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Al continuar avanzando por las líneas de este interesante texto, se vislumbra una
reflexión más, encaminada hacia las finalidades de los métodos, en donde se nos
explica que al no existir un criterio uniforme sobre nuestro objeto de conocimiento,
se puede aludir a cualquiera de los tres grandes pensadores de estas teorías para
aclararlas. El primero de ellos es Hans Kelsen, quien considera que el objeto de la
ciencia está constituido por un sistema normativo, después viene Santi Romano,
quien establece que no sólo se puede ceñir a lo establecido por Kelsen sino a algo
más amplio como la organización social y por último, llega Francesco Carnelutti
quien establece que el objeto de la ciencia está constituido por un conjunto de
reglas de la experiencia jurídica, que son estas reglas del obrar humano, que no
son puestas por el hombre, sino sobre él. Derivado de esto, se puntualiza que al
enfocarse a alguno de esos objetos de la ciencia se le dará preeminencia a
determinado método para realizar nuestra investigación.
Al centrarnos un poco más sobre este tema podemos establecer que existe un
objeto de conocimiento de la ciencia jurídica constituido no sólo por ordenamientos
jurídicos sino además, por conceptos elbaorados por la dogmática que perimite
abordar el conocimiento que nos ayuda a identificar los instrumentos
indispensables de manera selectiva a través de los datos de la experiencia jurídica
que nos invita a construir nuestro punto de partida a través del análisis de
principios, conceptos e instituciones jurídicas y evitar pensar a estos, como un
punto de llegada para el derecho.
Ahora bien, un punto final que aborda el autor de la obra, es el del equilibrio entre
la dogmática y la realidad del derecho pues la exageración de la primera conduce
a un racionalismo estéril y la exageración de la segunda contribuye a una
recopilación anárquica de datos.