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Crisis EXTREMA de los PP políticos en Perú: prácticamente desaparecen en los años autoritarios
del fujimorismo (1992-2000). Tres lógicas caracterizaron la acción y omisión de los principales
actores políticos:
En AmLat desde finales de los años ’80 se produjo una enorme transformación de las sociedades,
que implicó fuertes tensiones para los sistemas políticos de las nacientes democracias, que
hicieron entran en crisis a los PP y sistemas de PP. Vacío de representación pero en todos lados
emergen “soluciones” a esto: sistema de tres partidos en Bolivia, FREPASO en Argentina, etc.
El caso peruano va al revés de todo esto (como Venezuela con Chávez): el fujimorismo
hegemónico durante las elecciones del 2000 apela cada vez más a la manipulación y a maniobras
autoritarias, y del otro lado está un conjunto de agrupaciones nuevas, precarias, sin capacidad de
constituir una coalición de gobierno sólida. Una vez que cae el fujimorismo, queda un escenario de
fragmentación, dispersión y debilidad generalizada que se expresó también en las elecciones de
2001 y en los desafíos que enfrenta el gobierno de Toledo.
1989-1995: se produce el colapso del sistema de PP vigente desde finales de los años ’60. Se
establecen conflictos en torno a la integración de las masas populares al orden político, y que
después del gobierno militar ponían como elemento central en la agenda la configuración del
orden peruano post-oligárquico. El desenlace se dio en clave NEOLIBERAL.
El colapso del sistema de PP se explica como consecuencia de una serie de sucesos políticos
ocurridos en el período 1989-1995: los actores partidarios cayeron presa del espejismo de la
representación: privilegiaron su relación con organizaciones sociales formales, haciendo de
intermediarios entre éstas y el Estado, construyendo su poder e influencia en mérito a su
capacidad de movilizar y articular esos intereses, dentro de un esquema movimientista. Espejismo
de la sociedad civil: los actores sociales habían progresivamente dejado de ser expresivos de una
sociedad crecientemente informalizada a lo largo de la crisis de los años ’80. Las organizaciones
sociales funcionaban más bien como grupos de interés particular, desvinculados de la mayoría de
la población. Crisis de representación de los PP: gana Fujimori.
Como no se produce una recomposición del sistema de PP, y al establecerse en las elecciones de
1995 una mayoría abrumadora del fujimorismo, el espacio vacío dejado por el sistema anterior fue
ocupado por el fujimorismo, y al no tener contrapesos políticos significativos, cayó fácilmente en
una dinámica autoritaria, manteniéndose así en gran medida el escenario post golpe de 1992.
Compara con el caso mexicano: el PRI se legitimó por vía electoral durante décadas, pero el
régimen no funcionaba democráticamente.
Pero así como los PP tradicionales entraban en una crisis cada vez mayor, los intentos de
consolidar al fujimorismo como una fuerza política también fracasaron. El fujimorismo no se
convirtió en movimiento político porque se trató de un poder altamente personalizado, nada
institucional. Desde 1990 Fujimori llegó solo, sin PP, sin organización, y armó un aparato
personalizado, en coalición con los poderes estructurales.
Coyuntura del referéndum de la nueva Constitución: estableció las bases de una unidad posible de
las fuerzas opositoras al gobierno.
Pese al arrollador triunfo de Fujimori en abril de 1995, el fujimorismo nunca logró constituirse
como movimiento, y el sentido crítico del electorado nunca se perdió. Pero la criticidad se hizo
mucho mayor a partir de mediados de 1996, a diferencia de lo que ocurría antes, ésta empezó a
mellar la aprobación a la gestión presidencial. Aumento de la desaprobación. Y además desde el
último cuatrimestre de 1996 se produjo un avance en la aprobación de la oposición.
El desgaste de Fujimori a partir de 1996 tiene que ver con el desempeño de la economía pero
también con otros hechos en el terreno de lo político.
Como el fujimorismo no llegó nunca a constituirse como movimiento, su continuidad pasó casi de
manera necesaria por el mantenimiento personal de Fujimori en el poder. Al no existir un
movimiento u organización que se beneficiara de su capital político, ni bases o sectores sociales
propiamente dichos sobre los que se asentara el fujimorismo, su sobrevivencia exigió de manera
casi necesaria su permanencia en el poder, el manejo del Estado, el acceso a sus recursos, con lo
que pudo establecer una serie de relaciones clientelares. Por eso el gobierno luchaba fuertemente
por la posibilidad de reelección.
El proceso para lograr postularse para la reelección, que inició en 1996 con la “ley de
interpretación auténtica” y que terminó en diciembre de 1999, demostró que el fujimorismo, si
bien tuvo una legitimación electoral en 1995, operó cada vez más como un régimen autoritario,
en el que el Estado de derecho y sus instituciones aparecían como formalidades que encubrían un
enorme grado de control por parte de la cúpula en el poder. La exacerbada personalización del
régimen, su excesiva dependencia del aparato del Estado, la debilidad de la oposición y el
avasallamiento del orden institucional, permitieron escandalosos niveles de corrupción.
Elecciones 2000: debilidad generalizada de actores políticos, incluido el propio fujimorismo; alta
volatilidad electoral y escenario abierto a varios desenlaces.
Toledo va a segunda vuelta contra Fujimori. Misión de Observación de la OEA. Gana Fujimori.
La caída del fujimorismo se debe principalmente a factores externos que precipitaron las
contradicciones internas del régimen (intervención USA). Tráfico de armas a las FARC: se fractura
el núcleo de los intereses en el poder.
Toledo: ahora sí mandato legítimo, le gana la presidencia a Alan García Perú Posible:
organización improvisada, construida alrededor de un caudillo.