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La constitución de 1925 estuvo marcada por la guerra civil del año 1891, el régimen

pseudoparlamentario y el sistema electoral impuesto por la ley de comuna autónoma, y


principalmente un hito que marca la promulgación de esta constitución en el ámbito religioso
fueron las reformas constitucionales de los años 80, es decir, las llamadas leyes laicas, la ley de
cementerios civiles (1883), ley de matrimonio civil y ley de registro civil en el año 1884.
Estas leyes llevaron a la estipulación en el articulo 10 numero 2 de la constitución de 1925 la
manifestación de todas las creencias, la libertad de conciencia y el ejercicio libre de todos los
cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden público, pudiendo, por
tanto, las respectivas confesiones religiosas erigir y conservar templos y sus dependencias con la
condición de seguridad e higiene fijadas por las leyes y ordenanzas. Esta reforma consolidó la
separación del estado y la iglesia de forma concreta, es decir, ya estipulada normativamente.
Asegurando la igualdad de condiciones, diversidad y pluralismo para el ejercicio de todos los
credos. Chile pasó de ser un estado confesional a un estado laico, sin embargo en las decisiones
posteriores a este cambio no fueron del todo laicas, el estado tomo en cuenta la realidad social de
la religión en chile, por lo que su posición fue de una laicidad realista.

Algunas de estas decisiones en razón de su posición de laicidad realista, fue la suspensión de las
clases de religión en las escuelas del estado, sin embargo para la sociedad fue un cambio abrupto
por lo que reformaron esa decisión y el ministerio de educación promulgó el decreto ley 1708 que
declara que los padres que desearan que sus hijos recibieran clases de religión lo hicieran bajo su
consentimiento y aceptación, además le dieron oportunidad a los sacerdotes para que cumplieran
el rol de docentes de forma gratuita con el fin de no gastar dinero al fisco.

Otra política favor de la religión católica fue el decreto ley 586 que concedía el beneficio de
jubilación a los funcionarios eclesiásticos por la simple razón de que es justo procurar el
beneficio a estos. Este beneficio lo podrán optar los funcionarios que recibían actualmente
rentas con cargo al presupuesto del culto.

En el ámbito económico el Estado cooperaba con las confesiones religiosas, una de estas
iniciativas fue eximirlas de impuestos, al disponer en la constitución de 1925 que “los
templos y sus dependencias, destinados al servicio de culto, estarán exentos de
contribuciones” (art. 10 N°2 inc.3°).

En este periodo, luego de la promulgación de la Carta de 1925 y la separación Iglesia-


Estado, las relaciones entre el Estado de Chile y la Iglesia Católica no cesaron. Quizás en
algún momento existió un ánimo de parte del Estado para iniciar una despreocupación de lo
religioso, sin embargo estas actitudes fueron minoritarias, pues las normas dictadas no
expresaban una separación entre lo temporal y lo espiritual, todo lo contrario, el Estado
asume una actitud de laicidad realista o moderada, que lleva a reconocer la religión como
un factor social y que a partir de esta disposición asume un rol colaborador con esta.

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