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HISTERIA Y FEMINIDAD

Colett Soler

La histeria se volvió irreconocible a los ojos de lo que queda de la psiquiatría.


Pero no se puede permitir que, bajo el pretexto de no perderla, el
psicoanalista la reconozca por todas partes, confundiéndola simplemente con la
feminidad. Sufrimos de una confusión frecuente en lo que concierne a la
histeria: a toda neurótica que se presenta en análisis, casi a priori, se la
supone histérica, a menos que se sospeche que es un caso de locura. Soler
sostiene que es un error clínico y que Lacan siempre insistió en que la histeria
es una cosa muy precisa, cuyo paradigma se dio en el análisis del sueño de la
bella carnicera, relatado por Freud.

Como preámbulo y para indicar hacia dónde se dirige el desarrollo de ese


texto, recuerdo dos tesis de Lacan.

“El histérico, dice [...] es el inconsciente en ejercicio que pone al amo al pie
del muro de producir un nuevo saber"1

Esta definición, esencial, no especifica, observen, la histeria como de la mujer.


Incluso, implica que en todo sujeto hay histeria, y podríamos aquí volver a
darle vigencia a la noción un poco olvidada del nudo histérico de la neurosis.

La segunda tesis, mucho más tardía y sorprendente, plantea que, en materia de


histeria, el hombre es superior a la mujer2. Es sorprendente puesto que esto
no es el prejuicio común. Pero, entonces, ¿por qué ese prejuicio y esta
confusión con la feminidad?

El comentario del sueño llamado de la bella carnicera, que Lacan localiza en el


quinto capítulo de «La dirección de la cura" titulado «Hay que tomar el deseo a
la letra" es muy instructivo. En ese corto pasaje, verdadera obra maestra de
precisión y densidad, no polemiza con sus contemporáneos como lo hace en el
resto del texto; propone su propia tesis, y con ese solo ejemplo, hace una
triple demostración: primero la estructura de lenguaje que tiene el
inconsciente, que comentó durante casi diez años, luego lo que el inconsciente
propiamente freudiano significa para la estructura de lenguaje del sueño, y

1
Lacan J. Psicoanálisis radiofonía y televisión. Pag 61.
2
Lacan J. Joyce, el síntoma II, Uno por uno # 45 Barcelona 1997
finalmente lo que es el deseo histérico inconsciente.

LA ESTRUCTURA DEL LENGUAJE

Recuerdo, primero, el texto del sueño, de ese sueño que Freud convoca para
mostrar que el sueño es la expresión de un deseo, incluso cuando el enunciado
del sueño describe el fracaso de un deseo o más bien el fracaso de un anhelo,
de un ansía. He aquí el sueño:

"Quiero dar una comida, pero lo único que tengo como provisión es salmón
ahumado. Me dispongo a ir de compras pero recuerdo que es domingo por la
tarde y todos los negocios están cerrados. Pretendo llamar por teléfono a
algunos proveedores pero el teléfono está descompuesto. Debo renunciar, en-
tonces, al deseo de dar una comida»3

Sabemos que Lacan extrajo de los textos de Ferdinand de Saussure un


matema que no se encuentra allí pero que condensa los análisis. Escribe la S
mayúscula del significante encima de la pequeña s del significado, para indicar
que el significado es producido por el Significante.
S
s

Eso ya quiere decir que el significado se distingue radicalmente del referente


o sea de las cosas mismas, del real al que se apunta cuando se habla. Luego
Lacan, releyendo a Freud con Jackobson, reconoce en la metáfora y la
metonimia 4 las dos operaciones del engendramiento del significado. El
resultado es lo que Lacan llama un efecto de sentido positivo, que él escribe
con un más al nivel del significado:
S S(+)s
s

La metonimia combina dos significantes –y combinación no es sustitución– sin


engendrar ningún suplemento de sentído, lo que Lacan escribe con un menos al
nivel del significado

(S  S)  (-) s

3
Freud S. La interpretación de los sueños Tomo IV Amorrortu 1979.
4
Véanse las fórmulas desarrolladas de la metáfora y la metonimia en el texto "La instancia de la letra en el
inconsciente", en Escritos 1, ob. cit., pág. 495
EL SUEÑ0 ES UNA METÁFORA

Y Lacan lee el sueño de la bella carnicera (La Belle Bouchére, B.B.) utilizando
esta estructura de lenguaje que él ilustra maravillosamente. Para su
demostración toma naturalmente el comentario de Freud que comporta no sólo
el texto del sueño sino también los datos que las asociaciones convocan
alrededor del mismo.

La rebanada de salmón ahumado que aparece en el sueño, dice Freud, es una


alusión a una amiga de la soñante, amiga que pretende desear el salmón pero
que se prohíbe comerlo. Ahora bien, la bella carnicera hace lo mismo con el
caviar. Ella pretende tener ganas de caviar, persuade a su marido pero insiste
en que no se lo compre. Que una mujer sueñe con caviar, o sea, una comida que
no se vende en la carnicería, conduce hacia otro lugar... alimenticio, por lo
menos. De ahí, Freud deduce audazmente que el comportamiento de esas dos
histéricas en pareja tiene por significación el deseo de tener un deseo
insatisfecho. Todo eso precede al sueño y no responde todavía al inconsciente.

Lacan no discute esta tesis freudiana. Le da forma de matema, la escribe en la


estructura significante/significado: “el deseo de caviar” es el significante cuyo
significado es "El deseo de un deseo insatisfecho”.

S “deseo de caviar”
S "deseo de un deseo insatisfecho"

Vemos que Lacan no reduce el significante a los elementos de la lengua, puesto


que hace del "deseo de caviar” un significante. Puede ser llamado significante,
en efecto, todo elemento discreto, aislable y combinable con otros elementos
igualmente discretos y aislables, susceptibles de tomar sentido. Aquí es el
“deseo de caviar”, puede ser también una imagen, un gesto. Una bofetada, por
ejemplo, Lacan lo evoca, puede ser un significante, a partir del momento en que
entra en una estructura combinatoria de representaciones, un elemento
llamado somático también, un tipo de dolor corporal, como se ve en las
conversiones histéricas que Freud sacó a luz.

Sin embargo el caviar del que habla Freud no aparece en el sueño. Lo que
aparece es el salmón que es sustituido por el caviar por efecto de una
metáfora que hace desaparecer un significante en beneficio de otro: salmón.
Podemos escribir ya la estructura de metáfora del sueño.

S  S(+) ; Salmón  Salmón (+) s


s caviar

Cito: "¿Pero qué es la metáfora sino un efecto de sentido positivo, es decir, un


cierto pasaje del sujeto al sentido del deseo?5 , dice Lacan. Como se ve, el
efecto de sentido positivo, o sea, el plus de sentido positivo producido por la
metáfora, no es otro que lo que Freud llama el deseo del sueño que es
completamente inconsciente,
(+) s = deseo

El sentido es entonces el deseo mismo. La frase se aclara al desarrollar los dos


pisos del matema del significante y el significado. De la misma manera que la
combinatoria de los significantes se desarrolla en cadena, simbolizable con el
binario S1 y S2, de igual manera el significado se presenta sobre dos aspectos.
Primero, la significación que es gramatical. Es la que se utiliza para toda
explicación del texto, para producir un acuerdo sobre una frase siguiendo la
gramática, sus términos y su definición semántica. Pero la significación no
agota el significado, pues a cada significación producida se le puede preguntar
-y es lo que se hace generalmente- ¿qué quiere decir?' La pregunta apunta al
objetivo de la enunciación. Hay entonces siempre exceso de sentido en la
significación:
S1  S2
s significación
sentido

Ahora bien, “¿qué quiere decir eso?" equivale en último término a "¿qué quiere
ello?". El problema reside no tanto en saber, en efecto, qué quiere decir el
sujeto sino en qué quiere el sujeto que habla. Éste es el abecé del
desciframiento que conduce a la interpretación del deseo, y cuya estructura
de lenguaje resalta Lacan, aquella sin la cual la interpretación no tendría
reglas. Pero eso no dice todavía qué es ese deseo como deseo inconsciente.

No podemos limitarnos al deseo insatisfecho de cada una de las dos amigas, la


una con su salmón, la otra con su caviar. En efecto, aquél no es un deseo
inconsciente sino un deseo preconsciente, dado que se deduce simplemente del
discurso explícito de la paciente. El deseo inconsciente no se deduce del

5
Lacan, J., "La dirección de la cura ...", en Escritos 2, ob. cit., pág. 602.
discurso explícito, se deja entrever como significado por la metáfora.
Entonces, hay que “ir más allá para saber lo que un deseo tal quiere decir en el
inconsciente".

LA METONIMIA EN EL SUEÑO

Antes de abordar la interpretación del deseo inconsciente, me detengo


primero en la metonimia. Distingamos claramente el deseo insatisfecho y el
deseo del deseo insatisfecho. Hay, a propósito de esto, dos parágrafos
difíciles. El deseo insatisfecho es significado por el significante caviar, en
tanto que o "simboliza” como inaccesible Aquí nos encontramos a nivel del
matema elemental:

S ; caviar
s deseo insatisfecho

Pero, prosigue Lacan, "[...] desde el momento en que desliza en el caviar como
deseo de caviar, el deseo de caviar es su metonimia: vuelta necesaria por la
falta en ser donde se sostiene. Escribamos esta operación con el matema
significante sobre significado:

caviar d. de caviar caviar  d. de caviar : (-) s


d. insatisfecho d. de.d. insatisfecho

¿Por qué el deseo de caviar es metonimia del deseo insatisfecho y no su


metáfora?

Lacan justamente, en la misma página comenta, lo que llama el poco de sentido


de la metonimia, el "menos" inscrito a nivel del significado en la fórmula
general.

Dice: “La metonimia es, como yo les enseño, ese efecto hecho posible por la
circunstancia de que no hay ninguna significación que no remita a otra
significación, y donde se produce su más común denominador, a saber, la
poquedad de sentido (comúnmente confundido con lo insignificante): la po-
quedad de sentido, digo, que se manifiesta en el fundamento del deseo, y le
confiere el acento de perversión que es tentador denunciar en la histeria
presente”6

6
Ibid, pág 602
Dejo de lado por el momento el acento de la perversión.

Primero subrayo que no hubo sustitución de significante: ésa es la diferencia


que hay con la metáfora del sueño, en la que el salmón desplazó al caviar que
reaparece sólo por asociación; ningún término —caviar y deseo de caviar—
desapareció de la cadena. En cuanto al nivel del significado cuando se pasa del
deseo insatisfecho al deseo del deseo insatisfecho, ¿hay un plus?
Aparentemente sí: no es lo mismo evocar la falta de caviar (deseo
insatisfecho) y hacer entender que se desea aquella falta (deseo de deseo
insatisfecho)

¿Por qué decir, entonces, que no hay efecto de sentido positivo?

Eso se puede entender sólo con la distinción del sentido y de la significación.


Las significaciones "deseo insatisfecho" y “deseo de deseo insatisfecho"
difieren. Pero al nivel del sentido que se pone en el denominador de estas
significaciones, ¿qué es lo que ha sido transferido? (Recuerdo que Freud utili-
za, por primera vez, ese término de transferencia, justamente a propósito del
trabajo de los significantes en el sueño). Se ha transferido nada más que la
indicación de una falta, inherente a todo deseo y que insiste. Que se diga
deseo insatisfecho o deseo de deseo insatisfecho, no es la misma significación
pero es el mismo sentido de la falta del sujeto.

S caviar . d. de caviar .
S significación d. insatisfecho d. de d. insatisfecho
Sentido sentido de la falta sentido de la falta

Aquel deseo único que insiste y que va del deseo insatisfecho al deseo de
deseo insatisfecho, ¿es solamente un "poco de sentido”?, ¿el sentido de la sola
falta, que no puede decir lo que es, específicamente, el deseo inconsciente del
sueño? Esto resuelve la cuestión del eventual acento de la perversión. A los
que estuvieran tentados de poner en la cuenta de una tendencia masoquista, la
estrategia de privación asumida de nuestras dos amigas, Lacan responde que
no es más que una apariencia y que la verdad de esta apariencia es que el deseo
es la metonimia de la falta en ser7. ¿Qué pasa entonces con el sujeto del
inconsciente, cuando quiere algo determinado?

7
Ibid, pág, 623.
EL SUJETO DEL INCONSCIENTE

En efecto, el sujeto del inconsciente no es la gentil histérica que cuenta su


sueño a Freud, en una dimensión de interpelación transferencial: "Entonces,
querido profesor, ¿qué dice usted sobre eso? ¡Le toca a usted! ¡A trabajar!”. El
sujeto del inconsciente, si se lo pudiese encarnar -pero no se lo puede,
entonces lo digo en condicional- sería el agente de la sustitución metafórica.

No es la persona, con todas sus pantomimas, sino lo que está determinado por
esta metáfora. Equivalente, entonces, al deseo que ella significa. Ese sujeto, se
lo encuentra, cito: "en un flujo significante cuyo misterio consiste en eso [que
él] no sabe ni siquiera dónde fingir que es su propio organizador”8.

Hay que distinguir, pues, por una parte, el inconsciente como una estructura de
lenguaje que se descifra, las formaciones significantes de la metáfora y la
metonimia, y, por otra, el sentido inconsciente que se transfiere en esta
combinatoria de la cadena, y que no puede ser más que interpretado. Es el
inconsciente como deseo, como sujeto inconsciente.

TRES IDENTIFICACIONES

La interpretación del sueño de la bella carnicera, bastante simple, pasa por la


distinción preliminar de tres identificaciones.

Eso se conoce desde siempre y antes del psicoanálisis, el sujeto histérico tiene
tendencia a identificarse, pero la identificación histérica es una cosa compleja
y estratificada.

La primera identificación es con la amiga.

Se pueden marcar las coordenadas de esta primera identificaci6n en el


esquema L de Lacan, en el cual el eje del imaginario se cruza con el eje de la
relación simbólica de sujeto a sujeto:

8
Ibid.
Salmon
Amiga d Flaca
Objeto -
Falta

(deseo del Otro) deseo del Otro

Caviar Soñadora A Marido


Redondo
0. que satisface

Más que a un solo significante es una identificación a una conducta (negarse lo


que se dice querer), que indica ya el deseo. Hay que situarla en el eje del
imaginario, como identificación vía un índice significante, con el deseo del otro
–sin mayúsculas– del semejante.

El índice de esta identificación con la amiga, está dada por el deseo de caviar
de la paciente que se calca sobre el deseo de salmón de su amiga, como ya he
dicho Caviar y salmón son, en tanto objetos inaccesibles o negados, los
significantes de su deseo insatisfecho.

Esta identificación con el deseo de la amiga se aprehende sólo en relación con


un tercer término, que escribimos A, en este caso el marido, al que se trata,
diría yo, de hacer desear. Hay que escribirlo en el lugar del Otro, con
mayúscula, en la medida en que, para seducirlo, hay que orientarse en relación
con su deseo, el cual se localiza solamente a partir de su demanda y como
sentido de esta demanda.

La estructura aquí es fácil de leer, pues la demanda del marido es muy


explícita, en efecto, es un hombre que pretende saber lo que quiere le gustan
las mujeres gorditas. Ahora bien, la casualidad hace que la paciente, gordita,
tenga todo para satisfacer su demanda. Por el contrario, la amiga es flaquita,
no responde a las condiciones de satisfacción sexual del marido y, de ahí, el
poco interés que el marido pone en la amiga es dudoso. Un deseo se indica ahí,
pero en el modo negativo: un interés distinto, por algo que no lo puede
satisfacer, mientras que incluso sus pulsiones están satisfechas. Aquí la línea
de dehiscencia entre "deseo como" y "demanda de satisfacción" es evidente.

Por otra parte, la encontramos en nuestras dos amigas en la situación del


sueño. En efecto, la amiga tiene una demanda: venir a cenar. La significación
está dada por el cumplido que le hace a la bella carnicera: "en lo de ustedes se
come tan bien", pero su sentido es muy diferente y nuestra espiritual
carnicera lo entiende, es que su amiga se complace en despertar un deseo en el
marido, el carnicero, el hombre tiene "la rebanada del trasero", aunque nada
indique que ella quiera ofrecerse como comestible, al contrario.

El sueño de la propia paciente se presenta como un anhelo que pasa por una
demanda, e incluso por una llamada, que responde a la demanda de la amiga y
encuentra su símbolo en ese instrumento que es el teléfono. La significación es
clara: se trataría de darle el gusto a su amiga, pero resulta que la supuesta
intención del sueño fracasa y revela otra: "No cuentes con que te ayude a
cautivar la falta de mi marido”.

Aquí la amiga interviene como apoyo del deseo -deseo que hay que aprehender
simplemente como falta- mientras que la carnicera es objeto de satisfacción.
Tenemos, en este caso, una ilustración mínima, muy precisa, de una división que
es paradigmática de la histérica, a saber, la escisión entre el objeto de la
satisfacción y el objeto del deseo, entre objeto-goce y objeto-falta. La noción
de objeto-causa, que Lacan utiliza en ciertas épocas de su enseñanza, condensa
por otra parte esos dos aspectos del objeto: en efecto, es a la vez el objeto
que falta y que en eso sostiene el deseo y el objeto plus-de-goce. Su función
es, entonces, doble: causar la falta y obturarla La histeria disocia estos dos
aspectos:

Objeto falta
objeto causa
Objeto goce

La segunda identificación: la identificación imaginaria con la amiga no era,


entonces, cualquier identificación. Su resorte se encuentra en el eje simbólico
de la relación del sujeto con el Otro, en este caso, el marido. Más
precisamente, ella está sobreentendida con una pregunta sobre el deseo del
Otro: "¿no tendría él también un deseo que le quede atravesado, cuando todo
en él está satisfecho?"9. ¿La bella carnicera mira a su amiga desde el punto

9
Ibid, pág 606
de vista del Otro? Ella interroga el agalma, el encanto de la amiga, el misterio
de su seducción de flaca desde el punto de vista del hombre. El sujeto,
significado de la metáfora del sueño, es entonces cuestión del Otro, aquí el
hombre. Al que cómo sujeto ella se identifica. Cito:

En esta cuestión en la que se convierte el sujeto aquí mismo. En lo cual la mujer


se identifica con el hombre, y la rebanada de salmón ahumado viene a tomar el
lugar del deseo del Otro.10

$=? Amiga (salmón)

Histérica A barrado
(caviar) (rebanada)

Pero ¿de dónde viene esta rebanada de salmón ahumado. Es la primera vez que
Lacan introduce este significante, cuando la traducción del texto mencionaba
"un poco de salmón"- De hecho, se trata de una condensación: el salmón viene
de la amiga y la rebanada viene del marido; en efecto, es él quien, en su
postura de bon vivant, ha dicho "de una rebanada del trasero de una bella
muchacha". Así, "la rebanada" que, como "un poco" no es el todo, deviene el
significante del deseo del Otro. Cuando Lacan dice "la mujer se identifica con,
el hombre" no es que saque un conejo de su galera, ni tampoco que estudie el
comportamiento y las posturas imaginarias; es el resultado del desciframiento
significante. Nada que ver con alguna intuición psicológica.

Entonces, dos identificaciones. Una primera con la amiga, en el eje Imaginario;


una segunda, en el eje simbólico: la identificación con el deseo del hombre. Se
puede constatar de inmediato que la identificación de la mujer histérica con el
hombre está bien lejos de excluir una pantomima de feminidad, puesto que
todo el juego de la paciente con el caviar revela la mascarada femenina. Su
"hacer de hombre" es a nivel inconsciente del deseo y no tiene nada que ver
con cualquier aspecto marimacho.

La tercero identificación: Si nos quedáramos con esta según la identificación,

10
seríamos llevados a, pensar el sujeto histérico como una eterna pregunta: el
sujeto sería aquel cuyo ser tendría como única fórmula la cuestión del Otro.
Pero esta cuestión del Otro no es inefable. Tiene su significante: el falo,
definido aquí como significante de la falta y en relación con la cual se indica
una tercera identificación. "Ser el falo, aunque fuese un falo un poco flaco:
¿No es ésta la identificación última con el significante del deseo?"11


     $ = ?

Esta expresión de una identificación última anticipa los desarrollos de Lacan


de "Posición del inconsciente" y lo que él llama el eje de la separación, en el
cual el sujeto se separa de los significantes del Otro y se identifica con el
significante o con los objetos de su deseo. Las tres identificaciones en juego
en el sueño son bien distintas: la primera es identificación con el objeto que
sostiene el deseo, la segunda con el sujeto del deseo, la tercera con el
significante del deseo. El sujeto, si hablara como "yo" (je), podría decir:
"cierto, soy falta en ser, pero, por lo menos, puedo ser lo que le falta al Otro".
"Ser el falo" ésa es la fórmula del deseo del sueño de la espiritual carnicera y
es un anhelo de hacerse ser por medio de la falta del Otro.

HISTERIA Y POSICIÓN FEMENINA

Ahora bien, Lacan emplea la misma expresión para designar la posición de las
mujeres en la relación sexuada. ¿Se debe concluir que histeria y feminidad
forman un todo, como aparentemente lo postula la etimología que deriva del
término útero? La respuesta de Lacan es diferente y la frontera entre,
histeria y feminidad debe ser precisada.

Distingamos el anhelo de ser el falo y la posición en la relación sexual que hace


la mujer falo. Mujer falo no indica una identificación sino un lugar, el del
complemento del deseo masculino. La fórmula del fantasma, $ <> a, muestra
esta disimetría entre el sujeto descante y el partenaire como objeto
complementario de su deseo. Este objeto puede ser abordado como imagen de
a, pero también como significante, ya que existen condiciones simbólicas para
la elección de objeto –y como goce de a-. En todos los casos, toma su valor por
ser el que responde por la falta fálica del sujeto. Esta disimetría se traduce

11
. Ibid., pág. 607
en el hecho de que, en la relación sexual, es necesario que el hombre desee,
mientras que es suficiente que la mujer se deje desear, que consienta. De ahí,
la cuestión de saber ¿qué es, más allá del consentimiento, el deseo femenino?12

La pregunta no se resuelve con el acto, pues hay diversos modos de


inscribirse en él. Sobre este punto, Lacan distingue muy categóricamente el
modo mujer y el modo histérica, aunque se puedan combinar. Porque
identificarse con el deseo, el caso de la histérica, excluye identificarse con el
objeto de goce. Esta tesis atraviesa toda la enseñanza de Lacan, aun cuando
las formulaciones hayan variado con el tiempo.13

De ahí surge la idea, siempre verificada, de que en la relación con el


partenaire, el sujeto histérico lleva a cabo una estrategia de sustracción.
"Escamoteo", dice Lacan, allí donde Freud había puesto a la luz el doble
movimiento de seducción de rechazo, una mano que levanta la falda y la otra
que la baja. La bella carnicera lo muestra en una forma encantadora e
inofensiva: no se niega al goce de su marido, aunque no sabemos, qué goce saca
de ello, pero sí sabemos que lo único que le interesa, en efecto, es lo que no
está satisfecho en su marido, y si se identifica con su amiga, es para intentar,
al menos imaginariamente; no satisfacer la satisfacción de su marido. Sin
embargo, no hay aquí ninguna maldad: solo el anhelo de hacerse lo que le falta
al Otro.

El caso Dora no es menos ejemplar. Para ella, por cierto, el Otro se divide. Hay
dos hombres, M.K, el hombre con órgano, el hombre que quiere gozar, y luego
el padre del cual se dice claramente que sufre impotencia. Ciertamente, él se
interesa en la señora K, y sin duda tiene sus razones, pero no se interesa en
ella por el goce propiamente fálico del órgano. Para la bella carnicera, estos
dos, el hombre del goce sexual y el hombre del deseo sexual están reunidos
en uno solo: el carnicero del goce y el carnicero del deseo. Pero lo que las
fascina a las dos es el objeto agalmático que hace desear. Todo lo que interesa
a Dora va de la señora K. a la contemplación de la madona.

12
. Véase más arriba
131313
. Para dar solo algunos puntos de referencia en este camino: “Intervención sobre la trasferencia”, en
1951, le atribuía a Dora una dificultad para identificarse con su sexo; en 1958, el caso de la bella carnicera da
el paradigma de la elección de la falta del deseo más que del goce; Lacan lo confirma en 1973, en su
“Introducción a la versión alemana de sis Escritos, Uno por Uno, · 42, Barcelona Paidós, págs., 9-15, cuando
dice: la histérica se identifica con la falta tomada como objeto, no con la causa de la falta. Finalmente en
1979 en una conferencia sobre Joyce (Joyce, el síntoma II, ob. Cit., pág13) distingue explícitamente una
mujer como síntoma y una histérica-síntoma.
No se debe concluir que el sujeto histérico es un sujeto que se niega a todo
goce. Es un sujeto que consume la falta y eso es también un goce, pero no es el
goce viviente. Para decirlo de otro modo, gozar de la falta y gozar de la carne
son dos cosas muy diferentes. Esta voluntad de no satisfacer el goce es lo que,
de manera precisa, define la posición histérica: Lo que contribuye, sin duda, a
desorientar a los clínicos, sobre todo actualmente, es que las histéricas no se
niegan a ir a la cama y, a veces, incluso a coleccionar amantes. De ahí, a
concluir que se consagran al goce. Pero la clínica psicoanalítica no es una
clínica de la observación de las conductas, aunque a menudo permite dar cuenta
de sus anomalías y misterios.

La posición-mujer es distinta. Lacan la define de manera opuesta. Ya evoqué la


interpretación que hace del deseo femenino, en su texto de 1958,
respondiendo a la famosa pregunta de Freud: "¿Qué quiere la mujer?". La
respuesta, en resumen, podría formularse así: quiere gozar, No solamente eso
goza más, mensaje de Tiresias, sino eso quiere gozar.

Del sujeto histérico no se podría decir: quiere gozar, y tampoco se podría


decir lo contrario ¿Qué es lo que quiere, entonces? De lo que precede, se
desprende una fórmula; El histérico, que busca, insatisfacer al Otro, apunta a
un plus de ser. Se podría decir entonces: una mujer quiere gozar, la histérica
quiere ser. Incluso, exige ser, ser algo para el Otro, no un objeto de goce sino
un objeto precioso que sustente el deseo y el amor: Se puede diseñar el cuadro
de los rasgos diferenciales tal como los propone Lacan. Del lado mujer, a la
izquierda, la referencia al goce, es decir a un plus; del lado de la histérica, a la
derecha, un querer ser. Aún hay que completar el cuadro con las
características de la verdad del goce efectivo y precisar ese querer gozar de
la mujer. Se acompaña de un querer hacer gozar. El goce que un hombre tiene
de una mujer, la divide, dice Lacan en "El atolondradicho". Es decir que el goce
del partenaire viene al lugar de la causa del deseo de ella. Distingamos
claramente los dos registros de la oferta de gozar para el Otro que hace la
mujer –y que difiere de la oferta de desear de la histérica– y, por otra parte,
el goce específico de la mujer. Porque, en efecto, ocurre a menudo que hay
mujeres que no quieren ni hacer gozar –aversión primaria de la histérica; bien
percibida por Freud– ni gozar, pues el goce no es forzosamente deseable.
Mujer Histérica

Referencia de Goce referencia de Deseo


+ +
Querer gozar querer ser

S(A/) $  S1
A S2

La/ mujer

HACER DESEAR...

Al escribir el discurso de la histérica, Lacan quiere poner en evidencia primero


lo que le da su precio a la histeria: obtener la producción de un saber del amo,
lo que se verifica de Sócrates a Platón y de las histéricas a Freud:

$ S1
a S2

Pero su verdad es otra: el hiato en relación con lo que su discurso obtiene, ya


que el sujeto histérico querría –lo pongo en condicional para marcar lo
imposible– que hubiera un saber del objeto. Querría que el Otro pudiera decir
el objeto precioso, el agalma de la mujer, ya que, en efecto, no se trata para la
histérica solamente de hacer desear sexualmente al Otro sino de hacerle
decir la causa. De allí la insatisfacción que topa con lo imposible de decir y que
se alimenta con todos los saberes producidos. "¡Dime lo que busca tu deseo en
mí o en la otra!". Esta pregunta que sostiene el discurso amoroso, tiene
también una función superyoica, que no es el superyó de un empuje-a-gozar,
sino más bien de un empuje-a-saber. Charcot se equivocó. El sujeto histérico
busca a un hombre, cierto, pero a un hombre animado del deseo de saber, a un
hombre para saber el objeto.

El resultado, en la historia del psicoanálisis, es la serie de objetos parciales


establecida gracias a las histéricas que Freud escuchaba. Todas ellas animadas
del deseo como deseo del Otro, del hombre, no la instruyeron sobre la mujer
sino sobre la causa del deseo masculino. Pues, en cuanto a la mujer,
despedazada entre el significante del falo () y el de la falta en el Otro S (A
barrado), el partenaire no es el objeto a.

Hombre Mujer

 La/ mujer

Han sido necesarias las histéricas y el a priori del prejuicio sexual que reporta
su propia medida sobre el partenaire para que se crea que ellas hablan... de
mujeres, mientras que, como en el sueño de la bella carnicera, hablan la lengua
del partenaire hombre.

Es cierto que Lacan ha variado las formulaciones sobre estas cuestiones. Allí
donde distinguía los sexos con "tener o ser el falo", llegó a decir luego "tener o
ser un síntoma”, Las dos fórmulas no son equivalentes. El falo, siendo una
función negativa de la falta, y el síntoma una función positiva del goce, implica
que estas fórmulas son, más bien opuestas. Hasta el punto que querer "ser el
falo", con que Lacan, durante un tiempo, estigmatizaba a las histéricas,
significa exactamente no querer ser el síntoma. Es lo que explícita en la
segunda conferencia sobre Joyce, en 1979, en la que acentúa la diferencia
entre la posición histérica y la de la mujer. Una mujer, dice, se especifica por
ser un síntoma. No es el caso de la histérica que se caracteriza por
"interesarse por el síntoma del otro", y que entonces, no es síntoma último sino
"penúltimo".

Ser síntoma único, al menos para Uno, no es propiamente hablando la exigencia


histérica, lo sabemos desde Dora. Lo que en la experiencia se traduce por:
incluso en el cara a cara, el sujeto histérico no hace pareja, pero al menos
triángulo y a veces más. La dificultad clínica es que lo recíproco no es verdad.
Una mujer, sea obsesiva, fóbica e incluso psicótica, puede también tener que
afrontar lo que yo llamaría sus rivales en el síntoma, sin que éstas tomen el
papel que juega la otra mujer en la histeria. Además, el hombre obsesivo
también tiene su triángulo cuando sustenta su deseo con el deseo de un alter
ego. En todo caso, para la histérica, interesarse en el síntoma de otro quiere
decir no consentir en ser el síntoma. Pero tampoco significa tener un síntoma
idéntico al del hombre. Contrariamente a lo que se imaginan los espíritus
apresurados, no ser una mujer no significa ser un hombre. Por otra parte,
Lacan señala que Sócrates no es un hombre. Se trata de una tercera posición:
la de tener un síntoma, por así decir, a través de la procuración de un hombre.
Y Lacan precisa que eso no implica el Alcibíades cuerpo a cuerpo. Se pueden
seguir en la enseñanza de Lacan todas las fórmulas a través de las cuales él se
acerca progresivamente a esta afirmación. Es cierto, Dora se interesa en la
señora K. como síntoma, pero no quiere ser la señora K. –cf. la bofetada cuando
se le propone ese lugar–. La bella carnicera, con su pequeño sueño de desafío a
Freud, muestra más claramente todavía, desde el momento en que ella soporta
en la realidad las asiduidades de su marido, el hombre como órgano, muestra
que sueña solamente en dejar el lugar del síntoma y, como dice Lacan en el
Reverso del psicoanálisis, en dejar el querido carnicero a otra. En cuanto a
Sócrates, es muy claro que no quiere ser el síntoma de, pero se interesa por
Agatón, en tanto que ocupa ese lugar.

Se comprende, sin embargo, por qué la histeria se presta a confusión con la


posición femenina y por qué es más frecuente en las mujeres. La feminidad
implica la relación con el Otro, el hombre, para realizarse como síntoma. Que
ella acentúe el "hacer gozar", como acabo de decir, no excluye el "hacer
desear" que es condición del primero. Por eso, me parece, se acentúa el nudo
histérico en las mujeres. La histérica pasa por la misma mediación del Otro,
pero con fines diferentes, y no para realizarse como su síntoma. En tanto que
discurso, la histeria determina un sujeto que nunca está solo, incluso si es
aislado, un sujeto siempre acoplado en la realidad a otro que se define por el
significante-amo y que el sujeto interroga en cuanto a su deseo de saber sobre
el sexo. Su deseo se sustenta del síntoma del Otro, a tal punto que se podría
casi decir que se hace causa de éste, pero una causa de... saber. No porque el
deseo de placer la anima sino porque quisiera inspirárselo al otro.

¿Cómo situar entonces el "hacer de hombre" de la histérica? La expresión


toma muchos sentidos. En primer lugar, designa el desafío histérico, su:
"hazme ver si eres un hombre», en el sentido de "¡arriba los valientes!", pero
también la identificación con el hombre. Sin embargo, esta identificación no es
cualquiera y es ahí que nos equivocamos a menudo. Puede ser una identificación
con su tener fálico, o por el contrario, con su falta. Por otra parte, las dos
pueden estar muy juntas en el mismo sujeto, pero la identificación
propiamente histérica, tal como la encontramos en Dora, en la bella carnicera,
tal como Lacan la retoma en su texto de 1973, en la "Introducción a la edición
alemana de los Escritos", consiste en identificarse al hombre en tanto que no
está colmado, que también está insatisfecho, y que su goce está castrado. El
clínico se pierde ahí fácilmente, pues las consecuencias de esta identificación
pueden presentarse en la fenomenología de la experiencia bajo la forma de
semblantes de la hiperfeminidad. Véase la bella carnicera: a nivel imaginario,
visible, ella hace la mujer, a porfía de su amiga. Pero esta mascarada
desemboca en lo que, a nivel simbólico, como sujeto, se identifica con el
hombre en su falta.

Se comprende también por qué Lacan puede sostener que, en materia de


histeria, el hombre es superior a la mujer. Porque en él, el deseo de hacer
desear el saber puede no estar limitado por el gocé. En este sentido, si
seguimos a Lacan, Sócrates es el paradigma. Interpela a Alcibíades, lo quiere
llevar a su dialéctica en la elaboración del saber filosófico, pero no busca
sustraerle el efecto de amor, ni el efecto de goce. Lo busca tan poco que,
cuando Alcibíades se lo ofrece, lo rechaza y queda impávido, preso de su
pasión.

En la relación con el Otro, no olvidemos a Dios, al Otro barrado por excelencia.


Cuando Lacan afirma, en el seminario Aun, que eso con lo cual tiene que verla
mujer, es con Dios, el propósito parece enigmático, sobre todo si se lo aplica a
las mujeres de hoy. Pero, en efecto, siempre hay más allá del hombre, otro más
Otro que el hombre, en razón justamente de la especificación fálica que
caracteriza a este último. Por otra parte, la convicción de que, con la clave
fálica, se sabe lo esencial de lo que hay que saber sobre los hombres, alimenta,
se sabe, el discurso de las mujeres entre ellas. Y cuando Lacan dice, en 1958,
que lo que la mujer llama sus anhelos, más allá del hombre que abraza, es un
hombre castrado, apuntaba a la misma aspiración: 14 otro cuyo enigma no
estaría limitado por la clave fálica:

EL AMOR, FEMENINO

En la perspectiva de precisar la frontera entre la feminidad y la histeria,


vuelvo ahora; al amor de las mujeres, del que se dice que es celoso y exclusivo.
Celoso es, porque demanda el ser. Hace más que demandarlo, por otra parte:
en sus momentos de plenitud recíproca, llega a producir como un borramiento
temporal del efecto del efecto de falta de ser, un correctivo transitorio de la

14
Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina", en Escritos, ob. cit., pág. 712.
castración. Correlativamente, la pérdida de amor tiene un efecto depresivo en
el sujeto que cree perder una parte de sí mismo, y como dicen algunas, no ser
ya nada- Esta vertiente de la experiencia común, bastante evidente, está
acentuada en la histeria, pero no le es particular. Está presente, más o menos,
en la mayor parte de los sujetos, a pesar de algunas diferencias entre hombres
y mujeres.

Por otro lado, el amor femenino es celoso porque, y esto es lo más


interesante, depende de las características de su goce. Contrariamente al
goce fálico, el goce otro, suplementario, "sobrepasa" al sujeto. Primeramente,
porque es heterogéneo a la estructura discontinua de los fenómenos que regla
el lenguaje, teniendo por consecuencia que este goce no identifica.

Se ve la diferencia con el hombre para el cual el goce fálico, que tiene la misma
estructura discontinua que los fenómenos del sujeto, posee un valor que
identifica. Así, los hombres se vanaglorian de sus hazañas, siempre fálicas, y
se reconocen tanto más hombres cuanto más goce fálico acumulan. Eso
comienza en la escuela primaria cuando los muchachos se muestran su órgano,
lo comparan, lo someten a la prueba de ver quién mea más lejos. El órgano
todavía no está en función en el plano estrictamente sexual, pero ya el dis-
curso ha advertido al muchacho que es con eso, por medio de eso, que él va a
medirse. Más tarde vienen las conquistas sexuales que se contabilizan cuando
se es hombre. Incluso pasa algunas veces, y es un fenómeno divertido, que
algunos personajes famosos, aconsejados por sus colaboradores, se exhiben
con una amante que no usan, porque evidentemente eso los posiciona como
hombres. Además, en nuestros países, todas las celebridades de la política, del
show biz, de los deportes, se adornan con una mujer. Es un hecho. Sin duda,
eso basta para impresionar el imaginario propio de una comunidad. Como si se
supiera que al mostrar su mujer, un hombre se muestra. Se verifica, además,
que las familias descompuestas15 de nuestro tiempo no han pasado aún a ser
norma. En todos los niveles, de la política, de la profesión, del dinero, el
hombre se asegura de ser hombre por la apropiación fálica.

No es lo mismo para una mujer. El goce fálico, el del poder, en el amor o en


otras partes, no le está prohibido, ciertamente. Incluso se puede decir que le
es cada vez más accesible. Es evidente que lo que se llama liberación de las
mujeres les da cada vez más acceso a todas las formas de goce fálico. Sólo
que hacerlo tan bien como los hombres, eso no te hace una mujer. De donde los

15
Empleo este término en referencia a la "familia recompuesta".
conflictos subjetivos que han sido percibidos desde hace tiempo en el
psicoanálisis, y cuyas formas varían según las épocas, entre la apropiación
fálica y la inquietud en cuanto a la vida de la mujer, como se dice a veces.

En lo que concierne al goce otro, propiamente femenino, no da más seguridad.


Una mujer no se hace reconocer como mujer por el número de sus orgasmos o
la intensidad de sus éxtasis, salvo excepción, es verdad. Y lejos de exhibirse,
ese goce, a veces se esconde. De donde surge la necesidad de otro recurso y
los esfuerzos para identificarse por el amor. En otros términos a la falta de
poder ser La mujer, queda la posibilidad de ser "una" mujer, elegida por un
hombre. Ella toma prestado el “uno” al Otro, para asegurarse de no ser un
sujeto cualquiera, que es lo que es desde el momento en que es un ser hablante
sujeto al falicismo, sino por ser, además, identificada como una mujer
elegida. Se comprende, entonces, por qué las mujeres, histéricas o no, más
que los hombres, aman al amor

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