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En esas noches en las que la oscuridad abunda, se dice que sale a rondar la
Carretanagua, anunciando desgracias para los pueblerinos de una localidad
determinada. La poca gente que dice haberla visto, afirma que se trata de una
carreta vieja que se encuentra en muy malas condiciones.
Esto hace que sus ruedas hagan demasiado ruido, provocando que la gente se
quede en sus casas hasta que el estruendo cesa. En vez de toldo, ese transporte
se encuentra cubierto por una sábana de color blanco.
En vez de caballos, los animales que sirven para remolcarla son un par de
bueyes, los cuales por su aspecto parece que los sacaron de un cementerio.
Uno de estos es de una tonalidad negruzca, en tanto que el otro tiene un pelaje
muy similar al color del melocotón.
Lo extraño es que jamás dobla en las esquinas. Si por alguna razón se topa con
una o llega a un callejón, simplemente se desvanece y aparece en otro sitio del
poblado.
Pues según lo que me dijo un amigo nicaragüense, cada vez que se escucha el
rechinido de sus llantas, una persona muere al día siguiente de manera
inexplicable.
La mariposa y la luciérnaga
La luciérnaga se puso muy triste y comenzó a llorar por lo que le había hecho
a su amiga; los padres de Ángela –así se llamaba la mariposa— le reclamaron
a la luciérnaga por lo que había hecho y le prohibieron volver a ver a su hija.
La luciérnaga, muy triste por todo lo que había pasado, decidió irse a su casa y
relatarle todo lo sucedido a su padre. El padre le dijo que debía olvidarse de
Ángela y buscarse otra amiga; sin embargo, la luciérnaga aseguró que no
había nadie como ella y que quería pedirle perdón por todo lo ocurrido.
El padre le dio permiso para visitar a Ángela, por lo que las dos amigas
pudieron reunirse. La mariposa, que tenía corazón bondadoso, decidió
perdonar a la luciérnaga porque ambas se querían mucho y no deseaban perder
la amistad.
En un dia del año 1906 el presidente Jose Santos Zelaya de Nicaragua con sus
ministros visitó la ciudad de León. La policía local, para prevenir protestas,
encarceló a posibles revoltosos, entre ellos al abogado Salomón Selva,
mientras su esposa guardaba cama enferma. Su joven hijo de 13 años
Salomón, desesperado y no hallando cómo ayudar, corrió a la avenida central
donde pasaría el cortejo ecuestre presidencial, cuando pasaba Zelaya montado
en su brioso caballo, el jovenzuelo grito: "Dictador Zelaya, malo!".
"Muchacho, que te he hecho yo para que me grites así?" Niño: "Mi papa está
preso y mi madre esta enferma, ella puede morir por su culpa". "Quien es el
padre de este mocoso?, suéltenlo!!", Ministro: "Señor, es un abogado
conflictivo". Dictador: "Suéltenlo he dicho!!"
Niño: "En Nueva York, señor". Zelaya se quedó mudo por unos segundos,
pero ya había prometido, los ministros le capeaban la vista. El hombre fuerte
no podía volverse atrás.
"Está bien, tendrás una beca en Nueva York para estudiar ingles, daré
instrucciones a nuestro cónsul en Nueva York, Pio Bolaños, para que te
atienda allá. Prepárate a viajar".
El caballo viejo
Un caballo que ya estaba muy mayor fue vendido por su amo
a un molinero que lo empleó para que diera vueltas a la
piedra de un viejo molino. El caballo no hacía otra cosa
desde la mañana hasta la noche que girar y girar alrededor de
aquella rueda, lo cual no solo le cansaba mucho sino que lo
ponía muy triste. Y es que el viejo caballo recordaba lo veloz
y famoso que había sido en sus años de juventud, en los que
había vivido infinidad de aventuras y también cómo se
burlaba de los otros caballos que eran más viejos y lentos
que él.