unos segundos con los ojos cerrados,
como en trance. Su rostro reflejaba un enorme
sufrimiento.
0 siento —dijo—. No he sido capaz de
detenerla.
—No tienes que disculparte. No es facil cla-
varle un cuchillo a alguien —dijo Bice, que lo
sabia por experiencia.
—Quién es esa chica? —pregunt6 Lucfa—.
Con lo buena que parecia
—Si. A mi también me parecié buena du-
rante un tiempo —dijo Lucarda con amargura.
—{La conoces? —insistié Lucia
asinti6 con la cabeza, mientras una lagri-
ma resbalaba por su palida mejilla.
—Es mi madre —dijo tras una larga pausa.
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8 Alba
Gx estaba acostada en la cama de Lu-
cia, inmévil como una muerta. Tras tomar una
muestra de su sangre y otra de la de Marta,
Lucarda se habia ido “a hacer algunas averi-
guaciones urgentes”, segtin sus propias pala-
bras, no sin antes decirles a Bice y Lucia que
bajaran todas las persianas y cerraran todas
las ventanas de la casa.
Para alivio de las nifias, Camila volvié en si
al cabo de unos minutos.
—{Dénde esta Alba? —pregunté ansiosa-
mente nada més abrir los ojos.
—Supongo que te refieres a... la chica que
te dispar6. Lucarda la ha desarmado y la hizo
huir —contest6 Lucia.
—Lucarda... Ya sabia yo que era inocente
—dijo Camila con alivio.
—,Cémo es posible que Alba sea su madre?
—pregunté Bice.
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