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¿ Querés prepara el guión

para la misa?
CONFECCIÓN DE GUIONES

GENERALIDADES

Del Guía:

1. No es un robot que lee cosas, sino alguien que quiere


conocer y vivir a fondo el sentido de la celebración
cristiana.
2. No tiene miedo de hacer lo que tiene que hacer, no se
esconde, no es una voz en off, es un servicio que debe
“verse”, pero no lucirse.
3. Se siente miembro de una comunidad cristiana, hermano
del resto de los participantes en la Asamblea.
4. Con su forma de estar en la celebración, puede ayudar a
la participación de los demás o motivo de distracción.

Del Guión:

1. Lenguaje sencillo, directo, amable y cordial.


2. Moniciones cortas y concretas, tampoco telegramas.
3. No da sólo indicaciones de qué hacer o no hacer,
también indica, de ser necesario, qué hacer.
4. No interviene innecesariamente, esto rompe con la
dinámica propia de la celebración.
5. El servicio que se presta es en orden a ayudar a la
comunidad a vivir la celebración.

INTRODUCCIÓN / ENTRADA

Lo primero que hacemos los cristianos, al celebrar la


Eucaristía, es reunirnos con otros cristianos. ¿Y eso para
qué? Para orar juntos. Para escuchar la Palabra de Dios. Para
ofrecer el sacrificio de Cristo. Para participar de su Cuerpo
y de su Sangre en la comunión. Para crecer en nuestra fe y
reafirmar nuestra identidad cristiana en medio de este mundo.
Nos sentimos miembros de una Iglesia y convocados por Dios
para celebrar nuestra Pascua semanal en torno a Jesús
Resucitado. Por eso los cristianos somos invitados no a “oír”
misa o “asistir” a algo que hacen otros, sino a PARTICIPAR, a
CELEBRAR la Eucaristía.

¿Qué tener en cuenta en esta parte del guión? La monición


introductoria:

Ayuda a tomar conciencia de esta realidad.


Invita a la participación activa, consciente y
fructuosa.
Puede indicarnos el tiempo litúrgico de la celebración,
o la Fiesta, o la Solemnidad.
Da el “tono” o espíritu que debe animar nuestra
participación.
Ayuda a crear conciencia de que somos Asamblea.
Ayuda a crear “clima”.

NO adelanta la homilía.
NO da enseñanzas moralizantes.
NO indica lo que debemos hacer o no con nuestra vida.

LITURGIA DE LA PALABRA

Las Lecturas

Luego de reunirnos y constituir la Asamblea, escuchamos las


lecturas bíblicas, la Palabra de Dios. ESCUCHAR es algo más
que oír. Es atender, ir asimilando y haciendo propio lo que se
dice. Escuchamos a Dios, nos abrimos al Dios que nos dirige su
Palabra. Él nos habla aquí y ahora, nos comunica su proyecto
de salvación y su cercanía, y nos invita a la comunión de vida
con Él. Nuestro Dios no es un Dios mudo y lejano. Se hace
presente. Nos dirige su Palabra. La Palabra que nos dirige
Dios es una persona: Cristo Jesús, el Resucitado, el que se
nos comunica como Palabra viviente de Dios.

¿Qué tener en cuenta?

Invita a disponernos a ESCUCHAR, a la apertura del


corazón.
Ayuda a centrar nuestra atención en la Palabra como
realidad viva.
Nos ayuda a tomar conciencia de la presencia del Dios
que se nos da por medio de su Palabra.
Puede ser una introducción general a todas las
lecturas, o bien a cada una de ellas.

NO nos adelanta el contenido de las lecturas, no es un


avance de la “película” que viene.
NO es una síntesis de la homilía.
NO es enseñanza moralizante, no indica lo que debemos
hacer con nuestra vida.

La Oración universal o de los fieles

¿Por qué universal?

Es universal, porque la asamblea pide que el hecho salvífico


anunciado en la Palabra se cumpla para todos los hombres,
según la voluntad del Padre. Es universal también, porque esta
comunidad celebrante, aunque pequeña, está en comunión vital
con la Iglesia universal, y comparte con ella las mismas
preocupaciones e intenciones.
¿Por qué de los fieles?

Porque es la oración de todos los fieles congregados en la


asamblea. El nombre de “oración de los fieles” hace referencia
al tiempo en que se realizaba la despedida de los catecúmenos
en este momento de la celebración, después de la homilía, y
que quedaban sólo los “fieles” para la Eucaristía, empezando
precisamente su actuación con esta oración.

¿Por qué se la hace?

La motivación teológica es clara: “el pueblo ejercitando su


oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres” (OGMR 69). La
comunidad cristiana se sitúa, pues, de mediadora entre Dios y
el resto de la humanidad y de la Iglesia para interceder por
ellas.

¿Cuándo y cómo se hace la Oración universal?

¿Cuándo? De por sí, siempre (no solamente los domingos o


solemnidades); es un elemento normal de la liturgia de la
Palabra. Así lo presenta OGMR 69. OLM 30 y 31 la presentan
igualmente como uno de los elementos y ritos normales de la
liturgia de la Palabra.

¿Cómo se hace? ¿Quién o quiénes la hacen? (cf. OGMR 69 y OLM


30 y 31) Hay que notar que se compone de cuatro partes:
introducción del presidente de la celebración; formulación de
las intenciones por el diácono o el cantor; respuesta de la
asamblea; y oración conclusiva del presidente de la
celebración.

Las llamadas “peticiones” van dirigidas a la Asamblea, a la


cual se invita a unirse a la oración por necesidades
concretas. Tales “peticiones” no son oraciones dirigidas al
Padre o a Jesús. Lo mismo cabe decir de la introducción del
presidente: no es una oración dirigida a Dios. Es más bien una
invitación dirigida a la Asamblea para que se una en oración
por las intenciones que se le van a proponer. La respuesta de
la comunidad. “Te lo pedimos Señor” u otra similar, es la
verdadera “Oración de los Fieles”, la intervención que la
comunidad protagoniza y que se dirige a Dios.

Esta oración tiene la forma de una letanía, y las letanías son


para ser cantadas a modo de “mantra” y así crear un ambiente
de oración. La preocupación por el “qué” (contenido) de las
intenciones debe ir acompañada por la preocupación del “cómo”
(modo) en que se expresan. Es importante hacer notar una
alternativa que presenta el nº 31 del OLM: ” La asamblea
participa de pie en la oración, diciendo o cantando la
invocación común después de cada intención, o bien orando en
silencio (cf. OGMR 71)”.

“Las series de intenciones, normalmente, serán las siguientes:

a) por las necesidades de la Iglesia

b) por los que gobiernan el Estado y por la salvación del


mundo.

c) por los que sufren cualquier dificultad.

d) por la comunidad local.

Sin embargo, en alguna celebración particular, como en la


confirmación, matrimonio o exequias, el orden de las
intenciones puede amoldarse mejor a la ocasión.” (OGMR 70). Es
pues, una oración suplicatoria, no es momento de expresión de
motivos de acción de gracias; y universal, lo cual no excluye
las peticiones por necesidades particulares.

Las intercesiones son acogidas; por la asamblea con una


respuesta que puede ser muy variada, pero debe ser coherente
con la naturaleza de la petición.

Deberá cuidarse la homogeneidad del estilo. En lo posible


evitar las peticiones largas, porque cuando terminamos de
escucharlas, nos olvidamos qué comenzamos a pedir.

LITURGIA EUCARÍSTICA

La Colecta u ofrenda de bienes

Ayuda a tomar conciencia en la corresponsabilidad del


sostenimiento de la Iglesia.
Invita a la generosidad en la colaboración.
Es parte del ofrecimiento personal, a partir no de lo
que nos sobra, sino de lo que nos privamos.

La Procesión con las ofrendas

El sacrificio lo realizó Jesús de nazareth hace dos mil años.


Se ofreció a sí mismo a Dios, en solidaridad con todos los
hombres, hasta las últimas consecuencias. Es la ofrenda de su
propia persona. En la Eucaristía celebramos el memorial del
sacrificio de la cruz, y en ella el mismo Señor lo actualiza
para nosotros y nos hace partícipes de su entrega pascual. Por
tanto, no es un simple recuerdo del pasado. No es otro
sacrificio lo que ofrecemos en la misa, tampoco una
repetición. La entrega de Cristo en la cruz ha quedado
perpetuada en Él, el Señor glorioso y resucitado. Aunque en
este momento debemos hablar más apropiadamente de Preparación
y Presentación de los dones. El verdadero ofrecimiento vendrá
luego de la Consagración eucarística. Por ello aquí sólo
traemos pan, vino y agua para la Eucaristía. Presentamos de
los mismos bienes con que Dios nos ha bendecido, pero a los
que se les incorpora el trabajo humano. No acercamos trigo y
uva, sino pan y vino.

¿Qué tener en cuenta en el guión?

Ayuda a tomar conciencia de esta realidad.


Invita a acercar al altar no sólo elementos sino
también aspectos más vitales.
Se acerca siempre y de modo notorio y principal pan y
vino. Otros elementos muy ocacionalmente pueden
acercarse, pero nunca deben adquirir mayor relieve que
el pan y el vino.
Es el Señor quien se ofrece, nosotros somos partícipes
por su gracia. Él transforma lo presentado.

La Comunión

Después de comulgar con Cristo-Palabra, somos invitados a


comulgar con Cristo-Pan. El pan y el vino que se trajeron al
altar se han convertido en una nueva realidad: la persona
misma del Señor Resucitado. La eucaristía es nuestro alimento
espiritual. Cristo ha querido dársenos Él mismo como alimento
y alegría espiritual. Y lo ha hecho con un signo que todos
entienden: comer pan y beber vino. Por otra parte la Comunión
nos va construyendo como comunidad fraterna, porque comulgamos
junto con otros. Recibimos el Cuerpo eucarístico de Cristo,
para que vayamos siendo cada vez más claramente el Cuerpo
eclesial del mismo Cristo. La Comunión es el momento
culminante de la misa, su gesto principal. Es el momento en
que debemos expresar nuestro más profundo agradecimiento al
que ha querido ser nuestro alimento para el camino.

¿Qué tener en cuenta en el guión?

Ayuda a tomar conciencia del momento que vamos a


vivir.
Invita a acercarnos y disponernos a recibir la
Comunión.
No “toca” una segunda homilía, es suficiente con la
que dio el sacerdote o el diácono.

LA DESPEDIDA

Si al principio de la misa nos sentimos convocados, al final


deberíamos sentirnos enviados. Volvemos a nuestra historia y a
nuestra vida.

¿Qué tener en cuenta en el guión?

Lo celebrado debe llevarnos a la vida cotidiana.


Somos invitados a volver a nuestra vida cotidiana, eso
sí, transformados por la Palabra y la Comunión
eucarística.
Es más un momento de envío que un momento mariano.
Es la invitación al compromiso cotidiano, pero cuidado
NO el momento para la homilía del guía.
Resalta la fuerza, la alegría, la confianza de la
presencia de Dios en nuestra vida cotidiana.
Federico Amad

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