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—¡Muy buena pregunta! Eso lo un demonio quien tuvo sexo con ella,
NM n° 39 Imbolc 2016 estudié muy bien: buscan alimento y
poder. Cuanto más sufrimiento del otro,
y ese conocimiento sí que sería terrible.
Así que, sin sufrimiento, ¿de qué se
mayor poder para ellos. Hay sufrimien- alimentará el demonio?
tos que terminan prontamente con la —Claro, claro. Por tercera vez tiene
vida de la víctima. Son poderosos, pero usted razón. Qué sagaz. Pero no me
de escasa duración. Hay otros que du- daré por vencido. —Wanikkien va hasta
Contenido ran hasta el fin de los días. Ésos son la barra y abona las cervezas—. Ya
los mejores. En mi humilde opinión, voy a encontrar la manera en que los
claro. Demonios hoy día se alimentan de te-
Editorial ................................................................................................... 3 —Ahora me cae más la ficha. Pero mores, horrores y sufrimientos sin ser
no sé, violaciones hay, aunque parecen detectados. —Vuelve a la mesa—. Aquí
El anósmico (DIXON ACOSTA) .................................................................. 5 de chabones comunes. O sea, son nos despedimos, señor Serpagli. Dis-
enfermitos, nada más. culpe la lata de este servidor, pero fue
Expreso Moksa (CARLOS SUCHOWOLSKI) ................................................ 7 —Está en lo cierto, señor Serpagli. una conversación esclarecedora. Le
—Wanikkien levanta la cerveza—. El estaré eternamente agradecido, usted
Más rápido que… (ARIEL C. DELGADO) ................................................. 51 último chop. —Y lo bebe de corrido—. comprenderá.
Se me ocurre una tercera situación: el Y se marcha caminando firme, la
Abducción a la chilena (CARLOS PÁEZ S.) ............................................ 53 demonio ocupa el cuerpo de un hombre, espalda recta. Abre la puerta y sale a
llega hasta su casa y tiene sexo con la la calle.
Carta abierta a los viajeros del cosmos (NANIM REKACZ) ..................... 56 esposa del infeliz. Con la energía del Serpagli no tiene tiempo ni para
Demonio, ella goza hasta el paroxismo. sorprenderse ni para putearlo: siente
After office (RICARDO GIORNO) .............................................................. 58 Serpagli se acaricia el mentón, la vibración del celular antes que el
también bebe su cerveza. sonido. Lo saca del bolsillo: mensaje
NM —Pero no le veo el daño, señor de Estelita. ¡Por fin! Mira la pantalla.
www.revistanm.com.ar Wanikkien. La esposa goza en lugar Le da entrada al mensaje: Papi, dis-
director@revistanm.com.ar / revistanm@gmail.com de sufrir, y el marido no recordará nada. cúlpame, recién me despierto. Anoche
http://sites.google.com/site/revistanm / www.facebook.com/RevistaNM Es posible que el hombre vea tan feliz me mataste, papi. Anoche fue un in-
a su esposa que hasta se aproveche fierno. La nena quiere más.
Dirección y grafismo: SANTIAGO OVIEDO / Corrección: CRISTINA CHIESA de la situación, adjudicándose la perfor-
mance. Total, él desconoce que fue © RICARDO G. GIORNO, 2015.
Revista de distribución gratuita en formato electrónico,
dedicada a la difusión de la nueva literatura fantástica hispanoamericana.
Las colaboraciones son ad honórem y los autores conservan
la totalidad de los derechos sobre sus obras. RICARDO GERMÁN GIORNO
Es una publicación de Ediciones Turas Mór para e-ditores. (Argentina —Buenos Aires, 1952—)
Safe Creative ID: 1601316375968 Enemita de la primera hora y amigo de esos que se desean desde siempre, a
Se agradece por haber tomado parte en este número a: PABLO SOLARES VILLAR, lo largo de la historia de la revista publicó “Sólo trabajo” (# 1), “Gómez y Ricuti”
STEFANO VALENTE, VLADIMIR VÁZQUEZ y a cuantos apoyan el proyecto. (# 3), “Las moscas son las primeras en darse cuenta” (# 5), “¡Oh, el fútbol” (# 10),
“Dolores que se pasan” (# 12), “El tiempo es un capricho que nos imponemos”
En la portada: “Vanmodulscape” (BÁRBARA DIN)
www.patreon.com/BarbaraDin / www.facebook.com/BarbaraDinArt (# 14), “Argentina potencia” (# 16), “Bellar” (# 18), “La sangre no sueña” (# 21),
“¿A vos te parece?” (# 23), “Una noche más” (# 28), “Una agradable mujer
Musicalización estocástica: Doctor Panóptico (SPURR)
https://soundcloud.com/spurr-330152503/gabriel-pereira-spurr-doctor-panoptico alta, con un vestido negro” (# 31) y “Cuando algo muere” (# 35).

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metido en el baile y tiene que bailar. Demonio que se precie debe buscar EDITORIAL
Odia al albino, pero representa a la nuevas formas. Debe mutar, ¿no le
empresa y se las tiene que aguantar. parece?
—Y bueno, dele —dijo. —Si usted lo dice.
—Recién comenté que han desa- —Así que puede intentar lo siguien-
parecido. ¿Y si en realidad han mutado? te: poseer un cuerpo de hombre y, a
—¿Y a mí me lo pregunta? —Ser- través de él, violar.
pagli estira el cuello y mira la barra—. Serpagli se queda mirando a esa
¡Dos balones, por favor! —Se reaco- cosa que tiene enfrente. ¿Por qué le
moda en el taburete—. Disculpe. Pro- cuenta toda esa basura? Tiene que
siga por favor. sacárselo de encima. Terminar con
—Le preguntaba que, si en lugar esta boludez atómica.
de desaparecer, no habrán mutado. —Bueno, sí. Funcionaría perfecto.
No me responda. Quiero explicárselo, Aunque estaríamos más o menos igual
a ver si me hago entender. —Y los ojos que con la situación anterior.
le fulguraron—. Es importante para mí. —¿Por qué lo dice?
—Escuchemé, no dé tantas vuel- —Y, el hombre jurará por todo su
tas. Aquí estoy, lo escucho. árbol genealógico que fue poseído por
—Como veo que no es entendido algo maligno. No le creerán, lo sé. Pero
en este tema, le pregunto si sabe más o la brigada… Desde el punto de vista de FRIEDRICH NIETZSCHE, la oposición entre la moral
menos qué puede hacerle un Demonio —Ah, veo que ya toma en cuenta del amo y la del esclavo es parte del itinerario en el camino del eterno retorno
al ser humano. a la brigada. Pero nuevamente tiene y por eso no deja de advertir acerca del riesgo de contemplar durante demasiado
—Y… puede poseer su mente o razón, salvo por el pequeño detalle que tiempo la grieta del abismo. El que combate contra monstruos puede convertirse,
su cuerpo, o ambas a la vez. Puede el hombre poseído olvida todo el asunto a su vez, en uno de ellos. Siempre está presente el riesgo de que los poderosos
torturarlo, puede violarlo, puede enga- de la posesión. de ayer sean los sometidos de hoy, en un recorrido cíclico que lleva a cazas de
ñarlo para interés propio. Qué sé yo. —Aún así, dirá que no se acuerda brujas, listas negras y exigencias de certificados de pureza racial, religiosa o
¡Tantas cosas! absolutamente de nada. —Serpagli ideológica, entre otras exquisiteces de la raza humana.
—Tomemos la violación a una mu- gesticula, la cara roja, los ojos vehe- No obstante, en esa línea de pensamiento acaso pueda advertirse una
jer, por ejemplo. mentes—. Un caso aislado puede pasar simplificación platónica valedera, pero no por eso menos peligrosa (como
—Tomemos —dijo Serpagli y le inadvertido, pero varios despertarían toda simplificación).
dio un gran sorbo a la cerveza recién sospechas. ¿Otro chop? Yo invito. En tal sentido, con una visión ahistórica, ERNST JÜNGER —que codirigiera
servida. —De ninguna manera, señor Ser- con MIRCEA ELIADE la revista Antaios— prefiere hablar del retorno de lo Eterno,
—Hoy es inaceptable que un De- pagli. Soy yo el que invita, faltaba más. con lo que lo trascendente pasa por lo metafísico, lo que le permite acceder
monio se materialice ante una mujer —Wanikkien le hizo al mozo el ademán a los hechos desde una visión más intuitiva y menos estructurada.
y la viole. de otra ronda—. Veo que tiene una Así, en Eumeswil escribe —con referencia al ámbito universitario— que
—Nadie le creería a la mina. preclara inteligencia. Enhorabuena. en determinadas situaciones políticas un docente debe acotarse a las ciencias
—Excepto un pequeño grupo. Una —Digo yo, a mí nunca me cerró naturales. Lo que salga de esos límites (literatura, filosofía, historia) puede
brigada muy especial. esto de los demonios y otras yerbas. entrar en terrenos peligrosos, especialmente “si cae bajo la sospecha de
—Ah, claro: mientras la mujer es ¿Para qué hacen daño? Para mí es ‘trasfondos metafísicos’”.
internada en un loquero, la brigada sale imaginación de mentes débiles. Porque Según él, “basándose en estas sospechas actúan entre nosotros dos
a la caza de ese demonio. si realmente existieran: ¿no se cansan tipos de profesores: pillos disfrazados de profesores o profesores que, para
—Muy perceptivo, señor Serpagli, de pasar toda su existencia jodiendo gozar de popularidad, juegan a ser pillos. Compiten entre sí por superarse
muy perceptivo. Por eso mismo, un y jodiendo? en infamias; pero los lobos de una misma camada se cuidan mucho de

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devorarse entre sí”. No obstante, cuando un espíritu más elevado entra el motivo. ¿Acaso no quería saber el —Para serle sincero, mi tema re-
por error en esos círculos, “lo tratan como a un mirlo blanco: todos se unen porqué de esta reunión? —Wanikkien currente son los Demonios. —Y Ser-
contra él. Es todo un espectáculo verlos cerrar filas, como si los amenazara termina su cerveza en un largo trago. pagli, cada vez más relajado por la cer-
el exterminio”. Mira el casi vacío chop de Serpagli, y veza, ahogó una risa—. Su risa, señor
Fuera de la literatura, en lo cotidiano, el individuo singular con rasgos pide otra ronda—. Voy al baño. ¿Todo Serpagli, me demuestra que voy bien
del anarca jüngeriano puede advertir ese comportamiento en todos los ámbitos. debe que tener un motivo racional? encaminado.
Tanto en lo laboral como en lo social. En lo privado y en lo político; en lo ¿Es tan así? Piénselo, por favor. —¿Cómo sería eso?
particular y en lo público. Incluso, lamentablemente, también en niveles En efecto, Serpagli queda pensa- —Han desaparecido los Demonios.
superiores, como lo artístico y lo espiritual. tivo: ¿al final el polaco era puto o sim- Por lo menos a la vista de un simple
En tal sentido, el anarca puede acceder a la imparcialidad porque trata plemente loco? Y a él lo había catalo- mortal. Cualquier contratiempo, por más
de expulsar de sí a la sociedad, el derecho o cualquier otra imposición. En gado como estúpido, no le cabe duda. dramático que sea, y la ciencia es re-
puridad, él es anarca no porque desprecie la autoridad, sino porque la necesita; Wanikkien se sienta. Levanta el querida. Su palabra reemplaza cualquier
no es un no creyente, sino un hombre que demanda algo en lo que merezca chop, en un brindis, y grita prost. fe.
la pena creer. —¿Y bien? ¿Pensó en lo que le —La ciencia nos salvó del oscu-
Por eso mismo, no puede dejar de advertir la falacia institucionalizada dije? rantismo —dice Serpagli, y Wanikkien
y maniquea de la sociedad globalizada y mediática. Así, la maquinaria par- —Y qué quiere que le diga. No le sonríe franco y radiante—. ¿Qué?
tidocrática impone que, si alguien opina de manera diferente en una única hay mucho para pensar: atravesando ¿Por qué se ríe?
cuestión, automáticamente está en la vereda de enfrente. Del mismo modo, por infinitos estadios, el hombre cree —La ciencia, por suerte, es la ma-
ante una sola declaración aprobatoria, de inmediato adscribe al votante en o no cree. Pero no le veo la relación. yor religión en el mundo de hoy. Espere,
las filas propias, como si fuera un seguidor incondicional. Y no soy avezado en estos menesteres. no me interrumpa, por favor. No deseo
Se llega, de ese modo, a la exigencia de volverse epígonos —o, cuando —Puede que esté en lo cierto. Es hablar de esta bendición cotidiana. Debe
menos, defensores incondicionales— de reconocidos corruptos para enfrentar que es un tema recurrente en mí, señor considerar que gracias a la aparición
a otros corruptos, en función de un algo intangible casi místico (una ideología, Serpagli. de la ciencia, se ha formado… ¿cómo
un equipo de fútbol, una corriente literaria), aun cuando se es consciente Y Serpagli se reacomodó en la ban- decirlo? Se ha formado una brigada
de que esos adalides básicamente buscan tan sólo un beneficio personal. queta. Y piensa: ¿Lobo, puto o extre- ciertamente especial.
O la de pedir que se aplauda como obra de arte a producciones mediocres, mista? Quizá sólo boludo. Con la suerte —¿Brigada especial? —Serpagli
por el solo hecho de adoptar un sello, entre otros ejemplos. que tengo, me vino a agarrar justo a mí. torció la boca, incrédulo.
El anarca, por supuesto, no deja de advertir esas imposturas. Es consciente —Porque pronuncia Dios de esa —Una que sabe cazar muy, pero
de la futilidad de intentar modificar lo inevitable del devenir. Del mismo modo, manera despectiva. ¿Es recurrente muy bien.
está seguro de que lo trascendente resurge una y otra vez; de que lo que en hablar de Dios? —dijo. —No entiendo: ¿qué demonios
verdad importa, aunque parezca haberse extinguido, renace (quizá modificado) —No, por el contrario. caza?
en otro lado. En consecuencia, observa. Serpagli pidió la ronda esta vez. —Eso mismo que dijo usted. —Y
Para tratar de evitar dejar de ser él mismo, en realidad, una de las opciones Los chops eran realmente grandes. Wanikkien lo apunta con el índice. Esta
más sencillas que tiene a su disposición es la de emboscarse. La cerveza, fría, cada vez lo hacía sen- vez son sus ojos los que ríen.
Si no incendiaran los bosques —ésa sí es una cuestión importante—, tirse mejor. Hasta no le importaba soltar —Yo sólo pregunté. Mire, no se
acaso todo sería un poco más fácil. un poco la lengua. me haga el complicado.
—Mire, hágamela corta —dijo—. —Una brigada que sale a la caza
S. O. Ando con problemas. No son graves, de Demonios. Cuando son detectados.
pero me ponen nervioso. —Bue, escuche…
Y otra vez el lobo puto y extremista —…Aunque por el momento sólo
Los textos de esta publicación fueron editados con LibreOffice 4. Las imágenes se le sonrió en la cara. Una sonrisa mezcla quiero hablar de mis queridos Demonios.
trabajaron con IrfanView 4 y Gimp 2. La revista se armó con Serif PagePlus X6. Los de sarcasmo y misericordia, si eso fuese Y Serpagli se dice que qué más
archivos PDF se optimizaron con PDF-Xchange Viewer y jPDF Tweak 1.1. posible. da, que hable lo que quiera. Él ya está

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idea, recibe, algún problema? Él ca- Adentro, una atmósfera recargada
rraspea un insulto: No me anda bien de adornos y botellas lo inquieta. Tanto EL ANÓSMICO
el celu, miente, si te podés comunicar, paredes como techo están pintados
decile que el polaco me invitó unas de negro. ¿Gótico? Piensa Serpagli. DIXON ACOSTA
cervezas. Y la respuesta llega instan- Se sientan en una alta mesa redonda,
tánea: Ok. con dos taburetes. Cada uno elige beber
—Señor Serpagli. —La voz de Wa- un enorme chop de cerveza rubia.
nikkien a sus espaldas—. Está usted —Y bien, usted me dirá el motivo
listo. de esta invitación.
—Estoy listo. —Él sabe que el po- —¿Motivo? No hay ningún motivo,
laco no le preguntó, que fue una simple señor Serpagli. Mire, por preguntarle
aseveración de autoridad. Una orden, una Dummheit: ¿Usted cree en el tal
puta madre—. Estoy listo y también dios?
estoy confundido. —¿Dummheit?
—¿Confundido? —Y otra vez aque- —Es una palabra que significa...
lla sonrisa—. ¿Por qué confundido? ¿cómo le dicen por acá? Ah, ya sé:
—Usted no me dirigió la palabra huevada.
desde que llegó de Casa Central. No —Nos conoce al dedillo, señor
entiendo el sentido de semejante invi- Wanikkien.
tación. —Este lobo lampiño estudió mucho, Corría 2067, año turbulento por todos infancia el acceso al despojo de la ino-
Serpagli piensa si al final resulta mucho, ¿sabe? Pero no contestó mi los cambios sociopolíticos acaecidos en cencia.
que el tipo es puto. Lo único que le falta. pregunta. el mundo globalizado. Una de las carac- Una de las mayores novedades fue
—Venga —dice Wanikkien—, ¿Wanikkien se llama a sí mismo terísticas más importantes fue, sin duda, la aparición de los “reforzadores de sen-
vayamos saliendo. Mire… —Caminan tal como él lo llama en su propia inti- la drástica alteración en la pirámide de- tidos”, útiles chips que con una sencilla
a la par, en búsqueda del ascensor—. midad? Serpagli se paraliza. Apenas mográfica, que había sufrido una total instalación, realizada por un cirujano-
Usted es un excelente empleado. Me atina a responder. inversión. En la mayoría de las naciones ingeniero en operación ambulatoria, per-
di cuenta tarde. Culpa mía. —Este… No sé, no entiendo. —Se era superior en número la porción de mitía una optimización e incluso amplia-
Serpagli sabe que le mienten des- seca la frente con el pañuelo—. Da población de la tercera edad, en com- ción de las capacidades de los cinco
caradamente. ¿Por qué le mentía el calor la cerveza. ¿Qué es lo que me paración con la cifra total de jóvenes; sentidos primarios. Había hasta una oferta
lobo puto? preguntó? por tanto, la industria de bienes y servi- especial para quien deseara solicitar un
Salen por Florida. Caminan hacia —Nada. Déjelo. No tiene impor- cios se volcó hacia estas personas, para paquete de los cinco, por un precio con-
Leandro N. Alem. tancia. solventar sus necesidades y expecta- siderable pero justo. Sin embargo, a mi
—Me gusta Buenos Aires. —Wa- —No, no, espere, lo digo en serio. tivas. La nostalgia se convirtió en indus- amigo Fabio Martínez sólo le interesaba
nikkien señala para el lado del bajo—. No es falta de respeto. Repítame la tria y comenzaron a diversificarse las un sentido que por lo general los demás
Por ahí hay un buen Kneipe. Cerveza pregunta, por favor. maneras de recobrar vistas, sonidos, rechazaban: el olfato. De esta manera,
bien tirada. —Como usted hablaba de “motivo”, olores y texturas ya pasadas. Por ejem- con el dinero ahorrado en una vida de
Cruzan Llavalle, doblan por Tucu- señor Serpagli, a mí se me ocurrió plo, en mi caso, aún recuerdo con melan- trabajo, y despojándose de su habitual
mán. Serpagli descubre un pequeño preguntarle si cree en dios. colía el sonido familiar de la conexión timidez y prudencia, Fabio concertó la
bar, con fachada negra. En letras góticas —Ah, ahora recuerdo. ¿A qué viene telefónica a Internet. Ese tañido electró- cita en el centro biónico de salud, en
lee SoHabenSie. ¿Qué idioma será esa pregunta? No creo que la empresa… nico que se extendía por algunos se- donde, luego de un breve examen físico
ese? —…la empresa nada tiene que gundos, el cual —en comparación con y una entrevista con un psicoanalista,
Wanikkien le abre la puerta, y con ver. Con cualquiera de las dos respues- la instantaneidad actual— parecía un se le dio vía libre a la cirugía electrónica.
la mano libre lo invita a pasar. tas, “sí” o “no”, yo le hubiera preguntado tiempo eterno, representaba en mi lejana Fueron cincuenta minutos; Fabio salió

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con una pequeña incisión en la nuca y respirarse el olor artificialmente creado a esta presencia, a esta… No sabe —Usted dirá qué necesita.
un vendaje especial en la nariz, com- de una orquídea (con más precisión, una definir el sentimiento que desencadenó —No aquí. —Levanta las manos
puesto por varias capas que debía des- Cattleya trianæ). No sabía con exactitud semejante odio. en un gesto ampuloso, abarcando la
prender cada cierto tiempo. De esa ma- el aroma que buscaba, pero creía que A Serpagli le parece que solo él oficina. Seguro que busca palabras
nera comenzó a redescubrir el mundo era importante, así que simplemente odia a Wanikkien. Por suerte es el último correctas, exactas—. No ahora. A la
que lo rodeaba y a iniciar la búsqueda decidió probar en todos los sitios. Des- día. Ni una noche más pensando que salida está bien. Yo invito bier.
de un viejo recuerdo ya olvidado. Pasa- pués de dos horas de búsqueda, y de al otro día tiene que aguantar esa cara Se marcha caminando firme, la
das cinco semanas y sin vendas, decidió sentir que su nariz estaba algo resentida que a él se le antoja de viejo lobo lam- espalda recta. Cruza la oficina y desa-
ir al lugar donde esperaba recobrar su y saturada por la mezcla indiscriminada piño. Hoy es el último día de la inspec- parece por la puerta de gerencia.
recuerdo perdido, el Museo Metropolitano de tantos y variados olores, pareció su- ción, así que ni una noche más pensan- Más frío que la cerveza con que
de Aromas, que se había convertido en mergirse en uno de los cubículos. Lo do en él. lo han invitado, Serpagli no reacciona.
un sitio muy popular. había encontrado; estuvo durante varios Y con esa palabra, “noche”, le re- —¿Y a este qué bicho le picó?
Le sorprendió encontrar una Bogotá minutos concentrado en su olfato, delei- lampaguea el recuerdo de que no se —dice—. No sé de qué querrá hablar-
tan diferente de la que él imaginaba tándose con aquel humor que le traía acuerda. Y Estelita no responde. ¿Y me, si no me pasó bola en toda la se-
en cuanto a fragancias o, mejor, la au- a la memoria tan gratos momentos. Abrió por qué Serpagli tuvo que casarse con mana.
sencia de ellas. Durante los últimos los ojos y vio la representación al frente; una pendeja? Y sí, al final tenía que Piensa y piensa. Quizá se dio cuen-
años había percibido los cambios evi- un cartel en el cual se leía, en un tipo haberle hecho caso a Marta. ta del asunto del odio. Y eso que él
dentes en las formas, en lo superficial, de letra gracioso y despreocupado, el —Mi hermana siempre me acon- se cuidó de esconderlo, de contárselo
pero en estos primeros momentos, con nombre de un perfume juvenil femenino. sejó bien —dice mientras vuelve a ver a alguien. No, no puede ser. Pero qué,
su nueva nariz, tuvo que admitir que El mismo que aspiró alguna vez en un el celular—. Puede ser tu hija, Domingo si no.
la esencia de las cosas, lo que les otorga cuello adolescente, perteneciente a su —imita la entonación de Marta—. Al Envía otro mensaje a Estelita. ¿Se
carácter, se manifiesta en su olor. En primera y única novia, durante el baile principio va a ser fantástico, pero des- habrá caído la señal? Imposible tanto
su niñez aprendió a reconocer en las de graduación de colegio. pués de que te la garches bien garcha- tiempo sin señal.
mañanas la inconfundible huella del Con su mano borró el asomo de da, ella va a querer más. ¿Y vos qué vas Se atrasa el trabajo: Serpagli debe
pan tibio proveniente de las esquinas, una lágrima que trataba de salir. Esta- a darle? Te va a dejar los huevos al plato, entrar en el dominio de la empresa y
en donde normalmente se encontraba ba melancólico pero satisfecho. Había Domingo. Ya vas a ver. —Quiere dejar contestar los correos de clientes y pro-
establecida una panadería. En cambio, recuperado parte de su memoria de- de pensar en Marta y sus advertencias. veedores. La sumisión ante la guita,
ahora se encontraba con un espacio sintegrada por la anosmia —es decir, Cierra bien fuerte los ojos —. No sé por piensa, y putea por lo bajo.
sospechosa e inhumanamente inodoro. la pérdida del olfato—, por efecto de qué no le hice caso. —Vuelve a mirar Ve que algunos de esos mensajes
En el museo recorrió todas las salas, aquel absurdo accidente químico que el celular—. ¡La concha de tu hermana, fueron enviados a las 21, 22 o 23 horas.
en donde al lado de una reproducción también lo había dejado estéril, mar- Estelita, contestame de una vez! ¿Dónde estaba él y qué hacía mientras
virtual de situaciones pasadas y supe- cando su vida, convirtiéndolo en un Quiere levantarse para ir al baño tanto? Un misterio absoluto. Se esfuerza
radas se encontraba una pequeña careta solitario ser, casi misántropo. Luego pero ve o cree ver unas manos firme- tanto en recordar que el corazón se
con el aroma que reflejaba la escena de la última inspiración, suspiró y pro- mente apoyadas sobre el borde del es- le acelera.
descrita. Por ejemplo, había una repre- cedió a salir del museo. critorio, justo en la periferia de su visión. Se levanta para ir, esta vez sin in-
sentación en la pantalla de ciertas flores Se da vuelta: las manos son blan- terrupciones, al baño.
desaparecidas y en la mascarilla podía © DIXON ACOSTA, 2015. cas, blanquísimas, y la cruzan venas Cuando sale, va por un vaso de
de un profundo azul negro. agua. Hoy no tomará café.
DIXON ACOSTA Serpagli levanta la cabeza. Wa- Mira su escritorio: debe concen-
(Colombia —Medellín—) nikkien lo mira. El lobo esboza una trarse en su tarea.
Colabora en Cosmocápsula, la primera revista colombiana en su género, y sonrisa, acaso de extraña misericordia.
administra “Líneas de Arena” (http://blogs.elespectador.com/lineas-de-arena/). —Señor Serpagli —le dice—, es Es hora de salida. Serpagli wasapea
menester que hablemos. a Marta. Sabés algo de Estelita? Ni

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AFTER OFFICE EXPRESO MOKSA

RICARDO GIORNO CARLOS SUCHOWOLSKI

Desde la oscuridad más oscura, Juan Encima parece recién bañado, afeitado, Ocuparon una lúgubre sala de espera Allí debían esperar el tren que
Domingo Serpagli abre los ojos. Se con ropa limpia. Y oliendo a floripondio. de la estación de Agra; una sala de los habría de conducir a Varanasi.
da cuenta de que está en el trabajo, Wasapea a Estelita preguntándole espera de segunda clase acorde con La escasa y gelatinosa luz natural
sentado al escritorio de siempre. Su cualquier tontería, como para ver si, la categoría de los billetes incluidos agonizaba en los andenes, desde
último recuerdo es que salía de la ofici- con alguna de las boludeces que ella en el paquete turístico que habían donde reptaba hasta las primeras
na, al final de la jornada, y tomaba el siempre le escribe, él se acuerda de contratado, pero, también, la reserva- baldosas de la sala para entrechocar,
ascensor. Abajo, y antes de trasponer qué pasó. da a las mujeres y a los niños —como como si fuesen dos líquidos aceitosos
la puerta de calle, había visto al albino Guarda el celular en el bolsillo del descubrirían más tarde—, porque, de diversa densidad a los que les
de Wanikkien baboseándose con la pantalón, y se queda mirando la compu, seguramente, unos occidentales como costara mezclarse, con la ondulante,
recepcionista, y Serpagli sintió como con la mente en blanco. ellos no habrían podido comprender amarillenta y mortecina luz artificial
si lo golpearan en el pecho, y cerró Estelita no responde. Es raro, ella por qué debían permanecer separa- que se desplomaba desde los techos
los ojos. Cerró bien fuerte los ojos, re- está a toda hora con el telefonito a mano. dos. Los bultos y maletas fueron agru- notablemente altos. Eso cuando no
vuelto y asqueado. Esto es lo último Levanta los ojos: ahí aparece Wani- padas al fondo y los que cupieron había trenes ocupando las vías con
que recuerda. ¿Qué hora sería? Y, las kkien en la oficina. El odio hacia ese se sentaron en hilera, a lo largo de el correspondiente ajetreo de viajeros
17:30, seguro. albino de orejas puntiagudas le hace la fila de sillas de plástico ligadas las a su alrededor, que pasaban de repen-
Ahora, la pantalla de la compu- olvidar la noche perdida. Jamás en su unas a las otras que se alineaban te como sombras, ya que lo contrario
tadora le indica que son las 9:15 del vida odió a nadie como a aquel tipo. contra la pared. Los demás se aco- provocaba que sus ojos se sumieran
viernes 28 de mayo. Parpadea, incó- Fue odio a primera vista. ¿Hace una modaron sobre sus propias maletas en la penumbra más allá de la entra-
modo: ¿y la noche del jueves? ¿Y el semana que se pavonea por la oficina? o se acuclillaron a la manera de los da, como si los trenes se tragasen
despertar más cansado que cuando Hoy es viernes, así que sí, justo se nativos, evitando sentarse directamen- aquel aceite luminoso con la intención
se acuesta? ¿Y el amortajado viaje cumple la semana. ¿Por qué la multi- te en el suelo, aunque no aguantarían de alimentarse con él o llevárselo
en tren? No entiende cómo no recuerda nacional no envió a la misma alemana así más de unos minutos y se pon- consigo. Ello hacía aún más notable
la noche anterior, el consiguiente desa- de siempre? La cara de vinagre de drían a pasear o a permanecer apoya- la sensación de extrañeza que comen-
yuno, el cacareo constante de Estelita. aquella bruja es mil veces preferible dos en el marco de la puerta. zaron a experimentar al dejar el hotel

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y subir somnolientos al autobús que altísimas escaleras para pasar del Tiempos de cambio y camino, puertas e imposibilitados de viajar
los estaba esperando fuera, mientras otro lado de las vías, notaron cómo de perseguir aromas y estíos, de arro- tras el clima, nos hemos visto obliga-
tendían a poner en duda si estaba todo se hacía cada vez más oscuro... parse por el mero placer de disfrutar dos a destruir para intentar adaptar-
por amanecer como les parecía haber La posibilidad de que aquel pálido el aire helado en las mejillas, de bus- nos… O, mejor dicho, para hacer
escuchado o había caído ya el atar- y velado sol que durante los últimos car hojas doradas… que las estaciones se parezcan a
decer... Precisamente, durante el tra- días había seguido con extraordinaria nuestro gusto y necesidad, modifica-
yecto en autobús y el recorrido pos- mansedumbre sus evoluciones turísti- Pero luego aparecieron los propieta- mos la naturaleza que nos rodea.
terior a pie, con las maletas a rastras, cas y fotográficas hubiese sufrido rios. Como una enfermedad, se nega- Y la naturaleza, pobrecita ella, no
esta vez para cubrir los casi doscien- una suerte de secuestro del que ellos ban a desocupar y partir. Un grupo ha podido resistir tamaña intervención
tos metros que restaban hasta la es- estaban siendo víctimas colaterales que despreciaba a los estacionales. sin graves consecuencias.
tación desde la calle hasta donde o de que estaban siendo expulsados Se apropiaron de las casas y nos
el autobús había podido detenerse, del día, del mundo, de la realidad, obligaron a permanecer en ellas, día Nosotros, ya no migramos.
se les hizo cada vez más difícil deter- comenzó a encoger sus atribulados tras día, estación tras estación, año Nosotros, cobardes…
minar dónde se hallaba el sol ni hacia corazones. tras año, pagándoles generosas contri- Nosotros, hemos perdido el con-
dónde iba, así como tampoco a qué Todavía recordaban haber sido buciones… tacto con los otros, los diferentes…
velocidad cruzaba el cielo... si es que obligados a despertar antes del alba Los propietarios, en cambio, se Los vemos en imágenes, en pantallas
eso aún sucedía. La luminosidad del y a despachar el desayuno a toda arrogaron el derecho supremo del tridimensionales. Nunca nos cruza-
día se disipaba en todas direcciones prisa… “por las dudas”, según había tránsito perpetuo. Ellos, sólo ellos, mos. Nos hemos convertido en extra-
de manera uniforme, como si provinie- dicho Askscharma, el guía, para justi- podían y pueden perseguir nieves ños y hasta los vemos como enemi-
ra, antes que del cielo, del propio ficar el madrugón, “para no perder y soles, instalarse en floraciones y gos, porque ocupan nuestras antiguas
seno de la neblina, dando lugar a el tren”… Algo que para empezar en amarillos bosques y luego, elegir amadas estaciones. El deseo del ca-
una fosforescencia difusa que incen- les resultó completamente incompren- otro paisaje, otra estación, ser libres. mino, sin embargo, continúa y duele.
diaba levemente el aire húmedo gra- sible, al menos para su mentalidad Hemos construido para ellos, al lado Supura como una herida infectada
cias a una suerte de partículas en occidental, habida cuenta de que el de nuestras humildes viviendas, enor- que no sabemos sanar.
suspensión que al parecer la consti- tren, según habían entendido, estaba mes palacios que debemos mantener
tuían. Asustaba pensar que la idiosin- programado para salir al atardecer y atenderlos cuando se alojan en ellos. Espero, señores del cosmos, haber
crasia ondulatoria de la luz (el yo del con el objeto de cruzar la mitad orien- sido explicativo y que esto les haya
doctor Jekyll) hubiese sido definitiva- tal del país durante la noche. Insis- Así fue como empezamos a padecer permitido entender por qué la Tierra
mente derrotada por su otro yo corpus- tieron con notable malhumor. “Los frío los veranienses y calor los inver- está tan devastada. No se queden,
cular (el yo de mister Hyde). Esa ne- trenes podían tanto retrasarse como neros, alergias los otoñiles y tristezas por favor, no permanezcan, sigan
blina, con sus repentinas bocanadas adelantarse”, fue la respuesta que opacas los primaveringios, a ponerse viajando… Aquí corren el riesgo de
en las bocacalles, formando halos les dio el guía con increíble naturali- mustios los lluviosos y humedecerse ser atrapados para siempre por los
alrededor de los nativos con los que dad; eso fue todo lo que pudieron los desérticos. No supimos enfrentarlos. propietarios y podrán en peligro a
se cruzaban (y que ya se movían arrancarle, quedándose sin una expli- ¡Qué triste es la vida en este sus propios planetas.
como hologramas a un tiempo lenta- cación convincente para la inaudita planeta desde entonces! Anclados
mente pero como si fueran parte de pérdida de un día entero de turismo en nuestras cajas con ventanas y © NANIM REKACZ, 2013.
una proyección de la que se habían que ello conllevaba, al que había que
extraído fotogramas intermedios) e sumar el fastidioso desayuno, que NANIM REKACZ
invadiendo las casas por sus puertas hubo que despachar a toda prisa. (Argentina —Carmen de Patagones, Buenos Aires, 1963—)
abiertas, los sobrecogió, pero sólo Pero, al escuchar sus protestas, una
Escritora y fotógrafa, en NM publicó “Quien cree, crea” (# 17), “La sentencia”
para instarlos a apurar el paso y em- mujer que desayunaba en una mesa
(# 21), “El renegado” (# 24), “Matar formaba parte de la naturaleza de Laura”
pujarlos más allá de la boca del lobo. próxima a la que ocupaba el grupo (# 31) y “Ropajes” (# 33).
Y mientras subían las espaciosas y y repetía el viaje, en esta ocasión

8 57
con su hija y su hermana, se atrevió inculcada, cada vez que necesitaban
CARTA ABIERTA A LOS VIAJEROS DEL COSMOS a contarles una anécdota que los hacer alguna previsión. Pero... ¿y
dejó, una vez más, perplejos y gracias si la influencia occidental no sólo ha-
NANIM REKACZ a la cual aceptaron, una vez más, bía inundado ese mundo, directa o
que las cosas allí podían resultarles indirectamente, de plásticos y com-
extrañas debido a su irremediable bustibles hasta integrarlo al modo
incapacidad, posiblemente superable en que se integra un patio trasero
con el tiempo, tal vez si se esforzaban, para convertirlo en basurero, sino
tal vez si empezaban por aceptarlas que había hecho nacer allí, inevitable-
con resignación. mente, una conducta displicente y
Una vez, les dijo la turista reinci- en cualquier caso infructuosa para
dente, en el primer viaje que no había combatir ese proceso con alguna pers-
hecho como ahora por su cuenta, pectiva, una perspectiva que no fuera
ella y su grupo dejaban el hotel en tanto o más horrorosa y doliente?
el autobús de la agencia con rumbo ¿Y si fuesen a fin de cuenta ellos
al aeropuerto y en la misma salida los culpables de aquella megalómana
hacia la calle se abrió de repente proliferación de basura que parecía
un socavón enorme en el pavimento crecer más rápido de lo que podía,
donde uno de los pares de ruedas si acaso, recogerse o de la capacidad
En aquellos tiempos muy muy lejanos demoraban y los que arribaban se traseras del vehículo quedaron del de los estómagos de las vacas y los
migrábamos con las estaciones, cada encontraban la casa aún con gente. todo metidas, atrapadas... “¡Horas demás animales sueltos? ¿Y si, ade-
grupo tenía su favorita y la seguía Y esa noche, había fiesta. A la tarde estuvimos esperando que llegara uno más, la integración había contaminado
a lo largo y a lo ancho del planeta: del día siguiente, los atrasados partían de reemplazo, y si no perdimos el a los nativos con la mala conciencia
los veranienses, los otoñiles, los inver- y los recién llegados, se instalaban. avión fue porque el guía nos había occidental que todo aquello alimen-
neros, los primaveringios, los lluviosos, De esa forma, los más pequeños tení- puesto en marcha con bastante tiem- taba, pero convertida ya en vergüenza
los desérticos. Por supuesto, eso nos amos oportunidad de conocer a “los po de sobra!”. Había sucedido hacía manifiesta, ya en resentimiento subte-
obligaba a mudarnos de manera perió- otros” y cuando íbamos creciendo, diez años, pero las cosas allí casi rráneo y contenido, a instancias de
dica, porque todos los habitantes de podíamos ir definiendo si deseábamos no habían cambiado. “Bueno...”, aña- la natural astucia callejera de los dé-
la tierra íbamos ocupando y desocu- seguir con nuestro grupo de origen dió, “en la estación, lo pueden ver, biles; vergüenza ante los amos por
pando las tierras y las viviendas. o cambiábamos a otra estación. En- hay bastantes menos ratas que enton- no lograr alcanzarlos (...y no tener
Normalmente nunca nos cruzábamos tiendan que al estar migrando de ces, cuando corrían por el andén por aún su propio patio trasero), resen-
con los grupos de las otras estaciones. forma permanente era imposible cono- centenares, pasaban entre los pies timiento al servicio de fines imprecisos
Había cierto pacto tácito de no inter- cer las distintas estaciones climáticas, y las maletas, y yo sentí que me ma- pero muy dignos de sospecha... y
ferencia y un gran respeto por los salvo por los relatos que se daban reaba y creí que caería en cualquier de culpabilidad? Cabía pues pensar
diferentes. Los amantes del sol no durante esas mágicas noches de cele- momento desmayada..., imaginándo- que les hablaba honesta y sabiamen-
cuestionaban a los adoradores del bración. Veladas en las que, además, me que no podían vadearme y me te, y que sus consejos eran bieninten-
hielo, los fanáticos de las flores y el solía nacer algún amor que nos for- pasaban por encima...”. cionados; pero también que, por el
polen no eran despreciados por los zaba, de manera prematura, a elegir En fin, podían quejarse o reír de contrario, podía estar o bien burlán-
admiradores de las hojas secas y el continuar con nuestro grupo de origen las que para ellos no eran sino absur- dose de ellos o encubriendo con
viento. Y viceversa. o sumarnos a otro. O alguien se nos didades, pensando, suponiendo o exageraciones rocambolescas, ¡inclu-
agregaba… ignorando que los nativos no hacían so a costa de indisponer a los clien-
Pero, más a propósito que sin inten- Aquellos sí que eran buenos tiem- sino lo que ellos, esto es, apelar a tes!, la vergüenza que sentía ante
ción, algunas familias cada tanto se pos. la sabiduría autóctona, mamada e lo imprevisible que su país no podía

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dejar de ser. ¿Era, pues, un vulgar cos, bloques de piedra abandonados, El comandante levantó la ceja de nuevo el cuello, el de la derecha ya
renegado o era fiel a su mundo?, agujeros en el suelo llenos de barro nuevo. Juan se preguntó si seguramente no sonreía.
se preguntaba una y otra vez Castelo, y demás irregularidades, en esa expla- el maldito querría mucho a los hijos Esta vez fue Juan quien se acomo-
dando otra capa de lustre a sus te- nada indefinida, apenas iluminada que apenas ve y trata como subordina- dó, dejó la taza y levantó una ceja.
mores, consciente de que en ningún por el fulgor que escapaba de los dos; ni hablar de la mujer que lo gorrea —Así que, realmente, comandan-
caso, mediante ninguna actuación, mil ojos del edificio de la terminal con el abogado del piso de arriba… te, sabiendo todo eso, ¿me va a seguir
ninguno de ellos, conseguiría ser —recordaban eso claramente—, en Bueno, bien por él, que siga en su bur- preguntando si es verdad cuando
amistosamente visto. El peligro estaba todo caso por la luna y quizá también buja de adulaciones serviles de los idio- digo que, al despertar en una camilla
tan sólo unos escalones más abajo, —no podían precisarlo— por los faros tas esperando que se retire. en una nave espacial extraterrestre,
bajo unas u otras capas de camuflaje o las luces interiores de los diversos Cada idiota es un universo en rodeado de hombrecitos grises que
y contención, que el que tendrían vehículos, coches, tuk-tuks, camione- sí mismo. me miraban con sus grandes ojos
un grupo de exploradores internán- tas, autobuses grandes y medianos —Ya ve que mi vida es una mier- negros… simplemente los mande
dose por primera vez en territorio que estuvieran encendidas... vehícu- da cansada y vacía. ¿Le cabe alguna a la mierda, me di media vuelta y
caníbal. los que se cruzaban como mejor ha- duda? seguí durmiendo?
La noche en la que aterrizaron brían podido acomodarse, en orden El comandante continuaba impasi-
se sumergieron de cabeza en aquel de llegada, hasta ocupar los huecos ble, el de la izquierda se sobaba de © CARLOS PÁEZ S., 2012.
mundo incierto; aunque las circuns- libres, extremadamente juntos los
tancias del momento los obligaron unos a los otros, así como a través
a dar prioridad al instinto de supervi- de los incontables nativos que se
vencia en detrimento de la curiosidad hallaban allí como si se hubiesen
propia del papel que habían venido congregado para asistir a una extra-
a desempeñar y que los detalles con ordinaria lluvia de meteoritos o a un
los que se topaban sin cesar movili- festival de fuegos artificiales y no con
zaban. Y es que, tras lograr reunirse el fin de recibir o recoger, despedir
todos alrededor de la guía nativa que o dejar a los viajeros... ofreciendo
los debía llevar hasta el hotel en el sus servicios a todos los que iban
ya de por sí atestado vestíbulo del por su cuenta o a los despistados
aeropuerto, donde fueron contados que pudieran pescar. No podían, cier-
minuciosamente para comprobar que tamente, precisarlo, y aún menos
estaban todos, los dieciséis, como recordarlo con detalle, porque el temor
decían los papeles, debieron salir a extraviarse los obligaba a concentrar
tras ella a toda prisa (guía de pies la vista en la espalda del compañero
ligeros) con rumbo a los autobuses que los precedía a una velocidad que
que tenían asignados y que, lógica- se veían obligados a imitar (tal vez
mente (en el sentido de las leyes del provocada por la guía y no por el
país) se habían situado donde y como temor de los primeros a ser canibaliza-
habían podido, seguramente según dos allí mismo, en los rincones oscu- CARLOS PÁEZ S.
fueron llegando, obligados pues a ros que había entre los vehículos (Chile —Viña del Mar, 1978—)
serpentear en fila india, uno tras otro, aparcados o debajo...); preocupados
siendo el que iba delante un descono- cada uno por no perder de vista esa Ecléctico administrador de ciberbitácoras, colaboró en medios de CF como
Axxón, Chile del Terror, Planetas Prohibidos y Tauzero.org. En NM publi-
cido al que no habrían de conocer espalda, ese peinado, ese color de có “Dana” (# 26), “Hijos sin nombre” (# 30), “El Errante” (# 33) y “Sujeto 43,
hasta bien adentrados en la aventura, pelo, el de la camiseta o la mochila, hombre lente” (# 35).
con las maletas a rastras sobre char- esa maleta que de vez en cuando

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lengua compartiendo una chela des- orégano, sentado en un banco de se atascaba o contra la que se trope- habría de durar tan sólo dos semanas,
pués de la ocasional pichanga del madera incómodo en una cocina he- zaba y a veces desaparecía sembran- aunque allí rodase en sesión continua,
domingo, le habían dado cierta pers- lada junto a los baños de la oficina… do la desesperación, lo que sabían de manera permanente y reiterada.
pectiva. Así que simplemente siguió si tengo suerte, si no, un zapallo ita- apenas de ese otro en muchos casos, Un montaje que también podía corres-
hablando, arrastrando las palabras, liano relleno, sin relleno, con un poco dado que el grupo aún era un pelotón ponder al de una ópera de Verdi con-
con un tono suave, de reproche y de arroz mazamorra. Quince años de grupos menores o parejas desco- templada esta vez desde las bamba-
algo de vergüenza, buscando la forma y la weona de mi mujer aun no apren- nocidos entre sí; cada uno marchando linas, viendo y oyendo salir y entrar
de salir del grave problema en el que de a hacer un arroz graneado decen- a toda prisa y sin tomar en cuenta pomposamente los estruendosos
inocentemente se había metido. te, ni hablar de un queque; esas weas sino su propia referencia: su espalda, coros, las carrozas y carruajes y a
—Me levanto a las 5 a.m. cada ya no se las enseñan. su pelo, su camiseta o, en todo caso, todo tipo de seres, enanos, gigantes,
día, viajo dos horas en tres micros El café le parecía más insípido la figura de la guía, quienes la tuvieran sobre zancos y otros artilugios, regi-
hediondas, luchando para no dormir- a cada sorbo; podía sentir la burla al alcance de la vista, o fueran lo bas- dos por un guión vertiginoso que entre-
me y despertar sin billetera en Cura- sorda del infante a su derecha. Claro, tante altos y atentos, o hubieran adivi- mezclaba parlamentos grandilocuen-
caví, trabajo más de doce horas en como si con esa cara de bruto fuera nado su rumbo, fieles in extremis al tes asistidos por los instrumentos,
una compañía que funciona pésimo, a tener una mujer esperándolo afuera sálvese el que pueda (y a lo sumo los timbales, los platillos, las trom-
vendiendo porquerías que nadie co- del regimiento con una cena decente. a su familia o pareja, si la tenían), petas. Una puesta en escena en cual-
noce y que no sirven para nada, con El de la izquierda aun se sobaba dispuestos sobre todo a no perderse quier caso miserable, producida con
un jefe ignorante que me grita todo el cuello. Quizá él le preparaba la y a correr el riesgo de desaparecer el concurso de una ingente masa
el día y me culpa de cada cagada cena al otro; hoy en día, nada sor- para siempre con un destino incierto de voluntarios en calidad de extras,
que queda, usted entiende, el que prende. que parecía iluminarse en las miradas a los que se hubiese ofrecido tan
sabe, sabe y el que no es gerente… —Y ésa es la parte buena del inquisitivas o sarcásticas, incluso inso- sólo un refrigerio, montada sin nece-
La ceja levantada del coman- día; en la noche tomo otro bus atesta- lentes, que alcanzaban a recibir de sidad de permiso en uno de las tantas
dante le dijo que la broma no había do y hediondo por otras dos horas, soslayo y a las que les atribuían ape- instalaciones de aquel basurero plane-
sido adecuada; por un milisegundo camino seis cuadras donde ya me titos maliciosos que los empujaban tario que, no obstante, no parecía
se preguntó “con qué ropa se creía han asaltado cuatro veces este año, a apretar el paso y pasar a la carrera, reclamar compasión alguna ni ver-
gerente el milico”, pero pronto dese- casi me violan el año pasado… a tirar de sus maletas cuando se atas- güenza, como no fuera para sacar
chó ese pensamiento. Aún le dolía algo la pequeña he- caban con obstáculos de piedra o de partido de la representación, de cada
—Tengo que lidiar con algunos rida de la sonda entre las costillas carne y hueso, a empujar al que se parlamento incomprensible, de cada
de los clientes más imbéciles que de la noche anterior, pero prefería rezagaba, y pasar raudamente de mueca y cada gesto intrigante, como
existen, con exigencias ridículas y no pensar en ello; lo que prefiriera, largo, sin saber si no se habían pasa- se demostraría de manera creciente
siempre dispuestos a pelear y rebajar- por supuesto, no le había importado do ni cuándo ni dónde debían dete- durante los días sucesivos. Y costaba
me a la menor oportunidad, a veces al comandante ése. nerse, dominados por el miedo a ese tanto comprender que allí siguiera
creo que el muchacho del “Mac Do- —Llego a dormir de allegado a mundo que parecía dispuesto a devo- habiendo vida como admitirla en las
wels”, con acné y gorro de idiota, re- la casa de una suegra que odio, y rarlos crudos. regiones abisales, oscuras y sulfuro-
cibe más respeto que yo. la vieja lo sabe, a hacerle el quite a Cabía también suponer que todo sas, donde estaba sometida a presio-
Tomó otro trago de café frío, se un maldito poodle maricón que se aquello era un inmenso montaje al nes y necesidades asombrosas o
despejó una vez más el cabello y calienta con mi pantalón, a compartir estilo de un Las Vegas sin recursos, en planetas de atmósferas hostiles
volvió a ver al comandante a los ojos, un camarote con una mujer del doble puesto en escena con la intención para los humanos.
sin desafío, sino con simple cansan- del tamaño de con la que me casé, de dejar adrede un recuerdo imborra- En los días que siguieron, el gali-
cio. que me desprecia en público y no ble en los turistas, onírico o lisa y matías se fue tornando más y más
—Rara vez almuerzo y, cuando me toca hace años, a arropar a un llanamente mágico, el primer acto desconcertante, a la vez que todo
lo hago, es un tupperware de fideos hijo que no quería y aún tengo dudas de una extensa puesta en escena se acababa aceptando “tal y como
con salsa con poca sal y demasiado que sea mío… propia de Bollywood que para el grupo era” (como sucedería con el forzado

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madrugón y su confusa marcha hacia todo lo demás que por ellas circulaba,
la noche), al punto en que la extrañeza un océano de humo que parecía bullir ABDUCCIÓN A LA CHILENA
se daba muchas veces y en cierto al son de las bocinas y al roncar de
modo la vuelta, entroncando con la las blasfemias que protestaban por CARLOS PÁEZ S.
culpabilidad y la mala conciencia que los empujones o las indecisiones que
ya llevaban dentro. Y por momentos, retardaban el tráfico a través de los
llegaron a ver a esas gentes como ojos de aguja por los que pasaban
a los únicos y definitivos habitantes hasta los camellos y otros animales,
del planeta, y sus rostros, atavíos, y un sinfín de vehículos ilustrados
conductas y referencias no sólo se de todo tipo y tamaño, autobuses de
volvieron familiares sino auténticos línea atiborrados hasta el techo y
merecedores de ser considerados sin aire artificial para nadie ni dobles
humanos a expensas de la propia atmósferas como la del que los lleva-
idiosincrasia; una idiosincrasia cierta- ba a ellos, donde una mampara se
mente débil e inservible en ese mundo paraba la atmósfera para turistas de
hasta para cruzar las calles evitando la que se merecía el conductor y su
lisiarse por culpa de una zanja, o con- ayudante y que era la única, por lo
traer una gangrena, o enfermar a visto, que contemplaba su salario,
causa de un charco pestilente, o ser y tuk-tuks diabólicos y zigzagueantes
mordido, picado, salpicado, escupido, en los que varias veces arriesgarían Se acomodó en la silla por enésima El de la derecha, de rostro más
latigado en plena cara por un rabo ig- la integridad de sus huesos, aferrados vez; ya estaba entrando en la sexta tosco y apreciable tamaño, tenía mejor
norante, rozado al punto de provocar a las barras que servían para asegurar hora de interrogatorio, tenía la boca actitud; simplemente lo entretenía
suspicacias en más de alguno con su- las lonas del techo para no salir des- seca, un ojo palpitante, un molesto olor su sufrimiento, lo cual no dejaba de
puestos diversos, quién sabe... pedidos hacia alguno de los lados a sudor rancio y las marcas indelebles ser, posiblemente, un patético meca-
En efecto, ¿por qué no? ¿Por abiertos; y esos carros de dos ruedas de la incómoda silla en el trasero. nismo de defensa psicológico, no
qué no podía ser ése... así... el mundo tirados por camellos despectivos, que Básicamente estaba cagado de encomiable pero adecuado, aunque
verdadero y Dios un elefante? ¿Por pasaban raudos con su carga de far- miedo: tal vez fuera estrés postraumático también había muchas posibilidades
qué no sería ésa la manera de vivir dos voluminosos desbordando por o simplemente que tanta película de de que básicamente fuera un idiota.
y ése el mundo donde debía hacerlo los cuatro lados, o también por bueyes la dictadura ya predisponía a cualquiera El comandante, en cambio, senta-
el hombre? ¿Ésa... ése...?, donde que parecían ciegos, conducidos por a sentirse jodido frente a tanto milico do frente a él, impasiblemente enfun-
los riesgos parecían ignorarse o estar conductores que también lo parecían, inquisidor, pero eso no quitaba que estu- dado en su uniforme gris, con capa
exentos por obra y gracia de algún empecinados ambos en no dejar la viera también incubando una saludable incluida y lentes oscuros en el bolsillo
dios menor, se preguntaban, no del línea recta aunque tuvieran que pasar ira reprimida. Claro, de ahí a que la —lo que ya le resultaba poco tranquili-
todo conscientemente, mientras atra- sobre todo lo que no se encontrase expresara había un gran abismo; hasta zador a Juan—, parecía absolutamen-
vesaban caminos vadeados de tonela- por encima de los veinte centímetros en eso era un chileno promedio. te concentrado en romper sus supues-
das de basura (de la que también se del suelo, un montículo, un bulto, un El infante de marina a su izquier- tas defensas con un pequeño tufillo
sentían responsables a la vista de la cuerpo... Y elefantes, a veces elefan- da, con la tensión pintada en el rostro, a manual fotocopiado de “Escuela
abundante parte familiar de su compo- tes... se acomodó el cuello con un sonoro de las Américas”.
sición) y se sumergían en un océano ¿Ése... ésa...? Esa humanidad, crujido, lo que por supuesto le produjo Juan no solía tener demasiado
proceloso y tóxico de gente en un sí, que se concentraba durante horas un nuevo sobresalto a Juan; era un tiempo como para instruirse en esos
número como nunca antes habían en las esquinas, bajo unos toldos tipo joven, con aire de sureño, y pro- temas, pero un par de reportajes de
imaginado que iban y venían en masa harapientos, sin razón aparente (por- bablemente se sentía tan desconcer- Informe Especial y uno que otro vecino
a todo el ancho de las calles, entre que no todo ese trajín debía estar tado como él con la situación. ex Mapu, con tendencia a soltar la

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o pierde el control, el volcán que entra una explosión nuclear en sus súper vinculado a la crucial realización de que quisieran, sin temor a provocar
en erupción en alguna isla del Pací- oídos. unas comisiones al servicio de los las molestias que creían estar ocasio-
fico, una nueva incursión de Brainiac Escupe la bala y vuelve a sus- negocios del padre, del tío, del primo, nando y pudieran traer complicacio-
y, para rematar, su mamá con la con- pirar; gritos de auxilio a kilómetros del cuñado, del amigo...), cuyos espe- nes: como la del encargado de subir
sabida cantilena de por qué no la de distancia llegan hasta él. Se levan- címenes entraban y salían de templos y bajar la barrera interprovincial que
llama o visita con más frecuencia; ta, guarda la pistola en el escritorio, abarrotados, descalzos aun en medio se hurgaba con esmero las uñas del
a fin de cuentas, es más rápido que se desanuda la corbata y, con resig- de un ejército de ratas veneradas, pie sobre el pequeño mostrador que
una bala. ¿No? nación, se dirige al armario para sacar alimentadas con leche y con todos le servía de mesa de trabajo; o como
Casi con amor coloca el cañón el uniforme y la capa. los derechos de esparcir sus heces esas sonrisas que mostraban huecos
del arma en su boca, suspira y aprieta allí donde les apeteciera, tumbándose entre los dientes... y extendían la ma-
el gatillo; la detonación suena como © ARIEL C. DELGADO, 2015. incluso en aquel suelo como signo no para cobrar diez rupias; o como
de sumisión... ¡a la rata, en especial aquel torso que se desplazaba sobre
a la rata blanca!, que deambulaban un carrito de ruedas, empujado me-
entre aquellas cientos, miles de vacas diante los muñones de los brazos,
a punto de derrumbarse de repente, de ese mendigo seguramente sindica-
atontadas, intoxicadas (¡otro peligro do que describían los escritores indios
inminente en medio de ese tráfico emigrados... que publicaban en inglés
infernal!), a cuento de muchas más en Inglaterra para satisfacer la curio-
exposiciones en el cuerpo que la que sidad de los que no viajaban; o los
ellos absorberían en aquellos quince incontables grupos en procesión al
días turísticos; o que se unían alre- Ganges en busca de agua sagrada
dedor de cada uno de ellos en las con sabor a leña y carne chamuscada,
tiendas, bazares, restaurantes, hote- con sus hombres de naranja, a veces
les, de tres, de cinco, de siete, cada siguiendo a uno de sus miembros
vez que correspondía servir una be- que rodaba y rodaba por el suelo
bida u ofrecer camisas y vestidos y en cumplimiento de alguna promesa;
pantalones y piezas de jade y todo o esos puestos de comida rápida
lo que estaba en venta, siempre dis- abiertos al exterior, cuyo fondo oscuro
puestos a regatear a seis, ocho, diez apenas si podía adivinarse; y lavan-
manos. ¿Ésa... ése...? derías minúsculas donde se lavaba
ARIEL CARLOS DELGADO
Menos mal que volvían de vez a golpe de piedra y barberías monta-
(Colombia —Bogotá, 1971—)
en cuando al autobús, donde podían das dentro de cajas de aglomerado
Abogado, también realizó estudios de cine y televisión. Colaboró en los sitios parapetarse y ver aquello por las ven- o chapa abiertas completamente por
web “Letralia. Tierra de letras” y “YoEscribo.com”, en la ciberbitácora “El país tanillas como en una pantalla, como un lado y separadas del suelo ane-
de las historias”, y en la revista digital miNatura. en la televisión o el cine. Y con aire gado por columnas de ladrillos o blo-
Adora los gatos, los cómics y el cine. acondicionado para ellos (lo que obli- ques de piedra...; mangueras y bom-
Obtuvo menciones de honor en el Concurso Internacional de Relato Breve Alfred gaba a acallar la mala conciencia que bas de desagüe que no conseguían
Hitchcock, por el cuento “Distancia paralela”, y en el Concurso Internacional de les cuchicheaba: mira, mira... mira un gran cosa; enormes transformadores
Poesía y Cuento Windmills Edition 2009, por el cuento “Embrión final”. poco hacia la cabina del conductor colgando de las esquinas como gigan-
Un tema recurrente en sus historias es la soledad e indefensión del ser que está... del lado de ese otro mundo, tescos pulpos de tentáculos eléctricos;
humano ante el destino. que pertenece a esa humanidad). un gigante de uniforme caqui y gorra
En NM 23 publicó “El otro lado”. Todo lo que les permitía tomar cómo- oscura en una calle abarrotada con
damente todas las fotos del folclore una vara de metro y medio que bajaba

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y subía y volvía a descargarse sobre del que ya no podrían salir, incluso
una espalda que no ofrecía ninguna en el que hubiesen ido a parar desde MÁS RÁPIDO QUE...
resistencia... un principio, en todo caso después
Ésa, esa debilidad, esa comple- del zigzagueo por entre una multitud ARIEL C. DELGADO
jidad, esa comodidad... incomprensible, y donde el tiempo
Pero había que animarse, correr daba muestras de haberse congelado
riesgos. ¡De qué valía la vida occi- para ellos, con sus invariables pare-
dental si no se hacía turismo, y si des descascaradas, manchadas y
no se hacía a fondo, de manera con- mugrientas, las sillas de plástico mal-
secuente... admitiendo que ésa no trechas a uno y otro lado y aquel es-
era sino “otra cultura”! ¡Y a qué con- critorio victoriano de diez cajones
servar todos los huesos y la salud del rincón, cubierto de polvo, pegotes
si no era para el riesgo, como dijera y manchas, que permanecía junto
Rilke, Nietzsche, Heidegger... que a la puerta, que en teoría estaba allí
nunca estuvieron en la India y menos para facilitar necesidades de archivo
tal como había llegado a ser en este del funcionario encargado de la sala
siglo! ¿No se lo habían ganado con o del andén, quién podía saberlo,
el sudor de la frente, precisamente seguramente la mujer que los dejó
en el reparto más o menos aceptado pasar tras comprobar los billetes que
en el que les había tocado un porcen- le presentó el guía y quedarse con El buen Clark miró su rostro una vez La vida era gris y monótona;
taje de la mejor de las partes, y al alguna copia. O allí, a su izquierda, más en el espejo; el agua fría resbalaba parecía que la espiral descendente
que se había llegado del mismo modo el murete que separaba la sala de y goteaba por su cuadrada mandíbula. nunca acabaría. Ya el sabelotodo
y por las mismas razones oscuras los aseos destinados a las mujeres, Tomó la toalla y se secó con desgana, de Bruce le había advertido: “¡Sigue
por la que ese mundo también había que todos se resistieron a usar tras regresó a su habitación y comenzó así y tendré que usar la kriptonita!”.
llegado a ser ése? Por eso hubo que asomar sigilosamente la cabeza por a vestirse lentamente. El reloj marcaba Al principio el ser periodista era
subir a los rickshaws y sufrir un poco la entrada, tan amplia como para dar las 6 a.m.; llovía a cántaros. divertido, pero luego aprendió que
viendo pedalear, y hasta empujar a paso a un camello con carro, carga- Luego de comprobar el nudo de las intrigas y la envidia era pan de
pie en las subidas, a esos desespe- mento y todo, y comprobar que esta- la corbata se acercó al escritorio y cada día. Hasta la mujer de su vida
rados y escuálidos conductores que ban en un estado que no se podía de un cajón tomó una reluciente arma le robó la historia que le iba a hacer
por un trayecto podían sacar a lo su- atribuir a sexo humano alguno. Y una automática. Se la había quitado a un ganar el Pulitzer.
mo el doble de los desdentados gurús y otra vez se preguntaron cómo podía hampón hacía unos días. Se sentó ¿Y qué decir de su otro trabajo?
por una foto. Entre otras cosas. ser aquel país inverosímil, cómo podía en la cama con el arma entre las manos. El eterno avión que es secuestrado
Por fin, a causa del descanso continuar allí la vida sin que se extin-
insuficiente, la progresiva parsimonia, guieran, por completo, los humanos.
el fárrago de imágenes que inundaba Incluso, si ese mundo no les estaría
las cabezas o la necesidad de dar mostrando cómo sería el futuro del
la espalda a lo que se hacía cada suyo... Y los días previos se fueron
vez más incomprensible, la mayor borroneando, superponiéndose los
parte de ellos fue cayendo en suce- unos a los otros, mezclándose los
sivos y breves duermevelas tras cada fuertes y los palacios, los mármoles
uno de los cuales, al despertar, se y el barro cocido, la piedra gris y el
redescubrían en la misma sala co- marfil blanco, las pieles tostadas y
chambrosa como si fuera un lugar las más oscuras, las cetrinas y las

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a tender ante Castelo un velo vapo- incluso, una idea aproximada del tiem- negras, las miradas de puñal y las escrúpulos. Algo que urdía sus planes
roso que, a pesar del cansancio, lo po que podrían tardar en alcanzarlos de asombro... de secuestro con el hilo de su propia
obligó a calcular, apoyándose en me- todas y cada una de esas burbujas Para colmo, la penumbra se acen- mala conciencia occidental, por el
diciones hipotéticas que definía vaga- una vez que regresaran a Occidente, tuaba cada vez más fuera, envolvién- pecado que estaban cometiendo al
mente, la velocidad de expansión de y lo que pasaría allí cuando aquello dolo todo, como si su propósito fuese observar a los nativos demasiado
la burbuja de la que habían escapado sucediera. O cuando se formara allí aislarlos del mundo, de todo el mundo, detenidamente o por fotografiarlos
y a compararla con la igualmente apre- otra, específica, que comenzara a o tal vez sólo la sala, la estación, la buscando sus detalles más exóticos,
ciada del convoy. Considerando que crecer, perspectiva que, tal como pin- ciudad entera en todo caso; una idea por verlos... como a animalitos exóti-
pasarían en Varanasi un par de días, taban las cosas, parecía más que que despertó no sólo un sentimiento cos. Algo (quizá a instancias de su
intentaba determinar lo más precisa, probable... ¿Años, décadas, genera- de solidaridad sino una cierta nostal- mitad maligna) que provocaba en
e idealmente, posible si la velocidad ciones...? ¿Existirían entonces héroes gia... como si fueran a perderlo, y ellos, en una u otra medida, la renun-
con la que todo transcurría les permi- capaces de una acción como la suya? otra vez de culpabilidad... como si cia de sí mismos.
tiría visitar sin perturbaciones la ciu- ¿Qué tren, cohete o sistema de trans- los sentimientos de repugnancia e Y todo cuando, como sólo unos
dad... y si, al marcharse, no tendrían porte podrían emplear... y qué lugar incomprensión lo hubiesen conde- pocos iban entreviendo, eran esos
que realizar allí alguna nueva hazaña escogerían para escapar de la seduc- nado... Y lo que conseguían entrever “animalitos” los que explotaban esa
para regresar a sus casas... De re- ción del Moksa...? parecía cada vez más propio de una debilidad y miseria propias, reales
pente, consideraba la posibilidad de Castelo habría pasado la noche pesadilla. Porque, aunque los rostros pero irrenunciables, que ostentaban
que la burbuja no se hubiese produ- barajando una y otra vez mil y una y las expresiones con las que se to- incluso y hasta con manifiesta alegría.
cido en Agra, sino de que allí los hu- hipótesis fantásticas y entreviendo paban al abrirlos fuesen muy similares Que ellos a su vez, observaban a
biera alcanzado, originada vaya a infinitas heroicidades de leyenda, pero y las sonrisas benevolentes y miradas los turistas de igual forma y con au-
saberse en qué punto del mapa, desde al final, mecido por el batir de las rue- hurañas fuesen del mismo estilo, los téntico descaro: siempre con miradas,
donde no dejase de extenderse... Eso das contra los raíles, se fue uniendo grupos de hacía apenas un instante sonrisas y gestos mordaces, insisten-
siempre y cuando hubiese sólo una..., en el sueño a los demás. Entonces ya no estaban: habían sido sustituidos tes y comprometedores. Que era una
y no estuviesen limitadas por la causa el tiempo del planeta se apartó con- por otros, integrados por un número debilidad asumida a fondo por una
que fuese en su poder de expansión, descendiente del sahib para dejarlo diferente de miembros, de edades, masa numerosa situada en terreno
¿tal vez hasta los tres mil, los cuatro pasar una nueva noche de esperanza; grosor, altura, ropas y posturas varia- propio, en su mundo; en última instan-
mil, los seis mil kilómetros...?, y no unas horas de reposo apenas... en das y distribuidos de otro modo. ¡En cia... sospechosa. Que ni más ni me-
se repeliesen al entrechocar..., quizá las que prepararía la jugarreta de la el tiempo de una leve cabezada... nos por eso afloraba a la intuición
de manera explosiva..., o fuesen de mañana siguiente. o eso les decían sus ojos! en cuanto se la dejaba volar libre-
naturaleza económica o de cualquier Era como para pensar que algo mente en lugar de amarrada a la mala
otra índole artificial... Intentó hacerse, © CARLOS SUCHOWOLSKI, 2015. vivo, provisto de millones de rostros, conciencia que arrastraban como
cabezas, cuellos, cuerpos... jugaba parte de sus equipajes sin ser capa-
CARLOS SUCHOWOLSKI a la prestidigitación con ellos, empu- ces de soltarla, la certeza amordazada
(Argentina —Mendoza, 1948—) jándolos a la perdida de toda noción de que detrás de las miradas y sonri-
de realidad y medida del tiempo, o sas, los gestos amistosos y las manos
Radicado en Madrid desde 1984, administra las ciberbitácoras “Un espacio para mi que, alimentándose de ella la sustitu- tendidas hacia las limosnas, había
conciencia y mi desgaste” (http://unanuevaconciencia.blogspot.com.ar) y “Una botella yera por otra más reducida y arru- una astuta y resentida sumisión his-
llena de luciérnagas” (http://botellallenadeluciernagas.blogspot.com). En NM publicó
gada, tal vez con el fin de no dejarlos triónica, incluso un complot en mar-
“Una confesión estimulante” (# 22), “Espacio, espacio…” (# 29) y “Genio y figura” (# 35).
salir nunca más de allí, si acaso hasta cha, lento, paciente pero estudiado
Con su segunda novela en fase final de corrección y una colección de microrrelatos comprimirlos y aplastarlos como se y decisivo, dispuestos a revertir las
y dos de relatos de próxima aparición, está abocado a una novela corta para niños y
haría con muñecos de chatarra o cosas cuando llegara la hora. Y cada
a un ensayo “sobre la producción de lo simbólico, el problema de la individualidad y la
interacción”. robots fuera de servicio en un mundo vez que se encontraban rodeados o
en el que no habría lugar ni para los se acercaban demasiado para apro-

50 15
piarse de sus gestos, sus costumbres los andenes y los trenes detenidos, nuevo profeta y santo frustrado, aban- cias del repentino exceso o la repen-
o sus ritos, no podían más que sen- viéndolos salir como balas de cañón donaba el papel antes de que éste tu- tina escasez de migajas... Importaba
tirse expuestos, e imaginarse dentro entretejidas como madejas con los viese un sentido en el que poder creer. el viaje, armonioso y prometedor sobre
de una olla enorme puesta al fuego cuerpos finos como cuerdas, viendo Como Prometeo o Zaratustra, sólo tenía los rieles, que invitaba a creer en días
mientras miles de millones alrededor cómo eran tragados o escupidos, un nombre propio para una posibilidad por venir.
danzaban con la perspectiva de saciar respectivamente, como si bajo la piel que en su caso consideraba irrealizable, Al rato no quedaba nadie fuera
el hambre de los tiempos. La mala metálica de los vagones se hubiera la de figurar como una víctima notable de los compartimientos y Castelo se
conciencia estaba indudablemente escondido una ballena monstruosa del Destino; es decir, como poseedor metió en el suyo. Domontina dormía,
del lado de los afectados y los con- que no pudiese dejar de respirar y de una imaginaria dignidad inscrita en distante por igual del pasado y del
denaban a permanecer tan “incomuni- expirar, delatándose con tales palpi- la piedra hasta nuevo aviso. Pero él no futuro, como si hubiese regresado a
cados” como el “emigrado” de La For- taciones; los que permanecían en podía creerlo, convencido de que para su casa después del primer encuentro
ce, escuchando “el rugido de la ciu- la sala, viendo la metamorfosis de conseguirlo tendría que engañarse hasta incierto y prometedor con Castelo.
dad [...] como si fuese un redoble mujeres y niños que pasaban de la dejar de ser quien era... seguro de ello, Orlando también había caído. Sólo
de tambores destemplados al que entrada al centro de la sala, de andar en cualquier caso, porque no podía evi- la pájara caminaba aún, bien que un
parecía unirse un salvaje estruendo a aparecer en cuclillas formando pe- tarlo, tal vez porque de algo había que poco a los tumbos, sobre el pecho del
de voces”. queños círculos de humo, y de inme- estar seguro. Así era; para él estaba taxidermista, como si buscara dónde
Tan solos y desamparados se diato a la inversa, alzándose, saliendo, vedada la dignidad de un Goetz o la hacer un nido y quisiera evitar ponerse
sentían, tanto comenzaban a temerle cambiando el número de los grupos de... ¿a quién mencionar de todos ellos?, a dormitar como las palomas o los
al mundo que los rodeaba, tanto pre- que formaban antes de disolverse, pues al padre fundador, a Platón. En búhos. Los relojes marcaban los se-
ferían sumergirse en la inconsciencia los colores, las ropas... Sólo de cuan- realidad (y Goetz le abrió paso en ese gundos universales al batir hipnótico
para no sufrirlo. Y por eso se refu- do en cuando, al dormirse unos segun- instante a Kean, ese otro personaje con de las ruedas que giraban, giraban,
giaron, unos más hondamente que dos y perder del todo conexión con el que se topara en aquellos lejanos giraban y giraban. El mundo y la vida,
otros, en sus sueños particulares, el mundo que los envolvía de ese pero latentes tiempos de la adoles- cuyos “secretos” Castelo había comen-
todos tejidos con los mismos fragmen- modo, asomaban vagos recuerdos cencia), había protagonizado ese rescate zado a “conocer” a los siete años,
tos, todos partes de una única pesa- fragmentarios de esos que habían que parecía haber cambiado todo más o menos (¿quizá el que Robert
dilla colectiva a la que asistían como estado fotografiando para repasar cuando en realidad no había cambiado Graves le dijera a su hijo que era siem-
espectadores a una película que no cuando todo eso acabara: una enorme nada, porque no servía para otra cosa, pre el mismo?), componían un texto
se conocieran entre sí e incluso se cúpula blanca, unas torres puntia- porque no era más que un menteur pretencioso que “rodaba y rodaba
encontrasen desperdigados por diver- gudas. de naissance más entre los otros. sin dejar de silbar”.... Castelo se co-
sos lugares de la sala de cine. Una Claro que, como es lógico, experi- En cualquier caso, las cosas pare- locó de lado, con la mirada puesta
pesadilla cuyos retazos componían mentaban aquello en muy diversos cían alejarse del sueño “sombrío” de en el rincón vacío de la litera desocu-
una única visión caleidoscópica y grados, según las particularidades la pitonisa y los temores de dormir pada de al lado, y se dispuso a dormir
envolvente vista de diversos ángulos psíquicas, físicas... o profesionales profundamente en la inconsciencia. y a esperar... No obstante, no pudo
que se hacía especialmente ostensible de cada uno. Y es que, por muy occi- En ese momento, al menos, el presen- dejar de asociar el vaivén sonoro que
en cuanto abrían de vez en cuando dentales que fuesen, no todos eran te, siempre huidizo e inestable, parecía lo mecía al sonido de unos tambores
los ojos: los que estaban en el andén iguales, como ya había quedado claro apacible. En ese momento uno sentía atravesando la jungla, enviando un
y miraban hacia el hueco de las es- cuando hubo que escoger elefantes, seguir siendo una de las miles de mensaje indescifrable al futuro al que
caleras, viendo venir una muchedum- camellos y turbantes, y como ya esta- pequeñas y fútiles cosas, de color, en breve saltaría, del que lo que se
bre hacia ellos como bocanadas de ban pensando cómo se las habrían de forma, de nombre, que formaban pudiera pensar y decir que sería más
figuras que tomaban forma y se des- de ingeniar para elegir literas… el mundo, más allá de que ese mundo o menos vano. El mensaje, por más
vanecían al instante, en explosiones Poco a poco, sin embargo, el pudiera rodar, como rodaba desde efecto Doppler que lo contrarrestara,
gaseosas que de inmediato otras espíritu adormecido de Occidente hacía milenios, hacia la siguiente e conseguía adelantar al convoy y anun-
ocupaban; los que tenían a la vista se recuperó un tanto y el asunto co- incluso última perturbación, a instan- ciaba su llegada... Esa certeza volvió

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En ese instante, el guía trepó do gratificante para él. Había conci- menzó a ser considerado desde la despectiva, de la mujer que, a pesar
hasta la litera de Domontina (que, tado el respeto de la mayoría y, al óptica de la socorrida racionalidad. de todo, se había sentado a su lado.
por suerte, ya se había dormido) y menos los que podían manifestarlo, Castelo, uno de los miembros En fin, ya se sabe: en un grupo
se irguió sobre sus dos patitas trase- parecían estarle agradecidos. Incluso del grupo que más se caracterizaba ocasional, todos manifiestan en mayor
ras, dándole un latigazo en la pierna Domontina parecía haber arrumbado por no dejar ni un momento de pensar o menor medida alguna rareza.
con la propia cola. Ladeaba la cabe- toda suspicacia... y proponer hipótesis, sin dar empero En ese momento, y a pesar de
cita y lo miraba inquisitivo, como si Sin dudas, eso le gustaba; lo dejaba con una explicación satisfactoria, pre- que le recordaron las advertencias
buscara su condescendencia y su bastante satisfecho. Aunque de manera guntó si alguno sería capaz de ase- del guía y de la mujer del desayuno,
comprensión. Sin duda los había trai- un tanto inconsecuente —ya que no ha- gurar que, en ese lapso impreciso, Fidelio, el más intrépido y temerario
cionado y temía parecer más ineficaz bía ni sería nunca capaz de la simplifi- el sol no habría cruzado el cielo lo del grupo, se despidió diciendo que
para ellos que antes. De todos modos, cación que le hubiera permitido hacerse bastante veloz como para que se se había quedado sin rupias y que
había demostrado preferir seguirle con los cuatro adeptos necesarios, como hubiese producido una nueva noche aprovecharía para ir a buscar cambio;
siendo fiel a su trabajo, tal vez a sus mínimo, para iniciar una auténtica carre- y despuntara en breve un nuevo día; y, ciñéndose el turbante con el que
patronos y a esa profesión que le ra de profeta—, había oficiado de santo. más aún, continuó forzando el giro se las daba de integrado toda vez
permitía sobrevivir, cuidar de su fa- Había rescatado, a pesar de todo, a de la tuerca, que ese día ya habría que cuadraba, abandonó la sala aña-
milia, de sus vacas y de dar de comer personas que en su mayoría le repugna- despuntado aunque tras un cielo ne- diendo que él confiaba en el Imperio
a todo ser viviente que pasara por ban. Lo había hecho con desprendimien- gro, disfrazado de noche, que, a es- y en sus horarios, aunque vaya uno
su casa —tal vez algún antepasado to, y como por imposición divina. Ahora, condidas, corriera desbocado hacia a saber si en realidad ya le estaba
o un familiar de su mujer o de sus lejos ya del peligro, volvía a sentirse un nuevo ocaso. Un indudable método dando igual que aquélla fuese una
suegros—, y tener nuevas oportunida- libre... de responsabilidad... Pero... “Sólo de locos para afinar hipótesis. En última salida y un tren o lo que sea
des, aunque no fueran siempre las será hasta la próxima”, se dijo, conscien- particular para su pareja, Domontina, pudiese venir a rescatarlos. Era evi-
más puras posibles. A fin de cuentas, te de que acabaría reincidiendo, girando, a su vez una de las personas más dente que la mayoría no se sentía
todo el mundo intentaba lo mismo como las ruedas del tren, en torno al suspicaces y atentas a los detalles peligrar, sino todo lo contrario; si lo
para salir del paso, buscando cumplir mismo eje... En ese momento se acordó que pueda imaginarse. Ella, fiel a hacía, no lo exteriorizaba, y esa contu-
lo más eficazmente posible con el de Goetz, aquel que “había hecho tram- las ciencias positivas de la moderni- macia exasperaba a Castelo.
cometido asignado; en especial si pas para perder” para escapar del Dia- dad, a las que se había consagrado, De repente, un estruendo solitario
le había sido dado aquel para el que blo y probar suerte con el Buen Dios, sostuvo que todas esas extrañas sen- que llegó de lejos los llevó a pregun-
se sentía más capaz. de eso hacia ya casi cuatro décadas, saciones y esa profunda somnolencia, tarse con aprehensión por lo que es-
—No te preocupes; tu mujer te mientras otro tren lo llevaba a otra parte, debían obedecer a algo que los habría taría sucediendo fuera, como si hubie-
dejará entrar con las demás, como a la que sería su punto de partida hacia contagiado. En ese “basurero plane- ran comenzado a considerar la proxi-
de costumbre, y te dará queso y leche. el este; hacia Varanasi, en última instan- tario”, remarcaba, no era de extrañar midad del temido fin del mundo… y
Animado de ese modo, la ratita cia. Entonces volvía, leyendo a Sartre, que los hubiese penetrado alguna volviesen a descubrirse culpables
sacó unos papeles de su portafolios al cabo de las vacaciones de fin de bacteria extravagante. por haberlo deseado en algún mo-
y se dedicó a tildar en rojo los dieciséis curso con el grupo de entonces, de Orlando, el taxidermista, por su mento. A causa de que allá, afuera,
supuestos nombres representados más de cincuenta excadetes; ya no parte, se atrevió a ser taxativo (cerran- todo se volvía tenebroso, la sala pedía
en una lista mediante unos trazos que llevaba la cuenta. Ahora, en medio de do la afirmación con el castizo y ya más apoyo de luz artificial que el mez-
parecían huellas de piececitos sagra- esos dos grupos que a fin de cuentas familiar “sabes cómo te lo digo…” quino simulacro, amarillento y morte-
dos: pero, ¿estaban realmente todos? apenas diferían entre sí en la superficie que utilizaba como muletilla) afirman- cino que caía mansamente del inalcan-
Castelo estudió los rostros un de la piel y de las formas, que seguían do que él también pensaba que tenía zable techo. Los nativos, mujeres y
tanto demacrados de los que se halla- viviendo, un tiempo más, tal y como que haber alguna cosa (“…aquí se niños como correspondía a la función
ban a la vista, incluyendo los de los habían crecido, pasando del dolor al fuma mucho, sabes cómo te lo digo”), de esa sala, seguían moviéndose
reencarnados. A fin de cuentas, la placer, del placer al dolor, sin meta recibiendo en el acto un codazo y sin cesar y a toda prisa, como en
situación extraordinaria había resulta- alguna... él, de regreso a sí mismo, de una mirada de soslayo, notablemente un avispero agitado, cambiando de

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lugar, de postura y hasta de aspecto riores —seguramente, en gran medida de los cuernos al ritmo de la marcha: bien, ramrames.... Especialmente Ma-
a pesar del parecido, mostrando un al menos, los del tráfico exterior, el tococ-tococ-tocotoc, tococ-tococ-toco- dre, que asiente sin cesar con un movi-
rostro, cuando volvían la cabeza para sonar sistemático de las bocinas, el toc... miento vehemente de las antenas,
echarles una mirada, que no era exac- vocerío de la muchedumbre callejera Castelo se dirigió a Macunaíma mientras añade repetitivamente, a mo-
tamente el que se había vuelto unos y de los que se movían por los ande- que seguía asomando la cabeza: do de letanía: “Indiscutiblemente, el
momentos antes, e incluso desapare- nes, las escaleras y los puentes, su- —¿Y Marfestela, y Sarubia? futuro de la humanidad es la colme-
ciendo del sitio donde los habían visto biendo y bajando con todo tipo de —preguntó modulando los nombres na...”, tras lo cual se pega un bailecito.
hacía un instante, como si se tratara bultos, una masa sin solución de con- prácticamente en silencio, como ha- Es evidente que ella habría preferido
de fantasmas que, simple y sistemáti- tinuidad que vaya a saber hasta dónde bría hecho un mudo. Ella señaló el ser abeja y se confunde..., no hace
camente, se sustituían entre sí. ¡Y o desde dónde llegaba y hacia dónde siguiente grupo de literas longitudina- falta que me digas nada... ¡Así es ella:
sin que mediara ahora ni una sola y por qué fluía…—, chirridos, esterto- les. ¡Ah!, ya dormían… por más hormiga que sea, no dejará
cabezada ni un perceptible abrir y res, gritos de desafío o llamadas de Castelo se acarició la nuca: de actuar como si fuera abeja… y de
cerrar de ojos; bastaba mirar a un atención, órdenes quizá, quejas, de- ¿habrían logrado realmente escapar danzar como tal! Espero que la fiesta
lado y luego al otro! nuncias… que poco a poco fueron de los ciclos del samsara y, al seguir acabe pronto y me pueda irme a dormir.
Los que se asomaron a la puerta siendo ahogados bajo el creciente viaje hacia Varanasi, retornar a los Pero, me temo que acabe sin que pue-
con cautela, creyeron ver unas len- golpeteo del agua. Sin embargo, a estrictos marcos del programa, o vol- da pegar ojo… —Y bostezó deses-
guas de vapor oscuro entrando por pesar del miedo, aquello les devolvía verían a encontrarse con una situación perado—. ¿Sabes tú si las hormigas
las altas ventanas ojivales que rema- la esperanzada presunción de que similar o más compleja aún a orillas duermen...?
taban las altísimas paredes laterales la realidad, por fin, reaparecía. Aun- del Ganges, donde era de esperar Castelo sonrió condescendiente.
en las que se asentaban los techos que también pudiera tratarse de una que las corrientes del moksa fuesen —No, ni tampoco si sueñan con
de material ondulado de la estación venganza purificadora (¡eso explicaría más fuertes y las ataduras del mundo termitas mecánicas..., ¡je!...
y donde, de una en una o en grupos la posibilidad de vida en ese infierno pudiesen descomponerse con mayor Valentino había tomado distancia
reducidos comenzaban a situarse que así se depuraba...!, sí, pero ha- simpleza...? ¿Cómo podrían continuar respecto de la Madre y la familia gra-
unas pequeñas y redondeadas silue- brían preferido no estar dentro al pro- con las transformaciones producidas? cias a la diferencia genética que se
tas negras que parecían ser palomas, ducirse). Nada podía saberse aún, pero se había creado entre él y sus miembros
gorriones o algún otro tipo de aves. Fidelio, que reapareció de repen- seguía sintiendo preparado para vol- e hijos adoptivos; y esperaba que
La tormenta, que los empujaba a te en el marco de la entrada, comple- ver a actuar en cuanto las circuns- se mantuviese así durante el resto
hacinarse con ellos, parecía haber tamente empapado, vino a explicar tancias se lo volvieran a exigir… Estos de la noche…; sin claudicar... Pero
comenzado allá afuera embozada que lo que pasaba no era nada que pensamientos lo llevaron a recordar la sombra de la mujer-hormiga… o
bajo los ruidos de la calle y de la vida. no fuese natural. Calado hasta los a la Madre; entonces hizo una seña abeja, era alargada. Pero lo que más
Y cuando los timbales de la tormenta huesos, prácticamente radiografiado a Valentino, que parecía dispuesto le preocupaba era que sus agitadas
comenzaron a tronar más cerca y, en el traje de algodón blanco que a hacer guardia delante las cortinas y publicitadas facultades de pitonisa
casi de inmediato, comenzó el redoble se había hecho confeccionar en una de su compartimiento. fueran efectivas, y aquella sombra
furioso de la lluvia, todos experimen- noche por uno de los abundantes —¿Cómo va el hormiguero? se estirase hasta el futuro, algo que
taron la impresión de hallarse en el sastres exprés de Agra, y con el tur- —Bien, por lo visto, gracias —res- encontraba repugnante para la vida,
interior de una especie de caja de bante convertido en una fuente de pondió Valentino, y alzó otra vez el según él la seguía prefiriendo, no
madera que flotara a la deriva en sopa invertida sobre su cabeza… frasco, del que parecían escapar unas en nombre de una “naturaleza” sem-
mitad de un mar extraordinario al que parecía haber estado nadando con vocecitas propias de Liliput, como para piterna, sino de acuerdo con “los pa-
habían sido arrojados; una caja hasta la ropa puesta. que Castelo lo pudiera comprobarlo sos ya sembrados”. ¡Ay!, se dijo,
cuyas paredes invisibles llegaban, Al cinéfilo de Castelo, la chorrean- y oír—. Desde hace un rato, el guerrero esperaba que el tren, que iba induda-
como embates del oleaje fantástico, te aunque, como de costumbre, feliz alto está contando la historia de Sidar- blemente iba en la dirección del va-
los diversos, no identificables pero cara de Fidelio, le recordaron El gra- tha, y los demás lo escuchan embele- ticinio, no condujera a su inminente
obviamente monstruosos, ruidos exte- duado y luego El año que vivimos sados, murmurando amenes o, más cumplimiento.

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y miró primero a uno y luego, algo Castelo. Y de repente, sin que se le peligrosamente. Pero lo fundamental nera de poderlo comprender él mismo:
angustiado y temeroso, otro lado. pudiera ocurrir explicación alguna, es que venía del mundo exterior y fuera se había desatado un auténtico
Marchaban hacia la oscuridad, lo que Domontina se acercó y le dio un beso la experiencia podría revelarles el temporal monzónico (que arreciaba
no sólo no le daba ninguna garantía especialmente cariñoso en la mejilla origen de las contradicciones, por ahora, como podían escuchar); de
sino que reafirmaba los malos presa- para a continuación susurrarle al oído lo que Castelo se dispuso a no desa- esos que, merced a los conocimientos
gios... No obstante, en el oeste en que, de haberlo conocido en aquellas provechar la ocasión. De modo que, que habían acopiado precavidamente
cambio, el postrer sector circular de precisas circunstancias (es decir, de sin darle tiempo a entrar ni a que antes de iniciar el viaje, era de supo-
un inmenso aunque enfermizo sol haberse conocido en ese viaje), habría pensara demasiado, detuvo a Fidelio ner que se prolongaría durante mu-
anaranjado estaba decayendo. ¡Sí; intentado conquistarlo…, tras lo que en la puerta y le preguntó en voz baja: chos días y muchas noches —“¡India,
era el Atardecer; el Atardecer auténti- se sintió obligada a añadir, no fuera “¿Crees que Askscharma nos está qué esperabais!”, como diría Valentino
co; y sólo marchaban, a buen ritmo a quedar eso sin la consideración a- engañando acerca del tiempo y que padre, el que oficiaba de jefe de la
por cierto, hacia la noche...! ¡Estaban decuada (¿cómo fiarse de la capa- el tren que esperamos llegará alguna Familia de los Valentinos, que viajaba
en la Realidad; habían regresado a cidad adivinatoria del otro después vez?”. Pero la jugada no sirvió de al completo y que se había ampliado
ella! ¡Habían conseguido escapar! de tantos malentendidos?): “Eso te nada. “En realidad, el tren es lo de desde la llegada a base de selectivas
En efecto, atardecía; no cabía tiene que gustar, ¿verdad?”. menos”, respondió beatífico Fidelio, adopciones, pasando de cuatro miem-
duda alguna: la claridad nacía en el Y más investido aún que nunca y, tras un misterioso mugido (todo bros a siete, como parte de la política
horizonte del que se alejaban. El tiem- de la responsabilidad asumida, antes un vaticinio, como se vería más tarde), de la Madre que, como Saurón, el
po del mundo imperaba de nuevo de encaramarse a su litera, se asomó que emitió a modo de curiosa carras- Señor Oscuro, pretendía “dominarlos
para ellos, y ya comenzaba a notarse, al pasillo. Las caras somnolientas pera, se explicó: “Lo bueno es que a todos”—. Una tormenta sin paran-
con todo su peso. Un hombre unifor- de Macunaíma y Archibalda aparecie- he traído plátanos para todos y pode- gón que prometía ensañarse dura-
mado de piel cetrina y gran bigote ron por entre las cortinas de las literas mos entretenernos comiendo. Lo malo mente con el mundo, pero que, por
descorrió la cortina del comparti- longitudinales y ambas lo saludaron es que no encontré cambio y ahora suerte, no llegaba hasta esa especie
miento, el telón del escenario, y les afectuosamente. En el extremo opues- ya no me quedan rupias. Espero no de caja en la que, después de todo,
tendió un sobre gigante de papel to, Valentino alzó el frasco de lasi necesitarlas en el tren...” (¡Sí, todo debían estar agradecidos de hallarse,
donde iban una sábana doble con dentro del cual cuatro hormigas rodea- un vaticinio, como se acabaría demos- ya que sin duda los estaba protegien-
una raja lateral y una manta. Era hora ban a la reina madre, mientras esta trando!). do… aprisionándolos, sí, al mismo
de ocuparse de aquellas menudencias parecía bailotear envuelta en un saari Entonces Castelo bajó la vista tiempo, aunque sólo para quien pre-
que tomaban a cada uno como el a la medida, cuyos pliegues pasaban y los vio. Era de lo más extravagante: firiese verlo de un modo pesimista,
bien más preciado de sí mismos y por entre sus varios brazos rojos y Fidelio acunaba en brazos, como si algo decididamente incomprensible
tender las literas para disponerse a peludos. Más allá, una garza asomaba se tratara de un bebé cetrino lleno y hasta repugnante para Fidelio, que,
dormir. la cabeza por entre las cortinas con de tumefacciones y salpicadas de ron- de manera obviamente retardada, se
El taxidermista Orlando se había evidentes muestras de preocupación chas marrones y negras, un enorme volvió para lanzar un bramido con-
hecho visible en la litera inferior del o de incomodidad mientras, desde racimo de bananas indias (todas super- denatorio hacia las insistentes fanta-
otro lado. Acariciaba con melancolía otra litera, un nativo la miraba con pasadas), que parecía salir de un cua- sías de Castelo que no lo estaba de-
las plumas a la corneja, ignorando una codicia que podía considerarse dro de Dalí, y en el que, “Ya pues- jando repartir los plátanos, ese botín
estoicamente los picotazos que aque- erótica. Castelo sintió una mirada tos…”, se había gastado precisamente precioso que había arrancado a las
lla naturaleza negra, alada y picuda en la nuca y se volvió hacia el descan- las pocas rupias que le quedaban, tempestades del infierno y que venía
le propinaba sin cesar en las manos. sillo opuesto que separaba el vagón sí, tal vez porque, para entonces, quizá tan bien para consolarlos a todos y
Castelo y Domontina prepararon las del siguiente: allí se había acomodado ya había comenzado a contemplar, hacer que se sintieran más a salvo.
literas del lado opuesto sin atinar a un buey que no dejaba de rumiar inconscientemente claro, la convenien- Había que reconocer que Fidelio,
decir nada, pero mirándose de vez cáscaras de plátano, pero al que por cia de desprenderse de todo. al levantar esa barrera voluntariosa
en cuando con complicidad. “Vaya encima de todo delataba su turbante No hizo falta que explicase nada, frente la penuria, entre unos desampa-
par que hacemos todos...”, pensó rojo bailoteando en la punta de uno aunque lo hizo, tal vez como una ma- rados como ellos y aquel mundo des-

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graciado e incierto, demostraba, nue- viaje con los plátanos en brazos, cho- De repente, del fondo neblinoso enfurruñado en un rincón de algún
vamente, ser un héroe. Un mundo rreando agua desde el turbante hasta del andén surgió un carro cargado vagón, rumiando el última manifes-
que, a pesar de involucrarlos de ese los mocasines, se presentó como con el equipaje del grupo, que rebo- tación de desprecio de su alada y
modo en su penosa suerte, antes el rito al que la mayoría se sumó com- saba por todos lados, a punto de negra pareja. Archibalda y Domontina
que indisponerlos como sus enemigos placido y esperanzado. En ese lugar desbaratarse. En la cima de la mon- habían subido al mismo coche, uno
los sumía en la melancolía típica de sin tiempo, Fidelio, remedo del Virgilio taña de maletas, como dirigiendo el de los más atestados y oscuros, don-
sus últimos habitantes, afectados por que guiara al Dante a los Infiernos, operativo desde un improvisado estri- de se arrumbaron y acurrucaron bajo
la dolorosa certeza de que ya no lo parecía trasmitir mentalmente el texto bo, iba sentada una rata con una car- la mirada de un sinnúmero de pupilas
volverían a ver nunca tal y como lo de la inscripción que ya todos imagi- peta bajo un brazo y una mano sobre que no dejaban de danzar rodeados
habían conocido, tal y como habrían naban en el arco de la puerta de ese un frasco de lasi con la que evitaba de aureolas luminosas, donde el sudor
querido reencontrarlo. Lo expresaban otro infierno al que habían decidido que cayera; a un lado, abriendo en se hacía vapor de manera penetrante
sus rostros, sus miradas lastimeras encaminarse: dejad aquí toda vileza buena medida en dos el océano de y nauseabunda… Por las goteras del
hacia los pobres plátanos mojados y tomad, tomad para el camino que la multitud, marchaba un buey de techo, comenzaba a entrar el agua
y ruinosos que los llevaban a ver conduce a la ciudad doliente. cuyo cuerno derecho pendía un tur- de la lluvia en la que el tren ya se
aquellos carros llenos de frutas y En alguna medida, aquello revivía bante como de una percha; posada estaba adentrando como una autén-
verduras que era imposible suponer la confianza en el plan originario del sobre el manubrio del trolley primitivo, tica serpiente acuática. Habían salido
que se consumirían en el día y que viaje, que incluía llegar a orillas del iba una garza blanca que sostenía de la protección de los techos de cha-
no conseguían imaginar a dónde irían Gran Río Ganga, donde se perfilaban, con dignidad una sombrilla de encaje, pa de los andenes, llenos de miedo
a parar… ¿A los lasis y yogures? a partes iguales, la eterna y libre sa- abierta sobre la cabeza; y, sobrevo- y de renovada incertidumbre, y com-
¿A ensaladas para pobres, para los biduría del alma y la definitiva corrup- lando la murga, venía describiendo probaban que a la intemperie debía
más pobres de entre los pobres? ¿A ción física del cuerpo sometido al círculos aéreos una corneja (que cons- ya ser de noche o, en todo caso, que
los estómagos de las vacas sagradas, ardor del fuego purificador y a la te: no una mujer vampiro). El carro atravesaban una tormenta sin fisuras.
donde se pondrían cósmicamente asfixia de la humareda maloliente... avanzaba en el tiempo de otro mundo, Pasó un cierto tiempo, aún sig-
en órbita horas y horas, de los came- donde la madera y la carne se fun- sin que se pudiera ver a nadie que nado por la imprecisión en la que
llos, de los bueyes...? dían… donde la multitud sucumbía lo empujara, y tras tres apariciones habían permanecido, tal vez unos
Miraban las ropas de Fidelio, cal- a la mecánica de la esperanza y la sucesivas y cada vez más próximas, minutos, tal vez una o dos horas,
culando las fuerzas que se habían confusión se diluía sin llegar a tomar desapareció con toda su carga y acom- cuando de repente todo se iluminó
desatado… y se imaginaban el fin forma… donde la sucia corriente se pañamiento. como si súbitamente se hubiese he-
del universo. ¡Ay!, difícilmente pudiese encargaba con la fuerza de billones El taxidermista (que, a pesar de cho de día o el cielo se hubiese des-
continuar existiendo durante mucho de bueyes a arrastrarlo todo hacia los no haber sucedido hasta entonces, pejado, descubriéndolo todo como
tiempo más ese mundo del que aún mares del mundo… más allá de los cabía pensar que lo podría haber sucede cuando se descorre el telón
se mantenían a salvo, cobijados del horizontes invisibles donde se trans- perdido su obcecado intento de comu- para el comienzo del acto siguiente
inconmensurable espacio-tiempo en cribía sin cesar el moksa. Varanasi, nicarse con el mundo en su esotérico del drama… Indudablemente, habían
crisis, dentro de esa extraña, cocham- la ciudad doliente. lenguaje) seguía missing, aunque atravesado la burbuja, como había
brosa, deplorable caja. ¡Ay!, ojalá lle- Al final, Fidelio regresó hasta don- era evidente que reunirlos a todos esperado Castelo. El tren, en cualq-
gara pronto, ojalá pronto bramaran de había dejado a Castelo e insistió y ponerlos en dirección al tren había uier caso, marchaba a una velocidad
los altavoces su código específico en ofrecerle una banana. Pero Castelo sido cosa suya (para Castelo era evi- más que aceptable y nada parecía
de tres letras y cuatro números que estaba muy frustrado y apenado, apar- dente, aunque no fuera capaz de ima- que lo fuera a detener hasta llegar
lo identificaba, según figuraba en los te de que a él los plátanos pasados ginarse de qué modo lo habría con- a destino. La marcha, dando por sen-
billetes que el guía había conservado siempre le habían producido grima. seguido) y al cabo de unos segundos tado que el tren se dirigía realmente
celosamente en su poder. Tampoco los habían aceptado ni Do- el tren se puso en marcha, quizá con a Varanasi, debía ser de oeste a este.
En ese contexto, el deambular montina ni Macunaíma, gracias a lo Orlando de pie en el techo, ondeando Castelo pegó la nariz al cristal empa-
de Fidelio entre sus compañeros de cual, el propio Fidelio como también su pañuelo en señal de victoria, quizá ñado y mugriento del compartimiento

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ran se había acentuado. Domontina Domontina bajó de la cabina sin Orlando pudieron repetir hasta atibo- rejuvenecida. A veces, unas sonrisas
permanecía petrificada, mirando estu- dudarlo ni un instante y corrió hasta rrarse sin resquemor alguno. enigmáticas y un rápido saludo con
pefacta la figura que se le abalanzaba. donde se hallaban Archibalda y Macu- En cualquier caso, el sopor con- la mano atravesaba la membrana,
Pero la idea de que acudieran los sol- maína. tinuaba acentuándose, como si fuese pero era tan fugaz todo aquello que
dados y los detuvieran y apalearan —¡Vamos, vamos, ya está! Cas- la anestesia del tiempo que persistía llegaban a pensar que tan sólo se
era aún más terrorífica. Movida tal telo lo ha conseguido; parece men- en querer abandonarlos sin que lo lo habían imaginado.
vez por esa perspectiva golpeó con tira… ¡no? —dijo entrecortada para sintieran en la carne… escurriéndose Entonces procuraron relajarse,
un lado de su cuerpo al hombre, con- acabar con un suspiro delator. mientras los dejaba ahogarse con dedicándose a observar, con más
siguiendo ahogar su grito y, obligándolo Archibalda no esperó un instante el mundo, bajo aquel apocalipsis tor- o menos detenimiento y profundidad
con las manos a que retrocediera, para subir de prisa al tren, ya que lo mentoso. En los etéreos instantes (atendiendo, como es de rigor, a sus
le hizo perder el equilibrio. No se veía necesitaba, mientras Macunaíma, li- que siguieron, a nadie se le ocurrió idiosincrasias, el estado anímico y
demasiado bien, pero ambos pudieron brándola a su arbitrio en cumplimiento ir mucho más lejos de la puerta de el grado en que se encontraban des-
observar cómo el individuo se desar- del plan, corría a su vez en dirección la sala, y volvieron a sentarse, a lo piertos) los grupos fugaces y cambian-
ticulaba al dar contra la pared de la a Valentino, al que tuvo que darle una sumo, para cuchichear con el de al tes que se sucedían en el escenario;
cabina y cómo los trozos de los que palmada de aviso, dado que él estaba lado. Y los que parecieron salir de intentando incluso, en algunos casos,
habría estado compuesto —leños in- distraído mirando hacia la sala de la modorra gracias a los plátanos, algún intercambio de gestos y simpa-
dependientes, según parecía— se espera. Ambos tuvieron que arrastrar pronto volvieron a adormilarse, acomo- tías con aquellos que de repente se
habían desparramado en el rincón, y empujar a las otras dos hacia la dándose más o menos como antes. encontraban más a mano. Pero el
como si hubiesen sido descargados puerta del vagón más cercano, en el Fidelio por su parte, tras repartir los resultado no experimentó grandes
allí desde una carretilla volcada, for- que se entreveraba justamente un ovillo plátanos, hurgó por fin en su maleta cambios: una que otra sonrisa amis-
mando una pila que se desmoronó humano. Todavía pretendían llevar de la que sacó unas prendas y co- tosa, algunos cuchicheos incompren-
en seguida. consigo el equipaje (con todo lo que municó, como acostumbraba a hacer sibles y, en el límite, breves y tímidas
Castelo no esperó ninguna nueva habían ido comprando dentro, como con sus planes por nimios que estos risitas que de inmediato se emboza-
reacción y apartó los leños con la correspondía), a pesar de reiterarles fueran, que iba a cambiarse de ropa, ban detrás de unas manos oscuras
pala arrancada de las manos del in- que de eso ya se encargarían los para lo cual dijo que usaría los aseos y pergaminosas que subían instintiva-
dividuo de trapo. Luego pasó la cuer- porteadores… Por fin, todos se encon- de la sala de al lado, los destinados mente hasta la boca para cubrir los
da por el interior de la camisa del traron en el tren, o eso parecía... Como a los hombres, según él mismo había dientes existentes... pero, sobre todo,
otro, anudando los extremos a unas siempre, el menos predecible era Or- procurado informarse antes. los faltantes. Al mismo tiempo, las
salientes metálicas próximas al techo, lando... Y, sin duda, los que se habían De tanto en tanto, los intermina- miradas de soslayo que los nativos
y después de aflojar y quitar los dos transformado. Valentino, por su parte, bles y ruidosos convoyes que se su- les dirigían continuaban siendo, aun-
tornillos más flojos los volvió a atorni- sintiendo que había cumplido con su cedían cada vez a menores intervalos, que secretamente, muy desvergonza-
llar a través de las mangas, de las deber al grupo, amagó con bajarse entrando en la estación como una das, algo así como las que ellos ha-
que parecían haber huido los brazos, con la clara intención de ir en busca tromba que vomitara la tormenta, aho- brían dirigido de pequeños a los ani-
convirtiendo la ropa vacía en un espan- de la chica, pero Macunaíma, que lo gando con el estrépito que producían males enjaulados durante una visita
tapájaros colgante situado en el acce- tenía a su lado, le soltó una cachetada el golpeteo del agua y el redoble de al zoo o al contemplar a los monstruos
so a la cabina para espantar a cual- en la nuca que lo hizo volver al interior los truenos así como los lejanos de una feria de paso de siglos pasa-
quiera que se acercara con el fin de del tren de cabeza, mientras le decía bocinazos y el vocerío que llegaba dos, en todo caso, temerosos de que
entrometerse. que ya se comunicaría con ella por desde un entorno impreciso, parecían aquellos seres extraños e imprede-
Ya eran dueños absolutos de la e-mail, lo que era mucho mejor que querer romper la membrana que los cibles se sintieran molestos y los ata-
situación. La cabina y con ella el tren volver a verse recién en alguna de separaba de todo… pero la incerti- caran (eso sí: cuando el número de
habían sido tomados. las siguientes vidas y tal vez de una dumbre sólo jugaba al gato y al ratón miembros en el grupo era conside-
—¡Avisa a los demás… que su- manera completamente incompatible, con la tecnología y tras una reverencia rable... las miradas eran más colec-
ban, rápido! y no sólo con relación al sexo. y un retroceso tramposos regresaba tivas y menos cuidadosas). Tal vez

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a causa de la brevedad de su estan- una medida que le dictara un esbozo flictivamente las negras ideas que llegar a Varanasi, para pasar directa-
cia, tal vez porque fuese lo único que de premonición, una inquietud, la cons- se mezclaban con el vapor y que la mente al moksa a través de la caldera).
el tiempo permitía, tal vez debido a trucción imaginaria de lo que prometía tironeaban hacia abajo, ¡ay!, hacia Castelo fue bastante expeditivo.
que ellos, los extranjeros, de tan fuga- avecinarse). abajo, hacia donde se perdían las Se colgó de una barandilla que cru-
ces e imprecisos, de tan desleídos De ese modo, tres o cuatro inten- manchas de grasa derretidas que zaba el techo (obviamente, desbor-
para el paso veloz de los nativos por taron establecer relaciones amistosas goteaban y dibujaban garras oscuras, dante de grasa, bichos muertos y hasta
la vida, se habían convertido para con un grupo de cinco nativas que voraces, codiciosas. ¡Tal vez…, tal ese momento vivos y excrementos
estos en el equivalente a unos ador- mantenían junto a sí a sus hijos vez… de manera subliminal, acarician- bastante recientes de vaya a saber
nos rancios adicionales a los ya exis- pequeños, mujeres y niños acuclilla- do ella también la idea de un rena- qué clase de especímenes autóctonos
tentes en la sala; pinturas, manchas dos que parecían pertenecer a la mis- cimiento cercano, de una nueva vida, cuyos jugos percibió en las manos)
o cochambres viejas que por allí ma casta que el guía (porque, pen- de una nueva oportunidad que, como y, balanceándose mientras alzaba las
abundaban; lo cierto fue que, quizá saba Castelo, mientras tanto, las cas- todos, sentiría merecer! ¡Allí, donde piernas, empujó al hombre tras gol-
por ello, las miradas parecieron tornar- tas seguían existiendo en los hechos, se bate el metal, podría hallarse el pearlo en el pecho con los pies. La
se cada vez más efímeras y menos aunque estuviesen solapadas bajo secreto que Empédocles viera en sombra cayó y su cabezota dio contra
perturbadoras… aunque nunca como los eufemismos y algún que otro paria las entrañas del Etna! la caldera, revelando, por el sonido
entonces ésas no fueron más que hubiese sido aceptado como alcalde Pero no podía seguir perdiendo que produjo el golpe, la madera de
puras sensaciones y apariencias ya electo, según había escuchado en el tiempo y con dos movimientos in- palisandro, de la que sin duda estaba
que, desde la óptica de los nativos, algún momento, en algún hotel, en creíbles trepó hasta la cabina, volvién- hecha, y permaneció allí, sin moverse,
esos sahibs de medio pelo (¡oh, lejos algún paseo, o como quizá lo supon- dose para tenderle la mano a Domon- tal vez desmayado, tal vez muerto
ya de los tiempos del Imperio!) se dría..., y que seguramente debió hacer tina y asirla hasta la cabina práctica- de miedo (después de todo, Castelo
movían cada vez más lentamente, fortuna a instancias de sacar provecho mente en vilo. Dentro estaban dos era un hombre blanco que bien podía
llamando su atención aún con más mercantil de su “destino”, esto es, indolentes nativos, esperando la señal ser el mismísimo Indiana Jones, con
fuerza, y facilitándoles una observa- de la tarea profesional congénita de del jefe de estación. Sus rostros y ese sombrero de explorador del trópico
ción desprejuiciada y libre, profunda- manipular cadáveres —una de las ropas se perdían en las sombras que llevaba, y todo podía ser una pe-
mente socarrona... Sólo los más sen- posibles para “ellos”—, lo que volvería donde se camuflaban gracias al tizne lícula sorpresa de Bollywood en la
sibles del grupo experimentaban la a demostrar que lo que repugna, lo y la mugre que los manchaban, y ape- que él sería un ocasional protagonista
sensación de estar volviéndose figu- que no se puede comprender, lo im- nas atinaron a mirarlos sorprendidos y había que intentar hacer un papel
ras incorpóreas para aquellas gentes perfecto, lo que unos llaman insonda- desde las pupilas negras que bailotea- acorde con lo que se esperaba de
y sintieron la necesidad de volver a ble y otros dicen que lo mejor es no ban nerviosas en el blanco impoluto un extra), quizá lisa y llanamente inerte
materializarse para ellos, aunque fue- hablar de ello… siempre hallará una de los ojos suspendidos en el aire como un ser que hubiese perdido el
se como objetos o presencias raras. cobertura racional que sirva a la cons- nutrido de ceniza. espíritu que le habría sido insuflado.
Su sensibilidad estaba tan desarrolla- trucción de una identidad digna... o —¡Quiénes son ustedes…! ¡Sal- En cualquier caso, el cuerpo se dobla-
da que sufrían la misma afección que segura, sensata, limítrofe con la te- gan de aquí de inmediato! —exclamó ba siguiendo el ángulo que formaba
se les solía atribuir a los fantasmas meridad en todo caso…). uno en un inglés macarrónico (Jur la pared de la caldera con el suelo,
condenados a vagabundear sin ser Las habían descubierto de pronto yu? Goiagüei fromhir, imitiali…), avan- como si se hubiese tratado de una
notados. (En realidad, Castelo era a su lado, sin atreverse a negar o a zando con la pala en la mano, sin marioneta de trapo con cabeza y
propenso a experimentar tales esta- afirmar que estaban allí desde que que Castelo ni Domontina pudieran extremidades de aquella dura madera.
dos de zozobra, pero esta vez, acomo- llegaron o se acomodaron en la sala comprender lo que había dicho (aun- El otro alzó las manos en aparente
dado en su silla, se dejó llevar por luego, confirmando de este modo que lo interpretaron como una ame- señal de rendición… pero enseguida
otra de sus conductas habituales: que los nacionales en realidad se naza propia de la bruja de Hansel salió de la penumbra lanzando un feroz
tomar en consideración los pequeños sucedían unos a otros, en número y Gretel que les estaría prometiendo bramido que se debió escuchar en
detalles para fabricar con ellos elabo- y edad variables, sin duda debido el fuego al que, si no reaccionaban, todo el andén, alertando a los guardias
radas especulaciones. Tal vez como a la constante y creciente llegada podían ir a parar mucho antes de de los garrotes; el peligro de que actua-

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me pregunto: ¿por qué me quieres? del Cáucaso miles de años antes, de trenes; trenes que entraban, per- cada vez más amplios entre latido
Pero mejor lo dejamos para otro mo- o hubiesen traicionado a su sangre manecían sorprendentemente poco, y latido de sus corazones, entre par-
mento; ahora lo que toca es actuar. por cuestiones ideológicas, como esos apenas unos minutos, desde el punto padeo y parpadeo, entre movimiento
A todo esto, Valentino había or- intocables o parias que asomaban de vista de los occidentales, y salían y movimiento, entre una asociación
ganizado lo de los porteadores y re- las cabezas y agitaban los brazos. de inmediato casi sin un aviso distin- y la siguiente… dándoles lo mismo
cogido a la Familia en un frasco de Se detuvieron, como estaba pre- tivo, solapando sus pitidos con los que esas caras cetrinas y esas ropas,
lasi, y ya estaba convenciendo a Mar- visto, a la altura de la locomotora. de toda una decena, unos aproximán- ya de colores vivos como blancas,
festela y Sarubia. Macunaíma, mien- En los tableros colgantes del andén, dose o entrando, ellos saliendo y de- fueran las de hacía un momento u
tras le contaba a Archibalda la historia se leía “Varanasi” y muchas otras sapareciendo; trenes que habrían otras que veían por primera vez, hu-
por segunda vez, explicándole por cosas que debían tener que ver con venido a esperar como ellos espera- biesen estado ante ellos unos segun-
qué no tenía que correr a los aseos las diversas posiciones espacio-tem- ban el suyo, con la diferencia de que dos o desde el principio de los tiem-
como pretendía a cada rato, la iba porales y de número relacionadas aquéllos llegaban enseguida y partían pos, los observasen o no, de una o
arrastrando del brazo para situarla con el hecho. Aunque poco importa- cada vez más pronto, dejando las de otra manera…
en el lugar acordado. Orlando, entre- ban los detalles, todo indicaba que vías libres a las ratas, que salían a Tal vez el tren que estaba des-
tanto, seguía buscando por todas habían tenido algo de suerte. Y no ocuparlas en el acto hasta la siguiente tinado a ellos fuese un tren especial,
partes y ya no se sabía dónde se había que desperdiciarla. El plan ya aparición del mismo u otro monstruo pero el retraso superaba ya toda me-
había metido. palpitaba desbocado en sus pechos. igualmente metálico y escandaloso dida. Aunque fuera lo previsible, in-
Un redoble de mil palillos sobre La locomotora parecía salida de e igualmente abarrotado de nativos, cluso lo que se considerara natural
quinientos tambores sacudió las cha- una historia de Rudyar Kipling; negra, extraordinariamente familiarizadas allí.
pas del techo. Sólo faltaba que aquello humeante (nada que ver, por descon- ellas con aquel trajín, siempre en bus- En la primera reaparición del guía
se derrumbase sobre las vías impi- tado, con la del Heritage y ni siquiera ca de las provisiones que para ellas desde que se había ausentado des-
diendo la entrada del tren. Pero no con la del Palace on Wheels), cubierta habrían podido dejar en la vía los pués de acomodarlos, alguno lo detuvo
pasó nada y cuando ya estaban a de lianas, hojas de palmera y cásca- vagones y sus solidarios ocupantes… y lo obligó a sentarse a su lado para
mitad de camino se encontraron con ras de plátanos, como si hubiese te- Valentino, el mayor de los hijos hacerle en inglés una pregunta cierta-
un tren que comenzaba a detenerse, nido que desbrozar la selva, además biológicos de la Madre, observó igual- mente extensa acerca del Ganga y
ahogando el tamborileo y el gorjeo de mil pegotes de origen más incierto, mente Castelo desde su atalaya, con- Varanasi. Él accedió dócil pero con
de los pájaros con un chillido feroz indescriptibles, innombrables, repug- versaba entretanto con una americana brevedad, demostrando un esforzado
del acero contra el acero y varias nantes. que había aparecido por allí con su interés en comprender la pregunta
ráfagas de silbidos. Los altavoces Con todo, Castelo se imaginó mochila al hombro. Los demás se- con la máxima precisión, aunque res-
tronaban, pero quién podía saber a Ana Karenina justo delante de las guían algo adormilados y muy de pondiendo al fin algo que no se corres-
lo que decían. Domontina y Castelo grandes ruedas de hierro, con la som- vez en cuando sonreían entre boste- pondía con ella… y huir de inmediato
no se entretuvieron y corrieron para brilla blanca de Purpurina o de la zos, sin que hubiera una razón visible en cuanto lo hizo. Domontina le dirigió
cubrir los últimos diez metros… Mien- dama del perrito evolucionando entre que lo motivara. una mirada al pasar y con ella lo de-
tras lo hacían, la gente se arremolina- sus manecitas nobles, mientras el En cualquier caso, ésa fue una tuvo. Aksharma comprendió que se
ba acicateada por esa carrera, tal vestido se le arremolinaba y se man- fase transitoria más de la prolongada lo estaba interrogando y, como si tirara
vez pensando que ellos debían hacer chaba de grasa al golpear la barra espera. Por fin, hasta los más activos de un manual de instrucciones, repitió
lo mismo para no perder algún asiento de acoplamiento que comenzaba su volvieron a apagarse y dejaron de la justificación exculpatoria que había
libre en esos vagones sin aire acondi- paulatino sube y baja ondulante al hablar entre ellos hasta de las pe- dado cuando le preguntaron durante
cionado y ventanas enrejadas propios ritmo de la insistente rotación del ci- queñas cosas para esperar en silen- el desayuno (o la merienda) por qué
de documentales del Tercer Reich, güeñal. La veía indiscutiblemente cio, en una especie de limbo hacia salían del hotel con tanta antelación.
transportadoras de seres humanos, seducida por el envolvente batir del el que parecían viajar allí sentados “Como os dije”, señaló con amabilidad,
judíos, gitanos y otros indeseables acero de aquellas ruedas sobre el en hilera. Todo seguía yendo más “ahora (¿como un acto de rebeldía
que no proviniesen fehacientemente hierro de los rieles, acariciando con- lento dentro de ellos, con intervalos contra el viejo Imperio?) los horarios

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son aproximados; los retrasos, así co- dos a alguna recóndita experiencia más, aquí no parece que los trenes se le ocurra meterse en los aseos.
mo los cambios de vía y andén, very cuyo recuerdo las incongruencias estén “rigurosamente vigilados”... Tú y ella en el centro, Valentino y
very common”, e incluso podían pro- que se sucedían habían despertado —¿Y las chicas? Ellas parecen Orlando se quedarán a la cola al vol-
ducirse cancelaciones imprevisibles, en su memoria, seguramente reflotan- no haber notado o sufrido nada… ver. Nosotros vamos ya misma hacia
causadas por accidentes de cualquier do un sentimiento de culpa... Claro Pensarán que hemos enloquecido. el extremo del andén, aproximada-
tipo, o variaciones considerables del que también podía estar sufriendo —¡No parece que lo notarás tú, mente donde se detendrá la próxima
horario, debidas a “otras necesidades”. ante la perspectiva del inminente (¿lo ni siquiera con lo que le sucedió a tu locomotora. Atended al aviso, no nos
Esto significaba, añadió —con un pro- sería de verdad?) alejamiento del madre y tu familia! Hum..., está claro perdáis de vista...
gresivo y sutil sarcasmo—, que incluso hogar (Agra era la ciudad en la que que cada uno intenta ver las cosas Por fin, todos en una u otra me-
podían ser llamados a tomar un tren vivía), donde vaya a saber cuántas como más cómodo le viene... —dijo dida, se sintieron con fuerzas para
enviado antes de tiempo, en sustitución cosas podrían suceder en su ausen- Macunaíma con bastante retintín—. lanzarse “de perdidos al río…”, como
del que les habían asignado, gracias cia. Al verlo así, acabaron ignorán- Pero... habrá que intentarlo. No sé dejó clarísimo el taxidermista, volvien-
a que los asientos y literas se reser- dolo, conservando a duras penas lo que ha pasado ni dónde estamos do a presumir de su dominio del re-
vaban con suficiente antelación. Las la esperanza de que estuviese en atrapados, pero coincido en que de franero español y del sentido de la
historias del guía, una vez más, resul- condiciones de avisarles cuando los esto hay que salir como sea. Y también oportunidad.
taban un tanto alambicadas (y, para parlantes anunciasen la inminente creo que si continuamos esperando —¿Cómo piensas hacerlo? —le
la pareja holmesiana, un tanto esca- entrada en la estación del tren que acabaremos mal… Yo acepto el plan dijo por fin Domontina a Castelo mien-
brosas y malintencionadas). Todos coin- les correspondía, de modo de poder si nadie ofrece otro mejor. tras avanzaban.
cidían en que las traducciones que prepararse para abordarlo a tiempo. —A las chicas las tendremos que —Con la cuerda de colgar la ropa
hacía de sus pensamientos al inglés Con todo, la sensación de que engañar para que vengan con noso- que trajimos… La llevo en la mochila
para expresarlos no parecían estar llevaban allí una eternidad siguió acu- tros —puntualizó Castelo completa- de la cámara. Y también cuento con
muy en correspondencia entre sí, del ciándose. La noche, o la tarde de mente imbuido de un espíritu prose- la navaja-destornilladora que le pedí
mismo modo que las traducciones que lluvia procelosa igualmente oscura, litista—. Les diremos que el guía va a Archibalda en el autobús en cuanto
haría de las preguntas de sus interlo- parecía una única fase de una esta- delante, dando por sentado de que nos metimos en la niebla: intuí que
cutores, y tal vez no era sino eso lo ción polar o un invierno nuclear donde lo seguiremos en fila, y que deben habría de necesitar una herramienta.
que los confundía. De modo que opta- cabían varios días con sus respectivas apurarse porque el tren partirá de —Hum, esto no va a funcionar…
ron por dejar de hacerle más preguntas. noches… En algún momento, las nece- inmediato sin esperar a nadie. Voso- —Espera y verás… —dijo mien-
En cualquier caso, parecía ser cierto sidades comenzaron a apretar y varios tros dos, Valentino, Orlando, si os tras se calaba el sombrero a la ma-
que no había un horario definido, y que comenzaron a reaccionar con inquie- parece bien, encargaos de ello mien- nera de Indiana.
por ello los altavoces bramaban cons- tud y desasosiego, sin saber muy tras nosotros nos hacemos con la —No va a funcionar…
tantes indicaciones en el idioma oficial, bien qué hacer. locomotora. Dadles unas rupias a —Teniéndolo tan claro, no sé
que luego se repetían en inglés, y que En ese momento, la Madre se los porteadores para que carguen cómo has venido conmigo… ¿Estarás
tal vez hicieran las veces de rectifica- dirigió al grupo para comunicarles todo el equipaje en el primer tren siempre en guardia y desconfiando
ciones pragmáticas: número de tren, un descubrimiento extraordinario. Por destinado a Varanasi, segunda clase, de los demás... o el problema es otro?
horario, andén, número de tren, hora- lo visto, en una de sus inquietas incur- literas...; ya lo localizaremos como —A ti hay que supervisarte. Vas
rio… siendo las últimas las que debían siones o, tal vez, como consecuencia sea al llegar..., aunque eso ahora demasiado seguro de todo… Además,
ser tomadas en cuenta, por lo que —a- de una información que le habría trans- no es lo más importante... Valentino, no iba a permitir que formases equipo
ñadió ufano— él estaba especialmente mitido Fidelio (que a su turno debió Orlando, tenéis diez minutos para con alguna de otra…
atento. averiguar, preguntándole obviamente reunir a los despistados... y demás. —¿“Seguro”…? Yo no lo diría
Poco después vieron a Aksharma al guía, cuáles eran los aseos donde Macunaíma, mira, Archibalda viene de ese modo. Sólo es sentido de la
meditar solo en el andén, ensimisma- debía cambiarse de ropa, es decir, hacia aquí, parece más despejada, responsabilidad. Y si nadie hace nada,
do, por lo visto, en oscuros y apesa- cuáles eran los “de hombres”), había explícale cómo están las cosas y dile más aún… se dispara. Está claro que
dumbrados pensamientos, quizá debi- dado con la sala masculina de segun- que, por más ganas que tenga, no me quieres diferente... Por eso a veces

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aceptar que esa era la realidad que Al fin, tras unos segundos de si- da clase, que, aseguraba “era otra que podía continuar allí un poco más
se desarrollaba con o sin sentido para lencio que en una repentina ausencia cosa” —lo cual explicaba, con pre- en procura de lo que pretendía, que
ella. Valentino, por su parte, miraba de convoyes volvieron a dar prota- cisión, que fuera exactamente “otra no se diera prisa, que le guardarían
a Castelo de lado, con la mandíbula gonismo a la tormenta, a los pájaros cosa”; en concreto, la sala de la pri- un asiento. Y, con grandes aspavien-
descolgada, y Domontina, con su y a las carreras sin concierto de ratas mera subclase de la segunda clase, tos danzarines, comandó el traslado
mejor cara inexpresiva, volvía a tomar entre raíles y traviesas, Macunaíma como habría dicho Groucho Marx, a tierra prometida de la familia de
nota: Castelo, le parecía, y creía inter- dijo: y que los británicos no vieron con los Valentinos, a la que se sumaron
pretar que Macunaíma pensaba en —Está bien, puede que no nos desagrado instalar, en sus gloriosos el hijito adoptivo de la Madre, rebau-
el fondo de igual modo, se había pasa- quede otra alternativa... ¿Pero cómo días del Imperio, para “contentar a tizado Querubín, porque a su criterio
do de la raya, abriendo las compuer- vamos a hacerlo? No nos dejarán… los nativos” con algo indudablemente docente era lo que mejor le iba, y
tas a una tormenta de sangre y de hay soldados armados con fusiles “sensato”...—. (Sólo en ese momento, Recato, que, más allá de las comodi-
fuego de la que al cabo habrían de y guardias con palos largos por todas el propio Castelo, con toda su perspi- dades (ronquidos nocturnos incluidos),
arrepentirse. partes… ¿Habrás pensado también cacia, comprendió por qué estaban prefería seguir junto a su compañero
Sin embargo, Castelo se sintió el final de la historia o es que...? rodeados en exclusiva por mujeres de cuarto, Fidelio, que ya debería de
impelido a añadir un poco más de —La propia burbuja nos ayudará. y niños…, y por qué en esa sala todo estar allí, esperándolo con ropas se-
leña al fuego: Su inercia nos protegerá del mundo era de cuarto, más que de tercer or- cas y guardando los asientos con
—La locomotora romperá la piel del que nos quiere expulsar… den... ¡Claro, se dijo, por eso estaban firmeza taurina. Era evidente que la
de la burbuja... Pero luego el tren —¡Ja, ja, ja…! —exclamó Orlando allí, juntos al margen del sexo de cada Familia estaba ya adquiriendo la di-
tendrá que mantener una velocidad poniendo caras raras—. ¿Y si nos uno, de manera “más aceptable” de mensión de un clan, tal y como preten-
promedio superior a la de su creci- explota en las narices? Además, yo lo que lo estarían en la sala contigua!, dían los planes docentes. Y era tam-
miento... sin mi chica no me voy, aunque se ya que, ¿cómo disuadir a los sahibs bién evidente que a la Madre no le
—¿Cómo puedes contar aquí con haya convertido en un diablo con cola —al menos mientras las relaciones importaba que la presencia suya fuera
garantías de profesionalidad...? —ter- y cuernos… de equilibrio les siguieran siendo fa- mal vista por todos esos “hombres
ció Domontina—. Con las “instalacion- —¡O en un murciélago! ¡Vaya, vorables— de permanecer juntos…, del Tercer Mundo”..., que no le impe-
es eléctricas” que tienen, como las Orlando, por cierto, antes al pasar es decir, mezclados...? Y pensó que, dirían entrar y permanecer, por mucho
que vimos en todas las esquinas, no creí ver a Colmilla en un rincón, col- por suerte, Domotina, reluctante a que lo quisiesen imponer sus dioses.
se puede descartar que el tren se gando de una viga boca abajo…! Sus todo lo que viniera de “la maestra”, O que ni siquiera pensó en ello, dado
detenga durante la noche en mitad orejas puntiagudas eran inconfundi- no se había detenido a pensar en que a ella, como diosa de “La Razón”
de la nada… por falta de leña o por bles… eso, porque de lo contrario... habría que era, no le cabría en la cabeza
la pérdida de algún tramo de vía... Orlando hizo una mueca escép- sido ella la primera en cambiarse, poner en duda lo que había aflorado
Aquí, hasta las escobas de las brujas tica que le deformó la cara una vez como un acto de reivindicación de a ella como “lo bueno” y “lo justo”.
pueden caer a tierra de improviso, más; indudablemente había imagina- “la Mujer”, y claro, del único modo —Es obvio que esa mujer sigue
fulminadas por alguna súbita interrup- do la escena y eso le había causado posible: pasando a formar parte del las pautas de una antigua saga —le
ción de la energía. O puede que acabe verdadero asco y rabia, y se sintió mundo de “los Hombres”). susurró Castelo a Macunaíma, que
en el centro de la tierra a través de impotente ante el burlador. Contra De modo que había venido a com- se encontraba cerca de él en ese
un socavón… O que nos meta en otra las expectativas de Castelo, la mali- partirlo generosamente con todos instante, quien lo miró inquisitiva y
burbuja... y se quede circulando den- ciosa provocación de Valentino lo para que se trasladaran: “Al menos”, un tanto estupefacta—. La saga de
tro... ¿Acaso haya alguna ley de la había acobardado al proporcionarle señaló al ver lo amodorrados que “los hermanos jurados”... —continuó
Razón que lo prohíba? ¡Todo lo con- la imagen que él mismo se había estaban todos como para secundarla, casi para sí mismo—. Es evidente
trario: la Lógica dice que, puesto que compuesto hacía tiempo. “eso es lo que vamos a hacer nosotros que responde a la costumbre celta
hay una, no tiene por qué dejar de —La burbuja... —continuó Caste- ahora mismo”, indicándole con un del fóstri.
haber al menos otra, y que, si son lo— hará que nos vean como fantas- gesto a Valentino, el mayor, “el orga- —¿El fóstri... y eso qué es? —ex-
burbujas, deben ser esféricas...! mas deambulando sin rumbo. Ade- nizador”, “el guapo de la Familia”, clamó Domontina, en voz lo suficien-

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temente alta como para que la Madre marcado un bailecito repentino, conci- una y lo otro son nuestros dos atrac- —Lo único que le interesaba a
la escuchara y se volviera como dispa- tando la atención risueña y hasta fes- tores! Pero, como dijo Valentino... él era alcanzar el moksa —reconoció
rada por un resorte, a punto de lanzar tiva de los nativos que iban y venían —retomó el hilo de repente, incapaz Valentino.
llamaradas lacerantes por los ojos. como simples siluetas fantasmales. como siempre de dejarse algo en —Por eso, amigos... por eso...
Castelo se volvió de inmediato, Por lo visto, aquello había logrado de- el tintero—, nuestro tren podría no ¡tenemos que abordar un tren..., cual-
sin poder dejar a Domontina expuesta, morar la salida de los trenes que esos llegar nunca porque, simple y llana- quiera, el primero que se detenga
e hizo como si estuviese ocupado en pasajeros se dirigían a abordar. Aun- mente, pase, o haya pasado ya, de en la estación con dirección a Vara-
otros menesteres, mirando al techo, que no demasiado. Orlando dijo haber largo, y sin que podamos ni enterar- nasi, y secuestrarlo!
a una nativa que con los dedos le ex- visto cómo, mientras ella evolucionaba nos. Me refiero a que podría haber —¡Yo me apunto: ya verán esos
purgaba los mocos a su niño pequeño en círculos, aquellas siluetas fantas- tomado una curva externa a la burbu- fumadores de guano! —rebuznó el
para sacudir la mano luego, hacia el males acababan despedidas hacia ja, bordeándonos a una distancia taxidermista, poniendo en alerta a
suelo, para desprenderlos... la periferia, como si las expulsara un dimensional y espacio-temporal que Castelo. “No”, pensó, “no es lo más
—Sh... ya ves; se ha dado cuen- torbellino con vórtice en el centro de nos resultaría infranqueable, detenién- indicado”.
ta... Ella lo sabe; sabe perfectamente la danza, y terminaran engullidos por dose, en todo caso, en una estación —¿Por qué... no...?
de qué hablo... Lo lleva en la sangre; las puertas y las ventanillas a la vez paralela a ésta, situada en el mundo ¡Vaya!, era evidente que había
una especie de sangre gitana... Res- que el tren escapaba de allí como una del que estamos siendo separados... recibido su pensamiento (¡un fenóme-
tos de los tiempos remotos en los que tromba que en un instante se perdía y que, si optáis por ello, acabaríais no que sólo experimentaba de tanto
los indoeuropeos eran asiáticos y se en la tormenta. contemplando desde las vigas, agi- en tanto con Domontina!), aunque
separaron para ir unos al este y otros No obstante, no podía ser que tando las alas y trinándole a la lluvia, Orlando mostraba no haberse dado
al oeste. Restos que se reflejaron en el problema afectara al mundo sino o mugiéndole a su paso desde el cuenta y parecía considerar, simple-
las sagas... a ellos. Castelo, Domontina y Macu- campo, o arremolinados entre las mente, con su atolondramiento habi-
—La Saga de Gínsli y Súrsson naíma estaban convencidos. Que traviesas y las vías como ratas asus- tual, haberlo oído... ¿Cuestión de idio-
—dijo aproximándose Macunaíma, los nativos aparecieran y desaparecie- tadas... sincrasia, de mutación en ciernes o
que, como aclararía luego, también ran en cuestión de segundos, dejando Macunaíma dio un salto manifies- un efecto insólito más de la burbuja?
había estado en Islandia..., “aunque apenas una estela, un perfume de to y fue a parar de cabeza al bote. Y evitando mostrarse sorprendido le
no creía que el mismo verano en el especias, una mirada furtiva, un grácil —Pero, por si fuera poco, nunca dijo:
que hubiese ido Castelo...”, agregó gesto de despedida con la mano, una llegaríamos a saber que se tratara —Te necesito en la retaguardia,
también, por si acaso, cuando Domon- sonrisa un tanto socarrona… antes del nuestro. Porque, ¿quién tiene el amigo... Allí es donde la batalla será
tina replicó que ella nunca había es- de perderse en el oscuro interior de modo de saber cuál es nuestro tren...? más dura...
tado allí... los vagones, tras las rejas de los ven- Amigos míos, estamos convencidos El taxidermista, no obstante, no
Pero Castelo prefirió dar por zan- tanucos sin cristales... debía obedecer —y miró con dulzura a Domontina— abandonó la excitación que lo había
jada la cuestión. a que eran ellos los que se estaban de que el guía no tenía el menor in- inflamado. Con el pañuelo azul y rojo
—El clan ya es sólido. ¡Ése es perdiendo. Como en El mundo inverti- terés en abandonar Agra y que por ceñido a la cabeza, su rictus amena-
el plan! do, señaló Castelo: “No nos podemos eso no quería que saliésemos de la zante era propio de un facineroso
Al rato, Orlando, que en aquel confundir como ellos”. Orlando acaba- estación..., al menos tal y como éra- trastornado dispuesto a recorrer las
momento estaba en la entrada, ob- ba de verlo por sí mismo, pero insistía mos al llegar a este mundo..., cosa calles atestadas de la India con ansias
servando el ajetreo que se desarrollaba en atribuirlo a la colitis que había es- que para él... no merecemos conser- de embalsamar peatones. Macunaí-
en los andenes, vino con la noticia tado sufriendo todos esos días, como var. ma, que hasta ese momento parecía
de que la Madre, cuando se encontraba sostenía Colmilla, su pareja. “No”, —¡Exacto: se ha llevado los bille- ser la única que había disfrutado con
justo a mitad de camino, atacada por dijo Castelo, sin poder evitar renunciar tes! —dijo Domontina, sumada por lo que debía creer una buena broma
lo visto por el ya conocido cosquilleo él tampoco a las conclusiones a las fin del todo, o casi del todo, al plan... o una buena fantasía, borró de su
que le solía dar en las piernas, como que había llegado, por mucho que lo que provocó un hondo suspiro de rostro la sonrisa y permaneció perpleja
ya se había manifestado, se había indispusieran a su querida Domontina, alivio en Castelo. y cavilando. Estaba comenzando a

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apropiado, pero en cuanto estuvieran —¿Y si nuestro tren pasó hace “no es cuestión de platanitis ni de quien había sugerido la expedición
lejos de todo ese galimatías inaudito tiempo sin que nos diéramos cuenta… retortijones, ni nada derivado de la conjunta, como acusándolo de llevar
intentaría explicárselo: en ese instan- —dijo Valentino, con vistas a cubrir química o de la biología; el tiempo las cosas demasiado lejos. Por fin,
te, Castelo había acariciado la idea todos los huecos que pudieran poner del mundo, de este mundo, nos está los cuatro llegaron juntos hasta la
peregrina de convertirse en un profeta en peligro lo que fuera que debía ser dejando atrás a una velocidad crecien- zona que hacía de antesala a la más
con arraigo, para lo que construyó organizado—. Si fuera así, no llegará te, y si no hacemos algo pronto, aca- interior de los wáters ocultos tras una
mentalmente un episodio en el que nunca... baremos perdiéndolo y perdiéndonos de sus paredes y Macunaíma se ade-
regresaba a ese país psicodélico y, —Todo esto es demasiado compli- para siempre. No olvidéis que el aero- lantó un poco, llamándola por su nom-
tras dejarse la barba, aprender a an- cado… —dijo Orlando, no necesaria- puerto y los aviones para volver están bre con una pizca de angustia e
dar descalzo sobre lo que fuese y mente con referencia a lo anterior, allí...”. Domontina recurrió a Macunaí- incertidumbre.
vestirse con las ropas apropiadas, ya que en ese momento estaba mi- ma en busca de complicidad: todo —¡Vaya, cómo huele: diría que
elaboraba un mito que le permitía rando al techo, como si buscara algo eso era una fabulación. Sin embargo, a leña y carne chamuscada! —co-
conquistar la lealtad de los cuatro entre las vigas. algo extraño sucedía, y fuese lo que mentó mientras metía la cabeza para
incondicionales requeridos para co- —¡Sin duda, sin duda, cabría muy fuese, había que hacer algo, ¿pero llamar luego, con notable aprensión—:
menzar… Y ante aquellos cuatro pa- bien que fuera así! —aprovechó Cas- qué? “Para empezar: no abandonar- ¿Purpurina…? ¿Va todo bien?
res de ojos abiertos como platos que telo, un poco malhumorado por las nos, no claudicar...”, dijo convencidísi- Un batir de grandes alas golpean-
esperaban su respuesta, tomó aire dificultades, pero aceptando estoica- mo Castelo (lo que gustó bastante do contra las paredes de uno de los
con la intención de soltar el finale... mente el reto que ponía a prueba a Domontina, provocándole cierta apartados fue la única respuesta des-
—¡Esos cabrones nos quieren su habilidad proselitista al tiempo que perplejidad). de el otro lado del murete. Entonces,
esclavizar por haberles hecho fotos! aprovechaba, como de costumbre, No pasaron más de unos minutos obligándolos a retroceder y hacerse
—volvió a interrumpirlo Orlando de para ajustar y ampliar su tesis, de para que Castelo pudiera señalar lo a un lado para dejarla pasar, se aba-
repente, obligando a Castelo a volver- modo de incluir la posibilidad que que llamaría “la primera deserción”. lanzó fuera una enorme garza blanca
se asustado, creyendo que había re- Valentino había introducido—. ¡Muy —¿Dónde está Purpurina? ¿Aca- que corrió alborotada hacia el andén.
buznado un burro—. ¡Eso fue lo que buena observación, Valentino; menos so se reunió con la Familia? Reaccionaron enseguida, a pesar
le pasó a John Lennon y a los hippies! mal que no te fuiste con los tuyos! —Yo no la vi salir... —dijo Macu- de la sorpresa, y la siguieron a la
—Está a la vista... sí... —continuó Si nuestro tren estaba suficientemente naíma. carrera mientras los demás los mira-
Castelo, al darse cuenta de que lo lejos cuando llegamos aquí, posible- —Yo juraría haberla visto entrar ban inexpresivos, desde la somnolen-
miraban como a un loco al que no mente saliendo de Calcuta, quizá en los aseos hace… hace… —No po- cia y el desdén. A todo esto, la garza
había cómo ni adónde seguir—. ¡Ne- de Katmandú…, o si se hubiese dete- día precisarlo, ninguno era capaz de había atravesado la puerta de la sala
cesitamos algo más rápido que nues- nido o retrasado por encima de un hacerlo, pero era posible que fuera y ya estaba en el andén, al borde
tras piernas o las de cualquier cuadrú- determinado punto, podría haber te- apenas unos momentos antes. del hueco de las vías, indecisa entre
pedo! ¡Y que tenga la potencia sufi- nido problemas para acercarse, si- —Y no salió, ¿verdad? —insistió dejar caer la sombrilla blanca que
ciente como para romper la piel de quiera tangencialmente, a la burbuja... Castelo. todavía sostenía bajo una de las alas
la burbuja! ¡Necesitamos un tren..., ¡Sí, también eso podría suceder: que —Hum, iré a ver si tiene algún o batirlas y abandonarla allí. Se agol-
una locomotora enorme...! se parezca al magnetismo! Si os ha- problema —dijo Macunaíma levantán- paron tras ella pero se detuvieron,
—Pero nuestros billetes sólo pue- béis fijado, los trenes que entran en dose. sin animarse a tocarla, al no saber
den servir para un tren concreto y la estación tienden a ser expulsados —Vamos todos… No vaya a ser… nada de pájaros y de sus reacciones.
unas literas concretas, las que tene- cada vez más pronto de nuestro en- —Pero Macunaíma los detuvo con —¡Purpurina! —le gritaron a pe-
mos asignadas; esto no puede ser torno cercano… expulsados o recha- el gesto severo de quien sabía bas- sar de todo, pero la garza, ignorándo-
de otro modo ni en este país ni en zados… ¡Los trenes y los indios tienen tarse sola y no le sentaba nada bien los o temiéndoles a su vez, como a
ningún otro, y menos con un sistema la polaridad de la burbuja y nosotros la que eso no quedara perfectamente todos esos occidentales, soltó por
ferroviario heredado del Imperio —sos- contraria... algo que, dicho sea de paso, claro mientras los otros dos miraron fin la sombrilla blanca, “hundió la ca-
tuvo Domontina. debemos aprovechar, dado que la estupefactos e indecisos a Orlando, beza entre los hombros” y, batiendo

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las alas con fuerza “hacia adelante” La llegada y la partida de los tre- a pesar de todas las vacunas exis- pertenece el guía..., y sin necesidad
se lanzó a volar hacia las nubes. En nes eran cada vez más rápidas y su tentes o que pudieran fabricarse o de que me reitere acerca de la exis-
cuestión de segundos, Purpurina permanencia en los andenes más desarrollarse en Occidente... En nues- tencia de un complot tercermundista
atravesó las aberturas que remataban fugaces, el andén continuaba alimen- tro caso, además, a diferencia de en y cosas por el estilo que la mayoría
el techo del andén, donde comenza- tándose de grupos que bajaban sin El mundo invertido, ¡ah!, ¿no lo habéis prefiere desestimar por aquello de
ban a montar guardia unos extraños cesar por las escaleras, la mayoría leído…?, ¡bah!, no importa, ya os “la mala conciencia”… —y miró a
pájaros negros que apenas se aparta- para acuclillarse unos instantes en lo contaré alguna vez, no cabe mante- Macunaíma de reojo, viéndola fruncir
ron lo suficiente como para dejarla uno u otro sitio, para desaparecer a nernos en el “Óptimo” sobre la base el ceño, mientras Orlando daba un
pasar hacia las nubes negras y la expensas de nuevas materializaciones, de un trabajo sin sentido, como des- paso con aparentes muestras de que-
masa ingente de agua que la engu- sus siluetas sin apenas volumen, re- montar y montar raíles de atrás hacia rer fundirse con él en un abrazo so-
lleron al momento… De inmediato, cortándose cada vez más planas entre adelante en espera de un milagro... lidario—, lo que me atrevo a garantizar
más pájaros negros se aposentaron las demás, como cartones perfilados Aquí, permanecer inmóviles y a la es que, para conservar el aspecto
en aquellos huecos así como en las a contraluz. Los pasajeros nacionales expectativa, esperando un milagro, y las facultades que consideramos
vigas próximas que servían para sos- (y tal vez de algún que otro mochilero sólo nos puede conducir al moksa, superiores y apreciamos tanto, sólo
tener las chapas onduladas de los adaptado de algún modo a ese mundo, a ser seducidos por la llamada del cabe que nos alejemos lo antes y
techos. Se multiplicaban como si de vaya a saberse desde cuándo) subían upliftment; es decir, del éxtasis… lo más rápido posible, con inteligencia
cada uno que se posaba nacieran y bajaban en cámara rápida, dando —¿Éxtasis? —exclamó Orlando y valentía, del epicentro del fenómeno
enseguida dos copias, una a cada tan poco tiempo para distinguirlos que en un rapto participativo que en otra que es esta estación de Agra... antes
lado, sumándose al gorjeo desaforado parecían ser los mismos los que subían ocasión habría conseguido arrancar de que nos lleve a una situación infran-
y ensordecedor, sumiendo a la esta- o bajaban hacia adelante que los que algunas sonrisas—. ¿Éxtasis? ¡Pues queable... como... como la que experi-
ción entera en un creciente y podero- hacían lo contrario hacia atrás a instan- mira, sabes cómo te lo digo… será mentó el mencionado “mundo inver-
so griterío que recordaba la famosa cias de un rebobinado hecho efectivo, eso, seguro! ¡Cosa del cannabis, sí tido” cuando llegó al mar Océano...
película fantástica de Hitchcock, don- enormes maletas y grandes fardos señor! ¡Del canuto, sabes cómo te ¡Oh!, bien, alguna vez os lo contaré,
de al menos acababa volviendo todo sin volumen evidente desaparecían sin lo digo, el que te debiste fumar con si la ocasión lo permite... En cual-
al comienzo con la misma falta de explicación por entre piernas y brazos algún gurú de Pushkar…! ¡Vaya: este quiera de los casos —insistió—: “Awa-
sentido con la que aquello había co- o junto a mil diversos bultos por huecos tío flipa cosa fina; y además se lo ke, arise or be for ever fall'n”, como
menzado, porque ni tras aquella absur- inverosímilmente pequeños y estrechos monta en inglis, como para que nos dijera Milton.
didad dejaría de olvidarse el miedo. que se abrían y se cerraban en milési- enteremos! —Y de inmediato se volvió —Bien, dejando de lado que se
¿Acaso oficiaban de coro de los cielos mas, tal vez para volver a sus dimen- a sumir en hoscos pensamientos, hayan trazado planes maléficos contra
tempestuosos saludando la llegada siones originales una vez del otro como si sólo hubiera sido arrancado nosotros, y no digamos que “tercer-
de aquella reina blanca a sus domi- lado... Los rostros de la muchedumbre de una pesadilla a causa de una mala mundistas” —dijo Macunaíma, con
nios…? ¿O estaban allí a modo de se hacían indistinguibles y todos pa- postura, para volver a ella de inme- su habitual predisposición a consi-
guardianes, dispuestos a impedir que recían meras copias proyectadas del diato al corregirla. derar al mundo como algo fundamen-
alguien más intentara escapar de mismo individuo que aparecía por —Los compañeros de ruta que talmente empírico—, lo que está pa-
aquella increíble y atrevida manera, todas partes y desaparecía por otras se han transformado lo evidencian: sando no me gusta nada. A mí siem-
desesperada e instintiva? cargando y descargando cosas que la reencarnación es la “salida” que pre me produjo escalofríos lo que
Sí, de eso se trataba, según Cas- cambiaban de forma y se volatilizaban se nos ofrece... para quienes la prefie- le pasó a Gregorio Samsa al desper-
telo: el instinto los estaba empujando o aparecían de la nada de repente… ran..., pero para mí ésa no es sino tarse una mañana. De modo que
a escapar de allí como fuera, bajo la Hacia los lados, por donde el andén la otra cara de la trampa oriental que concretemos: ¿qué podemos hacer
forma que fuese, con tal de no perder se extinguía, el espacio se cerraba se nos ha tendido. Sea como fuere, para salir de aquí lo antes posible…?
el mundo conocido... Su teoría se es- bajo furiosas cortinas de agua que se trate de una burbuja verdadera Castelo le guiñó el ojo, pero nunc-
taba consolidando paso a paso y pron- se arremolinaba al viento de la tormen- o de alguna artimaña mágica de los a supo si ella llegó a comprender la
to estaría lista para ser expuesta. ta. Sharma, a cuyo clan, como os consta, causa. No era en absoluto el momento

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vez que la Ciencia se saldría de los —Que en el epicentro huela a Estaban observando todo aquello provisto por completo de ropa, pero
marcos que ella misma había definido leña y a carne chamuscada, como cuando, en un ramalazo del temporal, para nada del modo en que apareciera
para sí con el fin de romper la resis- observó Macunaíma, lleva sin duda la cortina de la lluvia, que encajonaba en la radiografía que la vestimenta
tencia de la gente o para darles algo a pensar que la burbuja provenga el andén como si fuera un escenario, hindú completamente empapada ha-
que les sonara mejor. ¿No había re- del Ganga y que hubiese llegado has- se abrió por un instante en dos, de- bía mostrado antes. En ese sentido,
conocido Platón el valor de las men- ta aquí empujada por el viento. Pero jando a los lados las respectivas sec- ahora llamaba menos la atención,
tiras piadosas? ¿No había apelado eso no querría decir que el mundo ciones del telón de la tragedia, como al aparecer ni más ni menos que como
Galileo, con evidente falta de escrúpu- paralelo sea el del moksa, como debió si éste se hubiese descorrido por un un fornido buey gris, al que los na-
los y repugnancia, a la magia de la conjeturar el guía. El moksa también error del tramoyista rápidamente sub- cionales le abrirían paso en el andén
gravità per especie y el horror vacui, pertenece a nuestro mundo, la India sanado, y vieron o creyeron ver a con más indiferencia que respeto.
con tal de vencer a los defensores pertenece a nuestro mundo, las ratas la distancia bailar durante unos segun- Valentino lo había visto andar a buena
aristotélicos de la aún rudimentaria y el horror, la crueldad y los sueños dos el turbante rojo de Fidelio, ¡bascu- marcha por allí, en dirección al extre-
tensión superficial? ¿No había recono- llenos de esperanzas... Aunque no lando en la punta de un cuerno que mo del andén, por donde lo perdió
cido Wittgenstein que daba igual, dado lo parezca, aunque no lo queramos oscilaba! Fue un destello, luego la de vista bajo la lluvia, que por lo visto
que la mística, fuese como fuese, a- aceptar. El mundo alternativo que visión desapareció bajo el telón de echaba en falta después de la excur-
cababa por “mostrarse”? Sin lugar a amenaza con fagocitarnos tiene que la lluvia, dejado caer de nuevo con sión. Tranquilizaron a Valentino: ellos
dudas, tanto la filosofía como la ciencia ser algo completamente diverso, impo- furia, agitado por violentas ráfagas estaban más que predispuestos a
habían sido pragmáticas y siempre sible de ser imaginado de ninguna cruzadas de aire… aunque Macunaí- creerle, así como de admitirlo en el
más fieles a “otras cosas” que a “la manera. De lo contrario, formaría par- ma dijo señalando hacia allí: grupo de los que no pensaban resig-
verdad”. Es más, si lo habían sido a te de este mundo, ¿no os parece? —¡Es un rabo que se mueve co- narse. Y en seguida le contaron lo
esta última fue siempre en nombre Castelo observó que las expresio- mo un limpiaparabrisas suspendido sucedido con la garza, que a diferen-
de esas “otras cosas”, de esos “otros nes se habían hecho más condescen- en el aire! cia de Fidelio había tomado vuelo.
intereses”, de ese “instinto”, como dientes. No obstante, parecía faltar “¡Pues ya tenemos otro caso!”, A continuación, Castelo propuso ir
dieron cuenta de ello las reiteradas algo más de sal y de pimienta: dedujo Castelo, pese a que por más a ver lo que opinaba la Madre y el
y definitivas palabras de Nietzsche, —En todo caso, un mundo como que miraba no distinguía nada (le resto de la Familia, que ya estaría
el sepulturero de Dios y de la Filosofía, el que los rectificadores budistas in- pasaba lo que con los monos que haciendo planes... Después de todo,
y las rocambolescas y tendenciosas trodujeron en los dárshanas hinduistas todos veían en los árboles menos habían demostrado una notable pre-
prácticas de Galileo, fundador, entre y del que sólo dijeron, porque induda- él), pero lo reiteró en voz alta: disposición al liderazgo desde el prin-
otros, de la Ciencia Moderna, median- blemente no podían dar pistas concre- —¡...Otro caso! cipio del viaje, y quizá desde el mis-
te la que se había revivido y reencar- tas: “Hay una condición donde no hay En ese momento vieron que Va- mísimo nacimiento del tiempo. “Ellos
nado a Dios. El conocimiento tenía tierra, ni agua, ni aire, ni luz, ni espacio, lentino estaba junto a ellos. Tras unirse debieron ver al buey y estarán preo-
valor sólo si demostraba ser útil, y ni límites, ni tiempo sin límites, ni nin- por un rato a la Familia, había salido cupados”, señaló en voz alta. Valen-
sin duda la mentira hasta ahora se gún tipo de ser, ni ideas, ni falta de de la sala para “tomar el aire” y echar... tino reflexionó un momento y soltó
había llevado siempre la palma. Y ideas, ni este mundo, ni aquel mundo. “una ojeadita” porque... “estaba preo- una carcajada:
es que ahora lo importante era formar No hay ni un levantarse ni un fenecer, cupado”, según explicaría sin que —¡Sonreían encantados a su pa-
un comando organizado que les permi- ni muerte, ni causa, ni efecto, ni cam- nadie se lo preguntara. Y aseguró, so! ¡Lo supieron apenas escucharon
tiera a todos escapar de allí... de ser bio, ni detenimiento”, lo que demuestra mientras señalaba hacia el final del el mugido que salió de los lavabos
posible, sin tener que convertirse en que esta anomalía no es la primera andén, que lo había visto todo; “con y enseguida se alegraron! ¡Miraban
otra cosa... vez que sucede por aquí. En un mun- mis propios ojos”, como añadiría. a Fidelio satisfechos... incluso con
De modo que Castelo, atendiendo do como ese —continuó, agregando —Lo vi cuando salió... —balbuceó envidia! ¡Ay!, sobre todo mi madre;
al eslabón más débil, tomó distancia agua a la salsa—, no podríamos hacer Valentino—. ¡Era Fidelio! aunque entonces pensé que se tra-
respecto de lo que había dicho un turismo ni siquiera con una mascarilla Por lo visto, Fidelio había salido taba de una de sus habituales reac-
momento antes: en la cara ni podríamos sobrevivir de los aseos de la sala contigua des- ciones nerviosas y que estaría a punto

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de marcarse otro bailecito —y de re- có a palmear uno a uno a los miem- —… La Ciencia afirma que el fuerte, y otro en las analogías, muy
pente—: Bien, luego nos vemos, chi- bros de la Familia Ampliada. No decía multiverso está dividido por membra- de su gusto—, no tengamos la misma
cos... —y entró en la sala. una sola palabra pero lucía la sonrisa nas que preservan sus diversos mun- polaridad que las personas y los ob-
“Esto sí que es platanitis”, se dijo cándida y bondadosa de todos los dos unos de los otros, pero esto que jetos de este mundo, sino la contra-
Domontina, guardándose de insistir, nativos que obligaba a que se la devol- sucede a nuestro alrededor pone en ria... Que ellos serían rechazados
segura de sí misma, pero decepciona- vieran con otra, imitándolo lo mejor evidencia que esos mundos pueden, por la burbuja del mismo signo como
da y resentida. que pudieran... cosa que hacían los como las células, extender seudó- los polos magnéticos iguales que se
En ese momento, el guía se mate- seis por lo visto de buen grado, con podos invasores que entran en sus rechazan entre sí... mientras que
rializó junto a ellos, de espaldas, tras complicidad. Al terminar, se dirigió vecinos al modo de burbujas. Pues nosotros...
venir retrocediendo de ese modo. a los aseos en los que desapareció… eso es lo que creo firmemente que —¡Pamplinas! —exclamó Domon-
Lo miraron inquisitivamente mientras Pasaron unos segundos cuando sucede: en esta Estación hay una tina, sin poder contenerse (nada le
él mantenía la mirada perdida tras el vieron a la Familia Ampliada ponerse burbuja de esas, una burbuja dimen- molestaba más que la especulación...
rastro fantasmal del buey, cuyo contor- de pie de un salto y volverse hacia sional que nos atrae hacia otro mun- ajena... y esas ententes que se for-
no trasero parecía seguir viendo más la pared con la cabeza reclinada y do... maban sobre la base de esa dialéc-
allá del alcance de la vista, como las manos en señal de námaste mien- —¿Por qué sólo a nosotros...? tica... en especial si ello la dejaba
hipnotizado por el movimiento de com- tras algo pasaba raudo por debajo —señaló Macunaíma. fuera)—. ¡Pura y simple platanitis,
pás del rabo, ya invisible, que seguía de los asientos. —Quizá porque el mundo parale- contaminación, contagio...!
aún con movimientos equivalentes de —¡Una rata, cuidado! —gritó Ma- lo colindante tenga... ¿gravedad selec- Castelo echó un rápido repaso
la cabeza. Además, sus cabellos de- cunaíma, al tiempo que Domontina tiva...? No todos los hechos pueden a los rostros que tenía delante: Va-
notaban que en algún momento debió se hacía contra el vano de la puerta estudiarse dentro de la misma ciencia, lentino lo miraba socarronamente,
adentrarse tras el animal bajo el agua, sin saber dónde podía meterse, a qué y los detalles desaparecen en cuanto pero parecía reconocerse superado
quizá para seguirlo, tal vez para dete- subirse, hacia donde escapar... se apela a la Teoría del Todo. La por los acontecimientos y no hallar
nerlo… De sus labios entreabiertos —¡Un poco de respeto! —dijo cadena de reencarnaciones, por ejem- ninguna alternativa que pudiera opo-
escapaban unos eventuales rezos, la Madre volviéndose hacia el grupo plo, sólo puede explicarse como una nerse a la fragmentaria narrativa de
quedos e incomprensibles, en el tra- visitante con severidad, el dedo índice consecuencia personal e inconsciente Castelo; Macunaíma permanecía con
bajoso inglés que utilizaba para hablar en alto. del miedo a ser absorbidos. La deses- la boca abierta, Castelo ya había po-
con ellos. Más o menos lo mismo Entretanto, la enorme rata ya sal- peración lleva a buscar cómo seguir dido comprobar que ella era sensible
una y otra vez, entre reiterados Ram- taba del andén a las vías, mezclán- en este mundo como sea, aunque a los productos de la imaginación
Ram que repetía como parte de la dose con las demás que pululaban para ello haya que morir para luego siempre que parecieran verosímiles;
iteración y hacía coincidir con las in- por allí, quizá olvidando el arrepenti- renacer, reencarnándose en animales por fin, Domontina ya había sacado
clinaciones de la cabeza hacia los miento por haber sido servil en la más simples, de instintos elementales, sus propias conclusiones detectives-
lados… Acercaron el oído a sus labios pasada vida que lo había empujado, más capaces de permitirnos continuar cas y no sería sencillo que las aban-
y escucharon: tal vez henchido de prometedora y en el mundo conocido del que no donara aunque sólo fuera por poner
—Ram… ram… todo más rápido, virtuosa beatitud. queremos ser expulsados. Todo eso a los demás en un aprieto: eran sus
Ram, ram, es la hora… Ram, ram, ¡Una rata, je…!, se dijo Castelo será mejor estudiado en el marco de señas de identidad y la mejor pomada
todo más cerca… Ram, ram, para sin dudarlo. Porque, ¿acaso había la psicología, de la antropología, de la que podía aplicarse a la piel para
bárbaros y renegados... Ram, ram, entrado alguien más a los lavabos? sociología... no ser invadida ni sentirse desinte-
arrepiéntete Aksharma... Ram, ram, En cualquier caso, los hechos —¿Por qué a los indios les pasa grada.
has pecado... Ram, ram, es la hora… eran demasiado evidentes. Estaba lo contrario? —insistió Macunaíma. Castelo comprendió que “la ver-
Ram, ram, la hora… Ram, ram, alaba- claro que había que tomarse las cosas —No sé, quizá porque nosotros, dad” no bastaría pese a que la Ciencia
do Ram… Ram, ram, alabado Ram... muy en serio y buscar una salida lo lamentablemente —se le ocurrió a estaba más de moda que nunca. Ha-
Ya en la sala de espera, hasta más inmediata y efectiva posible: es- Castelo sobre la marcha, volviendo bía que probar con otros ingredientes.
donde lo siguió la compañía, se dedi- perar simplemente el tren que tendrían a refugiarse un tanto en la física, su Después de todo, no sería la primera

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salieran lo antes posible, si aún era ellas, debajo de las mismas, echándo- asignado podía dar lugar a que no Ciertamente, costaba determinar que
factible, y decidieron hacerles señas las a uno y otro lado sin la menor salieran nunca de allí, a que se los fuesen los que estaban allí desde
desde fuera. El taxidermista, no obs- consideración, volcándolas y desperdi- terminara tragando esa especie de el principio o fueran tropas de reem-
tante, se había encerrado en sí mismo gándolas por la sala. Indudablemente agujero negro hacia el que se desli- plazo, otros que hubiesen venido a
y no dejaba de repetir “es mala…”, buscaba alguna clase de bicho; una zaban mientras el mundo escapaba ocupar los mismos puestos con más-
“es mala…”, lo que los llevó a recordar hembra de murciélago, como se le vertiginoso por sus laderas cada vez caras indistinguibles, quien sabe si
la enésima pelea que se había produ- ocurrió de pronto. Pero, tan abrupta- más empinadas... había que correr, guerreros o zánganos que hubiesen
cido esa mañana en la pareja. “Yo mente como antes, pareció decidir había que comenzar a trepar antes acudido al imperceptible llamado de
sólo veo a tres de las chicas”, dijo que ya no valía la pena continuar de que fuera demasiado tarde. la Madre (en esas ocasiones, hay
Valentino. “¿Tres, cómo ‘tres’?”, buscándola y volvió a murmurar que Orlando blasfemó como si eso que reconocer que ella respondía mu-
reaccionó Orlando y se metió dentro le importaba un rábano y que era pudiera servirle para aventar lo que cho más a la idiosincrasia de una Rei-
de nuevo. En efecto, lo que se había mala. “Mala, ¿sabes cómo te lo digo?; los otros tres daban definitivamente na Madre, incapaz de evitar sentir a
imaginado: la que faltaba era su com- mala...”. por real aún, sin comprender ni poder todos hijos suyos, que a la de la ardilla
pañera Colmilla. Y sin dudarlo, sincera- —Tengo que dejar de arrastrarme entretejer sus causas, y se dirigió de hiperactiva de las últimas visitas pro-
mente arrepentido de nuevo, se zam- detrás de ella como un tonto (no vaya regreso a su sala. Seguramente lo gramadas; tal vez cosas de las meta-
bulló en el interior de los aseos, sin a ser que acabe reencarnándome había movido un llamado a la respon- morfosis sucesivas de las que habría
importarle que fuera el de mujeres en un mísero gusano). Que encuentre sabilidad. Entretanto, los tres entraron provenido); al menos, eso parecía
o que representase un riesgo, para un Batman indio si tiene esa suerte, en la sala, lo que de paso les permitió entender ella a la vista de lo bien que
salir igualmente despavorido al rato, sabes cómo te lo digo: con el que comprobar que realmente estaba en se encontraba coqueteando ante los
tal y como había sido al entrar, con le vaya mejor y al que pueda martirizar mejores condiciones que la otra. El nativos. A su lado, Querubín le susu-
el pañuelo en la cabeza y todo. Cas- o chuparle la sangre, como hizo con- susto, la sorpresa o la perplejidad rraba alguna cosa.
telo se rascaba la cabeza: “¿Cómo migo... —despotricó por fin, con el habían sido sustituidas por una paz Domontina, Macunaíma y Castelo
es que a éste no le pasa nunca nada rencor de antes. que merecía ser calificada de sobrena- cruzaron miradas cómplices. ¡Queru-
y entra y sale de la burbuja tan cam- Y mientras los otros buscaban una tural. La Madre se encontraba oronda- bín, Querubín!, murmuró con un gesto
pante como entró y salió del resfriado, solución al problema, él permaneció mente sentada entre el maharajá de inteligente Macunaíma: allí estaba
la colitis y los plátanos?”. Y se imaginó junto a ellos pero sin aportar nada, ca- su marido y su hijo menor a uno de el resultado del adoctrinamiento que
que debía tener embadurnado el estó- bizbajo y meditabundo, quizá deseando los lados y el Querubín y Recato al Querubín había recibido del guía,
mago con la pasta que usaba para vagamente y sin verdadera convicción otro, con la silla vacía de Fidelio entre por lo visto de buen grado, durante
embalsamar. haber sido él también presa de alguno ellos. Los rodeaban nativos exclusi- los trayectos largos en autobús.
—¿La habéis visto, alguien vio de esos sortilegios transformadores vamente de sexo masculino, que en —De acuerdo —dijo de repente
en qué se ha reencarnado? —pregun- que él habría llamado, con menos pre- un número considerable pululaban la Madre—, pero lo tenemos que ha-
tó a las otras. tensión, transformistas…, de vez en o permanecían sentados o acuclilla- cer todos juntos. ¡Como Organismo
—¿Reencarnarse? —exclamaron cuando alzando la mirada hacia los dos como era su costumbre y todos Único superaremos definitivamente
a dúo Sarubia y Marfestela. arcos del techo, donde tal vez Colmilla la miraban, quizá reprimiendo cierto el egoísmo humano!
—Lo tuyo es grave —añadió Saru- habría podido encontrar refugio, lejos recelo y reprobación ante la única Se refería al grupo que la había
bia—; no es de extrañar lo que nos de la luz, en alguno de aquellos rinco- mujer que había en esa sala, sin ex- secundado cuando propuso el cambio
contaba ella... nes oscuros. teriorizar nada e incluso ocultando de sala, dando claramente a los de-
—¡Ale, loco! —gritó Archibalda, Castelo, por su parte, tomó nota lo que fuera tras sonrisas de compro- más por perdidos para el proyecto.
haciendo el gesto que se usa para de la sorprendente impermeabilidad miso y enormes bigotes. Y comenza- —Pero, mamám... —dijo el más
alejar a las moscas. del taxidermista —tal vez habría que ron a moverse a uno y otro lado como pequeñín de sus dos dilectos peque-
Orlando las ignoró en el acto y aprovecharla según las circunstan- peonzas sometidas al paso de una ñines biológicos poniendo ojos de
se puso a buscar como un poseso cias—, y de inmediato retomó lo que bola fantasma en cuanto Domontina becerro al tiempo que Valentino esbo-
detrás de las maletas del grupo, entre había comenzado a exponer: y Macunaíma entraron con Castelo. zaba una sonrisa de conmiseración—.

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Tu siempre quisiste ser una linda ar- ¿Acaso no realizáramos un pequeño sin perder el ritmo los fue enlazando ¡Es evidente que somos almas geme-
dillita… y yo un leoncito melenudo pero simpático rito junto al lago de a todos de la mano para llevarlos las que debieron haberse vinculado
que pudieras tener entre los brazos… Pushkar? ¿Y no me compré yo un con sucesivos contoneos hacia el desde mucho antes; quizá que lo es-
—¡Y yo un elefante! —dijo el pa- saari, mi maridito, ¡ay! mi maridito, interior de los aseos, donde de inme- tuvieron en una lejana vida, como
dre, colocándose de inmediato el tur- un turbante de un kilómetro y Queru- diato desapareció… sin dejar de tiro- enseñan las Sagradas Escrituras!
bante de colores de Rey Mago con bín la novelita esa del Hesse? Nos- near. —Bue… yo también voy, total…
el que pretendía pasar por maharajá—. otros no lo hicimos por pura diversión: —Yo no… ma… má… lo siento Lo mismo vuelvo a tener el mismo
¡Un elefante montando en un camello! deseábamos ser uno con todos. ¡Bas- —dijo Valentino retrocediendo hasta compañero de cuarto... Después de
—¡Basta; a callar todos; conmigo ta de actuar como esos dos... centrí- ponerse detrás de Macunaíma. todo, aunque roncaba como un buey,
ni un solo caprichito individualista! petas, que se la pasan comprando —Yo... qué remedio… llevo así era bastante divertido...
—zanjó la Madre—. Tenéis que es- recuerdos para las estanterías y pa- treinta y tantos años y no voy a sol- Y corriendo detrás de la Familia,
cuchar a Mamaíta, que como siempre redes de la casa y no dejan a mi tarme de la manita a estas altur… desaparecieron los dos.
tiene razón: nos toque lo que nos maridito ser el primero en sacarle —dijo mientras ya veía convertida —Yo no pienso perderme el mun-
toque, debemos viajar todos juntos fotos a las puertas para su colección la propia manita en una trompa pom- do por ninguna causa, pero tampoco
a todas partes. ¡Y yo ya sé lo que ni ocupar los dos asientos de la pri- posa y los de fuera veían cómo se voy a quedarme en él a cualquier
nos tiene que tocar! mera fila! —dijo mientras señalaba meneaba un culo soberano que se precio —dijo Valentino en un tono
—¡Así se habla, madrecita! —ex- a Castelo y Domontina—. Esos que hacía cada vez más gris y... más pe- evocativo—. Mamaíta no me dejaba
clamó Querubín, ganándose una cari- nunca me hacen caso y que, para queño, en cuyo extremo comenzaba elegir... No dejó nunca que papaíto
cia maternal. colmo, se sientan en los asientos a nacer una colita cada vez más pun- eligiese, ni dejará que se convierta
Valentino, que había entrado sigi- delanteros... donde quería sentarse, tiaguda, a la que se aferró el pequeño. en elefante, ni el pequeñín en osito...
losamente, los interrumpió: ¡ay!, mi orondo maridito. ¡Y que hasta —Yo voy con mamaít… —y desa- Ella prefiere otra cosa; algo más...
—De modo que optaréis por la se metieron con él, ay, mi maridito! pareció sin más, arrastrado por el más familiar; ya lo veréis.
reencarnación... por dejar de ser lo ¡De ninguna manera; iremos todos tirón abrupto que experimentó la punta Castelo, Domotina, Macunaíma
que hemos sido... juntos y el que tampoco quiera salir de la cola a la que se había agarrado, y Valentino salieron de la sala sin
—¿Y qué somos? —replicó Que- en esta foto que no salga! No pienso un tirón hacia adentro y, misteriosa- querer esperar a ver qué saldría de
rubín, como si hubiese sido tocado volver la vista atrás ni preocuparme mente, hacia abajo, como si de pronto allí al rato; ¿una fila de hormigas tal
de repente por el dedo de una Reve- por quienes no quieran ser hijos míos. el elefante se hubiera desinflado o vez?, ¿un enjambre de abejas, como
lación—. ¡Nunca se es lo mismo para Clavó en todos una severa mirada hubiese reducido su tamaño de ma- también sería previsible? En cualquier
siempre! de maestra y luego, con especial dul- nera enorme. caso, tendría difícil la supervivencia
—¡Bien dicho, Querubín! Además, zura y suavidad, la volvió a posar —A mí esta señora me cae muy sin ese decisivo apéndice organizador
es aquí donde estamos y es aquí lo en el rostro luminoso de Querubín, bien… Me quiere… me comprende… que había optado por quedarse fue-
que se estila… Como bien dijo nuestro estirándose luego para dedicarle otra me valora... ¡Vio con tan buenos ojos ra…
Querubín ayer, cuando nos contaba a Recato, que a pesar de no tenerlas que me sintiera obligado a dejarle Fuese como fuese, ya era hora
la historia de Siddhartha: debemos todas consigo parecía dispuesto a unas rupias y media hamburguesa de actuar. Y se encaminaron hacia
ser capaces de renunciar para ascen- lo que fuese con tal de no quedar a aquella madre que nos miraba co- la otra sala.
der. ¿Acaso no aceptamos que nos fuera del grupo. Y más segura de mer desde la calle...! ¡Compartió tan En ese instante, Orlando salía
pintaran el punto de color en la frente sí misma de lo que lo había estado estrechamente la decepción que esa con el rostro descompuesto y maldi-
y nos adornaran con guirnaldas de desde pequeñita, se puso en pie en mujer me provocó, hasta romperme ciendo en dialecto. De los diecisiete
flores, como si fuéramos ellos? ¿Aca- actitud heroica, preparada para enca- el corazón, cuando negándole la me- que habían formado el grupo (inclu-
so no hicimos ofrendas y nos hinca- bezar la comitiva. Se bailó una rápida nor migaja a la criatura se comió ella yéndolo al guía) sólo quedaban los
mos de rodillas para firmar el libro sevillanilla al uso nostro (con aires sola la hamburguesa entera…! ¡Y cinco combatientes y las cuatro chicas
de visitas de aquel templo musulmán, de sardana), como si procediera a es que a ella ya le había sucedido que continuaban adormiladas en los
justo mirando al sepulcro del Profeta? estampar una firma con los pies, y lo mismo al regalar un mechero…! asientos. Había que conseguir que

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