—-Asi me gusta... Me ha dicho un pajarito
que bajaste al Mundo Inferior.
—Tu pajarito exagera un poco —replicé
Bice—. Solo legué a la antesala.
—Magnifico. Estoy seguro de que lograras
entrar y conseguirds lo que necesitamos.
—{Qué es lo que tengo que encontrar? :Y
por qué dices “necesitamos”, en plural?
—Qué es: el elixir de la eterna juventud.
Por qué digo “necesitamos”: porque ti, que-
rida, lo necesitas tanto 0 mas que yo.
—EI elixir de la eterna juventud? No creo
que exista mas que en los cuentos de hadas.
Y, de momento, la vejez no es lo que mas me
preocupa —ironiz6 Bice.
—No es exactamente un elixir de la eter-
na juventud, por supuesto —precisé Vlad—.
Nada es eterno, ya sabes, y menos la juven-
tud, divino tesoro... Pero aumenta y prolonga
el vigor de forma extraordinaria, y cura ciertas
enfermedades muy especiales.
—Yo no estoy enferma... —empez6 a decir
Bice, pero se interrumpi6 bruscamente, con un
estremecimiento de angustia.
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—Desde mi punto de vista, no, claro que
no estds enferma; todo lo contrario: estas en el
buen camino. Pero desde tu punto de vista sf
que lo estas. Esa porqueria de antidoto que te
dio Van Helsing a mi me indispuso, pero a ti
no te curé... No es cierto?
iNo soy una vampira! —exclamé Bice.
—Todavia no... Pero apagaste la linterna,
porque eres una nifia muy educada y sabes
que a tfo Vlad le molesta la luz, y me ests
mirando, lo veo en tus ojos, a pesar de que
la oscuridad es casi total. Y tienes stibitos ata-
ques de furia, cambios de humor bruscos y
repentinos, y aprietas los dientes con inusita-
da fuerza... La sonrisa de Elisa ya empieza a
bailar en tus labios, querida.
Bice se estremeci6. Lo que decfa Vlad era
cierto.
—2Y ese elixir me puede curar?
—Sin duda. No tienes més que ir al Mundo
Inferior, tomar una buena dosis y traer otra
para tio Vlad.
—{Cémo es ese elixir? ¢Cémo lo encontraré?
—Lo averiguards en cuanto llegues.
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