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BOLIVIA

TEXTO COMPLETO
1La misión de la ciencia histórica es presentar un cuadro de la verdad de los acontecimientos del pasado. Los contemporáneos no
rehacen el pasado sino que se limitan a mostrarlo tal como lo han hecho sus antepasados. Creemos que el libro de Fernando
Kieffer Guzmán1, cumple tales exigencias y que, además, tiene el mérito de presentar en bloque un proceso que la historiografía
nacional consideraba disgregado. Es un trabajo de gran esfuerzo dialéctico, digno de mayor divulgación y estudio entre los
especialistas.

2Hasta ahora, la crítica ha sido avara y los comentarios muy escasos. Ello en razón a causas diversas, debidas principalmente a que
muchos autores están apegados a determinados conceptos históricos dados como válidos y que no son susceptibles de
modificación alguna, así aparezcan nuevos antecedentes modificatorios de las versiones primarias. Kieffer Guzmán tuvo el
privilegio de estudiar muchos años en Lima, capital en la cual la Batalla de Ingavi despierta sentimientos de hostilidad nacionalista
a Bolivia y a su Historia. Utilizó para modificar esta situación, una amplia bibliografía peruana y boliviana, así como numerosos
documentos desconocidos u olvidados, para presentar, en bloque, una sucesión de acontecimientos íntimamente ligados por
causas y efectos y de efectos que se convierten en causas. Esta presentación en bloque permite penetrar a fondo en la historia de
la formación del Estado Boliviano y en los complejos problemas de su composición étnica.

3El autor parte, lamentablemente, de un concepto histórico equivocado al decir que Bolivia se formó como Estado sobre “el
Kollasuyo, nuestra milenaria nación, cuyas raíces se localizan en Tiwanacu” (1991: 7). No hay tal. El Collasuyo no era “una nación
milenaria”. Hablar en términos de “nación” en este remotísimo período histórico es ponerse en una situación idealista y
chauvinista. El Kollasuyo puede ser considerado como el territorio del antiguo Imperio Kolla, formado por numerosas etnias
primitivas, estacionadas por largos siglos en la comunidad gentilicia, que adquirieron después rasgos de división de clases,
desarrollo urbano y estatal. Pasó muy recientemente, en el siglo xv, a depender del Imperio Inca, como una de sus provincias, sin
sufrir en absoluto transformaciones de su economía, que pasó a ser tributaria del imperio conquistador.

4En ambos imperios se advierten rasgos de esclavismo, manifestados en el tributo de mujeres y hombres, esclavismo por captura
bélica y esclavismo doméstico.

5Acerca de este tema se puede llenar una página con citas a favor y en contra, pero no es nuestro deseo mortificar a los lectores.

6El Estado boliviano tuvo un largo proceso de formación en base a la sociedad charquina. “No se fundó, como otras repúblicas,
mecánica e indiscutiblemente”, dice Kieffer Guzmán (p. 3), sino que, desde los tiempos coloniales, hasta 1841, vivió un período de
anarquía e inestabilidad, que el autor estudia detenidamente en los años comprendidos entre 1825 y 1841.

7La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776, terminaba con 200 años de dominio del viejo Virreinato del Perú sobre la
rica Audiencia de Charcas, que pasó de su larga dependencia peruana a la nueva dependencia rioplatense, con la cual las
Intendencias de La Paz, Potosí, La Plata, Cochabamba y Santa Cruz tenían de antiguo fluidas relaciones económicas. En estas
Intendencias surgieron los primeros movimientos antiespañoles, el 25 de mayo de 1809 en La Plata y el 16 de julio del mismo año
en La Paz. Surgieron esos movimientos independentistas porque en Charcas se había formado, cada vez con mayor claridad en el
curso de los siglos de dominación española, un etnos suficientemente diferenciado que estaba en condiciones de formar un Estado
propio, separado de Madrid, de Lima y de Buenos Aires.

8Cuando se produjo la revolución emancipadora de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 contra la dominación española, “se aflojó
la vinculación jurisdiccional de Charcas con el ex virreinato”, dice Kieffer Guzmán (p. 11). No solamente se aflojó, sino que se
rompió definitivamente, gracias a las medidas de Francisco de Paula Sanz, Gobernador Intendente de Potosí, que no solamente
rechazó las pretensiones de Carlota Joaquina de Borbón de anexar Charcas al imperio del Brasil. Este fue el primer paso para la
posterior formación del Estado boliviano. No fue un error de Sanz el de pedir la ayuda del Virreinato del Perú, porque era
absolutamente necesaria frente a las pretensiones rioplatenses y brasileñas.

9Es necesario definir cuál era ese “etnos” charquino. Era una comunidad humana formada en torno de la economía minera y
agraria del Cerro de Potosí con la participación de los pobladores españoles, con sus variantes nacionales, principalmente
andaluces, vascos, castellanos, etc. También con el ingrediente minoritario de otros países europeos y latinoamericanos
(portugueses, brasileños, peruanos, rioplatenses, etc.). En consecuencia, es importante destacar que este etnos no se formó sobre
una base tribal, sino directamente nacional, base a la que se iban agregando constantemente masas de los “etnos” indígenas, por
asimilación no violenta, así como por mutación étnica. En Charcas la población se dividió, artificialmente, en las categorías de
“blancos”, “mestizos” e “indios. Los españoles se oponían al mestizaje porque el mestizaje disminuía el número de indios
tributarios. Los blancos y los mestizos no pagaban el tributo en cualquiera de sus formas. Los blancos y los mestizos formaban la
etnia charquina. Repartidos entre los blancos, los mestizos y los indios, estaban los esclavos negros, que también formaban parte
de la etnia charquina. Era una etnia muy pequeña.

10La población total en Charcas no pasaba de un millón de habitantes, comprendidos los blancos, los mestizos y los indios. Más
indios que blancos y mestizos. “Los que tienen conocimiento del gran número de españoles que han venido a nuestro territorio en
busca de las riquezas de Poico, Potosí, Oruro. Lípez, Chuquicamata, Tipuani, etc., no dejarán de sorprenderse al ver el poco
progreso que la casta blanca ha hecho en Bolivia2.
11Las clases dominantes de los charquinos eran los terratenientes, los propietarios de minas, los militares, los comerciantes y los
artesanos, aparte del gran número de burócratas y religiosos. Como no había industrias, no había industriales. Las clases
dominadas eran los jornaleros, los criados y los negros esclavos. La sociedad charquina era una pequeña nacionalidad, asentada
sobre un vasto territorio de más de 2 millones de kilómetros cuadrados, con lengua castellana y particularidades psicológicas y
culturales definidas.

12El movimiento de independencia nacional, que empezó a manifestarse desde los primeros diez años del siglo xix, comprendió a
toda la población de Charcas (blancos, mestizos e indios) en una guerra sostenida durante 16 años por fuerzas guerrilleras. Una
opinión del mayor interés enuncia José María Dalence: “Los hijos de blanco e india son en todo idénticos a su padre; sin embargo,
suelen ser a veces un poco trigueños y mostrar algunos rasgos ligeros característicos de la madre. A estos debe Bolivia su
independencia política” (p. 229). En esta apreciación se deja de lado a la población de indios, que tuvieron una importante
participación en las acciones guerrilleras, lo mismo que a vastos sectores de los blancos. Como se trataba de una revolución de
liberación nacional, participaron en ella todas las clases y todas las etnias, en unión voluntaria y temporal.

13En el curso de esos 16 años, el territorio de Charcas estuvo invadido por ejércitos del Río de la Plata que pretendían apoderarse
de las Intendencias de La Plata, Potosí, Cochabamba, Santa Cruz y La Paz, alegando haber pertenecido al Virreinato de Buenos
Aires. También estuvo invadido por ejércitos españoles, que eran en realidad peruanos, alegando que dichas Intendencias
pertenecían al Virreinato de Lima. Los guerrilleros charquinos combatían a todos por igual. Liberado totalmente el territorio de
Charcas, el Ejército Libertador Grancolombiano, al que se sumó un determinado número de soldados peruanos, cambiando su
nombre a Ejército Libertador unido, penetró a Charcas en febrero de 1825, con el pretexto de destruir a los doscientos hombres
del General español Pedro Antonio de Olañeta. En el mes de marzo de 1825, las enormes provincias misioneras de Moxos y
Chiquitos fueron invadidas por un ejército brasileño, expulsado por Sucre.

14Quedó así planteado el enfrentamiento de cinco soberanías sobre el territorio de Charcas: la de Charcas, la única válida; la de
Argentina; la del Perú; la de España; y finalmente la del Imperio del Brasil. Este complejo tema ha sido tratado extensamente en mi
libro La invasión brasileña a Bolivia en 18253

15Fue en este momento histórico en el que se destacan las ambiciones anexionistas del Virrey José Abascal para tratar de
recuperar las Intendencias de Charcas, como si fuesen peruanas, dándoles el nombre, totalmente arbitrario, de Alto Perú. Fue el
momento en que surgió el chauvinismo de las clases altas del Perú, en base a la suposición de que la sociedad charquina. Histórica
y económicamente formada como tal, era parte de la sociedad peruana, también histórica y económicamente formada como tal.
Eran dos etnos diferentes. Los charquinos lucharon por su independencia al margen de “las apetencias perú-argentinas”, españolas
y brasileñas. Toda Charcas había proclamado su independencia, sin esperarla de labios del Mariscal de Ayacucho. Antonio José de
Sucre, Comandante del Ejército Libertador Unido, ni de ninguna otra fuente. Por intrigas de la oligarquía peruana, se quería dar la
sensación de que Charcas estaba siendo liberada por el Perú.

16El Mariscal Sucre, constatando que entraba a tierra charquina diferente a la peruana, constatando que los charquinos eran una
nacionalidad diferente a la nacionalidad peruana, dictó el histórico Decreto de 9 de Febrero de 1825. Convocando a los charquinos
para consolidar su Estado independiente. Fue un paso genial de comprensión de las características étnicas de los pueblos de
América Latina. Kieffer Guzmán refuta las afirmaciones de Alipio Valencia Vega, sociólogo y publicista vastamente conocido, quien
sostenía que “no se encuentra un indicio claro y contundente acerca del planteamiento previo de la independencia total del Alto
Perú, para constituirse en Estado soberano, con potestades propias, separada y distinto de los demás de América”4. Dicho autor,
obviamente, no toma en cuenta los procesos económicos, suponiendo que los estados y las naciones se forman en base a
decisiones de personalidades ilustres y a la elaboración de documentos.

17El Decreto de Antonio José de Sucre, General en Jefe del Ejército Libertador, fue dictado en base a la existencia objetiva de una
nacionalidad en proceso de consolidación. A su consolidación y la formación de su Estado, como órgano dirigente de la sociedad.

18Un proceso parecido siguieron todos los países de América Latina en el curso de su formación como estados y naciones o
nacionalidades. Un autor soviético de renombre5, nos proporciona una acertada interpretación del problema planteado en los
términos siguientes:

¿Por qué la revolución en las posesiones inglesas de América del Norte unificó las trece colonias en una sola nación y un solo
Estado nacional, mientras que en las posesiones españolas de América condujo, contrariamente, a la disgregación del imperio
colonial en un gran número de Estados independientes? Y eso a pesar de que la población de las colonias tenía una lengua común
(el castellano), muchas tradiciones y costumbres comunes, profesaba la misma religión y luchaba contra un enemigo común y de
que hubo intentos numerosos, por parte de algunas personalidades de las revoluciones americanas, de unificar estas repúblicas en
una sola nación, e incluso adoptaron resoluciones al respecto en algunas conferencias panamericanas… Las cosas resultaron
diferentes porque de las condiciones que hacen factible la unificación, faltaba la decisiva: la Comunidad de vínculos económicos
entre las colonias españolas. Estas se hallaban dispersas desde el punto de vista territorial, carecían de caminos apropiados, su
burguesía era débil y los latifundistas se oponían tajantemente a todos los planes unificadores. En estas condiciones y con trabajo,
terminaron por crearse vínculos económicos comunes en el seno de cada país, pero quedaba descartado el que pudieran
establecerse entre unos países y otros, aun siendo limítrofes, y aunque su población hablase la misma lengua y tuviese tradiciones
comunes, etc. Si en los Estados Unidos de América las tendencias separatistas fueron eliminadas por el gran peso de los vínculos
económicos capitalistas, la ausencia de tales vínculos económicos capitalistas, favoreció en América Latina a los separatistas.
El ejemplo de cómo nacieron y se desenvolvieron las naciones latinoamericanas ilustra bien la importancia que tienen y el lugar
que ocupa 1 a comunidad de vínculos económicos en la formación y caracterización de la nación. La falla de tal comunidad entre
las excolonias españolas, aunque tuviesen todas las restantes, hizo imposible que se unificaran en una nación. Por el contrario, la
presencia de comunidad económica en ciertas regiones de tal o cual país, unificó a los individuos en una nación pese a la
diversidad de origen en cuanto a nacionalidad e incluso raza. No hay lugar en el mundo con una mezcla tal de pueblos como
América. Las naciones americanas, sobre lodo las latinoamericanas, se formaron del cruce, en diversos grados, de indios
americanos, afín a la mongoloide, de negros americanos y de europeos blancos de distintas nacionalidades.

19El período analizado por el autor, no era todavía el de la formación de naciones, sino el de la consolidación de las nacionalidades
latinoamericanas, entre las cuales los vínculos capitalistas burgueses eran sumamente escasos y poco desarrollados. El proceso de
formación de naciones burguesas, en base a las nacionalidades, es un proceso posterior que, partiendo de finales del Siglo xix, se
prolongó hasta nuestros días, incluso con la formación de las naciones con estrechos vínculos económicos, no se ha formado una
sola nación latinoamericana, en razón de que unas se han formado antes que otras, unas se han desarrollado a expensas de otras y
las oligarquías nacionales han inculcado una ideología nacionalista y chauvinista, alentada primero por el imperialismo inglés y
ahora por el imperialismo norteamericano. El imperialismo norteamericano no pretende la unidad de las naciones, sino la unidad
de las oligarquías latinoamericanas en su propio beneficio y para utilizarlas contra la marcada, pero no bien definida, tendencia
unitaria de los pueblos latinoamericanos.

20Kieffer Guzmán, lamentablemente, no se detiene en el fundamental período de la lucha de los guerrilleros en todo el territorio
de Charcas, estudio sin el cual la formación del Estado Boliviano aparece sin bases de sustentación. Menciona solamente al
guerrillero José Miguel Lanza, jefe de la republiqueta de Ayopaya, que habiendo ocupado la ciudad de La Paz, abrió las puertas de
Charcas, completamente liberada por un centenar de jefes guerrilleros, al Ejército Libertador Grancolombiano, comandado por
Antonio José de Sucre.

21Tampoco menciona el tema importante de la participación de José Ballivián en la Republiqueta de Ayopaya, desde su juventud
hasta la terminación de la Guerra de la Independencia, lo que priva a la historiografía boliviana de mostrar a un guerrillero que
llega a ser Presidente de la República.

22El tema de los guerrilleros tiene suma importancia porque estos luchadores por la libertad de Charcas formaron, en sus diversas
regiones, las llamadas Republiquetas. Sin forzar ningún criterio histórico, y reforzando por el contrario la verdad de los hechos, es
necesario concluir que la unión de las Republiquetas formó la sólida base del Estado charquino. Es necesario anotar que en el vasto
territorio de Charcas no había más de 978.926 habitantes6, de los cuales aproximadamente 300.000 eran de nacionalidad
charquina, y el resto numerosas etnias indígenas, grandes y pequeñas. Las Republiquetas eran, ora charquinas, ora indígenas, ora
mixtas.

23Las ideas de Dalence acerca de los pueblos indígenas de Charcas son relevantes:

La fuerza intelectual de nuestros indios no puede ponerse ya en duda, sin injuria: pues es notorio que no obstante el abandono con
que se ha mirado y aún se mira su educación e instrucción, hasta el extremo de haber muchísimos que no han visto jamás ni aun a
sus propios párrocos; no se encuentran entre ellos hombres tan estúpidos como los mineros de Cornualles y bajo-bretones ; siendo
además constante que del corto número de indios que la casualidad ha conducido a la profesión de las letras, no pocos se han
distinguido: el más elocuente y profundo abogado que ha habido en Charcas, y con quien nos honramos los bolivianos, era indio (El
Señor Dr. D. Alejandro Pinto). No se distinguen pues de la raza caucasiana estos hombres de la naturaleza, sino en pequeñeces7.

24Iguales conceptos tiene de los aymaras, de los quechuas, de los guaraníes, de los guarayos, etc. No son de ninguna manera
extrañas dichas ideas, tan diferentes a las actuales, porque la opresión de los pueblos indígenas no era tan aguda, debido a la
necesidad de contar con ellos para los tributos en servicios personales, en especie y en dinero.

25Kieffer Guzmán incorpora a su texto, íntegramente, el histórico Decreto de 9 de Febrero de 1825, dictado por el Mariscal Sucre.
Declara que “las provincias que se han conocido con el nombre del Alto Perú, quedarán dependientes de la primera autoridad del
Ejército Libertador, mientras una asamblea de Diputados de ellas mismas delibere de su suerte”. Rechaza la injerencia de Buenos
Aires y de Lima.

26Casi de inmediato, el 21 de febrero de 1825, Simón Bolívar declaró nulo el Decreto del Mariscal Sucre, y a las 48 horas, el
Congreso del Perú, a instancias del Dictador Bolívar, hizo conocer una Resolución, en la cual se indicaba que si las provincias altas
del Perú quedaban separadas, “el gobierno a quien pertenecieren indemnizará al Perú los costos causados para emanciparlas”.
Curiosa resolución que aludía a costos inexistentes. Los costos de la permanencia del Ejército Libertador y de las tropas a él
adheridas se pagaron con los ingresos del tributo indígena de Charcas.

27Por otra parte, por Decreto de 16 de mayo de 1825, Simón Bolívar echa por tierra todo lo hecho por Sucre en favor de la
autonomía de Charcas. Resulta gracioso anotar que días antes, el 9 de mayo, el Gobierno de Buenos Aires declaró “que aunque las
cuatro Provincias del Alto Perú han pertenecido siempre a este Estado, es voluntad del Congreso General Constituyente, que ellas
queden con plena libertad para disponer de su suerte según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad”.
28Por ese mismo Voto de Reconocimiento se dice que “la Asamblea de Diputados de dichas Provincias que ha convocado el Gran
Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, General en Jefe del Ejército Libertador, y especialmente encargado de invitarlas a que
concurran por medio de sus Representantes al Congreso General Constituyente que se halla legal y solemnemente instalado”.

29Más fuerza política representaba, sin embargo, el Decreto de 16 de mayo dictado por el Libertador Bolívar y publicado por el
gobierno peruano, como un gran triunfo diplomático. Kieffer Guzmán dice: “Fue el instrumento legal, pero ilegítimo, que destruyó
las bases de la Asamblea General de Representantes altoperuanos para expresar libremente en ella su voluntad de proclamarse
libres e independientes, y darse un gobierno propio, porque todas las decisiones quedarían supeditadas a la voluntad del Congreso
peruano. Algo increíble, algo inconcebible, viniendo de quien vino: del propio Libertador”. Y publica, sin que le falte una coma,
aquel ‘“ofensivo y antihistórico” Decreto (p. 56). Y agrega con energía: “Este Decreto sería el precedente legal para que los
peruanos de ayer, de entonces y de después, se arrogaran un derecho inexistente, con el que pretendieron hacer suya nuestra
nación, ya sea como Alto Perú o como Bolivia” (p. 59).

30Naturalmente que todo esto no era nada más que papelería sin valor real alguno, frente a la verdad histórica, económica y social
de la existencia de la nacionalidad charquina. No era todavía una nación capitalista, pero era una comunidad humana estable y
diferenciada de las comunidades peruana y rioplantense, junto a las nacionalidades y tribus indígenas de la Audiencia de Charcas.

31Estando planteada esta situación en la que Bolívar violaba el uti possidetis de 1810. El Mariscal de Ayacucho luchaba por la
consolidación del territorio de Charcas. Se enfrentó con el Imperio del Brasil, que bajo la dependencia de la Santa Alianza, había
ocupado en marzo de 1825 las provincias misioneras de Moxos y Chiquitos, en compensación de la pérdida de la Provincia
Cisplatina (Uruguay). Los invasores fueron expulsados ignominiosamente, bajo amenaza de división y ocupación del Brasil por las
tropas charquinas. Sucre también consolidó los derechos de Charcas sobre Atacama y Tanja, territorios ambicionados por el
gobierno rioplatense.

32Eso era Charcas, “nuestra Patria Charcas, mal llamada Alto Perú”, como sintetizaba el general Carlos Medinacelli, héroe de la
batalla de Tumusla, librada en 1 de abril de 1825, la última contra los restos españoles. El texto merece ser citado aquí
íntegramente: “Compatriotas y camaradas: Ha llegado el día en el cual como naturales del país y soldados de la Patria, debemos
pronunciarnos y proclamar I a Independencia y Autonomía de nuestra Patria Charcas, mal llamada Alto Perú, del Imperio Español y
a la vez de los exVirreinatos, hoy Repúblicas del Perú y las Provincias Unidas del Río de la Plata”8.

33Charcas declaró su Independencia el 6 de Agosto de 1825. Ello no obstante, la nueva patria recibió el nombre de República
Bolívar, por ley de 11 de agosto de 1825 como un obsecuente y no bien recibido homenaje al Libertador Bolívar. Nombre que duró
dos meses, pues por Ley de 3 de Octubre del mismo año, propuesta por el diputado Manuel Martínez, cambió el nombre por
Bolivia, etnónimo que no correspondía a la realidad histórica del país. Pero era un nombre bien chantado para diferenciarlo
tajantemente del supuesto nombre de Alto Perú, cosa que irritó a la oligarquía peruana.

34El Ejército Libertador Grancolombiano se estacionó en Yotala. Su jefe superior era el Gran Mariscal de Ayacucho, a quien se debe
considerar como el primer Presidente de la República. Kieffer Guzmán no llega a una conclusión tan categórica, como llegamos en
nuestro libro sobre La invasión Brasileña a Chiquitos en 1825. Se limita a seguir la opinión del historiador Ramiro Condarco9. Sin
penetrar al examen profundo del problema, dice: “Sucre no fue. Literalmente dicho, el creador de una república o de una nación.
Las naciones las crean los pueblos, no los agentes individuales de la Historia. Más que creador de un nuevo Estado, Sucre fue el
descrubridor de su base esencial primero, y luego su sostén titular de sus derechos, porque, al ir al encuentro de ella, intuyó,
conoció, proclamó y defendió los derechos de una nacionalidad en busca de su expresión, y aquí radica precisamente el enorme
mérito de su obra”. Este autor podría haber llegado a la conclusión científica de que Sucre encontró una nacionalidad
perfectamente formada y diferenciada, rodeada de nacionalidades y tribus indígenas, a base de las cuales y obedeciendo a la
voluntad de su población, echó los cimientos del Estado de Charcas.

35La Asamblea Constituyente, formada a iniciativa de Sucre, nombró Presidente de Bolivia a Simón Bolívar. Estuvo unos meses en
Chuquisaca y retornó a la sede de sus funciones en Lima, prometiendo un inmediato reconocimiento de la formación del Estado
Boliviano por el Congreso del Perú, reconocimiento sin el cual no tenía derecho a existir, según los oligarcas de Lima, que habían
obligado a Bolívar a dictar el malhadado Decreto de 16 de mayo de 1825. El 29 de diciembre de 1825, Bolívar dictó un Decreto
nombrando presidente Vitalicio al General Antonio José de Sucre y Suplente al General Andrés de Santa Cruz. Por supuesto, era un
nombramiento simplemente formal y autoritario. Bolívar y Sucre mantenían en sus leyes y Decretos el encabezamiento de
“República Peruana, como absurdo contrasentido después de haber sido proclamada la independencia del país.

36Kieffer Guzmán hace un examen económico muy superficial de Bolivia:

A pesar de ser un país rico, en la época republicana inicial, estaba subpoblado, con una minoría criolla sin iniciativas creativas,
solamente apeteciendo el control gubernamental total para la defensa de sus privilegios, de sus negocios comerciales de mínima
escala y la preservación de sus inmensas tierras productivas y sus ricas minas de plata” (p. 81).

37Pasa desapercibido para el autor un hecho fundamental: la “preservación de sus inmensas tierras productivas” es una
afirmación que carece de bases históricas, pues los latifundios de la época eran contados y las tierras más productivas estaban en
manos de las comunidades indígenas. Según los economistas de la época, más de las tres cuartas partes de las tierras cultivables
del Occidente del país estaban en poder de las nacionalidades indígenas. Los terratenientes las ambicionaban e intentaban
apoderarse de ellas sin posibilidad alguna de cumplir su objetivo, pues las comunidades indígenas eran la principal fuente del
tributo en dinero para el sostenimiento del aparato burocrático español.

38Proclamada la República, los llamados “propietarios” de tierras recibieron del Presidente Simón Bolívar un maravilloso regalo
que colmaba sus más caras ambiciones. Se trata de la Resolución de 29 de agosto de 1825, por la cual se ordenó que diversos
decretos relativos a las comunidades indígenas, dictados para el Perú, se publiquen y se ejecuten también “en estas provincias”, es
decir, en Bolivia, que arbitrariamente consideraba como una prolongación del Estado peruano. Estos decretos eran principalmente
los siguientes: Decreto sobre repartimiento y venta de tierras de comunidad, dictado en Trujillo el 8 de abril de 1824, por el cual se
daba a los indios, en propiedad individual, las comunidades indígenas divididas en “posesiones”. Cada “posesión” podría alcanzar
dimensiones mayores a las de un latifundio de los criollos. Tal medida llenó de terror tanto a los “propietarios”, que podían verse
avasallados por los indios, cuanto al propio Simón Bolívar, que tenía otras ideas al respecto, fundamentalmente las de convertir las
comunidades indígenas en latifundios feudales, con un señor feudal como único propietario, con cientos o miles de siervos a su
servicio. Para ello, alarmado, dictó el Decreto del Cuzco del 4 de julio de 1825, que ya no mencionaba las “posesiones”, sino una
curiosa medida de antiguo origen llamada “tupu”, que los “propietarios” limitaron a 2.000 varas cuadradas, es decir, como la mitad
de una hectárea.

39Por supuesto que dividiendo la comunidad en “tupus” de propiedad individual de los indios, desaparecía la posibilidad de
cobrarles el tributo en dinero para la formación del Presupuesto Nacional. Bolivia quedaba como un estado sin presupuesto para
mantener el aparato burocrático o la realización de alguna obra. Por ello es que el Presidente Sucre, por Ley de 20 de septiembre
de 1826, declaró suspendida la repartición de las tierras de comunidad indígenas.

40Los decretos de Simón Bolívar, interpretados en diversas variantes, sirvieron para usurpar las tierras de comunidad indígena en
el curso de todo el siglo xix, creando en Bolivia la propiedad feudal de la tierra. Un examen completo de este proceso ha sido hecho
en mi libro El tributo indígena en las finanzas bolivianas del Siglo xix10. Se trata de un libro que causó una profunda y ridicula
indignación entre los “americanistas” yanquis que se creen dueños de la historia de los procesos agrarios de Bolivia. El primer
capítulo de mi libro Una clave de los decretos de Bolivar, me sirvió para publicar en Praga un libro, con el mismo título, en el que a
tiempo de descifrar por primera vez en la historiografía boliviana estos manoseados decretos, les doy su interpretación correcta,
totalmente alejada de las interpretaciones que pretenden presentar a Bolívar como un legislador progresista. La edición checa es
de 1980, por Iberoamericana Praguensis. Hasta ahora no ha llegado a mi poder.

41“La mayor fuente de malestar político interno y externo para Sucre, fue sin duda su enfrentamiento con el país a causa de la
Constitución Vitalicia, ofrecida y enviada por Bolívar y aprobada por la Asamblea Constituyente en agosto de 1826” (p. 110). Kieffer
Guzmán saca la siguiente conclusión sobre esta materia: pese a que el Perú había reconocido oficialmente la independencia de
Bolivia y aprobado la Constitución Política Vitalicia en ese país, se encendía la mecha de la lucha política, porque en la designación
del Primer Mandatario, ningún boliviano o peruano tenía posibilidad de ser elegido Presidente porque designados Sucre y Bolívar
respectivamente, se definía el dominio gran-colombiano sin solución de continuidad (p. 125). Bolívar anunció su nuevo arribo a
Bolivia, pero no se realiza porque se dirigió a Bogotá, donde asumió la Presidencia de la Gran Colombia. Decidió hacer lo posible
para introducir la Constitución aprobada por Bolivia y Perú, “pero la revolución que se produjo la noche del 26 de enero de 1827
en Lima, canceló la Constitución Vitalicia, dando paso al estallido de la tormenta que pondría fin a la estructura política de los
Libertadores en esta parte de América”, anota Kieffer Guzmán. El ejército de la Gran Colombia tuvo que hacerse a la mar (p. 129).

42Anota con perspicacia el autor:

El Presidente del Consejo de Gobierno (del Perú). Andrés de Santa Cruz, nombrado por Bolívar, también tuvo que dimitir, y fue
nombrado Jefe de Estado el General ecuatoriano José de La Mar. Que representaba la corriente colonialista y conservadora. Este
nuevo Gobierno determinó la ausencia definitiva de Bolívar en el Perú, y el marginamiento del Mariscal Andrés de Santa Cruz, a
quien se le dio la comisión de acabar con el último resto que quedaba del régimen vitalicio, es decir, la prepotencia del Ejército
Colombiano en la flamante República de Bolivia (p. 132).

43Se había constituido en un peligro para la retaguardia del poder peruano, que tenía el propósito de destruir la soberanía de
Bolivia, absorber al país y convertirlo en una provincia de la República creada por el General argentino José de San Martín (p. 134).
Era la continuación de la política del virrey Abascal que ambicionaba recobrar la Audiencia de Charcas. Guayaquil y el norte
argentino.

44Bolívar y Sucre se convirtieron en el blanco de la conspiración anticolombiana. El proceso conspirativo comenzó con las
defecciones en el propio ejército grancolombiano, que eran alentadas por el General peruano Agustín Gamarra, según las
importantes versiones del historiador Luis Mariano Guzmán11, desconocido en nuestra historiografía. El General Agustín Gamarra
era Prefecto del Departamento del Cuzco. Dependía del General Andrés de Santa Cruz. Presidente del Consejo de Gobierno del
Perú, que posteriormente fue nombrado representante diplomático del Perú en Santiago de Chile, cuando La Mar fue nombrado
Presidente del Perú.

45Se advierte con sumo interés el hecho de que Santa Cruz se mueva entre Bolivia y el Perú como Pedro por su casa, como si no
tuviera noción de su nacionalidad. Lo mismo ocurre con el general La Mar. Esta situación indefinida era el resultado de la
indefinición de los Estados y de las nacionalidades a principios del Siglo xix. Una indefinición muy superficial que era aprovechada
por los políticos de entonces y que pronto desapareció definitivamente.
46Se fue creando en el Perú una corriente anticolombiana que, contagiada a Bolivia, determinó el intento de asesinato del
Presidente Antonio José de Sucre el 18 de abril de 1828. Agustín Gamarra y Andrés de Santa Cruz tenían “un acuerdo planificado”,
dice Kieffer Guzmán (p. 149), que consistía en acabar con las tropas grancolombianas, con el Presidente sucre y con la absorción
territorial de Bolivia en favor del Perú.

47Para esta anexión, el General Gamarra propuso una medida previa: una entrevista con el Presidente Sucre en el Desaguadero.
Sucre aceptó y llegó al punto indicado el I de febrero de 1828, sin más comitiva que su Ministro Infante y un edecán. Según nuestro
autor el objetivo de esta entrevista era el de garantizar el embarque a su patria de las tropas grancolombianas, y nada menos que
para “consentir” secretamente que Gamarra se proclamara Presidente del Perú, desconociendo al Presidente José de La Mar.
Obviamente, Sucre estaba enterado de las intenciones anexionistas de Gamarra, y por eso Kieffer Guzmán considera que la
entrevista del Desaguadero “fue una determinación infantil que sólo tradujo un proceso de doblegamiento del gran héroe de
Ayacucho” (p. 150). Nada de eso. No se puede considerar “infantil” la determinación de entrevistarse con el enemigo antes de la
batalla. Es parte de toda gran estrategia, y Sucre ha sido uno de los más grandes estrategas de la Historia.

48El General Agustín Gamarra se colocó en Puno con un fuerte ejército. Era furibundo el enemigo de la creación de la nueva
República de Bolivia, y pretendía tener derechos viejos para su anexión al Perú.

49Sucre, gravemente herido, fue declarado detenido y evacuado del Palacio de Gobierno, por el Ministro Casimiro Olañeta. Sucre
nombró al general José María Pérez de Urdininea como Presidente del Consejo de Ministros y pidió ayuda militar a Potosí. Después
de cuatro días de anarquía, llegaron las escasas tropas de Potosí que derrotaron a los colombianos alzados. El coronel Francisco
López de Quiroga, viejo héroe de la Guerra de la Independencia comandaba las tropas nacionales. Defendiendo al Mariscal Sucre,
murió en esa oportunidad José Miguel Lanza, guerrillero que históricamente pudo haber sido el primer Presidente de Charcas, si
no hubiese entrado al territorio de la Audiencia el ejército comandado por el Gran Mariscal de Ayacucho. Restablecido el orden,
Sucre dimitió y se trasladó a la vecina hacienda de Ñujchu, para preparar su mensaje de despedida ante el Congreso de la Nación.
El General Pérez de Urdidinea llegó a Chuquisaca el 4 de mayo para asumir el mando supremo, a tiempo de recibir las noticias de
que el General Agustín Gamarra había cruzado el Desaguadero y se dirigía con sus tropas invasoras a La Paz. Gamarra dirigó a Sucre
una carta el 30 de abril, ofreciéndole “el auxilio de las tropas peruanas”. Sucre contestóle: “Que ningún pueblo americano dé el
abominable ejemplo de intervención y mucho menos de hacer irrupciones tártaras”. La carta finalizaba con estos términos: “¿Sabe
usted que jamás se ultraja impunemente a una nación”?

50Kieffer Guzmán advierte el cambio político de Gamarra:

Si al principio se ofreció como salvador del Gran Mariscal, a los dos días, una vez que pisó tierra boliviana, se declaró protector y
libertador de la supuesta pesada dominación sucrista (p. 150).

51El 8 de mayo de 1828 ocupó la ciudad de La Paz y después Oruro y Cochabamba. Es necesario explicar tan rápido avance sobre
territorio boliviano desde el punto de vista de la formación de las nacionalidades. Por una parte, había división en el Ejército
Boliviano entre los partidarios de la defensa de la Patria y los amigos del invasor Gamarra. El General Felipe Braun tomó a su cargo
una fuerza de caballería y sorprendió en Cayhuasi en alta noche, al campamento peruano donde introdujo desorden y confusión. Si
le hubiese seguido una fuerza competente de infantería, se habría terminado esa campaña de un modo glorioso para las armas de
Bolivia, expresa el historiador Luis Mariano Guzmán, y agrega: “Mientras tenían lugar en Oruro y sus cercanías los sucesos
referidos, en Potosí ocurrían otros que empeoraban las circunstancias en que se hallaba la causa nacional. El coronel Pedro Blanco
que mandaba una hermosa división compuesta de un regimiento de caballería y de un lucido batallón de infantería, en vez de
tomar el día de su salida el camino de Oruro con el objeto de reunirse al ejército y llamar al invasor a un campo de batalla, se
dirigió hacia el Sur, con profunda sorpresa de las autoridades y pueblo de Potosí. Dijo luego, que no quería combatir con el invasor,
porque el también deseaba ver a su patria libre de la influencia colombiana y gobernada por un hijo del país”. “El ejército nacional,
a su regreso a Potosí, quedó reducido a la pequeña fuerza de mil hombres, y no contaba sino con aquella ciudad, pues los
departamentos del Norte, se hallaban ocupados por tropas y autoridades peruanas. El ejército de Santa Cruz, también en
defección, y las provincias del Sur sometidas a las autoridades que les había dejado el coronel Blanco. Diariamente se pasaba al
campo enemigos que ya estaba en Siporo, doce leguas al N.E. de Potosí, porque conviene tener en cuenta, que recién establecida
la nacionalidad boliviana, y existentes las antiguas simpatías entre el Bajo y Alto Perú, no se tenía ni por culpa, y menos por crimen
de traición, el pertenecer al Perú, si al fin la invasión tenía ese objeto, o quedar en la reciente República Boliviana. Las masas de la
población en especial, ignoraban de todo punto la cuestión política que se agitaba entre los beligerantes. Tampoco se puede negar,
que en el país existía mucha antipatía con los elementos colombianos, que pisaron vencedores este suelo, y tenían como tales, la
arrogancia y porte jactancioso que da la victoria” (p. 78).

52La explicación de estos episodios por “antiguas simpatías entre el Bajo y el Alto Perú” es muy superficial y no tiene bases
económicas como las que determinaron por fuerza la formación del Estado Boliviano. Esas “simpatías” estaban programadas por el
poderoso ejército invasor, que “prefería la seducción a una victoria”12. Cabe una explicación: la antipatía con los elementos
colombianos tenía su origen en el hecho de que para su mantenimiento se gastaba más del 60 por ciento del Presupuesto Nacional
y no habían librado una sola batalla en Charcas.

La actitud de las tropas colombianas no era pacífica, ni amigable -dice el mismo historiador- su arrogancia les había enajenado las
simpatías. Eran estos soldados, en verdad, los vencedores de Ayacucho: mas ese título no podía cohonestar la exageración de sus
pretensiones. Eran reputados extranjeros, y no obstante esto, los altos puestos estaban ocupados por colombianos, que eran
generalmente más considerados (p. 75).
53Estas contradicciones de carácter nacional son fundamentales para la comprensión cabal de los acontecimientos.

54En menos de dos meses, el General Gamarra había avanzado casi sin obstáculos hasta las puertas de Chuquisaca, rodeado de
traidores, de tránsfugas y de personas sin conciencia plena de su nacionalidad. “Acaso a la altura de estos acontecimientos podría
resultar infructuosa y cruenta una defensa armada, y quizá provocar una derrota consagratoria del invasor, o un suicidio colectivo
que convalidaría a los agresores bajo el principio de que la victoria dé derechos”, reflexiona Kieffer Guzmán (p. 199).

55Los delegados de Urdininea, José Ballivián y Anselmo Rivas, hicieron conocer su protesta al Gobierno, en base a la cual Sucre
planteó la necesidad de entablar negociaciones con el invasor.

56Entre tanto, el coronel Pedro Blanco se había convertido en “el principal adherente de Gamarra”. Marchó a Chuquisaca. Hizo
prisionero al Gran Mariscal de Ayacucho y lo trasladó maniatado de un lugar a otro. Ello no obstante, Gamarra “no contaba con un
apoyo institucional, menos del sector civil”. Kieffer Guzmán anota: “La invasión de Gamarra prácticamente se había trocado de
militar a “misionera”, a causa del terror que le tenía al enfrentamiento armado, en un país de guerrilleros victoriosos.

57Se convino en la suscripción de un Tratado para poner fin a la ocupación peruana. Para dicho objeto, por Bolivia fueron
designados los plenipotenciarios José Miguel de Velasco y el Dr. Miguel María de Aguirre. Y por el Perú Juan Agustín Lara y Juan
Bautista Arguedas, señalándose Piquiza, punto situado a diez leguas de Potosí como lugar del encuentro pacífico. El 6 de julio de
1828 se firmó dicha capitulación. El texto íntegro ha sido publicado por Kieffer Guzmán, quizá por primera vez en la historia de
Bolivia.

58El artículo 1º exigía la desocupación de las tropas colombianas en 15 días. El artículo 4º, exigía la reunión de un Congreso
Constituyente para admitir la renuncia del Presidente de la República, según ya lo tenía protestado el Gran Mariscal de Ayacucho, y
nombrar el gobierno provisorio de la República. El Artículo 6º determinaba que la Asamblea se ocupara de fijar la fecha en que el
ejército peruano debía empezar a desocupar el territorio de la República, etc., etc. Eran 17 artículos, además de un acuerdo
secreto que obligaba a renunciar al Ministro Infante, que exigía el ascenso del coronel Pedro Blanco a General de Brigada, que
obligaba a reconocer que el ejército peruano garantizaba que el General Pedro Blanco se sometería a la Convención Nacional y que
no se modificaría el texto del Tratado.

59Nadie osó reclamar o rechazar estos complejos documentos, con la excepción de José Ballivián y Anselmo Ri vas. Para el pueblo,
el ejército peruano era como los ejércitos españoles o rioplatenses brasileños que cruzaban por Charcas en los tiempos de la
Guerra de la Independencia, a los cuales se derrotaba vergonzosamente.

60La separación de Sucre no era un problema, porque al mismo tiempo de asumir el mando supremo en el marco de la
Constitución Vitalicia, había puesto el plazo de 2 años para su mandato.

61Dice Kieffer Guzmán:

Aquellas cláusulas contenían una intención inconfesable: la esperanza de que la Convención, con su proclividad agregacionista del
Perú, proclame Presidente de Bolivia al propio Gamarra y. en el peor de los casos, a Pedro Blanco.

62Sin embargo, el país no estaba vencido, no se hallaba derrotado por las armas, no estaba incorporado al Perú como una colonia,
no había desaparecido la nacionalidad boliviana, ni las nacionalidades y tribus indígenas para formar parte de la nacionalidad
peruana. La nacionalidad boliviana se mantenía firme y sus hombres más representativos impugnaban la ocupación peruana, junto
al pueblo.

63El Gran Mariscal de Ayacucho, retornado de Ñujchu a la capital, asumió el ejercicio de sus funciones y procedió a organizar el
Gobierno. Sucre esperaba la reunión oficial del Congreso. “Viendo que no se reunía y con la noticia de que una fuerza peruana se
acercaba a la capital, se despidió de todos sus amigos y se marchó rumbo al puerto de Cobija, dejando su Mensaje para que fuese
presentado al Congreso en su primera reunión”, explica Kieffer (p. 220).

64José Miguel de Velasco, en su calidad de Presidente y Jefe del Ejército, se retiró a Carabuco, para evitar toda colisión con los
peruanos. Según la opinión de Kieffer Guzmán, “lo único doloroso fue el repliegue del Mariscal Sucre con dirección a la costa del
Pacífico para retornar a su Patria” (p. 221). Pero en realidad, ni política, ni estratégicamente, no quería ni podía hacer otra cosa. No
era probable admitir una derrota militar, como el creador del Estado Boliviano. Lo que convenía era dejar al pueblo la definición de
su destino, como nacionalidad capaz de defender su libertad. El repliegue del Gran Mariscal no tenía nada de “doloroso”. No fue
“una actitud equivocada”, no se “mintió a sí mismo”, como dice Kieffer Guzmán, tratando de dar una explicación subjetiva al
problema. Y nada menos que cita a un autor peruano que desea presentar a Antonio José de Sucre con un rasgo de temor. Un tal
Rumazo dice: “Al irrumpir Gamarra en territorio boliviano, podía y debía esperarse de Sucre, aún a pesar de la herida del brazo, se
pusiera a la cabeza de los batallones y rechazara al invasor. Hubiese sido una acción superheroica” (p. 223)13. ¡El invasor pidiendo
el triunfo del invadido! No hay en esto el menor rasgo de lógica, sino el deseo de empequeñecer al Gran Mariscal, que dejó al
invasor con un palmo de narices.

65Kieffer Guzmán nos proporciona una serie de valiosos documentos relativos a los íntimos intereses de los personajes de la época
que incitaban y empujaban a Gamarra en sus planes de anexión de Bolivia. Andrés de Santa Cruz escribe a Agustín Gamarra, el 12
de julio de 1828, pocos días antes de la firma del Tratado de Piquiza. En la carta le “da consejos y líneas políticas al invasor”,
llamándolo “Mi amado amigo”. La carta fue remitida desde Santiago de Chile y contiene monstruosas ideas como las siguientes:

Con una conducta opuesta a la de Sucre habrás afianzado tu crédito personal y destruido las desconfianzas que aquel hombre tuvo
tanto empeño en suscitar contra los peruanos.
Que no vean los bolivianos en los peruanos sino a sus verdaderos libertadores, sus hermanos y sus amigos natos. No es el tiempo
de hablarles de unión, pues ello será la consecuencia necesaria de la confianza y del convencimiento voluntario, única base de la
duración de los pactos.
Que yo soy tu mejor amigo no necesitas nuevas pruebas, ni tampoco el que mis deseos están por la unión de dos pueblos que yo
amo igualmente.

66¡Santa Cruz apoyando al invasor ¡ No tiene nada de extraño porque su plan era el de anexar Bolivia al Perú.

67El Mariscal Sucre alertaba a los bolivianos acerca de este peligro. En su histórico Mensaje de despedida dijo:

Desde mucho tiempo el Perú ha concebido miras de usurpación y de refundir a Bolivia en aquella República. Vosotros mismos
estáis enterados de que estos eran los objetivos de una misión diplomática que vino a esta capital el año 26 y que, obteniendo una
absoluta negativa, fue el origen de nuestras diferencias con aquel Estado. Sabéis que, como resultado, se celebró un tratado de
federación, que vosotros ya aprobasteis con algunas restricciones y que, sin embargo, nunca recibió la ratificación del Ejecutivo,
por considerarlo perjudicial a los intereses de la Nación. Creyó el Gobierno peruano que la negativa de la fusión era mía, y
manteniendo esperanzas de realizarla, puso en ejercicio la seducción, la intriga, y últimamente se ha aventurado a probar la
guerra.

68Vale la pena criticar el hecho de que Kieffer Guzmán no haya incorporado a su texto por lo menos un breve estudio del proyecto
de federación perú-boliviana, a fin de que el cuadro histórico estudiado tenga bases más firmes. Sin este estudio no se
comprenderán los hechos posteriores. Grave falta de Kieffer Guzmán.

69El Gobierno del Perú propuso al de Bolivia el 24 de octubre de 1826 la celebración de un tratado de federación “con los Estados
de Colombia y del Perú”. La inclusión de Colombia (es decir, las actuales repúblicas de Ecuador, Colombia y Venezuela) era una
manera de ocultar los objetivos exclusivos del Perú. Desde un principio, se dejaron oír en el Cuerpo Legislativo de Bolivia opiniones
en sentido de que “Bolivia perdería una parte de su soberanía”.

70El Consejo de Gobierno de la República del Perú nombró al Dr. Ignacio Ortiz de Ceballos, plenipotenciario para firmar el pacto
con los plenipotenciarios de Bolivia, el Coronel Facundo Infante, Ministro de Relaciones Exteriores y el Dr. Manuel Urcullo, Ministro
de la Corte Suprema de Justicia. Ortiz de Ceballos era un importante personaje que ocupaba el cargo de Ministro de la Corte
Suprema del Perú.

71El Artículo Primero del pacto indicaba que “las repúblicas del Perú y Bolivia se reúnen para formar una liga que se denominará
Federación Boliviana”. El Artículo Segundo indicaba que esta Federación tendrá un jefe supremo vitalicio, que lo será el Libertador
Simón Bolívar”. El Artículo Tercero indicaba “Habrá un Congreso General de la federación, compuesto de nueve Diputados por cada
uno de los estados federados”.

72Siguen varios artículos de detalle. El Artículo Décimo quinto expresa:

Ratificados que sean estos tratados por los gobiernos del Perú y Bolivia, nombrarán estos Ministros Plenipotenciarios cerca del
Gobierno de Colombia, para negociar la adhesión de aquella República al presente pacto de federación; y en caso que, por parte
de dicha República se propongan algunas alteraciones o modificaciones, que no varíen la esencia de este tratado, se procederá sin
embargo a la instalación del Congreso Federal.

73Finalizaba expresando que “el presente tratado será ratificado y las ratificaciones canjeadas dentro de noventa días. Mas
quedará en suspenso por ahora, e interín se verificará lo dispuesto en el Artículo 15 del mismo tratado”.

74“Fecho en la capital de Chuquisaca el día quince del mes de noviembre año de mil ochocientos veintiséis”.

75El 2 de diciembre de 1826, “dado el asunto por discutido, el tratado fue aprobado en general”.

76El problema de la formación de la federación entre el Perú y Bolivia, estaba más complicado aún con la discusión de un tratado
de límites entre ambos estados, propuesto por el plenipotencario Ignacio Ortiz de Ceballos.

77Según las estipulaciones de este tratado quedaba para Bolivia el puerto de Arica y los demás comprendidos entre el grado 18
hasta el 21, y todo el territorio perteneciente a la provincia de Tacna y demás pueblos situados al Sur de esa línea. Quedaba para el
Perú el pueblo de Copacabana y su territorio, la laguna Titicaca y todas sus islas, quedando también para el Perú la provincia de
Apolobamba o Caupolicán y su respectivo territorio. Además, Bolivia debía pagar cinco millones de pesos fuertes por los puertos y
territorios que el Perú le cedía en la costa. Obviamente, el negocio era redondo para el Perú. Se apoderaba de Bolivia con el
tratado de federación y dejaba de tener importancia el tratado de límites. Por supuesto, nunca fueron ratificados.
78También el Tratado de Piquiza fue reprobado por el Congreso “en presencia del Estado mayor del ejército peruano, proclamando
la rebeldía del país contra el agresor. Uno de los firmantes del abominable texto, José María de Aguirre, dijo que no quería que
Bolivia fuese “una nación parásita del Perú”. La explosión de patriotismo dignamente exteriorizada en ese momento, fue elocuente
testimonio de que la invasión peruana no había extinguido el amor a la Patria, y que no todos los ciudadanos se habían prestado
como instrumento del extranjero. En medio de un solemne silencio, la Asamblea acordó señalar el día en que el ejército peruano
debía desocupar el territorio de la República (p. 240).

79El hombre de paja de Agustín Gamarra era el General Pedro Blanco, a quien la Asamblea Convencional eligió Presidente de
Bolivia. Pedro Blanco arribó a Chuquisaca algunos días después para tomar posesió del mando. Temía la reacción popular, que
recibió con desagrado su designación. La Asamblea se limitó a separar de sus mandos a José Ballivián y a Mariano Armaza. Emitió
también un documento que causó profundo malestar: el retiro de las tropas de lugares céntricos, para facilitar el dominio de
Gamarra. “En el pueblo reinaba un aire de descontento ante la toma del poder por los invasores de ayer” (p. 268).

80Empezó la conspiración contra el Presidente Pedro Blanco por los militares apartados José Ballivián y Mariano Armaza. El
Presidente fue trasladado al convento de La Recoleta en la madrugada del 1 de enero de 1829. Con excelente documentación,
Kieffer Guzmán indica que

Los gamarristas blanquistas, infatigables en la lucha, planificaron el rescate de Blanco. A las once de la noche atacaron el convento,
pero fueron rechazados por la guardia y huyeron, mientras en el interior de la prisión se producía un hecho lamentable. El
presidente Blanco había intentado huir y fue victimado por los soldados de la guardia, que tenían instrucciones precisas para el
caso. Manuel Vera, Mariano Armaza y José Ballivián no pudieron hacer nada (p. 279).

81Y agrega:

Aquel soldado cochabambino llegado a la Presidencia a los 34 años de edad, fue otra de las víctimas de la política que en el Perú
habían armado los estrategas de la absorción de Bolivia. Su muerte cerró una fase más de la invasión peruana, aunque dejó
latentes mayores expectativas a los desnacionalizadores del país (p. 285).

82La Asamblea nombró al General José Miguel de Velasco en el poder ejecutivo de la República. Acto continuo, Velasco dictó un
contrahecho Decreto llamando a la Presidencia de la República nada menos que al expresidente de la Junta de Gobierno del Perú,
Mariscal Andrés de Santa Cruz, que en ese momento prestaba servicios internacionales en Santiago de Chile, como Comisionado
Especial Diplomático del Gobierno de Lima. Apoyado por Casimiro Olañeta, por el Coronel Armaza y por el Presidente Velasco, este
extraño personaje, cuya mayor parte de su vida había transcurrido en el país de los Gamarra, los Orbegoso y los Salaverry, no
trepidó un momento en acatar el deforme Decreto de Velasco. Y Kieffer Guzmán afirma:

Acaso era la única manera de tomar el poder como cabecera de puente para el cumplimiento de objetivos sumamente vinculados
a la política peruana. Lo cierto es que Andrés de Santa Cruz, al primer aviso de los golpistas del 31 de diciembre de 1828, preparó
maletas en Santiago y partió rumbo a Arequipa, donde estableció su cuartel general (p. 295).

83Y agrega:

Llegando a La Paz, una sola razón lo había empujado al país, hacer de esta República un campo de operaciones de la unión perú-
boliviana, donde Gamarra había fracasado no hacía mucho. Tal vez, desde su Bolivia natal, ampliaría sus esfuerzos para reconstruir
el Gran Perú (p. 303).

84La verdad es que el panperuanismo de Santa Cruz y de la oligarquía peruana, no tenían asidero alguno, pues entre charquinos y
peruanos no había factores étnicos comunes y no podía formarse una unidad étnica ni una unidad estatal.

85Es de suma importancia señalar que estando Andrés de Santa Cruz como Presidente del Consejo de Estado del Perú, en 1826
“acreditó al Ministro Ortiz Ceballos cerca del Gobierno boliviano con el objeto de provocar la fusión del Perú y Bolivia en un solo
Estado. El General Sucre consultó entonces al Congreso Constituyente, el cual temiendo herir con una negativa el amor propio
peruano, aceptó la idea, más a condición de que Colombia hiciese parte de la confederación, condición que no pudo efectuarse.
“Tal es el más remoto origen de la Confederación (Perú-boliviana)”. Esta opinión corresponde a Luis Mariano Guzmán14. Santa
Cruz trabaja en función de los intereses de la oligarquía limeña, tal es la conclusión ineludible.

86Lo primero que hizo Santa Cruz fue “revivir a Gamarra, reactualizarlo y mostrarlo como un hombre público imprescindible: la
Logia “Independencia Peruana”, cuyo Gran Maestre era Santa Cruz, tenía entre sus planes, que podríamos llamar de “geopolítica
temprana”, la anexión de Arequipa, Puno y Cuzco a Bolivia, a cambio del derrocamiento del Presidente José La Mar. Gamarra
derrocó a La Mar y Santa Cruz consolidó su poder en Bolivia. Eran acciones comunes al margen de los pueblos, reconoce Kieffer
Guzmán, cuyo objetivo final era “absorber a Bolivia por las buenas o por las malas” (p. 318), al margen de toda consideración
política, económica y étnica. Hay que decir principalmente económica porque entre Bolivia y el Perú los lazos económicos eran
sumamente débiles y casi inexistentes, circunstancia por la cual era prácticamente imposible su unificación en un solo Estado y en
una sola nacionalidad. A lo único que pretendía la clase dominante del Perú era a la conversión de Bolivia en una colonia. El Estado
más fuerte que era el Perú, convertía al más débil en una dependencia colonial. El hecho de que históricamente apareciera el más
débil forzando al más fuerte no es más que una visión distorsionada de la realidad, en la que las fuerzas militares del Estado más
débil sirven a los intereses militares del Estado más fuerte.
87Agustín Gamarra tenía ideas estrafalarias que conviene citar. Escribió una carta al coronel peruano Macedo, miembro de la Logia
“Independencia Peruana”, tres días antes de asumir el mando, el 27 de agosto de 1829. El texto está incorporado íntegramente en
el libro que comentamos. He aquí algunos de sus deliciosos pasajes:

El general Santa Cruz sabe que nadie más que yo se interesa en la fusión de Bolivia. Que quiero que él aparezca como un peruano
de nacimiento y que siempre trabajaré por él con preferencia a mi persona… Nacionalmente se entenderán Bolivia y Perú y
formarán del todo la nación peruana, no la boliviana… El Perú nunca ha sido de Bolivia. Bolivia ha sido siempre del Perú. El Perú no
necesita de nadie para existir, y Bolivia no. Jamás podrá salir de la clase de pupila del Perú. Bolivia existe por el Perú: su
independencia y libertad son dadas por esta nación generosa, y por el esfuerzo de sus hijos respiran esos miserables pueblos bajo
la sombra de un jefe nacido en Bolivia… Sin el Perú, Bolivia estaría respetando y aún adorando a los negros de Colombia, que
trajeron desde el Orinoco sus galpones guineos para manejarlos como a unos degradados colonos. Estos son los bienes que el Perú
ha llevado a Bolivia. Y sería una degradación y una infamia que el último pescador del Desaguadero buscase incorporación en
aquella pequeña y miserable patria. Sería lo mismo que querer que la Francia se refundiese en cualquiera de los Estados italianos,
sería querer meter una cartuchera en un cañón de fusil sólo porque el que manda, manda (p. 320).

88El gran Estado está celoso del pequeño Estado. A la vista de estos antecedentes, Kieffer Guzmán juzga que “el fortalecimiento de
Gamarra fue uno de sus errores más grandes (de Santa Cruz): hacer revivir al enemigo encarnizado de Bolivia”.

89Santa Cruz le escribió a Gamarra el 12 de septiembre de 1829: “¿Qué te han dicho? ¿Qué yo quiero la Presidencia del Perú? Eso
es una simpleza, porque yo no puedo abandonar a Bolivia después de haberme comprometido tan solemnemente. ¿Qué yo
pretenda quitarles las provincias del Sur? (p. 348).

90El 13 de diciembre de 1830 se celebró una entrevista entre Santa Cruz y Gamarra. El Presidente boliviano deseaba apaciguar al
Presidente peruano, pero no consiguió su objetivo. El Congreso del Perú emitió una curiosa declaración: “Se diga al Ejecutivo que a
más de la insuficiencia de los motivos, el Perú no podría declarar la guerra (a Bolivia), aún cuando fuesen legítimos, por estar
pendientes la mediación de Chile y las negociaciones mandadas entablar” (3 de junio de 1831). “Mediación de Chile”, tema
importantísimo que nuestro autor no sospecha, ni estudia, para mostrar los planes del ministro Diego Portales contra Bolivia. Se
complica extraordinariamente la política regional.

91El 20 de diciembre de 1833, el Presidente Agustín Gamarra fue derrocado por José Luis Orbegoso. La logia “Independencia
Peruana”, alentada por el Presidente de Bolivia, puso sobre el tapete la conveniencia de formar la Confederación Perú-Boliviana.

92El 18 de Abril de 1834, el Congreso Peruano autorizó al Poder Ejecutivo solicitar al Gobierno Boliviano ayuda para sofocar la
convulsión social en que vivía el Perú. ¡Curiosa invitación para que el Presidente Santa Cruz ponga en ejecución los planes de la
oligarquía limeña! Se daba al Estado pequeño la misión de ocupar el Estado grande, para que después el Estado grande se adueñe
del Estado pequeño. Eso para que el Estado grande se quede después como dueño del Estado pequeño, poniendo al revés la
estrategia anexionista de la clase dominante del Perú.

93Estrategia que se puso de relieve cuando el Presidente derrocado Agustín Gamarra pidió asilo en Bolivia para acomodarse
tranquilamente en Cochabamba, ciudad que pocos años antes había humillado con la ocupación de sus tropas invasoras.

94Estos contradictorios entretelones políticos eran ignorados por los pueblos de Bolivia y del Perú. Kieffer Guzmán se asoma a una
interpretación de interés:

En verdad, la mayoría de la gente del Perú y Bolivia era indígena. Vivía en el campo, y por efecto de su aislamiento físico y
lingüístico de los centros de poder, estaban difícilmente enterados de la existencia de los Estados de Perú y Bolivia, mucho menos
del debate político sobre la posibilidad de federarlos en una sola “nación”, o subyugarlos a cualquiera de ellos (p. 353).

95No estamos de acuerdo con el juicio anterior, por ser antihistórico. Repetimos que el Estado peruano estaba ya formado y el
Estado boliviano también. No estaban formadas todavía las naciones peruana y boliviana por su escaso desarrollo capitalista. Eran
nacionalidades, es decir, gérmenes de naciones. Eran etnos que habían tardado en desarrollar relaciones de producción burguesas,
la nacionalidad peruana con más vigor que la boliviana. Ambas estaban rodeadas de nacionalidades y tribus indígenas, más
numerosas que las nacionalidades no-indígenas. En modo alguno podían estos Estados multinacionales formar una sola “nación” y
menos un solo Estado. El proyecto de la oligarquía peruana de pasar sobre el sistema de los Estados multinacionales
históricamente formados, debía conducir a un gran caos político y, finalmente, a su fracaso.

96Felipe Santiago Salaverry provocó una revolución contra el Presidente Orbegoso. Empezó a moverse la logia masónica. Como
primera medida, Santa Cruz envió al Perú a Gamarra con armas y dinero, y con el acuerdo de formar una sola República
Confederada entre Perú y Bolivia, con el nombre de “Confederación Peruana”. Gamarra ocupó el Cuzco. Orbegoso pidió la
intervención boliviana en el Perú. Su primera medida fue desamparar a Gamarra. En respuesta, después de enterarse de la alianza
de Santa Cruz con Orbegoso, Gamarra se alió con Salaverry. Los historiadores peruanos dicen que a Gamarra “le fue duro
entregarse a Salaverry, porque su plan era destruir por su propia cuenta a Santa Cruz, lograr el dominio total del Perú, para ocupar
finalmente a Bolivia” dice Kieffer Guzmán (p. 355). El Presidente Orbegoso transmitió sus facultades extraordinarias a Santa Cruz el
8 de junio de 1835. Santa cruz se tituló Jefe Supremo del Ejército Unido y marchó rumbo al norte. Declaró nulos los actos de
Salaverry y batió en Yanacocha a Gamarra. Santa Cruz se proclamó Pacificador, y Orbegoso le dispensó los honores de Presidente el
25 de septiembre de 1835.

97Kieffer Guzmán dice:

De tal manera, el Presidente de Bolivia, Jefe Superior del Ejército Unido y Pacificador del Perú, durante cinco años unió a los dos
países con el nombre de “Confederación”. Logró su objetivo de alcanzar el poder en el Perú a costa del sacrificio de Bolivia. En el
curso de este proceso, sembró vientos y cosechó tempestades, pues su aventura imperial provoco la reacción de los países vecinos.
Chile y Argentina.

98El límite de 30 páginas para esta ponencia, no permite extenderse en el examen de la Confederación Perú-Boliviana, formada
por el Estado norperuano, el Estado surperuano y Bolivia. Suponiendo su vigencia Luis Mariano Guzmán muestra la realidad
económica del pacto:

Bolivia no conseguiría corregir los vicios de su estructura topográfica, no pudiendo servirse del vasto litoral peruano, ni aprovechar
tampoco de las riquezas de sus asociados, que los emplearía de preferencia en interés propio15.

99En el Perú se advertía también repulsión popular contra la Confederación.

100La intervención de la oligarquía chilena contra la Confederación fue decisiva para su fracaso. Se organizó en primer término una
expedición que llegó hasta Arequipa al mando de Manuel Blanco Encalada. Sin combate alguno, Santa Cruz firmó el pacto de
Paucarpata el 17 de noviembre de 1837. Se acordó el reembarco de las fuerzas chilenas, “la promesa de pagar el gobierno del Perú
al de Chile un millón ochocientos mil pesos, procedentes de la expedición de San Martín en la Guerra de la Independencia, la
proclamación del principio de no intervención, etc.” ¡En lugar de liquidar al ejército chileno, se le dio plata para su retorno ¡

101Mientras tanto tenía lugar la intervención de tropas argentinas bajo las órdenes del General Alejandro Heredia. El General
Felipe Braun las venció en las batallas de Humahuaca, Iruya y Montenegro, en el curso del año 1838.

102En su excelente examen de la Confederación, Luis Mariano Guzmán expresa: “la influencia del gabinete chileno en el Perú
estaba encargada de mostrar el sometimiento del país a Bolivia” (p. 108). Mostraba las cosas al revés para provocar la defección
peruana, en especial del general Orbegoso, Presidente del Estado norperuano. “Gamarra, asilado en Chile, era el más adecuado
auxiliar y el agente más cínico para demoler ese edificio de que fue el más ardiente colaborador, hacía muy poco, cuando Santa
Cruz fue su consociado en esta empresa” (p. 108). Tropas chilenas al mando del General Manuel Bulnes, apoyadas por tropas
peruanas, derrotaron al ejército boliviano al mando de Santa Cruz, en Yungay, el 20 de enero de 1839. “Santa Cruz había sembrado
en el ejército chileno el oro que esperaba le diera la victoria. Por eso no quiso desplegar sus masas, esperaba ver que se le pasase
alguna parte de las tropas enemigas” (p. 110). ¡Qué manera tan cómoda de hacer la guerra!

103Conviene “precisar las nuevas causas que vitalizaron el plan de Gamarra, quien en ningún instante había abandonado la idea de
absorber la soberanía boliviana, destruir la nueva patria y someterla a las ambiciones peruanas”, dice Kieffer Guzman.

104José Miguel de Velasco y José Ballivián se sublevaron en Bolivia contra el poder de Santa Cruz. En el curso de estos conflictos
surgieron claramente problemas económicos. Santa Cruz, durante su anterior gobierno en el Perú, impidió que Arica pase a poder
de Bolivia, como había pedido su población. Bolivia tenía una grave dependencia aduanera con el Perú. El Perú, con respecto a su
comercio y a su industria, tenía problemas de competencia aduanera con Chile. Desde la Independencia, y también desde los
tiempos de la Colonia Española, Chile había sostenido una política comercial hegemonista en el puerto de Valparaíso. “Como la
Confederación tenía la misión de romper o corregir esa tendencia hegemonista en favor del puerto del Callao, Chile tomó las armas
para destruirla”, concluye Kieffer Guzmán.
105El General Gamarra quedó como dueño absoluto de la situación en el Perú. Los grupos oligárquicos de Lima que este General
encabezaba, entendieron que Bolivia debía desaparecer, anexada por el Perú.La insurrección de los elementos contrarios a la
Confederación obedecía a factores económicos de la formación de las nacionalidades boliviana y peruana. Significaba una vuelta a
la situación existente antes de la ejecución de los planes de ocupación del Estado grande. Para este efecto, el gobierno peruano se
armó con la ayuda de Chile. Este país empezaba a trazar una agresiva política contra Bolivia y Perú, con una perspectiva a largo
plazo.Bolivia entró a un período de agudas luchas políticas entre los partidarios de Velasco, Ballivián y Santa Cruz. Este ultimo había
huido a Guayaquil, ocasión en la cual se proclamó la política d’ Restauración, como un firme movimiento prochileno por la opinión
oficialista, al extremo de que el Presidente José Miguel de Velasco cometió la tontería de felicitar al Gobierno de Chile por su
triunfo en Yungay. Por su parte, el Presidente del Perú, Agustín Gamarra, era un decidido partidario de la influencia chilena.El
panorama político de Bolivia empezó a llenarse nuevamente con el nombre de Agustín Gamarra. Este General ocupaba por
segunda vez la Presidencia del Perú, con una fuerte oposición. Como Santa Cruz conspiraba activamente desde Guayaquil y sus
fuerzas crecían en Bolivia, volvió Gamarra a deleitarse con la idea de invadir por segunda vez a Bolivia, pretextando los daños
ocasionados al Perú durante la Confederación. Fracasaron los intentos bolivianos de pacificación.José Ballivián se alzó en armas
contra el Gobierno, protestando por los intentos de enviar nuevas felicitaciones a Chile. Fracasó, pese a sus habilidades políticas.
Todos los prochilenos aprobaron una Ley para que sea capturado vivo o muerto. Huyó al Perú, donde gobernaba Gamarra el más
terrible enemigo de Bolivia.Velasco era por tercera vez Presidente de la República. Trató de crear un clima de paz y amistad con el
Perú y con Chile. El Congreso de Bolivia obsequió una espada a Manuel Bulnes, el vencedor de Santa Cruz en Yungay, una medalla
al Presidente Joaquín Prieto y medio millón de pesos para el ejército chileno. Trató de reducir el ejército en tan difíciles
circunstancias internacionales, lo cual determinó su caída.El coronel Sebastián Agreda se proclamó Presidente en Cochabamba,
hasta la llegada de Andrés Santa Cruz, cuyo retorno al poder se pintaba evidente.Kieffer Guzmán soluciona documentalmente tan
compleja situación. Advertidos en el Perú del predominio crucista. Que significaba la restauración del movimiento
confederaeionista. El Concejo de Estado autorizó al Presidente Gamarra, el 6 de julio de 1840, para hacer la guerra a Santa Cruz, si
se proclamaba su nombre en Bolivia. Gamarra no requirió nada más. Le bastaron los hechos ostensiblemente crueistas que se
advertían después del golpe del coronel Sebastián Agreda. No pudiendo Santa Cruz desembarcar en Cobija, volvió al Ecuador.
Proclamaron a José Ballivián como Presidente, acto que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1841. El solo anuncio de la presencia
gamarrista, hizo comprender a los bolivianos la gravedad de los peligros provenientes de apoyar la resurrección del partido de
Santa Cruz. Al mismo tiempo les dio cuenta de que la independencia nacional peligraba nuevamente.Los insurrectos de Chuquisaca
habían proclamado Presidente de la República a José María Serrano, enemigo de Ballivián, pero en las nuevas condiciones que se
iban creando. Serrano declinó el mando para cederlo a José Ballivián. Santa Cruz no quiso seguir siendo un problema para nadie y
prefirió dejar las cosas como estaban, a sabiendas de que Gamarra se preparaba a invadir Bolivia nuevamente.El General Velasco,
asilado en Jujuy, ingresó a Bolivia para ofrecer sus servicios a Ballivián, a quien le escribió: “Libraremos la Patria, la haremos
respetable, cesarán las injustas pretensiones de Gamarra, y nos presentaremos al mundo dignos de la hija de Bolívar” (p.
414).Gamarra no sabía nada de Ballivián, ocupado como estaba en reprimir movimientos subversivos en el Perú. Pero al
anoticiarse de que estaba en Tacna, ordenó su expulsión, que no se cumplió. El Prefecto de Tacna, Mendiburo, quería demostrar a
Gamarra que Ballivián podía serles útil. Con el propósito de ganar tiempo, se avino a las pretensiones de Mendiburo.Ballivián no
pudo entrar a Bolivia por Puno. Logró la confianza de Gamarra, consiguió ganar tiempo, además de sentirse protegido de las
amenazas de Santa Cruz. Una maniobra falaz del oficialismo boliviano, que había proclamado Presidente a Santa Cruz, fue la
acusación relativa a que Ballivián recibió dinero, armas y tropas de Gamarra para invadir a Bolivia.Balliván no estaba inactivo. Trató
de crear una cabecera de puente en la península de Copacabana. Trató de entrevistarse con Gamarra en Puno para hacerle desistir
de su plan de invasión a Bolivia. Fue algo semejante a la entrevista de Sucre con Gamarra. Cruzó el río Desaguadero, lanzando
proclamas patrióticas que insurreccionaron a las tropas para proclamar como Presidente de la República a José Ballivián.Cosas
dignas de estos tiempos de gloria: “Casimiro Olañeta, personaje que ocasionó la caída del Mariscal Sucre aliándose con Gamarra
en su primera invasión a Bolivia, ahora Olañeta fue el primero y el único en hacer frente al gamarrismo, defendiendo a Bolivia con
varios folletos patrióticos que produjeron en el pueblo un franco sentimiento de adhesión y de delirante patriotismo”. Los
intelectuales son los formadores de la autoconciencia nacional. Cumplió un papel activo en el paso de la nacionalidad boliviana a la
categoría de nación boliviana, proceso seriamente perturbado por los ejércitos extranjeros que cruzaban el territorio nacional con
miras anticharquinas y antibolivianas. Se trataba de un proceso de medio siglo apenas, tiempo muy breve para esa histórica
transición.El coronel Manuel Isidoro Belzu, se plegó con sus fuerzas al ejército de Ballivián. En las combativas fuerzas de jinetes
chicheños se contaban algunos inmigrantes argentinos bien armados.La distancia entre el ejército invasor de más de 7.000
soldados y las fuerzas de Ballivián, que no pasaban de 4.000 hombres, era apenas de cinco leguas el 11 de noviembre. La prensa
chilena daba por descontada la derrota de Bolivia, siguiendo el pensamiento de la oligarquía de Santiago que esperaba pescar en
río revuelto. Desaparecía Bolivia con la ayuda de Chile.Gamarra ocupó por segunda vez la ciudad de La Paz, venciendo la
resistencia de sus habitantes en luchas callejeras que no permitieron la ocupación total de la ciudad.Era un momento histórico
para la consolidación del Estado Boliviano y para el surgimiento de su autoconciencia nacional. Llegó el 18 de noviembre de 1841,
el día de la gloriosa batalla de Ingavi. El ejército peruano se presentó en uniforme de gala “cual si estuviese yendo a una fiesta o a
una parada militar”. Las tropas bolivianas, en los momentos previos al combate, vivieron ratos de alegría. Desaparecieron las nubes
de la mañana y salió el sol deslumbrante, adornado con un arcoiris con los colores de la bandera nacional. Fue un momento de
gran felicidad, porque era el anuncio del gran triunfo. Los soldados se convidaban mutuamente a vencer, sin acordarse de que para
ello era necesario derramar mucha sangre, anota Kieffer Guzmán. Después de una hora de enfrentamiento, “el enemigo
desapareció como las nubes cuando las bate el viento”. Las tropas bolivianas cortaron su huida tomando varios miles de
prisioneros. El Presidente de la república del Perú y Generalísimo de sus Armas. Agustín Gamarra, peleó hasta morir, rodeado de
los cadáveres de muchos de sus jefes, oficiales y tropa.“Aquella batalla había concluido con el triunfo de un pueblo que supo luchar
por su autonomía, su independencia, su soberanía y su libre determinación. El General José Ballivián había encontrado el pedestal
de su inmortalidad” (p. 494).Falta en el libro de Fernando Kieffer Guzmán un capítulo relativo a las consecuencias internacionales
de la batalla de Ingavi. Esperamos que el autor emprenda esta importante tarea, porque después de haber detallado más de 16
años de lucha para convencer a la oligarquía peruana de que Bolivia no era una parte del Perú, es necesaria una explicación de las
razones por las cuales el general José Ballivián trató con tanta deferencia a quienes habían humillado a nuestro país.Las relaciones
boliviano-peruanas no mejoraron en el curso de los siguientes decenios. Esa es otra historia, que llega hasta nuestros días.Para
concluir esta corta ponencia, exactamente en las 30 páginas exigidas, nos complace hacer algunas anotaciones aclaratorias de los
problemas sociales y políticos aquí analizados en base al importante texto de Kieffer Guzmán.La población de Bolivia en 1846 era
de 659.398 bolivianos y de 701.538 indios. José María Dalence dijo “que para duplicar su población la república necesita 46 años,
sin contar con las inmigraciones, ni el mayor aumento que pueda dar a la población el desarrollo de la industria, ni los mayores
auxilios que pueda proporcionar la medicina”16. Pobrísimo aumento comparado con el de las naciones vecinas. Bolivia seguía
siendo una nacionalidad, sin burguesía ni proletariado. 129El “misterio” de este atraso ha sido revelado en mi libro El tributo
indígena en las finanzas bolivianas del Siglo xix, en el que se destaca el hecho relativo a que desde 1825, Bolivia no avanza en la
formación de una sociedad burguesa, sino hacia la formación de una sociedad feudal, a expensas de las comunidades indígenas. En
dicho libro, no dudé en absoluto en afirmar que durante la Administración de Andrés de Santa Cruz “la Colonia se prolongó en la
República”. El Reglamento de 28 de febrero de 1831 perfeccionó el sistema colonial de las revisitas y de la matrícula de indígenas
contribuyentes (pp. 32-37). En realidad, la Confederación Perú-Boliviana se financió con el tributo de los indios… Era una
Confederación feudal. En dicho libro se anota:Las invasiones peruanas de 1828 y 1841 a Bolivia, así como la boliviana al Perú en
1835, tuvieron sus bases financieras en el tributo indígena extraído en nuestro país. Si durante la Administración de Santa Cruz se
declaró la “propiedad” de los indígenas contribuyentes de los terrenos en cuya posesión pacífica se hubieren mantenido por más
de 10 años, la administración de José Ballivián negó de plano esta propiedad en favor de los indígenas y proclamó la propiedad del
Estado sobre las Comunidades, bajo la fórmula de la enfiteusis (p. 53)Aspecto que facilitaba la usurpación de las comunidades
indígenas por los terratenientes bolivianos.Las clases dominantes de Bolivia empezaron a operar bajo las máscaras del capitalismo.
Fomentar la industria en ese momento significaba invertir dinero en la compra de tierras atribuidas al Estado. Para este efecto se
puso en ejecución la Ley de 1 de junio de 1843, de crédito público, mediante la cual se autorizó la emisión de vales por el capital de
tres millones de pesos. Con estos vales se remataron tierras de comunidad indígena que valían por lo menos ocho millones de
pesos. Era una linda operación en la que andaban mezclados los intereses feudales con procedimientos capitalistas. Cabe anotar
que en tiempos del gran Mariscal de Ayacucho ya se había intentado una operación de crédito público con vales por un millón de
pesos. Al parecer tuvo un relativo éxito y fueron ocupadas algunas comunidades indígenas.Estos antecedentes explican el singular
fenómeno de la economía boliviana, en la cual el desarrollo masivo del régimen feudal tardío va acompañado de un lentísimo
crecimiento capitalista, y todo ello acompañado de las supervivencias esclavistas y del régimen de la comunidad gentilicia.

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