—De acuerdo —dijo Van Helsing con una
cansada sonrisa, mirando fijamente a los nifios
con sus penetrantes ojos grises.
Se sentaron los cuatro en el banco y, tras
una pausa, el anciano dijo:
—Ante todo, debo decirles que lo de la san-
gre vegetal es un cuento. Los vampiros necesi-
tan ciertas sustancias que solo hay en la sangre
humana y que ellos no pueden producir ni asi-
milar a partir de otras fuentes. Yo soy bioqui-
mico, ademas de médico, y estoy en contacto
con los principales investigadores del mundo
en este campo. Ningiin particular con un la-
boratorio privado puede estar més adelantado
en sus investigaciones que toda la comunidad
cientifica internacional.
—Pero... nuestro conocido lleva varios afios
sin probar la sangre —dijo Lucia.
—Si eso es cierto, no es un vampiro —repli-
c6 Van Helsing sin titubear—. Y si es un vam-
piro, eso no es cierto.
—Pero... —empezé a decir Lucia.
—Querida nifia —Ia interrumpié el doc-
tor—, los vampiros son seres terriblemente
desequilibrados, incluso los que, en principio,
parecen tener buenas intenciones —afiadié
mirando a Bice.
—2Y por qué iba a decirnos lo de la sangre
vegetal? —pregunt6 Lucfa.
—No lo sé —contest6 Van Helsing—. Tal
vez para ganarse su confianza. O tal vez sea
un falso vampiro.
—2Un falso vampiro? —repitié Bice con
sorpresa.
—Hay perturbados que se creen vampiros €
incluso llegan a beber sangre, pero que en rea-
lidad no lo son. Espero que sea ese el caso de
su conocido. Porque si es un auténtico vampi-
ro, les ha mentido y trama algo, y en ese caso
corren un peligro gravisimo.
—gTodos los vampiros son malvados? —pre-
gunté Lucia.
—Més que malvados —contesté el anciano
con expresién sombria—, son la encarnacién
misma del mal
—Doctor, esta usted vivo porque hace unos
dias un vampiro le perdoné la vida, a pesar
de que usted queria matarlo a él —dijo Lucia
mirdndolo fijamente a los ojos
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