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Fuerzas Armadas y Derechos Humanos: su papel en la función

de seguridad ciudadana
Módulo 2: La participación de las Fuerzas Armadas en tareas
de seguridad ciudadana
SEDENA (2019). Foto de archivo. Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/image/file/503850/FOTO_DEL_D_A_-_REDUCIDA.jpg

Jurisprudencia emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos

En el Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México, la Corte Interamericana determinó que:

[…] esta Corte ya ha señalado que si bien el Estado tiene el derecho y la obligación de garantizar
su seguridad y mantener el orden público, su poder no es ilimitado, pues tiene el deber, en
todo momento, de aplicar procedimientos conformes a Derecho y respetuosos de los derechos
fundamentales, a todo individuo que se encuentre bajo su jurisdicción. Así, el Tribunal ha
enfatizado en el extremo cuidado que los Estados deben observar al utilizar las Fuerzas Armadas
como elemento de control de la protesta social, disturbios internos, violencia interna, situaciones
excepcionales y criminalidad común.

Tal como ha señalado este Tribunal, los Estados deben limitar al máximo el uso de las Fuerzas
Armadas para el control de la criminalidad común o violencia interna, puesto que el entrenamiento
que reciben está dirigido a derrotar un objetivo legítimo, y no a la protección y control de civiles,
entrenamiento que es propio de los entes policiales. El deslinde de las funciones militares y de
policía debe guiar el estricto cumplimiento del deber de prevención y protección de los derechos
en riesgo a cargo de las autoridades internas.

La Corte considera que la posibilidad de otorgar a las Fuerzas Armadas funciones dirigidas a
la restricción de la libertad personal de civiles, además de atender a los requisitos de estricta
proporcionalidad en la restricción de un derecho, debe responder, a su vez, a criterios estrictos
de excepcionalidad y debida diligencia en la salvaguarda de las garantías convencionales […].
(Sentencia de 26 de noviembre de 2010)
Del texto antes transcrito se desprende que la Corte Interamericana no se opone necesariamente a
la intervención de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad ciudadana , pero indica a los Estados
que observen el extremo cuidado al utilizar a dichas Fuerzas para controlar tensiones internas como
la protesta social, disturbios internos, violencia interna o situaciones excepcionales o la criminalidad
ordinaria o común.

De acuerdo con la sentencia de la Corte Interamericana citada con antelación, el entrenamiento que
reciben las Fuerzas Armadas está orientado preferentemente a la aplicación del Derecho Internacional
Humanitario o de las normas jurídicas concebidas para la guerra o los conflictos armados, con el fin de
atacar a los combatientes y a los objetivos militares (es decir, los recursos del adversario o del enemigo
militar, como campamentos, aeródromos, almacenes o depósitos de armas o municiones, lanzacohetes,
tanques o vehículos blindados, etc.) mediante el uso legal de la fuerza letal, o para suprimir una amenaza
militar a la soberanía, al territorio y a la población del Estado; por consiguiente, los Estados parte de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos deben ser cautelosos o extremadamente sensatos al
utilizar a sus Fuerzas Armadas para controlar una situación de violencia interna que no constituya precisa
o exactamente, un conflicto armado interno.

En nuestro país, como es conocido, las personas armadas que forman parte de la estructura de la
delincuencia organizada, oponen, en la mayoría de los casos, resistencia agresiva grave o letal o de alta
peligrosidad a los agentes de la Policía y a las Fuerzas Armadas, o representan una seria amenaza para la
población civil, por lo que el Estado mexicano ha optado por dar legitimidad a la intervención de dichas
fuerzas en tareas de seguridad ciudadana, a través de la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, para que las operaciones militares tengan como objetivo número uno, la detención o
captura de las personas civiles sorprendidas cometiendo una conducta ilícita o punible, y como objetivo
número dos, el uso de la fuerza o armas de fuego para controlar, restringir o neutralizar la resistencia de
alta peligrosidad que opongan las personas civiles a su detención o captura; sin embargo, la dinámica
de los acontecimientos o la evolución del nivel de resistencia o agresión opuesta por las personas civiles
a las Fuerzas Armadas para evitar su detención o captura, puede convertir al objetivo número dos en el
primero y al número uno, en el segundo.

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En la sentencia bajo estudio, la Corte Interamericana señala también que a las Fuerzas Armadas se les
puede otorgar funciones dirigidas a la restricción de la libertad personal de los civiles, siempre y cuando
se reúnan los requisitos de proporcionalidad, excepcionalidad y debida diligencia en la salvaguarda de las
garantías convencionales, como son las judiciales y la protección judicial, determinadas por los artículos
8 y 25 de la Convención Americana. Lo anterior significa que a las Fuerzas Armadas se les puede atribuir
la función de detener o capturar a las personas civiles en flagrancia, es decir, cuando estén cometiendo
una posible conducta ilícita o punible, pues el derecho a la libertad personal, como no es absoluto, puede
limitarse o restringirse válidamente si concurren los siguientes requisitos:

si la detención de la persona civil persigue un objetivo legítimo o constitucionalmente lícito


(como evitar que siga cometiendo una posible conducta ilícita o punible, proteger a las
víctimas y a terceras personas frente a la violencia criminal y remitir lo más pronto posible a
la persona detenida a un Agente del Ministerio Público para que éste inicie la investigación
del caso);

si la detención de la persona civil es necesaria en el contexto de una sociedad democrática (no


deben existir medidas menos gravosas para el derecho protegido y la captura debe satisfacer
un interés público imperativo; este interés se cubre cuando el Estado ofrece una respuesta
a la violencia criminal, a través de la detención de la persona imputada, para que la posible
conducta ilícita o punible atribuida a ésta no quede impune); y

si la detención de la persona civil es proporcional con el objetivo legítimo perseguido (es decir,
que la captura o la detención en flagrancia constituye un medio o se realiza precisamente
para evitar que la persona civil siga cometiendo una conducta ilícita o punible, proteger a las
víctimas y a terceras personas frente a la violencia criminal y remitir lo más pronto posible a
la persona detenida a un Agente del Ministerio Público para que éste inicie la investigación
del caso).

Al resolver el Caso Alvarado Espinoza y Otros Vs. México, la Corte Interamericana desarrolló
definitivamente los estándares sobre la participación excepcional de las Fuerzas Armadas en la función de
seguridad ciudadana; en específico determinó que esa participación debe ser:

a) Extraordinaria, de manera que toda intervención se encuentre justificada y resulte excepcional,


temporal y restringida a lo estrictamente necesario en las circunstancias del caso;

b) Subordinada y complementaria, a las labores de las corporaciones civiles, sin que sus labores
puedan extenderse a las facultades propias de las instituciones de procuración de justicia o policía
judicial o ministerial;

c) Regulada, mediante mecanismos legales y protocolos sobre el uso de la fuerza, bajo los principios
de excepcionalidad, proporcionalidad y absoluta necesidad y de acuerdo con la respectiva
capacitación en la materia, y

d) Fiscalizada, por órganos civiles competentes, independientes y técnicamente capaces.

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Con base en esta jurisprudencia de la Corte Interamericana, en el artículo 222, párrafo tercero, del Código
Nacional de Procedimientos Penales, se estableció mutatis mutandi que las Fuerzas Armadas, al tener
una participación subordinada y complementaria en la función de seguridad ciudadana, no pueden
asumir el carácter de Policía Primer Respondiente y por ello, no tienen facultades para realizar actos de
investigación en la persecución de las posibles conductas ilícitas o punibles; no tienen la atribución de
llevar a cabo la inspección de personas y objetos; en cambio, sí pueden apoyar a las instituciones de
seguridad ciudadana con su poder o volumen de fuego (armamento) para que éstas puedan repeler
adecuadamente una agresión actual, inminente y sin derecho o un peligro inminente de muerte.

De conformidad con el artículo quinto transitorio del decreto de la reforma constitucional que crea a
la Guardia Nacional, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de marzo de 2019, en tanto
dicha Guardia desarrolla todas sus capacidades, la Fuerza Armada permanente tendrá una participación
subordinada y complementaria en la función de seguridad ciudadana en un lapso de 5 años (hasta 2024).

Por consiguiente, resulta absolutamente necesario que las Fuerzas Armadas y las instituciones de
seguridad ciudadana (como la Guardia Nacional) se coordinen (o trabajen en equipo) para dar una
respuesta pertinente a la situación de violencia criminal que existe en el Estado mexicano.

La Guardia Nacional es una institución de carácter civil de la Federación encargada de la función de


seguridad ciudadana, está conformada por la Policía Militar, la Policía Naval e integrantes de la extinta
Policía Federal; tiene el rol de policía primer respondiente y se encuentra adscrita a la Secretaría de
Seguridad y Protección Ciudadana Federal.

Fuentes de consulta

Reparaciones y Costas, (2018). Sentencia de Fondo del 28 de noviembre, Serie C No. 370, párrafo 182.

Caso Castañeda Gutman Vs. México, (2008). Sentencia de 6 de agosto, párrafos 174 al 205

Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, (2010). Sentencia de 26 de noviembre, párrafos 87 al 89.

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