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4 Crímenes 4 Poderes

Un ensayo de 4 crímenes 4 poderes En 1978 cuando ya tenía un largo


sendero transitado como funcionario policial, Fermín Mármol León publicó el
libro 4 Crímenes 4 Poderes en el que narra las incidencias de 4 terribles delitos
perpetrados entre octubre de 1961 y marzo de 1973 y en los que las personas
que resultaron seriamente comprometidas por las evidencias terminaron
liberadas de toda responsabilidad debido a la presión ejercida por los poderes
fácticos.

20 años antes, Mármol León quien estudiaba Petróleo y Minas en una


escuela técnica decidió ingresar, luego de muchas dudas, al naciente Cuerpo
Técnico de Policía Judicial en calidad de detective. El muchacho que entonces
era se debatía en un dilema: ¿Podía él como policía contribuir de manera
honesta con la sociedad o simplemente con el pasar del tiempo terminaría
convertido en un esbirro? ¿Sería finalmente odiado como lo eran aquellos
hombres que formaron parte de la Seguridad Nacional? Tal vez no sabía
Mármol León que más adelante tanto él como sus compañeros enfrentarían un
dilema más grave, el que su trabajo como detectives se viera de continuo
torpedeado por la acción de grupos poderosos que ejercerían una absurda
solidaridad con algunos de sus miembros implicados en crímenes horribles. 4
Crímenes 4 Poderes aborda, desde la ficción una cadena de sucesos que
constituyeron una bofetada a la ética.

El autor identifica y denuncia a 4 poderes fácticos: El eclesiástico, el


militar, el político y el económico que intervinieron de manera grosera para
impedir que se impartiera justicia en 4 crímenes; la violación y asesinato de la
hermana de un sacerdote, el homicidio de la esposa de un capitán de la
aviación, la terrible muerte por la explosión de una bomba de la esposa de un
diputado y el secuestro y brutal asesinato de un niño. Este libro pese a sus
deficiencias literarias se convirtió en un suceso editorial que produjo además
dos películas y una interminable lista de artículos. En este ensayo que
presentamos hoy en Crónicas del Tánatos, luego de publicar los casos reales
en los que se basa la novela haremos una comparación entre los elementos de
la realidad y la ficción. Para los detalles de cada caso recomendamos leer las
entradas que ya publicamos de cada uno de ellos, haciendo clic en las
imágenes que se encuentran al final de este ensayo.

Los protagonistas En la ficción, el sujeto conductor de la obra es el


comisario Martínez León, una especie de alter ego del autor; a pesar de que no
fue Mármol León el responsable de pesquisar todos los casos (solo del último,
el caso Vegas Pérez). En la vida real, la investigación de la mayoría de los
casos fue responsabilidad del comisario Carlos Olivares Bosque (Biaggi, el
crimen del ascensor y la estatuilla mortal). El jefe mayor de la PTJ era el Dr.
Rodolfo Plaza Márquez, quien fue el director que fundó la institución.
Renunció a ella el 30 de junio de 1966 luego de ser objeto de innumerables
presiones; ya en 1961 cuando sus hombres investigaban al sacerdote Luis
Ramón Biaggi recibió la oferta de presidir un tribunal de reciente creación,
cargo que al final no asumió. Al momento de renunciar afirmó a la prensa que
su retiro de la PTJ no se debía a presiones de ninguna naturaleza; recordemos
que justo en aquel momento esta institución tenía en sus manos dos papas
calientes: el caso del capitán Rivero Pérez y el caso del diputado Martín
Antonio Rángel, ambos acusados de asesinar a sus respectivas esposas. A
favor de lo dicho por Rodolfo Plaza Márquez está el hecho de que fue
sustituido en el cargo por el propio Carlos Olivares Bosque.

EL CASO DE LA HERMANA DEL SACERDOTE (El caso Biaggi)


Fecha: 15 de octubre de 1961 Indiciado: Luis Ramón Biaggi Personaje en la
novela: Padre Pedro Luis Cuzati Víctima: Lesbia Margarita Biaggi Personaje
en la novela: Lídice Cuzati Encargados de la investigación por Caracas:
Comisario Carlos Olivares Bosque y Profesor Honorio Aranguren Personaje
en la novela: comisario Martínez León Familiares y amigos en la vida real:
Carmen Tapia de Biaggi (madre) Rigoberto Franceschi (novio), Nanzo Biaggi
Tapia (hermano y abogado), Cipriano Perpetui (ex novio, de oficio mecánico)
En la novela el ex novio de Lesbia Biaggi se llama José Gregorio Álvarez y
trabaja como administrador de una firma constructora. Personajes: Monseñor
Juan José Bernal, Arzobispo de Ciudad Bolívar y el médico psiquiatra José
Luis Vetencourt, quien examino al sacerdote encontrándolo en pleno uso de
sus facultades mentales. Responsable de la investigación en Ciudad Bolívar:
Comisario Pedro Jesús Díaz Arvelo Personaje en la novela: Pedro Díaz Este
funcionario falleció el 31 de octubre de 1961 en un lamentable accidente
mientras efectuaba investigaciones en torno a un caso que corría paralelo al
del padre Biaggi, algunos personeros de la iglesia quisieron hacer ver desde
los púlpitos que se trataba de un castigo de Dios por haberse atrevido a señalar
a uno de sus sacerdotes. Fermín Mármol León asignó al personaje de ficción
el mismo nombre del real; suponemos que lo hizo como un homenaje al
compañero caído en el cumplimiento del deber.

Esa pequeña historia paralela que corre al lado del caso de la hermana
del sacerdote en la novela, es la de un minero de apellido Sánchez quien es
reportado muerto por dos de sus compañeros de nacionalidad brasilera. En la
versión que dan los hombres a la PTJ, Sánchez muere de un sincope mientras
dragaba piedras del fondo del río Caroní embutido en uno de aquellos pesados
trajes de buzo con escafandra; la viuda del minero-buzo denuncia que los
brasileros asesinaron a su esposo para quedarse con la totalidad de las
ganancias.

Los detectives de la ficción logran establecer que efectivamente


Sánchez fue asesinado por sus compañeros. En la vida real el minero se
llamaba Rafael Antonio Núñez Villazana quien era natural de la ciudad de
Barcelona en el estado Anzoátegui y tenía 37 años cuando perdió la vida, la
noche del 16 de octubre de 1961, en las inmediaciones de la mina de El
Merey. Núñez Villazana tenía poco tiempo de estar residenciado en la zona. El
comisario Pedro Díaz encontró la muerte investigando este suceso.

En el film Cangrejo II, basado en esta historia, el director Román


Chalbaud deja con vida al personaje Pedro Díaz (caracterizado por el actor
Ramón Hinojosa) hasta el final de la trama, asignándole gran importancia en
la misma. La muerte le llega cuando decide salir a pescar en un pequeño bote
peñero; Chalbaud va intercalando imágenes de la detención del cura, el
discurso televisado de Monseñor, la muerte del comisario Díaz y la
celebración de una misa (filmada en la capilla del Cementerio del Este en
Caracas) en la que el sacerdote, con voz estentórea advierte a sus feligreses
que aquello no era más que un esperado castigo de Dios por la impiedad
cometida contra el padre Pedro Luis Cuzati (Luis Ramón Biaggi). El 6 de
febrero de 1962, altos personeros de la iglesia que desde el comienzo de las
investigaciones habían estado cuestionando los informes policiales, dejaron
colar a la prensa la información de que los detectives a cargo del caso Biaggi
podrían ser excomulgados ipso-facto de acuerdo al artículo 2343 del derecho
canónico por “ofender gravemente a un sacerdote de la iglesia católica”.

La excomunión privaría a los funcionarios de recibir o participar en


sacramento alguno y de tener derecho a la sepultura eclesiástica. Un cura
polémico Luis Ramón Biaggi Tapia nació el 12 de marzo de 1929 en la
población de Pariaguán, al salir de la escuela primaria ingresó en el seminario
de Ciudad Bolívar donde pasó 5 años, luego fue al seminario interdiocesano
de Caracas en el que hizo 3 años de filosofía y 4 de teología. Fue ordenado el
31 de julio de 1955 por monseñor Juan José Bernal, curiosamente fue el único
sacerdote que se ordenó ese año en Venezuela; al momento del asesinato de su
hermana oficiaba como párroco de la iglesia de Santa Ana en Ciudad Bolívar.
En los 3 años que estuvo preso, Luis Biaggi se graduó de abogado y escribió 2
folletos de autodefensa, al primero lo llamó “Mi Drama” y al segundo
“Encarcelamiento Político”. En ambos hacía una severa crítica del estado
venezolano y ponía en tela de juicio la confiabilidad del sistema judicial. Este
sacerdote recibió un inusitado apoyo por parte del grupo editorial Cadena
Capriles que publicó una fotonovela por entregas en la revista Venezuela
Gráfica. El folletín llamado “Mi hermano es inocente” fue escrito con la
cooperación del abogado Nanzo Biaggi, hermano del indiciado.

La revista lamentablemente no se conserva en los archivos oficiales. El


homicidio de Lesbia Biaggi fue uno de los dos casos llevados a la pantalla por
el cineasta venezolano Román Chalbaud en la película llamada Cangrejo II.
En el film la locación escogida para el desarrollo de la historia es la litoralense
ciudad de La Guaira y el momento, las fiestas del Corpus Christi. Chalbaud
pone su sello en la caracterización psicológica de los personajes, muy típicos
de su hechura como director. Introduce personajes que no están en la novela y
construye una historia con vida propia, respetando sin embargo los elementos
principales de la obra literaria. El caso Biaggi, pese al tiempo transcurrido,
sigue suscitando el interés del público y es fuente de numerosas
especulaciones; hay quienes aseguran, por ejemplo, que el homicidio fue
cometido realmente por la madre del sacerdote quien en un ataque de ira al
descubrir que sus hijos sostenían relaciones incestuosas se abalanzó sobre
ellos con un cuchillo, según unas versiones para atacar al hijo y según otras
para atacar a la hija.

El mismo padre Biaggi, en el momento de las investigaciones ofreció a


la policía dos versiones totalmente contradictorias; en la primera aseguró que
en la mañana del 15 de octubre de 1961 salió de su casa sin saber que su
hermana estaba muerta; que solo vio la puerta de su habitación entreabierta y
como encontró la puerta de la calle abierta pensó que Lesbia había salido
temprano.

En la segunda declaración, luego de que los detectives encontraran


inmensas lagunas en su primera versión, Biaggi se contradijo y aseguró que si
vio muerta a su hermana pero que no quiso ser el portador de tan nefasta
noticia para su madre así que optó por salir a dar la misa y esperar a que le
fueran a notificar. A los 3 años de estar detenido, Luis Biaggi fue puesto en
libertad y se radicó en el barrio El Suspiro de Barquisimeto donde se dedicó a
dar clases en la escuela Sagrado Corazón de Jesús. En marzo de 1973, Luis
Biaggi vivía en San Antonio de los Altos en el estado Miranda desde donde
introdujo ante la Corte Suprema de Justicia una demanda de nulidad parcial
del artículo 12 de la Ley para el Ejercicio del Derecho debido a que aquella
impedía que los ministros de cultos ejercieran la abogacía. En el escrito Biaggi
alegaba, con toda razón, que el artículo 12 violaba lo dispuesto en el artículo
61 de la Constitución Nacional que prohibía expresamente las
discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo o la condición social A
lo largo de su vida Luis Ramón Biaggi siguió expresando críticas al sistema
político y judicial de Venezuela, en una ocasión aseguró que la democracia
puntofijista era demagógica porque ninguno de los partidos que la lideraban se
preocupaba por instruir a sus partidarios en el conocimiento de las leyes.

El padre Biaggi luego se mudó a Caracas y prestó sus servicios como


abogado en la Marina Mercante, Correos Aeronáuticos, el Instituto Nacional
de Transito y el Ministerio de Comunicaciones. En 1982 publicó el libro
“Verdades y mentiras en el caso Vegas” en el que hace un análisis de la forma
como se investigaron y procesaron las evidencias en el caso del secuestro y
asesinato del niño Vegas Pérez; como siempre con un enfoque acido.
Según el el sacerdote e historiador Oscar Matute Ortíz, autor de
diversos trabajos sobre historia local del estado Anzoátegui y de un conjunto
de biografías de sacerdotes venezolanos y otros miembros de la iglesia
católica, Luis Ramón Biaggi Tapia falleció en la ciudad de Caracas en el año
2005, sin embargo esta información no parece tener asidero en la realidad.

EL CRIMEN DEL ASCENSOR (El asesinato de la esposa del aviador)


Fecha: 30 de julio 1965 Indiciado: Capitán Roberto Rivero Pérez Personaje en
la novela: Capitán Daniel Rondón Plaz Víctima: Decia Morelia Paradisi de
Rivero Personaje en la novela: Dalia Padilla de Rondón Plaz La manzana de la
discordia: Olga Guerrero, rubia que trabajaba como oficinista en las mismas
dependencias del capitán. Fue acusada por Decia de ser la amante de su
esposo. Personaje en la novela: No hay uno específico, se habla de varias
amantes Responsables de la investigación: Comisario Dr. Carlos Olivares
Bosque y Carlos Alberto Villavicencio Personaje en la novela: comisario
Martínez León Para esta fecha el comisario Carlos Olivares Bosque ejercía ya
el cargo de subdirector de la PTJ y se encargó junto con Plaza Márquez de la
dirección general del caso, la dirección operativa de las investigaciones estuvo
a cargo de Carlos Alberto Villavicencio, hombre de edad madura quien para la
fecha ejercía la jefatura del Buró contra Homicidios. El triangulo amoroso El
asesinato de Decia Morelia Paradisi de Rivero, en el que la PTJ halló serios
indicios contra su esposo plantea los clásicos ingredientes de un teledrama: Un
apuesto profesional en franco ascenso, una linda pero mortificante esposa y
una despampanante rubia que viene a fracturar el matrimonio. En la lluviosa
mañana del 30 de julio de 1965, la señora Decia Morelia, esposa del capitán
de la aviación Roberto Rivero Pérez, es asesinada en la planta baja del edificio
Riverside en Colinas de Bello Monte cuando se dirigía a sus actividades
cotidianas en compañía de su esposo. Según la versión dada por el militar, el
suceso ocurrió cuando ambos fueron víctimas de un asalto por parte de dos
antisociales.

El problema surge cuando los elementos existentes en la escena del


crimen contradicen la versión dada por el capitán. El estudio planimétrico
levanta las primeras sospechas de los detectives. Estas sospechas van
aumentando a medida que recolectan información entre los vecinos del sector
y el personal médico y de enfermería que atendió a la señora Decia en el
centro hospitalario donde fue llevada. Con preocupación, los funcionarios de
la Policía Judicial encargados de la investigación ven como el supuesto
agraviado se va convirtiendo en el primer sospechoso, la preocupación
derivaba del hecho de que no trataban con cualquier persona. El Capitán
Roberto Rivero Pérez era considerado dentro del estamento militar como una
especie de héroe por las acciones que llevara a cabo en la lucha antiguerrillera.
Al día siguiente del suceso, el director de la PTJ deja entrever a la prensa que
se tenían dudas de la versión dada por Roberto Rivero Pérez. – La Judicial –
reveló Plaza Márquez- no esta en condiciones de afirmar si hubo o no asalto
antes del crimen por lo que haremos una reconstrucción. A la pregunta de uno
de los reporteros sobre si se esperaba encontrar alguna contradicción con la
versión dada por el esposo, Plaza Márquez respondió que prefería no estar
entre la espada y la pared.

En la novela, Fermín Mármol León decide transpolar los hechos y ubica


el asesinato de Decia en la misma línea temporal del levantamiento cívico
militar de Puerto Cabello, que en realidad ocurrió tres años antes. Esta licencia
le sirve de excusa para presentar al personaje principal de la trama, al que
llamó Capitán Daniel Rondón Plaz y de paso el móvil del crimen. Rondón
Plaz es el encargado de dirigir el bombardeo contra los insurrectos de Puerto
Cabello. Al finalizar la sangrienta jornada, se presenta ante su superior para
informarle que ha recibido permiso del Estado Mayor para tomar unas cortas
vacaciones en Miami. Alega que necesita salir pues esta muy afectado por los
últimos acontecimientos. A la pregunta del coronel sobre si viajaría con su
esposa, el capitán contesta que iría solo pues así era más saludable. A
continuación, Mármol León presenta a la víctima, llamada por él Dalia Padilla
y a al mejor amigo de ésta y compañero de la universidad, al que llama Carlos
D´León. Este personaje movido por el intenso afecto que sentía por Dalia
decide acercarse hasta el comisario Martínez León y solicitarle una entrevista
personal. Le promete ponerle al tanto de algunos detalles reveladores sobre la
conducta del capitán, intrigado Martínez León lo cita para la medianoche. En
la conversación Carlos deja entrever la posibilidad de que fuera el capitán el
verdadero responsable de la muerte de Dalia, el investigador escucha con
atención y toma nota de toda la información. En la vida real no existió nadie
paralelo a este personaje, Decia Morelia era muy apreciada por sus
compañeros de estudios de la UCV y por las personas que la conocían desde
Maracay, pero no mantenía una relación de amistad especial con alguien en
específico. Tomemos en cuenta que en esa época era muy mal visto que una
mujer casada tuviese amigos masculinos. Quienes revelan a la PTJ ciertos
detalles inquietantes sobre la vida de la pareja Rivero-Paradisi son los tíos
maternos de la occisa, Oswaldo y José María Carabaño, el primero de ellos un
conocido y prestigioso médico.

Pese a que en los primeros momentos la familia de Decia se mantuvo


hermética y en cierto modo al lado del capitán, deciden a mediados de agosto
del 65 acudir a la policía para entregar algunos elementos de convicción que
terminarían incriminándolo. Entre las cosas que llevaron figuraban una carta y
un neceser; en la carta Decia le confesaba a su tío Oswaldo que temía ser
asesinada por su esposo, el motivo estaba en el neceser: unas fotos y un lote de
correspondencia amorosa entre el capitán y una compañera de trabajo llamada
Olga Guerrero. En la misiva dirigida a su tío, Decia denuncia que ante los
reclamos que le hacía por la relación con Olga, el capitán amenazó con
asesinarla. Con estos elementos, las pruebas de planimetría, las declaraciones
de más de quince testigos y las imprecisiones de Roberto Rivero Pérez en sus
declaraciones los policías sustanciaron el expediente que sirvió de base para
que el juez tercero de primera instancia en lo Penal del estado Miranda dictara
auto de detención al oficial de la aviación. La misteriosa declaración del cura
Un elemento clave en la trama que desarrolla Mármol León a partir de los
hechos reales es la declaración dada por el capellán del Hospital Clínico
Universitario, que en la novela ostenta el nombre de Padre Casieri. Esta
declaración resulta incriminatoria para el oficial de aviación, pues en ella el
sacerdote revela al comisario Martínez León que luego de la muerte de Decia
en la emergencia del Clínico, el viudo se acercó a él muy compungido y dando
muestras de arrepentimiento. Solo con verle le dijo: – Padre, maté a mi esposa.

Ella me atormentaba con sus celos por eso le disparé. El sacerdote de


los hechos reales se llamaba Ernesto Scanagatta, la declaración no la dio a
ningún investigador policial sino al personal de enfermería y éste la difundió a
la prensa. Días después al tratar de ser entrevistado por los periodistas, el
padre Scanagatta desmintió categóricamente haber dicho eso. Tal vez no
quería verse metido en problemas. La intromisión militar Desde la misma
mañana que ocurren los hechos, la superioridad cierra filas en torno al aviador,
es acompañado a declarar en la PTJ, y se obstaculiza la actividad de los
reporteros, no dejándoles sacar fotografías. Antes de que Roberto Rivero se
presentara a declarar, el propio Comandante General de la Aviación, General
de Brigada Francisco Miliani acude a una reunión con el director de la PTJ,
aunque no se puede hablar de intromisión directa, la labor de los militares se
vio coronada cuando logran a través del abogado defensor del capitán la
revocatoria del auto de detención y el pase del expediente a un tribunal que le
fuera más proclive. Aunque en 1965, las fuerzas insurrecciónales habían sido
derrotadas militarmente, aún persistía cierto ambiente de desestabilización y si
bien el partido comunista y el MIR habían arriado las banderas de la lucha
armada; del seno de ambos partidos surgieron escisiones que tenían como
objetivo mantener la rebelión. Este (aparte de la aberrante solidaridad
automática institucional) pudo haber sido el motivo por el que se defendió a
capa y espada la supuesta inocencia de Roberto Rivero Pérez.

Se trataba de mantener en filas a uno de los mejores y más capaces


oficiales que tenía la aviación formado en las academias de Estados Unidos; y
que tenía como valor agregado la coincidencia ideológica con el partido de
gobierno. En un momento como aquel era difícil prescindir de una ficha
valiosa para el combate. Muy poco se sabe del destino de este oficial después
de su liberación, son datos muy sueltos que no nos permiten reconstruir qué
pasó con él. La hermética vida militar y los sucesos en los que se vio envuelto
lo convirtieron en polvo de estrellas.

El terrible asesinato de la esposa de un diputado al Congreso de la


República

Caracas, lunes 6 de diciembre de 1965 – 9:30 a.m.


Los pasos de la muerte
El hombre de complexión media, rostro pétreo y mirada fría descendió
del Oldsmobile blanco y verde, cruzó los amplios jardines del Capitolio e
ingresó al centenario edificio. Dirigió sus pasos hasta el buzón de correos de la
cámara baja para verificar si tenía alguna correspondencia pero no halló nada.
Antes de las diez salió de la sede del Congreso Nacional y se llegó hasta el
Ministerio de Educación para tratar un asunto con el jefe de becas. Al terminar
allí bajó hasta el edificio Atlántida en la avenida Universidad donde estaba la
sede nacional de la organización política en la que militaba desde 1944,
Acción Democrática (AD).
El diputado Martín Antonio Rángel, conocido por su parquedad parlamentaria
y escaso carisma, era sin embargo estimado por los miembros del partido
debido a sus dotes como organizador y el papel que había jugado en las luchas
de resistencia contra la dictadura perezjimenista.
En la casa nacional de AD conversó largo rato con el dirigente agrario
Eustacio Guevara y saludó a uno que otro de los cuadros que pasaron por allí.
Faltando poco para las dos de la tarde llamó a su esposa Hilda María para
anunciarle que ese día iría a comer en familia.

Caracas, viernes 3 de diciembre de 1965 – 4:00 p.m.


El paquete 01570

Efraín Salazar, encargado de la estación de servicio Tamanaco, ubicada


a la vera del hotel del mismo nombre en la urbanización Las Mercedes, vio a
un cliente que se acercaba hasta el buzón colocado allí por la empresa de
encomiendas Avensa y del cual era también responsable. Al percatarse de que
aquel hombre elegantemente enfundado en un traje beige portaba un paquete
con llamativo envoltorio verde en la mano izquierda, se acercó hasta el
escritorio para atenderlo. Tomó una guía urbana con el número 01570 y
procedió a pedir los datos.
El sujeto que dijo llamarse José Antonio Colmenares indicó que el paquete
debía ser entregado en el Congreso Nacional al diputado Martín Antonio
Rángel. Salazar notó que la manga derecha del traje colgaba vacía y supuso
que el hombre era manco. El encargado preguntó por el contenido del paquete
a lo que el remitente contestó que se trataba de una figura, una estatuilla.
Turbado ante la mirada curiosa de Salazar, el hombre le aclaró que se trataba
de un regalo para una señora amiga. El encargado pudo ver entonces que
pegado a la caja estaba un papel escrito a maquina con la palabra “frágil”.
Una vez que completó los datos y pagó los tres reales del servicio, el sujeto se
retiró. Efraín Salazar arrojó el paquete verde en el buzón y siguió en lo suyo.

Caracas, lunes 6 de diciembre de 1965 – 2:30 p.m.


El almuerzo

La vivienda de la familia Rángel-Hernández estaba ubicada en la


urbanización El Cafetal, una apacible zona en la que el valle de Caracas se
rinde ante los jóvenes cerros del sureste. Al estar frente a la quinta “Hil-Mar”,
el diputado tocó la bocina varias veces para anunciar su llegada; al oírla, sus
hijos Malva y Martín José corrieron eufóricos a recibirlo.
El almuerzo transcurrió en armonía, tal vez por estar con los niños la
pareja evitó reproducir una de sus frecuentes disputas por celos. Con ellos
vivía desde el mes de abril de ese año la señora Pastora Jiménez quien les
trabajaba como domestica. Cuando casi terminaba su almuerzo Martín
Antonio Rángel recibió una llamada telefónica desde la administración del
liceo Gustavo Herrera. Lo llamaban para avisarle que habían decidido
adelantar las vacaciones por navidad. Su esposa estaba matriculada allí en las
clases diurnas para cursar el cuarto año de bachillerato y él fungía como su
representante legal; para poder hacer esto la chica fue inscrita como soltera.
Rángel salió con prisa pues se le hacía tarde para la reunión de su fracción
parlamentaria, recordó que era lunes y su esposa tenía clases de contabilidad
en una academia privada, acordaron que como siempre él la pasaría buscando
en la noche por el apartamento de una amiga en la avenida Andrés Bello.
Antes de irse sacó cinco bolívares de la cartera y se lo dio para que pudiera
llegar al centro.

Tucupita, abril de 1944


El hombre y sus circunstancias

Al extremo nororiental de Venezuela, las 42 islas que conforman el


Delta Amacuro saborean al mismo tiempo las aguas dulces del Orinoco y las
salobres del Mar Caribe. En su capital, Tucupita nació en 1928 Martín
Antonio Rángel quien a temprana edad se interesó por la política, con apenas
16 años ingresa al partido Acción Democrática en el que pronto se destaca
como líder juvenil en tareas de organización. Esto hace que cuando su partido
tome el poder en 1945, se piense en él para el cargo de gobernador, función
que cumplió sin mucho brillo.
Con el cuartelazo de noviembre del 48 contra el presidente Gallegos,
Martín pasa a la clandestinidad. Con alma de relojero va armando las piezas
del aparato clandestino de resistencia. En esa época se enamora de su paisana
Ana Cointa Rojas con la que llega a tener dos hijos. En octubre de 1955,
complicado en un frustrado plan magnicida contra Marcos Pérez Jiménez es
detenido por la Seguridad Nacional y enviado a la prisión de Guasina,
reservada para los más peligrosos enemigos de la dictadura. Al poco tiempo
lo expulsan para México, país del que solo regresa cuando el gobierno militar
es derrocado.
Al volver a Tucupita no regresa con la madre de sus hijos, en su lugar
Martín escoge como esposa a una prima de nombre Emma Narváez con la que
se casa en la población del El Tigre en el estado Anzoátegui. Este matrimonio
es disuelto a los dos años y el hombre decide probar suerte con otra de sus
primas; esta vez Hilda María Hernández quien para entonces tenía 18 años. En
las elecciones de 1963 Martín Antonio Rángel pasa a ocupar una de las
curules de la cámara de diputados. En esta nueva situación tampoco
descollaba mucho, sus intervenciones eran esporádicas y cortas. Aquel
hombre parecía más hecho para la acción que para la burocracia

Caracas, lunes 6 de diciembre de 1965 – 6:00 p.m.


La sesión

Al terminar la reunión de su fracción en el edificioLa Perla, el diputado


Martín Antonio Rángel se llegó de nuevo hasta el Congreso, antes de entrar a
la plenaria revisó la cartelera; el punto a tratar ese día sería el presupuesto, a
Martín le interesaba el tema pues por las noches sacaba la carrera de ecónomo
enla Universidad Santa María pero precisamente por eso no podía estar
presente. Su partido lo había autorizado a ausentarse de aquellas sesiones para
que pudiera acudir a clases. Solo debía cumplir un requisito: entrar a la sala y
estar presente cuando se verificara el quórum. Así lo hizo y al salir de nuevo al
pasillo uno de los mensajeros se le acercó para informarle que en la oficina de
comunicaciones había un paquete para él.

Caracas, sábado 4 de diciembre de 1965


La voz

En el sopor de un día más cercano a la fiesta que al trabajo, Eva


Campos, telefonista del Congreso Nacional pensaba en la cercanía de la
navidad cuando sonó el teléfono. Desde el otro lado una voz farragosa solicitó
a un diputado de nombre Rángel. La chica preguntó si se trataba de José
Vicente Rángel o de Rángel Quintero Castañeda; la voz solo dijo: “Dígale al
diputado Rángel que sus días están contados”.

Caracas, lunes 6 de diciembre de 1965 – 6:10 p.m.


Los curiosos y el santo

Cuando Martín Antonio Rángel recibió el paquete 01570, éste ya había


pasado por más de una mano. El sábado 4 a mediodía el empleado de Avensa
Cirilo Betancourt lo recogió con cuatro encomiendas más del buzón de
autocarga en la estación de servicios Tamanaco. De allí lo llevo a la central de
la empresa donde el funcionario de guardia Carlos Rizo lo puso en el casillero
del repartidor José Luis Villamizar.
Villamizar al ver que iba para el Congreso lo apartó y lo dejó allí para llevarlo
el día lunes pues presumía que los sábados el edificio del Capitolio estaba
cerrado. El lunes lo metió en su motoneta y a las 10 de la mañana, un poco
después de que Rángel se había ido lo entregó a unos empleados del
parlamento que vacilaron un poco antes de recordar que Martín Antonio
Rángel era un diputado de Acción Democrática. Ese día casualmente el
Departamento de Comunicaciones había sido mudado al primer piso y todo
estaba regado por el suelo; así que al ver que el paquete con envoltorio verde
tenía escrita la palabra frágil, Rebeca Betancourt, Jefa del departamento
ordenó que fuera directamente colocado en el escritorio del destinatario.
Sin embargo, un grupo de empleados trató de adivinar que clase de regalo
contenía el paquete; por la cercanía de las fiestas navideñas presumieron que
era una botella, como no podían ver de qué licor se trataba, agitaron el paquete
cerca de los oídos y solo escucharon un sonido como de bombilla rota.
En la tarde, al enterarse de la presencia del diputado Martín en la sesión
plenaria enviaron a un mensajero a informarle del paquete. El diputado entró
en la oficina de Rebeca Betancourt, a quien conocía, a buscar el paquete, ésta
amablemente le preguntó que si podía ir con su esposa a comer en su casa
antes de la navidad y el diputado se disculpó diciéndole que tenía proyectado
viajar con Hilda a la isla de Margarita.
Rángel tomó el paquete y rasgó un poco la envoltura verde, Rebeca le dijo que
tal vez fuera algún frasco de perfume. El diputado mostró extrañeza por el
nombre del remitente y manifestó no conocer a ningún José Antonio
Colmenares. Cuando finalmente abrió el paquete notó dentro una colorida
estatuilla de María Auxiliadora. Al ver aquello dijo:
– Es raro que me regalen una virgen
– De verdad es raro – bromeó Rebeca Betancourt – ¿Para qué le regalan santos
a usted, cuando usted es un santo?
– Bueno – dijo finalmente el diputado- será mejor que le lleve esto a mi
esposa, a ella seguramente le gustará como obsequio.

Tucupita, mes de Septiembre de 1965


La hija del compadre

El señor Miguel Marín y su esposa Azucena García despidieron a su


pequeña hija Maritza del Rosario; la chica que estaba a punto de cumplir los
17, salía a estudiar bachillerato comercial en el liceo Antonio José de Sucre en
Caracas. La escena era la usual en estos casos: advertencias sobre los peligros
de la ciudad y consejos de última hora aderezados con lágrimas y suspiros.
Miguel Marín y Azucena eran amigos del diputado Martín Antonio Rángel y
en fechas recientes, éste había bautizado al menor de sus hijos.

Caracas, lunes 6 de diciembre de 1965 – 9:55 p.m.


Ahora y en la hora

El Oldsmobile detuvo su marcha frente a la quinta Hil-Mar, esta vez


Rángel no quiso tocar la corneta para no despertar a los niños. En el trayecto,
él y su esposa habían estado hablando del viaje a Margarita. Antes de recoger
a Hilda en la avenida Andrés Bello, había ido a la universidad pero al llegar
consiguió un cartel en la puerta que anunciaba el fin del periodo de clases.
Como no tenía nada que hacer decidió llegarse hasta la casa de una familia
que lo había ayudado mucho en su época de clandestinidad. Allá se tomó un
café y conversó largo rato. Luego se fue a buscar a Hilda al apartamento de la
amiga.

Ya dentro de la quinta, Martín quien tenía mucha hambre entró a la


cocina a buscar algo de comer mientras su esposa subía al primer piso a
preguntar a la domestica si había alguna novedad. El diputado notó dos
paquetes encima de una mesita y preguntó a Pastora que cosa eran y quién los
había traído; la mujer contestó desde su habitación que eran un regalo de un
amigo. Martín abrió entonces uno de los paquetes y cuando vio que eran
bocadillos de guayaba sacó uno y cortó un pedazo de queso para acompañarlo.
Cuando su esposa regresó del cuarto de Pastora, Martín había terminado de
comerse el bocadillo.

– Terminaste y no me diste ni un pedacito – le dijo ella en actitud juguetona –


Así que yo también haré lo mismo.
Martín le dijo entonces.
– En el carro te tengo un regalo que me llevaron al Congreso, espera un
segundo.
Corrió hacia el garaje y sacó a la imagen del envoltorio, entró a la casa y al
estar de nuevo frente a su esposa le pregunto:
– ¿Tú conoces a J.A. Colmenares?
Ella intrigada, tomó la estatuilla y le dijo que no conocía a nadie con ese
apellido. Se puso a examinar la imagen como buscando la clave de algo; al ver
la mirada desconfiada de Hilda, Martín, quien ya se había acostumbrado a sus
escenas de celos, arrancó la tarjeta que estaba en el pecho de la virgen
diciéndole:
– ¿Ves? No tiene nada de raro. Espera aquí, voy a traerte el envoltorio para
que veas tú misma el nombre y la dirección completa del remitente.
Se dirigió de nuevo al vehículo. No había terminado de salir del pasillo que
comunicaba la casa con el garaje cuando oyó una terrible explosión. El
hombre se sintió en el epicentro de un cataclismo. La cabeza le dolía
intensamente y no lograba captar sino un agudo zumbido. Desando corriendo
el pasillo y al entrar en la estancia no podía ver nada, el humo cubría todo.
Busco a Hilda en la puerta del comedor, donde la había dejado, pero ya no
estaba allí, la onda expansiva arrojó su destrozado cuerpo hasta la cocina. Las
paredes estaban completamente salpicadas de sangre. Martín Antonio Rángel
solo se quedó allí, sin saber exactamente qué hacer. Eran las diez de la noche.
Pastora Medina despertó sobresaltada y en su habitación del segundo piso, los
dos pequeños hijos del matrimonio, inocentes de lo que había pasado se
quedaron sentados en la cama.
El estallido se sintió en toda la urbanización, un vecino de apellido Malva
decidió acercarse hasta la quinta Hil-Mar, al entrar encontró al diputado cerca
del cadáver y a la domestica con la mirada perdida. Martín vio que el hombre
le decía algo pero no lograba oírlo; en ese momento ya con dominio de si
mismo, les pidió que no tocaran nada y fue al teléfono a llamar a la policía.
Luego subió hasta el cuarto de los niños, los cubrió con una sabana, los bajó y
los llevó a casa del señor Malva.

San Pedro de los Altos, estado Miranda, 29 de octubre de 1965


La fábrica de El Garabato

Gracias a una delación, un pelotón del ejército y unidades de la


Dirección General de Policía (DIGEPOL) allanan una fábrica clandestina de
armas que la guerrilla había logrado montar en esa zona con la colaboración
de un químico español de nombre Vicente García Ucejo y el biólogo y
explosivista Vicente Scorza. El sitio funcionaba como un centro de
investigación y en el mismo se elaboraban armas y explosivos. Al momento
del registro se incautaron subametralladoras, morteros, granadas y bombas.

Medianoche del 6 de diciembre de 1965

La noticia corrió por la ciudad como reguero de pólvora, al poco rato


llegaron a la quinta Hil-Mar no solo las patrullas de la PTJ y de la DIGEPOL
sino también el propio director de la policía científica Rodolfo Plaza Márquez
acompañado del Fiscal General de la Nación Antonio José Losada. Algunos
parlamentarios y compañeros de partido de Martín Antonio Rángel se hicieron
presentes para manifestarle su solidaridad. Éste entregó a la policía el
envoltorio verde, lo único que había quedado intacto del siniestro paquete.
Los técnicos procedieron a recolectar los fragmentos de la bomba y en la
madrugada el cuerpo de Hilda fue retirado y llevado a la morgue del hospital
Rísquez para efectuar la autopsia.
En un rincón de la casa el médico forense Miguel Victorino Cedeño
comentaba con el funcionario de la PTJ Eduardo Alfredo Rodríguez el
asombro que le producía la tranquilidad mostrada por el diputado. El policía
ducho en este tipo de hechos, reconoció que extrañamente se le había hecho
muy fácil tomar la declaración del viudo ya que en situaciones como aquella
era imposible conversar con los familiares de la víctima por estar inmersos en
un shock.
A las 8 de la mañana del martes, el presidente de la república Raúl
Leoní llegó para dar el pésame al diputado Rángel, la casa se había convertido
en un centro de peregrinación y personeros de distintos sectores daban sus
impresiones a los medios de comunicación. La opinión general era que se
trataba de un acto terrorista.

Las pesquisas

El aire denso y azulino a causa del humo de los cigarrillos apenas


dejaba ver los rostros preocupados de aquellos hombres; como si no tuvieran
trabajo ahora venía a ocurrir esto. Los efectivos de la Policía Técnica Judicial
no se daban abasto ante la cantidad de casos que debían resolver. Entre el
hampa común y los grupos subversivos los tenían copados.
El director, Rodolfo Plaza Márquez mientras hablaba a sus hombres
recordaba la experiencia muy reciente del crimen de Decia Morelia de Rivero,
esposa del capitán de la aviación Roberto Rivero Pérez en el que luego de un
intenso trabajo terminaron con las tablas en la cabeza. Ahora ocurría la muerte
de esta dama, vinculada de manera indirecta con el poder político. La línea
que se había dictado desde las altas esferas era la de encaminar las
investigaciones por la tesis del atentado terrorista. Sin embargo Plaza Márquez
y los detectives sabían que las cosas nunca eran tan sencillas, así que mientras
políticos, empresarios, religiosos y los medios condenaban a los terroristas de
izquierda y derecha ellos se pusieron a evaluar distintos escenarios.
Plaza Márquez en persona lideraba las pesquisas y compartiendo esa
responsabilidad con él estaba el comisario Carlos Alberto Villavicencio. El
director cedió la palabra a los técnicos para que dieran información de lo que
tenían hasta ese momento.
– El medio usado para camuflar la bomba es una imagen de yeso de María
Auxiliadora, de las más comunes, así que por allí es difícil que logremos algo.
-dijo uno de los expertos en explosivos-
– ¿Y que tipo de bomba era? Preguntó Villavicencio.
– De las conocidas como “caza-bobos”. El que la armó usó una mezcla de
clorato y azufre y aunque en las vísceras de la víctima había residuos de
fosfato, logramos establecer que no se uso fósforo. La bomba explotó
eléctricamente por medio de una pila japonesa marca Hitachi de 1.5 voltios.
Estalló en la mano izquierda de la señora mutilándosela. La onda explosiva
cubrió un radio mayor de30 metros propagándose de forma horizontal.
– El mecanismo que la detonó – intervino otro de los técnicos- fue la tarjeta
que tenía en el pecho, al ser desprendida puso en libertad la lamina aislante del
interruptor produciendo la explosión.
Plaza Márquez frunció el ceño para afirmar más que para preguntar:
– El que desprendió la tarjeta fue el propio viudo ¿verdad? Quiero que me
investiguen a fondo que fue lo que ocurrió en esa casa desde que se levantaron
ese día hasta que ocurrió el hecho. Interroguen a la domestica, los vecinos y en
cuanto el diputado esté dispuesto tómenle declaración.
Caramba jefe – salto Eduardo Alfredo Rodríguez – la verdad es que yo ya
tomé la declaración del hombre anoche mismo.
Plaza Márquez y Villavicencio cruzaron miradas.
– ¿Y eso? La experiencia en este tipo de casos nos indica que en casos como
este es literalmente imposible conversar con los familiares – observó el
director-
– Pues en realidad a mi me extrañó que el diputado estuviese tan tranquilo. Me
dio detalles de todo lo que había hecho ese día y como había llegado la bomba
a su poder.
– Bien, dijo finalmente Plaza Márquez, concentremos los esfuerzos en
investigar un posible atentado terrorista; habrá que ver si la cosa iba dirigida al
Congreso Nacional o directamente al diputado Rángel… y si ese fuera el caso
establecer si la motivación era política o personal. Tengo entendido que él fue
gobernador del Delta Amacuro, en esos cargos siempre se hacen enemigos.
Una vez que todos habían salido, el curtido jefe policial quedó bastante
preocupado. En el pasado reciente él y sus hombres habían tenido que
enfrentar dos poderes: el religioso y el militar. Solo esperaba que este nuevo
caso no le trajera más complicaciones de las que ya tenia.
Poco a poco fueron desfilando por el edificio de la Policía Técnica diversos
testigos: Efraín Salazar el hombre que recibió el paquete en la estación de
servicios Tamanaco, los empleados de Avensa, los mensajeros del Congreso,
Rebeca Betancourt, Jefa del Departamento de Comunicaciones, el señor
Malva, los padres de Hilda de Rángel y sus compañeros de estudios. Por mera
rutina se descartó la existencia de José Antonio Colmenares y se verificó la
dirección dada por él así como su dirección. Los detectives se encontraron con
que si existía alguien con ese nombre y que vivía en aquella dirección; pero no
tenía que ver en absoluto con el hecho.
Al conocerse por la declaración de Efraín Salazar que el misterioso hombre
que dejo el paquete parecía carecer de un brazo, comenzó la más despiadada
cacería de mancos habida nunca antes en el país. Al final se descartó que se
tratara de una persona lisiada.
En medio de todo esto, el diputado Alfredo Tarre Murzi denunció que el
atentado había sido preparado por extremistas de la derecha con el objetivo de
crear las condiciones psicológicas para un golpe de estado. Por su parte los
dirigentes de Acción Democrática insistían en que aquello no era más que una
acción de la extrema izquierda, acusando concretamente a los ilegalizados
partidos Movimiento de Izquierda Revolucionaria y Comunista de Venezuela.
La reacción de los comunistas no se hizo esperar, Los hermanos Gustavo y
Eduardo Machado dirigentes del PCV, ordenaron desde la prisión la
publicación de un remitido en el que condenaban cualquier hecho de ese tipo y
negaban de plano la responsabilidad de su organización.
El 9 de diciembre de 1965 cobró fuerza la tesis de la venganza personal contra
el diputado Rángel, debido a la llamada recibida por la telefonista Eva
Campos, en la que una extraña voz le anunciaba que Rángel tenía los días
contados. Siguiendo esa pista la policía detuvo en Tucupita al ex militante de
AD José Ramón Zacarías que al parecer tenía disputas con Martín Antonio
Rángel desde la época en que este ocupó el cargo de gobernador. Al final fue
liberado pues no se encontró nada que lo vinculase al asesinato.
Desde Acción Democrática se insistió entonces en que los culpables debían
ser buscados en los partidos de izquierda y se afirmó que la bomba había sido
fabricada en el cerro El Garabato, esta tesis fue respaldada tanto por el director
de la DIGEPOL J.J.Patiño como por el Director del Ministerio de Relaciones
Interiores Luis Vera Gómez.
Así estaban las cosas cuando por obra de los hechos los detectives
comenzaron a sospechar del propio viudo.
El comisario Carlos Alberto Villavicencio quien había interrogado
personalmente a la mayoría de los testigos tenía ya en su poder información
llamativa en torno a la vida de la pareja. Sabía por los padres de Hilda, que
discutían constantemente por cuestiones de celos. Al parecer la muchacha le
reclamaba al diputado el ser un mujeriego empedernido. Se supo igualmente
que Martín Antonio Rángel en algún momento trató de divorciarse. Otro
elemento que llamaba la atención era que el hombre trasladó el paquete con la
bomba, no en la guantera sino en la maleta del carro. – ¿Por qué lo hizo así,
siendo que era un paquete pequeño? – se preguntaba Villavicencio.
Por otro lado estaba el hecho de que el diputado, a sabiendas de que su esposa
era terriblemente celosa, solo le llevó el paquete y no el envoltorio completo
con la guía del remitente – ¿Por qué hizo eso, si sabía que Hilda, de naturaleza
desconfiada, iba a querer saber quien había mandado el regalo? Tal vez lo
había hecho de esa forma para poder salir de la casa una vez desprendida la
tarjeta que detonaba la bomba. La tarjeta que él mismo desprendió.
Además, existían contradicciones entre las declaraciones del parlamentario y
la de varios testigos. Por ejemplo, él afirmó que cuando el paquete le fue
entregado por Rebeca Betancourt, ésta le dijo que se lo regalara a la esposa.
Afirmación que fue negada de manera categórica por la empleada del
Congreso. Cuando uno de los mensajeros – que había sido testigo de la
conversación entre Martín y Rebeca- confirmó la versión dada por ella, el
diputado se retractó.
Y finalmente llamaba mucho la atención la pasmosa tranquilidad del diputado
luego de ocurrida la muerte de su esposa, sobre todo si se tomaba en cuenta la
forma tan espantosa como sucedió.
En los últimos días el diputado evadía ostentosamente la comparecencia ante
los detectives. En una ocasión en la que Villavicencio, en un esfuerzo en
comunicarse con el, visitó el Congreso Nacional, Martín Antonio Rángel lo
recibió acremente y llegó a amenazarlo con quejarse ante su partido por lo que
consideraba una persecución.
El día 20 de diciembre el diario Últimas Noticias presentaba una declaración
del parlamentario en la que negaba ser el autor del asesinato y mostraba su
indignación por tan falaz acusación.
Por supuesto ocurrió lo que tenía que ocurrir y tanto Villavicencio como Plaza
Márquez fueron llamados a botón por instancias superiores.
– ¿Qué era lo que pasaba? ¿Acaso se habían vuelto locos? Dedíquense a
buscar a los verdaderos culpables.
Villavicencio pidió a Plaza Márquez que lo dejara proseguir con la
investigación al viudo; el director de la PTJquien ya estaba curado de espantos
lo autorizó a seguir; pero le recomendó que lo hiciera con mucho tacto. Él
mientras tanto se dedicaría a mantener a raya a sus superiores.
Cuando los restos de la bomba fueron analizados por expertos explosivistas
del Ministerio de la Defensa se determinó que los varios de los componentes
habían sido traídos del exterior por lo que se descartó la tesis defendida en un
inicio de que el explosivo fue montado en la fábrica clandestina que la
guerrilla tenía en el cerro El Garabato.
Los meses fueron pasando y con ellos la percepción de la ciudadanía en torno
a que este caso se convirtió en otro cangrejo para la PTJ. Sin embargo,
Villavicencio seguía trabajando y entre las cosas que logró averiguar había
una fundamental: El diputado Martín Antonio Rángel era experto en
explosivos. Este dato que le había llegado por parte de uno de los empleados
del Congreso Nacional lo llevó a pensar en las actividades del político en la
época en que formó parte de la resistencia. Villavicencio sabía también que
Martín Antonio Rángel había sido detenido a mediados de los años 50 y luego
de una estadía en la cárcel de Guasina fue expulsado del país.
El comisario se dedicó a investigar las causas de aquella detención y supo
entonces que al dirigente adeco lo habían apresado por estar incurso en un
atentado contra Marcos Pérez Jiménez programado para ser llevado a cabo el
12 de octubre de 1955. En esa acción se utilizaría una bomba de alto poder
para eliminar al dictador en el momento en el que hiciera presencia en el acto
oficial de la Plaza Colón. El plan fue develado y las personas involucradas
fueron todas detenidas, entre ellos estaba Martín Antonio Rángel, quien era el
que había fabricado aquel explosivo.
Villavicencio se llegó hasta la Hemeroteca Nacional y pidió los periódicos
correspondientes a octubre de 1955. -Eureka- Allí estaba la información.
Otra información suministrada al comisario Villavicencio apuntaba a que el
diputado mantenía relaciones con otra mujer, eso también habría que
investigarlo.
El sábado 5 de marzo de 1966, se publicó en el diario El Nacional una extensa
entrevista firmada por el periodista Germán Carías en la que Rángel desmentía
que fuera experto en explosivos.
El caso fue cayendo en el olvido hasta que en agosto de 1966, el señor Miguel
Marín acudió a la delegación de la DIGEPOL en Tucupita a denunciar a su
compadre Martín Antonio Rángel por el delito de seducción en la persona de
su menor hija Maritza del Rosario, la misma chica que se vino de su pueblo en
septiembre de 1965 para estudiar bachillerato comercial. Seis días después de
recibida la denuncia el diputado se casaba con la muchacha en la prefectura de
la pequeña ciudad de Charallave en el estado Miranda. Una vez casada, la
pareja estableció su residencia en la misma quinta Hil-Mar. El diputado se
justificó diciendo que él tenía derecho a rehacer su vida y sus hijos
necesitaban la presencia de una madre.
Cerrado el caso policialmente, los fiscales se abocaron a solicitar la detención
del diputado, cosa que no fue posible hasta 1969 cuando cesó su actividad
parlamentaria y con ella la inmunidad de la que gozaba. Martín Antonio
Rángel fue detenido entonces por orden del Juez Segundo en lo Penal Gonzalo
Rodríguez Corro por homicidio calificado.
El 20 de noviembre de 1970 el Fiscal Segundo del Ministerio Público Doctor
Vertilio Valecillos pidió 25 años de presidio para el ex diputado, la defensa se
movió en un primer momento buscando que se cambiara la pena de homicidio
calificado a homicidio culposo y luego pidió que el caso pasara a una instancia
superior para su revisión.
Así se hizo y el 10 de julio de 1972, el ex diputado fue puesto en libertad
luego de que le fuera leída una sentencia absolutoria dictada por la Corte
Superior Segunda en lo Penal. Curiosamente uno de los elementos que se
tomo en cuenta para esta sentencia fue una declaración del ex Ministro del
Interior Dr. Gonzalo Barrios según la cual él estaba dispuesto a certificar que
en el allanamiento hecho a la fábrica de armas de El Garabato se había
incautado un lote de imágenes de la virgen del Carmen similares a la utilizada
para causar la muerte de Hilda de Rángel. Esta certificación como podrán
imaginar ustedes jamás se hizo. Los abogados defensores Armando Lazo y
Pablo Gutiérrez prometieron que revelarían una gran sorpresa en torno a la
misteriosa figura del remitente José Antonio Colmenares, el manco que nunca
apareció.
Al salir de la sala, el Fiscal Vertilio Valecillos anunció que intentaría un
recurso de casación ante la Corte Suprema de Justicia.
Mientras todo eso ocurría, los funcionarios policiales responsables de la
investigación sabían lo que vendría a continuación. Lo sabían como que
estuviese escrito en un guión:la Corte dictaría libertad plena al político y ello
los obligaría a reabrir el caso sin poder citarlo como indiciado.
La investigación jamás continuaría pues no tenía sentido; como no lo tuvo en
los casos de Lesbia Biaggi ni en el de Morelia Paradisi de Rivero.
Transcribo aquí el párrafo final del capitulo correspondiente a este caso en la
novela 4 Crímenes 4 Poderes de Fermín Mármol León:
“Pero no todo fue color de rosa para el criminal, yo seguí su trayectoria
política y tuve una satisfacción como profesional de la policía y como
investigador del horrendo crimen cometido contra su esposa; su partido estaba
convencido de su culpabilidad, por razones de alta política manejaron el
expediente y le resolvieron el problema; pero lo eclipsaron políticamente,
jamás volvió a aparecer en una lista para diputados. Quedó fuera, execrado
como hombre público y a solas con su conciencia.”
El secuestro y homicidio de un adolescente en el este de Caracas

Inglaterra, julio de 1972

En los meses estivales, la temperatura promedio de Londres alcanza los


0
18 centígrados, agradable sin duda alguna. El niño Carlos Vicente Vegas
Pérez aprovechaba el clima benigno para jugar, corretear y charlar con sus
amigos londinenses. Se conocían muy bien porque habían estudiado juntos
toda la escuela primaria.
Carlos Vicente haría el próximo año lectivo en Venezuela para luego
regresar a Londres a proseguir la secundaria. Junto a él estaba su padre, el
arquitecto Martín Vegas quien a su vez daba los toques finales a su tesis de
post grado sobre purificación del medio ambiente.
Cuando llegó el día de regresar a Caracas, Carlos Vicente se despidió de sus
amigos con la promesa de un cercano reencuentro. Mientras tanto procurarían
mantener el contacto por correspondencia.

Maitana, viernes 23 de febrero de 1973 – 2:00 a.m.

Lucía Figuera, una de las 60 personas que habitaban el caserío de


Maitana, despertó sobresaltada por el ruido de un carro; no era normal que a
esa hora alguien transitara por allí. Al sentir que paraban frente a su rancho se
levantó del catre y con los nervios de punta levantó la tranca para salir a ver
que pasaba.
Pudo ver a la distancia un pequeño auto europeo que avanzaba
lentamente por el camino pedregoso hasta situarse varios metros más abajo,
justo al borde de un profundo barranco. Oyó voces y pasos que se perdían
entre el follaje.
De pronto llegó el ruido de algo que caía, arrastrando consigo pequeños
guijarros; al final un golpe seco. En ese momento se sintió un poco ridícula,
parada como estaba en medio de la oscuridad y el frío aguijoneante.
– Lo que sea que esté pasando aquí afuera no es problema mío – se reprochó.
Al regresar al catre notó que el carro se alejaba y todo iba quedando en
silencio.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 4:30 p.m.

Carlos Vicente, despierto joven de 13 años, tercer hijo del matrimonio


Vegas-Pérez, destacado estudiante del colegio El Peñón de Baruta y amante de
las actividades físicas decidió salir a comprar un par de historietas de las que
era asiduo lector; su madre Trina, luego de entregarle algunas monedas lo
despidió amorosa sin saber que era la última vez que veía a su pequeño con
vida.

Caracas, viernes 2 de marzo de 1973 – La hora del LSD

En marzo de 1973 los acontecimientos mundiales llevaban un ritmo


vertiginoso. En Chile, el presidente Salvador Allende enfrentaba a una feroz
oposición que lo llevaría a la muerte unos meses después, los gobiernos
europeos escandalizados por la decisión del presidente Nixon de abandonar el
patrón oro exigían garantías sobre el dólar, en la ciudad de Jartum militantes
palestinos daban muerte al embajador estadounidense, en Londres un auto
bomba estallaba frente a la Corte Central Criminal y en la América melómana
se lloraba la muerte del grande de la música afrolatina, Tito Rodríguez.

En Venezuela al mismo tiempo, el ambiente era un pastel psicodélico;


el primer gobierno socialcristiano llegaba a su año postrero y el gobernador de
Caracas, Guillermo Álvarez Bajares, se daba el lujo de prohibir la película El
último tango en París del director Bernardo Bertolucci, ese mismo gobernante
en un improvisado set de cartón piedra ceñía una corona de oropel en la frente
de la joven Migdalia Mota, vecina del humilde barrio de Chapellín, para
nombrarla Migdalia I Reina del Carnaval. La campaña electoral estaba en su
apogeo, el bachiller Carlos Andrés Pérez prometía “democracia con energía”
mientras que el candidato oficialista Lorenzo Fernández ofrecía seguir “con lo
bueno de lo actual”. Las calles hervían de jóvenes melenudos que copiaban
una moda ya extinguida en otras latitudes, el acido lisérgico corría como agua
debajo del puente en discotecas y urbanizaciones. Los chicos de la clase media
caraqueña descubrían los efectos de una droga que diez años atrás diera tanto
de que hablar en los países nórdicos.

En un apartamento del este de la ciudad, uno de estos muchachos tenía


un pésimo viaje; pese a estar en un piso alto sentía que los sonidos de la calle
se arremolinaban frente a sus ojos hincándolos furiosamente mientras un
fétido olor penetraba en su habitación llenándola de un alucinante color
púrpura. Sentía un frío tremendo alternado por sucesivas olas de calor. Los
objetos se encogían y estiraban frente a sus ojos y aquella maldita fetidez
purpurina le taladraba los oídos. Con la percepción espacio-temporal
totalmente alterada, el joven de pronto se veía en otro sitio; en un sitio que lo
aterraba. Cuando sus manos que no parecían formar parte de su cuerpo
levantaban la colcha de la cama, veía una figura encadenada, una silueta
humana en posición prenatal. La cama ya no era una cama sino el maletero de
un carro, y desde allí la silueta distorsionada le gritaba desde el pútrido olor de
la muerte. El muchacho con el cerebro colmado de acido trataba de enfocarse
en la figura pero los rayos de luz que salían de las cadenas le golpeaban la
vista hasta enceguecerlo.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 7:30 p.m.

En la quinta Algarrobo ubicada en la avenida principal del Mirador del


Este, había inquietud, después de tres horas Carlos Vicente no regresaba. El
centro comercial Santa Marta, lugar a donde había ido a comprar las revistas,
solo distaba 800 metros de la vivienda. No se justificaba la tardanza. Cuando
llegó Martín Vegas, Su esposa le comunicó la angustiosa noticia: el niño salió
temprano al centro comercial y no había vuelto. De inmediato salieron a
buscarlo, no estaba en las inmediaciones.

Bajaron al centro comercial y preguntaron al señor Julio Brillemburg


que si había visto a Carlos Vicente. – ¡No! – fue la desconsoladora respuesta.
Regresaron a casa por si el niño aparecía.

La oscuridad de la noche les generó una angustia que se prolongaría


durante seis dolorosos días para culminar en un trágico desenlace. Con los
corazones oprimidos se sentaron a esperar a su hijo. Los trémulos labios de
Trina susurraron una oración.

Caracas, jueves 22 de febrero de 1973 – 10:30 p.m.

El timbre del teléfono rompió el expectante silencio en la quinta


Algarrobo. La domestica atendió la llamada y desde el otro lado de la línea
una voz clara y fuerte le dijo:
– Deseo hablar con el señor de la casa para darle noticias de su hijo Carlos
Vicente.
La empleada corrió hasta la habitación del arquitecto y tocó bruscamente la
puerta.
– ¡Un señor que desea hablar con usted asegura tener noticias de Carlitos!
Cuando Martín Vegas levantó el auricular escuchó las siguientes palabras:
– Tenemos a su hijo, no deseamos hacerle daño alguno, solo queremos que
nos pague por su libertad la suma de 150.000 bolívares.
El padre sintió vértigo, su esposa que había corrido a su lado lo miraba
asustada, él no sabía como dar aquella terrible noticia. La abrazó y ella supo
que algo malo pasaba. Martín siguió hablando.

– Por favor, no vayan a hacerle nada. Estoy en condiciones de hacerles llegar


el dinero, en la forma que ustedes crean conveniente.
– Perfecto. Primero que nada, cero contactos con la policía, el dinero nos lo va
entregar en billetes de cien y cincuenta que no tengan seriales continuos. Esos
billetes tampoco pueden ser nuevos, solo dinero usado. Volveremos a llamar
para indicarle el sitio y la hora de la entrega.
– Ustedes tienen la última palabra, estoy angustiado por la suerte de mi
muchachito, por lo que les pido que la entrega sea lo más rápida posible.
– Ok doctor y recuerde, si de verdad quiere volver a ver a su hijo nada de
policías. Estaremos en contacto.
Al colgar, apenas tuvo tiempo de atajar a su desvanecida esposa.

Caracas, viernes 23 de febrero de 1973 – 9:00 p.m.

Luego de 24 horas, la incertidumbre había destrozado el ánimo de los


esposos Vegas Pérez. Las ojeras se acentuaban en la palidez de sus rostros y
un rictus de dolor les torcía las comisuras de los labios.
La noche anterior pese a la orden de los secuestradores, el arquitecto se
comunicó con la policía. Decidió hacerlo luego de consultar con sus
hermanos. Los detectives prometieron realizar la investigación bajo la más
estricta reserva.

La señora Trina sentada en la estancia que servía de recibo, miraba con


ansiedad el aparato telefónico. Su esposo se paseaba de un lado a otro y su
hijo Federico, mayor que Carlos Vicente, tenía la cabeza hundida entre las
manos. De a ratos miraba de soslayo a sus padres y un relámpago de bochorno
se asomaba en sus ojos.

Por fin sonó un timbrazo, el arquitecto levantó la bocina y la voz que


tanto esperaban preguntó con cierto azoro:
– ¿Qué ha pasado?
Martín gritó desconcertado
-¿Cómo que qué ha pasado? Tenemos 24 horas esperando a que nos llamen.
Queremos resolver lo de la entrega del dinero para que devuelvan a nuestro
hijo…
Al advertir la intensidad del tono en que había hablado, el arquitecto bajó la
voz y quedamente suplicó:
– Señor por favor, estamos en sus manos, dígame el sitio donde debemos
llevar el dinero.

La voz, ahora con más aplomó dijo:


– Escuche bien, el lunes a las 11 de la noche, su esposa debe llevar un maletín
con el dinero a la plaza La Castellana, dígale que estacione frente a la
discoteca que esta allí. Un carro color azul va a pasar a esa hora encendiendo y
apagando las luces tres veces, va a ser la señal para que su esposa se acerque y
nos entregue la plata. Háganlo así y le garantizamos que el martes a las 7 de la
mañana tendrán de nuevo a su hijo con ustedes.
Martín Vegas quiso saber si no podía ser antes pero el que le hablaba fue
terminante.

– ¡El lunes a las 11 de la noche y nada de policías!


En un edificio cercano, la conversación había sido captada y grabada por un
equipo de la Policía Técnica Judicial. Cada uno de los hombres de aquel
comando improvisado, escuchaba la voz del raptor tratando de captar en ella
los más mínimos detalles: el acento, las inflexiones, el tono. Todos estuvieron
de acuerdo en que se trataba de un joven, alguien que rondaba los 20 años; era
además caraqueño y por la manera de expresarse deducían que se trataba de
alguien con un cierto nivel de educación. No eran las típicas maneras del
delincuente marginal.

Esos detalles, asociados a otros que ya venían procesando, daban a los


detectives una visión de lo que enfrentaban. No era hampa común; pero
tampoco delincuencia organizada ni guerrillas. El ridículo monto que habían
exigido lo decía. El chico secuestrado era de familia pudiente, misma que
podía llegar a pagar sumas millonarias si así se lo exigían.
– ¿De qué se trataba entonces? ¿Por qué pedir tan poco cuando se estaban
metiendo en un asunto tan gordo como aquel de un secuestro? – Se preguntaba
en voz alta Fermín Mármol León, comisario jefe de la PTJ.
– Esta gente no parece saber muy bien lo que hace. – apuntó uno de sus
hombres
– Así es. Vamos a escuchar bien esta grabación muchachos, agucen los oídos;
presten atención a los sonidos de fondo. Cuando el tipo habla se oye algo que
golpea. Parecen olas, tal vez hayan hecho la llamada desde algún litoral o
quizás sea otra cosa. Hagamos una copia de esta grabación para enviarla al
FBI, allá tienen equipos más avanzados que los nuestros y seguramente
puedan ayudarnos.

Mientras escuchaba la cinta una y otra vez, Mármol León repreguntaba por
qué demonios, aquellos peculiares secuestradores pedían tan risible suma.

Caracas, lunes 26 de febrero de 1973 – 3:00 p.m.

Luego de un infernal fin de semana sin saber de su hijo, los Vegas-


Pérez recibieron una llamada telefónica. Esta vez atendió la madre. Le
informaron que los planes habían cambiado. Ahora ella debía esa noche al
restaurante Don Sancho en El Rosal y una vez allí debía estar atenta pues la
llamarían al teléfono del negocio para darle instrucciones.
La angustiada mujer, acompañada de Ricardo, llegó a la hora convenida.
Ordenó un bocadillo que nunca consumió. A cuello alzado vigilaba la barra y
al oírel timbre saltó de la silla. El encargado anunció que la llamada era para
ella. Con el corazón saliendo por su boca tomó el auricular.
– ¿Trajo usted el dinero?
– Si, acá lo tengo señor. Dígame dónde debo entregarlo.
– Lo siento señora – fue la respuesta glacial – pero no puedo recibirlo pues
usted no vino sola
Creyendo ser víctima de una broma cruel la mujer intentó protestar, pero el
delincuente la atajó secamente.
– Vaya usted a casa y espere allá mis instrucciones.
Desolada regresó a esperar la llamada, esta vez no tardaron mucho. Ahora le
ordenaron llevar el dinero, a las 10:30 de esa misma noche, al estacionamiento
de la fuente de soda El Mirador en la plaza Altamira. Debía depositar el
maletín en uno de los contenedores de basura y regresar a casa. Allá le dirían
cuál sería el siguiente paso.
De nuevo en “Algarrobo” esperó con los nervios destrozados. Rezó para que
acabara la pesadilla y poder estrechar y besar otra vez a su niño.
El teléfono sonó y la misma voz, esta vez alterada le dijo:
– ¡No cumplieron con el trato!
La mujer que ya no aguantaba la tensión, preguntó llena de pánico.
– ¿Qué dice señor? Yo dejé el dinero en el sitio que me indicó. ¡No sea cruel,
nosotros cumplimos, por favor devuélvame a mi hijo!
– Lo siento señora pero cuando llegamos a buscar el dinero, la policía estaba
allí.
– Le aseguro que la policía no sabe absolutamente nada de esto, tal vez fue
una casualidad que estuviera alguna patrulla por allí cuando ustedes llegaron.
– Bien, hagamos lo siguiente: Regrese sola a buscar el maletín y llévelo hasta
La Castellana en su carro. Antes de llegar dígale a algún taxista que la siga, va
a dejarnos el carro con las llaves puestas y el maletín dentro. Aborde el taxi y
regrese a su casa. En dos horas más o menos puede pasar a buscar su carro por
la avenida principal de Los Palos Grandes. Mañana a las 7 tendrán a su hijo de
vuelta.

En el edificio donde funcionaba el comando, los comisarios Mármol


León y Manuel Molina Gásperi seguían paso a paso todo lo acontecido.
Tenían la orden de no intervenirhasta que el niño fuera liberado; luego de eso
podían cazar a aquella pandilla de malnacidos. Los billetes fueron
fotografiados uno a uno, solo sería cuestión de esperar a que los pusieron a
circular para llegar hasta ellos.

Mármol León ordenó retirar todo el patrullaje de la zona donde iba a ser
retirado el maletín para propiciar que las cosas siguieran por buen cauce y sin
nuevos tropiezos. Mientras sus hombres tomaban café, desplegó un plano de
la ciudad sobre una de las mesas. Trazó un círculo en un punto del este para
establecer el perímetro de acción de los delincuentes. Todo se había
desarrollado entre el Mirador, El Rosal, Altamira, La Castellana y Los Palos
Grandes. León se volvió a su compañero para decirle:
– Estos tipos no salen del este, Molina Gásperi. Parecen moverse solo en el
terreno que conocen.
– Así es, sabemos que no es hampa común ni guerrilla, y por la forma
chambona en que han manejado el pago del rescate es indudable que tampoco
es hampa organizada. Estos tipos no son profesionales. Tal vez sea un grupo
de “niños bien” con alguna deuda por drogas, la cantidad que pidieron nos lo
dice.
Un detective que sorbía un café recalentado terció en la conversación – Sí es
como dice Molina entonces tienen que ser conocidos de la familia; la
desesperación los llevó a cometer el secuestro en un medio que conocen, con
una familia que conocen.
Mármol León que coincidía con todo lo dicho ordenó activar la brigada contra
drogas para allanar y detener a los distribuidores y consumidores conocidos de
la zona este. Alguien debía saber quién debía esos 150.000 bolívares.

Caracas, jueves 1 de marzo de 1973 – 11:30 a.m.

Al ver que habían pasado más de 24 horas sin tener noticias de su hijo luego
de pagar el rescate, la familia Vegas Pérez decidió consignar la denuncia de
manera oficial en la sede central de la PTJ. Los detectives que ya manejaban
la información de manera confidencial procedieron a tomarla. Para la tarde
habían organizado una conferencia de prensa en la oficina del doctor Juan
Andrés Vegas Pacheco, tío del niño, quien iba a hacer el anuncio a los medios
de comunicación en torno al caso.

A esa misma hora llegaban a Caracas datos más exactos del cadáver
encontrado en Maitana, ya se había hecho un examen detallado y se sabía que
se trataba de un adolescente, que la data de muerte pasaba de 6 días y que los
zapatos que calzaba eran de fabricación estadounidense. Los detectives de
Caracas comenzaron a cotejar aquellos datos con los de las personas
desaparecidas o secuestradas que estaban en sus archivos.

Caracas, jueves 1 de marzo de 1973 – 3:00 p.m.

La oficina del doctor Juan Andrés Vegas Pacheco se ubicaba en el


octavo piso del edificio Alfa en Santa Sofía; la antesala del despacho hervía de
periodistas que no sabían gran cosa, solo que se iba a hacer el anuncio público
de una persona secuestrada, presumían que por el nivel social del convocante,
debía de tratarse de algo gordo.

Cuando el doctor se disponía a recibirlos, lo llamó por teléfono su


hermano Martín, lo que le dijo le dejó helado: habían encontrado a su sobrino,
pero muerto. Consternado salió de su oficina para anunciar que suspendía la
rueda de prensa y que toda la información del caso sería suministrada de ahora
en adelante por la PTJ. Al poco ratollegó Mármol León para sostener una
entrevista en privado.

Los periodistas fueron reconvocados para las 6 de la tarde a la sala de


prensa de la PTJ donde serían recibidos por los doctores Fulvio Parodi Arias y
Guillermo Rosquette, subdirector y secretario general de ese cuerpo policial.
El motivo era anunciar el secuestro y asesinato del niño Carlos Vicente Vegas
Pérez.

Caracas, viernes 2 de marzo de 1973 – La prensa

El primer fin de semana de marzo los periódicos reseñaron la terrible


noticia del secuestro y asesinato de un niño. La tarde anterior periodistas de
todos los medios estuvieron presentes en la conferencia ofrecida por la
directiva de la Policía Técnica Judicial. Reproducimos a continuación parte de
la nota ofrecida por el diario El Nacional a sus lectores:
“Honda conmoción causó en la familia Vegas Pérez, así como en la
colectividad venezolana el anuncio de que el cadáver hallado cerca de la
autopista Coche-Las Tejerías es del niño secuestrado el pasado 22 de febrero
en la urbanización Santa Marta.

Los esposos Vegas Pérez, sus otros hijos y demás familiares no creían
las noticias que recibían sobre la horrible tragedia. A la quinta Algarrobo
comenzaron a llegar numerosas personas amigas para manifestar sus
condolencias. Varios miembros de la familia viajaron ayer mismo a la ciudad
de Los Teques a fin de reconocer en la morgue del hospital policlínico el
cadáver del pequeño Carlos Vicente.

El lugar donde estaba el cuerpo del menor de 13 años fue


exhaustivamente pesquisado por los detectives de la PTJ. Se informó que en el
mismo barranco hallaron entre hojas secas cierta cantidad de marihuana
envuelta en papel de periódico, lo que hace presumir a los investigadores que
entre el grupo de secuestradores había individuos adictos a las drogas”.
Juan Martín Echeverría, director de la policía científica, no estuvo presente en
la rueda de prensa del día anterior, pues desde el primer momento asumió la
dirección de las investigaciones.

En la autopsia que practicaron los doctores Armando Domínguez y Jack


Castro se determinó que el muchacho había muerto el mismo día del secuestro
asfixiado con monóxido de carbono; el cuerpo no presentaba heridas ni por
armas de fuego ni cortantes y se descubrió la presencia en el organismo de un
tranquilizante, seguramente usado por los secuestradores para sedar al niño; lo
peculiar era que los componentes de aquel sedante habían sido sacados del
mercado varios años atrás.

Estos nuevos elementos reforzaron la hipótesis que ya tenían los


investigadores: Aquel crimen había sido cometido por gente inexperta,
probablemente jóvenes que necesitaban una cantidad precisa de dinero para
pagar alguna deuda de drogas.
Basados en la información que manejaban reconstruyeron mentalmente todo
lo acaecido el día del rapto:
Luego de secuestrar al chico en las inmediaciones del centro comercial Santa
Marta, lo subieron a un vehículo y lo sacaron de Caracas. Se detuvieron en
algún paraje solitario para atar sus manos con cadenas y como no tenían un
sitio de retención decidieron meterlo en el maletero.
Más tarde, al darse cuenta de que el niño había muerto, decidieron abandonar
su cuerpo en Maitana. Sin embargo no desistieron del plan de cobrar el dinero.
Fue por eso que al llamar a la familia el viernes 23 de febrero a las 9 de la
noche, el secuestrador se mostraba nervioso y lo primero que preguntó fue:
“¿Qué ha pasado? Pues temía que el cuerpo hubiera sido localizado, al ver que
no era así continuaron con su macabro plan.

En los días posteriores se realizó el descarte entre los enemigos, amigos,


conocidos, empleados, ex empleados y relacionados de los Vegas Pérez. Se
supo que unos días antes del secuestro la familia ofreció una fiesta y surgió un
incidente con un grupo de muchachos que no habían sido invitados pese a ser
amigos de Federico Vegas, hermano mayor de la víctima. Cuando se
profundizó la investigación, se descubrió además que todos tenían o habían
tenido problemas por consumo de drogas, incluido el propio Federico.
El domingo 5 de marzo a las dos de la tarde un juez, un fiscal y varios
detectives realizaron la inspección ocular de una quinta en Bello Monte; en
aquel inmueble un joven, empleado bancario para más señas tenía alquilada
una habitación. Esta persona apodada “El Chamaco” había sido detenida el
sábado 4 a la salida de un cine.

Igualmente se detuvo al hijo de un conocido jurista. El fiscal primero


del Ministerio Público, doctor Iván Martínez Zerpa se presentó en horas del
mediodía en la central de la Policía Técnica Judicial y al salir de allí fue
abordado por los reporteros. A la pregunta de cual era el nivel social de los
sospechosos, Martínez Zerpa contestó que estaban entre la llamada clase
media y alta, aprovechó para anunciar igualmente que ya había una
identificación casi definitiva de los autores y que era posible que los
participantes en el secuestro fueran tres personas.

En aquella oportunidad se conoció también que en la inspección hecha


al vehículo que la señora Trina utilizó para pagar el rescate se localizó una
huella digital, trascendió de manera extraoficial que pertenecía a un joven de
20 años de edad, con antecedentes criminales.

Lo que siguió fue una persecución de jóvenes melenudos en el este de


Caracas, la División contra Drogas trabajaba a la par con la División contra
Homicidios en allanamientos, detenciones e interrogatorios. En un momento
se llegó a detener hasta 50 jóvenes por día. Muchas discotecas fueron
allanadas y los informantes y fichados por tráfico de drogas entraban y salían
de la central detectivesca.

El 8 de marzo, Manuel Molina Gásperi jefe de la División de


Operaciones, anunció que contaban con buenos elementos para dar por
cerrado el caso. Sin embargo pasaron los días y no ocurrió nada.
En algún momento, se especuló que el secuestro había sido planificado como
parte de una película que aspiraba a tener una buena dosis de realismo, este
dato llevó a la detención del cineasta Diego Rísquez quien fue interrogado y
fue a dar con sus huesos a la cárcel modelo de Caracas.

Caracas, domingo 1 de abril de 1973 – Juego trancado

Al llegar abril no se tenía nada en claro, las informaciones eran vagas;


lo único que se sabía era que estaban involucrados los hijos de algunas
familias pudientes. Algunos apellidos de alcurnia se filtraban a la calle y esto
no hacía más que aumentar la molestia de la gente que se preguntaba si aquel
crimen también quedaría impune. Este día se publicó en un diario de
circulación nacional la declaración de un alto funcionario de la PTJ que pidió
no ser identificado, según el declarante “Algo grave entorpecía las
investigaciones”. Ese algo tenía que ver con los apellidos notables que
salieron a relucir en las pesquisas, para la policía el juego se había trancado.
No resultaba nada fácil tener que lidiar con los padres indignados de los
“niños bien” del este.

Caracas, lunes 16 de abril de 1973 – Apellidos

A estas alturas era difícil ocultar lo que en las calles era vox populi. Las
autoridades comenzaron a dar los primeros datos de las personas que hasta los
momentos habían sido detenidas e interrogadas: José Luis “Caramelo”
Branger, Diego Baptista Zuloaga, Javier Paredes, Gonzalo “Fafa” Capecci, el
hermano de la víctima Federico Vegas Pérezy un muchacho que usaba
muletas pues le habían amputado una pierna, este joven se llamaba Omar
Cano y lo conocían como “El Chino”. Era él el que llevaba la mayor parte de
la acusación ya que la PTJ había encontrado indicios que lo inculpaban como
autor material del homicidio.

A “Caramelo” Branger lo detuvieron por presunto encubrimiento. La


detención se basó en unas declaraciones dadas por él al periodista Samuel
Robinsón de la revista Bohemia. En la entrevista habría dicho que los
secuestradores eran tres; al ser detenido e interrogado negó haberlo dicho,
pero con la comparecencia del periodista quien afirmó que si le había
declarado aquello, el joven quedó detenido.

En los días siguientes seguían saliendo nombres, otros presuntos


implicados eran: Diego Molinari, Nicomedes Zuloaga, Julio Morales, Alfredo
Luis Parilli Pietri (pariente de la primera dama Alicia Pietri de Caldera) y la
joven Orietta Cabrices. La información que aportó esta chica involucraba de
manera directa a Parilli Pietri y fue clave para esclarecer el caso.

Caracas, viernes 11 de mayo de 1973 – Los autos de detención

Este día fue de intenso movimiento en los tribunales, una multitud de


periodistas y curiosos se arremolinó en las afueras para presenciar la
comparecencia de los implicados. Era tal el movimiento, que se encomendó a
la brigada anti motines de la Policía Metropolitana que acordonara el sector.
El juez instructor, doctor José Francisco Cumare Nava dictó auto de detención
a Omar José Cano Lugo (a) “El Chino” como presunto autor material y de
Alfredo Luis Parilli Pietri, como presunto autor intelectual. Igualmente
prohibió la salida del país de la ciudadana Orietta Cabrices. Ese mismo día el
juez interrogó a dos importantes testigos: María Alejandra Delfino La Cruz y
Alexia Josefina Felizola, la primera de ellas oyó decir al chino Cano que había
inyectado al niño Vegas Pérez y que cuando vio que este había muerto decidió
abandonar el cadáver en un barranco.

Mientras tanto los detectives descubrieron por medio de un


informante, un joven que se dedicaba al menudeo de cocaína en las
urbanizaciones del este, que efectivamente había una deuda por drogas y que
el monto ascendía a 150.000 bolívares. Con todos estos datos se pudiera
pensar que los culpables del monstruoso crimen pagarían su culpa pero
ocurrió un hecho que permitió a los abogados defensores preparar una salida
para sus clientes.

Luego de conocida la medida del juez, un grupo de reporteros abordó al


comisario Fermín Mármol León, hombre clave en las investigaciones, para
requerir su opinión en torno a la decisión. Mármol León declaró que
compartía las decisiones y en particular la que afectaba al “Chino” Cano. De
inmediato los padres de los detenidos interpusieron una demanda al comisario
por violación del secreto sumarial. El comisario fue citado por el juez
ordenándole presentarse al termino de la distancia o de lo contrario sería
arrestado por desacato. Luego de recriminarle duramente, el juez ordenó que
no se pesquisara nada sin su expreso conocimiento y consentimiento. El
equipo de detectives liderado por Mármol León terminó marginado de las
investigaciones.
Luego de esto, el proceso entró en un letargo de 8 meses, el país se metió de
lleno en las elecciones presidenciales y no sería sino hasta el año nuevo que se
sabría algo.

El martes 8 de enero de 1974, la corte superior segunda en lo penal del


Distrito Federal y Estado Miranda revocó los autos de detención a los 7
indiciados por el secuestro y muerte de Carlos Vicente Vegas por detectar
“fallas sustanciales en la instrucción y sustanciación del proceso”. Solo se
confirmaron dos autos de detención por tenencia y trafico de estupefacientes,
esta medida afectaba a Omar “Chino” Cano Lugo y a Gonzalo “Fafa”
Capecci. El resto de los detenidos quedaba en libertad, entre ellos Alfredo
Luis Parilli Pietri quien había sido señalado como el autor intelectual.
Otro crimen impune. El score final quedaba así: Justicia 0 – Poderes fácticos
4.
Como dato curioso esta el hecho de que el sacerdote Luis Ramón
Biaggi, acusado en 1961 por la violación y asesinato de su hermana y luego
liberado de toda culpa por un tribunal, escribió el libro “Verdades y mentiras
en el caso Vegas”, este libro apareció en 1982, pero no fue el único ya que
Federico Vegas, hermano de la víctima y también presunto implicado en el
crimen publicó “Historia de una segunda vez”, este joven luego de pasar por la
manos de varios siquiatras cultivó una carrera literaria que tuvo más penas que
glorias. Omar Cano Lugo “El Chino” también hizo su aporte literario con la
obra “La verdad sobre el caso Vegas” en la que compila parte del expediente,
este libro precisamente por esa característica se convirtió en una pieza de
colección y sigue siendo muy cotizado. Omar Cano se dedicó en sus años de
madurez a la pintura, inquietud nacida en sus años de prisión.

Por su parte el cineasta Román Chalbaud puso a la consideración del


público el film “Cangrejo”, basándose en los elementos de ficción de la novela
4 Crímenes 4 Poderes de Fermín Mármol León.

Queremos agradecer a los lectores de Crónicas del Tánatos la amplia


recepción que ha tenido esta serie: “4 Crímenes, 4 Poderes los casos reales en
los que se basó Fermín Mármol León” y les invitamos a leer en este mismo
blog el ensayo “4 Crímenes, 4 Poderes, de la realidad a la ficción” en el que
profundizamos en detalles, que no dejan de ser de interés para el público.
Dejamos además a su disposición el remitido de prensa que publicara José
Luis “Caramelo” Branger dos días después de su comparecencia ante los
tribunales. El remitido está en formato PDF, el original apareció en el diario
Últimas Noticias.

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