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Antecedentes

Hasta la dictación de la Ley de Matrimonio Civil, en 1884, las condiciones de


validez, los impedimentos y prohibiciones, y las causales de nulidad del
matrimonio estuvieron entregadas prácticamente en su totalidad a la legislación
canónica que rige a la Iglesia Católica, reservándose la legislación civil
únicamente la regulación de sus efectos y el establecimiento de ciertos
impedimentos adicionales.

Rigieron en nuestro país, hasta 1820, las Leyes de Partidas, que establecían
que el matrimonio debía celebrarse ante el cura de la parroquia respectiva.
Dicho año, un Senado Consulto estableció como edad mínima para contraer
matrimonio sin necesidad del asentimiento de los padres, 24 años para los
varones y 22 para las mujeres. En 1844 una nueva ley estableció una forma de
matrimonio para los no católicos, que facultaba a quienes no profesaran dicha
religión a casarse, sin mediar ceremonia, únicamente concurriendo ante el cura
con dos testigos y declarando ante ellos el deseo de contraer matrimonio,
debiendo el cura inscribir en sus registros dicho matrimonio y los hijos que de él
nacieran.

En 1857 entran en vigor las normas del Código Civil, que establecen dos
formas de matrimonio, una para los católicos y otra para los no católicos. Las
normas sobre celebración, formalidades y requisitos para el primero, quedaron
entregadas a la Iglesia Católica, limitándose la ley civil a establecer ciertos
impedimentos. El matrimonio para los no católicos quedó regulado en forma
similar a la establecida por la ley de 1844, omitiéndose la obligación del cura
párroco de inscribir el matrimonio en sus registros.

En 1884, como culminación del conflicto entre la Iglesia y el Estado, se dicta la


Ley de Matrimonio Civil, que nos rige hasta hoy, asumiendo la ley civil la
regulación de todo lo relativo al matrimonio, y derogando las normas
respectivas del Código Civil.

Los cambios sufridos por la legislación sobre matrimonio fueron el reflejo de la


evolución seguida durante nuestra vida republicana de la libertad religiosa y la
relación Iglesia-Estado, desde la completa exclusión de las religiones no
católicas, la prohibición de su ejercicio público y la total identificación del
Estado y la Iglesia Católica, a su completa separación, complementada por la
más amplia libertad religiosa.

En los albores del proceso emancipador, el Reglamento Constitucional de 1812


estableció en su artículo primero, "La religión Católica Apostólica es y será
siempre la de Chile."; más adelante, el Capítulo Unico del Título II de la
Constitución de 1818 establecería: "la religión Católica Apostólica es la única y
exclusiva del Estado de Chile y, además, la conservación, pureza e
inviolabilidad de ella será deber de los jefes de la sociedad, que no permitirán
jamás otro culto público.". La Constitución Política de 1822 reiteraría, en su
artículo 10, esta disposición, añadiendo que es deber de los ciudadanos
guardar el mayor respeto y veneración a la Iglesia Católica, cualesquiera sean
sus opiniones privadas, estableciendo, en su artículo 11, que toda violación al
artículo anterior sería un delito contra las leyes fundamentales de la Nación. El
artículo 3º de la Constitución Política de 1828 estableció que la religión de la
Nación chilena es la Católica Apostólica Romana, con exclusión del ejercicio
público de cualquiera otra.

Al consolidarse la República, la Constitución de 1833 señalaría, en el texto


primitivo de su artículo 5º: "La religión de la República de Chile es la Católica
Apostólica Romana, con exclusión del ejercicio público de cualquiera otra.". Sin
embargo, surgida la cuestión religiosa, la ley de 27 de julio de 1865,
interpretativa del artículo 5º de la Constitución de 1833, declaró, en su artículo
1º, que el artículo 5º de la Constitución de 1833 permitía practicar su culto a
quienes no profesaban la religión Católica, dentro del recinto de edificios de
propiedad particular, permitiendo a los disidentes, mediante su artículo 2º,
fundar y sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en
las doctrinas de sus religiones.

La Constitución Política de 1925 sancionaría definitivamente la separación de


la Iglesia y el Estado. En primer lugar, se ocupó de asegurar, en su artículo 10,
número 2º, "la manifestación de todas las creencias, la libertad de conciencia y
el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas
costumbres o al orden público, pudiendo, por tanto, las respectivas confesiones
religiosas erigir y conservar templos y sus dependencias con las condiciones
de seguridad e higiene fijadas por las leyes y ordenanzas.". En el párrafo
segundo del mismo número 2º reguló el régimen de los bienes de las iglesias.
Por último, fijando las condiciones de la separación, su primera disposición
transitoria dispuso, en su inciso primero, la derogación de un conjunto de leyes
existentes a la fecha sobre la materia, esto es, la referida al patronato; la que
regulaba las propuestas de nombramientos de Arzobispos, Obispos y otras
dignidades eclesiásticas; las facultades del Consejo de Estado y del Senado al
respecto, y la competencia del Consejo de Estado para conocer las materias
contenciosas de patronato y protección. Finalmente, en su inciso segundo
mandó al Estado entregar, durante cinco años, la cantidad de dos millones
quinientos mil pesos anuales para que se invirtieran en el país en las
necesidades del culto de la Iglesia Católica.

La Constitución Política de 1980, que actualmente nos rige, regula esta materia
en el número 6º de su artículo 19. En primer lugar, asegura a todas las
personas la libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el
ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas
costumbres o al orden público; en segundo término, permite a las confesiones
religiosas erigir y conservar templos y dependencias bajo las condiciones
legales y reglamentarias de seguridad e higiene, y, por último, entrega a las
iglesias, confesiones e instituciones religiosas de cualquier culto los derechos
que otorgan y reconocen, con respecto a los bienes, las leyes vigentes,
añadiendo que los templos y sus dependencias, destinados exclusivamente al
servicio de un culto, estarán exentos de contribuciones.

En la actualidad la institución matrimonial está definida en sus bases


fundamentales, en primer término, por el Código Civil, que contiene reglas
sobre el matrimonio, así como sobre las obligaciones y derechos a que da lugar
entre los cónyuges y respecto de los hijos, tanto en el orden personal como
patrimonial. Su artículo 102 define el matrimonio como un contrato solemne por
el cual un hombre y una mujer se unen actual e indisolublemente, y por toda la
vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de auxiliarse mutuamente.

Por su parte, la Ley de Matrimonio Civil, de 10 de enero de 1884, regula el


matrimonio civil, estableciendo los impedimentos y prohibiciones para contraer
matrimonio; las diligencias preliminares para su celebración; la celebración ante
el Oficial del Registro Civil; el divorcio, perpetuo o temporal, que suspende la
vida en común de los cónyuges sin disolver el matrimonio; la nulidad del
matrimonio, y la disolución del matrimonio, por muerte natural o presunta de
uno de los cónyuges.

CONCEPTO DE LAICISMO
Sin entrar en pirotecnia retórica, y para ir directo al grano, diremos que la expresión más clara del laicismo
es la separación de la Iglesia del Estado. Y, por el contrario, el clericalismo viene a ser la influencia
excesiva del clero en los asuntos públicos.

¿Qué se entiende por "separación de la Iglesia y el Estado"?: que la vida política que corresponde a los
asuntos públicos se administra con prescindencia de dogmas que pertenecen a la esfera religiosa. Se
pretende de este modo que la sociedad civil ejerza libremente su libertad de culto, y a la vez que las
organizaciones que se derivan del culto religioso se mantengan dentro de su propia esfera, actuando
libremente dentro de la sociedad civil, pero al margen de las cuestiones de Estado.

Para entender mejor el concepto y evitar confusiones, digamos que no se trata de relegar a la Iglesia al
ámbito de lo privado y que se le impida hacer uso de su legítimo derecho a expresarse sobre cuestiones
de su interés o de manifestarse públicamente a través de su liturgia. Lo que se pretende es que, en
beneficio de la libertad de conciencia que debe propiciar un Estado que es de todos, la Iglesia prescinda
de poder político al interior del Estado, a fin de evitar que imponga su fe mediante la ley y/o la coerción
social. Se trata de hacer presente el principio francés que establece que "La religión está dentro del
Estado, mientras que el Estado ya no está dentro de la religión".

Conviene aclarar que en general se habla de Iglesia, pudiendo ser ésta de cualquier denominación de fe:
cristiana, musulmana, judía, etc.. Pero en nuestro país, por razones históricas, "iglesia" es sinónimo de
"Iglesia Católica Apostólica Romana".
La cuestión de fondo en este tema es que si la Iglesia desea tener poder político, pues entonces que sus
adherentes busquen la representación ciudadana mediante las elecciones democráticas y que participen
legítimamente del poder legislativo, como hace cualquier otro grupo de interés dentro de la sociedad.

Se trata, entonces, de que las denominaciones religiosas no impongan por ley aquello que no son
capaces de imponer a sus fieles por fe, por motivación o por convicción. Sobre este punto debemos decir,
con el mayor énfasis, que no es legítimo para la sociedad civil que aquello que no respetan ni siquiera los
propios miembros de una Iglesia, sea impuesto al resto de los ciudadanos por decreto.

FUNDAMENTOS DEL LAICISMO


Haciendo un mínimo de historia, para tener una idea acerca de dónde parte este concepto, recordemos lo
siguiente:

En el principio, la Ley del Creador (entiéndase Dios) prevalece sobre la ley de la creatura (entiéndase el
Hombre): el derecho divino está por sobre el derecho de los hombres. Durante siglos prevaleció la útil
idea de que los gobernantes lo eran por derecho divino.

Más tarde, ante las crecientes corrientes cismáticas divergentes acerca de la interpretación de los
evangelios, la autoridad solucionó el conflicto imponiendo una lectura oficial de éstos. Claro, como hace
falta una interpretación correcta de las Escrituras, o bien el Estado la construye, o bien una de las
corrientes religiosas se apoderará del Estado. No hay otra elección posible. De este modo quedó
entreverado el concepto de Estado y Religión como uno solo, para mutua conveniencia.
Posteriormente, se incuba la idea de que la Ley de Dios sólo gobierna a los hombres en el estado de
naturaleza, y que es necesario un Estado al servicio de todos, en una suerte de contrato mediante el cual
la sociedad entrega el poder al Estado para que éste se preocupe de las materias relativas al orden y la
justicia, dejando a cada individuo las cuestiones del espíritu: la idea central es que la fuerza del Estado
sólo es efectiva sobre la voluntad de los individuos, pero no sobre las creencias o convicciones
personales.

La lógica que está detrás de los postulados del laicismo se fundamenta en la separación de dos
conceptos valóricos que están muy unidos: lo justo y lo bueno. Lo justo es dar a cada uno según su mérito
o condición. Lo bueno, en cambio, tiene que ver con la concepción que cada grupo social tiene de aquello
que considera una "vida buena" o virtuosa. Como se puede ver, se trata de cuestiones distintas -lo justo y
lo bueno-, acerca de las cuales la sociedad tiene concepciones distintas, apreciaciones diversas y
variados matices.

Reconociendo estas diferencias, mediante el Contrato Social los ciudadanos han entregado al Estado la
administración de las cuestiones tocantes a la justicia, como son la dictación de las leyes y su aplicación
(en esencia, la ciudadanía ha cedido una cuota de libertad a cambio de una cuota de orden). Tratándose
de la vida virtuosa, en cambio, lo tradicional ha sido que este campo quede al arbitrio del dogma de fe que
establece la iglesia dominante en cada país.

En esencia, se asigna el campo de la justicia al Estado, el que velará por la libertad de conciencia y de
culto de todos los individuos, garantizando el pluralismo de las ideas y la coexistencia de las diversas
concepciones de la vida buena o de los valores que la representan. Lo "bueno", es decir la concepción
valórica acerca del concepto del bien, son respetados por el Estado, que permanece neutral (aunque no
indiferente) en ese campo.

Conviene aclarar que no se trata de que el Estado sea neutral ante cualquier valor: los temas como el
racismo y los derechos humanos son esenciales. A ellos cabe agregar los siguientes: libre examen,
tolerancia, respeto a la diversidad, la solidaridad, la democracia, la autodeterminación, la no
discriminación por sexo, raza o religión.

MASONERÍA Y LAICISMO
Masonería y laicismo están muy relacionados. No se podría continuar sin mencionar algunas
intervenciones de la Orden Masónica en este tema, directa o indirectamente. Por razones de espacio sólo
mencionaré algunas; cabe completar la lista a quien, mejor ilustrado y con más inclinación a la historia,
pueda hacerlo mejor. Cabría mencionar las siguientes:

* Introducción por O'Higgins, de un artículo en la Constitución de 1822 que dice: "En ningún caso y
circunstancia, sean cuales fuesen, se establecerán en Chile las instituciones inquisitoriales".

* Los cementerios públicos, que terminaron con el monopolio infame de la Iglesia en esta materia,
privilegio que significó que durante años quedaran insepultos o enterrados clandestinamente los
cadáveres de quienes no profesaban la religión católica.

* Supresión del fuero eclesiástico en el Código Penal, durante la administración del Presidente Federico
Errázuriz Zañartu.

* Creación del Club de la Reforma en 1868 con objeto de llevar a la política activa los principios de la
Masonería.

* La Ley de Matrimonio Civil en 1884.

* La Sociedad de Instrucción Primaria, el concepto de Estado Docente y Libertad de Enseñanza.

Más recientemente, se pueden mencionar los siguientes hechos relacionados con la Orden Masónica y el
Laicismo: creación del ILEC (Instituto Laico de Estudios Contemporáneos), el apoyo a la Ley de Divorcio,
y la creciente y mayor presencia en los medios de comunicación con entrevistas y declaraciones sobre
temas valóricos.

Entre las medidas pendientes de secularización de la población cabría considerar el tomar los
sacramentos de fe en la vida adulta de las personas, aunque ya cabe imaginarse la oposición que ello
generaría, al quedar fuera una gran masa cautiva de la población.
Después de la información entregada, lo apropiado sería pasar al terreno de las conclusiones; sin
embargo, por tratarse de un tema tan amplio y abierto al debate, no cabe darle a las conclusiones el
carácter de cierre que siempre tienen, con esa connotación de "final" definitivo. Por el contrario, estimo
preferible plantear un escenario conclusivo abierto al comienzo de nuevas ideas y que sirva como punto
de partida más bien que como estación de llegada.

PREGUNTAS Y PROPUESTAS
A modo de finalizar, y sin que sean conclusiones ya que es un tema abierto e indudablemente con mucho
campo por hacer aún, es más propio en este caso formularse preguntas y esbozar algunas propuestas
orientadoras en el camino que queda por delante. En consecuencia, la siguiente sección no es de
preguntas y respuestas, sino de preguntas y propuestas:

En primer lugar, es necesario preguntarse si en nuestro país la obediencia y la lealtad ciudadana se debe
a la Moneda o al Vaticano. Dicho de otro modo, la pregunta es por cuál libro se rige el Estado para
garantizar el bienestar de la ciudadanía: si por la Constitución de la República o por el Catecismo de la
Iglesia Católica. En la misma línea, antes de cada elección popular sería prudente considerar si una vez
elegidas nuestras autoridades, ejercerán con ropa de civil o lo harán con una sotana por debajo. Lo
mismo cabe preguntarse respecto de quienes aspiran a la Presidencia de la República.

En el otro extremo, también es justo y es legítimo preguntarse cuáles son los límites de la libertad de
expresión de los grupos sociales frente a las sensibilidades religiosas. El caso más claro lo representó, en
los últimos años, el debate acerca de la película La Última Tentación de Cristo, sobre la cual se arguyó
que ofendía a un grupo social (los católicos) y que en consecuencia era necesario prohibir su exhibición.
Es un tema para la reflexión el considerar hasta qué punto ciertos grupos sociales pueden, en nombre de
la libertad o del arte, proferir ofensas o expresiones sacrílegas hacia otros sectores de la misma sociedad.

Otro tema a considerar es la promoción de la secularización de la vida civil, que incluya la promoción de la
idea de que los jóvenes tengan una educación valórica amplia, diversa, pluralista y tolerante, teniendo
como principio la aceptación de la diversidad. Ello -no cabe duda- generará adultos más conscientes de
sus valores y, muy posiblemente, fieles más comprometidos con su Iglesia, a la que adherirán por
convicción y no por imposición.

No se trata de una confrontación, sino de la legítima búsqueda de una recíproca autonomía. El objetivo es
que los dogmas religiosos de cualquier índole no sean impuestos por el peso de la ley a los ciudadanos
libres. Un amplio campo, con interesantes desafíos, queda planteado a aquellos con inquietudes sociales,
a los que tienen vocación política o a los que manifiestan intereses por la acción y no sólo por las ideas.

Frecuentemente oímos comentarios pesimistas que anuncian el fin de las banderas de lucha del laicismo:
porque ya hay libertad de enseñanza, educación primaria obligatoria, ley de divorcio, etc. Ahora que hay
estabilidad democrática y una razonable paz social, tal vez sea oportuno reflexionar acerca de si no sería
útil buscar todos los resabios de Estado clerical que aún quedan en nuestro país y emprender
vigorosamente la construcción de un Estado auténticamente laico.

Laicismo francés y estadounidense


Andrés Waissbluth

Muy bueno el artículo de Raúl Palma, se agradece la cantidad y claridad de la información que en él
entrega. Quisiera añadir al tema los dos formatos líderes de estado laico y su situación actual. Me refiero
al laicismo francés y al estadounidense. No hay que olvidar que la Revolución norteamericana fue anterior
a la francesa, e influyó sobre ella, especialmente en esta materia. El gran problema de los revolucionarios
norteamericanos era cortar el cordón vertical que unía a los pueblos con Dios a través del rey.
Independizarse de Inglaterra era algo más complejo que una separación administrativa.

Tan claro era el problema para los fundadores del Estado yanqui, Jefferson, Madison, Franklin, etc., que,
si bien tenían muchos y fuertes desacuerdos en varios temas, en éste eran un bloque monolítico. Para
ellos, la asociación de cualquier tipo entre Iglesia y Estado conducía al detrimento de ambos y, acordes a
esta visión, se oponían a la más leve connivencia entre ambos. La Revolución Francesa, por su parte,
probablemente no habría desembocado en república de no contar con el antecedente y el vigoroso
soporte intelectual y práctico de la Revolución norteamericana.

La paradoja es que Francia finalmente ha llegado a un estado laico tan puntilloso, que se ha metido en
problemas, como el del velo que usan las mujeres islámicas, al tiempo que EEUU, tal vez el país más
religiosos de Occidente, no ha dejado de soportar los insistentes asedios de las iglesias por apoderarse
del Estado. Esos intentos se hicieron particularmente fuertes, durante la administración Reagan, y
parecen haber alcanzado gran parte de su meta con el actual Presidente, quien en público no deja de
utilizar lenguaje religioso para referirse a todas las cosas.

Claro, Francia escogió a gran costo, pero con visión de futuro, asociarse a Europa en una comunidad
laica, en tanto que EEUU, tras la guerra fría, ha venido a constituirse en el imperio mundial. Mientras los
europeos negocian, EEUU impone. Eso es poco laico y nada civilizado, no tiene forma de sostenerse. El
único recurso que le queda a EEUU para justificar su imperialismo es la referencia religiosa. Frases como
"superioridad evidente", "destino manifiesto", etc. revelan de modo indubitable su tendencia actual. Nada
nuevo, lo mismo le pasó a Roma, que cuando pasó de república a imperio, hizo de sus emperadores
dioses. A partir de ahí se inicia su decadencia (aunque seguirá expandiéndose territorialmente por un
tiempo).

Lo que asusta a Europa, por ejemplo, es la precariedad del laicismo turco. Se ve que tienen clara la
importancia de este asunto.

Y lo que debiera preocuparnos a todos, es el retroceso norteamericano en una materia en la que una vez
fue luz del mundo. Los ataques para conquistar la Corte Suprema por parte de los conservadores
religiosos es una maniobra obvia: ella interpreta la Constitución, y ya sabemos cómo la interpretan estos
"macarras de la moral". Ahora quieren sustituir la ciencia por el creacionismo en sus textos de estudio,
buscando incrementar el control y el fanatismo propios de la religiosidad excluyente e irreflexiva.
El peso del "sheriff" yanqui sobre el mundo, particularmente en éste, su patio trasero, no puede ser
minimizada.
Relaciones Iglesia-Estado Discurso del señor Cardenal Don Carlos
Oviedo Cavada.
Arzobispo Emérito de Santiago y Miembro de Número de la Academia Chilena de la
Historia

17. Mis estudios abarcaron en este campo el tiempo hispano e independiente hasta 1925,
cuando regía el Derecho de Patronato. Chile independiente se apropió de este derecho, que
nunca le fue concedido por la Santa Sede. En la práctica operó desde la Constitución de 1833.
El Derecho de Patronato era mucho más que la designación de los obispos, pues comprendía
también una preocupación del Estado por ayudar a la vida de la Iglesia. Mis estudios me
hicieron ver los lados positivos y negativos de ese régimen, que suele tener partidarios
extremos en el "regalismo" y en la "leyenda negra"; es decir, todo bueno o todo malo.

18. Por explícita voluntad de Felipe II se tuvo el III Concilio de Lima, 1582-1583, para aplicar el
Concilio de Trento en sus dominios. El arzobispado de Lima entonces cubría prácticamente la
parte hispana de Sudamérica. Ese Concilio, de muy difícil desarrollo, fue decisivo en la vida de
la Iglesia aquí en Chile, pues marcó una imagen de Obispo en que estaba muy destacada la
evangelización y la defensa de los indios. Se hizo una pastoral diversa para españoles e indios,
no por discriminación sino porque los primeros habían nacido católicos y los segundos debían
iniciarse en acoger la fe católica. Un solo Catecismo fue elaborado para que los indios no
aparecieran con dos religiones, y estuvo vigente hasta principios de los años 60 de este siglo:
"Decidme, hijos, ¿hay Dios? Sí, Padre, Dios hay...".

19. San Toribio de Mogrovejo citó después a otro Concilio, y como no estaba presente la
autoridad del rey, no acudió ningún Obispo. El rey recordaba también a los Obispos su
obligación de convocar a un Sínodo, y así el Obispo de Santiago don Francisco de Salcedo
celebró el III Sínodo en 1626, en el que hizo una clarísima denuncia contra el tráfico de indios
guarpes que se traían de Cuyo para trabajar, y se los separaba de su familia y muchos morían
en el paso de la Cordillera (este Sínodo lo publiqué en la revista "Historia", en 1964).

20. Los reyes eran receptivos a los reclamos que hacían los Obispos en su defensa de los
indios, como se puede apreciar en la "Recopilación de Leyes de Indias"; pero, sus
determinaciones en favor de los aborígenes generalmente no tenían efectos prácticos.

21. Algo muy negativo que tuvo el Patronato español fue que aisló a la Santa Sede la Iglesia en
Indias. La única relación era el Nuncio en España, quien, a su vez, poco o nada sabia de
América, y lo único en que intervenía era en hacer en Madrid los procesos de información
acerca de los designados Obispos por el rey. Hubo Obispos que demostraron su deseo de
hacer personalmente la Visita ad limina, que el rey había prohibido, y también que hubiera un
representante del Papa en Indias. Que el Papa aceptara siempre al único candidato a Obispo
que presentaba el rey, se debía por lo general a que los presentados eran dignos eclesiásticos.

22. Este desconocimiento de la Iglesia en Indias, por parte de la Santa Sede, mostró toda su
gravedad cuando ocurrió la Independencia de estas naciones a principios del siglo XIX. Los
países independientes se consideraron sucesores de España y se apropiaron el derecho de
Patronato. En Chile, con la Misión Muzi, resultado de la gestión que realizara en Roma el
canónigo Cienfuegos, se obtuvo un verdadero triunfo, y mostró que el Gobierno de Chile
buscaba un entendimiento con la Santa Sede (en 1961, publiqué en la revista "Historia" el
"Diario de viaje a Chile de Juan M. Mastai Ferreti (Pío IX)", traducido y anotado). Es evidente la
falta de preparación del personal enviado a un mundo enteramente desconocido. Aquí
monseñor Muzi pidió al Director Supremo que le presentara tres hombres para hacer Obispos.
Enseguida que los tuvo, rechazó a los tres presentados por Freire, pero no ordenó ningún
Obispo. Con esto, para el Gobierno chileno quedó el precedente de que era el Jefe del Estado
quien debía designar a los Obispos, y la Constitución de 1833 oficializó este derecho de
Patronato.

23. Por ese Derecho, el Estado debía ocuparse también de ayudar a la Iglesia. La Misión
Yrarrázaval en Roma muestra una amplia gama de esa solicitud, con todos los proyectos que
llevaba. El plan misionero para el sur fue algo extraordinario y que la misma Iglesia en Chile no
había vislumbrado. La presencia de la Orden Capuchina en Chile se debe a esa Misión; pero el
programa misionero presentado fue mucho más amplio.

24. A principios de este siglo, un Obispo ya consagrado tardaba mucho en ir a hacerse cargo
de su Diócesis; y el Ministro de Culto, que no era católico, advirtió a ese Obispo que cuanto
antes debía ir a su Diócesis, y si no obedecía le manifestaba que presentara su renuncia.
Felizmente se pudo solucionar ese problema. Contemporáneamente, desde Roma, se había
obligado al Arzobispo de Santiago don Juan Ignacio González Eyzaguirre a presentar su
renuncia, y él obedeció y le fue aceptada. La comunicó luego al Presidente de la República y
éste se opuso completamente: era un gran Arzobispo y llevaba sólo dos años como tal. Por
rápida gestión del Gobierno ante la Santa Sede, San Pío X lo confirmó en su cargo y vivió ocho
años más, dejando una gran memoria de su gestión arzobispal.

25. Lo negativo del Patronato, en tiempos de la República, fue la oposición del Estado para
crear más Diócesis, por el costo económico que ello suponía. Los conflictos que hubo en esos
tiempos fueron de diversa procedencia. La llamada "Cuestión del sacristán" fue, de verdad, un
hecho interno en la Iglesia y entre eclesiásticos. En forma inconsecuente fue derivado al
Estado. El "caso Taforó" provocó las mal llamadas "luchas teológicas", hasta que ambas partes
pudieron llegar a un acuerdo final. Pero, por el espíritu confrontacional con que se había
actuado quedaron obstáculos muy serios que pudieron haberse superado y produjeron males
muy serios, como fueron el matrimonio civil, los cementerios, etc., que era perfectamente
posible de haberlos arreglado.

26. La separación de la Iglesia y el Estado la pudo tratar personalmente en el Vaticano don


Arturo Alessandri cuando regresaba para reasumir la Presidencia. Mientras trabajaba la
Subcomisión de Reforma de la Constitución, Alessandri se entendía con su Embajador ante la
Santa Sede y con el Nuncio Apostólico Aloisi Masella. Los Obispos de Chile, unánimemente,
estaban contra la separación, especialmente el arzobispo don Crescente Errázuriz. En los
términos cómo se realizó la separación y cómo quedó estipulada en la Constitución de 1925,
puede afirmarse que se llegó a un verdadero Concordato, pues Alessandri cumplió todas las
condiciones que le pidiera la Santa Sede. Él, por esto, merece de parte de la Iglesia un
verdadero homenaje, mirando especialmente la proyección de futuro de algo tan delicado como
el nombramiento de los Obispos y la creación de nuevas Diócesis. Pío XI, en su informe de
final de año al Cuerpo Diplomático, dijo que más que separación se trataba de una "amigable
convivencia" la alcanzada en Chile.

27. En mi incorporación a la Academia Chilena de la Historia traté el tema "La jerarquía


eclesiástica y la separación de la Iglesia y el Estado", que es una parte de un proyecto que
todavía no he podido realizar, cual es el de escribir la historia entera de dicha separación, para
la cual tengo prácticamente investigado todo su material.

28. Hice muchos otros trabajos acerca de la Iglesia en Hispanoamérica en su relación con el
Estado, y dediqué varios otros estudios a la Orden mercedaria. Sin hacer comparaciones
odiosas, en Chile hemos tenido una buena y correcta relación entre Iglesia y Estado. Lo último
publicado al respecto fue mi estudio "Relaciones Iglesia-Estado en Chile, 1958-1973"
("Teología y Vida" XX (1979) 133-165
¿Existe en Chile separación entre el estado y la iglesia?

      Una vez más se ha puesto de manifiesto el peso de la jerarquía eclesiástica en la discusión de las
políticas públicas del país. En este momento se expresa en las dificultades que ha enfrentado la
elaboración de una ley de divorcio de corte más liberal y en la propuesta presentada por algunos
miembros de la Comisión de Constitución del Senado de reconocimiento civil de las uniones religiosas.
      La combinación entre la religión y las tareas del Estado significa en la práctica que la religión
dominante y más organizada termina por controlar la esfera pública para implementar su agenda propia.
Esto lo revela la molestia de los obispos evangélicos que no han sido consultados por su opinión
favorable al divorcio vincular.
      La historia de América Latina está plagada de ejemplos de imposiciones de la jerarquía católica en el
Estado que afectan a la libertad de las personas para decidir sobre su vida. Se expresan por ejemplo, en el
carácter de los programas de educación sexual, en las campañas de prevención del SIDA, y en la política
de distribución de condones y anticonceptivos.
      Argumentos para el cambio considera que el Estado Laico es la única forma posible de estado
democrático y que a su interior, las personas religiosas pueden dar a conocer sus visiones sin
transformarse en participantes privilegiadas en el debate sobre políticas públicas. En el momento actual se
observa la organización creciente de las fuerzas conservadoras a escala mundial y en el país que buscan
hacer retroceder los logros alcanzados en el reconocimiento de la libertad, la autonomía y la justicia para
imponer sus agendas políticas, las que se escudan detrás de ideas religiosas.
 
 

Sabía que.... El estado moderno


      En las teocracias, las definiciones sobre la esfera pública encuentran sus fundamentos en la
inspiración divina que tiene como mediadores a líderes religiosos. En la mayoría de los estados
teocráticos, como los estados musulmanes por ejemplo, los líderes son masculinos y las mujeres
desvalorizadas y maltratadas.
      En los Estados Laicos al contrario, las creencias religiosas no debieran prevalecer en la práctica de los
gobernantes o legisladores, pues a este tipo de Estado le compete garantizar el ejercicio de la libertad de
conciencia y el derecho de las personas a tomar decisiones libres y responsables. Por esta razón, el
laicismo "o secularismo" es la condición imprescindible para que haya democracia, con leyes y políticas
que se destinen a todas las personas, independientemente de sus convicciones y creencias religiosas.
      Los estados democráticos modernos están orientados por valores que afirman la autonomía de los
seres humanos y su capacidad de darse a sí mismos las reglas que organizan su vida personal y la
convivencia social. Las ideas de la modernidad constituyen así un factor liberador que alimenta la
aspiración de equidad y justicia social y nutren las reclamaciones legítimas de distintos grupos sociales ya
sean estos trabajadores, mujeres, pueblos indígenas, minorías sexuales. Estas demandas han significado
una presión importante para la democratización de los países y el reconocimiento de la diversidad y
pluralidad de ideas y opiniones.
      Asimismo, las intervenciones del Estado que no reconozcan la pluralidad y diferencias de
experiencias, ideas y concepciones entre personas y entre colectividades sociales, promueven una
homogenización de estilos de vida que restringe la libertad, debilita la creatividad social y transforma a
los grupos no hegemónicos en grupos subordinados.
      El movimiento de mujeres y feminista se han constituido en una importante fuerza democratizadora y
han develado las bases autoritarias de las instituciones sociales. Han cuestionado la idea de identidades
inmutables para hombres y mujeres, el autoritarismo al interior de las familias y la separación de los
espacios privado y público que resta a las mujeres oportunidades para intervenir en las decisiones
colectivas.
 

. La embestida del conservadurismo


      Desde hace algunos años las fuerzas conservadoras se organizan y hacen alianzas entre ellas para
frenar los procesos de democratización y secularización de las sociedades actuales.
      Se han organizado a escala internacional y nacional haciendo uso de las tecnologías y de su poder
económico para hacer retroceder acuerdos importantes tomados en las Conferencias de Naciones Unidas,
e imponer una visión conservadora y confesional. En la Conferencia Mundial de Población y Desarrollo
de 1994 fue patente la alianza entre fundamentalistas islámicos y el Vaticano, como ahora son evidentes
las presiones que desde Roma ejerce la jerarquía eclesiástica en la discusión sobre la ley de divorcio en
Chile.
      Sin importar donde se encuentren, en el Vaticano, la Casa Blanca o en las azules mezquitas, los
fundamentalistas coinciden en negar los derechos de las mujeres. La violencia "aprobada divinamente"
promueve el asesinato de mujeres musulmanas en Irán, Argelia, Somalia, Pakistán, Bangladesh o
Afganistán por los motivos más absurdos, imaginarios o reales.
      La imposición de las fuerzas conservadoras es evidente al interior mismo de las iglesias donde grupos
de cristianos, como aquellos ligados a la teología de la liberación, las teólogas feministas y las visiones
progresistas del Papa Juan XXIII han sido arrinconadas y reprimidas.
      Esas fuerzas conservadoras luchan por el poder político y se aprovechan del sentimiento de
inseguridad de las personas en un mundo incierto como el actual, escondiendo sus aspiraciones de poder
político detrás de las ideas religiosas.
      No se trata entonces sólo de ideas religiosas, sino de altas jerarquías eclesiásticas y políticos que
aspiran a ejercer el poder para imponer una visión conservadora de la organización y dinámica social.
Igualmente conservadoras resultan aquellas referencias a los valores patrios, a los héroes de la Nación,
orientadas a coartar la libertad de expresión y reprimir la creación cultural..
 

. Resistencia a los fundamentalismos


      El 28 de mayo 400 mujeres convocadas a un "Parlamento por la Reforma de la Salud" por la
Organización Panamericana de la Salud y organizaciones de mujeres, acordaron las siguientes propuestas:

      Opongámonos a la aprobación del reconocimiento civil de las uniones religiosas, porque subordina el
Estado a la religión. Algunos senadores llegan a proponer que se reconozca el matrimonio religioso ante
la ley para todos sus efectos; es decir que si una iglesia prohibe el divorcio, no se podrá recurrir a la ley
civil para divorciarse.

 Romper con la indiferencia y el malestar y pasar a la oposición activa, sin ceder terreno a las
ideas conservadoras.
 No dejar pasar afirmaciones retrogradas que aunque nos parezcan ridículas socavan los valores
democráticos.
 Opongámonos a la censura de las actividades artísticas y culturales que se realiza a nombre de
un supuesto respeto a las tradiciones y sus héroes.
 Apoyemos los esfuerzos por desarrollar opiniones y visiones nuevas de la realidad en el arte, la
cultura, la ciencia y la política. 
 Hagamos uso de los canales de consulta y participación de la ciudadanía para fortalecer las ideas
del laicismo, la separación de la iglesia y el Estado, la defensa de la libre expresión, los derechos
a la privacidad y a la toma de decisiones sobre nuestras propias vidas. Usemos las radios, las
cartas de opinión a los periódicos, a parlamentarios y parlamentarias que hemos votado y a los
demás poderes públicos.
 Promover el debate abierto en los espacios en que circulamos sin temor al disenso.
 

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