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“De repente, en el fondo de una de esas encantadoras bahías que se encuentran a cada recodo de la
montaña, vi unos cuantos chalets, cuatro o cinco solamente, frente al mar, al pie del monte, y ante un
salvaje bosque de abetos que se extendía a lo lejos tras ellos por dos grandes valles sin caminos y
acaso sin salida, Uno de esos chalets me hizo pararme en seco ante su puerta, tan linda era: una
casita blanca revestida de madera parda, y cubierta de rosas que trepaban hasta el tejado”.
ACTIVIDAD EN CLASE
“De repente, en el fondo de una de esas encantadoras bahías que se encuentran a cada recodo de la
montaña, vi unos cuantos chalets, cuatro o cinco solamente, frente al mar, al pie del monte, y ante un
salvaje bosque de abetos que se extendía a lo lejos tras ellos por dos grandes valles sin caminos y
acaso sin salida, Uno de esos chalets me hizo pararme en seco ante su puerta, tan linda era: una
casita blanca revestida de madera parda, y cubierta de rosas que trepaban hasta el tejado”.
ACTIVIDAD EN CLASE
“De repente, en el fondo de una de esas encantadoras bahías que se encuentran a cada recodo de la
montaña, vi unos cuantos chalets, cuatro o cinco solamente, frente al mar, al pie del monte, y ante un
salvaje bosque de abetos que se extendía a lo lejos tras ellos por dos grandes valles sin caminos y
acaso sin salida, Uno de esos chalets me hizo pararme en seco ante su puerta, tan linda era: una
casita blanca revestida de madera parda, y cubierta de rosas que trepaban hasta el tejado”.
ACTIVIDAD EN CLASE
“De repente, en el fondo de una de esas encantadoras bahías que se encuentran a cada recodo de la
montaña, vi unos cuantos chalets, cuatro o cinco solamente, frente al mar, al pie del monte, y ante un
salvaje bosque de abetos que se extendía a lo lejos tras ellos por dos grandes valles sin caminos y
acaso sin salida, Uno de esos chalets me hizo pararme en seco ante su puerta, tan linda era: una
casita blanca revestida de madera parda, y cubierta de rosas que trepaban hasta el tejado”.