Está en la página 1de 13

DE IMPERIO A NACIONES OPRIMIDAS

El Perú es una nación en formación. La independencia no logro resolver el problema


nacional producido por la conquista y la colonia que logro formar dos sociedades distintas
económica, cultural y racialmente

La divergencia histórica del movimiento nacional indígena y del movimiento nacional criollo
en el proceso de la independencia, la derrota del primero y el triunfo del segundo, dieron
origen a un estado formalmente burgués y soberano sobre una sociedad
feudal-multinacional. A su formación concurren el contingente campesino-indígena y las
fuerzas nacionales del contingente criollo mestizo constituidas por la clase obrera, las
clases medias y algunos sectores de la burguesía nacional.

La transformación de la sociedad andina en el campesinado-indígena actual arranca con el


hecho militar de la conquista. El derecho predial de la conquista y la inserción forzada de la
socie dad andina en el mercado internacional fueron los pilares sobre los cuales ésta se
organizó como sociedad feudal-colonial y constituyeron al mismo tiempo las palancas
principales que la impulsaron a transformarse en campesinado feudal-colonial. La
transformación de la sociedad andina en campesinado feudal-colonial culminó militarmente
con la derrota del movimiento nacional indigena y particularmente con la derrota de la
rebelión de Túpac Amaru luego de la cual fue destruida la clase dirigente indígena. Sin base
económico-territorial y sin clase dirigente, el movimiento nacional-indígena perdió toda su
vitalidad y sobre su derrota surgió y triunfó el movimiento nacional criollo que abrió el
camino a la opresión de las nacionalidades indígenas identificadas con el campesinado
pobre durante la república.

Una de ellas es la explotación feudal del campesinado y la opresión de su cultura, de sus


tradiciones y de su lengua. Su estallido ha consistido en la apertura de las compuertas
campesinas a la emigración dando origen a grandes corrientes migratorias que se di. rigen
a las principales ciudades del país y en el desarrollo de aluvionales movimientos
campesinos, especialmente entre 1958 y 1964, que han obligado a las clases dominantes a
realizar importantes modificaciones en el agro sin lograr su solución definitiva.

La conquista española y las contradicciones nacionales y dinásticas de la sociedad andina

El hecho militar de la conquista ha marcado indeleblemente la evolución posterior de la


sociedad peruana. La irrupción violenta de un reducido número de conquistadores, en
nombre del entonces poderoso imperio español, en una de las sociedades indigenas
económicamente más avanzadas, demográficamente más densas y políticamente más
organizadas del nuevo mundo produjo rasgos estructurales peculiares que hoy mismo
continúan configurando la fisonomía de nuestra formación social

La conquista cortó radicalmente la propia fuerza evolutiva de la sociedad andina, estableció


sobre ella y sus múltiples nacionalidades la opresión colonial desdibujando nuestra
identidad nacional y extra virtió su economía. su sociedad v su superestructura orientando
su fuerza productiva interior en función de las necesidades de la metrópoli española. La
opresión de la nación andina y de las nacionalidades indígenas y su extraversión
económico-social y superestructural, rasgos perdurables de nuestra formación social, tienen
su origen y su fundamento en el hecho militar de la conquista.

El imperio de los incas había logrado recomponer la unidad multinacional del imperio Wari
revirtiendo la tendencia disgregadora de los estados señorial-regionales existentes desde el
siglo XI hasta el siglo XV. La integración de las diversas nacionalidades se procesó
estableciendo un intenso intercambio regional y una tupida red de medios de comunicación,
montando un unitario aparato político-administrativo y asimilando elementos
ideológico-culturales de las nacionalidades conquistadas. Asegurada la unidad y la lealtad
de las diversas naciones, el estado inca mantenía básicamente con ligeras variaciones la
estructura económica, social y política de éstas dando origen a un estado multinacional

Más allá de las diferencias nacionales, la sociedad andina había logrado la unidad
económico-social y política sobre la base de la agricultura complementada con el pastoreo y
la manufactura textil dando origen a comunidades étnicas campesinas autosuficientes cuyo
acceso a la tierra y cuyo cultivo era regulado por el parentesco y por definidas pautas de
cooperación, cuya distribución agraria se efectuaba teniendo en cuenta las diferencias
climáticas y la distinta rotación de los cultivos y cuyo excedente revertía parcialmente a la
comunidad por medio de la redistribución estatal de diverso tipo de servicios.

Pero la unidad de la sociedad andina, precisamente por estar políticamente organizada


como estado multinacional, no culminó en el desarrollo de una conciencia nacional ni fue
suficientemente consistente para resistir los embates de los conquistadores que, para
destruir dicha unidad, explotaron sus contradicciones, particularmente sus contradicciones
nacionales y dinásticas. La unidad de la sociedad andina era una unidad en construcción.
La vieja oposición existente en la sociedad andina entre la costa y la sierra había sido
neutralizada por los incas al imponer el dominio de la última sobre la primera haciendo, de
este modo, variar la fórmula general de la historia andina con-sistente, hasta entonces, en el
desarrollo de culturas de sinte-sis, ubicadas en las zonas intermedias andinas que recogían
creadoramente los intercambios sociales de la costa y de la sierra.

Los invasores españoles encontraron que las contradicciones dinásticas con base nacional
entre el Chinchaysuyo y el Collasuyo, entre los quiteños y los cusqueños, habían estallado
poniendo en peligro la unidad del imperio. Desde Huayna Cápac en adelante, sin embargo,
el epicentro de la sociedad andina se había desplazado hacia el Chinchaysuyo promoviendo
el culto a Pachacámac como culto general del imperio y asumiendo el quechua chinchay
como lengua general y reduciendo el aymara a lengua regional.

Francisco Pizarro, conocedor de estas confrontaciones, con mucho sentido común azuzó
las contradicciones dinásticas apoyando a los collasuyos para enfrentar conjuntamente a los
chinchaysuyos y, luego de derrotados éstos, someter a ambos al dominio español. Hizo lo
mismo con las contradicciones nacionales y avivó el descontento de las naciones
conquistadas por los incas. Ellas pensaron equivocadamente que el momento de su
liberación había llegado y que para ello era necesario hacer alianza con los nuevos
invasores sin percibir que éstos buscaban instalar una nueva y más dura opresión.

Especial importancia recubre, como lo ha precisado Waldemar Espinoza, la alianza entre los
españoles y los huancas por la ubicación estratégica de éstos equidistantes de Lima y del
Cusco, por sus éxitos militares sobre el ejército inca y por las consecuencias históricas que
ella produjo y que perduran hasta nuestros días. Este respaldo políticomilitar de los huancas
fue decisivo para que los incas fueran derrotados en sucesivas y numerosas batallas
desarrolladas en la zona andina y para que los españoles, cuyo número era insignificante,
culminaran en corto tiempo las campañas de la conquista y de la pacificación. Fracasado el
plan de Atahualpa, que pre- veía la imposibilidad de derrotar a los españoles en las llanu-
ras costeñas y sostenía la necesidad de atraerlos a Cajamarca y a las zonas andinas para
reducir su capacidad de desplazamien- to, cercarlos y atraparlos, la resistencia militar inca
estuvo bajo al dirección de Chalcuchimac y de Quisquis. Estos se enfren- taron con un
numeroso ejército pero con un nivel técnico-mili-tar primitivo a los españoles aliados con los
huancas y otras naciones anti-incaicas en muchas batallas donde fueron derro-tados, salvo
en al de Chulcomayo y en las dos batallas de Ush- nu.

En la dispersa resistencia ante el invasor español fueron también derrotados los Yauyos que
se negaron a ser susalia- dos. Sólo las sociedades tribales sin organización estatal, como
los antis (los campas), por su gran capacidad de movimiento y por su enfrentamiento
masivo y directo ofrecieron una lar- ga e imbatible resistencia y cobijaron solidariamente a
gruesos sectores de la población india derrotada que huía de la persecución de los
invasores.

La transformación de la sociedad andina en campesinado feudal-colonial

Derrotada la resistencia incaica, la conquista cedió el paso a la organización colonial. Este


cambio suponía la vigencia simultánea del derecho de los conquistadores con el derecho
andino en cuya coexistencia y fusión la explotación y la dominación mestizas encontrarían
su fundamento jurídico. Aquí el derecho predial de la conquista, reivindicado por la corona
española eliminaba el derecho andino y se constituía él solo en el cauce jurídico de la
organización feudal-colonial. Las gue-iras civiles entre los españoles luego de la conquista,
fueron la expresión más alta de la lucha entre dos tipos de intereses contrapuestos de
colonización, y entre dos perspectivas ideológico-políticas distintas de organización colonial
de la sociedad andi-na. Derrotado el camino feudal-mestizo, se impuso con toda su fuerza
el camino feudal-colonial.

La mantención de los curacas para que desempeñaran el rol de nexo social de sociedades
con-trapuestas, al mismo tiempo que mantenía la polarización so-cial, inició un proceso de
amalgamiento cuya expresión típica fue el mestizaje que se desarrolló despreciado por
ambas sociedades que le dieron origen y que encontró luego su ubicación social como la
capa inferior del mundo hispano. La administración colonial reprodujo politicamente la
estructura política feudal española cuvo fundamento social era la jerarquización de castas
según el nacimiento y la sangre y cuya legitimidad política era la mano invisible de la
divinidad encarnada en el monarca y en sus representantes. El interés material del
privilegio, la política y la religión se fusionaron asi en una sola estructura política de opresión
colonial.

En resumen, la opresión colonial fue el canal político a través del cual discurrió la
explotación social de la gran masa indígena cuyo excedente y cuya obediencia fueron
encausados a través del nexo social de los curacas.

Los pilares económicos que la opresión colonial organizó y sobre los cuales ella misma
reposó fueron la renta territorial obtenida a través de la explotación feudal de la enorme
masa indígena y de la esclavitud de los negros africanos, y el interés comercial
incrementado por el control monopólico del comercio y del transporte marítimo mediante la
Casa de Contratación de Sevilla. El predominio de las actividades mineras implicó el
dominio económico de la sierra, particularmente de la sierra sur sobre la costa que, por
albergar a los centros de administración colonial y de vinculación con la metrópoli, pudo
contrarrestar dicho predominio.

Las bases sobre las cuales la opresión colonial organizó en términos feudales a la sociedad
andina constituveron al mismo tiempo los factores disolventes de la misma. Ellos fueron el
derecho predial de la conquista y la inserción forzada de la sociedad andina al mercado
internacional. En virtud de este nuevo dere-cho, el derecho andino quedó prácticamente
derogado y la sociedad andina se convirtió en una sociedad políticamente oprimida y
económicamente explotada. El derecho predial de la conquista y el ingreso forzado de la
sociedad andina al mercado fueron las dos principales fuerzas disgregadoras que minaron
los cimientos mismos del edificio social andino y que operaron como una tenaza para
asfixiar su sistema de relaciones de producción. El derecho predial de la conquista fue el
fundamento jurídico-político que permitió la construcción de una nueva organización
económico-social de carácter feudal-colonial y el mercado fue el mecanismo económi co
que destruyó el sistema andino de relaciones de producción.

Teniendo los mismos objetivos de disolución social y nacional andina, la metrópoli y sus
administradores dieron un uso colonial a las lenguas nativas. A los excelentes estudios de
Alfredo Torero debemos el conocimiento de la opresión colonial desde el punto de vista
linguístico-cultural. Toledo mis-mo, el gran organizador de la sociedad colonial. reconoció
como lenguas andinas generalmente usadas por los indios al quechua en sus diversas
variantes, al puquina y al amara. La revalorización temporal del puquina, que rápidamente
perdió su rango de lengua general, y del aymara estuvo directamente vinculada a la
necesidad de explotación colonial de la masa indígena de esas nacionalidades en torno a la
actividad minera concentrada en la zona de Potosí. Desde 1613 en adelante, sin embargo,
la administración colonial reconoció al quechua como lengua general para imponer un
control mayor y generalizado sobre la sociedad andina, impuso la castellanización general,
particularmente a los niños indios, y fomentó la ladinización, esto es, el conocimiento de la
lengua nacional y del español. En todo caso, los usuarios de éstas últimas casi todo eran
ladinos. La castellanización en la costa y el predominio del español sobre las lenguas
nativas se vieron favorecidos por el desplazamiento acelerado de la masa indígena yunga
durante las primeras décadas de la conquista, por el asentamiento mayoritario de los
españoles en los valles costeños y por el intenso comercio marítimo.

La vinculación de la sociedad andina al mercado nacional e internacional manteniendo el


sistema andino de las relaciones de producción durante la primera mitad de la colonia. La
ruptura del vínculo entre el sistema de acceso a la tie-Tra y las obligaciones de trabajo
mediante la mercantilización limitada de la tierra durante el siglo XVII. La conversión de los
derechos de acceso a los recursos productivos en propiedad privada y el establecimiento
del libre curso a la enajenación de los factores del sistema andino de las relaciones de
producción durante el siglo XVIII.

Se produjo así hacia fines del siglo XVIII el campesinado feudal-colonial que estaba
compuesto por los campesinos siervos, los mitayos y los jornaleros. Los primeros, que
constituían la masa fundamental de la población trabajadora, estaban integrados por los
yanaconas serranos cuyas obligaciones alcanzaban hasta su grupo familiar, por los
arrendatarios, por los yanaconas costeños y otras constelaciones de múltiples relaciones
serviles. Los jornaleros libres eran forzados a ser tales atándolos a un sistema engorroso de
deudas.

Hacia fines del siglo XVII, sin embargo, ya se habían extinguido los elementos
económico-sociales y superestructurales que configuraban la unidad pan-andina y la
cohesión de cada nacionalidad dificultando la identidad nacional de la población andina en
sus naciones y obligándola a refugiarse en el ayllu reorganizado por las reducciones y en
los elementos culturales dispersos que no atentaban contra la opresión colonial. Todo lo
contrario.

La derrota del movimiento nacional indígena y el inicio republicano de la opresión del


campesinado-indigena

Desde mediados del siglo XVIII el virreinato peruano, como toda Hispanoamérica, se vio
sometido por el despotismo ilustrado a una agresiva política de reconquista colonial cuyos
objetivos eran disminuir la influencia inglesa en las colonias españolas y aumentar el
saqueo colonial de los recursos naturales y del excedente económico. Con esta política se
quería revertir la tendencia a la diversificación económica y al mayor control del excedente
que las colonias hispánicas habían conseguido desde fines del siglo XVII hasta las primeras
décadas del siglo XVIII.

El Corregidor era el eslabón débil de la cadena colonial y fue por ese lado donde comenzó a
romperse la opresión colo-nial. El siglo XVIII fue el siglo de las grandes sublevaciones de
las masas indígenas. El primer ciclo, realizado en 1737, es un ciclo de gestiones y de
sublevaciones desarrolladas en gran escala por los caciques del sur del Perú ac-tual. Las
grandes masas indígenas exteriorizaron su resentimiento contra la mita, contra los
repartimientos y contra los intentos de obligar a tributar a los indios forasteros.

Los criollos provincianos, que en un primer momento trataron de encabezar la lucha, se


replegaron frente al enorme movimiento de masas indígenas dejando la dirección en manos
de algunos caciques cuya actividad principal era el comercio provinciano. Otros caciques
como Pumacahua, en cambio, se opusieron al movimiento de Túpac Amaru por rivalidades
nacionales. La coalición que se formó entonces estuvo integrada por algunos caciques y las
masas indígenas. El proyecto de Túpac Amaru era forjar un estado multinacional
independiente bajo la hegemonía incaica, pero que comprendiera a todas las
nacionalidades, incluidos los criollos y mestizos.

Pero los criollos traicionaron la revolución. La rebelión de Túpac Amaru socialmente tuvo un
carácter anti-feudal de base campesina, políticamente fue un movimiento
democrático-revolucionario con débil dirección burguesa provinciana, nacionalmente asumió
un carácter ambiguo pues estuvo imbuido de mesianismo, pero en todo caso, fue una lucha
claramente anti-colonial. Las rivalidades nacionales indígenas, la traición de los criollos y los
errores militares de Túpac Amaru fueron las causas principales de su derrota. Esta tuvo y
tiene una honda significación histórica pues ella implicó la culminación militar del proceso
económico-social de la transformacón de la sociedad andina en campesinado
feudal-colonial.

Minado en su base económico-territorial y debilitado en su vértice político dirigente, por la


represión y destrucción de su clase dirigente, los caciques, luego de la derrota de Túpac
Amaru, el movimiento nacional indígena se fue apagando len-tamente. El se produjo como
punto terminal del movimiento nacional in-digena que había perdido ya toda su fuerza y su
vitalidad, a pesar de que en él se articuló un movimiento mestizo provinciano con la masa
indígena.

Con la derrota del movimiento nacional indígena, el movimiento independentista perdió su


carácter democrático, su fuerza social y su filo revolucionario. Sobre su derrota se levantó el
anémico movimiento nacional criollo, ambiguo, mi-noritario, elitista y predominantemente
urbano. En efecto, en los inicios del siglo XIX los blancos eran minoritarios (11%)
frente a la enorme masa indígena (57%), al contingente mestizo (27%) y a la población
negra y mulata (5%).

Los criollos, mayoritarios dentro de los blancos, social y políticamente se ubicaban en la


aristocracia criolla y en la clase media liberal. La aristocracia criolla, rural, burocrática y
co-mercial, prefería la seguridad colonial a la revolución nacional y no estaba dispuesta a
sacrificar su predominio social por la lucha independentista. En lugar de tomar fuerza del
movimiento nacional indígena, la tímida aristocracia criolla se asustó frente al despliegue
antifeudal de las grandes masas indígenas y se replegó en sus intereses económicos
privados.

La debilidad y la ambiguedad del movimiento nacional criollo encuentran su explicación en


la imbricación de tres hechos históricos decisivos: el fracaso del camino feudal-mestizoen
los inicios de la colonización, las reformas imperiales del despotismo ilustrado español y su
ubicación social y nacional entre el dominio español y la masa indígena

Fue el paso de estos hechos históricos lo que separó al movimiento nacional criollo del
movimiento nacional indígena. Esta separación hizo que al movimiento nacional indigena le
faltara el liderazgo nacional criollo y al movimiento nacional criollo le faltara una base social
indígena anti-feudal. Entre 1812-14 se produjo la fusión mestizo-indigena cuando ya al
movimiento nacional indige-na había sido prácticamente derrotado

Ni el indigenismo independentista de los criollos liberales cuyas expresiones más radicales


llegaban a prometer y jurar la independencia en nombre de los dioses pan-andinos, produjo
la fusión entre el movimiento nacional indígena y el movimiento nacional criollo. Fracasada
esta fusión, los criollos fueron empujados por las fuerzas independentistas de Buenos Aires
y Chi-le, apoyadas por Inglaterra, a proclamar la independencia. San Martín mismo demoró
la aplicación de su plan militar independentista confiando en una transacción con los
españoles y esperando que los criollos peruanos se levantaran. Producida esta divergencia
histórica y derrotado el movimiento nacional indígena los españoles contrapusieron, en las
luchas decisivas,la masa indígena, calificada por ellos de leal, al movimiento nacional
criollo.

Al final, la independencia se resolvió en las guerras de Junín y de Ayacucho apoyadas por


los criollos independentistas del norte contra los españoles apoyados por soldados
indígenas del sur dentro del temor de los criollos limeños frente a una probable sublevación
indígena y de los esclavos. De este modo, el movimiento nacional criollo no pudo forjar la
nación peruana ni, por lo tanto, una clase dirigente nacional. Luego de la independencia, los
liberales trataron de organizar, sobre una sociedad feudal-multinacional, una república
burguesa formal bajo el control exclusivo de los criollos, particularmente de los liberales.
Tampoco pudieron, como dirigentes inorgánicos que eran, organizar un eje de ordenamiento
económi-co-social que permitiera el paso continuado de la colonia a la semicolonia dentro
del debilitamiento general de los nexos comerciales con Europa, de la balcanización
nacional de Hispanoamérica y de la balcanización regional del Perú.

Ellos terminaron por reforzar la separación de las dos «repúblicas» haciendo de los
gamonales serranos los nuevos caciques que vincularan ambas sociedades y preparando el
camino para que los criollos se definieran como la clase intermediaria en las relaciones
semi-coloniales con Inglaterra.

La contradicción entre la estructura económico-social feudal y la superestructura política


formalmente burguesa encontró su salida natural en la anarquía y en el caudillismo mili-tar.
Tal es el sentido de la Confederación Perú-boliviana cuva cristalización fue vista con mucha
preocupación por las burguesías y los terratenientes chilenos, argentinos y brasileños.

La identificación del problema nacional-indígena con el problema agrario-campesino

La explotación del guano sirvió de base para la estructuración del nuevo patrón de
organización económico-social. A pesar del fracaso de esta primera experiencia en la
organización del nuevo patrón económico-social por agotamiento del recurso natural, allí
germinaron, para desarroliarse con fuerza desde fines del siglo pasado, los rasgos
distintivos de la estructura oligárquica. La escisión, producida a su vez por la penetración
del capital imperialista en una sociedad feudal-multinacional, del viejo contingente
crio-llo-mestizo en fuerzas oligárquico-antinacionales y en fuerzas democrático-nacionales
posibilitó la consolidación de la opre sión de las nacionalidades indigenas y la diferenciación
de estas dos formas de opresión hizo que el problema nacional indígena se identificara con
el campesinado pobre. En otras pa-labras, el imperialismo y la oligarquía, como clases
interesadas en la junkerización de la costa y de algunos lugares de la sierra, impulsaron
también junto con el gamonalismo la refeu-dalización y esta acentuó las relaciones serviles
y arrinconó más aún a las comunidades y redujo a las nacionalidades indi-genas al
campesinado servil y comunero.

Desde el punto de vista económico el nuevo patrón de la organización económico-social del


Perú se caracterizó por articular la renta feudal de la tierra con la renta diferencial
desarrollada a partir de la sobreexplotación del trabajo por métodos capitalistas. La renta
diferencial fue canalizada vía el comercio exterior de cuyos vaivenes dependía su magnitud.
El proceso a partir del cual se desarrolló ampliamente la articulación entre la renta
diferencial y la renta feudal estuvo definido por la modernización capitalista de la cos. La
satisfacción competitiva de las necesidades del mercado mundial exigía un acelerado
proceso de concentración de tierras, la introducción de una tecnología moderna y de formas
capitalistas de expiotación del trabajo.
Este proceso fue generalizado en todos los centros productivos organizados en función del
mercado exterior, pero su ritmo fue desigual. La iniciativa del proceso de modernización
capitalista del agro estuvo en manos del capital extranjero primero inglés y luego
norteamericano. La concentración de las tierras en función del mercado exterior redujo la
oferta de bienes de consumo al mercado interno cuya satisfacción fue derivada entonces a
la importación de los mismos y a la producción interna dentro de condiciones feudales.

De este modo culminó en la fase oligárquica la transformación de las naciones indígenas en


nacionalidades oprimidas. Estas no son, pues, producto de la evolución de un estadio tribal
inferior sino de la involución y del retroceso de las naciones indígenas por opresión colonial
y semicolonial.

Este bloque dominante se asentó sobre un trama de relaciones sociales heterogéneas


-capitalistas, serviles y combinaciones múltiples-que expresaban un proceso incipiente en la
formación de las clases sociales. Si el amorfismo fue la nota predominante de la sociedad
oligárquica, él fue peculiarmente acentuado en las clases populares particularmente en el
campesinado. Estas, a pesar de frecuentes pero aislados estallidos, eran fuente de
consenso pasivo sobre el cual se levantaba la oligarquía y el gamonalismo -en estrecha
alianza con el imperialismo- como clases dominantes pero de ninguna manera como clases
diri-gentes.

Porque la oligarquía no pudo constituirse como clase dirigente de la nación sus intereses
particulares aparecían desnudamente como tales en la esfera de la universalidad -en el
estado- y esta misma aparecía como una fase económico-corpo-rativa del Estado. Por esa
misma razón su dominio -en alianza con el gamonalismo y el imperialismo- implicó la
neutralización de las clases medias vía integración o vía represión, y la exclusión política de
las clases populares particularmente de las masas campesinas, incluidos sus elementales
derechos democrático-burgueses. La oposición de algunos destacados intelectuales de la
oligarquía al voto de los analfabetos se fundaba en argumento elitista y en una concepción
iluminista de la política. Belaúnde defendía la aristocracia de la inteligencia y se oponía al
voto de los analfabetos porque ellos significaba un «privilegio» e implicaba «destruir la
igualdad política en favor de los menos capaces».

Pero la oligarquía era antinacional no sólo porque oprimía gracias a su alianza con el
gamonalismo a las nacionalidades identificadas con el campesinado pobre sino también
porque ella misma fue el nexo social entre la dependencia económica y la independencia
política formal a través de cuya función intermediaria se vehiculó la opresión nacional del
imperialismo.
La actitud antidemocrática de la oligarquía era también una actitud anti nacional. La
oligarquía no podía permitir que las nacionalidades indígenas participaran en el
establecimiento de la dirección política del país.

En efecto, la oligarquía era la clase que subordinaba ia nación hacia afuera y que la oprimía
hacia adentro mantenien-do, sin embargo, las formalidades de la soberanía nacional y de la
independencia política. Pero no sólo la independencia nacional fue sacrificada por la
oligarquía sino también nuestra identidad cultural y nacional. La extraversión
superestructural de la oligarquía se organizó sobre su extraversión económica.

La oligarquía explotaba los recursos naturales en función de las necesidades del mercado
exterior y vía este en función de sus propios intereses. Por esta razón bloqueó primero y
distorsionó después el desarrollo del mercado interno, base material de la nación.

Si la oligarquía fue el nexo entre la dependencia económica y la independencia formal, el


gamonalismo ha sido el nexo entre la alianza oligárquico-imperialista con las nacionalidades
oprimidas refugiadas en el campesinado pobre. Los gamonales han sido los curacas de la
república. Ellos han intermediado la relación entre el mundo rural y el mundo urbano del
país.

Esa intermediación gamonalista se procesó sobre la base de la privatización del poder


público. El poder oficial de las zonas influenciadas por el gamonalismo estaba al servicio de
éste.

Nuevamente se producía la fusión entre lo público y lo privado y nuevamente el interés


general se colocaba al servicio -sin las dedicaciones institucionales y políticas de la
sociedad bur-guesa- del interés privado. La relación entre el poder central y los poderes
locales estaba signada por este proceso de privatización gamonalista y cacical y la relación
entre el Estado y la masa campesina era mediada por el gamonal que, a través de la
apropiación de los recursos materiales y espirituales del poder central, podía apropiarse de
la renta territorial producida por el campesinado y mantener el orden social en el mundo
rural.

El predominio de la costa sobre la sierra es un fenómeno republicano, consolidado en el


período oligárquico. Por eso Mariátegui sostenín que las provincias tenían razón al protestar
contra el centralismo, pero no tenían razón al sostener que el descentralismo sería la
solución porque el «gamonalismo dentro de la república central y unitaria es el aliado y el
agente de la capital en las regiones y en las provincias. » En los primeros el gamonalismo
ha sido más concentrado y las relaciones serviles más acentuadas y la opresión de las
nacionalidades se han confundido con la explotación del campesinado servil, mientras que
en los poderes regionales de la sierra norte, el gamonalismo ha sido menos compacto, las
relaciones serviles más laxas y la explotación campesina se ha ejercido más bien sobre
campesinos mestizos. La fase oligárquica de la semicolonialidad implicó el proceso de
transformación del campesinado feudal-colonial en proletariado rural y minero por un lado y
en campesinado servil y pequeño propietario independiente o comunero por otro, aparte de
las formas transitorias de asalarización de una parte importante del campesinado.

De esta manera la fase oligárquica redujo y transformó al campesinado feudal-colonial en el


campesinado servil y pequeño propietario y, sobre esta base, identificó el indio y el
campesino. Durante el primer período , la economía descansó sobre el recurso guanero de
propiedad estatal y los mecanisios de acumulación fueron la especulación y la corrupción.
La forma de explotación principal fue la consignación en manos del capital extranjero
primero y de comerciantes peruanos después . A pesar del agotamiento del recurso natural,
este sirvió para que la oligarquía costeña se enriqueciera, la costa predominara sobre la
sie-Ira y se acentuara la explotación feudal en esta región.

La re-feudalización más importante se produjo, sin embargo, entre 1890 y 1960, y


particularmente entre 1890 y 1930, el período de los enclaves agrario-mineros,
acompañando la evolución de la hacienda costeña hacia la agricultura industrial así como al
desarrollo del enclave minero bajo la dirección del capital nor-teamericano. En algunas
zonas este crecimiento de las haciendas no apareció como refeudalización sino como
intento de modernización o como inicio de un cierto desarrollo del capital agrario.
Paralelamente se desarrolló el indigenismo republicano que, como Mariátegui lo ha
señalado, fue un estado de ánimo más que una ideología política. De ahí el interés
ideológico de Mariátegui por hegemonizarlo postulando la confluencia entre el indigenismo y
el socialismo como expresión de la alianza obrero-campesina.

Hugo Blanco ha expresado más recientemente esta identidad con meridiana claridad al
afirmar que «el problema del indio es el problema de la tierra, como lo dijo Mariátegui. » En
el campesinado se fusionan, pues, la expoliación económica con la opresión de las
nacionalidades. Por eso el campesinado es el reservorio social de las nacionalidades
oprimidas y su lucha por la tierra es también una lucha democrática y nacional.

La crisis de la feudalidad, las reformas y los movimientos campesinos

El edificio oligárquico, asentado sobre la articulación renta diferencial-renta feudal, mostró


pronto su endeblez estruc-tural. Pero no fueron sólo los movimientos campesinos los
encargados de mostrarla desde el inicio sino también y principalmente el movimiento
obrero-popular juntamente con la clase media que la misma oligarquía en su desarrollo
había ido generando como polo directa e inmediatamente opuesto a ella. La primera
ofensiva contra el bloque oligárquico fue social y provino del bloque urbano-popu-lar. Ella
constituyó el clima social sobre la cual pudo germinar la segunda arremetida contra el
edificio oligárquico.Esta ofensiva era ya de carácter superestructural y se dirigía a diluir la
débil «consistencia» ideológica que soldaba al orden oligárquico y a forjar el material
ideológico y político de otras alternativas sociales. La oligarquía triunfó pero quedó
históricamente agotada. La única forma de mantener el orden político y oligárquico que ya
no podía ser organizado desde la sociedad, fue el ejercicio de la violencia institucional
desde el Estado gracias a su alianza con e! ejército. Ante un partido comunista incapaz de
revertir su derrota de los años 30 y ante un reformismo democrático amansado, la sociedad
encontro un nuevo eje inestable de ordenación eco-nómico-social en la transacción entre
agrarios e industriales con participación activa del capital extranjero.

La industria se desarrolló más sobre la base de la renta diferencial y del mercado externo
que sobre la base de la expansión del mercado interno. La feudalidad fue cuestionada
limitadamente cuando la oligarquía y el sector exportador pusieron obstáculos al desarrollo
de la industria. Los industriales empujados por los movimientos campesinos y las clases
medias, postularon tímidamente una reforma agraria y arrastraron en su reivindicación a la
oligarquía que identificó la reforma agraria con una elevación de la pro ductividad en las
zonas improductivas o de baja productividad, con la irrigación de las tierras baldías y con la
colonización de la selva. Ella implicaba, como toda modemización agraria bajo dirección
terrateniente despojo, expulsiones y aumento de la explotación del campesi-no.

En el periodo que va de 1958 a 1964, el movimiento campesino lle-ó el plano social de la


escena política e impactó decisivamente en la escena oficial obligándola a depurarse en un
sentido puramente burgués. El campesinado se quedó prácticamente solo, como se había
quedado prácticamen-de sola la clase obrera en la coyuntura del 30. La punta más alta del
movimiento campesino en la Convención fue derrotada en 1962 por el ejército que, desde el
poder, dio la Ley de bases de la Reforma Agraria de 1962 y aplicó un Plan piloto de la
misma en las zonas convulsionadas por el movimiento cam-pesino. La oleada más
voluminosa del movimiento campesino de los años 1963 y 1964 fue derrotada, empero, en
los comienzos de 1964.

Sobre esta derrota se discutió y aprobó en el parlamento coalicionista la Ley de Reforma


Agraria promulgada posteriormente por Bolaúnde. La débil culminación ilitas del movimiento
campesino en la guerrilla de 1965 fue rápidamente derrotada. Se desató entonces una de
las más duras represiones sobre el campesinado al mismo tiempo que se aplicaba la tímida
Reforma Agraria superconvivencial a la medida de los intereses de los agrarios y los
industriales. El movimiento campesino logró revertir el intento de junkerización de los
terratenientes serranos y desarrolló su propia economía cam-pesina.

El campesinado servil ha disminuido en términos relativos haciendo variar la composición


social del campesinado en su conjunto. Ha cambiado la forma pero se mantiene el
contenido de las reivindicaciones democráticas del campesinado pobre que constituye más
de los dos tercios del campesinado actual. Ni la reforma agraria velasquista, la más radical
de las reformas agrarias del Perú y de América Latina, ha hecho variar sustantivamente la
situación del campesinado servil y pequeño propietario independiente y comunero ni su
condición de nacionalidades oprimidas fue modificada. La ofi-% calización del quechua no
permitió que el campesinado indi-gena hablara libremente sino más bien que escuchara
mejor.

Luego de la liquidación histórica y política de la oligarquía y del debilitamiento acelerado del


gamonalismo, las relaciones del campesinado con el Estado se han modificado
sus-tantivamente, a pesar de la mantención básica de su situación social y nacional. La
gran burguesía, que cumple la vieja función intermediaria de la oligarquía bajo un nuevo
título social, no sólo se apropia de la renta diferencial de la tierra sino también, por el tipo de
industrialización en que se asienta, neutraliza su contradicción con la renta feudal y la utiliza
para sus propios fines. Por eso la situación económico-social y nacional del campesinado
pobre se ha mantenido en sus relaciones básicas. Ha modificado en cambio las relaciones
entre el centralismo y el regionalismo.

La contradicción entre centralismo y regionalismo, que durante la fase oligárquica de


desarrollo capitalista semicolonial había sido neutralizada por la alianza entre la oligarquía v
el gamonalismo, ha sido desbloqueada v opera libre y fuertemente en las actuales luchas
nacionales. El centralismo rentista ha devenido en centralismo gran burgués y lo regional
feudal y burgués ha devenido en lo regional popular. Aquellos sectores que no se han
enfeudado a los intereses gran-burgue-ses e imperialistas combaten, junto al movimiento
popular, al centralismo gran burgués. En ellas converge el contingente campesino-indigena
con las fuerzas nacionales del contingente criollo-mestizo.

También podría gustarte