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ARTISTA: INTÉRPRETE PÚBLICO

El arte, como la creación del espíritu humano, es subjetivo, pues no sale de los límites
de la mente del propio artista.

Para ser exteriorizado necesita expresarse por medios materiales concretados en una forma
determinada. Todas las expresiones artísticas han de revestir necesariamente alguna de las
modalidades del lenguaje, y así denominamos técnica artística al conjunto sistematizado de
normas y preceptos para emplear debida y correctamente los medios de exteriorizar las ideas
artísticas en beneficio de su más clara y acertada expresión.

La técnica proporciona además, los elementos para la creación espiritual, ya que ésta no es
otra cosa que la reproducción mental de la forma en la que ha de materializarse la obra de
arte.

Si el dominio técnico no es suficiente para convertir a quien o posee en artista, ningún artista
puede conceptuarse completo si desconoce la técnica propia de su especialidad.

La técnica es el conjunto sistematizado de normas y preceptos para emplear debida y


correctamente los medios de exteriorización de las ideas artísticas en beneficio de su más clara
y acertada expresión de la misma manera que en todas las ramas del conocimiento las técnicas
se han ido elaborando como resultado de la experiencia y han aumentado paulatinamente su
conocimiento al enriquecerse con nuestra modalidad expresiva y con más sólidas bases
científicas.

No obstante, al ser la fantasía facultad natural del espíritu común de todos los seres humanos
se da el nombre de artista a aquellos individuos de fantasía privilegiada que se consagran con
asiduidad a la producción de la belleza y poseen los conocimientos técnicos necesarios para
expresarla.

En toda creación artística hay un trabajo de gestación previa en el cual la fantasía combina
representaciones que no llegan a revestir una forma determinada. En el momento que se
denomina “de inspiración”, ese previo proceso ideológico cristaliza en un germen sintético
genial que se manifiesta a conciencia del artista como capacidad de producir o potencialidad
creadora. Se inicia entonces el período de desarrollo durante el cual se van concretando
mentalmente las diferentes partes de la obra, con él comienza la difícil labor autocrítica en la
que el artista juzga el acierto y belleza de su propia obra. Creada mentalmente la obra o según
se va creando, el artista la exterioriza con los medios materiales que la técnica de su arte le
proporciona. El fenómeno de creación artística, en contra de tan difundido principio de la
facilidad en el arte, entraña tanto en su proceso mental interno como en su realización externa
suma dificultad y complicación, que aumentan en proporción directa de la importancia y
magnitud de la obra que se pretende hacer y del número y calidad de elementos que en ella
han de emplearse.
EL PÚBLICO

Aunque en términos vulgares se entiende por público a todo el que consume o paga el
arte, en sentido restringido solo se puede considerar como tal al sujeto pasivo de la relación
artística, es decir, a quien tiene suficientemente educados sus órganos sensoriales, su atención
y su inteligencia imaginativa para poder apreciar el pensamiento del autor a través de la forma
expresiva que constituye la obra de arte. Dada la dificultad de compresión que ofrecen en sus
manifestaciones complejas las diferentes artes, es frecuente el caso de que para su acertada
inteligencia necesiten hasta os más competentes una observación detenida o reiteradas
audiciones, con lo cual se logra descubrir nuevas bellezas y matices que en un primer
momento pasaron completamente inadvertidas.

En cambio, la experiencia y la práctica pueden proporcionar tan fina capacidad receptora que
el simple examen de la obra artística, no solo hasta comprender su significado ideológico, son
que por su factura, forma y contenido se consigna deducir la personalidad del autor aun
ignorando que era suyo.

Hay algunas artes, como la pintura, en que el autor termina por sí mismo su obra y ésta es el
mismo conjunto de elementos materiales expresivos.

En otras, como la arquitectura, el autor verifica los actos espirituales y confía en artesanos u
operarios los trabajos mecánicos precios de elementos expresivos.

Pero existe un tercer grupo de artes, entre las que se encuentra la música, en que si bien el
autor verifica por completo la creación mental, lo que exterioriza no es el mismo conjunto de
elementos expresivos, sino la más aproximada inclinación gráfica de os que han de utilizarse
en la ejecución de la obra, para la cual se necesita la intervención material y espiritual de otros
artistas a los que se denomina intérpretes. Así, la música requiere en todos los casos la
cooperación de ejecutantes que conviertan en sonidos los signos gráficos que el compositor
escribió.

El compositor sería el músico especializado en escribir o componer música y que posee los
conocimientos precisos para ello. El compositor no necesita ser intérprete para dominar su
arte con total perfección aunque es raro el caso de un compositor que no sepa tocar algún
instrumento, aunque no toca todos los instrumentos de la orquesta y sin embargo compone
para ellos.

Así pues, en casos en que la cualidad de autor e intérprete coinciden en un individuo, son
independientes y puede ocurrir que siendo un mediocre compositor se sea un intérprete
magnífico o viceversa.

Toda ejecución, que es exclusivamente técnica carece de valor psíquico y de vitalidad. Solo
consigue un resultado frío e incapaz de transmitir emoción a los espectadores. Para que
adquiera calor, verdadero significado, es preciso que el intérprete reproduzca en su fantasía la
creación del autor, la precise con máxima claridad y la sienta tan hondamente como él.

Fácil es comprender que para reproducir imaginativamente una obra hasta el punto de
poderla expresar con la misma intensidad y exactitud como lo haría quien la creó, se precisa en
el ejecutante capacidad, cultura y temperamento extraordinarios, tanto mayores cuanto más
compleja y difícil sea la producción.

Por eso, el arte de la interpretación es espiritual y requiere intervención directa de la fantasía


si quiere que esta facultad actúe más de productora que de creadora.

El intérprete ha de reproducir con la máxima fidelidad la idea del autor, quedando a su


iniciativa lo que aquel no pudo precisar con total exactitud: matices, graduaciones de
intensidad y tempo que tan poderosamente influyen en la fuerza expresiva.

Entendemos por crítica artística la valoración de las obras de arte marcando su importancia y
lugar dentro del proceso histórico y tratado de encauzar y educar al público hacia la exacta
comprensión de las nuevas formas expresivas. Para ser buen crítico, es preciso conocer la
técnica y la historia del arte que se cultiva y poseer un sentido estético muy depurado.

Llamamos “buen gusto”, en materia artística, a la facultad de apreciar en el arte el punto justo
de perfección. El buen gusto por tanto, no es otra cosa que el recto y acertado sentido
estético.

Los fenómenos estéticos que se producen dentro de la escena de lo bello no tiene un valor
positivo, ya que cada cual los aprecia a su modo.

No obstante, por hallarse su empleo muy generalizado, daremos una idea de los caracteres
que a cada uno de ellos se suele asignar.

Cuando en la estética prevaleció la teoría del fondo y la forma como los dos factores
imprescindibles de toda obra de arte, se denominó “bello” al perfecto equilibrio entre ambos
elementos, buscando lo sublime en la preponderancia del fondo o idea sobre la forma.

A lo sublime se le suele asignar dos caracteres: lo ilimitado y lo atributivo.

En contraste con lo sublime, se suele entender por “ridículo” la materialización de la idea, es


decir, el predominio de la forma sobre el fondo. La fuente primordial de lo ridículo son las
debilidades humanas, y se pone de manifiesto por medio de incongruencias e
incompatibilidades.

La variedad más artística de lo ridículo es lo cómico, que se define como la belleza que se
solaza en los accidentes de la vida común.

La fuente principal de lo cómico consiste en la inversión de relaciones entre la situación y la


acción o también entre dos acciones con determinadas cualidades.

Lo ridículo y más todavía lo cómico producen como efecto la risa, que es natural y espontánea,
similar o equivalente a la satisfacción íntima que produce lo bello.

Entendemos por humanístico el aspecto más refinado y exquisito de lo cómico.

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