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Un individuo que razona puede utilizar la «intuición» para guiarse en su búsqueda de

respuestas, mas para apoyar su teoría deberá confiar, al fin, en una lógica estricta. Para tomar
un ejemplo simple: si el coñac con agua, el whisky con agua, la vodka con agua o el ron con
agua son brebajes intoxicantes, puede uno llegar a la conclusión que el factor intoxicante debe
ser el ingrediente que estas bebidas tienen en común, o sea, el agua. Aunque existe cierto error
en este razonamiento, el fallo en la lógica no es inmediatamente obvio, y, en casos más sutiles,
el error puede ser, de hecho, muy difícil de descubrir.
El descubrimiento de los errores o falacias en el razonamiento ha ocupado a los pensadores
desde los tiempos griegos hasta la actualidad, y por supuesto que debemos los primeros
fundamentos de la lógica sistemática a Aristóteles de Estalira, el cual, en el siglo IV a. de J.C., fue
el primero en resumir las reglas de un razonamiento riguroso.
En el juego intelectual hombre-Naturaleza se dan tres premisas: La primera, recoger las
informaciones acerca de alguna faceta de la Naturaleza; la segunda, organizar estas
observaciones en un orden preestablecido.
Y, finalmente, tenemos la tercera, que consiste en deducir, de su orden preestablecido de
observaciones, algunos principios que las resuman.
Por ejemplo, podemos observar que el mármol se hunde en el agua, que la madera flota, que el
hierro se hunde, que una pluma flota, que el mercurio se hunde, que el aceite de oliva flota, etc.
Si ponemos en una lista todos los objetos que se hunden y en otra todos los que flotan, y
buscamos una característica que distinga a todos los objetos de un grupo de los del otro,
llegaremos a la conclusión de que los objetos pesados se hunden en el agua, mientras que los
ligeros flotan.

Esta nueva forma de estudiar el Universo fue denominada por los griegos

Philosophia , voz que significa «amor al conocimiento» o, en una traducción libre, «deseo de
conocer».
Los griegos consiguieron en Geometría sus éxitos más brillantes, éxitos que pueden atribuirse,
principalmente, a su desarrollo en dos técnicas: la abstracción y la generalización.
Veamos un ejemplo: Los agrimensores egipcios habían hallado un sistema práctico de obtener
un ángulo: dividían una cuerda en 12 partes iguales y formaban un triángulo, en el cual, tres
partes de la cuerda constituían un lado; cuatro partes, otro, y cinco partes, el tercero . No existe
ninguna información acerca de cómo descubrieron este método los egipcios, y, aparentemente,
su interés no fue más allá de esta utilización. Pero los curiosos griegos siguieron esta senda e
investigaron por qué tal triángulo debía contener un ángulo recto. En el curso de sus análisis
llegaron a descubrir que, en sí misma, la construcción física era solamente incidental; no
importaba que el triángulo estuviera hecho de cuerda, o de lino, o de tablillas de madera. Era
simplemente una propiedad de las «líneas rectas», que se cortaban formando ángulos. Al
concebir líneas rectas ideales independientes de toda comprobación física y que pudiera existir
sólo en la mente, dieron origen al método llamado abstracción, que consiste en despreciar los
aspectos no esenciales de un problema y considerar sólo las propiedades necesarias para la
solución del mismo.
Los geómetras griegos dieron otro paso adelante al buscar soluciones generales para las
distintas clases de problemas, en lugar de tratar por separado cada uno de ellos. Por ejemplo, se
pudo descubrir, gracias a la experiencia, que un ángulo recto aparece no sólo en los triángulos
que tienen, lados de 3, 4 y 5 m de longitud, sino también en los de 5, 12 y 13 y en los de 7, 24 y
25 m. Pero, éstos eran sólonúmeros, sin ningún significado. ¿Podría hallarse alguna propiedad
común que describieran todos los triángulos rectángulos? Mediante detenidos razonamientos,
los griegos demostraron que un triángulo es rectángulo únicamente en el caso de que las
longitudes de los lados estuvieran en la relación de x2 + y2
= z2, donde z es la longitud del lado más largo. El ángulo recto se formaba al unirse los lados de
longitud x e y. Por este motivo, para el triángulo con lados de 3, 4 y 5 m, al elevar al cuadrado
su longitud daba por resultado 9 + 16 = 25, y al hacer lo mismo con los de 5, 12 y 13, se tenía
25 + 144 = 169, y, por último, procediendo de idéntica forma con los de 7, 24 y 25, se obtenía
49 + 576 = 625. Éstos son únicamente tres casos de entre una infinita posibilidad de ellos, y,
como tales, intrascendentes. Lo que intrigaba a los griegos era el descubrimiento de una prueba
de que la relación debía satisfacerse en todos los casos, y prosiguieron el estudio de la
Geometría como un medio sutil para descubrir y formular generalizaciones.
Varios matemáticos griegos aportaron pruebas de las estrechas relaciones que existían entre las
líneas y los puntos de las figuras geométricas.
Samos hacia el 525 a. de J.C., por lo que aún se llama, en su honor, teorema de
Pitágoras.
Aproximadamente el año 300 a. de J.C., Euclides recopiló los teoremas matemáticos conocidos
en su tiempo y los dispuso en un orden razonable, de forma que cada uno pudiera demostrarse
utilizando teoremas previamente demostrados. Como es natural, este sistema se remontaba
siempre a algo indemostrable: si cada teorema tenía que ser probado con ayuda de otro ya
demostrado, ¿cómo podría demostrarse el teorema número 1? La solución consistió en empezar
por establecer unas verdades tan obvias y aceptables por todos, que no necesitaran su
demostración.
Tal afirmación fue llamada «axioma». Euclides procuró reducir a unas cuantas afirmaciones
simples los axiomas aceptados hasta entonces. Sólo con estos axiomas pudo construir el
intrincado y maravilloso sistema de la geometría euclídea. Nunca con tan poco se construyó
tanto y tan correctamente, por lo que, como recompensa, el libro de texto de Euclides ha
permanecido en uso, apenas con la menor modificación, durante más de 2.000 años.
Elaborar un cuerpo doctrinal como consecuencia inevitable de una serie de axiomas es un juego
atractivo.
Geometría, se entusiasmaron con él hasta el punto de cometer dos serios errores.
En primer lugar, llegaron a considerar la deducción como el único medio respetable de alcanzar
el conocimiento.
Corinto a Atenas no podía ser deducida a partir de principios abstractos, sino que forzosamente
tenía que ser medida. Los griegos no tenían inconveniente en observar la Naturaleza cuando era
necesario. No obstante, siempre se avergonzaron de esta necesidad, y consideraban que el
conocimiento más excelso era simplemente el elaborado por la actividad mental. Tendieron a
subestimar aquel conocimiento que estaba demasiado directamente implicado en la vida diaria.
Según se dice, un alumno de Platón, mientras recibía instrucción matemática de su maestro,
preguntó al final, impacientemente:

Platón, muy ofendido, llamó a un esclavo y le ordenó que entregara una moneda al estudiante.
-Ahora, dijo, no podrás decir que tu instrucción no ha servido en realidad para nada.
Y, con ello, el estudiante fue despedido.
Existe la creencia general de que este sublime punto de vista surgió como consecuencia de la
cultura esclavista de los griegos, en la cual todos los asuntos prácticos quedaban confiados a los
sirvientes. Tal vez sea cierto, pero yo me inclino por el punto de vista según el cual los griegos
sentían y practicaban la Filosofía como un deporte, un juego intelectual. Consideramos al
aficionado a los deportes como a un caballero, socialmente superior al profesional que vive de
ellos. Dentro de este concepto de la puridad, tomamos precauciones casi ridículas para
aseguramos de que los participantes en los Juegos Olímpicos están libres de toda mácula de
profesionalismo. De forma similar, la racionalización griega por el «culto a lo inútil» puede
haberse basado en la impresión de que el hecho de admitir que el conocimiento mundano, tal
como la distancia desde Atenas a Corinto, nos introduce en el conocimiento abstracto, era como
aceptar que la imperfección nos lleva al
Edén de la verdadera Filosofía. No obstante la racionalización, los pensadores griegos se vieron
seriamente limitados por esta actitud. Grecia no fue estéril por lo que se refiere a contribuciones
prácticas a la civilización, pese a lo cual, hasta su máximo ingeniero, Arquímedes de Siracusa,
rehusó escribir acerca de sus investigaciones prácticas y descubrimientos; para mantener su
status de aficionado, transmitió sus hallazgos sólo en forma de Matemáticas puras. Y la carencia
de interés por las cosas terrenas, en la invención, en el experimento y en el estudio de la
Naturaleza, fue sólo uno de los factores que limitó el pensamiento griego. El énfasis puesto por
los griegos sobre el estudio puramente abstracto y formal, en realidad, sus éxitos en Geometría,
les condujo a su segundo gran error y, eventualmente, a la desaparición final.
Seducidos por el éxito de los axiomas en el desarrollo de un sistema geométrico, los griegos
llegaron a considerarlos como «verdades absolutas» y a suponer que otras ramas del
conocimiento podrían desarrollarse a partir de similares «verdades absolutas».
La Tierra era inmóvil y, al mismo tiempo, el centro del Universo.
En tanto que la Tierra era corrupta e imperfecta, los cielos eran eternos, inmutables y perfectos.
Dado que los griegos consideraban el círculo como la curva perfecta, y teniendo en cuenta que
los cielos eran también perfectos, dedujeron que todos los cuerpos celestes debían moverse
formando círculos alrededor de la Tierra. Con el tiempo, sus observaciones mostraron que los
planetas no se movían en círculos perfectos y, por tanto, se vieron obligados a considerar que
realizaban tales movimientos en combinaciones cada vez más complicadas de círculos; lo cual
fue formulado, como un sistema excesivamente complejo, por Claudio Ptolomeo, en Alejandría,
hacia el 150 de nuestra Era. De forma similar, Aristóteles elaboró caprichosas teorías acerca del
movimiento a partir de axiomas «evidentes por sí mismos», tales como la afirmación de que la
velocidad de caída de un objeto era proporcional a su peso.
Así, con este culto a la deducción partiendo de los axiomas evidentes por sí mismos,se corría el
peligro de llegar a un callejón sin salida.
Astronomía. El conocimiento filosófico se mostraba completo y perfecto, y, durante cerca de
2.000 años después de la Edad de Oro de los griegos, cuando se planteaban cuestiones
referentes al Universo material, tendíase a zanjar los asuntos a satisfacción de todo el mundo
mediante la fórmula: «Aristóteles dice...», o
«Euclides afirma..».
Una vez resueltos los problemas de las Matemáticas y la Astronomía, los griegos irrumpieron en
campos más sutiles y desafiantes del conocimiento. Uno de ellos fue el referente al alma
humana.
Platón sintióse más profundamente interesado por cuestiones tales como: « ¿Qué es la
justicia?», o « ¿Qué es la virtud?», antes que por los relativos al hecho de por qué caía la lluvia o
cómo se movían los planetas.
Grecia, superó a Aristóteles, el supremo filósofo natural.
Filosofía natural. El último desarrollo en la Filosofía antigua fue excesivamente místico
«neoplatonismo», formulado por Plotino hacia el 250 de nuestra Era.
El cristianismo, al centrar la atención sobre la naturaleza de Dios y su relación con el hombre,
introdujo una dimensión completamente nueva en la materia objeto de la Filosofía moral, e
incrementó su superioridad sobre la Filosofía natural, al conferirle un rango intelectual.
Teología. La Filosofía natural fue casi literalmente olvidada.
No obstante, los árabes consiguieron preservar a Aristóteles y Ptolomeo a través de la Edad
Media, y, gracias a ellos, la Filosofía natural griega, eventualmente filtrada, volvió a la Europa
Occidental. En el año 1200 fue redescubierto Aristóteles.
Adicionales inspiraciones llegaron del agonizante imperio bizantino, el cual fue la última región
europea que mantuvo una continua tradición cultural desde los tiempos de esplendor de Grecia.

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