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Mediación y resolución pacífica de conflictos

Módulo 2: El conflicto y su potencial educativo desde la


resolución no violenta
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Concepto y etapas del Conflicto

Comencemos por revisar la definición de conflicto.


Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) viene del latín Conflictus y la define con las
siguientes acepciones:

m. Combate, lucha, pelea.

m. Enfrentamiento armado.

m. Apuro, situación desgraciada y de difícil salida

m. Problema, cuestión, materia de discusión.

m. Psicol. Coexistencia de tendencias


contradictorias en el individuo, capaces de
generar angustia y trastornos neuróticos.

Como lo mencionan Willmont y Hocker citados en Binaburo y Muñoz, (2007. p. 61) “Una lectura expresa
entre al menos dos partes que perciben que sus objetivos son incompatibles, sus compensaciones
son reducidas y la otra parte les impide alcanzar sus objetivos”. Así también, Ramón Álzate citado en
Binaburo y Muñoz, (2007. p. 61) quien la define como una “Divergencia percibida de intereses, o una
creencia de que las aspiraciones actuales de las partes no pueden ser alcanzadas simultáneamente”.
De igual manera, consideran que “El conflicto es un desacuerdo que surge entre dos o más personas a
partir de opiniones o actitudes que se consideran divergentes y que amenazan sus intereses, recursos
y valores”.
Como se puede observar, el conflicto tradicionalmente se considera sinónimo de pugna, lucha, combate,
guerra, es decir de una situación que sólo puede solucionarse bien mediante el enfrentamiento de las
partes, bien mediante el sometimiento de una de ellas a las exigencias e imposiciones de la otra. Sin
embargo, muchas veces es vital la percepción de las partes, o por lo menos de una de ella, con relación
a lo que se encuentra en conflicto pues se percibe que lo que es incompatible tiene que ver con lo que
le es esencial, desde valores hasta la dignidad.

De tal manera que, visto así, sólo se podría acceder a una paz relativa, que será tan larga como
sean efectivas dichas estrategias de contención o bien de supresión de voces, de necesidades, de
exigencias.

Esta forma de pensar el conflicto y las supuestas


soluciones de paz no podrán fructificar pues se llevan
a cabo desde la falsa creencia de que para lograr la
“solución” debe reconocerse a una de las partes como
ganadora y por lo tanto, la otra será la perdedora,
es decir, se establecen relaciones de poder en las
que alguna de las partes se sentirá victoriosa, en
tanto que la otra se mantendrá insatisfecha; de ello
se desprende que la rivalidad, aunque sea silente,
permanecerá y a la menor oportunidad crecerá Freepik. (2020). Conflicto. Disponible en: https://www.
para estallar, es por ello que esa forma de tratar el freepik.es/vector-gratis/concepto-ilustrado-conflictos-pa-
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conflicto, desde la perspectiva de paz negativa, sólo
es una quimera.

Desde otra perspectiva Paris (2005, p. 71) retoma a Lederach quien define lo siguiente:

“[…] el conflicto es un proceso interactivo [...] completado a través de las percepciones, las
interpretaciones, las expresiones y las intenciones de las personas. El sentido común, el conocimiento
y la experiencia acumulada son las primeras bases que debemos tener en cuenta para saber cómo las
personas crean, comprenden y responden al conflicto. Lo óptimo sería conseguir limitar esas respuestas
a ese límite que no acepta violencias físicas ni guerras”.

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Así también, Muñoz citado en (París, 2005, p. 71,72) menciona al “conflicto como un proceso
multifactorial debido a la gran cantidad de factores que le influyen y que deben tenerse en cuenta
para poner en práctica la metodología de la transformación, así como a la variedad de causas que
presenta [...] la transformación creativa necesita conocer las causas de todo conflicto. En este sentido
añadiremos que cada conflicto presenta diversas causas. A pesar de que todas las causas presentan
la misma importancia, alguna de ellas puede tener más fuerza para generar el estallido de un conflicto”.

Reconocer su carácter multifactorial es importante y por ello nos cuestionamos:

Lo que no quiere reconocer la perspectiva de


paz negativa son las causas que se encuentran
en la raíz de los conflictos: la violencia
estructural. Como se ha dicho, la violencia
¿Qué es lo que oculta
estructural es aquella que niega la posibilidad
y niega la solución
de satisfacer las necesidades básicas y se
de conflictos desde
ejerce desde las estructuras sociales; dicha
la perspectiva de la
violencia se encuentra tan presente en la forma
paz negativa?
de relacionamiento del ser humano desde hace
siglos que nos parece natural y como efecto de
ello no la vemos, es decir la invisibilizamos o lo
que es lo mismo la naturalizamos.

Cuando la violencia estructural se naturaliza va acompañada de un discurso que la justifica, que quiere
hacer creer que quien recibe la violencia tiene la responsabilidad por provocarla, por lo que llegamos
a escuchar frases que sostienen, reflejan y pretenden dar legitimidad a dicha violencia, dichas frases
forman parte de la violencia cultural. Así por ejemplo escuchamos (¿y a veces afirmamos?): “Los
pobres lo son porque son flojos, no les gusta, ni trabajar, ni estudiar; además son cochinos, no les gusta
limpiar” o bien “Las mujeres que aceptan el maltrato tienen la culpa de vivirlo, si se dieran a respetar
otro gallo les cantara” .

Y como esas, otras frases que se han introyectado en nuestra manera de ver, entender y, muy importante,
justificar las formas violentas de relación.

Retomando un gráfico de Salcedo y Jennings (2016, pág. 24) imaginemos un árbol, en el que las
raíces son las violencias estructurales y culturales. Son invisibles, se justifican mutuamente, al no ver
claramente ni la agresión ni al agente agresor, se les protege.
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Las ramas y hojas, inclusive los frutos representan las violencias directas que son visibles, intencionales
y en ellas se puede identificar a quien agrede. Por ejemplo, pensemos en la pobreza (que es causa y
consecuencia), las personas analfabetas, en la discriminación por cualquier característica identitaria, la
explotación infantil y/o sexual, y en un largo etcétera.

Violencias directas

Violencia cultural Violencias estructurales

Enfaticemos en la afirmación de que, al ser tan naturalizadas dan pie a la creencia errónea de que
quien recibe la violencia es quien la genera, sin observar que existen razones en las raíces del árbol
que hacen que existan grupos que reciben mayores violencias por el sólo hecho de que les constituye
una característica identitaria que de manera histórica y sistemática ha sido menospreciada en la escala
de valores y que se traduce en desigual acceso al bienestar, entre dichos grupos encontramos a las
mujeres, personas afro descendientes, diferencias religiosas, personas con calidad de migrantes
o refugiadas, personas de la diversidad sexual, niñas, niños y adolescentes, personas con alguna
discapacidad, personas trabajadoras del hogar, grupos todos ellos que comparten una realidad común:
pertenecer a grupos de atención prioritaria.

Si observamos, el común denominador se encuentra en el hecho de que se alejan del modelo


aspiracional determinado por la sociedad occidental eurocentrista, desde la que no se toman en cuenta
la diversidad de elementos culturales de cada pueblo o bien de las sociedades y sujetos a los cuales
influencia y afecta, de manera que se anteponen como pretexto, razón y explicación de las violencias
las características que nos dan identidad.
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Esa forma de violencia, de diferenciación social y por lo tanto de acceso a vidas libres de violencia, se
reproduce y estructura mediante la violencia simbólica en instituciones de reproducción social, tales
como la familia, la escuela, el Estado, las iglesias y los medios de comunicación y en actividades tan
cotidianas como contar un chiste, los juegos y juguetes, el uso del tiempo de ocio y tiempo libre, las
relaciones sociales, incluso nuestro modos de ser y expresarnos; entonces podemos intervenir justo en
dichos espacios de reproducción social para modificar la manera en que nos relacionamos, es decir,
para construir y desarrollar una nueva cultura de paz desde la concepción de paz positiva que se refiere
a:

“[...] la posibilidad de las personas de desarrollar sus potencialidades; a la participación en la vida social,
y al acceso a los derechos económicos, sociales y culturales, todos ellos necesarios para el desarrollo
digno de las personas. Por tanto, “no sólo es la ausencia de condiciones y circunstancias no deseadas,
sino también la presencia de condiciones y circunstancias deseadas” (Sagarduy, 2016, pág. 6).

Salcedo y Jennings (2016) desarrollan la idea de que para que las soluciones que se plantean a un
conflicto sean válidas y legítimas para todas las partes involucradas, así como sostenibles en el tiempo,
es menester comprender y solucionar el contexto sociocultural en el cual tiene sus orígenes el conflicto.
Decíamos párrafos arriba que la familia es una de las instituciones en las que aprendemos usos y
costumbres, tales como la forma correcta de nombrar los objetos, la forma de vestir, el modo de preparar
los alimentos, cuál papel desarrolla cada quien, en la sociedad, es decir los roles sociales y de género,
lo que implica introyectar los diversos privilegios que por dichas razones se tienen o no.

Podemos entonces considerar que la transformación del conflicto puede ocurrir cuando esta se
construye con base en nuevos roles, más equitativos; buscaremos modificar las formas de relación
violenta por otras en la que aprendamos a ver lo individual pero también lo proximal y en la que cada
una de dichas esferas representen igual importancia para las partes involucradas. Como alternativa a
la forma de relación construida desde la defensa irracional de los privilegios, sin considerar a la otra
parte, sus necesidades, formas de ser, valores y exigencia de respeto a su libertad y dignidad, es decir
desde el individualismo, la indiferencia y la falta de solidaridad.

Por lo tanto, lo que le invitamos a revisar, cuestionar y, si es necesario deconstruir, es lo que subyace,
aquellos simbolismos e imaginarios sociales que dan un supuesto sustento a esas que parecieran
verdades incuestionables, perennes, inamovibles y hasta lógicas.

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Desde esa visión las partes en conflicto se reconocen mutuamente como importantes, se entiende
que no existe una única forma de entender, percibir y vivir y por lo tanto se deja de entender al “otro”
como el No Yo que define al ideal en el Yo, desde la perspectiva aspiracional, esa eurocentrista de la
que hablábamos, para reconocernos en la posibilidad de empoderarnos mutuamente al dialogar para
encontrar soluciones que superen la idea de ganador-perdedor sustituyéndola por una de colaboración.

Dicha visión no violenta del conflicto deja atrás la idea


determinista de que somos seres violentos por naturaleza y parte
de la premisa de que podemos educarnos para relacionarnos de
forma colaborativa. Es en ese sentido, la resolución del conflicto
desde la paz positiva cobra importancia, pues es a partir de esa
nueva manera de acercarse al mismo que podemos construir
nuevas formas de relación entre humanos que sea liberadora, a
través de lo que Freire (1994) denominó vinculación dialogal, no
https://www.freepik.es/vector-gratis/perso- alienante que tiene como centro el respeto a la libertad de optar,
nas-que-comunican-traves-redes-socia- respetando de esa manera a la persona como tal en dos de sus
les_8271062.htm
características esenciales: libertad y dignidad.

Esta “ [...] educación dialogal, que es educación para la práctica de la libertad, es opuesta a la educación
monologal, que busca dirigir y orientar al educando, y es propia del liberalismo” (Freire, 1994, pág.
26), por lo que promueve que las partes en conflicto participen en igualdad y de manera activa en la
integración de la problemática para solucionarla.

Es relevante tener presente que la integración “[...] resulta de la capacidad de ajustarse a la realidad
más la de transformarla, que se une a la capacidad de optar, cuya nota fundamental es la crítica [...]”
(Freire, 1994, pág. 31), es así que esta perspectiva parte de propiciar el diálogo colaborativo para
encontrar las soluciones que empoderan a las dos partes en conflicto, en tanto que les reconocen como
personas en igualdad de derechos. Entonces la problemática no es el punto central a solucionar sino
las causas subyacentes en el conflicto, que se manifiestan en ese problema, y que son de carácter
multifactorial.

El reconocer esta característica dialogal y transformadora, nos permite acercarnos al conflicto


reconociéndole un carácter dinámico. El concepto de paz es dinámico ya que el fenómeno en sí lo es
y trabajar por él implica hacerlo por la mejora de la convivencia en los diversos espacios en los que
se lleva a cabo la interacción humana, con especial atención en aquellos que, siguiendo a Bourdieu
identificamos como espacios de reproducción cultural mediante las violencias, particularmente la
simbólica, entre ellos se encuentran la escuela, la familia, los medios de comunicación masiva y las
iglesias. De manera que la intolerancia se socializa en forma de injusticia, de insolidaridad, de violencias
en diferentes tipos y modalidades.

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Hoy, en el siglo XXI, seguimos guiándonos por una premisa que determina las relaciones desde el S.
IV de nuestra era, (la máxima “si quieres la paz prepárate para la guerra” a la que hicimos referencia en
la introducción) y que ha demostrado no llevar a buen puerto, frente a este anacronismo el cambio de
paradigma propuesto para la construcción de paz, para desarrollar una nueva cultura de paz, trasciende
esa premisa y entiende el conflicto desde su carácter multidimensional, es decir como elemento de las
relaciones humanas que visto desde una perspectiva de educación para la paz se torna en un factor
con carácter pedagógico que lo presenta como una oportunidad para transformar las violencias que
subyacen a dicho conflicto.

Ello implica decisiones que se toman tanto por la sociedad en su conjunto como por cada individuo que
la conforma dado que el manejo de conflictos desde la paz positiva es válido tanto para las personas
como para las naciones; para los grupos de atención prioritaria y para las economías satélite; dejando
atrás la postura individualista y supremacista propia de la modernidad.

En ese sentido, lo que estamos cuestionando es el valor


utilitario que se le da al ser humano en la sociedad moderna.
Al trascender dicho paradigma podremos avanzar hacia la
libertad, el respeto a la dignidad, la construcción de culturas
de paz y de respeto a los derechos humanos, y plantear
la construcción de sociedades conformadas desde el
respeto a valores irrenunciables, desde la democracia que
supera la imposición y el antidiálogo según la perspectiva
de Freire (1994). “Centrada en el ser humano como un
ser consciente, capaz de comprender, crítico, autónomo
y libre, trascendente, transformador, que crea y recrea,
conoce y está abierto a la realidad; un ser histórico, social Freepik. (2020). Decisiones. Disponible en:.
https://www.freepik.es/vector-gratis/ilustra-
y cultural, que no está solo, sino en relación con el mundo cion-concepto-abstracto-marketing-online-mar-
y con otros”. (Bastidas, 2009, pág. 106) keting-digital-venta-online-estrategia.htm

Por ello para la construcción de sociedades democráticas, conformada por personas que reconozcan
todas las voces en igualdad, resulta impostergable y necesario cuestionar, insistimos, el valor utilitario y
la capacidad de consumo como baluartes y definición del valor de la persona desde el paradigma de la
modernidad. Mismo que ha planteado como fundamental el dominio de la naturaleza y del ser humano.
En este cambio paradigmático, pasamos de una relación punitiva a otra respetuosa de la diversidad,
que atiende la satisfacción de las necesidades básicas reconocidas en los entes bio-psico-sociales
(-espirituales) que somos, en la que nos reconocemos parte de la naturaleza y convivimos en paz con
el resto de seres que habitamos el planeta.

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París (2005) apunta en palabras de Burton [...] las dos teorías que hemos comentado [...] se encuentran
en oposición.

La primera atribuye el conflicto a la agresividad


humana que debe ser controlada por las
autoridades, y la segunda a las necesidades
humanas que deben ser satisfechas por las
instituciones [...] el conflicto se entiende de
forma diferente en cada una de ellas, por ello
los cambios requeridos desde cada una de
ellas también son diferentes;

La segunda postura nos abre un abanico de


posibilidades para abordar el conflicto desde la
perspectiva de paz positiva pues se transforma,
el conflicto, en posibilidades múltiples desde la
creatividad, el reconocimiento mutuo, la libertad
y la diversidad para satisfacer las necesidades
de las partes involucradas y con ello a la
consecución de la paz.

Hemos planteado que el conflicto tiene en su base la diferencia en la percepción de necesidades que
pueden ser vitales, resaltamos que de manera histórica y sistemática hemos afectado las características
identitarias poniéndolas como pretexto, razón y explicación de las violencias, lo que ha llevado a
resentimientos e inconformidades que hacen que se mantenga latente el conflicto, la guerra.

Para poder sobrepasar el conflicto y transformarlo de manera positiva mediante el diálogo es importante
desarrollar la capacidad empática, pues la transformación desde el diálogo que reconoce a ambas
partes como interlocutores en igualdad implica un cambio paradigmático que construye una nueva
axiología, y no sólo eso sino que trastoca el orden establecido y pone al centro y como principio rector
justamente los valores y no el conocimiento, en el que nuestra trascendencia se da en relación con el
reconocimiento de nuestra responsabilidad en la conformación de la humanidad que construimos en
conjunto.

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Con respecto a este cambio en nuestra forma de vivir, de convivir, la UNESCO en el informe
Delors (1996) nos conmina a diseñar espacios educativos en los que aprendamos a actuar
con autonomía, responsabilidad y respeto, a ser capaces de vivir y convivir en una sociedad
que demanda de nosotros una actitud creativa, propositiva, analítica y crítica, para ello es
importante desde un ánimo integrador, nombrar y aceptar las emociones, las necesidades, las
prioridades, las dificultades y problemáticas de la otra parte reconociéndolas tan importantes
y de tanto valor como las mías.

En ese orden de ideas y considerando que los derechos humanos son vivenciales, el cuarto pilar
de la educación, aprender a vivir y convivir, es fundamental pues es a partir de ese aprendizaje,
indispensable en este siglo XXI, que podremos atender la urgencia que como humanidad tenemos
enfrente y de la que puede depender incluso nuestra supervivencia como especie, nos referimos a dejar
atrás el individualismo y construir desde la responsabilidad de ser sujetos sociales corresponsables del
bienestar mutuo, lo que implica dejar atrás las formas jerárquicas, el espacio de poder y los privilegios
que derivan del mismo para dar paso a una forma de relación democrática, inclusiva, corresponsable
y solidaria que, desde la cooperación, desarrolle espacios de bienestar, tanto social como individual.

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En esta construcción de la cultura de paz buscaremos dejar atrás la postura de resolución de conflictos
que centra su atención en las consecuencias negativas, destructivas de los mismos para dar paso
a la transformación de conflictos, misma que utiliza la empatía y el diálogo y permite transformar las
tensiones en conflictos buscando que surjan sus aspectos más creativos. “Es decir, podemos regular
el conflicto mediante la destrucción de los otros o mediante una transformación creadora. El uso de la
segunda forma nos permite percibir las relaciones conflictivas de manera positiva” (París, 2005, pág.
28).
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Es entonces que el potencial creativo, la oportunidad de aprendizaje que el conflicto representa se
asoma y nos da una esperanza pues poner fin a los conflictos internacionales es un proceso que
pasa obligatoriamente por aprender en lo cotidiano a transformar los conflictos en las relaciones
interpersonales, por ello es de interés para la sobrevivencia de la humanidad como especie el aprender
y desarrollar las habilidades de empatía y comunicación dialogal que permitan construir desde este
paradigma relaciones basadas en el respeto a la vida y la diversidad de voces y necesidades. Es decir,
en lugar de negar la existencia de un conflicto, lo reconvertimos y canalizamos.

Es así que París (2005) recoge la aportación de Coser, quien nos recuerda que tradicionalmente se
percibe al conflicto como una pugna de intereses que se contradicen de forma irreconciliable. Sin
embargo, desde la perspectiva de la paz positiva, se rescata su potencial educativo con herramientas
didácticas tales como el diálogo y el reconocimiento mutuo; de tal forma que el conflicto puede ser
positivo o negativo dependiendo de la manera en que se aborda y bien desde la negación de la otra
identidad, bien desde el reconocimiento y respeto en igualdad de todas las identidades y voces.

Ya que la misma situación en diferentes contextos requiere soluciones específicas para cada
una, tenemos enfrente el reto de desarrollar y utilizar herramientas de la creatividad tales como la
experimentación, plantear diferentes escenarios con diversas personas, juegos de cooperación, lluvias
de ideas, entre muchas otras; es decir tornar la teoría en praxis, manteniendo presente que cada
situación tiene antecedentes e ingredientes diferentes y que tratar de englobar de manera reduccionista
todas las manifestaciones en una misma categoría solo acrecienta el conflicto.

De ahí la importancia de fomentar la individuación, que no el individualismo, del


ser humano; la individuación nos empodera mutuamente y al respetar al otro
como un ser íntegro nos ayuda a conformar espacios sociales en el que todas
las manifestaciones de nuestra manera de ser personas tengan cabida, pues se
manifestarán, todas, desde el respeto a la libertad y la dignidad. De tal manera que
la transformación de conflictos se convierta en una metodología de vida y no sólo
en una asignatura. Que aprendamos y vivamos en la conciencia, claridad y práctica
de que mi bienestar depende siempre de tu bienestar, que como en esta pandemia
hemos vivido y aprendido, (obteniendo experiencias estéticas), al cuidarme te
cuido y entre todas las personas cuidamos a quienes son más vulnerables, sólo así
podremos salir adelante y desarrollar la inmunidad individual que, en suma, llevará
a la inmunidad social ante el agente que pone en riesgo nuestra existencia.

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Entonces cabe preguntarnos cómo avanzar en ese objetivo, cómo lograr la paz, cómo se puede construir
la paz que sea duradera en el tiempo, la paz real. A ese propósito conviene mantener presente que
tanto el conflicto como la paz son dinámicos y dialécticos. Vinyamata citado en Paris (2005, p.88)
propone la imagen de una escalera por la que ascendió el conflicto “La solución al conflicto consistirá
en bajar la misma escalera que ha subido pero en sentido contrario, es decir, induciendo o favoreciendo
los comportamientos o actitudes opuestas a los que han generado el conflicto”.

Como aportan Salcedo y Jennings (2016) se busca entender desde otra perspectiva tanto la paz como
el conflicto, comprendiendo y solucionando el contexto sociocultural que da origen a dicho conflicto, de
manera que podamos arribar a soluciones válidas y legítimas para las partes, así como sostenibles en
el tiempo.

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Fuentes de consulta
Freire, P. (1994). La educación como práctica de la libertad (42.a ed.). México: Siglo XXI editores, p. 26
a 40.

Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. UNESCO. P. 34. https://unesdoc.unesco.org/


ark:/48223/pf0000109590_spa

Documentos electrónicos
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Sagarduy, O., Romera, C., & Gorbeña, L. Informar, formar, transformar. Decálogo de buenas prácticas
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Salcedo, A., & Jennings, Y. (2016). La mediación como herramienta de resolución de conflictos en
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https://www.unicef.org/republicadominicana/Medicacion_Resolucion_Conflictos_WEB.pdf

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