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Contratos
CARLOS LASARTE
CONTRATOS
PRINCIPIOS DE DERECHO CIVIL
VIGESIMOSEGUNDA EDICIÓN
(2021)
Sobre la base de los apuntes SONIA RODRIGUEZ FERNANDEZ (2015), JMG (2014), PATAJUAN (2016) Y MANUEL
AGUDO (2018), SWANHILDA (2019)
NOTA: Además del mantenimiento al final del documento de los hots que estaban en los
apuntes base, se ha añadido la referencia en cada apartado. También se han añadido * según
las preguntas que marcaba Sonia, supongo que anteriores a 2012, aunque aportan poca
información.
El material ha sido destacado o descartado según mi criterio personal para adaptar los
contenidos al modelo de examen de espacio tasado, de modo que es siempre conveniente
estudiar con el manual y la legislación civil delante.
Capítulo 1. EL CONTRATO
1.- EL CONCEPTO DE CONTRATO
El art. 1.254 CC establece que “el contrato existe desde que una o varias personas consienten en
obligarse, respecto una de otras, a dar alguna cosa o prestar algún servicio”. El contrato es, por
tanto, un mecanismo de generación de derechos y obligaciones respecto a las partes, las cuales se
encuentran vinculadas a la realización de una promesa por el mero hecho de haberse comprometido
a ello. No cabe duda en cuanto a su carácter de fuente de las obligaciones, como bien establece el
art. 1.089 CC. De la evolución histórica de la idea de contrato, el contrato aparece como
manifestación del consentimiento. Así pasa al Code Napoleón y al resto de los C C actuales.
EVOLUCIÓN HISTORICA:
Época romana: De un marcado formalismo, no hay ninguna institución que se asemeje a la idea
actual de contrato. Así, ni la Stipulatio, que se caracterizaba por no otorgar eficacia obligatoria a los
actos que no reunían las rígidas reglas o la certeza de la entrega de una cosa, ni la existencia de otras
figuras contractuales, (ya fueran verbales, reales, literales o consensuales), ni los llamados contratos
innominados de la época justinianea nacidos para superar un sistema muy formalista, puede
afirmarse que la idea genérica de contrato pueda asemejarse a la actual.
Época del Ius commune y los canonistas. La Influencia de la Iglesia católica dio relevancia al
Principio de buena fe y de respeto a la palabra dada (pacta sun servanda), apareciendo también el
principio solus consensus obligat, por el cual, los contratos se forman por el simple consentimiento
de las partes y los modos para para su exteriorización son libres. Se consolida la jurisdicción
mercantil en la cual el consentimiento mutuo constituye la esencia del contrato.
Edad moderna. Se acentúa la consideración de la voluntad individual (y, por tanto, del
consentimiento de ambas partes contratantes) como base del contrato. Destaca la Escuela de
Derecho natural que reclama la propia posición del ser humano y la importancia de la voluntad
individual como criterio decisivo en las más diversas facetas de la actividad humana.
Todo contrato debe tener por objeto prestaciones susceptibles de valoración económica, ya sean
tales prestaciones en bienes (o cosas) o servicios. A veces la valoración económica es fácil (precio de
mercado de un bien) y otras depende del interés de los contratantes. Incluso en los contratos
unilaterales (donación o regalo) tiene que existir el requisito de patrimonialidad. En cambio, los
acuerdos de voluntades sin carácter patrimonial no tienen el carácter de contrato, por ejemplo, el
matrimonio.
Si en el contrato subyace un intercambio económico objeto de valoración por las partes, no puede
extrañar que el estudio del mismo haya servido para resaltar el papel conformador de la voluntad de
los contratantes, y, en definitiva, la libertad de iniciativa económica privada, la cual está reconocida
por la generalidad de los sistemas de los países evolucionados, incluso a nivel constitucional, al estar
consagrada la llamada economía de mercado (art.38 CE).
La relevancia que la voluntad de las partes asume en el ámbito contractual requiere algunas
observaciones que enmarquen el alcance efectivo de la autonomía privada y de la libertad
contractual:
1. En primer lugar, la autonomía privada no puede ser contemplada al margen del ordenamiento
jurídico, que la reconoce y protege y, por tanto, no puede atentar contra el propio ordenamiento
jurídico y, en concreto, contra las normas de carácter imperativo, la moral (referida a los
principios morales recogidos por el ordenamiento jurídico) y la buena fe. No obstante, la mayoría
de las normas legales referentes al contrato tiene carácter dispositivo, y, por lo tanto, son
disponibles y sustituibles por las partes. Aunque también hay normas contractuales de derecho
imperativo que tienen primacía sobre la autonomía privada.
2. De otra parte, en términos teóricos, parece claro que no se debe llevar a una hipervaloración
conceptual de la voluntad de las partes que suponga la afirmación que el contrato es un acuerdo
de voluntades, con el olvido del substrato económico del mismo y, en particular, de la nota de
patrimonialidad.
1.Papel preventivo o negativo respecto del pacto contractual, prohibiendo determinadas conductas.
2.Las prescripciones legales (a través de la integración en el contrato) pueden dotar al acuerdo
contractual de un significado y alcance distintos al establecido por las partes en el clausulado
contractual. Así el ordenamiento jurídico despliega también un papel de carácter positivo en
relación con el contrato, incluso contradictorio con la voluntad de las partes, acreditando que la
voluntad de éstas no es todopoderosa.
3. El ordenamiento jurídico constituye precisamente el fundamento último de la relevancia de la
voluntad de las partes, y otorga al contrato una fuerza vinculante y unas posibilidades de actuación
de las que podría carecer técnicamente hablando.
La fuerza vinculante de los contratos se encuentra sancionada en el artículo 1.091 CC, conforme al
cual: “las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes
contratantes, y deben cumplirse al tenor de los mismos”. Dicho precepto, fundamental en
nuestro sistema, atribuye a las obligaciones “fuerza de ley” en las relaciones entre los contratantes.
Los contratos tienen fuerza de ley, pero no son ley, ni siquiera inter partes.
Contratos consensuales:
- La mayor parte de los contratos son consensuales. El contrato se perfecciona (genera derechos y
obligaciones y se entiende válidamente celebrado) por el mero consentimiento contractual entre
las partes.
- Son consensuales, en general, todos los contratos que no sean calificables como formales, o
reales. Por lo tanto, tienen carácter consensual los contratos de compraventa, permuta,
arrendamientos, sociedad, mandato, seguro, fianza, etc.
Contratos reales:
- Se hace referencia a una limitada relación de contratos para cuya perfección el CC requiere,
además del consentimiento, la entrega de una cosa.
- Son contratos reales: préstamos (mutuo y comodato), depósito y prenda.
- A diferencia de la doctrina clásica, para la doctrina moderna la entrega de la cosa es requisito
constitutivo de los contratos reales.
Contrato gratuito (o lucrativo) cuando una de las partes contratantes se enriquece u obtiene un
beneficio a consecuencia del contrato, sin asumir carga o contraprestación alguna. El ejemplo
paradigmático es la donación o regalo. Para el CC son igualmente gratuitos los contratos de mandato,
préstamo y depósito; que también se encuentran basados en la idea de altruismo.
Contratos típicos: Son aquellos que están legalmente contemplados y a los que el Derecho objetivo
proporciona una regulación de carácter general. Así pues, los diversos tipos de contratos recogidos
en el CC (compraventa, arrendamiento, etc.) o en cualquier otra disposición legal (contrato de
edición, etc.) serían calificables como típicos. Suelen ser aquellos contratos con tradición histórica o
con expansión actual. Se establece el marco básico del contrato, mediante escasas normas de
Contratos atípicos: Son aquellos que, aun careciendo de reconocimiento legal y de regulación
positiva, reúnen los requisitos esenciales de la figura contractual. Su admisibilidad es indiscutible,
y la jurisprudencia reconoce, que la libertad contractual derivada de la iniciativa económica privada
conlleva que las personas puedan estructurar libremente figuras contractuales no consagradas
legalmente. La celebración de un contrato atípico supone un modelo contractual que no cuenta con
una regulación supletoria ad hoc, por lo que conviene perfilar bien las reglas o cláusulas contractuales
para evitar imprevisiones en la ejecución efectiva del contrato. Por lo general, después de un tiempo
los contratos atípicos generalizados en la práctica se acaban regulando y transformando en
típicos.
3.5. CONTRATOS INSTANTÁNEOS, DURADEROS Y DE EJECUCIÓN PERIÓDICA *
Contratos instantáneos: Son aquellos cuya completa ejecución se realiza en un acto temporal único
o en un breve lapso temporal.
Contratos duraderos: Son los que conllevan cierta continuidad temporal en su vigencia y ejecución,
estableciendo un vínculo entre las partes contratantes que se prolonga durante un determinado
plazo temporal. Durante dicho plazo las partes, de forma continuada o no, según la naturaleza del
contrato, deberán llevar a cabo la ejecución de las prestaciones.
Contratos de ejecución periódica: Son contratos en los que una de las partes contratantes debe
realizar alguna/as prestaciones con una determinada regularidad temporal (pagar la renta mensual).
3.6. CONTRATOS BILATERALES Y UNILATERALES *[14J2][19J1]
Todo contrato se caracteriza por tener, al menos, dos partes, por lo que la razón distintiva entre
contratos bilaterales y unilaterales se fundamenta en el nacimiento de obligaciones a cargo de una o
de ambas partes.
A) Contratos bilaterales (o sinalagmáticos) son aquellos contratos que generan obligaciones para
ambas partes, de forma recíproca y correspondiente (el comprador paga y el vendedor entrega la
cosa). Todos los contratos bilaterales son simultáneamente onerosos.
B) Contratos unilaterales, son los que generan obligaciones para una sola de las partes
contratantes (presto a un amigo 30€: solamente él queda obligado), y pueden ser gratuitos u
onerosos. En ellos no es de aplicación la facultad resolutoria por incumplimiento, como causa de
ineficacia del contrato.
Los elementos esenciales deben estar presentes en todo contrato para que, válidamente, se pueda
hablar de tal. Por ello es tajante e imperativo el art. 1.261 CC “No hay contrato sino cuando
concurren los requisitos siguientes:
1. Consentimiento de los contratantes.
2. Objeto cierto que sea materia del contrato.
3. Causa de la obligación que se establezca”.
Los elementos accidentales pueden estar presentes por voluntad de las partes en un
determinado contrato, pese a que su presencia no es esencial ni determinante, para que pueda
hablarse de contrato válido. Los elementos accidentales son la condición y el término, y en menor
medida respecto de los contratos gratuitos, el modo. Una vez integrados en un acuerdo
contractual, asumen una extraordinaria importancia respecto de la vida del contrato.
Los elementos naturales son ciertas notas características de algunos contratos que la regulación
legal de los mismos considera implícitas en los correspondientes acuerdos contractuales si las partes
no disponen nada en contrario y que derivan de la propia naturaleza del contrato.
Un ejemplo clásico de “elemento natural” es el carácter gratuito del contrato de depósito como
regla, y salvo pacto en contra, regla que, sin embargo, es justo la contraria en Derecho mercantil: el
carácter retribuido del depósito salvo pacto en contrario.
Los elementos naturales no son requisito de validez o condición de eficacia del contrato, son un
detalle normativo a través de normas dispositivas. Actualmente la doctrina reniega de ellos, aunque
la jurisprudencia los suele utilizar, como por ejemplo el saneamiento por evicción que es un elemento
natural del contrato de compraventa, aunque el mismo es disponible por las partes contratantes.
El contrato se define como acuerdo de voluntades (decisión de dos o más personas de realizar un
determinado compromiso). El punto de partida es la voluntad coincidente de ambas partes.
La manifestación del consentimiento de cada una de las partes puede darse de muy diferentes
maneras (firmando un extenso contrato; levantando la mano para detener un taxi…), pero requiere en
2.1 LA REFORMA DEL ARTÍCULO 1.263 POR LA LEY 26/2015, SOBRE PROTECCION DE LA
INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA
La reforma del CC por la Ley 26/2015 da nueva redacción a los artículos 1.263 y 1.264. El Art. 1.263
enuncia: “no puede prestar consentimiento:
1. Los menores no emancipados, salvo en aquellos contratos que las leyes les permitan realizar por
si mismos o con asistencia de sus representantes, y los relativos a bienes y servicios de la vida
corriente propios de su edad de conformidad con los usos sociales.
2. Los que tienen su capacidad modificada judicialmente, en los términos señalados por la
resolución judicial.”
Puede apreciarse una sustancial mejora respecto de la anterior redacción, de manera que la capacidad
de obrar o actuar por sí mismos pueda adaptarse a la situación y circunstancias concretas de los
grupos de personas contempladas en el precepto.
El elemento sobre el que pivota la nueva regulación es la incapacitación de quien no llega a alcanzar
la capacidad plena, ni la modificación de una capacidad que resulta inherente a la condición de
persona humana, y por ello no puede modificarse, sino la búsqueda e instrumentación del oportuno
apoyo a la persona que los precise por encontrarse en alguna situación especial de discapacidad
(física, intelectual, sensorial…). La LAPCD suprime radicalmente la tradicional incapacitación, atendido
el principio de la Convención de Nueva York de 2006.
Así pues, la modificación más importante que introduce la LAPCD es la radical abrogación de la
incapacitación judicial de las personas con discapacidad, sustituyéndola por un sistema de apoyos
individualizados para que tomen sus propias decisiones de forma libre e informada. Tales sistemas de
apoyo deben ajustarse a los principios de necesidad y proporcionalidad y atender, de ser posible, a la
voluntad, deseos y preferencias de la persona que requiera la medida.
Dentro de las medidas voluntarias adquieren especial importancia los poderes y mandatos
preventivos, así como la posibilidad de la autocuratela. De otro lado, la LAPCD elimina la tutela y la
patria potestad prorrogada o rehabilitada del ámbito de la discapacidad, que se mantendrán
exclusivamente como instituciones propias de la minoría de edad; introduce cambios en la
regulación de las instituciones de guarda y protección de las personas con discapacidad y
aborda en profundidad la institución de la curatela, entendida desde la perspectiva asistencial.
Así:
1. El artículo 760 declara que: “las medidas que adopte la autoridad judicial deberán ser
conformes a los dispuesto sobre esta cuestión en las normas de Derecho civil que resulten
aplicables”, admonición que a nuestro juicio es innecesaria, ¡pues ninguna autoridad
judicial va a cometer semejante dislate!
2. El apartado 1 del artículo 761 afirma que “las medidas contenidas en la sentencia dictada
serán revisadas en el plazo en que en ella se disponga y, en todo caso, en el plazo máximo
de tres años, debiendo seguirse los trámites previstos a tal efecto en la LJV.
Swanhilda. Actualización 21-22 por To Ñin y Óscar Agudo 8
Civil II. 2º Parcial. Contratos
3. Por último, el artículo 757.1 de la LEC-2000, queda redactado en los siguientes términos:
“El Proceso para la adopción judicial de medidas de apoyo a una persona con discapacidad
puede promoverlo la propia persona interesada, su cónyuge no separado de hecho o
legalmente o quien se encuentre en una situación de hecho asimilable, su descendiente,
ascendiente o hermano.
En determinados casos, las leyes prohíben a algunas personas la celebración de ciertos contratos,
pese a gozar de la capacidad general de obrar. Se habla de prohibiciones de contratar, la capacidad
contractual de los contratantes se ve restringida por una prohibición expresa respecto de un
determinado o concreto contrato. A tales prohibiciones se refiere el art.1264 “Lo previsto en el
artículo anterior se entiende sin perjuicio de las prohibiciones legales o de los requisitos especiales de
capacidad que las leyes puedan establecer”.
Se basan en razones de orden público y económico, tratando de evitar que ciertos grupos de
personas se prevalgan de la función que desempeñan, obteniendo un enriquecimiento injusto, a costa
de otra persona que se encuentra en una situación dependiente o subordinada.
El término autocontrato engloba aquellos supuestos en que una sola persona asume las posiciones
contractuales contrapuestas, por contar con poderes representativos de otra persona, sea natural o
jurídica, o tener capacidad decisoria sobre 2 patrimonios separados. El concepto es controvertido y no
toda la doctrina lo admite, ya que no existen dos partes, sino una sola.
Pese a no estar regulado expresamente, existen preceptos en los que se evidencia la prohibición de
celebrar actos jurídicos por los representantes cuando dicha celebración suponga conflicto de
intereses con sus respectivos representados:
Aunque sería razonable concluir que el autocontrato no es admisible en el Derecho español y debe
En este sentido, la STS 10 de junio de 2015, considera jurídicamente ineficaz la auto contratación
cuando se da realmente un conflicto y una contradicción de intereses que haga imposible la
actuación de una persona que obra por sí misma y a la vez represente a otra (física o jurídica). El
contrato realizado en estos casos pierde licitud debido a su abuso del derecho, intentan de algún
modo dañar y perjudicar a otro (genera daño a un tercero).
3.1. EN GENERAL
El Ordenamiento jurídico vela porque el consentimiento contractual se preste por los contratantes de
forma libre y consciente. Cuando el consentimiento (generalmente de una de las partes) ha sido fruto
del error, de la coacción o del engaño, el ordenamiento declara viciado el contrato y permite que
sea anulado por el contratante que ha sufrido tales interferencias en la formación de su
consentimiento o voluntad de contratar. Se llaman vicios de la voluntad o vicios del consentimiento.
En tal sentido, dispone el art. 1265 CC que “será nulo el consentimiento prestado por error,
violencia, intimidación o dolo”.
La validez de los contratos no puede quedar sometida a las alegaciones de cualquiera de las partes de
haberse equivocado sin más, ya que entonces los contratos no tendrían efectos obligatorios,
generando una gran inseguridad.
El CC no define el error como vicio del consentimiento, aunque en el art. 1266 CC le da al término
error el significado usual o convencional: equivocación, falsa representación mental de algo. Lo
que si regula el art. 1266 CC son los requisitos o circunstancias fundamentales que comportan que el
error sea relevante o no con vistas a privar de eficacia al contrato celebrado.
Según el art. 1266 CC: “para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la sustancia
de la cosa que fuere objeto del contrato o sobre aquellas condiciones de la misma que principalmente
hubiesen dado motivo a celebrarlo. El error sobre la persona sólo invalidará el contrato cuando la
consideración a ella hubiese sido la causa principal del mismo”.
El error causante de la posible anulabilidad puede recaer sobre datos objetivos del propio acuerdo
contractual (error esencial), cuanto respecto de la otra parte contratante (error sobre la persona).
2.- Error sobre la persona con que se contrata. El error sobre la persona puede tener eficacia
invalidante en relación CON TODO TIPO DE CONTRATOS, siempre que la consideración de la otra
parte contratante haya sido erróneamente valorada de forma excusable y esencial. En la práctica se
aplica de forma limitadísima, fuera de los contratos intuitu personae.
3.- Error excusable. Aunque el art. 1266 no lo describe, la jurisprudencia exige que el error sea
excusable. El contratante que incurre en el error debe acreditar haber ejercitado una diligencia
normal en el conocimiento de los extremos propios del objeto del contrato y que, pese a ello, no ha
logrado superar la falsa representación mental en que ha incurrido. Es decir, que el error no es
imputable a quien lo padece y que no pudo evitarse mediante el empleo de una regular diligencia.
4.- Debe existir un nexo de causalidad entre el error sufrido y la celebración del contrato. De
forma que dicho error es determinante. De no haber existido error, no se habría celebrado el
contrato.
1. Error de hecho: La existencia del error recae, además, sobre circunstancias de la cosa objeto de
contrato o sobre cualidades de la persona con que se contrata.
2. Error de derecho: También puede deberse a la ignorancia o interpretación equivocada de una
norma jurídica que induzca a cualquiera de los contratantes a emitir una declaración de voluntad
que no habría realizado de haber tenido un conocimiento preciso de las normas jurídicas
aplicables al acuerdo contractual de que se trate. Antes se aplicaba el principio de que la
ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento y este tipo de error no era trascendente. Ahora
si se admite, pero la jurisprudencia es muy estricta en el reconocimiento del error de derecho
como causa de anulación, según la cual ha de admitirse “con extraordinaria cautela y carácter
excepcional”.
1. Error en los motivos. La falsa representación mental recae sobre los móviles subjetivos que
llevan a una de las partes a contratar. (Ej.: alquilo un apartamento para unos días y la empresa me
fija las vacaciones para el mes siguiente). La jurisprudencia no lo admite como causa de invalidez.
2. Error de cuenta o error de cálculo. Art. 1266.3 CC: “sólo dará lugar a su corrección”, esto es, a
la corrección de la operación matemática errónea, que deberá ser realizada de nuevo. La
interpretación del precepto debe referirse sólo a errores materiales o de cuantificación, es decir
en un error de cálculo u operación aritmética.
Art. 1267.1 CC: “Hay violencia cuando para arrancar el consentimiento se emplea una fuerza
irresistible”. Tal fuerza irresistible se dará en todos los casos de violencia física absoluta, en que la
voluntad del contratante es sustituida por la del agente violentador. En tales casos no es que la
voluntad o el consentimiento del contratante se encuentren “viciados”, sencillamente, no hay
consentimiento. (ejemplo: obligar físicamente a una persona que no sabe firmar a estampar su huella digital).
Se puede considerar, en los casos de hipnosis o sugestión, o cuando se le ha drogado. En todos estos
casos la manifestación de la voluntad de contratar se debe exclusivamente a la violencia ejercida
sobre quien acaba exteriorizándola.
La intimidación es otro “vicio de la voluntad” o deficiencia del consentimiento que puede comportar
invalidez del contrato.
Según el art 1267.2 del CC, consiste en “inspirar a uno de los contratantes el temor racional y
fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona y bienes, o en la persona o bienes de
su cónyuge, descendientes o ascendientes”. Se trata de una coacción moral cuyos requisitos son:
1. La amenaza debe ser de tal naturaleza que inspire un temor racional y fundado, debiendo existir
entre el temor y el consentimiento un nexo de causalidad.
2. La amenaza debe consistir en el anuncio de un mal inminente y grave, que influya sobres su
ánimo induciéndole a emitir una declaración de voluntad no deseada y contraria a sus intereses.
El mal anunciado debe recaer sobre la propia persona o sus bienes, o sobre familiares o personas
cercanas e importantes para el intimidado o los bienes de estas.
3. Y aunque el CC no lo explicite, la amenaza debe ser injusta y contraria a Derecho (no hay
intimidación cuando el mal anunciado es legal, como ejecutar una hipoteca).
El último párrafo del art. 1267 CC contempla el denominado temor reverencial: “El temor de
desagradar a las personas a quienes se les debe sumisión y respeto no anulará el contrato”. El temor
reverencial no es relevante para el Derecho en tanto no tenga naturaleza intimidatoria; por tanto, el
contrato celebrado será válido y eficaz.
Pese a que en el contrato celebrado bajo violencia física absoluta realmente no hay consentimiento,
mientras que en el caso de la intimidación está viciado, el art. 1.268 CC dispone la misma
consecuencia para ambos vicios de la voluntad: SERÁN ANULABLES.
Este artículo suele ser criticado por la doctrina, ya que se considera que los contratos celebrados
bajo violencia deberían ser nulos de pleno derecho por inexistencia absoluta de consentimiento y
Actuar dolosamente o con dolo se refiere a la actuación malévola o maliciosa, con el objetivo de
captar la voluntad del otro o de incumplir la obligación contraída.
El dolo como vicio del consentimiento se identifica con aquella conducta de un contratante que,
mediante engaño, induce al otro a contratar. Así, afirma el art. 1269 CC, cuando con “palabras o
maquinaciones insidiosas" que inducen al otro contratante a celebrar un contrato o a incumplir la
obligación contraída que, sin ellas, no hubiera hecho. Ello queda completado por el art. 1270 CC,
que exige que el dolo sea grave y no sea recíproco, e indica que el dolo incidental sólo obliga a
indemnizar los daños y perjuicios causados.
Para que el dolo sea causa de anulabilidad del contrato se requiere sea:
1- Dolo GRAVE, llevado a cabo con intención consciente y deliberada de engañar a la otra parte. Las
alabanzas de lo ofertado o dolo bueno no se considera como dolo propiamente.
2- Dolo determinante o Causante, sin cuya existencia la otra parte que lo sufre no hubiera
contratado. El dolo ha de inducir a la otra parte a celebrar el contrato.
Cabe diferenciarlo del Dolo incidental que recae sobre circunstancias secundarias o elementos
no determinantes del contrato (el sujeto iba a contratar de todas formas, pero acepta unas
determinadas condiciones que no habría aceptado de no mediar dolo. El dolo incidental no
tendrá consecuencias anulatorias del contrato celebrado, sino que solo dará lugar a
indemnización de daños y perjuicios.
3- Dolo no empleado por AMBAS partes contratantes, ya que en tal caso la actuación malévola
de ambos excluye la protección a la buena fe que fundamenta la regulación positiva del dolo. Se
habla así de Compensación de dolo, para poner de manifiesto que el dolo de una parte
compensa, anula o destruye la relevancia del dolo de la otra parte.
Aunque la doctrina clásica excluía el dolo por omisión, el art. 1269 CC lo admite. Éste habla de
“palabras o maquinaciones insidiosas” para identificar a la conducta engañosa y tal resultado puede
lograrse mediante una conducta activa u omisiva. El dolo puede consistir en conductas pasivas o
reticentes que, resultando engañosas, induzcan a contratar a quien no hubiera llegado a hacerlo de
saber cuánto, consciente y deliberadamente, le oculta la otra parte. El dolo omisivo atenta contra el
principio de buena fe.
Aunque el art 1269 CC parece requerir que el agente doloso sea una de las partes del contrato,
“palabras o maquinaciones insidiosas por parte de uno de los contratantes”, dicha expresión no
excluye la existencia de dolo cuando uno de los contratantes hace uso de una tercera persona (se
habla con un perito amigo para que certifique una medida falsa y más grande de la finca), ya que en
tal caso la intervención del tercero es material: quien conspira o maquina es, propiamente hablando,
El CC estable que uno de los elementos esenciales del contrato, y con referencia al objeto afirma:
«Objeto cierto que sea materia de contrato». El CC entiende por objeto los bienes y servicios los
que, materialmente hablando, son contemplados en el intercambio que subyace en todo contrato.
El CC habla insistentemente de cosas y servicios, como realidades materiales sobre las que pueden
recaer las obligaciones o las prestaciones de los contratantes. De otra parte, los requisitos referidos al
objeto del contrato (posibilidad, licitud y determinación) se correlacionan mejor con la perspectiva
material que se plantea en el CC que si se hubieran de entender referidos a la prestación propia de
cada uno de los contratantes.
Los requisitos del objeto del contrato son tres: licitud, posibilidad y determinación.
A) Licitud. Según el art. 1271 CC, tanto las cosas como los servicios han de ser lícitos, engloba la
posibilidad jurídica:
a) Respecto de las cosas, el CC excluye del ámbito contractual “las cosas que están fuera del
comercio”. Con dicha expresión se refiere el CC a todas aquellas que, por razones de interés o de
orden público, quedan excluidas del tráfico patrimonial (ej. venta de órganos, drogas).
b) En relación con los servicios, se excluyen del contrato “todos los servicios que sean contrarios a
las leyes o a las buenas costumbres”.
B) Posibilidad. El art. 1.272 dispone que “no podrán ser objeto de contrato las cosas o servicios
imposibles”. Se refiere a la posibilidad o imposibilidad física o material de entregar la cosa o ejecutar
el servicio que constituya objeto del contrato.
El Código Civil al referirse al elemento causal del contrato (art. 1274 CC) comienza por distinguir entre
contratos onerosos y gratuitos, estableciendo que:
a) En los CONTRATOS GRATUITOS o de "pura beneficencia" la causa viene representada por "la
mera liberalidad del bienhechor".
b) En los CONTRATOS ONEROSOS el Código plantea la cuestión de forma unipersonal, ya que se
refiere la causa a cada una de las partes contratantes y no al contrato en su conjunto.
Pero en los contratos onerosos la descripción legal no es suficiente para dilucidar qué debe
entenderse por causa del contrato. Por ejemplo, si la causa del arrendatario de una vivienda es
disfrutar del piso, y la causa del arrendador es cobrar mensualmente la renta, ¿cuál será la causa del
arrendamiento? Atendiendo a cada caso concreto, se puede concluir que la causa del contrato
consiste en el intercambio de prestaciones subyacente en el mismo.
La causa del contrato se identifica con la función socioeconómica del tipo contractual:
a) intercambio de cosa por precio en la compraventa.
b) intercambio de cosa por cosa en la permuta.
c) cesión temporal de vivienda a cambio de renta en el arrendamiento; etc.
La existencia y la validez del contrato no puede quedar supeditada a móviles o razones de carácter
subjetivo que, por principio, son intrascendentes para el Derecho. Los motivos o intenciones
concretas de los contratantes no forman parte del acuerdo contractual, son premisas del mismo, pero
irrelevantes en la formación del contrato. (¿Qué más da que yo compre una maceta para regalársela a
un amigo o por encargo de mi jefe?)
5.4. LA CAUSA ILÍCITA DEL ART. 1275: LOS MOTIVOS ILÍCITOS Y LA CAUSA EN SENTIDO SUBJETIVO
Según el artículo 1275, “los contratos sin causa, o con causa ilícita, no producen efecto alguno. Es
ilícita la causa cuando se opone a la ley o a la moral”.
La causa no puede entenderse sólo y exclusivamente como objetiva función socioeconómica del tipo
contractual utilizado por las partes, sino como algo más. El sentido del artículo 1275 es permitir que,
en su caso, la función socioeconómica del tipo contractual, abstractamente considerada, no excluya
de forma necesaria la valoración del fin práctico perseguido por las partes, motivos que, de ser
contrarios al ordenamiento jurídico, pueden originar la ilicitud e la causa concreta, cuando sea
contrario a las leyes o a la moral. Los contratos que presentan aspectos desviados del sentir común
acaban siendo declarados nulos de pleno derecho en atención a su causa ilícita.
Los contratos abstractos son los que producen efectos por la mera voluntad de las partes
independientemente del elemento causal. Nuestro derecho no los admite y requiere la existencia
de la causa. El art. 1277 CC dispone que “aunque la causa no se exprese en el contrato, se presume
que existe y que es lícita mientras el deudor no pruebe lo contrario”. De lo que resulta que:
Como excepción hay títulos de crédito (títulos valores) que sí funcionan conforme a las reglas de
abstracción material, bajo ciertas circunstancias, por ejemplo, la letra de cambio o el cheque gozan de
abstracción material cuando el tenedor de ellos es persona diferente al tomador de los mismos.
A diferencia de la importancia transcendental que para el derecho Romano tenían los aspectos
formales, en el derecho moderno lo que se ha resaltado es el papel de la voluntad de las partes.
En los códigos modernos rige el llamado “principio espiritualista de celebración del contrato”,
conforme al cual, lo que importa es que dos o más personas se pongan de acuerdo en realizar un
negocio y no en la forma en que se plasme dicho acuerdo.
✓ Art 1254 “El contrato existe desde que una o varias personas consienten en obligarse... “
✓ Art 1278 “Los contratos serán obligatorios cualquiera que sea la forma en que se hayan celebrado,
siempre que en ellos concurren las condiciones esenciales para su validez”.
Pero, aunque la forma no sea un elemento esencial del contrato, el art. 1278 recalca que, de alguna
forma, las partes han de haber exteriorizado su consentimiento contractual (incluso con un gesto).
Además, en asuntos de relativa importancia, es conveniente la forma escrita. Incluso en algunos casos
el legislador establece la conveniencia, o la necesidad de determinar el contenido del contrato o
imponer la forma escrita del contrato.
El criterio general en nuestro sistema se rige por el principio de libertad de forma (1278 CC): el
contrato es válido cualquiera que sea la forma en que ha sido celebrado. Ya sea un contrato
verbal o escrito, en ambos casos, asumida la obligación por las partes, ambas deben cumplirlas, bajo
riesgo de incurrir en responsabilidad.
El TS ha reiterado que tales reglas siguen siendo aplicables respecto de los contratos verbales, una
vez acreditada su existencia “la perfección de este puede realizarse verbalmente y adquirir plena
eficacia y valor, atendido el carácter espiritualista que inspira nuestra legislación contractual”.
No obstante, a efectos prácticos:
La forma escrita puede darse de dos maneras diversas: mediante documento privado o público:
DOCUMENTO PRIVADO. Plasmación material escrita del acuerdo contractual. Una vez
reconocido legalmente, acredita entre las partes y sus causahabientes la existencia del contrato
propiamente dicho, con el mismo valor que la escritura pública.
La dificultad estriba en que el documento privado carece de eficacia para acreditar su fecha frente a
terceros que pudieran verse perjudicados por la existencia del contrato, ya que las partes pueden
modificar posteriormente su fecha en función de sus intereses.
Por ello el art. 1277 CC establece que, respecto a terceros, la fecha del documento privado sólo
contará desde:
✓ El día que se hubiese incorporado en un registro público o se entregue a un funcionario público
por razón de su oficio.
✓ Desde la muerte de cualquiera de los firmantes (lo cual imposibilita la modificación).
El principio de libertad de forma (art. 1278) parece verse contradicho por lo dispuesto en el art. 1.280
CC. Esta norma contiene una enumeración de supuestos en los que, según indica su encabezamiento,
“deberán constar en documento público”. En su último párrafo, por otra parte, dispone que
“también deberán hacerse constar por escrito, aunque sea privado, los demás contratos en que la
cuantía de las prestaciones… exceda de 1.500 pesetas” (hoy una cifra ridícula).
La amplitud de supuestos considerados en el art. 1280 y la cantidad ridícula del último párrafo hace
que parezca que prácticamente todos los contratos deban constar por escrito. Así se plantea la
pregunta de si hay realmente libertad de forma en la celebración del contrato como establece en el
art. 1278 o debe primar el art 1280 CC.
El art. 1280 es muy heterogéneo y se refiere a qué deberá constar en documento público:
B)- Los arrendamientos de bienes inmuebles “por 6 o más años, siempre que deban perjudicar a
tercero”. El perjuicio del tercero al que se refiere radica en la vinculación del posible causahabiente del
Swanhilda. Actualización 21-22 por To Ñin y Óscar Agudo 18
Civil II. 2º Parcial. Contratos
arrendador, es decir, el nuevo adquirente de la finca habrá de respetar el arrendamiento en el caso de
que haya sido inscrito, por disponerlo así el art. 1549 CC.
Esto no se aplica a la mayoría de los arrendamientos, por estar sometidos a la legislación especial de
“arrendamientos urbanos” o de “arrendamientos rústicos”, ya que estas leyes obligan al adquirente de
la finca arrendada a respetar el arrendamiento previamente celebrado.
C)- Las capitulaciones matrimoniales y sus modificaciones. Son los convenios celebrados por los
cónyuges con la finalidad de organizar el régimen económico de su matrimonio, para su validez
deben constar en escritura pública, por lo que tendrá carácter constitutivo.
E)- Los poderes. El art. 1.280.5 reitera la exigencia de documento público para otorgar
✓ El poder para contraer matrimonio, el general para pleitos y los especiales que deban presentarse
en juicio. Supuestos de forma solemne (constitutivos).
✓ El poder para administrar bienes, y cualquier otro que tenga por objeto un acto redactado o que
deba redactarse en escritura pública, o haya de perjudicar a tercero. No supone requisito
constitutivo.
El párrafo reseñado dispone que “también deberán hacerse constar por escrito, aunque sea privado, los
demás contratos en que la cuantía de las prestaciones de uno o de los contratantes exceda de 1.500
pesetas”. Cantidad irrisoria en la actualidad con la que los legisladores trataron de concienciar a los
ciudadanos de la dificultad probatoria de las formas contractuales no escritas, mediante normas
complementarias.
Pero ello no quiere decir que la inexistencia de forma escrita prive de eficacia a un contrato cuyas
prestaciones superen el montante de 1.500 pesetas. La jurisprudencia ha relativizado la importancia
del precepto frente a pretensiones en semejante sentido, declarando que ha de primar el principio de
espiritualidad presente en nuestro sistema jurídico.
Dispone el artículo 1279 CC que, "Si la ley exigiere el otorgamiento de escritura u otra forma especial
para hacer efectivas las obligaciones propias de un contrato, los contratantes podrán compelerse
recíprocamente a llenar aquella forma desde que hubiese intervenido el consentimiento y demás
requisitos necesarios para su validez".
RESUMIENDO, aún en el caso de que la ley requiera una forma especial (escritura pública o forma
escrita), el contrato es en principio válido con anterioridad al cumplimiento de tal forma. La forma
especial (escritura pública o forma escrita) no tiene carácter sustancial, pero desempeña un papel
auxiliar en beneficio de ambos y de terceros. Así se fija como doctrina jurisprudencial que el
incumplimiento de la obligación de elevar a escritura pública el contrato de compraventa celebrado
no es causa directa de resolución contractual.
Excepcionalmente, en algunos casos el principio de libertad de forma queda roto y contradicho, por
atribuir la ley a la forma documental pública una relevancia que va más allá de la puramente
probatoria o complementaria: en algunos casos el documento público es total y absolutamente
necesario para que el contrato sea celebrado.
Se eleva la forma pública a elemento sustancial del contrato, sin cuya existencia éste no puede
afirmarse celebrado. Dentro de estos casos, suelen recordarse:
1. El contrato constitutivo del derecho real de hipoteca (ya sea mobiliaria o inmobiliaria).
2. La donación de bienes inmuebles.
En tales supuestos, la ley requiere de forma necesaria escritura pública para atribuir validez al contrato
en cuestión (forma ad substantiam, forma sustancial o solemne). La FALTA de la forma escrita
provoca la NULIDAD de los mismos.
Para referirnos a los contratos en los que la forma es solemne, se utiliza técnicamente el giro
“contratos formales”. El resto serían “no formales”.
Todos los contratos tienen forma (verbal, por fax, escritura privada, pública, etc) pero sólo en algunos
la forma asume carácter de elemento esencial a efectos de determinación de la validez del mismo.
Sin forma solemne, cuando ésta es requerida, no se puede decir que el contrato haya sido
perfeccionado o celebrado.
4.3. LOS CONTRATOS CONSENSUALES COMO REGLA Y EL PAPEL MARGINAL DE LOS CONTRATOS REALES
La mayor parte de los contratos tienen carácter consensual: significa sencillamente que el contrato
se perfecciona por el mero consentimiento contractual, sin importar la forma.
1. Que el contenido del contrato privado y el de la escritura pública sean coincidentes, lo cual no
genera ninguna problemática. Se habla de escritura de reconocimiento o recognoscitiva, o contrato
de fijación, puede tener pequeñas modificaciones o variaciones respecto el contenido del contrato
previo. Son contratos cuyo contenido fija situaciones contractuales preexistentes, al tiempo que
excluye posibles incertidumbres generadas por el contrato anterior.
2. Que el otorgamiento de la escritura pública determine una modificación o variación del
contrato privado preexistente. En este caso, la elevación de un documento privado prexistente a
escritura pública, con contenido divergente, sugiere la novación del contrato, y, por tanto, la
prevalencia de aquella.
El contrato es un asunto entre particulares, los cuales son iguales ante la ley y pueden procurar
satisfacer sus intereses de forma personal e individual sin necesitar la intervención arbitral de ningún
ente.
A pesar de esta ello, determinadas capas de ciudadanos se ven obligados a firmar determinados
contratos en condiciones predispuestas por la que pudiéramos denominar la “parte económicamente
fuerte”, o dominante, de forma que al celebrar tales contratos no hay acuerdo real de voluntades
entre las partes (transporte público; suministros de agua, gas…)
Para contrarrestar este fenómeno de actos en masa, que escapa al sistema codificado, los propios
particulares han dejado de comportarse como tales, individualmente, para organizarse como grupo o
grupos de defensa de sus intereses. El “movimiento consumerista” se ha extendido en todos los
países evolucionados en busca de una legislación que proteja sus intereses ante las grandes
compañías.
En dicha línea, el art. 51 CE establece que los poderes públicos garantizarán la defensa de los
consumidores y usuarios, protegiendo, mediante procedimientos eficaces, la seguridad, la salud y los
legítimos derechos de los mismos. El desarrollo de dicho mandato constitucional se llevó a cabo por
la Ley 26/1984, para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, cuyo texto refundido actualmente ha
quedado establecido por el RD 1/2007 y que ha sido parcialmente derogado y sustituido por la Ley
3/2014.
La oferta contractual, aisladamente considerada y mientras sea tal, se caracteriza por ser un acto
unilateral y generalmente revocable.
La Ley sobre Comercio Minorista establece que “la oferta pública o la exposición de artículos en
establecimientos comerciales constituye a su titular en la obligación de proceder a su venta a favor de
los demandantes que cumplan las condiciones de adquisición”, quedando exceptuados de la
obligación de vender, aquello objetos sobre los que se advierta, expresamente, que no se encuentran
a la venta o que, claramente, formen parte de la instalación o decorado.
La oferta contractual requiere que se mantenga en sus condiciones iniciales en espera de aceptación
de la contraparte. Si se modifican las condiciones de la oferta por el eventual aceptante (contraoferta)
habrá de ser objeto de aceptación por quien inicialmente asumía la posición de oferente para su
perfección.
La aceptación es una declaración de voluntad por naturaleza recepticia: debe ser dirigida al oferente
y concordar plenamente con la oferta (o con la contraoferta). La aceptación puede realizarse de forma
expresa como tacita, a través de hechos que no dejen lugar a dudas.
El silencio del eventual aceptante sobre una oferta no puede considerarse como una manifestación
positiva de voluntad (el que calla ni afirma ni niega), al contrario, se considera respuesta negativa, ya
que el silencio no puede ser generador de obligaciones contractuales. Así lo ha declarado el TS.
Sin embargo, el TS también ha admitido el silencio como afirmativo “el silencio como declaración
de voluntad cuando dada una determinada relación entre dos personas, el modo corriente de
proceder implica el deber de hablar, ya que si el que puede y debe hablar no lo hace se ha de reputar
que consiente, en aras de la buena fe”.
Cuando los contratantes están llevando a cabo las negociaciones en la distancia y no tienen un medio
que de forma inmediata les permita concluirlas, pueden surgir graves incógnitas en relación con el
momento de perfección del contrato. La doctrina ha ofrecido para determinar cuando el oferente
queda vinculado por la aceptación del ofertado:
A). Teoría de la emisión: Dada la concurrencia del consentimiento de ambas partes contratantes,
debe considerarse perfecto el contrato desde el mismo momento en que el aceptante emite su
declaración de voluntad. (Escribo carta).
B). Teoría de la expedición o remisión: Bastaría con que el aceptante remitiera al oferente la
declaración de voluntad para que este último quede vinculado contractualmente. (Pongo la carta
en correos).
C). Teoría de la recepción: exige que la aceptación llegue al círculo propio de actividad del oferente,
aunque la recepción no suponga efectivo conocimiento de la aceptación por parte de éste (por
no encontrarse “presente” en el lugar correspondiente). (Llega la carta)
Hasta la Ley 34/2002, el CC se planteaba la cuestión siguiendo las pautas históricas y establecía que la
aceptación “no obliga al que hizo la oferta sino desde que llegó a su conocimiento” (es decir, el CC
optaba por la teoría del conocimiento: esto suponía dejar en manos del oferente el momento de
Los medios técnicos actuales de comunicación y comercio, junto con la aceptación del nuevo
principio de Derecho de protección al consumidor (art.51CE), han exigido revisar los fundamentos de
resolución de conflictos en relación con la contratación entre ausentes.
Dicha revisión ha sido llevada a cabo por la Ley 34/2002 de servicios de la sociedad de la
información y de comercio electrónico que, deja inalterado el primer párrafo del art. 1.262 CC, el
cual, sigue estableciendo que “el consentimiento se manifiesta por el concurso de la oferta y de la
aceptación sobre la cosa y la causa que han de constituir el contrato”. Es decir, consentimiento,
objeto y causa generan o dan vida al contrato.
En cambio, sin han sido objeto de modificación los apartados referentes a la perfección del contrato,
(esto es, apartados 2º y 3º del art. 1.262 CC) y el art. 54 CCo, preceptos que establecen que la
aceptación es determinante en los casos de contratación automática.
Esta Ley ofrece un cuadro regulador de la contratación electrónica, aunque los fundamentos del
Derecho contractual no han sido afectados, limitándose la ley especial a consagrar la admisión de
dicho tipo de contratación, pero dejando a salvo en todo caso:
✓ Que los contratos electrónicos, como cualesquiera otros, serán válidos cuando concurran
consentimiento y demás requisitos necesarios para su validez.
✓ Que tales contratos se regirán por lo dispuesto en la Ley especial y en el CC y de Comercio.
Actualmente, los contratos a distancia y los celebrados fuera del establecimiento mercantil han
pasado a tener una misma regulación, conforme a lo dispuesto por la Ley 3/2014.
En determinados casos, la oferta y aceptación suele verse precedido de una serie de conversaciones,
trueque de información, adelanto de condiciones contractuales no cerradas…: son los tratos
preliminares. No suponen, por tanto, una fijación definitiva de la oferta contractual, sino la realización
de actos preparatorios de un eventual e hipotético contrato.
Nuestro CC no dedica norma alguna a los tratos preliminares, aunque pueden tener importancia
para el Derecho. Primero porque pueden coadyuvar a la interpretación del contrato; en segundo
lugar, porque en determinados casos pueden dar origen a responsabilidad, calificada como
“responsabilidad precontractual”, sobre todo cuando dichos tratos preliminares han sido llevados a
cabo por una de las partes sin observancia del principio general de buena fe, para después provocar
injustificadamente la ruptura de los mismos.
La doctrina ha otorgado un significado propio a la calificación de la “responsabilidad precontractual”,
limitando su ámbito a la ruptura injustificada de tratos preliminares cuando la negociación preliminar
tiene por objeto dañar a una de las partes o a un tercero (que podría celebrar el eventual contrato
con aquella) recurriendo al principio general de buena fe, y al art. 1.902 CC en relación a
“responsabilidad extracontractual”, reconvertida ahora en “precontractual” .
3.- EL PRECONTRATO **
Es posible que las partes lleven a cabo la celebración de un contrato preparatorio de un futuro
contrato. Suele denominarse precontrato, promesa de contrato o contrato preliminar.
Nuestro CC regula dos supuestos concretos de precontrato, el art. 1.451, según el cual “la promesa
de vender o comprar, habiendo conformidad en la cosa y en el precio, dará derecho a los contratantes
para reclamar recíprocamente el cumplimiento del contrato”; y el art. 1.862, al disponer que “la
promesa de constituir prenda o hipoteca sólo produce acción personal entre los contratantes…”.
Además, son muy frecuentes los contratos de opción de compra en la práctica actual, a juicio de
Lasarte, encuadrables en el art. 1.451.
La idea de precontrato, que carece de contemplación normativa en el CC, se refiere a los acuerdos
contractuales cuyo contenido se refiere a la celebración de un futuro contrato. Es una promesa de
contrato: las partes se obligan a celebrar un futuro contrato ya sea bien mediante la prestación de
nuevo consentimiento respecto de éste, o bien mediante la manifestación de una sola de las
partes, por entender que la otra se encuentra ya vinculada por el primer contrato.
Por lo tanto, podríamos hablar de dos clases de promesas:
1. Promesa bilateral: las partes se obligan a celebrar un futuro contrato mediante la prestación de un
nuevo consentimiento respecto a este. Sería generadora de obligaciones para ambas. La cuestión
entonces sería determinar qué diferencia el precontrato de un contrato definitivo.
2. Promesa unilateral: que nace de la manifestación de una sola de las partes (promitente) la cual
queda vinculada por el propio precontrato frente a la otra (promisario). El contrato obligaría al
promitente frente al promisario, quien, por el contrario, no tendría obligación alguna de respetar o
cumplir el precontrato celebrado.
El contrato de opción se caracteriza por incorporar una promesa unilateral, en cuya virtud el optante
tiene la facultad de realizar un determinado acto jurídico, cuyo contenido vincula al promitente (la
otra parte del contrato) por la mera declaración de voluntad de aquel, siempre y cuando la opción sea
ejercitada en las condiciones establecidas en el contrato.
En términos teóricos, el contrato de opción puede tener un amplio campo de aplicación. Pero en la
práctica su operatividad se encuentra reducida a la “opción de compra” y más raramente a la “opción
de venta”.
Estaremos, por tanto, ante una “opción de compra” cuando el concedente del derecho de opción
está otorgando un derecho de preferencia en la adquisición al optante, a cambio de un precio que,
en la práctica, suele conocerse como “prima” o “señal” de la opción. Siendo así, el concedente del
derecho de opción queda obligado a vender y es el optante quien decidirá si compra o no. Dicha
opción podrá tener carácter gratuito u oneroso, y es perfectamente licita y posible. En todo caso, el
ejercicio o no del derecho de compra corresponde al optante.
Respecto de “la opción de venta” Menos frecuente, es cuando el eventual adquirente queda
obligado a comprar, y es el propietario el que puede optar entre vender o no vender (en adelante
omitiremos toda referencia a esta última para no complicar la exposición).
En caso de incumplimiento de lo pactado por parte del promitente, el optante puede demandar al
concedente de la opción, reclamándole la correspondiente indemnización de daños y perjuicios. En
términos generales no se puede hablar de que el derecho de opción pueda considerarse un derecho
real sobre la cosa que vincules a terceros, aunque en bienes inmuebles, es un asunto complicado.
Mirado desde la perspectiva propia del consumidor o contratante, dado que la única salida que tiene
es, si quiere contar con el servicio ofrecido, asentir al contenido contractual predispuesto por la otra
parte, se habla de “contrato de adhesión” como expresión sinónima.
Con ello se consigue, de una parte, establecer un cierto equilibrio entre las obligaciones de ambos, al
tiempo que imposibilita que reclamaciones o demandas del usuario en relación con determinadas
cláusulas lo excluyan de la posibilidad de contar con los bienes y servicios ofrecidos en masa.
A falta de regulación de la materia en el CC, en la jurisprudencia española (desde los años 30), ha sido
tradicional recurrir a una interpretación progresista del art. 1.288 CC: “la interpretación de las
cláusulas oscuras de un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiese ocasionado la
oscuridad”, con vistas a proteger a los ciudadanos frente a los poderes económicos que preparan y
redactan las condiciones generales de contratación.
El TS se ha limitado a requerir dos requisitos para dar lugar a la interpretación contra proferentem,
por un lado que el clausulado contractual (o cláusula concreta de que se trate) haya sido redactada
unilateralmente por el predisponente y, por otro, que sea inherente a la cláusula una oscuridad
material claramente favorable para el predisponente.
En los supuestos en que el art. 1.288 no podía entrar en aplicación, la jurisprudencia y la doctrina han
recurrido al principio de la buena fe contractual, a la prohibición de dejar el cumplimiento del
contrato al arbitrio de una sola de las partes, o a la necesaria responsabilidad por parte del redactor
de las condiciones generales de contratación, etc.
Contenido del contrato se refiere al conjunto de derechos y obligaciones generados por el contrato.
El contenido del contrato exige determinar de una parte el cuadro de facultades, prerrogativas y
derechos, y, de otra, el conjunto de cargas, deberes y obligaciones que competen a cada una de las
partes contratantes.
El objeto del contrato, son las cosas, derechos o servicios sobre los que recae el acuerdo contractual.
La diferencia entonces entre contenido y objeto es la mayor amplitud del primero.
Pero tal distinción debe mantenerse aún incluso en caso de que se entienda que el objeto deber
alcanzar a las prestaciones de las partes y no solo a las cosas/servicios que son objeto cierto del
contrato. Aun en ese supuesto, el contenido contractual estaría referido no solo a las prestaciones
contractuales, sino cualquier poder, prerrogativa o derecho de cualquiera de las partes, que, en su
conjunto, constituyen el entramado contractual
No obstante, el principio de autonomía privada no puede desvincularse del resto del ordenamiento
jurídico. Por ello, las primeras reglas contractuales a tener en cuenta son las normas imperativas
existentes respecto del contrato celebrado (ya sean generales aplicables a cualquier contrato o
específicas para un determinado tipo de contrato). Esas normas imperativas, que son escasas, no
pueden ser ignoradas ni sustituidas por acto alguno de autonomía privada, pues son jerárquicamente
preeminentes.
Los contratantes están habilitados por el ordenamiento jurídico para establecer el "tipo" o "modelo"
de contrato que crean más favorable para sus intereses, pudiendo, por tanto, introducir las
modificaciones que consideren oportunas en los contratos regulados por la legislación, o establecerse
contratos atípicos que respeten las normas imperativas.
Se presupone que el contrato es el acuerdo básico y que pactos, cláusulas y condiciones están
subordinados al mismo.
Sobre las normas dispositivas, las partes pueden sustituir el mandato de dichas normas (las pueden
“derogar”), por un pacto o regla de carácter autónomo. Pero si las partes no proceden a tal
sustitución, el mandato normativo de las reglas dispositivas pasa a formar parte del contenido
contractual.
No obstante, una vez las partes someten el contrato a condición, ésta deja de ser un mero accidente
para convertirse en el elemento esencial para la eficacia del contrato. Requisitos:
1º. El suceso contemplado como condición tiene que ser posible.
2º. Las condiciones no pueden ser contrarias a las leyes ni a las buenas costumbres.
3º. El acaecimiento (o falta de él) del suceso contemplado como condición no puede depender de la
voluntad de los contratantes. La razón de ello es clara: “la validez y cumplimiento de los
contratos no pueden dejarse al arbitrio de uno de los contratantes”.
Condición suspensiva: cuando la eficacia del contrato depende del acaecimiento de la condición, ya
que hasta que no se produzca el evento futuro o incierto, los efectos propios del contrato se
encuentran “en suspenso”, sin que hayan empezado a generarse. Aquí, por tanto, la condición
supone la eficacia del contrato.
Frente a la condición voluntaria o propiamente dicha, se emplea el termino conditio iuris o condición
legal para expresar que, en ciertos casos, la ley subordina la eficacia de un contrato/negocio (por
ejemplo, testamento) al acaecimiento de un suceso futuro, ajeno a voluntad de las partes (se
requiere que el testador fallezca para la eficacia del testamento).
La conditio iuris no está contemplada en CC. En realidad, poco o nada tiene que ver la conditio iuris
con la condición (u obligación condicional) pues:
a) La condición es un elemento accidental o contingente (no necesario) del contrato, mientras que la
denominada conditio iuris constituirá un presupuesto legal y necesario de eficacia del contrato.
b) El cumplimiento de la conditio iuris no tendrá por principio eficacia retroactiva, a diferencia de lo
que ocurre en las relaciones contractuales sometidas a condición.
ELEMENTO EFECTOS
CONDICIÓN Accidental Eficacia retroactiva
Presupuesto legal y Por principio no tendrá eficacia
CONDITIO IURIS
necesario retroactiva
3.1. PLANTEAMIENTO
Elemento accidental. El término puede consistir tanto en la fijación de una fecha concreta futura,
como en un período temporal determinado, contado a partir de la celebración del contrato o
finalmente, en la fijación de una fecha indeterminada pero determinable por referencia a un
evento futuro (ej. cuando se produzca el fallecimiento de alguien).
Para poder hablar de término es necesario que no haya incertidumbre sobre la llegada del mismo: el
acaecimiento futuro se producirá de forma segura (a diferencia del suceso sujeto a condición queda
en la incertidumbre). Así contemplado, el término puede ser:
A). Término inicial: día cierto a partir del cual un contrato genera los efectos que le son propios.
B). Término final: día cierto en que los efectos propios del contrato se darán por concluidos.
El modo consiste en una carga o en un gravamen añadido en algunas ocasiones a los “actos de
liberalidad”, como la donación y el testamento. El ámbito son los negocios gratuitos, el modo no
puede incorporarse a los negocios onerosos. Es un elemento accidental.
El modo es accesorio respecto de la liberalidad en qué consiste el “negocio gratuito”. En caso de que
el modo impuesto consista en una carga de carácter ilícito o imposible, se tendrá por no puesto o
ineficaz, mientras que la validez de la liberalidad se mantendrá.
Son aquellos esquemas contractuales que están legalmente contemplados y a los que el Derecho
objetivo proporciona una regulación con carácter general, que permitirá la resolución de la mayor
parte de lagunas que presente el clausulado contractual establecido por los contratantes (son ej.:
compraventa, arrendamiento, contrato de edición…).
Su regulación objetiva se limita a ofrecer el marco básico del contrato de que se trate, mediante
escasas normas de carácter imperativo, al tiempo que se permite a las partes modificar el resto de la
disciplina legal, que se caracteriza por tener naturaleza dispositiva. En el caso de que los particulares,
por comodidad o impericia, dejen sin regular algún extremo, la disciplina legal se aplicará de modo
supletorio.
Son los contratos que, aun careciendo de reconocimiento legal y de regulación positiva, reúnen los
requisitos esenciales de la genérica figura contractual (Art. 1261 CC y concordantes)
Ante la eventualidad de que las figuras atípicas sirvan para burlar prohibiciones legalmente fijadas
para los contratos típicos, doctrina y jurisprudencia insisten en la necesidad de una causa lícita.
En base al Art. 1255 CC y otros similares la jurisprudencia considera indiscutible el que la libertad
contractual derivada de la iniciativa económica privada conlleva que las personas puedan estructurar
libremente figuras contractuales no consagradas aun legalmente. Ya que no se cuenta con una
La determinación de las normas aplicables supletoriamente en caso de litigio entre las partes, poco
previsoras en el establecimiento del clausulado contractual, ha sido enfocada doctrinalmente en base
a distintas opciones:
1. Teoría de la absorción. Una vez acercado el contrato atípico al esquema contractual típico que le
resulta más próximo, se le aplicarán las normas de éste, por ser el elemento preponderante.
2. Teoría de la combinación. Se deberán tener en cuenta, conjuntamente, la regulación supletoria
de todos aquellos modelos contractuales típicos que parcialmente estén presentes en el contrato
atípico.
3. Teoría de la aplicación analógica. Habían de aplicarse las normas propias del contrato típico
que presente mayor identidad de razón y siempre conforme a las reglas internas de la aplicación
analógica de las normas establecidas en el Código Civil.
Las propuestas doctrinales con poco operativas, por lo que la jurisprudencia del Tribunal Supremo
atiende a la justicia del caso concreto, sobre la base de diseccionar lo mejor posible la voluntad de
las partes, y atendiendo a la aplicación de las normas generales de contratación.
Además del contrato de mediación y del de garaje, supuestos de “atipicidad legal” (aunque gozan de
“tipicidad social”), actualmente tienen una gran relevancia algunas figuras contractuales provenientes
de los Estados Unidos como son el contrato de franquicia o el de leasing. También se considera
atípico el contrato de “alquiler de cajas de seguridad”, según se ha declarado por el Tribunal Supremo
en 2018.
La exacta determinación del contenido del contrato y, por tanto, la efectiva ejecución del mismo
puede (de forma poco común), en casos de contratantes particularmente puntillosos y previsores,
hacer facilísima la interpretación del contrato. En la mayoría de los casos, la interpretación se hace
difícil por la insuficiencia del clausulado contractual, que no suele contener elementos suficientes para
prever todas las consecuencias o incidencias del cumplimiento de las obligaciones derivadas del
contrato e incluso algunas cláusulas pueden resultar contradictorias con el derecho imperativo.
En muchos casos, la exacta determinación del contenido contractual no habría de derivarse solo de la
actividad interpretativa de forma exclusiva, sino que sería necesario proceder a fijar su naturaleza
(calificación) y sobre la misma base, extraer todas las consecuencias que sea conformes a la buena fe,
al uso y a la ley (la llamada integración del contrato). Estas tres operaciones (interpretación,
calificación e integración) y en ese orden están dotadas de su propia operatividad y cierta
autonomía conceptual.
El CC recoge con cierto detalle los criterios interpretativos (Art 1281 a 1289) que deben imperar en la
averiguación del significado de la lex contractus. La doctrina se mostró durante cierto tiempo poco
favorable a reconocer carácter propiamente normativo a las reglas sobre interpretación,
considerándolas simples máximas. Sin embargo, para la doctrina actual las reglas contenidas en
dichos artículos son normas jurídicas vinculantes para el intérprete.
Ahora bien, dichos artículos citados contienen criterios de diferente naturaleza e, incluso, puede que
ninguno de ellos sea adecuado para desentrañar el verdadero significado del contrato. La aplicación
de tales normas no puede plantearse de forma incondicional sino ponderando cuidadosamente el
supuesto de hecho a considerar. No se trata de estudiar simplemente dichos artículos, pues el CC
utiliza de forma cruzada criterios interpretativos de muy diverso signo y carácter.
En la LEC 2000, se regula el recurso de casación en los 477 y ss., y se establece que el único motivo de
casación “en la infracción de normas aplicables para resolver las cuestiones objeto del proceso” y, de
otra parte, al “interés casacional”, se mantiene el sentido propio del recurso, no quedan, por tanto,
excluidas de dicho recurso las normas reguladoras de la interpretación de los contratos.
La STS 215/2009 establece que la interpretación de los contratos es una facultad que corresponde a
los tribunales de instancia, pero que puede ser modificada en casación cuando resulta ilógica o
contraria a las normas que disciplinan.
1. La intención de los contratantes asume primacía, aunque la fórmula contractual utilizada por las
partes arroje, literalmente interpretada, un resultado contrario a aquella (art. 1.281).
2. No obstante, cuando la discordancia entre la intención de las partes y los términos del contrato
no resulte evidente y los términos utilizados sean claros, debe mantenerse la interpretación
literal, como ha reiterado la jurisprudencia.
3. Respecto de los extremos accesorios de carácter complementario o de detalle, la intención de
las partes debe prevalecer sobre los términos contractuales, cualquiera que sea la generalidad
de estos
4. Como bien establece el art. 1.282 CC: “para juzgar la intención de los contratantes deberá
atenderse principalmente a los actos de éstos, coetáneos y posteriores al contrato”.
No obstante, establece la jurisprudencia del TS, los actos precontractuales deben ser tenidos en
cuenta y juegan un papel fundamental en este sentido.
La regla que establece la necesidad de atender a una interpretación sistemática del conjunto
contractual se encuentra formulada en el art. 1285 CC: “Las cláusulas de los contratos deberán
interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las dudosas el sentido que resulte del conjunto de
todas” y reiteradamente contemplada por la jurisprudencia (“un contrato... es un todo coherente y
unitario que no admite radicales separaciones... puesto que cada cláusula encuentra su razón de ser y
justificación en el conjunto armónico de todas las demás”).
Las normas legales tienen por objeto la exclusión de la anfibología (utilización consciente de palabras
que tienen más de un sentido), esto es, evitar el doble sentido, sin sentido o pluralidad de acepciones
de una fórmula, giro o término: Dos artículos presiden esta idea motriz:
✓ Art. 1284 CC: “si alguna cláusula de los contratos admitiere diversos sentidos, deberá entenderse en
el más adecuado para que produzca efectos”. Este artículo tiene gran importancia en los conceptos
de interpretación, además recalca el principio de conservación del contrato que opera con
carácter general.
✓ Art. 1286 CC: “las palabras que puedan tener distintas acepciones serán entendidas en aquella que
sea más conforme a la naturaleza y objeto del contrato”. Va dirigido a evitar querellas lingüísticas
sobre los términos, técnicos o no, utilizados.
El artículo 1.287 dispone en su primera parte, que las ambigüedades de los contratos se interpretarán
teniendo en cuenta el uso “del país” (debe entenderse como el lugar de celebración del contrato). Se
refiere a la función interpretativa que desempeñan los usos.
Dichos usos no pueden ser considerados como normas jurídicas, ni “tendrán la consideración de
costumbre”, pues desempeñan una función meramente auxiliar.
El artículo 1.288 del CC prohíbe que el resultado interpretativo al que se llegue conforme a los
criterios ya vistos favorezca al redactor o autor de las cláusulas oscuras o ambiguas. Se suele
afirmar que el mandato normativo aludido es una derivación del principio de la buena fe que debe
presidir el ejercicio de los derechos subjetivos. Dicha tesis parece una generalización excesiva, pues la
buena fe es un canon de conducta, pero en absoluto un criterio interpretativo en sentido estricto.
El art. 1289 CC reconoce que puede resultar “absolutamente… imposible resolver las dudas por las
reglas establecidas en los artículos precedentes”. Esto es, el resultado final de la interpretación
puede abocar en la absoluta inutilidad de dicho procedimiento para desentrañar el significado del
acuerdo contractual. Ante esto, el art. 1289 CC obliga a distinguir según las dudas recaigan sobre:
✓ Circunstancias accidentales del contrato: la consecuencia normativa es una manifestación
más del principio de conservación del contrato.
✓ El objeto principal del contrato: el precepto se pronuncia abiertamente por declarar la
nulidad de un acuerdo cuyo contenido sigue siendo una incógnita.
La escasa frecuencia práctica de la eventualidad referida en el art. 1289 y, su carácter subsidiario
respecto de los precedentes (Art. 1281 a 1288) hace que el TS excluya su aplicación efectiva, al
requerir siempre “situaciones contractuales particularmente dudosas”.
El art. 1289.1 CC, en el supuesto de que la falta de operatividad de la interpretación recaiga sobre las
circunstancias accidentales del contrato, distingue a su vez según sea el contrato oneroso o gratuito.
Las circunstancias accidentales del contrato no pueden equipararse a los denominados elementos
accidentales del contrato.
1. Elementos accidentales del contrato: si existen, son predeterminantes respecto de la propia
eficacia del contrato.
2. Circunstancias accidentales del contrato: hay que entenderla referida a extremos o detalles del
mismo que no afecten propiamente a su general eficacia (lugar de entrega de la cosa; color del
coche, que no se precisó, etc.).
✓ En los contratos gratuitos habrá de optarse por la menor transmisión de derechos e
intereses, se apoya en el favor debitoris, y en este caso el deudor es el donante.
✓ En los contratos onerosos, la duda se resolverá en favor de la mayor reciprocidad de
intereses, es decir procurando que el resultado de la interpretación garantice la equivalencia
de prestaciones para cada una de las partes.
El art. 1289.2 CC dispone que “si las dudas… recayesen sobre el objeto principal del contrato, de suerte
que no pueda venirse en conocimiento de cuál fue la intención o voluntad de las partes contratantes, el
contrato será nulo”. La referencia al objeto principal del contrato no resulta clara. La mayoría se inclina
por identificar “objeto principal” con el fin principal del contrato, que no es otro que la causa en
sentido objetivo.
Para Lasarte, objeto principal del contrato no equivale exclusivamente a lo que técnicamente es el
objeto del contrato. Puede referirse tanto a los elementos esenciales del contrato, como a los
elementos accidentales, y a otras circunstancias (no accidentales) que puedan desempeñar un papel
determinante respecto del contenido del contrato. Por ejemplo, la duda respecto de si una condición
es resolutoria o suspensiva, al ser un punto fundamental relativo a la admisibilidad y eficacia del
contrato, el principio de conservación de este no debería prevalecer sobre la concreta sanción de
nulidad que establece el CC (1289.2).
Ante la eventualidad de posibles errores cometidos en la celebración del contrato, puede surgir el
litigio entre estas, de forma que dichos errores se pondrán de manifiesto en el momento
interpretativo, ante lo cual, lo primero que se debe determinar es la calificación del contrato, es
decir, identificar el tipo o esquema contractual (típico o atípico) celebrado, para así, determinar
el régimen legal imperativo o las normas supletorias aplicables a ese contrato.
La denominación (calificación) dada por las partes al contrato tiene carácter orientativo, y no
les vincula ni a ellas, ni al Juez, que tendrá que deducir el contenido contractual del clausulado y/o
las pruebas realizadas en el proceso. Las partes, en uso de la autonomía de la voluntad realizan el
contrato, pero una vez perfeccionado, la autonomía se reduce a los términos, alcance y efectos
convenidos en este.
La integración del contrato se contempla en el art. 1.258 del CC, que, tras identificar el momento de
perfección de los contratos con el mero consentimiento, estos “obligan no sólo al cumplimiento de lo
expresamente pactado, sino también a todas las consecuencias que, según su naturaleza, sean
conformes a la buena fe, al uso y a la ley”.
El objetivo de cualquier contrato es crear un entramado de derechos y obligaciones entre las partes,
cuyo alcance depende de su naturaleza, del tipo contractual elegido y de las estipulaciones
concretas, todo eso partiendo de la base de que el acuerdo contractual es una manifestación de la
autonomía privada que el ordenamiento jurídico reconoce a los particulares, calificados como partes.
Tradicionalmente el contrato se ha configurado como un acuerdo privado que, por principio, está
referido a las partes contratantes y que no puede interesar a terceros. Aunque no es imposible que
los contratos puedan tener efectos en relación con terceros (casi siempre beneficiosos y muy
raramente perjudiciales), para evitar visiones desenfocadas (sobre todo al exponer los "contratos en
favor de tercero") advertir que, normativamente, el contrato como regla, no puede afectar a un tercero
que no forma parte del mismo.
Los art. 1257.1 y 1091 CC acreditan la naturaleza particular como regla general del contrato.
Según el art. 1257.1 CC, los contratos despliegan su eficacia exclusivamente con relación a las
partes contratantes y, para el caso de que cualquiera de éstas haya fallecido, sus herederos, siempre
y cuando los derechos y obligaciones dimanantes del contrato no tengan carácter de personalísimos.
Por otro lado, el art. 1091 CC, considera al contrato como fuente de las obligaciones y le atribuye
fuerza de ley entre las partes (lex privata), como vínculo entre estas y cuya eficacia ha de restringirse
al ámbito propio de quienes contratan.
Con la expresión de principio de relatividad del contrato se trata de poner de manifiesto que la
eficacia del contrato como categoría no tiene alcance general respecto de la colectividad, sino un
alcance limitado a las partes contratantes, sin que pueda generar derechos y obligaciones respecto a
personas extrañas o pueda atribuírsele un alcance general. Han de considerarse “partes contratantes”
quienes asumen las obligaciones y ostentan los derechos derivados de cualquier relación contractual.
Además, las “partes” lo son por voluntad propia, aunque celebren el contrato a través de
representante o se limiten a asentir o firmar.
La jurisprudencia del TS ha declarado reiteradamente que el beneficiario debe ser titular del derecho
de crédito y no un mero receptor de la prestación. Este podrá exigir directamente a aquella de las
partes contratantes que resulta obligada al cumplimiento pese a no haber sido parte contratante.
El beneficiario, en cuanto no es parte contractual, no tiene por qué acreditar capacidad alguna de
obrar, ni siquiera es necesario que sea persona (puede tratarse del nasciturus o del concepturus), pues
en todo caso la gestión de sus intereses podría ser perfectamente atendida por sus representantes
legales.
Pese a que el art.1257.2 guarde silencio al respecto, es necesario determinar el momento del
nacimiento del derecho de crédito a favor de tercero, para la mayor parte de la doctrina dicho
momento será cuando se perfecciona el contrato a favor del tercero.
En cambio, la jurisprudencia del TS interpreta este precepto de forma que para que el beneficiario
sea titular de la prestación debe haberse producido la aceptación antes de la revocación. Por lo tanto,
el nacimiento del derecho de crédito a favor de tercero se producirá para el TS cuando el
beneficiario acepta.
Así, la aceptación debe configurarse como un presupuesto de la consolidación del derecho del
beneficiario, ya sea expresa o tácita, por palabras o por hechos, mientras no se haya producido la
revocación.
Este tipo de contratos mientras merecen la reprobación general de la sociedad, y su expulsión del
sistema normativo. solo tienen valor descriptivo ya que no tiene cabida en el esquema jurídico. Desde
el momento en que se identifica el resultado dañoso pasa a tener ineficacia contractual, puede ser
impugnado.
No parece que existan razones que inhabiliten su posible utilización con carácter general, si bien al
depender de una de las partes en exclusiva la posible designación de un tercero, la otra parte suele
admitirlo siempre que sus derechos se encuentren plenamente asegurados.
No está contemplado expresamente en el CC, pero es conforme a las reglas de la autonomía privada,
aunque la falta de un marco legal propio arroja dificultades. Las características son:
1. El promitente debe actuar por sí mismo, en su propio nombre y por su cuenta y riesgo, sin
arrogarse frente al promisario representación alguna del tercero, pues entonces el contrato sería
nulo.
2. Generalmente, la prestación propia del promitente se configura como una obligación de
resultado, y no de medios. En caso de que el interés del promisario quede insatisfecho, éste
podrá exigir al promitente la correspondiente indemnización de daños y perjuicios. El tercero, al
no existir mecanismo representativo alguno, no queda vinculado por un contrato que le resulta
extraño.
3. Por lo común, los casos de promesa del hecho ajeno son contratos de carácter oneroso, pues el
promitente “pone precio” a su gestión o a su intermediación.
Conforme la reiterada jurisprudencia del TS, para que pueda hablarse de cesión del contrato, se
requiere fundamentalmente:
1º. Que la otra parte contratante (contratante cedido) acceda o consienta la cesión. Ello conlleva a
una relación triangular donde se requiere el acuerdo unánime de contratante cedente, cesionario y
contratante cedido.
2º. Que se trate de contratos bilaterales o sinalagmáticos (producen obligaciones para ambas
partes), cuyas recíprocas prestaciones no hayan sido total y completamente ejecutadas, pues en
tal caso el designio propio del contrato habrá dejado de tener sentido y no cabrá la cesión.
La cesión del contrato implica la liberación o desvinculación del cedente. Aunque cabe pacto en
contrario, en la práctica, no es extraño que en forma subsidiaria, el cedente quede obligado durante
un cierto periodo a responder si el cesionario incumple las obligaciones que le incumben. Las
obligaciones son las contempladas en el contrato originario, pues la cesión no produce un efecto
novatorio, sino que se limita a la sustitución del contratante cedente por el cesionario
Contrato a favor de tercero Un 3º sale beneficiado con la celebración del contrato y puede exigir su cumplimiento
Contrato en daño de tercero Un 3º sale perjudicado por la celebración del contrato
C. con persona a determinar Una de las partes contratantes se reserva la posibilidad de señalar como contratante definitivo a un 3º
Promesa de hecho ajeno El promitente se obliga a conseguir que un 3º contrate o cumpla las obligaciones del contrato celebrado
Cesión de contrato Transmisión de la posición que ocupa una persona en un contrato.
Con ineficacia del contrato se hace referencia a todos aquellos supuestos en que el contrato no llega
a producir los efectos a los que estaba dirigido o deja de producirlos en un momento dado. Dichos
supuestos de ineficacia representan para el derecho lo que se denomina supuestos patológicos.
Pueden integrarse en dos grandes grupos:
2. INEFICACIA en sentido estricto: son aquellos casos en que ciertos defectos o carencias
extrínsecos al contrato, conllevan su falta de efectos. Tales casos serían:
1. El mutuo disenso
2. El desistimiento unilateral
3. La resolución por incumplimiento
4. La rescisión
5. La revocación
6. El acaecimiento de la condición resolutoria
7. La falta de acaecimiento de la condición suspensiva.
A) En general: la restitución
Dado que el contrato nulo no produce efectos, las consecuencias de la declaración judicial de nulidad
tienden a dejar las cosas en el statu quo inmediatamente anterior a la celebración del presunto
contrato: lo que técnicamente se denomina restitución.
Según el art. 1303 CC “declarada la nulidad…los contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas
que hubiesen sido materialmente de contrato, con sus frutos y el precio con los intereses…”. Pensado
para la compraventa, su mandato debe ser generalizado conforme al tipo y naturaleza contractual del
caso a considerar (jurisprudencia).
2. En los supuestos en que se dé “causa torpe” (objeto “civilmente” ilícito), cuando la culpa sea de
ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo que hubiera dado a virtud del contrato, ni
reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese ofrecido.
Cuando sea de un solo contratante, no podrá éste repetir lo que hubiese dado a virtud del
contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le hubiere ofrecido. La otra parte sí podrá reclamar
lo que hubiera dado, sin obligación de cumplir lo que hubiera ofrecido.
La coexistencia de cláusulas nulas (por ilegales) con otras válidas plantea el problema de determinar si
la invalidez de la cláusula nula debe afectar al conjunto contractual. La solución consiste en que las
cláusulas nulas deberán tenerse por no puestas, debiéndose preconizar la eficacia del contrato
según el principio de conservación del contrato. El TS utiliza este criterio para evitar la trascendencia
de la cláusula nula a la totalidad del contrato.
Las cláusulas nulas al considerarse como no puestas, generan un vacío contractual que debe
rellenarse con la interpretación o fundamentalmente la integración. Raramente, la tarea interpretativa
puede arrojar el resultado de que, privado de las cláusulas nulas, el contrato no se corresponde con el
designio de las partes, en cuyo caso habrá de propugnarse la nulidad del contrato.
1. Los vicios del consentimiento: error, violencia (no absoluta), intimidación y dolo.
2. Inexistencia de plena capacidad de obrar en alguno de los contratantes, tal y como ocurre en
los siguientes casos:
a. Los menores no emancipados. Salvo en aquellos contratos que las leyes les permitan realizar
por si mismos o con asistencia de sus representantes, así como los relativos a bienes y servicios
de la vida corriente propios de su edad conforme a los usos sociales.
b. Los sometidos a tutela, conforme a la sentencia de incapacitación.
c. Las personas sometidas a curatela.
d. Los emancipados respecto de los contratos considerados en el art. 323 CC (para casados
menores de edad art. 324 CC).
3. Inexistencia de consentimiento marital o uxorio (esto es, del otro cónyuge) respecto de los
actos o contratos onerosos realizados por el otro cónyuge cuando legalmente se requiere el
consentimiento de ambos.
3.3. LA ACCIÓN DE ANULABILIDAD
Al ser de menor gravedad la anulabilidad que la nulidad, su alcance es más limitado. Se trata de un
plazo de caducidad. “Sólo durará cuatro años” (art. 1301.1 CC). El plazo comenzará a computarse
de forma diversa, según la naturaleza de la causa:
✓ El punto inicial del cómputo es la consumación del contrato sólo en caso de error o dolo.
✓ En las demás causas de anulabilidad, el cómputo inicial queda retrasado a un momento posterior a
la perfección del contrato:
▪ El cese o desaparición de la intimidación o violencia, pues si no cesan se entiende que el
contrato está continuamente viciado.
Habría que tener en cuenta (como excepción al principio de restitución) el art. 1304 CC, que da un
trato favorable a quienes contratan sin tener plena capacidad de obrar, ya que “no está obligado el
incapaz a restituir sino en cuanto se enriqueció con la cosa o precio que recibiera”. Las reglas del
1.305 y 1.306 (ilicitud) no son aplicables a la anulabilidad.
La anulación del contrato (y la sentencia judicial que la establece) tiene carácter retroactivo. Caso de
prosperar la acción de nulidad/anulabilidad, los efectos son prácticamente análogos. El motivo por el
que se distinguen ambos contratos lo veremos a continuación.
Mientras no se declare judicialmente la nulidad o anulabilidad, los contratos inválidos pervivirán como
si no fueran tales. Pero ¿qué consideración merecen para el ordenamiento jurídico?:
a) Aunque no se ejercite la acción de nulidad, el contrato nulo será tal para el Derecho. Por
tanto, se trata de una mera apariencia de contrato que no podrá ver sanados sus vicios de raíz.
b) La falta de ejercicio de la acción de anulabilidad conlleva que la pervivencia fáctica del
contrato anulable se asume por el ordenamiento jurídico, que lo convalida (lo hace válido). Si
quien pudo ejercer la acción no lo hizo, el principio de seguridad jurídica (que tiene primacía
sobre los intereses particulares) comportará la sanación de la causa de anulabilidad.
Las causas de anulabilidad son disponibles para las partes y, por tanto, sanables. Las causas de
nulidad son de carácter absolutamente indisponible, por atentar contra el orden público contractual.
La confirmación puede realizarse de forma expresa o tácita. La tacita consiste según el art. 1311 CC
en que el legitimado para ejercer la anulabilidad “ejecutase un acto que implique necesariamente la
voluntad de renunciarlo.”
La pretendida conversión del contrato consistiría en que un contrato con tacha de nulidad, por
contravenir alguna norma imperativa propia del modelo o tipo contractual de que se trate, puede ser
reconducido a un tipo contractual diverso para ser considerado válido.
Por ser propiamente un nuevo contrato debe reunir los requisitos generales establecidos, además
debe reunir también los requisitos adicionales exigidos en el contrato inicial, por ejemplo, de forma.
El mutuo disenso puede plasmarse en un contrato cuya finalidad única sea extinguir una relación
preexistente, pero también puede ir implícito en un nuevo contrato, al ser incompatible con el
primero.
Son susceptibles de extinción por mutuo disenso cualesquiera relaciones obligatorias, ya sean
instantáneas o duraderas, ya se hayan comenzado a cumplir o no. Pero tal distinción si afecta al
establecimiento de los efectos del mutuo disenso, que serán los pactados:
✓ En una relación instantánea aun no ejecutada se limitan normalmente a la mera extinción.
✓ Si se trata de una relación duradera que ha venido siendo cumplida, se plantean los problemas de
si la desvinculación tiene o no carácter retroactivo, si tienen que hacerse reintegros liquidatorios,
si hay obligaciones de restitución, etc.
Esta regla general, sin embargo, es ignorada o flexibilizada por el legislador en una serie supuestos
concretos de libre desistimiento por una de las partes a la que se le reconoce la posibilidad de
extinguir la relación contractual por libre decisión. El análisis de estos supuestos tiene una doble
finalidad:
✓ Diferenciar estos casos de otras hipótesis de extinción, parecidas pero diferentes.
✓ Determinar los presupuestos comunes que pueden hacer extender esa modalidad de extinción a
supuestos diferentes respecto de los cuales el legislador no dice nada. Ejemplo: contrato de
agencia mercantil hasta su regulación por la nueva ley.
La jurisprudencia ha reiterado que no cabe atribuir al art. 1256 del CC el significado de prohibir la
inclusión en el contrato un pacto que otorgue a uno de los contratantes el derecho potestativo de
desistimiento o renuncia unilateral. No se recoge con carácter general en el CC el “desistimiento
unilateral”, pero si se regulan supuestos concretos.
A pesar de todo, conviene recordar que la existencia del derecho de desistimiento requiere una
norma que así lo reconozca y no puede interpretarse como una regla de carácter general y de
naturaleza expansiva.
A diferencia de estos supuestos, existen otros casos en los que cabe extinguir unilateralmente, pero
no libremente, sino con concurrencia de causa que lo justifique, y no deben confundirse con los
anteriores.
2.5. EFECTOS
El efecto cuando se admite el libre desistimiento es que se extingue la relación obligatoria, pero sin
alcance retroactivo. Al tratarse de una relación duradera, habrá que proceder normalmente a
liquidarla, con la oportuna rendición de cuentas, reembolsos y restituciones, cuando proceda.
En términos generales el desistimiento no tiene un precio, pero el que tiene la facultad de desistir
debe mantener indemne a la otra parte, la cual no debe sufrir perjuicio. Sin embargo, el CC en
algunos casos de desistimiento unilateral exige la necesidad de abonar indemnización, como por
ejemplo el contrato de obra.
Ello se justifica en base a la distinta valoración de la función que desempeña cada una de las
relaciones contractuales afectadas y la diferente composición legal de los intereses en juego.
No obstante, hay cauces legalmente arbitrados para introducir algo similar al libre desistimiento,
pero con el importante matiz de que, entonces, parece condicionarse la eficacia del mismo (el sujeto
facultado para desistir o arrepentirse asuma la carga de perder algo o el deber de abonar algo). Se
trata del llamado "dinero de arrepentimiento" o "multa penitencial" y de las arras.
Al decir que no se debe admitir el desistimiento unilateral convencional sin “precio” lo único que se
afirma es que no se puede hablar de obligación perfecta en tal caso, pero no se excluye que, en el
proceso de formación del contrato, hasta que se perfeccione, no exista tal facultad. El problema
recae entonces en el análisis de la voluntad de las partes en negociación para contratar y a la
determinación del instante en la cual puede decirse que se produce la vinculación jurídica definitiva
propia del contrato.
Pero esta reparación sustitutoria no debe confundirse con la, en su caso, aneja prestación
indemnizatoria, haya sido o no contemplada expresamente (clausula penal) por las partes. Siendo
compatibles prestación indemnizatoria y reparación sustitutoria.
En todo contrato de tracto sucesivo hay implícito un pacto por el que su cumplimiento se entiende
necesario siempre y cuando las cosas sigan manteniéndose tal y como se encontraban en el
momento de la perfección del contrato. Es decir, en caso de una extraordinaria modificación del
entorno contractual habría que concluirse que el contrato no vincula a las partes o que por lo menos
no les obliga más que adecuándolo a las circunstancias coetáneas.
La admisibilidad de este mecanismo se hace con extraordinaria cautela por parte de la jurisprudencia,
de forma restrictiva, por afectar al principio pacta sunt servanda (principio de seguridad contractual) y
a la seguridad jurídica. Hay que ponderar las exigencias de justicia material en el equilibrio de las
prestaciones con la seguridad del tráfico jurídico.
Atendiendo al principio de conservación de los contratos, cuando se da esta situación, por regla
general el TS se inclina más por revisar/modificar el contrato que por declarar la ineficacia
sobrevenida del mismo. La jurisprudencia más reciente 24/2015 exige para la aplicación de la cláusula
rebus sic stantibus, con mayor flexibilidad que en otras épocas, que la alteración sea sobrevenida y
que concurra aumento extraordinario de la onerosidad o que no concurra la posibilidad de haber
efectuado una previsión razonable de la situación finalmente desencadenada.
A).- Rescisión por lesión. Lesión significa perjuicio patrimonial para una de las partes. El CC declara
rescindibles:
1. Todos los contratos que puedan celebrar los tutores que no requieran autorización judicial,
si el tutelado sufre lesión en más de la cuarta parte del valor de la cosa.
(Los contratos que celebre por sí mismo el menor serán anulables y no rescindibles, los que celebre el tutor con
autorización judicial no serán rescindibles -aunque el menor podrá exigir responsabilidad al juez-; y los que,
necesitando autorización judicial, celebre el tutor por sí solo serán nulos).
2. Los contratos celebrados en representación de los ausentes, siempre que estos hayan sufrido
una lesión en más de la cuarta parte del valor de la cosa, y no hayan contado con autorización
judicial.
3. La partición de herencia, siempre que la lesión sea en más de la cuarta parte, atendiendo el
valor de las cosas cuando fueron adjudicadas.
Fuera de los casos indicados ningún contrato se rescindirá por lesión.
B).- Rescisión por fraude. La celebración de un contrato con intención fraudulenta respecto de
terceros (con ánimo de engañarlos) constituye causa de rescisión en:
El TS está a favor de una interpretación extensiva de las normas legales sobre fraude, el cual puede
estar constituido tanto por la intención como por la conciencia de causar un perjuicio.
C).- Rescisión por otros motivos. El artículo 1291.5 CC, mediante una cláusula remisiva de carácter
general, deja abierta la puerta a cualquier otro caso en que especialmente determina la ley la
rescisión. Existe la duda de que sean verdaderos casos de rescisión y se interpretan más como
supuestos de ineficacia contractual.
B). Plazo: el mismo plazo que se señala para las acciones de anulabilidad: 4 años.
C). Cómputo del plazo: “Para las PERSONAS SUJETAS A TUTELA Y PARA LOS AUSENTES, los cuatro
años no empezarán hasta que haya cesado la incapacidad de los primeros o sea conocido el
domicilio de los segundos”. En los DEMÁS CASOS, empezará a correr el plazo desde la celebración
del contrato.
La obligación de indemnizar puede alcanzar al adquirente de mala fe, pues “el que hubiere adquirido
de mala fe las cosas enajenadas en fraude de acreedores deberá indemnizar a estos de los daños y
perjuicios que la enajenación les hubiere ocasionado, siempre que por cualquier causa le fuere
imposible devolverlas” (art. 1298 CC).
Aunque habla de “acto”, en realidad es un contrato. El carácter contractual le viene dado por:
1. La exigencia de la aceptación por parte del donatario, lo que supone acuerdo de los dos
contratantes (Art. 630 CC)
2. La sujeción a las disposiciones generales de los contratos y obligaciones en todo lo que no se
halle determinado en sus normas específicas (Art. 621 CC)
Además, es un modo de adquirir la propiedad, que opera sin necesidad de tradición simultánea o
posterior. Esto es, la donación produce efectos reales directamente por la aceptación del
donatario, es un contrato en virtud del cual se adquiere directamente el dominio.
La descripción de la donación, como acto de liberalidad, no incluye relaciones duraderas o de trato
periódico que se asienten en consideraciones distintas al animus donandi, aunque formalmente las
aportaciones realizadas pudieran considerarse donaciones periódicas.
Algunos autores consideran que este tipo de donaciones deben ser consideradas simples y comunes.
También puede defenderse que el carácter remuneratorio viene dado por la concurrencia en el
donatario de circunstancias relevantes que el donante valora especialmente, aunque no representen
"servicio alguno”, por ejemplo, valor cívico acreditado por el donatario.
El problema se plantea porque el art. 622 CC dispone que “las donaciones con causa onerosa se
regirán por las reglas de los contratos, y las remuneradas, por las disposiciones del presente título en
la parte que excedan del valor del gravamen impuesto”. Por ello, en base a este artículo algunos
autores proponen descomponer la donación en dos partes:
1. Hasta donde alcance el valor del servicio remunerado habrían de aplicarse las reglas de los
contratos onerosos
2. Para el exceso, las reglas de las donaciones.
Pero la mayoría entiende inaplicable a las donaciones remuneratorias el art. 622 que probablemente
esté referida a las donaciones modales.
La opinión mayoritaria de doctrina y jurisprudencia, en base al art. 620 CC es que deben ser
asimiladas a los legados hechos en testamento, por lo que, siendo revocables hasta la muerte del
donante, quedarán sin efecto hasta que, tras el fallecimiento de este, sean objeto de reconocimiento
en la disposición testamentaria.
Es frecuente que al hacer una donación se declare que no es colacionable. Esto supone que la
partición de la herencia se hará sin tener en cuenta lo percibido en vida por los legitimarios.
Dicho poder de disposición sólo puede establecerse a favor del propio donante, no es hereditario, y
se extingue a su fallecimiento.
En favor de otras personas, sólo resulta admisible “en los mismos casos y con iguales limitaciones
que determina este Código para las sustituciones testamentarias”.
Mientras la reversión aún no ha tenido lugar el donatario es el titular de los bienes donados, y puede
proceder como tal, siempre que no frustre la posibilidad de la eventual reversión. No podrá,
pues disponer de esos bienes como libres, sino con el consentimiento del posible destinatario
ulterior. Cuando se dan los hechos a los que se sometió su existencia, la reversión se produce
automáticamente.
Por fundamentarse en normas sociales más que un verdadero ánimo de liberalidad, algunos autores
les niegan el carácter de donación. Sin embargo, la opinión mayoritaria propugna su naturaleza de
donación, aunque algunas normas de ésta no les resulten aplicables, por entenderse precisamente
que la adecuación a las normas sociales generalmente asumidas impide considerar el posible carácter
fraudulento o perjudicial para terceros que siempre planea sobre las donaciones puras y simples.
DONACIÓN REMUNERATORIA Se hace a una persona por sus méritos o por los servicios prestados al donante
DONACIÓN MODAL Se impone al donatario un gravamen inferior al valor de lo donado
Han de producir sus efectos a la muerte del donante. Asimiladas a los legados hechos en testamento,
DONACIÓN MORTIS CAUSA
siendo revocables hasta la muerte del donante
En el pacto de donación se incluye una cláusula que concede al donante una facultad nueva, que es
DONACIÓN CON RESERVA DE
la que le otorga el poder de disposición, sólo puede establecerse a favor del propio donante, y se
LA FACULTAD DE DISPONER
extingue a su fallecimiento
DONACIÓN CON CLAUSULA Posibilidad de que el donante recobre en ciertos casos lo donado, o si se prefiere el donante se
DE REVERSIÓN reserva el derecho de recuperar la cosa donada, a favor del donante, o de un tercero
Actos de liberalidad realizados en virtud de cánones de conducta socialmente seguidos por la
LIBERALIDADES DE USO
generalidad de las personas
Se excluyen de la categoría de donación aquellos actos realizados a título gratuito que, otorgando
una ventaja patrimonial sin contraprestación, no entrañen una pérdida patrimonial (préstamo,
depósito o fianza establecidos con carácter gratuito).
Cualquier persona, aún sin tener capacidad de obrar o una especial capacidad de obrar, puede
aceptar la donación. Teniendo “capacidad natural” para entender y querer, pueden emitirse
válidamente declaraciones de voluntad dirigidas a aceptar donaciones. El CC sólo exige capacidad
contractual en el caso de que se trate de donaciones condicionales u onerosas.
Cabe pensar que verdaderamente no hay contradicción entre ambos artículos, ya la aceptación del
donatario provoca la inmediata eficacia de la donación (art. 629) salvo que, antes de tener
conocimiento de ella, la revoque el donante (art. 623).
3.4. FORMA
Para el CC, la donación es un contrato formal, si bien los requisitos de forma son distintos según
recaiga sobre bienes muebles o inmuebles:
1. La donación de cosa mueble podrá hacerse verbalmente, en cuyo caso se requiere la entrega
simultánea de la cosa, o por escrito, que requiere que la aceptación conste también por escrito.
2. La donación de bienes inmuebles, la donación ha de hacerse necesariamente en escritura
pública, al igual que su aceptación (en misma escritura o en otra separada), debiéndose producir
ésta en vida del donante. Si se hace la aceptación en escritura separada debe notificarse la
• Supervenencia: que el donante tenga hijos después de la donación, aunque sean póstumos.
• Supervivencia: Que resulte vivo el hijo del donante que éste reputaba muerto cuando hizo la
donación.
En ambos casos, el donante podrá revocar la donación si desea hacerlo, pues la supervenencia o
supervivencia no acarrea de forma automática la ineficacia de la donación realizada.
Por ello, el donante deberá llevar a cabo la acción de revocación, para lo cual cuenta con el plazo es
de 5 años contados desde que se tuvo noticia del nacimiento del último hijo o de la existencia del
que se creía muerto. El plazo es de caducidad, aunque, en caso de fallecimiento del donante, la
acción de revocación se transmite a sus hijos y descendientes.
En tal sentido, expresa el art. 654 CC que las donaciones que, con arreglo a lo dispuesto en el art. 636,
sean inoficiosas computado el valor líquido de los bienes del donante al tiempo de su muerte,
deberán ser reducidas en cuanto al exceso.
Conforme el art. 1445 CC: por el contrato de compraventa uno de los contratantes se obliga a
entregar una cosa determinada y el otro a pagar por ella un precio cierto, en dinero o signo que
lo represente. Sus CARACTERÍSTICAS son:
CONTRATO BILATERAL por producir obligaciones recíprocas para las dos partes contratantes:
la entrega de la cosa y el pago del precio.
CONTRATO ONEROSO, por suponer una equivalencia entre las prestaciones de las partes. Al hablar
de equivalencia no es necesaria una equivalencia objetiva, es decir la adecuación real entre el bien y
el precio correspondiente, basta con la llamada equivalencia subjetiva.
El CC para evitar posibles fraudes o perjuicios cuando hay intereses encontrados, prohíbe a
determinadas personas adquirir por compra, aunque sea en subasta pública o judicial, por sí ni por
persona intermediaria, bienes de otras sobre las que tienen algún tipo de influencia:
1. Se prohíbe al tutor adquirir los bienes de sus pupilos, extensible a todo cargo tutelar, incluida
la tutela legal o automática.
A). - Requisitos:
1. Precio verdadero o real. El precio es la prestación a cargo del comprador, de tal modo que si no
existiera estaríamos ante un contrato simulado de compraventa(podría ser donación). Su ausencia
o licitud provocaría la declaración de inexistencia de la compraventa.
2. Precio cierto o determinado. No es necesario precisarlo cuantitativamente en el momento de la
celebración, sino que basta que pueda ser determinable sin necesidad de un nuevo convenio, ya
sea con referencia a otra cosa cierta, se determine por el que tuviera la cosa en determinado día,
bolsa o mercado, o se deje su señalamiento al arbitrio de un tercero.
3. Precio consistente en dinero o signo que lo represente. El precio debe consistir en dinero o
signo que lo represente (ej. cheque). Si el precio no consiste en dinero sería un supuesto de
permuta. Si consiste en dinero y alguna otra cosa, se atiende a la intención de las partes
(compraventa o permuta) y subsidiariamente a la proporcionalidad entre el dinero y las cosas.
4. ¿Precio justo? Para el CC la compraventa no supone una estricta equivalencia objetiva entre el
valor de la cosa y el precio pactado. El CC no exige que sea justo, aunque el precio irrisorio se
equipara al precio simulado. Especial relevancia tiene el precio fijado por disposiciones
administrativas o “precio legal”, de modo que si el convenido es superior, el contrato será nulo
parcialmente, teniéndose el exceso por no puesto, aunque el contrato será válido.
1. Entregar la cosa vendida y conservarla con “la diligencia propia de un buen padre de familia”
hasta que se efectúe dicha entrega.
2. Prestar la garantía del saneamiento en los casos de evicción y vicios ocultos.
Además de las obligaciones principales, asumen relevancia todas aquellas de carácter accesorio y
secundario de carácter general y las que puedan surgir en la relación contractual concreta.
Aunque el tiempo y el lugar de entrega de la cosa suelen establecerse convencionalmente por las
partes, si no se hiciese, se entienden aplicables las reglas generales y así la cosa se entregará en el
lugar donde se encuentre en el momento de celebrarse la compraventa.
El tercero, por tanto, demanda al comprador para privarle de la propiedad de la cosa comprada, ante
lo cual, el vendedor debe responder. Para que surja obligación de saneamiento a cargo del vendedor
es necesario que la demanda de evicción le haya sido notificada a instancia del comprador, si el
comprador no se la ha notificado, este no está obligado a saneamiento (art. 1481 CC). Esto se hace
para que el vendedor pueda aportar pruebas contra la reclamación del tercero, actuando así de
cooperador del comprador.
Dicha notificación debe hacerse siguiendo la forma del art. 1482 CC, que concede al comprador
facultad de solicitar la notificación al vendedor dentro del plazo previsto para su propia contestación
a la demanda, la cual quedará en suspenso mientras no conteste el vendedor.
A pesar de ser materia disponible, el CC recela del comprador que renuncia al saneamiento y la
cláusula por la que el comprador renuncia al saneamiento queda restringida en un doble sentido:
1. Cuando el vendedor actúe de mala fe, se declarará nulo todo pacto que exima al vendedor de
responder de la evicción
2. Es preciso que la cláusula la haga el comprador con conocimiento de los riesgos de la evicción y
sometiéndose a sus consecuencias. De esta forma exime al vendedor de todas las obligaciones
propias del saneamiento, quedando limitado exclusivamente al pago del precio de la cosa vendida
al tiempo de la evicción (1477CC).
Recordar que la ley protectora de consumidores y usuarios declara nula la renuncia previa a los
derechos otorgados a los consumidores.
1. “La restitución del precio de la cosa vendida al tiempo de la evicción, ya sea mayor o menor
que el de venta”. Se refiere al precio actualizado al momento de la evicción.
2. “Los frutos o rendimientos, si se le hubiere condenado a entregarlos al que le haya vencido
en juicio”.
3. “Las costas del pleito que haya motivado la evicción y, en su caso, las del seguido con el
vendedor por el saneamiento”.
4. “Los gastos del contrato a cargo del comprador”. No sólo se refiere a gastos de escrituras, sino
también impuestos, gestoría, inscripción en el Registro.Supone la total indemnidad del
comprador, que se ve privado del objeto comprado
5. “Los daños e intereses y los gastos voluntarios o de puro recreo u ornato, si se vendió de
mala fe”.
Plazo para ejercitar la acción rescisoria: 1 año desde el otorgamiento de la escritura. Transcurrido este
plazo, sólo podrá reclamar la indemnización dentro de otro año desde el día en que el comprador
descubriera la carga o servidumbre no aparente.
En el caso de la compra de dos cosas al mismo vendedor el vicio redhibitorio de una de ellas no
afecta a la otra, a no ser que el comprador no hubiese comprado la segunda sin la primera. Para que
tenga lugar el saneamiento por vicios ocultos la acción habrá de ejercitarse en el plazo de seis meses
contados desde la entrega de la cosa vendida.
3.5. LA CONTAMINACIÓN ACÚSTICA EN LOS INMUEBLES COMO VICIO OCULTO: LA LEY 37/2003 Y EL
REAL DECRETO 314/2006
La Ley del Ruido recurre al saneamiento por vicios ocultos en relación con la contaminación acústica
de los inmuebles, provocada por el incumplimiento de las normas técnicas relativas al debido
aislamiento de las construcciones.
La Ley del Ruido dispuso que el Código Técnico de la Edificación deberá incluir un sistema de
verificación acústica de las edificaciones y que el incumplimiento de los objetivos de calidad acústica
en los espacios interiores puede dar lugar a la obligación del vendedor de responder del saneamiento
por vicios ocultos.
B.- El pacto expreso de resolución en las ventas inmobiliarias: el pacto comisorio. El art. 1504 CC
es una garantía más del pago del precio en favor del vendedor, fortalecido por la posibilidad de
acceder al Registro de la Propiedad si es configurado como condición resolutoria.
Asimismo, el comprador estará obligado a pagar intereses por el tiempo que medie entre la entrega
de la cosa y el pago del precio, en los tres casos siguientes (Art. 1.501 CC):
1. Si así se hubiere convenido.
2. Si la cosa vendida y entregada produce fruto o renta.
3. Si se hubiese constituido en mora.
Por tanto, como regla general el pago del precio aplazado no genera intereses, aunque en la práctica
es frecuentísimo pactar lo contrario.
Es una Regla de carácter preventivo y dispositivo. Si no hay pacto expreso, se debe entender que el
comprador cuenta con dicha facultad. Su eficacia práctica es relativa pues jurisprudencialmente, el art.
1502 CC debe ser interpretado restrictivamente, por seguridad del tráfico.
En el caso de bienes inmuebles el comprador deberá abonar los gastos de expedición de la primera
copia de la escritura y las demás posteriores a la venta, salvo pacto en contra.
El CC no prevé acción para el comprador defraudado. Se entiende, por tanto, que este podrá
solicitar la correspondiente indemnización de conformidad con las reglas generales o, en su caso,
acudir a la vía penal (interponiendo la correspondiente querella por estafa).
El 1.473 se funda en la buena fe, como requisito imprescindible por parte del comprador que
finalmente es declarado propietario, entendiéndose como la ignorancia por parte del comprador
de que la cosa había sido objeto de venta anteriormente.
Beneficios o incrementos: son imputados al comprador pese a que no es dueño de la cosa hasta la
entrega o tradición, tiene derecho a los frutos o incrementos de la misma.
Art. 1096.3CC, determina que el vendedor asume los riesgos, incluso cuando la pérdida obedezca al
caso fortuito, en los dos casos siguientes:
1. Cuando haya incurrido en mora
2. Cuando haya realizado una doble venta.
Art. 1182 CC, según el cual quedará extinguida la obligación que consista en entregar una cosa
determinada cuando ésta se perdiere o destruyere sin culpa del deudor y antes de haberse éste
constituido en mora, añadiendo la presunción de culpa prevista en el art 1083 CC, con carácter
general, el vendedor queda exonerado de la entrega en caso de pérdida, salvo que no pueda
acreditar que la pérdida de la cosa es causa de una falta de diligencia en su actuación.
No obstante, como excepción a dicha regla, (art.1452.3 CC) en el caso de que la compraventa genere
una obligación genérica de entrega para el vendedor los riesgos se imputarán a éste por principio,
recayendo sobre el comprador sólo en el caso de que se haya producido la correspondiente
especificación de la obligación genérica.
Venta ad gustum: depende en exclusiva del gusto o agrado encontrado por el comprador. Se deja a
libre arbitrio del comprador la aceptación de la cosa, basta la mera manifestación de desagrado para
entenderse ineficaz el contrato. Algunos autores argumentan que esta conclusión supone someter la
compraventa a una condición meramente potestativa, prohibida por el art. 1115 CC. Proponen una
cierta "objetivación del gusto o agrado", en cuya virtud debería entenderse vinculado el comprador.
Con carácter general en la Ley de Ordenación del Comercio Minorista (LOCM) determina que cuando
la perfección del contrato no sea simultánea a la entrega del objeto, o en venta por catálogo, el
comprador dispondrá de plazo mínimo de 7 días hábiles para desistir, sin penalización ninguna y sin
La Ley 7/1996 ha sufrido modificaciones de importancia en relación con los pagos a proveedores,
por la que se establecen medidas de lucha contra la morosidad en las operaciones comerciales,
modificada a su vez por la Ley 15/2010, de 5 de julio, y en materia de contratos a distancia y para la
adaptación de la Ley a diversas Directivas comunitarias, relativa a los servicios en el mercado interior y
en relación con el ejercicio de venta ambulante o no sedentaria. Además, la reciente STC 18/2016
declaró inconstitucional de una parte de la Ley 7/1996 en su redacción dada por el Real Decreto Ley
20/2012 en relación con la calidad de los productos rebajados y a las ventas de promoción.
Estableciendo para todos los demás extremos que “la permuta se regirá por las disposiciones
concernientes a la compraventa”.
En tal supuesto el art. 1539 CC dice que si uno de los contratantes hubiese recibido la cosa que se le
prometió en permuta y acreditase que no era propia del que la dio, no podrá ser obligado a entregar
la que él ofreció en cambio y cumplirá con devolver la que recibió. Es decir, el contrato de permuta
queda resuelto si el permutante-adquiriente devuelve la cosa recibida, al tiempo que se encuentra
legitimado para no atender al cumplimiento de la obligación q pesa sobre él. Se entenderá, por tanto,
que el contrato de permuta queda así resuelto.
Para tal caso, el art. 1540 CC establece que el que pierda por evicción la cosa recibida en permuta
podrá optar entre
1. Recuperar lo que dio en cambio, pero solo podrá usar el derecho de recuperar la cosa que él
entregó mientras ésta subsista en poder del otro permutante, y sin perjuicio de los derechos
adquiridos entretanto sobre ella con buena fe por un tercero. En caso de optar por la restitución
de la cosa entregada, no supone que esté excluida la correspondiente indemnización de daños y
perjuicios si se han causado.
2. Reclamar la indemnización de daños y perjuicios; por aplicación analógica del art. 1478 CC,
permitiendo al permutante defraudado reclamar directamente todos los conceptos
indemnizatorios previstos en la evicción en compraventa.
En general, dicho acuerdo contractual puede ser calificado como permuta, aunque realmente la
jurisprudencia oscila entre dicha calificación y la caracterización como contrato atípico (contrato de
obras).
Se dice q el contrato de arrendamiento es aquel por el que una de las partes se obliga a proporcionar
a otra, mediante el pago de un precio, el uso y disfrute temporal de una cosa (arrendamiento de
cosa), a prestarle temporalmente sus servicios (arrendamiento de servicios) o hacer por cuenta de ella
una obra determinada (arrendamiento de obra).
Sólo SE EXCLUYEN del contrato de arrendamiento los bienes fungibles que se consumen por el
uso. Sí podrán ser objeto de arrendamiento los bienes muebles no fungibles y los semovientes. A
estos se le aplicaran las normas para arrendamientos inmobiliarios con las debidas adaptaciones. Esta
normativa tiene carácter dispositivo, así que no genera problemas.
El arrendamiento de cosas es definido por el CC como aquel por el que una de las partes, arrendador,
se obliga a dar a la otra, arrendatario, el goce o uso de una cosa por tiempo determinado y precio
cierto (Art. 1543).
Para ser arrendador sólo se requiere la capacidad general para contratar, no exigiéndose ser dueño
de la cosa, excepto si se trata de arrendamientos inscribibles en el Registro de la Propiedad. En este
caso el CC establece que los padres o tutores, respecto de los bienes de los menores o incapacitados,
y los administradores de bienes que no tengan poder especial, no podrán dar en arrendamiento las
cosas por término que exceda de seis años.
4.2. EL DESAHUCIO
Es la facultad del arrendador, como consecuencia de algunas causas de extinción del contrato de
arrendamiento de bienes inmuebles, para proceder judicialmente contra el arrendatario a fin de
expulsarlo de la finca. Estas causas son las siguientes:
1. Haber expirado el término de duración del arrendamiento.
2. Impago del precio convenido.
3. Infracción de cualquiera de las condiciones estipuladas en el contrato.
4. Destinar la cosa arrendada a usos o servicios no pactados que la hagan desmerecer.
Conviene destacar que el desahucio también procede en situaciones que quedan fuera del ámbito
arrendaticio, tales como precario (el ocupante usa la vivienda por mera tolerancia del titular sin pago
de renta), movimiento okupa (una o varias personas se apoderan de la posesión del inmueble sin
título, consentimiento o tolerancia del titular). Para estos últimos casos, los de ocupación ilegal, la Ley
5/2018 ha agilizado el juicio de desahucio.
El objeto propio del contrato consiste en la prestación de una determinada actividad que ha de ser
desarrollada por el arrendador, sin que éste quede obligado a garantizar la obtención de resultado
alguno (como sí ocurre en el contrato de obra). La obligación del arrendador, pues, es calificable
técnicamente como obligación de hacer, pero no de resultado.
Pueden contratarse tanto los servicios manuales cuanto los puramente intelectuales que
correspondan a tales profesiones. El contrato, además, se regirá por las normas de Derecho civil
cuando el servicio no se preste en las condiciones que harían de él un contrato de trabajo (abogado
de empresa, por ejemplo).
Ante la inexistencia de concretas normas legales al respecto la jurisprudencia ha estimado que los
servicios característicos de las personas que ejercen profesiones liberales no constituyen más que una
modalidad contractual que es el contrato de arrendamiento de servicios.
La onerosidad del contrato sigue presente, pero el requisito de precio cierto está desvirtuado, en
cuanto que la necesidad de la previa determinación de su cuantía está sustituida por la posibilidad de
su establecimiento posterior según los usos de la profesión de que se trate.
Los servicios de los profesionales liberales no son siempre y en todo caso objeto de un contrato de
arrendamiento de servicios. En ocasiones, estaremos en presencia de un contrato de obra propio,
supuesto que se da cuando el profesional, mediante una remuneración, se obliga a prestar no
propiamente su actividad, sino el resultado producido por la misma (por ejemplo, colocar una
prótesis o redactar un dictamen).
En España dicho planteamiento, en cierta medida maniqueo y en buena parte injusto, causante
además en buena parte de la pérdida del caserío histórico de numerosas ciudades, fue mantenido
hasta la última década del siglo XX, cuando la materia fue regulada por la Ley 29/1994, de 24 de
noviembre, de arrendamientos urbanos, todavía hoy vigente, aunque reformada en algunos aspectos.
Las mencionadas disposiciones legislativas, derogadas después de manera radical por la Ley 29/1994
se asentaban en directrices normativas contradictorias o, mejor aún, claramente antagónicas: el Texto
de 1964 situaba como estrella polar de su peculiar contemplación de las cosas la prórroga legal
forzosa en favor del arrendatario, generando contratos de duración tendencialmente infinita, cuyas
rentas en muchos casos se encontraban muy por debajo de los verdaderos precios de mercado, si es
que no eran irrisorias. Por su parte, el RDL 2/1985 de 30 de abril, dando un giro de 180 grados,
suprimió la obligatoriedad de dicha prórroga legal y en su breve periodo de vigencia, dio lugar a
contratos de corta duración, generalmente anuales, y rentas comúnmente muy elevadas. Ello no
impidió, en ejercicio de la libertad contractual, consagrada en el artículo 1255 del CC, que las partes
pudiesen, si así lo estipulaban, someterse al régimen de prórroga forzosa.
Por supuesto, debe tenerse en cuenta su Disposición Transitoria Primera según la cual los contratos
de arrendamiento celebrados con anterioridad a la entrada en vigor del Decreto-Ley 7/2019, de 1 de
marzo, estarán sujetos a la normativa que les resulte aplicable hasta que se produzca su extinción.
Esto ha cambiado con la modificación realizada por la Ley 4/2013, que establece que los
arrendamientos de vivienda se regirán por los pactos, cláusulas y condiciones determinados por la
voluntad de las partes, en el marco establecido en el Título II de la presente ley, y supletoriamente por
lo dispuesto en el CC.
La prórroga anual durante el quinquenio inicial solo podrá ser excluida cuando de forma expresa
Concluido el periodo quinquenal sin que ninguna de las partes hubiera notificado a la otra su
voluntad de no renovarlo, el art. 10 permitía la continuidad contractual, de año en año, por un nuevo
periodo trienal.
En cuanto a la regulación del desistimiento contractual por parte del arrendatario, con
independencia de la duración convenida por las partes, se regula por lo establecido en el art. 13,
según el cual, con independencia de la duración convenida por las partes, el arrendatario podrá
desistir del contrato siempre que cumpla con las condiciones siguientes:
1. Que hayan transcurrido 6 meses del contrato
2. Que haya comunicado el desistimiento con una antelación mínima de 30 días.
La regla general de indemnización por desistimiento (una mensualidad por año restante) es
dispositiva, sólo entrará en juego si las partes pactan en tal sentido al celebrar el contrato.
El encabezamiento del primero de ellos declara abiertamente que “la duración del arrendamiento será
libremente pactada por las partes”, estableciendo tendencialmente un período contractual mínimo de
cinco años, o de siete en el caso de que el arrendador sea una persona jurídica, frente al período
trienal anteriormente vigente conforme a los dispuesto por la Ley 4/2013. Pero debe tenerse en
cuenta que en el periodo quinquenal (o septenal, en su caso) están y comprendidas las eventuales
prórrogas, pues la/s prórroga/s obligatoria/s por plazos anuales hasta el plazo mínimo de cinco (o
siete) años solo entran en juego cuando la duración convenida fuera inferior a tales plazos.
3.- LA RENTA
La renta será libremente fijada por las partes, aplicándose el IPC sólo en defecto de pacto expreso.
El IPC constituía el tope máximo de revalorización anual de la renta (no admitía acuerdo en
contrario). Esta regla sometía a arrendador y a arrendatario a un parámetro económico futuro que
reequilibraba sus respectivas prestaciones y al mismo tiempo resultaba indiscutible. La actualización
de la renta no es norma imperativa, sino sólo el incremento máximo sujeto al IPC.
También establece que podrá pactarse libremente por las partes que, durante un plazo determinado,
la obligación del pago de renta pueda reemplazarse total o parcialmente por el compromiso del
arrendatario de reformar o rehabilitar el inmueble en los términos y condiciones pactadas. Lo que
permite pacto sobre posible compensación de las recíprocas obligaciones.
En el ámbito jurídico-privado, esta Ley modifica, entre otras, la Ley 29/1994 de 4 de noviembre, de
arrendamientos urbanos pues considera conveniente modificar expresamente la LAU y, en particular,
la revisión de renta de los contratos de arrendamientos urbanos.
Con tal reforma, en defecto de pacto expreso entre las partes, no se aplicará revisión de rentas a
los contratos (mientras que antes, en defecto de pacto, se aplicaba el IPC); y si hay pacto expreso y
no se acuerda el método de revisión, supletoriamente se aplicará el nuevo IGC (índice de
garantía de la competitividad) cuya fórmula de cálculo se recoge en el Anexo de dicha Ley, y será el
Instituto Nacional de Estadística el organismo encargado de su elaboración y publicación
mensualmente, y serán de aplicación a los contratos que se perfeccionen con posterioridad a la
entrada en vigor de la Ley 2/2015, desde el día 1/04/2015.
Así mismo, la disposición adicional 2ª del Real Decreto-Ley 7/2019 insta a crear un “sistema estatal de
índices de referencia del precio del alquiler de vivienda” con el objetivo de “dotar al mercado del
alquiler de la necesaria información” que sirva principalmente de soporte para adoptar “políticas
públicas en materia de vivienda” y “medidas de política fiscal”. Junto al sistema estatal, se faculta
también a las CC.AA. para crear “su propio índice de referencia, en el ejercicio de sus competencias y
a los efectos de diseñar sus propias políticas y programas públicos de viviendas”.
La Ley 4/2013 mantiene este precepto (usando el término discapacidad). La causa sobrevenida por la
que el arrendatario o cualquiera de los convivientes devengue en discapacidad resulta indiferente.
Debe entenderse que, estando vigente el contrato, el arrendatario puede poner en práctica dicha
facultad en cualquier momento.
No obstante, exige la “previa notificación escrita al arrendador” de las obras que pretenda llevar a
cabo. Con ello se pretende dejar reconstituida la prueba de la posible “reposición de la vivienda al
estado anterior”, que puede exigir el arrendador al finalizar el arrendamiento
Tras la aprobación de la Ley 4/2013, las partes podrán pactar la renuncia del arrendatario al
derecho de adquisición preferente. Además, tal mandato es aplicable tanto a los arrendamientos de
vivienda como a los de uso distinto del de vivienda.
4.3. RECAPITULACIÓN
Las modificaciones introducidas por la Ley 4/2013 no han alterado las normas arrendaticias
fundamentales de manera sustancial. La vigente LAU, antes y después de la Ley 4/2013, regula sólo
Swanhilda. Actualización 21-22 por To Ñin y Óscar Agudo 83
Civil II. 2º Parcial. Contratos
los aspectos de contenido contractual que ha considerado indispensables en evitación de litigios
innecesarios.
Para todos los demás extremos que las partes estimen de interés, son plenamente libres para
establecer un clausulado contractual prolijo y detallado, en dependencia de las circunstancias del caso
concreto. Además, hay que recordar la eficacia supletoria de las reglas del CC.
El legislador se limita a regular las causas de suspensión, resolución y extinción del contrato:
• En cuanto a la habitabilidad de la vivienda, se establece la posible suspensión del contrato por
obras, ya sean acordadas por una autoridad competente, o meras obras de conservación
• En relación con las causas de resolución, se establece la resolución del contrato de arrendamiento
por incumplimiento por una de las partes de las obligaciones que le competan.
• En arrendamientos de finca urbana inscritos en el Registro de la Propiedad la resolución de pleno
derecho se producirá 10 días hábiles tras el requerimiento judicial o notarial al arrendatario en el
domicilio designado al efecto en la inscripción registral.
• Se establecen como causas de extinción, la pérdida de la finca y la declaración de ruina.
Los arrendamientos para el uso distinto del de vivienda se rigen por la voluntad de las partes y, en su
defecto, por lo dispuesto en la LAU y, supletoriamente, por lo dispuesto en el Código Civil. Pero hay
que tener en cuenta que las normas procesales y los preceptos relativos a la fianza y a la
formalización del contrato son de naturaleza imperativa.
No obstante, parece que algunos preceptos, que remiten a otros artículos sobre el arrendamiento de
vivienda, establecidos por la LAU-1994 sin que hayan sido modificados por la Ley4/2013, son
imperativos, por ejemplo, la Imposición al arrendador de la realización de las obras necesarias o de
conservación, la obligación para el arrendatario de soportarlas, o la facultad del arrendador de elevar
la renta dichas mejoras. También hay ciertos preceptos del Título III que sugieren un carácter
imperativo, por ejemplo, el arrendador podrá resolver de pleno derecho el contrato en los casos de
cesión o subarriendo de carácter clandestino.
Pues bien, aunque parezca que todos estos preceptos son de carácter imperativo, lo cierto es que el
preámbulo de la Ley de 1994 se pronuncia en favor del carácter supletorio del Título III en su
conjunto. Para el legislador, el Título III constituye un conjunto normativo de aplicación supletoria.
En principio, el titulo inscribible en dicho registro serán las sentencias firmes dictadas en los
procedimientos de desahucio por impagos de rentas (apdo.2).
1.1. CONCEPTO
Art 1709 CC: “Por el contrato de mandato se obliga una persona (mandatario) a prestar algún
servicio o a hacer alguna cosa por cuenta o encargo de otra (mandante)”.
De ahí que, si se pretende distinguir entre esas figuras, resulta insuficiente dicho criterio, por lo que
hay que fijarse en la naturaleza de las prestaciones a que arrendatario (en contratos de arrendamiento
de obra) o mandatario (en contratos de mandato) se obligan:
Mandato representativo: El mandatario actúa “en nombre” del mandante, este será parte en los
contratos o actos jurídicos que, gestionando sus intereses, celebra el mandatario con terceros: el
mandante es quien adquiere los derechos y asume las obligaciones que se derivan de esos actos o
contratos debiendo cumplir todas las obligaciones que el mandatario haya contraído dentro de los
límites del mandato.
Mandato general o especial: considerando el número de asuntos o negocios del mandante que
puede gestionar el mandatario, el mandato puede ser general o especial. Según el art.1712:
➢ Mandato general comprende todos los negocios del mandante, mucho más frecuente.
➢ Mandato especial, sólo comprende uno o más negocios determinados, es marginal o poco
frecuente.
Mandato concebido en términos generales y mandato expreso: Según el art. 1.713 CC:
➢ Mandato concebido en términos generales comprende los actos de administración (distinto de
mandato general)
➢ Mandato expreso. Es necesario para transigir, enajenar, hipotecar o ejecutar cualquier acto de
riguroso dominio (actos de disposición), para los que no cabe admitir el mandato tácito.
Por lo dicho, tanto el mandato general (para todos los asuntos del mandante) como el mandato
especial (para uno o varios asuntos del mandante) pueden conferirse en términos generales o
autorizar al mandatario a realizar actos de enajenación y gravamen.
1º Por su revocación.
2º Por renuncia del mandatario.
3º Por muerte o por concurso del mandante o del mandatario.
4º Por el establecimiento en relación al mandatario de medidas de apoyo que incidan en el
acto en que deba intervenir en esa condición.
5º Por la constitución en favor del mandante de la curatela representativa como medida de
apoyo para el ejercicio de su capacidad jurídica, a salvo lo dispuesto en este Código
respecto de los mandatos preventivos”.
El corretaje es un contrato que tiene por objeto vincular al mediador o corredor en la realización
de los actos necesarios para la conclusión o celebración de un determinado contrato (comprar una
vivienda o vender una partida de ganado) celebrado por quien con él contrata, a quien
denominaremos principal o cliente, o incluso celebrado por el propio mediador, en función de nuncio
o intermediario. Para el derecho, el corretaje se ha calificado como supuesto contractual atípico.
Corretaje, mandato y otros tipos contractuales son parecidos, pero presentan diferencias:
El procedimiento de mediación comienza con una sesión constitutiva, de la que se levantara un acta,
firmada por las partes y el mediador, en que se harán constar el objeto del conflicto, el programa de
actuaciones, costes, lugar de celebración, la lengua del procedimiento y la duración máxima prevista.
Terminada la mediación, de alcanzarse algún acuerdo, este tendrá carácter vinculante y las partes
podrán instar su elevación a escritura pública al objeto de configurar su acuerdo como un título
ejecutivo. Contra lo convenido en el acuerdo de mediación solo podrá ejercitarse la acción de nulidad
Swanhilda. Actualización 21-22 por To Ñin y Óscar Agudo 89
Civil II. 2º Parcial. Contratos
por las causas que invalidan los contratos.
o Comodato (o préstamo de uso). Cuando entrega cosa no fungible para que la use durante un
tiempo y después la devuelva. Es esencialmente gratuito.
o Préstamo (de consumo o mutuo). Cuando entrega dinero u otra cosa fungible, con condición
de devolver otro tanto de la misma especie y calidad. Puede ser gratuito o con pacto de pagar
intereses.
Ambas formas de préstamo tienen en común que la obligación principal del prestatario es devolver
lo prestado.
La gratuidad es esencial en el comodato ya que si interviene alguna remuneración que haya de pagar
quien adquiere el uso, sería un contrato de arrendamiento
Por lo tanto, si la cosa prestada es fructífera (puede pactarse el uso de los frutos), el comodatario no
adquiere la propiedad de los frutos, pero puede usarlos, al igual que la cosa matriz.
A. La obligación de restitución.
Como obligación principal, el comodatario debe devolver la cosa al concluir el uso para el que se le
prestó o una vez transcurrido el plazo pactado, en caso de urgente necesidad de ella, el comodante
podrá reclamarla antes y el comodatario debe restituirla.
Además de ello, el comodatario debe satisfacer los gastos ordinarios que sean de necesidad para el
uso y conservación de la cosa prestada y debe utilizar la cosa de conformidad con su propia
naturaleza, conservándola con la diligencia de un buen padre de familia.
Tampoco responderá el comodatario en los casos en que el deterioro o la pérdida de la cosa tenga
lugar a consecuencia del acaecimiento del algún caso fortuito, salvo haya destinado la cosa a un uso
distinto del que se prestó, o que haya conservado la cosa en su poder por más tiempo del convenido,
o que la cosa hubiere sido objeto de tasación en el momento de la entrega.
Está obligado al abono de los gastos extraordinarios de conservación, frente a la obligación del
comodatario de atender o sufragar los gastos ordinarios y siempre que el comodatario lo ponga en
su conocimiento antes de hacerlos, salvo cuando fueren tan urgentes que no pueda esperarse el
resultado del aviso sin peligro.
El comodante que, conociendo los vicios de la cosa prestada, no los hubiere hecho saber al
comodatario, responderá a éste de los daños que por aquella causa hubiese sufrido.
El CC establece algunas reglas de aplicación supletoria cuyo fundamento es la protección del interés
del comodante en recuperar la cosa cuando le convenga o le resulte necesaria.
El art. 1750 CC establece que en caso de que no se pactara ni duración ni el destino del uso de la
cosa prestada y tampoco se dedujera de la costumbre, el comodante puede reclamarla a su
voluntad, a la vez que dispone que, en caso de duda, incumbe la prueba al comodatario.
La expresión “uso a que había de destinarse la cosa” debe ser entendida en términos temporales. Por
ejemplo, el dueño de un cuadro lo presta a quien lo pintó para una exposición, debe entenderse que
la reclamación por el este no debe realizarse hasta esta sea clausurada.
El art. 1742 CC establece que las obligaciones y derechos que nacen del comodato pasan a los
herederos de ambos contrayentes (mejor, contratantes). La muerte o declaración de fallecimiento
de cualquiera de las partes no extingue el contrato, excepto en el caso de que el préstamo se haya
hecho en contemplación a la persona del comodatario, en cuyo caso los herederos de este no tienen
derecho a continuar en el uso de la cosa prestada.
El contrato de mutuo puede ser gratuito o retribuido, esto es, con pacto de pagar interés, que
normalmente será proporcional a su duración, y limitado por la ley de usura.
Aunque para el CC el contrato de préstamo es tendencialmente gratuito, pues, según el art. 1755 CC
dice que no se deberán intereses sino cuando expresamente se hubiesen pactado.
La Ley de Usura de 1908 (Ley Azcárate) decreta la nulidad de los préstamos en que se haya pactado
un interés notablemente superior al normal del dinero y manifiestamente desproporcionados, o que
resulten leoninos, y cualquier contrato en que se suponga recibida una cantidad superior a la
entregada. Declarada la nulidad del contrato por usurario, el prestatario sólo estará obligado a
entregar la suma efectivamente recibida.
En el caso de no haberse fijado plazo, se atenderá a los dispuesto en el art. 1128 CC. Existiendo plazo
o término contractual, si el prestatario incurre en algún supuesto del art. 1129 CC, perderá el derecho
a utilizar el plazo establecido.
Las nuevas modalidades de marketing y comercialización han traído consigo formulas y técnicas
financieras sumamente elaboradas y de difícil comprensión para el común de los mortales, por lo que,
a su vez, la legislación ha debido ir elaborando marcos protectores de los consumidores cada vez más
sofisticados, hasta el extremo de que a veces el exceso normativo constituye casi una rémora que
incluso provoca la sorpresa del consumidor.
Lo cierto es que determinados tipos de préstamo pueden quedar sometidos a la regulación propia
del crédito al consumo, como se deduce del art. 1.1 de la Ley 6/2011: “1. Por el contrato de crédito al
consumo un prestamista concede o se compromete a conceder a un consumidor un crédito bajo la
forma de pago aplazado, préstamo, apertura de crédito o cualquier medio equivalente de
financiación”.
A.- Constitución conjunta del depósito (pluralidad de depositantes). Según el art. 1772 cuando
hay pluralidad de depositantes dispone que:
✓ Si no fueren solidarios y la cosa admitiere división, cada uno de ellos podrá pedir solo su parte.
Se da una equiparación entre mancomunidad y divisibilidad
✓ Cuando haya solidaridad, o la cosa no admita división, regirá lo dispuesto en los arts. 1141 y
1142 CC. Se da la equiparación entre indivisibilidad y solidaridad, y la aplicación de las normas de la
solidaridad en los supuestos de indivisión, de tal manera que no son posibles los supuestos de
depósito indivisible mancomunado. De cualquier modo, hay que tener en cuenta lo pactado
expresamente y los usos negociales. A esto se le llama depósito indistinto.
E) Pérdida de la cosa y subrogación real. Se presume la culpa del depositario, pues la cosa se haya
en su poder. Si se pierde por fuerza mayor, y el depositario recibe como reparación otra en su lugar,
está obligado a entregar ésta al depositante. Si la reparación obtenida por el depositario consiste en
su valor, igualmente tiene que entregar la indemnización conseguida.
Pero el CC sí establece la obligación del depositante de hacer frente al pago o reembolso de los
gastos realizados por el depositario y, en su caso, de indemnizarle de todos los perjuicios sufridos.
Según la doctrina los gastos rembolsables son los gastos de conservación y no los gastos útiles o
mejoras que pueda haber afrontado el depositario. Los gastos reembolsables se encuentran previstos
legalmente para el depósito gratuito; por consiguiente, no deben acumularse a la retribución en el
caso de que ésta haya sido pactada. Para la indemnización por perjuicio hay que tener en cuenta las
reglas generales en ese aspecto.
El art. 1.780 dispone que “el depositario puede retener en prenda la cosa depositada hasta el
completo pago de lo que se le deba por razón del depósito”. Esto incluiría, la retribución, los gastos
de conservación y los gastos que haya hecho frente a la indemnización por perjuicios si se diera el
caso.
El supuesto prototípico del llamado depósito irregular viene representado por el depósito de dinero,
aunque ello no signifique que todo depósito dinerario deba ser calificado como depósito irregular,
sino sólo aquel cuyo objeto pierde su individualidad. No sería un supuesto de depósito irregular el
caso en que una cantidad de dinero se entrega en un sobre o cofre cerrado y sellado, pues entonces
Swanhilda. Actualización 21-22 por To Ñin y Óscar Agudo 97
Civil II. 2º Parcial. Contratos
debe ser restituida en la misma forma.
La jurisprudencia del TS, establece que los “depósitos a plazo fijo” realizados a entidades bancarias,
son figuras contractuales más cercanas al préstamo que al depósito, debido a la indisponibilidad que
tiene el depositante para acceder a la cosa depositada.
1. Cuando el depósito se hace en cumplimiento de una obligación legal. Se regirá por las
disposiciones de la ley que lo establezca y, en su defecto, por las del depósito voluntario.
2. El llamado “depósito miserable”, que se produce con ocasión de alguna calamidad como
incendio, ruina, saqueo, naufragio u otras semejantes, rigiéndose por las normas del depósito
voluntario.
3. El que tiene lugar respecto de “los efectos introducidos por los viajeros en las fondas y
mesones”. Estamos ante un supuesto de responsabilidad legal, a cargo del hotelero respecto de
los efectos introducidos en el ámbito de control del mismo (abarca a otras dependencias anexas al
establecimiento, como el garaje). Es esencial que el viajero hubiere observado las prevenciones
hechas por el hotelero respecto del cuidado y vigilancia de los efectos, pudiendo darse el pacto
expreso de exclusión de responsabilidad.
La responsabilidad del hotelero cesa si se trata de efectos introducidos por quien no fuera un
viajero, en caso de alojamiento de viajeros estable, si mediara culpa o negligencia del viajero, o en
caso de supuestos de robo a mano armada o fuerza mayor, entre otras. Existe un verdadero
depósito cuando se entregan objetos para ser guardados en la caja del hotel.
De este modo, a diferencia del contrato de depósito verdadero y propio, el secuestro puede recaer
tanto sobre bienes muebles como inmuebles (art. 1786 CC). En caso de bienes inmuebles no es
posible la sustracción, se trataría más de una forma de aseguramiento o administración.
Se exige del depositario la responsabilidad propia de un buen padre de familia, no pudiendo quedar
libre de su encargo hasta que se termine la controversia que lo motivó, a no ser que el Juez lo
ordenare por consentir en ello todos los interesados o por otra causa legítima (art. 1787 CC).
La restitución no ha de hacerse necesariamente al deponente: El depositario judicial estará obligado a
conservar los bienes con la debida diligencia a disposición del Juzgado, a exhibirlos en las condiciones
que el Juzgado le indique y a entregarlos a la persona que el tribunal designe.
3.1. INTRODUCCIÓN
El contrato aleatorio de renta vitalicia obliga al deudor a pagar una pensión o rédito anual durante la
vida de una o más personas determinadas por un capital en bienes muebles o inmuebles, cuyo
dominio se le transfiere desde luego con la carga de la pensión”.
La finalidad económica reside, en proporcionar al perceptor un ingreso fijo periódico a los efectos de
subsistencia, aunque también puede perseguir favorecer a una determinada persona.
Se excluye la posibilidad de referirla a personas jurídicas, pues la permanencia de las mismas daría
lugar a rentas perpetuas.
En cualquier caso, lo que sí debe existir en el momento de constitución del contrato es la denominada
“equivalencia del riesgo” es decir, que ambas partes tengan igual posibilidad de pérdidas y ganancias.
A tal efecto, y según el artículo 1.804: "Es nula la renta constituida sobre la vida de una persona muerta
a la fecha del otorgamiento o que en el mismo tiempo se halle padeciendo una enfermedad que llegue
a causar su muerte dentro de los 20 días siguientes a dicha fecha". No se considera enfermedad el
parto, el accidente, el suicidio, la vejez.
3.3. SUJETOS
De lo expuesto es fácil deducir que deben concurrir al menos dos sujetos en cuanto partes del
contrato de renta vitalicia. No obstante, el art. 1.803 admite la concurrencia de hasta cuatro
sujetos: además de los constituyentes, un tercero cuya vida se considera como alea y el perceptor de
la renta o beneficiario, que puede ser uno de los constituyentes, el tercero cuya vida se estima o un
cuarto sujeto independiente de los anteriores. Si el beneficiario no es parte contractual, es necesaria
su aceptación.
Cuando la renta se establece conjuntamente en favor de varias personas y una de ellas fallece, surge
el problema de la procedencia del acrecimiento, que no será posible, en ausencia de pacto
expreso, más que cuando, además de asignación conjunta de los beneficiarios, exista una atribución
de renta conjunta.
a) La pensión o renta. El Código habla de pagar una pensión o renta, sin establecer que deba
consistir necesariamente en una suma dineraria, pudiendo ser la entrega de cualquier otro tipo de
bienes muebles. En cualquier caso, es imprescindible que sea fija y determinada, admitiéndose las
cláusulas de estabilización.
c) Satisfacción de la renta. El art. 1806 CC establece que la renta correspondiente al año en que
muere el que la disfruta, se pagará en proporción a los días que hubiese vivido; si debía satisfacerse
por plazos anticipados, se pagará el importe total del plazo que durante su vida hubiese empezado a
correr. Las pensiones se entienden como frutos civiles y estos se perciben día por día. La referencia a la
anualidad se establece por coherencia con el art. 1802 CC, siendo aplicable el periodo que se hubiese
estipulado.
d) Incumplimiento y aseguramiento del pago de la renta. El art. 1805 CC dice que la falta de pago
de las pensiones vencidas no autoriza al perceptor de la renta vitalicia a exigir el reembolso del
capital ni a volver a entrar en la posesión del predio enajenado; sólo tendrá derecho a reclamar
judicialmente el pago de las rentas atrasadas y el aseguramiento de las futuras. El impago de las rentas
no da lugar a la resolución del contrato de renta vitalicia, debido a la necesidad de evitar el
enriquecimiento injusto que tendría lugar si el perceptor de las rentas pudiera quedarse con el capital
y las pensiones ya satisfechas.
El alimentista o beneficiario no tiene por qué ser parte necesariamente en el momento de celebración
del contrato, aunque puede serlo. El art. 1791 CC establece que por el contrato de alimentos una de
las partes se obliga a proporcionar vivienda, manutención y asistencia de todo tipo a una persona
durante su vida, a cambio de la transmisión de un capital en cualquier clase de bienes y derechos. No
se indica que la transmisión de dicho capital no tiene que proceder necesariamente del beneficiario,
pero no hay duda al respecto.
El cumplimiento de las obligaciones por parte del alimentante puede garantizarse mediante el recurso
de la condición resolutoria expresa o el derecho de hipoteca en el caso de que los bienes sean
registrables.
En el supuesto de que se produzca la muerte del obligado a prestar los alimentos, o de que ocurra
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Civil II. 2º Parcial. Contratos
cualquier circunstancia grave que impida la pacífica convivencia entre las partes, cualquiera de ellas
podrá pedir que la prestación de alimentos convenida se pague mediante la pensión actualizable a
satisfacer por plazos anticipados que para esos eventos hubiere sido prevista en el contrato o, de no
haber sido prevista, mediante la que se fije judicialmente.
1.-INTRODUCCION
La institución del arbitraje, como mecanismo de resolución de litigios o conflictos que los
interesados en ellos, de común acuerdo, excluyen del conocimiento de los Jueces y Tribunales de
Justicia por razones básicamente de operatividad y rapidez en la decisión.
La Ley 60/2003, sin ser derogada como sus preceptivas, ha sido modificada en ciertos aspectos de
importancia por las Leyes 11/2011.
Pudiera pensarse que, con ello, se trata de burlar los mecanismos de justicia estatal o resquebrajar la
autoridad debida de los Tribunales de Justicia (nacionales o internacionales), más en realidad el
planteamiento es exactamente el contrario.
2.1. CONCEPTO
La Ley evita hablar en su articulado de “contrato de arbitraje”, utilizando en exclusiva la expresión
“convenio arbitral”, no se puede negar el carácter contractual de dicho convenio.
El convenio arbitral constituye un acuerdo de voluntades de naturaleza contractual cuyo objeto radica
en someter cuestiones litigiosas a la decisión de uno o varios árbitros. Dicho acuerdo de voluntades
podrá adoptar la forma de cláusula incorporada a un contrato o de acuerdo independiente y deberá
La regla tradicional era que, si las partes no indicaban expresamente el arbitraje en Derecho, este se
resolvería en equidad. A partir de la Ley 60/2003, el arbitraje pasa a considerarse de derecho como
regla general “los árbitros sólo decidirán en equidad si las partes les han autorizado expresamente para
ello” (art. 34.1).
Existiendo tales elementos, las partes han de entenderse sujetas al arbitraje, aunque no existan en el
convenio normas ad hoc para la designación de los árbitros o reglas relativas al procedimiento
arbitral, en cuyo caso, se aplicarían las reglas dispositivas establecidas en la Ley 60/2003 en relación al
nombramiento, aceptación, recusación y responsabilidad de los árbitros y la sustanciación
(tramitación) del procedimiento arbitral.
Resulta, por tanto, indiferente que la controversia existente sea presente o futura, pues el convenio
arbitral desarrolla la misma eficacia si se previó antes o después de haber nacido la controversia entre
las partes.
Las personas interesadas (naturales o jurídicas) pueden someter las cuestiones litigiosas a arbitraje
siempre y cuando tengan reconocida capacidad suficiente y los litigios versen sobre materias
disponibles para la autonomía privada. Por lo tanto, el ámbito material del arbitraje puede seguir
siendo identificado con el Derecho privado, pero también se aplica en ciertos aspectos regulados por
disposiciones de Derecho público.
La Ley 11/2011 tiene por objeto también regular el arbitraje institucional en la Administración General
del Estado, y establece que las controversias jurídicas en la Administración General del Estado y sus
organismos públicos deben solventarse recurriendo al procedimiento establecido por esta Ley.
El colegio arbitral se compone comúnmente por tres personas, designadas o propuestas una por cada
una de las partes y la tercera por consenso o acuerdo de ambas. Sin embargo, la exigencia legal al
respecto es únicamente que el número de árbitros debe ser impar; por tanto, cabe designar un árbitro
único o un colegio arbitral más amplio que el anteriormente considerado. A falta de acuerdo, se
designará un solo árbitro”.
Los árbitros, una vez aceptado el cargo, dentro del plazo de quince días, gozan de amplias facultades
en relación con el procedimiento arbitral y quedan únicamente obligados a cumplir fielmente su
encargo, es decir, dictar el correspondiente laudo, incurriendo, si no lo hicieren, en responsabilidad
por los daños y perjuicios que causen por mala fe, temeridad o dolo.
El laudo, al igual que las sentencias, debe dictarse por escrito, expresando las circunstancias
personales de los árbitros y de las partes, la fecha y el lugar en que se dicta, la cuestión sometida a
arbitraje, una sucinta relación de las pruebas practicadas, las alegaciones de las partes y, finalmente,
el laudo deberá ser motivado.
Además, el laudo debe pronunciarse sobre las costas del arbitraje y los demás gastos originados en
el procedimiento arbitral y, en su caso, los honorarios y gastos de los defensores de las partes, el
coste del servicio prestado por la institución administradora del arbitraje y los demás gastos
En cualquier caso, el plazo tiene carácter preclusivo, salvo que antes de haber expirado las partes
concedieran a los árbitros una prórroga, y, por tanto, su transcurso sin haberse dictado el laudo
determina la terminación de las actuaciones arbitrales y el cese de los árbitros.
*Preclusivo: si transcurre sin haberse dictado el laudo, se procederá a la terminación de las actuaciones arbitrales y al cese de los árbitros, si
bien no afectará a la eficacia del convenio arbitral, que podrá regenerar los efectos que le son propios con independencia de la
responsabilidad en que hubieran podido incurrir los árbitros por incumplimiento de sus obligaciones dentro de plazo
A.- La acción de anulación del laudo. Los motivos de anulación del laudo han de ser tasados y no
han de permitir, como regla general, una revisión de fondo de la decisión de los árbitros. El laudo,
aun impugnado, tiene fuerza ejecutiva.
Requisitos de la acción. La acción de anulación del laudo habrá de ser interpuesta ante la Audiencia
Provincial del lugar donde se hubiera dictado, dentro del plazo de los dos meses siguientes a la
notificación de aquél.
Las causas de anulación se encuentran establecidas en el art. 41 y son taxativas. El laudo sólo podrá
ser anulado cuando la parte que solicita la anulación alegue y pruebe:
a. Que el convenio arbitral no existe o no es válido.
b. Que no ha sido debidamente notificada de la designación de un árbitro o de las actuaciones
arbitrales o no ha podido, por cualquier otra razón, hacer valer sus derechos.
c. Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no sometidas a su decisión.
d. Que la designación de los árbitros o el procedimiento arbitral no se han ajustado al acuerdo entre
las partes, salvo que dicho acuerdo fuera contrario a una norma imperativa de esta Ley, o, a falta
de dicho acuerdo, que no se han ajustado a esta ley.
e. Que los árbitros han resuelto sobre cuestiones no susceptibles de arbitraje.
f. Que el laudo es contrario al orden público.
B.- La revisión del laudo. Dada la identidad del laudo con la cosa juzgada, la Ley otorga a las partes
la posibilidad de entablar el recurso de revisión conforme a lo establecido en la legislación procesal
para las sentencias judiciales firmes.
El recurso de la revisión debería ser planteado por aparición de nuevos documentos de carácter
decisivo, fraude, o por falsedad en la emisión del laudo. Será competente para el conocimiento del
recurso de revisión de los laudos la Sala 1ª del TS.
Tal aseguramiento tiene lugar mediante la posibilidad de acudir a otro patrimonio para la efectividad
de la obligación: el patrimonio del fiador. En tal sentido, expresa el art. 1822.1 CC que por la fianza se
obliga uno a pagar o cumplir por un tercero, en el caso de no hacerlo éste.
La fianza tiene carácter subsidiario: el fiador sólo habrá de afrontar el pago de la obligación
afianzada en caso de que el deudor principal no haya hecho frente a ella. El acreedor deberá
perseguir los bienes propios del deudor principal antes de proceder contra el fiador.
No obstante, el Código reconoce la posibilidad de que deudor principal y fiador queden obligados al
pago de forma solidaria, de forma que el acreedor, llegado el momento de cobro de la deuda, puede
reclamarla a cualquiera de ellos (deudor y fiador) . De hecho, es más común la práctica de fianza
solidaria que la subsidiaria.
El contrato de fianza no está sometido a regla especial alguna en relación con la forma, ni tampoco
respecto de la capacidad de las partes, pues basta la capacidad general para obligarse.
La obligación garantizada puede consistir lo mismo en una obligación presente que en una deuda
futura, cuyo importe no sea aún conocido, en ese caso no se podrá reclamar hasta que la deuda sea
líquida.
Se requiere que la obligación asegurada sea válida. Las obligaciones anulables, mientras no hayan
sido objeto de impugnación, pueden servir también de base para la constitución de la fianza.
El contrato de fianza vincula solo al fiador y al acreedor; por ese motivo, para referirnos al conjunto
de posibles relaciones entre deudor principal, fiador y acreedor, se habla de relación de fianza.
2. Es legal o judicial cuando, por disposición de la ley o del Juez, una persona ha de garantizar el
cumplimiento de una obligación mediante la intervención de un fiador.
El fiador de un fiador goza del beneficio de excusión, respecto del fiador y del deudor principal.
En la práctica son más frecuentes los supuestos de fianza indefinida que los de fianza definida, por
ese motivo se identifica la fianza indefinida con la fianza simple.
La obligación principal del fiador consiste en pagar la deuda, en el caso de no hacerlo el deudor
y con la extensión que, en su caso, se haya pactado. La regla general en la materia viene
representada por la fianza simple o indefinida.
La fianza "comprenderá no sólo la obligación principal, sino todos sus accesorios, incluso los gastos del
juicio, entendiéndose, respecto de éstos, que no responderá sino de los que se hayan devengado después
de que haya sido requerido el fiador para el pago". Por tanto, el fiador, debe responder del principal de
la obligación garantizada, así como de cualesquiera otras determinaciones convencionalmente
establecidas (cláusulas penales, intereses, etc.) y de la indemnización de daños y perjuicios dimanante
del incumplimiento de la obligación.
El acreedor, antes de dirigirse contra el fiador, debe procurar encontrar y perseguir los bienes de
que eventualmente disponga el deudor principal. Es decir, el fiador tiene derecho a eludir el pago
mientras no se demuestre la insolvencia del deudor, la cual debe ser total y absoluta.
La renuncia del fiador a la misma o el hecho de haberse constituido la fianza con carácter solidario
arroja la misma consecuencia, ya que el fiador conoce el alcance de su obligación, que será exigible
simultánea, previa o sucesivamente respecto de la obligación del deudor principal.
El 4º punto obedece a razones de orden procesal. Además, se establece que el fiador judicial no
puede pedir la excusión de bienes del deudor principal.
El beneficio de división contra los cofiadores cesa en los mismos casos y por las mismas causas que el
de excusión contra el deudor principal.
En la práctica habitual el beneficio de división entre cofiadores no suele existir, primando la fianza
solidaria.
En todos estos casos la acción del fiador tiende a obtener relevación de la fianza o una garantía que
Swanhilda. Actualización 21-22 por To Ñin y Óscar Agudo 112
Civil II. 2º Parcial. Contratos
lo ponga a cubierto de los procedimientos del acreedor y del peligro de insolvencia en el deudor.
Estos supuestos están referidos exclusivamente a las relaciones internas entre fiador y deudor y, por
tanto, no afectan en modo alguno al acreedor, que podrá reclamar el cumplimiento de la obligación
afianzada al fiador, según el tipo de fianza de que se trate, bien directamente o bien tras hacer
excusión de los bienes del deudor principal.
El deudor no podrá relevar de la fianza por sí mismo al fiador, sin contar con la voluntad del acreedor.
Las previsiones del art. 1843 CC tratan solo de lograr una contragarantía prestada por el deudor en
los casos previstos en este artículo, pero dicha contragarantía es extraña a las facultades de cobro que
el acreedor tiene frente al fiador.
Pero puede ocurrir, aunque es infrecuente, que pese a existir esta obligación mancomunada, uno de
los fiadores satisfaga el importe íntegro de la deuda. En este el que de ellos la haya pagado podrá
reclamar a cada uno de los otros la parte que proporcionalmente le corresponda satisfacer.
Los demás cofiadores, a los que se reclama su parte en la satisfacción del crédito, podrán oponerle al
cofiador que pagó las mismas excepciones que hubieran podido oponer al acreedor.
Varios artículos del CC han suscitado la cuestión de si la fianza solidaria es una subespecie de las
obligaciones solidarias o por el contrario es una subespecie de fianza que presupone la aplicación
primera y principal de las reglas sobre la fianza, complementada con las reglas propias de las
obligaciones solidarias.
Doctrinalmente se entiende que se aplican las reglas de las obligaciones solidarias hasta el momento
del pago, para fundamentar la posible reclamación del acreedor al fiador; mientras que una vez que
el fiador ha pagado se aplican las reglas propias de la fianza.
De otra parte, considera el Código Civil otros supuestos particulares de extinción de la fianza que se
basan en una agravación de la situación del fiador, el cual no puede resultar perjudicado ni gravado
más que a aquello a que se comprometió, y así:
1. La prórroga concedida al deudor por el acreedor sin consentimiento del fiador extingue la
fianza, pues se podría producir insolvencia del deudor en ese tiempo prorrogado.
2. Los fiadores, aunque sean solidarios, quedan libres de su obligación siempre que, por algún
hecho del acreedor, no queden subrogados en los derechos, hipotecas y privilegios del
mismo.
Doc8: pag.7, se afirma que el vendedor, en caso de resolución, podrá hacer suyas todas las sumas
que haya recibido con ocasión de la compraventa ¿Qué juicio le merece una cláusula de este tipo?
¿Es conforme a derecho? [12J1]
Doc9: La fianza recogida en la estipulación IX. ¿Es un contrato de fianza sujeto a los artículos 1822 y
ss. Del CC? Si no es así, razone por qué. [12S2]
Doc9: ¿Existe alguna similitud entre el aval al que hace referencia la estipulación X del doc. y el
contrato de fianza regulado en los artículos 18.22 y ss. Del CC? Razónelo jurídicamente. [12SR]
Doc10: Dada la falta de previsión convencional al respecto (¿o no?), ¿Qué ocurriría en el supuesto de
que una vez efectuadas las transmisiones reciprocas D. Juan Espejo Pacheco perdiera por evicción la
casa con corral sita en poleñino? [12J2]
Paloma y Ramón casados en régimen de gananciales, poseen una casa de campo en Guadalajara, tras
recibir una interesante oferta de compra de dicha casa. Ramón vende la misma sin informar a Paloma
de las ventas ¿Es eficaz dicho contrato de compraventa? [13J1]
Pilar acude a Quique criador de perros y le expresa su deseo de comprar un cachorro. Quique le
indica que su preciosa perra Panchita, de Raza fox terrier, dará a luz en un mes. Pilar compra por una
importante suma de dinero el cachorro más grande que tenga Panchita. ¿Se cumplen los requisitos
del objeto del contrato? Razone y explique jurídicamente la respuesta. [17J2]
Ana ha prestado a su amiga Luisa la cantidad de 6000€. Ante la eventualidad de que Luisa pierda su
trabajo por inminente ERE en su empresa, ambas amigas acuerdan que Teresa sea fiadora de Luisa
por el importe de dicha cantidad. Llegado el momento del cumplimiento de la obligación Luisa no
puede proceder al pago asumiendo Teresa el mismo. ¿Puede Teresa recuperar la cantidad abonada?
Razone la respuesta. [13J2]
Lola y Manuel reciben una oferta de compra de su finca “Las Jarillas”, que rechazan. Transcurrida una
semana reciben una carta exhortándoles a la venta, pues en caso contrario su hijo Paco, gran
aficionado a las motos, podría sufrir un accidente, por lo que deciden vender la finca ¿Es valida la
venta efectuada? [13S2]
Jorge conocido hipnotizador, hace que María Ángeles, en estado hipnótico, le venda el chalet que
ella tiene en Marbella. ¿Es válido este contrato? Indique si el mismo tendría o no efectos. Razone y
explique jurídicamente la respuesta. [17J1]
Andrés dona a su nieto Nicolás un inmueble situado en el centro de la ciudad de Jaén, siendo
aceptado por éste verbalmente y entrando en posesión del mismo a los 15 días, ya que Andrés
entiende que no es necesario cumplir otro requisito. ¿Es válida, dicha donación? [13SR]
El día 15 de enero de 2014, Juan presta a Emilio la cantidad de 25000€ que deberá devolver en plazo
de 2 años. Pero ante la eventualidad de que no pueda hacerlo, pues sus negocios en los últimos
meses no están siendo rentables, decide con Emilio afianzar la obligación del pago del préstamo
nombrando fiador a Esteban, Que acepto. Transcurrido 2 meses desde la celebración del contrato,
Emilio no lo efectúa por lo que Juan se dirige a Estaban para que lo lleve a cabo. ¿Está obligado
Esteban a satisfacer la cantidad de 25000€¿Puede ejercitar el beneficio de excusión? [14J1]
Teresa propietaria de un yate valorado en 1.000.000€ decide ir al Notario para donárselo a su sobrino
predilecto Fermín, que acaba de cumplir su mayoría de edad, pero, como Teresa, es una gran amante
del mar, para el caso de que Fermín decida aceptar la donación, éste deberá comprometerse a
llevarla de viaje en el yate una vez al año durante toda su vida. Fermín solo cumple su compromiso
durante los 3 primero años. ¿Ante qué clase de donación nos encontramos? ¿Qué puede hacer
Teresa? [14J2]
Lourdes y Luis reciben una oferta de compra de su finca “El Olivar” que rechazan. Transcurrida una
semana recibe una carta exhortándoles a la venta, pues en caso contrario su hijo Andrés, gran
aficionado de las motos podría sufrir un accidente, por lo que deciden vender la fina. ¿Es valida la
venta efectuada? [14SO]
Fernando soltero y poseedor de un importante patrimonio dona a su sobrina Elvira una finca de 20
hectáreas dedicas a la producción de aceite indicándole que deberá destinas cada año un tercio de la
recolección para entregarlo al Convenio de Hermanas Clarisas situado en la localidad de su
residencia. ¿Es válida la donación? Y, en su caso, ¿ante qué tipo de donación nos encontramos?
[14SR]
María acaba de heredar de su abuelo un cuadro de Dalí. Avaro, su marido le comenta este hecho a su
jefe sabiendo que es coleccionista de arte. El jefe se pone en contacto con María para que le venda el
citado cuadro y ante la negativa de esta, el jefe amenaza con despedir a su marido y hacer uso de sus
influencias para que no vuelca a encontrar trabajo. Ante este hecho María accede a la venta. ¿Es
válida la venta efectuada? [15J1]
Jorge, agente de la Propiedad Inmobiliaria vende un ático a Sergio para vivir. En el contrato se hace
constar que está libre de cargas y vicios. A los cinco meses de la venta y con motivo de una tormenta,
Sergio empieza a observar filtraciones, aparición de grietas y fallos en la instalación eléctrica que
hacen imposible su habilitad. Sergio acude a su abogado para que le informe qué medidas puede
tomar contra Jorge. [15J2]
Francisco soltero y poseedor de importante patrimonio dona a su sobrina Carlota una finca de 20
hectáreas dedicada a la producción de aceite indicándole que deberá destinar cada año un tercio de
la recolección para entregarlo al Convenio de las Hermanas Clarisas situado en la localidad de su
residencia. ¿Es validad la donación? Y, en su caso, ¿Ante qué tipo de donación nos encontramos?
[15SO]
Juan Está interesado en un Seat Ibiza de segunda mano, que tiene puesto a la venta su amigo Alberto
por 2.000€, pero solamente tiene 500€ en el banco. Tiene, sin embargo, un pequeño oleo que a
Alberto le encanta valorado aproximadamente en 1.000€. ¿Podrían realizar algún acto con
trascendencia jurídica para que juan se convierta en propietario del Seat Ibiza de Alberto? [15SR]
Lucrecia, transmite por compraventa a su tutor Álvaro, el chalet del que es propietaria en Cambrils.
¿Puede realizarse esta transmisión? [16J1]
Gonzalo, Patricia y Ana son fiadores de una deuda de 30.000€ que ha contraído Marta con Faustino.
Llegado el momento del pago, Marta es insolvente y no puede realizarlo. Faustino quiere saber quién
puede reclamar y en qué forma. [16J2]
Doña Berta es propietaria de una vivienda sita en Madrid. El 14 de mayo de 2015 se la arrienda a
Doña Esmeralda por un periodo de un año. En abril de 2016 se dirige a usted Doña Esmeralda y le
pregunta si puede prorrogar el contrato por otro año. ¿Qué le respondería usted? [16SO]
Si saco un libro de la biblioteca de la UNED ¿Estaríamos ante el mismo contrato que si solicitamos un
crédito al BBVA? [16SR]