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unos segundos con los ojos cerrados, como en trance. Su rostro reflejaba un enorme sufrimiento. 0 siento —dijo—. No he sido capaz de detenerla. —No tienes que disculparte. No es facil cla- varle un cuchillo a alguien —dijo Bice, que lo sabia por experiencia. —Quién es esa chica? —pregunt6 Lucfa—. Con lo buena que parecia —Si. A mi también me parecié buena du- rante un tiempo —dijo Lucarda con amargura. —{La conoces? —insistié Lucia asinti6 con la cabeza, mientras una lagri- ma resbalaba por su palida mejilla. —Es mi madre —dijo tras una larga pausa. 86 8 Alba Gx estaba acostada en la cama de Lu- cia, inmévil como una muerta. Tras tomar una muestra de su sangre y otra de la de Marta, Lucarda se habia ido “a hacer algunas averi- guaciones urgentes”, segtin sus propias pala- bras, no sin antes decirles a Bice y Lucia que bajaran todas las persianas y cerraran todas las ventanas de la casa. Para alivio de las nifias, Camila volvié en si al cabo de unos minutos. —{Dénde esta Alba? —pregunté ansiosa- mente nada més abrir los ojos. —Supongo que te refieres a... la chica que te dispar6. Lucarda la ha desarmado y la hizo huir —contest6 Lucia. —Lucarda... Ya sabia yo que era inocente —dijo Camila con alivio. —,Cémo es posible que Alba sea su madre? —pregunté Bice. 87

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