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Ediciones Turas Mór

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bes que le han llevado a ese barco, algo que apenas podría expresarse
NM n° 36 Beltene 2015 apiñados casi en la proa mientras en-
cuentran consuelo y refugio en el grupo.
con palabras. Por primera vez, desde
que fue construido, Glio deja de sentirse
A veces algunos lo miran con gestos solo.
que no logra descifrar ni entiende, pero
algo cambia en apenas un segundo; © CARLOS PÉREZ JARA, 2014.

Contenido

Editorial..........................................................................................3

La imaginación de Víctor Makinen (CLAUDIO AMODEO)..................5

El fin de la niebla (ILEANA GÓMEZ GAVINOSER).............................16

Al acecho (EDUARDO POGGI)........................................................19

De cómo la Famosa Inspectora Chupaldriba


terminó con la corrupción en Nebulosa del Conde
(PEDRO P. ENGUITA).................................................................30

Glio o la soledad del vigilante (CARLOS PÉREZ JARA)..................35


NM
www.revistanm.com.ar
director@revistanm.com.ar / revistanm@gmail.com
http://sites.google.com/site/revistanm / www.facebook.com/RevistaNM
CARLOS PÉREZ JARA
(España —Sevilla, 1977—)
Dirección y grafismo: SANTIAGO OVIEDO / Corrección: CRISTINA CHIESA
Meduloso escritor, en NM publicó “Piel y tinieblas” (# 30) y “La muerte es un río
Revista de distribución gratuita en formato electrónico, inagotable” (# 32).
dedicada a la difusión de la nueva literatura fantástica hispanoamericana.
Las colaboraciones son ad honórem y los autores conservan
la totalidad de los derechos sobre sus obras.
Es una publicación de Ediciones Turas Mór para e-ditores.
Safe Creative ID: 1504263933932
Se agradece por haber tomado parte en este número a: PABLO CROCI
y a cuantos apoyan el proyecto.
En la portada: “The King in Yellow” (SEBASTIÁN GIACOBINO)
http://www.sebastiangiacobino.blogspot.com.ar/
Musicalización estocástica: Kali yuga (ZAIRE)
http://www.goear.com/listen/803170a/kali-yuga-zaire-anibal-lovera-gabriel-pereira-spurr

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así, se dice; pero ese ser no es hu- —Mi Glio no podría vivir ahí fuera; EDITORIAL
mano, al menos no del todo, concluye eso seguro —escucha una voz remota.
mientras la observa en silencio. Le gustaría aclarar todo eso y,
—Glio —murmuran los otros, casi sin embargo, no lo hace; no sabe si
a coro, como si pronunciaran algún es por algún motivo asociado a su
canto antiguo o la invocación de un voluntad insegura o a un impulso pro-
conjuro. pio y secreto. ¿Estará de nuevo bajo
A esas horas una actividad ya un proceso de autoengaño? Al fin,
muy ruidosa comienza a apoderarse ya a bordo, el motor del barco rever-
del puerto. Unos estibadores gordos bera por toda la cubierta mientras
empujan una jaula en la que se agitan distingue a otros cenubes que se
unas babosas gigantes de color azul, agrupan por las barandas como si
mientras varios cenubes pálidos tiran nunca hubieran visto Gotzc desde
de unas cuerdas desde la cubierta ese lado del río.
de un buque. A Glio le gustaría decir —Ahora tú uno entre nosotros
que ya es hora de irse, de volver a —le dice O'queno junto al pequeño
esa casa que no es suya y consumir y, cuando alguno de esos cenubes
su tiempo en las tinieblas de objetos pasa cerca de él, pronuncia en susu-
inertes y familiares, pero de algún rros su propio nombre.
modo se deja arrastrar por esos cenu- “Glio”. Para ERNST JÜNGER, cuando lo cotidiano trasparece el ser, cuando cobra
bes que repiten su nombre despacio, —Escucha... —le revela O'queno “sentido”, se transforma en símbolo, que luego va degradándose en alegoría,
una vez tras otra. a continuación, algo cabizbajo—. Ca- para finalmente transformarse en cliché, en lugar común.
—Glio —cantan en voz baja, y pitán dice no poder tú abajo, a ca- Para ese autor, el símbolo es el milagro de la existencia en el que el
observa al pequeño cenube que le marotes. Pero Vo't y yo pasamos no- hombre logra ver tanto a sus prójimos como a las plantas, los animales y
encontró hace tantos ciclos en el ches con tú, si querer, aquí arriba, las cosas, y a él están consagradas las religiones.
jardín, con una sonrisa torcida y un hasta llegar a tierra. La alegoría, a su turno, se caracteriza por la intercambiabilidad de las
semblante curioso. ¿Acaso no puede Junto a la baranda, mientras el imágenes, entre las cuales no reina un orden jerárquico. Las estrellas son
hablar? sol de ese mundo resurge una vez más ovejas que pacen en la bóveda celeste, pero también las ovejas pueden
El capitán vuelve a escupir al agua por las montañas, iluminando las flores ser vistas como estrellas dispersas en el pasto. La unidad que eso trasunta
mientras refunfuña: —¡Me estáis ha- acuáticas de la ribera y los grandes la hace bella, pero siempre tiene que intervenir la cultura o incluso el simple
ciendo perder el tiempo, engendros! árboles de las colinas, Glio se da cuenta saber, para que no devalúe a mero juego. En tal sentido, la alegoría es más
Quisiera resistirse, explicarles de que nunca antes ha estado tan lejos sólida cuando más se enraíza en el antiguo fondo simbólico.
que esas joyas ya no le hacen falta de la casa de su señora. El paisaje El cliché, por su parte, no sólo es intercambiable a placer, sino que se
y que con ellas pueden ir a la antigua fértil se expande ante su mirada como lo puede reproducir hasta el hartazgo. Como muestra de un mundo indus-
región de los sífaros —seguro que un dominio desconocido que le deja trializado y pragmático, carece de contacto con el mundo natural y con las
algún hombre bueno lo entiende—, mudo, casi indefenso. Abre las fosas obras de arte, que deben ser creadas por el espíritu y la mano, no por puro
pero que él no ha sido hecho para nasales, y de inmediato recibe una des- intelecto y formas muertas.
salir fuera, para vivir ahí, en el exterior, carga de sensaciones nuevas: el aire De ahí que si se trata de construir un edificio nuevo, respetando las
en ese mundo tan grande y difícil; puro, la fragancia de plantas que nunca medidas de uno antiguo, no se obtiene sino un remedo, porque los sistemas
que nunca creció ni envejecerá, ni antes ha visto, raíces que bailan en y la cosmovisión del espectador no son los mismos. De ahí que, si se pretende
su cuerpo podrá cambiar de tamaño el agua de las orillas esperando a que escribir siguiendo la receta de una obra maestra, lo que se obtiene generalmente
como lo hace el de los humanos, y alguien las contemple en su danza no deja de ser sino un pastiche. Lo mismo sucede con el cine y cualquier
acaso también el de los cenubes. hipnótica. Al fin se gira y ve a los cenu- otra expresión del arte.

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En alguna época más abierta a la meditación contemplativa, donde la o repugnantes que tienden a estan- des en torno a un gigante mudo, y
vida se desenvolvía con un ritmo más pausado, aún podía salir por imitación carse en el agua turbia de los charcos lo conducen hasta el puente del barco,
una alegoría, pero hoy, como fruto del “corte y pegue”, resulta casi inevitable que tanto abundan por todos sitios. cuyo mascarón de proa parece ser
imprimir un cliché, que apenas sirve para alimentar el ego de los miembros ¿Dónde está la criatura con la que un percudido monstruo mitológico,
de un cenáculo cualquiera —a los que suele dar origen—, que se limitan a habló ayer, la que supo que tenía con la forma de una criatura anfibia.
alabarse entre sí. dinero, o al menos piedras con las El hombre de la baranda escupe sobre
Ahora bien, el ritmo trepidante del desarrollo es inevitable. Es imposible que poder pagar cosas? Glio no sabe el agua verdosa.
volver atrás. Vamos hacia él a toda velocidad, como montados sobre los dónde está ni tampoco tiene una idea —¡Venga, que no tengo todo el
rieles de un tren bala. Intentar bajar de la formación es la manera más clara de adónde lo conducen; quizá día! —grita—. ¡O pagáis o ya estáis
rápida de desnucarse. La mejor opción, por cierto, no es ir contra la corriente; lo protegen de los policías de la la- lejos de mi barco!
tampoco dejar de andar. dera, pero tampoco puede suponerlo El cenube alto hace una seña
Como escribe JÜNGER en El libro del reloj de arena, “más importante sin algunas dudas razonables. Ya al resto de su grupo; luego mira a
que el apearse es no dejar que en nuestro interior, en nuestra esencia y en el muelle de Gotzc, el viejo y el Glio.
en nuestras aprobaciones, triunfe completamente el cliché, sino mantenerse pequeño lo acercan a un grupo de —Pesquero lleva a E'ritra, quince
abierto al símbolo. Así permanecemos dentro del bosque. En el bosque unos ocho individuos que aguardan órbitas. Ochocientos gorleps para
un instante puede compensar toda una vida que haya estado fluyendo dentro de pie con bolsas y mantas enrolladas; todos. Yo, Gl'enaro y E'qka quedar
del tiempo mecánico. Entonces puede florecer la seca vejez, entonces el entre ellos, mujeres cenubes de cade- aquí si no bastante dinero.
bastón del peregrino puede reverdecer al final de la peregrinación o hacer ras muy anchas y pechos caídos, Glio se gira un poco y ve la lade-
que broten fuentes de las rocas, golpeándolas”. que sostienen entre sus brazos a niños ra, las casas fantasmales; una de
Por eso, en el inicio de su noveno año, NM le sigue dando espacio al o bebés pequeños. Enseguida recono- ellas es la suya, le dice una voz en
individuo singular que se embosca para buscar sus raíces, aunque haya ce al cenube alto, acompañado de su interior. Sólo debe regresar, ahora.
interesados en quemar los bosques con intenciones crematísticas. Porque otros dos de su misma especie. Sólo eso.
es él quien debe batir en el monte los nuevos rastros de las mejores piezas, Descansando junto al puerto se —Tengo... esto —dice, y saca
“recrear” los símbolos para que mantengan su vigencia. destaca un barco no muy grande, la bolsa abierta. A la lívida luz de la
Los cuentos que se incluyen en este número son, una vez más, ejemplo con el casco lastimado por costras aurora, la aroletta, el zircadonio y el
de eso. y estrías de óxido que recorren su rocaluz destellan ante unos rostros
vieja estructura, y desde cuya baranda algo deformes, que nunca han llegado
S. O. azul se asoma un hombre con gorra a ver algo parecido.
que parece mirar al grupo con indife- —En E'ritra trabajo —cuenta el
rencia o hastío. cenube en voz baja, tras recoger la
—Éstas, familias nosotros —dice bolsa de Glio de su mano enorme—,
el cenube mayor—. Sabía que venir; y gente nosotros ayudar. Allí vivir,
sueño dijo nosotros. Sabía. entre nosotros. Me llamo O'queno.
Glio observa la expresión de al- —Yo... me llamo Glio —dice Glio,
gunas de las hembras cenubes, andra- confuso—. Ahora... debo regresar.
josas y muy bajas, de cabellos rubios —Glio —pronuncia una mujer
o grises y gestos fatigados; una tiene cenube, y coloca su mano salpicada
los ojillos amarillentos húmedos de de manchas grises en su brazo. En-
lágrimas y adopta un rictus de resigna- seguida nota como una reacción in-
ción pasiva, como si no fuera la pri- terna de descarga; una especie de
Los textos de esta publicación fueron editados con LibreOffice 4. Las imágenes se mera vez que estuviese allí en el mue- energía que se propaga en ondas
trabajaron con IrfanView 4 y Gimp 2. La revista se armó con Serif PagePlus X6. Los lle, esperando un milagro. Entonces, invisibles hasta su cerebro. No sabía
archivos PDF se optimizaron con PDF-Xchange Viewer y jPDF Tweak 1.1. los cenubes rodean a Glio como duen- que los hombres pudieran hacer algo

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penetrando débilmente por los inters- Al llegar cerca de la roca donde
ticios de las tablas de madera que se- solía sentarse en otras épocas, Glio LA IMAGINACIÓN DE VÍCTOR MAKINEN
llan sus ventanas hasta derramarse se detiene y observa al pequeño ce-
en algún objeto inmóvil de su interior nube, que ahora le sonríe con un CLAUDIO AMODEO
sombrío. Hacia el oeste llegan los ecos ojo algo entrecerrado y tumefacto.
de voces de seres que rastrean con El otro individuo que lo acompaña
pequeños vehículos, proyectando po- es mucho más viejo, y luce hebras
tentes haces de luces que ciegan a sueltas de un pelillo blanco y deshila-
los animales que merodean por la coli- chado, mientras lo mira con una expre-
na; en alguna ocasión se ha escuchado sión extraña en sus ojos saltones.
algún disparo, y un grito de advertencia Ambos visten con capas protectoras
que rompe la calma del entorno. y unas sandalias viejas manchadas
Al fin la puerta principal se abre de barro, propias de quienes no subie-
con un chasquido brusco; un gigante ron por los caminos de costumbre,
lento con ropas sucias y rotas sale sino por otros más recónditos y se-
al jardín abandonado. Entre una capa guros. Detenido, Glio gira su cabeza,
baja de nieblas que se desliza por casi incrustada entre los hombros,
la ladera, iluminada por los resplan- y adivina un chorro de luz que cruza
dores débiles del sol que apenas so- la casa del tejado negro.
bresale por el horizonte, Glio distingue —¡Allí! —grita alguien entre la La primera vez que escuché hablar mentaban sus últimas declaraciones
no muy lejos a varios grupos de po- niebla evanescente, y en ese momen- de Víctor Makinen no pude evitar reír- y se discutía la potencialidad de sus
licías que suben con linternas y armas, to el viejo cenube le hace un gesto me. ¿Qué clase de loco podría llamarse palabras. Y a pesar de que nadie de-
acaso buscando la presencia de intru- para que lo siga deprisa. de esa manera? ¡Y además pretender cía creer en ellas, todo el mundo las
sos o delincuentes. Recuerda los ras- Pronto atraviesan un campo pla- que se le creyera! Si alguien hubiera analizaba desde un punto de vista
tros de sangre por los arbustos y los gado de plantas pegajosas que se aventurado que mi vida se cruzaría diferente. Los sociólogos dedicaban
juncos, y se pregunta si esas patrullas solapan al rostro de Glio y a sus ropas con la suya le habría dado una paliza buena parte de sus días a la explo-
no estarán siguiendo la pista de quie- como si quisieran seguirlo en su des- por atrevido, o al menos le hubiera ración del metamensaje presente en
nes se perdieron en la órbita anterior. gracia. El cenube anciano guía la dedicado un rosario de insultos. cada una de sus afirmaciones, como
Ajeno a los gritos, a las carreras y marcha mientras el pequeño forma Víctor era un personaje indesea- si Víctor no hiciera otra cosa que me-
luces que oscilan de un lado para la retaguardia del grupo, vigilando ble pero curioso. Era un delirante que taforizar sobre la realidad que nos
otro en busca de alguien, Glio des- desde atrás cualquier movimiento decía venir del futuro, de un futuro tocaba vivir. Tomaban sus declara-
ciende al comienzo del sendero de amenazador. Poco rato después lle- donde el mundo era maravilloso y ciones en sentido figurado y buscaban
grava; allí lo ve de nuevo, expectante, gan a las afueras de unas casitas en el que cada uno de nosotros podía desde allí pintar el panorama de un
junto a otro de su misma especie, viejas y medio derruidas, y donde ser feliz, y se dedicaba a esparcir mundo cada día más extraño.
como esperando a que salga. ¿Cómo varios seres, entre ellos humanos por las redes sociales un montón de Pero lo que no entendían era que
lo ha sabido?, se dice, pero le resulta de aspecto muy pobre y cenubes frases hechas y lugares comunes Víctor hablaba en serio. Allí radicaba
imposible encontrar una salida lógica monstruosos, con algún miembro con una habilidad asombrosa y envi- su locura, y de allí que yo me enfure-
a ese enigma. En el fondo ya debería tullido, les indican algo, les señalan diable. Nadie lo conocía personalmen- ciera cuando se me relacionaba con
estar tan muerto como su señora, con las manos en alguna dirección. te, pero tampoco nadie dejaba de él. ¡Bah!; en realidad, cuando se profe-
apagado sin remisión, oculto a la mira- —¡Campanas sonaron, vamos! hablar de él. Su discurso se propagó tizaba ese tipo de relación. ¡Era para
da de cenubes y niños, de policías —dice el guía, y los lleva a una red a través de la web como un virus y reírse! Y también para llorar, claro,
y ladrones; no debería estar ahí fuera, de callejones de los que emanan en poco tiempo se convirtió en el boom porque las redes sociales son de todo,
caminando. efluvios indelebles de olores tristes del año. En las redes sociales se co- excepto indulgentes. El desparpajo

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que podía demostrar una sociedad —Ese tal Víctor es un loco, Rafa. solariegas. No comprende bien lo rosos ancestros vivieron hace muchos
completamente desinhibida era sólo ¡¿De qué mierda me estás hablando?! que dicen los humanos, pero ahora ciclos por el planeta.
comparable con la capacidad imagi- ¡¿Sabés cuántas Noelias Ramírez le gustaría contarles que si se des- “Los sífaros”, se dice en silencio
nativa de Víctor Makinen. Y la absoluta hay en este país?! pertó fue para proteger a su dueña; y confuso; ha leído decenas de libros
carencia de remordimientos convertía Obviamente perdió toda capaci- que si vendió el colgante de roca fue sobre la antigua raza, sobre sus habi-
aquel hábitat virtual en el ideal para dad de respuesta y se disculpó hasta para reparar un fallo que nunca tuvo, lidades mentales y sus logros. Sí,
el desarrollo de otra de las tantas lo- el cansancio. Habló durante otra me- sólo porque un desequilibrio de su hubo una época en la que el tema
curas de nuestro siglo. dia hora acerca de lo mal que le ha- sistema ha engañado de algún modo lo atraía tanto que provocaba la risa
cían las redes sociales a la vida conyu- a su propia consciencia, y que nunca de ella, de su señora. ¿Y los cenubes?
Esa mañana Víctor había dejado caer gal y coronó esta escena de celos ha querido hacer daño a nadie, aun- Sabe tan poco de ellos, y sin embargo
en FB la noticia de que yo era —se- shakespeariana con una docena de que lo haya hecho. Rompió el juguete los imagina ya en el puerto, como los
ría— su madre. En realidad escribió rosas en casa por la noche y una de Urlet porque sus manos son muy vio en la otra órbita; algunos vestidos
mi nombre, que es tan común que buena dosis de sexo ortodoxo. Nada grandes y torpes; tal vez si hubiera con harapos y capas de lana. E'ritra,
bien podría haber hecho referencia del otro mundo, pero lo suficiente aprendido algo, o si hubiese tenido piensa; la península de los sífaros,
a otra mujer, pero de todas maneras para que acabara perdonándolo y la ocasión de crecer, como lo hicieron la patria amada de esa especie híbrida
fue suficiente para que se desatara aceptando sus promesas de no volver los niños de las otras casas, su situa- que sobrevive en medio de enferme-
un revuelo enorme en mi vida. Mi es- a hablar del tema. ción habría mejorado. Pero Glio nunca dades y aires que no son los suyos.
poso estalló de furia y me acusó de Sin embargo, no fue él quien insis- tuvo infancia, y su cuerpo siempre Lo siente de alguna forma, e incluso
un extraño tipo de infidelidad conyugal tió, sino todos los demás a mi alrede- fue de la misma estatura y volumen. aprieta los puños en el asiento, pero
del que yo apenas estaba al tanto. dor. Decían que yo debía hacer algo Por eso destruyó el frágil equilibrio no puede ayudarlos.
Lo cierto es que soy un extraño espé- con aquel psicópata, que al usar mi de la cámara de idrolita, porque jamás De repente escucha un sonido
cimen de mujer-desconectada-del- nombre estaba abusando de mi figura tuvo la ocasión de crecer y saber que suave, como un instrumento musical
mundo. No frecuento las redes como pública (¡mi figura pública, como si las cosas cambian. que no conoce pero que le suena
debiera, como lo haría una ciudadana existiera semejante cosa!), poner a Con los ojos cerrados, Glio refle- agradable; un bálsamo para sus senti-
normal de nuestra era. Por tal, no es- un abogado, denunciarlo por calum- xiona. De sus heridas ya sólo queda dos. Recuerda al pequeño cenube
taba al tanto de los chismes que se nias e injurias y pedir que se le prohi- la huella de ciertas quemaduras en entre los arbustos, mirándolo una
tejían alrededor de la figura de Víctor, biese el acceso a los sitios públicos la ropa y su carne sintética, pero ape- órbita tras otra, mientras estaba en
ni de los que, aparentemente, me in- de Internet. Pero yo no iba a aceptar nas le molestan más que como un el banco del jardín. ¿Por qué? ¿Qué
cluían en sus asuntos. Rafael, mi espo- semejante delirio. Lo peor que podía escozor sobre unas cicatrices forma- esperaba al ir a verlo?
so, mi Otelo personal, me envió una hacer era tomarme todo eso en serio. das por una sustancia reparadora. —No puedo —murmura—. No
docena de reclamos descabellados Hasta ese momento no había leído No puede evitarlo; todo lo que toca, puedo vivir... fuera.
a mi casilla del trabajo y me llamó más que unas pocas líneas suyas todo lo que lo atrae de alguna forma, Sopla el viento.
otras tantas veces al celular en el trans- y creía que la cosa debía continuar acaba roto o inservible, pasto del olvido No obstante, es apenas una brisa
curso de la mañana. Estaba fuera de igual. No hacerlo habría sido caer o la destrucción. Ahora es el momento que peina las hojas de los alirios y
sus cabales y se estaba extralimitando. en su juego y aceptar que el mundo de morir, de morir definitivamente, o agita las zarzas salvajes y las plantas
Se lo dije, y le advertí en buenos tér- invadiese mi vida privada, habría sido al menos de apagarse hasta que un libres que crecieron ya sin que nadie
minos que la palabra “traicionera” aca- abrirle las puertas de mi casa y dejar ciclo cualquiera esta casa se caiga las regara ni se ocupase de ellas. Un
baría jugándole en su contra. Entonces que todos ellos entraran y tomaran a pedazos o venga un nuevo dueño perro famélico aúlla desde una granja
pareció comprender. Se desdijo de cuanto quisieran. para habitarla. De repente suena la perdida, mientras espera una respuesta
la sarta de insensateces que me había Simplemente me senté a esperar campana de la Iglesia Nuviha de que nunca llega desde algún rincón
disparado y aceptó oír mi parte del que todo ese asunto pasara y que Gotzc: la tercera hora nocturna. de las montañas. La casa del nido de
asunto. La única parte del asunto que fueran los sociólogos los que se encar- —¿Querer morir, arriba? —le dijo croaces parece hoy amortajada por
mostraba algo de coherencia. garan de encontrarle el lado figurativo el cenube, una criatura cuyos pode- una luz lechosa que recubre su tejado,

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cenube. Casi sin pensarlo, Glio se el peso de su cuerpo le hace caer a esa patraña de la maternidad. Pero Fue algo así como: ¡Rafa, la puta que
palpa el bolsillo de la chaqueta donde de nuevo sobre la tierra—. Por favor, tal cosa no sucedió. ¡Que alguien me lo parió! ¡No ves que estoy recaliente!
guarda la bolsa con las últimas joyas déjeme, señor. explique por qué su discurso desequi- ¡¿Por qué me dejás hacer estos pape-
de su señora. Por un instante varios —Mañana, después de noche, librado jamás fue tomado tan en serio lones?!
pensamientos simultáneos asaltan sale barco —revela el cenube, y mira como aquella vez! ¿Acaso les parecía Palabra más, palabra menos.
su mente, como fugarse o seguir la melancólico hacia la ribera—. Es viaje posible que un desconocido afirmara Luego, la pantalla roja dejó paso
búsqueda del policía que le hirió con secreto, pero no bastantes monedas que venía del futuro y que cuando a otra que hacía algo de justicia, pero
su pistola. para todos. Llevan familias, a E'ritra. naciera lo haría desde un vientre que que no alcanzaba a calmar mi furia.
—Yo... —murmura Glio. Se siente Así no vivir más aquí, en ciudad de podría ser el mío? Pero, ¿en qué Ésta decía: Sólo en nuestra ciudad hay
como un niño al que han sorprendido hombres, en muelle. Podemos volver estaban pensando todos? ¿No se una docena de homónimas. ¿Quién
en una travesura espontánea. con nuestros, por fin. daban cuenta de lo descabellado que será la mujer indicada?
—Vienen, ellos —anuncia el cenu- Obstinado, Glio se levanta cubier- sonaba aquel planteamiento? ¿Podía Acabado el noticiero se emitió un
be—. Ahora matarán tú. to de polvo y suciedad, con regueros ser yo la única que clamara por la programa dedicado al boom de Víctor
Glio querría saber por qué los de un líquido viscoso que se derrama razón y el sentido común? Makinen, y debo admitir que le presté
hombres desean matarlo, si no ha por los codos de su chaqueta rota. El detonante llegó dos días des- toda mi atención. Es que quería enten-
hecho nada malo. —Tú, dinero —repite el cenube, pués, con un exasperante cartel rojo der cómo aquella locura había alcan-
—Me matarán —masculla despa- que ahora también se endereza, aun- en el noticiero de las 21. zado mi entorno familiar y a mí particu-
cio, con el rostro imperturbable, pero que de forma grácil, casi acrobática—, Decía: Noelia Ramírez, la madre larmente.
bajo una fuerte sacudida interior que nosotros poco. Morir abajo, enfermos, del Mesías internáutico, ¿es la Virgen Entonces comprendí que Víctor
nunca hubiera previsto. no salir nunca todos de lugar, aquí. de nuestros tiempos? no era sólo un loco, sino también un
—Vo't conoce tú, hace tiempo Buscarán a mí por hombre que hiere; Ver mi nombre allí escrito me genio. Y su genialidad radicaba en su
—cuenta el cenube, y le apunta con buscarán cuerpo. hizo saltar literalmente de la silla y poder de imaginación. Si algo había
un dedo sucio sin uña. A Glio le gus- —Por favor. Déjeme, señor —mur- gritar en forma desbocada. capturado la atención del mundo con
taría decir ahora que sólo necesita mura Glio y pasa junto al cenube —¡¿Virgen de qué?! ¡¿Pero es tanta fuerza era su capacidad de tomar
ponerse en pie y refugiarse de nuevo como un gigante aturdido. que están todos borrachos?! partes de nuestra realidad y transpor-
en la casa, generar una desconexión —Barco al amanecer —escucha Golpeé la carcasa del televisor tarlas a ese lugar extraño donde él
en su propio sistema y destruirse para la voz, cada vez más lejos—, cuando y le di un puntapié al control remoto dejaba de ser un loco y se convertía
siempre, evitando así que sean otros campana toca cinco veces. Luego como para ponerlo en órbita. Mis en un dios. Y Noelia Ramírez era sólo
los que lo hagan, pero en el fondo mucho tiempo para vuelta. Demasiado cabellos cobraron vida como los de un eslabón más en su creación. Pero,
no se encuentra con fuerzas como para algunos. Poder ayudar; salir con Medusa y toda mi piel tomó el color ¡vamos, qué eslabón! Podía haberla
para explicarlo. nosotros. verde de la mujer Hulk que estallaba convertido en la vecina chismosa del
—¿Querer morir, arriba? —dice en mi interior. Me arqueé frente a la barrio, o en una simple verdulera, pero
de pronto el cenube, y Glio no sabe pantalla y solté una andanada de no, ¡tenía que ser su madre!
cómo ha podido saber lo que estaba 6 improperios dignos de un barrabrava. El delirio de Víctor estaba bien
pensando—. Escucha. Todas familias Rafa me observó como un niño asus- estructurado. Su mundo se componía
nosotros viven abajo, con deudas, Durante el resto de esa órbita Glio tado y no intervino en ningún momen- de piezas del nuestro que en él enca-
esclavos de hombres; todas viven se mantiene aferrado a su sillón, de- to. ¡No movió un dedo! ¡No se levantó jaban con una coherencia asombrosa.
mal. Pero tú piedras que dan dinero. cidiendo el segundo oportuno en que del lugar ni me cobijó entre sus bra- Incluso en mi caso, si yo fuera su ma-
De modo que es eso: un ladrón pondrá fin a sus problemas. Al medio- zos! ¡No, el desgraciado me dejó ha- dre, compondría un mejor papel que
cenube trata de robarle lo poco que día escucha nuevos pasos por los cer la escena más humillante de mi el de estúpida-mujer-casada-seudoin-
le queda. alrededores, un alboroto de hombres vida y se quedó allí para observarla! dependiente que me tocaba en suerte
—No tengo nada, señor —respon- y perros que rastrean por la zona a Lo insulté también a él antes de perder en la realidad. Muchas otras personas,
de mientras trata de levantarse, pero través de los senderos de las casas el aliento y caer redonda en el parqué. citadas con nombre y apellido, se

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pudieron ver a sí mismos trasladados comenzó a escribir en un sitio de cha- insectos tratan de horadar inútilmente Y parece que las palabras han sido
a este sitio extraño y, de alguna mane- teo con el seudónimo de TimeTravel_0 su carne sintética, pero Glio no los dichas en ese mismo momento.
ra, se agradaron. Allí tenían partici- y que al principio sólo hablaba de aparta ni los asusta. Sólo entonces divisa a un indivi-
pación activa, mientras que aquí eran la posibilidad de construir una máqui- Cuando la pierna herida se niega duo envuelto en una capa que lo mira
sólo números. Allí se podían conside- na del tiempo. Luego, al reunir un a seguir su marcha y el dolor le alcanza agachado, con los brazos sobre la
rar protagonistas, no meros actores grupo importante de seguidores, optó hasta la cintura, se sienta con lentitud tierra y las manos sucias de polvo
de reparto o extras sin voz ni voto. por el nuevo seudónimo y la idea de en una suave depresión del terreno. y sangre. Tiene un cráneo ancho de
Y la idea les tentaba. Tanto es ser él mismo un enviado del futuro. Hacia el norte escucha algunos gritos un color macilento, con una cabellera
así que varias de las citadas personas Mientras más leía sobre él, más me y una sirena, y pronto algo lo sumerge morena y escasa que casi parece
cambiaron su forma de vida de acuer- alegraba de las coincidencias con en un flujo de recuerdos que lo llevan brotar en mechones aislados, y un
do con los relatos de Víctor. El caso Víctor. Era como responder a los in- al jardín, bajo el paso continuo de los rostro feo de barbilla huesuda y ojillos
más recordado es el de Pablo Montés, terrogantes de uno con los embustes ciclos; ya entonces no puede moverse, vidriosos. Glio supone que debe ser
que abandonó a su mujer y a sus del otro. Y, por cierto, los dos demos- o al menos así lo ha decidido pero, el otro cenube; el más alto, el que
hijos, y con los ahorros de toda una traban ser muy hábiles en sus tareas. por alguna razón que ahora mismo siguió al pequeño hasta la ladera.
vida de trabajo se compró una avio- Acabé yéndome a dormir con la satis- descubre, es capaz de intuir lo que Durante varios minutos se miran sin
neta, con el convencimiento de ser facción de haber confirmado que todo pasa a su alrededor, como un sonám- decir una sola palabra, e incluso Glio
un experimentado piloto. Sobrevivió el asunto era una absoluta pérdida bulo consigue ver lo que tiene delante observa el arma afilada que descansa
a un primer vuelo, que lo llevó hasta de tiempo y que ya no debía darle mientras sueña. Por eso vio al señor del cinturón de la criatura.
la provincia de Córdoba, pero allí se más cuerda. De Ziiv con otros hombres, llevando —Tú —dice al fin el cenube con
estrelló contra los picos montañosos Sin embargo, antes cerrar los muebles que introdujeron en un ca- un acento extraño y un sonido gutu-
en su segundo intento de cumplir con ojos, en la oscuridad de la habitación, mión, y luego (¿cuántos ciclos más ral—. Pensé muerto; no movías. Cuan-
su nuevo destino. acaricié mi vientre con una mano y tarde?; no lo sabe) volvió a encontrarlo do vuelvo no encuentro tú. Herido,
El cronista hizo un paréntesis y no pude evitar que se me escapara con una mujer desconocida, inspeccio- pero no sangras con sangre.
aclaró que la idea de Víctor Makinen un sollozo. nando la casa, y luego no vio a nadie, Glio se mira los agujeros de la
de convertirse en un profeta de la Rafa, como siempre, roncaba. durante mucho tiempo, excepto a unos ropa, y siente que ese ser tiene razón.
Red no era del todo original. Recordó niños que saltaron y rieron muy cerca Está herido o debe estarlo; sobre
que allá por el año 2000 un tal John Al día siguiente, la oficina era un hervi- de él. Pero más tarde descubrió al todo por el peso que nota en su pierna.
Titor se declaró también como un visi- dero de murmullos. Intenté cruzar ante vigilante entre los matojos y las ramas, —Buscan ladrones —resume Glio
tante del futuro a través de los medios todos como de costumbre y me alojé aunque apenas pudo razonar sobre al fin, sabiendo que es la primera vez
internáuticos y obtuvo una buena can- en mi box, intercambiando apenas su presencia; un ser deforme que lo que entabla comunicación con alguien
tidad de seguidores. Hizo algunas unas palabras cordiales con mis com- vigilaba medio oculto, pero sin acer- no del todo humano—. El hombre de
profecías para convencer a su audien- pañeros. Luego de varios minutos ten- carse nunca al jardín. Un día la criatura arriba...
cia y acabó desapareciendo del medio sos, en los que ninguno me quitaba dejó a sus pies un trozo de madera —Ya no hiere más —interrumpe
público en marzo de 2001, antes de la vista de encima, Gentile, el gordito tallada, pero los niños de los huertos el cenube, y se pone en pie mientras
que se pudieran corroborar o desmen- retacón de Finanzas, venció su miedo se la llevaron una o dos órbitas más otea por encima de los juncos; luego
tir sus primeros anuncios. y se aproximó a mí. tarde. ¿Cómo pudo olvidarlo? vuelve a agacharse en silencio, colo-
Luego del programa busqué en —¿Es cierto, Noe…? ¿Es cierto Y después, durante un largo lapso cando las manos largas y huesudas
la Wiki algo de información sobre ese que estás embarazada? de silencio, dejó de sentir lo que pasa- sobre la tierra. Glio se fija en las
tal Titor y hallé bastante más de la Lo miré con repugnancia y le mos- ba más allá de su carne; del envoltorio manchas azuladas que cubren su
que necesitaba. tré los dientes. Palideció. sintético que recubre su organismo piel, en la forma en que se dobla su
Concretamente, todo estaba en —¡¿Pero vos sos estúpido?! artificial. brazo, tan diferente al de los hombres.
http://es.wikipedia.org/wiki/John_Titor. El gordito reculó mientras intenta- —Mi Glio no podría vivir ahí fuera; —Vo't dice tú guardar piedras
En esa dirección web decía que Titor ba unas disculpas y golpeó contra el eso seguro —escucha ahora a la voz. que dan dinero —dice de pronto el

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girarse despacio observa a un joven ¿Cómo?, reflexiona con los ojos box de María. Le pidió disculpas a ella de las manos las últimas esperanzas.
moreno con uniforme que le apunta en blanco, ¿cómo ha podido engañar también y desapareció por el pasillo Sí, por eso.
con un arma metálica. a su conciencia, describirle hechos a paso veloz. —No sé —dije—. Debería ir.
—¡Te he pillado, colega! —pro- que no fueron, que nunca han sido? En el salón estalló un coro de —¡Bien dicho! Mirá, si querés
clama eufórico, mientras intenta sacar Si se apagó por una orden propia risitas mal disimuladas. te puedo pasar los teléfonos del ins-
un aparato electrónico de un bolsillo para luego olvidarlo, ¿por qué sigue —¡Es un idiota! —dijo mi com- tituto donde se hizo los estudios mi
de sus pantalones. creyendo que ella duerme? Así, Glio pañera—. ¿Qué esperabas? Todo hermana… Es uno de los mejores
—Eres mi irglop de la suerte, gran- vuelve a distinguirla mientras su rostro este lugar está lleno de imbéciles. lugares.
dullón —comenta con una sonrisa hermoso (porque era, debía ser her- Afirmé con un movimiento de ca- Bajé la cabeza y levanté una ma-
nerviosa, y avanza unos pasos; es moso) se iba descomponiendo dentro beza y me hundí tras la pantalla de no.
un joven delgado de ojos grandes del sarcófago bajo una capa de vapo- la computadora. Tecleé algunas co- —Dale, algún día tendré que ha-
e inseguros, muy parecido al humano res turbios. ¿También en eso se en- sas, pero no alcancé a comprender cerlo.
que lo acompañó a la sala de la se- gaña? ¿Pero cómo? Ni siquiera es- qué estaba haciendo. Mi mente se Tomé nota de los teléfonos que
ñora policía. Glio no entiende bien taba programado para hacerlo, pien- negaba a enfocarse esa mañana. me pasara María y llamé a Rafa a
lo que ocurre. sa; cuando al fin logra enderezarse —¿Estás bien, Noe? —me pre- su oficina. Su voz parecía acobar-
—Y ahora me vas a decir dónde con dificultades, se acerca de nuevo guntó María, al cabo de unos minu- dada. Seguramente tenía frescos en
está tu grupo y cuántos sois, ¿vale? al camino, donde distingue un charco tos—. Digo, más allá de las pavadas la mente los gritos desquiciados que
—ordena, y de inmediato se lleva el de sangre sobre la grava y un zapato. de la tele de ayer. ¿Te sentís bien? le había lanzado la noche anterior.
dispositivo a la oreja—. ¡Lenoiz! ¿me Se palpa a ciegas los agujeros y que- Dejé la computadora a un lado —Perdón —le dije.
oyes? ¡Lo he pillado, tío; la jefa tenía maduras de sus heridas, pero aún y la miré a los ojos. Sentí que una —Sí, está todo bien. No te preo-
razón! se mueve más o menos como antes, vergüenza enorme me embargaba. cupes.
Glio supone que debe tratarse a excepción de una cojera en la pierna —¿Sabés, Mary…? —le dije tem- Lenta pero decididamente le fui
de un error inevitable. Ellos, verda- dañada, a la altura del muslo. blando—. Lo de anoche me afectó comentando mi idea de hacernos
deros centinelas, siguen la pista de Gran parte de la bruma se ha mucho… No es que le preste atención los análisis y él pareció despertarse
los ladrones que robaron en la casa ido disipando por las montañas; así a esas estupideces, pero lo de la ma- de pronto y, en cierta medida, alegrar-
de su señora. Por eso, tan sólo debe resurgen, una vez más, el sendero ternidad es un tema muy complicado se.
aclarar el hecho mostrando la llave... de la ladera, los tejados de los arraba- en mi vida. —Por supuesto que quiero. Hoy
pero ya no tiene llave de la casa, y les o los buques de carga del muelle Ella pareció entender y bajó la en día es un estudio tan común…
por un momento extrae de la chaqueta a lo lejos. El rastro de sangre se diluye voz. Y hay tantas formas de que quedes
el colgante de barro. en manchas dispersas que tiñen los —¿No podés quedar…? embarazada.
—¡Quieto! —grita el policía, casi juncos silvestres y la tierra húmeda. Asentí. —Gracias, Rafa. Te amo.
histérico, y se le cae el aparato de Glio necesita hablar cuanto antes —Nunca me hice estudios, pero Me comprendía. Al menos ahora,
comunicación al suelo. Glio extiende con el policía joven; contarle del robo creo que la culpable soy yo. Rafa no en un momento tan difícil, mi esposo
y abre la mano, pero algo le quema que se produjo en la casa donde ha- puede ser… Él es tan… sano… me comprendía y me apoyaba. Era
en el pecho y en el hombro izquierdo bita para que, de esa forma, pueda —¿Y por qué no te sacás la duda? lo que necesitaba, el empujón para
y, casi enseguida, en una pierna. Sin servir de ayuda a quienes persiguen Me mordí los labios. ¿Y por qué animarme a avanzar y resolver aque-
poder evitarlo, trastabilla y cae de a los hombres malos y de paso pro- no lo hacía? Era verdad; el plantea- llas cosas que habían quedado incon-
espaldas sobre la hierba; luego oye teger las propiedades de su señora. miento estuvo siempre allí, pero yo clusas en mi vida.
pasos y ruidos confusos que no sabe Ser, en definitiva, útil a su servicio. no lo quería ver. ¿Por qué no lo hacía? Cuando llegamos al Centro de Fer-
atribuir a nada concreto, casi como Así, se interna por una plantación Pues porque seguramente no quería tilidad y Andrología los miedos reapa-
si los imaginase. salvaje de arucos, abandonados por saber el resultado. No quería que me recieron y por un momento dudé. Rafa
—Duele —dice en voz baja, ocul- las lluvias y tan altos que le llegan dijeran en forma categórica que era me miró y me aseguró que todo iría
to su cuerpo entre las matas. a la altura de los hombros. Algunos una mujer estéril y que me quitaran bien, que no me preocupara. Por una

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vez no puse en tela de juicio sus pala- unos pocos caracteres para anunciar Simplemente sucedió así, aunque como una pompa de jabón a punto
bras y le hice caso. Entramos. La aten- que la fecha de su nacimiento se es- pretenda recordarlo de otra manera. de extinguirse, y las mesanas de al-
ción fue más cordial de lo que imagi- taba aproximando. Como de costum- En el silencio de la noche, ahora su- gunos barcos hundidos en un río invi-
naba y una secretaria nos pasó a ex- bre, yo me enteré porque me lo con- merge su mente en un proceso esta- sible. Varios perros salvajes ladran
plicar los procedimientos que nos taron en la oficina, y con unos cuantos cionario, recordando instantes de otros desesperados desde diversos rinco-
realizarían, como si se tratara de una meses de retraso, ya que nadie se tiempos en los que la veía aparecer nes de las montañas circundantes,
receta de cocina. Todo parecía simple animó a mencionarlo luego de mi últi- protegida con una bata y con sus y un pequeño carguero aterriza hacia
y rápido, pero yo sabía que no lo era. ma reacción. Para ese momento yo zapatillas rojas, o cuando él mismo el norte, centelleando durante un mo-
Y no quería que lo fuera. Que se toma- ya estaba atravesando una de las eta- le preparaba las maletas antes de mento como una mota de plata. Al
ran su tiempo y no fallaran en sus diag- pas más felices de mi vida y difícil- que se fuera de viaje. O cuando la abrir la puerta de entrada, Glio obser-
nósticos. No sabía si sería capaz de mente permitiría que algo así me afec- escuchaba al otro lado de alguna pa- va las ruinas de un paisaje irrecono-
regresar para repetir los estudios. tara. Sin embargo no pude evitar que red, con aquellos murmullos tan extra- cible bajo la niebla; pero al poco rato
En pocos minutos, Rafa y yo nos un escalofrío me recorriera la espalda ños que emitía al dormir junto a otro ve la sombra del pequeño cenube,
separamos y cada uno realizó la parte y que mi vientre se convirtiera en una hombre. un poco más abajo, entre arbustos.
del trabajo que le correspondía. Mien- roca. De pronto oye un ruido que pro- Se mete otra vez en casa y a los po-
tras me escaneaban con sus máqui- —¿Será sólo una casualidad…? cede de fuera. cos minutos aparece con un plato
nas zumbantes pensé que él la estaría La expresión de María lo decía —¡Mira aquí! —dice una voz hu- de gramuneas muy maduras que su
pasando un poco mejor. Al menos todo. Tragué saliva. mana, y durante unos segundos la señora dejó olvidado en una despen-
tendría una revista con la que entrete- —Afortunadamente —dijo en un ventana de la biblioteca se inflama sa. Se acerca con lentitud a la roca
nerse. Yo, en cambio, debía quedarme susurro desde su box—, no ha hecho de luz por los huecos de los tablones y deja allí la comida sólo para descu-
quieta y tratar de no torturarme mental- más comentarios al respecto desde y las cortinas. Las pupilas automáticas brir que alguien ha dejado encima
mente antes de tiempo. Algo tan difícil esa vez. Ni siquiera mencionó tu nom- de Glio se reducen mientras observa una especie de talla redonda, diminuta
como intentar no decir lo que pensaba bre nunca más. Sólo habla de su mun- la silenciosa oscilación del péndulo y de color azul, con un signo grabado
tan a menudo. do y de lo lindo que es. Quizá el tipo de un reloj de bronce. Pronto vuelven en el centro. Un colgante, deduce,
Al cabo de unas horas nos reen- haya entendido que se extralimitó las sombras, pero los pasos por la y lo recoge por su cordel de lana.
contramos y nos dedicamos una son- usando nombres verdaderos y que hierba y la grava de los alrededores Se parece mucho, quizá demasiado,
risa benévola. Rafa me mostró su en cualquier momento le podía caer parecen haberse multiplicado, como al colgante de piedra de aroletta de
diestra e intentó una broma, pero yo la policía. Debe estar tratando de las voces de varios individuos. Con su señora. ¿Quién ha podido copiar-
estaba demasiado nerviosa para reír- hacer buena letra, porque será un la lentitud de un coloso de piedra, lo?, y ya erguido adivina el gesto entre
me. La secretaria regresó con nosotros demente, pero no es estúpido. Sabe Glio se aproxima a un espacio entre intrépido y temeroso del cenube.
y nos pidió paciencia, que no nos de- que por más anónimo que sea, siem- las cortinas. Al fin ve a un grupo de Glio se lo mete en el bolsillo y
sesperáramos y que regresáramos pre hay forma de que lo atrapen. policías merodeando por los jardines desciende por el sendero, mientras
la semana siguiente para obtener los —Sí, puede ser… Pero a mí me y casas de la ladera. Buscan ladrones, las brumas devoran el promontorio
resultados. intriga cómo hace para enterarse de se dice, y se alegra de que puedan de plantas y matorrales en el que
Cuando salimos sentí que un enor- todo. ¿Será un maniático que persigue proteger las propiedades de su seño- se refugia la criatura. No sabe bien
me peso abandonaba mi cuerpo y creí a la gente y la investiga…? ¿Me habrá ra. Luego se sienta de nuevo en el la causa, aunque algo lo impulsa a
que flotaba. estado vigilando? sillón y se aletarga. acercarse al cenube, quizá para que
—Ya dimos el primer paso —le María cambió de actitud y movió El amanecer sorprende a Gotzc le cuente cómo ha podido fabricar
dije a Rafa, y él me devolvió otra sonri- las manos delante de la cara. sumergida en un océano de brumas el objeto. Pero un silbato cruza el
sa enorme. —¡Pará, pará! ¡No te embrolles del que apenas sobresalen la veleta aire, dejándole inmóvil, al borde del
tanto que te va a hacer mal! Si ya no de la Torre Observatorio, la cúspide camino.
Una semana después de su última menciona tu nombre es porque pasó de una nave-fortaleza del puerto, pro- —¡Quieto, no te muevas! —grita
declaración, Víctor Makinen escribió a otra cosa. Punto. Estos locos actúan tegida por una esfera transparente una voz chillona, casi femenina; al

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En la biblioteca comprueba que sur. Entre los arbustos adivina la así. Vos relajate y cuidá a ese bebé, levantarme de la cama que las contrac-
todo sigue como ha estado hasta forma del cenube, que ahora parece que es lo más importante. ciones y tirones y lo que fuera que
ahora, y se sienta en un sillón con acompañado por otro más alto que Acaricié mi vientre y suspiré. me desgarraba por dentro me hacían
la duda de apagarse de una vez por observa la casa envuelto en una es- —Tenés razón. morir del dolor. Pasé licencia en el
todas. ¿Cómo podría hacerlo? No pecie de capa protectora para las Y luego traté de pensar en cosas trabajo y Rafa contrató a una emplea-
sabía que pudiera y, sin embargo, tormentas. Glio hunde sus zapatos hermosas y en él, en Lucas, y en su da para que me cuidara mientras él
una breve revelación de su propia en la gravilla principal del sendero pronta llegada, y le hablé en mi inte- no estaba. La opción hubiera sido mi
memoria vuelve a contradecir sus hasta detenerse junto a su roca; en rior, intentando transmitirle una calma suegra, pero gracias a Dios ella vivía
prejuicios. Pero Glio anula y destruye silencio, pone la manzana sobre la que yo misma no tenía. Poco a poco en Mendoza y, por no sé qué refac-
recuerdos fugaces que parecen inva- piedra y pronto, lento y algo triste, conseguí aislarme del asunto de Maki- ciones en su casa, no podía viajar
dirlo como intrusos y prefiere refugiar- vuelve a refugiarse en la casa. nen y serenarme, y el vientre se relajó hacia aquí.
se en el ámbito seguro de sus cono- Al anochecer los cenubes ya al fin. Todo el sexto mes fue un suplicio
cimientos normales y de sus deseos. han desaparecido de las inmedia- Por la noche, cuando se lo co- y el calor furibundo de enero no ayu-
Al fin, cuando se levanta, parecen ciones; el pequeño deforme se llevó menté a Rafa, en la oscuridad de la daba en nada. Cuando entré en el
haber pasado ya varias horas; al me- la manzana por entre las matas, habitación y sin ruidos molestos a séptimo mes ya no lo soporté más
nos por la posición de las luces mori- mientras el otro se demoraba largo nuestro alrededor, la tensión regresó y pedí que me internaran. Algo andaba
bundas en las losetas de mármol. rato contemplando el edificio, hasta a mi abdomen. mal, lo presentía. A Rafa, ¡pobrecito!,
Ahora se asoma por un hueco de que Glio decidió retirarse de las cor- —Ya no le prestes atención —me lo desperté a las dos de la mañana
la ventana de la cocina y lo ve de tinas para no ser descubierto. Senta- dijo—. Es sólo una simple coinciden- y lo hice salir a la carrera conmigo
nuevo, después de un rato, agachado do, apenas se atreve a mover un cia. Ese pobre infeliz no merece que en brazos. En la clínica me pusieron
sobre una piedra. Vigila la casa, se músculo sintético; aún sigue sin re- hablemos de él. bajo observación y respondieron con
dice. ¿O tal vez pretenda también parar la puerta rota, pese a las ame- Dejé pasar unos segundos y lue- absoluta profesionalidad, pero las
robarla, como ya lo hicieron otros? nazas que lo rodean por todas par- go asentí. Pero el malestar continuaba cosas empeoraban. Mi cuerpo se des-
Algo le insinúa que no es probable tes. Bajo las sombras, con los brazos y la voz interior ya no lograba calmar- compensaba. A veces pienso que
que eso ocurra, y enseguida se aga- extendidos sobre su sillón, como lo. No importaba cuánto le susurrara si la naturaleza nos marca con una
cha para abrir la loseta. En el hueco un viejo familiar que espera con pa- ni le cantara. El bebé estaba tan tenso cruz es difícil que acabemos salién-
extrae la bolsa con las joyas y la in- ciencia el momento en que despierte como yo. Lo sentía. donos con la nuestra. Podemos burlar-
troduce en el bolsillo de su chaqueta un enfermo crónico, Glio recuerda Sólo cuando lo llamé Víctor pare- la por un tiempo, pero a la larga nos
raída. aquella primera noche en que, tras ció serenarse. alcanza y nos hace pagar las travesu-
Ya de pie, Glio abre la nevera; descubrir que ella lo había dejado ras. Estuve sufriendo durante dos
un hedor tibio lo invade, obstruyendo solo para irse al sarcófago de idroli- Luego de que la inseminación artificial semanas (los dolores eran atroces,
sus sensores. Los alimentos parecen ta, decidió apagarse para siempre. se mostrara exitosa debí acudir perió- pero más me dolía la tortura mental
haberse corrompido durante algún No... no fue un fallo del sistema, se dicamente a control especial. Los mé- que todo esto significaba), hasta que
proceso en que el generador necesitó repite con algún balbuceo y aun con dicos habían encontrado algunas difi- el médico decidió que era hora de
de todos sus recursos para seguir alguna resistencia. No lo fue, admite; cultades en mi útero y en las respues- una cesárea. Lloré. Lloré por el temor
manteniendo la estabilidad del sarcó- por eso no quiso seguir moviéndose tas de mi cuerpo (¡vaya uno a saber de que le pasara algo a Lucas, pero
fago. Sin embargo, pronto saca una y se convirtió en una estatua en el qué clase de respuestas eran, pero también de vergüenza, porque en
manzana con algunas manchas gri- jardín abandonado de una casa sin nada agradables, por supuesto!), y algún punto de mi mente deseaba
ses en la cáscara rojiza. Luego sale vida. Cuando pudo despertarse de pensaban que tal vez los últimos me- que me lo sacaran de una vez.
a la intemperie por la puerta principal; nuevo ya habían pasado muchas ses los debería pasar, si no internada, La intervención llevó varias horas
el sol de este planeta reluce entre órbitas y varios ciclos, y las tormentas al menos con reposo absoluto. Y ya y los rostros eran cada vez más sudo-
masas blandas y amorfas de nubes y el sol habían echado a perder sus cuando entraba en el sexto mes tuve rosos y menos agradables. Por fin,
que se pierden por las colinas del ropas. que darles la razón, porque no podía cuando Lucas apareció y me lo mos-

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traron creí que todo había acabado descubrí el hilo de Víctor Makinen a destruir, sin quererlo, todo aquello de ir. Nunca lo tuvo, y todo el mundo
y que ahora podría descansar. Pero y noté que aún seguía vigente, decidí que le interesa. ¿Cómo podrá decírselo sabe que él no sabe cómo ir solo a
me equivoqué. Mi bebé estaba muy que debía ponerme al día con todo cuando abra sus ojos? No, titubea ninguna parte. Todo el mundo lo sabe,
débil y debía ir de inmediato a la in- lo que había ocurrido. en medio de la calle, mientras pasan se repite, y observa la mueca del
cubadora, a recibir cuidados especia- Lo primero que encontré fue un varios gotzcenos protegidos por para- cenube; luego Glio sigue caminando
les y controles exhaustivos. Demasia- mazazo demoledor: fechado en el mis- guas grandes y negros como escara- por un callejón empinado que lo con-
dos controles para una criaturita tan mo día de la muerte de Lucas aparecía bajos; a ella no podrá decírselo. Por duce a los arrabales apestosos y,
pequeña. Rafa lo siguió cuando lo un escueto mensaje de Víctor, diciendo un segundo, el recuerdo de las chispas desde allí, al pie de la ladera. Siente
sacaron y no les perdió pisada a los simplemente “Gracias, mamá”. Yo es- azules en el sarcófago surge con todos que el cenube lo sigue a poca distan-
médicos en ningún momento. Sé que taba sola en casa, por fortuna, porque sus detalles, pero un bloqueo de su cia, pero no se gira en ningún mo-
fue así, porque cuando se lo propone, los alaridos de horror que esto me mente lo anula, como si nunca hubiera mento.
puede ser verdaderamente implaca- arrancó habrían asustado a Rafa o existido. Ya en las inmediaciones de la
ble. Por él puedo estar segura que a cualquiera que estuviese presente, De pronto se percata de que al- casa, Glio observa los pelajes húme-
fue a Lucas a quien lloré esa tarde hasta el punto de creer que había enlo- guien lo mira no muy lejos. Es una dos de los croaces inmóviles sobre
y no a otro bebé cambiado. Por él quecido. Era horror, espanto, pero al criatura pequeña vestida con harapos, el nido de la chimenea, y de algún
puedo saber que el agujero enorme mismo tiempo desahogo y liberación. algo encorvada y de aspecto deforme. modo nota un cierto bienestar en su
que llevaba dentro era legítimo y no Mi mente no podía pensar en otra cosa El hombrecillo lo mira como un pez: pecho, como una fórmula benefactora
un engaño más de este mundo cruel. que en una inexplicable casualidad, de reojo y casi como si lo asustase que diluye el malestar que lo asaltó
pero mi corazón me decía que esas haber sido descubierto. Glio levanta al salir de la comisaría. Se rebusca
Pasaron cuatro años desde aquella dos palabras encerraban un mensaje un poco la mirada hacia la ladera, en el pantalón pero no encuentra la
desgraciada tarde de verano y yo ape- mucho más poderoso, casi divino. indeciso. Sin embargo, la criatura llave, ha debido caerse en alguna
nas lograba recobrar la sonrisa en Cuando logré reponerme continué avanza con lentitud, apoyando una parte, supone, y divisa los tejados
mi casa y con algunos amigos. El tra- la lectura cronológica con avidez y mano de dedos largos en una pared bajos de Gotzc y ese mundo grande
bajo lo había perdido al año de la muer- así fui enterándome de cosas del mun- ennegrecida por el humo grasiento y difícil de comprender donde estará
te de Lucas, porque ya no podía regre- do de Makinen que yo jamás me había de una fábrica cercana. Pronto obser- la llave de su puerta. Entonces ve
sar y enfrentarme a los rostros de toda detenido a pensar. Cosas como que va las manchas pardas que cubren al cenube detrás de unos matojos,
aquella gente desagradable. Luego allí no existían los gobiernos represen- su piel y la burbuja de carne que so- como un niño indefenso, pero no está
me mantuve haciendo pequeñeces tativos ni autoritarios, y que las regla- bresale de su cabeza casi desnuda. preparado para echarlo. Ella también
desde casa que me permitían ayudar mentaciones tenían ciclos de vida y Un cenube, piensa Glio; nunca antes tenía razón en eso, se dice; nunca
a Rafa a pagar algunas cuentas. La se ajustaban a la realidad de la so- había visto a uno tan cerca. Debe sirvió para protegerla. Y al pensarlo
compra y venta de ropa me tuvo distraí- ciedad. De tal manera, cuando había de ser uno de esos trabajadores del coloca su mano sobre la cerradura
da unos cuantos meses y me llevó sequía y grandes pérdidas en los cam- puerto a los que tienen trabajando y la hunde de golpe, con una fuerza
a conocer mucha gente y muchas his- pos, entraban en vigencia las denomi- día y noche hasta que no pueden inhumana. En el vestíbulo lo asaltan
torias de vida similares o peores a nadas “leyes emergentes”, que altera- más y deciden morirse. El cenube una vez más los fantasmas de otras
la mía, y aquello fue ayudándome a ban prácticamente la vida de toda le hace un gesto con la mano, lleván- épocas, en medio de esa cortina de
restablecer mi psiquis, como comple- la sociedad, desde las tarifas impo- dosela a la boca, pero Glio no entien- polvo fantasmagórica que flota sobre
mento de las infaltables sesiones del sitivas hasta los puestos laborales de el significado. Empapado por la muebles cubiertos por sábanas y
doctor Carnevale. de cada ciudadano. Esta reacción so- lluvia, que ahora corre con más viru- trapos, y bajo ese silencio en cuyas
Durante todos esos años me alejé cial podía compararse a la que existe lencia por las piedras de los callejones raíces podría descubrir los signos
definitivamente de mis anteriores gru- dentro de una gran familia, donde los circundantes, vuelve a mirar la casa, de sus actuales moradores, diminutos
pos sociales y perdí, si es que alguna hermanos o los tíos se encargan de allá arriba. La señora de la comisaría viajeros que ahora se deslizan por
vez lo tuve, el hábito de ojear las re- levantar a los caídos en desgracia o le ha hecho muchas advertencias, nidos socavados en el yeso o en la
des de Internet. Por ello, cuando re- de reemplazarlos en sus tareas, de pero sabe que no tiene otro sitio adón- madera.

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gunas arrugas, pero creo que no me enigma, a cada misterio de un fenó- ser necesario. No había “cabezas vi- lenguaje simbólico, puramente me-
he vuelto loca todavía. Este mendrugo meno. La señora policía sólo quiere sibles” entre los ciudadanos, sino que tafórico.
no sabe ni dónde tiene la espalda. que no se repitan los hechos que todos se encontraban en un nivel hori- Organizar toda la información pre-
Podemos llevarnos horas y horas castiga, y por eso lo protege de seres zontal, y las decisiones que debían sente en la red desde cuatro años
con él y sólo perderemos la paciencia. como a los que persigue desde su tomarse se realizaban con el consenso atrás hasta la actualidad me llevó va-
De momento quiero un informe deta- despacho. En cuanto salga debe vol- de las partes involucradas, debiéndose rias semanas de trabajo, y varias dis-
llado de búsqueda sobre tiendas de ver a casa y no salir hasta que se dejarse sin efecto si una mayoría se cusiones conyugales en casa. Por
empeño. Y tú, amigo... sí, tú, ¿me hayan olvidado de él, acaso para siem- oponía posteriormente. más que quise mantenerlo en secreto,
oyes? No te quiero ver por aquí cerca, pre. Si quisiera, podría ralentizar los Mientras leía éstas y otras facetas Rafa notó cambios en mí que lo lle-
y desde luego aún menos por la la- cronógrafos de su procesador interno, organizativas del mundo de Makinen varon a husmear en mis historiales
dera. Oficial, creo que ya he tenido hacer que en cada segundo de su no podía dejar de pensar en lo utópico de navegación. Allí se encontró con
bastante con esta visión de carne mente transcurran varias órbitas; es- que sonaba todo y en lo directo y efec- toda mi investigación sobre Makinen
sintética al vacío. tacionarse como ella... Y un día, cuan- tivo de su mensaje. Simple: era una y regresó a su postura cerrada y ma-
—Sí, Excelencia. do menos lo esperara, despertarla estafa. Lo que no me quedaba claro chista. Me exigió que lo dejara, que
Poco más tarde acaba en una de nuevo para que las cosas volviesen era la motivación final de Víctor. A lo olvidara y que intentara salir de casa
celda de piedra de los subterráneos a ser como antes. veces parecía que sólo perseguía la más a menudo y disfrutar de los es-
de la comisaría. Al sentarse sobre trascendencia personal, la fama in- pacios abiertos. Y yo, que estaba con
una cama pequeña, donde apenas discriminada, la alabanza de un grupo pocas ganas de reñir, le di el gusto
cabe su enorme culo redondo, las 5 de fanáticos, que lo mismo seguiría en parte, acompañándolo a sus par-
patas de hierro chillan avisando de a un músico, a un deportista o a un tidos de pádel y a sus “asados de tra-
una caída inminente. Inmóvil, Glio Una suave llovizna vuelve a acudir líder espiritual que le mejorase la ca- bajo”, pero continué con mayores pre-
pasa el resto de la tarde y la noche sobre Gotzc en la penumbra de la pacidad torácica a la gente. Otras cauciones con mi tarea investigativa,
escuchando voces de otros prisione- aurora. Enfundado de nuevo en sus veces parecía haber un trasfondo eco- porque me hacía pensar que estaba
ros y pasos y susurros de animales ropas (ya que finalmente no hubo for- nómico en su accionar; un pedido desmadejando un gran ovillo que, en
diminutos que cruzan vigas ocultas ma de encontrar algunas otras de su solapado de apoyo para materializar cierta forma, era mi propia cabeza.
o recorren los oscuros pasadizos de propia talla), ahora más sucias y per- “partes” de su mundo en éste. Por En poco más de un mes llegué
sus madrigueras. Casi al amanecer cudidas que nunca, sale por la verja último, creí detectar en él una necesi- a componer una idea acabada de la
piensa que tal vez los hombres actúen abierta de la comisaría mientras siente dad afectiva tan profunda como la cosmovisión de aquel loco genio y,
bajo coordenadas justas pero inaccesi- la humedad sobre su pelo moreno, que yo misma estaba atravesando debo admitirlo, quedé bastante asom-
bles para su comprensión absoluta. aplastado y corto; gotas de agua que en esos momentos. En períodos, que brada. Al arribar al último año de su
El amable señor de la tienda le dio resbalan por su mandíbula prominente a veces se extendían por meses, Víc- participación en las redes sociales,
dinero, y el mecánico quería ayudarlo, o su barbilla sin que él se dé cuenta tor dejaba caer mensajes sueltos que me encontré con un hilo que me sacu-
y desde luego los policías sólo quieren ni tampoco parezca importarle en ab- clamaban por atención y empatía. Los dió de pies a cabeza. El tema se lla-
atrapar a esos ladrones que merodean soluto. Ha perdido su dinero, los cien que más me habían resonado eran maba “Villa Martina” y trataba sobre
por los alrededores de casas como gorleps, y el colgante de su señora, líneas oscuras como “Hace frío aquí, la posibilidad concreta de construir,
la de su dueña. ¿Por qué no dijo nada y ni siquiera sabe cómo podría recupe- sin las manos que me quieren” o “Tan en una zona alejada de la provincia
sobre los individuos que vio ayer, rarlos. Por primera vez Glio presiente grande y hermoso paraíso y nadie de Buenos Aires, una ciudad comple-
cuando de pronto pudo liberarse de un temblor que irradia por su organis- con quien compartirlo”, líneas que pa- tamente funcional que se rigiera por
su bloqueo físico y mental? mo sintético hasta cubrirlo como si saban casi inadvertidas en un mare- las normas e ideologías de Víctor.
A veces también le cuesta trabajo fuese una ola. Ella, su señora, lo sabía; mágnum de mensajes y respuestas Dicho con sus propias palabras, “Villa
poder entender sus propias acciones, también el padre de aquella niña, de de los seguidores y/o detractores, y Martina será nuestra isla en este mun-
pero sabe que debe existir una res- Urlet, y los otros hombres: todos lo que parecían aportar a la postura de do egoísta y viciado. Un pedazo de
puesta clara a cada principio de un sabían. Sabían que está determinado los sociólogos de la existencia de un mi paraíso puesto al alcance de todos

52 13
para que puedan sentir y compartir ¡Son una familia genial! No paramos gesto de pesadumbre o de resignación —Bueno, la cosa está clara de
esto que desde siempre quise trasmi- de reírnos desde que llegaron. ¡Qué diaria—. ¿Qué tenemos entre manos? momento —resume al fin la señora,
tirles”. La idea me avasalló. Enloquecí. carácter, por Dios!” —Es sospechoso en primer grado recuperando algo de su paciencia—.
Más adelante descubrí que un ”Esta tarde aparecieron dos pes- de robos en la colina —dice el mucha- Por si no lo sabes, yo me encargo de
cadores nuevos en la laguna. Uno
benefactor había donado tierras en se identificó como Miguel Rigo y re-
cho—. Lo hemos cogido cuando esta- facilitar los procesos, la burocracia.
las afueras de Bragado, en el kilóme- sultó ser un nuevo vecino de la calle ba intentando cambiarse de aspecto, Tu caso, como acabo de decirte, es
tro 8,2 de la Ruta Provincial 46 (Goo- 6. El otro, apellidado Frontera, nos en un taller del puerto. Una llamada un poco especial. Pero la verdad es
gle daba estas coordenadas: -35° pareció bastante más entrador y jo- nos avisó de lo que pasaba. que no tengo tiempo ni ganas de per-
0' 19.04", -60° 35' 50.83"), cerca de vial, pero desapareció de la villa al Glio escucha la acusación sobre derme mucho con lo tuyo. Hay expe-
una laguna visitada sólo por algunos caer la noche. Dijo algo de un con- cambiar su apariencia, pero ni siquiera dientes más urgentes, y tengo al Co-
pescadores de tarariras. Víctor había greso al que debía asistir. ¡Una lásti- tiene el impulso de contradecirla o misario Jefe resoplando en mi nuca.
celebrado la noticia y había puesto ma! ¡Parecía buena persona!” refutarla, ya que no entiende bien el Podría ordenar que te aten al motor
en marcha los mecanismos necesarios ”Claudio Amodeo y familia arriba- argumento ni la posible forma de de- de una nave espacial y te desintegren
ron esta mañana a la calle 11 al 520,
para hacer realidad la villa. a doscientos metros de donde vive
fenderse. en el aire. Apuesto a que nadie te echa-
Con desesperación, debo admitir- su hermano. No vimos cuándo baja- —Bueno, amigo —dice la señora ría en falta. ¿O no? ¿Tienes más ami-
lo, busqué las coordenadas en el ma- ron las valijas del auto, pero fue cues- de aspecto ajado—. ¿Tienes algo gos en tus robos?
pa interactivo y quedé boquiabierta. tión de minutos descubrir el olorcito que decir? —Déjelo, Excelencia; este tío
Amplié cuanto pude la resolución y a asado saliendo de la chimenea de Glio observa el sudor que brilla habla poco —dice el joven.
sentí que el corazón se me paralizaba. su parrilla. ¡Bienvenidos, vecinos!”. en las sienes de la mujer, el modo La señora vuelve a tamborilear
Estaba allí. Todo. Cada calle, cada frenético con el que parpadea detrás en la mesa.
casa, todo lo que en los mensajes, Las historias no acababan nunca y de sus gafas sucias, pero no responde. —Tenemos la prisión abarrotada
en las idas y vueltas, aportaba la gente yo me reía en la oscuridad del come- —Al final os cogemos a todos, de asesinos y conspiradores, ¿lo ima-
de sus conocimientos de urbanismo. dor, mirando la pantalla de la computa- tarde o temprano. Lo que pasa es ginas?
—¡Villa Martina! —exclamé en dora y sintiéndome cómplice de algo que tu caso es algo especial, me te- Glio no imagina nada, al menos
un susurro y me tapé la boca, temien- que me parecía maravilloso. Avancé mo. Tendré que consultarlo con el de momento: la mira como si tuviese
do que Rafa en la habitación aún no un poco y me detuve en otro párrafo Erálogo, por si hay jurisprudencia. que hacer algo concreto pero no su-
se hubiera dormido. No lo podía creer. impactante: ¿Niegas que ese dinero no sea tuyo? piera la forma adecuada de hacerlo.
Makinen había ido muy lejos, mucho Dime, responde, ¿o es que no te pro- En cierto sentido, es algo que le re-
más que ese pobre infeliz de Titor, “Hoy nos encontramos con Víctor en gramaron para eso? cuerda a otras épocas, cuando su
mucho más. Era un fraude y un esta- el patio de los nuevos vecinos Celen- —No. señora esperaba de él alguna res-
fador, pero lo había hecho. Le había tano. Le estaban festejando su cumple- —¿No? —Y sonríe exaltada, en- puesta lógica o brillante o al menos
años número 4 con una gran produc-
dado a sus seguidores lo que ellos ción. ¡Les queremos dar las gracias
señando unos dientes muy pequeños satisfactoria, y él sólo podía respon-
le habían pedido. de parte de toda Villa Martina por su y mal alineados—. ¿Pero qué res- derle con su silencio.
Ahora sólo restaba saber si el lu- generoso gesto para con nuestro men- puesta es ésa? ¿“No” qué? Te pregun- —Vas a pasar una noche en el
gar estaba habitado. Regresé a la red tor!”. to si reconoces que ese dinero que calabozo de abajo. Oficial, mañana
social y me quedé maravillada al leer llevabas, con el que querías pagar le daremos unas ropas oportunas,
algunos párrafos de lo que ellos llama- Mis ojos se clavaron en la fecha del en el taller, no es tuyo. Te aviso que o algo para ponerse.
ban “El libro de lo nuevos vecinos”. mensaje y temblé. Era del 10 de febre- vamos a rastrear los comercios de —Pero, Excelencia... —protesta
Eran muchísimas notas, y todos los ro, el día exacto en que Lucas cumpli- siempre, donde recuperamos todo débilmente el muchacho.
días se multiplicaban. Leí: ría cuatro años. Palidecí y sentí que lo que robáis arriba. La señora agita la mano para
todo me daba vueltas. Corrí al baño Glio tuerce lentamente el cuello que el muchacho se calle de golpe.
“Leonel Protti, su señora y la pequeña creyendo que vomitaría, pero nada y se fija en el gesto distraído del joven —Silencio. Llevo más de treinta
Mía se trasladaron a calle 3 al 250. salió de mi boca. Me refresqué la cara del uniforme. años en esta sala, me han salido al-

14 51
verle el juguete aún más roto. La niña muriera a causa de unas fiebres incu- frente al espejo y me escruté en él del anotador de la cocina y escribí
se alejó llorando por la colina, y poco rables. Pensativo, Glio necesitó mu- durante unos minutos. Tenía la mirada unas líneas sencillas. Dejé la nota
después apareció un hombre alto chas órbitas para darse cuenta de de una demente. ¡Estaba loca, qué en un lugar bien visible sobre la mesa
con un palo en la mano. que no volvería a verla. ¿Por qué más! ¿Cómo no estarlo frente a tantas del comedor y me alejé hacia la puer-
—¿Qué le has hecho a mi hija? piensa en eso ahora?, se pregunta, coincidencias? ¿Cómo hacer ahora ta. Allí tomé mi abrigo del perchero
Desde aquel día tuvo que renun- y de pronto se abre la puerta del ve- para aceptar que era todo un embuste, y salí a la calle oscura y fresca de
ciar a sentarse en la piedra y decidió hículo de golpe. un fraude bien pergeñado, minuciosa- una Buenos Aires otoñal, deseando
que sus rondas y paseos fuesen más —¡Venga, vamos! ¡Sal! mente ejecutado a lo largo de tantos que todo saliera bien. ¡Tenía que salir
cortos y alrededor de la casa, y que Al levantar la cabeza, Glio obser- años? No lo sabía. bien! Pensé en la nota que acababa
para sentarse tendría sólo el banco va que se halla en un patio redondo No acerté con una respuesta y de escribir y afirmé con la cabeza.
de hierro. A veces miraba desde el de ladrillos color ocre, con un edificio decidí que debía volver a ver todo Rafa me entendería. Allí le decía cla-
jardín con sus tranquilos ojos grises alto y macizo por delante en el que aquello una vez más, por si acaso ramente: Me fui a Villa Martina a bus-
y veía a la niña jugando con otros niños destacan varias filas de ventanas mi vista me hubiera engañado y mis car a Lucas. Por favor, venite a vivir
entre los arbustos, un poco más abajo. muy estrechas y oscuras y unas insig- deseos traicionado. Pero no. Todo con nosotros.
Una noche decidió que bajaría a Gotzc nias de bronce sobre el arco de una estaba allí. Las fechas eran las mis- ¿Por qué no podía ser cierta toda
a comprarle un juguete a Urlet, pero puerta imponente. Pronto lo llevan mas. Las palabras, los elogios, los aquella fantasía ideada por un genio
el impulso inusitado de ese propósito hasta el interior por corredores an- nombres… ¡Vaya, algunos me pare- loco, si, después de todo, no era más
se estrelló pronto con varios inconve- chos con lámparas viejas con forma cían familiares! Continué buscando descabellada que la fantasía que me
nientes casi fatídicos. El primero de de hongos; al fin lo dejan en una sala más y más mensajes del libro de los tocaba vivir a diario? ¿Qué importaba
ellos, que no estaba hecho para salir luminosa con cabezas de brobbos nuevos vecinos y me detuve en cada si era una gran mentira, si todos la com-
de las propiedades de su señora sin disecadas en las paredes, muebles uno de los que hacían referencia al partíamos y la aceptábamos? ¿Acaso
permiso y aun menos bajo una excusa de aspecto anticuado pero confortable encuentro con Víctor Makinen. Los era más real mi vida anterior que esta
semejante. Tampoco tenía idea de y una mesa cuadrada detrás de la rasgos que describían de ese niño nueva a la que nacería? ¿Acaso no
juguetes ni conocía a nadie que la cual le recibe una mujer gorda con eran asombrosos; el color de sus ojos, era yo el producto de mi entorno y de
tuviera, de modo que el objeto de esa gafas redondas y un flequillo escru- de su pelo… Por un momento creí mis propias limitaciones mentales? En-
empresa estaba casi abocado al fra- puloso que le llega hasta las cejas. que aquella descabellada idea que tonces, ¿qué importaba si elegía un
caso desde el principio. Por eso lo —¿Por qué está desnudo? —pre- crecía en mi interior podía ser cierta. nuevo rumbo para mi vida, una nueva
dejó ir, una órbita tras otra, en oca- gunta reclinando su espalda en el ¿Cómo negarla? ¿Cómo luchar contra apariencia y una nueva oportunidad?
siones asomado por la ventana de asiento, y tamborilea con sus uñas ella…? ¿Y por qué hacerlo? ¿Qué importaba?
una habitación a la que su señora nun- largas y curvas en la superficie barni- Alrededor de las tres de la maña- Segundos antes de subir al tren
ca iba: veía a Urlet sentada en la roca zada de la mesa. na tomé una determinación y me puse y dedicar una última mirada a la vieja
donde antes se sentaba él mismo. —Orden del comisario —recita en marcha. Agarré mi cartera y revisé ciudad, ya sabía la respuesta.
—No quiero jaleos con esa gente, un muchacho con uniforme que le mis cosas. Documentos, llaves, dine-
Glio —le dijo una vez su señora—, ha llevado hasta allí. ro. Luego saqué una hoja de papel © CLAUDIO AMODEO, 2014.
de modo que no te acerques por allí Distraído, Glio dirige su atención
y ya está. Yo conocía a sus amos, a una difusa masa de objetos que lo
y te aseguro que no están para tonte- rodean; desde el mapa acristalado de
rías. la esquina hasta la pequeña placa CLAUDIO ALEJANDRO AMODEO
Un día dejó de aparecer por los de oro que sobresale por detrás del (Argentina —Buenos Aires, 1977—)
alrededores. Entonces un granjero sillón de la mujer. Activo escritor, vastamente publicado, administra la ciberbitácora “Sobrevo-
le informó que los sirvientes de la —Bien —dice la señora con un lando mundos” (http://www.sobrevolandomundos.blogspot.com.ar/).
casa del tejado negro se habían mar- aire apático mientras arruga un poco En NM 14 colaboró con el cuento “El reflejo”.
chado después de que su hija menor su boca, acaso acostumbrada a un

50 15
o acaso vuelven? Eso Glio no lo sabe, tiempo pasando con calma en las
EL FIN DE LA NIEBLA pero tampoco tiene muchas posibilida- inmediaciones de la casa, mientras
des de saberlo, dadas las circunstan- ella se iba y regresaba, y luego volvía
ILEANA GÓMEZ GAVINOSER cias. Ni siquiera se ha percatado de a irse de viaje.
que un coro de hombres desconocidos A veces, cuando estaba solo o
le gritan cosas incomprensibles y pare- esperando a que ella volviera de la
cen reírse de algo que encuentran ciudad o de cualquier otro sitio, solía
muy gracioso, porque no paran de sentarse en una roca plana cerca
hacerlo. El hombre de aspecto apa- del sendero mayor de la ladera. Al
cible y los otros policías lo llevan hasta principio había sido un camino tran-
un enorme vehículo; entonces alguien sitado por vehículos híbridos y hom-
le ordena que se meta dentro por la bres y mujeres que los cruzaban a
puerta trasera. pie en dirección a las residencias de
—¡No sabía que tuvieseis culo! sus lujosos dueños, pero poco antes
—suelta un estibador agarrado a una de sufrir el apagón de su mente ya
joven pálida con ojos narcotizados y sólo era un paraje descuidado y medio
sonrisa distante—. ¿Es que cagais solitario que nadie o muy pocos se
tornillos y tuercas? molestaban en subir. ¿Para qué?
Obediente, Glio trata de compren- Bastantes ricos terratenientes y due-
Al fin sobrevoló los espacios sin nubes, Cuando descendió, supo que la der todos los aspectos de su proble- ños de empresas comerciales habían
intergalácticos, y se aproximó cada humedad le depararía alguna forma ma para descubrir la forma más idó- decidido sumergirse en el fluido cons-
vez más al confín del desierto. Mos- de vida, aunque en ese preciso mo- nea de aclararlo, pero a cada hipóte- tante de la idrolita para paliar así sus
traba una imagen triste y más bien mento pisaba un suelo de rocas metá- sis sugerida se le ofrecen más y más carencias, o al menos para disolverlas
nostálgica, porque acaba de presenciar licas, de singulares formas extrañas. dificultades. Si el mecánico iba a en una suerte de sueño artificial y
la autodestrucción de una estrella cer- Una manera rara de sobrevivir. La ayudarlo, no entiende por qué ahora continuo. Sentado en su roca favorita,
cana. Corrió hacia la tierra del planeta niebla oscurecía el horizonte, pero estos señores lo tratan como si hubie- Glio era aún muy joven cuando cono-
para observar desde allí la caída de las gotitas de lluvia que la componían ra hecho algo malo o como si pudiese ció a Urlet, la pequeña hija de una
sus pedazos, las chispas de fuego que mojaban con un rocío rojo, ardiente, hacerlo; por qué va sentado en un doncella de la casa del tejado negro,
se desprendían, las nubes de gas desa- su rostro descubierto. No tenía pala- oruga gigante del Organismo de Poli- no muy lejos de la vivienda de su
tándose y bailando sin gravedad fuera bras para describir todo esto, pero cía de Gotzc, mientras un individuo señora. Urlet siempre llevaba el mis-
de su pretérita órbita. Pensó que tal al cabo de una hora empezó a sentir calvo lo vigila con un arma de fuego mo vestido, la misma falda algo deshi-
vez podía, desde la superficie llana lo agradable que era andar sin rumbo en una esquina. Distraído, se mira lachada, los mismos zapatos sucios
de la planicie, contemplar las líneas fijo. Luego sintió muy hondamente los pies desnudos, sucios por el char- y viejos y una diadema verde.
torcidas que describían los trozos de que sus reacciones no concordaban co turbio que ha pisado al entrar en —Hola, me llamo Urlet —le dijo
estrella al caer y recordó que quizá con su habitual personalidad, siempre el vehículo. Ojalá pudiera entenderlo; una tarde, mientras le acercaba con
esa mirada puesta en el negro cielo lista para prever las situaciones, para ojalá pudiera saber bien lo que ocu- timidez un juguete mecánico—. ¿Me
tardaría años, siglos. ¿Qué trayectoria reaccionar oportunamente ante las rre. Los sensores termostáticos le lo puedes arreglar?
recorrer ahora que estaba sin su punto circunstancias, para meditar los pasos informan de que hay un descenso Glio no sabía nada de arreglar
de referencia? Crecía en su interior de su futuro, para adelantarse a la brusco de temperatura de su cuerpo juguetes ni de muchas otras cosas,
una fatigada sensación de soledad realidad. robusto, tan grande que parece un pero tal vez Urlet supuso que un ser
acompañada (si es que la soledad se “No es lógico”, pensó, e hizo un coloso arrinconado, con la espalda como él podría hacerlo; entre sus
puede “acompañar”) de una sensata gran esfuerzo sobre sí mismo para curva y la mirada baja. Ahora Glio manos sin experiencia, lo único que
despreocupación. recuperarse del adormecimiento de recuerda las horas y los ciclos, el consiguió fue despedazarlo y devol-

16 49
Glio no dijo nada, sólo miraba la Aturdido por varios parches arti- sus facultades, que le era provocado pa celeste: “PLANETA INEXISTENTE”, voci-
expresión de ella mientras pasaba ficiales que le han colocado por algu- por la sutileza y volatibilidad del am- feró robótica la máquina perfecta.
por otro lado del sendero y se iban nas partes de su cuerpo desnudo, biente exterior. Y volvió a su antiguo Algo se deshizo en su ser interno.
alejando. Glio se levanta muy despacio sin nin- realismo, aunque no negó lo fantástico Era imposible que estuviera sentado
—Es mi guardián; no tiene permi- guna queja, poniendo sus pies gigan- de andar sin necesidad alguna. Resol- sobre la nada. Pensó en la equivoca-
so para irse. —Agudizando los senso- tes sobre el suelo y mirando al grupo vió sacudirse, pellizcarse, para no ción: en que el que diseñó los datos
res de sonido, escuchó su voz en con el mismo desamparo de aquella soñar despierto banalidades. Seme- de la computadora (un viajero como
la distancia—. Además, no sabe hacer vez en que oyó a su señora en el jardín. jante indolencia tampoco (¡menos!) él, un explorador consumado del espa-
casi nada, en el fondo, pero tampoco —Glio no podría vivir ahí fuera era permitida por él; por lo tanto, se cio exterior, un profundo conocedor
me da problemas. Mi Glio no podría —oye de nuevo en su mente, y se obligó a razonar seriamente sobre del Universo) no sabía de la existencia
vivir ahí fuera, eso seguro. convence de que si ella lo dijo fue su destino inmediato. del planeta en el que él estaba; por
—Guardián —murmura, y enton- por algún motivo bueno, por alguna Las pisadas sobre las rocas me- lo tanto, no pudo fotografiar bien la
ces un calor seco cubre su rostro an- buena causa. tálicas apenas se sentían en aquel cantidad de planetas existentes en su
cho y lo obliga a abrir sus ojos artifi- —¿Lo vestimos? —dice alguien. colchón turbio y denso de niebla y completa totalidad. Entonces, se fijó
ciales. Enseguida ve a un grupo de —Eso es como vestir a un mono agua. bien el mapa celeste: por la trayectoria
hombres con uniformes de color negro —responde el hombre de aspecto Tomó entonces una rápida deci- que describió con su nave, debería
y rojo; desperdigados por la sala, al- apacible—. Por mucho que lo vistas sión. Volvió hacia atrás y regresó re- estar situado en el extremo superior
gunos sujetan fusiles mientras le apun- no deja de un ser un mono. No, no corriendo nuevamente el camino traza- izquierdo del mapa, justo detrás del
tan. vamos a perder más tiempo. Además, do sobre las informes rocas. La niebla planeta conocido como Tánatos, en
aquí el amigo se va a portar bien, ¿a no tenía fin y retornó aferrándose a la última galaxia de ese sector. Ninguna
que sí? su radio, que poseía una brújula elec- señal de un planeta; sólo la inmensidad.
4 Glio entreabre la boca; los par- trónica, perfecta, diseñada exclusi- Pero era tierra lo que tocaba, ¡una es-
ches inhiben ciertos movimientos rápi- vamente para sus viajes, para que tepa sinuosa de rocas silenciosas y
¿Cuánto tiempo ha pasado?, se dice, dos de su musculatura, descargando cada uno de ellos tuviera regreso. metálicas que no reflejaban nada, pero
y por un momento supone que la luz una serie de corrientes internas que Ya en su nave dio rienda suelta que tampoco eran nada!
de la máquina ha podido desactivarle circulan por sus terminaciones ner- a su pesadumbre, que rápidamente En un pequeño armario de la re-
algún circuito del procesador interno viosas, hasta dejarlo indefenso. se convirtió en desesperación: los ducida cámara de la nave había algo
para sumirlo en un sueño inducido. De —¡Claro que sí! ¡Además, nadie tableros de mando estaban llenos de comida. Era lo último. El reloj hizo
inmediato se le acerca un hombre bajo tiene que escandalizarse! ¿A quién de figuras geométricas, de logaritmos sentir su voz de radio dando la hora,
de aspecto apacible, con las cejas ca- le gusta vestir ya a estos cacharros? difíciles de entender, de cálculos según el curso terrestre. Luego calló.
nas y una perilla gris de chivo terrestre. Lo mejor es que vayan así; que todo imposibles. Cálculos que él hubiese Calló para siempre. Los ojos febriles
—Bueno, parece que ya tenemos el mundo pueda reconocerlos. ¡Ven- podido descifrar con ayuda del cien- revisaron su mecánica pero no encon-
uno —dice—, ¿no, Mithu? ga, andando! tífico, su compañero de viaje, muerto traron la falla en el mecanismo que
—Éste es. Quiere que lo arregle- Al salir a la luz envuelta en bru- con la destrucción de la estrella. Lejos hacía funcionar el aparato. La voz
mos, ¿qué te parece? mas del puerto, Glio gira su cabeza de todo conocimiento profundo de se sintió pausada, como siempre, y
—Arreglarlo. Suena bien. y divisa los barcos de mercancías y las matemáticas, él sólo se remitía luego fue un grito que dejó como una
—Bolene, supongo... supongo las barcas turísticas que recorren a ser piloto, un mero conductor de especie de estela tras de sí.
que no has olvidado lo que me dijiste el río sin ninguna prisa, removiendo naves. En otra gaveta encontró una caji-
por ledófono. un oleaje espeso sobre cuya super- Accionó la computadora de códi- ta, rectangular y negra, que depositó
—Ya tendrás lo tuyo; no seas ficie suele sobrevivir una nata oleagi- gos e investigó en sus datos las coor- en una mochila junto con la comida.
impaciente. Sabes que no me gusta nosa e iridiscente. ¿Adónde irán?, denadas en las que estaba ubicado. Se sentó a descansar. Luego cerró los
la gente impaciente; es algo que me se pregunta; ¿hacia qué lugar irán La computadora contestó: “COORDE- ojos y se quedó unos instantes ador-
pone nervioso. los barcos que se marchan sin volver, NADAS INEXISTENTES”. Buscó en el ma- mecido, acunado por el silencio.

48 17
De pronto se incorporó y activó ba consigo desde su infancia, hecho Incómodo, mira al hombre gordo la intemperie sin nadie que le prestara
la grabadora de la computadora cen- por alguien a quien no recordaba. y luego al hombrecillo nervioso, y ninguna ayuda. Si alguna vez ha per-
tral. Los labios se movían pausada, Repitió para sí mismo lo que ha- enseguida nota que otros individuos cibido algo semejante a la vergüenza
lentamente, como la radio-reloj de bía grabado momentos antes: “Estoy han parado lo que estaban haciendo humana es ahora, sobre todo cuando
la nave. Afuera, la niebla comenzaba en el fin del Universo y no sé si éstas para observarlo. se reclina sobre la plancha de metal
a disiparse. Terminó el discurso, pulsó son mis últimas palabras. Tal vez así —Tiene razón, señor —responde y pone sobre ella su espalda. Tienen
botones que encendieron luces, cerró sea. Algo de paraíso oculto tiene esto. al fin, apesadumbrado, y casi se dis- razón, dice cerrando los ojos; si no
gavetas, revisó estantes, guardó en No sé dónde estoy ni qué es lo que pone a irse cuando el gordo lo sujeta arregla su fallo es muy probable que
su mochila algunos objetos (los más me espera. Delante de mí veo un ca- de un brazo. vuelva a reproducirse sin remedio.
necesarios) y cargó con ella. Selló mino largo… No sé tampoco dónde —¡Eh, amigo! ¿Pero adónde va? Luego sacará más dinero de la baldo-
fuertemente la nave y salió. está el fin. Mi nave quizá no sea un Si tiene errores de ese tipo, y además sa de la cocina, piensa. Así, activa
Comenzó a correr. Respiraba an- pedido de socorro. Quizá es una voz contando con su edad, está en peligro su mente en modo automático mien-
helosamente. Un punto fijo, antes im- de alerta o un sendero marcado. Mi de muerte inminente. Si sale por esa tras una máquina hidráulica se acerca
posible por la niebla, lo atrajo. Sonrió. conciencia llega hasta aquí. No dejo puerta puede apagarse en cualquier con su brazo de acero y dirige un
Delante de sí, un universo esplen- nada atrás. Sí preveo muchos pasos momento. ¿Es eso lo que quiere? haz de luz intenso que se desliza
doroso poblado de lejanísimas estre- hacia delante, aunque solo. Este men- ¿Un suicidio? por sus extremidades. Pero Glio ape-
llas, un piso de rocas rutilantes, mon- saje es algo más que un testimonio. —No tengo tanto —admite Glio, nas está atento a lo que pasa a su
tes y bajas colinas de minerales pre- Es la pequeña biografía de una especie y vuelve a esconder su mano en el alrededor, y sólo ve a personas y
ciosos y desconocidos; arriba, abajo, de héroe en el último tramo de su bolsillo. formas que no se encuentran en esa
a su derecha, a su izquierda, la sole- existencia. Cuando atraviese el umbral, —Pero tiene de sobra para el sala húmeda llena de objetos metá-
dad, pero también la inmensidad. Algo lo sabré. Antes, seguiré el curso de la estudio, y el estudio es lo más impor- licos.
parecido a un sueño presagiado, dis- Expansión Universal hasta donde un tante. Sin estudio no podemos saber —¿Qué es lo que estás viendo,
tante y sorprendente. Y también increí- ser humano como yo pueda llegar. Has- cómo de grave es el tema. Y seguro Glio?
blemente cercano a su realidad, a su ta siempre. Hasta nuestro encuentro que luego podrá pagarnos para la Ella estaba detrás de él, casi en
visión, a su cuerpo, a su espíritu. Se con el Creador. Que este mensaje reparación, las piezas y todo lo de- la puerta de la casa, y agarrada a la
dio vuelta, raramente encariñado con sea grabado automáticamente en más, ¿me equivoco? cintura de un caballero muy alto con
su determinación y contempló con tran- todos los idiomas. Hombres buenos, piensa, y se una casaca negra.
quila sonrisa cómo la nave levantaba ”El reloj de arena me acompaña. deja conducir por el taller hacia una —Nada —dijo, y ni siquiera supo
vuelo como un pájaro y, poco a poco, No sé si la memoria terrestre de mi sala con luz eléctrica. Varias planchas por qué había dicho eso. En realidad,
la vio perderse en la infinitud. Sacó locura me alcanza, pero con él inten- metálicas reposan con artificios enci- con frecuencia le gustaba salir por
entonces de su mochila la cajita negra taré medir el tiempo de la Eternidad. ma. la ladera y observar el paso de los
y rectangular y extrajo de ella su reloj —Bueno —observa el hombre- barcos por el río; sentarse en el banco
de arena, regalo y recuerdo que lleva- © ILEANA GÓMEZ GAVINOSER, 2015. cillo—, me temo que tendrás que qui- de hierro.
tarte esa ropa sucia que llevas, amigo. —Cariño —le dijo el hombre a
Luego túmbate ahí, como puedas. Hay su señora—. Es genial tu muchacho,
que escanearte un poco. ¡qué ocurrente!
Desnudo, Glio mira confuso a —¿Ocurrente? —dijo ella en voz
los operarios de reciclaje mientras más baja y con una media sonrisa—.
ILEANA GÓMEZ GAVINOSER mascullan cosas que no entiende y Se nota que no conoces bien a Glio.
(Argentina —Buenos Aires—) señalan con aire festivo su pubis sin —¡Eh, Gleo —dijo de golpe aquel
Licenciada en Letras, administra la ciberbitácora “Sortilegios. Fanzine de
apéndices. La carne sintética parece sujeto, al que no había visto nunca—,
Sci-Fi” (http://sortilegiosfanzine.blogspot.com.ar/). haberse deteriorado bastante por tan- no me digas que quieres irte en un
tos ciclos solares, tantas noches a barco de ésos!

18 47
seres pequeños las arrastran con —Buenos días, señor —dice Glio,
dificultades, encorvados y lastimosos. y mete su mano en el bolsillo—. ¿Arre- AL ACECHO
Cenubes, se dice Glio, y uno del grupo glan ustedes errores de sistema?
se lo queda mirando con el cuello El hombre gordo saca por un ins- EDUARDO POGGI
algo torcido, como si le conociera; tante la punta de la lengua y la des-
tiene el aspecto de un enano que plaza por el labio superior, mientras
presenta una protuberancia gigante no deja de examinarlo como si fuese
en su cráneo casi desnudo, con unas un vestigio de otra era. No dice nada
pocas matas escasas de pelillos entre hasta que al fin lo mira con las cejas
rubios y grises. Hombres buenos y arqueadas, torciendo la mandíbula
hombres malos, cavila poco antes de peluda.
alejarse hacia los depósitos de reci- —Noventa de estudio —suelta—
claje. Pero no, los cenubes no son y doscientos treinta de reparación
hombres. Nunca lo fueron; su señora completa.
lo decía muy a menudo. Glio saca la mano del bolsillo.
—En los tiempos de mi abuela —Tengo cien gorleps, señor.
—le contó ella una noche— hacían —¡Eh, Mithu! —brama el gordo
falta muchas armas para defenderse. mirando a un rincón del taller. Pronto
Los sífaros llegaban en unos barcos, acude un hombrecillo de aspecto ner-
por decirlo así, y desperdigaban por vioso, con el pelo recogido en una I Aquella vez apuntaba a las liebres
la ciudad a criaturas del istmo que coleta y un aro en la oreja derecha, con la Sarrasqueta calibre .16 —me
se comían las cosechas. Algunos que suelta una carcajada al verle. A uno lo veía cruzado por las retículas la había regalado papá—. La mira cen-
quisieron destruirnos y todo, pero —¿Pero qué coño...? —dice, y de la Bushnell 4x32 de mi Browning tral de los caños yuxtapuestos y carga-
las naves bombardearon sus ciudades se golpea con una mano en la laguna semiautomática .22 LR —no soporta- dos con cartuchos del 5. Apuntaba
muy pronto y tuvieron que refugiarse de calvicie que destaca sobre su coro- ba el retroceso de calibres mayores—. a las liebres: jugaban, atentas, en cá-
muy lejos. Luego, algunos colonos nilla. En cuanto al otro, yo esperaba que mara lenta. Avanzaban hacia mí, sus
empezaron a hacer eso tan repug- —¿Cuánto hacía, eh? —le dice cruzase la línea de tiro. Debían ali- saltos elásticos, sus orejas paradas.
nante de mezclarse con sus hembras, el gordo con aire de complicidad. nearse: no bien oyeran la descarga, Yo contenía la respiración, cuerpo a
y tuvieron esas cosas deformes. —Por lo menos eones, Barico, perdería la ocasión de matar a los tierra. Veía a las tres rodeando un
Glio entra en un hangar muy alto eones. dos de un único disparo con mi mu- abrojo que tapaba parcialmente a la
abarrotado de columnas, entre las —¿Cuánto tiempo le echas? —pre- nición de punta hueca. No podía dar- del medio: los cuarenta metros abrirían
que se agolpan grandes piezas de gunta, y por un momento los caballeros les la oportunidad de escape: conocía la roseta y las abarcarían. Le apunté
máquinas, pedazos sueltos de naves parecen haberse olvidado por comple- las consecuencias de un fracaso. Por al abrojo, disparé y cayeron: la del
espaciales y curiosos androides con to de Glio y sus problemas. eso llevaba la .9 mm en la cintura. medio, fulminada; otra yacía de lado
forma inhumana que le producen la —Veinte ciclos; diecinueve, como Mi corazón latía a mil. Latía como y pataleaba en el aire como si fuera
misma sensación de lo inservible. mínimo. Es de una gama que ya no aquella vez que había rodeado a tierra firme. Y la tercera dio un salto
Un individuo gordo con un traje azul se hace, tío. un grupo de liebres para esperarlas hacia arriba y atrás: el perdigón le había
lleno de manchas y una gorra se —Dice que tiene cien gorleps, a contra viento. Sentía esa agitación, entrado en un ojo.
acerca para observarlo con los ojillos y quiere que lo reparemos. el riesgo de perder la presa: el cuerpo Mis pulsaciones se aceleraron
muy abiertos. —Con cien no tenemos ni para temblando en oleadas de adrenalina en una mezcla de euforia y ansiedad:
—Vaya —es todo cuanto dice, pagar el fluido eléctrico, amigo —in- bajo los rayos del sol, la vista nu- quería compartir la experiencia. ¡Tres
mientras se limpia las manos grasien- forma el tal Mithu a Glio con una mue- blada por el esfuerzo de evitar el liebres de un solo escopetazo! ¿Me
tas con un trapo sucio. ca jovial, casi alegre. parpadeo. creerían?

46 19
Pero ahora… Ahora no estaba multicolores colgando sin moverse. gada. La sonrisa del joven desaparece detiene en medio de la plaza, con
a campo traviesa bajo el sol, y mis Pude ver, entre las aberturas de la de golpe, sustituida de inmediato por las manos colgando y bajo cierto aire
presas —por llamarlas de algún mo- cortina, una sombra moviéndose en un gesto ofendido, casi hostil hacia abstraído. Tal vez algo ineludible le
do— no eran liebres. Y el olor no era la oscuridad del jardín. los términos de un posible acuerdo. pasó hace varios ciclos, cuando ella
olor a pólvora: yo olía un hedor cada- Nadie atinó a levantarse y cerrar —¿Cree que es poco, eh? Pues decidió recluirse en la cámara de re-
vérico. la puerta. Inmóviles como muñecos, déjeme que le diga una cosa, por poso para eludir el pago de ciertas
Y no acechaba. Me acechaban. mirábamos la cortina: entre los flecos favor. En ninguna parte van a darle deudas o no tener que afrontar algu-
Nos acechaban, mejor dicho. Nos apareció una mano, y después alguien más que aquí, eso se lo aseguro. nas futuras. El señor De Ziiv era bue-
acechaban en medio del bosque. o algo se detuvo bajo el dintel. Ese —Cien —dice Glio, y vuelve a no, o eso decía ella a menudo; los
A mi amigo Guido y a mí. cuerpo rígido, la boca abierta y los mirar el colgante. Un color sonrosado había ayudado muchas veces, de
Ahora, yo me defendía. Y las pal- brazos colgando, seguramente goza- invade de golpe el rostro enjuto del modo que lo que pasó pudo estar
pitaciones eran producto del miedo. ba del espanto de quienes habitába- muchacho, que parece haber sido motivado por alguna causa inapelable.
Siempre pensé encontrarme con mos la casa. objeto de una calumnia despiadada Quizá, tras el letargo suspensorio,
ellos, pero nunca bajo estas circuns- —Hola —dijo, y se abalanzó; los o de una ofensa sin nombre. afrontó ciertas dificultades que lo obli-
tancias: inmerso en el crepúsculo, brazos abiertos. —¿Sabe usted... sabe el seguro garon a salir de Gotzc, ya que el señor
cuerpo a tierra, como aquella vez de —¡Carajo! —grité, y sentí mi cora- que debo pagar para estos casos, De Ziiv no tuvo nunca un sarcófago
las liebres. zón palpitando—. ¡Qué susto nos dis- eh? ¿Lo sabe? Sé lo que piensa, de idrolita.
Espiaba en la mira cada uno de te, Guido! pero también podría preguntarle de Por un mercadillo abarrotado de
sus movimientos. Guido trataba de —¡Ja, ja! —se rió el muy boludo, dónde lo ha sacado. ¡Estoy en mi gentes, Glio camina sin prestar dema-
rodearlos. Había sido un acierto la abrazándome. obligación, no crea! No hace falta siada atención en nada ni en nadie.
elección de la Bushnell gran angular; —¡Siempre con estas jodas de que me lo diga. Yo siempre soy muy La última vez que tuvo que acudir
campo de visión amplio, ideal bajo mierda, vos! prudente y no hago preguntas ni juzgo a esa tienda de empeños no estaba
condiciones de baja luminosidad y Guido. Lindo hijo de puta. Sus a nadie; lo contrario que otros. ¿Se en ella ese joven sino otro humano;
blancos móviles. Así, podía verlos anécdotas de cirujano cardiólogo eran imagina que yo también caigo en ries- un hombre más viejo con un bigote
a ellos, agazapados bajo los pinos, espeluznantes. go, si la policía llega y hace pregun- a la moda de Irlia, con las puntas
arrastrándose sobre la pinocha rojiza, —¡Dale, Tito! —zamarreó mis tas? ¿Y si resulta que compro algo tiznadas de verde. Es posible que
husmeando el aire en busca de Guido hombros—. Reíte; la vida es una sola. robado? Pero yo no hago preguntas, el muchacho sea su hijo, se dice; o
y de mí, las auténticas presas. —Sí, sí, la vida. Pero a mí me vas eso nunca. Y por eso, si yo estuviera su nieto. Por suerte, antes de concluir
a matar de un susto, y a vos te van a ahí, donde está usted, y usted aquí, el acuerdo le informó (todavía algo
pegar un tiro si seguís con este tipo nunca pondría en duda la cantidad, enfadado) dónde podría dar con un
II de bromas. ¿sabe usted? Porque yo no hago taller de reciclajes. Debe confiar en
—No seas aguafiestas, Tito que- preguntas, ni juzgo. Sólo hago mi los hombres buenos, reflexiona. Entre
Todo empezó hace cinco semanas, rido —me abrazó otra vez—. Si sabés trabajo, señor. la multitud alguien grita algo.
durante unas vacaciones en Gesell. que te quiero. Al salir de la casa de empeños —¡Cacharro a la vista!
Mi esposa Verónica, yo, nuestros Nunca sospeché que el guarango con los cien gorleps en el bolsillo, Luego, sus pasos lo dirigen hacia
dos hijos, mi suegra y mi cuñada pa- de Guido aceptaría venírsenos en carpa Glio se siente como un niño al que las inmediaciones del muelle, donde
sábamos los días de playa y las no- con su esposa Diana y sus tres hijos. han enseñado nuevas virtudes mora- divisa la mole oscura de un barco
ches de Scrabble y TEG en la casa Y menos con el más chico, de apenas les sobre la sociedad en la que vive. de mercancías con una bandera de
prestada por mis padres. dos meses. Y menos que vendrían esa Sin duda le quedan muchas cosas otro país; su mascarón de proa es
Esa vez, jugando a la lotería, oí- primera semana a quedarse… ¡quince que aprender, está seguro. Individuos una criatura de bronce sobre la cual
mos pasos en el fondo de la casa. días! Y mucho menos que nos pegaría como ese buen hombre deben ense- reposa ahora una gaviota. Varios hom-
Nos quedamos tiesos mirando la puer- tremendo susto (aunque, conociendo ñarle a no dudar del oficio de cada bres fornidos cargan cajas por un
ta de atrás, abierta; la cortina de tiras sus locuras, debí imaginarlo). uno. ¿Pero y el señor De Ziiv? Se pequeño puente de madera y unos

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el corredor golpea un mueble que de algún desajuste interno que le hace A pesar de la protesta de mis Y entonces la vi.
los ladrones de anoche desplazaron sentir las horas demasiado deprisa. hijos, dejamos de jugar al TEG, nos A una altura que apenas excedía
a una esquina. Se detiene, y por un Pronto logra reponerse como puede, saludamos, y mientras tomábamos las lanzas de los pinos, una esfera
segundo sus orejas se mueven casi y de nuevo percibe el silencio y el café cambiamos impresiones: que difusa y rojiza, una luna llena, se des-
perceptiblemente, tratando de discer- polvo que lo rodean y que sus senso- habían viajado un miércoles y así plazaba lenta y en silencio entre la
nir el origen de algún nuevo murmullo. res asimilan de forma automática. evitaron el tránsito del fin de semana, bruma. Es más: no sólo se desplazaba
Pero Glio no es en el fondo ningún Al día siguiente Glio baja una que el tiempo de marzo siempre resul- entre la bruma, sino que —fue una
guardián, y ni siquiera podría conside- vez más a Gotzc por el sendero de taba más estable que el de enero o rápida ocurrencia— usaba la bruma
rarse un mero centinela; nunca fue la ladera. Con su habitual paso de febrero, que… para trasladarse.
concebido para esos propósitos, y tortuga, recorre las mismas calles —¿Qué tal si vamos a comer Me levanté y corrí por el jardín
casi le resulta imposible aprenderlos estrechas de la mañana anterior, has- pizza? hasta el costado de la casa; quería
sobre su programación estándar. No; ta una plaza redonda con numerosas La noche espectacular nos ani- seguir su movimiento. La esfera frenó
siempre ha sido un ceriote, como tiendas y comercios. Tras un rato mó: fuimos a la pizzería “Ventura”. súbitamente, como si un muro invisible
los llaman por Gotzc y otros lugares. vacilante, entre las miradas atónitas La excelente pizza cocida en el horno la hubiese detenido. Quedó en el aire
Un modesto y silencioso secretario de varios lugareños que lo miran como de barro, la temperatura agradable suspendida, quedó flotando.
casero; no un sujeto de combate ni si hubiera llegado de otra galaxia, y, especialmente, la calma —una cal- La vi observándome —parecía
un mercenario listo para la lucha. decide entrar en una tienda pequeña ma extraña—, nos alentaron a tomar reconocerme, parecía percibir que
Su misma constitución le impide algo en cuyo mostrador atiende un hombre unas cuantas cervezas frías. no podría atacarla—. Y de pronto
distinto para lo que está hecho, y ni que repasa algo en un libro abierto. Después de los postres volvimos aceleró y desapareció. Fue... diría…
siquiera sabría cómo usar un arma Es un joven pálido de rasgos huesu- a casa. Los demás entraron al come- la transición fue instantánea.
en el caso de tenerla ahora mismo dos y barbilla puntiaguda, con la que dor —Vero prepararía café—, pero —¿Tito? ¿Mi amor? —Vero, po-
en su mano. parece señalar lo que observa a su yo sentí la necesidad de quedarme cillo y plato entrechocándose en la
Así, Glio permanece un largo rato paso, y cuyos ojos algo saltones resul- afuera, en el jardín, y disfrutar de esa mano temblorosa, tiraba de mi reme-
de pie, sin entrar nunca en la sala tan de un extraño color entre azul y noche. ra—. ¿Qué está pasando?
pero tampoco sin alejarse de ella, amarillo. No se movía una hoja. Una rara —Nada, Vero. Nada malo.
hasta que puede convencerse de —Buenos días, señor —dice Glio, emoción de tranquilidad me invitó a —No dirías eso si te vieras la
que el ruido que oye de cuando en y coloca el colgante sobre el mostra- sentarme en el pasto. La quietud me cara.
cuando procede de alguna guarida dor—. ¿Podría empeñar este objeto, animó a levantar la vista, a mirar las —Es que... no sé cómo explicár-
oculta de zemíes, esas criaturas trepa- por favor? estrellas —cuando yo era un pibe, telo. Vi...
doras que se apoderan de los hogares El muchacho saca de un armario papá compraba la revista Más allá—. —¿Qué, Tito? ¿Qué viste?
solitarios o abandonados. Para cuan- una especie de lupa que se incrusta Miré y vi una especie de bruma: bajaba Levanté el brazo, señalé el infinito
do eso ocurre ya casi entra una suave en la cuenca ósea, y durante largo lentamente y envolvía la copa de los y me di cuenta de que la bruma se había
claridad por entre los tablones de rato se entretiene en examinar la joya. árboles; me rodeaba. Sin embargo, evaporado tan rápido como la esfera:
madera que ciegan las ventanas. Por —Cien gorleps —dice al fin muy aunque borrosas, seguía distinguiendo el cielo límpido dejaba ver la Vía Láctea,
fin se convence de haber hecho lo seguro. las estrellas. Me deleitaba la serenidad su claridad total.
correcto. De cualquier modo, no que- Glio mira al cristal del mostrador, del ambiente; esa impresión de poder —¿Qué es este quilombo? —dijo
rría herir a nadie, se dice; pero pronto donde brilla el colgante; luego estudia apreciar todas las variables en equi- Guido al salir de la casa junto a Diana.
nota una reacción semejante a la que la expresión del dependiente de esa librio, como si el mundo se hubiera Traté de contar la experiencia,
tuvo o aún tiene al mirar al hueco casa de empeños, la sonrisa prieta, paralizado. Como si aquel lugar, aquel y su humor brotó enseguida.
de la biblioteca y suponer que ella la posición rígida de sus hombros jardín y aquella casa, a metros de la —Che, Tito —empezó a reírse—,
duerme y que debe esperarla. Sí, o la forma en que sostiene la lupa. playa, fueran el centro del universo. ¿no habrá sido que la cerveza…?
debe de ser eso, piensa con lentitud, —Cien gorleps —repite, y proyec- En estado de gracia, me atravesó ¿Eran flacos y altos, o gordos y baji-
y se da cuenta de que podría sufrir ta sus ojos grises sobre la figura del- una sensación de paz y placidez. tos?

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—¡Pará un poco, che! —dijo Diana. Me di vuelta y vi resplandecer un bras hasta recluirlas en las esquinas pla las luces amarillentas de Gotzc
Me molestó el comentario de Gui- corto relámpago blanco azulado brotan- o en los rincones más inmundos y y el curso oleaginoso del río, los brillos
do, y pensé que lo mismo debió sentir do de la negrura del espacio. Lo que atrayendo a una miríada de insectos apacibles del puerto y las sombras
ella. Él siguió con su costumbre. parecía una descarga eléctrica se se- minúsculos e inquietos; entonces gira violetas de las otras colinas.
—¿Viste a la Ripley con Alien? paró en cuatro puntos elípticos y lumi- por fin la cabeza y aprecia el resplan- Esa noche Glio prefiere sentarse
No, no había visto a la Ripley nosos. Pronto formaron los vértices dor artificial del entorno. Luego sigue en un sillón de la biblioteca, tratando
con Alien. Bien sabía yo lo que había de un rombo de diagonal mayor vertical su paso por un callejón angosto, mien- de oír algo que cambie la gravedad
visto. Pero también pensé que, si en ángulo de unos 75°. A diferencia tras algunos marineros se burlan de del aire, algo que lo ayude en su bús-
me lo contara otro, tampoco lo hubiese de las estrellas que los rodeaban, los su curioso aspecto o de la forma auto- queda o le permita facilitarla. En la
creído. contornos de las cuatro elipses se mática con la que anda erguido sin oscuridad sus ojos grises distinguen
—Te lo juro —le dije a Vero—. apreciaban perfectamente delineados. mover los brazos. dos mundos irreconciliables; uno ilumi-
Aunque éste no me crea —con bronca, —¡Vengan! —grité hacia el fondo; —¡Eh, payaso, que el circo ya nado, con cortinas que se inflan con
lo señalé a Guido—, lo que vi… —Vero, Guido y Diana clavaban estacas en se fue! —le grita alguno, pero Glio no la brisa mientras un ormetus mascota
sentada en el mismo lugar que yo ha- la arena—. ¡Vengan a ver esto! lo escucha. En el fondo, no deja de pasea por encima de la mesa come-
bía dejado, me escuchaba, miraba mis Oí a mi suegra y a mi cuñada: pensar en la secuencia de ciertos he- dor, y otro cubierto e invadido de
gestos—. Lo que vi no era humano ni salían de la casa. Y enseguida queda- chos y en la forma más lógica de aso- sombras, sin ruidos ni luces. Por un
construido por humanos, Vero. Te juro ron absortas mirando el cielo, en éxta- ciarlos e interpretarlos. momento dirige su mirada hacia la
que lo vi. De verdad te lo digo. sis. Apenas ha oscurecido por los cámara: debe tener cuidado mientras
Vero asentía. Esa actitud de con- Sin perder la formación romboidal alrededores de las colinas que bor- ella duerme; no vaya a despertarla,
fianza me calmó. Guido, a pesar de y la dimensión de sus tamaños, los dean el Persul, mientras las mansio- se dice. Pero algo lo agita al imprimir
que Diana le había pedido calma, cuatro puntos silenciosos se movieron nes de la ladera se refugian en las en su pensamiento una orden extraña,
volvió al ataque. hacia nosotros para doblar abrupta- tinieblas de ese olvido al que prefirie- novedosa. Despertarla, cavila, y cierra
—Che, Tito, ¿pudiste verle el cu- mente a la derecha. ron arrojarse sus dueños. A lo lejos los párpados y se mantiene en estado
lito a la Weaver? Lindo culito el de la Yo corrí a la calle y allí vi la tra- se escucha el ladrido de un perro estacionario, bajo una confusa masa
Weaver, ¿eh? Lástima las tetitas. yectoria a través de las ramas de salvaje. Mientras sube por el sendero, de recuerdos que se entremezclan
—¡No le lleves el apunte! —dijo unas acacias. Vero me siguió. Igual- Glio la recuerda en su sala de música, unos con otros. Impresiones fugaces;
Diana, nerviosa—. ¿Qué pensás que mente noté las sombras de Guido tocando el piano; le encantaba tocar el sonido de una melodía o el brillo
era? y Diana avanzando bajo los mismos el piano hasta que tuvo que venderlo, de un jarrón en el crepúsculo. Encor-
Yo me encogí de hombros y no árboles. como tantas otras cosas suyas. vado, con los codos sobre sus rodillas
contesté. Los cuatro puntos se plantaron —Tú también podrías tocar, si y la mandíbula sucia apretada en
—¡Dale, contanos! —insistió Vero en el aire, suspendidos. Así también quisieras —le decía a menudo, y lo un rictus sin malicia alguna, a Glio
mientras tapaba con una mano los quedamos nosotros, deslumbrados miraba levantando un poco una ceja. le sobrevienen esas impresiones mien-
labios de Guido. por el espectáculo. Y, al igual que la Glio se quedaba solo en la puerta, tras trata de recordar el momento
Yo dudaba si contar más o no; luna difusa, parecían observarnos des- escuchándola sin atreverse a interrum- exacto en que todo se detuvo.
temía otra burla. Diana se lo llevó a de la inmensidad del espacio, en total pirla. Una noche, justo cuando acaba- De pronto algo abre sus ojos y
armar la carpa en el jardín. quietud. Pensé que nada conocido ba de tocar una obra que solía repetir aprieta los puños. Ha oído un susurro,
Volví a encogerme de hombros. podía frenar de esa manera, sin una con frecuencia, dejó sus dedos largos un pequeño carraspeo a varios metros
Miré a Vero y en sus ojos vi que me continua y constante desaceleración. sobre las teclas y lo observó. de distancia; es posible que en la
había entendido. Nada. —Mi abuela vino a este planeta sala de visitas, donde el señor De
Súbitamente se levantó. Entonces comenzaron a zigza- con varios como tú, ¿sabes? Aquí Ziiv se sentaba con su pareja del
—¡Mirá! —gritó, los ojos grandes guear a su antojo —¿en forma aleato- hizo toda su fortuna. momento a debatir con la dueña de
y el brazo en alto señalando atrás de ria?—: ángulos y traslaciones geomé- —Fortuna —repite de nuevo y, la casa ciertos asuntos de negocios.
mi cabeza—. ¡Mirá eso! tricamente imposibles derivaban hacia ya junto a la verja de la casa, contem- Se levanta con aplomo, pero ya en

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tonos dorados y azules. Alta y descalza, —¿Puedo ayudarlo? —dice el los infinitos puntos de la bóveda ce- Y nosotros dos, ¿qué esperába-
lleva puesto una especie de turbante hombre. leste. Pasaban por nuestro cenit y mos? Esperábamos que aquello se
rojo que contrasta con la palidez de —Señor, me gustaría hablar con desaparecían atrás de la casa, emer- diera otra vez. Esperábamos saber
sus facciones adolescentes; su cara el señor De Ziiv. Alejandro de Ziiv, gían ante nuestros ojos sin romper qué había sido. Nos ganaba una ex-
es ovalada y suave, de nariz chata y señor. su formación. Jamás dejaron de mos- traña obsesión: la misma que muchos
hermosos ojos castaños. Durante unos El caballero barbudo entorna los trar el mismo plano del rombo —ni sintieron con Encuentros cercanos
segundos, la muchacha observa al ojos mientras se agarra con una mano siquiera vi su perfil cuando pasaron del tercer tipo, al identificarse con
visitante, desde los zapatos llenos de de la punta de su barba. por la derecha o por sobre nuestras la incertidumbre de los personajes.
barro hasta los pantalones manchados —¿El abogado? Hace ciclos que cabezas—: como si fuese una cara Sólo que esto no se trataba de una
y con rastros de ramas y matojos, y ya no vive en este edificio. rodeándonos, nunca dejó de enfocar película, y nosotros éramos de carne
enseguida dibuja una mueca para re- —Ciclos —repite Glio, y trata de sus ojos sobre nosotros. Después y hueso y habíamos visto.
primir una sonrisa traviesa. En ese confirmar en su cronógrafo esta infor- desapareció atrás de un médano, del ¡Queríamos saber!
mismo instante algo blando se estrella mación, pero le es imposible; perma- otro lado de la bocacalle. Vero y yo queríamos saber. Y
contra la oreja izquierda de Glio, sal- nece oculta o aislada a su conscien- Corriendo volvimos al jardín, atro- supimos. ¡Vaya si supimos! Porque...
picando medio rostro; al fondo de la cia. pellándonos. Vero cayó al pasto; Gui- esa madrugada, a oscuras, en silencio
calle se oye el estrépito de varios niños —Como ocho o nueve, por lo do la agarró de los brazos y la llevó y abrazados, vimos algo más increí-
corriendo entre risas. menos. Marina era muy niña; eso bajo el techo del cuartito de herra- ble. Algo tan inverosímil —aun des-
—¿Podría ver al señor De Ziiv, lo recuerdo bien. mientas. pués de la experiencia vivida— que
por favor? —dice Glio, y algunos frag- Absorto, Glio parpadea unas po- Yo me alegré de ser socio del decidimos no comentar nada.
mentos de barro apestoso se resbalan cas veces. No es algo que ocurra Tiro; de no haber escuchado los rue- A nadie.
y caen por su barbilla. con frecuencia, como de hecho no gos de Vero: contra su voluntad, había
La muchacha aprieta un poco ocurre, pero pasa alguna vez; al me- traído los fierros a la costa. Fui a bus- Al día siguiente, Guido seguía sin dar-
más el gesto, conteniendo una reac- nos ha ocurrido en otros momentos car la .9 mm, me la calcé en el cin- me bola; no le interesaba saber. Él y
ción que Glio no intuye ni imagina; de su existencia. turón y volví con el grupo. su familia se fueron a la playa a primera
ociosa, ha colocado su pie derecho —¿Podría decirme dónde puedo Cada uno quería ser el primero hora.
detrás del tobillo izquierdo mientras encontrarlo, por favor? en contar; cada uno necesitaba corro- En cambio, Vero y yo nos fuimos
se mantiene en un precario equilibrio, —Ni idea —resume el individuo borar su versión. a Casa Böhm: compramos libros so-
como el de ciertas aves locales que barbudo con un brazo extendido hacia Y, cuando por fin pudimos escu- bre la oleada española de 1950, la
abundan en las riberas. el marco de la puerta—. Se fue en un charnos, ya no tuvimos dudas: todos oleada francesa del 54, el triángulo
—¿Quién? barco por el río. Creo que hizo fortuna los detalles coincidían. de las Bermudas, el área 51, el caso
—El señor De Ziiv —responde con las casas de esos durmientes de Roswell, las teorías de von Däniken,
Glio, sin cambiar un ápice de su sem- arriba y luego se fue. Vero y yo pasamos la noche al sereno, las pistas de Nazca, las fascinantes
blante adusto. —Fortuna —dice Glio, indeciso. sentados contra la pared de la casa, formas geométricas en los sembrados
—¿Quién es, Marina? —dice de —Lo siento, amigo; si me disculpa esperando. Le había quitado el seguro de maíz, el libro de Antonio Ribera
pronto una voz bronca, y junto a Ma- —dice el hombre, y cierra la puerta. a la .9 mm, siempre bien a mano. (fundador y presidente de honor del
rina llega un individuo ancho con bar- Glio no reacciona hasta que ha A Guido y a Diana les prestamos “Centro de Estudios Interplanetarios
ba rojiza que lo mira con ojos incré- pasado un largo rato; tanto que desde nuestro dormitorio; no quisieron que- de Barcelona”, editado por Plaza y
dulos. algunas ventanas varios rostros lo darse en la carpa con los chicos. Y Janés). Este libro incluía un porme-
—¿Pero qué le ha pasado? —pre- observan detrás de los cristales por Guido seguía comportándose como norizado detalle de los avistamientos
gunta el hombre, y detrás de él se algún hueco de las cortinas. El barro un auténtico psicópata. Desde adentro desde la prehistoria hasta la actua-
oye la risa limpia de Marina. y el estiércol han empezado a secarse me gritaba a cada rato: —¡Dejate de lidad.
—Los chicos del muelle —aclara cuando se encienden las primeras joder y andá a dormir, que mañana Con las horas se iba apoderando
la joven a su espalda. farolas de la calle, alargando las som- quiero ir temprano a la playa! de mí una certeza: si seguía leyendo

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a tal ritmo, en pocas semanas enlo- quipaje y nos vamos todos. Ni por varse para no dejar de ser secretos; 3
quecería. Pero nada me importaba puta los dejo después de lo que vimos de otro modo podría incumplir su má-
más que saber sobre eso. Nada. hace apenas una semana. ximo principio de fidelidad. Envuelto Al atardecer Glio sale de la casa y
En los días siguientes, sólo leía. —¿Qué puede pasar, Tito? —Ve- en la aureola luminosa de un polvo desciende el sendero con lentitud.
Nada de playa, nada de juegos con ro me miraba llevar las valijas hasta que flota a su alrededor, otorgando Antes se ha asegurado de que las
mis hijos, de sexo con Vero. el auto—. Además: ¿no le prometiste a Glio el aspecto de un fantasma con- puertas estén bien atrancadas, lo mis-
Nada. a tu viejo que compartiríamos la Pas- fuso, al fin recuerda los viajes de su mo que los tablones y los cristales.
cua? señora y esos ciclos orbitales en los No debe tardar mucho, se dice mien-
—Al carajo con mi viejo, mi vieja, que debía permanecer solo al cuidado tras la imagina sola descansando en
III Guido. ¡Al carajo con todo, Vero! ¿Me de la casa. la idrolita, y camina a un ritmo cons-
entendés? ¡Al carajo con todo! —Vi —No le abras a nadie que no co- tante, hundiendo sus zapatos en la
En esa semana, poco a poco, me volví que Vero estaba a punto de llorar—. nozcas —le solía decir ella mientras tierra húmeda. ¿Y si volviera a parar-
un maldito autista: me quedaba horas Además, papá también tiene las llaves algún sirviente le llevaba las maletas se?, reflexiona, y un impulso primario
y horas con Vero mirando la inmen- de la casa. Mis viejos pasarán la Pas- para meterlas en su vehículo y llevarla de alarma le instala en esa posibilidad.
sidad del cielo nocturno. Y esperando. cua solos: qué le vamos a hacer. No- al puerto. Despacio, se gira y ve la casa a lo
Aprendí a no encandilarme de ilusión sotros nos vamos. Una vez vino de un largo crucero lejos, y por un momento tiene la misma
cuando lo que aparecía en nuestro por las islas antiguas. impresión que recibió el día en que
campo visual era apenas un mero —He pasado por la Costa de los le dejaron solo, fuera de las naves-
satélite o un fugaz meteorito. IV Sífaros, Glio —le contó ella al volver, talleres donde lo ensamblaron.
Hasta que, unos días después, aún con restos de arena en la ropa. Al recorrer los primeros callejones
leí en El mensajero de la Costa: “Fabio La conferencia de Zerpa no me aportó “Los sífaros”, reflexiona en su se tropieza con una banda de niños
Zerpa invita a una disertación a rea- mucho más de lo que yo venía estu- refugio, y evoca todo lo que ha leído harapientos que se ríen de la forma
lizarse el 29 de marzo en Buenos diando. No sé si porque brindó datos sobre los primeros nativos de ese en que está vestido, e incluso alguno
Aires, en el Teatro Astros”. muy conocidos y asimismo divulgados planeta, antes de que los humanos le lanza un fragmento de boñiga que
—No puedo perderme esa confe- hasta el hartazgo, o porque yo ya había los destruyeran con sus enferme- golpea contra la espalda de su maltra-
rencia, Vero. leído la misma idea, pero mejor desa- dades y cruces genéticos. Hoy ya tada chaqueta. Glio no se detiene;
—¿Vos estás loco, Tito? —Ella rrollada en otros autores: antiguas ci- sólo quedan los lejanos descendien- preocupado sólo por que no haya
me miraba sorprendida: por primera vilizaciones habían dejado huellas en tes de los hombres y mujeres que ningún fallo motriz que le paralice sin
vez yo preparaba las valijas—. ¿Lo este planeta —las pirámides de Teoti- se unieron a la oscura especie antes previo aviso, camina observando los
echaste a Guido y su familia, y ahora huacán en México y las pirámides de de que se extinguiera del todo; seres carteles de las tiendas y los anuncios
te vas vos? Egipto, el templo de Sri Meenakshi en con el cráneo abultado y anómalo, que cuelgan de algunas paredes y
—Y... Vero —le dije guardando la India, las pistas de Nazca en Perú, de piernas retorcidas y con manchas farolas. Por fin encuentra el sitio que
el equipaje en el baúl del auto—. Te o los moáis de la Isla de Pascua—. Ellos en la piel, como las de un dálmata. tenía registrado en su plano mental
entiendo si lo ves de esa manera. habían logrado dominar las fuerzas gra- De cualquier forma, siempre le resul- primigenio, un edificio de ladrillos gri-
Si vos podés olvidarlo, yo no. vitacionales para poder viajar a la velo- taron un misterio profundo: cuanto ses de cuatro plantas. Algo indeciso,
—No me gusta quedarme acá, cidad de la luz. Y yo también había más se informaba de ellos, más fa- Glio pulsa un botón y espera casi un
sola, con los chicos —al decir esto leído que —según la Teoría de la Rela- miliares le parecían, y sin embargo minuto, mientras distingue a una nueva
(sé que fue un movimiento instintivo), tividad— cualquiera que viajara a esa no hubo nunca nada que en principio tropa de pequeños rateros que le han
Verónica miró al cielo, los ojos asus- velocidad, y regresase a la Tierra, vería lo uniera con esos individuos. “Cenu- seguido y que ahora lo amenazan con
tados. a los familiares de varias generaciones bes”, así llaman a la desgraciada pro- lanzarle más bolas de mierda.
—Mirá, Vero: estaré loco, pero posteriores a su descendencia directa. genie seudosífara que sobrevive por —¿Sí?
no tanto. —Cerré el baúl y fui al dor- Una conclusión posible: nosotros, el puerto o en los peores barrios de Junto a la puerta abierta aparece
mitorio—. Termino de cargar el portae- en Gesell, habríamos sido testigos del Gotzc. una joven ataviada con un traje de

24 41
y medio calvo que se había convertido términos, lo que a veces le llevaba viaje de aquellos antepasados. ¡Aque- Vero me miró, y yo le hice una
en el gerente de estas propiedades. a reflexionar sobre el conjunto de ese llos antepasados habían vuelto a su seña de silencio: nuestra casa en
Sin embargo, ya no sabe si eso fue dilema a solas: ¿le gustaba el colgan- lugar de origen! Gesell quedaba a pocas cuadras del
antes o después de que permaneciera te, lo que representaba, asociarlo a Pero: ¿por qué no hacían contac- Tejas.
al aire libre, inmóvil; lo único que tiene ella, o su belleza era un vínculo invi- to? No lo sabía. Obviamente, no po- —El conserje y dos huéspedes
claro es que un día se vio solo en los sible con su dueña? No, Glio, nunca seía conocimientos suficientes. corrieron hasta la habitación y se en-
alrededores, como un espantapájaros contestaba, y si lo hacía era asintiendo Unas semanas después ya no contraron con una mujer gritando ate-
al que ni siquiera los croaces eludían, cortésmente, tal como fue progra- tendría ninguna duda. rrorizada por el pasillo. —Papá exhaló
mientras rebuscaban con sus picos mado. Enseguida, casi sin esperarlo, ¿Loco, no? Sí, suena loco. un humo denso, penetrante, y me miró,
curvos entre las zarzas. Con una emo- le asalta un nuevo recuerdo: Pero cuando mi viejo regresó de serio—. No pienses que yo creo lo
ción parecida al miedo, Glio sale de —Esto es un secreto entre los Gesell, después de la Pascua —él que te estoy contando, pero el revuelo
la casa y divisa el horizonte, las colinas dos, ¿entiendes? Nadie puede saber- y mamá, al volver de un viaje, siempre de Gesell me llama la atención.
de los alrededores, el río Persul y sus lo. Escucha, Glio, escucha bien, por pasaban por casa a saludar a sus —Y... ¿a qué se debe concre-
barcos, esos humos celestes que bro- favor. Si alguna vez lo necesitas, nietos—, todo empezó a aclararse. tamente el alboroto, papá?
tan en escamas de algunas fábricas, coge esta bolsa entera y ve a la —La señora dormía y un gran
el brillo de una nave espacial en una tienda de Omu. Empeña todo y resplandor la despertó; aun con las
llanura, a lo lejos. ayúdame con el dinero. Pero nunca V cortinas cerradas, le cegaba la vista.
Algún rato después se interna puedes decir quién te manda, ¿de Se levantó, plegó el cortinado y vio
en la cocina, ahora penumbrosa y acuerdo? —Tito —empezó a decir papá después a través del ventanal un gran pájaro
solitaria, y sobre la que flota un suave Ahora Glio se mete en su bolsillo de los saludos. Encendió su pipa y luminoso sobrevolando el mar, y luego
olor a podredumbre. Se agacha como un colgante de piedra de aroletta, me miró, circunspecto—. Al llegar a la playa del hotel.
puede y, ya con la rodilla derecha rosada y celeste y, con un cuidado Gesell nos sorprendimos al no verlos. —Eh, viejo —dije, y miré a Vero
en el suelo, siente que podría morir casi exquisito, introduce de nuevo Después leí la nota que dejaste sobre excitado—. Qué raro, ¿no? Y hay tes-
en un instante cualquiera, esta vez la bolsa en el hueco y lo tapa con la la mesa y me tranquilicé al comprender tigos.
de forma definitiva; hasta que no ave- baldosa. Menos mal que los ladrones que debías ir a una conferencia. —Todo está escrito en el libro
rigüe la causa de su deficiencia en no han llegado a descubrirlo, piensa, Vero, que jugaba con los chicos de novedades de la portería —dijo
el jardín, debe cuidarse un poco, de- y de forma involuntaria hace un re- y mamá en la cocina, se acercó. Yo papá, quitándose de la remera una
cide. La piel sintética se araña al le- cuento completo de los objetos que lo notaba raro a mi viejo, y no me agra- mota de ceniza—. Algunos que a
vantar una baldosa junto al conge- faltan. Un incierto desequilibrio le gol- daba el olor de la pipa ni el humo azu- esa hora caminaban por la playa se
lador. Luego, introduce la mano entera pea por dentro, una marea de datos lado y denso rodeándome. metieron en sus autos. Otros se es-
en el hueco profundo que ha quedado e informaciones que no puede contro- —Te cuento algo, hijo: cuando condieron en los médanos, entre las
y, con lentitud, saca una bolsita de lar ni distribuir en su sistema: ¿por fuimos a comprar al almacén, el viejo ramas de los tamariscos.
cuero. Al abrirla observa el brillo de qué se averió cuando no debería ha- Muschietti nos contó sobre el alboroto —¿Tamariscos? —preguntó Veró-
los pendientes y collares que yacen berlo hecho? No estaba preparado de la Villa. nica.
en su interior. para esa anomalía, como no lo está Vero y yo cerramos la boca y —Esos pinos anchos y rastreros
—¿Te gusta? —decía ella con ahora. escuchamos. —expliqué— que usamos para prote-
alguna de aquellas joyas puesta. Siem- En silencio, en la oscuridad de —Dos semanas antes de nuestra gernos del viento cuando vamos a la
pre le gustaba preguntarlo, especial- la casa abandonada, Glio permanece llegada a la Villa —siguió diciendo playa, ¿viste?
mente cuando salía a alguna reunión inmóvil sentado en un asiento con papá, después de largar otra boca- —Y dicen —papá no me dejaba
humana o había quedado con un hom- brazos, escrutando las tinieblas. Debo nada—, un grupo de personas aloja- hablar— que otros rajaron por la ave-
bre. Glio nunca supo cómo responder protegerla, piensa, y así anula cual- das en el hotel Tejas Rojas oyó gritos nida costanera.
a esa pregunta, porque de hecho no quier otra idea contradictoria. Los en uno de los cuartos de la planta —Es increíble, ¿no, viejo? ¿Y cuán-
le era posible analizarla en todos sus secretos compartidos deben preser- baja. do ocurrió todo?

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—El 10 de marzo. Más o menos nunca había advertido, un tono que varia- un segundo pudo comprender lo que propiedad duerme indefinidamente.
a las dos y media, tres de la madru- ba entre la malicia y la bondad. habían hecho. Entonces se gira y ve Algo lo sobrecoge como a un niño
gada. —Mi viejo se dio cuenta: yo ¿Por qué me sentía cómplice de la casa, con las trepadoras silvestres ingenuo, ya asomado a la urna, con-
la miraba a Vero, excitado al saber mi padre? ¿Acaso no me lo había en una esquina, los tablones en las templando lo que acaso no debería
de los testigos; no éramos los únicos dicho? Él no creía en lo que me estaba ventanas y el gran nido sobre la chi- distinguir: la blanca desnudez de su
“mitómanos”. relatando. ¿Sería mi padre quien an- menea. señora; los pezones erectos, la mata
Entonces me sentí extraño, como daba distinto, o yo seguía enloque- Un calor interno y creciente le oscura de su pubis, sus rodillas rugo-
si papá hubiese leído mi mente. Por- ciendo? avisa como una señal de peligro, de sas, sus pies desnudos. Pero al fin
que lo que Vero y yo habíamos descu- Papá se acercó. Me pasó la mano modo que trata de correr pero no lo llega a la conclusión de que nadie
bierto aquel día, solos, abrazados en por el pelo. Y dijo: —Yo sé, Tito. Yo consigue, demasiado torpe o lento; la ha tocado, de que nadie perturbó
las sombras —y a nadie se lo había- sé. —Me miró; forzó un gesto de son- demasiado pesado. ¿Cuántas órbitas su descanso. Siente algo parecido al
mos dicho—, coincidía con el relato risa—. Y vos, cuando llegue el mo- han podido pasar? No lo sabe; los alivio.
de papá. mento, sabrás actuar. cifradores de computación no le reve- —Vamos, Glio, no pongas esa
En la noche de nuestro encuentro Se dio vuelta, desenchufó el cable lan una sola fecha de referencia ni cara —dijo ella en su recuerdo—.
cercano habíamos visto surgir un re- del televisor y acercó dos dedos a un parámetro al que sujetarse como Algunas deudas prescriben, ya lo sa-
lámpago entre blanco y azul, similar los negros huecos del tomacorriente. un náufrago en el océano. La escala bes. No voy a estar más de seis ciclos
al de pocas horas antes, en el mismo Un arco voltaico blanco azulado salió de su memoria traza una oscura línea solares. Además, Alejandro cuidará
lugar de la bóveda celeste. Pero, en del toma hacia sus dedos —¿o de sobre los sucesos, hasta que al fin de la casa. No te preocupes.
vez de convertirse en los cuatro vérti- los dedos hacia el toma?—, y las des- oye una voz sin rostro. De repente, la claridad solar de
ces del rombo, se transformó, luego cargas lo recorrieron, cada vez a ma- —¿Lo harás por mí, eh? la sala se concentra en las máquinas
de una explosión que no oímos, pri- yor velocidad. Y entonces, aunque Pronto extrae de su bolsillo una antiguas revolviendo una densa masa
mero en una densa niebla, y luego ahora me cueste aceptarlo, percibí llave y la mete en la cerradura de la de polvo, el sensor de oscuridades,
en un resplandor. Y el resplandor una risa que apenas salía de sus la- puerta. Luego la empuja y entra des- el nivel óptimo de humedad y aire,
tomó la forma de un inmenso pájaro bios. Él se reducía, se reducía sobre pacio, como si fuera un extraño que y algo se activa sin que pueda im-
que, batiendo sus alas a unos cien el piso hasta convertirse en cenizas. invade la casa sin ningún permiso, pedirlo: una reacción de chispas azu-
metros de altura, se dio a sobrevolar Mamá lanzó un grito de horror. uno de esos ladrones que entraron les que saltan por varios cables hasta
la costa. Vero —el instinto de madre la la noche anterior sin que él pudiera el sarcófago y que de inmediato se
Eso, eso que habíamos visto Vero levantó de la silla— corrió y abrazó evitarlo. Sus pasos hacen crujir alguna adueñan de la maquinaria, hasta
y yo, no era creíble. A nadie se lo ha- a nuestros hijos para evitar que vieran baldosa mientras entra en la bibliote- que el cristal de la urna queda empa-
bíamos dicho… y ahora dudaba si co- aquella insólita transformación. ca. Ya en un rincón, junto a un reloj ñado por una nube de vapores gra-
mentárselo a mi viejo. Aunque coin- Quedé con la boca abierta, para- de péndulo, pulsa un resorte que le sientos. Glio pone su mano enorme
cidiera con lo que me había contado. lizado; sentía terror de tocar el cable permite abrir una puerta sin marco; sobre el cristal, pero pronto la retira.
Él, como si otra vez me hubiese y los restos de papá. Las cenizas cada vez que se desplaza algo más Los sensores de calor le avisan de
leído la mente, me dijo: —Vos lo viste, humeantes formaban una alfombra rápido, sus articulaciones chillan o una temperatura demasiado alta para
¿no? de pestilente olor. se atascan un poco, y un peso inconte- la carne. Ve la escalera de la cámara
—¿Vi qué, papá? Entonces mamá se acercó hasta nible en su torso le amenaza con y la luz hostil, y retrocede varios pa-
Me miró; hizo una mueca imposi- casi pisar las cenizas de papá. Cuan- derribarlo de golpe. Se apoya contra sos, pero antes de subir los escalo-
ble con el labio, una mueca anormal do pasó a mi lado olí otra vez ese una pared mientras desciende por nes aprecia algo que se niega a acep-
mientras chupaba su pipa. mismo hedor de papá. Y le oí decir: una escalerilla a oscuras, hasta que tar.
—Dale, sonso —me dijo, y pude —Si tienes la impresión de que in- llega a una cámara inferior que sus De esa forma, cierra de nuevo
ver cariño en sus ojos—. Si yo sé. tento... de que intento hacerte daño, ojos reconocen enseguida. ¿Debería la cámara colocando el resorte en
Yo le notaba una inteligencia des- corre hijo, corre. ¿Me entiendes, hijo estar aquí?, se dice, y duda. En su su posición oculta. Ahora piensa en
conocida. Notaba en su voz un tono que querido? sarcófago de idrolita, la dueña de esta el procurador, aquel hombre isleño

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paredes y huecos de la casa. Moo y centellea en las antenas sónicas Y mamá, con la torpeza de un Y pronto lo supimos.
se interna sigiloso en unos cuartos que destacan en algunos edificios ofi- zombi, fue tambaleándose hacia el Ahora, los dos estábamos ahí,
interiores que dan a un patio medio ciales. En el muelle se respiran boca- tomacorriente… y el arco voltaico la en medio del bosque; Guido trataba
derruido por muchos inviernos. De nadas de humos aromáticos unidos recorrió desde la coronilla a los pies. de rodearlos, y yo, mirando a través
pronto aparece un muchacho escuá- a la esencia acre de los barriles fétidos, Antes de reducirse a cenizas, pude de la mira, aguardaba a que se alinea-
lido y encorvado que le mira como de la mugre que se instala con el pro- ver una expresión de raro alivio en ran para dispararles y matarlos de
una criatura indómita. pósito de quedarse, y de un tibio efluvio su cara. Recuerdo la eléctrica fetidez un único disparo.
—¿Dónde está tu hermano? a salitre y especias. Arriba, sobre la del ozono, la carne ardida, el chispo- Yo, en silencio. Una tumba.
—pregunta Moo. ladera también la nueva claridad limpia rroteo y el humo penetrándome el No.
—Arriba, creo —responde el mu- algo la mugre de las verjas olvidadas, cerebro por las fosas nasales. Más silencioso que una tumba.
chacho, que sostiene un instrumento y varios croaces vuelven a instalarse Y ahí, en medio de esa devas- Aunque pensaba que, de todas
extraño de cuerdas como si fuera en la casa del nido: todo sigue, en de- tación doméstica, yo. formas, ellos se estaban enterando
un jamón. finitiva, como siempre ha estado. Yo sentado en el suelo, mirando de mis pensamientos.
—¡Venga, vamos, vamos! Se nos Los ojos del centinela se despla- a Vero y los chicos. Y poco a poco los sentí. A ellos.
ha hecho de día, ¿es que no lo veis? zan hacia el oeste con lentitud; de Cerca.
Salen por la misma ventana tra- una forma casi inconsciente siguen Enfoqué mi ojo derecho en la
sera por la que entraron por la noche. el vuelo de otras criaturas aladas que VI mira, y sólo vi a uno. Mi campo de
Al rodear el sendero del jardín abando- buscan refugio para proseguir mañana visión no abarcaba al otro y a Guido;
nado, ven al triste centinela con su sus cacerías nocturnas. De pronto, La tragedia me impulsó a pedirle ayuda ¿se habían desplazado por la pinocha
traje rancio y sucio; por fortuna, duran- casi sin proponérselo, mueve los de- a Guido. Metimos en el baúl del Corsa revuelta?
te varios días, el tal Moo lo ha estado dos de una mano y enseguida la mano la .22, la .9 mm, la Sarrasqueta, cajas Entonces oí.
vigilando hasta darse cuenta de que entera, que tenía pegada al pantalón, y cajas de balas expansivas y cartu- —Son inmateriales, Tito. —Me
su obvia falta de movilidad es causa a la altura del muslo; luego se levanta chos, los prismáticos Zenith, los borce- di vuelta y lo vi a Guido, parado, es-
de algún error interno y no de un ca- poco a poco y se mantiene recto, guíes, la ropa camuflada y un Aitor tirando su brazo hacia mí. Y me di
rácter demasiado tranquilo. con los brazos caídos y las piernas Montero para cada uno. cuenta de que hablaba en serio—.
—Mira, pa, ¿has visto qué gracio- algo abiertas. Titubeante, da un paso Durante el viaje a Gesell bara- Nos usan, Tito. Usan nuestro cuerpo.
so? —observa su hijo menor, algo despacio sobre la hierba, y luego otro, jamos hipótesis. Nada tenían que ver —Se tocaba el pecho con los dedos,
más ancho que el hermano escuálido, y al fin su cerebro le informa de una con las pistas de Nazca, ni con la teo- repetidamente—. Nos manipulan.
mientras señala al vigilante inocuo: noticia: se mueve. Al principio se sien- ría de la relatividad, ni con las planta- —¡Te convenciste, estúpido! ¿Y
un insecto camina con indiferencia te algo confuso. Ni siquiera debería ciones de maíz, ni con aquellas elucu- ellos? ¿Dónde están ellos?
sobre la nariz de la estatua. estar ahí, y desde luego ignora el braciones tipo Charles Berlitz que yo —Él me lo dijo, Tito. Ese otro al
Moo mira de reojo al guardián, motivo por el cual ha podido liberarse había asimilado. Tampoco nos pregun- que logré acercarme.
y por un segundo le parece que sus de su parálisis, probablemente ocasio- tamos qué aspecto tenían ellos ni de —¿Qué te dijo? —Mi cuerpo tem-
ojos grises se giran para verle mien- nada por los cambios de la intemperie; dónde provenían. Habría sido inútil. blaba; la adrenalina me estimulaba
tras pasa. nunca debió quedarse tanto tiempo Pero concluimos que, de alguna ma- a correr—. ¡Carajo, hablá rápido! ¿Qué
—¡Venga, venga, no os paréis! fuera, bajo el sol y las lunas, mientras nera, utilizaban la electricidad para mierda te dijo?
el polvo y la oxidación del aire penetra- desplazarse. Y que leían la mente. —Sé que no miente, Tito. Soy
ban lentamente en su materia indefen- Trazamos planes: debíamos evi- cardiólogo. —Yo me preguntaba qué
2 sa. Enseguida recuerda a un hombre tar la cercanía con todo tipo de ener- tenía eso que ver ahora, ahora que
adulto, una mujer y dos hombres jóve- gía eléctrica, atraerlos a un bosque nos estábamos convirtiendo en comi-
Unas horas más tarde el sol de Cengo nes bajando por el sendero con cosas alejado de cualquier población. da.
irradia sobre las tejas húmedas de que no son suyas, objetos que no les Ignorábamos cuánto tardarían —Te volviste loco, amigo —le
tantas casas y pabellones de Gotzc, pertenecen; uno de ellos lo miró y por en captar nuestras intenciones. dije apenado—. Loco, loco.

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Yo, sentado en el suelo, con el .22 inteligibles —al menos para mí— que templa el horizonte con ojos grises refunfuña como en delirios, a veces
abrazado y la .9 mm al cinto, vi que no provenían de una boca. y reflexivos. Desde luego parece ha- incluso parece agitarse ante el impulso
Guido doblaba las rodillas para poner- Hemos encontrado, hace ya mu- berse sumado al ejército de estatuas de una ofensa desconocida, pero al
se a mi altura y zamarrearme. cho tiempo, una fuente inagotable para de mármol que proliferan por ciertos fin se revuelve y levanta la cabeza;
—Haceme caso. —Lloraba; que- nuestra reproducción y supervivencia. jardines y terrazas llenas de matojos la claridad difusa del día gris le hace
ría convencerme—. Me lo dijo sin ha- ¿Nos entiendes? No nos importa la y arbustos. Su rostro es grande, de guiñar un ojo. Luego se levanta a
blarme, Tito. Él, el otro: la actividad materia de vuestro cuerpo. Hemos mandíbula poderosa y nariz huesuda, duras penas, notando que sus huesos
eléctrica en el tejido cardíaco, las con- venido sólo para apropiarnos y vivir con unos labios pequeños que man- se han convertido en una maraca
tracciones y dilataciones del corazón. de la maldad que anida en ustedes. tiene pegados con una firme obstina- truculenta: es un rostro feo, anguloso
El corazón produce pulsos eléctricos Sacudí la cabeza, quería despejar ción; por el cabello moreno, no muy y pueril, con una nariz doblada hacia
rítmicos; pulsos que disparan las con- las visiones y apartar las lágrimas. abundante y algo revuelto por las su propia izquierda, como un timón
tracciones mecánicas del músculo. Entonces distinguí las retículas cru- brisas y las tormentas, desfilan ahora que marca siempre el mismo rumbo,
—Pedazo de pelotudo. —Le di zando su cabeza y le disparé una varias hormigas desocupadas. y unos ojos verdes sin brillo. Cuando
un empujón y se cayó de espaldas—. dum-dum al centro de su cerebro. Detrás de la puerta de entrada al fin se pone en pie mira a un lado
¡Hablá claro, la puta madre! Se desparramó en la hierba. Hu- nos recibe un vestíbulo siniestro con y a otro, hasta que divisa en el suelo
Y entonces me llegó el hedor, bo un fulgor, y sólo quedaron cenizas huellas blancas en las paredes con un bulto envuelto en cortinas.
y lo vi: parado atrás de Guido, me sobre la pinocha. la forma de cuadros invisibles. En —Eglinia...
miraba fijo. un corto corredor de mármol se des- Enseguida nota un vértigo fami-
Me arrastré de espaldas, la pino- perdigan algunos fragmentos rotos liar. Toca el bulto con la punta del
cha arañándome las palmas, los co- VII de cerámica que nos conducen sin zapato.
dos. Choqué contra la corteza del pino prisa a una sala sin apenas muebles, —¡Levanta, mujer! —dice atolon-
que me había ocultado, perdí la .22 Ha pasado poco tiempo. Todavía me y donde los que quedan han sido drado, y de los tejidos aparece la cara
a los pies de Guido. Saqué la .9 mm cuesta aceptar las pérdidas y la nueva protegidos con sábanas polvorientas legañosa de una señora rubicunda
y le apunté a eso. vida. hasta convertirlos en fantasmas de de ojillos ratoniles.
—¡No, no lo mates! —gritó Gui- Puedo verme en el espejo, puedo madera o bronce que sueñan con —Uff... Me he dormío, Moo...
do—. Él no es él. Ocupa ese cuerpo. atarme los cordones de las zapatillas, que algún día la luz solar vuelva a —Ya lo veo —dice el tal Moo,
Si lo matás, se mete en el mío. puedo cepillarme los dientes. Incluso, protegerlos de la humedad y del moho; algo inquieto—. Mira que te lo tengo
—¡Loco infeliz! como ven, puedo escribir a máquina. una invasión que ya ha transformado dicho. ¡Como nos cojan nos cuelgan
Entonces, cambié la dirección No tendría problemas para meter- varios libros arqueológicos de la biblio- mañana, mujer!
del arma y disparé dos veces: primero me la escopeta en la boca ni para teca en vegetales apestosos. —Ay, Moo —protesta la mujer,
a Guido, que deliraba, y después al apretar el gatillo. Pero no lo necesito. Una presencia perturba la paz que ahora se levanta despacio—.
otro. Luego de un chispazo, se convir- Aunque debo confesarlo: llegué a y el silencio de esta casa. Es un hom- ¿Qué me diste de bebida, desgraciao?
tió en unas repugnantes cenizas junto pensar, a mi regreso a casa, que ésa bre de aspecto desaliñado que duerme —¡Venga, arriba ese culo! —or-
al cuerpo sin vida de mi amigo. podría ser mi única salida. babeando sobre una larga mesa de dena Moo. Luego echa un vistazo
Me arrastré tan rápido como pude Ahora no. caoba de ulaj, bajo una lámpara de a la selección definitiva de las tareas
para levantar la .22. Volví a mi posición Ahora sueño paisajes marinos de cristales con forma de lágrimas y ca- nocturnas de su amante esposa y
y busqué al otro, al que había perdido cuarzo cristalizado, romboédrico, in- rámbanos. Una botella del mejor ron de sus vástagos: sobre la mesa come-
en la mira. Logré enfocarlo de nuevo; coloro en estado puro. Al comprimirse, gotzceno permanece volcada a su dor, encima de una manta sucia, figu-
huyendo en cuatro patas, su forma rep- ese cuarzo adquiere propiedad piezo- lado, y de su boca redonda aún fluye, ran varios relojes de bronce algo abo-
tílica me recordaba a un dragón de Ko- eléctrica: produce una separación de ya sin apenas fuerza, un tibio torrente llados, pañuelos de la mejor seda y
modo. De pronto se detuvo. Y, al volver cargas con capacidad termoluminis- que gotea desde hace algunas horas un pequeño broche de diamante.
su cabeza, me pareció entender. Las cente. Emite luz cuando es calentado desde el borde del mueble, empapan- —¡Niños! —dice en voz alta, mien-
palabras no eran palabras. Eran sones y es visible solamente en la oscuridad. do la alfombra amarilla. El hombre tras su voz aguda resuena por las

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una suerte de varias o muchas malas en virtud del Acuerdo de Utema, los Un fenómeno similar al que se observa Vero me mira. Piensa: “Algo le
decisiones financieras. De alguna señores descansan”. en las luciérnagas, en minerales de pasa desde que está escribiendo”.
forma, sobreviven más de la memoria Así quedan las cosas claras des- uranio, en varios sulfuros metálicos, Ahora está pensando que estoy
de lo que fueron que de la triste reali- de el principio. Y mientras el deman- en las maderas y en los pescados pu- loco.
dad de lo que son en el fondo. dante desciende por la colina farfu- trefactos. Una corona de llamas azules. Y quiere apartar la vista.
Obligados por las deudas o cierto llando amenazas y maldiciones, las La luz mala, que le dicen. Porque siente asco cuando le
sentido del prestigio, a veces algunos doncellas del hogar buscan en silencio En tanto, yo sueño con volver. muestro la lengua y me la paso por
de estos señores en apuros se intro- algún tesoro oculto debajo de alguna “¿Volver adónde?”, me pregunto. los dientes en un gesto de impenitente
ducen en sus costosos sarcófagos botella, en la librería del señor o en Miro los huecos negros del toma lascivia.
de idrolita. Sólo así “descansan” sin alguno de sus muchos armarios. Bus- y me doy cuenta de que para nada
reparos durante grandes ciclos sola- can de rodillas o sobre escaleras que sirvió la ofrenda de los dos viejos. © EDUARDO POGGI, 2014.
res, al margen de las rutinas y culturas sujetan sus esposos o sus amantes,
del entorno. Bajo las virtudes de la en cuartos pequeños y en esas salas
hibernación pueden evadirse de cier- de trofeos de caza donde ya sólo
tas molestias bastante incómodas, se acumula el polvo y los nidos de
como la lucha nunca acabada con araña. Como si estuviesen bajo el
sus acreedores, o la turbia certidum- dominio de unos vampiros atentos,
bre de haber empañado la fama de caminan descalzos por temor a des-
sus ancestros. Simplemente se insta- pertarlos y a que vuelvan a salir de
lan bajo el amparo de una vieja ley sus sarcófagos de acero y cristales.
señorial, a la espera de que la situa- Por debajo de los grandes casero-
ción cambie o la deuda prescriba. nes, en un tramo descuidado de la
En Gotzc, muchos lugareños conocen famosa montaña, existe una casa
la historia de la noble familia de los muy antigua con una apariencia mus-
Arsala. Para evitar el oprobio y la tia y espectral. Sus numerosas venta-
vergüenza irresistible de declararse nas han sido cegadas parcialmente
en ruina a ojos de sus semejantes, por tablones de madera de gao. Los
este matrimonio y sus cinco hijos se arbustos han empezado a devorarla EDUARDO POGGI
refugiaron en su mansión para “dor- en silencio, y en la chimenea hay (Argentina —Buenos Aires, 1945—)
mir” ajenos al mundo, hace ya muchas un frondoso nido de croaces, obra
Integrante del círculo de escritores de horror y fantasía “La abadía de
órbitas, y allí siguen desde entonces. de esos moradores nocturnos que Carfax”, en NM publicó “Hugy” (# 16) y “Las gemelas” (# 33).
Puede ocurrir también que acuda suelen sobrevolar la colina desde
a estos dominios algún incauto fiador los territorios cenagosos del río. Casi
con espíritu de guerra y paso seguro. en la entrada, entre matas húmedas
Este sujeto sube los caminos empi- que oscilan con la llovizna, sobresale
nados de la ladera con el fin de que la figura de un hombre robusto casi
se salden de una vez por todas las sin cuello. Su traje parece de otra
deudas propias o las de sus clientes. época; una chaqueta negra y unos
Por desgracia, pronto no encuentra pantalones grises de rayas finas y
otra respuesta que la que se retrata blancas, salpicados de manchas de
en el rostro impertérrito de los mayor- barro y sobre cuyas rodillas se enros-
domos o abogados que custodian can algunas hojas de hiedra silvestre.
las casas: “Lo siento, caballero, pero Sentado en un banco de hierro, con-

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DE CÓMO LA FAMOSA INSPECTORA GLIO O LA SOLEDAD DEL VIGILANTE
CHUPALDRIBA TERMINÓ CON LA CORRUPCIÓN
EN NEBULOSA DEL CONDE CARLOS PÉREZ JARA

PEDRO P. ENGUITA

En la Antigüedad los dioses ponían cómodos envases individuales que 1 donados, signo de una decadencia
especial esmero a la hora de enviar sólo era necesario calentar al microon- que llevó a sus antiguos propietarios
el Apocalipsis. Realizaban un concien- das. Algunos esnobs criticaron la indus- Llueve. a la ruina; es posible darse cuenta
zudo trabajo artesanal y el resultado trialización del Apocalipsis pero, aun- Sin embargo, es apenas una llo- por el estado leproso de sus fachadas
era de rechupete. Por eso, cuando que es verdad que la tormenta de vizna casi invisible que cae y se sus- grises, por unos ventanales que nunca
una civilización, planeta o tribu urbana azufre dejaba en la boca un desa- pende en el aire, que moja los tejados reciben la luz de ninguna lámpara
recibía la ira de los dioses sabía que gradable regusto a chicle, todo el curvos de Gotzc y se desliza por las que indique algún indicio de vida hu-
no había escapatoria posible. Lo único mundo vio las ventajas. La más des- antenas de la Torre Observatorio, en mana, y por ese polvo flotante que
que podían hacer sus habitantes era tacable era que el resultado, como cuyos reflejos se distinguen ahora parece haberlos invadido como una
sacar las sillas al jardín y disfrutar era de esperar, no era óptimo y, en masas amorfas de nubes oscuras. aureola mística en los días más apa-
los últimos instantes de sus vidas lugar de sembrar la aniquilación por Unas luces amarillentas y cálidas flotan cibles, cuando los croaces de alas
con un bien engrasado terremoto, toda la eternidad, sólo lograba moles- desde las ventanas de los almacenes retráctiles se posan sobre sus alféiza-
sequía o lluvia de elefantes. tar un ratillo. del puerto: un residuo de la noche pa- res o sus columnas rotas. Hay familias
Pero llegaron los economistas, Ajeno a las sesudas discusiones sada, una huella a punto de desva- de renombre que ya apenas son un
banqueros y tertulianos y acusaron académicas sobre el Apocalipsis, en necerse con la aurora. Los perros sal- recuerdo de las épocas coloniales,
a las deidades de estar anticuadas. un brazo de la galaxia, que estaba vajes aúllan en las plazas solitarias un rastro nostálgico de sus ineptos
Precisaban reformas estructurales, medio torcido, se hallaba el planeta y algún pequeño cerdo corretea por descendientes, que las rememoran
dijeron. La ira de los dioses pasó su- Nebulosa del Conde. las esquinas de los callejones, en busca mientras juegan a las cartas con sus
cesivamente por el feudalismo, el capi- Sin ánimo de ofender a sus habi- de algún paraíso perdido de estiércol. amigos o se instalan en algún hotel
talismo, el comunismo y el neolibera- tantes, Nebulosa del Conde era un Sobre la ladera de cierta montaña de mala estrella con el nebuloso pro-
lismo hasta que, finalmente, llegó al planeta tercermundista. De entrada, se aprecian no pocas casas señoriales pósito de poder cambiar algún día
mercachiflerismo. lo habían hecho de un tamaño erróneo. y palacetes de hombres que hicieron la desgracia de su estirpe. Otras, en
A partir de ese punto la ira de Era tan pequeño que de él sólo se fortuna con el comercio. Algunos de cambio, aún resisten a la erosión de
los dioses pasó a empaquetarse en vendían mapas a escala 1:4. Además, estos edificios se encuentran ya aban- un capital desgastado y escaso y a

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El Ministerio de Burocracia, engor- de enviar el impreso por toda la eter- estaba atrasado, muy atrasado, hasta donde pasó sólo causó desgracias.
dado a base de tanto papeleo, alcanzó nidad. el punto de que habían descubierto Los puentes se cayeron a su paso,
tal masa que el espacio-tiempo se hizo No hubo réplica del Ministerio. la agricultura sólo a medias y las se- las escuelas se quedaron sin libros
un lío consigo mismo, tropezó y ya Y Chupaldriba ganó. millas tenían que plantarse ellas solitas e incluso el octavo color del arco iris
nunca más se volvió a levantar. Las —¡Aprobada por silencio admi- si querían germinar. desapareció, para no volverse a ver
gentes con poca imaginación llaman nistrativo! —se congratuló Chupal- Pero su secular aislamiento ter- nunca más. ¡Malditos dioses low cost!
a eso “agujero negro”. driba entre sonoros aplausos. minó el día que se anunció el Apoca- Bueno, para ser sinceros, no todo
De un agujero negro no puede Acto seguido cazaron a la Corrup- lipsis. Normalmente ésa es la parte el mundo quedó insatisfecho. A la
salir nada, ni siquiera el impreso de ción, le estamparon un sello de “por del proceso que más les gusta a los vieja Lalisapomba, a la sazón la mujer
ingeniería legal tecnológicamente más vía espacial” y la exportaron a un afectados, antes de la lluvia de fuego más fea y repelente de Nebulosa del
avanzado. planeta de dudosa reputación. y demás. En Nebulosa del Conde, Conde, le complació ver que le había
La verdad es que, desde el mo- Así que, ya sabe usted, vaya con sin embargo, no tenían presupuesto salido una nueva verruga en la nariz.
mento en el que el Ministerio quedó cuidado la próxima vez que abra el para un profeta en condiciones, así Pero, a excepción de la vieja y
convertido en un agujero negro, se buzón. que el aviso se dio de forma bastante amargada Lalisapomba, los nebulinos
desconoce todo de ellos. Se los pue- hortera. Se encargó un atribulado buscaron un remedio para su mal.
de imaginar allí, impotentes, tratando © PEDRO P. ENGUITA, 2014. hombre del tiempo. Puso unas cala- Como es lógico, se pusieron en con-
veras sobre el mapa y, más o menos, tacto con las autoridades para quitarse
todos comprendieron que iban a morir. de en medio esa insidiosa molestia.
El día señalado, los nebulinos Pero pronto descubrieron que no era
salieron en tromba a la Plaza del nada fácil librarse de la corrupción.
Planeta y esperaron la llegada del La Policía Galáctica les aseguró
Fin con una cerveza fresquita. A la que podía acabar con la corrupción.
hora prevista se presentó un mensa- Exigió, sin embargo, que los nebulinos
jero. Dejó un paquete a nombre del hicieran un máster en Sobornos 2.0.
señor alcalde y se fue sin esperar La prensa no les creyó. Según
a que lo abrieran, que tenía prisa. descubrieron los nebulinos, con pesar,
Los nebulinos abrieron el paquete. ningún periódico se tomó en serio
—Maldición —dijeron al unísono. que quisieran librarse de la corrupción.
De la caja de cartón emergió una El presidente de la Galaxia fue
sustancia negra e informe y tan malo- quien reaccionó peor. Apareció en
liente que muchos nebulinos se refu- una rueda de prensa para asegurar
giaron en las cloacas. La nube negra con vehemencia que Corrupción era
emitió un grito horrendo o, más bien, desde hacía generaciones un respe-
el aire escapó de su interior, horrorizado. table miembro del Partido de los Polí-
—¿Qué es esto? —preguntó uno. ticos y que los nebulinos serían lleva-
—Aquí pone “corrupción” —se- dos a los tribunales por semejante
ñaló el más espabilado de ellos. campaña de injustas calumnias.
Los nebulinos miraron la fea nube Todo parecía perdido pero, como
PEDRO PABLO ENGUITA SARVISÉ y comprendieron, aliviados, que el pasa en todos los planetas pueble-
(España —Barcelona, 1975—) mundo no terminaría ese día. rinos, siempre hay alguien que tiene
Licenciado en Ciencias Físicas, trabaja en el área de Informática. Su alegría, sin embargo, no duró un primo en Planeta Capital. Ese
En NM publicó “Máquinas de matar” (# 8) y “La obra maestra” (# 15).
mucho, pues pronto la corrupción em- primo les facilitó el teléfono de la Fa-
pezó a hacer de las suyas. Allá por mosa Inspectora Chupaldriba.

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¡La Famosa Inspectora Chupal- por la ley 4/G76 del siete de setiembre y se prepararon para entorpecer el con los disturbios que, en algunos
driba! del año cuatro mil trescientos veinte trabajo de Chupaldriba. Estaban ple- planetas, todavía se quema a los sos-
No había dilema, problema o he- equivale a considerarla aprobada por namente confiados en su éxito; eso pechosos de los pecados de “abo-
catombe que se resistiera a la Famosa silencio administrativo. de entorpecer a los demás había sido gacía” y “enjuiciamiento procesal”.
Inspectora Chupaldriba. Su mente ¡Aprobada por silencio adminis- siempre la especialidad del Ministerio Para el Ministerio de Burocracia
era tan afilada que, durante un interro- trativo! ¡Qué audacia! En el Ministerio de Burocracia. la batalla legal fue muy exitosa, sobre
gatorio, había llegado a partir en dos de Burocracia nunca habían visto Pero, claro, esta vez el rival del todo porque vio sucesivas ampliacio-
un cometa sospechoso. Se decía que semejante desfachatez. Hasta la má- Ministerio no era cualquiera, sino ni nes de sus oficinas y el bar. Hasta
incluso la mecánica cuántica andaba quina de café se puso a echar humo más ni menos que la Famosa Inspec- tuvieron que demoler varios planetas
con cuidado de no mostrarle demasia- en cuanto lo leyó. tora Chupaldriba. ¡Qué duelo se vio! para hacer hueco. El Ministerio llegó
do sus misterios. —¡Cómo se atreve! —bramaron Fue la guerra, una lucha de titanes. a tener su propia atmósfera y figurar
Los nebulinos llamaron a Chupal- los funcionarios, causando un fuerte Nunca antes —ni, afortunadamente, en las cartas astrológicas, con nefasto
driba y ésta se mostró entusiasmada temblor en la escala de Richter. después— se alcanzaron tan altas resultado para los Tauro.
ante un caso tan difícil como aquél. El Ministerio no tardó en enviar cotas de enrevesamiento burocrático. En cambio, Chupaldriba no lo pa-
Apenas habían colgado los nebulinos su respuesta. ¡Se iba a enterar Chupal- Hubo derogaciones de leyes, pro- só tan bien porque, bajo estrés, su
el teléfono cuando entró en órbita del driba! ¡Por vía urgente! mulgación de otras, tres reformas demonio se ponía de un humor intra-
planeta un cohete último modelo. Los —“Su petición de que expidamos constitucionales (una de ellas tuvo table.
fotones del motor rugían con estruendo un Certificado de Exportabilidad para como título primero “vaya chapuza Finalmente, tras muchos meses,
y la carrocería de relucientes neutro- la Corrupción no se atiene a las nor- que les han hecho aquí”), la reclasifi- Chupaldriba preparó su golpe final.
nes quitaba el hipo. mas blablablá” —leyó Chupaldriba, cación de todos los humanos de la Utilizando todo su ingenio presentó
El cohete aparcó al lado de la satisfecha—. ¡Ya son nuestros! galaxia según una tabla de tres sexos un recurso de reflexión incoativa sub-
iglesia y de él bajó Chupaldriba, con Sin molestarse en leer el resto y medio, una caza de dragones invisi- yacente previa. Hizo referencia a todos
aire docto y resuelto. También bajó de la respuesta del Ministerio, Chupal- bles, el arrumpamiento singular de los escritos anteriores, adjuntó una fo-
su ayudante, un demonio chiquitín driba estampó un sello encima: los platámicos y una suspensión tem- tocopia de todos los impresos por dupli-
cuyo nombre no reproduciré aquí, poral de la ley de la gravedad univer- cado, de los bolígrafos con los que
NO SE AJUSTA
porque causa vomitera. ¡Pero no se sal, que terminó con un milenario bos- se habían hecho las firmas e incluso
AL PROCEDIMIENTO ESTABLECIDO
alarme, querido lector! Se trataba de que de secuoyas boca abajo. incluyó una fotocopia de la fotocopia-
POR EL CÓDIGO DE HAMMURABI
un demonio especial de alma cuántica, Lo peor, sin duda, fue cuando dora, que por desgracia era siempre
que era simultáneamente buena y Y, acto seguido, devolvió el im- al Ministerio se le colgó el Código la gran olvidada en estos duelos. Por
malvada. preso al Ministerio. Penal. si no fuera suficiente, su ayudante demo-
La Famosa Inspectora Chupaldri- En cuanto los funcionarios del En las facultades de derecho de níaco insistió en poner unos cuantos
ba se puso inmediatamente manos Ministerio de Burocracia recibieron toda la galaxia se siguió el enfrenta- millones de folios en blanco.
a la obra. Lo que necesitaban, dijo, el impreso, se miraron unos a otros miento entre Chupaldriba y el Minis- El resultado de tan barroco recur-
era enviar la corrupción a otra parte. avergonzados. ¿Quién había sido el terio con singular masoquismo. Tal so fue que el fajo de papeles que
Para ello precisaban expedirle un incompetente al que se le había ol- fue su entusiasmo que se crearon envió alcanzó un tamaño astronómico.
Certificado de Exportabilidad. vidado derogar el Código de Hammu- peñas que acudían a la entrega de De hecho, unos astronautas neoze-
Chupaldriba envió la pertinente rabi? Lo hubieran decapitado allí mis- documentación con banderas y sono- landeses llegaron a posarse en él y
solicitud al Ministerio de Burocracia. mo, de no ser porque exigía mucho ros cláxones. Para que no les dijeran reclamar las tierras para Su Graciosa
Con evidente astucia, colocó al final papeleo. que no eran suficientemente entusias- Majestad Isabel XXXIV.
de su impreso una coletilla que resul- Pero en el Ministerio de Burocra- tas, hasta hubo altercados entre ban- El recurso llegó al Ministerio de
taría de suma importancia. cia no se achicaron por una minucia das de jueces. A los letrados de dere- Burocracia.
—Como sabrán, no dar respuesta como ésa. ¡Faltaría más! Afilaron sus cho militar —cuyos excesos son bien Y entonces sucedió lo inespe-
a esta petición en el plazo establecido lapiceros, desayunaron tres veces conocidos— se les fue tanto la mano rado.

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