téneamente, Quintina y Sixta tomaron de las
manos a Lucia, y las cuatro hermanas condu-
jeron a las dos forasteras hacia el interior del
enorme rosal, cuyos gruesos tallos formaban
un intrincado laberinto de estrechos pasadizos
espinosos.
Al llegar a un pequefio claro que habia en
medio del rosal gigante, Octavia grité:
—jNo lo hagan, son amiga:
Pero ya era tarde. Las hermanas que lleva-
ban a Bice y a Lucia de las manos las empu-
jaron bruscamente hacia el centro del claro,
y el suelo se hundié bajo los pies de las dos
amigas, que cayeron en un foso de més de dos
metros de profundidad, aunque, afortunada-
mente, sobre un blando lecho de pétalos
—{Por qué las condujeron a la trampa?
—exclamé Octavia—. ;Son amigas!
—No seas ingenua —replicé Primula—. $
ellas han venido hasta aqui, solo puede ser
por una cosa.
—jEscuchen! —grit6 Lucia desde el fondo
del foso—. No sabemos nada de este lugar y
no queremos hacerle ningtin dafo. Hemos ve-
nido porque se dice que en el Mundo Inferior
12
hay un elixir que puede curar algunas enfer-
medades, y mi madre esta muy enferma.
—{Qué enfermedad tiene tu madre? —pre-
gunt6 Tercia asomandose al foso.
—No lo entenderias —dijo Lucia esforz4n-
dose por contener las légrimas.
—No somos tontas, como acabais de com-
probar, y entendemos muchas cosas, mas de
Jas que imaginan —replicé Quinta asoméndo-
se junto a su hermana
—Mi madre ha sido atacada por un... vam-
piro —dijo Lucfa tras una pausa.
Aloft la tiltima palabra, las cinco hermanas
lanzaron a coro un agudo chillido y huyeron
despavoridas.