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CHAVEZ FRIAS
El presidente Chávez desarrolló una política militar con el objetivo de transformar a las
Fuerzas Armadas en el soporte esencial de su proyecto político. Para ello realizó cambios
de carácter nominal, pasando de una Fuerza Armada divorciada de las necesidades del
pueblo, en este sentido comprometió a los respectivos comandantes de los diferentes
componentes de la FANB a vincularse con el debate político nacional, y creando una
nueva estrategia fundamentada en la unión civico-militar. Su visión de estadista
revolucionaria y socialista hizo que la solidaridad y complementariedad producto de la
unidad entre los pueblos del mundo se convirtiera en una nueva geopolítica
anticolonialista y antiimperialista por definición ideológica, revolucionaria y de nuestra
identidad americana.
Hugo Chávez completó en 1966 la educación primaria en el Grupo Escolar Julián Pino y
posteriormente cursó el bachillerato en el Liceo Daniel Florentino O’Leary de Barinas,
donde obtuvo el título de Bachiller en Ciencias en 1971.
La idea central era formar un oficial de mayor nivel cultural académico que las
generaciones precedentes, y con ello elevar el nivel general de las Fuerzas Armadas.
Hugo Chávez afirmaba que a la Academia Militar iban docentes civiles y militares con
gran preparación intelectual, donde se planteaba la libertad de discusión, sobre temas
de historia, de sociedad o de economía, en detrimento del dogmatismo (ELIZALDE;
BÁEZ, 2004). Se realizaban conferencias organizadas por los mismos oficiales de planta,
como el entonces director de la Academia Militar, el General Jorge Osorio García,
fallecido en 2009, quien tenía un trato especial con esta promoción e insistía con que
ellos serían los Generales del año 2000, buscando favorecer un clima de superación, les
expresaba que serían la “vanguardia de una nueva generación” (HIDALGO, 2009).
Igualmente, el sub-director Rojas Araujo, que además era Doctor en Historia; el teniente
Pompeyo Torrealba, actualmente muy activo por sus posiciones vinculadas a la
recuperación del Territorio del Esequibo (en disputa con Guyana) por parte de
Venezuela; y sobre todo el General Jacinto Pérez Arcay, quien entonces era teniente
coronel, historiador, autor posteriormente de La Guerra Federal: Causas y consecuencias
(1977) y El fuego sagrado (1979). Este último, según planteaba Hugo Chávez fue quien le
encendió la llama bolivariana, su filósofo y maestro para toda la vida, el culpable de su
segundo nacimiento (ELIZALDE; BÁEZ, 2004).
Hugo Rafael Chávez Frías afirmaría, al referirse a la Academia Militar de Venezuela que
“aquí se han forjado generaciones y generaciones, aquí fuimos forjados. Y yo pudiera
decir algo más, sin exageraciones de ningún tipo, la Academia Militar fue desde los años
’70, finales de los ’70, toda la década de los ’80 y buena parte de los ’90; cuna donde
anidó la Revolución Bolivariana” (CHÁVEZ, 2006). De esta manera, Hugo Chávez
asignaba a la Academia Militar de Venezuela un rol histórico de relevancia al recalcar el
valor de su formación en la proyección hacia el ámbito político y social del país.
egresando con el grado de subteniente, el 5 de julio de 1975. En ese mismo año realiza
un curso en Comunicación en la Escuela de Comunicación y Electrónica de las Fuerzas
Armadas. En el año de 1977 es ascendido a teniente y realiza el Curso Medio de
Blindados del Ejército en 1979, donde ocupa el primer lugar entre todos los alumnos. Ya
para el año de 1982 es ascendido a capitán, realiza el Curso Avanzado de Blindados en
1983, donde ocuparía nuevamente el primer lugar entre todos los alumnos. Después fue
profesor de estudios superiores y participó en el Curso Internacional de Guerras Políticas
realizado en Guatemala en 1988. Cursa una maestría en Ciencias Políticas en la
Universidad Simón Bolívar en los años 1989 y 1990, tesis por terminar. Continuó su
carrera militar en las Fuerzas Armadas hasta ascender al grado de teniente coronel en
1990. Por último, realiza un Curso de Comando y Estado Mayor en la Escuela Superior
del Ejército en 1991.
A las 11:00 (UTC) del 4 de febrero de 1992, comenzó la sublevación con comandos
operando simultáneamente en Maracaibo, Caracas, Valencia y Maracay. En Maracaibo,
Francisco Arias Cárdenas logró apoderarse de la sede del gobierno regional y toma
prisionero al Gobernador del Zulia, Oswaldo Álvarez Paz. En Caracas, Chávez establece
su centro de operaciones en la sede del Museo Histórico Militar, ubicado en La Planicie,
en las inmediaciones del Palacio de Miraflores, sus fuerzas toman la estación estatal
Venezolana de Televisión. Otro grupo se enfrenta a la Guardia Nacional Venezuela en La
Casona, mientras que un grupo intentaron tomar el Palacio de Miraflores. Chávez
decidió rendirse y pide hacerlo por televisión. En horas del mediodía Chávez se presentó
ante las cámaras de televisión diciendo “Buenos días”, luego identificó su movimiento:
“este mensaje bolivariano”. Reconoció la labor de sus copartidarios: “ustedes lo hicieron
muy bien”. Reconoció su derrota: “Nosotros aquí en Caracas no logramos controlar el
poder”. Lanzó un reto: “lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos
no fueron logrados” Asumió la responsabilidad: “Asumo la responsabilidad de este
movimiento militar bolivariano” y dio un mensaje de esperanza: “El país tiene que
enrumbarse hacia un destino mejor”.
El caracazo y sus consecuencias El Estado venezolano se configuró desde los años treinta
como el gestor de un modelo de economía primario-exportadora, altamente
dependiente de los vaivenes del mercado mundial y estrechamente ligada a las
decisiones en materia de inversiones, mercados y tecnología, frente a las grandes
compañías trasnacionales del petróleo. De cara a la sociedad, el Estado se erigió como el
redistribuidor de una renta que dependía de la dinámica del mercado mundial. El
acelerado crecimiento poblacional experimentado en Caracas durante la segunda mitad
del siglo XX no tuvo como correlato un proceso industrializador, en esa medida la
subsistencia de la población dependió en parte de los programas de asistencia
desplegados por el Estado. Bajo esta pauta se hace inteligible el estallido social ocurrido
en Caracas en febrero de 1989. En un contexto de caída de la renta petrolera y reajuste
en los gastos del Estado, los sectores sociales más afectados respondieron con una
masiva e inusitada violencia. El número de muertos causados en unos pocos días por
parte de las fuerzas del Estado hace recordar a las más cruentas dictaduras
latinoamericanas. Sin que se tratase de una revuelta política, sino de un “motín de
hambre” en el espacio urbano, el Estado, a través de sus Fuerzas Armadas, salió a las
calles a aplastar a los manifestantes. La represión ejercida por el régimen político
sumada a las políticas de recorte en los subsidios y encarecimiento del costo de vida
dieron al traste con la legitimidad del régimen político entre los sectores populares. Así
se puso fin a una relación de reciprocidad mutua, basada en el otorgamiento de “estado
de bienestar” a cambio de legitimación, establecida a los largo de treinta años entre el
régimen político y los sectores populares.
En ese entonces quien manejaba los hilos del país era el imperialismo
estadounidense con su presidente en el país, Carlos Andrés Pérez,
quien se había mantenido en el poder despúes del 4 de febrero de
1992.