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El cuerpo podemos estudiarlo y analizarlo por ser material. No sucede lo mismo con el
alma, que es el “soplo divino del cual solo por su actividad podemos darnos cuenta”.
El alma se nos presenta como conciencia y síntesis de nuestro propio yo, nuestra
personalidad. A pesar de los cambios físicos, estamos seguros de que somos nosotros
mismos a través de toda nuestra existencia. El alma actúa por medio de elementos
materiales que proporciona nuestro cuerpo. Para esto es importante un funcionamiento físico
adecuado. Si el normal funcionamiento se altera por cualquier causa, puede darse el caso de
que el alma se vea impedido de ejercer sus actividades. Esto ocurre, por ejemplo, cuando hay
desequilibrio entre uno y otro, cuando perdemos el sentido (debido al alcohol u otras
sustancias).
Igual que los demás animales, el hombre crece, se desarrolla de manera natural; el
cuerpo está dispuesto para ejercer esas funciones.
El ser humano utiliza su parte racional para superar las capacidades de otros animales.
En una primera etapa, buscaba satisfacer sus necesidades más básicas; el ser humano
era consciente de sus limitaciones. Por eso, la caza, la pesca, el pastoreo y la agricultura eran
las ocupaciones fundamentales.
El hombre se relaciona con lo que le rodea por los aparatos sensoriales: ventanas
abiertas que ponen su espíritu en comunicación con el mundo exterior.
Cada órgano tiene unas características peculiares que lo dotan para recibir una clase
determinada de impresiones. Por ejemplo, las ondas sonoras son percibidas por el oído; así
denominamos audición a la función sensorial correspondiente.
Para que ésta se produzca, es necesario un agente externo (en este caso, el sonido).
Las ondas sonoras actúan sobre el aparato auditivo siempre que éste se encuentre en
condiciones normales de uso.
En toda función sensorial existen tres momentos sucesivos (impresión, percepción y sensación)
imprescindibles para que la función se realice y, además, cada uno de los cuales está
supeditado a los que lo preceden. Hay una interdependencia de esos tres momentos, de
manera que sin la existencia de uno no pueden existir los dos siguientes.