—Si, claro —contest6 Cuervo—. Ella y su
muifieca son famosas en el Mundo Flotante. Y
tti, gquién eres, por cierto? Acércate, que no
muerdo... Bueno, sf que muerdo, pero no a las
amigas de Bice —bromes el vampiro.
—Me Ilamo Lucia —contesté la nifa—.
Bice y yo acabamos de regresar del Mundo
Inferior y...
—Del Mundo Inferior? —exclamé Cuervo.
—Un momento —intervino Bice recogien-
do del suelo la mufieca—, luego habra tiempo
para contértelo todo con detalle... {Qué pasa
con esta mufieca, Cuervo?
—;No lo sabes?
—Leticia me la dejé hace tiempo, para que
se la cuidara mientras ella estaba... durmiendo
—dijo Lucia—, y yo la tenia en mi casa pen-
sando que era una muneca normal. Y cuando
estabamos en el Mundo Inferior aparecié en
mi mochila como por arte de magia.
—Puedo imaginarme lo que ha pasado,
pero es mejor que se lo preguntemos a ella —
dijo Cuervo cogiendo la mufieca de manos de
Bice—. Leticia, zestds ahi? —pregunt6 mirdn-
134
dola a los ojos; y, para sorpresa de las nifias, la
muiieca contesté con voz cantarina:
—Hola, Cuervo. Cuanto tiempo sin verte.
—Si, mucho... Cuéntanos cémo llegaste
hasta la mochila de Lucia.
—Se lo contaré con mucho gusto. Pero an-
tes deberfais Hevarles el elixir, lo poco que
Vlad ha dejado, a Camila y a Marta. Es muy
urgente... Y ahora, con su permiso, voy a dor-
mir un rato. Estoy agotada.
Mientras descendian de la pequefia coli-
na en la que estaba la ermita abandonada y
buscaban un taxi, Bice lamé con su mévil a
Lucarda, que las esperaba junto a la boca del
pozo, y luego a Camila.
En el taxi, las nifias pusieron a Cuervo al
corriente de los tiltimos acontecimientos, y él
les explicé que Leticia podia manejar su mu-
fteca, que en realidad era un pequefio robot
teledirigido, mediante unos mandos y una
pantalla instalados en su atatid.
—Para Leticia es como un videojuego. Y,
entre otras cosas, la muiteca puede morder y
135