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Lozina entrecruzó duras palabras con uno de los ex penitenciarios

El diputado Esteban Lozina y el ex oficial penitenciario José María Cuenca se enfrentaron en un careo
ayer en el juicio oral que se le sigue al segundo y a otro ex penitenciario federal por tormentos que habrían
cometido contra presos políticos.

El diputado provincial Esteban Lozina y el ex oficial penitenciario José María Cuenca se enfrentaron en un
careo luego que éste último acusara al primero de tener privilegios dentro del penal por ser hijo de un oficial
del Servicio Penitenciario Federal. Lozina negó el trato preferencial, pero admitió que durante una campaña
electoral fue entrevistado por Cuenca en una radio de Jardín América. Y que el imputado se desempeñó
como “asesor” en el Ministerio de Gobierno durante su gestión.

Una jornada con duros testimonios y un fuerte cruce entre uno de los acusados y un ex preso político de la
última dictadura fue lo que caracterizó a esta nueva sesión del juicio oral y público en el que son
juzgados los ex agentes penitenciarios Rubén “Lobo” Gómez y José María Cuenca, ambos acusados del
delito de “tormentos agravados” cometidos en el Penal de Candelaria.

El diputado provincial Esteban Antonio Cartago Lozina recordó que fue detenido y picaneado por la
dictadura en octubre de 1976, cuando tenía 19 años y trabajaba en una carpintería de Posadas. “Iba en
bicicleta y fui rodeado por unas 60-80 personas armadas que me preguntaban por las armas y yo sólo
llevaba un metro y un lápiz”.

El ex preso político -pasó más de siete años encarcelado- pasó por varios centros clandestinos de detención
antes de llegar a la Unidad Penal de Candelaria. “En esa época estábamos en situación de desaparecidos”,
explicó.

Durante las sesiones de tortura le preguntaron si el por entonces obispo de Misiones, Jorge Kemerer “estaba
en el asunto, es decir si formaba parte de los grupos guerrilleros”. Al recordar su paso por la cárcel de
Candelaria, dijo que “pocos días después de llegar, Cuenca me hizo sacar y llevar hasta una oficina, donde
me dijo que era una vergüenza para mi familia y me dio un golpe de puño en el estómago. Después apareció
otro oficial de menor rango que me pegó en la cara con la mano abierta y como yo no lloraba me dijo que
era un duro; pero cuando me puse a llorar me acusó de maricón”.

Para Lozina, Cuenca y Gómez “no eran dos malvados, creo que había instrucciones precisas y ellos eran
parte de un plan sistemático de aniquilamiento, de exterminio. Nuestro delito era pensar y ser jóvenes”.

El actual legislador recordó que “cuando entramos en la cárcel nos hicieron la ficha y eso nos dio cierta
tranquilidad porque era más difícil que nos hicieran desaparecer. A mi padre lo pude ver recién cinco años
más tarde y a través de un vidrio”.

Tras relatar la metodología que empleaban los guardiacárceles para torturar a los presos “especiales” que
estaban alojados en la Unidad Penal 17, afirmó que “en el año 2005, cuando estaba en campaña, me
agendaron una entrevista en FM Odisea y al llegar allí me encontré con Cuenca. Hice de tripas corazón y
seguí adelante con la nota porque consideraba que detrás había un interés superior, que era dar a conocer mi
propuesta”.

Lozina negó haber tenido privilegios dentro del Penal y admitió que Cuenca integró la nómina de asesores
cuando él fue ministro de Gobierno. “Es el Gobierno quien designa a los asesores y muchas veces esos

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cargos son otorgados por pactos políticos y allí son contratadas esposas, familiares de políticos y el ministro
muchas veces no los conoce a todos”.

Durante el careo, Cuenca expresó “creí que Lozina era amigo mío porque tomamos un café en Vitrage”, a
lo cual el diputado aseguró que “no voy nunca a ese lugar”. El imputado también dijo que Lozina tenía
acceso al único teléfono, que estaba en el despacho del director del Penal, pero este negó la imputación
“porque en esa época no había hijos y entenados, a tal punto que hay sobrinos de Videla y Viola que están
desaparecidos. Además, ¿con quién iba a hablar. Con mi padre, que ya había sufrido un accidente cerebro
vascular y no emitía palabra?”, agregó.

Lozina fue categórico al señalar que “él sabe que me desnudó, que me pegó, que me hizo hacer flexiones de
piernas con una maceta y me maltrató”. El diputado agregó además una anécdota. Recordó que “cuando
estaba en la Legislatura y Cuenca fue procesado, me fue a visitar su hermano, que era intendente de Jardín
América, y me preguntó si era cierto todo lo que se decía. Le dije que si, más allá de lo que actualmente es
su hermano”.

Toribio Gómez (68) recordó que todos temían a “Lobito” Gómez en el Penal, quien en una oportunidad lo
sacó del pabellón para torturarlo. “Yo estuve preso poco tiempo porque un teniente coronel retirado que
circunstancialmente había conocido en Apóstoles fue a hablar y consiguió que me largaran”.

El docente universitario Aníbal Velázquez también fue detenido en octubre de 1976 y brutalmente torturado
antes de ser llevado a la Unidad Penal 17. “Al principio era llevadero, pero a la tercer semana me sacaron
hasta la zona del mástil, donde me golpearon más de media hora. Había uno que daba un golpe bien pegado,
de arriba hacia abajo, que nos dejaba sin aire. Esa noche, al tercer golpe caí al suelo y me arrastraron hasta
un pabellón de recuperación, donde me aplicaron una inyección y dormí hasta el otro día a la tarde. Me
desperté y mi panza estaba hinchada como si fuera un embarazo. Todo esto ocurría en el turno de Gómez”.

Sergio Sobol tiene 61 años y siempre se dedicó a cultivar la tierra. Fue detenido el 16 de octubre de 1976
porque era cuñado de los hermanos Peczak. Recordó que fue picaneado y luego cargado en el baúl de un
Polara. “Creí que me iban a tirar al Paraná”, dijo al borde del llanto. El hombre contó que las golpizas que
le propinaron le dejaron serios problemas de columna, una sordera que con el paso de los años se agrava y
un problema cardíaco que le impide trabajar en su chacra de Los Helechos.

“Cuenca me decía que mi mujer andaba con otro tipo, nos hacían cantar el Himno y cuando llegábamos a la
palabra libertad nos golpeaban y decían que nos iban a matar”, agregó.

Hugo Salinas es panadero y tiene 51 años. Llegó con signos de torturas al Penal de Candelaria pero eso no
impidió que en poco más de tres meses lo sacaran 36 veces para torturarlo. “Fue todo un récord”, indicó.
Además, contó que allí le quemaron los testículos con cigarrillos y encendedores.

El último testigo de la jornada, Benito Delfín Aguirre, de 66 años, pocos detalles aportó a la causa y su
declaración fue la más breve del juicio que comenzó el 11 de junio pasado. (Noticias del 6)

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