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“No entres dócil en esa buena noche”: Dylan Thomas; poema y análisis.

No entres dócil en esa buena noche (Do Not Go Gentle Into That Good Night) es un poema del escritor galés
Dylan Thomas (1914-1953), publicado originalmente en 1951, en la revista literaria Botteghe Oscure, y luego
reeditado en la antología de 1952: País del sueño y otros poemas (Country Sleep and other poems). Más
adelante volvería a aparecer en la colección: Poemas escogidos de Dylan Thomas (Collected Poems of Dylan
Thomas).

No entres dócil en esa buena noche fue escrito por Dylan Thomas en uno de los momentos más tristes de su
vida: la agonía de su padre y su posterior muerte.

Además de ser uno de los poemas más conocidos de Dylan Thomas, No entres dócil en esa buena noche es
también una de sus mejores obras, quizás igualada únicamente por el clásico: Y la muerte no tendrá dominio
(And Death Shall Have No Dominion). Nadie que haya perdido a algún ser querido puede mostrarse indiferente
ante su fuerza poética.

Do not go gentle into that good night

Do not go gentle into that good night,


Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,


Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright


Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,


And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight


Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,


Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.

*****
No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,


porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera


y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante


cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo


maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.

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