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En Chile no se cuida la salud mental

de los estudiantes universitarios

Integrantes: Bárbara Castro


Isidora Saavedra
Javiera Bustos
Luna Fuentes.
Docente: Danilo Toledo
Asignatura: Multiculturalidad
Fecha de entrega: 24 de junio de 2022.
Introducción
La presente investigación es una invitación para reflexionar sobre la vida académica
que día a día llevan los estudiantes de la educación superior y que muchas veces por una
suma de factores ponen en riesgo su salud tanto física como mental.

Para ello, se hace una revisión bibliográfica desde lo más general a lo particular;
primeramente exponiendo las bases actuales de lo que significa salud mental en Chile y el
cambio generacional en la accesibilidad a la educación para dar paso una serie de
información que pone a los estudiantes universitarios como principales o protagonistas en la
sobre exigencia académica, conductas o hábitos cotidianos que pueden aumentar las
psicopatologías mientras intentan obtener un desarrollo profesional que pueda prometerles un
futuro próspero. Además, se consideran factores contextuales que pueden contribuir como
estresores que potencian el riesgo de conductas suicidas o deserción ocasionado,
principalmente, por la presión de un rendimiento óptimo.

Para comenzar debemos saber que la salud puede tener criterios objetivos como
también subjetivo, pero para fines de este trabajo, la concepción general está basada en una
combinación de hábitos diarios que incluyen, dentro de una dimensión física el consumo
equilibrado de alimentos independientemente del tipo de alimentación que se prefiera, el
control del consumo de alcohol u otros, motivación por la actividad física, etc. No obstante, y
en lo que respecta a nuestra investigación, nos centraremos en cómo ciertos hábitos físicos
podrían causar daños psicológicos y específicamente en la población de universitarios y que
según el MINEDUC (2019): “[...] la mayor parte de los estudiantes de educación terciaria
tiene entre 20 y 24 años (47,2%)”

Ahora bien, la salud mental, se entiende como un constructo social, puesto que, lo
enfermo es algo que varía según la cultura en donde uno vive y la aproximación va a
depender de la subjetividad de lo antes mencionado. En Chile después de la dictadura, el
servicio público de salud mental, era casi inexistente, es por esto que se hace necesario,
escoger un modelo de salud mental, que fuera congruente con los cambios, o sea con el
retorno a la democracia. Posteriormente, en el año 1993 se presenta un nuevo cambio en
términos políticos y también por la creación de un Plan Nacional de Salud Mental, el cual
tenía como principal objetivo el instalar el tema de salud mental y en los distintos niveles de
atención. Gracias al plan anteriormente mencionado se dio paso a un nuevo Plan Nacional de
Salud Mental y Psiquiatría (2000) el cual tiene como modelo la atención comunitaria
aumentando su accesibilidad.

Actualmente, el Ministerio de Salud entiende la Salud Mental como “la capacidad de


las personas para interactuar entre sí y con el medio ambiente, de modo de promover el
bienestar subjetivo, el desarrollo y uso óptimo de sus potencialidades psicológicas,
cognitivas, afectivas y relacionales, el logro de sus metas individuales y colectivas, en
concordancia con la justicia y el bien común” (Gatica. M, Saavedra.B, et al. 2020)

Otro punto importante a destacar es que son muy común a nivel mundial bajas tasas
de ayuda psicológica, solo 11% de las personas que la necesitan acudir a esta, lo hacen,
además, esto contribuye a una especie de círculo vicioso, ya que, gracias a esto, los malos
indicadores respecto la salud mental aumentan, como consecuencia de que no buscan ayuda
psicológica, sus cuadros pueden empeorar y evolucionar en más severos (Baeza, et. al 2017)

Según la Encuesta Nacional de Salud (MINSAL, 2018) un 6,2% de los adultos dentro
de la población nacional cumple con los criterios de depresión DSM-IV CIDI, un 18,7% ha
recibido tratamiento debido a sus problemas emocionales o por su uso de alcohol y drogas, y
de este porcentaje se desprende que sólo el 36,1% se encuentra en tratamiento. Además, un
15,8% presenta sospecha de depresión (Minsal, 2018).

En esta misma línea, en 2019 el Ministerio de Salud (MINSAL) en el transcurso del


Día Mundial de la Prevención de Suicidio expuso algunas cifras de la Encuesta Nacional de
Salud (ENS 2016-17) que dan cuenta de la temática de forma general en nuestro país como
también de un grupo particular; los estudiantes universitarios. En primer lugar, se destaca que
220 mil chilenos han planificado su suicidio y más de 100 mil reconoce que intentó quitarse
la vida. En segundo lugar, 320 mil chilenos reconocen tener o haber tenido una “ideación
suicida”. En tercer y último lugar, se destaca que un 20,3% de personas que se suicidan
corresponden al grupo etario entre 20 y 29. Por esto, se hizo urgente el Programa Nacional de
Prevención de Suicidio y también la creación una Guía Práctica en Salud Mental y
prevención para estudiantes de Educación Superior.
Desarrollo
Actualmente, el sistema educativo en Chile ha cambiado bastante en el transcurso de
los años en varios ámbitos ya que hoy en día el estudiante chileno cuenta con una diversidad
de opciones no solo en carreras, sino también en instituciones que ofrecen formaciones tanto
técnica o profesionales con títulos de pre- y postgrados (magíster y/o doctorados). Asimismo,
hay facilidades en relación a los métodos de pago como, por ejemplo; créditos o becas que
contribuyen o pretenden mejorar a la accesibilidad independientemente del nivel
socioeconómico. En efecto, hoy en día hay un fenómeno en nuestro país donde existe un
masivo profesionalismo, y, por ende, una disminución de la mano de obra.

Chile ha aumentado la cobertura y las matrículas en la educación superior, lo que trajo


consigo cambios significativos en el perfil de ingresos de los postulantes. En el año 1990
había 245.000 estudiantes, mientras que en el año 2017 esta cifra aumentó su número al total
de 1.162.306, lo que deja entrever que el sistema de educación superior pasó de ser un
sistema de élite a uno masivo. (Gallegos.J, Campos.A, et.al ,2018)

Parte de terminar el colegio es reflexionar acerca de las futuras metas personales,


profesionales o laborales dependiendo de cada contexto o situación propia de los estudiantes.
Algunos no tienen muy claro qué estudiar o hacer luego del colegio hasta que rinden la
prueba de selección universitaria que debiera asegura cierto cupo y beneficios en la
universidad, otros quizás no tienen gran interés o motivación por estudiar tantos años y
necesitan una ocupación a corto plazo, diciendo trabajar o ingresar a una carrera técnica
donde se requieren menos años de formación. También, hay algunos que deben trasladarse a
otras ciudades para poder acceder a la educación superior, lo que puede conllevar adoptar
nuevos estilos de vida en convivencia con otros o solos, y por supuesto, una adaptación eficaz
de manera más independiente. Últimamente, hay algunos que tienen la oportunidad de
mejorar su puntaje o simplemente pensar bien las cosas, permitiéndose un año previo a la
universidad, ya sea en un preuniversitario o simplemente desarrollando un pasatiempo. En
realidad, son muchas las opciones que se pueden tomar y como se dijo anteriormente depende
netamente del contexto de cada sujeto en relación a sus posibilidades o facilidades.

Asimismo, todas estas situaciones pueden no ser tan determinantes y más bien, para
algunos pueden ser flexibles, ya que, existe la posibilidad de que si por algún motivo, no les
gusta la opción que elegida ya estando en la universidad puedes cambiar a otra carrera y/o
universidad convalidando ramos o simplemente abandonar si sientes o crees que no es lo
tuyo. Igualmente, para aquellos que prefieran dinamizar el proceso hay programas otorgados
por la misma universidad para continuar estudiando en otro país, por ejemplo.

Pese a todos las propuestas y ofertas que hay disponibles esto no quiere decir que
independientemente de cada situación elegir, en su defecto, no requiera un estrés mayor a
corto o largo plazo, la sobrecarga o exigencia académica, los problemas propios del
estudiante como familiares o económicos, entre otros.

Lo cierto es que en la adultez emergente y temprana (20 a 40 años) hay algunos


desafíos propios de esta etapa del desarrollo que son comunes, por lo que, están presentes y
es necesario examinar. En primer lugar y dentro de lo que conlleva el desarrollo físico en
esta etapa se alcanza el punto máximo de condición física lo que podría variar dependiendo
de las elecciones y hábitos que estén en pro o contra de la salud. En segundo lugar, dentro del
ámbito cognitivo se espera que los pensamientos y juicios de valor aumenten, pues se
requiere mayor complejidad y, además, se toman muchas decisiones que requieren de una
exploración por parte del propio sujeto para su futuro bienestar. En tercer y último lugar, en
el desarrollo psicosocial se espera que los rasgos de la personalidad estén mucho más
definidos luego de pasar por la adolescencia (cumbre de la búsqueda de identidad).
Igualmente, esta es una etapa en donde muchos vínculos amorosos se estabilizan y requieren
estar preparados emocionalmente y también informados respecto a la salud reproductiva
(Papalia, 2016).

Si logramos entender que un joven estudiante se encuentra en una etapa del ciclo de
vida compleja que está muchas veces asociada a tareas difíciles y no comparables con tareas
en otras etapas de la vida, podríamos entender mejor el surgimiento de problemas de salud
mental en jóvenes. Adicionalmente a esto debemos reconocer también que un contexto
universitario puede tomar un rol importante en la generación de alguna enfermedad en sus
estudiantes al imponer desafíos, tareas y exigencias difíciles de abordar. El excesivo nivel de
exigencia que presenta la educación en relación a los desafíos y desempeño esperado,
provoca que los estudiantes sean sometidos a largos periodos de situaciones que están fuera
de su control. Por esta razón, el estudiante debe disponer de gran cantidad de recursos tanto
psicológicos como físicos lo puede provocar que experimente agotamiento, falta de interés o
incluso la pérdida de control emocional. De esta forma, se puede manifestar a través de
inestabilidad y desregulación puesto que el no presentar un soporte social adecuado y de
calidad como lo es la familia o no contar con los recursos adecuados para enfrentar esta
situación estresora, podría provocar que este malestar transitorio se convierta en un problema
de salud mental que perdure en el tiempo provocado por múltiples factores.

Asimismo, Molina et. al (2017), hicieron un estudio acerca de Calidad de Vida


Relacionada con la Salud en estudiantes de primer año pertenecientes a diversas carreras de la
Universidad de Chile, aplicaron el test Kidscreen-52 el cual evalúa un serie de dimensiones
que determinan la calidad de vida, como Bienestar Físico, Bienestar Psicológico, Estado de
Ánimo y Emociones, Autopercepción, son algunos de ellos, utilizaron puntos Rasch para
medir los resultados de cada dimensión. En dicho estudio se encontraron tres dimensiones
significativamente bajas en comparación con la muestra nacional de la cual ninguno presenta
menos de 42 puntos, una de ellas fue Estado de Ánimo y Emociones, además, Bienestar
Psicológico, y Autonomía, esta última, que evalúa qué tanta libertad tiene para disponer de
su tiempo, como por ejemplo, tiempo para sí mismo, para salir con amigos, elegir qué hacer
con este, también obtuvieron puntajes significativamente bajos. Además, otro aspecto que
consideramos interesante de comentar, es que según los quintiles económicos a los que
pertenecen los estudiantes, los cuales agruparon en tres grupos, se encontró que existen
grandes diferencias entre estos en las dimensiones de Bienestar Físico, Estado de
Ánimo/Emociones, Autonomía.

También diversos estudios buscan la prevalencia de los trastornos de salud mental en


estudiantes universitarios, uno de estos es el hecho por Badeer et. al (2014), en el cual se
utilizó como muestra estudiantes de la Universidad Austral de Chile de carreras y año
académico al azar en el año 2008. Se encontró que el 37,3% cumple los criterios diagnósticos
para algún Trastorno del Ánimo, como por ejemplo Trastornos Depresivos y Bipolar, y
respecto a quienes padecen depresión, se observó que tienen mayores puntajes de
desesperanza, la cual es un factor de riesgo para conductas autolesivas y suicido. El 24% de
los estudiantes presenta un consumo de alcohol con riesgo a dependencia, además en relación
con la depresión, se encontraron diferencias significativas en el consumo de quienes la
padecen o no. Un 8,8% de los estudiantes presentan algún Trastorno de la alimentación. Estos
resultados fueron encontrados como concordantes con otros estudios hechos con población
universitaria del país, lo que refleja que pertenecen a un grupo de riesgo para presentar
psicopatologías más complejas, y el abandono o deterioro de las actividades académicas.
Otro estudio hecho con estudiantes universitarios de primer año en una universidad
privada en Concepción, con la finalidad de ver la prevalencia de los problemas de salud
mental, para esto se utilizó una muestra de total de 444 estudiantes, donde encontraron
mayores proporciones en comparación con estudios hechos a otros grupos de estudiante. Los
problemas de salud mental principales encontrados fueron Trastornos depresivos, Trastornos
de ansiedad, y un peligroso alto consumo de alcohol, estos fueron comparados con otro
estudio más antiguo, donde se encontró que los estudiantes presentan en el caso de depresión
cifras similares, adicionalmente, en el caso de Trastornos de ansiedad se duplican, esto último
lo relacionan con que este estudio es hecho solo con alumnos de primer año, lo que presenta
un quiebre y fuerte cambio biográfico el ingreso a la universidad, con nuevos entornos,
exigencias y muchos otros factores, en cambio el más antiguo fue hecho con alumnos de
distintos años académicos, por otro lado respecto al consumo de alcohol, mayores problemas
de salud mental pudiesen contribuir al aumento del consumo, al igual que la sintomatología
ansiosa y depresiva (Pérez-Villalobos et. al, 2012).
Un estudio hecho por Misin y Babladi (2011), donde participaron 460 estudiantes
(que acudían al servicio de salud estudiantil de una universidad dentro de la región
metropolitana) buscaron cuantificar estadísticamente las incidencias de psicopatología y
antecedentes de conducta suicida en universitarios. Los hallazgos demostraron que el 94% de
las psicopatologías que afectan a los estudiantes, corresponden a Trastornos Adaptativos
(48,3%), esto como consecuencia a un momento “traumático”, en este caso el cambio de
colegio a universidad, donde hay una exigencia distinta, las relaciones sociales también son
diferentes entre otras razones; Trastornos del Ánimo (22,8%); y Trastornos de Ansiedad
(20,9%). Además, encuentro que, en los últimos 6 meses, un 8,5% presentó ideaciones
suicidas, un 5,2% ideación sin plan, un 0,9% ideación con plan, y un 0,7% intentos suicidas.
También, al comparar estas cifras con hallazgos en poblaciones universitarias tanto
extranjeras como nacionales, encontraron incidencias altamente consistentes.

Otro aspecto importante a considerar es la deserción universitaria, la cual es entendida


como el abandono de algún programa de estudios antes de haber obtenido algún título o algún
grado académico. De esta forma se hace necesario hacer una distinción en los tipos de
deserción, ya que existen dos. El primero se le llama Stoput, que es la deserción que tiene un
carácter temporal o parcial y el Dropout, la cual hace referencia a la deserción que es
permanente o definitiva, además de hacer una subdivisión distinguiendo si es de carácter
voluntaria o forzosa. (Canales, A., & De los Ríos, D, 2007) Esto, se ha transformado en un tema
de suma relevancia, las cuales han arrastrado profundas discusiones entre las instituciones de
educación superior y los órganos del estado, debido a los altos costos que significan en
materia de política pública. (Larroucau. T, 2015)

Según la OCDE, a nivel internacional, cerca de un 30% de los estudiantes que


ingresan a la educación universitaria deserta, en los primeros años de estudio. Algunas
causas, señalan que el motivo de que los estudiantes no quieran seguir con sus carreras no
solo se puede atribuir a variables académicas, sino también tiene que ver con factores
psicosociales, ambientales y de socialización, o sea es una interacción de elementos
individuales, sociales e institucionales. (Gallegos.J, Campos.A, et.al, 2018)

En efecto lo que es verdaderamente relevante es que no se están midiendo las las


causas directas de la deserción de los estudiantes, sino más bien la probabilidad de deserción
del sistema universitario dadas ciertas características, ya sean del estudiante o externas a él,
previas a la decisión de desertar, independiente de si es de carácter voluntaria o forzosa.
(Larroucau.T, 2015)

Las elevadas exigencias que presenta la educación superior, es preocupante ya que los
desafíos y retos que se les ponen a los estudiantes hacen que sean sometidos a elevados y
largos periodos de estrés, por lo que demanda de los alumnos gran cantidad de recursos tanto
físicos y psicológicos, lo que causa por consecuencia un alto agotamiento, poco interés frente
al estudio e inestabilidad emocional, aunque sólo sea transitorio.

Las siguientes tablas son de un estudio llamado Salud mental en estudiantes de la


carrera de psicología. Implicancia para la formación en autocuidado de los psicólogos en
formación. Este fue realizado en la Universidad Autónoma de Chile, en la sede de Talca.
(Gonzales. K, Candia.P, et.al, 2014)

La primera tabla nos muestra los principales motivos de consulta de los estudiantes de
la carrera de psicología donde se evidencia que hay dos patologías que sobresalen por el resto
siendo éstos son Síntomas ansiosos con un 29% y Síntomas depresivos con un 10%.
En la segunda tabla se aprecia la prevalencia de los trastornos ansiosos y depresivos
con un 39% en los alumnos de la carrera de psicología.

En la tercera tabla, se señala el proceso del tratamiento de los alumnos atendidos de la


carrera de psicología. En donde un 46% de los alumnos de la carrera de psicología terminan
todo su tratamiento mientras que el 37% desertan del tratamiento, no completando el proceso
psicológico recomendado.

Se entiende que este estudio tiene algunos años, pero creemos que esta situación ha
aumentado durante estos últimos años, debido a diferentes factores, por ejemplo, el estallido
social, posteriormente la pandemia en donde estuvimos dos años con clase online y además,
este último año que retornamos a clases normales. Por lo tanto, se podría inferir que a nivel
nacional los índices de un descuido de la salud mental han aumentado sustancialmente en
consecuencia a lo anteriormente mencionado, lo que se podría proyectar en un aumento
progresivo para los próximos años.
Conclución
Esta situación es lamentable, debido a que, como hay mucha demanda de los
estudiantes, las universidades no se están pudiendo hacer cargo. Sin embargo, estas
instituciones tienen la obligación de proporcionar ayuda psicológica a los estudiantes,
independiente de la carrera que estén cursando. Es por esto que se considera de suma
importancia que, a partir de esta situación, que se ha hecho incontrolable, se promueva el
autocuidado con el fin de mejorar la calidad de vida de los estudiantes.

Luego de esta extensa investigación podemos dar por hecho que la salud mental de los
estudiantes en Chile casi no es considerada, no se visibilizan grandes campañas de
intervención, y tampoco se incentiva exhaustivamente a cuidar de ella. Por esto mismo, como
estudiantes de psicología, proponemos que el primer paso es formar algún tipo de legislación
a nivel nacional que obligue y fiscalice a las universidades tanto privadas como estatales el
contar con un servicio de apoyo psicológico consistente, con un amplio número de
profesionales para poder cubrir las necesidades de toda la población estudiantil, y con un
equipo multidisciplinario especializado en salud mental.

Luego como segundo paso pensamos que sería una muy buena opción hacer grandes
campañas de prevención primaria sobre salud mental y servicio de apoyo psicológico tanto
dentro como fuera de las universidades, en función de que todos los estudiantes puedan
solicitar ayuda al servicio psicológico propio de cada institución. A su vez complementar esta
promoción con campañas de prevención secundaria dentro de las mismas universidades de
manera constante a quienes ya padecen psicopatologías diagnosticadas con una atención
integral que involucre un seguimiento y derivación adecuada en compañía de la red de apoyo
del estudiante según lo considere necesario.
“Los problemas de salud mental influyen significativamente en el desempeño
académico de los estudiantes y su calidad de vida. Además, implican la necesidad de
infraestructura y personal sanitario capacitado, y la ejecución de programas preventivos
efectivos.” (Baader, T. et. al, 2014)
Para cerrar, consideramos que esta es una gran invitación para reflexionar sobre las
prácticas normalizadas por parte de los estudiantes universitarios que pese a que sean
frecuentes no tenemos por qué replicarlas para sentir que somos realmente “buenos”
estudiantes o que es un requisito mínimo para obtener éxito profesional. Debemos replantear
la idea de no enfermarnos para seguir produciendo o incluso silenciar síntomas que pueden
ser peligrosos a largo y corto plazo, solo porque hay un miedo a una categorización próxima
de “flojos”, pues si hoy pensamos en que hay un agotamiento excesivo debemos permitirnos
una pausa sin culpas como siempre nos han inculcado, no solo en la universidad si no en
nuestra vida en general.
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