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El Recurso de Apelación Especial en El Proceso Penal Juvenil Salvadoreño

A 15 años de vigencia del nuevo ordenamiento jurídico penal de menores en El Salvador,


todavía es poco el material que se ha producido sobre el tema en nuestro país, a menudo en la
práctica se escucha desestimarse la importancia que presenta este campo del derecho penal
especial, quizá por considerarse menos relevante frente el Derecho Penal de adultos.
Esta postura de desinterés, hace ver en la práctica de los tribunales una ineficacia en la
utilización adecuada de las instituciones jurídicas de las cuáles se sirve el Derecho Penal Juvenil,
y que valga decirlo, no son propias o exclusivas del este derecho sui géneris, pues también las
encontramos en el Derecho Penal Formal (en sentido amplio) o Derecho Procesal Penal, como
pueden ser entre algunas: “defensa técnica” (arts. 48, 49 LPJ y 10 CPP), “la conciliación” (arts. 59
LPJ y 32 CPP), “nulidades” (arts. 41, 103 letra “d” LPJ y 223 y sgts. CPP), “anticipos de prueba”
(79 LPJ y 270 CPP), y otras más, que no por tratarse de un derecho penal de menores deja de
ser un proceso penal especial, que requiere la comprensión y utilización de esos mismos
instrumentos jurídicos tanto en un proceso como en el otro.

Como todo proceso penal, el de menores o también llamado Proceso Penal Juvenil contiene
entre esas y otras más instituciones jurídicas, el de los medios de impugnación de las
decisiones judiciales, sin embargo hablar de esta institución o de los recurso que están
comprendidos dentro de estos, resultaría ser muy amplio, pues en el proceso penal de jóvenes
en conflicto con la ley penal salvadoreña, se encuentran enunciados tres tipos de recursos,
como son: el de revocatoria, de apelación especial y de revisión, regulados en los arts. 101 y
sgts, 103 y sgts, 106 y sgts. de la Ley Penal Juvenil (LPJ) y 15, 16 y 17 de la Ley de Vigilancia y
Control de Ejecución de Medidas al Menor Sometido a la Ley Penal Juvenil (LVCEMMSLPJ por
sus iniciales, pero que abreviare “LV” al referirme a esta Ley), y que por ahora abordaré aquello
aspectos fundamentales que reviste el recurso de apelación especial a partir de la definición,
que a continuación se elabora.

El recurso de alzada como también puede conocérsele, por su parecimiento denominal, al ya


conocido en la legislación procesal penal común o de adultos “Recurso de Apelación (art. 417 y
sgts. CPP), constituye ser “un mecanismo, que la ley concede a las partes procesales, para que
hagan uso de él, ante el agravio provocado por una resolución judicial que en materia penal de
menores se dictó, con las limitantes en la ley establecidas, a fin de que un tribunal superior en
grado examine el dictamen del inferior, para modificar sus efectos jurídicos.
De la anterior definición, es fácil poder encontrar algunos aspectos sobresalientes, que me
permito detallar así:

En primer lugar se puede observar que el de apelación especial, contenido en el área penal de
juvenil, sirve como “medio de impugnación de las decisiones judiciales,” dictadas por los jueces
de menores, pues su uso, implica la utilización de la herramienta técnica-jurídica con la que se
busca minimizar total o parcialmente los efectos de lo resuelto.

Un segundo aspecto sobre este recurso lo constituye su carácter de ser “sui generis” por dos
razones: a) es propio de un proceso penal especial, por estar contenido en un régimen jurídico
penal especial como son la LPJ y LV (art. 35 inciso 2° Cn), que procede ante las decisiones
dictadas por los jueces de primera instancia en materia penal juvenil y de Ejecución de Medidas
al Menor, para que conozca un tribunal superior en grado; y b) es especial por la mixtura que
reviste entre el recurso de apelación simple y la casación penal de adultos, ya que por una
parte se utiliza para atacar los autos interlocutorios que resuelvan una cosa incidental o que
pongan fin al proceso, siempre y cuando sean impugnable por esta vía (art. 103 letras “b” a la
“i” LPJ y 16 LV), y por otra parte se utiliza para atacar la resolución definitiva en menores, que
es la equivalente a la sentencia de adultos, pero únicamente por cuestiones sustanciales por
tratarse de errores de derecho –sustantivo y procesal– (arts. 103 letra “a” y 104 inc. 1° LPJ).
El siguiente aspecto que reviste este medio de impugnación, es “en cuanto a su clasificación en
razón de su naturaleza”, pues si tradicionalmente se ha caracterizado al recurso de apelación
simple como un recurso ordinario y al de casación como un recurso extraordinario; el de
apelación especial por su mixtura que reviste de esos dos recursos, lo hace que configure
dentro de ambos (ordinario o extraordinario), según sea la resolución correspondiente, pues
para una opera como apelación y para la definitiva como casación, no obstante que en el
primero de los casos siempre lleve aparejado como la práctica lo demuestra una revisión de la
labor técnica-jurídica del Juez de Menores.

Otro aspecto, lo encontramos en lo que la doctrina establece como los límites legales para su
utilización, en cuanto a qué partes pueden hacer uso de el y de qué resoluciones pueden ser
objeto de la alzada (criterios limitativos de naturaleza subjetiva y de carácter objetivo). Tales
criterios nos conducen nuevamente a lo que se establece por la doctrina como
“impugnabilidad subjetiva” e “impugnabilidad objetiva”, de los cuales se desprende para el
primer caso, que: a) el interesado haya sufrido un agravio y b) esté facultado para recurrir, bien
sea según el caso el menor procesado, su representante legal o responsable, el defensor
particular o público, la fiscalía o la víctima u ofendido (arts. 99 y 51 letra “c” LPJ); el segundo
caso atañe a las resoluciones que pueden ser objeto de impugnación, así ante el Juez de
Menores, como: la resolución definitiva; la que ordena la cesación del proceso; la que imponga
o deniegue una medida en forma provisional; la que decreta una nulidad en la etapa
preparatoria; la que ordene o deniegue la acumulación de procesos; la que imponga una multa
por infracción a la LPJ; la que ordene que hay mérito o deniegue la celebración de la vista de la
causa; la pronunciada con posterioridad a la resolución ejecutoriada que ponga fin al proceso;
las demás señaladas en el Código Procesal Penal como apelables, cuando estas fueren
compatibles con el procedimiento y con las limitaciones de la LPJ (art. 103); y ante el Juez de
Ejecución de Medidas al Menor por las decisiones: que sustituyan o revoquen una medida y las
que modifiquen el contenido de la de internamiento; y las que afecten derechos fundamentales
del menor o que supongan limitaciones indebidas a los mismos; las que establezcan sanciones
impuestas a funcionario o empleado público, autoridad pública o agente de autoridad que
haya vulnerado o amenazado los derechos del menor (art. 16 num. 1, 2 y 3 LV). Estos dos
criterios limitativos los encontramos como se ha visto previamente establecidos en la LPJ y la
LV, por lo que además atienden la principio de taxatividad, ósea que su aplicación debe estar
contenida en una norma jurídica.
No obstante el cumplimiento de los anteriores criterios limitativos, quien intente impugnar una
decisión por vía de apelación especial, debe cumplir previamente con otros requisitos de forma
para que dicho recurso sea al menos admisible y objeto de entrarse a conocer sobre su
planteamiento. Tales requisitos de forma son: a) modo: pues la apelación especial debe
interponerse de forma escrita y no oral como puede ocurrir en el de revocatoria, de lo contrario
será rechazado. b) tiempo: su procedencia implica una temporalidad dentro de los tres días
hábiles, luego de ser notificada la decisión objeto de alzada y no cinco o diez días como ocurre
en adultos para la apelación o la casación penal según el caso (arts. 418 y 423 CPP). c) Lugar:
según lo cual corresponde a donde debe de interponerse el recurso, la regla general indica que
debe ser en el mismo tribunal que dictó la resolución recurrible, pero su excepción se
encuentra en la supletoriedad en la aplicación de las reglas del Código Procesal Penal en el art.
155 inciso 3°, en sentido de que la Corte Suprema de Justicia ha de organizar una oficina
receptora de escritos para las horas no hábiles, al menos en el caso de San Salvador, pero en el
caso del interior de la República ha de hacerse a través del secretario o empleado de un
Juzgado de Paz en horas también no hábiles, a fin de que lo remita al Juzgado competente,
esta última regla es la que está operando en la capital, por estar a un pendiente la creación de
la oficina receptora mencionada, aunque la practica también ha demostrado la presentación de
los escritos en un tribunal menores que se encuentra de turno, y luego lo hace llegar al
competente, lo cual es atendible en beneficio del acceso a la justicia. d) además de estos
requisitos debe cumplirse con indicarse los puntos que se están impugnando de la decisión, o
sea decir que aspectos causan el agravio de la decisión. e) indicación de la petición en
concreto: que no es más que decir que se desea que el tribunal superior haga con la resolución
atacada, si se anula, se revoque o se modifique. f) Además de ello, debe cumplirse con la
resolución que se pretende, una vez atendida la pretensión del alzante, que espera como
resultado, o sea la clase de resolución que espera de la Cámara de Menores, con el fin de
cambiar la situación jurídica a sus intereses. g) Finalmente y en caso de tratarse de la resolución
definitiva, la Ley Penal Juvenil requiere que el recurso esté basado en inobservancia o errónea
aplicación de un precepto legal, en sentido formal significa que al señalar el punto impugnado
de la decisión también debe indicarse que ello se produce por la inobservancia o errónea
aplicación del derecho, pero sólo para efectos de enunciación formal. Estos requisitos de forma
los encontramos comprendidos en los arts. 41, 98 inciso 2°, 105 inciso 1°, 104 inciso 1° LPJ y
155 inciso 3° CPP.

Una vez superados estos requisitos de admisibilidad del recurso de alzada, debe observarse si
cumple con los requisitos de fondo, entre los cuáles tenemos nuevamente: a) puntos
impugnados de la decisión, b) petición en concreto y c) resolución que se pretende; estos tres
requisitos, ya no formales, sino como fondo del asunto, donde se contraen en que los
argumentos del recurrente deben de ir encaminados a atacar esos puntos que se invocan que
causan el agravio, pues de ello ha de resultar la consecuencia del fallo del tribunal ad quem, en
el sentido de atender la pretensión de revocarse, modificarse o anularse la decisión impugnada,
para luego establecer el resultado final de una nueva decisión imperativa por la Cámara, que
conlleve una nueva situación jurídica del procesado. d) Finalmente la inobservancia o errónea
aplicación de un precepto legal, pero ya como fundamento y no como indicación de la
inconformidad, pues al señalarse en que ha errado o inobservado el iudex a quo la normativa,
bien sea esta que produzca un vicio in iudicando (normas de naturaleza sustantiva), que
impliquen una corrección automática por el tribunal de alzada, o que ha producido un vicio in
procedendo (de naturaleza procesal) que pueda implicar la nulidad de lo resuelto y hasta la
reposición de la vista de la causa según sea el caso en concreto.

Si bien es cierto la LPJ, señala en el art. 98 inciso 2º, que el alzante debe en su escrito indicar
con precisión “los puntos impugnados de la decisión”, “la petición en concreto” y además “la
resolución que se pretende”, pues como ya se mencionó, sirve como un aspecto formal, pues
de ellos dependerá la fundamentación del libelo del recurso, atacando según lo primero las
fallas puntuales de la decisión, haciendo con ello una frontera o marco de competencia en el
conocimiento del tribunal ad quem, cuyo argumento ha de guardar correspondencia con la
petición en concreto, en el sentido de que hacer con la o las fallas invocadas, si anularla,
revocarla o modificarla, permitiendo con ello solicitar de forma adecuada y coherente la
resolución que se pretende de parte del tribunal de apelaciones, que conllevaría a obtener la
reposición de lo anulado, otra resolución diferente a lo dictado y en beneficio del impetrante o
que haga variar parcialmente su contenido. Es de mi sumo interés recalcar sobre este último
punto, por la razón de que la practica en a nivel de litigantes en San Salvador, asiento de la
Cámara de Menores de la Primera Sección del Centro, sean estos Fiscales, Defensores Públicos
o Particulares, arroja un gran número de apelaciones especiales, presentadas incumpliendo
estos tres requisitos, en algunos casos como simple invocación formal, considerándose que si
de los argumentos del recurrente se desprende la inconformidad de la resolución atacada y
con ello los puntos impugnados, simplemente no es necesario un rigor formal en ese sentido
(Sentencia 20-08-2-00-A). Así también ocurre cuando los puntos impugnados y argumentados
resultan ser incongruentes, bien sea con la resolución que se pretende o la petición en
concreto, como cuando quien apela invocando como punto impugnado de la resolución
definitiva que declara responsable a un menor por un hecho punible “x”, invoca existir un vicio
in procedendo, por existir inobservancia o errónea aplicación de las reglas de la sana crítica, al
momento de haber sido valorado el material probatorio desfilado en la vista de la causa (juicio
en materia de menores) y en efecto los argumentos de la parte apelante van encaminados en
señalar la deficiencia, pero resulta ser que, tal punto invocado, así como su fundamento es
incongruente con el tipo de resolución que pretende, manifestando sea revocada la decisión,
procediendo en este caso únicamente la nulidad de la sentencia, así como del juicio, por
tratarse de un vicio de carácter procesal, o que además difiera de la petición en concreto,
pidiendo además que se declare absuelto o responsable al procesado, cuando además la
deficiencia acarrea el reenvío de lo actuado a un tribunal de menores diferente, para que éste
desarrolle el juicio y dicte la correspondiente resolución definitiva. Tal deficiencia formal y de
fondo, no es trascendental, según la mencionada Cámara de Menores, cuyo giro de criterio a
partir del año 2000, fue basado en la tutela efectiva del derecho de acceso a la justicia, sobre
todo cuando lo que está en juego es la restricción de derechos del imputado (arts. 18 Cn, 37
letra “d”, 40 número 2, letra “b”, romano V CDN, 14 número 5 PIDCP y 8 letra “h” CADH), dado
que un excesivo formalismo hace inalcanzable la justicia, aún cuando el apelante puede tener
derecho de prevención de subsanación de los defectos observados en su escrito de
interposición del recurso (arts. 41 LPJ y 407 inciso 2º CPP), dado que por razón del principios
de celeridad, de pronta y cumplida justicia, y porque dejándose entrever los requisitos del art.
98 inciso 2º LPJ, es preferible admitirse el recurso para poderse entrar a conocer del fondo del
asunto, y así dar respuesta a los alegatos del impetrante, otorgándole o no la razón según sea
el caso. Mayor es la razón de conocimiento de la apelación especial, si quien ha recurrido es el
menor o sus responsables, quienes carecen de un conocimiento letrado y técnico acerca de los
recursos, quien invocando su agravio, se le da respuesta a su planteamiento (sentencia 25-11-
1-06-A).

Retomando el análisis de la definición que al respecto de este recurso se ha hecho se consagra


finalmente, que el conocimiento del mismo es de “competencia de un tribunal superior”, lo
cual hace referencia a lo que se le denomina efecto devolutivo, pues abre la jurisdicción de un
nuevo tribunal, para el caso concreto, su conocimiento corresponde al nuevo examen del
material que ha servido de base para la sustentación de la resolución impugnada, cuyos límites
son demarcados en la señalización puntos impugnados por parte del alzante, pues con base a
ello procederá a dictar la resolución respectiva, ya sea confirmando el fallo, revocándolo,
modificándolo o anulándolo (art. 105 inc. 6° LPJ), con lo cual puede ser que los efectos jurídicos
se conserven o modifiquen total o parcialmente y hasta desaparezcan provisionalmente,
mientras se repone el acto anulado.

Según se ha podido observar de los elementos desprendidos de la definición del recurso de


apelación especial que he elaborado, fundada en la doctrina ya consagrada por los autores:
Clariá Olmedo: “Derecho Procesal Penal”; Eugenio Florián: “Elementos de Derecho Procesal
Penal”; Francisco Arrieta Gallegos: “Los Recursos en Nuestra Legislación Procesal Salvadoreña,
Jorge González Novillo y Federico Figueroa: “El Recurso de Casación en el Proceso Penal”;
Miguel Alberto Trejo Escobar: “Los Recursos y Otros Medios de Impugnación en la Jurisdicción
Penal”; y Vicente Carlos Guzmán Flujá: “Control de las Decisiones Judiciales. Recursos”,
encontramos que los mismos guardan relación con ciertos elementos de los dos medios
impugnativos, que aun inicio se expuso, lo cual hace que el recurso de apelación especial o de
alzada en materia penal juvenil aparezca como una mixtura de entre uno y otro, cuya eficacia
depende de la capacidad técnica que el recurrente posea en materia de recursos.

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