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Res Diachronicae. Vol.

9, 2011
ISSN: 1887-3553
www.resdi.com

ÍNDICE

Prólogo 5

ARTÍCULOS

DEL REY QUESADA, SANTIAGO:


«La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés» 7
DIEZ DEL CORRAL ARETA, ELENA:
«Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar» 33
GONZÁLEZ SANZ, MARINA:
«Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma» 51
RIBES LORENZO, JUAN MANUEL:
«Algunas notas sobre el Fuero de Madrid» 67
VÁZQUEZ DIÉGUEZ, IGNACIO:
«La formación de los lemarios románicos: el caso del español, portugués y francés» 79

RESEÑAS
Fradejas Rueda, José Manuel:
Las lenguas románicas
(DELFINA VÁZQUEZ BALONGA) 93
Martínez Alcalde, María José:
La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico
(MANUEL JOSÉ AGUILAR RUIZ) 95
Res Diachronicae. Vol. 9, 2011
ISSN: 1887-3553
www.resdi.com

CONTENTS

Preface 5

ARTICLES

DEL REY QUESADA, SANTIAGO:


«The coversational verisimilitude in Alfonso de Valdés’ dialogues» 7
DIEZ DEL CORRAL ARETA, ELENA:
«About the way, manner, luck, form and art of connecting» 33
GONZÁLEZ SANZ, MARINA:
«Process of grammaticalization and subjectification of toma» 51
RIBES LORENZO, JUAN MANUEL:
«Some notes about the Fuero de Madrid» 67
VÁZQUEZ DIÉGUEZ, IGNACIO:
«The formation of Romance lemaries: the case of Spanish, Portuguese and French» 79

BOOK REVIEWS
Fradejas Rueda, José Manuel:
Las lenguas románicas
(DELFINA VÁZQUEZ BALONGA) 93
Martínez Alcalde, María José:
La fijación ortográfica del español: norma y argumento historiográfico
(MANUEL JOSÉ AGUILAR RUIZ) 95
PRÓLOGO

El noveno número de Res Diachronicae Virtual (ResDi) continúa la estructura del


último número de la revista en el que se incluyen tanto artículos científicos inéditos
como reseñas bibliográficas de obras recientes, siempre en relación con la
historiografía y la historia de la lengua española.
La sección dedicada a los artículos científicos contiene cinco contribuciones que
versan sobre temas variados de gran interés en la lingüística actual.
El artículo que inicia la primera sección, escrito por Santiago Del Rey Quesada,
aborda algunos aspectos de la llamada oralidad en la escritura, como el concepto de
‘verosimilitud conversacional’ y da una muestra de algunas estrategias discursivas
propias de esta oralidad en los diálogos de Alfonso de Valdés. Dentro del mismo nivel
discursivo se inserta el artículo de Elena Diez del Corral Areta, quien analiza un
conjunto de conectores consecutivos en la documentación colonial quiteña de los siglos
XVI, XVII y XVIII. A continuación, el artículo de Marina González Sanz expone el
proceso de gramaticalización y subjetivización por los que ha atravesado la unidad toma
a partir de su vínculo con el receptor, basándose en el análisis de una serie de casos
extraídos del CORDE. La cuarta contribución, realizada por Juan Manuel Ribes Lorenzo,
reivindica la importancia del Fuero de Madrid del que ofrece una serie de
observaciones en relación a las nuevas teorías acerca de la oralidad y la escritura en el
período de orígenes de la lengua castellana. Por último, Ignacio Vázquez Diéguez
profundiza y reflexiona sobre las fuentes lexicográficas utilizadas en la formación de los
diccionarios, a través del análisis de los lemarios de la lengua española, portuguesa y
francesa.
El segundo apartado, dedicado a las reseñas, cuenta con dos aportaciones en las que
se sintetizan de manera crítica dos monografías publicadas en el año 2010. Por un lado,
Las lenguas románicas de José Manuel Fradejas Rueda, reseñada por Delfina Vázquez
Balonga y, por otro lado, La fijación ortográfica del español: norma y argumento
historiográfico de María José Martínez Alcalde, reseñada por Manuel José Aguilar
Ruiz.
La publicación de este número pone de manifiesto la continuidad y calidad de Res
Diachronicae Virtual, cuya difusión científica crece cada vez más. Muestra de ello es la
presencia de la revista en catálogos de índices de calidad como Latindex y DICE, además
de la reciente inclusión en bases de datos internacionales como el MLA (Directory of
Periodicals), la ZDB (Zeitschriftendatenbank) y la EZB (Elektronische
Zeitschriftenbibliothek).

EL COMITÉ EDITORIAL
Diciembre de 2011

© Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía Res Diachronicae, vol. 9, 2011, pág. 5


e Historia de la Lengua Española (AJIHLE) ISSN: 1887-3553
LA VEROSIMILITUD CONVERSACIONAL EN LOS DIÁLOGOS DE
ALFONSO DE VALDÉS

SANTIAGO DEL REY QUESADA


Universidad de Sevilla

RESUMEN ABSTRACT
El presente artículo aborda algunos aspectos que This article discusses some aspects concerning the
conciernen al estudio de lo que ha dado en study of a topic which many linguists call orality
llamarse oralidad en la escritura, un asunto que in writing, a complex issue that for decades has
desde hace décadas ha atraído a numerosos attracted many specialists who have studied it
lingüistas que lo han tratado desde una preferentially from a synchronic perspective, but
perspectiva preferentemente sincrónica, pero also from a diachronic one. First, I refer to the
también diacrónica, por ardua que esta tarea concept of conversational verisimilitude as an
pueda parecer. En primer lugar, me refiero al essential feature of literary dialogue. Then, I
concepto de verosimilitud conversacional como analyze different discursive strategies that, in my
característica esencial del diálogo literario. opinion, contribute to give expression to that
Seguidamente analizo diferentes estrategias artistic intention, such as the use of verba dicendi
discursivas que creo reveladoras de tal intención and verbs of perception, deixis, informative
artística, entre ellas la utilización de verbos de structure in the statements, and so on. Such
lengua y de percepción, la deixis, la estructura strategies are exemplified with different passages
informativa en los enunciados, etc. Tales extracted from Alfonso de Valdés’ dialogues, the
estrategias están ejemplificadas en diferentes Diálogo de las cosas acaecidas en Roma and the
pasajes de los diálogos de Alfonso de Valdés, el Diálogo de Mercurio y Carón, composed in 1527
Diálogo de las cosas acaecidas en Roma y el and 1528 respectively.
Diálogo de Mercurio y Carón, compuestos
respectivamente en 1527 y 1528.

PALABRAS CLAVE KEYWORDS


Oralidad en la escritura, diálogo literario, análisis Orality in writing, literary dialogue, discourse
del discurso. analysis.

1. LA ORALIDAD CONCEPCIONAL EN EL DIÁLOGO LITERARIO

La descripción histórica de las lenguas se realiza, como no podía ser de otra manera,
sobre los textos que nos han llegado de épocas pasadas, a partir de cuyo estudio suelen
establecerse las características lingüísticas que son reveladoras de estadios de lengua
dados, generalmente arbitrarios en lo que respecta a la parcelación cronológica que
establecen los estudiosos, pero útiles si los consideramos desde una perspectiva
metodológica o pedagógica. Actualmente, la Lingüística de las Variedades alemana,
unida a otras disciplinas como la Pragmática o el Análisis del Discurso1, ha hecho que

1
Una consecuencia teórico-metodológica del surgimiento de estas y otras disciplinas es la aparición en el
ámbito de la descripción histórica de las lenguas del concepto de tradición discursiva, de gran
rentabilidad (cf. López Serena 2005: 1043) para el análisis lingüístico de corte diacrónico. A la definición
y descripción de las tradiciones discursivas se dedican, entre otros, Schlieben-Lange (1983), Koch (1997),

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el enfoque de estudio sobre los textos se pluralice y diversifique, hasta el punto de que
una de las líneas de investigación más recurrentes en la actual filología hispánica es la
de la búsqueda de rasgos típicos de la oralidad2 en la escritura, también en textos del
pasado. Esta tarea no está, sin embargo, exenta de escollos que hacen a veces
intransitable el camino que lleva a encontrar esos disiecta membra de la oralidad
(Oesterreicher 1996: 323) que a veces afloran en los textos.
Si bien una plasmación directa de la oralidad en textos del pasado no deja de ser una
ficción filológica, es posible, sin embargo, rastrear determinadas características
lingüísticas propias de la inmediatez comunicativa que en ocasiones aparecen en
diferentes tipos textuales. Oesterreicher (2004: 746) considera que existen «situaciones
comunicativas ‘ideales’ que favorecen la producción de lo hablado escrito», como la
competencia escrita de impronta oral, la escritura de personas bilingües en situaciones
triglósicas, la transcripción de enunciados de la inmediatez, la adaptación de la
expresión lingüística a las posibilidades de comprensión del lector/receptor, las
exigencias de la norma discursiva (simplicidad e inteligibilidad), los juicios
metalingüísticos de gramáticos y escritores y los descuidos en la expresión escrita.
Aparte de estas siete situaciones ideales, el profesor alemán también describe otras dos
que nos interesan aquí especialmente, pues están reflejadas de alguna manera en los
diálogos que vamos a estudiar: el escribir en estilo llano y la mimesis de lo hablado.
Efectivamente, el diálogo literario, en tanto que género planificado discursivamente
por, al menos, dos interlocutores que van conformando a través de sus intervenciones la
estructura textual de la obra, debería, a priori, poner en acción a los personajes de
manera que el intercambio lingüístico ficticio que se establece entre ellos produzca en el
lector una impresión de verosimilitud conversacional. De ahí la importancia que el
estilo llano en la escritura y la capacidad de reproducir literariamente el carácter oral de
una manifestación lingüística tienen en la configuración artística del diálogo literario.
Por supuesto no todos los diálogos literarios reflejan de la misma manera rasgos que
pueden considerarse prototípicos de la oralidad concepcional, ni siquiera los que
pertenecen a una misma etapa cultural o tendencia estilística. En el ámbito del diálogo
renacentista, al que pertenecen las obras de Alfonso de Valdés que estudiaremos en este
trabajo, es posible también distinguir distintos niveles o grados de plasmación de la
oralidad en los diálogos3. A este respecto, Silvia Iglesias apunta algunas diferencias
interesantes que pueden ayudar a construir una tipología:

[E]l mayor o menor grado de dialogicidad dependerá del interés y de la sabiduría del
autor para a) diversificar lo más posible el tema escogido mediante la construcción de
personajes diferentes y de sus interrelaciones y la introducción de materiales extraídos
de otros géneros, b) ‘enmascarar’ o ‘justificar’ la jerarquización de los participantes; y
c) ‘imitar’ ciertas características constitutivas de los demás niveles del discurso

Oesterreicher (1997), Stoll (1998), Kabatek (2001), Aschenberg (2003) y, desde una perspectiva
panorámica, López Serena (2007b).
2
Utilizamos este término en el sentido de oralidad concepcional, opuesto a escrituralidad concepcional,
de acuerdo con el edificio teórico propuesto por Koch y Oesterreicher (1990[2007]). Para profundizar en
la controversia terminológica que envuelve el concepto de oralidad, cf. López Serena (2007a).
3
Así, Silvia Iglesias (1998: 386) dice que «la lengua de los diálogos no es la misma en todos ellos: unos
más que otros recrean –estilísticamente, claro está– ciertas estructuras y patrones léxicos, sintácticos,
pragmáticos y discursivos propios de la interacción conversacional». Bustos (2001a) diferencia cuatro
tipos de diálogos, siendo el teatral (y concretamente el de los Pasos de Lope de Rueda en lo que al
español clásico se refiere) el que más rasgos conversacionales puede textualizar. En este sentido,
consideramos importante la aportación de Jesús Gómez (1988: 148) al indicar que «cuando en el diálogo
se exagera la acción y la caracterización de los interlocutores, los límites entre el diálogo didáctico y el
del teatro empiezan a no estar tan claros, en la teoría por lo menos».

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conversacional: la contextualización del discurso, su organización lineal y jerárquica, la


representación de las relaciones interpersonales y las formas de expresión lingüística
(Iglesias 1998: 389).

Hecha esta clasificación, la autora (1998: 400) sitúa a los «diálogos


‘circunstanciales’» entre los que intentan reflejar más de cerca el complicado proceso de
la interacción conversacional. Los diálogos de Valdés pueden adscribirse a este
subgrupo, pero cabe hacer alguna matización antes de comenzar con el análisis
pormenorizado de estas obras. El Diálogo de las cosas acaecidas en Roma (en adelante,
DCAR) nos presenta dos personajes, Latancio y el Arcidiano del Viso, que desde el
primer momento aparecen enfrentados dialécticamente en su visión de los hechos. Su
distinta concepción de lo acaecido en Roma en el año 1527 (la invasión de la ciudad
santa por las tropas de Carlos V) propicia la presencia de un discurso altamente
argumentativo que se manifiesta a través de un sistema de turnos más fluido y, por lo
tanto, más proclive a la aparición de elementos propios de la inmediatez. En cambio, el
Diálogo de Mercurio y Carón (en adelante, DMyC) es representativo de un tipo de
diálogo menos dinámico en tanto que contiene abundantes pasajes meramente
narrativos. Los dos personajes principales, Mercurio y Carón, no se enfrentan nunca
discursivamente, sino que el segundo se limita en muchas ocasiones a asumir de manera
pasiva la información que le transmite el primero4. No obstante, a pesar del
predominante carácter narrativo de la obra (en parte, como decimos, debido a la
integración de formas de discurso más representativas de otro tipo de tradiciones
discursivas, como las de la crónica o la biografía históricas), se da la paradoja de que el
DMyC incluye pasajes en los que las estructuras conversacionales son cualitativa y
cuantitativamente más numerosas que en el DCAR. Se trata de los episodios en los que
las ánimas de algunos personajes-tipo que acaban de morir llegan al infierno y relatan su
existencia a los protagonistas. El empleo de elementos prototípicos de la inmediatez se
da sobre todo en la primera parte del diálogo, cuando Mercurio o Carón (generalmente
este último, como representante de un tipo de lengua más espontánea o tosca y, por
tanto, cómica, según quiere Rosa Navarro [DMyC: 145, n. 268]) reprenden a las ánimas
por la vida relajada que llevaron sobre la tierra, para lo cual Alfonso de Valdés pone en
boca de sus criaturas abundantes exclamaciones e increpaciones, siendo frecuente
también la ironía y, en general, el intercambio de turnos más fluido. Por este motivo nos
centraremos en los fenómenos discursivos que revelan rasgos de oralidad en la escritura
de estos pasajes.

2. MECANISMOS LINGÜÍSTICOS AL SERVICIO DE LA VEROSIMILITUD CONVERSACIONAL EN


EL DMyC Y EL DCAR

Podemos empezar la caracterización de los fenómenos lingüísticos que emprendemos


a continuación diciendo con J. Jesús Bustos (2001b: 204) que «más que el uso o no de
coloquialismos o jergalismos léxicos y gramaticales (que también existen), lo
conversacional depende de la peculiar organización del discurso dialógico»; así,
Narbona (2005) duda del reflejo que de la oralidad hacen ciertas obras literarias

4
Con todo, para mantener la ficción interactiva que debe preservarse en el diálogo, a veces Carón
interrumpe el relato de Mercurio para hacer algún tipo de comentario, interrupción que se concibe como
parte estructural de la obra, y así lo expone Carón en una de las primeras veces que impide la
prolongación de los largos parlamentos de Mercurio:

CARÓN.- No te pese, Mercurio, si alguna vez, por ser mejor informado, te quisiere algo
preguntar [DMyC: 93].

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contemporáneas que se limitan a incluir determinadas palabras que evocan un registro


coloquial de la lengua pero que no modifican ni un ápice la sintaxis más normativa. Lo
más importante, pues, será fijarse en aquellos fenómenos morfosintácticos y discursivos
que creemos que tienen una especial entidad comunicativa dentro de la dinámica
interactiva de los participantes en el diálogo, de manera que podamos catalogar una
serie de rasgos reveladores (teniendo en cuenta la dificultad que, como hemos apuntado
previamente, esta tarea presenta) del lenguaje conversacional a principios del siglo XVI.

2.1. Verbos de lengua y percepción

La presencia en el discurso de verba dicendi y de percepción es una de las


características más notables del diálogo. Los primeros (decir, contar, referir, etc.) se
refieren al contenido mismo de lo que se habla, permitiendo que los interlocutores
vuelvan sobre su propio discurso y sobre el discurso del otro. Los segundos (sentir,
conocer, ver, mirar, etc.) anclan el discurso en el contexto temporal, situacional y
conceptual en el que se hallan los personajes, de tal modo que, como también los
anteriores, dan verosimilitud a la acción misma del diálogo.
La inminente presencia de las ánimas en escena es señalada normalmente por un
verbo de percepción física como ver, mirar, catar, etc. De esta forma, el verbo señala la
transición desde un discurso más narrativo pronunciado por Mercurio (el de la relación
de las intrigas del rey de Francia contra el Emperador) hacia uno más conversacional en
el que Carón las más de las veces domina el diálogo:

(1)
a. CARÓN.- Soy contento. Pero mira también tú aquella ánima con cuánta soberbia
viene. Algún sátrapa debe ser [DMyC: 96].
b. CARÓN.- Soy contento. Pero veamos primero lo que quiere decir esta ánima que no
va a pasar con las otras [DMyC: 103].
c. MERCURIO. Cata, cata, Carón, ¿tú no miras cuál viene aquella ánima? [DMyC:
136].
d. MERCURIO. ¿Tú no ves, Carón, con cuánta soberbia aquella ánima entra e tu barca?
[DMyC: 161].
e. CARÓN.- Así me parece. Mas mira, Mercurio, cuál viene aquel espantajo de higuera
[DMyC: 171].

En numerosas ocasiones, el verbo de percepción en imperativo (mira, cata) introduce


un reproche a lo anteriormente aducido por el interlocutor. Paralelamente, estos verbos
en función apelativa, como señala Bustos (1996: 365), tienen «una significación fática»
pero, a la vez, sirven «a la técnica del discurso para subrayar enfáticamente el tono
sentencioso que adquiere la declaración que sigue»:

(2)
a. CARÓN.- Desa manera no aprovechaba tu sermón, sino para que el malo
perseverase con mayor obstinación en sus vicios.
ÁNIMA.- Ni aun yo quería otra cosa.
CARÓN.- ¿Por qué?
ÁNIMA.- Mira, hermano, si yo les dijera las verdades, quizá se quisieran convertir y
vivir como cristianos, y fuera menester que de pura vergüenza hiciera yo otro tanto, y
desto me quería yo bien guardar [DMyC: 97].
b. ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir?
CARÓN.- Desto ninguna dubda tengas.
ÁNIMA.- Apena te puedo creer.
CARÓN.- ¿Por qué?

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ÁNIMA.- Cata que yo era cristiano y recibí siendo niño el bautismo y después la
confirmación. Confesábame y comulgábame tres o cuatro veces en el año. Guardaba
todas las fiestas, ayunaba todos los días que manda la iglesia y aun otros muchos por mi
devoción y las vigilias de nuestra señora a pan y agua. Oía cada día mi misa (...).
MERCURIO.- Mira hermano, tú has contado muchas cosas buenas, mas a mi ver
sabías dellas mal usar (...) [DMyC: 104-105].
c. CARÓN.- Por cierto, grandes servicios son ésos: robar los negociantes, engañar tu
rey y señor, que se fiaba de ti, y, después desto, darle consejos con que perdiese su
honra y fama para siempre.
ÁNIMA.- Mira, hermano, todo mi intento era dejar muy gran estado, y para hacerlo no
tenía mejores medios que éstos [DMyC: 165].

Otros verbos de percepción, tanto física como intelectual, sirven para poner en
entredicho la legitimidad moral de las ánimas mientras vivían, como parecer, pensar o
ver:

(3)
a. MERCURIO. Ea, dime: ¿cómo viviste en el mundo para que pienses subirte al cielo?
ÁNIMA.- Fui de los cristianos que se llaman perfectos.
MERCURIO.- ¿Parécete que va poca diferencia de llamarse perfecto a serlo? [DMyC:
171].
b. CARÓN. ¿Hacías algo por amor de Dios?
ÁNIMA.- ¡Mira si hacía!
CARÓN.- ¿Qué?
ÁNIMA.- Guerra contra los turcos.
CARÓN.- ¿De qué manera?
ÁNIMA.- Haciéndoles todo el mal que podía.
CARÓN.- Y ¿cómo pensabas tú hacer servicio a Dios en eso? ¿Tú no veías que cuanto
más mal hacías a los turcos más odio cobraban ellos contra Jesucristo y más obstinados
estaban en su opinión? [DMyC: 155]

Los enunciados que se desean destacar argumentativamente en el diálogo también


son resaltados por la presencia de verba dicendi, particularmente mediante las fórmulas
dígote de verdad o por decirte la verdad (cf. DMyC: 151, 157, 171, etc.):

(4)
CARÓN.- ¿Dícesme de verdad, Mercurio, que el Emperador mesmo dio esa respuesta?
MERCURIO.- Él mesmo, y aun mucho mejor que yo lo digo.
CARÓN.- Dígote de verdad que no oí mejor cosa en mi vida5 [DMyC: 196].

La forma veamos, con la que el emisor implica en el discurso al receptor6, se repite


muy frecuentemente en los pasajes que comentamos (cf. DMyC: 119, 128, 150, 152,
etc.). En el DCAR puede considerarse incluso el mecanismo preferido para iniciar una
serie de razonamientos que pretenden llevar al interlocutor hacia una conclusión
determinada, es decir, veamos empieza el juego de premisas que desembocan en la
conclusión deseada:

(5)
a. LATANCIO. Veamos, ¿para qué dan los cristianos al Papa las rentas que tiene?
ARCIDIANO.- Para que las gaste y despenda en aquello que más bien y más
provechoso sea a la República.
LATANCIO.- ¿Pues qué cosa pudiera ser más provechosa que hacer volver aquel
ejército? [DCAR: 127]

5
Nótese en este fragmento cómo los verbos dícesme, digo, dígote y oí están haciendo referencia al
proceso de enunciación propio de la conversación.
6
Cf. Leal (2008: 88).

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b. LATANCIO. La obediencia puesta en malos fundamentos no puede durar. Mas,


decíme: los Apóstoles ¿no eran hombres?
ARCIDIANO.- Sí, pero a ellos manteníalos el Espíritu Santo.
LATANCIO.- Y veamos, ¿el Espíritu Sancto de agora no es el que era estonces?
ARCIDIANO.- Sí.
LATANCIO.- Pues si ellos quisiesen pedirlo, ¿negárseles hía?
ARCIDIANO.- No.
LATANCIO.- Pues ¿por qué no lo piden?
ARCIDIANO.- Porque no lo han en gana.
LATANCIO.- Pues desa manera suya es la culpa… [DCAR: 169-170].

En resumen, los verbos de dicción y de percepción son elementos esenciales a


cualquier texto de carácter conversacional, en tanto que hacen referencia a la relación
que existe entre el yo, el tú y el propio discurso. Reflexionar sobre lo que se dice es una
característica propia de los textos orales, y, aunque en menor medida, un texto literario
puede recrear ese rasgo. Los personajes del teatro o de un diálogo se hacen a sí mismos
a través de las palabras del otro, y la caracterización lingüística de estos puede hacerse
como tal objeto de debate metalingüístico en el universo literario que configura el autor:

(6)
ÁNIMA.- ¡Ah, barquero! ¡Pásanos!
CARÓN.- ¿Estás solo y dices «pásanos», como si fuésedes muchos?
ÁNIMA.- ¿Tú no ves que soy obispo?
CARÓN.- ¿Y pues?
ÁNIMA.- Los obispos, por guardar nuestra gravedad, hablamos en número plural
[DMyC: 125].

2.2. Deixis

La deixis es un elemento fundamental común a la conversación real y a la ficticia o


literaria7. Los elementos deícticos anafóricos y catafóricos, en tanto que se refieren a
partes del discurso ya mencionadas o por mencionar, son sumamente importantes en los
textos de la inmediatez comunicativa, en los que la información debe ser dosificada si
no queremos que el interlocutor se pierda en un laberinto de ideas sin suficiente
cohesión.
No se nos escapa que la presencia de verba dicendi que hemos considerado más
arriba supone una forma más de deixis, ya que, como hemos tenido ocasión de
comprobar, hacen referencia (esto es, indican) al contexto discursivo que van
construyendo los interlocutores. Sin embargo, queremos referirnos ahora a aquellos
elementos gramaticales (pronombres, determinantes, nombres en función vocativa) que
permiten al lector imaginar el entorno físico (aunque ficticio) en el que se desenvuelve
la acción. En efecto, un diálogo que quiera preciarse de verosímil debe incorporar
signos deícticos que continuamente usamos en la conversación real para situarnos a
nosotros mismos y a nuestro discurso dentro de un contexto bien definido. Encontrar
estos elementos en un diálogo como los que aquí analizamos no es tarea fácil, pues la
descripción del entorno físico no es en absoluto relevante. No obstante, es posible
reconstruir a partir de las intervenciones de los interlocutores el «marco dialogal» (Vian
1988: 179), siempre de manera impresionista, en el que se desarrolla la conversación.
Nos referimos a las alusiones a gestos, aspecto de los personajes, referencias al tiempo,
entrada de otros personajes en escena, etc.:

7
Bustos (2001b: 195) entiende que la oralidad se regula por dos condiciones de producción básicas: los
signos deícticos y el contexto pragmático.

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(7)
a. MERCURIO.- Luego, ¿duermes tú agora?
CARÓN.- Ya tú lo ves.
MERCURIO.- Véote los ojos cerrados, mas la boca abierta, hablando [DMyC: 77].
b. CARÓN.- Guiará entre tanto mi lugarteniente la barca, y nosotros, sentados en este
prado, podremos hablar y a las veces reírnos con algunas ánimas que vendrán a pasar
[DMyC: 82]
c. MERCURIO. Apártate esos cabellos que van volando hacia arriba y baja esa barba
que paresce chapeo vedejudo lleno d’escarcha, y finge gravedad, como si tú fueses el
mismo Rey a quien la carta se endereza; yo que la leo, el Emperador (...). Agora, sus,
abájate los cabellos con las manos y échatelos detrás de las orejas y está atento8
[DMyC: 138].
d. CARÓN.- Sea como tú quisieres, que por oír esas buenas nuevas, no hay cosa que no
sufra de buena gana. Vesme aquí a mí sentado, siéntate tú si quisieres [DMyC: 210].

Hemos dicho más arriba que la entrada de las ánimas en escena se suele marcar con
la llamada de atención de uno de los interlocutores al otro mediante la utilización de un
verbo de percepción física en imperativo (cata, mira). Los elementos deícticos también
son frecuentes en estos momentos de introducción de nuevas figuras dialogales, sobre
todo el empleo de determinantes (menos frecuentemente pronombres) demostrativos,
pero también adverbios de lugar y tiempo:

(8)
a. CARÓN.- Soy contento. Pero mira también tú aquella ánima con cuánta soberbia
viene [DMyC: 96].
b. CARÓN.- Soy contento, pero veamos primero lo que quiere decir esta ánima que no
va a pasar con las otras [DMyC: 103].
c. MERCURIO.- Mira, mira, Carón, con cuánta arrogancia viene aquella ánima [DMyC:
118].
d. MERCURIO.- Que me place, mas, despacha tú esa ánima que nos está aquí
escuchando [DMyC: 125].
e. CARÓN.- Espérate, Mercurio, veamos quién es éste [DMyC: 179].
f. CARÓN.- Mira también tú cómo se va aquella ánima por la cuesta arriba. Vamos
tras ella [DMyC: 183].

2.2.1. Vocativos

El empleo del vocativo por parte de los participantes en el diálogo es un


procedimiento a la vez apelativo (llama la atención del interpelado) y deíctico (lo señala
directamente como receptor del discurso que se va a proferir)9. Antonio Narbona (1992:
258) dice que el vocativo es el elemento más usual con el que se puede «avivar el canal
y circuito de la comunicación». Por su parte, Silvia Iglesias (1998: 405, n. 46) sospecha
que «el vocativo aparece ligado a la realización de actos de habla ‘amenazantes’ o
conflictivos (donde funcionaría como una especie de ‘amortiguador’)», pero también
habla de otro tipo de vocativos que son «típicos de la prosa oratoria».
El nombre propio en función vocativa es esencial en el texto teatral, ya que el
espectador no identifica a los personajes sino por cómo se nombran entre sí. En el
diálogo literario, concebido para ser leído, cada intervención va precedida del nombre

8
Este fragmento se encuentra solo en el manuscrito (cf. DMyC: 57-64). En alguna ocasión, los pasajes
omitidos en el impreso responden a situaciones de comunicación más distendidas y proclives al humor,
donde podemos encontrar «chistes y pullas» y «rupturas, saltos de tema y digresiones», de los que habla
Ana Vian (1988: 184-185).
9
Así también lo entiende Leal (2008: 76).

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés 14

del personaje que habla. Cuando solo intervienen dos dialogantes, el uso del vocativo
parece tener un mero valor fático e incluso, a veces, da la impresión de que es un mero
añadido en el discurso por convenciones de género textual. No obstante, podemos
pensar que el vocativo es uno de los mecanismos más eficientes para dar verosimilitud a
esa oralidad fingida que intentamos describir aquí, en tanto que es capaz de evocar una
situación ficticia de comunicación en la que dos personajes se están interpelando
mutuamente creando un espacio conversacional propio del que el lector parece ser un
espectador al margen. Claro que el vocativo puede cumplir, incluso cuando no hace
falta su aparición porque en el diálogo solo intervienen dos interlocutores, diferentes
funciones discursivas, como la de indicar sorpresa:

(9)
a. CARÓN.- ¿Qué me dices, Mercurio?
MERCURIO.- Esto que oyes, Carón [DMyC: 78].
b. CARÓN.- ¿Qué me dices, Mercurio? ¿Has oído lo que ha pasado? [DMyC: 120].
c. CARÓN.- ¿Vístelo tú eso, Mercurio?
MERCURIO.- Mira si lo vi, y noté cuánto se hacía [DMyC: 193].

Asimismo, son frecuentes los casos en que mediante el vocativo se hace explícito un
reproche al interlocutor, generalmente acompañado de una forma en imperativo.
Creemos que el vocativo en este contexto denota cierto grado de agresividad que suele
contrarrestarse con alguna estrategia de cortesía que mitigue la expresión de la opinión
contraria a la del otro dialogante. En el DCAR, el uso del vocativo es menos frecuente
(solo intervienen dos personajes, excepto al final), pero, cuando aparece, por lo general
tiene este valor de disconformidad con la tesis esgrimida por el oponente:
(10)
a. ARCIDIANO. Y aun si en otra parte estuviésemos donde fuese lícito hablar, yo diría
perrerías desta boca.
LATANCIO.- ¿Contra quién?
ARCIDIANO.- Contra quien ha hecho más mal en la Iglesia de Dios que ni turcos ni
paganos osaran hacer.
LATANCIO.- Mirad, señor Arcediano, bien puede ser que estéis engañado echando la
culpa a quien no la tiene [DCAR: 88].
b. ARCIDIANO.- Pues veamos, señor Latancio, ¿paréceos cosa de fruir quel
Emperador haya hecho en Roma lo que nunca infieles hicieron, y que por su pasión
particular y por vengarse de un no sé qué, haya así querido destruir la Sede apostólica
con la mayor inominia, con el mayor desacato y con la mayor crueldad que jamás fue
oída ni vista? [DCAR: 89]

También en el DMyC es normal esta función, sobre todo cuando las ánimas que llegan
a dialogar con los protagonistas intentan justificar la legitimidad moral de su existencia,
mientras Mercurio y Carón les hacen ver cómo vivían muy engañados, de donde surge
el tono de reproche que emplean, sirviéndose a veces de fórmulas despectivas para
referirse a ellas, e inversamente también las ánimas intentan defenderse de los ataques
de los personajes principales:

(11)
a. ÁNIMA.- Nunca vi barquero tan grosero. ¿Tú no miras con quién hablas?
CARÓN.- Di, pues, quién eres.
ÁNIMA.- El Duque.
CARÓN.- Pues mira, hermano: duques, reyes, papas, cardenales y ganapanes, todos
son iguales en mi barca [DMyC: 119].
b. CARÓN.- Desa manera no aprovechaba tu sermón sino para que el malo perseverase
con mayor obstinación en sus vicios.

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ÁNIMA.- Ni aun yo quería otra cosa.


CARÓN.- ¿Por qué?
ÁNIMA.- Mira, hermano, si yo les dijera las verdades, quizá se quisieran convertir y
vivir como cristianos, y fuera menester que de pura vergüenza hiziera yo otro tanto, y de
esto me quería yo bien guardar [DMyC: 97].
c. MERCURIO. Dime, ánima pecadora, ¿y tú dabas tu voto para que se hiciese y
moviese una guerra tan injusta como ésta? [DMyC: 147]
d. CARÓN.- Pues, malaventurada de ti, ¿pensabas que tu vida y que tu tiranía habían
de durar para siempre, pues conoscías cuánto es frágil y breve la vida humana, y que de
tus obras malas y buenas había de quedar perpetua memoria? [DMyC: 154]
e. CARÓN.- ¿Cómo? ¿Buen cortesano llamáis vosotros a un monstruo como tú te me
has aquí representado?
ÁNIMA.- Hermano, menester es vivir como en la tierra donde hombre se halla, y pues
se requiere esto para vivir en las Cortes de los príncipes, no te maravilles que yo me
conformase con la costumbre [DMyC: 166].

La presencia de un número más abundante de vocativos en el DMyC, aparte del factor


determinante de la mayor extensión global del texto, se debe, como se puede fácilmente
comprender, a la incorporación sucesiva de nuevas voces en el diálogo, lo que sirve para
dinamizar una obra que de otra manera habría resultado monótonamente narrativa
(sobre todo si consideramos que estamos hablando de «género dialógico»). No obstante,
no debemos olvidar que las ánimas no son más que la representación de tipos bien
definidos en la ya secular tradición de la literatura castellana, y por eso es habitual que
los personajes protagonistas (por lo demás, planos) se refieran a ellas indistintamente,
mediante el vocativo genérico ánima:

(12)
CARÓN.- Así me parece. Mas, mira, Mercurio, cuál viene aquel espantajo de higuera
tan largo como una blanca de hilo.
MERCURIO.- Sin duda, debe ser algún hipócrita, déjame con él. ¿Adónde vas, ánima?
[DMyC: 177]

La incorporación de las ánimas al coloquio no modifica significativamente, sin


embargo, la dinámica conversacional en lo que a participantes en el diálogo se refiere.
En efecto, lo más habitual es que solo uno, Mercurio o Carón, entable la conversación
con las ánimas, de manera que los turnos se distribuyen equitativamente. De los trece
fragmentos contabilizados en los que se encuentran las ánimas de la primera parte10,
solo en cuatro aparecen tres interlocutores, y simplemente por el hecho de que con
frecuencia Mercurio asume el papel dialógico de Carón, sin que se produzcan cambios
sustanciales en la estructura de la conversación, que se sustenta en la intervención
alternativa de uno de los personajes principales y el ánima de la que se trate según el
pasaje en el que nos encontremos. De hecho, en la gran mayoría de los episodios en que
participan estos personajes-tipo, uno de los dos protagonistas parece estar
absolutamente ausente de la conversación, y solo sabemos que ha estado pendiente
porque, cuando se va el ánima, el personaje que ha estado hablando con ella le pide
opinión al otro interlocutor, o simplemente este opina de manera espontánea:

(13)
a. ÁNIMA.- Hazlo, por mi amor, si por dicha viniere.
CARÓN. ¿Qué te parece, Mercurio? ¿Qué tal debe andar el ganado con tales pastores?

10
En la segunda parte serán seis las ánimas que entren escena, pero en este caso se trata de muertos que
van al cielo (no al infierno, como estas a las que nos estamos refiriendo preferentemente en este trabajo),
cuyos parlamentos dan lugar a pocos procedimientos propios del coloquio, y más bien las largas
parrafadas que el autor pone en su boca son deudoras de la tradición textual de la biografía.

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MERCURIO.- ¡Pues es verdad que hay pocos de estos tales! [DMyC: 129]
b. CARÓN.- Hízolo aquel gentil ¿y no lo hacen los cristianos? Mas, pues quesiste ser
malo, aquí pagarás la pena de tu maldad.
MERCURIO.- ¿No te parece, Carón, que se conforma esto con lo que yo te he dicho?
CARÓN.- Así me parece. Y teniendo los príncipes cabe sí tal gente, no me maravillo
sino del mal que no hacen [DMyC: 167].

En el único fragmento en que parece darse una efectiva, aunque mínima,


conversación entre tres dialogantes vemos que sí se hace necesario el uso de vocativos
con los que los interlocutores designan, esto es, identifican, al destinatario de lo que
profieren11:

(14)
ÁNIMA.- ¿Vosotros no vedes que soy cardenal?
CARÓN.- Ése tengas en el ojo.
ÁNIMA.- Mas aína lo ternás tú si me haces tomar este remo.
CARÓN.- ¿De cardenal te quieres tornar galeote?
MERCURIO.- No lo consientas, Carón.
CARÓN.- ¿Por qué, Mercurio?
MERCURIO.- Porque si guía tu barca como guió la Iglesia de Jesucristo, yo te la doy
por perdida.
ÁNIMA.- Dejémonos de esas gracias, Mercurio, que ya se pasó vuestro tiempo, pues
que no sois ya alcahuete de Júpiter [DMyC: 136-137].

2.2.2. Expresiones fáticas o apelativas

Como elementos de deixis no queremos dejar de señalar, aunque solo sea de pasada,
el uso constante de pronombres tónicos y átonos, la presencia también habitual del
modo imperativo y del tiempo presente en los verbos, lo que puede comprobarse a partir
de los ejemplos citados hasta ahora. A continuación queremos hacer alusión a la
presencia de determinadas «expresiones fáticas o apelativas» en la terminología de Leal
(2008: 87), que son deícticas en tanto que increpan al interlocutor enfatizando
generalmente una petición:

(15)
a. MERCURIO. Si no, dime, por tu fe, ¿tenías siempre tiempo de oír los negociantes?
[DMyC: 105]
b. CARÓN.- Calla ya, que no le faltará otro obispo.
ÁNIMA.- Hazlo, por mi amor, si por dicha viniere [DMyC: 129].

Estas expresiones, más que a un reflejo fiel de la oralidad de la época, parecen


responder a convenciones más o menos fijadas en la tradición literaria, y por ello no son
exclusivas de ninguna época en particular. No obstante, merece la pena fijarse en ellas
porque son representativas de un tipo de discurso que, salvando las distancias con
respecto a los experimentos hechos en las últimas décadas, podría considerarse
conversacional. Igualmente reveladores son determinados marcadores discursivos que
orientan el discurso referido por el emisor, enfatizándolo y sometiéndolo a su propia
consideración:

(16)
a. ÁNIMA.- ¿Cómo que no viniera al infierno? ¿Parécete que venir aquí es venir al
infierno?

11
Nótese cómo el ánima se dirige a los dos personajes mediante el pronombre vosotros, algo que no
ocurre en los demás casos.

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CARÓN.- A la fe, hermano, si te piensas otra cosa, estás muy engañado.


ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? [DMyC: 104].
b. ÁNIMA. Y con este mi buen consejo, él quedó libre, y el Emperador engañado.
CARÓN.- Aosadas, de tal consejero tal consejo.
ÁNIMA.- Y aun te prometo que el Rey no me lo tuvo en poco [DMyC: 165].

2.3. Estructura informativa y foco

Los textos orales no se someten a un rígido esquema del orden de palabras. Se suele
afirmar que el español es una lengua que permite una relativa flexibilidad a la hora de
enlazar sintagmáticamente los componentes oracionales, aunque la estructura
prototípica sea la de sujeto-verbo-predicado. Son muchos los factores que pueden influir
en la dislocación de esta estructura básica: por ejemplo, en un texto literario en verso, la
rima o los condicionamientos métricos son determinantes a la hora de construirlo
sintácticamente. Por supuesto existen también motivos de estilo, patentes asimismo en
los textos literarios y que difieren según el autor y la moda de época: en el siglo XV, por
ejemplo, como constata Lapesa (2005[1981]: 257), el calco de la sintaxis latina prodiga
el gusto por el hipérbaton y por el verbo al final de la frase, lo que provoca un cambio
llamativo en el esquema sujeto-verbo-predicado.
Precisamente estos factores de los que acabamos de hablar son representativos de un
tipo de lengua más formal, cercana a la distancia comunicativa. Existen, sin embargo,
otros fenómenos discursivos que tienen que ver con la estructura informativa del texto y
que sí afectan a la conversación cotidiana. Será posible, pues, encontrar en el diálogo
ciertos elementos que reflejen una especial distribución de los componentes del discurso
y den relieve a unos más que a otros para destacarlos informativamente. A este respecto,
hemos podido comprobar en nuestro corpus que es muy usual lo que Narbona (2005:
96) llama «anticipación focalizadora o pretemática» de algunos segmentos oracionales:

(17)
a. MERCURIO. Dime, cuando estabas enfermo, ¿pesábate mucho de morirte? [DMyC:
108].
b. ÁNIMA.- Y los trentanarios, oficios, misas y limosnas que se han de decir y hacer
por mí, ¿tampoco me han de aprovechar? [DMyC: 111].
c. MERCURIO.- ¿Y el obispado?
ÁNIMA.- Bien caro me costó, de servicios y aun de dineros; y habiéndome costado tan
caro, ¿querías tú que diese sus emolumentos de balde? ¡Sí, por cierto, a eso me andaba
yo! [DMyC: 128]
d. CARÓN.- Y al Rey, ¿heciste algún señalado servicio? [DMyC: 164]
e. MERCURIO.- Sanct Pablo ¿no era sacerdote?
ÁNIMA.- Sí.
MERCURIO.- Pues él mesmo ¿no dice que trabajaba de noche con sus manos para
ganar de comer, por no ser molesto al prójimo? [DMyC: 174]

Como se podrá comprobar a la luz de estos ejemplos, en todos los casos se trata de
enunciados interrogativos a los que antecede un segmento que no ocupa su lugar
“natural” en la estructura oracional, un segmento que debemos imaginar como proferido
con un tono prosódico peculiar normalmente12 anunciado por diversos elementos: en el
primer ejemplo, el imperativo dime posee una fuerza ilocutiva evidente, en tanto que
convoca sin ninguna estrategia mitigadora la participación del receptor; en los tres casos
siguientes, el segmento destacado va precedido de un mecanismo de conexión

12
De los ejemplos anteriormente citados, solo no aparece elemento introductor del segmento oracional
destacado en la secuencia Sanct Pablo ¿no era sacerdote?, quizá por variar en la estrategia discursiva de
concatenación de premisas.

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supraoracional (y) que, además de cohesionar la conversación, sirve para llamar la


atención sobre el elemento que se desea focalizar; por fin, en el último caso aparece un
pues consecutivo que conecta con lo anterior (asumiéndolo como premisa aceptada por
el interlocutor) y a la vez introduce un argumento más que pretende conseguir de nuevo
la adhesión del oponente dialéctico a la tesis defendida. De esto se puede fácilmente
deducir que el relieve de estos segmentos en la dinámica conversacional se debe muy
especialmente a la adopción por parte del emisor de estrategias argumentativas.
En alguna ocasión, el relieve otorgado a determinada parte de la oración provoca una
verdadera prolepsis (18a), y, otras veces (18b), la anticipación discursiva subraya el
carácter exclamativo y pretendidamente espontáneo del enunciado:

(18)
a. CARÓN.- Soy contento. Pero mira también tú aquella ánima con cuánta soberbia
viene. Algún sátrapa debe ser [DMyC: 96].
b.CARÓN. Veamos, ¿muévele a hacer eso el amor que tiene al rey de Francia o alguna
enemistad que tenga al Emperador?
ÁNIMA.- ¡Al rey de Francia maldito el amor que tiene! ¡Ni aun a hombre del mundo
más de cuanto piensa aprovecharse a sí mismo! [DMyC: 145]

2.4. La interrogación

El uso de la interrogación es inherente al ejercicio de la conversación. Por ello, un


diálogo debe reflejar mediante el empleo de preguntas el juego ilocutivo de ruegos,
peticiones, mandatos indirectos que se produce normalmente en la interacción verbal.
En los episodios del DMyC en que intervienen las ánimas, en los que nos centramos en
este trabajo, los personajes principales desean informarse del modo en que vivieron los
que llegan a su presencia, y por ello los interrogan por medio de preguntas13:

(19)
a. MERCURIO.- ¿Quién te decía eso?
ÁNIMA.- Mis confesores.
CARÓN.- ¿Dábasles algo?
ÁNIMA.- No de mi hacienda, pero hacíales haber buenas dignidades y aun obispados
[DMyC: 107].
b. CARÓN.- ¿En qué te ejercitabas?
ÁNIMA.- En jugar, cazar, burlar y andar entre mujeres [DMyC: 151].
c. CARÓN.- Y a esos pocos, ¿teníasles buena amistad?
ÁNIMA.- Cuando me cumplía.
CARÓN.- ¿Guardabas la fe que les dabas?
ÁNIMA.- Mientra que me estaba bien guardarla, la guardaba, y cuando no, nunca
faltaba algún achaque con que romperla [DMyC: 154].
d. ÁNIMA.- No sabes lo que te dices. Sé que eso no es ser teólogo.
CARÓN.- ¿Pues qué?
ÁNIMA.- Saber disputar pro y contra y determinar quistiones de teología.
CARÓN.- ¿Y en eso eras grande hombre?
ÁNIMA.- ¡Mira si era! Daba a entender todo que yo quería con falsos o verdaderos
argumentos.
CARÓN.- ¿De qué manera?
ÁNIMA.- Yo te porné un ejemplo tan grosero como tú [DMyC: 179].

13
Mª Victoria Escandell (1999: 3973-3975) estudia la pregunta dentro del apartado de las interrogativas
neutras, y dice de ella que «es una petición de información realizada por medio de una oración
interrogativa directa».

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Muy frecuentes en los pasajes que analizamos son los enunciados interrogativos
marcados, es decir, los que contienen alguna marca de orientación interpretativa que
indica sorpresa, desacuerdo, incredulidad, etc., ante la intervención inmediatamente
anterior del interlocutor o que condiciona de alguna manera la respuesta del mismo.
Tales «indicadores de orientación interpretativa», en la terminología de Escandell
(1999: 3978), suponen un eficaz mecanismo argumentativo al servicio del emisor. Las
preguntas iniciadas con que o cómo que reproducen en tono de sorpresa parte de la
intervención anterior del interlocutor, o incluso expresan la disconformidad de este
frente a lo que se puede fácilmente deducir de las palabras que acaba de escuchar:

(20)
a. CARÓN.- Mal podías gobernar a los otros si no te supiste gobernar a ti.
ÁNIMA.- ¿Cómo no14?
CARÓN.- Porque si bien te gobernaras, no vinieras al infierno.
ÁNIMA.- ¿Cómo que no viniera al infierno? ¿Parécete que venir aquí es venir al
infierno?
CARÓN.- A la fe, hermano, si te piensas otra cosa, estás muy engañado.
ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? [DMyC: 104]
b. CARÓN.- ¿De cardenal te quieres tornar galeote?
MERCURIO.- No lo consientas, Carón.
CARÓN.- ¿Por qué, Mercurio?
MERCURIO.- Porque si guía tu barca como guió la Iglesia de Jesucristo, yo te la doy
por perdida.
ÁNIMA.- Dejémonos de esas gracias, Mercurio, que ya se pasó vuestro tiempo, pues
que no sois ya alcahuete de Júpiter. ¿Cómo? ¿Que por tan ruin me tenías que hobiese de
tomar tan ruin oficio? [DMyC: 137]
c. CARÓN. No vi mayor necedad en mi vida que dar un cartel, en que desafiaban por
cosas no ocho días antes pasadas, fecho dos meses y medio antes. ¿Cómo, que tan
necios eran los embajadores y su rey d’armas que no sabían mudar aquella fecha?
[DMyC: 199].

También encontramos la combinación de la unidad interrogativa cómo seguida de y.


Al igual que en los dos últimos ejemplos, cómo señala la sorpresa ante algo que se ha
deducido de la conducta del interlocutor, mientras que y es una partícula introductora
con un efectivo valor argumentativo: si bien, como acaso, parece invertir la orientación
de la interrogativa total (si esta es afirmativa, esperamos que el receptor conteste
negativamente15, en tanto que la pregunta perjudica su imagen positiva), en realidad lo
que introduce mediante la estrategia cortés de la interrogación es una crítica, en virtud
de la cual el emisor manifiesta su desacuerdo (en realidad se trata de una variante de las
formas con que que acabamos de describir) con la actitud de la persona de la que se está
hablando o con la propia actitud del interlocutor; de hecho, este también revela su
disconformidad con el reproche:

(21)
a. ÁNIMA. De manera que, muriendo con aquella congoja, cuando pensé subir al cielo,
me hicieron bajar acá al infierno.
CARÓN.- Con razón. ¿Cómo, y tan necio eras tú que sin querer hacer nada de lo que te
mandó Jesucristo te quisieses aprovechar de los méritos de su sangre y pasión?
ÁNIMA.- ¡Como si fuese yo solo! A buena fe, si vas al mundo, en todas partes lo
halles lleno de semejantes necios [DMyC: 120].

14
Cómo y cómo no, a su vez, son partículas interrogativas frecuentes en estos episodios cuando el
interlocutor quiere manifestar su sorpresa ante lo dicho en el turno precedente.
15
Cf. Escandell (1999: 3971-3972).

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b. ÁNIMA. (...) y como tú sabes, siempre los malos suelen tener odio a los buenos. Y
aun otra cosa hay: que nunca pudo acabar con el Emperador que lo hiciese papa por
fuerza.
MERCURIO.- ¿Cómo? ¿Y osaba ese cardenal procurar una cosa tan infame y
abominable como ésa? [DMyC: 146]
c. MERCURIO.- Antes te quiero luego dejar.
CARÓN.- Eso no harás tú si yo puedo. ¿Cómo? ¿Y así piensas dejarme, la miel en los
rostros?
MERCURIO.- Pues ¿qué quieres? [DMyC: 210]

Tal como las hemos descrito, estas últimas interrogativas tienen mucho en común
con las retóricas. Según Mª Victoria Escandell (1999: 3985), por medio de este tipo de
preguntas «el emisor comunica que no es totalmente neutral con respecto al contenido
proposicional de su enunciado, sino que favorece explícitamente una determinada
opción: la que presenta el signo contrario al que aparece en su enunciado». Quizá en las
interrogativas retóricas parciales la intención comunicativa sea diferente (tal vez la
sugerencia, la puesta en común de una duda que probablemente no puede resolverse),
pero en las totales la «inversión de polaridad» (Igualada Belchí 1994: 33) es evidente:
cuando son afirmativas, el receptor prepara o interioriza sin verbalizar una respuesta
negativa, y viceversa. Tal como las concibe Escandell, las preguntas retóricas permiten
una respuesta o, al menos, una confirmación por parte del receptor (Escandell 1999:
3985). Esta concepción difiere de la retórica tradicional, que define la pregunta retórica
como aquella que no pide respuesta. Se podrían, por qué no, entender diversos grados:
las que no precisan respuesta se insertan quizás en un tipo de texto más formal, cercano
a la distancia comunicativa, o al menos así las encontramos en nuestro corpus, en
pasajes con una muy consciente voluntad de estilo, generalmente integradas en los
monólogos de algún personaje:

(22)
a. ÁNIMA. ¡Oh padre! ¿por qué me engendraste? Y tú, madre, ¿para qué me pariste, por
qué me criaste, por qué me diste a mamar leche de tus tetas? ¿No valiera más que tú,
padre, nunca me engendraras y que tú, madre, nunca me parieras ni criaras? ¿No valiera
más que el mesmo día que nascí me ahogárades y feneciera, que no que me criárades
para que viva malaventurada todos los amargos días de mi vida? [DMyC: 144].
b. ÁNIMA. Entonces comencé a reñir conmigo, diciendo: «¿Cómo, y esto es ser
príncipe? ¿Esto es ser rey? ¿Desta manera se apacienta el ganado?, ¿de esta manera
se gobiernan los reinos?» [DMyC: 214].
c. ARCIDIANO. ¿Ésta era la defensa que esperaba la Sede apostólica de su defensor?
¿Ésta era la honra que esperaba España de su Rey tan poderoso? ¿Ésta era la gloria,
éste era el bien, éste era el acrecentamiento que esperaba toda la cristiandad? ¿Para
esto adquirieron sus abuelos el título de Católicos? ¿Para esto juntaron tantos reinos y
señoríos debajo de un señor? ¿Para esto fue elegido por Emperador? ¿Para esto los
Romanos Pontífices le ayudaron a echar los franceses de Italia? ¿Para que en un día
deshiciese él todo lo que sus predecesores con tanto trabajo y en tanta multitud de años
fundaron? [DCAR: 90]

Por otro lado, son muy numerosas en nuestros textos las interrogativas
‘confirmativas’ (las que «utilizan típicamente una formulación negativa con negación
externa»), de las que Escandell (1999: 3985-3986) trata dentro del apartado de las
retóricas, y que, a diferencia de las anteriores, casi siempre conducen a una intervención
del personaje al que se dirige el emisor con el empleo de la segunda persona del verbo
(y también mediante otros procedimientos deícticos, como el pronombre o el vocativo).
En el caso de la utilización de este tipo de preguntas por parte de las ánimas, los verbos
empleados son generalmente de percepción física, conjugados en tiempo presente, y

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Santiago Del Rey Quesada 21

parecen indicar la importancia que aun en la muerte sigue teniendo la apariencia para
estos seres:

(23)
a. ÁNIMA.- Nunca vi barquero tan grosero. ¿Tú no miras con quién hablas?
CARÓN.- Di, pues, quién eres [DMyC: 119].
b. CARÓN.- ¿Estás solo y dices «pásanos», como si fuésedes muchos?
ÁNIMA.- ¿Tú no ves que soy obispo?
CARÓN.- ¿Y pues?
ÁNIMA.- Los obispos, por guardar nuestra gravedad, hablamos en número plural
[DMyC: 125].
c. ÁNIMA.- ¿Vosotros no vedes que soy cardenal?
CARÓN.- Ése tengas en el ojo [DMyC: 136].

En cambio, cuando las interrogativas confirmativas aparecen en boca de Mercurio o


Carón, el carácter reprobatorio y moralizante de sus intervenciones se hace evidente: su
función es la de desautorizar la legitimidad del modo de vida que llevaron las ánimas
que llegan al infierno, de ahí que los verbos empleados se conjuguen en alguno de los
tiempos del pasado:

(24)
a. MERCURIO.- Si tú te acordaras que aquel cuerpo no era sino una cárcel en que
estabas preso y que no eras morador sino caminante en aquel mundo, no solamente no
te pesara, mas holgaras de salir dél. ¿No has leído de David que se quejaba porque vivía
tanto, diciendo: Heu mihi, quia incolatus meus prolongatus est? [DMyC: 108]
b. CARÓN.- Pues si esas buenas obras hacías por el mundo, ya tienes el galardón del
mundo. ¿No fuera mejor hacerlas por Dios?
ÁNIMA.- Mejor, mas no pensé yo haberlas menester, teniendo yo por cierto que no se
me había de escapar el cielo, pues tenía mis bulas y decía mi oración cada día [DMyC:
119-120].
c. MERCURIO.- Y ésa ¿no era sim[o]nía?
ÁNIMA.- Ya no se usa otra cosa; entre ciento no verás dar un beneficio, sino por
servicios o por favor.
ÁNIMA.- Yo nunca entendía en nada deso; allá lo tenía encomendado a los de mi
Consejo.
CARÓN.- ¿Y tú, nunca te juntabas con ellos a ver y entender lo que hacían?
ÁNIMA.- Algunas veces, mas pocas; y ésas, más por el decir de la gente que porque yo
entendiese en lo bueno ni remediase lo malo que ellos hacían [DMyC: 150].

Son escasas las ocasiones en que el turno interrogativo de un interlocutor es


respondido por otra pregunta. Pero, cuando sucede, el segundo turno suele contener una
interrogativa de orientación invertida, es decir, como explica Escandell (1999: 3971),
«si la interrogativa es afirmativa, la orientación es negativa, y viceversa»:

(25)
a. ÁNIMA.- ¿El hábito? De muy buena voluntad. ¡Ojalá me lo hubieras quitado en el
mundo!
CARÓN.- ¿Pesábate de traerlo?
ÁNIMA.- Así burlando.
CARÓN.- ¿Por qué?
ÁNIMA.- ¿Piensas que es poco trabajo haber [hombre] todavía de fingir sanctidad
contra su voluntad? [DMyC: 97-98]
b. MERCURIO.- De manera que, procurando de agradaros, os envían al infierno.
Dime, cuando estabas enfermo, ¿pesábate mucho de morirte?
ÁNIMA.- Pues, ¿no me había de pesar? [DMyC: 108]
c. CARÓN.- Hombre eras de buen recaudo.
ÁNIMA.- A la fe, sí, que buen recaudo y buena maña es menester para ello.

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés 22

CARÓN.- ¿A qué llamas buena maña?


ÁNIMA.- ¿Piensas que te lo tengo de decir por tus ojos bellidos? A buena fe no lo
sepas si no me lo pagas bien [DMyC: 162].

En algún caso, asimismo, la respuesta a un enunciado interrogativo está inserta en


otra pregunta, de manera que el segundo turno queda marcado argumentativamente, en
la mayoría de los casos mediante la utilización del conector adversativo sino:

(26)
a. MERCURIO.- Por cierto, tú empleabas muy bien tu tiempo en cosas muy
convenientes a tu dignidad. Veamos: ¿Y los beneficios, a quién los dabas?
ÁNIMA.- ¿A quién los había de dar sino a mis criados en recompensa de servicios?
[DMyC: 128]
b. CARÓN. ¿Hiciste algunas leyes?
ÁNIMA.- Yo no; los del mi Consejo hacían algunas.
CARÓN.- Y en ellas, ¿a qué tenían respecto?
ÁNIMA.- ¿A qué lo habían de tener sino a aumentar las penas que se aplicaban a mi
fisco, en que yo solía hacer a ellos mercedes? [DMyC: 153]

2.5. Expresiones coloquiales

Al investigar los rasgos de oralidad presentes en estos diálogos del siglo XVI,
merece la pena también fijarse en determinadas expresiones que, si bien es aventurado
catalogarlas como coloquiales, parecen estar ligadas a un tipo de lengua menos formal y
que, por tanto, pueden considerarse como representativas de la inmediatez comunicativa
(aunque, de nuevo, haya que remitir a las salvedades que se enunciaron en la
introducción). En algunos casos se trata de frases hechas que reflejan cierta pretendida
espontaneidad lingüística con que el autor caracteriza a las ánimas:

(27)
a. MERCURIO. Mas como tú no tenías respecto a más de aquella vida y quizá
dubdabas si había otra y para aquella enderezabas todas tus cosas y por satisfacer al
mundo hacías tus buenas obras, no me maravillo que se te hiciese de mal dejarlo.
ÁNIMA.- El diablo te lo dijo. Mas veamos: y la bula del Papa Adriano, ¿no me ha de
aprovechar? [DMyC: 109]
b. ÁNIMA.- Diga cada uno lo que quisiere, que esto me estaba a mí bien.
CARÓN.- ¿Por qué?
ÁNIMA.- Porque los buenos nunca me hacían sino ladrar a las orejas, diciendo que
trataba mal mis súbditos y que no hacía lo que debía, y por esto los tenía aborrecidos...
[DMyC: 153].

Del mismo modo, sin llegar a ser frases hechas, aunque sí recurrentes dentro de
nuestro corpus, aparecen otro tipo de expresiones cercanas a la coloquialidad que tienen
distintas funciones, como la de expresar el enfado o la disconformidad:

(28)
a. CARÓN.- Pues paga el pasaje, que allá te mostrarán a qué sabor has de vivir de aquí
adelante.
ÁNIMA.- ¿Yo, pasaje?16¡Como si no supieses tú que los frailes somos exentos! [DMyC:
97].
b. ÁNIMA. ¿Y que con todo esto haya yo ahora de venir al infierno? Aína me harías
perder la paciencia [DMyC: 105].

16
En este caso la disconformidad se manifiesta mediante la espontánea elocución de una pregunta breve
donde la estructura pronombre-pausa-nombre juega con la elipsis para hacer más efectiva la actitud de
desacuerdo.

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c. MERCURIO. (...) mas, por decirte la verdad, aún no te he oído decir cosa por donde
te debieses llamar perfecto ni esperar de subir al cielo.
ÁNIMA.- ¿Cómo no? Aína17 me harías tornar loco [DMyC: 172].
d. CARÓN.- Pues ¿cómo se dejaban gobernar de un infiel como tú?
ÁNIMA.- ¿A qué llamas infiel? ¡Sabes si me enojo!18 [DMyC: 150]
e. CARÓN.- ¡Torna acá, ánima! ¿Dónde vas?
ÁNIMA.- En eso estaba pensando19.
CARÓN.- ¡Sabes si me enojo!
ÁNIMA.- Darás de coces a tu barca20 [DMyC: 183].
f. CARÓN.- ¿A qué llamas buena maña?
ÁNIMA.- ¿Piensas que te lo tengo de decir por tus ojos bellidos?21 A buena fe, no lo
sepas si no me lo pagas bien [DMyC: 162].

Una expresión empleada a veces en las respuestas de las ánimas es así burlando. Con
ella se intenta banalizar la pregunta precedente, dando por obvia la respuesta afirmativa,
en caso de que se trate de una interrogativa total. Lo que se da por hecho, normalmente,
es una mala acción de la que el ánima no se arrepiente, de manera que estas expresiones,
a la vez que se sitúan en contextos en que impera la ironía, revelan el cinismo de estos
personajes:

(29)
a. ÁNIMA.- ¿El hábito? De muy buena voluntad. ¡Ojalá me lo hubieras quitado en el
mundo!
CARÓN.- ¿Pesábate de traerlo?
ÁNIMA.- Así burlando.
CARÓN.- ¿Por qué?
ÁNIMA.- ¿Piensas que es poco trabajo haber todavía de fingir sanctidad contra su
voluntad? [DMyC: 97-98]
b. CARÓN.- Y al Rey, ¿heciste algún señalado servicio?
ÁNIMA.- Así burlando, el mayor que nunca criado hizo a su señor.
CARÓN.- Alguna gran cosa debe ser ésta.
ÁNIMA.- Sabes qué tan grande, que yo fui el primero que le aconsejase que ofreciese
al Emperador todo lo que pidiese por salir de prisión, y que, después de salido, no
cumpliese cosa alguna de lo que él le hobiese prometido. Y con este mi buen consejo, él
quedó libre, y el Emperador engañado [DMyC: 164-165].

También hemos encontrado expresiones que podrían considerarse coloquiales


empleadas para conseguir el relieve que el interlocutor quiere dar a su respuesta,
fundamentalmente mediante la fórmula mira si:

(30)
a. CARÓN. Y tú, ¿sabes qué cosa es ser obispo?
ÁNIMA.- Mira si lo sé, habiéndolo sido veinte años [DMyC: 127].
b. MERCURIO.- ¿Cómo? ¿Y osaba ese cardenal procurar una cosa tan infame y
abominable como ésa?

17
En la lengua actual existe una expresión coloquial semejante; en un contexto en el que alguien está
jugando con un objeto frágil, cualquier persona presente puede recriminarlo en estos términos: todavía lo
vas a romper.
18
La disconformidad aquí se presenta en forma de amenaza velada: sabes (lo que pasará) si me enojo.
19
Repárese en la vigencia de esta expresión en la lengua española, lo que podría confirmar el carácter
coloquial de la misma. Puede ponerse en relación con el fenómeno de la ironía, que consideramos a
continuación.
20
Más que enfado o disconformidad, esta frase expresa indiferencia.
21
Con esta expresión se manifiesta el desacuerdo del interlocutor ante una situación en la que, desde su
perspectiva, no gana nada al ofrecer la información que posee. Podemos pensar en un sintagma presente
en el español coloquial usado en esta misma situación, semejante a por tus ojos bellidos: por tu cara
bonita.

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés 24

ÁNIMA.- ¡Mira si osaba! Y aun de lo que no osa y hace me maravillo [DMyC: 146].
c. CARÓN.- De manera que el propio sudor del pueblo convertías tú en su destrucción.
¿Hacías algo por amor de Dios?
ÁNIMA.- ¡Mira si hacía!
CARÓN.- ¿Qué?
ÁNIMA.- Guerra contra los turcos [DMyC: 154-155].

Algunas de dichas expresiones se emplean para denotar seguridad enunciativa, como


hoy:

(31)
a. MERCURIO. ¿Tú no ves, Carón, con cuánta soberbia aquella ánima entra en tu
barca? ¿Qué me quieres apostar que es algún francés?
CARÓN.- ¿En qué lo conosces?
MERCURIO.- Llámalo y verlo has [DMyC: 161].
b. ÁNIMA.- ¿Qué quieres apostar que te hago conoscer que eres cabrón?
CARÓN.- Que no [DMyC: 180].

Aparece también alguna expresión típica de contextos informales para marcar


indiferencia respecto de la intervención del interlocutor:

(32)
CARÓN.- Ésas, ¿no eran falsedades y aun traiciones, cohechar y vender humo a los
negociantes y engañar a tu señor que se fiaba de ti?
ÁNIMA.- ¿Qué se me daba a mí? ¡Hiciese yo mi provecho y fuese como quiera!
[DMyC: 164].

2.5.1. El refrán

Del refrán comúnmente se dice que es un tipo de expresión genuina de la lengua


popular22 y que está al alcance de cualquier hablante que, como tal, está inserto en
determinada tradición oral. Es cierto que este tipo de enunciados fraseológicos lo
solemos encontrar en situaciones de escasa formalidad en la interacción comunicativa,
pero conviene ser precavidos porque muchas veces puede tratarse de proverbios no
asumidos por la lengua cotidiana sino más bien reflejo de una tradición literaria fecunda
sobre todo durante la Edad Media (pensemos en los famosos libros proverbiales de los
siglos XIV y XV), en la que la finalidad moralizante es fundamental, como también se
verá a partir de los fragmentos que reproducimos más abajo. Además, los refranes
responden a una estrategia argumentativa compleja, ya que son una especial fuente de
autoridad refrendada por la sabiduría popular, es decir, por los tópoi23 presentes en la
comunidad, y precisamente por ello no refutables. Los ejemplos que proponemos a
continuación pueden ser reveladores de los problemas a los que hemos brevemente
aludido aquí (raigambre culta/popular, supuesta espontaneidad discursiva/complejidad
argumentativa):

(33)
a. MERCURIO.- Y aun por eso procuraban ellos de contentarte. Veamos, y para [lo
que dices que allegabas tú mismo], ¿qué arte tenías?

22
No hay más que recordar la importancia que se la ha dado al refrán para intentar demostrar la tesis
según la cual Sancho sería la representación paradigmática de la lengua coloquial de principios del XVII.
23
En este sentido, el empleo de los refranes tiene también que ver con el problema de la polifonía: «en el
acto argumentativo entran en juego los presupuestos, que, al ser de la comunidad, le dan al mismo un
sentido polifónico» (Fuentes y Alcaide 2002: 40).

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ÁNIMA.- De muchas maneras se allega que serían largas de contar. Cuando la


consciencia abre la boca, no falta por donde las riquezas entran, especialmente en los
que están cabe los príncipes [DMyC: 108].
b. CARÓN.- ¿No me dijiste agora que el Papa había hecho nueva liga con el
Emperador?
MERCURIO.- Así es verdad que se hizo, mas no curó [d]él, sino que dure lo que
durare, como cuchar de pan [DMyC: 113].
c. CARÓN.- Segund eso, también se olvidan de guardar su fe los vicarios de Cristo.
MERCURIO.- Siempre lo verás: do nasce el mejor vino, beberse lo más ruin; y el
zapatero traer los zapatos rotos, y el barbero jamás andar peinado [DMyC: 129-130].
d. ÁNIMA.- Edifiqué muchos templos y monasterios.
CARÓN.- Si el dinero que en eso gastaste ganaras con el trabajo de tus manos,
pudiérate aprovechar; mas tú hurtabas el puerco, y dabas los pies por Dios... [DMyC:
156].
e. CARÓN.- ¿Y los Testamentos Viejo y Nuevo, San Jerónimo, San Juan Crisóstomo,
San Ambrosio y San Agustín, y los otros santos doctores ¿no los leías?
ÁNIMA.- Algunas veces, mas pocas, porque no tienen esa sutileza de estos otros.
CARÓN.- Desos polvos vienen estos lodos. Andáis vosotros toda vuestra vida leyendo
y aprendiendo disputas, cuestiones, dubdas y dificultades por dar a entender a los
simples que sabéis algo porque os tengan por letrados, y no curáis de leer la Sagrada
Escriptura ni aquellos doctores de que podríades sacar la verdadera doctrina cristiana, y
así, cual es vuestro ejercicio, tal es el fruto que hacéis para vosotros y para todos [DMyC:
181].

2.6. La interjección

La interjección es un tipo de palabra que está presente en la práctica diaria de la


lengua. Su aparición en los textos escritos puede ser índice de un reflejo de lo coloquial,
pero en todo caso debemos considerar que su naturaleza no es exclusivamente (tal vez
ni siquiera principalmente) dialógica, sino que también se encuentra con frecuencia en
los monólogos. Así, en determinados contextos de nuestro corpus comprobamos cómo
ciertas interjecciones dotan de expresividad al discurso, pero eso no las convierte en
coloquiales:

(34)
a. MERCURIO. ¡Oh, cristianos, cristianos! ¿Ésta es la honra que hacéis a Jesucristo?
[DMyC: 87]
b. ÁNIMA.- ¡Oh, desventurado de mí! ¿Que al infierno tengo de ir? [DMyC: 104]
c. MERCURIO.- Que me place. Mas despacha tú esa ánima que nos está aquí
escuchando.
d. ÁNIMA.- ¡Ah, barquero! ¡Pásanos! [DMyC: 125]

Sin embargo, aparece también otro tipo de interjecciones (básicamente ea y sus) que
sí parecen corresponder a un tipo de discurso conversacional más cercano a la
inmediatez y cuya expresividad está relacionada con su carácter coloquial:

(35)
a. CARÓN.- ¿Por tan necio me tenías tú a mí que había de fiar mi barca a un hombre
como tú?
MERCURIO.- Ea, dinos cómo gobernaste la barca de la iglesia de Jesucristo [DMyC:
137].
b. MERCURIO.- Sin dubda debe ser algún hipócrita, déjame con él. ¿Dónde vas,
ánima?
ÁNIMA.- Al cielo.
MERCURIO.- ¿Al cielo? Ea, dime ¿cómo viviste en el mundo para que pienses subirte
al cielo? [DMyC: 171]
c. CARÓN. Agora, sus, no quede por eso; toma la mano [DMyC: 163].

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés 26

d. CARÓN.- Vaya esa arrogancia que tú traes contra mi barba de cabrón.


ÁNIMA.- Agora, sus, soy contento [DMyC: 180].

2.7. El insulto

El insulto parece también desenvolverse en el ámbito de la inmediatez. Eberenz


(2009) lo define como «la atribución calumniosa de un defecto grave al interlocutor».
La nómina de improperios que encontramos en nuestro corpus es escasa, pero cuando
aparecen dan muestra de una gran expresividad discursiva. La escasez de estos puede
entenderse como una exigencia del decoro que requería una obra literaria de este tipo.
Además, hay que tener en cuenta que cuando leemos, por ejemplo, hi de puta24, tal
expresión se refiere con frecuencia a una tercera persona no presente en el diálogo, de
manera que no se crea un conflicto abierto entre los interlocutores:

(36)
a. MERCURIO. El Emperador le respondió que si no podía cumplir aquello, que
hiciese a lo menos lo que no podía negar que no estuviese en su mano, que era volver a
la prisión como había prometido y jurado. Mas nunca él lo quiso hacer.
CARÓN.- ¡Oh, hideputa y qué Marco Régulo o qué rey Joan de Francia para hacer una
cosa como ésa! ¡A eso se andaba! [DMyC: 118]
b. ÁNIMA.- Sola una causa hobo.
CARÓN.- ¿Una sola?
ÁNIMA.- Digo que una sola.
CARÓN.- ¿Cuál?
ÁNIMA.- La avaricia y ambición de un cardenal que tiene cabe sí, por cuya mano se
deja gobernar.
CARÓN.- ¡O hideputa, qué gentil cardenal! [DMyC: 145]

Cuando la referencia calumniosa al receptor es evidente, normalmente no se profiere


de forma directa, sino que se emplea algún mecanismo de atenuación como el símil, o
bien lo que se reprueba es la acción, y no al actor:

(37)
a. ÁNIMA.- Mira, hermano, todo mi intento era dejar muy gran estado, y para hacerlo
no tenía mejores medios que éstos. No, sino sed bueno y viviréis toda vuestra vida
pobre.
CARÓN.- ¿Es posible que en la corte de un príncipe cristiano se sufra una pestilencia
como tú? [DMyC 165]
b. ÁNIMA.- Sobrábame si yo me quisiera contentar; mas si alguna vez me enamoraba,
fuese de doncella o de casada, por fuerza o de grado había de gozar de ella.
CARÓN.- ¡Oh qué vergüenza! Veamos, ¿no hay ley que castigue los que eso hacen?
[DMyC: 151-152]
c. ÁNIMA.- Reprehendíame aquellos (vicios) que él mismo conoscía tener yo voluntad
de dejar, y por los otros pasaba muy livianamente por no descontentarme.
CARÓN.- ¡Oh qué pestilencia! [DMyC: 156]

No obstante, también encontramos casos en que el insulto se profiere directamente


sin ningún tipo de estrategia mitigadora, especialmente cuando el relato de las ánimas es
considerado por los personajes principales el colmo de la denigración ética:

(38)
ÁNIMA.- Fiábame en las bulas y confesionarios, indulgencias y perdones que los
papas me tenían concedido y también en la misericordia de Dios.

24
«Por lo demás –dice Narbona (2005: 94, n.7)– es sabido que la expresión la hideputa que te parió no
era tan grave como hoy».

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Santiago Del Rey Quesada 27

CARÓN.- ¿Parécete que sería misericordia perdonar tan grandes ma[l]dades como las
tuyas, hechas y cometidas a sabiendas? Antes, porque es Dios misericordioso, quiere
que tú y los a ti semejantes seáis muy rigurosamente castigados, porque tratáis mal
aquel pobre pueblo cristiano por cuyo bien fuistes vosotros instituidos. ¿No te pareciera
crueldad si dejaras de castigar un público ladrón, salteador de caminos y capeador?
ÁNIMA.- Sí, por cierto.
CARÓN.- Pues la misma sería si Dios dejase de castigar a ti, peor que ladrón,
capeador y salteador de caminos (...). Anda, pues, monstruo maldito, que acá te
vezarán cómo se deben tratar los súbditos y gobernar los reinos [DMyC: 157-158].

2.8. Humor e ironía

A continuación vamos a referirnos, aunque con obligada brevedad, a los pasajes en


que se pueden apreciar situaciones de carácter humorístico. J. J. Bustos Tovar (2009)
dice del humor que puede ser un tipo de discurso, pero también una categoría
transversal presente en otros tipos de discursos. Es difícil definir qué es exactamente el
humor: como opina el profesor Bustos, parece que se trata de una determinada
construcción discursiva que nos hace reaccionar lúdicamente, pero no todo humor es
lúdico (piénsese en el humor negro, por ejemplo). Entre los tipos de humor que pueden
relacionarse, Bustos Tovar incluye la ironía, planteando la salvedad de que lo
humorístico no es privativo de la ironía: menos aún del sarcasmo.
La importancia de la detección de las situaciones irónicas y humorísticas es
importante si queremos descubrir las huellas de la oralidad en la escritura. El humor
refleja un estado discursivo de distensión en que el autor de la obra literaria intenta
establecer una relación de complicidad con el lector, recurriendo por ello a expresiones
y mecanismos lingüísticos que le son familiares o que por lo menos reconoce como
típicos de discursos en que la lengua se pone al servicio de la comicidad. No está tan
claro que la ironía, tradicionalmente definida como la figura mediante la cual el emisor
dice lo contrario de lo que realmente quiere comunicar25, ofrezca un contexto propicio a
la inmediatez comunicativa, sobre todo aquel tipo de ironía cuya finalidad principal no
es humorística. Narbona (2005: 106) dice que «la ironía (...) va ligada al
distanciamiento comunicativo, por lo que mal podría conseguirse mediante una
andadura sintáctica de la proximidad». Por supuesto, la ironía también es una estrategia
argumentativa eficaz, ya que supone la ridiculización del enunciado del interlocutor
mediante la enunciación de un discurso con el que el propio emisor no está de acuerdo.
En nuestro corpus, los ejemplos de enunciados irónicos hallados suelen contener una
palabra de connotación positiva, como gentil, bueno, bien:

(39)
a. MERCURIO.- ¿Pedíasselo tú al príncipe o dábatelo de su voluntad?
ÁNIMA.- ¡Bueno estaba yo si hobiera de esperar que él me lo diera! [DMyC: 107]
b. MERCURIO. Si tú vivieras como San Francisco, aunque no murieras en su hábito, te
diera Dios el premio que dio a san Francisco, mas viviendo tú contrario a la vida de San
Francisco, porque al tiempo de tu muerte te vistieses su hábito, ¿pensabas salvarte con
San Francisco? Gentil necedad era la tuya [DMyC: 110].
c. ÁNIMA.- ¡A eso me andaba! ¿No tenía harto que hacer en mis pleitos, con que
cobré muchas rentas y preeminencias que tenía perdidas mi iglesia, y en andar a caza y
buscar buenos perros, azores y halcones para ella?
d. MERCURIO.- Por cierto, tú empleabas muy bien tu tiempo en cosas muy
convenientes a tu dignidad [DMyC: 127-128].

25
En términos más ajustados a una teoría de la argumentación, podríamos decir con Fuentes y Alcaide
(2002: 152) que «en un discurso irónico el locutor presenta la enunciación como producto del punto de
vista de un enunciador, distinto a él, con el que no se siente identificado».

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e. ÁNIMA.- ¿A qué llamas infiel? ¡Sabes si me enojo!


CARÓN.- Cierto, tú no pareces otra cosa sino puro infiel.
ÁNIMA.- ¡Bien estás en la cuenta! Dígote que fui más que cristiano [DMyC: 150].
f. CARÓN.- Por cierto, grandes servicios son ésos: robar los negociantes, engañar tu
rey y señor, que se fiaba de ti, y, después desto, darle consejos con que perdiese su
honra y fama para siempre [DMyC: 165].
g. CARÓN.- Desos polvos vienen estos lodos. Andáis vosotros toda vuestra vida
leyendo y aprendiendo disputas, cuestiones, dubdas y dificultades por dar a entender a
los simples que sabéis algo porque os tengan por letrado, y no curáis de leer la Sagrada
Escritura ni aquellos doctores de que podríais sacar la verdadera doctrina cristiana, y así
cual es vuestro ejercicio, tal es el fruto que hacéis para vosotros y para todos.
ÁNIMA.- Ven tú agora a predicarme26. Mejor harás de mandar que no me pidan el
pasaje, pues te lo he ganado [DMyC: 181].

Los pasajes humorísticos, en el DMyC, se restringen a los episodios en que


intervienen las ánimas, que representan a diferentes personajes-tipo de la sociedad de la
época censurables desde el punto de vista ético27. En la mayoría de los casos el humor
nace del contraste irónico que se establece entre lo que el lector (y los personajes
principales) considera moralmente aceptable y esperable de cada uno de esos prototipos
sociales que entran en escena y la conducta despreocupada e incluso cínica que en
realidad se deja sentir en la conversación de estos con Mercurio y Carón. En algunos
casos la comicidad resulta del juego de palabras:

(40)
ÁNIMA.- ¿Vosotros no vedes que soy cardenal?
CARÓN.- Ése tengas en el ojo [DMyC: 136].

En otras ocasiones, el autor pone en juego la ironía crítica más mordaz, como
supone, por ejemplo, atribuir a un personaje de la alta jerarquía eclesiástica un
enunciado tan atrevido como el siguiente:

(41)
ÁNIMA.- Nunca yo oí decir nada deso ni pensé que tenía menester para ser obispo más
de lo que te dije. Yo me precié siempre de tener mi tabla muy abundante para los que
venían a comer comigo.
MERCURIO.- ¿Quién? ¿Pobres?
ÁNIMA.- Gentil cosa sería que un pobre se sentase a la mesa de un obispo.
MERCURIO.- De manera que si viniera Jesucristo a comer contigo, ¿no lo sentaras a tu
mesa porque era pobre?
ÁNIMA.- No, si viniera mal vestido [DMyC: 126-127].

En uno de los episodios más cómicos del DMyC, Carón y un teólogo protagonizan un
vivo diálogo, con un intercambio de turnos muy fluido y continua concesión a la ironía.
Aquí Valdés emplea un tipo de humor que podríamos calificar de absurdo. A la vez, se
trata de una crítica feroz al antiguo sistema escolástico del silogismo. Aunque es un
fragmento extenso, merece la pena reproducirlo, sobre todo porque el intercambio de
turnos rápido favorece la inclusión de procedimientos lingüísticos (elipsis, marcas
deícticas, conectores consecutivos, etc.) propios de la dinámica conversacional:

(42)
CARÓN.- ¿Quién eres tú que vienes tan de priesa?

26
Mediante este enunciado irónico el ánima intenta desacreditar el parlamento reprobatorio de Carón: ‘ya
es tarde para eso’.
27
En este sentido, el humor en estos pasajes se consigue por medio de la caricaturización.

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Santiago Del Rey Quesada 29

ÁNIMA.- Teólogo.
CARÓN.- ¿Y siendo teólogo te vienes al infierno? Según eso, no tenías más del
nombre de teólogo.
ÁNIMA.- ¿Cómo no?
CARÓN.- Porque si fueras de veras teólogo, supieras qué cosa es Dios, y sabiéndolo,
imposible fuera que no lo amaras, y amándolo, hicieras por donde te subieras al cielo.
ÁNIMA.- No sabes lo que te dices. Sé que eso no es ser teólogo.
CARÓN.- ¿Pues qué?
ÁNIMA.- Saber disputar pro y contra y determinar quistiones de teología.
CARÓN.- ¿Y en eso eras grande hombre?
ÁNIMA.- ¡Mira si era! Daba a entender todo que yo quería con falsos o verdaderos
argumentos.
CARÓN.- ¿De qué manera?
ÁNIMA.- Yo te porné un ejemplo tan grosero como tú. Dime, ¿quién eres tú?
CARÓN.- Carón.
ÁNIMA.- ¿Qué quieres apostar que te hago conoscer que eres cabrón28?
CARÓN.- Que no.
ÁNIMA.- Vaya el pasaje: que te pague doblado o que no te pague nada.
CARÓN.- Soy contento.
ÁNIMA.- El cabrón tiene barbas y nunca se las peina; tú tienes barbas y nunca te las
peinas, luego tú eres cabrón.
CARÓN.- Por cierto, tú lo has muy gentilmente probado, yo me doy por vencido; mas
espérate, veamos si seré yo mejor sofista que tú. ¿Qué me quieres apostar que te hago
conoscer que eres asno, no por sofisma, mas por gentiles argumentos?
ÁNIMA.- ¿Qué va que no?
CARÓN.- Vaya esa arrogancia que tú traes contra mi barba de cabrón.
ÁNIMA.- Agora, sus, soy contento.
CARÓN.- Dime, pues, ¿qué cosa es asno?
ÁNIMA.- El asno es animal sin razón.
CARÓN.- ¿Qué cosa es razón?
ÁNIMA.- Entendimiento para seguir lo bueno y desviar lo malo.
CARÓN.- Pues, luego, si tú, estando en el mundo, no toviste entendimiento para seguir
lo bueno, que es la virtud, y apartarte de lo malo que son los vicios, síguese que no
tenías razón; y no teniéndola, tus propias palabras te convencen que eres asno.
ÁNIMA.- Eso yo nunca hallé en mi teología.
CARÓN.- ¡Gentil teología era la tuya! [DMyC: 179-180]

Por último, podemos hacer alusión al final de la primera parte del Diálogo, en que
los personajes principales deciden cambiarse de orilla para seguir más adelante la
conversación, mientras Carón ordena las ánimas en su barca con ciertas dificultades. El
cierre en tono humorístico sirve de colofón a una primera parte que, como hemos visto,
incluye numerosos pasajes en que el autor se permite la licencia de emplear un registro
lingüístico más cercano al informal, algo que no ocurrirá en la segunda parte, cuando las
ánimas que entran en escena profieren largos parlamentos gracias a los cuales consiguen
la admiración y la reverencia de los interlocutores principales, y cuando, además, el
carácter narrativo del diálogo, como explicamos ya presente en la primera parte, se hace
dominante. Este fragmento, asimismo, puede servir para resumir gran parte de las
características propias de lo conversacional que hemos visto hasta ahora, como el
intercambio fluido de turnos, las expresiones coloquiales, el uso del modo imperativo, el
empleo de interrogativas marcadas, etc. (señalamos en cursiva los elementos deícticos,
particularmente ricos en este pasaje, lo que le confiere una estética teatral):

(43)
CARÓN. Ven acá tú, ánima. ¿Quiéresme hundir la barca con ese plomo?

28
Nótese el juego dialéctico que se establece mediante la paronomasia.

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La verosimilitud conversacional en los diálogos de Alfonso de Valdés 30

ÁNIMA.- ¿Tú no ves que es consagrado, de lo que hacíamos en Roma los sellos de las
bulas?
CARÓN.- ¿Para qué lo traes acá?
ÁNIMA.- Háseme vendido tan mal este año pasado, que me sobró todo lo que ves y
tráigolo para aprovecharme acá, si fuere menester.
CARÓN.- Pues échalo en el agua, si no quieres que te eche a ti con ello. Y tú, cartujo,
¿qué quieres hacer de esa barba? O la cortarás o no entrarás en mi barca.
ÁNIMA.- ¿Con qué quieres que la corte?
CARÓN.- Llégate acá, que con esta sierra la aserraremos.Y vosotros, filósofos, ¿para
qué metéis tantos méritos y supersticiones? No hay acá necios a quien engañéis con eso.
¿No miráis cuál viene el otro, cargado de cerimonias? Agora, sus, déjalas luego y toma
ese remo. ¿Qué argumentos traes tú debajo el sobaco? ¿Quiéresnos revolver el infierno?
Ea, pues, sentaos todos y comenzad de remar.
ÁNIMA.- Mira, Carón, que se me pone éste delante, sé que los frailes de san Francisco
siempre solemos preceder los dominicos.
CARÓN.- ¿Qué precedencias son éstas? Sabéis, si me enojo, cómo os haré estar en paz
[DMyC: 202-203].

3. CONCLUSIÓN

En las páginas precedentes hemos tratado de analizar diferentes elementos sintácticos


y fenómenos discursivos que pueden servir para caracterizar las estrategias lingüísticas
que un autor como Alfonso de Valdés consideraba lo suficientemente representativas
como para utilizarlas en determinados contextos conversacionales. No queremos decir
con esto que los episodios que hemos estudiado aquí sean un fiel reflejo de la oralidad
del siglo XVI, y mucho menos un «dechado de proximidad comunicativa» (Narbona
2005: 100). La lengua hablada de épocas pasadas no dejará de ser un misterio para
nosotros por mucho que intentemos indagar en tipos de documentos muy diversos, así
que deberemos contentarnos con la descripción de manifestaciones lingüísticas
indirectas y, en la mayoría de los casos, incompletas. Pero, al menos en lo que atañe a la
estrategia literaria, podemos decir con Alberto Gil:

No se trata de querer reproducir como en un magnetófono fragmentos de realidad


hablada, pues lo hablado una vez en una situación concreta es individual e irreversible,
sino de elaborar el lenguaje de tal manera que sea representante fiel de la realidad
hablada, es decir, se trata de lograr tal condensación de aquellos elementos típicos y
característicos de la lengua en situación, que la lectura de tales pasajes (gracias a su
entrelazamiento con lo extralingüístico) evoque realidad (Gil 1987: 128-129)29.

Por eso, si nuestro objetivo se plantea como el de averiguar de qué manera hablaban
nuestros antepasados más remotos, lo más plausible es que nos quedemos en el intento.
Sin embargo, si lo que nos preocupa es saber qué clase de herramientas se consideraban
aptas para crear un contexto de inmediatez comunicativa verosímil, que evoque
realidad, podemos decir que esa meta sí está a nuestro alcance.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Fuentes primarias

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Rosa Navarro Durán].
VALDÉS, ALFONSO DE (2007[1528]): Diálogo de Mercurio y Carón. Madrid: Cátedra [Ed. de Rosa
Navarro Durán].

29
Por supuesto el interés por esa representación «fiel» no es aún primordial en el siglo XVI y solo empieza
a notarse de manera más evidente a partir de la novela de posguerra.

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Santiago Del Rey Quesada 31

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RECIBIDO: 04/07/2011
ACEPTADO: 04/11/2011

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SOBRE EL MODO, MANERA, SUERTE, FORMA Y ARTE DE CONECTAR

ELENA DIEZ DEL CORRAL ARETA


Université de Neuchâtel

RESUMEN ABSTRACT
El objetivo de este trabajo es analizar un The aim of this paper is to analyse a subgroup of
subconjunto de conectores consecutivos consecutive connectors that contain an abstract
caracterizados por contener un sustantivo abstracto substantive that indicates the way, manner, luck,
que indica el modo, manera, suerte, forma y arte form and art of doing something. These lexical
en que se produce algo. Estas bases léxicas bases adopt a discursive function in the moment
adquieren una función discursiva al incorporarse that they are included in various morphological
en varios esquemas morfológicos que ofrecen sketches that offer variables, not only in the
variantes, no sólo en los sustantivos, sino también substantive but also in the preposition and
en las preposiciones y en los pronombres que los demonstrative pronoun that form them. In the next
conforman. A su análisis se dedicarán las páginas pages we submit an analysis to provide a
siguientes con el ánimo de ofrecer una descriptive approach of these units in the colonial
aproximación descriptiva de estas unidades en la documentation of the Spanish in America –
documentación colonial del español en América – specifically in the Audience of Quito– in the XVI,
th
en concreto, de la Audiencia de Quito– de los XVII and XVIII centuries.
siglos XVI, XVII y XVIII.

PALABRAS CLAVE KEYWORDS


Conectores consecutivos, análisis discursivo, Consecutive connectors, Discourse analysis,
español en América, documentación colonial Spanish in America, Colonial documentation

INTRODUCCIÓN

No es necesario ser lingüista para percatarse de que hoy en día existen muchas
maneras de ‘conectar’. Conectamos con algunas personas al conocerlas por primera vez
en sociedad, pero podemos no conectar con otras ya conocidas desde hace años al
debatir sobre determinados temas polémicos o conflictivos. Una de las fuentes más
potentes que nos permite conectarnos en la actualidad es el acceso a internet, esa red
que nos ofrece una conexión continua a un sinfín de informaciones, programas y
personas que participan en nuestro devenir cotidiano.
«La conexión está de moda» –afirmaba de manera entusiasta y positiva Estrella
Montolío Durán (2001: 15), refiriéndose a la suerte que tenían los jóvenes
investigadores que dedicaban su atención al estudio de la conexión–, pues la lengua
también dispone de una serie de recursos y mecanismos (tanto semánticos como
sintácticos) que sirven para ‘conectar’. Conectar con el mundo, conectar con las
personas, conectar nuestros discursos.

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Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar 34

Esta palabra dieciochesca –según el Oxford dictionary1 su aparición resulta extraña


antes de ese siglo– la adopta la lengua española del inglés to connect, que procede del
latín connectere. Con- es la forma prefijada de la preposición latina cum ‘con’ y nectere
significa ‘unir’. En el diccionario de la Real Academia Española (DRAE), además de la
referencia etimológica, se nos proporcionan cuatro acepciones. Entre ellas destacamos
la primera: «unir una cosa con otra, ponerla en comunicación» y la última: «lograr una
buena comunicación con alguien».
La primera de las acepciones nos remite precisamente a esa ‘unión’ o enlace que se
produce al conectar un ente cualquiera con otro. Esa ‘puesta en comunicación’ entre dos
elementos reales es la que permite establecer una relación de conexión entre ellos, tal y
como sucede en el plano lingüístico, en el que una serie de unidades comúnmente
conocidas como conectores enlazan dos segmentos de un texto o miembros de un
discurso2.
La cuarta acepción del diccionario –la de conectar como un proceso comunicativo
óptimo– la relacionamos precisamente con el empleo de los conectores, pues, si bien en
dicha acepción no se refiere al uso de ningún mecanismo lingüístico determinado, claro
está que su empleo, si es apropiado, facilita el establecimiento de una relación entre los
conceptos expresados y ‘logra’, por lo tanto, que se produzca una ‘buena’ o adecuada
comunicación entre los interlocutores. De ahí se entiende que los conectores hayan sido
tildados como guías en las inferencias que se extraen de la comunicación –tal y como
enuncia la conocida y clásica definición de los marcadores del discurso publicada en la
Gramática descriptiva del español–

unidades lingüísticas invariables, no ejercen una función sintáctica en el marco de la


predicación oracional –son, pues, elementos marginales– y poseen un cometido
coincidente en el discurso: el de guiar de acuerdo con sus distintas propiedades
morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la
comunicación (Martín Zorraquino y Portolés Lázaro 1999: 4057).

o incluso, en un lenguaje metafórico, como señales de tráfico (Montolío Durán 2001:


21), cuyas ‘instrucciones’ facilitan la circulación vial, del mismo modo que contribuyen
los conectores al entendimiento y la comprensión de un texto. Así, se insiste en la
importancia de conocer y saber emplear con propiedad los conectores pues:

De otro modo (esto es, si el autor es un escritor inexperto y la secuencia conectiva ha


sido mal utilizada, y manifiesta una relación entre oraciones o párrafos diferente de la
que se deseaba expresar) el lector podría romperse la crisma –discursivamente
hablando– como el desafortunado conductor al que en un cruce le han sustituido de
manera irresponsable la señal de “Stop” por la señal de “cruce con prioridad” (Montolío
Durán 2001: 22).

1. TIPOS DE CONEXIÓN

Dentro de estas guías que orientan la interpretación de los enunciados en un sentido


u otro, pueden diferenciarse tres tipos de conectores3. Por un lado, están los aditivos,

1
La consulta gratuita puede hacerse a través de la página: http://oxforddictionaries.com/definition/
connect
2
Así también se recoge en el Diccionario de la Real Academia Española, en donde la segunda acepción
de la palabra conector que corresponde al ámbito de la lingüística se define como: «elemento que pone en
conexión diferentes partes de un texto o diferentes textos».
3
Se entiende aquí el concepto de conector como un subtipo de marcadores del discurso —tal y como lo
consideran Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999)— y no como un término hipercategórico que

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que añaden un enunciado o miembro del discurso a otro, siguiendo una misma
orientación argumentativa y por otro lado, los contraargumentativos4, que introducen un
‘contraargumento’, es decir, una idea contraria a lo establecido en el enunciado anterior.
Mientras los primeros coorientan enunciados en la misma dirección, los segundos
disponen dos miembros del discurso en una relación opuesta o contraria. Por último, el
tercer tipo de conectores se engloba bajo el adjetivo de consecutivos, ya que –como su
nombre indica– establecen una relación de consecutividad entre dos miembros del
discurso, enunciados o secuencias textuales.
Algunos autores (Fuentes Rodríguez 1998a, 1998b), han preferido llamar a este
último subtipo como relacionantes de causalidad, pues apuntan la relación lógica de
causa-efecto que se manifiesta entre dos miembros discursivos o enunciados. Para que
un conector introduzca una consecuencia es necesario que exista una causa previa que
induzca a ella, por lo que esta dependencia semántica entre los dos miembros
discursivos que se enlazan permite comprender y justificar la denominación de
relacionantes de causalidad.
Bajo estas cuestiones terminológicas subyacen otros problemas más profundos como
las estructuras sintácticas que permiten esta relación de consecutividad a nivel
discursivo. A este respecto es particularmente esclarecedora la explicación de la
causalidad que nos ofrece Fuentes Rodríguez (1987: 140) en la primera monografía
sobre marcadores discursivos en español –llamados entonces relacionantes
extraoracionales, siguiendo la terminología propuesta por el pionero capítulo de Gili
Gaya (1955[1943]) en su Curso superior de sintaxis–. Para esta lingüista la causalidad
puede manifestarse en distintas estructuras sintácticas. En primer lugar, menciona la
‘estructura causal’ en la que se establece una relación en el orden Efecto<>Causa. La
disposición de los miembros sintácticos que se conectan en este tipo de estructura puede
variar y no es necesario que el ‘efecto’ preceda a la ‘causa’, si bien, para que se
produzca dicha relación, es imprescindible que el nexo preceda o introduzca la causa. El
segundo subtipo de estructura que se menciona es la llamada ‘consecutiva’. El orden
que presenta es justamente el inverso a la estructura causal: Causa<>Efecto. Además, en
este tipo de disposición, el orden de sus constituyentes no puede alterarse y la
consecuencia debe ir siempre pospuesta a la causa. Un tercer tipo de causalidad es aquel
que se manifiesta a través de la ‘estructura condicional’, cuya ordenación lógica es
exacta a la de la ‘estructura consecutiva’, aunque la causa, en este caso, es hipotética y
existe la posibilidad de que se permuten las cláusulas. Por último, esta autora menciona
la ‘estructura final’, en la que también se concatenan las cláusulas de la misma forma
que en la estructura condicional, pero se añade otro contenido –ya que la causa intenta
provocar un efecto determinado– que es el fin de su actuación: Causa<>Efecto. Una vez
mencionadas estas estructuras, Fuentes Rodríguez (ibíd.) concluye que en la relación
que se establece entre enunciados, es decir, en aquella que se seleccionan ‘enlaces
conjuntivos’ o conectores, la única estructura posible es la de Causa<>Efecto, es decir,
la estructura consecutiva.
La reducción de cuatro tipos de causalidad en la conexión de cláusulas a uno único
en la conexión entre enunciados no impide, sin embargo, que exista un conjunto muy

engloba un grupo muy heterogéneo de unidades, es decir, no como un sinónimo, a rasgos generales, del
concepto amplia e internacionalmente aceptado de marcador del discurso.
4
Este término ha sido acuñado directamente de la Teoría de la Argumentación (TADL), propuesta en el
seno de la lingüística francesa, en concreto y principalmente por Anscombre y Ducrot (1983). Esta teoría,
que se ha mostrado particularmente útil a la hora de describir y analizar los distintos usos que adquieren
los conectores, propone el término de conectores contraargumentativos para unidades del tipo no
obstante o sin embargo, si bien otros autores los denominan conectores opositivos o contrastivos.

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variado de elementos que establecen esta relación de causalidad o consecutividad a


nivel discursivo. De hecho, como Pons Rodríguez (2010: 39) comenta, el repertorio más
nutrido de elementos conectivos en la época medieval era precisamente el de los
conectores consecutivos.
Dentro de este subgrupo de marcadores del discurso se puede distinguir un conjunto
de elementos que parece establecer explícitamente el modo, la manera, el arte, la forma
o la suerte de conectar –de ahí la elección del título de este artículo–, pues incluye
literalmente a estos sustantivos dentro de su composición interna. Así pues, las páginas
siguientes se dedicarán al estudio de la función discursiva de consecutividad a través del
análisis de este conjunto concreto de unidades conectivas.

2. LOS ‘MODOS’, ‘MANERAS’, ‘FORMAS’, ‘SUERTES’, ‘ARTES’ Y ‘GUISAS’ DE CONECTAR

En los últimos decenios y con el incremento que se ha producido en las


investigaciones dedicadas al análisis de los marcadores del discurso, se ha hecho
especial hincapié en los problemas de taxonomía que lleva consigo su estudio. La
variedad formal, semántica y pragmática que presentan los marcadores del discurso
dificulta su clasificación y, por ello, la problemática ligada a su estatuto categorial ha
sido discutida en numerosas ocasiones5. Esta complicación aparentemente irresoluble e
inherente al estudio de este tipo de unidades por su propia naturaleza genera un
desconcierto a la hora de establecer repertorios o nóminas de los marcadores del
discurso –y de sus subtipos– por lo que, en la actualidad, se dispone de un variado
conjunto de taxonomías en las que se incorporan un número y tipo de unidades muy
diversos entre sí.
Esta razón –además de la multiplicidad de los enfoques adoptados para el análisis de
los marcadores del discurso6– permite comprender que el conjunto de unidades que se
estudian –las locuciones y sintagmas formados por los sustantivos manera, modo,
forma, suerte, arte y guisa– sea considerado, en algunas ocasiones, dentro del
paradigma de los conectores consecutivos, mientras que en otras ni siquiera sea
nombrado.
Gili Gaya (1955[1943]), por ejemplo, no los incluye dentro del capítulo que
mencionábamos dedicado a los relacionantes extraoracionales y tampoco Fuentes
Rodríguez (1987) en el trabajo que continúa este estudio, a pesar de que incorpora un
apartado dedicado a los relacionantes extraoracionales de causalidad.
Uno de los estudios también temprano de estas unidades es el que realiza Mederos
Martín (1988), quien ofrece por primera vez una monografía dedicada exclusivamente a
los procedimientos de cohesión del español. Dentro de los mecanismos que favorecen la
cohesión, se encuentran algunos que se caracterizan por la propiedad de conexión. Es el
caso, por ejemplo, de los conectores –o conectivos, como él los designa, siguiendo la
terminología propuesta dentro de la gramática sistémico-funcional de Halliday y Hasan

5
Entre estos trabajos destaca el de Fuentes Rodríguez (2001), quien titula a uno de sus artículos: Los
marcadores del discurso ¿una categoría gramatical?. Asimismo remitimos a Martín Zorraquino (1998,
2010), si bien la mención de este problema se ha convertido en un lugar común en el estudio de estas
unidades.
6
En Fischer (2006) se muestra la variedad de enfoques que se han adoptado en las últimas décadas a la
hora de estudiar los marcadores del discurso, no sólo en español, sino en distintas lenguas y Murillo Ornat
(2010: 245) afirma que el número es tan elevado como el de los investigadores que se dedican a su
análisis, es decir, que existen tantos enfoques como especialistas en la materia.

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(1976)– que se estudian y que este autor sitúa bajo el epígrafe de ‘conexión causal’7.
Dentro de ellos menciona un conjunto de unidades que denomina ‘adverbiales de
función conjuntiva’ como por (lo) tanto, en/por consecuencia, por consiguiente, así
pues, así que, etc., entre los que se encuentran también los conectores de
modo/manera/suerte que.
Entre los trabajos más recientes que se han dedicado al estudio y análisis de los
marcadores del discurso sobresalen el mencionado capítulo de Martín Zorraquino y
Portolés Lázaro (1999) en la Gramática descriptiva del español o el de Portolés Lázaro
(2001[1998]). En ambos trabajos se tienen en consideración a estas unidades y se las
incluye dentro del paradigma de los conectores consecutivos –si bien se destacan por su
escaso grado de gramaticalización, comparándolas con otras unidades como así– con
sus cuatro variantes actuales –de forma/manera/modo/suerte que8–. También Montolío
Durán (2001) las considera como conectores consecutivos, pero menciona únicamente
dos de las variantes léxicas posibles: de manera que y de modo que9.
Dos trabajos particularmente interesantes para el estudio del modo, manera, forma,
suerte y arte de conectar son los que nos ofrece Álvarez Menéndez (1990, 1999). Este
autor estudia las distintas construcciones consecutivas en español y distingue, por un
lado, siete conectores que identifica como ‘nexos coordinantes’ –entre los que se
encuentran varias de las locuciones que se estudian: de manera que, de modo que, de
suerte que y de forma que– y por otro, diez unidades que relaciona con la yuxtaposición
y los enlaces extraoracionales, entre los que incluye otra serie de elementos que
expresan también el modo, manera, forma y suerte de conectar, como son de esta
manera, de este modo, de esta forma y de esta suerte10. Esta última combinación formal
pone de relieve la importancia de estudiar un elemento en todas sus posibilidades
sintácticas, pues puede ampliarse el repertorio o nómina del conjunto de unidades
constituidas, por ejemplo, por los sustantivos modo, manera, forma y suerte.

7
Entre estos mecanismos de la conexión cabe mencionar que los conectores no ocupan un lugar central, a
pesar de los innumerables estudios que se han dedicado a ellos, tal y como reivindica Cano Aguilar
(2003), quien, además, arguye que en un análisis histórico este aspecto resulta todavía más patente pues:

si nos atuviéramos a los conectores solamente, sería muy difícil hablar de la


conexión, de la cohesión y de la coherencia en los primitivos documentos notariales o
en los textos alfonsíes. Y, sin embargo, se trata de textos con una obsesión permanente
por la ilación discursiva: pero en ellos la ilación, la trabazón, se lograba por medios muy
diversos, entre los que los conectores ocupaban un lugar muy poco destacado, frente a,
por ejemplo, la anáfora pronominal o el uso de conjunciones (Cano Aguilar 2003: 310-
311).
8
Se consideran variantes porque su uso, en términos generales, no supone una diferencia de significado,
tal y como afirma Montoro del Arco (2005: 363). Sobre este concepto, véase también entre otros estudios
del mismo autor: Montoro del Arco (2004).
9
Esta reducción en las variantes se debe probablemente a que son las formas más utilizadas en el español
actual como demuestra Montoro del Arco (2005: 364) en una recopilación de las cuatro existentes —de
manera que, de modo que, de forma que y de suerte que— que realiza en el corpus textual MC-NLCH, en
el CREA, en el CORDE y en el célebre buscador de GOOGLE. En su investigación constata que en los cuatro
corpora y recursos empleados se observan diferencias notables en el uso de las cuatro variantes.
Sobresalen notablemente de manera que y de modo que con 90 y 35 casos en el corpus MC-NLCH y
1.340.000 y 1.430.000 casos en GOOGLE, mientras que de forma que y de suerte que presentan una
frecuencia menor con 3 y 1 ejemplos en MC-NLCH y 970.000 y 67.900 en GOOGLE.
10
También Domínguez García (2007) considera a de esta forma, de esta manera y de este modo dentro de
los conectores consecutivos, si bien los incorpora dentro de un subgrupo que califica como ‘polivalentes’,
ya que pueden admitir valores secundarios, en ocasiones simultáneos a la consecuencia, frente a de
manera que, de modo que, de forma que y de suerte que que son univalentes.

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Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar 38

Por último, también en los trabajos de carácter histórico pueden observarse


recopilaciones y análisis de una serie de ejemplos que permiten describir los usos de
este conjunto de unidades. Entre ellos se han registrado algunas formas que no existen
en el español actual porque han caído en desuso como de guisa que –muy frecuente en
el español medieval, pero que muestra un declive en su uso a mediados del siglo XV11–
o de arte que –registrado por Herrero Ruiz de Loizaga (2003) y Cano Aguilar (2007) en
el siglo XVI12–.

3. LA ESTRUCTURA INTERNA DE LOS CONECTORES

Uno de los esquemas combinatorios más frecuentes en la creación de marcadores del


discurso es el originado a partir de frases o sintagmas preposicionales, lo que pone de
relieve la existencia de cierto vínculo entre los complementos no argumentales de la
oración y la función de marcador del discurso (Martín Zorraquino 2010: 162). En
determinadas ocasiones estos sintagmas preposicionales sufren un proceso de
gramaticalización que los convierte en locuciones adverbiales o locuciones conjuntivas.
Los conectores consecutivos que analizamos en este trabajo son considerados como
locuciones conjuntivas cuando sus elementos están fijados en un todo, es decir, en una
locución, cuyo comportamiento gramatical se asemeja al de una conjunción. La función
discursiva la adquieren cuando se integran en una secuencia yuxtapuesta o autónoma en
la que suelen encabezar el segundo miembro del discurso que ponen en relación.
En la constitución de los conectores consecutivos se ha mostrado verdaderamente
rentable la existencia de una serie de bases léxicas como, por ejemplo, los sustantivos
de carácter abstracto relacionados con la formulación o las conexiones lógicas.
Sustantivos con estas características son los que estudiamos aquí: forma, modo, manera,
arte y suerte13. Asimismo, existen algunas estructuras que se han mostrado

11
Narbona (1978: 229) en su estudio de las proposiciones consecutivas en la Edad Media menciona
ejemplos de estos valores consecutivos como el siguiente: «et aun esto que daua lo fazié de mala
uoluntad, de guisa que se non pagaua Dios con ellos» (General Estoria, Primera parte, 8b-14) y Herrero
Ruiz de Loizaga (2003: 79) expone en su trabajo sobre los conectores consecutivos de los siglos XV y XVII
el único ejemplo que recopila en la página 106 (vv. 1377-1384) de Bías contra Fortuna, una obra de
López de Mendoza que data de mediados del siglo XV. El ejemplo que registra es el siguiente: «hanse allí
piadosamente/todos los tiempos del año:/ frío non les faze daño/ nin calor por consiguiente; /de guisa que
los frutales/ que allí biuen,/ segund cuentan e descriuen,/ son por verdor inmortales».
12
Sorprende, por otra parte, que este autor registre únicamente las locuciones de manera que y
ocasionalmente sus variantes de suerte que y de arte que. No documenta ningún de forma que o de modo
que, como mencionan, por ejemplo, Keniston (1937) o Herrero Ruiz de Loizaga (2003) en dos de los
estudios sobre estas partículas en la lengua española de la misma época.
13
Esto no quiere decir que los sustantivos manera, forma, suerte y modo sean utilizados exclusivamente
en la creación de conectores consecutivos. Así, por ejemplo, se pueden encontrar también en la
constitución de sintagmas como de la misma forma, del mismo modo o de la misma manera que
adquieren un valor de conexión aditiva, tal y como se observa en el ejemplo siguiente:

= lo que susedio fue que en Quanto a las tierras las Señalo Luego el suplicante al dho
Yndio Con que quedo por este lado remobido âquel impedimento que traia el deCreto
de bue Señoria de no obligarle a la mita mientras no se le daban tierras por Quedar ya el
Yndio en posesion de ellas y del mismo modo siendo ConDisionado el decreto en la otra
parte en quanto en ella se manda que no Siendo el yndio de la Parsialidad del suplicante
no se le obligase a la mita es Vien Sabida en derecho la uirtud del mandato
Condisionado [5r19-20] (INFO 2, 1725-1749).

En el español actual, autores como Fuentes Rodríguez (2009: 91-92) registran además de de la misma
manera y de la misma forma —no, sin embargo, de igual modo— otros conectores aditivos similares
como de igual forma, de igual manera o de igual modo.

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particularmente productivas en la conformación de locuciones conjuntivas como las que


responden a los esquemas: P+N+Cque y P+PRdem+N.
En el primer esquema P indica una preposición que, en las estructuras que
estudiamos, suele ser, por lo general, de, aunque también se encuentran algunas
variaciones con la preposición por o incluso en. El segundo elemento del esquema –la
‘N’– equivale a un nombre o sustantivo de carácter abstracto como forma, modo,
manera y suerte; y el último de todos –‘Cque’– señala la inclusión de la conjunción
que. A esta estructura interna responden los conectores: de manera que, de forma que,
de arte que, de modo que y de suerte que.
En el segundo esquema mencionado –P+PRdem+N– la P equivale a una preposición
y la N a un sustantivo del mismo tipo que se mostraba en el primer esquema, pero
interpuesto a ellos aparece el elemento ‘PRdem’, que indica un pronombre demostrativo
como ese/este o esa/esta. En este esquema se incluyen las unidades de esta/esa forma,
de esta/esa manera, de esta/esa suerte y de este/ese modo.
El análisis de todas ellas se realizará en el epígrafe 5, cuya ordenación se ha
establecido según un doble criterio. Por un lado, se ha adoptado un criterio cuantitativo
con el que poder exponer, en primer lugar, aquellas unidades que muestren una
frecuencia de aparición mayor en nuestro corpus y, por otro lado, se ha considerado útil
emplear las bases léxicas que conforman el subconjunto de conectores que se estudia –
es decir, los sustantivos que aparecen en el título del trabajo– para organizar en un
mismo apartado los dos esquemas que pueden constituirse a través de un mismo
nombre. Así, se dedica un primer apartado (§5.1) a los esquemas constituidos a partir
del sustantivo manera, un segundo epígrafe (§5.2) a aquellos conformados a partir del
sustantivo modo, un tercero (§5.3) a las estructuras que contienen el sustantivo suerte,
un cuarto apartado (§5.4) a aquellas que presentan el sustantivo forma y, por último, un
apartado (§5.5) a las que contienen el sustantivo arte. Todas ellas han sido analizadas a
través de una serie de ejemplos recopilados en el corpus que se explica a continuación.

4. CORPUS

El corpus del que partimos está compuesto por un conjunto de documentos


coloniales manuscritos –todavía inéditos14– que se custodian en el Archivo General de
Indias de Sevilla (AGI) en la sección de Gobierno que contiene documentación
procedente de la Audiencia de Quito.
Todos los documentos fueron escritos a lo largo del siglo XVI, XVII y XVIII y fueron
emitidos desde los territorios ultramarinos que concernían a esta Audiencia. Aquellos
que fueron escritos en la Península han sido omitidos con el ánimo de estudiar una
variedad dialectal determinada: la del español en América en los actuales territorios de
Ecuador y en algunos lugares del sur de Colombia –la ciudad de Popayán, por ejemplo,
formaba parte de la jurisdicción de la Audiencia de Quito–.
La modalidad estudiada se restringe, por tanto, a la escrita –como es ineludible en el
estudio lingüístico de cualquier lengua o dialecto de esta época– pero únicamente en un
plano medial y no concepcional, siguiendo la conocida diferenciación entre oralidad y
escrituralidad propuesta por Koch y Oesterreicher (2007[1990]). Para ello se han tenido
en cuenta diversos tipos textuales como las declaraciones de testigos y las cartas –que

14
Un equipo de lingüistas ligados a la Universidad de Neuchâtel bajo la dirección de Juan Pedro Sánchez
Méndez está llevando a cabo una labor de transcripción y edición de algunos de estos documentos que
saldrán publicados en breve. Algunos de ellos ya se pueden consultar en la Red bajo las normas de
transcripción del grupo CHARTA (www.charta.es).

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muestran algunos rasgos más propios de la ‘inmediatez comunicativa’– o decretos y


autos –que se acercan más al llamado polo de la ‘distancia comunicativa’–.
Los ejemplos que se citarán en el análisis se han extraído de una base de datos que
recoge un conjunto de 134 documentos constituido por un total de 1505 caras
manuscritas. Los datos específicos –lugar de procedencia, número de legajo, fecha
exacta, número de caras y tipo documental– de aquellos documentos de los que se ha
extraído algún ejemplo se citan al final del trabajo en el apartado de referencias
bibliográficas dedicado a las fuentes primarias.
Además, se tienen en cuenta los ejemplos encontrados en corpus similares desde el
punto de vista cronológico, sobre todo en aquellas unidades de las que no hayamos
podido documentar ninguna muestra en nuestro corpus.

5. ANÁLISIS

Una de las particularidades del conjunto de conectores consecutivos que se analizan


a continuación es que, desde el punto de vista formal, son una serie de ‘nexos’
compartidos con las oraciones subordinadas impropias –también llamadas
interordinadas– consecutivas. Estos nexos ponen en relación estructuras bimembres –ya
sea en un ámbito oracional o en un ámbito discursivo–, pero en el caso de los conectores
no existe una dependencia sintáctica o una exigencia mutua entre las unidades que se
enlazan, sino que se observa únicamente una dependencia semántica del enunciado que
introduce el conector respecto al enunciado precedente. No obstante, el ‘nexo’ en sí es
prescindible, es decir, su omisión no varía el significado de la relación entre los
enunciados que enlaza, mientras que en el ámbito oracional su elusión sería impensable.
Asimismo, cada uno de los dos esquemas posibles que se han señalado en la
conformación de este conjunto de conectores, también tiene sus propias
particularidades. Los constituidos por el esquema P+N+Cque se caracterizan
sintácticamente por mostrar una escasa movilidad. La posición que ocupan en el
enunciado que introducen es la inicial, frente a la preferencia de otras unidades del
mismo paradigma –como pues– por la posición medial y frente a otros conectores que
pueden ocupar una posición final en el enunciado que introducen –como por
consiguiente o por tanto–. Sin embargo, las unidades conformadas por el esquema
P+PRdem+Cque están dotadas de una mayor movilidad posicional (Herrero Ruiz de
Loizaga 2003: 1755), aunque todos los ejemplos extraídos de nuestro corpus se sitúan
siempre en posición inicial.
Por último, y antes de comenzar el análisis detallado de cada unidad, cabe mencionar
las dificultades metodológicas que entraña el estudio histórico de los marcadores del
discurso15, pues no es siempre evidente discernir entre la función oracional y
extraoracional que adquieren estos elementos y además, no disponemos de una serie de
herramientas que resultarían útiles para su identificación como la utilización de una
puntuación moderna que clarificase las funciones por sus rasgos prosódicos o el acceso
a la introspección de los hablantes que facilitara la reconstrucción del contexto.

5.1 La manera

El sustantivo manera es el más frecuente en la composición de conectores


consecutivos frente a las demás bases léxicas, tanto en el conjunto de unidades

15
No somos, ni mucho menos, los primeros en reseñarlo. Véase al respecto Cano Aguilar (2003), Pons
Rodríguez (2010) o Del Rey Quesada (en prensa), entre otros.

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formadas por el esquema P+N+Cque, como por aquellas que responden al esquema
P+PRdem+N. Autores como Herrero Ruiz de Loizaga (2003, 2006) ya constataron esta
frecuencia en su uso respecto al de otras unidades, rasgo que en nuestro corpus se revela
particularmente pronunciado. Así, de manera que muestra un porcentaje de aparición
mucho mayor que el de las demás variantes que presentan su misma estructura interna,
al igual que de esta manera se manifiesta como la variante más utilizada con su mismo
esquema formal. La tabla 1 recoge los resultados del análisis de nuestro corpus para
ilustrarlo. Los porcentajes que se muestran están realizados en base al conjunto total de
conectores consecutivos recopilados:

Conectores Consecutivos Porcentajes del total


De manera que 44,7%
De esta manera 14,9%
De modo que 19,1%
De este modo 4,3%
De suerte que 12,8%
De esta suerte 0
De forma que 4,3%
De esta forma 0
De arte que 0
De este arte 0

Tabla 1: Porcentajes de cada conector consecutivo

La gramaticalización del sintagma de manera que como locución conjuntiva puede


observarse ya en varios de los ejemplos documentados en los manuscritos del siglo XVI
–como los ejemplos número 1 y 2–. La unidad sintagmática ha adquirido un grado
elevado de fijación entre los elementos que la conforman y no conserva el valor
semántico modal del sustantivo, sino que su significado conceptual se ha difuminado,
en cierto modo, quedando como un matiz secundario frente al valor consecutivo que
contiene la secuencia. De manera que codifica, entonces, un significado ‘instruccional’
–procedimental o computacional–16 frente al significado conceptual que posee cuando
se emplea en el marco de la oración compleja17. La consecuencia o deducción que
introduce la locución tiene una dependencia semántica de la frecuencia anterior, pero la
unidad que la introduce –la locución de manera que– puede omitirse sin que el
significado de los enunciados varíe. El conector consecutivo es, por tanto,
perfectamente prescindible por lo que se diferencia claramente de su homólogo
oracional. Estas características pueden observarse en los dos ejemplos que se exponen a
continuación:

16
No entraremos aquí en la polémica suscitada en torno al tipo de significado que codifican los
marcadores del discurso. Diana Blakemore (1987) fue la primera que señaló en un estudio relevantista la
existencia de un significado procedimental para los marcadores del discurso frente a otras unidades
lingüísticas de significado conceptual. Su teoría ha sido ampliamente discutida por otros especialistas en
la materia lo que le ha llevado a reelaborarla, admitiendo la posibilidad de que algunos marcadores del
discurso conserven el significado conceptual originario de las unidades de las que proceden, además de
adquirir un significado procedimental que codifica una serie de instrucciones.
17
En el ámbito de la oración compleja la unidad de manera que se desglosa en dos. Por un lado, de
manera y por otro la conjunción que, que satura una función dentro de la oración, ya sea primaria en el
caso de que el que sea nominalizador o secundaria cuando el que es relativo. En la llamada oración
compuesta, sin embargo, de manera que es usada ya como una locución conjuntiva. Para una explicación
en detalle de las diferencias sintáctico-discursivas y semántico-pragmáticas de estas unidades en los
marcos oracionales véase Montoro del Arco (2005).

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(1)
Al prinçipios deste año me nonbro Esta audiençia por Juez mayor de bienes de difuntos
y por estar los dineros dellos derramados en dibersas personas De que En esta bisita
abra bien de que dar quenta y no se me Entrego la caja ni los libros hasta prinçipio del
mes de Febrero en este poco tienpo hiçe diligençias con algun uigor. de manera que e
cobrado catorçe u quinçe mill pesos y dellos ynuio A la casa de la contrataçion con los
rrecados y testimonios Como honçe mill pesos de plata Algo mas En seys mill y
treçientos y çinquenta y dos pesos de buen oro de Veynte y dos quilates y medio.[2v3]
(CO. 1, 1575-1599).

(2)
=dixo que este testigo conosçio al Licençiado Xpoual Ferrer de ayala oydor que fue
desta rreal audiençia y saue que El tiempo que siruio En ella de tal Oydor. sirbio bien y
con gran cuydado acudiendo siempre a lo que tocaua a su offiçio y seruir de su
Magestad. y saue este testigo murio muy Pobre y dexo a sus hijos y muger con suma
Pobreza de manera que no se Pudieron pagar sus deudas por la gran Pobreza en que
quedaron la dha su muger E hijos [3v13-14] (INFO. 5, 1600-1624).

Además, la existencia en ambos ejemplos de un complemento circunstancial modal


que precede a la inclusión de la locución –en el primer ejemplo: con algún vigor; y en el
segundo: con suma pobreza– es un indicio más que permite la comprensión de de
manera que como un conector consecutivo.
Otro factor que favorece la interpretación consecutiva de esta unidad es la
modalización de la oración que introduce de manera que. Este parámetro fue señalado
por Girón Alconchel (2004) en el estudio del reanálisis del conector consecutivo conque
y creemos que puede extrapolarse al estudio de otras unidades del mismo paradigma. En
el estudio que nos ofrece este autor, se indica que el significado modal cierra la
trayectoria del cambio semántico –tal y como lo señaló Traugott (1989)– que se produce
de un cambio 'proposicional' a uno 'textual' y por último, 'expresivo'. De ese modo, en
ejemplos como los siguientes –(3) y (4)– se observa que de manera que ya ha adquirido
plena fijación como locución conjuntiva e introduce un enunciado modalizado que
permite extraer una inferencia expresiva del sentido textual en el que se presenta. En el
primer ejemplo (3), el enunciado modalizado está introducido por un atributo subjetivo
(es menester ayuda del cielo y prebençion muy grande) y en el segundo (4), se muestra
a través de un enunciado directivo constituido por una perífrasis modal (viene a ser):

(3)
de que a resultado como dho es tener diferençias con los compañeros, teniendolas con el
sor lce.do sançho de muxica siendo fiscal por seguir a alg.os paniaguados suios, como
siendo tambien oydor de que se temio no biniera a un gran rompimiento porque el dho
s.r oydor muxica llebaba a [ratos] no con muçho sufrim.to estas cossas, que se mediaron
por la prud.a de Mi S. Pres.te y ansimesmo con el lic.do dgo de Zorrilla, de manera que es
menester ayuda del çielo y prebençion muy grande, para que con la altiuez de su
condiçion no suçeda algun escandalo notable[3r26] (INFO. 1, 1600-1624).

(4)
Y de Hordinario le a uisto ocupado en ofos de rreçetor de esta rreal audiençia y otros de
pluma en comisiones dando siempre mayores muestras de su mucha auilidad fidelidad y
buen despacho y mui buena qta de las comisss que se le an encargdo en diferentes
prouinçias de mana q Vie a ser vno de los hombres mas cursados en cosas de pluma q ay
en toda esta tia donde siempre a sido mui estimdo Por el noble proçeder y trato de su
perssa mostrando en ella su nobleza y buenas partes [4r5] (INFO. 2, 1600-1624).

La frecuencia de aparición de la unidad de esta manera es mucho menor que la de la


locución de manera que –tal y como se mostraba en la tabla 1 al comienzo de este

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epígrafe– y en nuestro corpus aparece casi siempre precedida de la conjunción


copulativa y. El pronombre demostrativo que conforma la unidad también presenta
variaciones entre el demostrativo más cercano este/esta o el más distante ese/esa. No
obstante, en todos los ejemplos documentados en nuestro corpus se emplea el
pronombre esta.
En muchas ocasiones, de esta manera adopta un valor conclusivo que cierra una
secuencia o párrafo como se ilustra mediante el ejemplo siguiente:

(5)
mas se gastaran de trezientos pso y todo esto se remediaria conq v alteza con consulta
de su mag obiese aquj y en chile y en las charcas y en el cusco juez de apelaciones q
seria facilmente avrlo de su santidad como en salamanca lo tiene el arçobispo de
santtiago y desta manera no serjan los vasallos de su magtt tan maltratados Como son
en las indjas Robandoles sus honrras y haziendas [2v31] (CO. 10, 1575-1599).

Así, la unidad adquiere distintos valores semánticos según el contexto en el que se


presente.
Una estructura también muy frecuente con el sustantivo manera es la formada por la
preposición por + manera + Cque ya registrada en el siglo XVI en trabajos como el de
Keniston (1937), Herrero Ruiz de Loizaga (2006) y Cano Aguilar (2007). Por el
contrario, autores como Lope Blanch (1984) dudaron en incluir a esta unidad entre los
‘nexos de valor consecutivo’ y se decantaron por atribuirle un valor final. En nuestros
ejemplos, sin embargo, se puede observar su valor como conector consecutivo en el que
introduce un razonamiento que se desprende de lo anteriormente dicho:

(6)
y como se atrabeso la voluntad de V. Md lo acepte, sin embargo de que en aquella
Coiuntura y siempre e juzgado ser esto un negoçio de la maior ossadia y atreuimiento de
quantos un hombre puede emprender porq si dissimula o embarra en los exçessos q A
de uerificar Offende A dios no guarda a V magd la fidelidad que deue y si aprieta para
sacar la Uerdad en limpio inCurre En Un Odio y lance inmortal de los Vissitados de sus
deudos y amigos Sin Una infinidad de testimonios y maldades q salen de los mesmos
Vissitados - Por manera que El premio esta dubdosso y las persecuçiones y
adversidades çiertas - desde el punto q començe la vissita me arme de un sufrimiento y
modestia para los contrastes que podian subçeder para no dar lugar A las tragedias y
escandalos q an subçedido en la uissita del audiençia del nueuo reino [1r12] (C.O. 6,
1575-1599).

El uso más frecuente de esta unidad en nuestro corpus se observa en manuscritos que
contienen algún párrafo referido a la contaduría, en los que por manera que introduce
siempre la cantidad, suma o resultado de los cálculos. Así es frecuente hallarlo en un
enunciado, cuyos verbos son sumar, montar, hallar, etc.:

(7)
Y en dicha foxa del dho libro Rl del dho año en partida del dicho dia nueue de mayo
entraron ciento y nouenta y ocho pesos del dho oro en poluo de los tributos de los
dichos Yndios noanamas del Rio de San Joan
Por manera q las dichas partidas q han entrado en dicha Rl caxa de los dichos tributos
de Yndios de las prouincias del Noanama y del Choco montan tres mil seisçientos y
nouenta y dos pesos quatro [**]mines y seis granos del dicho oro fino en poluo Y
dosçientos sesenta y ocho patacones y seis reales y para que conste doy la presente
remitiendome en lo necessario a los dichos libros reales citados de mandado de dicho
Señor Gouernador y capitan general y la formo en esta dha ciudad de Popayan a veinte
y tres de mayo de mil y sesiscientos y sesenta y dos años [1v29] (R.C. 1, 1650-1674).

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5.2 El modo

La segunda base léxica más utilizada de este conjunto de unidades conectivas es el


sustantivo modo. Sin embargo, su aparición se produce en una fecha posterior respecto a
las demás variantes y además, es un cultismo que tarda en asentarse como locución
sinonímica a la de manera. Según Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 1758) puede hallarse
desde la primera mitad del siglo XV, pero su uso como locución es aún muy reducido
en el siglo XVI. Estos datos se corroboran con lo recopilado en nuestro corpus, ya que no
hemos registrado ningún uso del sustantivo modo ni en el esquema P+N+Cque ni en el
esquema P+PRdem+N, es decir, no lo hemos hallado en su función discursiva como
conector consecutivo.
Aun así, hemos documentado algunos ejemplos de principios del siglo XVII y sobre
todo a lo largo del siglo XVIII. Los porcentajes que corresponden a cada siglo según el
total de unidades conectoras registradas con el sustantivo modo son los siguientes:

Conector consecutivo Siglo XVII Siglo XVIII


De modo que 18,2% 63,5%
De este modo 0 18,2%

Tabla 2: Porcentajes de unidades con el sustantivo modo

De modo que puede utilizarse para introducir una deducción, una consecuencia o una
conclusión de lo previamente relatado, al igual que se observaba en el empleo de la
locución de manera que. Todas las variantes locucionales adquieren las mismas
funciones y los mismos valores semánticos, por lo que no hay diferencias significativas
en su uso, excepto la frecuencia de aparición que presentan. En el ejemplo que se
expone a continuación puede observarse el uso de de modo que como un conector que
introduce las consecuencias e inconvenientes que se deducen de lo expuesto
previamente: como no hay dinero, la Republica «está reducida a la mas deplorable
calamidad». El valor consecutivo está presente junto a un valor conclusivo que finaliza
el párrafo y cierra todo lo relatado con anterioridad:

(8)
El tercer capitulo, que persuade el perjuicio, que ocasiona el estanco se reduce à que
todo el Dinero, ò la maior parte de el, que pudiera correr para el aliuio de tantas
necesidades se ve tambien estancado en estas oficinas: De modo que faltando este giro,
que es el Alma de la Republica, se halla esta reducida à la mas deplorable calamidad.
[7v4] (C.O 1, 1750-1774).

La relación de consecutividad que establece la locución de modo que es clara en


muchos ejemplos, como se puede observar en el que se muestra a continuación, donde
se emplea, además, una locución anafórica de valor causal –por esta razón– que remite
a todo lo enunciado previamente recuperando la causa que se necesita para extraer una
consecuencia:

(9)
al oyr mi parezer se exaspero de ttal suerte que sin àcattar el respectto que se deue
guardar al Ayunttamiento, profirio conttra mi en injuriosas vozes, como todo constta de
los documentos que remitto para su comprouazion; suplicando a V.E rendidamentte se
digne de declarar que estte individuo, no deue entrar en el cauildo, y ttener en el Voz,
votto, ny Asiento, en confomidad de la Ley Munizipal que prohiue el que los
Regimienttos se siruan por sobstitutos, pues aunque por ottra ley se prebiene que el

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Alferz Real solo es para el ministterio de guardar las cosas anexas al ministerio de
àlferasgo y alzar el esttandartte en los dias señalados, pero no para gozar de Uoz, y votto
en las resoluciones del cauildo, porque para esto le hosta la Ley, que prohiue la
inttroduzion de sobsttittutos en los regimientos, por hallarse en su fuerza y uigor, y no
hauerse revocado, de modo que por esta razon se deuen obseruar, ambas Leyes
conziliandose en la forma referida [2v1] (C.O. 3, 1750-1774).

En cuanto al conector consecutivo que presenta el segundo esquema –de este modo–
se han encontrado también algunos ejemplos, si bien en un porcentaje mucho menor –
tal y como se mostraba en la tabla 2–. Entre ellos destacan algunos como el número 10,
donde previamente a la inclusión del conector ha aparecido el mismo sustantivo que la
conforma –modo–:

(10)
consiguio su solicitud auto de esta Real Audiencia para que no se prendiese ninguno por
esta Causa sin primero darle noticia a dho señor embarasando por este medio las
inJusticias y agrauios que les hacian a dhos Yndios los Cobradores de tributos como
para que se Uiese el modo como hauian de pagar sin esta Oprecion, lo que les ha sido
de grande alibio, y de este modo consigue el librarlos de esta molestia, en que
igualmente contribuye, su amorosa lealtad, a que no se perjudique su Magestad en sus
Reales intereses, sin Otras muchas particularidades que Omite el testigo por no hacer
tan dilatada su declaracion. Y que lo que llua dho, y declarado es la verdad, so cargo del
Juramento que tiene fecho en que se afirmo y rratifico [...] [32r8] (INFO. 1, 1725-1749).

La aparición del sustantivo modo parece favorecer la elección del conector de este
modo frente a las demás variantes, pues el escribano, al haber utilizado recientemente
ese sustantivo, lo tendría en mente, por lo que el uso de esa variante le resultaría más
accesible que el de las conformadas por los sustantivos manera, suerte, arte y forma.
Un caso análogo lo constatamos en otro trabajo en relación al empleo de por ello frente
a sus variantes por esto o por eso (Diez Del Corral Areta en prensa). La previa
utilización del pronombre personal parecía favorecer la utilización de por ello frente a
sus demás variantes, mostrando cierta tendencia a la hora de elegir uno u otro conector,
del mismo modo que parece suceder con las variantes constituidas por los sustantivos
modo, manera, suerte, arte y forma.

5.3 La suerte

El índice más alto de aparición en nuestro corpus después de manera y modo, lo


presenta el sustantivo suerte. La diferencia más notable respecto a la variante con modo
es que se documentan varios ejemplos en el siglo XVI, por lo que en nuestro corpus se
muestra como la segunda variante más utilizada en este siglo tras de manera que:

(11)
y no contento con esto fauoreçiendole como a inftimo amigo, con relaçion q hizo a los
inquisidores de lima encareçiendo su saber juizio y prudençia no atendiendo a la calidad
q semejante offio requiere le hizo proueer por comisario del sto offio de suerte q lo tiene
todo no con pequeña murmuraçion y aun reçelo y escandalo de todo el comun y pa mas
nos injuriar no obstante nra contradiçion y repugnançia a quitado la silla del arcno q esta
ausente e puestole en ella, estando mandado por vra mag q no se de silla ni voto en
cabildo al q por vra real persona no fuere presentado [1v31] (C.O. 2, 1575-1599).

(12)
y porque despues aca se ofresçieron en esta çiudad las reboluçiones pasadas sobre el
resçiuimiento de las alcaualas en cuya ocassion como a vro presidente E oydores consta
y a toda esta ciudad es notorio yo siempre fui de paresçer se resçiuiesen las dhas

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Sobre el modo, manera, suerte, forma y arte de conectar 46

alcaualas aconsejando a los regidores y persuadiendoles a ello. de suerte que por esta
causa fui dellos y de quassi todo el comun odiado y por ello alonso moreno bellido y
sus cequaçes me tomaron odio y enemistad y me pretendieron ofender como lo declara
Joan sanchez de xeres en la declaraçion que contra ellos hizo en esta rreal audiençia
[1r12] (INFO. 3, 1575-1599).

En el ejemplo 12, se observa también –tal y como veíamos en el epígrafe 5.2– la


aparición de una locución anafórica de valor causal –por esta causa– que recupera
explícitamente la causa necesaria para que se pueda incluir una consecuencia.
En el español actual el uso de esta locución es aún más escaso, ya que ha quedado
relegado a un ámbito culto y elaborado –como afirma Santos Río (2003: 609)– que
parece impedirle la adquisición de una serie de funciones pragmáticas que presentan con
frecuencia sus variantes de manera que y de modo que.
En cuanto al segundo esquema posible en función conectora –de esta suerte– no se
ha documentado ningún ejemplo, a pesar de que Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 1757)
lo señala con esta función en un corpus de textos dialogados del siglo XVI.

5.4 La forma

En cuanto a los conectores consecutivos formados por el sustantivo forma


documentamos muy pocos ejemplos para el primer esquema –de forma que–.
En algunas ocasiones se utiliza en los mismos contextos en los que documentábamos
por manera que, es decir, en relaciones de cuentas o sumas como se observa en el
ejemplo siguiente:
(13)
En el num.ro Catorçe aVisse de los tratos y Contratos publicos, que han tenido los escriu
de Cam.ra desta Real Audiençia en contrabençion de la prohibiçion q les esta hecha por
Çedula de VM.d su fha en postrero de Agosto de seisçientos y diez y nuebe. Y aunq
entonçes declara algunas partidas de quantidades fueron de poca suma respecto de la
grande q hoy tengo ajustada por escrip.ras pp.cas de contrataçiones y muchas dellas
ilicitas y no permitidas avn en los q pueden tratar y contratar. De forma q hallo. que
montan las Contrataçiones q le an tenido estos escriuos de cam.ra mas de Medio Millon
= en lo qual me sera fuerça probeer del remedio conbeniente en conformidad de lo que
VMd tiene ordenado y mandado por Reales Çedulas Con fuerça de ley Y a mi en mis
Comiss.es [1r29] (INFO. 11, 1600-1624).

El valor modal en el número 13 parece coexistir con el valor consecutivo e incluso


con un valor conclusivo que recoge el resultado que le conduce al autor a ‘probeer del
remedio conveniente’.
Por otro lado, el conector que presenta el segundo esquema –de esta forma– no ha
sido documentado en nuestro corpus. Además, en contraposición con otras formas como
de esta suerte o de este arte tampoco ninguno de los autores que han estudiado estos
conectores en corpus similares la han registrado. Así, por ejemplo, en los trabajos de
Herrero Ruiz de Loizaga (2003, 2006) se compilan algunas muestras con las otras dos
variantes mencionadas, pero ninguna con de esta forma.

5.5 El arte

Por último, mencionamos la variante formada por el sustantivo arte a pesar de que no
hemos recopilado ningún ejemplo en nuestro corpus –ni de arte que ni de este/ese arte–.
Sin embargo, otros autores como Cano Aguilar (2007) y Herrero Ruiz de Loizaga
(2006: 1757) han documentado algunos ejemplos de estos conectores en uno de los

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Elena Diez del Corral Areta 47

siglos que se abarcan en este trabajo: el siglo XVI. No obstante, ambos autores destacan
la escasez de muestras. Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 1757) compila un único
ejemplo en Fray Luis de León (1980)18 para la forma de arte que y algún otro para la
forma de este arte, aunque carecemos del número exacto de muestras19. Por otro lado,
Cano Aguilar (2007) menciona que de arte que –junto a de suerte que– es una variante
muy poco frecuente frente a de manera que, pero no expone ningún ejemplo.
Esta ausencia en la documentación podría reflejar una diferencia dialectal del español
peninsular con el de América, aunque en una búsqueda realizada en el CORDE se han
encontrado algunos ejemplos de esta locución en otras regiones de Hispanoamérica. No
se registra, sin embargo, ni un solo ejemplo en los actuales países de Colombia y
Ecuador, pero quizá estos resultados se deban a las diferencias cuantitativas que existen
en la documentación20. Por tanto, todavía no tenemos datos suficientes para poder
corroborar esta hipótesis.
De cualquier forma, es una locución que cayó en desuso a finales del siglo XVI, por
lo que solo se encuentran algunos ejemplos esporádicos en los siglos XVII y XVIII. Así
pues, esta forma no se menciona en ninguna de las recopilaciones actuales de
marcadores del discurso que sólo comprenden las locuciones formadas a partir de los
sustantivos forma, manera, modo y suerte.

6. CONCLUSIONES

Los conectores son una serie de unidades lingüísticas que si se conocen y se emplean
de manera apropiada, favorecen el procesamiento de la información que se realiza en
cualquier acto comunicativo. Entre ellos existe una subclase conocida como conectores
consecutivos que, como su nombre indica, establecen una relación de consecutividad
entre dos enunciados o miembros discursivos. Dentro de este paradigma hay un
subconjunto de unidades constituidas por una serie de sustantivos abstractos que indican
el ‘modo’ o la ‘manera’ en que se realiza algo. Estas unidades al gramaticalizarse se
desprenden de ese significado conceptual de modalidad que contenían y pasan a adquirir
un valor consecutivo en estructuras ya fijadas como locuciones conjuntivas. Estos
elementos se presentan bajo el esquema P+N+Cque y dada su fijación son inanalizables
en unidades menores.
Otro esquema posible que contiene los sustantivos manera, modo, forma, suerte y
arte y que es capaz de introducir una consecuencia a nivel discursivo es el que
incorpora un pronombre demostrativo entre el sustantivo y la preposición:
P+PRdem+N. Este tipo de conector consecutivo se diferencia del esquema anterior en
que puede ir precedido de una conjunción de coordinación. En nuestro corpus, de hecho,
es prácticamente el único uso que se documenta a excepción de un par de ejemplos
aislados.
Las variantes que presentan este subconjunto de conectores vienen determinadas por
el sustantivo que incorporan. Por este motivo, su análisis se ha estructurado según las

18
La cita bibliográfica exacta la referimos aquí, ya que no es una fuente primaria de nuestro corpus:
LEÓN, Fray Luis de (1980): De los nombres de Cristo. Madrid: Cátedra. [Ed. de Cristóbal Cuevas
García].
19
Sabemos al menos que cita un ejemplo de DE RUEDA, Lope (1992): El Deleitoso y el Registro de
representantes. Madrid: Castalia. [Ed. de José Luis Canet Vallés].
20
No nos detendremos aquí en reseñar las ventajas e inconvenientes del uso de una base de datos como el
CORDE, pero no somos los primeros en reseñar esta diferencia documental entre la Península y el
continente americano. En una simple búsqueda del sintagma de arte que —sin fijarnos esta vez en sus
funciones sintácticas o discursivas— se encuentran 215 ejemplos en España frente a 17 ejemplos en todos
los países de América.

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bases léxicas de los conectores. Asimismo, para su ordenación, se ha tenido en cuenta


un criterio cuantitativo que considerara la frecuencia de aparición en un corpus
constituido por 134 documentos manuscritos procedentes de la Audiencia de Quito y
conservados en el Archivo General de Indias de Sevilla (AGI).
En cuanto al análisis, cabe destacar que todas las variantes presentan usos similares y
adquieren valores idénticos. El rasgo fundamental que las diferencia es la frecuencia de
aparición que presentan. El conector consecutivo más empleado dentro del subgrupo de
unidades estudiadas es el que contiene el sustantivo manera. A él le sigue el
conformado por el sustantivo modo, a pesar de su tardía fecha de aparición, seguido de
la suerte y la forma. En cuanto al arte no ha sido documentado en ninguno de los dos
esquemas posibles en su valor de conector consecutivo, si bien otros autores que han
trabajado con corpus del siglo XVI han recogido ejemplos tanto del conector que
presenta el primer esquema –de arte que– como del que presenta el segundo –de
este/ese arte–. Esta ausencia podría ser una característica dialectal del español en
América, pero no tenemos datos suficientes para poder afirmar esta hipótesis. Por el
momento, y tras los resultados del corpus analizado, solo podemos conformarnos con
haber ofrecido una aproximación descriptiva del uso de estos conectores consecutivos
en un conjunto de documentos coloniales emitidos por la Audiencia de Quito en los
siglos XVI, XVII y XVIII.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Fuentes primarias

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de Quito dando quejas del comportamiento del obispo Fray Pedro de la Peña [Ejemplo (11)].
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Jurado, guardián del convento de San Francisco de Quito sobre las cosas que hay que enmendar en lo
tocante a las doctrinas y otras cuestiones [Ejemplo (6)].
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audiencia en donde informa sobre algunos oficiales de la Real Hacienda como el contador Francisco
de Cáceres y el tesorero Juan Rodríguez de Ocampo [Ejemplo (5)].
(C.O 1, 1750-1774): Quito 348, Quito, 28 de noviembre de 1764 (58 caras): Carta oficial escrita por Don
Francisco de Borja y Larraspuru sobre la ruina en la que está la ciudad de Quito a causa del
establecimiento del real estanco de aguardiente [Ejemplo (8)].
(C.O. 3, 1750-1774): Quito 348, Quito, 29 de octubre de 1762 (4 caras): Copia del original de una carta
escrita por el Doctor Luis de la Cuesta y Zelada sobre la entrada al cabildo del Doctor Francisco de
Berja y sus consecuencias [Ejemplo (9)].
(INFO. 3, 1575-1599): Quito 48, n.3, Quito, 1596 (12 caras): Informaciones de oficio y parte: Pedro Luis
de Costa, abogado de la Audiencia de Quito, vecino de San Francisco de Quito. Información con
parecer [Ejemplo (12)].
(INFO. 1, 1600-1624): Quito 61, Quito, 2 de abril de 1623: Información sobre el proceder de don Manuel
Tello de Velasco oidor de la audiencia de Quito. Declaración de Mathias de Peralta [Ejemplo (3)].
(INFO. 2, 1600-1624): Quito 46, N.39, 1603 (28 caras): Informaciones de oficio y parte: Pedro de Robles,
escribano de juzgado, vecino de Quito. Información con parecer inserto. Declaración de testigo del
capitán Francisco Suarez de Figueroa [Ejemplo (4)].
(INFO. 5, 1600-1624): Quito 49, n29, 1611 (12 caras): Informaciones de oficio y parte: Cristóbal Ferrer
de Ayadla, oidor que fue de la Audiencia de Quito. Información a petición de su mujer Constanza de
Lorroca y sus hijos. Declaración de Diego de Leon Çiça [Ejemplo (2)].
(INFO. 11, 1600-1624): Quito 61, 1623 (23 caras): Información sobre varios asuntos sobre algunas de las
cajas reales de la Audiencia [Ejemplo (13)].
(INFO. 1, 1725-1749): Quito 172, Quito, 27 de mayo de 1732 (90 caras): Información sobre el proceder
del fiscal protector con un indio cacique del pueblo de Tumbaco [Ejemplo (10)].

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(INFO 2, 1725-1749): Quito 172, Quito, (1729): 52 caras): Memorial de Manuel Chinchinilla, indio
connaturalizado en el pueblo de Tumbaco, sobre las obligaciones de pagar la mita a don Pedro Quinda
Lungo [Ejemplo en la nota a pie de página 14].
(R.C. 1, 1650-1674): Quito 67, Popayán, 22 de Mayo de 1672 (2 caras): Relación de cuentas de los
tributos de los Yndios de la Prouincia del Noanamá y de la del Choco enviada por Don Bernardino de
Ubillue [Ejemplo (7)].

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RECIBIDO: 31/07/2011
ACEPTADO: 04/11/2011

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PROCESO DE GRAMATICALIZACIÓN Y SUBJETIVIZACIÓN DE TOMA

MARINA GONZÁLEZ SANZ


Universidad de Sevilla

RESUMEN ABSTRACT
En este artículo ofrecemos una descripción del This article aims at a description of the process of
proceso de gramaticalización sufrido por la unidad grammaticalization suffered by the unit toma.
toma. Basándonos en los casos analizados, Taking as a basis the cases analyzed, extracted from
extraídos del CORDE, definiremos el elemento CORDE, we define the element toma starting with its
toma a partir su vínculo con el receptor. El valor link with the receiver. The value of real appealing
apelativo real se encontraba ya presente en el uso was already present in the original use as a
original como forma conjugada del verbo, y se conjugated form of the verb and maintained in all
mantendrá en todos los usos derivados, aunque con derived uses, but it showed one change: in most
un cambio: en empleos más recientes, encontramos recent uses, we found an evolution in the addressee,
una evolución del receptor, que pasa de instancia passing from communicative instance to discursive
comunicativa a instancia discursiva, instance, making it a ground for the construction of
convirtiéndose así en anclaje para la construcción the speaker's message. Another change we notice is
del mensaje del hablante. Otro cambio que the loss of values corresponding to the original
constatamos es la pérdida de valores verbal form and the development of morphological
correspondientes a la forma verbal originaria y el invariance.
desarrollo de invariabilidad morfológica. Therefore, this study aims to provide a full
Este estudio pretende, por tanto, ofrecer una explanation of the evolution that explains the item's
explicación exhaustiva de la evolución que explica current multi-functionality, as well as the cognitive
la polifuncionalidad actual del elemento, así como process of subjectification, which has assumed the
el proceso cognitivo de subjetivización, que ha appearance of new modal contents.
supuesto la aparición de nuevos contenidos
modales.

PALABRAS CLAVE KEYWORDS


gramaticalización, marcador del discurso, grammaticalization, discourse marker, subjectivity,
subjetivización, toma. toma.

INTRODUCCIÓN

En los últimos años se ha despertado el interés por el estudio de los usos y valores de
los marcadores del discurso (MD). Muestra de este creciente interés son las
publicaciones que están surgiendo (Santos Río 2003; Fuentes 2009; Loureda-Acín
2010), en un intento de profundizar en una categoría tan heterogénea (Martín
Zorraquino 1998: 35).
La mayoría de los MD se crea a partir de categorías léxicas y gramaticales que ya
existen en la lengua, como la verbal (Company 2004: 33). Un ejemplo de ello es el
verbo tomar, que ha sido analizado por Company en la construcción toma ya (2004:
49). En la actualidad, este elemento presenta una amplia variación formal y expresa
interesantes valores comunicativos, que ya describimos (González Sanz en prensa). En
esta ocasión nos ocupamos del proceso de gramaticalización que ha sufrido la unidad: a

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e Historia de la Lengua Española (AJIHLE) ISSN: 1887-3553
Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma 52

partir de los casos analizados, extraídos del CORDE, definiremos el elemento toma desde
su vínculo con el receptor, al contrario que otros elementos como por supuesto u
hombre (Fuentes-Alcaide 1996: 191, 197). El valor apelativo real se encontraba ya
presente en el uso original como forma conjugada del verbo, y se mantendrá en todos
los usos derivados, aunque con un cambio: en empleos más recientes, encontramos una
evolución del receptor, que pasa de instancia comunicativa a instancia discursiva,
convirtiéndose, así, en anclaje para la construcción del mensaje del hablante.
Otro cambio que constatamos en el proceso de gramaticalización reside en la pérdida
de valores correspondientes a la forma verbal originaria y el desarrollo de invariabilidad
morfológica. Como señala Girón Alconchel, los estadios intermedios presentan dos
rasgos destacables: la coexistencia de las propiedades morfosintácticas correspondientes
a la categoría original y las propias de la nueva categoría; y la presencia de «capas
funcionales dentro de un mismo dominio funcional o paradigmático» (2004: 75). En
este sentido, podemos observar en los ejemplos la pérdida de concordancia verbal con el
sujeto del verbo o la falta de variación temporal.
La explicación del proceso se asienta en gran medida en la subjetivización que se
produce en la conceptualización del elemento, hecho que se desprende del uso de
sustantivos no referenciales que funcionan como Objeto Directo del elemento, en lugar
de los nombres referenciales del empleo original. En una etapa intermedia del proceso
observamos, además, un progresivo aumento del contenido modal. Nos situamos en la
etapa de la atenuación en el grado de control del sujeto, previa a la subjetivización total
que supondrá la evolución en elemento interjectivo (Langacker 1999: 152). Este toma
concebido y utilizado como interjección se caracteriza por su aparición como
intervención independiente, propiedad que no estaba en fases anteriores.
Para el estudio del proceso sufrido por el elemento partimos de la teoría de la
gramaticalización, iniciada por Meillet (1912) y Lehmann (1985), quien enumeró los
principales cambios que tienen lugar en el proceso, especialmente en lo referente al
peso, la cohesión y la capacidad de variabilidad del término gramaticalizado. Más tarde,
otros autores han profundizado en esta teoría: Garachana (1999) Octavio de Toledo
(2001-2002) Girón Alconchel (2004) o Traugott- Hopper (1993).

1. PROCESO DE GRAMATICALIZACIÓN Y PRAGMATICALIZACIÓN

Desde los orígenes de la lengua española, el modo imperativo se ha diferenciado del


resto de modos verbales por poseer la capacidad de expresar la modalidad deóntica
apelativa de mandato (Ridruejo 1999: 3215). Garrido (1999: 3910) señala dos
propiedades del modo imperativo: la alusión a acciones que no han ocurrido ni están
ocurriendo, y la referencia directa al oyente. Estos valores aparecen ya en las primeras
muestras del modo imperativo del verbo tomar:

(1)
E después que esto ouiere fecho, deue tomar un poquillo della e metérgela tres vezes en
la boca de aquel que quiere bautizar, deziendo: Toma esta sal, que es para conosçer a
Dios e carrera prouechosa para yr a la vida perdorable. E esto es fecho por grant
sacrificança; ca asy commo la sal desata todas las humidades que son sobejanas en las
cosas, otrosy el saber desfaze todas las durezas e las nesçiedades que los omnes han en
sus coraçones por non creer en la fe de Dios commo deuen.
[CORDE, Alfonso X, Setenario, 1252-1270]

En este primer ejemplo, el Objeto Directo (OD) está formado por un sustantivo
concreto y determinado. El sentido del verbo en este contexto es el de su primera
acepción: «tomar o asir con la mano algo» (DRAE: v. tomar). En otros casos, el OD está

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constituido por un sustantivo de naturaleza abstracta, manteniendo el significado del


verbo en sentido metafórico:

(2)
Et otrossi a la hora del sobimiento & de la apparicion faz assi como yo dire. Toma la
differencia que es entrel sol de la hora sobre que obreste. Si quisieres su ascondimiento;
toma lo que a entrel sol del ponimiento & el sol del ascondimiento. Et otrossi si
quisieres su apparicion;
[CORDE, Maestro Bernardo, Libro de la açafeha, 1277]

El empleo de este verbo es tan frecuente que aparece en contextos muy variados.
Hacemos especial hincapié en la alta frecuencia de aparición en contextos de lucha
física:

(3)
El rrey Bermejo despues que fue preso aquella noche, fue leuado el e don Edriz e los
caualleros que con el fueron presos a la ataraçana. E dende a dos dias el rrey don Pedro
fizolo sacar a vn canpo grande, que es en Seuilla de la parte del alcaçar que dizen
Tablada, al rrey Bermejo cauallero en vn asno vestida vna saya de escarlata que el tenia,
e de los moros treynta e siete, e fizolos todos matar alli. E el rrey don Pedro lo firio
primero de vna lança e dixo assi: "Toma esto por quanto me feziste fazer mala pleytesia
con el rrey de Aragon e perder el castillo de Hariza." E el rrey Bermejo desque se vio
ferido dixo al rrey en su arauigo: "Pequeña caualgada feziste." E fueron ese dia muertos
con el rrey Bermejo en la Tablada treynta e siete caualleros moros que venian con el. E
los caualleros e los de pie, que serian todos fasta trezientos, fueron todos presos e
puestos en la ataraçana. E fue preso aquel moro muy honrrado que venia !, que era de
allen mar, de quien auemos dicho que auia nonbre don Edriz Abenbulula fijo de don
Vzmin.
[CORDE López de Ayala, Crónica del Rey Don Pedro, 1400]

Se observa cómo el hablante emplea el verbo en el sentido de ‘recibir’, complementado


por un OD pronominalizado, que podemos desarrollar como esta lanzada, y que
transmite la idea de simultaneidad entre lo dicho (toma esto) y lo hecho (el golpe).
Acudiremos a este contexto de aparición, especialmente frecuente desde su primera
localización en este texto, datado en 1400, hasta la actualidad, para basar la explicación
que proponemos del proceso de subjetivización que sufre el verbo.
Ya en un texto del siglo XVI, encontramos el empleo como operador modal de la
forma toma:

(4)
Amintas.- Por cierto, assí me ha parecido: siempre muger amiga de toda bondad. Y que
estoy satisfecho de su conversación.
Veturia.- Ya me parece que amanece. Quiero yr a ver en lo que está Berinto, si se
levanta o qué ordena de hazer. ¡Toma, toma! Aún aora de nuevo se está quexando
Cantaflua, como si le pessasse con el juego; pero con todo eso es trabajo, que no creo
que en toda la noche an dormido. Pues si piensa hallar el suelo, será el trabajo del
henchir la tina las hijas de Dánao. Pero quiérome yr un poco a parlar con Amintas, que
él no tiene tan grave la conversación, si la dote de Claudia no se la buelve. Que assí
acontece, 'quando pobres umanos, quando ricos sobervios'.
¿Señor Amintas, dormís?
[CORDE, Anónimo, Comedia Thebayda, 1500]

Podemos comprobar la alteración que han sufrido las propiedades típicas del modo
imperativo que mencionábamos al inicio del epígrafe: la alusión al receptor ya no es
directa. El oyente es el destinatario del comentario modal que efectúa el hablante sobre
un hecho que, además, ya ha tenido o está teniendo lugar en el momento de la

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enunciación: las quejas de una tercera persona no presente en la situación comunicativa.


Esta alusión a acciones simultáneas a la emisión de la forma imperativa es uno de los
casos no prototípicos del verbo, en opinión de Garrido (1999: 3921). Además, es un
operador modal, que señala la actitud subjetiva del hablante sobre lo que ya ha ocurrido,
y cuyo contenido el hablante se dispone a comentar.
El papel discursivo tiene más importancia en el siguiente contexto de aparición, en el
que aumenta el contenido reactivo:

(5)
Celestina: Hija, pues el enamorado qu'está muerto por ti, /k3v/ sabe que es Jesuchristo,
que de amores de redimirte murió por ti. ¡Mira si tienes razón de morir de amores de tal
enamorado!
Poncia: Toma, toma, ¿y ésse es el enamorado? Pensé, en buena fe, que era otro.
Celestina: ¿Y quién havía de ser, bova, diziéndotelo yo?
Poncia: Hi, hi, hi; por mi vida, que pensé que dezías por Sigeril, paje de Felides.
[CORDE, Feliciano de Silva, Segunda Celestina, 1534]

Podemos observar claramente cómo la expresión de toma constituye una reacción a la


información que aparece en la intervención inmediatamente anterior. Funciona como
operador modal, en este caso reafirmativo de la información siguiente. Además,
comprobamos un aumento de la carga exclamativa del hablante. A finales del siglo XVI,
esa modalidad exclamativa se explicita gráficamente:

(6)
Menemno, casado. Menemno, mancebo. Tronchon, esclavo. Audacia, hija de Casandro.
Talega, simple.
Aud: ¿Es verdad esso que me cuentas, Talega?
Tal: ¡Toma si es verdad! ¡Vieras huir a Casandro tu padre y al faldudo de maestre
Averroyz más ligeros que gamos!
Aud: Y a Menemno ¿a dó lo podría yo hallar agora para meterlo secretamente en casa?
Tal: ¿Qué me sé yo? Dios se lo perdone a vuestra mercé y a mí también, porque al
prencipio se podía escusar todo esto. ¡Albricias! ¡Albricias, señora, albricias!
[CORDE, Juan de Timoneda, La Comedia de los Menemnos, 1559]

Si tomamos el texto escrito como correspondiente fiable de la manifestación oral,


podríamos afirmar que la unidad toma está integrada desde los puntos de vista sintáctico
y entonativo en el enunciado exclamativo. Pero, teniendo en cuenta la datación del
documento, no debemos tomar su puntuación como parámetro, debido a la «falta de
correspondencia entre los signos modernos y los empleados por la manuscritura
medieval» (Sánchez-Prieto 1998: 102). Desde este punto de vista, nos encontraríamos
frente a una interjección emotiva que transmite sorpresa, equivalente a la unidad anda.
Al retomar un elemento procedente de la intervención anterior (verdad), se potencia el
énfasis en la reafirmación de la información (Rodríguez Ramalle 2007: 814), la variante
expresiva más frecuente según la clasificación de usos de anda que ofrece Tanghen
(2009: 32). Esta es la única estructura posible para efectuar la combinación exclamativa
con toma. A partir de la primera aparición de la expresión (1559), se hace relativamente
frecuente, especialmente en el siglo XIX, hasta el siglo XX, etapa en que cae en desuso.
Hasta ahora, únicamente habíamos recogido usos dialogales de la forma. El primer
contexto monologal en el que encontramos la unidad aparece en una comedia de 1528:

(7)
De manera
que no erremos la carrera,
dormiré como una infanta:

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vos, çurrón, sed cabeçera;


vos, gabán, seréis la manta.
Con buen tino,
mi fe, pues el sueño vino,
a la he, venga en bonora
que, pues es largo el camino,
bien puedo dormir mediora.
¡Malhadadas,
qué moscas tan endiabladas!
¡oh, qué negras picazones!
¡oh hi de puta, y qué piojadas
que siento en estos ancones!
Si acertara,
te doy fe que te adobara;
mas yo jugaré de maña,
que luego van a la cara.
¡Mal aya tal alimaña!
¡Sant Antón,
con tanta persecución!
Toma, pues, ¿por qué te aquexas?
¡Dios, qué tripas y figón,
en el morro me las dexas!
[CORDE, Jaime de Huete, Comedia tesorina, 1528]

Se trata de un fragmento correspondiente a un monólogo de la Comedia tesorina donde


el personaje de Giliracho se queja de algunos inconvenientes que encuentra a la hora de
dormir. Tenemos, por tanto, la voz de un único hablante que, en un momento de su
discurso, se desdobla para reprocharse a sí mismo lo inoportuno de sus quejas. En este
contexto monologal dialógico, toma refuerza sus funciones como mecanismo discursivo
y argumentativo: sirve de elemento de reacción ante un enunciado anterior y de
intensificador argumentativo, a la manera de modificador realizante (Ducrot 1995: 146-
165; Fuentes-Alcaide 2007: 31), del enunciado siguiente, la pregunta ¿por qué te
aquexas? A partir de este caso, documentado en el siglo XVI, conviven los dos usos de
la unidad toma como operador modal: el propiamente dialógico, que aumenta
progresivamente su contenido reactivo (8), y el monologal dialógico que veíamos en
(7).

(8)
ALMANZOR. Mientras dijiste el romance
me desposé de secreto
con la Infanta doña Urraca.
ZORAIDA. ¿Es cierto?
ALMANZOR. Toma, sí os quiero.
URRACA. ¿Cómo os he de dar la mano,
Almanzor, si vos sois moro?
ALMANZOR. Volviéndome yo cristiano,
y vos mora, yo os adoro;
aquesto, señora, es llano.
[CORDE, Francisco Bernardo de Quirós, Aventuras de don Fruela, 1656]

En lo que se refiere a la datación de las variantes modales de la unidad en su empleo


como operador, podemos afirmar que ambos usos son prácticamente simultáneos en el
tiempo: las muestras extraídas del CORDE señalan una diferencia de treinta años entre el
empleo como operador emotivo y su uso reafirmativo. Tomando como base la teoría de

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma 56

la gramaticalización1, este elemento cumple varios de los requisitos necesarios para que
consideremos que se ha producido el cambio. Durante el transcurso de este tipo de
procesos, los estadios intermedios presentan dos rasgos fundamentales: la coexistencia
de las propiedades morfosintácticas correspondientes a la categoría original y las
propias de la nueva categoría; y la presencia de «capas funcionales dentro de un mismo
dominio funcional o paradigmático» (Girón Alconchel 2004: 75). En este sentido, toma
como operador modal conserva rasgos de la forma verbal de la que procede: el hecho de
que el elemento surja de una forma verbal imperativa parece ser la causa de su carga
apelativa. Los cambios morfosintácticos que se han producido se explican gracias al
reanálisis ocurrido, que consiste en la descategorización de los términos
gramaticalizados, dando como consecuencia una palabra de categoría verbal menor
(Garachana 1999: 165). Gradualmente, la forma toma, originalmente perteneciente a la
categoría verbal, ha ido cumpliendo las funciones de operador, mientras se restringían
sus posibilidades de complementación, se eliminaba su flexión y se especializaba en
cumplir una función discursiva (1999: 166).
Desde el punto de vista semántico, se ha atribuido a esta tranformación la
desaparición de ciertas marcas de significado, afirmación que ha sido matizada por
Garachana: la evolución del término gramaticalizado no solo supone pérdida de
contenido semántico, sino también la adquisición de nuevas marcas de significado
(1999: 161). Es lo que ocurre con toma: ha sufrido la pérdida de ciertas marcas
semánticas (como ‘coger’ o ‘asir’ algo con la mano), pero ha desarrollado el nuevo
sentido metafórico de lanzamiento de ataque verbal en una discusión2. Además, en
todos sus usos muestra capacidad intensificadora: enfatiza el segmento al que alude.
Fonológicamente, no se ha producido ninguna modificación.
El empleo interjectivo, por el contrario, es algo más tardío. Su primera aparición se
remonta a 1615:

(9)
Sobrino: Que me place, tío Benito Repollo.
Tocan la zarabanda.
Capacho: ¡Toma mi abuelo, si es antiguo el baile de la Zarabanda y de la Chacona!
Benito: Ea, sobrino, ténselas tiesas a esa bellaca jodía; pero, si ésta es jodía, ¿cómo vee
estas maravillas?
Chanfalla: Todas las reglas tienen excepción, señor Alcalde.
Suena una trompeta, o corneta dentro del teatro, y entra un furrier de compañías.
Furrier: ¿Quién es aquí el señor Gobernador?
Gobernador: Yo soy. ¿Qué manda vuesa merced?
[CORDE, Cervantes, Entremés del retablo de las maravillas, 1615]

Se trata de una expresión interjectiva compleja, formada por la unidad seguida del
sintagma nominal mi abuelo. Es de tipo emotivo, y en este contexto conlleva valor de
sorpresa. La primera aparición de la interjección aislada, como núcleo de intervención,
aparece en la obra de Calderón De la Barca Andrómeda y Perseo, de 1680:

1
Tomamos la definición que propone Girón Alconchel (director de los proyectos de investigación
Procesos de Gramaticalización en la historia del español, Procesos de Gramaticalización en la historia
del español (II): formación de variedades y Procesos de Gramaticalización en la historia del español
(III): gramaticalización, lexicalización y tradiciones discursivas) para el concepto de gramaticalización:
en sentido estricto, este proceso constituye la «transición gradual de una palabra léxica a un morfema
gramatical afijo»; desde un punto de vista más general, hablamos de «la transición gradual de una forma o
construcción menos gramatical y menos abstracta a otra más gramatical y más abstracta» (2004: 73).
2
Evolución en la que profundizaremos más abajo.

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(10)
Andrómeda: No por eso desconfío.
Agua: Ya, siguiendo su Albedrío,
belleza y Gracia perdió.
Andrómeda: Árbol que frutificó
mi mismo Centro, de ti
gustaré.
Albedrío: ¡Toma!
Andrómeda: ¡Ay de mí!
¿Quién vista y luz me quitó,
vida, alma y sentidos?
(Sale Medusa.)
Medusa: Yo.
[CORDE, Calderón de la Barca, Andrómeda y Perseo, 1680]

El personaje de Albedrío expresa por medio del elemento interjectivo su sorpresa ante el
encanto que acaba de sufrir Andrómeda a manos de Medusa.
La función de toma como intensificador que precede a un sintagma nominal es la
más tardía: el CORDE registra una única concordancia en este sentido a finales del siglo
XIX:

(11)
Viuda de Calvo.- No le creáis... que este las gasta así. (Con efusión.) Si os ha prometido
algo que aumente vuestro bienestar, creed que os lo dará, y no le hagáis maldito caso si
os dice que no es él quien da. ¡Otro más marrullero no existe bajo el sol, que alumbra
tantas maravillas de Dios! Le conozco y a mí no me trastea. Os pondrá mala cara
siempre que os encaje algún beneficio, y procurará haceros creer que lo debéis a otro.
Federico.- (para sí.) Toma ingratitud.
Orozco.- (a LA VIUDA DE CALVO.) Señora, usted me está faltando.
Viuda de Calvo.- Sí, le falto a usted, me le subo a las barbas, no le permito echárselas
de hombre malo, y le arranco la careta. Conmigo, (enarbolando el palo) no le valen a
usted sus maquinaciones infernales.
[CORDE, Pérez Galdós, Realidad. Novela en cinco jornadas, 1889]

Es de resaltar que aparezca en una obra literaria de Pérez Galdós, cuya producción se
ha analizado como una muestra del español coloquial hablado de la época (Vigara
1997). En el CREA, por el contrario, se multiplican los ejemplos de toma seguido de
sustantivo indeterminado:

(12)
-No estamos para nadie, aquí va a ocurrir algo gordo.
-James, aquí estamos muy cerca de la chimenea, no estaríamos más cómodos en el
jardín.
-¿En el jardín en enero, Joan?
-No, quiero que el fuego de mi pasión
-Sí.
-Deje pálido el fuego de la chimenea. ¡Toma pasión! James. ¡Toma! James
[…]
(CREA, s.v. toma, 1986)

(13)
C: [¿pero él– pero él entendía"] dee– de reLOJES" oo?§
A: § ¡QUÉ VA#si lo dijo por cachondeo
§
C: § ¡aahh!§
A: § por cachondearse de mí
C: ¡AYY! ((y él lo dijo)) eso pa cachondeo pues toma cachondeo

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma 58

A: (RISAS) y dice po’l camino dice mil pesetas te doy d’él… si lo quies vender" y mi marido dice
ya no pue(de) venderlo sabemos que es un trasto# pero oye# venderlo pa qué#… y llegando allí
dice dos MIL DOS MIL [dos mil pes– =]
(Val.Es.Co. [RB.37.B.1])

En ambos fragmentos se mantiene el valor apelativo original de la forma verbal, pero el


uso de un sustantivo indeterminado que funciona como OD aporta el matiz de sorpresa,
cuantificando el objeto. Mantiene la posición antepuesta al OD, y se encuentra integrado
en el enunciado desde el punto de vista entonativo. Aquí el significado del verbo ha
dejado de ser referencial: ya no equivale al verbo coger. ¿Toma posee la categoría de
verbo en este tipo de usos? Pensamos que sí, por varias razones: 1) La
pronominalización del OD es aún posible; 2) Tenemos un valor apelativo real, que se
encuentra presente en la interacción; 3) Podemos sustituir la segunda persona del
singular por su equivalente plural en aquellos casos en los que el hablante aluda a más
de un oyente, y la construcción conserva el valor que describíamos. En la etapa que
representan los casos de estos fragmentos observamos, por lo tanto, un progresivo
aumento del contenido modal3.

2. PROCESO DE SUBJETIVIZACIÓN

A partir de la década de los ochenta, dos han sido los enfoques desde los que se ha
profundizado en la teoría de la gramaticalización (Garachana 1999: 159): desde una
vertiente pragmático-discursiva, basada en la idea de que los términos gramaticalizados
son el resultado de la convencionalización de un conjunto de implicaturas
conversacionales (Grice 1975)4; y partiendo de la visión cognitiva procedente de
Langacker (1990) y Lakoff (1987)5. Como concluye Garachana (1999: 170), en la
explicación del cambio es necesario recurrir a factores tanto pragmático-discursivos
como cognitivos, además de tener en cuenta todos los niveles de la descripción
lingüística.
Dentro de la perspectiva cognitiva se ha manejado el concepto de subjetivización
para describir los procesos de gramaticalización (Langacker 1999 y 2000; Traugott
19996). Esta noción es definida por Langacker «in terms of replacement: some
relationship within the objective situation under description is replaced by a comparable
but subjectively construed relationship inherent in the process of conception»
(Langacker 1999: 151). Tiene su origen en la subjetividad, definida por Finegan como
«expression of self and the representation of a speaker`s perspective or point of view in
discourse» (1995: 1). Company ha aplicado este concepto en su explicación de la
evolución que sufren algunos verbos hasta convertirse en marcadores pragmáticos, y ha
señalado un conjunto de cambios semánticos y sintácticos propios del proceso (2004:
35), que tomaremos como guía para explicar el proceso de subjetivización que ha
ocurrido con toma.

3
Entendemos la modalidad como «un contenido semántico pragmático que depende del contexto
enunciativo propiamente, de la propia organización del esquema de comunicación» (Fuentes 1991: 98).
4
En esta línea se sitúan los estudios de Hopper (1987); Bybee (1985); Fleischman (1983); y Traugott
(1982), (1988a) y (1988b) (ápud Garachana 1999: 159).
5
Enfoque seguido fundamentalmente por Claudi y Heine 1986.
6
Como señala Langacker en su artículo, la definición que aportan estos autores al concepto no es la
misma. Langacker considera que la subjetivización es una cuestión de punto de vista (1999: 150),
mientras que Traugott habla fundamentalmente de cambio de dominio (espacio>tiempo;
deóntico>epistémico) (1999: 178).

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El primer cambio que constata Company es el debilitamiento y/o vaciamiento del


significado referencial etimológico original (2004: 37). Se trata de un requisito para
muchos estudiosos indispensable para que se produzca la subjetivización, aunque hay
una cierta polémica en torno a esta propiedad: algunos autores han señalado que las
formas arrastran el significado primigenio, aunque debilitado. ¿Cuál es el caso de toma?
Parece que la relación semántica con el sentido de ‘asir con la mano’ o ‘recibir algo y
hacerse cargo de ello’ está más próxima al uso como operador modal (toma este
argumento como ataque) que al uso como cuantificador (toma protesta social). Es
posible que, siguiendo la hipótesis que plantea Company (2004: nota 18), se haya
establecido una relación de tipo red semántica entre el significado verbal y el
significado discursivo del operador.
La existencia de un cambio de naturaleza metafórica es innegable en el caso de toma.
¿Qué tipo de contexto específico generó el uso discursivo del elemento que analizamos?
Observemos la oposición que se plantea entre los siguientes fragmentos:

(14)
En un forcejeo continuo, Acevedo trata de forzar a Antón y éste se resiste empleando de
cuando en cuando su fuerza masculina, claro que Acevedo, preso como está de pasión,
no nota nada. ¡De tocar nada, ya me he cansado...!
Acevedo: Candela te has entregado a Antón que es idiota. ¿Por qué no, conmigo...?
Anton: (Dándole una bofetada) ¡Toma! ¡De idiota, Antón, no tiene un pelo...!
Acevedo: ¿Le quieres...? ¿Estás ciega por ese mamarracho...?
Anton: ¿Mamarracho...? ¡Te vas a enterar...! (Va hacia una puerta) ¡Antón! ¡Antón,
querido...! ¡Ven, qué me violan...! ¡Qué violan a tu Candela...!
Acevedo saca la pistola.
[CREA, Alonso Millán, J. J., Pasarse de la raya, Madrid: Sgae, 1991]

(15)
C: Pero lo mueve. Dice que la duele pero lo mueve.
A: Pero si lo llevas en el cabestrillo es más fácil.
B: Pero ya no la hace falta.
A: Se la ha puesto el cuello rojo como al los ojos de algunas jóvenes que yo me sé.
B: ¡Toma, qué indirecta!
C: Pues se me ponen los ojos rojos cuando estoy muy cansada y cuando lloro.
A: Y cuando te pintas.
[CREA, Conversación particular (Oral), 1991]

En el primer caso, procedente de una obra de teatro, asistimos a un enfrentamiento


físico entre dos personas. En un momento de la discusión, Antón abofetea a Acevedo, y,
por la acotaciones, sabemos que simultáneamente al golpe el hablante emite la forma
toma, con el sentido de ‘recibir’ el golpe. Estamos ante uno de los usos explícitos del
verbo7. En el segundo fragmento, en cambio, los hablantes protagonizan una discusión
verbal. Tras la emisión de un ataque por parte del hablante A dirigido a C, el emisor B
pondera el ataque por medio de la emisión de toma, esta vez con el significado de
‘recibe este ataque verbal’. El cambio metáforico que subyace se engloba dentro de la
hipótesis enunciada por Lakoff-Johnson (1986 [2009]: 40), por la cual en un
enfrentamiento verbal se maneja la idea una discusión es una guerra. No es que guerra
y discusión sean términos equivalentes; lo que ocurre es que una discusión se estructura
y se describe en parte en términos bélicos: es posible ganar o perder en las discusiones;
el interlocutor se enfoca como oponente; y se atacan y defienden las posiciones
utilizando estrategias. Es más que probable que, en este contexto, se haya producido el

7
Traemos aquí este único caso, pero hemos encontrado multitud de ejemplos similares en el corpus
seleccionado.

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma 60

uso discursivo de toma este contraargumento, para pasar finalmente a convertirse en


inferencia convencional generalizada. Esta relación se documenta desde antiguo, puesto
que la misma idea subyace bajo la definición de la expresión tómate esa, recogida por
Gonzalo Correas (1627), según el cual se emplea «cuando dan algún golpe, o dice a
favor o disfavor» (1627[2000]: 1091).
En lo que se refiere a la pérdida del control agentivo del sujeto, característica propia
de este tipo de procesos (Company 2004: 38), el reanálisis de toma supone un caso
especial: al proceder de una forma verbal imperativa, el sujeto es la segunda persona,
que continúa presente en el carácter apelativo que existe en todos los usos. El hablante
aparece en la emotividad, que también se da, ya sea en mayor o menor medida. El único
caso en el que se pierde el control del sujeto parece ser el uso evaluativo del elemento:

(16)
Luis: ¿Y tú a qué especie perteneces? ¿A la de los fracasados tontos?
José: A la de los marginados tranquilos. Y respecto a lo que ha dicho antes, ha oído la
melodía, pero no la ha interpretado bien. No se trata de mensajes subliminales, eso es
otra cosa, sino de reglas empíricas o "directrices heurísticas".
Rosy: (Con humor, sonriendo.) Toma ya...
Luis: Me has convencido. En vista de eso, ¿podrías traerme zumo de naranja, huevos
con jamón y tostadas?
José: Desde luego. (Se dispone a hacer mutis.)
Luis: O mejor zumo de pomelo y huevos pasados por agua dos minutos.
[CREA, Reina, M.M., Reflejos con cenizas, Madrid: Marsó-Velasco, 1990]

El hablante que emite la construcción no es ni origen ni destinatario de la forma:


únicamente enfatiza el ataque producido por otro hablante.
El proceso cumple la propiedad de la ampliación del carácter de la predicación, en la
medida en que la estructura puede marcar la modalidad de toda la intervención anterior.
Pero, en los casos de usos como cuantificador, la forma toma incide exclusivamente
sobre el segmento que precede. Este hecho no supone un problema para su
consideración dentro de los marcadores del discurso porque, como apunta Martín
Zorraquino (2010: 108), independientemente del segmento al que aluden, «cumplen
siempre un papel no marcado por la función predicativa ni integrado en el contenido
proposicional al que remiten». En cuanto a la fijación y autonomía de la predicación,
debemos atender a la relación que se establece entre el proceso que explicamos y la
existencia de los siguientes enunciados fraseológicos8:

(17)
Encarna.- Respetable pero equivocada visión del problema. Segunda llamada.
Señora 2.- Oiga, pues que a mí también me parece muy bien que los echen. Estamos
merendando un grupo de señoras de Puerta de Hierro y todas opinamos lo mismo.
(Cuelga)
Angustias.- ¡Toma castaña!
Encarna.- Señoras de Puerta de Hierro, señoras de la Vaguada, señoras de la Moraleja,
sólo les pedimos que no ocupen nuestras líneas para que los que realmente nos
comprenden puedan expresar su opinión.
Ceferina.- Claro... a ver qué van a decir las señoronas...
Angustias.- Habrá de todo, mujer.
[CREA, Mendizábal, R., ¡Viva el cuponazo!, Madrid: Sgae, 1992]

8
Entendemos el concepto de enunciados fraseológicos desde la perspectiva de L. Ruiz Gurillo, para la
que estas estructuras son autónomas funcionalmente, frente a las locuciones, que constituyen partes de la
oración (2000: 171).

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(18)
El guardia toma sus notas. No hace preguntas, sabe que los denunciados son propensos
a irse de la lengua, a soltar alguna impertinencia. Cuanto menos se hable con ellos
mejor.
- Buen viaje, señor.
- Gracias, hombre.
Durante los próximos minutos Joe conducirá respetando escrupulosamente el código de
circulación. Después lo olvidará como todo el mundo.
- Anda Joe, toma castaña, para que preguntes por muertos. Si va a ser verdad que da
mala suerte. ¡Quinientas pesetas! Estos no lo hacen por menos. Y, encima, agradecido
¡qué tío más fino! Lo siento, señor, buen viaje, señor, y el papelito, puede usted recurrir
contra la denuncia, contra la sanción, contra...¡Yo qué voy a recurrir si la he metido!
Cambio de rasante. Si viene uno lanzado por detrás me sacude una torta de muerte, eso
es verdad. Quinientas pesetas. Ya veremos si Recalte se las traga. Ha sido en comisión
de servicio, pero si la empresa nos tiene que pagar las meteduras de pata está lista. Y si
yo me hubiese ido a la playa, ¿qué? A ver si encima me va a costar la broma quinientas
pesetas.
[CORDE, Palomino, A., Torremolinos, Gran Hotel, Barcelona: Planeta, 1971]

Según Varela-Kubarth (1994), el hablante emplea esta estructura para indicar «asombro
y sorpresa». Seco et al. (2005: 264) definen la expresión toma castaña como la
manifestación de un sentimiento complacido o confirmación enfática, con frecuencia
irónica, ante un enunciado recientemente emitido, especialmente si va dirigido contra
alguien. Pero podemos intuir que en su origen también figura la relación metafórica de
una discusión es una guerra, si atendemos a la quinta y sexta acepción que proporciona
el DRAE de castaña:

5. f. coloq. Bofetada, cachete.


6. f. coloq. Golpe, trompazo, choque.

Existen numerosas observaciones acerca de toma castaña: DeCesaris-Battaner (2006:


98) clasifican la expresión dentro del grupo de estructuras fijas con sujeto en segunda
persona, y «con carácter retórico y figurado». Desde el punto de vista semántico, es una
de las expresiones fijas que manifiestan emoción (Torrent-Lenzen (2008: 6).
Concretamente, toma castaña expresa sorpresa junto con un componente valorativo
negativo, en opinión de Torrent-Lenzen9 (2008: 6). Este significado se alcanza por
medio del proceso metafórico que mencionábamos antes (una discusión es una
guerra)10. Algo similar ocurre con toma candela, que ha sido menos estudiado11:

(19)
que me decis de el?el mundial que ha hecho cero patatero, todo el mundo le queria
como si fuese ha ganar el solito el mundial y al final kaka de la baca. En el partido de
ayer se jamo todas, no dio una derechas. Un jugador que va de rebote a la seleccion, que
no deberia de haber ido, pues al final toma candela. Y eso si, que se preparen los
aficionados colchoneros que menudo añito van a tener con "ese gran" lateral izquierdo.
Agur
(http://foros.acb.com/viewtopic.php?f=3&t=159990&start=0)

9
El contenido valorativo exclusivamente negativo no se puede extender a toma, puesto que ya vimos un
caso de ponderación positiva.
10
Como indican González-Olza (2007: 221), la metáfora es un procedimiento recurrente para el
desarrollo de la fraseología de una lengua.
11
Un análisis en profundidad de los usos y contextos en los que se emplea toma candela nos permitiría
saber si estamos ante una variante de algún tipo (Zuluaga 1980: 106-110) de la expresión toma castaña.

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Proceso de gramaticalización y subjetivización de toma 62

(20)
Los pedigüeños 03-06-2009 16:46
No fue Aznar quien dijo que los psocialistas eran unos pedigüeños. que España era un
pais grande!. Toma candela la falsedad!. vota izquierda! que esta derecha ultra no te
engañe. con los gobiernos de izquierda españa sacó todos los fondos que hicieron que
este pais esté a la vanguardia mundial en comunicaciones!. si no votamos! ellos se
apoderan de europa! y no les gustan las subvenciones! creo que les gustan más las
comisiones... de con fianza, no?
(http://www.publico.es/espana/229905/el-pp-empieza-a-hablar-de-europa-en-su-ultimo-video)

El último cambio que registra Company es la «pérdida de capacidades sintácticas»


(2004: 40). Esta modificación consiste en la reducción o total desaparición de las
propiedades sintácticas de la forma. El elemento toma ha perdido su carácter verbal, en
tanto que su conjugación se hace imposible. Pero no presenta una total invariabilidad en
su forma, debido a las posibilidades formales que comentábamos arriba (toma ya, toma,
claro). Martín Zorraquino ya ha señalado este rasgo en otros casos (como sin duda),
cuya fijación aún no ha culminado (2010: 105). Concluye que, aunque la invariabilidad
de los marcadores del discurso es un hecho, debemos entenderlo como un criterio
flexible, de manera que la categoría abarque, además de elementos totalmente
lexicalizados, estructuras que muestran una clara tendencia a la fijación.
Debemos destacar la importancia de las Tradiciones Discursivas en el proceso de
gramaticalización que analizamos12, puesto que la transformación semántica de la
unidad se origina exclusivamente en conversaciones cara a cara, es decir, en textos
dialogales.
Se observa, por tanto, un proceso de subjetivización del verbo tomar conjugado en
segunda persona singular del modo imperativo: el significado original, léxico, concreto
y objetivo en palabras de Traugott (1995: 32), ha dado lugar, a partir de su uso repetido
en un contexto concreto (creemos que el de la lucha física), a un sentido gradualmente
más abstracto, pragmático, interpersonal y modal.

3. CONCLUSIONES

A partir del estudio que hemos llevado a cabo, tomando como base los fragmentos
extraídos del CORDE, podemos señalar las siguientes conclusiones:
— Se ha producido un proceso de gramaticalización, teniendo en cuenta que
encontramos muchos de los rasgos necesarios: desemantización, recategorización
en una forma invariable y una diferente distribución entonativa que la forma
original. A partir del vertido del CORDE, ofrecemos la evolución que hemos
detallado. En esquema:

VI ….. VI2 > Op. Modal > Int. > Op. Intensificador

El proceso parte del uso original del verbo en modo imperativo (VI),
complementado por un OD sustantivo concreto. Prácticamente desde los inicios
aparece también seguido de sustantivos abstractos que funcionan como OD,
interpretados en sentido metafórico (VI2). Existe un contexto especial, el de las
discusiones físicas, del que encontramos ejemplos en todas las etapas, y que
supone la base de todo el proceso de subjetivización. La carga subjetiva va
aumentado, hasta presentar los primeros ejemplos de operadores modales (Op.
Modal), en primer lugar de naturaleza emotiva, y poco después reafirmativos.

12
Y en otros procesos diferentes (Brinton 2000: 157).

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Marina González Sanz 63

Existe una variante de operador, que evoluciona en una procedimiento de


formación de enunciados exclamativos (¡Toma si…!), de alta frecuencia hasta el
siglo XIX, pero que desaparece en el primer tercio del siglo XX. El uso interjectivo
(Int.) es de los más tardíos. Procedente seguramente del operador modal emotivo,
esta forma se aparta del enunciado al que pertenece y desarrolla la posiblidad de
formar enunciado como único elemento. El último empleo registrado es como
operador intensificativo (Op. Intensificador) de un sustantivo núcleo de SN; con la
excepción de una forma registrada en 1889, se difunde principalmente a partir de
mediados del siglo XX, hasta la actualidad.
— Desde la perspectiva cognitiva, ha tenido lugar un proceso de subjetivización,
basado en la metáfora una discusión es una guerra, por medio de la cual se ha
producido el paso de la ejecución de un golpe físico al lanzamiento de un ataque
verbal o a la evaluación de un contraargumento emitido por otro hablante,
inmerso en la discusión con un tercero.

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ACEPTADO: 14/07/2011
RECIBIDO: 04/11/2011

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ALGUNAS NOTAS SOBRE EL FUERO DE MADRID

JUAN MANUEL RIBES LORENZO


Universitat de València

RESUMEN ABSTRACT
En los últimos años, el creciente número de The last years, the crescent numbers of studies and
estudios sobre los textos en castellano medieval editions about texts in medieval Castilian has done
que se han ido editando, ha hecho que se tenga that the Fuero de Madrid has fallen into oblivion.
en el olvido el Fuero de Madrid. Es por ello por Consequently, the objective of this succinct study
lo que este escueto estudio tiene como objetivo has an aim observe and, once again, bring it over
observarlo y, una vez más, acercarlo al ojo to the updated philologist with the innovations that
crítico de los filólogos actualizados con las nowadays exist about the theories relative to
novedades que hoy en día hay acerca de la orality and writing in the period of origins of the
oralidad y la escritura en el período de Spanish language. For that, the following analysis
«orígenes» de la lengua castellana. Así, se ha is part of an approach to the founded data. All this,
pretendido teorizar de modo sutil el lenguaje finally, to contribute to studies dedicated to the
encontrado y, a la par, intentar interpretar theories respecting the orality of juridical texts.
también ciertos datos encontrados. Todo ello, en
fin, con tal de contribuir a los estudios dedicados
a la oralización de textos de carácter jurídico-
notarial.

PALABRAS CLAVE KEYWORDS


Castellano de orígenes, Fuero de Madrid, Castilian romance, Fuero de Madrid, Orality and
oralidad y escritura, documentación jurídico- Writing, Juridical texts.
notarial

1. A lo largo de la historia de un núcleo urbano, pocas cosas hay más allá del
recuerdo, si las hubiese, que permanezcan con tanto ahínco y orgullo que sus leyes
locales. Estas, normalmente, cobran más autoridad y respeto cuanto más antiguas sean y
su valor se ve incrementado si, además, son o fueron otorgadas por un monarca. Esta
idea late en la magnífica y ejemplar edición –que aun hoy día debe ser espejo y
referencia en el modo de editar– del Fuero de Madrid1. En el prólogo, Pedro Rico
López, por entonces alcalde de Madrid, lo expone de la siguiente manera:

1
Nos referimos a la edición paleográfica editada por el Archivo de la Villa en 1932, libro que, en este
caso, pertenece al Archivo Personal de Rafael Lapesa Melgar, custodiado en la Biblioteca Valenciana
Nicolau Primitiu, el cual tenía notas manuscritas. La referencia de dicho volumen es la siguiente Rafael
Lapesa / 7316.
También se ha utilizado la edición de 1963, editada por el Archivo de la Villa, y que está bastante
aumentada por los autores de la versión del 32. En este caso concreto, también manuscrita la edición y
conservada asimismo en su Archivo Personal, su referencia es Rafael Lapesa / 5163.

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e Historia de la Lengua Española (AJIHLE) ISSN: 1887-3553
Algunas notas sobre el Fuero de Madrid 68

Si bien existían algunas ediciones del mismo y, ocultas en varias bibliotecas,


diversas copias de la centuria décima-octava, ni unas ni otras respondían a las
exigencias técnicas de la crítica actual. Estimándolo así, y convencido de la necesitad de
divulgar este manuscrito, insigne, entre otras razones, por su contenido y por su
condición de único, me apresuré a alentar y prestar todo el apoyo posible, económico y
moral, al Archivo Municipal, promotor de la presente publicación. Tratándose de un
texto de tantas dificultades, así desde el punto de vista de su contenido jurídico,
relaciones con otros fueros, etc., como en lo que atañe a su idioma, de interés filológico
considerable, pareció conveniente solicitar el concurso de los Sres. D. Galo Sánchez,
Catedrático de Historia del Derecho de la Universidad Central, y D. Rafael Lapesa, del
Centro de Estudios Históricos, para que estudiasen ambos aspectos con la competencia
que el lector podrá fácilmente apreciar (Fuero de Madrid 1932: 5)

Ya, en aquel momento, recalcaba el alcalde algo que se había olvidado en estos
últimos años, que el lenguaje del texto legislativo era de interés filológico. Todo esto
nos ha hecho ver la necesidad de observar el Fuero de nuevo.
De cualquier modo, este conjunto de leyes ya se había editado en unas cuantas
ocasiones2, haciendo, como es esperable durante los siglos XVIII y XIX, un hincapié
notable en el contenido jurídico y en el histórico, relegando con ello a la nada cualquier
aproximación filológica o de otro tipo.
Pero es gracias a esta edición de 1932 con la que se incrementa en pequeña medida el
estudio filológico del compendio legislativo madrileño. Como se ha visto, para ello se
encargó a un filólogo especializado en materias histórico-lingüísticas un estudio breve
para componer un glosario de voces aparecidas en el Fuero. Este análisis tenía como
propósito esclarecer el contenido de las leyes en sí y poder disipar cualquier obscuridad
semántica que conllevaba el texto para el lector no especializado o poco conocedor de
los entresijos de la lengua castellana en un estado muy anterior al momento de la lectura
actual3. Es más, en la edición de 1963, Agustín Gómez Iglesias contribuye a la nueva
edición con una traducción del propio Fuero, expuesta así:
La versión a nuestra lengua del texto original del Fuero de Madrid responde al
intento de lograr una inteligencia más profunda de su contenido y, al propio tiempo,
extender su difusión a un mayor número de lectores; con ser magnífica, la edición de
1932 se hallaba únicamente al alcance de los contados medievalistas, mas no a la de los
estudiosos y devotos de la historia de la Villa, cada día más numerosos (Fuero de
Madrid 1969: 77)

El hecho de que se pretenda «extender su difusión a un mayor número de lectores», y


que «se hallaba únicamente al alcance de los contados medievalistas», hace que el texto
sea en gran medida inalcanzable al lector no versado. Esto no se debe a que el texto

2
Como reza en la cita, «Si bien existían algunas ediciones del mismo y, ocultas en varias bibliotecas,
diversas copias de la centuria décima-octava, ni unas ni otras respondían a las exigencias técnicas de la
crítica actual» Es por ello que en la edición citada y estudiada, aparecen nombradas las cuatro. Son las
que siguen:
a) Antonio Cavanilles, Memoria sobre el Fuero de Madrid, del año 1202, en Memorias de la Real
Academia de la Historia, tomo VIII, Madrid, 1852.
b) José Amador de los Ríos y Juan de Dios de la Rada y Delgado, Historia de la Villa y Corte de
Madrid, I, Madrid, 1860, págs. 445-454.
c) Timoteo Domingo Palacio. Ordenamiento que Madrid hizo en la era de 1240 correspondiente al
año 1202, reinando en Castilla Don Alfonso VIII, en Colección de documentos originales y curiosos
que se custodian en el Archivo de la Villa de Madrid, Madrid, 1871.
d) Timoteo Domingo Palacio. Fueros de Madrid. Año 1202, en Documentos del Archivo general de la
Villa de Madrid, I Madrid, 1888, págs. 19-63.
3
El glosario está precedido por una escueta nota preliminar que luego se verá ampliada en alto grado en
la edición de 1963. Este estudio está situado en las páginas 58 hasta la 73, en la edición de 1932.

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Juan Manuel Ribes Lorenzo 69

conlleve obscuridad semántica, sino que más bien contiene de modo inherente una
dualidad que indica con claridad dos sistemas lingüísticos diferentes pero fusionados a
la vez. Hablo, por supuesto, del latín y del castellano que aparecen en la redacción del
Fuero. Esto es lo que hace que aun para los versados en la materia sea difícil su lectura
o, en otro grado, su realización auténtica en el momento de expedición del texto
legislativo, esto es, su(s) oralización(es) en el tiempo real de su redacción.
En cualquier caso, esta mezcla de sistemas de escritura hizo que los lectores de los
siglos posteriores tuviesen ciertas dudas acerca de lo que allí se exponía, sobre todo en
los lugares donde las grafías no representaban sonidos contemporáneos, sino más bien
sonidos extraños al lector del momento o, en la mayoría de los casos, una equivocación
–o eso se pensaba–. Es entonces donde tienen cabida las posteriores correcciones y
consiguientes adiciones que tanto nos distraen y que, en ocasiones, ocultan cierta
información.
Cierto es que todo texto se circunscribe en dos momentos temporales claros, uno es
el de la redacción o expedición y otro el de la oralización. Esto no implica ni el éxito de
la recepción del texto, es decir, su total comprensión o la de la mayoría de su contenido,
ni, sobre todo, el de la función y consecuencias que conlleve dicha comprensión. Así, en
los casos anteriores, alejados en las coordenadas temporales, la función queda
normalmente desarticulada y por ello también se mantiene deshabilitada la intención de
una descodificación semántica de manera exhaustiva, dando lugar, en adelante, a las
futuras correcciones acerca del texto en sí. En el ejemplo de las carpetillas del Fuero de
Madrid esto cobra una dimensión importante.
Por todo lo que acabamos de mencionar, creemos conveniente analizar el Fuero de
Madrid en aras de poder poner de manifiesto un estudio de este texto en concreto, a
grandes rasgos, pero con una profundización suficiente como para poder extraer
conclusiones claras. Cobrará, pues, sentido vital el lenguaje (o lenguajes) y sus
consecuencias, si las hubiese, como objeto de estudio primordial que es, dentro de las
investigaciones filológicas dedicadas al estudio histórico de la lengua española. Y es
que el Fuero de Madrid está considerado, sin duda alguna, como uno de los textos con
mayor importancia dentro del corpus del estadio lingüístico anterior a la reproducción
textual a alta escala en romance, acaecida durante la segunda mitad del XIII.

2. Inicia Lapesa la «Nota Preliminar» con la siguiente consideración:


El Fuero de Madrid está escrito en una mezcla de latín y romance muy frecuente en
los documentos de fines del siglo XII y principios del XIII. […] El romance […] no había
recibido aun su consagración como lengua culta y la tradición latinizante pesaba
demasiado sobre los letrados y escribas, que, en la prosa, no sabían desprenderse por
completo de ella. El habla cotidiana se introduce en mayor o menor grado en voces y
construcciones, en razón inversa de la cultura del que escribe (Fuero de Madrid 1932:
61)

Obviamente, de estas consideraciones, y no olvidemos que son escritas en 1932, se


desprenden las ideas que rodeaban al Centro de Estudios Históricos y a Ramón
Menéndez Pidal. Con todo, lejos están esos años de la publicación de todos los estudios
sobre oralidad, escritura, grafemática, ortografía, latín y romance, etc., además de toda
la teorización que hay acerca del acto de escribir y las tradiciones discursivas que hoy
en día nos circundan. La antigua idea del «Latín vulgar leonés» y la dualidad del latín
de la gente noble y culta, por un lado, y el romance vulgar que durante el XII-XIII se
convertirá en la lengua de escritos cancillerescos dentro del dominio del rey castellano-
leonés, por otro, fue esbozada por Ramón Menéndez Pidal en su magna obra Orígenes

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Algunas notas sobre el Fuero de Madrid 70

del español; obra que tan solo pretendía llegar hasta el siglo XI, pero que sobrepasó el
umbral que se había trazado de antemano.
Aun así, la data crónica del Fuero que hoy nos ha llegado es posterior al umbral
establecido por el maestro y se acota en el reinado del rey castellano Alfonso VIII. En el
estudio del Fuero, Millares Carlo hace patente que la letra es de inicios del XIII, y que la
data escrita corresponde a la era (hispánica) de 1240, es decir, el año 1202. Pero,
teniendo esto en cuenta, las disposiciones son anteriores en el tiempo, ya que hay
privilegios concedidos por Alfonso VII, el emperador, que son mandadas redactar y
componer en el testigo que se conserva por mediación del Concejo de Madrid, que tenía
la potestad para hacerlo (Fuero de Madrid 1932: 15).
Es decir, la consideración anterior implica que hay varios momentos en el eje
temporal de plasmación de la lengua en el texto: un primer momento que se corresponde
con la redacción de los privilegios otorgados por parte de Alfonso VII, que suponemos
que se copiaron de modo literal; y, un segundo momento, que coincide con la puesta por
escrito de las ampliaciones dispuestas por el Concejo de Madrid, que, en cualquier caso,
no sabemos si fueron escritas originalmente en el año 1202 o si son anteriores. Por
tanto, el manuscrito conservado parece ser una copia que mantiene, como mínimo, tres
intenciones escriturarias diferentes4, es decir, que atañe a un primer momento de
redacción, con un modo de hablar distinto del segundo momento de plasmación gráfica
y, a la par, otro momento más.
Además de los tres períodos de la composición que nos han llegado, no sabemos si
cada redacción se hizo de una tirada o, lo más probable, en varios períodos distintos.
Esto implicaría que los momentos de plasmación también son distintos y, a la vez, que
corresponderían a uno o varios escribas. Lo que sí resulta evidente es que el manuscrito
corresponde a la copia hecha por un solo amanuense hasta el folio 23v, texto que
contiene las disposiciones desde el inicio hasta la CIX. Es, pues, esta parte la que mayor
interés demuestra para los filólogos5, ya que la escritura plasmada está escrita en el
pergamino en 1202 pero, como ya se ha dicho, el lenguaje expresado en las cláusulas es
parcialmente contemporáneo a esa fecha, ya que hay algunas disposiciones anteriores a
dicho año.

3. Partiendo, por tanto, de la consigna establecida arriba, en la que habría tres


secciones temporales no muy alejadas en el paso diacrónico del castellano, no sería
descabellado pensar, quizá, que se podría tratar de un primer texto –las primeras leyes
otorgadas por el favor de Alfonso VII– redactado en latín y que sería transvasado a la
copia de 1202 (no sabemos si de modo directo o, al contrario, habiendo entre un
documento y otro una copia más). Es decir, parte del Fuero podría ser una traducción, o,
mejor dicho, una escritura de unas leyes oralizadas en romance que, a su vez, estarían
traducidas desde el latín. Esto implicaría pensar en un agente oralizador de partida,
traductor del texto latino, texto que, a la par, no sabemos qué grado de pureza latina
contendría. En un segundo momento, el escriba redactor tendría que plasmar lo
escuchado. Con ello, se esboza un panorama nada alentador, pues habría, en este

4
Los momentos de copia e intercalación de leyes y preceptos están explicados en la página 19 de la
edición del Fuero que seguimos, a saber, la de 1932. En ella se advierte que hay recogidas disposiciones
de tres reyes diferentes: Alfonso VII (1126-1157), Alfonso VIII (1158-1214) y Fernando III (1217-1252).
5
Así, las añadiduras posteriores al epígrafe CIX, que corresponden a otras disposiciones son hechas en
fecha posterior a 1202, ya que están copiadas en diferente letra y aprovechando los folios de pergamino
sobrantes del manuscrito, característica de los libros de privilegios y otros manuscritos de índole jurídica
o de derecho local.

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supuesto, dos agentes y tres filtros lingüísticos, a saber, el texto latino primigenio, el
traductor y el escriba.

4. Dicho esto, creemos conveniente hacer una observación general, nada exhaustiva
–aunque lo recomendable sería asistir a un trabajo profundo, discreto y pormenorizado–,
que ayude a esclarecer todos los enigmas –que no son pocos– que encierra el lenguaje
del Fuero de Madrid. En primer lugar, y tomando el atrevimiento, haremos un pequeño
análisis a los microtextos que tiene el Fuero, ya que cada ley es un texto independiente
del otro, aunque formen parte de la misma macroestructura. De este modo, veremos el
orden de las palabras, para poder discernir el orden sintáctico latino del romance, y,
seguidamente, haremos un estudio de algunas notas léxicas que consideramos
interesantes, atendiendo, a la vez, a los niveles fonético-fonológico y gráfico; no
anotaremos todo lo especificado en el Fuero, pues Rafael Lapesa ya lo hizo, de modo
impecable, en el epígrafe dedicado a las notas filológicas en la edición del Fuero de
Madrid de 1963.

5. Juan Antonio Frago Gracia apuntó con gran acierto que ciertos textos de esta
época, los concernientes al siglo XII, prestaban una confusión bastante grande, pues ni se
encuentra en ellos un latín, ni vulgar ni medieval en su totalidad, pero, a la par, tampoco
se encuentra un romance castellano definido. Este autor da una explicación clara y
general de lo que ocurre en aquellos textos:
La categoría del género latino no funciona con el indispensable vigor, sino que bien
lejos de alcanzarlo se halla, e incluso el número no se expresa con la necesaria
exactitud. También se ha visto en ellos que no hay coherencia ninguna en el uso de la
declinación y que la conjugación, aun siendo menos derivada que la flexión nominal,
está frecuentemente cruzada con la romance; del mismo modo, se evidencia una gran
similitud entre su sintaxis y la del vulgar. […] para colmo los corpus en los cuales se
manifiesta están entreverados de léxico románico y descubren una pronunciación, la que
se daría cuando se leyeron, no latina, sino más bien neolatina (Frago Gracia 1997: 82).

Frago Gracia apunta a todos los contratiempos que el Fuero presenta como texto que
queda englobado en una tradición de construcciones textuales de materia judicial en el
ámbito urbano. Es así como las conclusiones de todos los rasgos analizados serán
extensibles a los textos de cariz jurídico dentro de las composiciones de derecho civil de
este tiempo.
Desde el punto de vista sintáctico, es sabido que una de las cosas que conllevaron a
la diferenciación entre el latín y las lenguas romances de la península ibérica, en nuestro
caso el castellano, fue el cambio del orden de constituyentes en la oración. En palabras
de Bustos Tovar:
El componente sintáctico sufrió una transformación radical. Las distinciones de caso
permitían una estructura oracional en la que se podían separar el término regente y el
término regido. Un rasgo tipológico básico del latín era la estructura sujeto-objeto-verbo
(SOV). Las lenguas románicas, basadas en una relación funcional indicada por la
concordancia y la rección preposicional, impusieron la proximidad del término regente
y del término regido. De este modo, la estructura SOV pasó a ser SVO, quizá como
propone Bossong (2003), con un paso intermedio por VSO, que correspondería al latín
tardío y al romance primitivo. Este rasgo del latín es, probablemente, el que le
proporciona mayor carácter distintivo frente a las lenguas románicas (Bustos Tovar
2005: 263).

Así, en el Fuero de Madrid, aunque haya una gran apariencia latina, la sintaxis, es,
sin duda, romance. Solo hay un caso de sintaxis latina y es, ni más ni menos que la

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cláusula de invocación a la divinidad. Dice así: «Sancti Spiritus adsit nobis gratia.
Incipit liber de foris Magerit, vnde diues hac pauperes uiuan in pace». El resto de los
textos, aunque tienen apariencia de palabras latinas, realmente poseen un orden
oracional totalmente romance, aunque las funciones estén marcadas mediante oraciones
subordinadas de gran uso en el Fuero, así, unos ejemplos:
(1) Toto omne qui mesare uel firiere con puno aut cozeſ a uecino aut filio de uecino
in taberna uel in azoche aut in carera aut in quali loco queſierit [IV]
(2) τ ſi non inuenerint c morabetinoſ, illum quod inuenerint diuidant per tres parteſ,
et abſcidant suam manum, et exeat inimico [IX]
(3) Qvi iuntaret bando per contraria de la uilla, et prouatum ei fuerit cum duaſ
teſtemunias pectet XX morabetinoſ [XIX]
(4) Sachan iuſticiaſ de Madrid exidoſ ubi ganato illorum intrent et bibant aquam ſine
dubio [XL]
(5) Todo carnizero o uinadero o meneſtrare qui ſoſpeia ouieren que el coto crebanto,
firmen con II uicinos bonoſ [LXI]
(6) Todo homine quod cortare uinea uel orta aliena in Madrid uel in ſuo termino,
fazer del corpo iuſticia, quomodo de latrone. Similiter, qui caſa cremauerit uel boue aut
baca uel cauallo aut equa aut mulo uel mula aut aſ ino matare per mal querencia [XCI]

No se traen a colación más ejemplos, ya que consideramos que los casos antes
expuestos muestran una sintaxis plenamente romance, a pesar de la semblanza
latinizante que se puede observar en las palabras, en tanto que elementos aislados.
En el nivel sintagmático, encontramos conglomerados escritos en latín, pero en los
que no se observa ya ningún tipo de concordancia casual entre los constituyentes. Hay
algún ejemplo de dativo o ablativo con preposición que se podría haber confundido con
las desinencias en castellano, es decir, -o, -e, -a, con lo que no podríamos asegurar con
certeza si se quiere mantener la desinencia casual o no. Como excepciónes, resulta la
aparición de un dativo o ablativo plural finalizado en -ibus y la del acusativo, único caso
que sí aparece claramente. Una muestra de esto puede observarse en el siguiente elenco
de ejemplos:
(7) τ iurent quod in illa ora ibi fuerunt [VII]
(8) accipiant illum quod inueuerint, et abſcidant ſuam manum [XII]
(9) τ iſto dicat ueritate per la iura quod habet facta; et qui lo enpelare uel pectugada
dederit ei, pectet IIII morabetinoſ, τ hoc cum teſtibuſ [XXIII]
(10) ſedeant ſemper per foro […] por Paſcha foraſ de hereditate [XLII]
(11) Qvalisquicumque homo de Madrid demandaret […] τ ille quod demandat iure
quod non potuit habere directum, reſpondat hodie qui ſtat in illa hereditate [LXVII]

En el nivel morfológico, las letras finales son las que cobran todo el protagonismo,
pues se añaden a algunas palabras ciertas consonantes que el étimo latino no contenía,
por ejemplo, la -t final que pretende señalar la tercera persona del singular de las formas
verbales, algunas de ellas abreviadas, otras representadas por extenso. Estellés (2004 y
2008) hace un estudio sobre estas grafías y la posible interpretación de lectura que
podría tener, aunando las tesis de Roger Wright (1989) y de Nina Catach (1996),
dotando el hecho de la aparición de la -t final como una idea logográfica que serviría
como arcaísmo gráfico en las formas verbales, es decir, se escribiría la -t pero no se
pronunciaría, leyendo la palabra como conjunto y no letra a letra como se hacía en el
latín o en el castellano actual. En todo caso, aunque es una postura favorable en ese
ejemplo concreto, habría otros muchos rasgos que no soportan dicha idea, pues hay
varios ejemplos en el Fuero que no tienen la grafía escrita, ya sea abreviada o
desarrollada. Es cierto que constituyen una pequeña parte, pero son igual de

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significativos6; además, hay otros casos que aún no han sido estudiados con similar
detenimiento.
Pero, con todo, lo que más llama la atención es la sistematicidad de las grafías con
aspecto latino, es decir, hay una correspondencia clara, no siempre biunívoca pero sí
muy corriente, entre un sonido romance y su regresión gráfica hacia el latín, esto es, una
grafía o un dígrafo escrito en el Fuero que ocupa una articulación ya romance tiene su
correspondencia con una grafía o dígrafo latino. A saber:
a) [ĉ] procedente de -KT- latina, es decir, la yod cuarta de primer tipo, donde
aparecerá escrita <-ct->.
En este caso, lo curioso es que la inflexión ocurrida con el cambio queda registrada y
no se reproduce la grafía vocálica latina original. El ejemplo más claro del texto es la
palabra pectet donde se pronunciaba con total seguridad [péĉe]. Otra hecho,
obviamente, será su oralización, ya sea [péĉe], [péktet], [péĉet] o, incluso, [páktet],
teniendo en cuenta que el lector supiese la etimología de esta forma. Otros ejemplos son
factas, [féĉas], nocte, [nóĉe], dictum, [díĉo], pectugada [peĉugáđa]... A pesar de ello, en
ciertas ocasiones se encuentra pechar < PACTĀRE, directo < DIRĒCTUM, eiare <
IECTARET… sin una correlación grafía-sonido totalmente clara, aun procediendo de
étimos que contienen dicha –KT–.
b) [d] intervocálica procedente de -T- latina. Aparecerá en el texto, en contadas
ocasiones, escrita como <-t->.
El primer ejemplo que aparece con creces es el de todo/toto < TŌTUS. La
representación gráfica de la dental oclusiva sorda [d] intervocálica cumple uno de los
preceptos evolutivos del latín al romance, toda consonante oclusiva sorda intervocálica
(salvando excepciones) tiende a sonorizar a causa del contacto de las vocales
colindantes. También traditore [trai̯đór] y, en otro grado, los participios latinos
terminados en -atum > [-ađo], así, probatum, [probáđo], deſornatum, [desornáđo]
‘deshonrado’, etc.
c) Monoptongación del diptongo [au̯] > [o] y que, en el texto, aparecen transcritas
con <-au->.
Sirvan como muestra, el caso de auro, [óro] < AURU, y la forma mauro, [móro] <
MAURU, ‘procedente de Mauritania’, indicadores, sin duda, de una intención de
regresión hacia la forma escrita latina, ya que en estos ejemplos puede encontrarse el
diptongo presente en el étimo latino, junto a la terminación romance.
d) Latinismos gráficos en los que se escribe la vocal tónica breve latina [ŏ] y [ĕ] en -
o- y -e- cuando en realidad ya eran, sin duda, las realizaciones romances diptongadas
[wé] y [jé].
La palabra fierro, ferrum, ferro, mostraría la variatio a causa de la intención
latinizante. Morto [mwérto], fueras, foras [fwéras], petra [pjédra], ben fazer
[bjénfaẑér]7, uernes [ƀjérnes].

6
Algunos casos son los siguientes:
(1) τ pecte el coto [VII]
(2) pecte II morabetinoſ [X]
(3) et si non iuraret, no le reſpondant, et ſi iurare et poſtea lo uencieret [XXXVI]
De todos modos, un gran porcentaje, como ya se ha dicho, tiene la grafía, ya sea de forma etimológica o
simplemente por ultracorrección.
7
Aunque en este caso es aventurado exponer el símbolo fonético que representaría la grafía -z-,
decidimos recoger en nuestro texto la realización que tendrá más tarde, pues sería bastante probable que
hubiese un alto grado de articulaciones palatales, africadas, fricativas, rehilantes… sin tener una
adscripción clara en la representación biunívoca que más tarde llegaría con el scriptorium alfonsí.

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Algunas notas sobre el Fuero de Madrid 74

6. Las anotaciones aquí expuestas simplemente tienen como intención, además de


demostrar el interés grafémico del documento, rescatar del olvido una valiosa fuente a la
espera de un estudio detallado y pormenorizado, como ya se ha dicho antes. No
obstante, somos conscientes de que se sigue utilizando el texto en gran medida, y nos
alegra saberlo, como fuente documental para la recolección de datos de carácter
filológico, con tal de esclarecer las muchas dudas que aún hoy en día nos asisten.
Dichas notas, que hemos esbozado en el epígrafe anterior, llevan a aceptar sin
prejuicios lo que señala Díez de Revenga:
Si, de momento, dejamos a un lado los documentos híbridos que incluyen fórmulas
de encabezamiento y cierre en latín, pero insertan el cuerpo del documento propiamente
dicho en romance o, por el contrario, aquellos que están en romance e incluyen la
reproducción de un privilegio antiguo o cualquier otro tipo de documento en latín,
veremos que los cambios que se observan son graduales y conviven formas
aparentemente latinas con otras romances que reflejan vacilaciones gráficas o cambios
fonológicos y morfosintácticos que, sin duda, se habían producido antes (Díez de
Revenga 2003: 40)

De este modo, aunque habíamos esbozado la posibilidad de una probable traducción


y, quizá, el mantenimiento gráfico del amanuense de las grafías latinas conocidas por él
y que representarían sonidos iguales o parecidos al romance, sabemos que hay diversas
articulaciones romances en la zona de Madrid –suponemos que su redacción fue
acontecida en los dominios del Concejo de Madrid– que se reflejan de diversas maneras,
sobre todo aquellas que atañen a las grafías representativas de las articulaciones
palatales, por lo que no hay en este caso concreto un carácter de regresión gráfica, como
en los ejemplos que antes habíamos explicado.
Barajar la posibilidad de la copia por mediación de una traducción es una visión
fragmentaria que no puede englobar todas las características del texto. Cierto es que
todas y cada una de las diferentes ideas que rodean a la lengua o lenguas de los textos
prealfonsíes se pueden adscribir al texto analizado. Estas ideas agrupan las tesis del
intento de escritura del castellano como primer momento de redacción textual en prosa;
también tiene cabida la idea de la intención diferenciadora entre el latín y el romance sin
saber cómo hacerlo, pues se partía del sistema de escritura conocido, esto es, el alfabeto
latino. Y en última instancia, la querencia de escribir en latín donde influía el grado de
enseñanza del amanuense en cuestión8. A todas ellas, sumamos la idea que Mercedes
Quilis expone acerca de esto:
El problema fundamental que se ha planteado en torno a la plasmación escrita de la
lengua romance es, precisamente, la relación que se establecía entre ésta y el latín en los
siglos de orígenes; si era una relación de bilingüismo o diglosia o, desde planteamientos
más cercanos cronológicamente una situación de monolingüismo completo (Quilis
2008: 198)

En nuestro caso, vemos la necesidad de añadir, además, otra idea. Resulta necesario
tener en cuenta varios factores, sobre todo acerca del texto, pues el corpus que hemos
analizado de modo sutil tiene unos rasgos tipológicos que se deben tener en cuenta, pues
afectan de pleno, como a todo tipo de producción textual, al motivo de la emisión, el
carácter que esta emisión pueda conllevar consigo y todas las implicaciones que rodeen
el hecho de la expedición. Además de ello, la recepción del texto en sí se debe tener en
8
Adela García Valle (en prensa) hace un magnífico y ejemplar recorrido por todas las tesis esbozadas y
argumentadas en el seno de la Filología Española actual acerca de la dualidad entre la oralidad y la
escritura en los orígenes del español. Puesto que en ese trabajo se trazan las líneas argumentales en torno
a dicha dualidad, no estimamos oportuno anotar lo ya expuesto en este y otros excelentes trabajos.

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cuenta, pues está estrechamente ligada a la intención de la emisión del fuero y a las
implicaciones que conlleven su producción.
Si lo ponemos en práctica con dicha composición, nos enfrentamos a un texto
jurídico, como objeto de redacción, que recoge las normas cívicas por las que se debe
regir una comunidad social. Ello conlleva, pues, que las leyes tienen en sí un carácter
inherente de autoridad y que son, o deben ser, seguidas e inviolables por todos; si
ocurriese lo último, deberían ser, además, castigados los que las incumpliesen, según el
valor otorgado por la comunidad. Y, de este modo, el poder queda, además, ampliado
por un hecho sabido por todos : cuanta más antigüedad tenga la disposición jurídica
rectora, más valor y supremacía tendrá en sí misma. Si en suma aplicamos esta idea a
una sociedad donde el derecho era fundamentalmente de tipo consuetudinario, heredado
del Forum Iudicum y de las tradiciones visigóticas traídas por las diferentes gentes
germanas antes de la invasión árabe, logramos tener un dato: el valor lingüístico como
autoridad. Es decir, otorgar a un escrito, con su valor lingüístico, esto es, la lengua de
redacción, un añadido a su valor semántico. Es entonces cuando cobra importancia el
prestigio de la imitación del lenguaje arcaico o antiguo y toda la corriente lingüística
que persigue un conservadurismo en las diferentes lenguas.
Así, es cuando desembocamos de nuevo en la lengua del Fuero de Madrid y su
intención. Si el texto trata de leyes, y las leyes se deben formular en un lenguaje
concreto, y si a este lenguaje se le dota de un carácter más arcaico, se consigue elevar el
grado de autoridad de la ley, sobre todo por su carácter de veneración y respeto que se le
suma, siendo la antigüedad otro factor que se debe añadir. De esta manera, el único
modo de lograr que un texto, sea cual sea su extensión, adquiera ese valor venerable es
escribir el contenido de la redacción con un lenguaje anterior en el tiempo. Asimismo,
otro modo de dotar al texto de carácter venerable es oralizarlo con tal de que la gente lo
interprete con la misma intención arcaizante, otorgándole con ello el peso de la
autoridad.
En el caso del Fuero, el hecho de escribirlo en latín hubiese sido lo correcto como
lengua de cultura y de élite que era; quizá fue redactado así, no olvidemos la posibilidad
de la traducción y copia del latín al castellano, extensible, por otro lado, a otros fueros
locales. Si bien quedaba cercana la noción del Forum Iudicum –en latín– que difería en
el contenido y estaba muy alejado en el tiempo, también estaba presente la idea de que
el latín no era lo que hablaba el pueblo, o, al menos, no el que se leía en la doctrina
cristiana. Fue por ello por lo que en el Concilio de Tours, en 813 y bajo la dirección de
Carlomagno, se optó por la doctrina en el rusticus sermo, es decir, oralizar los sermones
en la lengua hablada o protorromance porque al no existir comprensión de dicho
mensaje, quedaba desarticulada la función del texto litúrgico. Sin embargo, se mantuvo
el latín medieval introducido con la reforma carolingia durante los siglos XI y XII en los
reinos occidentales de la península ibérica para las tareas de alto grado intelectual.
Terminó convirtiéndose así, además, en la lengua franca de la Edad Media para las
tareas de aprendizaje y, sobre todo, de las relaciones internacionales. Es entonces
cuando traemos a colación lo siguiente:
La comprensión de los procesos relativos a la lengua oral y escrita en la Edad Media
se produce en el marco de una sociedad donde el predominio de la voz se hace patente
también en los actos de escritura: no es posible una concepción del texto escrito
medieval sin tener en cuenta tanto los modos de oralización en la composición de la
lengua escrita como los modos de oralización de su lectura (Quilis 2008:197)

En síntesis, que el romance castellano con sus peculiaridades locales hablado en el


centro peninsular durante el siglo XII quedaría revestido, sin saber exactamente el

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motivo, por una fuerte coraza latinizante, pero sin ser por ello ni latín incorrecto ni
intento de escritura romance en su totalidad. Creemos conveniente decir que no es una
idea descabellada sumar los dos rasgos, pues, por un lado, no había todavía tradición de
escritura en prosa de documentos jurídicos en romance, a pesar de que eran necesarios,
ya que el correcto latín clerical y de curia no estaba en el conocimiento de todos. A la
par, tampoco había utilidad en oralizar un latín que los propios vecinos de la comunidad
bajo la jurisprudencia de las leyes en cuestión no entenderían. Asimismo, concluimos
que el texto, independientemente de si es una traducción o no, corresponde a un intento
de escritura romance, como así lo demuestran los intentos de plasmación de las
articulaciones palatales, a la vez, con una intención arcaizante. De ahí se extrae la idea
de la sistematicidad de las regresiones gráficas perseguidas por el/los amanuense/s,
cayendo sin querer en las ultracorrecciones, corrección desde un punto de vista latino,
que eran desconocidas para la mayoría de la población. En suma a lo dicho, hacemos
nuestras las excelentes palabras que García Valle expone:
El lenguaje notarial es un registro especial cuyas pretensiones van más allá de
reflejar el romance cotidiano. De esta manera, los documentos notariales no pretenden
ser un reflejo de la lengua hablada, sino acercarse al latín, y los notarios escriben en un
latín más cuidado si redactan un documento real; es decir, un mismo notario cuida más
su redacción si está escribiendo un documento regio que si se trata de uno privado
(García Valle, en prensa)

Es decir, que lo escrito en el Fuero puede tratarse, y creemos que así es, de ese
registro especial, de ese modo lingüístico de acercarse al latín pero sin ser realmente un
intento (en su totalidad) de reflejar la lengua hablada del momento. Esto es, el lenguaje
del Fuero de Madrid tendría ese registro especial, una especie de registro jurídico-
notarial, que pretende acercarse al latín pero que a su vez se ve necesitado de plasmar
ciertos conocimientos en la lengua hablada del momento para lograr la comprensión
total del objeto en cuestión. Esta autora continúa de este modo:
Muchos notarios mezclaban rasgos de los registros orales con otros patrones escritos
procedentes del latín tardío. El resultado no debe interpretarse como un latín mal
escrito, con errores, sino que ha de valorarse el esfuerzo de estos escribas al iniciar una
redacción parcialmente en romance incluso antes de tener un estándar o de adoptar una
ortografía reformada (García Valle, en prensa)

En fin, certeramente debemos aunar a lo ya expuesto la idea de que tiene cabida el


hecho de que se mantengan ciertos tecnicismos, como explica Díez de Revenga9.
Ciertos hechos latinos o parcialmente latinos pueden considerarse tecnicismos según el
punto de vista de esta autora. En suma, se vislumbra un horizonte con nuevo registro
que, a su vez, tendría ciertas palabras restringidas para su uso, a saber, los tecnicismos
jurídico-notariales expresados en latín. Es decir, habría una imbricación de sistemas
lingüísticos; sería un latín medieval aprendido, utilizado a la par como lengua de la

9
Las palabras de Díez de Revenga nos son de gran utilidad y las alabamos por ser totalmente certeras en
nuestra opinión. Reproducimos un razonamiento válido y esclarecedor para lo analizado en esta
investigación. Muy frecuente es también que en documentos romances, sin necesidad de que se inserten
textos anteriores escritos en latín, se incluyan fórmulas de apertura o cierre en esta última lengua: “Sabida
cosa sea […] Factum est hoc” (La Rioja,1237), en definitiva, algunas formas que se interpretan a menudo
bien como arcaísmos, bien como cultismos, son en realidad tecnicismos. […] En cualquier caso, hay una
diferencia patente entre lengua escrita y lengua hablada y cuando hoy nos leen en voz alta un documento
notarial en el que se ha incluido otrossi, o item no los sustituyen por también ni por del mismo modo,
asimismo respectivamente. (Díez de Revenga 2003: 42-48)

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Iglesia y como koiné de los nobles a nivel supra-romance, dotado de autoridad y de una
cuantiosa producción escrita. A su vez, un romance oral, el castellano en nuestro caso,
que se mezcla a ese latín para ser un modo distinto de redacción y oralización, con una
comprensión clara por parte de los agentes receptores de la información pero dotado con
la autoridad conferida por los residuos latinos de los textos jurídico-notariales.

7. Las conclusiones que se pueden extraer de este pequeño análisis son, por un lado,
que, aunque el texto no esté sujeto a la regularidad gráfica que seguirá en el siglo XIII, sí
tiene muchas pautas sistemáticas que pueden ser indicadoras, en realidad, de una
pronunciación totalmente romance con un barniz latinizante (constante pero relativo,
según los apartados). Que, además, correspondería al nuevo registro jurídico-notarial
apuntado por García Valle, y que, por consiguiente, no debería considerarse un texto
redactado en un mal latín, ni tampoco en un mal castellano, sino con una intención clara
adecuada a su construcción textual. Con todo, es cierto que el texto sigue siendo un
misterio a la hora de interpretar la representación de ciertos sonidos, sobre todo los
palatales; pero, en nuestra opinión, un estudio centrado en él, como ya se ha dicho antes,
nos ayudaría a sacar a la luz, quizá, algún dato nuevo. El texto, en definitiva, ha sido
analizado con el fin de aportar alguna información más, concreta pero sutil, a lo que
Bustos Tovar acepta rotundamente:
La cuestión está en dilucidar si existió un solo tipo de lengua (hablada y escrita) o si
la estratificación lingüística afectaba tanto a la oralidad como a la escritura. La
lingüística moderna ha mostrado de manera evidente que toda lengua vive en la
variación, es decir, que la estratificación lingüística es consustancial a su naturaleza
histórica y social. La evolución del latín al romance se produjo en la lengua hablada,
pero paralelamente la escritura hubo de estar influida por los cambios que se estaban
operando en la lengua hablada. Los textos destinados sólo a aquellos que sabían latín
podían quedar exentos de ese contagio, pero aquellos textos que tenían una función
instrumental, es decir, que debían ser entendidos por gentes no letradas y,
probablemente, escritos por redactores poco doctos […] ofrecen abundantes testimonios
de la lengua hablada (Bustos Tovar 2005: 280)

En definitiva, lo que queda aún por hacer es perseguir una idea clara mediante las
pruebas documentales que nos han sido conservadas gracias a los acicates de la historia,
investigar acerca del lenguaje y ver cómo fue cambiando desde el latín hasta el
castellano de nuestros días.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICA
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RECIBIDO: 29/07/2011
ACEPTADO: 04/11/2011

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LA FORMACIÓN DE LOS LEMARIOS ROMÁNICOS:
EL CASO ESPAÑOL, PORTUGUÉS Y FRANCÉS

IGNACIO VÁZQUEZ*
Universitat de Barcelona

RESUMEN ABSTRACT
Se intenta en este trabajo ver cómo la lexicografía The purpose of this work is to verify that
comparada resuelve algunas de las cuestiones más compared Lexicography is able to solve some of
estudiadas hoy: las fuentes lexicográficas de los the main questions studied in present times: the
diccionarios. No se pretende hacer una crítica al lexicographic sources of dictionaries. It is not
plagio sino demostrar que todos parten de una criticism of plagiarism but the demonstration that
fuente de conocimiento común. Se examinarán los every dictionary starts from a common source of
lemarios de tres lenguas (español, portugués y knowledge. Three lemmaries will be studied
francés) que, hasta cierto punto, comparten la (Spanish, Portuguese and French). They share –to
misma estructura inicial y llegan a ser diferentes some extent– the same initial structure and
en la actualidad pasando por el período enciclo- nowadays they present different patterns, after a
pédico del siglo XIX en que se observa la pre- period in the XIXth century when French
ponderancia de la sapiencia francesa en la técnica (encyclopedist) technique was the predominant
de hacer diccionarios. one.

PALABRAS CLAVE: Lexicografía comparada, KEY WORDS: Compared Lexicography, lemmary,


lemario, español, francés, portugués Spanish, French, Portuguese

INTRODUCCIÓN

Hace ya un tiempo, en un artículo titulado «Aspectos de lexicografía comparada»,


Dolores Corbella y Berta Pico (1997) reflexionaban sobre el avance experimentado por
los estudios lexicográficos y, especialmente, los metalexicográficos dentro del vasto
mundo de la lingüística. El enfoque dado por las investigadoras me pareció revelador
dado el tipo de estudio que vengo realizando en los últimos años: el de la lexicografía
bilingüe, particularmente entre el español y el portugués. Conocer bien la lexicografía
de ambas lenguas es fundamental para entender el entramado surgido de la que las
confronta. La comparación se convierte en el elemento indiscutible de dicha
investigación y, al respecto, las autoras del mencionado artículo dicen:

En una época de atomización de los análisis lingüísticos y de la investigación en


general, en la que disciplinas de carácter histórico-comparado habían sufrido un gran
retroceso, se vuelve a sentir la necesidad de situar de nuevo el todo dentro de su
conjunto, de no perder la perspectiva de lo analizado para valorar en su justa medida
cada pequeña parcela de investigación […] para reconocer parecidos y semejanzas, pero
también rasgos distintivos y diferenciales (ibíd: 143).

*
Correo electrónico: ivazquez@ub.edu

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés 80

El objeto de estudio de la lexicografía es el diccionario. En la cultura europea


occidental en la que estamos inmersos, esa obra en sus diferentes manifestaciones tiene
detrás una historia milenaria con una base común de conocimiento. Cada diccionario
bebe de unas fuentes comunes greco-latinas y medievales que a partir del Renacimiento
se especifican y adecuan a las nuevas lenguas románicas, y precisamente ese hecho no
le permite deslindarse de los demás de su especie. Otra cuestión es la metalexicografía,
mucho más tardía que la lexicografía pero inherente a ella.
Me propongo acercarme a la formación de los lemarios de tres lenguas románicas
que tienen lexicográficamente mucho en común. En lo posible no repararé en la
microestructura ya que me interesa ver cómo se han ido forjando los lemas que se
consideraban fundamentales y que representaban pequeñas parcelas del saber humano
que había que conocer.
El hecho de escoger las tres lenguas referidas responde a la gran cantidad de estudios
y artículos de investigación que redundan en la misma idea: la lexicografía francesa
despega con fuerza en el siglo XVI y las demás lenguas le son deudoras, siendo los casos
español y portugués sus discípulos más evidentes en el siglo XIX; y todavía otra
polémica posterior, se acostumbra afirmar que la lexicografía portuguesa plagia durante
los siglos XVIII y XIX la obra de la Real Academia y la de la denominada lexicografía no
académica.
Esa búsqueda de la originalidad, el querer saber las fuentes lexicográficas, responde
a un punto de vista actual en el que nos parece impensable no mencionarlas. Algunos
autores lo hacen pero son la minoría. Y no considero que se tratase de deslealtad, por lo
menos hasta el siglo XVIII. Ya el XIX está marcado por tácticas comerciales y se dispara
la copia indiscriminada.
El gran compilador del léxico portugués, Raphael Bluteau, especifica las lecturas
hechas para la confección de su Vocabulario portuguez e latino (Coimbra, 1712) pero
no menciona las fuentes. Silvestre (2008: 345) nos recuerda que el tipo de usuario a
quien iban dedicadas estas obras era culto, fundamentalmente filólogos, profesores,
sabios de cualquier disciplina; en definitiva, poco numeroso pero que solía conocer los
grandes compendios del saber europeo. Acopiar en una magna obra los mejores
artículos de las mejores obras y reconocer al autor original a través del nuevo trabajo era
una gran victoria para el lexicógrafo:

Um lexicógrafo é visto como um compilador de «notícias» e não como um criador,


pelo que uma constante reverência [a las fuentes] seria desnecessária. Numa cadeia de
apropriação contínua dos discursos, […], importa preservar a memória das autoridades
que escreveram com propriedade de conhecimento sobre uma matéria, e não a dos que
se limitam a reproduzir em segunda mão.

Sea como fuere, los lemarios actuales de nuestras lenguas acaban de perfilarse
durante la primera mitad del siglo XIX en grandes obras de tipo semienciclopédico y
enciclopédico. Será más tarde cuando se separen los artículos que se refieren a
contenidos lingüísticos y a extralingüísticos, teniendo hoy en día diccionarios de lengua
y diccionarios enciclopédicos. Como se ve, perdura hasta muy tarde la idea original de
las obras lexicográficas medievales: preservar el conocimiento humano.

1. INICIOS DE LA LEXICOGRAFÍA EUROPEA

Las grandes obras de la Antigüedad que transmitían el saber fueron: Dísticos de


Catón el Viejo (S. II a. C.), De lingua latina de Varrón (S. I a. C.), Ars grammatica de
Donato (S. IV) e Institutionum grammaticarum libri XVIII de Prisciano (S. IV).

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La gran enciclopedia de la época antigua es la Historia Naturalis de Plinio (23-79).


Se trata de una obra que sirvió de base a todo el enciclopedismo medieval. Destacan
también las Etimologías (20 volúmenes) de San Isidoro.
En la Alta Edad Media, el latín vulgar había devenido en los diferentes vulgares. Al
mismo tiempo, se convirtió en la lengua de los intelectuales pero como era una lengua
muerta precisaba de materiales didácticos adaptados a esas nuevas necesidades
comunicativas.
Toda la producción escrita en torno a la gramática latina sirvió de base para la
escolarización del latín. Como elemento subsidiario al aprendizaje de la lengua latina y
su gramática se desarrolló la lexicografía. Los diccionaristas eran ante todo gramáticos:

Os dicionários, na lexicografia europeia, nascem da ciência gramatical da Idade


Média. Foram os gramáticos medievais que inventaram os dicionários, alargando ao
léxico o esforço de sistematicidade que vinha caracterizando a elaboração gramatical
desde a antiguidade, e introduzindo nas línguas modernas este instrumento de coesão e
de conhecimento que hoje nos parece indispensável (Verdelho 1995: 26).

Las preocupaciones gramaticales se ceñían a la morfología de las palabras y el


diccionario surgió como apoyo o complemento de los tratados gramaticales. Esa
tradición gramatical y lexicográfica medieval revela una impresionante coherencia en
toda Europa:

Foram, provavelmente, sobretudo, os livros que alicerçaram a unidade europeia. E


entre esses livros, importantes, mais que todos, foram os manuais linguísticos que
estabeleceram e garantiram a base comum de encontro e de comunicação (Verdelho
1995: 27).

Existe una serie mínima de obras que fueron referencia para toda la Europa Medieval
durante siglos: el vocabulario latino de Papias del siglo XI, conocido como Papiae
elementarium, el Panormia o Derivationes de Osborne de Gloucester de finales del
siglo XII, el Liber derivationum de Hugucio de Pisa del siglo XII y el Catholicon (1286)
de Giovanni Balbi de Génova, un vocabulario latino de carácter enciclopédico. La
edición de 1460 servirá de base a toda la lexicografía posterior hasta el advenimiento de
los diccionarios monolingües. Siendo original, se basó en Papias y Pisa1.
La enciclopedia ya no pretende salvar los conocimientos antiguos, sino que se
propone estar al servicio de los nuevos valores humanistas. De mediados del siglo XV
data el Elegantiarum latinae linguae (Venecia, 1444) de Lorenzo Valla y las
Cornucopiae (Venecia, 1489) de Niccolò Perotto; no obstante, la gran tríada
renacentista que influirá en la lexicografía moderna europea fue la compuesta por
Antonio de Nebrija [Lexicon (Salamanca, 1492) y Vocabulario (Salamanca, 1495)],
Ambrogio Calepino [Dictionarium linguae latinae (Reggio, 1502)] y Robert Estienne
[Thesaurus linguae latina (París, 1543), Dictionarium Latinogallicum (París, 1538) y
Dictionnaire françoislatin (París, 1549)].
En definitiva: «A lexicografia bilingue e monolingue dos vernáculos europeus
desenvolveu-se a partir destes dicionários, aproveitando-os para as nomenclaturas»
(Verdelho 1999-2000: 126). La lexicografía europea comienza una nueva andadura.
Véanse las primeras voces en tres de las grandes obras presentadas:

1
Me he apoyado en la lectura de los siguientes textos para apuntalar la información relativa a las fuentes
de algunos de los diccionarios que se tratan en estas páginas: Azorín (2000), Bajo (2000), Bray (1989-91),
Seco (1987/2003) y Verdelho & Silvestre (2007). En cambio, están sin estudiar las fuentes de los
diccionarios portugueses del siglo XIX de las que aventuraré alguna hipótesis.

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[← Boecio, San Isidoro, autores [← Papias, Pisa]


clásicos Terencio…]
PAPIAS (S.XI), Papiae BALBI, Catholicon (1286) 1490] CALEPINO, (1502) [1565]
elementarium
A A A
Aaron (mons fortis) Aaron (nomen summi sacerdotis
apud Hebraeos)
Abba (syrum nomen est > pater) Abba (syrum nomen) Abba (pater)
Abacus uel abax (tabula) Abacus, abax cis Abacus
Ah (uox dolentis)
Abactus [acto rápido] Abactus [acto rápido]
Abactor [ladrón de ganado] Abactores [ladrón de ganado]
Abai (Lulius mensis)
Abi (hebrae lulius)
A.ab.abs.ex (praepositiones) Ab (praepositio) Ab (praep.)
Abbadir (lapis saturnus)
Abbadon (exterminans)
Abanech (cingulu sacerdoti)
Abarim (mons in quo Moyses Abarim (mons in quo obiit
mortuus est) moyses)
Abartenum (inhonestum)
Abbason (infirma domus)
Abbas abbatis (pater mona- Abbas, tis (monachos pater) Abbas, tis (Collegii societatisque
chorum; abba per syriace) magister. Hisp. Abad)
Abatis (mensura) Abatis tus
Abax cis (vide in abacus) Abax, cis
Abbatia (ecclesia ubi est abbas) Abbatia, ae
Abbatissa, ae Abbatissa

Tabla 1: diccionarios latinos

Como se observa, los lemas responden a información, sobre todo, enciclopédica,


aunque no faltan voces del léxico común.

2. LEXICOGRAFÍA ESPAÑOLA, FRANCESA Y PORTUGUESA

Me centraré ya en las obras ‘deudoras’ de ese saber recopilado durante la época


medieval en las tres nuevas lenguas románicas para saber cuáles eran las parcelas del
saber que cada país consideraba en sus diccionarios como principales. Obviamente, no
se tratarán todas las obras, sí una selección de aquellos diccionarios considerados
mejores o mayores por la crítica. Todos ellos han sido objeto de estudio especial y
llenan las páginas de los tratados lexicográficos publicados durante el último tercio del
siglo XX.

2.1. Siglo XV

La lexicografía castellana se inicia con el Universal vocabulario en latín y en


romance de Alonso de Palencia (Sevilla, 1490). La crítica actual afirma que se trata de
una traducción del vocabulario de Papias.
Antonio de Nebrija escribió el Diccionario latino-español (o Lexicon), publicado en
Salamanca en 1492. Apunta Manuel Alvar Ezquerra (1995: 175) que [el diccionario de
Nebrija] «Marca una renovación en lexicografía y la pauta que habrán de seguir en
Occidente los autores de repertorios lexicográficos posteriores». Diversos estudios

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demuestran que, siendo él la autoridad absoluta en la lengua latina, consultó las grandes
obras anteriores.

2.2. Siglo XVI

Es el siglo de la lexicografía bilingüe por excelencia y dan fe de ello los siguientes


diccionarios publicados en Francia y Portugal, que inician sus respectivas lexicografías:
el Dictionarium Latinogallicum de Robert Estienne en 1536 (París) y el Dictionarium
latinolusitanicum de Jerónimo Cardoso en 1569-70 (Coimbra). Sobre las fuentes de este
último, nos dice Bajo Pérez (2000) que se basó en Nebrija.
Durante el mismo periodo, no se publicó en España ninguna obra monolingüe.
Véase como disponen las primeras voces estas obras:

[← Papias] [← Calepino, Papias, [← Calepino muy [← Nebrija]


Nebrija (1492/1495) Perotto, Balbi, autores reformado]
clásicos]
A. DE PALENCIA NEBRIJA (1492) ESTIENNE (1536) CARDOSO (1569/70)
(1490)
A A A A
Abba (nombre de siria, Aa Aage Ab & Abs (preps.)
significa padre)
Abacus vel abax (tabla) Aaa Abaisser Abacus,i. A copeira, ou
mesa de cõtar.
Abacuch (de profeta) Aaron (sacerdote) Abandon Abaculus,i. A peça do
enxadrez.
Abactus (acto remoto) Aaron (hierba) Abandonner/nné/nement Abactor,oris. Ho ladrão
de gado.
Abactor (ladrón de Abad Abastardir Abactio,onis. Ho furto
ganado) de gado.
Abai (julio, quinto Abadessa Abbatre/tement Abactus,us. Ho lança-
mes) mento per força.
Abi (en syria, agosto) Abadia Abbay/yer/yement/yant Abactis. Ho escriuão
iudicial.
A,ab,abs,ex (prep. mis- Abadengo Abbaisser/aissé/aissement Abalieno,as. Estranhar
ma significación) & alhear.
Abdir (piedra que tragó Abadejo (escaravajo) Abbregé/ger Abalienatio,onis. Ho
Saturno. abadir) alheamento.
Abadon (desterrante) Ababar Abbreur/eué/euoir Abambulo,as.
Apertarse.
Abanech (cintura sacer- Abalançarse Abolir/li/lition/lissement Abamita,e. A tia irmaã
dotal) da quarta auó.
Abarim (monte do Aballar Abbomination Abania, pater gratus.
murio Moysen)
Abbas (En la lengua de Abarca (suela) Abonder/dant/dance/ Abaphus,a,um. Cousa
syria Abba por padre) damment por tengir.
Abas (caudillo troyano) Abarcado (calzado con Aborder/dement Abax, idem quo aba-
ella) cus.
Abaso (casa enferma) Abarca (calzado) Aboutir/tissant/tissement Abbarim, mons escel-
sus.
Abaris (mayordomo Abarcado (calzado con Abri Abbas,atis. Ho abbade.
real) ella)

Tabla 2: diccionarios bilingües latín-lengua romance

Excepto en Palencia, los lemarios aun acogiendo algunas entradas de tipo


enciclopédico, se centran ya en realidades lingüísticas propias de cada lengua,
adaptando el latín a estas necesidades.

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2.3. Siglo XVII

Continúa la tendencia de las obras bilingües y multilingües pero surgen los


primeros monolingües al estilo cuasi enciclopédico. Francia muestra una producción
inusitada al respecto y Portugal continúa produciendo obras autóctonas portugués-
latín. Es también el siglo de los lenguajes técnicos.
Sebastián de Covarrubias publicó en 1611 (Madrid) el Tesoro de la lengua
castellana o española, el primer diccionario monolingüe de uso de la lengua
castellana y en el que se inspiró el de la Real Academia. La importancia de este
diccionario radica, en palabras de Seco (1987-1988: 387) en que es «Una de las
llaves imprescindibles para todo el conocimiento de la lengua y la cultura españolas
de las décadas en torno a 1611». Entre sus fuentes, aparte de su propio saber,
destacan la obra de Calepino y el diccionario bilingüe de César Oudin (Trésor des
deux langues espagnole et françoise, París, 1604).
En Francia, se publicó el Thresor de la langue française (París, 1606) de Jean
Nicot, un texto semibilingüe según la terminología de Quemada (1967). Apareció
una obra curiosa, Le grand dictionnaire historique ou le mélange curieux de
l’histoire sacrée et profane (Lyon, 1674) de Louis Moreri; se trata de una
enciclopedia centrada en biografías y hechos históricos. La he considerado en el
listado porque fue ampliamente consultada por los lexicógrafos de los siglos XVIII y
XIX. En 1680 un diccionario ya ofrece las definiciones enteramente en francés, el
Dictionnaire françois contenant les mots et les choses de César-Pierre Richelet
(Ginebra). De 1690 es el Dictionnaire universel de Antoine Furetière (La Haya),
monolingüe y que acoge léxico actual. Dice Bray (1989-1991: 1.801): «La
lexicographie monolingue française de l’époque est une lexicographie spécialisé qui
poursuit et cultive, en l’aménageant, la tradiction du dictionnaire universel telle
qu’elle a pris forme chez Furetière».
En 1694 se publicó el Dictionnaire de l’Académie française (París) hecho a
imagen del italiano de la Crusca de 1612 (Venecia). El mismo año y como
suplemento a dicha obra Thomas Corneille publicó el Dictionnaire des termes des
arts et des sciences (París), compuesto por todo el vocabulario técnico y de
especialización que no se incluyó en el diccionario académico. Todas estas obras
bebieron básicamente de Estienne y Nicot, parcialmente de Covarrubias y el de la
Academia de su homónima italiana.
En Portugal, Bento Pereira publicó en 1634 (Évora) la Prosodia in vocabularium
trilingue, Latinum, Lusitanicum, & Hispanicum digesta y en 1647 (Lisboa) el
Thesouro da lingoa portuguesa, obra que recoge todo el léxico de Cardoso pero
ampliado. La obra de 1634 presenta entradas enciclopédicas al estilo medieval.
Compárese la evolución del lemario de Nebrija a Covarrubias y la diferencia
entre las dos obras de Pereira: la obra de 1634 es eminentemente enciclopédica, en
cambio, la de 1647 se centra en el léxico común portugués:

[← Calepino, Oudin] [← Cardoso, Calepino?] [← Cardoso aumentado]


NEBRIJA (1492) COVARRUBIAS (1611) PEREIRA (1634) PEREIRA (1647)
A A A A
Aa Aaron (sacerdote) Abada vestidura.
Aaa AAA Ab (prep.) Abada animal.
ABABOL Aba,ae. Lugar de Arabia Abade.
Aaron (sacerdote) Abacaeria,ae. Cidade de Abade principal.
Sicilia
Aaron (hierba) Abactor, Abactus, Vide Abadessa.
Abigo

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Abad ABAD Abacuc,i. Profeta Abadia.


Abadessa ABADESA Abacus,i. Copeira Abadinho. Abbatulus,i.
Abadia Abbadon. Hum demonio Abafada cousa.
destruidor Fotus,a,um.
Abadengo Abara,ae. Hum lugar Abafamento.
Praefocatio,onis.
ABADEIO (pez) Abala. Lugar dos Abafar, ou cobrir.
trogloditas
ABADEIO (ave) Abalieno,as. Abafar, ou afogar.
Abadejo (escaravajo) ABADEIO (escaravajo) Abalites. Abainha da borda de
vestidura.
Ababar Abalus. Huma ilha Abainhar
ABAHAR Abambulo,as. Abayxada cousa.
ABAXAR Abarim. Monte dos Abayxar.
Moabitas
Abalançarse ABALANZARSE Abaris. Homem douto Abayxarse.
Aballar Abax,cis. Abayxo.
Abarca (suela) Abba (pater) Aballada cousa.
Abarcado (calzado) Abbas,tis. Abbade Aballar. Demolior,iris.
Abarca (calzado) ABARCA (calzado) Abbatissa. Abbadessa

Tabla 3: diccionarios peninsulares

Compárese, por su parte, la lengua francesa:

[← Estienne muy [← Estienne, Nicot, [← Estienne, Nicot, [← della Crusca (1612)]


reformado] Covarrubias…] Covarrubias…]
NICOT (1606) RICHELET (1680) FURETIÈRE (1690) ACADÉMIE (1694)
A A A A
AAA
Aage. Aetas
Aagé. Grandaeus
Abacuc. M. Caspium
ABADIR. Pierre que
Saturne devora au lieu
de Jupiter.
Abaïe
Abaissé ABBAISSÉ
Abaissement ABAISSEMENT ABBAISSEMENT
Abaisser. Abbaisser Abaisser ABAISSER ABBAISSER
Abbaisser. Demittere
ABAISSEUR
ABALOURDIR
Abbandon ABANDON ABANDON
ABANDONNEMENT ABANDONEMENT
Abbandonner Abandonner ABANDONNER ABANDONNER
ABAQUE.
(Architecture)
ABASSI. Monnaie.

Tabla 4: diccionarios franceses

Como se observa, la lexicografía se centra cada vez más en la lengua propia y no


en el léxico universal, aunque Furetière, tal como ya se ha dicho, comienza a
introducir voces enciclopédicas propias de la cultura europea.

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2.4. Siglo XVIII

Los aires de la Ilustración dan como efecto la fundación de Academias de la


Lengua y sus diccionarios, que en cada país toman un cariz diferente. En España se
torna normativo, en Francia de uso y en Portugal no llegó a publicarse sino un tomo
con la letra a sin consecuencias en la sociedad.
La labor lexicográfica durante el siglo XVIII en España se vio monopolizada por la
Real Academia, institución que publicó el Diccionario de Autoridades entre 1726 y
1739 (Madrid). Y a partir de este, las sucesivas ediciones conocidas como
Diccionario de la Lengua (castellana) / española (DRAE). Consultó los diccionarios
académicos francés e italiano, Covarrubias, Furetière y Richelet.
Entre 1786 y 1793 se publicó el Diccionario castellano con las voces de ciencias
y artes de Esteban Terreros y Pando (Madrid), que a diferencia del diccionario de la
Real Academia, incluye un sinfín de voces técnicas. Se sabe que a mediados de siglo
ya lo había concluido por lo que sus fuentes, entre las que destacan Autoridades, el
diccionario de la Académie, Trévoux, Furetière y toda clase de obras de léxico
parcial especializado, son anteriores a esa fecha. Los tres volúmenes de su
compendio representan en el siglo XVIII la tendencia naciente –y que alcanzará su
máxima cota en el XIX– de los nuevos diccionarios enciclopédicos: se retoma el
saber universal.
En Francia, si la obra de Furetière marcaba los inicios del enciclopedismo, surgía
la primera obra con carácter globalizador que ya anunciaba el trabajo de la
enciclopedia por excelencia: el Dictionnaire universel françois et latin (1704)
compuesto por los jesuitas de Trévoux. Es una obra que plagia la 10ª edición de
Furetière con addendas y que dio paso a la intrusión descarada de la ideología en sus
artículos:

Les interventions des jésuites de Trévoux relèvent, elles, de la lutte idéologique:


le dictionnaire de 1704 est un ouvrage de propagande anti-protestante. Avec le
dictionnaire de Trévoux la lexicographie française découvre le pouvoir qu’elle a de
manipuler les opinions (Bray 1989-1991: 1801).

La obra tuvo mucho éxito pero palideció cuando apareció la Enciclopédie, ou


dictionnaire raisonné des sciences et des arts (1751, París) de Diderot y
D’Alembert, trabajo que mezcla la filosofía y la lexicografía. Se inspiraron en la
idea principal de la Cyclopaedia, or an universal dictionnary of arts and sciences
(1728, Londres) de E. Chambers. Dicho autor pretendía presentar al público lo
esencial del saber humano y la idea cuajó entre los franceses.
Durante el siglo XVIII asistimos a la aparición de los primeros diccionarios
monolingües de la lengua portuguesa. La obra precursora de todos ellos fue el
Vocabulario portuguez e latino (1712-21, Coimbra) de Raphael Bluteau. Fue la base
para los diccionarios siguientes y para componerlo consultó las grandes obras
francesas, Moreri, Furetière, parcialmente Covarrubias y los clásicos.
António de Morais (Moraes) Silva está considerado el gran renovador de la
lexicografía monolingüe portuguesa partiendo del Vocabulario portuguez e latino de
Bluteau. Publicó en 1789 (Lisboa) el Diccionario da lingua portugueza,
despojándolo de toda la información enciclopédica que le pareció superflua.
Por su parte, la Academia Real das Sciencias publicó el Diccionario da Lingoa
portugueza en 1793 (Lisboa), que consta de un único volumen y solo trata la letra a.
La segunda edición del Diccionario da lingua portuguesa de 1813 (Lisboa) está
considerada la obra definitiva de Morais. Apunta Verdelho (1994: 677) que

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“Estamos perante o primeiro dicionário moderno da lexicografía portuguesa”, en el


que se observa que no únicamente usó la obra de Bluteau, también empleó el
diccionario de la Academia Real das Sciencias. Véanse las primeras entradas en los
mencionados diccionarios (se añade Moreri que representa mucha de la información
enciclopédica de que se servirán las obras posteriores):

[← Furetière [← Autorid., [← Moreri1698, [← Bluteau]


10ª ed.] Trévoux, Furetière…
Académie…] (Covarrubias)]
MORERI TRÉVOUX ENCICLOPÉDIE TERREROS BLUTEAU MORAIS
(1674) [1698] (1704-1771) (1751) (1786-93) / (1712) (1789/1813+)
[1721][1771+] AUTORIDADES [← Académie]
(1726-39*) ACADEMIA
(1793 [ACA])
A A A A *A A [ACA] A
AA AA (riviere)
(riviere/source)
AABAM
(plomb)
+AACH (ville) AACH ou ACH
(ville)
+Aacima (V.
cima)
AAD ou Aade +AADA/ Aad, ou Aade
(riviere) AADE (riviere) (rio)
+Aade (V.
ádem = ganso)
+Aadur (V. con
dificultad)
AAHUS (ville) AAHUS (ville)
AALEM ou Aalem (cidade)
Aulen. (ville)
+AALBOURG
+AAM ou AAM (mesure Aam ó Ham
HAAM des liquides) (medida)
AAR ou Arr AAR, ou AHR AAR (riviere) Aar, ou Arr
(riviere) (riviere) (rio)
AARAK (ville) +AARAK Aarac (cidade)
AARASSO +AARASSO Aarasso
(ville) (cidade)
AARBERG +AARBERG
(ville)
AARBOURG Aarburgo
(ville) (cidade)
AARON (frere AARON (nom
de Moyse) (…) propre)
+Aas ( > azas
[de ave])
+AAVORA Aavora (fruta)
(fruit)
AB (5ème mois AB (5ème mois AB (11ème mois Ab (5º mes
des Hebreus) des Hebreux) des Hebreux) hebreo = julio)
AB (mois AB (mois Ab (sir. último
d’Eté) d’Eté) mes del Estío)
Aba (vestido
turco)2

Tabla 5: diccionarios ilustrados

2
El propio Terreros da la fuente en la entrada, dice así: “ABA, vestido que usan los Turcos en lugar de
capa, V. Frai Ant. del Castillo, Viaje de Tierra Santa, c. 4”.

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés 88

2.5. Siglo XIX

Supuso una renovación en la lexicografía, ya que la metodología utilizada era


más rigurosa (más pensada y reflexionada, en definitiva, mostraba los primordios de
la metalexicografía como la entendemos en la actualidad). Este hecho redundó en
una producción extensa de compendios lexicográficos.
En España la Real Academia continuó publicando sus ediciones del DRAE y se
rompió el monopolio que había tenido hasta ese momento al aparecer una serie de
lexicógrafos que compusieron sus diccionarios al margen de la institución.
En París, se publicó en 1846 el Nuevo diccionario de la lengua castellana de
Vicente Salvá. Entre 1846 y 1847 (Madrid) aparece otro de los mejores diccionarios
del XIX, se trata del Diccionario nacional o gran diccionario clásico de la lengua
española de Ramón Joaquín Domínguez, introductor del género enciclopédico. Entre
otras fuentes (como el Dictionnaire universel de la langue française [1834, París] de
Boiste y el Dictionnaire national ou grand dictionnaire critique de la langue
française [1843, París] de Bescherelle), Domínguez se sirvió de la obra de Terreros
y Pando.
Entre 1853 y 1855, la editorial Gaspar y Roig, bajo la coordinación de Eduardo
Chao publicó en Madrid el Diccionario enciclopédico de la lengua española.
Diccionario concebido con las mismas directrices que el de Domínguez es «el que
lleva por primera vez entre nosotros el nombre de Diccionario enciclopédico de la
lengua española» (Seco 1987: 137). El diccionario se benefició de la obra de
Domínguez, acrecentándola en número de entradas e información.
En Francia, el Dictionnaire universel de la langue française (1800, París) de
Pierre Claude Boiste y el Dictionnaire national ou universel de la langue française
(1843, París) de Louis-Nicolas Bescherelle venían a confirmar la tendencia ya
instaurada del enciclopedismo desmedido «embrassant avec l’universalité des mots
français, l’universalité des mots humaines» (Bray 1989-1991: 1.802). En ambas
obras planea la sombra del diccionario de la Académie y el de Furetière.
En Portugal, aparece el Novo Diccionario da Lingua Portugueza (1806, Lisboa)
de la Typographica Rollandiana. En 1818, la Imprensa Régia de Lisboa publicó el
Diccionario Geral da Lingoa portugueza de algibeira. En 1844 (Lisboa) bajo la
autoría de Uma Sociedade de Litteratos se publicó el Diccionario Universal da
Lingua Portugueza, uno de los primeros del nuevo género híbrido de los
diccionarios enciclopédicos que acumula todo el léxico anterior.
Estas obras lusas representan la tendencia europea (francesa) del enciclopedismo
en los pretendidamente llamados diccionarios de lengua, no obstante, no se han
estudiado suficientemente y poco sabemos de sus fuentes. Intentaré en las
conclusiones clarificar la cuestión.
En definitiva, en los tres países –con precedentes diferentes– continuará hasta fin
de siglo la tendencia grandilocuente de los diccionarios globalizadores, universales,
gigantescos. En esta época se llega a la cima de la información incluida en un
diccionario, los lemarios están formados pero la lexicografía comienza a plantearse
ciertas cuestiones al respecto que se irán reflexionando y solucionando a lo largo del
siglo XX.
Véanse los primeros lemas en los referidos diccionarios:

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[← [← [← [←
Enciclopédie, Enciclopédie, Boiste1834 Domínguez,
Furetière…] Boiste, Bescherelle, Terreros,
Furetière…] Terreros, Salvá, DRAE9]
9
DRAE ]
ROLLANDIANA BOISTE (1800) BESCHERELLE UNIVERSAL DOMÍNGUEZ GASPAR Y
(1806) [1834+] (1843) (1844) (1846-47) ROIG
I. RÉGIA (1818+) 1853-55
A A A A A A
+AA AA (numismat.) AA AA AA
+AAA AA ou AAA AAA
(amalgame)
+Aabam (chumbo) +Aabam AABAM Aabam Aabam/ Aabam
(plomb) Aban (plomo)
Aabora
(fruta)
+Aacan (selo, Aacan
timbre) (selo,
timbre)
AACH (rivière Aach
et ville) (cidade)
AACHEN (Aix-
la-Chapelle)
Aacima Aacima
Aacla
(arbusto)
Aade (ganso)
AADE ou AA Aade (rio) Aade (río)
(rivière)
AAGARD Aagard
(philosophe)
AAGESEN Aagesen
(auteur) (escritor)
+Aagiato (sem Aagiato
tutela) (sem tutela)
Aagi-dogii
(monte
turco)
AAHAUS ou Aahus
AHAUS (ville) (cidade)
AAIBA Aaiba
(arbuste) (arbusto)
AAIN-CHARIN Aaimchari
(ville) m (cidade)
AAIN-EL- Aain-el-
GINUM (cité) Ginum
(ciudad)
AAKBÉ DIE- Aakbé Aakbe/
MERET(Myth.) Diemeret
(mit.)
+Aal (planta) AAL (arbre) Aal Aal (árbol) Aal (arbusto)
Aalem ou
Aulem
(cidade)
+Aalma (virgem) Aalma
(virgem)
+Aam ou Haam, Aam ou Ham AAM ou HAM Aam ou Aam Aam
medida (mesure) haam (medida)

Tabla 6: diccionarios decimonónicos

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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés 90

3. CONCLUSIONES

Si bien la muestra de lemas expuesta en cada diccionario es mínima (debido a la


necesidad de acotar este trabajo) y no permite llegar a conclusiones definitivas, sí se
pueden hacer algunas observaciones. Si reparamos en los lemas básicos (a, ábaco,
abad…) se encuentran desde Papias hasta la actualidad. Lemas que hoy buscaríamos en
una enciclopedia al uso (abba/aba, abactor, abai, abadir, abadón, abarin…) [tabla 1]
se mantienen hasta el siglo XVI [tablas 2 y 3]. A partir del XVII cada lengua da entrada a
su léxico específico, manteniéndose algún lema enciclopédico, como acontece en
Furetière (abadir, abassi) [tabla 4]. A partir del siglo XVIII (con el precedente de Moreri,
finales del XVII) se observa la recuperación del léxico de carácter enciclopédico de la
[tabla 1] desaparecido en 3 y 4, fuertemente incrementado con voces biográficas,
topónimos y términos de ciencias y saberes específicos (alquimia, arquitectura,
mitología, etc.) [tabla 5]. Esa tendencia se verá incrementada de modo gigantesco en el
siglo XIX [tabla 6].
Aún haré algunas observaciones más detalladas en relación a estas dos últimas tablas,
los diccionarios de los siglos XVIII y XIX.
De la [tabla 5]:
— todos los topónimos y personajes (excepto Aarón) que aparecen se documentan
en Moreri (1674),
— en el léxico específico, se recupera abba/aba ya documentado desde Papias; ab
(mes) aparece por primera vez en Moreri (1674) y trasciende hasta Terreros
(1786-93); Trévoux (1704-71) registra los lemas aam o ham (medida de
líquidos) y aavora (fruta), el primero tiene continuación en la Enciclopédie
(1751) y en Terreros (1786-93) y el segundo solamente en Terreros; la
Enciclopédie registra aabam (plomo) que tendrá éxito en el siglo XIX.
De la [tabla 6]:
— Bescherelle (1843), Domínguez (1846-47) (en menor medida) y Gaspar y Roig
(1853-55) continúan acumulando topónimos, los de Moreri (1674) y nuevos
(Aacen, Aachen, Aain-Charin y Aain-el-Ginum), al igual que nombres
mitológicos,
— las voces aabam y aam se contemplan en todos los diccionarios,
— el diccionario portugués de la Imprensa Régia (1818) presenta lemas no
registrados anteriormente en Portugal (aacan, aagiato, aal, aalma) que se
recogen en Universal (1844).
En cuanto a las fuentes lexicográficas de todos estos diccionarios, se ha visto a través
de los estudios presentados en la nota nº 1, cuáles eran, excepto los del siglo XIX
portugueses. Para poder afirmar ese dato precioso, se hace totalmente necesario el
estudio y comparación de la microestructura3, pero en estas líneas nos interesa la
recepción de la voz. Conforme a los datos presentados, se podría aseverar en cuanto a
los lemas que comparten las tres lenguas que en la lexicografía portuguesa:
— Morais (1793/1813) se deshace de los lemas toponímicos (Aad, Aalem, Aar,
Aarac…) y enciclopédicos de Bluteau (1712-21) (procedentes de Moreri),
— Rollandiana (1806) presenta el mismo lemario de Morais (1793),
— Imprensa Régia (1818) posee el lemario de Rollandiana (1806) pero
acrecentando léxico portugués por primera vez (aacan, aagiato, al, aalma) y
3
Existe en la actualidad un proyecto de investigación en la universidad de Salzburgo dirigido por el prof.
Dieter Messner (1994-…), Dicionário dos dicionários portugueses, (Universidad de Salzburgo) que
posibilita esa tarea sin haberse llevado aún a cabo.

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acogiendo algunas de las voces nuevas también por vez primera (aabam, aam);
dado que el diccionario es de 1818, anterior a Bescherelle (1843), Domínguez
(1846-47) y Gaspar y Roig (1753-55), y que las únicas obras que acogen el lema
son la Enciclopédie (1751) y Boiste (1800), debió recurrir a uno de ellos; para el
segundo existen cuatro hipótesis, Trévoux (1704-1771), Enciclopédie (1751),
Terreros (1789-93) o Boiste (1800),
— Universal (1844) presenta todo el lemario de Imprensa Régia (1818) y
muchísimo léxico nuevo que aparece en Bescherelle (1843), obra que registra
bastantes por primera vez (Aain-Charin, Aain-el-Ginum), siendo este dato
determinante para establecer que es la fuente principal,
— Rollandiana (1806), Imprensa Régia (1818) y Universal (1844) (de tipo
enciclopédico en gradación ascendente) son anteriores a los dos grandes
diccionarios españoles de las mismas características, Domínguez (1846-47) y
Gaspar y Roig (1853-55), no pudiendo haber servido de base. Covarrubias
(1611), Autoridades (1726-39) y Terreros (1789-93) pueden haberlo hecho en la
microestructura general pero no parece probable que lo hiciesen en la selección
principal del lemario.
Ampliando el campo de acción, las obras españolas y portuguesas demuestran su
deuda con la lexicografía francesa. En el caso español, Gaspar y Roig (1853-55) bebe de
Domínguez (1846-47) pero también, y mucho, de Bescherelle (1843), quien a su vez se
fijó en Boiste (1800), Enciclopédie (1751), Furetière (1690), obra que a su vez… y así
podría continuar hasta, prácticamente, llegar a Catón el Viejo o Varrón.
El despunte de la lexicografía francesa en el siglo XVI, con una producción intensa
sobre la propia lengua en el XVII y reinventándose con el enciclopedismo a finales del
XVIII y del XIX implica la conciencia del poder de la lengua (sobre todo, en los periodos
anterior y posterior a la Revolución, con la lengua se difundían los ideales). Ese punto
de vista, muy centrado en general en el uso, en la descripción (más que en la
prescripción) provocó un estudio continuado de la lengua y de los instrumentos que se
creían mejores para difundirla, los diccionarios. Así, la lexicografía francesa, sin
barreras, avanzó en la práctica y reflexión de esa disciplina, mientras las peninsulares se
anquilosaban: la española debido a la presencia prescriptiva de la RAE (a pesar de los
inicios espectaculares con el Diccionario de Autoridades) y la portuguesa por la tardía
aparición de su lexicografía monolingüe. No es de extrañar que el proyecto francés, más
desarrollado, se convirtiese en modelo a seguir.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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internationales Handbuch zur Lexicographie/Dictionaries, Hausmann, Reichmann, Wiegand y Zgusta
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© Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía Res Diachronicae, vol. 9, 2011, págs. 79-92
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La formación de los lemarios románicos: el caso español, portugués y francés 92

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Instituto Nacional de Investigação Cientifica. (Linguística, 18).
VERDELHO, Telmo (1999-2000): «O calepino em Portugal e a obra lexicográfica de Amaro Reboredo».
Revista Portuguesa de Filologia, 23. Coimbra, págs. 125-149.
VERDELHO, Telmo e João Paulo SILVESTRE (eds.) (2007): Dicionarística portuguesa. Inventariação e
estudo do património lexicográfico. Aveiro: Universidade de Aveiro.

RECIBIDO: 21/06/2011
ACEPTADO: 04/11/2011

© Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía Res Diachronicae, vol. 9, 2011, págs. 79-92
e Historia de la Lengua Española (AJIHLE) ISSN: 1887-3553
F RADEJAS R UEDA , José Manuel (2010): Las lenguas románicas. Madrid:
Arco Libros, 159 págs. [ISBN: 978-8-4763-5811-5].

En este trabajo, el profesor Fradejas se propone explicar el origen, extensión y


naturaleza de las lenguas románicas de una forma diáfana y completa; tal y como
explica en la introducción, está dirigido a estudiantes de grado, de manera que el
fin didáctico está claro desde un primer momento. Para ello, divide la obra en dos
partes: una dedicada sobre todo al nacimiento y extensión de las lenguas
romances, otra enfocada a explicar cada una de las lenguas de esta familia.
El primer capítulo se centra en el concepto de Romania, dividida en Antigua,
Submersa y Nova. Estos tres conceptos ayudan a explicar el porqué del mapa
lingüístico moderno de lo que fue el Imperio Romano y la suerte del latín en las
diversas regiones de este. A continuación, en el capítulo siguiente, hace un
recorrido por el árbol genealógico del propio latín, desde el indoeuropeo y la
familia itálica, hasta su generalización a medida que creció el poderío de la
ciudad de Roma. En este punto es imprescindible el concepto de sustrato, clásico
en las investigaciones filológicas, que dibuja el panorama de las lenguas
existentes en la llegada de la dominación romana y explica, según este punto de
vista, ciertos rasgos de los romances de cada región, algo que el autor reconoce
escaso o de poca certeza en algunos casos.
Una vez finalizado este capítulo, el autor pasa al siguiente para detenerse en el
llamado latín vulgar, uno de los pilares de la Filología Románica, ya que engloba
las variedades habladas por el pueblo, de las que descienden las lenguas
romances. Se apoya en las fuentes escritas que refutan su existencia y la relación
que hay con la evolución hacia el romance, lo que ha ayudado a reconstruir mejor
estos procesos de cambio, explicados más adelante en el apartado. Estas
trasformaciones desde el latín vulgar se miran desde la perspectiva de lo hallado
en las lenguas romances modernas, todo ilustrado con numerosos ejemplos.
Con el apartado que sigue, “La fragmentación de la Romania”, el lector entra
en la decisiva época de la desmembración del Imperio Romano y las invasiones
que produjeron diversos superestratos al solaparse sobre el latín, aunque sin
acabar con él, o bien lograron imponerse formándose una Romania Submersa. El
complejo asunto de las invasiones llamadas foráneas es explicado con claridad,
tanto las germánicas (un conglomerado de pueblos) como los musulmanes y los
eslavos. Por su parte, se menciona la importancia del griego como adstrato del
latín. En armonía con esta exposición histórica y de la lengua como diacronía, se
dedica el capítulo 5 al “despertar de las lenguas romances”. En él, Fradejas habla
de los primeros testimonios de romance, entre los que están los Juramentos de
Estrasburgo, entre otros.
El siguiente bloque no está explícitamente marcado, aunque sí citado por el
autor en su introducción, y trata de las lenguas románicas actuales, explicadas
una por una desde sus orígenes a la modernidad con sus rasgos. La estructura se

© Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía Res Diachronicae, vol. 9, 2011, págs. 93-94
e Historia de la Lengua Española (AJIHLE) ISSN: 1887-3553
Reseñas 94

repite siempre para las lenguas románicas clasificadas: portugués, gallego,


español, catalán, occitano, francés, retorromance, italiano, sardo y rumano. Un
total de diez lenguas de las que se expone su extensión, denominación y vigencia
en una introducción, una reseña histórica sobre su evolución y, por último, los
dominios dialectales de la lengua, que en algunos casos, como en el francés o el
grupo retorromance, requieren más detalle. Las características lingüísticas se
facilitan solo en el francés, mientras que en otros casos se mencionan desde un
punto de vista comparativo entre dialectos o lenguas (como entre gallego y
portugués).
A estas lenguas se añade un apartado especial dedicado a los criollos, de los
que explica la procedencia y su diferencia, no siempre totalmente clara, con la
lingua franca y el pidgin. De acuerdo con el tema del libro, agrupa los criollos
según su procedencia románica, en los tres grandes grupos de base francesa,
española y portuguesa. Finalmente, cierra el libro un glosario de términos
empleados en la obra, con el fin de facilitar la comprensión al lector.
En resumen, el libro de Fradejas se dispone como lo que el autor se proponía
al inicio, y esto es “introducir” a los estudiantes de grado, ya que hace el trabajo
de presentar los contenidos con claridad y de una forma somera. A cumplir este
objetivo ayuda el glosario expuesto al final del volumen.
En cuanto a las lenguas románicas expuestas, el autor reconoce en la
introducción que quizá no sean clasificaciones al gusto de todos los lectores.
Ante esta cuestión queda patente que sigue numerosas fuentes de Filología
Románica, además de mencionar fenómenos de discusión en este asunto, siempre
que es pertinente, en la ficha de cada lengua.
Por otra parte, la obra se caracteriza por seguir un planteamiento histórico del
fenómeno de las lenguas románicas, para lo cual emplea tanto fuentes clásicas
(Tagliavini, Iordan), como más actuales (Cano, Echenique). Por lo tanto, el autor
se vale de numerosas perspectivas seleccionadas para dar al lector una visión
general y rigurosa a la vez.
Con todo esto, se reconoce como un volumen adecuado para los estudiantes y
para cualquiera que quiera introducirse en el “apasionante mundo” de esta familia
de lenguas de tanta relevancia en el mundo actual.

D ELFINA V ÁZQUEZ B ALONGA


Universidad de Alcalá

RECIBIDO: 25/07/2011
ACEPTADO: 04/11/2011

© Asociación de Jóvenes Investigadores de Historiografía Res Diachronicae, vol. 9, 2011, págs. 93-94
e Historia de la Lengua Española (AJIHLE) ISSN: 1887-3553
M ARTÍNEZ A LCALDE , María José (2010): La fijación ortográfica del español:
norma y argumento historiográfico. Frankfurt am Mein: Peter Lang. 185
págs. (núm. 2 de la Colección Fondo Hispánico de Lingüística y Filología)
[ISBN: 978-3-0343-0481-8].

El libro que reseñamos, La fijación ortográfica del español: norma y


argumento historiográfico de la profesora M.ª J. Martínez Alcalde, es un
profundo y completo estudio sobre la fijación de la ortografía de la lengua
castellana a partir de la aparición de la normativa académica en el siglo XVIII ,
desde una perspectiva claramente historiográfica. Dicho estudio, que es el
volumen núm. 2 de la colección «Fondo Hispánico de Lingüística y Filología»,
dirigida por los profesores J. Sánchez Méndez y M.ª T. Echenique Elizondo,
consta de cuatro capítulos. En ellos se analizan las diversas propuestas de
fijación ortográfica con pretensión de normativización y sus consecuentes
reacciones de aceptación o rechazo mediante otras reformas alternativas a partir,
sobre todo, de la fijación normativa de la Academia. A ellos se suma un apartado
final de conclusiones.
Así pues, el primer capítulo («Historia e historiografía de la ortografía del
castellano», págs. 9-25) constituye una breve visión sinóptica de la evolución de
las distintas propuestas de fijación ortográfica en lengua castellana a lo largo de
su historia. Tras presentar los tres criterios comúnmente empleados a los que se
ha recurrido para la fijación ortográfica (a saber, la pronunciación, la etimología
y el uso) y la oposición antagónica entre ortógrafos que tendían más hacia el
fonetismo o hacia el etimologismo —aparte del carácter conciliador del tercer
criterio—, pasa a comentar las diversas propuestas de periodización que han sido
establecidas por distintos autores (Esteve Serrano, Martín Alonso, Martínez de
Sousa, Escudero, de Juana, Rosenblat), en las que ante todo destaca, como
observa la autora (p. 25), la superposición de los criterios histórico e
historiográfico. Igualmente, se analizan brevemente las propuestas ortográficas
anteriores a la aparición de la Academia en el siglo XVIII , encabezadas por
ortógrafos fonetistas (Nebrija, Herrera, Alemán, Correas) y etimologistas
(Valdés, Venegas, Villalón).
El segundo capítulo («Norma y tradición ortográfica en el siglo XVIII », págs.
27-59) se centra en las propuestas de normativización ortográfica durante la
Ilustración y en la extensión y evolución de estas a lo largo del siglo. Contempla
tanto las primeras tradiciones ortográficas de la Academia (a través del Discurso
proemial de la Orthographía y de las siete ediciones de la Orthographía
académica publicadas durante el siglo) como las propuestas ortográficas no
académicas, realizadas por particulares tales como Mañer, Bordazar, Mayans, de
San Pedro y Terreros, con sus elogios y críticas a la doctrina de la institución
académica.

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Reseñas 96

En el tercer capítulo («Fijación normativa y propuestas reformistas en el siglo


XIX », págs. 61-109) se analizan las principales propuestas ortográficas
decimonónicas. En primer lugar, se expone la evolución de la preceptiva
ortográfica de la Academia en la primera mitad de siglo frente a algunas
propuestas reformistas tanto peninsulares (Calleja, Herrera y Alvear, Gómez
Hermosilla, Noboa, Salvá) como hispanoamericanas (Bello, García del Río,
Sarmiento) y se describe el proceso de oficialización de la ortografía académica,
que culmina en 1844 con el reconocimiento oficial de esta por parte de la
monarquía. A continuación se toman en consideración algunas de las propuestas
reformistas posteriores a 1844, basadas generalmente en criterios fonetistas, que
pretenden la modificación de la fijación ortográfica académica (Cubí,
Domínguez). Todas ellas se confrontan con la oficialidad de la ortografía
académica, su reconocimiento como autoridad en la materia y la publicación por
parte de esta de su Prontuario como texto oficial en la disciplina ortográfica.
También se mencionan los intentos reformistas en América, sobre todo en Chile
(Lenz, Newman, Cabezón). Sin embargo, la parte más destacable del capítulo tal
vez pueda ser el sub-apartado 3.3., «La tradición ortográfica como argumento
reformista», en el que se estudian detenidamente las propuestas de reforma
ortográfica no académicas, tanto de autores españoles como americanos, en
función de una argumentación histórica y desde una perspectiva que puede ser
considerada —como afirma la autora (pág. 82)— historiográfica, con ortógrafos
como Bello y García del Río, Basomba, de Becerril, Amunátegui y, sobre todo,
Jimeno Agius, Cubí y de la Barra, autores que recurrieron a distintos textos y
tratados anteriores —como Nebrija, Alemán, Correas o Bello —para intentar
afianzar su doctrina reformista ortográfica (de carácter fonetista) mediante
diversos argumentos de carácter historiográfico.
El cuarto y último capítulo («Unificación ortográfica y argumento histórico»,
págs. 111-156) comienza con un minucioso estudio sobre un trabajo de Rosenblat
de más de un centenar de páginas, que sirvió de prólogo al volumen v de las
Obras Completas de Bello, trabajo muy documentado que puede considerarse una
de las primeras historias de la ortografía castellana. En esta primera parte («La
historia de la ortografía castellana de Ángel Rosenblat») se detallan, así pues, las
principales propuestas ortográficas que estudia dicho autor desde el primer
intento de normativización (la propuesta alfonsí, ya en el siglo XIII ), haciendo
hincapié en la tendencia general al fonetismo —«la tendencia a utilizar una
escritura que representase lo más fiel y simplemente posible las características de
la lengua hablada» (págs. 118-119)—, presentado como el criterio predominante
en los procesos de conformación de la ortografía española frente a las propuestas
de carácter etimologista más marginales o fruto de la influencia exterior (sobre
todo francesa), siguiendo al mismo autor. La segunda parte de este último
capítulo («Norma ortográfica y conciencia de unidad lingüística») presenta el
papel unificador que autores como Bello, Rosenblat o la misma Academia
otorgan a la fijación ortográfica de la lengua respecto a la diversidad cultural de
sus usuarios. Mediante esta se puede llegar a comprobar cómo el establecimiento
de una norma ortográfica unitaria conlleva, además de la noción de un mismo
idioma compartido, la conciencia de pertenencia a una comunidad lingüística,
comparada con los procesos de normativización ortográfica de las lenguas
gallega, vasca y catalana.
Contamos, además, con un complemento ideal para el mayor aprovechamiento
de la obra, como es la edición en CD - ROM por parte de la Colección Clásicos

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Tavera (núm. 26) de Textos clásicos de la historia de la ortografía castellana, un


compendio de tratados de ortografía más significativos de la lengua castellana,
obra de la misma autora.
Por su minuciosidad y rigor, la obra reseñada se convierte, en definitiva, en un
estudio de lectura obligada para el investigador que trabaje la ortografía desde
una perspectiva historiográfica o diacrónica.

M ANUEL J OSÉ A GUILAR R UIZ


Universitat de València

RECIBIDO: 13/07/2011
ACEPTADO: 04/11/2011

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