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El hecho de que no nos encontremos ante un fenómeno nuevo, de que podamos intuir
que ha estado presente desde hace mucho tiempo, no resta importancia a las graves y
negativas consecuencias que conlleva para la convivencia en los centros escolares y
para todos sus componentes, especialmente para los alumnos que son los implicados
directos.
Algunas de las consecuencias para los agresores son: aprende a maltratar,
reforzamiento por parte del grupo, dificultades para mantener relaciones
interpersonales igualitarias y satisfactorias, transferencia de ese modelo de dominio a
otras situaciones sociales, problemas de rendimiento escolar y suele provocar
situaciones de indisciplina en el aula (Casillas, J. L).
Las consecuencias para las víctimas son: disminución de su autoestima, estados de
ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que hace difícil su integración en el medio
escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes (IDP, 2006).
La palabra bullying surge a mediados de los años 80, con la siguiente definición: “un
estudiante es víctima de bullying cuando está expuesto, de forma reiterada a lo largo
del tiempo, a acciones negativas por parte de otro u otros estudiantes” (Olweus, 1986).
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se puede realizar en cualquier ámbito de la vida del sujeto, la violencia y el acoso
escolar solo se pueden entender cuando el origen del problema radica en las
relaciones interpersonales que se dan en los centros escolares (Fernández y
González, 2006). Así mismo, también hay que distinguir entre la violencia escolar y el
acoso escolar. Para considerar acoso escolar es necesario que la conducta se repita
en el tiempo (Olweus, 2003). Según la perspectiva criminológica, entre la violencia
escolar y el acoso escolar existe una relación de frecuencia de aparición, por lo tanto
se considera violencia escolar a un acto de violencia que se ejerce en el contexto
mencionado y, si ese acto se lleva a cabo de manera repetida en el tiempo, estamos
ante acoso escolar (bullying).
1.3. Roles
Distinguimos tres roles: agresor, víctima y testigo. Se considera agresor aquel niño o
niña que, solo o en grupo, lleva a cabo las conductas de agresión, exclusión social,
violencia física, psicológica o económica, vandalismo, amenaza/extorsión o abuso
sexual (Fernández y González, 2006). Por víctima se entiende toda persona que, sin
tener capacidad para defenderse, sufre algún daño físico o psicológico, derivado de
las conductas anteriormente descritas y que no ha provocado dicha situación. Dentro
de este agrupo tenemos que distinguir tres subtipos: Víctima pasiva, que se
corresponde con la definición apuntada; víctimas provocadoras, que serían aquellos
chicos y chicas que, dadas sus características, provocan reacciones adversas por
parte de sus compañeros (dejando claro que dicha provocación no es excusa para una
respuesta violenta por parte de otro alumno/a); victima agresora, sería aquel alumno/a
que, además de sufrir la conducta, la ejerce sobre otros compañeros, normalmente
más pequeños o débiles (Prieto, Carrillo y Jiménez, 2005).
Por último, los testigos que son aquellos alumnos que están bien informados sobre
las situaciones de violencia que se generan en el centro escolar. Dentro de este grupo
se distinguen tres clases de testigos: el testigo pasivo, que es aquel que observa la
conducta, pero no interviene; testigo agresor, aquel que presencia la conducta y
además participa de una forma indirecta, por ejemplo, animando al agresor; testigo
víctima, aquel que observa la conducta y no hace nada por temor a las represalias que
puedan tomar hacia él (Fernández y González, 2006).
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1.4. Algunos datos estadísticos sobre la problemática1
Según el estudio del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia (Serrano e
Iborra, 2005):
- El 75% de los alumnos han sido testigos de agresiones en su centro, de los cuales el
84,3% son de tipo emocional y el 76,5% físico. El 71,3% de las agresiones las han
visto en el patio y el 60,5% en la clase.
- Un 14,5% de los alumnos declara ser víctimas de agresiones. Las más frecuentes
(84,8%) son de tipo emocional, seguidas de las físicas (50,9%). El 54,3% las han
sufrido en clase y el 53,4% en el patio.
- En cuestiones de género, los chicos dicen sufrir y cometer más conductas (16,2% y
11,1%) que las chicas (12,7% y 4,1%), salvo en el tipo de maltrato emocional.
- Por último, la mitad de los alumnos que declaran ser víctimas afirman que los
profesores no intervienen porque no se enteran.
- Los alumnos que se identifican como víctimas de insultos representan el 30% de los
encuestados. En el caso de procesos de victimización graves se reduce
llamativamente este porcentaje.
- El comportamiento de ser pegado por los compañeros da una frecuencia del 4,1% en
la respuesta “a veces” y 0,7% cuando la pregunta es “en muchos casos”.
- Las diferencias entre centros públicos y privados son pocas, siempre se dan en algún
tipo de agresiones que son menos frecuentes en los centros públicos.
- Los chicos no sólo agreden más, sino que también sufren mayor número de
agresiones que las chicas, salvo en el caso de hablar mal.
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Véase http://www.xtec.cat/~jcollell/Z11Informes.htm
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2. CIBERBULLYING
Cabría preguntarse si la violencia llevada a cabo a través de la red son nuevas formas
de violencia o si, por el contrario, es lo mismo, pero con distintos medios (o
herramientas).
El ciberbullying consiste, según Willar (2004), en ser cruel con otra persona usando
Internet u otras tecnologías digitales, mediante el envío o publicación de material
dañino o la implicación en otras formas de agresión social online. Besley (2005) por su
parte, lo define como el uso de tecnologías de la información y la comunicación como
base para una conducta intencional, repetida y hostil desarrollada por un individuo o
grupo para hacer daño a otros. Smith et al. (2006) entienden el ciberbullying como una
conducta agresiva e intencional que se repite de forma frecuente en tiempo mediante
el uso, por un individuo o grupo, de dispositivos electrónicos sobre una víctima que no
puede defenderse por sí misma fácilmente.
Si analizamos las definiciones podemos observar que incluyen las tres características
que Olweus apunta para el acoso (vista en la página 2): intencionalidad, frecuencia
(repetido en el tiempo) y desequilibrio de poder.