
en el aprendizaje y en el éxito educativo.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
Hasta ahora hemos estado viendo cómo podemos detectar en las aulas a los alumnos
con diferente grado de inteligencia emocional, pero como profesionales educativos es
esencial que intentemos dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué implica ser un maestro
inteligente emocionalmente?
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
Vamos a cerrar este apartado viendo, a modo de ejemplo, una de las actividades
que Mortiboys pone en marcha en sus sesiones. Para una ampliación de esta actividad
véase Mortiboys (2016).
Cuadro 5. ¿Cómo planifico los sentimientos que quiero generar en mis estudiantes?
Es importante planificar las sesiones por parte del maestro y esta actividad se focaliza en esta fase. Se
deben especificar los resultados de aprendizaje que se pretenden alcanzar tras la sesión. De manera
ideal, estos son los que deben guiar qué dirá y hará el docente durante la sesión, qué harán los alumnos,
qué recursos se requerirán y cómo se usarán. El mejor plan convencional de sesiones puede no tener
éxito si no se tiene en cuenta cómo pueden responder los alumnos. Si, por ejemplo, quiero que mi grupo
sienta curiosidad, tranquilidad o muestre ingenio durante la sesión, debo preguntarme si es probable
que el plan, tal como está diseñado, provoque ese sentimiento. Si no es así, debería cuestionarme cómo
modificar dicha planificación con el fin de alcanzar no solo los resultados cognitivos de aprendizaje,
sino también las respuestas emocionales que harán el aprendizaje más probable. No se debe perder
de vista lo siguiente:
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
A continuación, se deben seleccionar tres sentimientos de la lista que se quieran fomentar de manera
particular en los alumnos:
El docente que se esfuerza por ser emocionalmente inteligente tendrá como obje-
tivo poner los recursos con los que cuenta al servicio de su práctica educativa para con-
seguir así motivar e involucrar a sus alumnos y convertirles en personas con una elevada
inteligencia emocional.
¿Pueden los niños aprender a ser más eficaces en sus aprendizajes, recordar mejor
o concentrarse de manera más profunda? ¿Las personas somos «más o menos inteli-
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Sumario │
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│ Sumario
Si bien es cierto que no podemos afirmar que haya una intervención «ideal» que
nos permita de modo inequívoco y sin lugar a error desarrollar la inteligencia de nuestros
alumnos, sí podemos extraer algunas pistas o principios que guíen nuestra labor como
docentes. A la hora de poner en práctica dentro de las aulas las implicaciones educa-
tivas derivadas de las diferentes teorías que hemos ido desgranando a lo largo del capí-
tulo es fundamental tener en mente la importancia de desarrollar estrategias y métodos
de enseñanza adaptados a los diversos estilos e inteligencias de nuestros alumnos. Por
tanto, tendremos que diseñar ambientes de aprendizaje que se amolden a la diversidad
existente y que fomenten, por tanto, un desarrollo óptimo de la inteligencia.
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
Sumario │
representa las aptitudes que estos autores consideran que son las herramientas fundamen-
tales del aprendizaje (investigar, experimentar, imaginar y razonar). «Investigar» nos per-
mite descubrir a través de la observación o la imitación; «experimentar» implica probar a
través del ensayo y del error y, por tanto, posibilita aprender de los «fallos»; «imaginar»
supone deliberar a través de la visualización, soñar antes de actuar; «razonar» nos permite
pensar analíticamente en función de nuestra experiencia previa y de las posibles futuras
consecuencias. La presencia mental («1») y las cuatro herramientas del aprendizaje («4»)
se encuentran englobadas dentro del «5», que alude a cinco actitudes complementarias
entre sí: «curiosidad», «determinación», «empleo de recursos», «sociabilidad» y «reflexi-
vidad». Sin la presencia de alguno/s de estos talentos intelectuales pueden darse ciertas
deficiencias en la conducta inteligente del niño. Pensemos, por ejemplo, en un niño poco
curioso; probablemente no muestre una actitud activa ante el aprendizaje.
CURIOSIDAD
Cuestionamiento. Optimismo
5
(Descubrir) (Probar)
INVESTIGAR EXPERIMENTAR
4
Resistencia. Riesgo. Paciencia
Comunicación. Cordialidad.
DETERMINACIÓN
borradores
SOCIABILIDAD
1
Presencia
mental
(Elucubrar) (Pensar)
IMAGINAR RAZONAR
Visualizar. Soñar Analizar. Explicar
RE EO S
FLE PL O
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│ Sumario
6. INTELIGENCIA Y CREATIVIDAD
Una vez más, y como no puede ser de otro modo desde la mirada del docente, nos cuestio-
namos cómo fomentar este proceso en nuestros alumnos. Para adentrarnos en esta cues-
tión, vamos a distinguir en primer lugar entre los dos tipos de pensamiento definidos por
Edward de Bono (1993), el «pensamiento vertical» y el «pensamiento lateral». Mientras el
primero de ellos es un pensamiento lógico que nos ayuda a responder a «qué son las cosas»
(lo automatizado), el «pensamiento lateral» o «creativo» supone ver la realidad desde otro
punto de mira y construir nuevas ideas para responder a «cómo podrían ser las cosa» (lo
novedoso). Vamos a poner a prueba nuestra creatividad intentando resolver este acertijo:
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Sumario │
«Unos meses tienen 31 días y otros solo 30. ¿Cuántos tienen 28 días?». Seguramente, la
mayoría responderemos que un mes (febrero), pero esa no es la respuesta correcta, ya que
en realidad «todos» los meses del año tienen 28 días. Lo que sucede es que habitualmente
nuestro «pensamiento vertical» nos lleva a guiarnos por la base lógica de lo que ya cono-
cemos. Sin embargo, para resolver problemas como el que aquí hemos presentado, es nece-
sario que pensemos de manera diferente en aquello que podría existir. Este «pensamiento
lateral» se relaciona, por tanto, con la creatividad al ser un pensamiento «provocativo»,
y nos interesa potenciarlo en los alumnos a través de nuestra práctica educativa y desde
los niveles iniciales. Así, formaremos a personas capaces de resolver problemas de la vida
cotidiana que a menudo no siguen las leyes de la lógica convencional. Algunas técnicas
para estimular este pensamiento creativo en el aula podrían ser, por ejemplo, dividir un
problema en distintas partes, eliminar, modificar o exagerar alguno de esos fragmentos,
realizar mapas mentales, fomentar diferentes puntos de vista o proponer analogías.
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│ Sumario
EJEMPLO 3
7. REFLEXIONES FINALES
¿Recordáis las preguntas que nos hicimos al inicio de este capítulo? A lo largo de
los diferentes apartados que hemos recorrido, nuestra intención ha sido, esperamos que
con éxito, responder a las mismas. Para ello, hemos hecho un ejercicio de análisis y
reflexión para conocer con la mayor profundidad posible lo que es ser inteligente y cómo
los profesionales de la educación podemos ayudar a nuestros alumnos a pensar mejor y,
por tanto, a ser más inteligentes, liberándonos de los mitos existentes.
En segundo lugar, nos hemos adentrado en el proceso inteligente desde las diferentes,
aunque complementarias, teorías que lo han estudiado. Esto nos ha permitido tener una
visión más global y completa de lo que es la inteligencia. Con este bagaje ahora podemos
decir que contamos con unos conocimientos previos a la hora de poner en práctica unas
estrategias de enseñanza que potencien el desarrollo cognitivo de los niños.
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Sumario │
Este capítulo no acaba aquí. Es solo un comienzo que pretende haber movido vues-
tras entrañas de profesionales de la enseñanza. Continuemos pensando en alumnos como
los que hemos presentado en estas páginas, cada Álvaro o cada Sergio, con sus caracte-
rísticas únicas y extraordinarias. Somos los responsables de «crear» pensadores críticos,
creativos y emocionalmente inteligentes para el mundo del ahora y del mañana. Ahora
estamos un poco más preparados para perseguir este gran reto. ¡Adelante!
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│ Sumario
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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352 www.udima.es
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Sumario │
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CAPÍTULO
AUTOCONCEPTO
Y AUTOESTIMA
3. Autoestima
4. Autoconcepto, autoestima y rendimiento académico
5. Implicaciones para la práctica docente
5.1. Consideraciones previas
5.2. Orientaciones y estrategias
6. Reflexiones finales
Referencias bibliográficas
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│ Sumario
En nuestra vida cotidiana utilizamos con frecuencia términos relacionados con los
conceptos que vamos a trabajar en este capítulo: «autoconcepto», «autoimagen», «auto-
estima», «confianza en uno mismo», etc., y parece ser una idea comúnmente aceptada la
importancia de tener una «alta autoestima» o una «autoestima positiva» para un adecuado
bienestar emocional. El uso de estos términos se ha popularizado y podemos encontrar
mucha información al respecto no solo en fuentes especializadas, sino también en los
medios de comunicación generales. Dado que muchas veces estos términos se utilizan
de forma intercambiable, en la primera parte de este capítulo nos detendremos en definir
a qué nos referimos cuando hablamos de «autoconcepto» y de «autoestima».
Por otra parte, también parece ser un hecho comúnmente aceptado que la imagen
que cada uno tiene de sí mismo o la valoración que cada uno hace de esta imagen influye
en el comportamiento; y este hecho se aplica también a los niños y adolescentes, no solo
a los adultos. Veamos distintos ejemplos que nos pueden ayudar a reflexionar sobre esta
afirmación. En el entorno escolar podemos encontrar, por ejemplo, alumnos que desde
muy temprana edad parecen mostrar una baja confianza en sus posibilidades a nivel aca-
démico y que tienden a evitar o a rechazar ciertas tareas y actividades escolares. Podemos
encontrar también estudiantes que parecen tener una imagen positiva de sí mismos a
nivel académico y que confían en sí mismos en ese ámbito, pero cuya autoimagen física
parece ser negativa, lo que puede afectar a su bienestar emocional y de nuevo a su com-
portamiento. En otros casos encontramos estudiantes que parecen mostrar una imagen
positiva de sí mismos a nivel académico y que, a pesar de no obtener buenos resultados
en diferentes áreas o materias, se mantienen motivados por las tareas. Ante cada uno de
los ejemplos descritos podemos hacernos varias preguntas: ¿cómo han ido construyendo
estos niños la imagen que tienen de sí mismos?, ¿de dónde han obtenido la información
que ha ido conformando esa imagen de sí mismos?, ¿cómo influye la imagen que tienen
de sí mismos en su comportamiento, en su rendimiento académico o en su bienestar
emocional?, ¿podemos intervenir de alguna forma como docentes para ayudar a nuestros
estudiantes a construir una imagen positiva y ajustada de sí mismos?, etc.
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Sumario │
2. AUTOCONCEPTO
2.1. DEFINICIÓN
El primer aspecto que debemos tener en cuenta antes de abordar la definición del
«autoconcepto» es que parece existir cierta falta de unidad terminológica entre los inves-
tigadores en este campo debida principalmente a que se han utilizado diversos términos
indistintamente: «autoconcepto», «autoimagen», «autoestima», «autopercepción», etc.
(Castejón y Miñano, 2013; Coleman y Hendry, 2003). Para ayudar a clarificar a qué nos
referimos al hablar de «autoconcepto» revisaremos algunas de las definiciones más acep-
tadas que se han dado de este término.
Shavelson, Hubner y Stanton (1976) proponen una de las definiciones más citadas del
término, entendiendo el «autoconcepto» como la percepción que una persona tiene sobre
sí misma. También señalan otros aspectos fundamentales: esa percepción de uno mismo
no es innata, se trata de una percepción aprendida que se va formando a través de la expe-
riencia propia del sujeto en interacción con su ambiente, estando, por lo tanto, influen-
ciada por los refuerzos que la persona recibe de los otros significativos y del entorno.
• Componente cognitivo. Estaría formado por las percepciones del sujeto sobre
sí mismo e incluiría percepciones referidas a características físicas, sociales
y personales.
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Sumario │
Una vez definido el «autoconcepto» cabe preguntarnos si esta percepción que una
persona tiene sobre sí misma es general (es decir, si la persona tiene una percepción de
sí misma en términos globales) o si está formada por distintas dimensiones o facetas par-
ciales (por ejemplo, una representación de mí mismo como estudiante, una representación
de mí mismo sobre mi apariencia física, etc.). Y, si es así y el autoconcepto es multidi-
mensional, ¿cuál es la importancia de estas distintas dimensiones o facetas parciales?
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│ Sumario
Apariencia
física
Autoconcepto
físico
Habilidad
fisica
no académico
Autoconcepto
Autoconcepto
emocionales
emocional
Estados
significativos
Otros
Autoconcepto
social
Compañeros
Autoconcepto
general
Ciencias
Matemáticas
Autoconcepto
académico
Lengua
Historia
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Sumario │
En una revisión posterior de este modelo, Marsh (1990, citado en Esnaola et al.,
2008) plantea que el «autoconcepto académico» estaría formado por dos dimensiones
principales, el «autoconcepto académico matemático» y el «autoconcepto académico
verbal», que, a su vez, se relacionarían con subdimensiones más específicas para las dis-
tintas áreas escolares, como puede verse en la figura 2.
Autoconcepto Autoconcepto
académico/Matemáticas académico/Verbal
Económicas/Comercio
Ciencias Biológicas
Lengua extranjera
Ciencias Físicas
Matematicas
Geografía
Historia
Escolar
Lengua
A. C.
A. C.
A. C.
A. C.
A. C.
A. C.
A. C.
A. C.
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│ Sumario
Una cuestión que surge sin duda al analizar este modelo multidimensional y jerár-
quico es si todos los componentes tienen el mismo peso en la construcción del auto-
concepto global. Es decir, si para la construcción del autoconcepto global tienen o no
la misma importancia las dimensiones del autoconcepto académico y las del no acadé-
mico. Esta cuestión está lejos de ser respondida completamente, si bien la investigación
señala que el número y el peso de las dimensiones que formen parte del autoconcepto
global de una persona van a depender de distintas variables como la edad, las exigencias
profesionales/académicas y el contexto social y cultural de la persona (González-Pienda,
Núñez, González-Pumariega y García, 1997). El profesorado debe tener en cuenta estas
variables y la influencia que pueden tener en la construcción del autoconcepto del alum-
nado, por ejemplo, analizando a qué dimensiones del autoconcepto (físico, emocional,
social, académico, etc.) se da más importancia en el contexto social y cultural en el que
se mueve el alumnado.
Por último, otro aspecto relacionado con este modelo jerárquico y multidimensional
es el debate respecto a la estabilidad del autoconcepto, es decir, ¿el autoconcepto se man-
tiene estable a lo largo del tiempo? y ¿son igualmente estables todas las dimensiones?
Shavelson et al. (1976) dan respuesta a estas preguntas también a partir de su modelo,
proponiendo que las dimensiones más globales son más estables que las dimensiones
más específicas. Por ejemplo, el autoconcepto global sería más estable que la dimensión
de autoconcepto académico del área matemática, que estaría más influenciada por las
experiencias que vive en su día a día la persona. Imaginemos que uno de nuestros estu-
diantes del último curso de primaria obtiene muy malos resultados en varios exámenes
de matemáticas de forma continuada. Esta experiencia de fracaso podría afectar al auto-
concepto académico del área matemática, pero no afectaría probablemente al autocon-
cepto global del niño siempre que el resto de dimensiones no se vieran influenciadas por
otras experiencias cotidianas.
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Sumario │
• Otros significativos.
• Proceso de comparación social e interna.
• Observación de la propia conducta.
• Estados afectivo-emocionales propios.
Los distintos contextos (social, familiar y escolar) en los que se mueven los otros
significativos y el feedback que estos proporcionan irán cobrando mayor o menor impor-
tancia en función del momento evolutivo en el que se encuentre la persona. Durante los
primeros años es indiscutible el papel que juega la familia en el desarrollo del niño, mien-
tras que, en etapas posteriores, cuando se produce la escolarización, el feedback propor-
cionado por los profesores irá ganando peso. Es fundamental señalar aquí el papel de
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│ Sumario
compensación que puede desempeñar el contexto escolar en aquellos casos en los cuales
las situaciones o conductas familiares puedan influir de forma negativa en el desarrollo
emocional (entornos familiares con escasa comunicación, con falta de afecto, familias
desestructuradas, etc.). Este papel de compensación del contexto escolar puede darse
tanto mediante el asesoramiento y ayuda a las familias desde la escuela como mediante
la intervención directa con el alumnado en el entorno escolar. Por último, respecto a los
iguales, la información que proporcionan irá cobrando también mayor importancia de
forma progresiva según vaya ampliándose el contexto social de los niños.
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Sumario │
Este estudiante puede interpretar que este fracaso es debido a una falta de capacidad («He
suspendido porque soy malísimo en la asignatura»), o bien puede interpretar que se debe
a otras causas, como, por ejemplo, la falta de esfuerzo («He suspendido porque no estudié
lo suficiente»). Estas interpretaciones se realizan también en etapas anteriores. Pensemos
en una alumna de la etapa de educación infantil que realiza una tarea que implica clasificar
objetos, por la que recibe la felicitación de su profesor. Si le preguntamos a esta alumna
por qué cree que la tarea ha salido bien, podría darnos distintas respuestas: «Lo he hecho
bien porque mi profe me ha ayudado» o «Lo he hecho bien porque he estado muy atenta».
Parece obvio que estas distintas interpretaciones no tendrán el mismo efecto en el auto-
concepto del sujeto. Además, es necesario tener en cuenta que la interpretación que haga
la persona dependerá de distintos factores, como la personalidad, las experiencias previas,
la información recibida del ambiente, la edad, etc. (retomaremos estos aspectos cuando
analicemos la relación entre los procesos de atribución causal, el rendimiento académico y
el autoconcepto). A pesar de esta matización sobre la importancia de cómo el sujeto inter-
preta los éxitos y fracasos, como docentes debemos tener en cuenta que las experiencias
de fracaso continuado probablemente disminuirán la confianza de la persona en sus capa-
cidades, mientras que las experiencias de éxito continuado harán más probable que tenga
una percepción positiva de sus capacidades (González-Pérez y Criado del Pozo, 2003). Por
lo tanto, en todas las etapas educativas se hace necesario proporcionar al alumnado tareas
que supongan retos moderados y alcanzables que les permitan vivir experiencias de éxito,
ajustando estas tareas y actividades a las capacidades particulares de los distintos alumnos.
De acuerdo con Beltrán y Carpintero (2008) aún no hay acuerdo sobre cuándo llegan
los niños a distinguir su propio «yo», si bien la mayoría de los expertos están de acuerdo
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Distancia de Madrid, UDIMA, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de
esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
en que esta capacidad aparece sobre los dos o tres meses de vida. En torno a los dos años,
aparece el segundo paso en el desarrollo del autoconcepto, la capacidad de autorreco-
nocimiento, mediante la cual los niños se perciben a sí mismos como distintos de los
demás. A partir de ese momento las autodescripciones de los niños van haciéndose poco
a poco más complejas y centrándose en aspectos diferentes en cada etapa evolutiva. En
el cuadro 1 se presentan varios ejemplos que ilustran la secuencia de la autodescripción
establecida por Harter (1999).
Primer estadio. Tengo 4 años y vivo en una casa • Características concretas y observables.
Primera infancia muy bonita con piscina. Tengo • Atributos sencillos que expresan pre-
(2-4 años de edad) dos hermanas y también tengo ferencias, actividades, posesiones.
dos perros y un pez. Me encantan
• Atributos aislados, falta de coherencia.
mis perros Lily y Rambo. Tam-
bién tengo una PlayStation en mi • Pensamiento todo o nada.
habitación. ¡Me encanta correr y • Irrealmente positivos (no son capaces de
corro muy rápido! Soy supe- distinguir el «yo real» del «yo ideal»).
rrápido. Ya voy al cole y ya me • No se realizan comparaciones.
sé todas las letras y todos los
• Anticipación de las reacciones de los
números. Mi profe dice que pinto
adultos (orgullo, crítica, etc.).
muy bien.
Segundo estadio. Soy muy buena en la escuela • Los atributos se presentan en categorías
De la primera y voy a un cole inglés. Ahora y describen competencias específicas.
infancia a la hablo mucho mejor inglés que • Comienzan a relacionarse las repre-
infancia media cuando era pequeña, que no sentaciones.
(5-7 años de edad) sabía decir nada, y me gusta
• Representaciones en forma de opuestos
cuando me ven hablar mis
(si soy bueno, no puedo ser malo a la
padres y están orgullosos. Tengo
vez).
muchos amigos en el cole y en
mi «urba». Soy buena al fútbol, • Pensamiento todo o nada.
corriendo, jugando, etc. Puedo • Irrealmente positivos (no son capaces
hacer muchas cosas bien. Si haces de distinguir el «yo real» del «yo ideal»).
muchas cosas bien, no puedes ser • Comparaciones temporales consigo
mala haciendo cosas al mismo mismos.
tiempo.
• Reconocimiento de que están siendo
evaluados por los otros.
.../...
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Sumario │
.../...
Como podemos ver si analizamos estos ejemplos, los niños más pequeños se des-
criben de forma más simple, haciendo referencia a rasgos físicos, a posesiones o a con-
ductas observables por los demás; además, sus descripciones son irrealmente positivas
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│ Sumario
y aún no utilizan la comparación social. Los niños del segundo estadio ya son capaces
de utilizar categorías que agrupan varias competencias, si bien continúan siendo excesi-
vamente positivos en sus autodescripciones; también, aparece la comparación temporal
con uno mismo y el reconocimiento de que están siendo evaluados por los demás. En
el tercer estadio surgen las etiquetas de rasgos que se centran en las habilidades y en las
características personales y aparece la comparación social con los iguales; los niños son
capaces de reconocer atributos positivos y negativos y se interiorizan los estándares de
los otros significativos. Por último, en la adolescencia temprana, se describen atributos
interpersonales y habilidades sociales que influyen en las interacciones con los otros y
se diferencian atributos según roles y contexto (como podemos ver en el ejemplo presen-
tado, en el que se diferencian atributos en distintos contextos: escolar, social y familiar);
asimismo, se interiorizan las normas y opiniones de los otros significativos teniendo en
cuenta estos diferentes contextos.
3. AUTOESTIMA
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Sumario │
dera importantes) son menores que sus aspiraciones, este presentaría una baja autoestima
(James, citado en Harter, 1999). En esta misma línea, enfatizando los aspectos evaluativos,
Coopersmith (1967, citado en Mruk, 1998) entiende la «autoestima» como la evaluación
que realiza y mantiene el sujeto en referencia a sí mismo. Esta evaluación expresaría una
actitud de aprobación o rechazo e indicaría en qué medida el sujeto se considera capaz
y valioso. Ya hemos comentado que podemos entender la autoestima como uno de los
componentes del autoconcepto (componente «evaluativo» o «emocional»), por lo tanto,
podemos utilizar el término «autoestima» de forma general para referirnos a los aspectos
«valorativos» y «emocionales», es decir, a la valoración que hace el sujeto de sí mismo.
Desde esta perspectiva, ambos factores ‒una baja discrepancia entre el «yo real» y el
«yo ideal» y el alto apoyo social percibido‒ son necesarios para un nivel alto de autoestima.
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│ Sumario
Por último, respecto a la estabilidad de la autoestima a lo largo del tiempo, las inves-
tigaciones apuntan que la autoestima sería estable a corto plazo, pero no así a lo largo del
tiempo. Al mismo tiempo, los estudios longitudinales parecen indicar que la autoestima
es más inestable durante la infancia y la adolescencia temprana, volviéndose más estable
una vez pasada esta etapa (Beltrán y Carpintero, 2008). La investigación señala que en la
pubertad (11-13 años) se produce un descenso de la autoestima probablemente relacionado
con los cambios físicos, cognitivos y afectivos propios de esta etapa (Soldevilla, Agulló,
Filella y Ribes, 2018). Por otra parte, tal y como indica Pérez (2010), las investigaciones
han constatado diferencias en función del género en cuanto al peso de las distintas facetas
de la autoestima en la autoestima global: la apariencia física, el rendimiento académico
y la aceptación social parecen ser factores importantes tanto para los chicos como para
las chicas, pero los chicos parecen mostrarse algo más despreocupados, encontrándose
en general puntuaciones algo más bajas en autoestima en las chicas que en los chicos.
Llegados a este punto parece lógico plantearnos las siguientes cuestiones: ¿cómo
podemos conocer la autoestima de nuestro alumnado? y ¿existen indicadores que puedan
ayudarnos a identificar si uno de nuestros alumnos presenta baja autoestima? La auto-
estima de nuestro alumnado no es observable a simple vista, pero podemos servirnos
de diferentes estrategias para obtener información sobre este aspecto, entre las que des-
tacamos la observación de la conducta y las entrevistas con el alumnado, las familias
y el profesorado. De acuerdo con Vargas (2018), señalamos a continuación un listado
de indicadores de baja autoestima que pueden ayudarnos a detectar señales de alarma:
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Sumario │
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│ Sumario
ciones de uno mismo como aprendiz pueden no coincidir. Una persona podría tener una
representación de sí misma como buen aprendiz en el área de ciencias y matemáticas,
pero no así en el área de inglés. Al ser más específicas estas dimensiones serían menos
estables que el autoconcepto académico global, ya que estarían más influenciadas por
las experiencias cotidianas.
Por otra parte, podemos imaginar fácilmente, después de haber analizado las auto-
descripciones que realizan niños de distintas edades y adolescentes, que este autocon-
cepto académico se irá configurando con una mayor diferenciación interna en distintas
dimensiones con la edad. Las investigaciones sobre el autoconcepto académico apoyan
esta idea, señalando cómo en edades más tempranas podríamos distinguir dos dimen-
siones dentro del autoconcepto académico (lingüístico y matemático), mientras que en la
adolescencia (11-12 años) este tendría una estructura más diferenciada, con más dimen-
siones para las distintas áreas escolares. Incluso incorporaría en etapas posteriores sub-
dimensiones dentro de cada área (aritmética, geometría, etc., dentro del autoconcepto
académico matemático) (Miras, 2008).
Cabe entonces preguntarnos si esta relación entre el autoconcepto y los logros esco-
lares es unidireccional o bidireccional: ¿es el autoconcepto el que influye en los logros
escolares o son los logros escolares los que influyen en el autoconcepto?, o bien ¿se trata
de una relación recíproca y ambos, autoconcepto y logros escolares, se influyen mutua-
mente? González-Pienda et al. (1997) hacen una propuesta interesante para interpretar la
relación entre el autoconcepto y el rendimiento académico. De acuerdo a su propuesta,
el autoconcepto académico tendría una incidencia directa, significativa e inmediata sobre el
rendimiento académico del alumnado, si bien, teniendo en cuenta las fuentes del auto-
concepto comentadas previamente, la influencia de los resultados escolares sobre el
autoconcepto parece también innegable. Pongamos un ejemplo que podría ayudarnos a
entender estas relaciones.
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Sumario │
EJEMPLO 1
Sin embargo, estos autores consideran que la influencia de los resultados académicos
no sería directa ni inmediata, sino que estaría mediada por otra variable, el «tipo de atri-
bución causal» que realice la persona. De acuerdo con Miras (2008), los procesos de
atribución causal hacen referencia a la manera en que las personas nos explicamos por
qué ocurren determinados sucesos, tanto a nosotros mismos como a los demás.
Weinner (1986) establece que estas causas posibles pueden categorizarse en fun-
ción de distintas dimensiones:
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│ Sumario
• «He suspendido porque... no tengo capacidad para las mates» (causa interna,
estable y no controlable).
• «He suspendido porque... no he estudiado lo suficiente» (causa interna,
variable y controlable).
• «He suspendido porque... he tenido mala suerte» (causa externa, variable y
no controlable).
Podemos ver que la naturaleza de estas posibles causas no es la misma, y, por lo tanto,
el mismo suceso, suspender matemáticas, probablemente no tendrá el mismo impacto
sobre su autoconcepto académico matemático en todos los casos, sino que su influencia
estará mediada por la atribución causal realizada. Parece existir un patrón atribucional más
beneficioso para el aprendizaje escolar. Este patrón más beneficioso consistiría en atribuir
tanto los éxitos como los fracasos a causas internas al sujeto, variables y que están bajo su
control, como, por ejemplo, el esfuerzo, la planificación o la organización (Miras, 2008).
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│ Sumario
Nisbet y Shucksmith (1987, citados en Pantoja, 2013), y tal y como veremos en otros capí-
tulos, podemos definir las estrategias de aprendizaje como secuencias de procedimientos o
actividades mentales que el aprendiz pone en marcha con el objetivo de facilitar la adquisi-
ción, el almacenamiento y/o la utilización de la información. Núñez et al. (1998) han estu-
diado cómo la imagen que una persona tiene de sí misma influye sobre la selección y puesta
en marcha de estrategias de aprendizaje, encontrando que los alumnos con un autocon-
cepto académico positivo seleccionan y ponen en marcha de forma más eficaz estrategias
de aprendizaje adecuadas, siendo esta relación recíproca. Es decir, el autoconcepto influye
sobre qué estrategias de aprendizaje se van a seleccionar y a poner en marcha y en cómo
se van a utilizar, pero, a su vez, la selección y utilización de estrategias de aprendizaje de
forma eficaz influye sobre el autoconcepto de forma positiva. Respecto a las estrategias
de aprendizaje, es necesario señalar aquí que una estrategia podrá ser más o menos eficaz
en función de varios aspectos: en primer lugar, dependerá de las características de la tarea;
por otra parte, de los contenidos que se estén trabajando y, por último, de las caracterís-
ticas del aprendiz que la pone en marcha, tal y como veremos más adelante.
Pasemos ahora a reflexionar sobre las implicaciones que los conceptos expuestos
previamente tienen para nuestro trabajo como docentes. Antes de comentar orientaciones
y estrategias más concretas veremos algunas consideraciones previas.
En primer lugar, se hace necesaria la «toma de conciencia por parte del profesorado
de todas las etapas educativas sobre su papel en el desarrollo del autoconcepto del alum-
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Sumario │
nado». Por una parte, porque uno de los fines últimos de la educación es el logro de un
pleno desarrollo de la personalidad y las capacidades de los alumnos, dentro de lo cual,
el desarrollo de un autoconcepto y una autoestima equilibrados es imprescindible. Por
otra parte, si tenemos en cuenta que el autoconcepto es aprendido y que se va formando
a través de las experiencias que vive la persona en interacción con su ambiente, es claro
que el entorno escolar es uno de los contextos fundamentales de desarrollo tanto en la
niñez como en la adolescencia. El entorno escolar ofrece oportunidades y experiencias
a partir de las cuales el alumnado irá construyendo las representaciones de las distintas
dimensiones de su autoconcepto y el profesorado tiene un papel fundamental en la con-
figuración y en las características de este entorno escolar. También es necesario que el
profesorado tenga en cuenta la multidimensionalidad del autoconcepto, proporcionando
experiencias de enseñanza-aprendizaje variadas que tengan en cuenta todas las dimen-
siones: social, física, emocional y académica.
En segundo lugar, teniendo en cuenta las «fuentes de las que las personas obtienen
la información que va conformando su representación de sí mismas». Veíamos que tanto
el profesorado como los iguales forman parte de los «otros significativos». Por lo tanto, el
profesorado debe cuidar especialmente los mensajes que transmite al alumnado respecto a
su grado de competencia social, personal, física y académica. Asimismo, es necesario que el
profesorado propicie un clima de aula que favorezca relaciones positivas entre los iguales.
Respecto a la segunda fuente comentada, la «comparación social e interna», parece claro
que el profesorado debe analizar qué tipo de comparaciones está favoreciendo en el alum-
nado, es decir, si favorece la comparación con los otros (mediante sus mensajes o mediante
un ambiente competitivo en el aula) o si sus mensajes favorecen en el alumnado el análisis
de su propio progreso (la comparación interna). Muchas veces los profesores tendemos a
comparar a los alumnos entre sí (por ejemplo, enviando mensajes como este: «Mirad qué
bien lo ha hecho tal compañero, que siempre lo hace perfecto, a ver si los demás lo hacéis
igual de bien»), fomentando de esta forma esa comparación con los otros en lugar de con
uno mismo. Además, dado que otra de las fuentes del autoconcepto es la «observación de
la propia conducta», se hace imprescindible que el profesorado analice qué situaciones de
enseñanza-aprendizaje está proporcionando al alumnado, asegurándose de crear situaciones
en las que estos puedan tener experiencias de éxito y de facilitar ayuda al alumnado para
gestionar las situaciones en las que no obtenga ese éxito. Por último, veíamos los «estados
afectivo-emocionales propios» como otra de las fuentes del autoconcepto. Sabemos que
las experiencias que vive el alumnado generan estados emocionales que también pueden
influir en el autoconcepto. Por lo tanto, el profesorado debe ayudar al alumnado a entender
y expresar estos estados emocionales, trabajando la educación emocional de forma explí-
cita. En consecuencia, parece claro que, tal y como señalan Revuelta, Rodríguez, Ruiz
de Azúa y Ramos-Díaz (2016), es imprescindible que en el ámbito escolar se dé un tra-
tamiento adecuado y suficiente al desarrollo del autoconcepto del alumnado en todos sus
componentes y dimensiones.
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│ Sumario
En tercer lugar, hemos visto cómo «evoluciona el autoconcepto a lo largo del desa-
rrollo, haciéndose cada vez más complejo», lo que implica que el profesorado debe
tener en cuenta este proceso evolutivo y ajustar sus intervenciones a las capacidades del
alumnado en cada momento del proceso. Soldevilla et al. (2018) realizan una propuesta
interesante en relación a los contenidos concretos relacionados con el autoconcepto y la
autoestima que podemos trabajar en las etapas de infantil y primaria. En el cuadro 2 se
presenta su propuesta sobre los contenidos que hay que trabajar divididos en distintos
bloques de edad.
Cuadro 2. Desarrollo de contenidos en educación del autoconcepto y la autoestima entre los 3 y 12 años
8-10 años • Aceptación del hecho de que lo que digo, hago o pienso no gusta a todo el mundo.
• Reflexión sobre las cualidades y limitaciones que me reconocen los demás.
• Identificación de las personas que me quieren: los amigos.
• El respecto hacia uno mismo.
• Desarrollo de estrategias para hacer frente al sentimiento de fracaso.
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El «clima del aula» depende de distintos factores, entre ellos, de las formas de inte-
racción establecidas entre el alumnado y el profesorado y de las normas, tanto explícitas
como implícitas (González y Solano, 2015). De acuerdo con Pantoja (2013), el profeso-
rado debe trabajar la cohesión de grupo para favorecer que todos los alumnos sean parte
activa del grupo-clase y compartan unas metas comunes. Es posible fomentar un clima
del aula que beneficie al grupo-clase:
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│ Sumario
Respecto a los procesos de «atribución causal» que median en cómo los resultados
académicos pueden influir en el autoconcepto académico, veíamos que podemos identi-
ficar un patrón atribucional más beneficioso para el aprendizaje (atribuir tanto los éxitos
como los fracasos académicos a causas internas, inestables y controlables). Bueno (1995,
citado en Núñez y González-Pumariega, 2007) realiza una propuesta relativa al procedi-
miento que hay que seguir para ayudar al alumnado a modificar patrones atribucionales
desadaptativos. Dicha propuesta consta de los siguientes pasos:
Por ejemplo, podemos ayudar a uno de nuestros estudiantes a analizar cómo dife-
rentes atribuciones tendrán una influencia distinta en su motivación por la asignatura y
en su conducta. Es más probable que un estudiante se sienta desmotivado hacia una asig-
natura si realiza una atribución como la siguiente: «He suspendido porque soy un inútil»,
que si atribuye su fracaso a la falta de esfuerzo: «He suspendido porque no me he esfor-
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Sumario │
Es claro que podemos utilizar esta propuesta con estudiantes más mayores, si bien, en
edades más tempranas, podemos trabajar otros aspectos previos ayudando al alumnado a:
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Sumario │
esta acción tutorial en las áreas curriculares. La inexistencia de una hora de tutoría en
infantil y primaria exige que la acción tutorial no se plantee como una programación
paralela, sino que se integre en las programaciones didácticas y en las rutinas de clase, lo
que sin duda presenta algunos retos, como la coordinación del profesorado que imparte
clase a un grupo o la necesaria reflexión sobre cómo vincular los objetivos y contenidos
de la acción tutorial con los objetivos y contenidos de las áreas. Sin embargo, estos retos
pueden verse a su vez como ventajas, dado que nos ayudan a presentar los objetivos y
contenidos de la acción tutorial de forma contextualizada.
Pensemos en algunos de los contenidos que hemos presentado como necesarios para
favorecer el desarrollo de un autoconcepto y una autoestima equilibrados y veamos cómo
podrían vincularse con las áreas curriculares:
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│ Sumario
Trabajar la acción tutorial de forma transversal a las áreas del currículo nos ayuda tam-
bién a mantener una coherencia y una continuidad en la intervención educativa de todo el
profesorado que trabaja con un grupo en clase, así como a promover la toma de conciencia
por parte del profesorado sobre su papel en el desarrollo integral del alumnado.
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Sumario │
• Autoconocimiento.
• Conocimiento de los otros.
• Habilidades de comunicación.
• Habilidades sociales.
• Estilo atribucional.
• Lenguaje interior.
• Metas.
• Imagen corporal.
• Autonomía y responsabilidad.
• Autocontrol.
• Solución de problemas.
• Inteligencia emocional.
• Resolución de conflictos.
• Toma de decisiones.
• Estrategias para afrontar el estrés.
Como podemos ver, los contenidos enumerados coinciden con varios aspectos seña-
lados previamente en este apartado, como el estilo atribucional, la solución de problemas, las
habilidades de comunicación, la inteligencia emocional, etc., incorporando, además, otros
contenidos, como la toma de decisiones, las estrategias para afrontar el estrés o el len-
guaje interior (cómo nos dirigimos a nosotros mismos). Tanto estas propuestas como la
propuesta de contenidos de Soldevilla et al. (2018) pueden servir de guía al profesorado
sobre qué aspectos parecen nucleares en la intervención sobre el autoconcepto y la auto-
estima (si bien no debemos perder de vista la necesidad de adaptar cualquier propuesta
a las características concretas del alumnado).
6. REFLEXIONES FINALES
A lo largo del capítulo hemos ido dando respuesta a los interrogantes que nos plan-
teábamos al inicio, relativos a la formación del autoconcepto y la autoestima, a la rela-
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esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)".
│ Sumario
ción del autoconcepto y la autoestima con los logros escolares y el aprendizaje y al papel
de la escuela en el desarrollo del alumnado.
Una vez clarificados estos conceptos, sus características y los procesos mediante los
cuales se van configurando a lo largo del ciclo vital, se ha analizado la relación entre el
autoconcepto, la autoestima, el rendimiento académico y el aprendizaje. Sabemos que
el autoconcepto académico tiene una incidencia directa, significativa e inmediata sobre
los logros académicos del alumnado, así como que esta relación es recíproca (si bien la
influencia de los logros escolares sobre el autoconcepto está mediada por el tipo de atri-
bución causal que realice la persona). Por otra parte, sabemos también que existe una
relación bidireccional entre el autoconcepto académico y la utilización de estrategias de
aprendizaje por parte del alumnado, constatando, por lo tanto, la importancia del autocon-
cepto no solo para los logros académicos del alumnado, sino también para su aprendizaje.
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