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hacia poco seguro; pero, de todos modos, te- nia que intentarlo. La herrumbrosa puerta metélica de la cripta estaba entornada, y al abrirla emitié un chirri- do lastimero. Bice bajé los desgastados esca- jones de piedra alumbrandose con su linterna de bolsillo y se acercé al atatid. No le habria sorprendido encontrarlo vacio o ver en éla Vlad, 0 incluso a un desconocido. Pero no estaba preparada para lo que vio al levantar la tapa del atatid. En su interior, in- mévil y con los ojos abiertos, yacia... —jLucia! —exclamé Bice. Le temblaban tanto las piernas que tuvo que agarrarse al borde del atatid para no caerse. —Hola, Caperucita —dijo a sus espaldas una voz burlona—. Qué sorpresa tan grata. Precisamente a ti queria verte. Era Vlad. —{Qué significa esto? —grit6 Bice, lena de horror e indignacién, dandose vuelta para en- cararse con el vampiro. —Esperaba que tti me lo explicaras —repu- so Vlad sentandose en los escalones de piedra y dejando al descubierto, al apartar su larga 66 capa negra, su brazo izquierdo en cabestrillo. Se lo habia roto la semana antes, luchando con Cuervo. —iEs mi amiga! —exclam6 Bice sefialando a Lucia—. ,Qué le has hecho? ;Cémo ha Ile- gado hasta aqui? —Lo primero es evidente, por lo que lo con- sideraré una pregunta retérica, y lo segundo no lo sé —contest6 Vlad sin inmutarse—. Ve- rds, ha ocurrido algo muy gracioso. Yo estaba tomando el fresco ahf afuera cuando de pronto via una nifa corriendo entre las tumbas. Na- turalmente pensé que eras tt, puesto que no hay muchas chicas de tu edad que frecuenten el cementerio de noche, y la llamé.., “Hola, Ca- perucita”, le dije jovialmente... Ella se acercé y me pregunt6: “zEres Cuervo, el amigo de Bice?”. Para no desilusionarla, le dije que si. —jCanalla! —exclamé Bice apretando los puiios. —Solo es una mentira a medias: no soy Cuervo, pero soy amigo de Bice... —jLe chupaste la sangre! —Solo un traguito de nada, un tentempié. No soy un abusanifios, como dice Cuervo 67

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