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Y si fuese de noche,
Mira: a punto estás de penetrar en el bosque. la negrura más honda la siembran faros ciertos.
Vas a dejar la casa blanca de la cima, Todo lo que está arriba guía siempre.
el bosque que desciende por ladera escabrosa, debe ser dulce cauce y no boa untuosa
y el bosque en el que puede haber de todo, Que te guíe la música que dejas
y de una luz que enturbia la mirada. al fin, tras dura prueba, a mar de luz.
Entra en él con cuidado y sal sin prisas, (De Los silencios de fuego)
Esperar junto a este mar en el que nacieron las ideas (que nació y se alzó de este mar),
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas.) sino simplemente con la luz de este mar.
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande, O con su muchas luces:
el aroma del azahar, la noche de las orquídeas las de oro encendido y las de frío verdor.
Sólo permanecer viendo el ave que pasa Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
esperando a que el cielo amarillo a los días tensos, a las ideas como cuchillos.
que llegarán saltando de una isla a otra isla. Que alguien me tenga en su mano
sobre las olas que pasan, Cerrar los ojos en el silencio del aroma
como remo perdido. para que el corazón –¡al fin!– pueda ver.
O seguir, como los delfines, Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Ser como la hora de las barcas en las noches de enero, la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio, No la muerte tuya ni la muerte mía,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes. sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Tú y yo esperando el final,
Yo quisiera ir con ella a buscarlos Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
donde los robledales rojos de Sotillo salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
han perdido sus hojas en las fuentes, a los páramos altos, a los prados remotos.
beben el agua helada de las cascadas y las brasas de sangre del sol
la venda de la nieve,
Que este celeste pan del firmamento en los ojos sin lágrimas del perro.
Que estos campos tan fieros y tan puros Que si hay enfermedad sirva para curarme,
me sean buenos, cada día más buenos. sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno amor venza a la muerte en ese beso.
los sienta como escarcha en mi tejado. Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
porque me han derribado, que si cierro los ojos y venzo sin luchar
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo. PARA OLVIDAR EL ODIO
me vaya deshaciendo como llama ese odio que se mama en pecho de odio,
de vela: con dulzura, despacio, muy despacio, ese odio que se enseña y que se aprende,
como giran arriba extasiados los planetas. que enarbola banderas como pústulas
la ausencia de armonía?
como ojo inocente, como labio muy tierno, levantas dulcemente tu rostro hacia el cielo,
nunca cesa esperanza de germinar: lo hace muchacho muerto que pones tu oído en la tierra
con mayor rapidez que las mareas de sangre. como para escuchar sólo música:
suavemente,
¿Conocéis el lugar?
como marea de música,
y en donde hasta el espíritu suele arrodillarse asciende vivo sobre un horizonte de lágrimas,
en el que viene a expirar esa música ¿Conocéis el lugar donde van a morir
que nos llega de lejos, ¡de tan lejos! las arias de Händel?
¿Conocéis el lugar donde van a morir donde por los linderos morados
Está aquí, en una tierra con más cielo que tierra, es un espacio en que la nada es todo
y la alameda serena a los ruiseñores, y en el que junio joven viene por los montes
y están solas, muy solas, las vírgenes anunciadas, aquí tiene su tumba.
encima de tus ojos.
Es la música que, a través de la respiración de las espigas,
se despiertan abismos, espíritus de muertos. lo que discurra por las venas ciegas,
Sé una de las jóvenes que tornan, lo que aún hará más dulce
Verás que en esa casa hasta lo que es más duro en el instante de apagar las lámparas.
(las piedras), llegará a dormirse dulcemente Dentro de esa morada puede haber
una estancia que quedará en penumbra Será esa morada que te espera
y que, aun siendo de piedra, se pondrá a girar la que desvelará el último misterio
como música en torno de los cuerpos que de tan lejos viniste a buscar.
ebrios de plenitud.
Quédate aquí, no partas en la noche, los sentidos, los gestos que no salvan de la herida
no te pierdas deprisa por senderos rocosos, de vivir en los límites, de un vivir sin vivir.
a lo largo del día por este laberinto que dicen estar vivos: allí está –en el lugar
y luego los retorna a su centro. del olvido, y se irán deshaciendo las penumbras
Escúchame: espera que te diga las palabras No busques en la noche lo que tienes
Al fin será esta casa mi morada En ella suena música que arrastra hacia el sin fin,
y hasta lo que es más duro en ella (el muro marea en la que voy
y siempre callo hasta que sea el silencio Y siento que tú estás aquí, aunque no estés,
lo que discurra dentro de mis venas. y que yo estoy en ti, aunque no estoy.
En mi morada no hay días ni noches. centro donde, por fin, no estando tú,
de silencio que silban, mas no ahogan, Ahora, de repente, es muy negra la luz
(La sangre de los nuestros ahora es sólo de esta ciudad que amaste,
la luz de cobre que está ardiendo lenta como un turbulento fuego negro.
(Inédito)
Cuatro retratos de mujer de luna amarilla,
Tuviste que llegar tú, Mary Wu, Sientes que, de repente, te has quedado
con tu piano, con tus manos, con aquellos que viniste a comprobar
que aquí echaste, que crees ya perdidas, a quienes, como tú, nos han traído
el ideal sublime de Belleza y Verdad, pues creo haberla visto en otras ocasiones.
ese que (todavía) nos hace a los humanos Por ejemplo, quemada por el sol,
y te quedaste muda.
Simplemente dejaste que hablase el corazón. Pero antes creí haberla visto,
la vi en otra muchacha, también de Extremo Oriente, colgada entre los brazos de su hermano?
Mas no creo que debamos ir tan lejos –que sí es y que no es otras muchachas–
sin una gota de odio, Con sus manos cerradas o sus manos abiertas,
con la sonrisa más clara y más dulce, con sus ojos abiertos, o cerrados, o sajados,
la plenitud de ser:
(Miguel de Unamuno)
Posa también tus manos: para neutralizar el combate atroz de mi carne con el más allá,
el combate de la que pronto habrá de ser mi tumba el oro y la sabiduría de estos muros;
Debo pensar el sentimiento a través de las agujas con nieve de sus torres–
enternecerlo, acunarlo como a niño, si me asomaba a lo hondo del pozo del claustro,
para que pudiera al fin adormecerse Mas ahora lo que siento es la derrota de mi cabeza
el niño que yo fui, el niño que (acaso) aún yo soy? sobre el abismo de esta mesa camilla
Se estrelló mi palabra con la piedra del mundo. y cómo se desorbitan mis ojos
Cristo: ¿qué hay detrás del agua negra En este terrible límite del año que termina,
de tu noche y mi noche.
¡Desvélame el Misterio!
pero se está extinguiendo por minutos se encuentra al otro lado del océano,
Mis manos ya no pueden sostener mi cabeza. aunque pudiera hallarse en otros sitios,
Mis nervios y mis huesos ya no sienten (acaso en la sima de un mar muy cercano).
sed de inmortalidad,
Junto a ella duerme un sueño de esperanza con su televisor, bajo un cielo gris
del acoso, el disparo, el hambre y la sed. puede hallarse en la raíz del ser,
A veces éstas llevan, con la bala allí donde el hombre acarició la tierra
¡Son ya tantas las quejas, tantas llevad el agua a sus pozos secos,
tú pusiste un mundo
de Marcello.
Y recuerdo muy bien
por siempre,
Sí, sentí que era otro en la Scala,
aunque jamás la vea.
al escuchar las sinfonías de Mahler
¿Qué fue de aquellas músicas? como una mar serena que ascendiera,
con las nieves de enero se dio aquella noche en que llovía mansa-
mente sobre la estatua de Leonardo ¿Y aquel concierto en el Conservatorio de
los coches mientras dentro del teatro Un año antes yo había escuchado
La lluvia
turbadoras, casi como un veneno que embriagara! por Ritcher, tras la puerta cerrada
tejía tramas de oro, de niebla, o de escarcha por las aguas del Rin.
el que nos entregó acaso las mejores versiones sobre la nieve, bajo un sol
para la muerte.
Bajo las alas negras de los abetos ha venido por una senda
Malhadado, ¿de dónde vine y hacia dónde irá Cuando acaba la vida
son ellos los que vienen hacia mí. ¿Y si yo hubiese muerto en Argel?
Hoy ya soy el camino sin camino. como yo supliqué, en pago a mis servicios?
¿Y por qué viene ahora a mis ojos cerrados ¡Quizás hubiera sido otra gloria la mía!
¿Cómo era aquella frase que un día escribí? que ya veo a los pies de mi cama
¿Y para qué tanto camino inútil el que yo traspasara hace sólo tres días
¿Por qué el griterío de ventas y de cárceles, aquellas que dictara para el prólogo
Esposa: ¿por qué no estuve más que a los hombres dieron los cielos […]
mi amor y tu amor?
Madre: ¿en dónde estás ahora? Siempre hubo una vela encendida en mis noches,
¿Voy hacia ti o voy hacia un abismo? en la noche del ser y del no ser.
porque…”
en sílabas de luz.
mis libros
en el paraíso
de los pobres.