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Educación y Desigualdad Social en México
Educación y Desigualdad Social en México
La pregunta que organiza los trabajos de esta mesa no sólo resulta pertinente desde un punto de
vista ético, sino que además implica un conjunto de desafíos derivados tanto de las nuevas
tendencias en la producción y difusión del conocimiento como de la realidad de los países en
desarrollo, caracterizada por la persistencia de la pobreza y la desigualdad.
¿Cómo alcanzar la educación para todos en un contexto en el que las fronteras del conocimiento
se amplían incesantemente? ¿Cómo abordar este tema cuando el desarrollo tecnológico y el
aumento de la productividad están operando sobre bases distintas y requieren nuevos perfiles
educativos y de capacitación laboral? ¿Es posible seguir limitando los esfuerzos a la ampliación de
coberturas y a mejorar la calidad de los servicios educativos formales, cuando hoy se plantea
como indispensable la educación durante toda la vida? ¿Cómo se articulan todos estos desafíos en
un contexto en el que además la pobreza extrema afecta a casi la tercera parte de la población?
¿Qué medidas pueden aplicarse en una sociedad tan heterogénea como la mexicana?
Dentro de las desigualdades internas por las que atraviesa la educación en México destacan las
referidas a la calidad, al sector que la provee y al nivel educativo del que se trate. Algunas de estas
desigualdades pueden abordarse aisladamente, sin embargo la mayoría de ellas se entrelazan y
retroalimentan.
Entre grupos
Muchos mexicanos ven limitadas desde temprana edad sus oportunidades de bienestar, como
consecuencia de las características de la transmisión intergeneracional de capital educativo y de
oportunidades laborales, las cuales influyen en la elevada y persistente desigualdad social y
económica.
Los estudiantes más pobres suelen desenvolverse en un ambiente educacional poco propicio para
la continuidad de sus estudios y para alcanzar logros educativos, ya que el rendimiento educativo
está ligado a los contextos socioculturales predominantes en las escuelas.
De acuerdo con un estudio reciente de la CEPAL1, el 80% de los jóvenes urbanos del país proviene
de hogares en que los padres poseen un capital educativo insuficiente, es decir, de menos de diez
años de estudio. De ese total entre 60 y 80% no alcanza el umbral educativo básico para acceder al
bienestar, que en la actualidad exige alrededor de 12 años de estudio. La elevada proporción de
jóvenes que heredan una educación insuficiente se traduce e empleos mal remunerados, lo que
limita sus oportunidades de bienestar y la de los hogares que formen en el futuro cercano.2
El mismo estudio muestra que si bien los jóvenes cursan más años de estudio
1
Comisión Económica para América Latina y Latina y el Caribe (CEPAL),Panorama Social de América Latina, Santiago de
Chile, 1997
2
El análisis del ingreso laboral de quienes se incorporan al mercado de trabajo indica que actualmente, en la región
latinoamericana, se requiere completar el ciclo secundario y cursar como mínimo 12 años de estudios para tener acceso
al bienestar. Las situaciones de superación o no superación educacional respecto de los padres se clasifican, según si el
joven tiene o no 12 o más años de estudio, como capital educativo básico para contar con buenas posibilidades de
acceder a ocupaciones bien remuneradas. La superación educativa intergeneracional es la situación de los jóvenes que
superan el promedio de educación de sus padres tomando en cuenta la devaluación sufrida por ésta. El concepto de
devaluación de la educación da cuenta del hecho de que a medida que aumenta la cobertura se necesitan más años de
estudio para poder lograr igual inserción ocupacional y el mismo ingreso. Se determina que a mayor nivel educativo,
menor fue la devaluación, por lo que cuanto mayor es la educación de los padres se requieren menos años de estudio
adicionales para superar sus ingresos (CEPAL, op. cit.)
Ello se traduce en una rigidez de la estructura social, en la que el escaso nivel de educación
alcanzado por muchos jóvenes bloquea su principal causa de movilidad. Más aún, esta desigualdad
limita notablemente las posibilidades de mejorar la distribución del ingreso en el mediano plazo,
debido a que el capital educacional y la calidad educativa constituyen para una importante
mayoría, el principal mecanismo para conseguir un trabajo adecuadamente remunerado.
Por otra parte, la escasa escolaridad de la población ocupada determina en gran medida la baja
remuneración salarial y reduce la posibilidad de acceder con ventaja al mercado formal de trabajo
o de aumentar la productividad y, en consecuencia, el propio ingreso. Asimismo, el analfabetismo
y la insuficiente instrucción básica de los jefes de familia son factores que condicionan el nivel de
vida de los hogares e influyen de manera importante en el patrón educativo de los hijos.4
3
La evidencia reunida en varios países muestra que alcanzar el umbral educativo de 12 años se traduce, en una
probabilidad superior al 80%, en la percepción de un ingreso que permita situarse fiera de h pobreza. El examen de las
remuneraciones de los asalariados de 20 a 29 años de edad (en valores equivalentes a líneas de pobreza per cápita)
indica que los años adicionales de estudio no tienen el mismo rendimiento en términos de ingreso cuando se sitúan por
debajo o por encima de ese umbral. Uno, dos o tres años más de estudios cuando se ingresa al mercado laboral sin
haber completado el ciclo secundario no tienen mayor influencia en la remuneración percibida y en la mayoría de los
casos se traducen en un inca so laboral muy bajo y escasas posibilidades de situarse fuera de la pobreza. En cambio, el
ingreso aumenta en forma significativa cuando los estudios cursados se suman a dicho umbral. (c PAL, 1997 op. cit.).
4
Poder Ejecutivo Federal, Programa para superar la pobreza, 1995-2000, p. 24.
Entre 1984 y 1995 el promedio de escolaridad de la población de 15 años y más se elevó de 5.8 a
7.2 años.5 Sin embargo, las diferencias regionales que aún subsisten muestran que a pesar de ser
éste un logro muy importante, se requiere un esfuerzo mayor para reducir las brechas entre
entidades. Por ejemplo, mientras el Distrito Federal registra una escolaridad superior a los nueve
años, Chiapas apenas se acerca a los cinco años. Si observamos esta misma fotografía por el lado
de las áreas urbanas y rurales, tenemos que en las primeras el promedio de escolaridad supera a
los ocho años, mientras que las segundas apenas rebasan los cinco. Esto está fuertemente
asociado con las diferencias de condiciones que se dan dentro de las mismas escuelas y fuera de
ellas.
Otro problema que ilustra las desigualdades es la variación de la eficiencia terminal entre los
estados, expresada en el porcentaje de alumnos que terminan la primaria: así, Baja California, el
Distrito Federal, Nuevo León, Querétaro, Tamaulipas y Tlaxcala alcanzan índices superiores al 75%,
mientras que Campeche, Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Yucatán están por abajo del 50%. En
Chiapas sólo el 20% de los alumnos termina el ciclo.
Por otra parte, el porcentaje de población con primaria incompleta para 5todavía era superior al
20%, rezago que es mucho mayor en las zonas rurales donde la proporción supera al 30 por
ciento.
La crisis de los ochenta propició que el gasto en educación disminuyera en términos reales a lo
largo de siete años, situación que se revirtió a partir de 1989, en la salvedad de contar con casi
cuatro millones más de estudiantes. El gasto
5
INEGI, Conteo de población y vivienda 1995. Perfil sociodemográfico, Aguascalientes.
Por otra parte, no hay uniformidad en el gasto educativo de los gobiernos estatales. Algunos
destinan más de la mitad de su presupuesto a la educación y otros tienen un gasto
prácticamente simbólico. 7 Ello obedece a factores diversos como el grado de desarrollo relativo
de la entidad, la capacidad fiscal, las presiones sociales, las políticas locales y las tradiciones
culturales. Los particulares aportan el 4.6% del gasto total nacional que se destina a la educación
y la participación de los municipios es insignificante.8
Un enfoque difundido de manera amplia plantea que los rendimientos individuales y sociales de
las inversiones en la educación básica superan de manera clara los beneficios obtenidos en la
educación superior, y por ello se argumenta que resulta más provechoso concentrar los recursos
en los niveles básicos. Uno de los supuestos clave en este enfoque sugiere que el gasto en
educación básica tiene directamente un contenido de equidad, al favorecer la incorporación al
sistema escolar de los sectores sociales con menores ingresos.9
Sin embargo, esta asignación de recursos que privilegia en gran medida a la educación básica, sin
hacer un esfuerzo equivalente en la educación superior, puede arrojar mayores rendimientos
sociales a corto plazo, pero en el futuro puede reportar tendencias contrarias por las inversiones
que se dejen de realizar. Por ejemplo, una menor oferta de ingenieros o científicos puede inhibir
las inversiones en ramas industriales clave, reduciendo con ello el multiplicador de empleos e
ingresos en el futuro y restando posibilidades de utilización productiva del capital humano
acumulado.10
6
Información elaborada con datos del Poder ejecutivo Federal, IV Informe de Gobierno 1992, IV Informe de Gobierno
1998 y Programa de desarrollo educativo 1995-2000.
7
OCDE. Exámenes de las políticas nacionales de educación. México educación superior, 1997.
8
Información calculada a partir de los datos del Poder Ejecutivo Federal, IV Informe de Gobierno, 1998.
9
Psacharopoulos, George y Woodhall Maureen, Educación para el desarrollo. Un análisis de opciones de inversión,
Banco Mundial y TECNOS, 1990.
10
OCDE, Human capitl investment. Draft Report, diciembre de 1997.
Es posible que los cambios emprendidos con las reformas al sistema educativo, traigan consigo
una aproximación del rendimiento y el logro educacional entre los estudiantes de escuelas
públicas y privadas, y por esta vía, se reduzcan las desigualdades educacionales entre distintos
estratos socioeconómicos.
Desigualdades de género
Por cuestiones básicamente culturales, la escuela sigue siendo un espacio donde aún predomina la
falta de reconocimiento y validación de la diferencia entre géneros.
En materia educativa todavía son muy claras las diferencias: en el nivel nacional, tres de cada cinco
analfabetas son mujeres y aunque esta diferencia sistemáticamente se ha reducido todavía es
significativa. La deserción escolar tiende a aumentar a partir de los 12 años, principalmente, entre
las niñas de hogares que viven en situación de pobreza extrema, de modo que al llegar a los 15
años, sólo 33% de ellas permanece en la escuela, en comparación con 45% de los varones.12
Asimismo, son más las mujeres sin educación, ya que el 34% de ellas no tiene instrucción o
primaria completa, frente al 29% en el caso de los hombres.13
2. Educación y empleo
En México el aumento en la matrícula de la educación media superior ha tenido mayor efecto en
el crecimiento económico que el aumento en la formación bruta del capital fijo.14
Sin embargo, a medida que aumenta la cobertura en educación, se requiere un mayor número de
años de estudio para lograr una inserción ocupacional ade-
11
UNESCO, Situación educative en América Latina y el Caribe, 1980-1994, Santiago de Chile, 1996. P. 8.
12
Poder Ejecutivo Federal, Programa de educación, salud v alimentación (Progresa), 1998.
13
INEGI, Mujeres y hombres en México. Aguascalientes, 1998.
14
Mendoza, Miguel Ángel, Anexo al capítulo III, “Educación y crecimiento económico en México. 1970-1996”, en Ruíz
Durán, Clemente, El reto de la educación superior en la sociedad del conocimiento, ANUIES, 1997.
3. Avances
En materia de educación formal, las cifras indican que se han producido evidentes y constantes
avances en todos los niveles durante las últimas décadas. Debido al aumento sostenido de a
escolaridad, buena parte de los estados han incrementado la cobertura a la educación básica y
secundaria, mostrando niveles analfabetismo cada vez menores.
Las reformas a la educación, basadas en una modificación de los programas de estudio, cambios
institucionales y la asignación de mayores recursos financieros para elevar la calidad, son sin duda
positivos, pero pueden resultar insuficientes para reducir la falta de equidad si no se prevén
medidas que contrarresten el impacto negativo de las condiciones del hogar. Sin embargo,
también debe tenerse en cuenta que los resultados en materia de educación no sólo dependen de
la calidad de la oferta, sino también de las condiciones de la demanda.
Si bien se ha tratado de aminorar estas deficiencias con la puesta en marcha de los diversos
programas compensatorios para regiones y grupos marginados, el esfuerzo que aún se requiere
debe ser mayor, ya que los alumnos tienen un rendimiento muy inferior al de sus pares de los
países industrializados, o a nivel considerado estándar en las pruebas de lectura, matemáticas y
ciencias. En general, el sistema educativo no capacita a la mayoría de los estudiantes para
incorporarse de manera efectiva al sector moderno de la economía.
15
Ducker, Peter, “The age of social transformation”, en The Atlantic Monthy, noviembre de 1994.
Uno de los retos fundamentales que enfrenta el sistema educativo es el de responder a las
necesidades de una sociedad en rápido progreso y cambio. La transformación del paradigma
productivo, el cambio tecnológico, la creciente necesidad de competir en un contexto de
globalización, la acelerada urbanización y la profundización de la democracia imponen la
necesidad de que el modelo educativo responda a objetivos de equidad, pertinencia,
continuidad, mayor inversión e igualdad de oportunidades.
El desafío es enorme, pero sólo con una estrategia de transformación educativa explícita, activa
y flexible será posible avanzar hacia una educación de calidad para todos, que brinde las
habilidades socialmente relevantes, que permita el desarrollo y la difusión del conocimiento y
que contribuya también a disminuir la desigualdad y la pobreza.
Equidad
Para avanzar hacia una mayor equidad es necesario considerar los siguientes retos:
Las reformas educativas han tratado de apuntar parcialmente hacia estos objetivos a través de los
contenidos de la educación y de las modificaciones al proceso educativo; el financiamiento del
sistema y los mecanismos de asignación
16
Bustelo, Eduardo y alberto Minujín (eds.), Todos entran. Propuesta para sociedades incluyentes, UNICEF, Colombia,
1998.
Sin embargo, se requiere dar un paso más y tratar de responder efectivamente a las necesidades
del mercado laboral, para que los conocimientos que se transmiten a los estudiantes les ofrezcan
las habilidades necesarias para integrarse a la fuerza productiva mejor calificada y con mejores
oportunidades de ingreso. Es necesario asumir que este proceso también está vinculado con una
visión que rebasa el ámbito educativo y que se refiere al aparato productivo, y más generalmente
hablando, a la economía en su conjunto. El reto consiste en encontrar los lazos que permitan
coordinar las condiciones favorables para la inversión productiva, las demandas de mano de obra
calificada que ésta requiere y la oferta de capital humano que el sistema educativo provee, a
través de la generación de empleo, la absorción de la fuerza de trabajo calificada y la dotación de
los conocimientos y habilidades pertinentes, mediante un proceso de educación permanente.
Continuidad
Casi todos coinciden en que hoy se requiere fomentar un aprendizaje durante toda la vida17, y
para lograrlo es preciso repensar en varios sentidos la forma en que están organizados
actualmente los servicios educativos. Algunas de las estrategias generales han sido señaladas por
los propios ministros de educación de los países de la OCDE.18 Las enuncio brevemente:
1. Fortalecer las bases del aprendizaje durante la vida mejorando el acceso de los niños a
la educación, particularmente de aquéllos con desventajas, revitalizando las escuelas y
apoyando el crecimiento de otros mecanismos de educación formal y no formal.
2. Promover vínculos coherentes entre el aprendizaje y el trabajo, mediante puentes que
faciliten un movimiento más flexible entre la educación, la capacitación y el empleo, así
como establecer y reconocer las habilidades y competencias de las personas,
independientemente de que las hayan adquirido a través de la educación formal o de
la no formal.
17
En palabras de Carlos Fuentes: "La educación vitalicia pretende reordenar los itinerarios de la educación, facilitar el
pasaje de una etapa a otra, reconocer el valor de cada una y mantener abierta, para todos, a todos los niveles y a todas
la edades, la oportunidad educativa." Por un progreso incluyente, Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de
América, México, 1997, p. 106.
18
OCDE, DEELSA, Reunión del comité de educación a nivel ministerial.
En países como México, la continuidad tiene un significado adicional, y es el que está asociado a la
necesidad de garantizar la permanencia en el sistema educativo formal de quienes enfrentan el
riesgo de abandonarlo por razones económicas.
Pero también es necesario un esfuerzo adicional y considerable para incidir expresamente en los
factores extraescolares que influyen en la deserción, sobre todo en el medio rural, y que están
asociados a las precarias condiciones de vida y a la insuficiencia de ingresos de las familias.
El capital educativo de los jóvenes que tienen 20 o más años de edad, está prácticamente
formado, por lo que las reformas al sistema escolar difícilmente los beneficiarán. Dado que este
grupo representará más de dos tercios de la fuerza de trabajo de todos los países de la región en
las próximas dos décadas, resulta ineludible y urgente definir políticas y programas de
capacitación profesional permanente.
No se puede seguir con un sistema que primero educa y luego quiere capacitar, ya que esto
resulta doblemente costoso y prácticamente inviable. Por ello, es importante definir prioridades
de manera integral y con una visión de largo plazo.
19
Se estima que se requiere aumentar el gasto anual entre un medio y un punto porcentual del PIB. CEPAL, La brecha de
la equidad, Santiago de Chile, 1997. Además es rentable, porque según la OCDE, la tasa de rendimiento de la educación
es superior al 10 %, OCDE, 1997, op. cit.
Igualdad de oportunidades
20
CEPAL, 1997, op. cit.
21
Savater, Fernando, El valor de educar, México, Instituto de Estudios Educativos y sindicales de América, 1997, pp. 165-
169.