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La Segunda

Guerra Mundial
Francesc Veiga Rodríguez
P09/74529/00363
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 6

1. Causas directas de la Segunda Guerra Mundial......................... 7


1.1. El expansionismo alemán ........................................................... 8
1.2. La estrategia de Hitler ................................................................. 9
1.3. El Anschluss................................................................................... 10
1.4. La crisis de los Sudetes ................................................................ 11
1.5. La política de apaciguamiento .................................................... 12
1.6. La crisis de Danzig ...................................................................... 13
1.7. El pacto nazisoviético ................................................................. 14

2. La primera mitad de la contienda: una guerra europea......... 16


2.1. La fase de incertidumbre o drôle de guerre.................................... 17
2.2. Derrota francesa y nueva pausa .................................................. 18

3. La segunda mitad de la contienda: una guerra mundial........ 20


3.1. El ataque alemán a la Unión Soviética ....................................... 20
3.2. Japón entra en guerra ................................................................. 21
3.2.1. El expansionismo imperial japonés (1895-1940) .......... 21
3.2.2. La Blitzkrieg japonesa ..................................................... 21
3.3. El nuevo orden ............................................................................ 23
3.4. Las Naciones Unidas ................................................................... 26
3.5. La ofensiva contra el Eje ............................................................. 27
3.5.1. El frente del este ............................................................ 27
3.5.2. El frente occidental ........................................................ 29
3.5.3. La guerra en el Pacífico y en Extremo Oriente .............. 29

4. El nuevo perfil de la guerra........................................................... 34

5. Las conferencias interaliadas......................................................... 36

Resumen....................................................................................................... 42

Actividades.................................................................................................. 45

Ejercicios de autoevaluación.................................................................. 45

Solucionario................................................................................................ 46
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Glosario........................................................................................................ 47

Bibliografía................................................................................................. 49
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Introducción

La Segunda Guerra Mundial ha sido, hasta ahora, el mayor conflicto bélico


que ha vivido la humanidad, tanto por la extensión geográfica, como por la
movilización de recursos o por la cifra de víctimas. Lógicamente, en el conflic-
to se cerraron ciclos históricos y surgieron nuevas cuestiones trascendentales
que han marcado toda la segunda mitad del siglo.

Sin embargo, hay un enfoque original de la Segunda Guerra Mundial que am-
plía su trascendencia al vincularla a la Primera, aun considerando que las dos
son aproximadamente la misma contienda separada por un interludio de paz.
Sólo con la derrota de Alemania y Japón en la Segunda Guerra Mundial se
liquidaron problemas, se cerraron opciones y tomaron carta de naturaleza de-
finitiva algunas de las consecuencias de la Primera Guerra.

La Gran�Depresión, una crisis inflacionista gigantesca, tan sólo fue superada


definitivamente por el drástico reajuste de la Segunda Guerra Mundial.

El cuestionamiento del liberalismo y el capitalismo también quedó arrincona-


do –o se planteó de una manera diferente– después del nuevo papel de super-
potencia activa que adquirió Estados Unidos.

La Unión� Soviética, un experimento político de cuya viabilidad se dudaba


seriamente en el Occidente de los años veinte, sobrevivió al brutal asalto ale-
mán sin descomponerse, y llegó en 1945 convertida en gran superpotencia.

El fascismo y el nazismo quedaron eclipsados como propuestas políticas para


organizar los estados después de perder la Guerra, que mostró su faz verdadera.

Estos interrogantes y muchos otros, abiertos en 1918, quedaron contestados


y cerrados en 1945. Por lo tanto, utilizando el mismo argumento que se ha
aducido en el primer módulo, se puede afirmar que el periodo 1914-1945 es
como una puerta gigantesca que da paso a la época actual.
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Objetivos

Este módulo no se centra exclusivamente en la Segunda Guerra Mundial, sino


que examina sus orígenes desde la segunda mitad de los años treinta. Por este
motivo, los objetivos son los siguientes:

1. Analizar la estrategia de Hitler ante las potencias occidentales a lo largo de


la segunda mitad de los años treinta.

2. Comprender las causas del pacto nazisoviético, tanto desde el punto de


vista alemán como del ruso, y la importancia que tuvo en el estallido de
la Segunda Guerra Mundial.

3. Identificar las dos mitades de la contienda y entender el paso de la guerra


europea a la mundial.

4. Describir el papel de Japón en la guerra como fase final de su evolución


imperialista.

5. Comprender la importancia de las Naciones Unidas en el conflicto.

6. Reconocer el perfil militar de la contienda.

7. Estudiar la importancia de las conferencias interaliadas en la configuración


política del mundo posbélico y en los orígenes de la guerra fría.
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1. Causas directas de la Segunda Guerra Mundial

A mediados de los años treinta, cuando hacía poco que había llegado al poder,
Hitler ya estaba embarcado en una política exterior agresiva que perseguía co-
mo objetivo principal dinamitar el Tratado de Versalles. La estrategia hitleria-
na consistía en ir invalidando de una en una las imposiciones de los ganado-
res; de esta manera evitaba grandes conmociones, establecía precedentes pa-
ra destruir la cláusula siguiente y evitaba dar justificaciones suficientes para
que los garantes del Tratado de Versalles –cada vez menos y más temerosos–
se lanzaran a una guerra de castigo.

De esta manera, en marzo de 1935 la Alemania nazi volvió a introducir el


servicio militar obligatorio. En junio del mismo año, aprovechando que los
británicos estaban preocupados por el aumento del potencial naval japonés en
el Extremo Oriente y necesitaban distraer barcos de guerra de Europa, Berlín
y Londres firmaron el�acuerdo�naval�anglogermánico en el que se fijaba la
paridad de las dos flotas de guerraen la proporción 100:35.

Lecturas complementarias

En los últimos años muchos autores se han dedicado al estudio de las causas que están
en el origen de la Segunda Guerra Mundial, por lo cual la bibliografía sobre el tema
ha proliferado de manera importante. En la bibliografía del módulo podéis encontrar
algunos de los títulos más interesantes.

Sin embargo, el primer gran motivo de inquietud que empezó a generar ru-
mores de guerra inminente entre Francia y Alemania fue, en marzo de 1936,
la denuncia que hizo el régimen nazi de los acuerdos�de�Locarno. Este paso
propició que las tropas alemanas entraran en Renania e hicieran desaparecer
la zona desmilitarizada que Francia había impuesto como seguridad para sus
fronteras orientales. Poco tiempo después, Hitler retiró a Alemania de la Con-
ferencia de Desarme e incluso de la SDN.

En el año 1936, la reocupación militar de Renania remachó el último


clavo sobre el ataúd de las sanciones que se habían impuesto a Alema-
nia después de la Primera Guerra Mundial. A partir de aquel momento,
pues, la unificación de los países alemanes dentro de sus fronteras pasó
a ocupar el primer plano. Ahora el Führer tenía unos objetivos mucho
más ambiciosos: integrar a Austria en el Reich y también las minorías
alemanas de la Europa Oriental.
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1.1. El expansionismo alemán

El origen de la gran mayoría de las comunidades alemanas en Europa se re-


montaba a la edad media, y en algunos casos eran numéricamente importan-
tes en los países respectivos:

Minorías alemanas en Europa

País Núm.�de�personas %�sobre�la�población

Checoslovaquia 3,2 millones 22%

Polonia 750.000 2,4%

Rumanía 770.000 4,3%

Yugoslavia 490.000 3,6%

Hungría 480.000 5,5%

La importancia de estas minorías sobrepasaba su peso numérico. En el marco


de la economía rumana tenían bastante significación, y no digamos en Che-
coslovaquia.

En Hungría, los suabios estaban muy relacionados con la oficialidad del ejér-
cito. Además, mantenían unas relaciones estrechas entre ellos: había empre-
sarios alemanes de los Sudetes, por ejemplo, que tenían diferentes negocios
en Rumanía.

La actitud expansionista de Hitler a mediados de los años treinta no estaba


basada sólo en la agresividad inherente a la doctrina nazi; tenía una clara re-
lación con las consecuencias de la Gran Depresión, que al proliferar sin con-
trol para todos los países de Europa había puesto de relieve lo que parecía la
artificialidad del sistema de estados internacional.

Lectura recomendada
Como respuesta a esta crisis de fronteras, a lo largo de los años treinta
se había impuesto la idea de los pannacionalismos basados en la im- E.�Wiskemann (1966).
La Europa de los dictadores,
portancia creciente que tenían desde el siglo XIX. Según esta idea, todos 1919-1945. Madrid: Siglo XXI.
los ciudadanos que hablaran un mismo idioma o sus variantes debían
aspirar a unirse en un mismo gran estado. De esta manera surgieron y
se desarrollaron el panturquismo, el panhispanismo, el panlusitanis-
mo y, por descontado, el pangermanismo, al cual los nazis dieron una
base racial.

Otra alternativa al desbarajuste internacional que había provocado la depre-


sión era la idea imperial. Aunque con la distancia de la historia la rentabilidad
real de los grandes imperios territoriales ya era discutible en los años de entre-
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guerras, la perspectiva de la época parecía que indicaba lo contrario. Francia


y Gran Bretaña habían salido mejor paradas de la crisis que otras potencias,
como Alemania, que no poseían sus enormes imperios ultramarinos.

La Alemania nazi y la Italia fascista, al fin y al cabo potencias regionales, no


aspiraban a grandes imperios planetarios y pensaban que bastaría con una
rígida hegemonía en la Europa central y oriental (en el caso alemán) y en el
Mediterráneo y el norte de África hasta el mar Rojo (variante italiana).

La idea de expansión hacia el este buscando el�espacio�vital (Lebensraum) para


Alemania no era privativa de Hitler y los nazis. Con la desaparición del Imperio
austrohúngaro durante la Primera Guerra Mundial, antiguo gestor de la Europa
central y oriental, la tendencia a crear un área de influencia germánica en esta
zona había tomado mucha fuerza ya en la Alemania de Weimar. Y aunque esta
operación era concebida desde el punto de vista de una hegemonía basada en
la economía y el peso político y diplomático, más que en la fuerza militar, los
alemanes nunca olvidaron que habían perdido la Primera Guerra Mundial en
el frente occidental y no en el de la Europa oriental. Por lo tanto, la llegada
de Hitler al poder no hizo más que impulsar más violentamente tendencias
que ya existían.

1.2. La estrategia de Hitler

La estrategia diseñada por Hitler para la expansión de Alemania consistió en


aplicar la máxima presión en las sucesivas negociaciones con los estados de la
Europa central y oriental, sin detenerse ante la amenaza directa o la extorsión.
En caso de que estos recursos fallaran, se podría llegar a la guerra.

Sin embargo, no parecía que la posibilidad de una contienda generalizada en- Cita
trara en los planes militares alemanes a mediados de los años treinta. De he-
En palabras del agregado mili-
cho, el rearme inicial del ejército alemán (la Wehrmacht) se hizo con el objetivo tar británico en Berlín en aque-
de guerrear contra estados pequeños en campañas rápidas, cortas y contun- llos años: "Alemania estaba
preparada para el sprint y no
dentes. El armamento necesario para hacerlo consistía en carros de combate para la maratón".

rápidos y ágiles, numerosos vehículos de transporte y bombarderos ligeros. La


estrategia de movilidad a ultranza, que más tarde se hizo famosa como guerra
relámpago (Blitzkrieg), nació con este objetivo.

Parece claro que a mediados de los años treinta los objetivos de Hit-
ler en la Europa central y oriental eran, a corto y a medio plazo, liqui-
dar Checoslovaquia y anexionarse Austria, siguiendo este orden. Pos-
teriormente, pretendía conseguir el control político y económico de la
Europa�oriental y, quizá en un futuro a largo plazo, anexionarse o con-
trolar Ucrania.
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1.3. El Anschluss

Las intenciones alemanas de anexionarse Austria eran conocidas en la Europa


de la época. Aquello que en otro tiempo había sido la cabeza del Imperio Aus-
trohúngaro había quedado reducido a una pequeña república centroeuropea
después del hundimiento de esta potencia al final de la Gran Guerra. Un nú-
mero cada vez mayor de austriacos se mostraba partidario de convertirse en
cola de león antes de continuar siendo cabeza de ratón.

Las dudas de la población ante la anexión de Austria eran debidas, en


parte, al Partido Nazi austriaco. En el año 1933, con la llegada de Hitler
al poder, había ganado muchos simpatizantes en Austria. Un año más
tarde, sin embargo, los nazis austriacos intentaron un golpe de estado en
Viena, y el fracaso del golpe hizo decaer la popularidad de los nazis en el
país. Kurt von Schuschnigg, continuador de la obra política de Dollfus
como nacionalista y socialcatólico, fue nombrado canciller y se puso al
frente del Estado. Los enfrentamientos con los nazis continuaron.

Golpe de estado en Viena

El 25de julio de 1934 un comando ocupó la Cancillería, tomó al gobierno como rehén, y
asesinó al canciller Engelbert Dollfus, que con su proyecto de crear un estado socialcris-
tiano era enemigo jurado de los nazis.

Hasta aquel momento, Hitler estaba convencido de que tarde o temprano Aus-
tria sería integrada en las fronteras del Reich. Le preocupaba más Checoslova-
quia, el otro objetivo preferente en la Europa central, que entonces era un es-
tado políticamente estable, económicamente fuerte y militarmente poderoso.
Sin embargo, las violentas tensiones entre socialcristianos y nazis en Austria
eran una bomba de relojería de consecuencias imprevisibles para los planes
alemanes.

A principios de 1938, cuando Hitler se enteró de que Schuschnigg pensaba


convocar de manera inminente un plebiscito sobre la unión con Alemania,
sospechó inmediatamente que el canciller austriaco osaba dar un paso tan
arriesgado porque en realidad tenía intención de trucar los resultados electo-
rales. En consecuencia, decidió actuar rápidamente:

El 10 de marzo, las tropas alemanas atravesaron la frontera austriaca y


en cuestión de pocas horas llegaron hasta Viena. Miles de austriacos re-
cibieron al ejército alemán como liberador y Hitler proclamó el Ansch-
luss, o anexión de Austria al Reich alemán.

Los acontecimientos habían tenido lugar con mucha rapidez y los alemanes
habían improvisado hasta el punto de que una proporción inusual de los vehí-
culos militares que se habían utilizado en la operación se averiaron antes de
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llegar a Viena. Ahora bien, la manera precipitada y nerviosa en la que se pro-


dujo el Anschluss aceleró la cadencia de los planes hitlerianos, con consecuen-
cias desastrosas.

1.4. La crisis de los Sudetes

Las nuevas fronteras alemanas habían quedado configuradas de tal manera


que Checoslovaquia penetraba profundamente en el nuevo Estado alemán.

Las factorías Skoda

Las factorías Skoda fabricaban un armamento de calidad excelente que también equipaba
a los ejércitos de Rumanía y Yugoslavia, los estados que constituían la pequeña entente
dirigida contra el expansionismo germanohúngaro en esta zona de Europa.

Checoslovaquia tenía un significado especialmente odioso para Hitler. El país


había sido consagrado por el Tratado de Versalles, y había firmado tratados
defensivos y de amistad muy sólidos con Francia y con la Unión Soviética, los
adversarios más formidables de la Alemania nazi en Europa. Tenía buenos re-
cursos defensivos: la montañosa Bohemia y Moravia, que estaba salvaguarda-
da por una poderosa línea fortificada. Además, era la mayor potencia militar
de la Europa Central Oriental.

Por encima de todo, sin embargo, en la porción occidental de Checos-


lovaquia (Bohemia y Moravia, conocida actualmente como Chequia),
vivía una importante minoría étnica alemana, en una franja que se ex-
tendía a lo largo de la frontera y que era conocida como el territorio
de�los�Sudetes (Sudetenland). Los alemanes constituían casi una cuarta
parte de la población total de la República, y eran un grupo nacional
cohesionado y poderoso.

La crisis

A lo largo de los años veinte, los alemanes de los Sudetes se habían adaptado bastante
bien al nuevo estado checoslovaco. Sin embargo, la Gran Depresión los afectó negativa-
mente y provocó descontentos. Un poco más tarde, la llegada de Hitler al poder en Ale-
Adolf Hitler es saludado en su entrada en el
mania entusiasmó a mucha gente –aunque no todos los alemanes de los Sudetes eran territorio de los Sudetes.
nazis, ni mucho menos. En el año 1935, un líder nacionalista, Konrad Henlein, creó el
Sudetendeutsche Partei (Partido de los Alemanes de los Sudetes), que pronto se convirtió
en el caballo de Troya de la Alemania nazi en Checoslovaquia.

En marzo de 1938, Hitler estaba animado por la inactividad de las democra-


cias aliadas, que no habían sabido cómo responder al Anschluss. Sin embargo,
también temía que Checoslovaquia tuviera la intención de prepararse todavía
más ante el expansionismo alemán y aprovechara la nueva situación estraté-
gica en la que se encontraba. Por consiguiente, Hitler planteó rápidamente sus
reivindicaciones: el territorio de los Sudetes debería obtener una autonomía
considerable dentro del Estado checoslovaco. Por otro lado, los nazis de los
Sudetes, encabezados por Henlein, también estaban muy irritados con la ane-
xión de Austria.
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Entre la primavera y el verano, la tensión subió de manera imparable.

En mayo los checos movilizaron el ejército, pero continuaron las negociacio-


nes con la mediación francobritánica. Durante el verano, Praga ofreció a los
alemanes de los Sudetes un estatuto de autonomía ventajoso, pero entonces
Hitler ya no se conformó. En septiembre, el primer ministro británico, Arthur
Neville Chamberlain, se entrevistó dos veces con el dictador alemán. Éste au-
mentó sus exigencias: ahora quería anexionar a Alemania el territorio de los
Sudetes.

El ejército alemán también empezó a movilizarse, y se fijó como fecha del


ultimátum el primero de octubre; por este motivo Europa temía, con funda-
mento, que las hostilidades estuvieran a punto de arrastrar al continente a una
nueva catástrofe generalizada.

1.5. La política de apaciguamiento

Con su buen estilo de jugador, Hitler mismo ofreció la celebración de una


conferencia internacional en Munich (29 de septiembre) a la cual tenían que
acudir el primer ministro inglés (Chamberlain) y el francés (Édouard Daladier),
y también Mussolini. Significativamente, los representantes checoslovacos y
soviéticos fueron excluidos.

En virtud de lo que se denominó política�de�apaciguamiento, Londres


y París cedieron a las exigencias de Hitler y obligaron al gobierno che-
co a hacer lo mismo. De esta manera, la Alemania nazi se anexionó el
territorio de los Sudetes sin disparar ni un solo tiro y, de esta manera,
Checoslovaquia perdió su poderosa línea fortificada, que pasaba justa-
mente por esta franja del suelo. Y no sólo perdió esto, sino también los
Arthur Neville Chamberlain, primer ministro de
importantes recursos económicos de los que disponían los Sudetes: el Gran Bretaña. (1869-1940)

93% de la producción de lignito, más de la mitad de la producción de


carbón y el 46% de la producción de energía eléctrica. En conjunto se
calcula que, con las áreas cedidas, Checoslovaquia perdió de golpe un
tercio de la capacidad exportadora que tenía.

Con sus treinta y cuatro divisiones bien equipadas y su cadena de fortificacio-


nes, Checoslovaquia sólo habría caído presentando una fuerte resistencia. Sin
embargo, la política de apaciguamiento francobritánica decidió el destino de
su aliado y con esto generó polémica y un "síndrome del 38" que ha llegado
hasta nuestros días y que se ha reencarnado en distintos conflictos recientes.
No obstante, las circunstancias del appeasement son, en realidad, muy particu-
lares de la época en la que se vivieron.
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El recuerdo de la Gran Guerra y la terrible dureza que la caracterizó tuvo mu-


cho peso en la decisión francobritánica, pero también tuvieron su papel otros
factores. Uno muy importante era el miedo real de la intervención de la Unión
Soviética en el conflicto.

Se puede decir que a finales de los años treinta, la prevención ante el


comunismo soviético era mayor en Occidente que el temor a Hitler. De
hecho, y por parte británica, se mantuvo viva la esperanza de que la
Alemania nazi se convirtiera en el gran contrincante de los soviéticos y
se olvidara de las potencias occidentales. Porque, para Londres, la Unión
Soviética era una amenaza real para el lmperio en Asia central.

Asimismo, el final de la Gran Guerra era reciente y todavía no se había conso-


lidado, ni siquiera mínimamente, el diseño de las fronteras en la Europa cen-
tral y oriental después de la disolución del Imperio Austrohúngaro. De una
manera vaga, en las cancillerías occidentales se pensaba que las exigencias de
Hitler se verían con el tiempo como el reajuste en el reparto de la herencia
austrohúngara, basada en un nebuloso principio de autodeterminación que,
al fin y al cabo, era lo que habían defendido las potencias ganadoras de la
Primera Guerra Mundial.

Finalmente, los checos no mostraron un espíritu combativo, de la misma ma- La doctrina del
nera que tampoco lo mostraron en 1948, ni en 1968, durante la invasión so- bombardeo estratégico

viética. Significativamente, el Estado checoslovaco se descompuso en 1993 sin El itaIiano�Giulio�Douhet


pasar por los traumas del naufragio yugoslavo. En 1938, sin embargo, ni los (1869-1930) estableció las ba-
ses en su obra El dominio del ai-
franceses ni los británicos confiaban en la capacidad militar de Checoslova- re (1921), que tuvo una gran
repercusión en los ambientes
quia y, a la hora de la verdad, no había ningún plan para ayudarla militar- militares de los años veinte y
mente, y menos aún si no se contaba con los soviéticos. Además, Hitler había treinta.

amenazado explícitamente con utilizar a fondo el poder�aéreo�estratégico,


una doctrina militar muy en boga durante los años treinta y según la cual una
potencia podía vencer a un país enemigo si arrasaba la industria y las ciudades
utilizando casi exclusivamente la aviación.

1.6. La crisis de Danzig

En otoño de 1938, Hitler se había embarcado en una espiral imparable basada Ved también
en los éxitos sorprendentes que había tenido y en una pérdida del sentido de
Recordad que en el apartado
las proporciones. 1.1.1 del módulo "El mundo
de entreguerras" se habla del
tema de Danzing al tratar las
consecuencias de los tratados
de paz posteriores a la Primera
Guerra Mundial.
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A duras penas se habían apagado los recelos de la conferencia de Mu-


nich, que ya planteó la necesidad de solucionar el problema del�corre-
dor�de�Danzig.�En principio, la nueva reivindicación alemana no tenía
la entidaddel contencioso sobre los Sudetes. Se trataba de construir un
sistema de carreteras que mejorase las comunicaciones entre Alemania
y su provincia de Prusia oriental, separada por la lengua de territorio
que se había concedido a Polonia como salida al mar, después de la Pri-
mera Guerra Mundial.

Sin embargo, después de todo lo que había pasado, nadie podía creer en una
supuesta buena fe por parte de Hitler. Además, en marzo de 1939 las tropas
alemanas invadieron lo que quedaba de Checoslovaquia. Chequia se convirtió
en el protectorado de Bohemia y Moravia, bajo la tutela directa de Berlín, y
Eslovaquia sobrevivió como estado independiente pero sin una extensa franja
de territorio, que se apropió Hungría (aliada de Alemania), y sin el enclave
industrial y minero de Teschen, que pasó a manos polacas. En el mes siguiente,
la Italia fascista ocupó Albania, también sin resistencia, y la transformó en una
colonia.

Paradójicamente, Mussolini había actuado por despecho ante la prepotencia


de Hitler, que con su brutalidad había puesto en duda la tarea mediadora del
Duce en Munich. Sin embargo, aunque estas agresiones no hubieran sido pac-
tadas por las dos potencias totalitarias, los acontecimientos no dejaban dudar
de la voracidad de Hitler y Mussolini, y descartaban la idea de que la negocia-
ción y el apaciguamiento fueran procedimientos eficaces como respuesta a sus
exigencias.

A todo esto se añadía la proverbial combatividad polaca basada en el naciona-


lismo firme: Varsovia se negó en redondo a negociar la más mínima concesión
a los alemanes, incluso cuando, en algunos momentos de debilidad, ingleses
y franceses presionaron para que cediera.

1.7. El pacto nazisoviético

El verano de 1939 fue un periodo de confusión e histeria entre las potencias


occidentales, que desembocó en un verdadero golpe de efecto: la firma del
pacto� de� no� agresión� nazisoviético, o pacto Ribbentrop-Molotov (por el
nombrede los respectivos ministros de asuntos exteriores), el 23 de agosto de
1939. Las dos partes habían llevado las negociaciones en secreto estricto, y
cuando el acuerdo salió a la luz, sorprendió a todo el mundo. Nadie podía
imaginar que las dos potencias totalitarias, teóricamente adversarias en el te-
rreno ideológico, pudieran llegar a una alianza contra natura. Sin embargo,
tenía su lógica.
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Los alemanes, dispuestos a recurrir a la guerra contra Polonia, se cubrían


ante la posibilidad de una intervención soviética. Moscú todavía tenía
más razones.

Además de que no estaban preparados militarmente para una confron-


tación contra los alemanes (las purgas de 1937 habían devastado el cua-
dro de mandos del Ejército Rojo), los soviéticos consideraban que las
fronteras orientales de Polonia, obtenidas en la guerra de 1920 y que
penetraban profundamente en la URSS, eran producto de la rapiña.

Asimismo, Stalin estaba desesperado ante la crónica desconfianza francobritá-


nica, que apartaba a la Unión Soviética de cualquier intento de intervención
en las tensiones de la Europa oriental: la última oferta de crear una alianza
entre franceses, británicos y soviéticos, que París y Londres rechazaron, se ha-
bía producido a mediados de abril.

El pacto Ribbentrop-Molotov indicaba un punto de no retorno para las dos


partes, las cuales ya no tenían interés en evitar una guerra que, pensaban, les
reportaría beneficios rápidos y seguros.

El primer día de septiembre, Alemania declaró la guerra a Polonia y a conti-


nuación sus ejércitos se lanzaron a invadir el país. Algunos días más tarde, las
tropas de la Unión Soviética atravesaban la frontera oriental y recuperaban
prácticamente sin resistencia los territorios que habían perdido en 1920. Los
alemanes recibieron con cierta sorpresa la declaración de guerra de Francia e
Inglaterra, que transformaba la invasión de Polonia en una contienda de ran-
go continental.
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2. La primera mitad de la contienda: una guerra


europea

Hasta la entrada de Estados Unidos y Japón en la Segunda Guerra Mundial, en


el año 1941, se puede considerar que el conflicto era únicamente de alcance
europeo, para resolver temas que habían quedado pendientes incluso después
de la Guerra de 1914.

La campaña�polaca duró poco más de un mes. La rápida conquista demostró


que los alemanes estaban revolucionando la manera de hacer la guerra con
su Blitzkrieg ('guerra relámpago'), en la cual combinaban rápidas maniobras
envolventes ejecutadas por formaciones motorizadas con el masivo apoyo aé-
reo táctico.

No sólo era nuevo el uso de unidades compactas de carros de combate, sino


también el de toda una amplia gama de vehículos de apoyo especializados
diseñados expresamente para este tipo de guerra, y también la aviación de
asalto, encarnada en un preciso avión de bombardeo ligero capaz de destruir
blancos reducidos: el Junkers Ju 87 Stuka.

Al fin y al cabo la esencia del nuevo tipo de guerra era la velocidad de pene-
tración en el frente enemigo.
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Segunda Guerra Mundial. La 'guerra relámpago' (1939-1940)

2.1. La fase de incertidumbre o drôle de guerre

Mientras tanto, en el oeste, los franceses y los británicos, que todavía confia-
ban en las lecciones tácticas de la Primera Guerra Mundial, esperaban atrin-
cherados detrás de la poderosa muralla defensiva francesa conocida como la
línea�Maginot. Fue lo que la prensa aliada denominó con ironía la Sitzkrieg o
'guerra sentada'. Los francobritánicos se resistían a iniciar la ofensiva en pro-
fundidad contra Alemania –para la cual tampoco había planes precisos–, y
Hitler intentaba zafarse con propuestas de paz.

La Internacional�Comunista, en sintonía con la alianza germanosoviética,


clamaba por la paz contra la "guerra imperialista". La desidia aliada quedó pa-
tente cuando se planeó, sin éxito, una intervención contra la URSS, que desde
noviembre de 1939 había lanzado un ataque contra Finlandia. Los soviéticos
experimentaron fuertes pérdidas antes de doblegar a los solitarios fineses en
marzo del año siguiente.
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Por lo tanto, el invierno de 1939 a 1940 fue un periodo de cierto desconcier-


to. Los alemanes habían aplastado con mucha velocidad a los polacos, pero
habían acabado la campaña con la maquinaria militar extenuada, sin apenas
reservas.

En contra de la opinión de Hitler, el Estado Mayor alemán sabía que la Wehr-


macht necesitaba tiempo para rearmarse nuevamente e intentar golpear el oes-
te.

Hitler esperaba una paz con británicos y franceses, ya que no se acababa de El rearme alemán
creer que los occidentales fueran a la guerra por un aliado tan distante como
El rearme alemán de los años
Polonia, que, además, se había hundido con tanta facilidad. treinta se había hecho (como
hemos visto en el punto 1.2)
teniendo en cuenta guerras
cortas y localizadas, y no pen-
Durante este compás de espera que duró siete meses, los alemanes con- sando en una conflagración de
alcance continental.
quistaron Dinamarca�y Noruega.�Esta última fue una campaña impro-
visada con el objetivo de evitar que las fuerzas anglofrancesas consiguie-
ran el control del acceso a las fuentes de materias primas escandinavas,
principalmente el hierro sueco. A la larga, los alemanes sacaron un gran
partido de las costas noruegas, donde instalaron bases navales y aéreas
para la ofensiva contra Gran Bretaña. Sin embargo, tuvieron que pagar
un precio muy alto en unidades de superficie perdidas durante la inva-
sión.

2.2. Derrota francesa y nueva pausa

Pero todo esto eran teatros de guerra colaterales que en conjunto refuerzan
la idea de que, después de la fulgurante campaña de Polonia, los dos bandos
vivieron un periodo de cierta desorientación.

El gran golpe al oeste llegó en mayo. En primer lugar, la Wehrmacht


asaltó Holanda�y�Bélgica�utilizando tropas de paracaidistas, otra inno-
vación fundamental de la guerra que mejoraba la estrategia básica de la
Blitzkrieg. A continuación, lostanques alemanes desbordaron el grueso
del ejército francés, hundido en la conclusión. La Fuerza Expedicionaria
Insignia de la Wehrmacht
Británica se pudo escapar del asedio, ya que fue evacuada por mar, a
Dunkerque. Sin embargo, Francia capituló y en el mes de junio pidió
un armisticio, a partir de un gobierno encabezado por el viejo mariscal
Pétain, héroe de la Gran Guerra. Aprovechando la derrota francesa, Ita-
lia entró en guerra en el último momento de la campaña.
© FUOC • P09/74529/00363 19 La Segunda Guerra Mundial

El triunfo alemán era fulminante, pero una vez más, desconcertante incluso
para sus mismos autores. Polonia había sido una presa fácil, pero Francia, la
principal vencedora de la Primera Guerra Mundial, estaba considerada como
una de las mayores potencias militares de Europa, y había sido derrotada en
un mes.

A partir de aquel momento, el objetivo siguiente del ejército alemán era Gran
Bretaña, la cual inicialmente se esperaba doblegar mediante ataques aéreos,
aplicando las doctrinas de bombardeo estratégico de Douhet. De todas mane-
ras, tampoco se descartaba la invasión.

La flota británica, sin embargo, poseía una gran superioridad, y el dominio


aéreo alemán sufría una excesiva dependencia de aviones tácticos de alcance
medio, y no disponía de bombarderos estratégicos, es decir, capaces de llevar
a cabo ataques a largas distancias. El asalto alemán desde el aire contra Ingla- El mariscal Pétain

terra –los aviones no podían llegar a Escocia o a Irlanda del Norte y volver a
sus bases– costó un precio demasiado alto ante la resistencia de los cazas bri-
tánicos que, además, disponían de un nuevo sistema de detección avanzada:
el radar. Contrariamente a lo que pasaba en Alemania, la aviación británica sí
que disponía de aviones de largo alcance y empezó una campaña de ataques
nocturnos contra el territorio alemán que duraron hasta el final de la guerra.

El radar

Acrónimo de Radio Detection and Ranging (detección por radio y determinación de distan-
cias), es un sistema de detección que se basa en las ondas de radio. Se aplicó en la guerra
aérea en 1935, a instancias de Churchill y de su amigo el científico F.A. Lindemann, que
se basó en los trabajos del Instituto Carnegie de 1925. En 1936 ya se podían detectar
aviones a 130 km de distancia.

Ante esta situación, reducida Francia, Hitler se encontró sin saber muy bien
qué objetivo tenía que perseguir a continuación. Acabó enviando tropas al
Mediterráneo, una zona geoestratégica que no le interesaba especialmente,
ante los fracasos de sus aliados italianos en los Balcanes y en el norte de África,
durante el otoño de 1940 y el invierno y la primavera de 1941.
© FUOC • P09/74529/00363 20 La Segunda Guerra Mundial

3. La segunda mitad de la contienda: una guerra


mundial

Durante algún tiempo, Hitler había pensado en la posibilidad de embarcarse


en la conquista de Oriente Medio, siguiendo los viejos planes del Imperio ale-
mán los años 1914-1918. No obstante, las nuevas formas de hacer la guerra
imponían nuevos objetivos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el hecho de poseer petróleo se había


vuelto esencial, pero teniendo en cuenta que Estados Unidos controlaba en-
tonces el grueso del negocio de la explotación y el monopolio del crudo a
escala mundial, los yacimientos soviéticos del Cáucaso se convirtieron en el
objetivo más codiciado de los alemanes. Además, Hitler buscaba dar el vuelco
decisivo a la guerra poniendo fin a la amenaza potencial del hasta entonces
pasivo aliado soviético con quien, de todas maneras, se consideraba que un
día u otro la guerra sería inevitable.

3.1. El ataque alemán a la Unión Soviética

Los éxitos obtenidos hasta aquel momento con la Blitzkrieg eran muy alenta- Resultados de la Blitzkrieg:
dores, y de hecho, los primeros resultados de la campaña contra la URSS, em- 1939-1941

pezada el 21 de junio de 1941, fueron optimistas. Polonia fue derrotada en 37


días; Dinamarca y Noruega, en
dos meses; Holanda, Bélgica y
Francia, en 38 días; Yugoslavia
Las fuerzas motorizadas alemanas asediaron enormes contingentes de y Grecia, en 22.

tropas soviéticas, y las avanzadillas alcanzaron las afueras de Moscú y,


además, asediaron Leningrado. Sin embargo, cuando llegó el invierno,
las temperaturas bajaron hasta límites que imposibilitaban incluso el
funcionamiento normal de los motores. Con las tropas inadecuadamen-
te preparadas para soportar estos rigores, la Wehrmacht agotó su capaci-
dad de mantener el ataque, que Hitler pensaba que en estas fechas ya
habría acabado.

Otra previsión que falló fue la del hundimiento político del sistema soviético,
una idea recurrente entre los enemigos de la Unión Soviética durante los años
anteriores a la guerra. Visto el régimen de terror que había impuesto Stalin, se
suponía que cualquier ataque exterior sería visto por la ciudadanía como una
liberación y que, por lo tanto, colapsaría el régimen.

En el norte�de�África, aunque era un escenario secundario, las armas germa-


noitalianas también fueron perdiendo energía ante la superioridad británica
en combustible e información. En Londres se había conseguido romper las cla-
ves de la máquina de cifrado, denominada Enigma, que los alemanes utiliza-
© FUOC • P09/74529/00363 21 La Segunda Guerra Mundial

ban para sus comunicaciones secretas. Fue una operación muy compleja, orga-
nizada por un pequeño ejército de expertos en criptoanálisis que crearon para
la operación máquinas de cálculo gigantescas, denominadas Colossus (1943),
verdaderos precedentes históricos de los modernos ordenadores.

Enigma
Alan Turing (1912-1954)
Era una máquina para cifrar mensajes basada en un sistema de rotores o discos rotati-
vos que, puesto que suministraban combinaciones aleatorias cada vez, hacían posible un Fue uno de los componentes
enorme juego combinatorio de claves. Desde que empezó la Segunda Guerra Mundial, los del equipo de descifradores de
Enigma, uno de los más gran-
alemanes suponían que todas sus comunicaciones secretas eran absolutamente indesci-
des matemáticos del siglo XX
frables y, de hecho, lo continuaron creyendo así hasta el final de la contienda. y protagonista destacado en
la fundación de la informática
teórica.
3.2. Japón entra en guerra

Unos cuantos meses después del comienzo de la campaña de Rusia, las tropas
alemanas se detenían frente a Moscú a raíz del efecto combinado de dos causas:
el invierno ruso y la resistencia soviética. Mientras tanto, en el otro extremo
del mundo, Japón entraba de pleno en la Segunda Guerra Mundial con un
ataque por sorpresa dirigido contra la flota norteamericana del Pacífico.

3.2.1. El expansionismo imperial japonés (1895-1940)

Los antecedentes de la entrada de Japón en la guerra se remontaban a unos


cuantos años antes. Empeñado en convertirse en la potencia�imperial más
importante de Asia, Japón aplicaba un programa de expansión territorial que
arrancaba de los últimos años del siglo XIX.

Después de la�guerra�de�1894-95�con China, consiguió la posesión de la isla de


Formosa. La victoria sobre el Imperio ruso en la guerra�de�1904-05 convirtió
a Japón en una potencia que controlaba Corea, Puerto Arthur y la Manchuria
meridional. Después de la Primera�Guerra�Mundial�obtuvo de la Sociedad de
Naciones el mandato sobre las posesiones alemanas en China y el Pacífico.

En el año 1927, el general Tanaka, ministro de defensa, elaboró un me-


morándum en el que reivindicaba una política de expansión que lleva-
ría a la hegemonía de Japón sobre el resto de los países de Asia. Cuatro
años más tarde, las tropas japonesas aprovecharon un incidente militar
para ocupar Manchuria, que se transformó, en 1932, en el estado títere
de Manchukuo.�A partir de aquí,los japoneses conquistaron las provin-
cias chinas de Jehol y Chahar.

3.2.2. La Blitzkrieg japonesa

En el año 1937, un incidente militar con las tropas chinas, en el puente Marco
Polo de Pekín, desencadenó una nueva guerra, esta vez a gran escala. El ejér-
cito nipón invadió importantes extensiones de territorio chino e instauró un
© FUOC • P09/74529/00363 22 La Segunda Guerra Mundial

gobierno filojaponés en Nanquín (1938). Este mismo año, y aprovechando la


derrota de Francia frente a los alemanes, Japón tomó posesión de sus colonias
en Asia, y ocupó Indochina sin disparar un solo tiro.

A pesar de todo, la máquina de guerra japonesa también estaba cada vez más
falta de derivados del petróleo y de metales. En la medida en que los estra-
gos de la guerra submarina alemana en el Atlántico Norte acercaban Estados
Unidos a Gran Bretaña, la causa china se beneficiaba colateralmente, y una
creciente hostilidad hacia Japón hizo que el gobierno del presidente Roosevelt
embargara el envío de materiales estratégicos a los nipones (verano de 1940
y ampliado el verano de 1941).

Ante la amenaza del ahogo económico, las facciones militares japonesas im- Lectura complementaria
pusieron una línea dura. En octubre de 1941 el gabinete del príncipe Konoye
A.�Irike�(1987). The Origins
Fumi Maro cayó y fue sustituido por el general Tojo; con este general se tomó of the Second World War in
la decisión de atacar simultáneamente a los norteamericanos, los británicos y Asia and the Pacific. Londres:
Longman.
los holandeses para asegurarse el acceso al petróleo y a las valiosas materias
primas de Malasia e Indonesia.

La guerra empezó el 7 de diciembre de 1941 con un ataque por sorpresa a la


flota norteamericana del Pacífico fondeada en la base de Pearl�Harbour, en las
islas Hawai. Allí se hundieron siete acorazados y se destruyeron ciento veinte
aviones.

Entre esta fecha y mayo de 1942, los japoneses lanzaron su Blitzkrieg


particular en el Pacífico y en Extremo Oriente, y barrieron todaoposi-
ción: hundieron el grueso de la flota norteamericana en este océano,
y también las principales unidades británicas, y se acercaron peligrosa-
mente a Australia. Conquistaron Hong Kong, Malasia, Singapur, las In-
dias Orientales holandesas y Filipinas, que en aquel momento estaban
bajo dominio norteamericano. Consiguieron la colaboración de Tailan-
dia, invadieron la mayor parte de Birmania y llegaron a las puertas de
la India.

Hay que recordar que, si bien Hitler aprovechó el ataque japonés a Pearl Har-
bour para declarar la guerra a Estados Unidos, los japoneses no hicieron lo
mismo con la Unión Soviética, ya que no tenían poder militar para plantarle
cara y, además, necesitaban las manos libres en el norte para actuar en Extre-
mo Oriente y en el Pacífico.
© FUOC • P09/74529/00363 23 La Segunda Guerra Mundial

3.3. El nuevo orden

El ataque alemán contra la URSS y el golpe japonés a la flota norteamericana


del Pacífico, que tuvieron lugar los dos en 1941, dieron a la guerra de 1939
una dimensión planetaria que hasta entonces no tenía.

A pesar de que había una alianza germanonipona previa y que por los
dos bandos se desarrollaron planes tan ambiciosos como irreales, el�Eje
Berlín-Roma-Tokio�nunca consiguió coordinarse de manera seria con
respecto a objetivos militares y estratégicos. En buena parte, porque en-
tre Japón y Alemania había una enorme distancia que en gran medida
correspondía a territorio enemigo. Además, sin embargo, y sobre todo,
porque las potencias fascistas nunca consiguieron superar su perspecti-
va regional en aquello que a partir de 1941 se convirtió en una guerra
mundial.

Cada uno por su parte, Japón, Alemania e Italia intentaron rediseñar su pro-
pio nuevo orden, que consistía en un sistema de estados satélites, duramente
supeditados a los intereses del pueblo conquistador:

1)�Japón inició el proceso ya antes de la guerra mundial con la creación de


Manchukuo, convertido en "imperio" en 1934 y liderado por el emperador
Pu Yi: unverdadero anacronismo político propio del siglo anterior. Cuando
emprendieron la guerra contra americanos, británicos y holandeses, los japo-
neses lanzaron la consigna "Asia para los asiáticos".

Pu Yi. El último emperador

Pu Yi fue el último emperador de China. Obligado a abdicar al proclamarse la República


en 1912, colaboró con los japoneses, que lo coronaron emperador del estado de Man-
chukuo, cargo que ostentó entre 1934 y 1945. Al acabar la guerra mundial fue capturado
y entregado a las autoridades chinas, que lo mantuvieron bajo custodia hasta 1959.

Líderes nacionalistas pero colaboracionistas con los japoneses

Subhas�Chandra�Bose, en la India británica, que nunca estuvo ocupada por los japone-
ses.

Ba�Maw, en la Birmania ocupada.

José�P.�Laurel, en Filipinas. Tenían independencia nominal, pero bajo ocupación japo-


nesa.

Pu�Yi, en el imperio independiente de Manchukuo.

Wang� Tsing-wei, en el gobierno reformado de la China ocupada, con independencia


nominal.

Ahmet�Sukarno, en las Indias orientales holandesas, bajo ocupación japonesa.


© FUOC • P09/74529/00363 24 La Segunda Guerra Mundial

Sin embargo, el programa japonés se inscribía en el concepto Esfera�de�Co-


prosperidad�Asiática (formulado en 1940), que concebía Japón como centro
de unnuevo imperio. Por lo tanto, su discurso antiimperialista implicaba en
realidad la sustitución de una raza dominante por otra.

2) En Europa, el Gran�Reich alemán creó una estructura propia de paísesde-


pendientes, a partir de una jerarquía bien elaborada:

El Gran Reich

a) En el escalafón superior se encontraban las poblaciones, países y territorios


germánicos, incorporados directamente en el nuevo Estado: desde Austria o
los Sudetes hasta los Volksdeutsche, o grupos étnicos germánicos en los países
del Este, pasando por una parte de Eslovenia.

b) A continuación estaba el círculo de los territorios administrados�directa-


mente, algo parecido a marcas o provincias exteriores. Éstas eran el gobierno
central de Polonia y el protectorado de Bohemia y Moldavia. Después de la
invasión de la URSS se incorporaron los llamados Territorios del Este.

c) En tercer lugar se encontraban los aliados� del� Reich, que se dividían en


los estados que ya existían antes de la guerra (Hungría y Rumanía) y los que
se crearon durante la contienda a partir de las victorias alemanas (Croacia y
Eslovaquia).
© FUOC • P09/74529/00363 25 La Segunda Guerra Mundial

d) En cuarta posición se situaban los estados�ocupados�militarmente�que, a


su vez, disfrutaban de niveles diferentes de confianza por parte de Berlín: No-
ruega, Dinamarca, Países Bajos, Bélgica y Francia, y en las últimas posiciones,
Serbia y Grecia. En todos estos países había colaboracionistas locales.

3)�Italia también intentó crear su propio nuevo orden, que quizá era el má-
santicuado de los tres, ya que sólo pretendía recrear formas imperiales ocho-
centistas, que implicaban arreglos dinásticos con el trono de Saboya. De esta
manera, Víctor Manuel III se convirtió en rey-emperador al ceñirse las coronas
de Italia y Etiopía, incluyendo en este reino la Albania ocupada.

Por el acuerdo de Roma, firmado en mayo de 1941, Croacia se convertiría en


una monarquía y el rey provendría de la casa de Saboya: el candidato, que
nunca llegó a subir al trono, fue el duque de Spoleto.

El hecho de que la esposa de Víctor Manuel, la reina Elena, fuera montenegrina


también sirvió para que los italianos conspiraran para reinstalar la monarquía
en este pequeño país balcánico. En Roma, incluso se especuló con la posibili-
dad de una restauración monárquica en la España franquista, implantando un
rey de la casa de Saboya. Para el resto, Italia se adjudicó el control directo de
regiones más o menos limítrofes, en Francia o en Croacia (costa dálmata).

Todos estos proyectos casi no podían disimular la voluntad imperialista, que,


además, en el caso japonés y alemán, iba acompañada por un menosprecio
racial que justificaba cualquier tipo de actividades represivas violentas.

El dominio japonés en Asia resultó mucho más despiadado que el que ejer- Higiene racial
cieron los occidentales. Y eso que en Europa los nazis llegaron a organizar
Para alcanzar sus objetivos
la eliminación sistemática y masiva de grupos raciales completos –como los ideológicos de higiene racial,
judíos y los gitanos– en nombre de la pureza racial. A los enemigos eslavos, el nazismo impuso un fenome-
nal derroche de recursos, sin
considerados en líneas generales una "raza inferior", les esperaba un futuro de otra finalidad que el genocidio,
que costó la vida a entre cua-
esclavitud. tro y seis millones de personas.

La solución final

Consistía en la eliminación de las poblaciones judías de Europa utilizando técnicas in-


dustriales, y fue decidida por un grupo de jerarcas nazis, encabezados por Heydrich, en
la denominada conferencia�de�Wannsee, en enero de 1942. La decisión de dar este paso
siguió a la invasión de la Unión Soviética, donde los alemanes encontraron las mayores
concentraciones de población judía europea –especialmente en Galitzia. Polonia, donde
se instalaron los campos de exterminio, estaba destinada a convertirse en el matadero
de Europa.

En resumen, todos los proyectos fascistas para rediseñar un sistema interna-


cional fueron sueños con un horizonte limitado, propuestas para un mundo
más estrecho que el que pretendían reconstruir los aliados, partidarios de las
"patrias libres", en un nuevo sistema de Naciones Unidas, aunque también en
este caso hubiera omisiones. Es sobre todo en este planteamiento donde hay
que buscar las causas de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial.
© FUOC • P09/74529/00363 26 La Segunda Guerra Mundial

Auschwitz

En el campo de concentración de Auschwitz, en el sureste de Katowice, en Polonia, mu-


rieron 3 millones de prisioneros, la gran mayoría judíos, pero también polacos y rusos.

3.4. Las Naciones Unidas

Ante las potencias del nuevo orden, los aliados organizaron a su alrededor una
gran coalición. Ésta agrupaba el Imperio Británico (con todos sus dominios
menos Irlanda, que aprovechó la ocasión para romper cualquier vínculo con
los ingleses), Estados Unidos de América y la Unión Soviética, además de la
"Francia libre", la "China libre" y, en general, los países invadidos por el Eje con
gobiernos democráticos en el exilio, y todas las repúblicas latinoamericanas
que reflejaban la posición norteamericana, especialmente México y Brasil.

Esta gran alianza, autodenominada Naciones�Unidas�para indicar que


integraba un gran frente de pueblos agrupados en defensa de la libertad,
acabó de transformar la guerra en una contienda propiamente mundial.
Ahora bien, mundial con relación a las consecuencias politicoeconómi-
cas y no a las operaciones bélicas, ya que éstas nunca tuvieron lugar ni
en el África negra ni en el continente americano.

Las guerras irregulares, los movimientos�guerrilleros que surgieron en cual-


quier lugar de los países ocupados por las fuerzas del Eje, desde Francia hasta
Filipinas, pasando por la Unión Soviética, China, Italia o Yugoslavia, se con-
virtieron en actores de la guerra, cuyo poder de legitimación política fue más
importante a la larga que la fuerza militar real de la que disponían.

La representación de la lucha antifascista recayó sobre todo en la lucha de


los pueblos en armas, más que en los ejércitos de las potencias. Fueron las
naciones del bando aliado (no los estados), las libres y las que sufrían bajo la
ocupacióndel invasor, las que combatieron el totalitarismo, y esta imagen es el
origen del concepto de Naciones�Unidas, que nació con una fuerza simbólica
asimilable al concepto de cruzada.

La creación de las Naciones Unidas sirvió como coartada para presentar la


Unión Soviética de Stalin (que todavía tenía presentes los millones de deteni-
dos por motivos políticos y las víctimas de las purgas de 1936-37) como un
miembro más del frente de las naciones democráticas: era el pueblo soviético
que luchaba contra los nazis invasores en las trincheras y en la retaguardia
enemiga, en forma de guerrilleros.
© FUOC • P09/74529/00363 27 La Segunda Guerra Mundial

Ved también
A partir de estas ideas, una vez acabada la guerra, en 1945 se construyó la
Organización�de�las�Naciones�Unidas (ONU), en una conferencia que En el apartado 1.2 del módu-
lo "El mundo de entreguerras"
reunió a todas las potencias antieje en San Francisco. Este organismo era hemos tratado el tema de la
fundación de la Sociedad de
una versión mejorada de la Sociedad de Naciones, que surgió a raíz de la Naciones.
Primera Guerra Mundial (de hecho, heredó algunos organismos como
la Organización Internacional del Trabajo o el Tribunal Internacional
de la Haya). En esta ocasión, sin embargo, y a diferencia de lo que pasó
en los años veinte, la nueva organización de seguridad internacional se
estructuró en torno a los dos grandes vencedores: la Unión Soviética y
Estados Unidos, que en la desaparecida SDN sólo eran unos elementos
secundarios, tardíos o ausentes.

La composición de la Organización de las Naciones Unidas

En San Francisco se acordó que las piezas centrales de la ONU fueran dos:

1) La Asamblea�General. Era el organismo deliberante en el que participarían las repre-


sentacionesde todos los estados soberanos del mundo, sin distinción: a cada estado le
correspondía un voto.

2) El Consejo�de�Seguridad. Encargado de mantener la paz en situaciones de crisis, se


compondría de quince miembros: cinco permanentes, uno por cada una de las que en-
tonces se consideraban grandes potencias: Estados Unidos, la Unión Soviética, China,
Gran Bretaña y Francia. Además, participarían diez miembros más, en régimen de rota-
ción bianual, escogidos por la Asamblea General; de todas maneras, las grandes potencias
representadas disponían de derecho de veto.

Las Naciones Unidas tenían inicialmente 51 países miembros, muy implicados en la re-
ciente guerra contra el Eje.

3.5. La ofensiva contra el Eje

A partir de 1943, los alemanes y los japoneses empezaron a retroceder en todos


los frentes. Para los primeros, la batalla decisiva fue Stalingrado, en la Unión
Soviética, que se libró durante el otoño y el invierno de 1942 a 1943. Los
japoneses empezaron a perder recursos y combatientes irreemplazables en las
grandes batallas aeronavales en el sur del Pacífico, pero sobre todo en Midway.
A partir de estos grandes choques, los aliados continuaron presionando sobre
el enemigo hasta la victoria final, en 1945.

3.5.1. El frente del este

En Europa, la Unión Soviética aguantó en solitario la gigantesca embestida


alemana hasta que se empezaron a producir, enel oeste, los primeros desem-
barques angloamericanos, primero en África del Norte y después en Italia (Si-
cilia, Salerno y Anzio), durante el periodo comprendido entre noviembre de
1942 y enero de 1944.

De todas maneras, ni las batallas en el escenario magrebí ni la resistencia en


Italia comprometieron a grandes contingentes de tropas alemanas; a pesar de
esto, éstas consiguieron moderar decisivamente el avance aliado. Por lo tan-
© FUOC • P09/74529/00363 28 La Segunda Guerra Mundial

to, hay que considerar que los soviéticos soportaron, de hecho, la parte im-
portante del esfuerzo bélico aliado hasta que los angloamericanos iniciaron
el asalto decisivo de la Europa ocupada con el decisivo desembarque en las
costas francesas de Normandía, en junio de 1944.

En el momento del desembarco de Normandía, sin embargo, las tropas sovié-


ticas ya habían infligido a las fuerzas alemanas su primera gran derrota en
la batalla de Stalingrado�(septiembre del 1942-enero de 1943), ya habían ga-
nado el mayor duelo de carros de combate de toda la guerra (6.000 tanques:
Kursk, julio-agosto de 1943) y, finalmente, habían expulsado a los invasores
del territorio soviético (verano de 1944).

El enfrentamiento rusogermánico fue, sin duda, el más cruento de toda


la Segunda Guerra Mundial, tanto por las connotaciones políticas que
contenía (totalitarismo nazi contra totalitarismo soviético), como por
las connotaciones raciales, ya que los alemanes consideraban que los
pueblos de la URSS eran biológicamente inferiores. En muchos aspectos,
sobre todo con respecto a los alemanes, esta guerra se entendió como
una guerra de exterminio.

Además, la geografía y la climatología extrema de un teatro de guerra inmen- Siberia


so imponían enormes sacrificios a los contendientes, que debían hacer frente
Siberia fue el destino de los
a las rigurosas temperaturas invernales, el barro de la primavera o las nubes tártaros de Crimea, de Ios
de polvo de las estepas en verano. La masiva implicación de la población ci- mesketis, los calmucos, los ale-
manes del Volga y de Ios che-
vil también fue despiadada: por parte alemana se tradujo en la utilización de chenos; y esto mismo pasó
con miles de bálticos, judíos y
mano de obra esclava y ejecuciones de represalia en masa. Por parte soviética, otras poblaciones del este de
Europa.
en traslados forzados de poblaciones enteras, bien formando parte del despla-
zamiento de centros productivos hacia zonas seguras de los Urales, bien como
castigo; todo lo cual se hizo con muchas etnias, que fueron deportadas a Sibe-
ria sospechosas de haber colaborado con el invasor.

Finalmente, la enorme magnitud de la resistencia guerrillera en la retaguardia


alemana todavía enrareció más la situación. Aunque actualmente es difícil de
calcular, se estima que en esta enorme campaña perdieron la vida unos veinte
millones de personas.

Por su parte, los alemanes, que estaban seguros de que alcanzarían con
rapidez los centros políticos de la URSS en sus primeras semanas de in-
vasión, habían descuidado la posibilidad de cerrar alianzas con los pue-
blos sometidos por el régimen de Moscú y formar ejércitos auxiliares
locales basados en sentimientos nacionalistas.
© FUOC • P09/74529/00363 29 La Segunda Guerra Mundial

Cuando quedó claro que la guerra contra los soviéticos sería larga, empezaron
a utilizar unidades auxiliares formadas por ex prisioneros, cosacos o individuos
de las diferentes etnias del Cáucaso (armenios, azerbaiyanes, georgianos, cal-
mucos, turcos), que siempre habían conservado un sentimiento de identidad
nacional. Incluso dispusieron de un general ruso capturado, Andrei Vlasov,
que se prestó a organizar un ejército de liberación nacional que llegó a tener
50.000 hombres.

A pesar de todo, el intento fracasó por los prejuicios antieslavos de los alema-
nes (especialmente de Hitler); ahora bien, las unidades de renegados soviéti-
cos sí que se utilizaron en el ejército alemán, pero sin insistir mucho en la
propuesta política de independencia para los pueblos de la URSS.

3.5.2. El frente occidental

Los angloamericanos desarrollaron un estilo de guerra más centrado en el ma- Lectura recomendada
terial, lo cual se manifestó en el enorme esfuerzo tecnológico que comportó
A.�Hillgruber�(1995). La Se-
el desembarco�en�Normandía, una de las mayores operaciones militares de gunda Guerra Mundial. Obje-
la historia. tivos de guerra y estrategia de
las grandes potencias. Madrid:
Alianza Universidad.
La muralla del Atlántico

El asalto a la "muralla del Atlántico" reunió a tres millones de soldados, 10.000 blindados,
más de un millar de barcos de guerra, 6.500 elementos de transporte y desembarque
(barcos, lanchas de desembarque, gabarras, diques flotantes y muelles artificiales), 20
millones de toneladas de material, y también 13.000 aviones. Sólo el día D, se consiguió
desembarcar a 156.000 hombres, 2.000 vehículos y 4.000 toneladas de material de guerra.

Este esfuerzo se mantuvo durante la ofensiva que reconquistó Francia y se


adentró en el Reich durante la segunda mitad de 1944 y los primeros meses
de 1945. El mando aliado no se aventuró en operaciones brillantes al estilo de
la Blitzkrieg alemana: en todo momento prefirió avanzar sobre seguro como
una mancha de aceite en crecimiento continuo. La absoluta superioridad aérea
angloamericana inmovilizó los posibles contraataques germánicos y desbarató
su movilidad.

Al final, tanto en el frente del este como en el del oeste, los alemanes
no llegaron a controlar los recursos energéticos necesarios para soportar
la presión de sus enemigos, y su densidad de población, aunque era
notable, no consiguió aportar los recursos humanos suficientes para un
esfuerzo bélico tan descomunal.

3.5.3. La guerra en el Pacífico y en Extremo Oriente

En la guerra contra los japoneses, las operaciones bélicas seguían una dinámica
parecida.
© FUOC • P09/74529/00363 30 La Segunda Guerra Mundial

En el continente asiático, ya fuera en China o en Birmania, se desarrollaron


batallas�clásicas�entre fuerzas de tierra, a pesar de que con resultados inciertos
hasta casi alfinal de la guerra. De hecho, los japoneses todavía lanzaron un
potente ataque contra la frontera oriental de la India entre marzo y julio de
1944.

En la retaguardia, las guerrillas filipinas, chinas o vietnamitas actuaron


contra el invasor japonés. Junto con sus contrapartidas europeas, abrie-
ron una nueva era en la estrategia moderna, no tanto por el concepto
de lucha guerrillera en sí mismo, que es mucho más antiguo, sino por la
posibilidad de coordinación y planificación –contactos por radio, apo-
yo aéreo, etc.– que ofrecía la tecnología militar.

Esta manera de combatir fue la punta de lanza de la lucha por la descoloniza-


ción en diferentes países. De hecho, en Extremo Oriente muchas fuerzas de
guerrillas no se llegaron a desmovilizar y, sencillamente, cambiaron de enemi-
go a partir de 1945: de los japoneses al poder colonial.

Mientras tanto, en el Pacífico, los angloamericanos habían detenido la pene-


tración japonesa en una serie de intensas batallas aeronavales que marcaron
todo un hito en la historia militar; de hecho, el enfrentamiento entre ameri-
canos y japoneses en el Pacífico fue tecnológicamente más moderno e inno-
vador que los que se libraron en otros frentes.

El enfrentamiento en aguas de Midway (junio de 1942) fue la primera derrota


naval japonesa en ciento cincuenta años y, sobre todo, supuso un golpe muy
duro, ya que la mitad de su flota de portaaviones, los verdaderos protagonistas
de la nueva manera de hacer la guerra, fue hundida.

Los norteamericanos acabaron de completar su obra en batallas sucesi-


vas que diezmaron definitivamente la flota japonesa de portaaviones:
la del mar�de�Filipinas (junio de 1944) y el golpe de gracia del golfo
de�Leyte (octubre de 1944).

En realidad, ya desde Midway, la verdadera tragedia japonesa era su incapaci-


dad para reponer las pérdidas. Igual que los alemanes, los planes estratégicos
iniciales de la guerra se habían elaborado confiando en una victoria rápida. El
alargamiento de la contienda significaba, a la fuerza, el hundimiento de los
mejores barcos y la muerte de los mejores tripulantes y aviadores. En cambio,
los norteamericanos continuaron construyendo más y más barcos y aviones
y superaron a los japoneses no sólo en número, sino también en calidad, con
el añadido de las innovaciones técnicas decisivas que aplicaron, por ejemplo
el radar.
© FUOC • P09/74529/00363 31 La Segunda Guerra Mundial

Por lo tanto, el curso de la guerra en Oriente estuvo muy relacionado,


como en Europa, con la capacidad industrial y tecnológica de los con-
tendientes, y no sólo con la producción de armamento. Las enormes ex-
tensiones oceánicas que había que cubrir, la jungla o los macizos mon-
tañosos que se tenían que flanquear, impusieron nuevos sistemas de
organización de los ejércitos o métodos y obras de ingeniería tan des-
mesurados o innovadores como la tortuosa carretera de Birmania o los
aeropuertos prefabricados en las islas del Pacífico.

Una vez se hubo detenido la progresión japonesa hacia la poderosa base nor-
teamericana de las islas Hawai en Midway y la ofensiva sobre el norte de Aus-
tralia en las batallas del mar�de�Coral y Guadalcanal, los norteamericanos
pasaron a la contraofensiva en el Pacífico.

Los combates en los desembarcos de isla en isla que culminaron en las puertas
de Japón fueron especialmente encarnizados. Los japoneses suplieron la pér-
dida de material militar con fanatismo y fueron frecuentes las batallas�has-
ta�el�último�hombre, que empezaron con el desembarco norteamericano en
el atolón de Tarawa (islas Gilbert) en noviembre de 1943 y continuaron enel
asalto a Saipan, la base más importante de las Marianas (junio-julio de 1944).
Allí, ante la derrota, no sólo se suicidaron los mandos, sino también los enfer-
mos del hospital y parte de la población civil japonesa, que se lanzó al mar
desde los acantilados.

La reconquista de Filipinas fue el golpe de gracia de la maquinaria militar ja-


ponesa en el Pacífico, pero, a pesar de todo, los japoneses continuaron resis-
tiendo ferozmente en cualquier lugar donde fueran atacados.

La isla de Okinawa, que ya era territorio japonés, se convirtió en el cenit de


la autoinmolación: la estrategia de los defensores pasaba únicamente por el
combate hasta la muerte y los ataques suicidas. Unidades compactas de avio-
nes kamikaze lanzaron 1.900 ataques sobre la escuadra americana que hun-
dieron 30 barcos, mientras que en tierra cayeron prácticamente los 120.000
soldados de la guarnición y buena parte de la población civil se suicidó. En
total, para conquistar una isla de 1.212 km2 de extensión, los norteamerica-
nos utilizaron medio millón de soldados y 11.457 barcos con 40 portaaviones;
tardaron casi dos meses en asegurarse el control de la isla (abril-junio de 1945)
y perdieron a unos 13.000 hombres entre marinos y soldados de a pie, además
de un millar de aviones de combate.
© FUOC • P09/74529/00363 32 La Segunda Guerra Mundial

La insistencia de los oficiales nipones en aplicar el código moral del


bushido (que utilizaban los antiguos samurai), la resistencia fanática y
las diferencias raciales y culturales extremas entre americanos y japo-
neses hicieron de la campaña del Pacífico un escenario tan despiadado
como el del frente del Este en Europa. Las actitudes de los unos eran
absolutamente incomprensibles para los otros, y al revés.

El ataque por sorpresa a Pearl Harbour y la dureza de la lucha sin cuartel en-
durecieron la actitud de los norteamericanos, especialmente la de los mandos
militares, que siempre buscaron la rendición incondicional de sus enemigos
excluyendo cualquier arreglo político.

En los meses finales de la guerra se desestimó el bloqueo activo de las islas de


Japón, que habría comportado una derrota con un coste humano menor para
los dos bandos, a favor de un asalto directo que se calculaba que podría pro-
vocar hasta un millón de bajas entre los norteamericanos. Después, se decidió
usar la�bomba�atómica�para acelerar la rendición japonesa.

El lanzamiento de dos bombas, una sobre Hiroshima�y otra sobre Na-


gasaki�(6 y 9 de agosto de 1945), provocó unos 80.000 muertos en el
primer caso y unos 40.000 en el segundo. Aparentemente, las cifras eran
superadas por las que había dado la incursión de bombardeo conven-
cional sobre Tokio, mediante bombas incendiarias, la noche del 9 al 10
de marzo de 1945 (83.000 muertes). Sin embargo, comparar el número
total de muertes no es el mejor método para demostrar la eficacia del
arma nuclear.

Cuando se examinan las cifras con relación a la densidad de población por km2
destruido, se obtiene que el número de víctimas en Hiroshima fue cuatro veces
superior al de Tokio (20.000 en el primer caso, contra 5.200 en el segundo).
Además, hay que añadir la cifra de muertes producidas por efecto de las ra-
diaciones en los cinco años siguientes; así, sólo en Hiroshima murieron, de
hecho, entre 240.000 y 270.000 personas.
© FUOC • P09/74529/00363 33 La Segunda Guerra Mundial

La seta resultante de la explosión de una bomba atómica.

La polémica sobre el porqué real del bombardeo atómico sobre Japón nunca se
ha extinguido. Se sabe que desde febrero de 1945, como mínimo, el empera-
dor se mostraba partidario de pactar la paz, y de hecho se hicieron peticiones
formales a los soviéticos para que actuaran como intermediarios. Sin embargo,
Stalin estaba más interesado en intervenir en la guerra en el último momento
para conseguir territorios en Extremo Oriente (Sakhalin y las islas Kurils). Es
evidente que en la decisión norteamericana tuvo un papel la demonización
del adversario (la propaganda incluso lo privaba de atributos humanos) y la
consideración política de aplastar literalmente a Japón y, de paso, probar la
nueva arma sobre un blanco real.
© FUOC • P09/74529/00363 34 La Segunda Guerra Mundial

4. El nuevo perfil de la guerra

Los japoneses pidieron la paz pocos días después del bombardeo atómico, y de Ved también
esta manera la guerra acabó por una acción desde el aire. Durante la Segunda
En el apartado 1.5 hemos
Guerra Mundial, la�aviación experimentó un avance extraordinario pero, so- hablado de la doctrina de
bre todo, se convirtió en una de las armas más decisivas. Paralelamente a la Douhet.

guerra en el suelo y el mar, hubo otra en el cielo. Hiroshima y Nagasaki no


fueron sino el punto final de un nuevo tipo de concepción estratégica que pa-
saba por el ataque masivo a los centros urbanos del adversario y cuyos oríge-
nes se remontaban a la doctrina del poder aéreo estratégico ideada por Giulio
Douhet.

Ingleses y alemanes lo estrenaron en la primera parte de la guerra con unos re-


sultados que ya en aquel momento eran impresionantes, aunque la Luftwaffe
ya había desarrollado la técnica del bombardeo en ciudades durante la Guerra
Civil�Española (Gernika y Lérida).

Sin embargo, la entrada en guerra de los norteamericanos aportó una potencia


desconocida hasta entonces. La ofensiva aérea sobre el cielo de Alemania costó
la vida a 550.000 civiles (sólo en Dresden murieron 35.000 en una noche). Los
ataques de los gigantescos bombarderos B-29 sobre Japón, a partir de diciem-
bre de 1944, también fueron devastadores, como indican las cifras que hacen
referencia a Tokio. Así pues, los ataques sobre ciudades hicieron desaparecer
la diferencia entre frente y retaguardia que había caracterizado a la Primera
Guerra Mundial. Los civiles también eran un objetivo.

De hecho, las necesidades de las flotas aéreas, que se enfrentaban en


verdaderas batallas autónomas, justificaron operaciones importantes de
la guerra. Los objetivos de la campaña del Pacífico fueron, casi siempre,
islas donde se podían establecer aeródromos propios o en las cuales el
adversario había construido los suyos. En algunas batallas navales, las
flotas no se llegaron a ver: los aparatos transportados en los portaavio-
nes decidían el duelo. En el Mediterráneo, los británicos destruyeron
la flota italiana desde el aire, y esto mismo hicieron los alemanes en el
Egeo con los ingleses.

Creta

La toma de Creta por parte de los aliados es un claro ejemplo de la utilización de la avia-
ción: la isla se invadió con un asalto de paracaidistas a gran escala. Los aliados también
utilizaron profusamente este nuevo tipo de tropas vinculadas al arma aérea.

Finalmente, las bombas voladoras V-1 o los cohetes V-2 creados por los ale-
manes (además de algunas experiencias con bombas inteligentes guiadas por
televisión), establecieron las pautas de lo que serían en el futuro los misiles de
© FUOC • P09/74529/00363 35 La Segunda Guerra Mundial

crucero o los balísticos. Con sus armas y tácticas, los ejércitos de la Segunda
Guerra Mundial marcaron la manera de hacer la guerra convencional hasta
finales del siglo XX, salvo, quizá, algunas variantes que aportó la guerra de
Vietnam.
© FUOC • P09/74529/00363 36 La Segunda Guerra Mundial

5. Las conferencias interaliadas

Contra todo pronóstico, las relaciones entre las grandes potencias aliadas fue-
ron buenas, e incluso cordiales, durante la Segunda Guerra Mundial. A pesar
de sus radicales diferencias ideológicas, capitalismo y comunismo se esforza-
ron a fondo para derribar el totalitarismo nazi. Sin embargo, la Segunda Gue-
rra Mundial era una contienda con unas dimensiones enormes, que nunca se
habían visto. Los frentes estaban muy separados entre sí, las potencias aliadas,
también. De la necesidad de coordinación militar fueron surgiendo las gran-
des conferencias interaliadas, a las cuales, en años posteriores, se les atribuyó
de manera exagerada el reparto del mundo entre los vencedores.

La primera de estas conferencias se convocó en Terranova, en agosto de 1941.


La Unión Soviética ya había entrado en guerra, pero Stalin estaba entonces
entre la espada y la pared, intentando detener la marea de la invasión alemana,
y su presencia en Terranova fue imposible.

En Terranova se reunieron Churchill y el presidente norteamericano


Roosevelt. Estados Unidos todavía no había entrado en la guerra, aun-
que eraprevisible que, al igual que en la Primera Guerra Mundial, la
campaña submarina alemana en el Atlántico conduciría a la interven-
ción norteamericana. De momento, Washington acudía con ayuda mi-
litar (de acuerdo con la Ley de Préstamos y Arrendamientos) en socorro
de los británicos. De la conferencia de Terranova surgieron unas decla-
raciones muy genéricas, sintetizadas en la Carta�Atlántica. En conjun-
to, tenían un tono idealista que recordaba mucho los catorce puntos
pronunciados por Wilson en 1917.

La Carta Atlántica

En la Carta Atlántica se recogían ocho principios de las políticas nacionales de los dos
países, "principios en los cuales basan su esperanza de un futuro mejor para el mundo".
Hay que destacar, entre estos principios, el enunciado de los grandes derechos de los
pueblos:

a) escoger la forma de gobierno (punto tercero),

b) libre comercio y circulación marítima (puntos cuarto y séptimo),

c) cubrir las necesidades más elementales y aspirar al progreso económico y social (puntos
cuarto y quinto),

d) vivir libres de temor (punto sexto).

Si se excluye la conferencia de Terranova, celebrada en agosto de 1941, entre


Churchill y Roosevelt cuando todavía no habían entrado en la guerra ni los
soviéticos ni los norteamericanos, se puede considerar que fue en las confe-
© FUOC • P09/74529/00363 37 La Segunda Guerra Mundial

rencias celebradas durante 1943 en Casablanca, El�Cairo y Teherán donde se


gestó la coordinación estratégica entre los aliados, en un momento en el que
ya tenían la iniciativa militar sobre las potencias del Eje.

La conferencia más importante en este aspecto fue la de Teherán; se


pactó el desembarco angloamericano en Francia para el año siguiente.
Además, Roosevelt expuso sus planes para la creación de un organismo
multinacional que asegurase la paz mundial después de la guerra (el em-
brión de la ONU). Y finalmente, se hicieron planes para invadir y des-
baratar a Alemania en regiones, con el fin de evitar que una vez acabada
la guerra se pudiera volver a recuperar como gran potencia militar.

El plan de Roosevelt

Según un plan elaborado por Roosevelt y presentado en Teherán, Alemania sería dividida
en las regiones siguientes:

1) Prusia;

2) Hannover y Noroeste de Alemania;

3) Sajonia y la región de Leipzig;

4) Hessen-Darmstadt, Hessen-Kassel y la zona sur del Rin;

5) Baviera y Baden-Wurttemberg.

Estas regiones serían autónomas, pero habría dos más que serían administradas por las
Naciones Unidas, visto el gran interés estratégico e industrial que tenían:

a) Kiel y su canal, más la ciudad de Hamburgo;

b) Sarre y el Ruhr.

El desembarco�en�Normandía se cumplió, como se había pactado en


Teherán, y en otoño de 1944 americanos y británicos habían reconquis-
tado casi toda Francia. En el otro extremo de Europa, los soviéticos ha-
bían expulsado las tropas alemanas de su territorio, y habían penetra-
do profundamente en Polonia y los Balcanes. El asalto final contra la
fortaleza de Hitler había empezado, pero en el horizonte aparecían in-
quietudes importantes.

A Churchill le preocupaba lo que pudieran hacer los soviéticos en la Europa


oriental una vez acabada la guerra, y por este motivo deseaba poder implicar a
Stalin en algún acuerdo que hiciera referencia al respecto. Con este objetivo,
y por iniciativa propia, concertó una cita con el líder soviético en Moscú.

Esta pequeña conferencia bilateral tuvo lugar el 9 de octubre; el estadista bri-


tánico propuso al dictador soviético un reparto de la Europa oriental en zonas
de influencia, con el fin de arrancarle algún tipo de concesión política sobre
los países del este. El mandatario británico desarrolló un esquema bastante
© FUOC • P09/74529/00363 38 La Segunda Guerra Mundial

torpe basado en los porcentajes de influencia que soviéticos y angloamerica-


nos deberían tener sobre los distintos países del Este. Este trozo de papel se
presentó muchas veces como la prueba irrefutable de la supuesta política cíni-
ca y calculadora desarrollada por los tres grandes en las conferencias aliadas.

Sin embargo, Churchill tenía una cierta razón: dado que ya habían prescrito
los objetivos a un año vista de la conferencia de Teherán, y como estadista
europeo, estaba más preocupado que los norteamericanos por el destino final
de la Europa oriental. El error del primer ministro británico consistió en pre-
sentar de una manera tan rudimentaria un problema tan complejo.

Porcentajes de predominio esbozados por Churchill en la conferencia


de Moscú, el 9 de octubre de 1944 (transcripción literal)

Rusia El�resto
(Gran�Bretaña�+�EE.UU.)

Rumanía 90% 10%

Grecia 10% 90%

Yugoslavia 50% 50%

Hungría 50% 50%

Bulgaria 75% 25%

Roosevelt no vio con buenos ojos estos acuerdos. Prefería una negocia-
ción global sobre todos los aspectos del conflicto. Esta nueva reunión
se celebró en Yalta, Crimea, en febrero de 1945. La célebre conferencia
tuvo gran fama después de la guerra, y ha permanecido en la memoria
popular como la reunión en la que el mundo se repartió entre los tres
grandes.

En realidad, sin embargo, Yalta fue una cumbre intermedia más, un eslabón
que tenía que conducir a la celebración de una gran conferencia de paz, una
vez acabada la guerra. Hasta entonces, las reuniones entre los grandes estadis-
tas se habían sucedido de manera bastante improvisada, tanto con respecto a
la organización como a los temas que se sometieron a discusión. En Yalta las
cosas seguían por este camino.

Hoy por hoy, las discusiones volvían a tener como epicentro la coordinación
militar. Se pensaba que las tropas aliadas deberían desembarcar en Japón, lo
cual comportaba una enorme pérdida de soldados. Aunque los norteamerica-
nos avanzaban en las investigaciones para obtener la bomba atómica, de mo-
mento los estadistas no deseaban confiar en un arma tan incierta. Inicialmen-
te se había pensado en China, pero con el tiempo se había podido constatar el
escaso entusiasmo del generalísimo Chiang Kai-shek, la deficiente preparación
© FUOC • P09/74529/00363 39 La Segunda Guerra Mundial

de su ejército y la poca fiabilidad de sus mandos. Por este motivo, Roosevelt


necesitaba la colaboración de otra gran potencia que dispusiera de recursos
humanos en abundancia.

El presidente norteamericano estaba empeñado en conseguir la ayuda de la


Unión Soviética y su numeroso ejército para dar el golpe de gracia a Japón,
algo que parecía imposible, ya que formalmente la URSS y el Imperio del Sol
Naciente no se habían declarado la guerra.

La Europa de Yalta y Potsdam

En Yalta, Churchill volvió a la carga para conseguir de Stalin la promesa de


elecciones libres en los países de la Europa oriental, pero el asunto no desper-
taba el entusiasmo de Roosevelt, que estaba más preocupado por el asalto final
contra Japón y la creación de la ONU, un proyecto originalmente suyo.

Stalin y Roosevelt negociaron en solitario una serie de acuerdos sobre estos


temas, mientras que los británicos se abstuvieron de participar en el compro-
miso. Por otro lado, el rechazo a la continuidad colonial de los grandes impe-
rios unía hasta cierto punto a los soviéticos y los norteamericanos, y esto no
gustaba a los británicos.
© FUOC • P09/74529/00363 40 La Segunda Guerra Mundial

En lo que todos estuvieron de acuerdo fue en el reparto de Alemania,


aunque tampoco entonces se pudo concretar mucho, dado que no se
habían estudiado a fondo las modalidades de este reparto ni las reper-
cusiones que podía tener. Eso sí, dado que los norteamericanos anun-
ciaron su deseo de evacuar militarmente Europa en el plazo de dos años
una vez acabada la guerra, Churchill insistió para que Francia obtuviera
también una zona de ocupación en Alemania.

La conclusión de las cuestiones tratadas en Yalta quedó aplazada para una


nueva reunión, que se tenía que celebrar después de la derrota de Alemania.
Fue la conferencia�de�Potsdam, cerca de Berlín, que tuvo lugar en julio de
1945.

Otra de las circunstancias que dieron fama a la conferencia de Yalta fue el


hecho de que se trató de la última vez que los tres grandes líderes aliados
se encontraron juntos, ya que Roosevelt murió repentinamente en el mes de
abril y la presencia de Churchill en Potsdam quedó abortada, en parte, por su
derrota en las elecciones, cuyos resultados se conocieron mientras transcurría
la conferencia.

Potsdam, al igual que Yalta, también acabó sin grandes conclusiones globales.
Una vez más se volvió a hablar de las fronteras de Polonia, y del proceso de
desnazificación o de la persecución y el procesamiento de los responsables po-
líticos de la Alemania nazi. Muchas cuestiones, sin embargo, quedaron apla-
zadas para que las resolvieran en sucesivas reuniones los ministros de asuntos
exteriores de las grandes potencias vencedoras.

Por lo tanto, la guerra acabó y en las grandes conferencias, sobre todo en Yalta y
Potsdam, los grandes actuaron como notarios de la nueva situación geopolítica
que habían creado las operaciones bélicas, más que como cerebros de la nueva
reordenación.

Los aliados occidentales tuvieron una influencia escasa sobre las zonas en las
que la realidad de la ocupación militar soviética dictaba sus normas. Y al revés,
en los países de la mitad occidental con unos partidos comunistas que habían
resultado fortalecidos por la guerra (Italia, Francia, Grecia) Moscú no consiguió
ejercer una influencia decisiva.

Alemania y Austria quedaron divididas en zonas de ocupación, más o menos


como habían planeado los ganadores, pero nadie sabía qué se haría después.
© FUOC • P09/74529/00363 41 La Segunda Guerra Mundial

No se convocó ninguna conferencia de paz como la que había tenido lugar a


finales de la Primera Guerra Mundial. Ni siquiera se firmó un tratado de paz
con los alemanes. Sí que se hizo entre los angloamericanos y el emperador de
Japón, pero no entre éste y los soviéticos, aunque Moscú les había declarado
la guerra durante el verano de 1945.
© FUOC • P09/74529/00363 42 La Segunda Guerra Mundial

Resumen

Indudablemente, la Segunda Guerra Mundial fue el mayor conflicto bélico del


siglo y uno de los más importantes de la historia de la humanidad, tanto por el
volumen de la destrucción que ocasionó como por los efectos posteriores que
comportó, tanto en un ámbito político como social y cultural. No obstante, es
importante recordar que este enfrentamiento de carácter bélico no se puede
circunscribir estrictamente al periodo 1939-1945: otras guerras, como la Civil
española de 1936-1939 o la sinojaponesa iniciada en 1936, no son ajenas a
esto. También la Gran Guerra de 1914-1918 a menudo ha sido definida como
la primera parte del conflicto que estalló veintiún años más tarde.

Sin embargo, hay una clara frontera de separación en el seno de la misma


guerra. Por una parte, el periodo 1939-1941, en el cual las hostilidades se cir-
cunscriben a Europa y el Norte de África; por otra, de 1941 a 1945, cuando
la guerra se define ya como plenamente mundial al extenderse al Pacífico y
a Asia, y de esta manera implica como actores principales a Estados Unidos y
la Unión Soviética.

De las victorias y conquistas militares de las potencias del Eje surgió un siste-
ma internacional que en Europa se denominó Nuevo Orden. Sin embargo, este
planteamiento siempre fue muy limitado, basado en relaciones de subordina-
ción al correspondiente "pueblo superior" –Alemania o Japón–, o en sueños
anacrónicos de resucitar pasados históricos muy lejanos –en el caso de Italia.
Por el contrario, en el bando de los aliados los movimientos de resistencia al
invasor originaron un movimiento espontáneo de "patrias libres", que acabó
convirtiéndose en un nuevo sistema de Naciones Unidas. Acabada la guerra,
esta idea fue la base del nuevo sistema de seguridad internacional organizado
por los vencedores.

También en el orden político conviene recordar la importancia que tuvieron


las conferencias interaliadas, otro de los puntos de partida del panorama in-
ternacional de la posguerra y la guerra fría. Planteadas inicialmente como reu-
niones de coordinación para las operaciones militares a escala planetaria, aca-
baron convirtiéndose en foros donde se debatieron planes para la reorganiza-
ción del orden geoestratégico después del conflicto. A pesar de todo, en las
grandes conferencias, sobre todo en Yalta y en Potsdam, los grandes actuaron
como notarios de la nueva situación geopolítica que se había originado a raíz
de las operaciones bélicas, más que como cerebros de la nueva reordenación.

Por último, al margen de las realidades bélicas de cada frente, la Segunda Gue-
rra Mundial tiene un perfil estratégico y táctico propio que marcará las suce-
sivas contiendas ocurridas durante el periodo de la guerra fría y todavía más
allá, a finales del siglo XX. Sin duda, la aviación fue el arma decisiva con la cual
© FUOC • P09/74529/00363 43 La Segunda Guerra Mundial

empezó y acabó la guerra –lanzamiento de las bombas nucleares de Hiroshi-


ma y Nagasaki. Se destruyeron ciudades, pero las flotas y los ejércitos del aire
también fueron destruidos, aunque no se tiene que olvidar que la doctrina del
poder aéreo ideada por Giulio Douhet en los años treinta no obtuvo nunca los
resultados que preveía, ni entonces ni a lo largo del siglo: es imposible ganar
una batalla desde el aire sin la intervención de los ejércitos de tierra. Por otra
parte, la importancia de la guerrilla (base de los movimientos de liberación
y fuerzas descolonizadoras durante la posguerra) iguala, e incluso supera, el
poder que tendría a partir de entonces la motorización de las guerras.
© FUOC • P09/74529/00363 45 La Segunda Guerra Mundial

Actividades

1. El argumento sobre la secuencia de hechos que condujeron a la anexión de Austria a


Alemania –la crisis de los Sudetes– se ha tomado de la obra clásica de A.J.P. Taylor (1961).
The Origins of the Second World War. Harmondsworth, Middlesex: Penguin. Sin embargo, hay
otras explicaciones alternativas. Comparad la que se ha ofrecido aquí con la de otro clásico:
Elizabeth Wiskemann (1966). La Europa de los dictadores, 1919-1945. Madrid: Siglo XXI (págs.
132-137 y 167-178).

2. En el siglo XVIII se ideó en la academia militar prusiana un juego de simulación bélica,


conocido como Kriegspiel, para formar a los oficiales y estrategas. Durante el siglo siguiente
su práctica se hizo obligatoria en todas las unidades del ejército y, con el tiempo, los ensayos
mediante Kriegspiel dieron lugara la estrategia que decidió la victoria de la guerra austropru-
sianade 1866. A la larga, el Kriegspiel fue uno de los orígenes de la "teoría de los juegos", tan
en boga en economía y politicología.
Actualmente se han comercializado una serie de juegos de simulación militar, estratégica y
diplomática (wargames) que tienen una gran complejidad y, por descontado, nivel intelectual
universitario. Para experimentar la dinámica militar y política de la Segunda Guerra Mundial
en Europa podéis probar con un clásico de complejidad básica: Third Reich, de Avalon Hill
Game Co., que se presenta como un juego de mesa o para PC, los dos con instrucciones
en castellano. El Third Reich en versión PC está comercializado en España por System (tfno.
91.383.24.80 y fax 91.383.25.46).

3. El estudio mediante los multimedia. Podéis consultar una obra en CD que hace poco que
ha salido al mercado: La bomba atómica. La enciclopedia nuclear (1998). Orbis (ed. multimedia).

Ejercicios de autoevaluación
1. ¿Cuál fue, en líneas generales, la estrategia de Hitler con relación a sus objetivos interna-
cionales entre 1935 y 1939?

2. ¿Qué se decidió en la conferencia de Munich, en septiembre de 1938?

3. ¿Qué explicaciones había, por parte soviética, para justificar el pacto Ribbentrop-Molotov
de 1939?

4. ¿Por qué durante el otoño de 1941 el gobierno japonés decidió atacar a las potencias
occidentales en Asia?

5. ¿Por qué tuvo tanta importancia el fenómeno de la lucha guerrillera durante la Segunda
Guerra Mundial?

6. ¿Cuáles fueron las principales conferencias interaliadas durante la Segunda Guerra Mun-
dial y en qué años tuvieron lugar?
© FUOC • P09/74529/00363 46 La Segunda Guerra Mundial

Solucionario
Ejercicios de autoevaluación

1. Aplicar la máxima presión en las sucesivas negociaciones con los estados de la Europa
central y oriental, sin detenerse ante la amenaza directa ni la extorsión. En caso de que
fallaran estos recursos, se podía llegar a la guerra. Por otro lado, Hitler planteaba los objetivos
de uno en uno, para ir asentando precedentes y evitar que las potencias democráticas de la
Europa occidental se lanzaran a una guerra de contención o castigo contra Alemania.

2. Francia y Gran Bretaña, en virtud de la política de apaciguamiento, cedieron a las preten-


siones alemanas de anexionarse el territorio de los Sudetes y obligaron al Estado checoslova-
co a doblegarse a esta solución.

3. Las tres siguientes:


• Rechazo de las fronteras polacas impuestas en 1920.
• Falta de preparación militar para ir a la guerra con Alemania en 1939.
• Despecho ante la actitud francobritánica, que rechazó los ofrecimientos de apoyo sovié-
ticos en las crisis de los Sudetes y Danzig.

4. Para asegurarse el acceso al petróleo y a las valiosas materias primas de Malasia e Indonesia.

5. Por los siguientes motivos:


• Porque la moderna tecnología militar permitía organizar y coordinar importantes parti-
das guerrilleras en la retaguardia enemiga.
• Porque para la propaganda aliada fue una de las expresiones más evidentes de la "lucha
de las naciones" contra el opresor.
• Porque fueron el precedente directo de los movimientos de liberación guerrilleros que
tuvieron un gran protagonismo en algunos procesos de descolonización.

6. Terranova, 1941; Casablanca, El Cairo y Moscú, 1943; Yalta y Potsdam, 1945.


© FUOC • P09/74529/00363 47 La Segunda Guerra Mundial

Glosario
appeasement  f  Política de apaciguamiento.

aviación de asalto  f  Aparatos proyectados para acompañar a las tropas abriendo paso con
bombardeos y ataques contra objetivos tácticos.

bombas inteligentes  f pl  Bombas que, a diferencia de las de caída inerte, son capaces de
"buscar" el objetivo mediante sensores o de ser dirigidas hacia el blanco.

bushido  m  Antiguo código ético de los samurai, implantado en Japón hacia el siglo XII.
Exigía una absoluta e incondicional lealtad al caudillo, y la infidelidad se pagaba con el
harakiri o suicidio ritual. Además, la frugalidad, la piedad filial y el autodominio eran los
principios esenciales del bushido o 'camino del guerrero'.

caza  m  Aviones de combate diseñados para interceptar y abatir ('cazar') otros aviones.

carros de combate  m pl  Vehículos acorazados que normalmente son capaces de transitar
por terrenos irregulares gracias a su sistema de tracción por oruga. Vulgarmente se denominan
tanques.

colectivización  f  Apropiación de empresas industriales o agrícolas por parte de los traba-


jadores, el Estado o el poder revolucionario, para ser explotadas colectivamente.

conferencia de desarme (1932-1937)  f  En aplicación del punto 4 de los principios de


Wilson, la Sociedad de Naciones intentó promover acuerdos parciales para controlar los ar-
mamentos. Se consiguieron algunos éxitos en materia de control naval (tratados de Was-
hington, 1922, y Londres, 1930 y 1936), y también de armas químicas y biológicas (Ginebra,
1925). En cambio, la conferencia de Ginebra para promover el desarme general (1932-1937)
fracasó.

criptoanálisis  m  Arte de descifrar criptogramas (documentos escritos en clave).

dominios  m pl  Comunidades autónomas dentro del Imperio británico, iguales en situa-
ción jurídica y de ninguna manera subordinadas entre sí en asuntos internos o exteriores,
aunque unidas por la lealtad común a la Corona y libremente asociadas como miembros de
la Commonwealth.

espacio vital  m  Superficie considerada indispensable para que una población determina-
da pueda subsistir. Algunos ideólogos y economistas de tendencias nazis intentaron justificar
su política imperialista con el pretexto de que satisfacían su necesidad de expansión demo-
gráfica con un espacio vital mayor (el término alemán es Lebensraum).

kamikaze  m  Palabra japonesa que significa aproximadamente 'viento divino'. Hace refe-
rencia a las tormentas que en 1274 y en 1281 destruyeron la flota mongola que pretendía
invadir el archipiélago de Japón. Durante la Segunda Guerra Mundial se aplicó a los pilotos
suicidas japoneses que se lanzaban contra los barcos de guerra norteamericanos en un inten-
to de detener la ofensiva aeronaval que atenazaba a Japón. En total, se calcula que en las fases
finales de la guerra, los kamikaze consiguieron hundir o averiar unos 250 barcos americanos.

Luftwaffe  f  Fuerzas aéreas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

maniobras envolventes  f pl  Táctica militar que consiste en cerrar o rodear a las fuerzas
enemigas por medio de ataques en tenaza.

misiles balísticos  m pl  Cohetes militares de gran alcance que siguen una trayectoria de
salida y reentrada a la atmósfera a gran velocidad.

misiles de crucero  m pl  Cohetes capaces de desplazarse a corta distancia del suelo, como
un avión sin piloto.

pannacionalismo  m  Doctrina que proclama la unión y el predominio de todos los indi-


viduos de un mismo pueblo o nación aunque vivan dispersos o separados. Etimológicamen-
te, proviene del vocablo griego pan, 'todo'.

samurai  m  Miembros de la casta guerrera de Japón feudal, que comprendía a todos los que
tuvieran facultades para llevar dos espadas. Se rigen por el código del bushido. Como casta
distintiva surgió en el siglo XII, y quedó abolida con la restauración de los Meiji (1868).

socialcatolicismo o socialcristianismo  m  Derivación del catolicismo social, origina-


riamente más preocupado por reconciliar revolución y catolicismo, con el objetivo de inten-
tar crear un movimiento específicamente obrero de inspiración cristiana. Su primer teórico,
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en la segunda mitad del siglo XIX, fue Philippe Buchez. En la Austria de los años veinte y
treinta existió el Partido Socialcristiano, en un principio dirigido por monseñor Ignaz Seipel,
canciller entre 1922-24 y 1926-29. Sin embargo, la dictadura impuesta por Dollfus en 1934,
aunque fundamentalmente estaba basada en el corporativismo católico de La Tour du Pin
(1883), era una muestra de cómo el socialcristianismo se podía volver fascista.

suabios  m pl  Naturales de Suabia, región alemana. Muchos de los alemanes que emigraron
desde la Edad Media para establecerse como colonos en la Europa oriental eran suabios.
© FUOC • P09/74529/00363 49 La Segunda Guerra Mundial

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